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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Astor Gray Lun Ago 12, 2013 12:42 am

El equipo con los mejores jugadores gana.
Jack Welch

París - Campos y sembradíos,  22:30

Trabajo… ¿Podía considerar trabajo a ese nuevo encargo? Podía decir que sí y a la vez no; era bastante entretenido recibir misiones como la que le habían encomendado esa ocasión, mucho más debido a que sería el líder de aquella cruzada por conseguir una bella y exótica gata.
Escruto la oscuridad de la noche, captando solo sonidos generados por la naturaleza y nada más que ella; había llegado más temprano de lo que era la hora de reunión pero se encontraba ansioso por comenzar con aquel plan de captura.

4 días antes
París - Mansión Gray, 18:25


Si bien no debió ir por la misión a los Estados Pontificios, debió aguardar por los archivos para la misión. Se le habían dado ordenes precisas de que era indispensable que comenzaran cuanto antes, pues no sabían realmente que tanto conocía sobre su persecución la cambiaformas que estaban buscando. Los informes de los espías decían que se estaba movilizando y la inquisición no deseaba que hubiera gatos curiosos por ningún sitio de importancia para ellos. Si bien los archivos y los detalles de la misión tardaron algo en estar en su poder, al revisarlos no se decepcionó de nada.

El único nombre que le interesaba por completo, era el de la presa principal de aquella cacería, una cambiaformas felina de nombre Valerie Noir. Cualquier otro inquisidor se habría detenido a leer los crímenes por los que se le acusaba pero para él eso era lo de menos,  una perdida de tiempo, finalmente lo único que importaba es que le atrapara; si bien leyó pena de muerte en las notas sobre la felina supo que no importaba lo que pasara con ella y eso le provoco una sonrisa. Le encantaba tener presas como aquella, a las cuales podía maltratar tanto como quisiera siempre y cuando les dejara aliento de vida para responder los interrogatorios.

Anexos al archivo de la mujer estaban otros que clamaban los nombres de quienes serian sus aliados. Leyó cada nombre con detenimiento y soltó una risotada; las personas bajo sus instrucciones no eran más que mujeres, todas y cada una.
- Bueno chicas nos divertiremos a lo grande… - y fue después de ese momento cuando se sentó a planear seriamente los movimientos a seguir para capturar a la pantera.

Después que creyó tener las cosas en orden, se dedico a enviar notas a las mujeres que serian sus compañeras en esa travesía. Las notas contenían el lugar, la fecha y la hora de la reunión que tendrían para que él pudiera explicarles el plan y dar detalles finales según se creyera conveniente, la persecución de canino contra felina daba comienzo.

París - Campos y sembradíos,  23:00


Continuaba inmóvil en el mismo sitio de antes, aguardando que las figuras femeninas de las que serian sus ayudantes comenzaran a notarse en la oscuridad de la noche que les abría la posibilidad de llevar a cabo una gran captura, claro que todo dependería de sus habilidades y de la forma en la que trabajaran en equipo.
En alguna otra ocasión se habría negado a trabajar en equipo, después de todo él solía trabajar solo y dar resultados bastante satisfactorios; en esta ocasión lo único que hacía que no reclamara o dijera que trabajaría por su cuenta era que a lo que sabían, la felina no estaba sola y no tenían la menor idea de cuantos estaban bajo sus servicios.

Giro su cabeza en una dirección especifica al detectar un sonido fuera de lo común y aguardo cruzando los brazos a las asistentes a aquella reunión de gran importancia. La reunión estaba por dar inicio y una vez que todo se pusiera en marcha ya no existía vuelta atrás.
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Mensaje por Uriel Kattagary Lun Ago 12, 2013 9:05 am

Juntos podemos hacer grandes cosas.
Madre de Teresa de Calcuta


Eran tiempos difíciles para el vaticano, la Iglesia se hundía tas perder a muchos contactos y apoyos estratégicos, lo único que seguía pese a todo funcionando era la inquisición y sus soldados. Soldados que seguían las directrices en nombre de dios todo poderoso, quien muchos de los Inquisidores no tenía en muy alta estima, aún así no les importaba matar en su nombre. Para la iglesia solo eran la herramienta para la destrucción de los herejes, de las criaturas abominables que gobernaban el mundo de la noche, activos que siempre que no les traicionaran contarían con el apoyo y el perdón celestial, ahora si sucedía algo o sucedía traición de parte de alguno de ellos, no vacilaban y los mataban. Todo soldado podía ser reemplazable.

No sucedía así con Uriel Kattagary. Joven inquisidora desde nacimiento, proveniente de una familia que desde los ancestros sirvieron a la inquisición, convirtiéndose en una de las más buenas castas de adoradores a dios e inquisidores. No pudieron condenarla a muerte cuando en una importante cacería en que se vio envuelta fue convertida en un descuido en vampira. La acogieron como condenada y como era de esperar, tras su cambio, fue aún más ejemplar y excelente en sus trabajos, contando con los beneficios de los sentidos y fuerza de los vampiros que le ayudaban a espiar las futuras presas de la Inquisición.

Por su código de honor y trabajos, fue que la solicitaron para espiar los movimientos de una felina, hija de Charlemagne Noir quien en realidad se trataba nada mas y nada menos que de, Garulf IV, Conde de Utrecht, de Los Países Bajos. Uriel se ubicó cerca de ella y por las noches le espió, recopilando toda información que sirviera de ayuda más adelante. Con quien se veía, que hacía, sus movimientos... cualquier cosa sospechosa ya era signo de alerta, y la joven felina no tardó mucho en ser condenada a muerte, acusada de traición, asesinato, apropiación fraudulenta, uso de artes nigromantes y abuso de condiciones sobrehumanas. Llamaron enseguida a Uriel, para que relatara sus pasos y tras aquello fue informada de la operación, en que su misión esencial seria llevar a un grupo de inquisidores al encuentro de la felina. Aceptó, tras meses siguiéndole el rastro la adecuada para aquello era sin duda ella. Le entregaron una carta del condenado Astor Gray, que sería quien comandaría toda la operación de la caza de la felina y tras leerla, se apresuró para llegar a la ciudad Parisina, donde se daba la reunión a sus afueras.




París - Campos y sembradíos,  23:00



Había llegado hacia pocos días, en los que buscó a Tryssia Demov, una conocida cazadora la que en un pasado salvó de la muerte y le explicó la misión, agradeciéndole su presencia, de la que ya había sido comunicada a los altos cargos y a Astor. Tryssia aceptó, comunicando que allí se verían, asistiría a la reunión.

Satisfecha por la unión de Tryssia a la cacería, velozmente se dirigió donde se daba la reunión. Pasó entre el bosque, sintiendo efectivamente la esencia, el olor a licántropo solo entrar en él. Se subió a los arboles y por allí avanzó, sigilosa como una pantera hasta llegar al punto de reunión, donde un licántropo esperaba: Astor. Olfateo mejor el aire y en efecto parecía ser él, pero era mejor desconfiar. Bien la felina también tenía sus contactos y podría intentar cualquier cosa.

Al alzarse sobre una rama, esta se movió delatándola. Astor se cruzó de brazos  y observó de donde provenia el ruido. Uriel finalmente suspirando no tuvo otra alternativa que saltar y mostrarse. Saltó con agilidad, cayendo como una pluma contra el suelo y alzó la mirada hacia el lobo. -  ¿Astor Gray? – Sus ojos en la oscuridad brillaron. Dio unos pasos hacia el joven licántropo, mostrándose a la luz de la luna que la iluminó.
Soy Uriel – Se presentó - Quien os llevará hacia la felina – Agregó sonriendo ligeramente de lado, descubriendo entre sus labios entreabiertos los afilados colmillos. – Espero no llegar tarde – Sus ojos recorrieron los alrededores y en efecto, parecía ser la primera en llegar.


Última edición por Uriel Kattagary el Dom Oct 27, 2013 5:46 am, editado 1 vez
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Mensaje por Charlemagne Noir Mar Sep 03, 2013 11:24 pm


El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.

Gabriela Mistral. Desolación


Dijon. Mediodía. Una semana antes.

Charles la observó recorrer los viñedos en compañía de Alessa, una vez más, mientras compartían opiniones sobre la próxima cosecha. Por unos instantes, ella era apenas una chiquilla escuálida, que más parecía una ratita que una persona, amargada y rencorosa como ya la había acostumbrado a ser el duro trato con Monsieur Del Balzo. Pese a todo, en aquel entonces ya se intuía el tremendo parecido con su madre y se adivinaba la exótica belleza que estaba destinada a convertirse. Tantos años después, la profecía cumplida caminaba, con porte elegante entre las parras, al tiempo que una mano gentil rodeaba con amor la protuberancia de su vientre. El hijo crecía fuerte y sano y la madre, con cada mes de embarazo, gozaba de mayor belleza, si eso era todavía posible.

Sonrió orgulloso de ella. Jîldael había demostrado ser una mujer extraordinaria que en ese mismo momento parecía haber sumado a su causa a la más peligrosa y experta asesina de toda Europa. La fama de Alessa Strauss había trascendido fronteras desde hacía ya varios años; sin embargo, Charles nunca la rondó; no confió jamás en ella como la solución a sus obstáculos más insuperables. Fue su discípula la que dio el temible salto. Fue ese mismo salto, el impulso impensado el que los había llevado al sur de Francia para empezar con la titánica tarea de inventariar las propiedades ya recuperadas. Sólo después de esa visita había decidido Jîldael que, por fin, sería el momento de revelar a la germana sus verdaderas identidades. Tranquilos por cómo se habían desenvuelto las cosas en Dijon, Charles y las dos mujeres disponían su retorno a París.

***


París. Ocaso. Presente.

