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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gael Lutz Dom Mar 06, 2016 8:01 am

Hoy era un día señalado en el calendario, era el día en el que Jane iba a poder hacerse valer por sí misma, llevaba entrenándola unas dos semanas más o menos, en las cuales había mejorado su puntería con las dagas, ahora al menos no las lanzaba a las manos de los enemigos, con suerte, se las clavaba con fuerza. También la había obligado a salir a correr todos los días, aunque tuve que aguantar sus quejas y resoplidos cuando no podía más y le daba el flato, pero no le había permitido caer y había mejorado su condición física y su nivel de aguante. Ahora podía correr algo más rápido que antes y aguantar más tiempo. Correr era fundamental en este trabajo, si no corrías, podías darte por muerto. —¡Jane! Prepárate, nos iremos enseguida. Hoy es tu día.— Me coloqué la chaqueta que utilizaba para cazar, no había quedado ni un resto de sangre del día que había conocido a Jane, en la que nos salvamos mutuamente de un vampiro... O de dos. Miré el armario que estaba colocado en mi habitación, saqué la poca ropa que había dentro y la coloqué encima de la cama. Quité una de las baldas, en las cuales había un sitio secreto, donde guardaba todas mis armas, lejos de la mirada indiscreta de Adaline. Cogí la ballesta, el carjat con las flechas para cargarla, las dagas y los cuchillos. Hoy no había lobos, así que nada de plata.

Una vez recogido todo, esperé en el vestíbulo a que Jane estuviese lista. ¿Cuánto podía tardar? Solamente tenía que coger sus dagas, su pistola y la nueva ballesta que me había permitido el lujo de comprarle, me había demostrado que era buena, así que quería mejorar su potencial con ella. Tras unos minutos, la vi aparecer lista al completo, con sus ropas cómodas y sus armas. Hoy íbamos armados hasta los dientes, nunca se sabía lo que podíamos encontrar en las oscuras noches. Salimos de la casa y comenzamos a caminar, parecía que no teníamos un rumbo fijo, pero solo era lo que parecía, porque, yo sabía a donde ir, sabía donde encontrar lo que buscaba. ¿Cómo buscábamos los cazadores a nuestras presas? A veces, estas aparecían cuando menos las buscabas, como llegaba todo en la vida, como había llegado Jane a la mía. Todo pasaba de cero a cien en escasos segundos... Y me encantaba que así fuera.

¿Porqué nos caemos, Jane? Para aprender a levantarnos. Recuérdalo cuando llegue el momento. — La miré de reojo mientras seguíamos caminando, pronto íbamos a llegar a nuestro destino. Me preguntaba si se encontraría nerviosa, o ansiosa por encontrar lo que andábamos buscando. Recordé la primera vez que disparé contra algo "vivo" y lo maté. Mi primera víctima como cazador. Los nervios que sentí aquel día los iba a recordar para siempre, así como la sensación de placer al ver como su larga vida se apagaba de sus ojos, hasta dejarlos vacíos, sin brillo... Una sensación que me provocaba que todos los pelos de mi nuca se me erizasen. Cierto era que Jane no era la primera vez que cazaba, pero yo mismo sentía como que este día, iba a ser como la primera vez de ambos, íbamos a cazar juntos por primera vez desde que habíamos formado el tándem de Maestro - Aprendiz. —Va a ser como la primera vez... Mantén los ojos abiertos. No te alejes mucho, lo suficiente como para que te oiga si estás en apuros y al revés.— Me preparé una flecha en la ballesta nada más entrar en la laguna.

Me despedí de Jane con un gesto de la cabeza y comencé a caminar con los ojos bien abiertos. Sabía que por aquí siempre había vampiros y esperaba poder encontrar alguno. Dos semanas sin cazar era mucho tiempo. Mucho tiempo en los que ellos habían estado a sus anchas. La paz se había acabado, el Team Hunter acababa de entrar en escena.    
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Mensaje por Ian Lancaster Dom Mar 06, 2016 8:41 am

Volvía, el vampiro volvía a casa después de tres años desaparecido de Francia. No existía manera en la que quisiera conmunicarse con lo que atrás dejó, aun que siguiera recordando como buena memoria que tenía. La tierra helada de Finlandia le llamaba tanto la atención desde que nació allí... que siempre tiene que encontrar la manera de huir hasta allí, escapar de todo lo que lo agobiaba, al fin y al cabo, Ian era una persona a la que no le gustaba mucho la gente. Él pensaba que obtener amistades para poder protegerle también de lo que fuera había era bueno, en su cabeza no soportaba la presión de tanta gente, y no es que nadie le hiciera nada nunca, si no que él mismo se veía superado por las circunstancias. Todo a decir verdad es como parece, Ian es una persona a la que le gusta la soledad y encontrarse con muy poca gente o con casi nadie, y eso no podía cambiarlo nadie, él era así.

Abrió la mansión que aún tenía en sus zonas de París, toda llena de polvo, nadie había pasado por allí en los dichos últimos tres años, con lo cual, todo estaba con quedó tiempo atrás, sin tocar, ya que ir a Finlandia fue un impulso sin más, echó al servicio de casa y se marchó. Pudo estar muy tranquilo aquellos años disfrutando de la soledad, de la nieve que cubría las calles, nubes tapando el sol por completo, que hacían que Ian pudiera disfrutar su vida como de verdad quería, sin tener que ocultarse durante un cierto tiempo en ningún lugar, ser él. En Francia era de noche, y el vampiro quería, como siempre nada más llegar, una copa de vino, pero ésta vez no sería en su lugar habitual, sería rápido, quería ir a la Laguna a dar un paseo antes de que amaneciera, el viaje había sido largo y el tiempo se había consumido aquella noche desde que anocheció temprano.

Salió de casa, con su gabardina negra que llegaba hasta los tobillos, habitual en él, ya que le gustaba taparse bien, y siempre de oscuro, quería pasar desapercibido, pero no sabía hasta que punto podía. Caminó a paso lento, la laguna tampoco quedaba muy lejos de la casa del vampiro ya que él vivía casi a las afueras de allí y con velocidad podía llegar enseguida, pero no quería llamar la atención de nadie, recién había regresado y no le apetecía mucho la idea de encontrarse a nadie, ni tener que poner una buena cara por la fuerza, no era el día. En el cielo se proclamaba la luna, justo en el medio de cielo, que quería decir que era poco más de la medianoche, era una hora perfecta para pasar unas horas meditando cerca del agua, tranquilo y apacible. El agua parecía limpia, pero todo lo contrario cuando estabas dentro, por desgracia la gente era sucia y tiraba basura al lago, desconcertante en la época en la que las personas iban de caballeros y señoritas por la vida, repudiable por otro lado.

Comenzó a sentir algo que no le gustaba, sensaciones y olores nuevos que desconocía, se mantuvo alerta, aunque de primeras no le dió la más mínima importancia, aunque a esas horas de la noche, Ian dudaba que se trataran de humanos normales, ya que olían a ello. Había más de uno en esa dirección, lo cual se trataba de algún tipo de humano experimentado en combate nocturno, si no, ¿de qué iba a haber alguien ahí? El vampiro empezó a moverse para no ser localizado, los humanos solo podía verles con ese sentido y con el del oído, pero no a tanto nivel como podía hacerlo éste. No le daba tiempo a subir a un árbol, podrían detectarle, lo cual se pudo poner detrás de una roca, donde estaban a algunos metros, se había separado y uno de ellos se había alejado un poco, aunque estaba a un radio aun perfecto para poder ser advertido. Ian quería tomarse con calma la situación, él no quería buscar problemas, pero estaban acechando uno de los lugares de descanso de el vampiro, y no le gustaba que irrumpieran en su territorio.

No encontraba el momento de acercarse más, y aunque quisiera hacerlo de manera sigilosa, Ian era muy escandaloso cuando luchaba, lo cual no le parecía mal la idea de aparecer entre ambos y revelar sus intenciones aunque no fueran del todo como temía que iban a ser. Asomó la cabeza y observó a una mujer llendo en dirección perpendicular al vampiro, él la veía de perfil, no podía verle por ahora a no ser que girara la cabeza, pero se escondería rápido y quizás no fuera detectado. Miró al otro lado donde se encontraba un varón, con la ballesta en mano. Se trataban efectivamente de cazadores y había dos opciones, huir o enfrentar y descubrirles, y el vampiro era de pocas huídas, con lo cual dio un paso adelante con la mala suerte de pisar una rama que delató la posición del vampiro que aun estaba detrás de aquella enorme roca, al lado de la mujer cazadora, se mantuvo quieto y relajado hasta que algo pasara, si se iban a acercar, Ian sacaría sus ''garras'' para combatir en un duelo de Cazadores de Vampiros en el que la presa, iba a ser la última susodicha.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Dom Mar 27, 2016 8:57 am

La mujer del espejo me devuelve la mirad rota.
Una vez termino de trenzar mi cabello me tomo dos minutos para respirar y prepararme para lo que nos espera. Mi reflejo lleva blusa blanca y corpiño de cuero negro, pantalones para más comodidad y botas con refuerzo en las puntas. Siempre me resulta extraño contemplarme de esta manera ya que nada queda de la jovencita que un día fui, incluso ahora siento que llevo el rostro de otra persona como máscara. Cuando la voz de Gael se hace notar a través de las paredes que ya me son familiares, me pongo el abrigo y compruebo que todas mis armas están en su sitio. Bajo las escaleras y guardo la bolsa con mis cosas en la alacena, bajo un par de mantas. Siempre que estoy aqui intento no dejar alguna evidencia, no sé hasta qué punto Gael ha hablado de mi a su hermana y, en todo caso, espero que no lo haya hecho. No estoy preparada para afontrar ser participe de otra mentira. Últimamente paso gran parte de mi tiempo en esta casa, he tenido tiempo de conocer cada rincón de las zonas comunes, cada fotografía colgada en la pared, tengo una taza de té adjudicada y sé qué sitio en el sofá es el preferido del gato, por lo que suelo sentarme a su lado para que me pida caricias.

