AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Temporada de caza [Privado]
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Temporada de caza [Privado]
Saldrás adelante. Será muy doloroso, pero lo conseguirás.
Dennis Lehane
Hacía tan poco que creyó poder ser la mujer más feliz del mundo y entonces, llegó la carta que cambiaba todo de manera brusca e inevitable. La cambiante adoraba a Keath, lo amaba por encima de todo y pese a eso, existía aún alguien a quien podía decir que amaba mucho más; una mujer que había heredado sus dones a Camila al igual que sus cabellos dorados. Su madre era un punto importante para ella y lo escrito en la hoja que sostenía firme mientras andaba por las calles era una broma de mal gusto, debía serlo.
Esa mañana había estado preparando para verse con Keath en el centro cuando llegaron con las terribles noticias que ahora se negaba a creer. En un inicio pensó era de su madre, pero al comenzar a leer se dio cuenta de que no era así. La carta había sido enviada por unos vecinos del campo, una familia de cambiantes con quienes su madre y Camila siempre se llevaron bien. Entre las lineas existía una historia que demostraba lo buena que era su madre, pero lo terrible que les esperaba entonces. Con una caligrafía hermosa, se relataba la historia de como su madre había salvado a un pequeño niño estando en su forma animal y como la madre del pequeño le vio regresar a su forma humana, provocando algo inevitable cuando una persona común comienza a hablar de lo que ha visto. Una visita de los inquisidores.
Camila sabía de sobra que en esos tiempos donde se buscaban culpables más que nunca, un descuido como el de su madre era mortal y eso era lo que venía más delante en el relato de la carta. Junto a las sinceras palabras de consuelo, se decía que su madre sería asesinada en París en lo que se conocían como ejecuciones publicas, más no cualquier clase de ejecución. La inquisición había implementado una nueva forma de mantener a los sobre naturales a raya y esa era asesinar pequeños grupos en varias plazas. Parte del corazón de la gata se negaba a creer algo así, pero la fecha indicada entre las lineas que se negara a creer, destinada para la ejecución era ese mismo día; también se mencionaba el lugar y la manera en la que descubrieron esos detalles, la Iglesia deseaba que los que vecinos del campo asistieran a ver como un ser del demonio recibía su castigo y se expiaban sus culpas.
Había caminado casi sin notar a donde es que la guiaban sus pasos y fue hasta que el aroma del perro llegó a ella que de verdad lo busco. Los ojos de ambos se encontraron y sin decir palabra alguna, la gata estiro la carta a Keath.
– Llegó esto a casa y aunque estoy segura de que es una broma o un error, ¿Me acompañarías a asegurarme? – en el fondo sabía que aquello no era una broma y mucho menos un error. Conocía a su madre y el motivo de su captura era la clase de descuido que ella tendría, aún así no quería creerlo hasta que la viera con sus propios ojos y si eso llegaba a pasar, no quería a nadie cerca de ella que no fuera Keath. Se mantuvo silente, aguardando a que él leyera aquellas letras que la dejaran confundida y solo una vez que lo vio terminar suspiro – ¿Qué piensas sobre eso?
Dennis Lehane
Hacía tan poco que creyó poder ser la mujer más feliz del mundo y entonces, llegó la carta que cambiaba todo de manera brusca e inevitable. La cambiante adoraba a Keath, lo amaba por encima de todo y pese a eso, existía aún alguien a quien podía decir que amaba mucho más; una mujer que había heredado sus dones a Camila al igual que sus cabellos dorados. Su madre era un punto importante para ella y lo escrito en la hoja que sostenía firme mientras andaba por las calles era una broma de mal gusto, debía serlo.
Esa mañana había estado preparando para verse con Keath en el centro cuando llegaron con las terribles noticias que ahora se negaba a creer. En un inicio pensó era de su madre, pero al comenzar a leer se dio cuenta de que no era así. La carta había sido enviada por unos vecinos del campo, una familia de cambiantes con quienes su madre y Camila siempre se llevaron bien. Entre las lineas existía una historia que demostraba lo buena que era su madre, pero lo terrible que les esperaba entonces. Con una caligrafía hermosa, se relataba la historia de como su madre había salvado a un pequeño niño estando en su forma animal y como la madre del pequeño le vio regresar a su forma humana, provocando algo inevitable cuando una persona común comienza a hablar de lo que ha visto. Una visita de los inquisidores.
Camila sabía de sobra que en esos tiempos donde se buscaban culpables más que nunca, un descuido como el de su madre era mortal y eso era lo que venía más delante en el relato de la carta. Junto a las sinceras palabras de consuelo, se decía que su madre sería asesinada en París en lo que se conocían como ejecuciones publicas, más no cualquier clase de ejecución. La inquisición había implementado una nueva forma de mantener a los sobre naturales a raya y esa era asesinar pequeños grupos en varias plazas. Parte del corazón de la gata se negaba a creer algo así, pero la fecha indicada entre las lineas que se negara a creer, destinada para la ejecución era ese mismo día; también se mencionaba el lugar y la manera en la que descubrieron esos detalles, la Iglesia deseaba que los que vecinos del campo asistieran a ver como un ser del demonio recibía su castigo y se expiaban sus culpas.
Había caminado casi sin notar a donde es que la guiaban sus pasos y fue hasta que el aroma del perro llegó a ella que de verdad lo busco. Los ojos de ambos se encontraron y sin decir palabra alguna, la gata estiro la carta a Keath.
– Llegó esto a casa y aunque estoy segura de que es una broma o un error, ¿Me acompañarías a asegurarme? – en el fondo sabía que aquello no era una broma y mucho menos un error. Conocía a su madre y el motivo de su captura era la clase de descuido que ella tendría, aún así no quería creerlo hasta que la viera con sus propios ojos y si eso llegaba a pasar, no quería a nadie cerca de ella que no fuera Keath. Se mantuvo silente, aguardando a que él leyera aquellas letras que la dejaran confundida y solo una vez que lo vio terminar suspiro – ¿Qué piensas sobre eso?
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Temporada de caza [Privado]
“Imaginemos el horizonte en nuestras manos”
Lo que yo llamaba vida estaba exactamente entre mis dedos en aquel tiempo próspero que había conseguido. Estaba claro, por mi sonrisa tan alargada y juguetona, que estaba cumpliendo las expectativas de mi vida tal y como siempre había soñado. Sueños burdos, tan escasos que la similitud con los de un animal eran casi cien de cien. No deseaba más que conocer a una hermosa mujer para enamorarme, casarme, tener hijos y cuidarla hasta envejecer y morir. En su momento había pensado que lo había encontrado, pero las enfermedades y los malos ratos me llevaron inevitablemente a aceptar la crueldad del mundo. Y ahora me había encaminado nuevamente, con una mujer de dorados cabellos largos y ojos marrones, oscuros y voraces. Solo pensar en la suave curvatura de su espalda me provocaba espasmos de placer que me dirigían directamente a su búsqueda. Pero aquel día no necesitaba importunarla, ya tenía la cita enmarcada, debía encontrarme cuando el sol esté a pleno en la ciudad. Justo en el centro de Paris. Ambos dos vivíamos algo alejados de aquella zona, principalmente porque era el lugar donde más cazadores e inquisidores iban en búsqueda de nuestras cabezas. Nuestra pareja era fácil de disimular, gato y perro de casa eran nuestras transformaciones predilectas. Por lo cual, habíamos tenido pocos enfrentamiento a mano armada, algo que me dejaba tranquilo de cierta manera. Pues tenía tatuado en mi cabeza que al primer descubrimiento profundo de alguno de los dos, nos obligaría a irnos muy lejos. Si es que sobrevivíamos.