Una semana después, llegaban a la zona sur de la ciudad del amor, en el más absoluto sigilo. Contrario a lo que la propia Alessa hubiera deseado, hicieron un alto en la zona sur de París para que tuviera oportunidad de apreciar los viñedos menores de la familia Del Balzo; casi todas las cubas de vino de la ciudad provenían desde aquel lugar. La joven Strauss demostró su sincero aprecio por el lugar y lo sumó a los otros bienes familiares, luego de lo cual decidió continuar su camino hacia su residencia personal.

Ése fue el momento. El instante decisivo que se le escapó de las manos. El instante en que se hizo viejo, de verdad, con todo el peso y el dolor que ello podía implicar, tan condenatoriamente, que jamás habría de reponerse de semejante golpe. Fue el instante en que, contra toda intuición y sentimiento –y sabiendo que no debía hacerlo – se dejó convencer por su Épsilon y, en vez de quedarse con ella, como su corazón le pedía, accedió a la petición de la Cambiaformas y se marchó con Alessa, prometiendo dejarla sana y salva en el umbral de la mansión Strauss, para luego reunirse con Leonard y, solo entonces, a la mañana siguiente, volver a reunirse con Jîldael.

En el mismo instante en que él y Alessa se marcharon, una sombra se infiltró en los sembradíos y cruzó la vasta extensión de parras.

Y cuando esa sombra cruzó el fundo Del Balzo, el destino de Jîldael y Charles se selló para siempre. Pero sería Charles el único que cargaría con la culpa, aunque en ese momento, sólo pudiera pensar en Alessa y el viaje a Holanda que nunca harían.


***


Última edición por Charlemagne Noir el Miér Feb 26, 2014 10:58 pm, editado 3 veces
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Mensaje por Aleya Dumkorth Miér Sep 04, 2013 2:49 pm

Cualquier poder si no se basa en la unión es débil.
Jean De La Fontaine

Ya hacia unos días de la visita de Uriel, una conocida y aliada, por no decir muy amiga de la cazadora, y aunque sonara extraño no era más que una inquisidora condenada; un vampiro. Se habían encontrado en uno de los bares concurridos de la ciudad de Paris, una cena por la parte de Tryssia agradable, y algo extraña por la inquisidora ya que ella apenas tomó más que apenas un sorbo del más fino vino del local. Algo nada cuestionable por su condición. Realmente preferiría que bebiera de aquel vino, que  encontrársela bebiendo de la yugular del joven inexperto que les sirvió la cena. Tras el primer plato empezó la conversación, en donde Uriel le fue participé de los planes de la inminente cacería que daría comienzo en apenas unos días. Tenían que capturar a una cambiaformas, y la que según la misma Uriel no se encontraría sola. Finalmente todo derivó a lo que llegó a ser una suplica tacita de que asistiera con ella, de que le ayudara en ese caso. Tryssia aceptó su petición, sin duda la conocía muy bien y bien sabía que si ella le pedía algo, ella daría su mano sin dudarlo por ella.

Además seria su primera caza a un cambiaformas. La anticipación ardía en sus venas y aún no había ni comenzado la cuenta atrás.

Quedando en que el líder actual de la cacería le enviaría una misiva con la localización de la reunión clandestina del equipo, se separaron y volvió a su hogar allí en París, en donde como por arte de magia o por los designios de dios, como dirían muchos inquisidores fanáticos, la carta le esperaba ya en la puerta. Parecía increíble como la iglesia actuaba rápida en algunas situaciones como aquella misma. Tomó la carta adentrándome en la casa y la abrió, concentrada en su lectura. Ahí se encontraba la situación y la hora de la reunión. Por suerte aquellos bosques se los conocía como la palma de su mano, solo con las pequeñas reseñas que en ellas había, ya tenia suficiente para llegar sin imprevistos al lugar señalizado. Esbozando una sonrisa en su rostro, quemó la carta tras memorizarla. Ya tenia ganas de que llegara el esperado día.

Campos y sembradíos 23:05 h

La oscuridad de la noche cubría el firmamento con su negro manto estrellada. Aquello no la asustaba, no cuando ella misma era una cazadora que se movía tras las sombras de inmortales seres. Subida a lomos de su corcel del más negro azabache, se adentró en el campo alejándose del gentío de la ciudad y de los pocos campesinos que moraban a los alrededores. Lentamente, siempre atenta a cualquier movimiento o extraños ruidos, fue mas y mas adentro, dirigiéndose en donde se celebraría la reunión.

No tardó mucho en avistar el lugar y en que la amarga sensación de cuando se encontraba cerca de los seres que cazaba llenaban su alma, la avisaran de que no era la primera en llegar – Tampoco espero no llegar la ultima – Musitó a su caballo acariciando sus crines. –  !Vamos¡ – añadió alentando a su caballo a acelerar la marcha, se encontraban muy lejos para ser oídos y con Uriel en los alrededores, de haber alguien espiándoles, sería cazado y sentenciado al acto a los brazos de la cruel muerte.

Agarrándose al corcel, tras un minuto llegaron, alzándose el caballo a dos patas en cuanta se dio cuenta de la presencia del licántropo. Su caballo desde que uno de ellos le mordió, hiriéndole de gravedad, no les toleraba. Tryssia le calmó hasta que resoplando, se quedó quieto desviando la mirada del inquisidor y de Uriel en señal clara de descortesía. – Tontorrón - Le susurró dándole una palmada cariñosa, bajando finalmente de él.

- Discúlpenle…No entiende de cortesías – Sonrió acercándose a los dos jóvenes que le esperaban. Uriel le sonrió – Astor, esta es la cazadora de la que hablé en su momento…Try- Empezó a hacer las presentaciones, pero Tryssia se adelantó.

- Soy Tryssia, señor Astor – se presentó cortando a Uriel, y llamando al inquisidor por su nombre, pues bien había memorizado aquella carta y en ella había firmado con su nombre. - ¿Soy la ultima?
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Mensaje por Astor Gray Lun Sep 16, 2013 7:56 pm

Cazar era relacionar distancias, olores, vientos, audacias, prudencias, velocidades y quietudes.
Cazar era una obra de arte que jamás se repetía.

Dalmiro Sáenz

No fue necesario que esperara mucho tiempo, parecía ser que las mujeres que serían sus compañeras se encontraban igual de ansiosas que él por dar inicio a la fiesta que estaba por darse. Una en la que pocos eran los invitados pero en la que no faltaría diversión, al menos no para él que tanto la necesitaba en los últimos días; lo último más entretenido que había realizado fue acabar con la vida de una pobre y tonta cortesana que se topo con su persona en el momento menos apropiado, fuera de eso, el trabajo de campo no era tan fructífero.

Sonrío ligero al detectar sonidos que venían en su dirección, pero parmaneció inmóvil aguardando para ver la maravillosa entrada de cada una de las bellas damas.
La primera en hacer acto de presencia era Uriel Kattagary, una condenada justo como él, solo que de una raza muy opuesta a la suya. Sintió un escozor en la nariz que no le gustaba nada, pero lo ignoro concentrandose en la figura de la fémina que se acercaba a él con recelo; muy bien de parte de ella en desconfiar pues en esos momentos todos podían ser enemigos potenciales.
- Efectivamente, soy Astor y tranquila vampiro eres la primera en llegar - le sonrío - Me gustaría que en lo que llega nuestra compañía comiences a decirme que es lo que sabes de la mujer a quien daremos caza, no es lo mismo leerlo de un expediente que escucharlo de la fuente directa de información - se rasco la barbilla desviando su mirada de la vampiresa, pues otro olor se acercaba hasta donde ellos estaban.

Suspiró al escuchar el veloz andar de un caballo, alguien más estaba ya cerca de ellos. La mujer que llegaba segunda era si bien lo recordaba la cazadora, su nombre se le olvido pero ella era conocida de Uriel según leyó en el informe.
Rió al ver como el caballo se alteraba ante su simple presencia, estaba acostumbrado a esa clase de cosas, perros, gatos, caballos… todo parecía temerle de cierta manera y no era para menos, además el único inconveniente de todo eso era que las personas veían extraño que los animales le temieran.
- Aquí nadie entiende de cortesías linda, así que no te apures de más.

Astor recordó el nombre solo cuando la cazadora se presento, interrumpiendo a Uriel para hacerlo ella misma.
- Ve a lo que me refiero… aquí nadie entiende de cortesía - señalo antes de responderle - No, no eres la última, de hecho hace falta más gente pero no tenemos tiempo para esperar a quienes se atrasen, que nos encuentren en el camino - menciono al tiempo que descruzaba los brazos. De sobra sabía que el tiempo era vital para la misión que tenían por delante y eso sin contar que en otra parte, lejos de ellos y aún sin saber gran parte de lo que les esperaba los enemigos de la iglesia estaban ya también en movimiento.

- Uriel - Le llamó firme - aprovechemos que Tryssia esta aquí y comienza a decirnos lo que sabes sobre Valerie Noir y su padre. Quiero saber todo lo que sabes sin que omitas nada, como suele hacerlo la iglesia siempre - cualquier detalle por mínimo que pareciera, podía hacer la diferencia entre la victoria o la derrota de ellos. Uriel estaba a punto de comenzar a decir lo que sabía cuando Astor la detuvo, acababa de recordar algo primordial… al menos para él - Un detalle chicas, algo que les diré al demás equipo conforme vayan llegando. La señorita Noir es mía y a quien le ponga un dedo encima se las vera conmigo - lanzó una mirada a ambas, hablaba muy en serio sobre eso. Valerie era su presa y no permitiría que nada ni nadie se interpusiera entre él y ella. Termino de decir aquello e hizo una seña, indicando a Uriel que comenzara.
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Mensaje por Gyöngyvér Kovács Miér Sep 18, 2013 5:19 pm

La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que,
cansada de descubrir las vergüenzas del mundo,
ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.

Heinrich Heine

París, media noche, dos días antes...