Miro a Gael sin decir nada mientras abrocho mi abrigo, quizás llueva esta noche. Cojo mi nueva ballesta y no puedo evitar sonreír, el día que me la regaló no supe qué decir y pasé toda la tarde con ella en las manos. Es preciosa, la madera es oscura, ligera y resistente, se equilibra perfectamente en mis brazos, y en cada lateral tiene el grabado de unas alas en jade, detalle que me encanta ya que más que para cazar parece de colección. Una vez salimos por la puerta la luz de la luna se niega a desearnos suerte, las nubes cubren con su manto la noche y siento que. en caso de querer volar, jamás podré atravesarlo. No digo nada mientras avanzamos, no sé por qué estoy nerviosa y siento que me pongo a prueba con cada cosa que hago. Desde que el entrenamiento comenzó he comprendido que, para mi desgracia, Gael estaba en lo cierto y mis errores guiaban mis movimientos, aunque si bien mi punto fuerte es el ataque a larga distancia, en un primer plano pese a conocer la teoría en la práctica soy un desastre y la lucha cuerpo a cuerpo se me resiste. Se ha dedicado a utiliziar los entrenamientos como algún tipo de tortura retorcida, nunca es suficiente y jamás hay margen de error. Cuando su voz rompe el silencio solo asiento ante sus palabras y miro más allá de nosotros, no sé hasta que punto tiene razón. Caemos para aprender a levantarnos sí, pero muchos otros jamás consiguen alzarse de nuevo, muchos otros solo se dejan desvanecer y yo misma, en ocasiones, deseo unirme a ellos.

-Entendido-respondo en un susurro, ante sus indicaciones me desvío y cuando su figura desaparece de mi vista me concentro en mis pasos. En cierto modo no me acostumbro a tener un compañero de caza, Gael calcula sus movimientos y los míos, observa por los dos, piensa por ambos, y yo hago todo lo posible para estar a su altura. Inspiro profundamente y sigo avanzando, hemos acabado en la laguna sin haber tenido un rumbo fijo, solo guiados por el instinto de Gael, pero al final algo me dice que estamos donde debemos. Desde que me separé de él no me abandona la sensación de estar siendo observada, el escalofrío es siempre el mismo, como si la lengua de la muerte lamiese mi nuca. La experiencia me ha enseñado que esta sensación jamás es una alucinación. He comenzado a avanzar cada vez mas despacio, como en cámara lenta giro sobre mis talones y observo todo a mi alrededor. Nada. O eso creo, porque justo cuando me dispongo a seguir la ruta anterior, el quiebro de lo que parece una rama capta mi atención. Con la laguna a mi espalda me acerco hasta el lugar de donde nació el sonido y termino rodeando una roca mientras intento mantener mis pulsaciones controladas. No tengo oportunidad de avisar a Gael, si lo hiciera delataría mi posición. Me muerdo el labio y en un último paso termino de rodear la roca. Ahí está. La figura que tengo ante mi corresponde a la de un hombre y su sombra a la de un demonio.

-Ni un paso más-mi voz es una fina línea, mi tono es neutro y sin connotaciones de ningún tipo ya que no quiero ni debo dejarme llevar por la situación. Lo examino ante la poca luminosidad del lugar pero no me hace falta hacerlo dos veces para averiguar a qué me enfrento. Vampiro. Con la ballesta cargada y apuntando a su pecho, doy dos pasos a mi derecha para apartarme de la sombra de la roca y así poder ser vista desde la dirección en la que Gael y yo nos dividimos- Siento tener que decírtelo, pero ésta no será ni por asomo tu gran noche. ¿Algo que añadir antes de que empiece el baile?-mi mirada atraviesa la suya como un puñal y por un momento no sabría descifrar qué encuentro tras sus pupilas, al segundo solo veo los mismos ojos que en todos los demás de su condición. Lo observo con detenimiento en busca de algún rasgo de sangre de una posible víctima pero no hay nada en él que me de una pista de sus intenciones. Jamás me acostumbraré a esto, ante mi aparentemente solo se impone un caballero que quizás se ha perdido, alguien que solo paseaba por el lugar y nada tiene que ver con la oscuridad que alberga la noche, nada más lejos de la realidad. Este hombre, cuyo rostro y porte robaría los suspiros de muchas damas de la corte, es capaz de convertirse en la pesadilla de todas ellas. Percibo un movimiento y, antes de que pueda hacer nada, la primera flecha impacta en su muslo. Ya no hay vuelta atrás-Ni un paso más, he dicho -esta vez hablo más fuerte esperando que así Gael pueda escucharme.

En cierto modo, una parte de mi se retuerce por dentro, me grita y suplica que salga corriendo de aquí. De todos los días y noches que tenemos para cazar, teníamos que salir precisamente en ésta. En este preciso momento se cumplen seis años de la muerte de mi familia, seis largos y tortuosos años. El recuerdo me nubla la vista e intento mantenerme serena. Aunque no lo admitiré en voz alta, esperaba no tener que enfrentarme a la sangre en una fecha como la de hoy.
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Mensaje por Ian Lancaster Dom Mar 27, 2016 1:51 pm

Ese sonido delató de lejos la posición del vampiro. ¿Acaso se había metido en un error al haber querido dirigirse a la laguna? Él solo buscaba relajarse un rato después de un estresante viaje desde Finlandia en el que había venido practicamente a pie, tan solo utilizando esa velocidad que los vampiros portaban, llegando en poco minutos, estaba cansado y tendría que alimentarse en un día como mínimo. Jamás hubiera pensado en verse rodeado de dos cazadores, al parecer por sus actuaciones, sabían calcular la distancia de alerta, pero ahí no había terminado todo. Ian padecía de tener una mente muy compleja, que actuaba según la marcha de manera estratégica, era hábil para actuar rápido en momentos de máximo riesgo, ya había evadido a tantos cazadores en sus más de mil años, que ésto sería nada más que otra batalla en la que el vampiro salía victorioso contra dos humanos sin ningún poder. Su cabeza ya estaba inmersa en cómo tenía que hacerlo y para ello tenía que vigilarlos bien a ambos. Se percató de la ballesta que ella tenía, eso quería decir que era de media y larga distancia. -Bien, tendré que arrebatarle esa ballesta como sea.- Pensó para sí mismo justo antes de haber sido avistado por la humana.

Miró al muchacho de reojo el cual continuaba de espaldas, se mantuvo quieto en cuanto olló la voz femenina que ya lo apuntaba con su ballesta, era obvio que si hacía algún movimiento en vano, podría dispararlo, con lo que fortaleció* su cuerpo para evitar mas daño del que podía ser sin moverse un ápice, siendo preguntado por quien lo apuntaba -¿Acaso he matado a alguien? Déjame explic...- No pudo decir más, mientras hablaba, quiso incorporarse en el momento en el que una flecha atravesó un poco su muslo, tan sólo clavándose la punta, ya que habiendo Ian fortalecido su cuerpo, se libró de seguramente una herida algo más grave, la ballesta había disparado con gran velocidad. Ian se miró el muslo en donde la flecha continuaba clavada, miró a la mujer que lo había disparado. -¿Y soy yo el malo?- Mostró sus colmillos realmente enfadado. -Los cazadores pensáis que cazáis por un bien en común, y no hacéis más que matar como las demás criaturas.- No tuvo más que añadir, cerró la boca y tomó la flecha que tenía en el muslo izquierdo, quitándole de un tirón. La herida no tardaría en cerrarse y la ballesta necesitaba ser recargada previamente para volver a lanzar otra flecha.

