La caza - privado

por **Sadreth Rousz** Lun Jul 24, 2017 8:07 am

No, Sean no había buscado a este idiota, simplemente lo había visto sin querer, se le había movido la tierra y el cielo, después de veinte estúpidos años no era posible que él volviera así como si nada a presentarse delante, aunque realmente no había pasado así, sin embargo por qué si el maldito mundo era tan grande debían toparse en el mismo sitio. No sabía tampoco como era que había terminado averiguando donde vivía, parecía acosador, pero no importaba mientras el otro no se enterara todo estaría bien, al vampiro no le interesaba hablar con él, quizá matarlo, pero no más, había quedado dolido, defraudado y por si fuera poco, abandonado ¿Cómo era posible que a Moos le ocurriera tal cosa? ¡Oh sí, claro! Cuando al imbécil se le ocurrió enamorarse.

Esa noche como muchas otras había ido al bosque, no con la intención de relajarse, no, había sido pura y llana maldad, era todo, había usado sus poderes en el hombre que se encontraba en el la cama, se había divertido tanto por verlo gimotear, pero bueno suponía que tendría aquella diversión cuando los negocios terminaran, tendría que dejarlo y eso le hacía molestar. De nuevo el oso despertó y Sean se había esfumado por la ventana, ya tenía una práctica nata para hacer aquello así que no representaba ningún problema real, además siempre podía negarlo o intentar acabar con su vida, que eso sería mucho más divertido.

Se adentró en el bosque sin embargo el efluvio animal tan conocido parecía perseguirle, esta vez se había desesperado tanto que había salido de su maldita habitación, Sean rió sin recato de que alguien pudiera escucharle mientras se giraba para encarar al oso que sin saberlo iba en su dirección.

Se quedó inmóvil contemplando la enorme figura que avanzaba pero que se podía oler su miedo, su desconcierto y eso mismo le fascinaba a Sean, le gustaba saber lo que provocaba en los demás -Vaya, vaya pero que desagradable coincidencia- preguntó ladeando la sonrisa mientras se remangaba las mangas de la camisa para dejar sus brazos descubiertos, el cabello le bailaba un poco a causa del viento pero su porte era seguro igual que sus palabras -Alguien te podría dar caza así... ¿Qué no ves que es noche para un niñato inmaduro como tú?- tensó la mandíbula porque muchas noches se había controlado por no quebrarle el cuello pero saber que él ya estaba consciente de su presencia sólo hizo acrecentar aquél deseo.