Despertó en un lugar que no reconocía. Él nació dentro de uno de los viñedo del Balzo, creció bajo la protección de la poderosa familia y más tarde se convirtió en uno de sus trabajadores.

Cuando su cliente contacto a Gyöngyvér le pareció interesante lo ocurrido con Jean y Jîldael del Balzo, le había parecido brillante la manera en la que aún después de la muerte habían fastidiado a la Iglesia y los aliados que buscaban derrocarlos. Sin embargo, la incógnita de la administradora hicieron que Gyöngyvér profundizará en su investigación, su cliente le había dicho todo acerca de Valerie Noir, mas ella quería comprobarlo, no le bastaba un testimonio quería otro.

Estaba sentado en una silla de castigo, totalmente atado y amordazado, reinaba una oscuridad y el implacable silencio era más aterrador que el simple hecho de haber sido secuestrado. Él estaba  mareado y no comprendía del todo su situación, tenía el torso desnudo y por sus poros segregaba un espeso sudor. De pronto, se encendió una lampara de aceite y minutos después varias velas alumbrando el cuarto con una luz tenue, entonces apareció Gyöngyvér. A él le constó un poco reconocerla, de hecho, la ubicó hasta que ella lo desamordazó.

¡Maldita perra!— gritó, la pelirroja no mudó de expresión, sus ojos parecían arder como el fuego y en un susurró le dijo —¿dónde está Jîldael del Balzo?— y el hombre palideció; la asesina se alejó. —No sé quién seas ni qué quieras pero la señorita del Balzo fue asesinada— respondió después de cinco minutos de silencio, Gyö no mudó de expresión, sacó una jeringa que contenía un líquido verde y la clavó en el brazo izquierdo, repitió la pregunta al tiempo en el que vaciaba el contenido en la sangre del desdichado que comenzó a gritar como nunca antes lo había hecho.

La tortura duro dos horas, su cliente tenía la razón. Antes de marcharse Gyöngyver prendió fuego a todo el lugar dejando que el atractivo joven se calcinara vivo.


Principal viñedo del Balzo en Francia, día

Gyöngyvér se infiltró como una campesina, sabía que para sus planes neutralizar a los trabajadores era indispensable, no sólo por el hecho de que existiera quizás otros cazarecompensas contratados por su mismo cliente que le siguieran los pasos, sino porque un golpe en la producción haría que Valerie se mostrara a ella, después de todo unos de los intereses de su cliente era...

Rápidamente socializó, la belleza natural de la asesina atrajo la atención del capataz que la ubicó en un lugar donde él pudiera supervisarla y más adelante, hiciera una de sus fechorías. Gyöngyvér aprovechó la situación y para el atardecer la comida ya estaba envenenada, comió junto a todos los demás y más tarde se aplicó el antídoto. No era un veneno mortal, de hecho tardaría en hacer efecto 48 horas después, al anochecer se movió entre los viñedos y roció en toda la cosecha que pudo una posición que enfermaría a las plantas. Así, sin trabajadores ni cosecha Valerie tendría que salir de su escondite. Ahora quedaba por hacer una cosa, se había enterado de una redada orquestada por un tal Astar Gray, Gyöngyvér tenía que asegurarse que Valerie saliera bien librada, pues no permitiría que nadie le quitara el placer de torturarla.


Campos y sembradíos, 11:10 p.m., tiempo presente

La conquista de Gyöngyvér fue exitosa, vestida como una provocadora campesina, él y su enamorado  se adentraron en los campos sembradíos con una promesa silenciosa de unir sus cuerpos en medio de la cosecha. La inocencia con la que corría Gyö de las manos coquetas de Arthur enalteció la actuación audaz de la asesina que se acercaba al grupo de Astor Gray. El joven le dio alcance y ambos cayeron al suelo, se besaron con pasión y la asesina le dijo con ingenuidad «¡Te amo!», se manosearon y ella consiguió liberarse y volvió a huir, subieron pos una colina y ambos cayeron por la leve pendiente. Las risas de ellos crecieron y Gyöngyvér los vio muy cercas, mas no era suficiente para que ellos actuaran, tenía que conseguir que ellos buscaran neutralizar a la repentina pareja que podría fastidiarles su plan.

La cazadora volvió a escabullirse y armó un mayor escándalo, él volvió a darle alcance y entre risas ambos salieron de la cosecha deteniéndose frente al grupo de Astor, temerosa Gyö se escondió detrás de su joven enamorado.
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Mensaje por Uriel Kattagary Miér Sep 25, 2013 3:37 pm

La búsqueda de la verdad no se limita a dogmas.


Solo llegar a presentarse ante el inquisidor Licántropo, tras las primeras palabras de este, en quien Uriel se fijó en su porte y actitud, en la que observó todas las características de los mejores soldados de la inquisición, llegó Uriel en su caballo, el que se asustó al ver a Astor. Situación que produjo que la vampira se carcajeara ligeramente, sonriendo a Tryssia en cuanto esta la miró y devolvió la sonrisa. Tras las presentaciones de Tryssia, escuchó a Astor atentamente y asintió – En estas reuniones lo importante es llegar a tiempo. Mas cuando es algún tema delicado como este – Murmuró ella asintiendo a las palabras del joven licántropo.

-El tiempo corre y como mas nos retrasemos, puede decantar claramente el balance entre ambos grupos – Dijo antes de empezar a relatar ciertas cosas que sabía de Valerie, cuando Astor volvió a interrumpirla, rogando que le escucharan atentamente, proclamándose como el único en terminar con la condenada a muerte.

-Toda tuya… No hay problema.- Dijo ella – Pues veréis, en este caso la Iglesia, no os ha negado el conocimiento de mucho mas. – Admitió - Solo os puedo decir que ha sido mi persecución más difícil que he seguido jamás. Dos años persiguiéndoles. Finalmente Tarsil los encontró y cercó. Desde entonces les tuvimos siempre en vigilancia. Lo que no me convence es que al principio seguíamos el rastro de Charlemagne Noir, no de su hija, fue tras conocer que pertenecía a la realeza, que cambiaron las acusaciones a su hija - se encogió de hombros, preguntándose en verdad que por que se le hacía extraño. La iglesia se dirigía por el poder, y siempre seria así. - Eso nos hizo dudar, aún así fui en busca de la hija y durante unos meses la he seguido.  Conozco cada sitio al que habitualmente vaya y hasta que parques gusta de visitar.  Las últimas semanas me sorprendieron,  estuvo realmente muy inquieta, como si supiera de la vigilancia a la que se encontraba. Sospechamos que tiene contactos importantes y fuertes en Holanda. No hemos podido descubrir el porqué ni para que ls quiere y que se ha visto con Alessa Strauss, una asesina poco reconocida por la inquisición, sobre la que investigué. - El aire, la brisa fresca de la noche siempre en movimiento, llevaba a Uriel los olores de cada parte del bosque, asegurándose en todo momento en que no hubiera nadie oculto entre la maleza o acercándose.

-Todo esto me lleva a pensar que algo intuyó o que de alguna forma es consciente de su condena. -Quizás de alguna forma, tenían un topo dentro de la inquisición y de la Iglesia. Ya este año habían habido muchos casos en que antes de que pudieran darse cuenta de que habían sido condenados, huyeran y presentaran pelea  - Lo que estoy segura es que sea por lo que sea, no creo que esté sola. Valerie, sin duda es inteligente si ha buscado contactos. Y el ultimo aporte, lo más sorprendente es que Valerie se parece mucho a la difunta Jildael...- La inquisidora se quedó callada en cuanto unas voces y sonrisas llegaron hacia ellos.  Con sus sentidos alertas, en un poderoso y ágil salto, saltó aterrizando en la rama de un árbol desde donde observó a los extraños, los que no eran bienvenidos a la reunión.

- Son una pareja…y se dirigen hacia aquí – Miró a Astor desde el árbol, con una ceja arqueada - ¿Esperamos a otra cazadora? – Preguntó en cuanto sintió la esencia del cazador en su sangre, y el olor metálico de las armas. ¿Seria aquella la joven que faltaba del grupo?

Volvió a voltearse de nuevo a las dos sombras que correteaban, las que se dirigían al centro de la reunión.Tras un suspiro, rápidamente bajó, quedándose al lado del corcel negro de Tryssia, el cual ni se inmutó apenas ya que toleraba su presencia y la conocía de anteriores veces y de muchas otras cacerías. Allí mismo esperó, hasta que la pareja entró en su campo visual, quedando la joven cazadora detrás del joven, lo que hizo sonreír a Uriel.
- ¿Quiénes sois? – Preguntó con voz calmada. Pregunta absurda, pero necesaria, pensó saliendo del lado del caballo, mostrándose a los ojos del joven con una mirada fija en ellos.


Última edición por Uriel Kattagary el Dom Oct 27, 2013 5:41 am, editado 1 vez
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Mensaje por Jîldael Del Balzo Sáb Oct 05, 2013 2:08 pm


“El infortunio pone a prueba a los amigos y descubre a los enemigos.”
Epicteto de Frigia.


Dijon. Mañana. Una semana antes.

Los días fuera de París resultaron un verdadero respiro para la Cambiaformas. Alessa fue gentil y honesta con ella y le permitió su espacio para que ella fuera revelando poco a poco quién era, más allá del apellido de su padre. Si bien la germana ya estaba al tanto de la verdadera identidad de Valerie Noir, había otros detalles que la Felina y su Maestre habían preferido callar por mera seguridad, cosa que la Strauss respetó sin presiones ni chantajes.

Para Jîldael, esos días fueron como su primavera personal, en donde se dieron el tiempo de recorrer los viñedos, hacer inventarios, comentar la próxima cosecha y probar un poco de las mejores reservas de la familia. No obstante, su propia realidad no la abandonó jamás y tuvieron que adelantar el regreso a causa de terribles rumores que decían que toda su fuerza laboral de uno de los viñedos de París había muerto inexplicablemente, desde el capataz hasta el último de los peones. Ni ella ni Charles comentaron nada con la germana, y más pronto que tarde, emprendieron el regreso a la capital francesa.