No quiso dejar mucho margen para que al chico de cabellos dorados le diera tiempo a intervenir. -Ahora te toca a tí recibir de tu propia medicina. No te gustará que te disparen sin preguntar primero.- Dijo encaminándose hacia la muchacha la cual no movía sus pasos, aparentaba cierta valentía que podría denominarse como heroicidad más bien, ya que se enfrentaba a lo más parecido a la muerte que podría haber.
En ese preciso instante Gael se dió cuenta de lo que estaba ya pasando y fue a acercarse para proteger la posición de Astrid, la cazadora que lo mantenía en su punto de mira. -Vienen a por tí, salúdale de mi parte, ¿quieres?- Observó que una vez recargada la ballesta de la mujer estaba dispuesta casi a volver a disparar, entonces se le ocurrió darle esa bienvenida. -¡Dispárale!- Persuadió* tratando así de poder frenarle de alguna manera y que no supiera que narices estaría pasando, aunque si ya se había enfrentado a algún vampiro más, no todos teníamos los mismos poderes, aunque la mayoría si eran los más comunes y similares. Ya solo le quedaba un cartucho antes de poder volver a utilizar los poderes en los que obviamente se cobraba una energía que no se podía permitir, era demasiada para la que tenía el vampiro en ese instante, obviamente no eran del todo super poderosos, tenían límites en los que él estaba cerca, necesitaba comer, aunque no fuera de ellos, ni mucho menos con esa intención, sólo quería pasar un rato tranquilo y apacible en donde dos cazadores, irrumpieron como si algo malo hiciéramos todos, cuando muchas veces, los malvados son los que intentan hacer el bien con misiones estúpidas, como recrearse en el ser vivo.


* - Poderes de Ian
(La fortaleza hace que el cuerpo del vampiro se fortalezca ante ataques físicos, haciendo su piel más dura y más difícil de atravesar)
(La persuasión es una acción que obliga a hacer algo bajo la voluntad)

(He de añadir, que no en todo post se hará todo esto haciéndome basar en un Pj invencible ni mucho menos)
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Mensaje por Gael Lutz Dom Mar 27, 2016 5:32 pm

Estaba algo preocupado por lo que pudiese pasar esta noche, también estaba nervioso, sabía a lo que me exponía al traerme a Jane conmigo ¿La pondría en peligro? Esperaba que al menos esta vez acertase con la daga o incluso con la ballesta que le había regalado. Cerré los ojos al verla coger otra dirección, tenía que darle un voto de confianza, soltarle un poco la correa que le había impuesto, que volase libre cual pajarillo, pero no demasiado, no quería perderla. La vi por el rabillo del ojo todo lo que pude hasta que no me quedó otra que mirar hacía lo que tenía delante y agudizar mis sentidos. Oído, vista, tacto... Notaba la madera de la ballesta entre mis manos, con el dedo en el gatillo listo para disparar al objetivo.

Sabía que por aquí había vampiros y más desde que los inquisidores se habían puesto duros con las bestias e iban a capturarlos por la zona centro de París, por lo que se habían visto obligadas tanto vampiros como licántropos meterse en zonas alejadas de la mano de Dios. Negué con la cabeza mordiéndome el labio, tenía que concentrarme y dejar de pensar en los inquisidores que se dedicaban a ahorcar públicamente a personas a las que consideraban indignas y poseídas por el diablo y al final resultaban ser gente inocente, pues las verdaderas bestias estaban ocultas en otros lados e incluso entre los muros de la Iglesia.

Por mi lugar no veía nada, la noche estaba bastante oscura pues la luna estaba tapada por las espesas nubes. Giré sobre mis pasos y me quedé completamente helado. A unos metros, estaba Jane hablando con un individuo, un mosquito, un vampiro. Apreté los dientes con fuerza y pude ver como Jane le disparaba una flecha mientras alzaba la voz para que la escuchase. El vampiro ni se inmutó por la flecha. Pude ver como hablaba con ella y en ese momento, Jane se giró hacía mi y disparó su flecha contra mí. ¿Que hacía? ¡¿Qué diablos estaba haciendo?! No me dio tiempo a esquivarla y le flecha impactó en mi hombro. Solté un pequeño siseo por el dolor que me produjo. Maldito vampiro, le había hecho algo. Llegué hasta su lado y me quité la flecha rápidamente, la rompí y la tiré a los pies del vampiro, donde podía alcanzarla. —¿No tienes hambre? ¿Hueles la sangre? La tienes a tus pies, te dejo que la pruebes... Si está tan buena como estoy exteriormente... Será un manjar de los Dioses.— Clavé mi mirada en Jane y le sujeté por la barbilla, el vampiro estaría distraído por unos instantes con el olor de la sangre. —Jane, serenate, no te dejes persuadir, ni confundir. Recuerda quién eres.— Solté su barbilla y volví a centrarme en el vampiro, había que evitar que nos hiciese cosas con sus poderes, lo que nos faltaba era que nos matásemos entre cazadores y el se fuese de rositas.

Apunté con la ballesta al vampiro, simplemente para tenerlo controlado y no hiciese ninguna locura más. Notaba como la sangre salía de mi hombro y mojaba la camiseta que llevaba. Maldito vampiro mil veces, como dolía. —¿Estás aquí triste? Una pena que la inquisición se esté cebando con los de tu especie. Me están quitando el trabajo. Y tengo ganas de trabajar.— Sonreí de medio lado. Dos contra uno. Una lucha igualada si teníamos en cuenta toda la ventaja con la que contaba el vampiro. Me acerqué un poco más, quería hacerlo enfadar, que fuese él el que cometiese el primer error y poder comenzar con la historia.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Mar 28, 2016 9:20 am

No soy yo quien le apunta, no soy yo quien ha apretado el gatillo o, al menos, eso quiero creer. Nada de mi me pertenece en este momento, solo han bastado unas palabras y una conexión de miradas para que el vampiro tomase el control de mi mente. Recuerdo la primera vez que me pasó esto, aún ni siquiera cazaba y mi única preocupación era llevar los zapatos conjuntados con el chaleco, fue el día en que me presentaron al hombre que hizo cenizas mi mundo. Si tan solo pudiera soltar el arma, gritar, suplicarle a Gael que se aparte de mi, pero estoy encerrada en una cárcel de humo carmesí, es espeso y se adentra hasta mis pulmones nublando todos mis sentidos. Las lenguas de humo guían mis movimientos, apunto a la figura que se acerca hacia nosotros y disparo. La flecha corte el aire e impacta en el hombro de Gael. Quisiera no sentir nada ante lo que acabo de hacer pero la impotencia por no ser dueña de mi misma y la culpa me corrompen. No puede ser, simplemente no puedo haberle disparado. Mis manos se mueven y yo busco en mi mente los hilos que las mueven, soy una marioneta letal y necesito hacer algo antes de que se a demasiado tarde. La siguiente flecha está cargada, lista para hacer su cometido. Mi dedo se posa en el gatillo de nuevo y cuando alzo la vista tengo al objetivo en el punto de mira. Solo hace falta una palabra para que dispare pero estoy haciendo lo posible por volverme sorda o desaparecer. Entonces Gael se hace paso a través del humo, su rostro es difuso al principio, solo una sombra sangrienta, cuando sujeta mi rostro sé que está hablando pero yo lo único que percibo son sus labios moviéndose muy rápido. Frunzo el ceño, quiero apartarme pero la fuerza persuasiva del vampiro no me deja, la ballesta aún lo apunta, es lo único que se interpone entre nosotros, si apretase el gatillo aún con esta corta distancia la herida podría ser mortal. “Recuerda quién eres” le escucho decir, y jamás he estado tan confusa en mi vida.

De pronto mis pensamientos parecen liberarse, como si una soga en mi cuello volviese a permitirme respirar, algo pasa y, sea lo que sea, ha hecho que vuela a la realidad. Mis brazos se aflojan y la ballesta casi cae al suelo. Me tomo un momento para volver a sentir que mis piernas me pertenecen, miro a Gael a mi lado mientras éste apunta al vampiro sin miramientos. La sangre gotea de su hombro y deja rastro, evito lanzarme a cerrar su herida y comprobar que no es grave, no hay tiempo para eso. Mi estado pasa de preocupada a incrédula, ¿cómo es capaz se mostrar tanta soberbia estando así? Vuelvo la vista hacia el vampiro e intento controlar la ira que intenta corromperme, no puedo dejarme llevar. Busco su punto débil, si es que lo tiene, y dos un par de pasos al lateral para cubrir el otro franco en caso de que planee su huida.

-¿Qué haces aquí?—mi voz suena más tranquila de lo que habría esperado, he decidido bloquearme ante todo, fuera la culpa, la compasión y la rabia por un rato-¿Quién eres?-inspiro y apretó el gatillo. La flecha impacta en su hombro y casi podría jurar que atisbo una mueca de dolor en su rostro. Alzo una ceja y sin dejar de mirarlo cargo de nuevo el arma-Esta vez ha sido por voluntad propia, has jugado sucio, vampiro.