Estiré con desgano los brazos en tanto me adentraba a una panadería que hacía no mucho tiempo había abierto. Panes calientes rellenos con dulce y otros con queso. Los olisqueé con ganas de devorarlos allí mismo y entre una simple conversación matutina sobre el clima y la humedad terminé de seleccionar lo que llevaría. Seguro la gata no había comido, era glotona solo cuando tenía los alimentos frente a ella. Allí seguí mi camino con la bolsa de madera tibia entre manos. En lo cual engullía una de las compras, dejando la mitad dentro y la otra colgando entre mis labios. Masticaba bruscamente mirando a las personas a mi alrededor curiosamente. La ciudad estaba con mucho movimiento, la gente pasaba de un lado a otro. Sonrisas de entusiasmo y otras de miedo era lo que podía ver. Realmente no entendía que era lo que podía llegar a estar pasando. Quizá era una fecha patria y no lo sabía. Intenté recordar algo en tanto la bola de pan se mecía en mi boca, pero pronto la figura felina de labios curveados y ojos adormecidos me adentró en otro mundo y sonriéndole a medias por culpa de lo que estaba devorando me decidí a acercarme más rápido. Usualmente los brazos de ella se hundían entre mis hombros y espalda y sus labios se paseaban por mi mejilla e igual los míos. Pero en aquel caso solo su mano se alargó algo pausada. Por lo que tragué con dificultad y le tendí la bolsa de madera. Pudiendo así enfocarme en leer el manuscrito que me pasaba.
— ¿Una carta? A ver, dame un momento. — Balbuceé observando primero el sobre, era normal, color natural amarillento. Llevaba una caligrafía buena y para nada sospechosa, por lo que me tranquilicé en los primeros segundos. Me habían dicho que las cartas negras escritas en máquina solían ser de la Iglesia. Hice sonar con cuidado el cuello y me dispuse a leer. Mis ojos verde oscuros se abrieron con sorpresa y pestañeando como quien no termina de comprender, volví a releer, sin poder responderle del todo a la cambiante que estaba frente a mí. Mis labios se alzaron y mirando hacia atrás tenuemente pensé que quizá era por eso que la gente estaba andando alteradamente. En aquella zona aquel suceso era todo un festival, como si con eso hicieran algo bueno para el mundo. — [...] Vamos a mirar de lejos. La gente estaba corriendo de un lado al otro por allá, cerca de esa plaza. Así que no sé bien que decirte. Se supone que será en menos de una hora. Dame la mano, vayamos a ver por las dudas. — Mis palabras fluían con la calma que tan habitual era en mí. Podía ser muy molesto y alarmante cuando me lo proponía, pero sabía tener tacto con las cosas dolorosas. Sabía tocar tan suave como la punta de una pluma. Y por eso la arrullé entre los brazos mientras con una mano sacaba un trozo de factura caliente y buscaba abrir sus labios. — Prueba, seguro no haz desayunado. — Besando su mejilla me dejé conducir al lugar. Conocía la ciudad como la palma de mis manos, sabía exactamente por donde deambulaban los cazadores e inquisidores, las fronteras en las que debía tener cuidado, había investigado lo suficiente en aquellos meses de terrible miedo a que algo nos ocurriera. Más a ella que a mí.
“Nada rozará tu piel sin mi consentimiento”
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: Temporada de caza [Privado]
El mundo es un lugar sin corazón
Sarah Moore Fitzgerald
Sus preocupaciones eran claras, con inquisidores detrás de su madre, si es que aquello era cierto; lo más seguro es que después de darle muerte a ella y si es que de alguna manera sabían de su existencia, lo más seguro era que fueran tras ella. A Camila no le preocupaba eso, ella podía desaparecer pero le preocupaba el hecho de que no podría dejar a Keath ahí sin decir nada y tampoco era que fuera a dejarlo, ella se estaba dispuesta a ir tras él, sim importar a donde fuera. Los dos se habían unido de una manera en la que la gata creía imposible, precisamente porque su naturaleza aunque amorosa, era más bien un tanto solitaria pero había llegado aquel hombre, con sus sonrisas y sus gestos amables a mostrarle que no todo en aquel mundo era estar sola y luchar por causas que quizás no tuvieran tanta importancia. Las prioridades de Camila cambiaron e incluso cuando Hero fue a verla noto que para ambos las cosas era diferentes, las intenciones de ambos amigos era llevar una vida más pacifica; y todo ese sueño que se gestaba en la mente de la cambiante se desmoronaba como un castillo en la arena, gracias a la carta que llevaba en su mano y que ofreció rápidamente al canino. Keath era la parte más importante en la vida de Camila en esos momentos, pero su madre siempre estaría sobre todo.
Las manos de ambos hicieron un cambio, la carta por una bolsa que olía realmente bien y aún con eso, ella se sentía incapaz de probar bocado alguno hasta saber que aquella carta era un error, una mentira de alguien que planeaba jugarle una mala broma. No podía mentirse, se encontraba nerviosa de descubrir si aquello era verdad y de serlo ¿Qué iba a hacer? No podía arriesgarse a tratar de salvarla cuando en aquel lugar le apresarían fácilmente y peor aún, sabiendo que Keath iría tras ella conociendo la naturaleza protectora del perro. Los ojos de la felina se enfocaban en el rostro masculino y en cada gesto que aparecía. Sabía muy bien que no existían palabras de consuelo si es que aquello resultaba real, pero tampoco las quería; Camila creía en lo profundo de su ser que si él le abrazaba, todos los pesares se le irían de un momento a otro y todo indicaba que el momento de verificar esa teoría estaba cerca.
– Tranquilo, yo ni siquiera sé que pensar – admitió con pesar y aún así le sonrió, tratando de no arruinar del todo aquella reunión, aunque todo había sido llevado al fracaso en el momento que ella leyó la carta. La mano de la felina sujeto fuertemente la ajena y rió por lo bien que parecía conocerla el perro – En eso tienes razón, no he comido nada – olisqueo aquello que le daba y mordió un trozo antes de que ambos se embarcaran en aquel camino hasta donde se suponía se llevaría a cabo la ejecución.