***


París. Ocaso. Presente.

Hicieron un alto en el viñedo principal de la familia, en las afueras de la ciudad, para que Alessa pudiera valorar, al menos en una primera impresión, la importancia de esa propiedad. En dos o tres días más visitaría la plantación dañada; pero lo haría sólo en compañía de su Maestre, pues, aunque confiaba en Alessa, todavía no era suficiente para permitirle ser partícipe de lo que sospechaba era una tragedia económica en todo rigor.

Asimismo, deseaba quedarse sola. Había mucho en lo que necesitaba pensar. La ruptura reciente con Târsil fue un golpe bajo que no vio venir; hacía unas semanas atrás, habría jurado que él era el hombre con el que pasaría el resto de su vida, a cuyo lado envejecería y moriría... Y ahora estaba sola, otra vez, sin futuro, sin protector, con un hijo que, después de todo, crecería lejos de su padre. Como si fuera poco con su caos emocional, algún psicópata se había infiltrado en una de sus propiedades asesinando a todos sin que nadie pudiera impedirlo y, peor aún, pudiera descubrir cómo lo había logrado. ¡Malditos policías que no servían para nada!

Suspiró agotada, en el breve instante de privacidad en que Charles llevó a Alessa a visitar la bodega; se dirigió a la sala de estar y se recostó en uno de sus sillones favoritos. Para cuando el “Zorro” y la aristócrata volvieron, Jîldael ya había tomado una decisión. Le ocupó demasiado tiempo convencer a su Maestre de que necesitaba esa noche sólo para ella; Charles puso una y mil excusas, pero la joven no cedió y finalmente él tuvo que respetar a regañadientes la voluntad de ella. Hubo, sin embargo, un instante en el cual casi se arrepintió, en el que estuvo a punto de pedirle que volviera con ella..., pero su testarudez fue más poderosa.

Así que Charles y Alessa se marcharon al atardecer y Jîldael tuvo su preciado tiempo a solas. Tomó un baño de tina, de aquellos que solía tomar cuando su padre aún vivía y ella gozaba de los privilegios de su clase social, en donde su única preocupación era el vestido que se pondría en la siguiente tertulia social. Los criados le prepararon la tina con diligencia, mientras la vieja ama de casa escogía con lujo de detalles el vestuario para su Señora y el cocinero se afanaba en lucir sus conocimientos culinarios. Dos horas después, ya estaba vestida y se sentaba a la lujosa mesa para disfrutar de su cena en completo silencio. A cualquier otra persona la soledad le habría pesado en una casona tan grande y tan vieja, pero a ella le recordaba todo lo que había amado en su vida, incluyendo a su desalmado padre; nunca comprendería del todo a Jean, pero lo amaba, lo amaría siempre. Y, por eso, ella se vengaría de quienes lo mataron.

Estaba en la biblioteca, escogiendo qué lectura llevarse a la cama cuando los perros aullaron de manera extraña. Los ladridos posteriores no la dejaron en paz y, aunque el capataz se ofreció a revisar el viñedo, Jîldael prefirió hacerlo ella en persona; después de todo, aunque estuviera embarazada, tenía muchos más recursos que un simple mortal, así que cogió un revólver, lo cargó y, montada en un alazán robusto, partió a ver qué era lo que alborotaba a sus perros.

Había revisado gran parte del viñedo y estuvo a punto de convencerse que sus animales habían enloquecido cuando repentinamente los vio. Dos mujeres y un hombre con ropas que sólo Cazadores o Inquisidores podían llevar se enfrentaban a dos peones frente a ellos que parecían haber sido sorprendidos en medio de un incómodo encuentro amoroso; cicateó a su montura hasta que se escondieron tras unos matorrales, desde los cuales podía espiarles sin ser vista y esperó. Dependiendo del cariz que tomaran las cosas, decidiría si intervenía no.

Quizás, después de todo, debería haber aceptado que Charles volviera con ella.


***


Última edición por Jîldael Del Balzo el Mar Ene 21, 2014 3:50 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Gyöngyvér Kovács Sáb Oct 12, 2013 9:38 pm

Coge el día presente y fíate lo menos posible del mañana.
Ángel Ganivet

Gyöngyvér se aferró al brazo del hombre.

Tres horas antes, campos y sembradíos...

Afortunado soy de haberte conocido... te amo Gyöngyvér— dijo el hombre mientras la tomó en brazos, ella suspiró  y recargó su cuerpo al de él. Estaban en una colina sentados junto a un enorme árbol, ella sostenía un brebaje que meneaba con una cuchara de madera, Gyö suspiró y él llevó la cabeza de su amada a su regazo. —Yo también soy afortunada Roul— dijo y se reincorporó para besarlo como lo hacen los amantes primerizos, ella se ruborizó y desvió su mirada por el atrevimiento y dijo —bebe amor— y él no desobedeció, tomó aquel veneno con sabor a zumo de uva.

Campos y sembradíos, tiempo presente...

Antes de que Roul articulara palabra el veneno llegó hasta su cerebro comenzando a torturar el nervio que controlaba precisamente el dolor. Se convulsionó y ella gritó como una desesperada, aterrada, como si realmente hubiera olvidado que ella había provocado esa reacción, como si no hubiera pensado en un futuro. Gyöngyvér no pensaba más que en Roul agonizando a sus pies. —¡Demonios, son unos demonios!— gritó agachándose a él y tomándolo de la cabeza. —¡Por favor, por favor...!— sollozó y se soltó a llorar con exasperación, como si aquel hombre significara algo que no era, —ya no le hagan nada, lo amo, no podré vivir sin él... no lo maten— y abrazó a Roul que acababa de morir.

Entonces como si olvidara quien era el hombre que sostenía en brazos lo soltó y con ojos ausentes miró a las tres figuraban que la contemplaban, eran dos mujeres y un hombre. La mente de Gyöngyvér no la traicionó, no traicionó a su demencia y en vez de eso proyectó las imágenes de cuando sus padres murieron, pensaba en eso y en un infortunio que no poseía. Seguía llorando y en ese momento se levantó con una expresión de terror y cruzó sobre ellos para buscar refugio, escapando como si su vida dependiera de ello, ya no gritaba, ya no lloraba, tan sólo sollozaba e intentaba tranquilizarse como lo haría una mujer cualquiera que procurando no ser descubierta por su depredador intenta serenarse con jadeos exaltados, aquellas mujeres que siempre fracasan. Así la distorcionadamente de Gyöngyvér jugaba con la realidad, no era una cazadora, no era una campesina... era una demente.

Corría a un destino incierto y sin embrago, acertado pues pronto pudo vislumbrar unos ojos que despertaron ligeramente la conciencia de la cazadora, no lo pensó porque su locura no se lo permitió pero si seguía corriendo por esa dirección llevaría a Astor y su escuadra a un objetivo que no esperaba que hiciera presencia tan rápido. Fue entonces que la demencia de Gyöngyvér hizo que ésta se tropezara y cayera dolorosamente sobre el campo, se sumió en un silencio y comenzó´a arrastrarse a otra dirección.
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Mensaje por Thalie De Rose Dom Oct 13, 2013 8:45 pm

Tenía poco tiempo formando parte de la manada, me había resultado algo complicado en el inicio pero al pasar los días me sentía en familia. En un principio la relación con Jîldael resulto tensa, ambas éramos felinas y por supuesto Jîld no estaba acostumbrada a que los extraños llegaran tan repentinamente a formar parte de su circulo y aunque desde que hable con Charles exprese que no poseía deseos de quitar a nadie de sus lugares aún así existían dudas.

Después de las dudas, incertidumbre y algunos conflictos habíamos aprendido a convivir ambas y de hecho me agradaba demasiado la compañía de Jîld a pesar de que su historia de vida pareciera tan complicada, pero ¿Qué historia era sencilla? y luego el saberla embarazada, descubrir que existiría un nuevo miembro en la manda, uno de alguien que a pesar de las dificultades era más que una amiga. Parecía algo des destino, había perdido a una amiga y a un bebé a quienes jure proteger; en recompensa a mi perdida y mi sufrimiento, parecía obtener una segunda oportunidad con alguien que vivía circunstancias parecidas.

En esta ocasión debía acompañar a Jîld, pues al parecer Charles debía atender unos asuntos fuera con una mujer que ambos parecían conocer pero para ella no era más que una desconocida. Su Alfa le dijo que después de lo que hiciera fuera a ver a su familia, a su manada y de esa manera fue como después de haber terminado su trabajo en el café se dirigió presurosa a donde se suponía que estaría la pantera, en las afueras de la ciudad en los campos y sembradíos. No sabía lo que nos esperaba en aquel lugar, pero para mi en esos instantes era simplemente una parte de mi familia a quien iría a hacerle compañía.

Pese a que estuve mucho tiempo trabajando ese día, el cansancio se había ido, de hecho todo lo malo se había ido, la tristeza, lo decaída que estaba; todo gracias a la manada, a Keath, al hombre del bosque… todos ellos habían contribuido a que pudiera superar lo que me había sucedido. Era más fuerte que antes y aunque no lo pareciera, las cosas que me pasaran de ese momento en adelante solo me fortalecerían mucho más.

Me fui en forma humana, creía que aún tenía el tiempo necesario para que las cosas se dieran bien; simplemente había salido de la manera justa, en el momento justo, para encontrarme con lo que sería una larga noche.