Miro a Gael de reojo esperando cualquier tipo de indicación o señal, debemos actuar, y rápido.
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Mensaje por Ian Lancaster Lun Mar 28, 2016 10:51 am

Ian tuvo que sonreir, más cuando vio que aquella flecha le había impactado en el hombro, viendo y observando como brotaba de alli aquella esencia que tanto necesitaba el vampiro. No sabía hasta que punto era buena apuntando la cazadora, sí le impresionó la manera de darle, ya eran dos flechas, dos aciertos, nada normal y fácil para una principiante, como parecía ser. Gael ya estaba tocado, ahora sólo faltaría ella, a lo que quiso esperar un poco aun. Se agachó queriendo coger la flecha que le había tirado el humano de pelos rubios a sus pies, no se había manchado siquiera de tierra, éste volvió a sonreir y lamió la punta de la flecha, desquitándose un poco de la pequeña necesidad por la que estaba pasando.

-Créeme que si esto lo hago, es por necesidad, no por tradición.- Dijo soltando la flecha que le había dado, dejándola en el suelo. -No iré detrás de tí como si fueras una presa, no como haréis conmigo.- Admitió mirando de reojo siempre en guardia a la otra mujer que ya estaba zafada del engaño al que se había visto sometida durante unos segundos.
Lo que oía del humano le gustaba, la inquisición, la iglesia y toda la parte condenada estaba aniquilando las especies errantes de algún tipo de gran gremio visto por el estado como bueno, negó un poco con la cabeza. -No diré quien soy, pero lamentaréis ésta caza en caso de matarme. De todas maneras, así me alegro de que mi especie cada vez, sea más escasa.- Afirmó haciendo referencia a su posición como Barón de Escocia y a su odio por los vampiros, pero sobre todo porque si le mataban, la corte iría a por ellos, él en ningún momento quiso identificarse como tal, quería dejarles en completa duda ante las palabras de un vampiro que segundos después ya había vuelto a ser atravesado por una flecha, ésta vez de improvisto, en el hombro, la punta había llegado al otro extremo del hombro derecho. Miró a la mujer y frunció el ceño habiendo soltando un quejido previamente. -Se acabaron las contemplaciones, tienes las manos muy largas.- Refunfuñó encaminándose hacia ambos, quitándose la flecha del tirón, gruñendo un poco, eso había dolido, y mucho además. -No quería llegar a ciertos puntos, pero me estáis obligando.- Reclamó cogiendo un gran tronco que se encontraba a su lado, en principio para ponérselo de escudo, no quería recibir mas flechazos. -Vamos rubio, dispara, dispara...- Lo animó a malgastar la flecha que ya había hecho la mujer, la cual aprovechó de nuevo para recargar.

Se estaba cansando de la situación, él estaba frente a frente contra dos cazadores con ballestas y flechas que ágilmente recargaban, no podía ir de cara para enfrentarse a ellos, sería un error, pero tenía que dejar fuera de combate a alguno, y se decantó por la que sería la más débil de los dos, la que poseía un aura más pequeña, más pura. Sonrió y lanzó el tronco hacia ambos, quienes tuvieron que apartarse de una manera del camino, lanzándose cada uno hacia un extremo. Rápido el vampiro se abalanzó a la espalda de la cazadora arrebatándole las flechas que portaba en su bolsa. Se apartó con agilidad colocándose cerca de un árbol que podía usar para esquivar algunas flechas. Sonrió rompiendo las flechas que había tomado. Pero eso no sería suficiente, siempre él podía darle algunas, aunque él tenía menos, ya que seguramente acostumbraba algo más a pelear cuerpo a cuerpo, no siendo contra una criatura como la que tenía en frente por supuesto. -Dejarme ir, no vais a ganar nada con ésto, ni tampoco a perderlo. ¿Qué os preocupa?- Cuestionó aun escondido tras aquel árbol, asomado lo suficiente como para que acertaran con alguna flecha, pero rápido se escondería tras él. En cierta parte ambos se tenían en el punto de mira, ya que el vampiro les tenía bien localizadas las posiciones y viceversa, habría que ver como desencadenar aquel fortuíto encuentro.

Era una lástima que no se hubiera llevado ningún arma, sólo tenía la daga que usaba para abrir las heridas de las víctimas y llenar las bolsas de sangre con las que se sustentaba desde hacía un par de años, descubriendo que no había obligación de matar a nadie, tan sólo conseguir su sangre y dejarle ir, un vampiro podía tener para casi dos semanas de existencia, era bastante para estar liquidando por doquier a toda la humanidad. Solo había mentes cerradas como la que tenían esos cazadores que pensaban que todas las criaturas matábamos a nuestras anchas, que iba a esperar de una humanidad conducida por codicia y ambición. Era por eso por lo que no quería luchar contra ellos, aunque le hubieran atravesado dos veces, más motivo aun para no interferir en su camino, estaba dolido, su sanación no actuaba de la misma manera, tenía hambre y no quería recurrir a que la cabeza se le fuera de sí y alimentarse de los cazadores que tenía, porque a pesar de todo, se sentía más atraído por la sangre que vertía Gael por su hombro, queriendo beber un poco para recuperar fuerzas, algo que éste, ni de lejos dejaría hacer. -Vamos venid... Os estoy esperando.- Quería dejar que ellos actuaran para permitir que ellos fueran siempre quien inicieran cualquier ataque, con tal siempre de contraatacar.
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Mensaje por Gael Lutz Lun Mar 28, 2016 1:55 pm

Mantuve mi mirada fija en el vampiro una vez que vi que Jane volvía a ser ella misma, ya sabíamos uno de los poderes del vampiro, la persuasión o el poder de hacer con nosotros lo que se le antojase. ¿Cual serían los demás? No quería ni saberlos, quería acabar con él ya mismo y cuanto antes, mejor. Escuché con atención todo lo que tenía que decir que al parecer, era mucho. Nunca me había encontrado con un vampiro tan hablador como el que tenía delante. ¿Estaba haciendo tiempo para que viniesen a rescatarlo? Quizás, nunca se sabía, a caza era un juego en el que se podía unir cualquier contrincante imprevisto. ¿Se alegraba de que su especie fuese cada vez más escasa? Algo insólito, sin duda. Aunque, pensándolo bien, así él dispondría de más sangre de la que abastecerse y poder alimentarse. —Nos da igual quien seáis. O quién erais cuando erais humano, mejor dicho. Ahora sois un chupasangre más al que cazar. Y es mejor no poneros nombre. — En ese momento, Jane dejó escapar otra flecha que le impactó en el hombro. ¡Bien por mi chica! La miré y le guiñé un ojo para darle un soplo de confianza.

El vampiro cogió un gran tronco y se encaminó hacía nosotros con él. Me animó a malgastar mi flecha y no hice nada, me quedé mirándolo e incluso di unos pasos hacía atrás. Lanzó el tronco hacía nosotros y me aparté hacía la izquierda, viendo como Jane se desplazaba hasta la derecha. Ambos habíamos esquivado el tronco sin problemas. Vi como se subía encima de Jane y le quitaba las flechas, hasta romperlas. Maldito. Gruñí un poco y me acerqué hasta Jane, hasta quedar a su lado. —No te vamos a dejar ir... Salvo si mueres.— Alcé la voz para que pudiese escucharme bien desde su escondite detrás del árbol. Ahora mismo, se encontraba acorralado, al parecer, él no quería ser el primero en atacar y nosotros tampoco, por lo que el baile estaba siendo un tira y afloja por ver quien cometía el primer error.

Desde su escondrijo, nos llamó a que fuésemos a por él. Tuve una idea. Miré a Jane. —Toma. Cúbreme.— Le di mi ballesta y las flechas que tenía en el carcaj. Lo que iba a hacer ahora era una locura, pero tenía que intentarlo, un punto de distracción que hiciese bajar la guardia al vampiro. Me quité la cazadora que llevaba, dejándola en el suelo. Noté el frío de la noche con más claridad, haciendo que tiritase un poco. Rompí la camiseta por donde tenía la herida, dejándola expuesta, al aire. Sonreí, el olor de mi sangre ahora sería mucho más intenso para él. Comencé a caminar despacio en dirección al árbol y al vampiro. —Voy vampirito. ¿Hueles? Ahora la podrás hasta saborear, si quieres.— Estaba jugando con fuego y era posible que me quemase y lo sabía... Llegué hasta el árbol y giré hasta estar cara a cara contra el vampiro. Alcé mis manos, para que viese que no tenía ningún arma en ellas. Unté dos dedos en la sangre que caía por mi pecho y los elevé hasta la altura de su nariz, el olor y el ansia que estaría sintiendo en estos momentos sería insoportable. —Venga, prueba un poco más... Que la de antes te ha gustado.— Miré de reojo a Jane para controlar donde estaba situada y di unos pocos pasos hacía el contrario del árbol, separándome un poco para que tuviese más línea de tiro.
Estiré un poco más mis dedos manchados de mi sangre y alcancé los labios del vampiro, manchándole la boca con mi sangre.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Dom Abr 17, 2016 10:49 am