Si existía algo bueno de todo aquello era que las calles estaban repletas de gente, todo esperando por tener un buen puesto para cuando las muertes fueran llevadas a cabo. Los cambiantes entre todas aquellas personas, eran únicamente una pareja más; unos curiosos como todos que iban a ver como aquellos monstruos eran eliminados del mapa. La emoción de algunos humanos le resultaba repugnante; parecía ser que ellos no se daban cuenta que aquello era un vil asesinato, una manera cruel de jugar con las vidas de muchos sobre naturales que no todo el tiempo eran culpables de hacer algo incorrecto. Su madre había salvado a un niño, ¿No merecía eso una segunda oportunidad?
Fue cuando llegaron hasta la plaza que Camila se dio cuenta de la magnitud de todo aquello. Faltaba aún algo de tiempo y las personas ya estaban aglomeradas, a la espera del espectáculo.
– No esperaba tanta gente – se pegó con algo de nerviosismo al cuerpo del perro – todos parecen tan deseosos de ver correr sangre últimamente que me aterra – los humanos se volvían más crueles con el pasar del tiempo, hasta los infantes presentes parecían estar felices de ser capaces de ver algo como aquello. – Keath… – centro su mirada en él – si todo esto resulta realidad, ¿Qué haremos? Ellos pueden saber de mi y la verdad es que no quiero que corramos peligro – se sincero respecto a eso, ya que probablemente también pasara por la mente del perro todo aquello. ¿Estaban dispuestos a dejar París por una temporada? más aún ¿Estaba ella dispuesta a dejar su hogar, su trabajo y los conocidos que poseía? No era tan sencillo, porque con todo aquello estaban sus recuerdos. Estado en esa plaza ya no tenía más hambre, solo ansiedad. Se acercó más al perro, hasta poder abrazarle y cerrar los ojos, centrando sus sentidos únicamente al olor masculino que la llevaba a otro sitio – Deberíamos buscar un lugar más tranquilo y menos peligroso, así podríamos formar una familia sin temor a nada – dijo de manera casual y esperaba la respuesta cuando la gente comenzó a gritar emocionada; la hora había llegado.
Con el temor a flor de piel y el corazón latiendo desbocado en su pecho fue que se alejo de Keath lo suficiente como para mirar a las personas que iban a ser ejecutadas en aquella plaza. Con cada uno de los que pasaban a formar parte de una fila de sobre naturales, iba tranquilizando su alma, ninguno de ellos era su madre – No la ve… – iba a decir aquello de manea victoriosa cuando unos cabellos rubios idénticos a los suyos aparecieron para recordarle que la vida era efímera y que cualquier acto de bondad podía ser mal visto; como prueba de eso, su madre formaba parte de la fila de sobre naturales a ejecutar y la gata se aferro a Keath antes de que las fuerzas le dejaran por completo.
Sarah Moore Fitzgerald
Sus preocupaciones eran claras, con inquisidores detrás de su madre, si es que aquello era cierto; lo más seguro es que después de darle muerte a ella y si es que de alguna manera sabían de su existencia, lo más seguro era que fueran tras ella. A Camila no le preocupaba eso, ella podía desaparecer pero le preocupaba el hecho de que no podría dejar a Keath ahí sin decir nada y tampoco era que fuera a dejarlo, ella se estaba dispuesta a ir tras él, sim importar a donde fuera. Los dos se habían unido de una manera en la que la gata creía imposible, precisamente porque su naturaleza aunque amorosa, era más bien un tanto solitaria pero había llegado aquel hombre, con sus sonrisas y sus gestos amables a mostrarle que no todo en aquel mundo era estar sola y luchar por causas que quizás no tuvieran tanta importancia. Las prioridades de Camila cambiaron e incluso cuando Hero fue a verla noto que para ambos las cosas era diferentes, las intenciones de ambos amigos era llevar una vida más pacifica; y todo ese sueño que se gestaba en la mente de la cambiante se desmoronaba como un castillo en la arena, gracias a la carta que llevaba en su mano y que ofreció rápidamente al canino. Keath era la parte más importante en la vida de Camila en esos momentos, pero su madre siempre estaría sobre todo.
Las manos de ambos hicieron un cambio, la carta por una bolsa que olía realmente bien y aún con eso, ella se sentía incapaz de probar bocado alguno hasta saber que aquella carta era un error, una mentira de alguien que planeaba jugarle una mala broma. No podía mentirse, se encontraba nerviosa de descubrir si aquello era verdad y de serlo ¿Qué iba a hacer? No podía arriesgarse a tratar de salvarla cuando en aquel lugar le apresarían fácilmente y peor aún, sabiendo que Keath iría tras ella conociendo la naturaleza protectora del perro. Los ojos de la felina se enfocaban en el rostro masculino y en cada gesto que aparecía. Sabía muy bien que no existían palabras de consuelo si es que aquello resultaba real, pero tampoco las quería; Camila creía en lo profundo de su ser que si él le abrazaba, todos los pesares se le irían de un momento a otro y todo indicaba que el momento de verificar esa teoría estaba cerca.
– Tranquilo, yo ni siquiera sé que pensar – admitió con pesar y aún así le sonrió, tratando de no arruinar del todo aquella reunión, aunque todo había sido llevado al fracaso en el momento que ella leyó la carta. La mano de la felina sujeto fuertemente la ajena y rió por lo bien que parecía conocerla el perro – En eso tienes razón, no he comido nada – olisqueo aquello que le daba y mordió un trozo antes de que ambos se embarcaran en aquel camino hasta donde se suponía se llevaría a cabo la ejecución.
Si existía algo bueno de todo aquello era que las calles estaban repletas de gente, todo esperando por tener un buen puesto para cuando las muertes fueran llevadas a cabo. Los cambiantes entre todas aquellas personas, eran únicamente una pareja más; unos curiosos como todos que iban a ver como aquellos monstruos eran eliminados del mapa. La emoción de algunos humanos le resultaba repugnante; parecía ser que ellos no se daban cuenta que aquello era un vil asesinato, una manera cruel de jugar con las vidas de muchos sobre naturales que no todo el tiempo eran culpables de hacer algo incorrecto. Su madre había salvado a un niño, ¿No merecía eso una segunda oportunidad?
Fue cuando llegaron hasta la plaza que Camila se dio cuenta de la magnitud de todo aquello. Faltaba aún algo de tiempo y las personas ya estaban aglomeradas, a la espera del espectáculo.
