Tiernos vástagos de hetaría, si por mi pasado me juzgais me importa un comino.

3-Enero-1798

-Él tiene el oído de Van Gogh para la música... -Le murmuré a mi madre antes de salir de casa.
Ella insistía en que apoyara a Padre con su nueva afición. El clavichembalo. Tras probar con poco éxito el violín, disfruté arrancando una a una cada cuerda que me impedía el dormir las noches que pasaba en el Palacete.
-¿Dó vas, querido? Espero que no sea a yacer con otra mujer... -me contestó.
-Madre, por quién me tomas...-dije insolentemente. "Son otras dos" pensé. Y me fui riendo de mi pensamiento.
Realmente no iba a eso, era demasiado pronto. Había quedado con un hombre que me proponía una misión por la que me ofrecía muchas monedas. Y a su esposa, pero yo la usaría y la tiraría cual pañuelo.
Llegué a la vieja tasca Gerstensaft un poco tarde, el diálogo me había entretenido. Le guiñe un ojo a la camarera y le propuse un divertido juego para unas pocas horas después. Tras ello me senté frente a un viejo con un parche en el ojo sediento de información.
-¿Qué me ofreces? -dije secamente. La poca luz oscurecía mi rostro. Las ventanas llenas de musgo me daban una idea acertada de la gente que frecuentaba aquel bar, Gente sin amor propio, sedientos de poder, rechazados en su vida...
-Es un telegrama en Francés. Me dijeron que te lo trajese. Suelta el dinero, llevo un rifle. ¡Me prometieron dinero! -levantó la voz en la última frase.
-Calma, calma, viejo amigo. Tendrás tu dinero si no me vuelves a apuntar con ese cochambroso rifle sin cargar, oxidado. Pfff... me das pena. -hice un seco gesto con la mano.
-Déjate de cuentos, Roderick. Nos conocemos desde hace mucho. -Waylon, el hombre del parche, bajó el rifle. - ¿Qué quieres ahora?
-Saber quién te dio este estúpido telegrama. Saber quien sabe que soy cazador. Ah, y la mitad en metálico mañana. La otra mitad tras el crimen. -Dije todo esto rápidamente y de una manera seca. Waylon era mi mejor informante, una pena que sucediese lo siguiente...
-No lo sé... ¡Dame mi dinero! ¡Ahora! El hombre me dijo que me pagarías por esto, por traerte el recado. Y a mí no me hables de pagarte, eso al hombre. O la mujer... Lo que fuese.
-¿Quieres hacer el favor de comportarte? -susurré - Ahora me voy a tirar a esa pelandrusca del tres al cuarto - dije señalando a la camarera. -Y ya veremos mañana, hoy traduciré el texto.
-¿No sabes francés, muchacho? -rió con gusto el hombre - Estás muy perdido, sabía yo que no eras más que un niño de mamá.
El hombre se quedó saboreando su jarra riéndose de mí. ¡De mí! ¡De un Meltzger de Varsovia!
Agaché la cabeza al llegar a la barra y entré ignorando a la camarera. Cogí una botella de un vodka Ruso muy fuerte y agarré a esa morenita por la muñeca. Estaba enfadado, y con razón, así que la saqué por la parte trasera y la empujé contra la pared. Cuando le empezaba a levantar aquel inservible rebullo de faldones salió Waylon empuñando un arma de, ahora sí, mejor calidad.
-¡Deja a la camarera, Roderick! ¡Y dame mi dinero!
En lo que él empezaba a apretar el gatillo yo lancé uno de mis puñales. Justo en el centro, entre los ojos, como me gusta.
Me agaché y le cogí por el pelo:
-¿No recuerdas ya quién te sacó ese ojo, eh Waylon? Déjame empotrar a las guarras que quiera.
¡No soy el mejor cazador de Varsovia por nada!

3 de Enero de 1798 - [Cómo llegué a París -Parte II- +18]
[Repito, +18]
Que aquel hombre sucio se riera de mí me había calado hondo. Se que no soy el más listo de mi generación, pero me instruyo en cuanto a filosofía y ética. ¿No es acaso "Del arte de la guerra" una de mis obras favoritas?
Ni me interesaba aprender francés por aquella época, lo consideraba algo inútil. Para llevar a la cama (o al sofá, o a cualquier lugar medianamente cómodo...) a una mujer extranjera, una persona como yo no necesita idiomas. Aunque a las mujeres les guste hablar yo las ignoro por completo. Me voy y las dejo hablando solas, enfurecidas o... tristes o lo que sea, no me interesa.
Como decía, tras matar a ese hombre con mi habilidad típica, le puse un saco de patatas por encima. Por respeto, era uno de mis mejores informantes y era hombre, no mujer.
Tras ese acto, la camarera me miraba algo horrorizada. Lágrimas caían por sus mejillas dejando una suave carretera marrón que me indicaba a qué condiciones había estado sometida esa sucia niña.
-Mi...mi padre está a punto de venir- consiguió murmurar tragando aire y saliva. Ni se me pasó por la cabeza creerla, ¿por qué me había seguido entonces?
-Escúchame sucia zorra- le dije secamente con contundencia - No me creo nada de lo que digas. ¿Cuántos años tienes?
La chica parecía una gitanilla que trabajaba por ganarse cuatro francos aguantando a hombres borrachos. Decidí darle una alegría. Se echó una paso hacia atrás y con miedo murmuró..."Dieciséis"
-¡Dilo más alto, que te oiga!- la estampé contra el muro sujetándole las muñecas contra este. Sus rodillas empezaban a temblar, ya la tenía ganada aunque ella no lo supiera.
-¡Dieciséis!-gritó ella mientras otra de sus lágrimas caía. Ah, mujeres...

Spoiler:

De pronto, como ella había dicho, su padre apareció al final de la callejuela y dejó caer al suelo dos cajas de fruta. Esa fue la razón por la cual me giré a tiempo para verlo correr hacia mí con furia. Sin dejar de estar dentro de su hija, saqué dos puñales de mi camisa y el hombre se paró a tres metros de mí. La gitanilla, que aun tenía los ojos cerrados, no se dio cuenta de nada y seguía gritando y gritando.
-Paguenos- dijo el hombre. -Pagueme por lo que le hace a mi hija.
Ese armario ropero de padre no me dio miedo alguno. Me reí con sorna:
-¿Pretende prostituir a esta dulzura de niña? Cerciórese de que le queda algo de dignidad, hombre... Mire, aquí estoy haciendo gemir a su hija y no me intenta separar ni nada. Me da usted verdadera...¡pena!
A la vez que gritaba pena un cuchillo voló directo a su pecho. Cayó al suelo dejando un reguero de sangre... y ella sin inmutarse. Gritaba y gritaba sin cesar, disfrutando.
Cuando me apeteció salir de ella y pensando que iría al llorar junto al cadáver de su padre, me fui sin echar vista alguna atrás.
Ella me siguió y cuando estaba a punto de decirle que se fuera de mi vista, me sujetó de la muñeca y me dijo:
-Señor, cuando usted quiera mi cuerpo estará para usted. Le agradeceré eternamente que me haya sacado de la ignorancia. Aunque este casada y con hijos, si se pasa por aquí podremos repetir. Solo le pido un último favor en el nombre de mi difunto padre.
-Dime- contesté con curiosidad.
-Hagámoslo una vez más, y que mi padre lo vea bien.Quiero que ese infeliz me vea disfrutar frente a su cadáver sin reparo alguno.
Me puso tan cachondo esa petición que la agarré de la muñeca y la hice mía hasta que estuve satisfecho.