Llegue hasta la casa aquella en la que estaba la pantera y entre en la casa como si fuera parte de mi hogar, como si siempre hubiese vivido ahí, era de esa manera con todos. Mi casa era su casa y su casa la mía.
Jîld… vine a verte, ¿Cómo estas hoy? – solo que no existió respuesta y creyendola dormida me aventure hasta su cuarto, el cual estaba vació. Mi corazón se acelero e intente seguir su aroma pero era inútil… esa casa estaba repleta del olor de Jîldael. Respire, intentando calmarme, ella era una felina justo como yo, así que bien podría estar en las afueras dando un paseo nocturno.

Un tanto más tranquila salí al exterior, donde pude dar con el aroma de aquella otra felina de la manada, viajaba en el aire como un rastro débil pero aún así rastreable y le seguí. Ese aroma me guío efectivamente en la dirección en la que ella parecía haber ido, solo que cuando el aroma aumentaba unos gritos llegaron hasta mi y mi mirada pudo enfocar en la lejanía a un grupo de personas y a una mujer que salió corriendo, no me importo realmente la mujer, si no las ropas del hombre que estaba en aquel grupo, esas ropas eran semejantes a las que vi una vez en aquella mujer que había alejado a Maryeva de mi vida; eran inquisidores si es que mis recuerdos no me fallaban y estaban cerca. No podía dar con Jîld aún, así que de manera lenta comencé a acercarme, debía encontrarla y juntas salir de aquel lugar; la casa y los viñedos no eran seguros para nosotras.
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Mensaje por Uriel Kattagary Dom Oct 27, 2013 5:20 am

Es en la sorpresa de última hora
En lo incierto del camino,
Que debemos jugar lo mejor posible nuestras cartas.



Todo era muy confuso. Demasiado confuso.

Siendo la primera en acercarse a la pareja, se internó en la mente del joven y gracias a la telepatía vislumbró que lo que lo hacía agonizar, era el dolor. ¿Dolor? Buscó respuestas de por qué del estado en la mente del joven, pero él solo hacía que pensar en su agonía y en como su corazón ardía. Finalmente se alejó de aquella mente y fue a por la joven. Esta solo pensaba en el dolor y en que estaban dañando a su amado. Que ellos eran unos monstruos y culpables del dolor del que Roul padecía. Hasta que empezaron a venirle imágenes de la muerte de una pareja, de sus padres, tras aquel dato empezaron a venirle a su mente más infortunios. Nada tenía coherencia. Frunciendo el ceño se giró hacia Astor y Tryssia, tras observar que la joven se mantenía en el lugar, abrazando el cuerpo moribundo ya de su amante.

Es una demente — dijo dejando de leer la mente a la joven. Las mentes dementes bien podían atraparte en ellas y enloquecerte, si permanecías rato en ellas. — Veo muerte en su cabeza, pequeños retazos de muchas muertes... quizás sea cazadora o asesina ¿Crees que ella sea que falta, Astor? Porque si es ella, te juro que no sé por qué la han llamado a esta misión. En una lucha bien podría matar a los que están con ellas y dejar escapar a la víctima. —Frunció los labios disgustada. “No pueden tener más cerebro a la hora de escoger equipos?” Bufó con los colmillos sobresaliendo de sus labios, esperando por la sentencia de Astor para con la joven, cuando un ruido la alertó.

La joven se había levantando aprovechando que andaban hablando, y empezó a correr, pasando entre ellos como si su vida dependiera de ello. Uriel rápidamente siseó entre dientes — Lo último que nos faltaba era hacer de niñera, en un día como este...—Suspiró clavando la mirada por donde la joven habia huido —Tryssia sube al caballo y siguenos. —Dijo antes de empezar a ir tras la joven chica, oyendo los pasos de Astor tras ella y los pasos del caballo.

Yendo tras ella, la siguió y de nuevo leyó su mente. Debían saber de quién se trataba, pero aquella mente parecía inservible. La pobre intentaba no llorar, para que los depredadores no la descubriesen. Pero hacía falta mucho más para que no lo hicieran. —Por aquí. —Llamó a los demás, guiándolos. Aún si no hiciera falta, estaba acostumbrada a ser siempre la mas rápida y habían costumbres como la de guiar a su equipo tras ella, llamándoles, que no se le olvidaban.

Pasando a través del bosque, pronto dejaron los oscuros arboles atrás y llegaron a los campos abiertos. Por suerte, desiertos a esas horas tardías de la noche. Se oyó un gemido de dolor, cuando la joven cayó al suelo, sumiéndose en el silencio por unos segundos, en que Uriel temió que se hubiera matado pese a sentir aún el latido incesante de su corazón.

Esta noche estaba resultando muy extraña, no podía dejar de pensar Uriel, acercándose a donde yacía la joven arrastrándose, cambiando de rumbo. Esperó a Astor y a Tryssia, observando fijamente cada movimiento de la joven para que no volviera a escapar de ellos. Por un momento sintió algo en aquel bosque, una presencia. Pero lo dejó estar al pensar que bien podían ser campesinos incautos y valientes, que se atrevían a poner un pie en sus terrenos cuando la oscuridad era completa, desconociendo las clases de criaturas que podrían encontrarse merodeando por los bosques.


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Mensaje por Astor Gray Dom Nov 03, 2013 4:14 pm

La marcha de la mente humana es lenta.
Edmund Burke


Ridículo e inútil, así le estaba pareciendo el espectáculo de la joven que les gritaba que eran asesinos. La mirada de Uriel le fue suficiente como para saber que no debían hacerle caso y simplemente tratarla como lo que era una loca y por tanto un estorbo para la caza.
No lo se Uriel, ni me importa si ella la que falta ya lo has dicho es una demente – miró a la mujer, pensando que quizás lo mejor sería terminar con la confusión de su mente y romperle el cuello en aquel lugar, total, si tanto amaba a su Roul que se fuera con él – pero no se necesita ser un genio o leer su mente para saberlo ¿o si? – miro a Tryssia y se rió de aquello.

No había apenas dado un paso en dirección a la loca mujer cuando salió corriendo entre ellos. Suspiro y le dio una mirada a Uriel que al parecer estaba tan molesta como él por la estupidez de tenerle en aquel lugar.
Si es o no es la que nos faltaba, no le dejen huir… lo único que hará será llamar más la atención de lo que ya lo hizo – gruño antes de salir corriendo tras ella junto a Uriel – no queremos después de todo alertar a nuestra presa, aunque veo complicado el que no lo hayamos hecho ya gracias a esa mujerzuela – Observo como Uriel comenzaba a adelantarseles, y sonrío pues eso era lo bueno de los vampiros no había humano capaz de escapar de ellos por más ventajas que llevara.

Siguió las indicaciones de Uriel, que bien no le eran completamente necesarias pues el aroma de la mujer le llegaba perfecto, junto con otros aromas que le llamaron la atención pero como no observo nada fuera de lo común lo ignoro después de todo aún no sabía si el equipo estaba completo y en que momento aparecerían los miembros faltantes de aquella misión.
Tryssia… – llamó a la cazadora cuando se encontraron finalmente con la patética figura de la mujer, arrastrandose en el suelo y Astor miro con molestia a Uriel – Deja de contemplarla como si fuera un juguete, deberías de agarrarle – terminando por decir aquello se acercó hasta la humana a la cual sin ninguna clase de tacto le sujeto por el brazo para levantarle – Escucha bien bonita, vas a callarte y responderás mis preguntas porque si no haces lo que te digo me veré obligado a romperte ese debilucho cuello que tienes… ¿Entendiste? – gruño, mirando los ojos de la mujer antes de preguntar – ¿Quién demonios eres? – no había terminado de decir aquello cuando de nuevo aquel olor desconocido le llamo la atención, pero antes de enfocarse en cualquier otra cosa, debía asegurarse de que aquel estorbo estuviera bajo control.
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Mensaje por Jérémie Le Bihan Miér Nov 06, 2013 12:37 am

Uno de los medios más efectivos que tiene el mal es invitar a la lucha.
Franz Kafka

París. Tarde. Presente

A oídos de Jérémie había llegado la noticia del incidente en el principal viñedo de los Balzo. Para el León aquel ataque representaba algo más que un impulso de locura, por supuesto, no se explicaba en qué ganaba alguien al asesinar a cientos de campesinos en el proceso de contaminar los viñedos que a su vez procuraría una perdida monetaria abismal a la familia. Jérémie entendía las razones que pudieran causar los deseos de dañar la economía de la familia del Balzo. Obteniendo las propiedades y la herencia en general de los del Balzo, Valerie Noir había atraído muchos enemigos que celos habían esperado que la familia del Balzo cayeran, al morir cada miembro y traspasarse la riqueza de los del Balzo a los Noir frustró los planes de otros viñedos, sin embargo, el hecho de que mataran a tanta gente inocente simplemente era ilógico.

El Duque Noir de Escocia había dado a Jérémie un nuevo panorama a su desorientada vida, le mostró un sendero y le ofreció recorrerlo con los Noir, para el León no hubo inconveniente alguno en aceptar la propuesta del Duque y sintiéndose más que comprometido abandonó su hogar y cabalgó a los viñedos para resolver el acertijo, así quería ayudar a los Noir, con la iniciativa que lo caracterizaba y su sentido deductivo; si Jérémie podía evitar que la señorita Valerie perdiera tiempo, lo haría, lo haría todo por ellos. Cuando llegó a los viñedos algunas secciones estaban siendo quemadas para que la plaga no se extendiera, lucía todo tan silencioso, a Jérémie le parecía increíble que las cosas ocurrieran tan rápido, a penas tres días atrás había llegado con Charlemagne a los viñedos, supervisaron juntos la cosecha mientras intercambiaban palabras, ver aquellos campesinos trabajar con organización y empeño le trajeron admiración a los Noir; y ahora, tres días después todo había sido destruido por un agente malvado que demostraba no tener escrúpulos.