– No esperaba tanta gente – se pegó con algo de nerviosismo al cuerpo del perro – todos parecen tan deseosos de ver correr sangre últimamente que me aterra – los humanos se volvían más crueles con el pasar del tiempo, hasta los infantes presentes parecían estar felices de ser capaces de ver algo como aquello. – Keath… – centro su mirada en él – si todo esto resulta realidad, ¿Qué haremos? Ellos pueden saber de mi y la verdad es que no quiero que corramos peligro – se sincero respecto a eso, ya que probablemente también pasara por la mente del perro todo aquello. ¿Estaban dispuestos a dejar París por una temporada? más aún ¿Estaba ella dispuesta a dejar su hogar, su trabajo y los conocidos que poseía? No era tan sencillo, porque con todo aquello estaban sus recuerdos. Estado en esa plaza ya no tenía más hambre, solo ansiedad. Se acercó más al perro, hasta poder abrazarle y cerrar los ojos, centrando sus sentidos únicamente al olor masculino que la llevaba a otro sitio – Deberíamos buscar un lugar más tranquilo y menos peligroso, así podríamos formar una familia sin temor a nada – dijo de manera casual y esperaba la respuesta cuando la gente comenzó a gritar emocionada; la hora había llegado.
Con el temor a flor de piel y el corazón latiendo desbocado en su pecho fue que se alejo de Keath lo suficiente como para mirar a las personas que iban a ser ejecutadas en aquella plaza. Con cada uno de los que pasaban a formar parte de una fila de sobre naturales, iba tranquilizando su alma, ninguno de ellos era su madre – No la ve… – iba a decir aquello de manea victoriosa cuando unos cabellos rubios idénticos a los suyos aparecieron para recordarle que la vida era efímera y que cualquier acto de bondad podía ser mal visto; como prueba de eso, su madre formaba parte de la fila de sobre naturales a ejecutar y la gata se aferro a Keath antes de que las fuerzas le dejaran por completo.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Temporada de caza [Privado]
“No sufrirás por ningún mañana sin mí”
La situación era mucho peor que complicada, mi corazón latía tan pavorosamente que por un segundo pensé que se me escaparía corriendo del pecho. Estábamos parados a solo metros de la inquisición. La iglesia estaba haciendo uso de grandes y floreadas palabras de desgracia, del cielo y de la pureza hacía aquellos que habían nacido malditos. “Malditos” Pensé para mí mismo, un tanto asustado pero para nada acobardado; seguía el camino que estaba en mi cabeza, llegando a aquella plaza tan famosa. Incluso había leyendas sobre miles de fantasmas que aún convivían en aquel lugar. Los espíritus de los sobrenaturales. Eso es lo que parlaban esos mitos y no había nada más doloroso que saber que era una realidad. Una verdad que solo unos pocos conocían. Apreté el brazo de la felina, acercándola un poco más a mí. No podía aceptar que se vaya un paso más adelante, pues todo el tiempo tenía miedo de que me la arrebataran. Sus cabellos rubios y hermosos, completamente alborotados y deseando ser acariciados. Su piel y su nariz respingada que siempre daba la ilusión de estar sonriendo. Pero detrás de esas miradas había soledad, un pasado triste del cual me había enterado poco. Pero la conocía, lo hacía lo suficiente como para saber que necesitaba que la sostenga ese día.
Pues aún sin haber visto a aquella que de renombre era mi futura cuñada, estaba al tanto de la realidad en la que vivíamos y que no era descocado que eso estuviese por ocurrir. Por ello mismo tomé todo el aliento que pude para sonreírle y compartir un pedazo de pan mientras caminábamos. Intentaba distraerla, con toques suaves en su cintura y palabras dulces que se deslizaban a sus mejillas. Pero ella estaba compenetrada mirando a los alrededores. Los humanos que llevaban parte de demonios adentro. Algunos incluso tenían banderas. En aquellos casos siempre recordaba a aquella que había sido mi esposa, ‘ellos son así porque no saben, porque no tienen ese don y como para todos, lo desconocido suele ser pecado’. Por eso mismo, aún cuando los observaba con tanto repudio, no podía odiarlos, no podía desearles la muerte, pues era la ignorancia lo que los llevaba a ser de esa manera. La bolsa de desayuno, ya un poco más vacía, fue hundida en el bolso que llevaba colgando, dejando así mis dos manos libres. Sabía que las iba a necesitar y cuando acomodaba aquello fue que ella terminó por separarse tan solo unos centímetros de mí.
Me alarmé automáticamente. Mis ojos verde oscuros con un naranja extraño por dentro se abrieron y me abalancé a ella, sujetando su cuerpo por debajo de sus pechos, una sola mano era suficiente para agarrar casi todo su torso y la otra se apretó a su abdomen, buscando que se hunda en mi pecho por completo. Me había dedicado a acomodarme en un costado, donde se podía ver todo, pero estábamos lo suficientemente lejos para no sentir que nos encontrábamos al lado. Las habilidades que teníamos, los sentidos acelerados, provocaban que las voces -y los gritos sobre todo- se escuchen mucho más agudos. — No lo sé. Haré lo que tu me pidas, me meteré al fuego si eso es lo que deseas, princesa. No te alejes demasiado. Nos quedaremos mirando por ahora… — No pude responder mucho más que eso, había dos cosas que podían pasar, que ella estuviera o que no. Y la última no me parecía demasiado posible. Pero, ¿qué haríamos entonces? La idea de intentar salvarla pasaba bajamente por mi cabeza. Yo deseaba tener hijos, una casa mediana y a aquella rubia cocinándome todos los días para mi deleite. Agonizar en la cama con su cuerpo y no despegarme de ella. Pero esa situación eran las que nos llevaban al límite y a la desesperación.
Y fue entonces cuando Camila se erupcionó, de tal forma que me pareció verle la intensión de salir corriendo. Pero su cuerpo se entrelazó al mío y antes de que los gritos de los espectadores hicieran eco; abracé su complexión desde la espalda, enrollando mis manos sobre su ombligo. — Camila… Lo siento tanto amor. Lo siento por esto. — Sujetando sus muñecas la apresaba en mí, escondiendo el rostro en su cuello, mientras el abrazo se hacía acaparador. El inquisidor que tomaba las almas de los condenados estaba apareciendo, con una antorcha larga y prendida fuego, un cura empezaba a orar el padre nuestro, cada vez más fuerte, mientras la yesca y el combustible eran puestos por debajo de aquellas personas. Mis ojos se sentían húmedos, la fuerza estaba al ras de mi propio límite. Ambos éramos cambiaformas desde hacía más de cuarenta años, habíamos vivido cosas horribles y jamás había derramado una lágrima. Esa vez, tenía al amor de mi vida apresado entre mis manos, impidiéndole ir a rescatar a aquella mujer que le había dado la vida. Y me sentía el peor hombre del universo. — Te amo, no mires, abrázame fuerte. — Susurré justo cuando la oración terminaba y aquellos horribles seres estaban a punto de dejar caer la antorcha. Y yo estuve a punto de dejarla ir, sentía la sangre hirviendo y el deseo de ir a ayudar emanaba de mí con demasiadas fuerzas. Pero no podía, por nuestra seguridad. Más de cien custodios estaban esparcidos por la zona y cualquier movimiento en falso haría que fuese nuestro fin. Si tan solo lo hubiésemos sabido antes podríamos haber ido a rescatarla, ahora, ya era demasiado tarde.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: Temporada de caza [Privado]
Ella siempre sería mi madre, le dije, pero tenía que marcharme. En todo caso, expliqué, para mí ella ya no estaba en ese arriate. La había puesto en otra parte. El único lugar donde podía acceder a ella. Dentro de mí.