Observo la situación mientras sujeto con tanta fuerza la ballesta de Gael que casi no siento los dedos. Estoy llena de tierra y aún un poco descolocada por el asalto anterior, el vampiro se hizo con mis flechas en lo que tarda un pestañeo y me dejó sin opciones de ataque a distancia. Por otro lado, aún tengo en mi cabeza el eco de las palabras del vampiro mientras la distancia entre Gael y él se estrecha. ¿Está en contra de los suyos? Inspiro profundamente al comprobar lo que trata de hacer mi compañero. Debe estar de broma. Nuestras miradas se cruzan un segundo e intento gritarle que no lo haga, no es momento para ser temerario, pero él hace caso omiso de mi silenciosa advertencia. Su sangre brilla bajo la tenue luz de luna y, pese a que el olor de ésta es solo un espejismo para mi, pienso en lo que debe ser para el vampiro. Cuando lo tengo en el punto de mira, con Gael a centímetros de él, me detengo a observarlos detenidamente. Restando lo obvio, algo no va bien. El vampiro sin nombre solo se ha dedicado a utilizar movimientos de defensa, incluso cuando lanzó el tronco pareció hacerlo con el fin de separarnos y evitar otro ataque, por lo que no logro comprender qué quede estar reprimiendo sus actos. Quizás no se haya alimentado en varios días. Me pongo aún más tensa, si es así, su sed de sangre debe estar al borde y nosotros somos la gota que colma el vaso. Por otro lado, sus palabras y actos me inclinan a pensar en otra cosa. ¿Y si realmente no se trata de un vampiro cualquiera? Pasa tras mis pupilas el resumen de mis acciones hasta ahora para con él y me veo sumergida en la confusión. Di por hecho que el vampiro había hecho de las suyas y sin pensarlo he derribado mi empeño por encontrar la humanidad en cualquiera de ellos. Algo en sus ojos brilla con una antigua e interna, y no sabría decir se va contra nosotros o contra él mismo.

-Gael-digo entonces, procuro que mi voz sea pausada pese a que un escalofrío me recorre. Le advierto para que pare en su acto suicida pero ya es tarde, cuando sus dedos ensangrentados rozan los labios del vampiro estoy a punto de lanzarme sobre él y darle puñetazos hasta hacerle reaccionar. ¡¿Está loco?! La flecha está preparada, solo es cuestión de segundos que el mundo a nuestro alrededor estalle y el vampiro arrase con todo. Mis latidos retumban en mi oídos hasta tal punto que temo quedarme sorda y, por un momento me digo, que si los sentidos del vampiro perciben la sangre frenética en mis venas por encima del sabor de la de Gael, al menos eso podrá evitar que lo ataque, podrá de algún modo distraerlo lo suficiente como para dudar y será en ese momento cuando ataremos. Contemplo la posición de ambos, estatuas frente al otro como resortes.
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Mensaje por Gael Lutz Mar Mayo 24, 2016 11:16 am

El vampiro seguía en su posición detrás del árbol, como si eso fuera a salvarle la vida esta noche. Podía marcharse corriendo, era más rápido que Jane y yo, podía darnos una paliza a los dos en un simple pestañeo, pero ahí estaba, queriendo dejarnos como los villanos de la película. Teníamos que hacerlo salir de ahí para que uno de los dos pudiese acabar con su vida y tuve la fantástica idea de que fuese yo esa persona, ya que era el único que estaba sangrando y si el vampiro no huía porque estaba débil, era toda una ventaja mi sangre. Me quité la ropa, rompiendo la camiseta para que se llegase a ver la herida que me había causado Jane con la flecha y comencé a caminar en dirección al árbol. Giré la cabeza cuando Jane susurró mi nombre y le guiñé un ojo. Era un suicidio, pero por suerte la tenía a ella para protegerme.

Nada más llegar hasta el vampiro y tentarle con mis palabras, no tuve otra idea mejor que darle en los labios con mi mano llena de sangre. Pude ver como sus ojos se tornaban oscuros al pasar su lengua por sus labios. Estaba completamente ido y yo en peligro inminente. En un simple parpadeo, se movió lo más rápido que pude ver hasta esta noche, colocándose detrás mía, agarrando mi cabeza con la suya y una de sus manos y noté un dolor desgarrador. Me acababa de morder en la yugular. El dolor me hizo soltar un sollozo, esto era el peor dolor que había sentido nunca. Nunca antes me había mordido un vampiro y él cada vez apretaba más fuerte a medida que iba bebiendo de mí y yo me iba haciendo cada vez más débil. Estábamos de cara a Jane, el cabrón me acababa de dar la vuelta para que ella me viese sufrir. ¿Qué iba a pensar? ¿Que era un idiota? Lo era, con todas las letras además. No solo estaba poniendo en peligro mi vida, si no también la de ella, si acababa conmigo se iba a sentir mucho más fuerte y podía aplastar a Jane como a una mosca. Esto había sido una auténtica locura, pero esperaba que saliese bien para ambos. Miré a Jane, aunque no la podía ver, se me estaba nublando hasta la vista. —Jane...— Fue todo lo que pude decir, ni siquiera me salían las palabras por el dolor.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Dom Mayo 29, 2016 12:35 pm

Si pudiese parar el tiempo lo haría aquí y ahora.
Gael me mira una última vez antes de volverse completamente loco, la determinación de sus ojos contra la desesperación de los míos. Observo cómo posa su mano en los labios del vampiro y el carmesí de su sangre impregna la piel ajena, la bestia se relame y antes de que pueda siquiera darme cuenta, sus colmillos atraviesan el cuello del cazador. Quisiera gritar su nombre y arrancarle el dolor, pero no consigo pronunciar palabra. Mi cuerpo se mueve solo y doy varios pasos hasta ellos, nos separan apenas dos metros de distancia ya flecha desde aquí podría ser mortal para el vampiro. Me muerdo el labio tan fuerte que siento la sangre brotar en mi boca, la ballesta está preparada.

-¡Suéltalo!-mi voz rompe el silencio del bosque y los ojos del vampiro atraviesan los míos, sin embargo, sus colmillos se clavan más profundos sobre el cuello de Gael-¡Suéltalo ahora mismo!-repito mas imperiosa, la desesperación tiñe mi voz. Si disparo y fallo será el fin para el cazador. Mi mirada busca cualquier punto débil, alguna quiebra donde poder atacar pero solo soy consciente de Gael perdiendo la vida frente a mi. El corazón me late en lo oídos y no sé cuánto tiempo más podré soportar la presión, no me importa lo que me pase a mi después, necesito que él viva. La escena es desgarradora, la sangre baja por el pecho de Gael y las garras del vampiro se clavan en su torso. Esto es lo que somos, depredadores y presas, siempre en la balanza. En cualquier momento pueden tornarse los roles y yo he decidido que será ahora. Inspiro y en el preciso instante en que el aire deja mis pulmones aprieto el gatillo y dejo que la flecha surque el aire hasta cortar el muslo de Gael. Aprovecho el momento para actuar con rapidez, el golpe hace que Gael pierda el equilibrio y ambos se desestabilizan, el cuerpo del vampiro es más visible ahora. Es entonces cuando se desprende de Gael y me mira, un sonido gutural sale de su boca llena de la sangre de su víctima. Otra de mis flechas impacta en su cráneo y el vampiro cae hacia atrás, el alarido de dolor que suelta me hace seguir adelante. Corro los pocos metros que nos separan y saco el arma que pondrá fin a su vida, me lanzo sobre él y en el preciso instante en el que el vampiro arranca la flecha de su cabeza yo clavo la estaca en su pecho. Ambos gritamos y siento que mi garganta se desgarra, golpeo con mis puños la madera para clavarla en su putrefacto corazón mientras él es incapaz de moverse, ya sea por la sorpresa, la sed o el dolor. Cuando la estaca queda incrustada y las garras del vampiro dejan de agarrar mis brazos, me detengo. Mis manos están impregnadas en sangre, una sangre que sé que realmente pertenece a Gael. No soy capaz de escuchar nada, solo puedo observar cómo la vida se escapa de los ojos del vampiro mientras en ellos encuentro un atisbo contradictorio, casi parece aliviado, libre de sí mismo. Su cabeza cae hacia atrás sin fuerzas y se golpea contra el húmedo suelo del bosque, sus ojos trepan hasta las estrellas y se queda colgando de ellas. Lo siento, susurro, y evito pensar el porqué. Cuando el último aliento del vampiro se evapora, me atrevo a levantarme y corro hasta Gael. Las manos me tiemblan cuando tomo su rostro.