Habló con la policía que no revelaron ninguna clase de información y aunque lo hubieran hecho para Jérémie poco le hubiera servido, los gendarmes no comprendían lo que había sucedido, para ellos era una conspiración de en contra de los Noir orquestada por casas celosas, lo que él ya había deducido, pero nada más que eso. El León se adentró entre la cosecha que aún no se quemaba y vio una extraña coloración en un tallo, lo arrancó con todo y raíz y descubrió que algo atacaba el tallo por dentro generando una decoloración y concluyendo con un envenenamiento. Se escabulló hasta los cuerpos y descubrió que habían sido envenenados y entonces Jérémie se preguntó si era posible que una sola persona fuera capaz de efectuar tan malvado plan, sin tener nada seguro se aventuró a sospechar que se trataba de algo más personal, de un secreto que los Noir poseían y que a él no se le había rebelado. Jérémie lo había visto en los ojos de Valerie y en los de Charlemagne pero poco le había importado, no los juzgaría así como ellos no lo habían juzgado. Sin embargo, la conjetura de Jérémie era meramente empírica. A pesar de no estar seguro supo que si le llevaba al Duque la muestra del tallo podría descubrir algo, así, salió y cabalgó a la residencia de los Noir no muy lejos de ahí.

Campos y Sembradíos. París. Noche. Presente.

La media noche se acercaba, Jérémie se había demorado mucho en llegar pero al no creer que se tratara de algo de vida o muerte no exigió a Brio cabalgar a todo galope. Las luces de la mansión estaban encendidas y aunque estaba lejos pudo ver una silueta femenina que no correspondía a Valerie, aunque él ya había sido invitado a entrar por el Duque no reparó en el hecho de que tuvieran criadas, de cualquier forma para el León no fue sospechoso ya que todo mundo del nivel de los Noir tenían servidumbre y aunque él nos los viera antes tenían que auxiliarse en alguien para mantener el hogar, montado en Brio trotó hacía el camino que lo llevó a los portones de la cerca y fue ahí donde los vio, muy a lo lejos varias siluetas sospechosas, bajó del caballo y se acercó por los matorrales, luego, vio con claridad a una pareja que se enfrentó a los individuos que no podían ser otra cosa que inquisidores. –¡Maldita sea!– pensó al momento en el que vio como el amante se desplomaba y la mujer se abalanzaba al cuerpo moribundo, irracionalmente el León tomó de la montura su fusil y apuntó al grupo de dudosa sospecha pero antes de disparar giró instintivamente al oír un ruido en la maleza... era Valerie, –¿qué hace aquí?– se preguntó sin reparar en lo estúpida que era la pregunta, después de todo ese era su hogar.

Dejó a Brio ahí y con sigilo se dirigió hacía Valerie, sin embargo, se detuvo al escuchar los desgarradores gritos de la campesina, volteó a esa dirección y la vio correr hacía Valerie, ésta mantuvo sus posición a la espera, la mujer cambió de dirección como si supiera que continuar en esa dirección la conducirían a una trampa lo que al León le pareció sospechoso, el grupo atrás lanzó un despliegue para neutralizarla, entonces todo estaba resuelto... aquellos eran inquisidores y su presencia en la mansión de los Noir no era para parlamentar, la vida de Valerie correría peligro, una vida que Jérémie juró al Duque protegería. El León bajó el fusil y se preparó para transformarse cuando la situación así lo requiriera, primero tenía que asegurarse que Valerie comprendiera lo que él pensara hacer para que ella emprendiera la fuga. Pero antes de que continuara planeando vio a una mujer acercándose a Valerie. –¿Quién demonios es?– pensó y rápidamente se movió hasta lanzarse sobre ella que pese a darse cuenta de la embestida no fue lo suficientemente rápida para reaccionar, el León le cubrió la boca, el fusil cayó al suelo y él se agachó con la que consideraba en ese momento una amenaza. —¿Quién eres?— le susurró y liberó sus manos para que pudiera contestarle, Jérémie contempló aquellos ojos que no le temieron, ojos felinos que respondían por si solos a la pregunta... Ella no era una amenaza.
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Mensaje por Aleya Dumkorth Sáb Nov 09, 2013 10:36 am



Es esencial estar preparados,
también estar atentos.


Todo era muy desconcertante. La llegada de aquella pareja de jóvenes y el desenlace final de la misma, le hacía temer que quizás nada sucedería como esperaban. Y a su parecer ya todo le daba mala espina desde aquella inoportuna llegada. ¿Quién sería? Se preguntaba, a lo que tras ver a Uriel y a Astor, podía asegurar que todos se preguntaban lo mismo. Su corcel resopló nervioso, por un instante le miró, olvidándose de la pareja que ya bastante tendrían contando con la entera atención de los dos inquisidores y lo observé atentamente. Sus ojos le miraron y volvió a resoplar, removiendo con una pata el suelo. – Shh… que te ocurre? Tranquilo, estamos bien. – Le intentó calmar. Si llegaba a localizar algún peligro, de seguro Uriel y Astor también lo harían, y por el momento menos aquella pareja extraña, todo parecía estar en calma.

Volvió su mirada a la joven, la que ahora andaba con una pareja muerta a sus pies. Todo le daba muy mala espina y quería decirlo, pero se contuvo al escuchar a Astor y río. – No es un secreto de que parezca demente, hasta mi caballo anda inquieto desde su visita – dijo asintiendo a Astor, totalmente de acuerdo.

La mujer aprovechando su conversación escapó de un momento a otro, pillándolos por sorpresa, a lo que los tres suspiraron molestos. Esa joven les complicaba las cosas. No hizo falta que Uriel le dijera de subir a Forst, que ya se encontraba subida en él preparada para ir tras ellos.

-Os sigo – Dijo avistando a Uriel ya a lo lejos y a Astor de camino hacia ella. Puso a Forst a trotar rápido detrás de Astor, guiándose a ratos por sus voces o como una vez en que fue necesaria, por la insistente voz de Astor, quien le  llamó, ya que su caballo deseaba irse de allí y lo que hacia era llevarla, guiarla por el lado contrario del que debía ir. Encaminando a su caballo por el camino correcto, llegó y se paró un poco rezagada de ellos.

- No será una de las cazadoras que faltan? – Preguntó a los inquisidores. Todo aquello junto al nerviosismo de su corcel no le gustaba, no creía que deparara nada bueno, aún así, si les habían enviado una cazadora demente, algo bueno debía de tener como para que la escogieran a ella de entre otras muchas. Esperó porque Astor interrogara a la joven, alegrándose al ver sus gestos y rostro amenazante no ser una enemiga suya, cuando Forst empezó a removerse aún más inquieto de antes, moviendo la cabeza de un lado para otro. Uriel le miró y ella le devolvió la mirada. Forst solo hacia eso cuando sentía alguien cerca, cuando se sentía en peligro y ambas lo sabíamos.

- Astor termina con la joven… este bosque no me agrada. Hay algo extraño, como si … - Y en aquel momento Forst se levantó a dos patas. Por suerte no se cayó, pero aquellos nervios, no deparaban nada bueno. - ¿Sentís algo? – Les preguntó a ambos una vez volvió al suelo, y mantenia al caballo en cierta calma, aún rota por el nerviosismo del animal. Si Forts  sentía algo extraño, ellos quizás también lo sentirían.

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Mensaje por Jîldael Del Balzo Sáb Nov 09, 2013 11:14 pm


“Perdona a tus enemigos, pero jamás olvides su nombre.”
John Fitzgerald Kennedy.


Durante unos momentos, nada peculiar ocurrió y Jîldael aprovechó de olfatear la brisa nocturna para identificar a los invasores.

Había un licántropo, una vampiresa, dos mujeres humanas y… ¡Oh! ¿Un humano agónico? ¡El olor que expelía ese pobre hombre era terrible! La Cambiaformas dudó de su sentido; nadie se había movido en el lugar, ¿cómo era posible que alguno de ellos resultara herido y, peor aún, muerto?

Sin embargo, el grito desgarrador  de la campesina no se hizo esperar, confirmando así los peores temores de la Felina; algo allí no encajaba del todo; alguien había cometido un delito a vista y paciencia de todos los demás sin que ninguno de ellos lo pudiera advertir; quien lo hubiera hecho, era, por lejos, el más peligroso de todos, ¡Qué no hubiera dado Jîldael por estar más cerca! Mas era imposible hacerlo sin ponerse en evidencia. Justo cuando esa idea cruzaba por su cabeza, el licántropo y la vampiresa se movieron inquietos y voltearon sus miradas hacia el punto mismo en donde la Del Balzo se escondía; un escalofrío le recorrió la espalda y resistió el impulso terrible de gritar. De seguro los sobrenaturales la percibieron con la misma facilidad con que ella lo había hecho antes. La vampiresa, en particular, parecía querer lanzarse a un rastro en su dirección y Jîldael tuvo que ahogar el grito de pánico; sabía que si la inmortal decidía buscarla, podía darse por muerta.

Para su fortuna, la campesina, completamente fuera de sí, salió corriendo entre los perseguidores, llamando la atención de todos sus integrantes y dándole por fin un pequeño respiro a la joven. Procuró memorizar la dirección que todos habían seguido antes de bajarse de su caballo; miró con cautela a su alrededor antes de dar con su pequeño “tesoro”. Aquélla fue la primera lección del “Zorro”; gracias a él había aprendido a esconder ropa y armas por toda París; nunca se sabía cuándo se iba a necesitar una. Y esa noche, la daga, la espada corta y el revólver le iban a venir muy bien; con una rapidez sorprendente, volvió a subirse a su corcel y partió en pos de la indefensa campesina.

Llegó en el momento preciso en que el hombre–lobo la cogía del brazo sin el menor miramiento y la increpaba violentamente:

¿Quién demonios eres? – lo escuchó interrogarla, ante lo cual decidió que era el momento de intervenir.