Cheryl Strayed
Se mantenía cerca de él, estaba consciente enteramente de que si las cosas resultaban mal, poco había por hacer. Esperaba que toda la información en la carta fuera una mentira y que milagrosamente su madre se encontraba a salvo, pero con cada segundo que pasaba, dejaba de creer de esa manera. Afortunadamente tenía a Keath a un lado de ella para sostenerla en los momentos donde no pudiese más y creyera que su fuerza de voluntad flaquearía. De verdad que cuando todo aquello terminara, ya fuese para bien o para mal, no tendría nada más que hacer que no fuera amarle mucho más de lo que ya lo hacía y agradecer por siempre su compañía. Para el canino tampoco debía ser sencillo estar en aquel lugar y sin embargo, le acompañaba de manera fiel. Keath era el mejor hombre que ella pudo encontrar y estaba completamente agradecida de eso. De hecho, aunque su mente se preocupara por varias cosas, trataba de sonreírle y demostrarle que estaba bien; en parte era inútil, pues la conocía lo suficiente como para saber que mentía, pero era tan bueno como para no hacérselo saber de inmediato.
Estando en esa plaza, con las personas rodeando y deseando que el fin de los sobre naturales llegara; lo único que Camila deseaba hacer, era escapar. Salir corriendo de aquel lugar al lado de perro y no mirar atrás. Olvidar que probablemente su madre se encontraría entre los que morirían y decirle al hombre que amaba que se fueran lejos, que olvidaran todo y trataran de vivir una vida más pacifica lejos de París y sus peligros; pero las cosas no eran tan sencillas. Ambos tenían una vida ahí, trabajos y amigos; situaciones y cosas que no eran tan sencillas de dejar, pero la felina se sabía capaz de dejar todo aquello si es que el perro iba a su lado. Ese hombre le mostraba una nueva vida y ella no planeaba desperdiciar la posibilidad de una vida mejor a su lado. Hablo de planes sobre el futuro con tal de evitar los temas que le pongan nerviosa. No quería pensar en que supieran de ella y sabía que si su madre estaba presa, jamás la delataría. Sus padres, junto a Keath, eran los amores de la vida de Camila. La felina tenía amigos como Hero, conocidos importantes como Jîldael; pero ninguno de ellos se comparaba con la importancia de esas tres personas en su vida y aunque su padre ya no estaba; las enseñanzas de aquel hombre sobre la bondad que existía en algunos corazones completamente mortales, no se habían desvanecido de la mente de la gata.
– No voy a alejarme, voy a quedarme cerca de ti – aseguro mientras aquellos brazos le rodeaban el cuerpo y aunque no lo sabía, aquello fue lo más acertado que el canino pudo haber hecho en aquellos momentos, pues cuando los sobre naturales comenzaron a hacer su aparición, al final de todos, se encontraba su madre.
La fuerza abandono el cuerpo de la cambiante y trato de manera inconsciente de alejarse de Keath e ir en busca de su madre, pero su cuerpo no se movió de donde se encontraba, pues era fuertemente sostenida. Las palabras del perro no podían alcanzarla del todo, le escuchaba apenas como un susurro lejano que trataba de traerle de vuelta a ese momento, pero Camila se encontraba lejos. Tenía los ojos perdidos en la figura de su madre, el rostro desencajado y las ganas de maldecir al mundo entero. Pese a la situación en que se encontraba, su madre se veía igual que siempre y de hecho, parecía estar tratando de calmar al sobre natural que estaba a un lado de ella. Siempre había sido así, una luz en el camino de aquellos que se la topaban pero esa luz ya no iluminaría el camino de la gata. Cuando el inquisidor que llevaba la antorcha dio comienzo de su marcha, los ojos de la madre de Camila pasearon sobre la multitud y aunque para ese punto la gata ya poco podía ver por las lagrimas contenidas; supo que le había visto. “No mires” Escucho decir a Keath y de cierta manera, creyó que su madre también le decía aquello, pero no dejo de mirar.
No se podía salvar a todos y existían momentos en los que era necesario decir adiós, soltar parte de lo que más amábamos y vivir en nombre de eso. ¿No era aquello lo que decía su madre? Por eso era que le envió de vuelta a París en un inicio, para que viviera por su cuenta. Su madre deseaba que se equivocara, que acertara, que se enamorara e hiciera todo aquello que ella misma había hecho en su juventud y seguramente, al ver a su hija en aquel lugar en compañía del perro, se sentía feliz.
“No mires” escucho esta vez en su mente, pero no era Keath el que hablaba, sino ella misma y mientras el inquisidor soltaba la antorcha, los ojos de Camila se cerraron y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Los gritos de euforia sustituían los de desesperación de aquellos que estaban falleciendo y lo único que le recordaba que estaban en una ejecución, era el olor de la carne de aquellos condenados a morir; en ese punto fue cuando de verdad y sin atreverse a abrir los ojos, lloro como nunca antes.
Cheryl Strayed
Se mantenía cerca de él, estaba consciente enteramente de que si las cosas resultaban mal, poco había por hacer. Esperaba que toda la información en la carta fuera una mentira y que milagrosamente su madre se encontraba a salvo, pero con cada segundo que pasaba, dejaba de creer de esa manera. Afortunadamente tenía a Keath a un lado de ella para sostenerla en los momentos donde no pudiese más y creyera que su fuerza de voluntad flaquearía. De verdad que cuando todo aquello terminara, ya fuese para bien o para mal, no tendría nada más que hacer que no fuera amarle mucho más de lo que ya lo hacía y agradecer por siempre su compañía. Para el canino tampoco debía ser sencillo estar en aquel lugar y sin embargo, le acompañaba de manera fiel. Keath era el mejor hombre que ella pudo encontrar y estaba completamente agradecida de eso. De hecho, aunque su mente se preocupara por varias cosas, trataba de sonreírle y demostrarle que estaba bien; en parte era inútil, pues la conocía lo suficiente como para saber que mentía, pero era tan bueno como para no hacérselo saber de inmediato.