-Gael, escúchame, tienes que mantenerte despierto-lo zarandeo para que sus ojos se posen en los míos pero parece perdido-¡Gael! ¡Quédate conmigo!-la sangre no deja de brotar por su cuello, las marcas de los colmillos son demasiado profundas. Desgarro las mangas de mi blusa y aprieto contra la herida la tela, ésta se impregna de sangre al momento pero sigo haciendo presión. Ato otro trozo de tela alrededor de su cuello con la esperanza de que aguante un poco más. Intento aclarar mi cabeza y pensar con rapidez pero nada es más cierto y real que este momento, lo estoy perdiendo. Me muerdo el labio y observo cómo pestañea, aún le quedan fuerzas, o al menos eso espero-Sé fuerte, vamos, tenemos que irnos-lo sujeto y, después de varios intentos, consigo que se ponga en pie, todo el peso de su cuerpo recae en mi y, mientras él sea capaz de dar algunos pasos, yo podré con lo demás. Recojo la ballesta de Gael y dejo la mía atrás, inservible después de la lucha. Avanzamos a paso lento, tan lento que aún siento la respiración del vampiro en mi nuca, Gael está demasiado débil y yo hago todo lo posible por mantenerme fuerte. Debe ser la adrenalina y la desesperación por mantenerlo con vida lo que me ayuda a seguir adelante. Cuando llevamos a la linde del bosque, solo unos metros nos separan de la laguna y el puerto, debemos seguir el camino a casa sin contratiempos pero antes necesito comprobar que lo soportará. Lo guío hasta un tronco y hago que se apoye en él para sentarse. Compruebo la herida bajo el vendaje improvisado, ésta sangra menos pero no por ello es menos grave.

-Mírame-pongo mis manos en su rostro para conseguir que se concentre en mi y en lo que le digo, sus ojos parecen apagados-Tienes que seguir conmigo, vamos a ir a casa y allí estaremos a salvo ¿me oyes?-me pellizca un sentimiento extraño, no sé cuando él se convirtió en mi hogar, pego mi frente a la suya buscando la fuerza que me falta-Una vez estés bien podré patearte el culo por lo que has hecho-intento sonreír pero no me sale. Aprovecho que su camisa está hecha añicos para arrancar trozos de tela y seguir vendando su cuello, no puedo mirarlo a los ojos sin sentir la horrible necesidad de suplicarle que no se muera. Me quito mi abrigo y se lo paso por los hombros, la prenda es varias tallas más pequeña pero es suficiente para mantenerlo algo caliente-Debemos seguir-aprieto su mano apenas un segundo y cuelgo la ballesta a mi espalda. Nos queda un largo camino hasta llegar a casa.
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Mensaje por Gael Lutz Dom Jun 05, 2016 7:31 am

Puedo escuchar a Jane gritarle algo al vampiro, pero ya no identifico que palabras salen de sus labios, la escucho embotada, como si mi cabeza estuviese sumergida bajo el agua. El dolor es tan intenso que estoy luchando por mantenerme de pie y demostrarle a ella más que a mí mismo que soy fuerte, que valgo para ser su entrenador y  que es mejor que todas estas locuras se me hayan ocurrido a mí y no a ella para que vea que yo también hago las cosas mal al ser tan impulsivo y actuar sin pensar. Me he puesto en jaque yo solo, ahora solo falta que el vampiro dé el mate, el cual está muy cerca de llegar, pues mis piernas empiezan a fallar conforme los minutos van pasando y el vampiro se hace más y más fuerte. Noto como sus garras se clavan en mi torso para tener una mejor succión. Hago una especie de gruñido, pero no sé si se llega a escuchar o se queda atascado en mi garganta. Ya no sé si estoy de pie o tumbado, si es de día o es de noche, ni si quiera veo a Jane cuando aprieta el gatillo de la ballesta y esta me da en el muslo, aunque solo es un pequeño roce, el gran golpe se lo ha llevado el vampiro. Pierdo el equilibro y ahora me doy cuenta que estaba de pie, pues mi cuerpo se golpea contra el suelo.

Lo único que escucho a continuación son gritos, gritos salidos de este mundo y gritos de Jane. ¿Qué estará pasando? ¿Le ha cogido también a ella el vampiro? Intento girarme para mirar y ver si puedo ayudar, pero ni siquiera soy capaz de voltearme por completo para poder ayudarla. —Jane…¡Jane! — Gasto las pocas fuerzas en gritar su nombre, quiero escucharla, si me responde sé que estará bien  y el vampiro estará muerto. De repente la tengo delante y soy capaz de sonreír aliviado. Está viva. Está desesperada, la escucho débilmente aunque sé que me está gritando como una loca. Mantengo mis ojos en los de ella, para que sepa que estoy con ella y que no me voy a ir aunque la sangre de mi cuerpo esté más fuera que dentro. Se rompe su blusa y la coloca en la herida del cuello, me gustaría mucho ayudarla y sobre todo  poder levantarme, pero me es imposible, me siento cansado, sin ganas de nada, solo de quedarme aquí hasta que todo cese, pero ella no me va a dejar hacer eso y sé que es lo mejor, si me quedo, moriré y el vampiro habrá ganado. Parpadeo un par de veces para poder verla mejor, a veces se me nubla la vista. Se levanta y con ella intenta levantar mi cuerpo, hago un esfuerzo y consigo ponerme de pie o mejor dicho, ayudarla a que me ponga de pie. Esto no va a ser como la primera vez que nos vimos, ella no va a poder cargar conmigo como yo hice con ella… Yo no soy una princesa.

Andamos a paso lento, demasiado lento, pero no puedo mover la pierna y dar un paso sin sentir que me falta el aire. Voy caminando con la cabeza mirando al suelo, mirando como mis pies se mueven, un paso, otro, otro más… Hasta que salimos del linde del bosque y ella me hace parar en un tronco. Cojo una bocanada de aire, estoy fatigado, como si hubiese estado corriendo toda la noche. Sus manos acarician mi cara tras haber comprobado mi herida y la miro. La escucho, aunque lo hago igual que antes, bajo el agua. Me gustaría sonreír ante sus palabras de que luego me va a patear el culo, pero no puedo. Estoy cansado y sé que queda mucho para llegar a casa, demasiado y sé también que no voy a llegar. Y ella tampoco. No puede cargar conmigo todo el camino. Levanto mi mano y le rozo su nariz con mi dedo para que me preste atención. Le señalo a la mochila que aún llevo a mi espalda. —Monedas… casa. — Si vamos en un carro quizás sí que llegue. Coloca su abrigo encima de mis hombros y cierro los ojos. Me apoyo en ella cuando estoy listo y comenzamos poco a poco a caminar. Espero y deseo que me haya entendido, ambos sabemos que andando es imposible, uno de los dos, no llega esta noche a casa.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Vie Jun 17, 2016 9:30 am

Todo transcurre como si navegase en un sueño, salvo que este mar es de sangre y este sueño mi realidad. Gael lucha por mantenerse despierto, cuerdo entre el dolor y el desvanecimiento, mientras mi cabeza busca desesperada la solución más rápida. Es extraño, por dentro me siento como si fuera a estallar, como si fuera mi propia bomba de relojería, por otro lado, desde fuera casi parece que sé lo que estoy haciendo, mi pulso se ha controlado y las manos trabajan solas. Es parte de la adrenalina del momento, me digo, en cuanto menos me lo espere me desmoronaré. El gesto de Gael me trae de vuelta y sonrío aún cuando la situación admite de todo menos sonrisas. No sé cómo lo hace pero consigue meterse siempre en mi cabeza, ambos sabemos qué es lo que necesitamos hacer y solo lograremos llegar a casa con un carruaje. De nuevo en marcha lenta, con el cuerpo de Gael y su peso sobre el mío y el vaivén de nuestros pasos, comienzo a notar un dolor punzante en el costado. No quiero ni pensar en el golpe que debo de tener, el calor del corsé hace su efecto pero caminar tan lento hace que el cuerpo de enfríe y, por lo tanto, que los músculos se resientan. Cruzamos el puerto entre las sombras en dirección a la taberna más frecuentada por los pescadores de la zona ya que, si antes evitábamos la sociedad ahora necesitamos tropezarnos con algún rezagado de última hora. La luna está sobre nuestras cabezas y parece casi complacida por nuestra mala noche. Insto a Gael a apresurar la marcha cuando compruebo que la sangre de su cuello baja por mi hombro, en el interior de la taberna se respira vida y las luces y sombras juegan al compás de un violín mal afinado. Fuera hay un carruaje y los caballos resoplan impacientes.

-Gael, ya casi estamos-lo arrastro conmigo hasta el coche y abro la puerta, uno de los caballos relincha al percibir el movimiento. Es prácticamente imposible para mi cargarlo dentro del carruaje, mi compañero es casi un peso muerto, sus movimientos son lentos y pesados-Tienes que subir, maldita sea, sube-el esfuerzo me roba el aire pero finalmente consigo que Gael se adentre, recojo el abrigo que se ha caído de sus hombros y lo cubro con él. A continuación cierro la puerta, saco mi arma de fuego y entro en la taberna-Cochero, nos vamos-digo sin más. Las miradas de asombro puestas en mi no me resultan incómodas y mucho menos fuera de lugar, hasta la melodía del violín se ha quedado muda, los clientes y el tabernero me observan en un expectante silencio. Uno hombre, el cuál estoy segura de que se trata del que estoy buscando, se encoge en su asiento frente a la barra y se gira lentamente. Al ver el arma en mi mano su rostro se descompone.

-Mire, señorita, no sé quién es usted pero no deseo problemas-se levanta de su asiento pero no hace ademán de moverse ni un ápice. Su comentario es el comienzo de muchos otros, algunos se ríen de la situación pero mantienen una postura tensa. Lo apunto sin contemplaciones y alzo una ceja, el pobre hombre parece a punto de sufrir un ictus.