Jîldael espoleó a su caballo una vez más, poniéndose a tiro de piedra del que, ahora estaba completamente segura, era un inquisidor en toda regla (además del líder del pequeño grupo). La posición de la Cambiaformas parecía favorable, pero no se confió. Sin pérdida de tiempo extrajo su revólver y apuntó hacia él, dando por hecho que las otras mujeres estaban bajo su mando y no harían nada sin que el licántropo se los ordenase primero:

¡Soltad a la chica ahora mismo! Y explicadme qué hacéis en mi propiedad a esta hora de la noche, antes de que me decida a vaciar esta arma contra vuestro pecho. – gritó, en actitud desafiante – Os advierto que mis balas son de la mejor plata de toda París. ¡Hablad! – exigió, sin soltar las riendas, pues aunque lucía segura e imponente en su caballo, no se olvidaba de que estaba en una considerable desventaja numérica.

Lo que Jîldael no sabía es que esa noche no le tocaba ser cazadora.

Estaba a punto de convertirse en la presa.


***


Última edición por Jîldael Del Balzo el Mar Ene 21, 2014 4:16 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Astor Gray Dom Nov 17, 2013 7:58 pm

Vas a morir de todas formas. Ninguna presa se me ha escapado jamás.
Laura Gallego García


Gruño fastidiado, fuera aquella mujer cazadora o no, lo único que estaba logrando era sacarle de sus casillas completamente.
Tryssia, te parece conveniente que si es de las nuestras este haciendo semejantes estupideces… si quieres puedes ser su niñera – menciono burlón apretando un poco más el cuello de la humana solo para su diversión personal – Porque lo único que yo quiero saber es su nombre, así tenemos algo que poner en la lapida – le mostró a la cazadora una sonrisa, que era parte de su despedida. Si bien aquella humana diera su nombre le partiría el cuello.

La voz de Tryssia, el olor que se llenaba de otros no tan lejanos pero también bastante peculiares provoco que perdiera el completo interés en la mujer que sostenía por el cuello y entonces llegó hasta el pequeño grupo el sonido del caballo que obviamente no era Frost.
Frente a ellos entonces apareció una mujer y si bien le miro supo enseguida de quien se trataba… la presa llegaba hasta ellos por su cuenta propia.
Esta chica… – El inquisidor soltó de golpe el cuello de la mujer, pues ya no le era útil, ahora podía hacer lo que se le viniese en gana siempre y cuando no interviniera en sus cosas que si lo hacía igual terminaría muerta como en un inicio eran los planes del lobo – ya la he soltado y si quiere que digamos a que venimos debe ser un poco más amable porque no queremos… problemas con nadie – sonrió – ¿Verdad? – dirigió su mirada tanto a Tryssia como a Uriel para luego mirar a la Noir – Bueno mejor corregiré mis palabras… con nadie más que con usted Valerie.

No le importaba que esa mujer estuviera amenazando a su persona, de hecho le provocaba incluso más pues demostraba que sería entretenido darle caza a la pantera.
Respecto a las balas… bueno supongo que podemos comenzar a jugar si deseas… chicas… – sonrió sin apartar la mirada de la mujer sobre el caballo – hemos encontrado a nuestra presa – dijo sin la menor intención de ocultarlo – y ya saben, ella es completamente, mía – y sin esperar más, consciente de que en el momento que se moviera aquella arma se dispararía en su contra fue que se lanzó contra el caballo que llevaba a la Noir pues finalmente después de los inconvenientes la caza, había comenzado.
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Mensaje por Jîldael Del Balzo Dom Nov 24, 2013 4:46 pm

"El retirarse no es huir, ni el esperar es cordura cuando el peligro sobrepuja a la esperanza."

Miguel de Cervantes y Saavedra.


Un segundo.

Ése fue el tiempo que tardó en darse cuenta del terrible error que había cometido al dárselas de heroína.

Lo supo incluso antes de que sus palabras evidenciaran sus intenciones. El modo en que sus ojos brillaron cuando la miró; el modo en que las mujeres se inclinaron hacia ella, tan parecido a como ella misma se inclinaba sobre los pobres cervatillos; hasta el olor que desprendieron, todo eso llegó mucho antes de que sus palabras la condenaran.

Demasiado tarde cayó en la cuenta de que todo había sido una trampa, ¿cómo no lo vio antes? ¿Cómo no se le ocurrió que tal vez la chica era una actriz? Si lo pensaba (y lo estaba pensando demasiado tarde), nada de lo que estaba ocurriendo tenía el menor sentido. Más que una verdadera pelea, parecía un teatro concertado. Eso... O la campesina estaba verdaderamente loca. Pero no había mucho margen, no había manera de saber, en tan breve tiempo, con tal peligro encima, qué era verdad y qué no.

Tenía que admitirlo, en la privacidad de sus pensamientos, por supuesto (jamás lo confesaría a viva voz); había sido una soberana estúpida. ¿Cuántas veces, a lo largo de su educación, no le dijo el “Zorro” que pecaba de impulsiva, que eso un día le costaría la vida? Era más que evidente que nunca se había aprendido esa lección, ni cuando asesinaron a su padre, ni cuando se enfrentó al Valborg, ni ahora... Se juró una vez más, como siempre que caía en trances similares, que no le volvería a pasar. Que se esforzaría en aceptar la compañía de Camila; todavía podía oler el aroma de la nueva protegida de Charles; sabía también que la De Rose había ido para cuidarla (de seguro, por encargo del Maestre), pero Jîldael había sido tan orgullosa que prefirió ignorarla... y allí estaba ahora, deseando que la Gata alcanzara a llegar para hacerle frente en conjunto a los enemigos que la superaban con creces.

Ciertamente, odiaba a Camila; y ciertamente, era un odio infundado. Lo peor es que Jîldael sabía que su resquemor era injusto; la “Rosa” había sido amable, discreta y muy respetuosa, y, aun así, la Pantera no la soportaba; su mayor desquite pretendía ser ése, demostrarle a la otra felina que ella, la aristócrata, no necesitaba de ayuda de nadie. Y en ese orgullo ciego se había arrojado, literalmente, a la boca de un lobo, una vampiresa y sus secuaces.

Estaba aterrada... sobre todo por su hijo. Luchaba porque el temblor de sus manos no delatara el miedo atroz que la dominaba; no dejaba de pensar en su Hombre–Lobo, en lo mucho que lo necesitaba, en lo desvalida que se sentía sin él; alcanzó a desear, al menos, que Târsil estuviera allí, no por ella, sino por la cría. Pero no había nadie; estaba sola. Y era completamente culpa suya. Por lo mismo, por el peso de sus decisiones tan mal tomadas, no se dejó derrotar; no dejó de luchar por su vida y por la vida de su hijo; pese a que ese terrible presentimiento de fatalidad iba cogiendo a cada segundo más fuerza dentro de sí, ella sabía que debía intentarlo.

Miró a la campesina en el suelo, mientras el Licántropo enemigo hablaba, incitado a las mujeres contra ella (estaba segura de que él lo era; había aprendido a identificar a los de su especie gracias al Sinclair y a Valentino); lo mismo podía ser una pobre víctima que una aliada de su enemigo y esa duda podía ser la diferencia entre la vida y la muerte de esa pobre criatura. Si confiaba en ella, podía costarle caro; si la dejaba, con toda certeza la condenaría a muerte.

Visto así, no había mucho que pensar. La decisión estaba tomada.

Aprovechó los pocos instantes que le quedaban y espoleó a su montura para tomar distancia y darle margen a su caballo de coger carrera y, así, sacar el galope en el menor tiempo posible.

Para resolver los asuntos que vuestra merced insiste en tener conmigo, primero deberéis atraparme... Y eso es algo de lo que ningún cazador o inquisidor ha podido jactarse aún. – intentó evitar el tono de burla, pero sólo consiguió que sus palabras fueran un acicate para envalentonar a quienes querían cazarla.

Sabiendo que sus palabras no eran del todo afortunadas, espoleó a su caballo y cruzó en medio de sus atónitos enemigos, al tiempo que en un movimiento completamente antinatural, se colgó por uno de los flancos del animal y con una fuerza sobrehumana, alzó a la campesina y la subió al anca, luego de lo cual retomó las riendas y sacó en apenas un pestañazo el galope máximo de su equino.

No miró atrás, ni habló con la extraña; con un escueto movimiento le indicó que se aferrara a ella si no quería caerse; ahora dependía de la chica cuánto quisiera vivir; si se caía, Jîldael nada podría hacer por ella. Rápidamente, sacó a su caballo del sendero conocido y lo obligó a salirse del viñedo para luego meterse en un bosque cercano a su propiedad, que ella conocía desde que tenía cinco años; esperaba que eso le diera una relativa ventaja sobre sus cazadores, aunque con la vampiresa pisándole los pies, lo único que realmente podía hacer era desear que amaneciera lo antes posible.

Demasiado pronto, oyó los cascos de los otros caballos tras ella, y, casi simultáneamente, sintió que la campesina la cogía con demasiada fuerza por los brazos. Y el miedo se apoderó de ella; con el terror vivo atenazándole las entrañas, volvió a espolear al caballo; necesitaba sentirse a salvo, necesitaba poder planear su defensa, necesitaba aferrarse a la Vida, aunque pareciera que era la Muerte la que se sentaba a su espalda.

Ya una vez antes la había sentido sobre sí..., pero, esta segunda vez, no estaba segura de poder engañarla.

Esta vez, Jean no estaba para protegerla.

Qué sola y desamparada se sentía.


***


Última edición por Jîldael Del Balzo el Jue Dic 25, 2014 2:22 am, editado 2 veces
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Mensaje por Jérémie Le Bihan Vie Dic 06, 2013 12:26 am

No pidas una carga ligera, pide unas espaldas fuertes.
Theodore Roosevelt

Jérémie escuchó el galope de un caballo y supo que se trataba de Valerie, soltó a la mujer para buscarla temiendo que no fuera a enfrentar la amenaza, —¡No!— suspiró y caminó en la dirección de los agresores. No buscó pretexto a su descuido, ya no le importaba si la felina a la que había sometido fuera aliada o no... Lo único que estaba en su cabeza era su descuido que podría causar una potencial amenaza de muerte a Valerie, y con ello, fallarle al hombre que le dio un sentido a su vida.