Estando en esa plaza, con las personas rodeando y deseando que el fin de los sobre naturales llegara; lo único que Camila deseaba hacer, era escapar. Salir corriendo de aquel lugar al lado de perro y no mirar atrás. Olvidar que probablemente su madre se encontraría entre los que morirían y decirle al hombre que amaba que se fueran lejos, que olvidaran todo y trataran de vivir una vida más pacifica lejos de París y sus peligros; pero las cosas no eran tan sencillas. Ambos tenían una vida ahí, trabajos y amigos; situaciones y cosas que no eran tan sencillas de dejar, pero la felina se sabía capaz de dejar todo aquello si es que el perro iba a su lado. Ese hombre le mostraba una nueva vida y ella no planeaba desperdiciar la posibilidad de una vida mejor a su lado. Hablo de planes sobre el futuro con tal de evitar los temas que le pongan nerviosa. No quería pensar en que supieran de ella y sabía que si su madre estaba presa, jamás la delataría. Sus padres, junto a Keath, eran los amores de la vida de Camila. La felina tenía amigos como Hero, conocidos importantes como Jîldael; pero ninguno de ellos se comparaba con la importancia de esas tres personas en su vida y aunque su padre ya no estaba; las enseñanzas de aquel hombre sobre la bondad que existía en algunos corazones completamente mortales, no se habían desvanecido de la mente de la gata.
– No voy a alejarme, voy a quedarme cerca de ti – aseguro mientras aquellos brazos le rodeaban el cuerpo y aunque no lo sabía, aquello fue lo más acertado que el canino pudo haber hecho en aquellos momentos, pues cuando los sobre naturales comenzaron a hacer su aparición, al final de todos, se encontraba su madre.
La fuerza abandono el cuerpo de la cambiante y trato de manera inconsciente de alejarse de Keath e ir en busca de su madre, pero su cuerpo no se movió de donde se encontraba, pues era fuertemente sostenida. Las palabras del perro no podían alcanzarla del todo, le escuchaba apenas como un susurro lejano que trataba de traerle de vuelta a ese momento, pero Camila se encontraba lejos. Tenía los ojos perdidos en la figura de su madre, el rostro desencajado y las ganas de maldecir al mundo entero. Pese a la situación en que se encontraba, su madre se veía igual que siempre y de hecho, parecía estar tratando de calmar al sobre natural que estaba a un lado de ella. Siempre había sido así, una luz en el camino de aquellos que se la topaban pero esa luz ya no iluminaría el camino de la gata. Cuando el inquisidor que llevaba la antorcha dio comienzo de su marcha, los ojos de la madre de Camila pasearon sobre la multitud y aunque para ese punto la gata ya poco podía ver por las lagrimas contenidas; supo que le había visto. “No mires” Escucho decir a Keath y de cierta manera, creyó que su madre también le decía aquello, pero no dejo de mirar.
No se podía salvar a todos y existían momentos en los que era necesario decir adiós, soltar parte de lo que más amábamos y vivir en nombre de eso. ¿No era aquello lo que decía su madre? Por eso era que le envió de vuelta a París en un inicio, para que viviera por su cuenta. Su madre deseaba que se equivocara, que acertara, que se enamorara e hiciera todo aquello que ella misma había hecho en su juventud y seguramente, al ver a su hija en aquel lugar en compañía del perro, se sentía feliz.
“No mires” escucho esta vez en su mente, pero no era Keath el que hablaba, sino ella misma y mientras el inquisidor soltaba la antorcha, los ojos de Camila se cerraron y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Los gritos de euforia sustituían los de desesperación de aquellos que estaban falleciendo y lo único que le recordaba que estaban en una ejecución, era el olor de la carne de aquellos condenados a morir; en ese punto fue cuando de verdad y sin atreverse a abrir los ojos, lloro como nunca antes.
Última edición por Camila De Rose el Miér Abr 01, 2015 12:29 am, editado 1 vez
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Temporada de caza [Privado]
“Asombro que esconde el daño y la penumbra que alumbra la venganza. No dejaré que salgas, ni que huyas.”
Una ira sosegada se formaba entre mis entrañas, mi estómago estaba revuelto y mi nariz quería cerrarse o escaparse de mi rostro para nunca volver. La carne quemada hacía confabulación entre el oxígeno que necesitábamos respirar y los gritos de aliento y desasosiego de los condenados provocaron que una lubricación apareciera en mis ojos. Desde pequeño, me habían enseñado que los hombres solo pueden llorar por tres cosas en la vida; al nacer, al separarse de la familia y por la mujer que amara. Ninguna otra cosa debía de poder desquebrajarme y en ese caso el llanto estaba queriéndose partir al medio, la madre de Camila estaba allí a punto de hacerse ceniza, grasa y aceite. Y por otro lado, tenía a aquella gata entre brazos, temblando como un vil saco de huesos, casi desesperada, con unos ojos perdidos que pocas veces había visto. Me pregunté qué haría yo si fuese mi familia y tuve que sacar el más mínimo pensamiento, porque de otra forma, me tiraría a intentar salvarlos. Apenas un jadeo escondido en gruñido se formó cuando el cuerpo femenino quiso librarse de mi agarre. Pero lamentablemente tuve que apretarle cada hueso hasta que éste se diese cuenta que no había manera de salir. Y con lentitud empecé a caminar por donde la sombra de una pared podía escondernos. Pues estaban todos los humanos festejando, mientras la sangre y el dolor recorría a los sobrenaturales. Y no podíamos dejar que nos viesen en esa desesperación, en esa turbulencia de sentires.
— Shh… Mi princesa, ya está. — Fue un bisbiseo de mis labios sobre sus cabellos, cuando al fin los ojos de la felina se cerraron y la turbulencia de su llanto no se hizo esperar. Estaba tiritando y su rostro enrojecía para lagrimear a viva suerte. Mi pecho subía y bajaba y mis ojos buscaban aquellos que eran iguales a los de Camila, allí estaban, observándonos con una paz que casi hace que los vellos de mi piel se congelen. Entrecerré mi mirada y con cierta calma me quedé esperando una orden. Habíamos cumplido ir a saludarla, de alguna forma, esperaba la bendición de su madre para poder quedarme con la mujer que tenía entre brazos hasta el fin de los días. Y así mismo fue que cuando las llamas empezaron a acariciar la piel de la cambiante, empecé a caminar. Los pies de Camila parecían estar alborotados y efectivamente no estaba escuchándome. Sus lágrimas eran silenciosas, pero me sentí observado por una fracción de segundo. El sexto sentido animal me invitó a que me marchara y cargando sobre mis brazos a la hija de una condenada a muerte, empecé a retirarme en silencio, despacio pero no tanto, intentando llamar la atención al mínimo. El sigilo que tenía no era tan bueno, era tosco y no podía controlar bien mi tamaño, pero no pasó mucho tiempo hasta que el ruido colosal se mitigó y las calles se abrían paso, silenciosas y vacías ante nosotros. Estuve a punto de apoyarla sobre el suelo, pero en cambio me la colgué entre los brazos, cargándola como la princesa que era para mí, dejando que su vestido caiga abultado sobre su piel. — Incluso cuando lloras, eres la mujer más hermosa del mundo. —
Mimé su rostro con besos cálidos mientras caminaba negligentemente, alejándome cada vez más. Habiendo saludado con la cabeza agacha a la madre antes de salir. Fue un “lo siento y gracias”, uno que apenas pude controlar, pues en mis ojos verdes y traslucidos estaba la tristeza encarnada. No solo por la injusticia de lo que estaba sucediendo, sino que también era la desgracia de que vería a mi mujer llorar por días. Pero yo estaría allí, acunándole la tragedia, trabajando para devolverle la sonrisa que las lenguas de las llamas le habían quitado. Y no dije una palabra más hasta llegar a la casa. Miles de cosas cruzaron por mi cabeza. La veía tan indefensa, tan pequeña y desamparada que no me animaba a hablarle. Quizá era lo más prudente, pero yo quería saberlo todo sobre ella. Qué tantas cosas había pasado con la madre, quién era ésta. Jamás habíamos conversado demasiado sobre nuestras familias y quizá ese era un buen momento. Una nueva instancia en nuestra vida, donde cruzaríamos una nueva meta, poco a poco, sentía como mi alma se entrelazaba un poco más en ella. Se hacía cada vez más fuerte y mis intenciones de dejarla ir se anulaban por completo. — ¿Quieres que nos vayamos? Te llevaría a recorrer el mundo si así me lo pidieras. — Sentencié al final, sin poder controlar mi lengua, apretando su cuerpo contra el mío, mientras mi rostro se hundía sobre sus mejillas, oliendo, besando sus lágrimas y sus ojos en lo que poco a poco llegábamos a una casa de mediano tamaño, lo suficiente para estar cómodos y que ella pudiese gritar o golpear si es así lo que deseaba.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: Temporada de caza [Privado]
Me he dicho que tenía que ser fuerte y estar contenta, para que tú me recordaras así.