-He dicho que nos vamos-hago un gesto hacia la puerta y sigo sus movimientos-Invito yo-lanzo una moneda al tabernero antes de que saque su propia arma. Dejo que el hombre salga primero con la mirada de mi revolver sobre su nuca y, cuando la puerta se cierra, el bullicio no tarde en renacer.

-Por favor, no he hecho nada malo, soy un buen hombre-le tiembla la voz cuando se gira hacia mi.

-Y yo un ángel. Escúcheme bien, necesito que me escolte hasta donde yo le indique, sin preguntas, sin engaños. Conducirá en silencio y una vez en mi destino le entregaré todo el dinero que llevo encima-el cochero parece confuso, el alivio por saber que su vida tiene aún unos minutos más compite con la curiosidad-En la cabina hay un hombre herido-esto parece despertar su lucidez, incluso parece darse cuenta de la urgencia en mi voz.

-Suba-no hay más nada que decir una vez le doy la dirección de una de las calles paralelas a la vivienda de Gael, sería un error decirle exactamente a dónde vamos. Cuando entro en el carruaje tropiezo debido al arranque, me siento y coloco la ceba de Gael sobre mi regazo. Está sudando y en esta oscuridad ya no soy consciente de si lo que toco es sudor o sangre, su respiración es tan débil que tengo que prestar atención cada poco para comprobar que sale aire de sus labios. Le susurro cosas sin sentido para darle fuerzas o, al menos, para mantenerlo medianamente despierto, frases como “ya falta poco” cada vez que el carruaje dobla una esquina, o “quédate conmigo”. Acaricio su cabello y miro por la ventanilla, vamos muy rápido pero no lo suficiente como para dejarme tranquila, el cochero apremia a los caballos mientras yo intento parar el tiempo. Gael empieza a temblar cuando nos paramos. El hombre abre la puerta y se queda atónito con la escena, debemos de estar muy mal para que en sus ojos haya aparecido ese pánico piadoso. Nos ayuda a salir y sujeta a Gael mientras yo me cuelgo el abrigo, la ballesta y la mochila de cuero, una vez estoy lista le tiendo un saquito de terciopelo.

-Gracias, jamás podré pagarle lo suficiente por lo que ha hecho.

-Nos necesitamos los unos a los otros, jovencita-da un paso hacia atrás en negativa a tomar el dinero y aunque le insisto una vez él no acepta la recompensa-Me marcho ya, suerte a ambos.

Asiento y no espero a que desaparezca, obligo a Gael a hacer un último esfuerzo y caminamos hasta su casa. Conozco estas calles casi mejor que las que rodean mi hogar, estamos a dos minutos de estar a salvo y parece que mi cuerpo lo sabe, porque comienzan a fallarme las piernas y a temblarme las manos. Una vez ante la puerta de entrada rebusco como puedo en los bolsillos de su pantalón pero no encuentro las llaves. Suelto una palabrota y me agacho hasta dejarlo apoyado en la pared. Corro hasta el patio de atrás, un sudor frío baja por mi frente y ya no hay luna en el cielo. Enterrada entre los rosales de Adaline debe haber una copia de las llaves, Gael tiene varias escondidas por los alrededores para casos de emergencia y este es uno de ellos. Escarbo desesperada la tierra húmeda e ignoro el hecho del desastre que estoy haciendo. Su hermana no me conoce y estoy segura de que ya me odia, de haber estado ella esta noche aquí, todo se habría ido al traste con un simple pestañeo. El brillo del metal aparece entre las raíces del rosal. Tres minutos después Gael está tumbado en el sofá de la sala de estar y todas las puertas cerradas . Las brasas en la chimenea siguen vibrando así que solo es necesario un par de tacos de madera para que vuela el calor, he dejado todo en la entrada, hay huellas de mis pasos por la alfombra y mis manos están mugrientas de sangre y tierra. Me quito las botas y subo escaleras arriba para llevar un balde de agua y tomar un par de toallas, me lavo las manos tan rápido como puedo y vuelvo a bajar, ver a Gael sin fuerzas me rompe. La siguiente media hora la dedico a limpiar y tratar la herida de su cuello, ya no sangra como antes y es posible apreciar la marca de los colmillos en su piel, el vampiro lo mordió con tanta fuerza que incluso se distinguen los incisivos inferiores. Vendo su cuello y a continuación paso la toalla húmeda por su rostro para arrastrar la suciedad, el sudor y el horror de la noche. No quiero tener que moverlo, ni siquiera sé si se ha desmayado, duerme o solo mantiene los ojos cerrados, no he podido pronunciar palabra desde que entramos en la casa por miedo a enfrentarme a no poder escuchar una respuesta por su parte. Gael respira y mientras siga así, todo irá bien. Le quito el calzado y los restos de su roída camisa, tiene el pecho marcado por los golpes de esta noche y al pasar la toalla por su piel limpio la sangre de las heridas que provocaron las garras de la bestia. Un suspiro entrecortado se escapa de mi labios y me incorporo, los pies me pesan y me doy cuenta de que los arrastro cuando llego a la cocina. No se me ocurre otra cosa que hacer té, necesitamos algo caliente, así que hiervo agua y añado esencia de amapola y hierva luisa con tal de conseguir un té relajante. Me tiemblan las manos cuando lo dejo en la mesita frente a Gael. Parece tener mejor aspecto y me obligo a pensar que pasará de esta noche, me paso una mano por el pelo y decido que es hora de tomar un baño.

El agua lame todas mis heridas y arrastra la suciedad, sumerjo la cabeza dentro del agua antes de que aparezca el llanto y me quedo así todo lo que soy capaz de soportar sin respirar. Puedo apreciar el golpe de en mi costado, está de un tono berengena y es del tamaño de un puño. No pinta nada bien. También me estoy quemando la piel, puedo apreciar cómo se torna rosada y cómo el vaho empaña los espejos. Diez minutos después estoy bajando de nuevo las escaleras vestida con un pantalón y una blusa de volantes holgada, no soy capaz de ponerme la ropa de cama mientras Gael está así, no sé qué puede pasar en lo que queda de noche y tengo que estar preparada. Mi cabello está húmedo y me relaja sentirme limpia de nuevo. Guardo las armas en la alacena bajo la escalera y enrollo la alfombra del salón para ocultar las manchas de sangre y la tierra y me la llevo al patio de atrás. Si Adaline apareciese al menos tengo que mantenerlo todo con total normalidad. Gael no se ha movido, todo en él sigue igual que hace un rato pero su pecho sube y baja, cuando me acerco a él reviso la venda del cuello y ésta sigue limpia aunque su piel aún arde. El té que le he preparado sigue caliente.

-Gael-susurro, ni siquiera sé si quiero que conteste, lo mejor es que descanse. Acaricio su pelo y me siento en el suelo para quedar a su altura y poder apoyarme en su brazo. Necesito cerciorarme en todo momento de que respira, de que despertará, de que no lo perderé. Lucho contra el cansancio que me golpea de golpe, pero cierro los ojos al menos para encontrar algo de calma. Hace ya tiempo que en este mismo salón juré que estaría ahí cuando él cayese, en todos los sentidos que implica la palabra, y aquí me quedaré.
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Mensaje por Gael Lutz Sáb Jun 18, 2016 5:38 pm

¿Qué es lo que siente una persona cuando está a punto de morir? ¿Dolor? ¿Frío? ¿Desesperación? Quizás sienta una mezcla de todo o quizás de ninguna. Quizás tenga un sentimiento de paz y sepa que va a ser su final, quizás solo puede pensar en su hogar, en su familia, en sus amigos, en las cosas importantes, en que se va habiendo hecho todo lo que pudo, que no hay nada más que hacer… Quizás haya alguien que tenga esos sentimientos, pero yo no los tengo. No tengo ningún sentimiento de paz en mi interior, más bien al contrario. Mi mente lucha por hacer que mi cuerpo se despierte, grito por dentro, quiero ponerme bien, levantarme y poder ser útil para Jane. No puedo morir así. No sin haber cumplido la venganza. Solo así podré morir en paz, con un cometido terminado… Pero ni siquiera tengo fuerzas para sostener mi peso. Camino a paso lento, las piernas me duelen, los pies me duelen, me duele todo el cuerpo, pero no es dolor por ningún golpe, es el dolor que se siente cuando se te duerme alguna extremidad, ese hormigueo que te hace ver todo de color blanco y negro. Camino con los ojos cerrados, confío más en Jane que lo que he confiado nunca antes en una persona, sé que me va a salvar, lo sé desde el primer día en que la seguí por la calle. Llegamos al puerto y suspiro levemente, ni siquiera tengo fuerzas para quejarme cuando me insta a aumentar un poco el ritmo de nuestros pasos. No quiero correr, quiero tirarme al suelo y descansar.