Agudizó sus sentidos y alcanzó a escuchar las palabras del que podría ser el líder, entonces, el león comenzó a correr hacía ellos, en el camino se quitó la camisa —no permitiré que le hagan daño— dijo y se transformó en el jaguar negro, su velocidad fue en aumento y con la ayuda de la noche y la cosecha de vid, paso desapercibido, o al menos eso era lo que parecía. El jaguar estaba cada vez más cerca en el momento en el que su protegida tomaba a la campesina y escapaba. Los enemigos pretendieron seguirla pero entonces el Jaguar llegó a ellos y en un salto con sus poderosas fauces quiso arrancarle la cabeza al hombre que lo esquivo, el cuerpo de Jérémie fue girando para no estar a espaldas de ellos y antes de caer su transformación cambió al imponente león que los miró con desafío. Interponiéndose entre ellos y Valerie, el león rugió pretendiendo aturdirlos y luego fue detrás de Valerie.

La intención de Jérémie no era llegar hasta ella, sino estar en alcance para transmitirle su apoyo por medio de la comunicación que los cambiantes poseían. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para la recepción Jérémie le dijo –Señorita Noir, he sido enviado por el duque Noir para prestar mis servicios de protección, lamento haber llegado tarde— y una vez terminado su mensaje se dio media vuelta para enfrentar la embestida de los que seguramente eran inquisidores. El león volvió a rugir y se preparó para el asalto agachando su cabeza al ras del piso y con sus piernas flexionadas para un salto mortal sobre el primero que se acercara.
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Mensaje por Gyöngyvér Kovács Mar Dic 24, 2013 5:05 pm

El mayor de los peligros para la mayoría de nosotros,
no es que nuestro objetivo sea demasiado alto y no lo alcancemos, sino que sea demasiado bajo y lo logremos.

Michelangelo

La locura de sus ojos se reflejaron en los ojos de Astor, sus manos sobre su cuello no representaron para ella amenaza alguna, de él a penas sabía que era un licántropo, líder de la misión y que su carácter no era afable, ¿pero que tan afable era? A Gyöngyvér no le interesaba, poco a poco la sonrisa delatora apareció en su rostro y con una mueca pretendió hablarle, pero entonces sintió el cabalgar de un caballo y dedujo que era Jîldael, así que comenzó a llorar como antes lo había hecho, tentando el corazón de Jîildael que hizo algo que la cazadora no había planeado... ¿Pero que había planeado? ¡Nada! Su único objetivo era frustrar los planes de Astor salvando a su presa pero, dejando en ella una marca que la acosaría, revelaría a su modo que alguien conocía su secreto y si era posible, Gyöngyvér estocaria una parte del alma.

La única voz que escuchó de ella fueron las palabras retadoras hacía Astor, y luego, un silencio, aún llorando la cazadora se abrazó a ella, su razón salió de la penumbra que la locura había impuesto como defensa y estando tan cerca de ella su llanto casi se volvió una desenfrenada e incontrolable risa, entonces escuchó un rugido mientras se adentraban al bosque y pudo ver a un enorme león, se sobresaltó y se aferró más a Jîldael —¡Un Leeeoooónnnnn!— sollozó sin parar de llorar y recargó su rostro en el vestido de ella, tan cercana a ella pudo escuchar el apresurado corazón, la respiración exaltada, y pese a tener sólo su instinto asesino percibió en ella la desesperación. Pero Gyöngyvér no formuló ninguna conjetura en su mente, pensó en ella como Valerie pues sabía que había vampiros que podían leer su mente y entonces todo se le vendría abajo, si la cazadora se despistaba, si cometía el más mínimo error al pensar no tendría más remedio que arremeter en contra de los inquisidores, lo que ella no pretendía, ella sólo era una campesina loca y entendiendo eso volvió a sumirse en la locura.

Cuando estaban muy adentro del bosque Gyöngyvér sacó de entre el vestido una aguja envenenada, sonrió malvadamente y pinchó a la bestia para dejar caer la aguja que se perdió entre el follaje. El veneno se expandió por las venas y entre más a prisa cabalgaba, más se apoderaba del sistema nervioso, el animal comenzó a respirar trabajosamente, Gyöngyvér sacó una nueva aguja envenenada y se pinchó un brazo tirando la aguja cuando percibió el veneno entrando en sus venas; el animal se desbocó tirando tanto a Gyöngyvér como a Jîldael al suelo, al caballo le fue imposible levantarse pues el veneno inmovilizó sus piernas traseras hundiéndolo en la desesperación y volviendo el espectáculo en algo tan natural que Jîldael no podría sospechar nunca que la razón de que su caballo se desembocara fue motivado por un agente ajeno, mientras que Gyöngyvér golpeándose en la cabeza sufrió el efecto de su veneno y su corazón latió tan lentamente que pareció detenerse, sumiéndola en una muerte suspendida; por supuesto, el veneno era peligroso y muy inestable, en las pruebas que hizo a los campesinos de Jîldael, más del 70% habían realmente muerto, y pese a ello, aunque fuera algo tan arriesgado y pocos serían los idiotas de someterse a ese riesgo; para Gyöngyvér las dificultades le eran excitantes aunque significara no volver a despertar.

Y allí tendida quedó Gyöngyvér, con una herida en la cabeza que hizo que sangrara su peluca castaña y que manchó pronto el rostro moreno que la cazadora había maquillado extraordinariamente para ocultar su apariencia. La cazadora en sus viajes a oriente descubrió una magnifica técnica que le permitía con diversos chismes crearse una especie de máscara que se adhería al cuerpo tan bien que era imposible para las vistas más minuciosas descubrir que se trataba de una máscara y no su piel verdadera. Así había asegurado su identidad, así sería imposible descubrir su identidad, y más aún por el veneno que las mascara poseía y que sólo la cazadora ya era inmune por los varios antídotos que creó; sí alguien descubría que eso que estaba en su rostro no era más que piel y maquillaje y osara tocar el rostro sufriría el mismo destino que Roul... la muerte.
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Mensaje por Thalie De Rose Miér Ene 01, 2014 9:53 pm

Detestaba los momentos en que Jîldael hacía lo que no debía; Charles había dado ordenes claras y esas eran claramente desobedecidas por ella. Sabía bien que ella nunca había necesitado quien le cuidara más que Charles, pero debía comenzar a comprender que no estaba sola y menos en aquellas situaciones en las que un montón de gente con apariencia de inquisidores aparecía por los campos. Iba lo más rápido que me parecía conveniente ir, cuidando que aquel grupo no se diera cuenta de mi presencia y buscando el aroma de Jîld, que lo mejor era llevarla lejos de ahí, probablemente a mi casa o un sitio alejado, un lugar donde estuviese a salvo.

Estaba por cruzar al grupo cuando todos terminaron corriendo tras una mujer y el cadáver de un hombre permanecía en el suelo; fue en ese momento que nuevamente el aroma de Jîld fue claro y provenía del lugar de donde iban los inquisidores.
Antes de darme cuenta comencé a correr a una distancia prudente del grupo que daba persecución a la mujer, deseaba toparme con la pantera antes de que algo malo sucediese y dieran con ella porque estaba segura de que aquel grupo de inquisidores no estaba allá solo para divertirse con campesinos.

A medida que avanzaba el olor de la pantera se volvió más notorio, hasta el momento en que me di cuenta de que estaba demasiado cerca de mi al igual que los inquisidores. Oculte mi cuerpo en los ramajes del bosque y aguarde; desde mi posición era capaz de ver al grupo de la persecución pero era incapaz de notar la figura de la felina por algún sitio; entonces las cosas se pusieron serias. Él hombre del grupo amenazaba a la campesina y aunque deseaba poder hacer algo por ella, mi prioridad era la otra miembro de la manada.

Iba a moverme nuevamente cuando fui acorralada por un hombre que me cubrió la boca al instante, pero su aroma lo delataba como otro cambiaformas, alguien como yo y Jîld. Su mirada era sería y la mía igual, notaba como ambos desconfiábamos del otro pero no éramos capaces de hacer algo en contra del otro, en primera porque no estábamos seguros de ser realmente enemigos y en segunda porque eso hubiese llamado la atención del grupo, a pesar de que momentos después eso pareciera ser lo más conveniente.
Camila… ese es mi nombre – fue lo único que le dije a aquel individuo antes de que el sonido de un caballo hiciera acto de presencia y de entre las sombras apareciera Jîldael – Descuidada… – dije apenas en un susurro y antes de darme cuenta aquel hombre comenzaba a despojarse de la ropa para transformarse en un jaguar y salir disparado en la dirección que una nueva persecución daba inicio.

No aguarde mucho tiempo después de él, pues cambie a mi forma de lince para salir por lo que era la falda del vestido aquel que llevaba, solo para seguir la persecución de aquel grupo. Lo bueno de los bosques, es que retrasan algo a los caballos y digo bueno porque de esa manera era más sencillo que les diera alcance.  Pase a un lado de aquellos caballos, observando con detenimiento aquellos seres llamados inquisidores; un gran león negro que intuí era el otro cambiaformas estaba más adelante dispuesto a hacerles frente y más allá podía ver a Jîld en su caballo, o así fue hasta que terminaron cayendo ella y la campesina. Fui de largo, dejando al león en aquel punto y apresurando el paso para llegar a Jîld.
“Levantate…debes irte ahora. Corre que buscaremos como distraerles” Le hablaba aún en mi forma de lince, esperando que no fuera muy tarde para huir.
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