Nicholas Sparks
Apenas ver a su madre la desarmo. Quizá salir corriendo pese a aquellos brazos que le mantenían presa y pese a todo se obligo a si misma a mantenerse a su lado, mientras que las lágrimas nublaban su visión y apenas en una mirada que apenas y duraba unos segundos, sentía como su madre y ella se despedían. Era imposible de explicar esa unión entre madres e hijos, esa que nunca se rompía a pesar de todo lo que existiera. No era necesario que Camila hablara con su madre para saber lo que estaba pensando. Seguro que no quería que la felina estuviera ahí, pero también debía alegrarse de saberla bien y de que en su partida, su hija no estaría sola. Camila también sabía que en el fondo su madre debía estar contenta, porque siempre le había dicho que en sabía que cuando muriera, se encontraría una ves más con el padre de la cambiante y entonces nada ni nadie podría separarles nuevamente. Podía saber tanto de su madre, como ella de Camila cuando ambas se miraban y sin embargo, aquella sería la ultima charla silenciosa que tuviera con su progenitora pues cuando no pudo más con la visión, sus párpados hicieron su trabajo y todo se volvió oscuro.
Con los ojos cerrados, conteniendo el cuerpo entero para no desplomarse o salir corriendo en dirección a su madre. Camila se dejo guiar por Keath. Se sabía a salvo entre los brazos de aquel hombre que tan valientemente le acompañaba a aquel sitio donde era más que peligroso para ellos; y fue con ella a pesar de todo. Ambos sabían que en aquel lugar ya no quedaba nada más que hacer; los gritos y el olor solo terminaban por destrozar más a la cambiante que trataba de andar de una manera que indicara que todo estaba bien, pero con cada paso que daba las fuerzas le abandonaban y de no ser por el canino, estaba segura que hubiera muerto del pesar o asesinada por lanzarse a tratar de salvar a su madre. En determinado momento los pies de Camila abandonaron el suelo y en un acto reflejo no hizo más que aferrarse a Keath, de una manera que la hacía lucir tan vulnerable como quizás nunca nadie le había visto jamás. Él, sin embargo se había convertido ya en su todo. No había nada más que atara a Camila a un sitio, sino la presencia de aquel cambiante que tan cuidadosamente parecía llevarle entre las calles, mientras que los ojos de la felina seguían derramando la tristeza en lágrimas que fluían sin cesar de sus ojos cerrados. No fue sino hasta que aroma de la carne quemada y los gritos se desvanecieron, que finalmente se atrevió a abrir los ojos y ver el rostro de aquel hombre que aun le llamaba hermosa a pesar de que ella sabía que en aquellos momentos, debía lucir fatal.
– Mentiroso… – respondió entre sollozos, con la pena que no le abandonaría en el alma pero con la fuerza de aquel que le cargaba, acompañándole – Yo creo que entre mis lágrimas luces mucho más apuesto – dijo tratando de sonreír, aunque la felicidad o el intento de bromear no llego a ninguna parte de su ser, simplemente salió de sus labios sin significado real alguno.
Recibía los besos del canino, los cuales recibía con gusto. Se abrazaba a aquel cuerpo, le olisqueaba y le besaba el cuello y mentón. Necesitaba hacerlo porque de esa manera sabía que estaban ellos a salvo. Ahora su prioridad se tornaba proteger a aquel hombre y ser tan feliz a su lado como su propia madre lo había sido con su padre. No supo exactamente a donde era que se dirigían pero podía estar segura de que la llevaba a un lugar donde estuviesen solos, donde ella pudiera liberar su dolor de una manera más conveniente y aunque se mantuvo silente, pienso detenidamente en la propuesta que Keath le hacía, siendo que era la misma idea que ella había tenido. Alejarse de todo aquello parecía ser lo mejor.
No fue sino hasta que estuvieron en el interior de la casa cuando finalmente se removió para que él le bajara de sus brazos y una vez que consiguió están en el suelo, termino por abrazarle, esconder el rostro en su pecho y volver a llorar. No quería martirizar al hombre que amaba de esa manera, pero si no podía liberarse a su lado, ¿Entonces con quién?. La gata se mantuvo aferrada a Keath hasta que su llanto se calmo lo suficiente como para que pudiera articular palabra, solo en ese momento aparto la cara del pecho del cambiante y le busco los ojos. Estaba rota por dentro y lo único que le quedaba ahora era armarse nuevamente con ayuda de él.
– Quiero irme. Vámonos lejos, no me importa a donde siempre que sea a tu lado – dijo de golpe, con las mejillas mojadas por las lagrimas – No quiero estar más aquí, ni siquiera quiero la casa que me dejaron mis padres porque se convertirá en un lugar sumamente peligroso para vivir. La venderé porque a mis padres los llevare en el alma y no quiero que corramos peligro si es que saben de las propiedades – la pena y el pesar se mezclaban entonces con el temor de lo que podía venir – Perdoname Keath, perdoname porque te he puesto en peligro – ¿Y si los encontraban? ¿Qué haría si le alejaban de aquel perro que no le brindaba más que felicidad? peor aún ¿Qué haría ella si él moría por su culpa? Ante esa idea, volvió a llorar y termino por dar dos pasos para alejarse de él. Nada de aquello era justo para Keath, él había sufrido ya suficiente como para volver a sufrir a causa de ella.