Levanto un poco la cabeza cuando el sonido de su voz me llega a los oídos. Intenta meterme en un carro, pero no puede y yo tampoco puedo, ni siquiera me noto las piernas y estoy tiritando de frío. Al final, consigue meterme dentro y me quedo sentado, con la cabeza apoyada en la pared del habitáculo mientras ella desaparece en busca del chófer. No sé cuánto tiempo pasa, pero ya tengo la cabeza apoyada en el regazo de Jane y noto todo moverse a mí alrededor. Por fin vamos a casa… En casa podré descansar… Mis pasos suenan como pequeños tambores por las calles de París esta mañana, es un día de primavera poco habitual, pues hace demasiado calor para la estación del año en la que nos encontramos y estoy realmente acalorado, incluso estoy sudando. Pero mis pasos no son lo único que se escucha por la silenciosa calle, algo también inusual. No está repleta de gente andando de aquí para allá, está completamente vacía y en silencio, sin contar con mis pasos y los pasos de Adaline, quién va unos pasos más atrás, canturreando una canción que ha escuchado en la escuela. Deberíamos de estar en la escuela, pero en cambio, el director nos ha instado a marcharnos a casa, sin dejar que replique ante el tema. Algo ha ocurrido. En esos momentos, enfilo la calle que tengo a mi derecha y entro en nuestro barrio. Un barrio con casas unifamiliares, repletas de jardines y flores, pero ni siquiera me llega el olor de las flores. Un dolor de tripa se suma a mi nerviosismo y miro de reojo a mi hermana, la cual sigue cantando. Estoy nervioso, no me encuentro bien, esto no puede significar nada bueno. Introduzco la llave en la puerta de casa y la abro, pasando yo primero, pues mi madre está en el marco de la puerta de la cocina, mirando a algo que hay dentro con cara de pánico y horror. Al vernos, corre a coger a mi hermana y la saca fuera de casa, impidiendo que vea lo que quiera que haya en la cocina. ¿De qué se trata? El corazón me late desbocado en el pecho, un olor que no soy capaz de reconocer me invade por completo y se acentúa cuando me asomo por el marco de la puerta y veo lo que mi madre estaba mirando… Y creo morir.

Comienzo a temblar, acabo de soñar lo que ocurrió ese día o eso creo. ¿Era un sueño? Ha sido tan real… Escucho voces, pero cada vez suenan más lejanas. Me muevo, noto como la cabeza se me cae hacía abajo al no tener un punto de apoyo. Caminamos un poco más hasta que Jane me para y me deja apoyado en una pared fría. Apoyo la cabeza contra la pared y me quedo así, como si fuese un borracho que va a vomitar en cinco segundos. Ojalá estuviese borracho y no medio muerto. Tengo frío, pero a veces también tengo calor, aunque esta vez el frío es más intenso y me hace temblar de cabeza a pies. ¿Me ha abandonado? Espero que no, aunque esté siendo una auténtica carga para ella esta noche. Y si se ha marchado para no volver, prefiero entonces morir. Pero no. No se ha ido. Huelo su pelo cuando me lleva dentro de casa y me tumba en el sofá. Ni siquiera he podido verla desde hace mucho rato y ya la echo de menos.  Noto como está limpiándome la herida, y también noto el calor que emana de la chimenea. Poco a poco me va limpiando, me quita los zapatos y la roída camiseta. Me gustaría ver cómo me va desnudando, poder hacer una broma o simplemente sonreír y que sepa que estoy vivo… Espero que al menos me vea respirar. Al poco, vuelve a desaparecer, y la escucho en la cocina, donde todo ocurrió. Aprieto la mandíbula y noto como una lágrima resbala por mi mejilla. Giro la cara para que Jane al volver no vea nada. No quiero que esto acabe con ella, ha sido solo una caída, sé que me voy a levantar, aún no es mi momento de irme y le prometí que no la iba a dejar sola.

Noto como vuelve al cabo de un rato, pero no sé exactamente cuánto. Quizás hayan pasado segundos o quizás horas. O quizás nunca se había ido y había sido yo el que se había quedado inconsciente. Me revisa la venda del cuello, creo que ya no sale sangre, ha conseguido que eso se pare y me encuentro mejor, aunque todo mi cuerpo esté en llamas. Susurra mi nombre y noto como me acaricia el pelo.  Tengo que decirle que estoy consciente, que oigo y noto todo lo que hace… Intento hablar, pero las palabras no me salen. Tengo sed. Abro con lentitud los ojos y lo primero que veo es su cara, apoyada en un brazo mirándome, como si el mirarme me fuese a revivir. Enfoco los ojos para poder verla en toda su belleza e intento sonreír, pero solo consigo hacer una mueca fea. —Jane. — Puedo ver como tiene ojeras bajo los ojos, tiene cara de querer morir de cansancio… Si ella tiene esa cara no quiero ni imaginar la cara que debo de tener yo. Me muevo con dificultad y dejo la espalda apoyada por completo en la parte de atrás del sofá, quedándome de costado. La miro a ella y luego al sofá, dándole a entender de que se acurruque conmigo.

Cuando se coloca donde quiero, envuelvo su cuerpo con mis brazos y vuelvo a cerrar los ojos. Ahora me siento mejor al saber que la tengo tan cerca, al saber que no se ha ido, al saber que si ella está aquí, el vampiro debe de haber acabado muerto. Entierro mi cara en su pelo húmedo y los olores del jabón me invaden. Cierro los ojos y suspiro. —Te quiero. — Susurro en voz baja y me dejo caer en un profundo sueño, donde ella es mi heroína y no hay más pesadillas.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Sáb Jun 18, 2016 7:42 pm

El amor llega inesperado, como la muerte.
No recuerdo la última vez que sentí que me rompía, ni siquiera recuerdo si realmente queda algo por despedazar de mi misma, pero la forma en la que Gael pronuncia mi nombre desgarra todos los fragmentos de cielo que guardaba para mi. Es un tipo distinto de peligro el que siento cuando le miro, sus ojos se posan en los míos y yo, como siempre, me quedo al borde de sus pestañas intentando descifrar qué es lo que me provoca esta necesidad de él. Verle reaccionar después de todo lo que ha ocurrido hace que suelte un suspiro de alivio y sonrío, le sujeto la mano con fuerza como si con ello pudiese evitar que vuelva a perder la consciencia, en su rostro se dibujan muecas de molestia y cansancio pero yo solo quiero que permanezca despierto un poco más.  No me atrevo a hablar, no encuentro las fuerzas suficientes pero me digo que no es momento de charlas, solo dejo que se acomode y que se tome varios minutos para situarse y comprender dónde está ya que no sé qué clase de shock debe estar pasando, si recuerda algo o si ha comprendido ya que estamos a salvo. No dudo cuando hace un gesto para invitarme a recostarme con él y aunque me muevo con cuidado para no incomodarlo termino por colocarme lo más cerca que puedo a su cuerpo. Está ardiendo pero agradezco su calor y su abrazo, sus esfuerzos por demostrarme que sigue siendo Gael, que está aquí conmigo, son más que suficientes. Siento cómo me respira, cómo sus brazos rodean el saco de miedos que es mi cuerpo, cómo su pecho baja y sube, vivo. Observo el crepitar de la chimenea de llamas débiles, el susurro del fuego me tranquiliza y por primera vez en lo que va de noche logro ver las cosas con perspectiva, no nos ha ido tan mal y, mucho más que eso, hemos ganado. Voy a decirle algo pero, sea lo que sea, se borra de mi cabeza y se queda atascado en mi garganta.

Te quiero, dice, y todos los demonios se despiertan. En mi pecho algo se para y explota a la vez mientras un torbellino me devora por dentro, me quedo paralizada sin saber cómo las personas sobreviven a esto. Gael ata mil promesas en mis dedos, no es consciente de lo que ha hecho. Me muerdo el labio tan fuerte que las lágrimas brotan de mis ojos y caen por mis mejillas sin pedir permiso, cada una es una palabra que me callo. Si esto es amor yo no lo quiero, me rehúso a aceptar un amor roto, quebrado. ¿Es esto lo que nos depara el futuro? Noches velando por la vida del otro, el temor constante de perdernos, la certeza de que, pase lo que pase, no somos lo suficientemente fuertes para luchar contra lo inevitable. No puedo hacer frente a un mundo donde Gael ya no respire. Quiero cerrar todas las ventanas y todos los caminos que puedan traerlo hasta mi, olvidar que él me ha encontrado y me ha visto entre todas las personas que podría haber escogido porque, de entre las cosas que podrían destruirme, él las abarca todas. No le amo, no le quiero, no puedo.

-Te quiero-susurro, tan bajo y minúsculo, mientras firmo mi sentencia. Yo apenas me escucho cuando pronuncio las palabras, Gael respira sobre mi pelo de forma pausada y podría jurar que ya duerme. Lo prefiero así, como un espejismo, quizás mañana despierte y no recuerde nada y tal vez sea mejor de esta manera para que ambos podamos seguir con la venda en los ojos, aunque los míos ya no puedan volver a mirarlo de la misma manera. Gael me quiere y todo lo demás no importa. Gael me quiere y jamás he sentido tanto miedo.
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