Nicholas Sparks
Apenas ver a su madre la desarmo. Quizá salir corriendo pese a aquellos brazos que le mantenían presa y pese a todo se obligo a si misma a mantenerse a su lado, mientras que las lágrimas nublaban su visión y apenas en una mirada que apenas y duraba unos segundos, sentía como su madre y ella se despedían. Era imposible de explicar esa unión entre madres e hijos, esa que nunca se rompía a pesar de todo lo que existiera. No era necesario que Camila hablara con su madre para saber lo que estaba pensando. Seguro que no quería que la felina estuviera ahí, pero también debía alegrarse de saberla bien y de que en su partida, su hija no estaría sola. Camila también sabía que en el fondo su madre debía estar contenta, porque siempre le había dicho que en sabía que cuando muriera, se encontraría una ves más con el padre de la cambiante y entonces nada ni nadie podría separarles nuevamente. Podía saber tanto de su madre, como ella de Camila cuando ambas se miraban y sin embargo, aquella sería la ultima charla silenciosa que tuviera con su progenitora pues cuando no pudo más con la visión, sus párpados hicieron su trabajo y todo se volvió oscuro.
Con los ojos cerrados, conteniendo el cuerpo entero para no desplomarse o salir corriendo en dirección a su madre. Camila se dejo guiar por Keath. Se sabía a salvo entre los brazos de aquel hombre que tan valientemente le acompañaba a aquel sitio donde era más que peligroso para ellos; y fue con ella a pesar de todo. Ambos sabían que en aquel lugar ya no quedaba nada más que hacer; los gritos y el olor solo terminaban por destrozar más a la cambiante que trataba de andar de una manera que indicara que todo estaba bien, pero con cada paso que daba las fuerzas le abandonaban y de no ser por el canino, estaba segura que hubiera muerto del pesar o asesinada por lanzarse a tratar de salvar a su madre. En determinado momento los pies de Camila abandonaron el suelo y en un acto reflejo no hizo más que aferrarse a Keath, de una manera que la hacía lucir tan vulnerable como quizás nunca nadie le había visto jamás. Él, sin embargo se había convertido ya en su todo. No había nada más que atara a Camila a un sitio, sino la presencia de aquel cambiante que tan cuidadosamente parecía llevarle entre las calles, mientras que los ojos de la felina seguían derramando la tristeza en lágrimas que fluían sin cesar de sus ojos cerrados. No fue sino hasta que aroma de la carne quemada y los gritos se desvanecieron, que finalmente se atrevió a abrir los ojos y ver el rostro de aquel hombre que aun le llamaba hermosa a pesar de que ella sabía que en aquellos momentos, debía lucir fatal.
– Mentiroso… – respondió entre sollozos, con la pena que no le abandonaría en el alma pero con la fuerza de aquel que le cargaba, acompañándole – Yo creo que entre mis lágrimas luces mucho más apuesto – dijo tratando de sonreír, aunque la felicidad o el intento de bromear no llego a ninguna parte de su ser, simplemente salió de sus labios sin significado real alguno.
Recibía los besos del canino, los cuales recibía con gusto. Se abrazaba a aquel cuerpo, le olisqueaba y le besaba el cuello y mentón. Necesitaba hacerlo porque de esa manera sabía que estaban ellos a salvo. Ahora su prioridad se tornaba proteger a aquel hombre y ser tan feliz a su lado como su propia madre lo había sido con su padre. No supo exactamente a donde era que se dirigían pero podía estar segura de que la llevaba a un lugar donde estuviesen solos, donde ella pudiera liberar su dolor de una manera más conveniente y aunque se mantuvo silente, pienso detenidamente en la propuesta que Keath le hacía, siendo que era la misma idea que ella había tenido. Alejarse de todo aquello parecía ser lo mejor.
No fue sino hasta que estuvieron en el interior de la casa cuando finalmente se removió para que él le bajara de sus brazos y una vez que consiguió están en el suelo, termino por abrazarle, esconder el rostro en su pecho y volver a llorar. No quería martirizar al hombre que amaba de esa manera, pero si no podía liberarse a su lado, ¿Entonces con quién?. La gata se mantuvo aferrada a Keath hasta que su llanto se calmo lo suficiente como para que pudiera articular palabra, solo en ese momento aparto la cara del pecho del cambiante y le busco los ojos. Estaba rota por dentro y lo único que le quedaba ahora era armarse nuevamente con ayuda de él.
– Quiero irme. Vámonos lejos, no me importa a donde siempre que sea a tu lado – dijo de golpe, con las mejillas mojadas por las lagrimas – No quiero estar más aquí, ni siquiera quiero la casa que me dejaron mis padres porque se convertirá en un lugar sumamente peligroso para vivir. La venderé porque a mis padres los llevare en el alma y no quiero que corramos peligro si es que saben de las propiedades – la pena y el pesar se mezclaban entonces con el temor de lo que podía venir – Perdoname Keath, perdoname porque te he puesto en peligro – ¿Y si los encontraban? ¿Qué haría si le alejaban de aquel perro que no le brindaba más que felicidad? peor aún ¿Qué haría ella si él moría por su culpa? Ante esa idea, volvió a llorar y termino por dar dos pasos para alejarse de él. Nada de aquello era justo para Keath, él había sufrido ya suficiente como para volver a sufrir a causa de ella.
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Re: Temporada de caza [Privado]
“Su sonrisa es y será siempre el amor de mi vida”
Aquella situación me obligó a recordar el pasado, más de una vez me había lanzado a escapar de cazadores y otras tantas me las había arreglado para salvar a algunos cambiaformas que habían terminado por ser atrapados. Pero siempre era algo divertido, algo que me emocionaba y me proponía a ayudar más. Ahora, las cosas eran diferentes, la razón es que quería vivir infinitamente con ella a mi lado. Quería abrazarla y contenerla aún en los momentos más desastrosos tal como aquel que estábamos viviendo. Mi respiración estaba acelerada, tenía miedo y acurrucaba a Camila con fuerzas, llevándola entre mis brazos para que su figura descansara por un tiempo. Su llanto era de esos que no se pueden detener nunca, que parecen una catarata rebalsando. Sus ojos claros y brillantes, sus labios que se movían por si solos y unos cabellos rubios y movidos hacia todos los lados estaban mutilando mi interior de pena. No había nada que pudiese hacer para acariciar ese sentir. Solo esperar, porque el tiempo y el amor eran las únicas cosas que podían curar esas tristezas. Yo mismo lo había aprendido, quizá en menos medida. Pero de alguna manera estaba intentando llevar aquella preciosa y dulce muchacha a la mejor de las quietudes. Para que su dolor pueda sanar con libre albedrío. Odiando y maldiciendo a todo lo que quisiera. — Ah… Es porque las lágrimas no te dejan verme bien. —
Oliendo su piel y sus cabellos, la sujetaba con compasión y cuando por fin llegamos dentro de la casa y bajé aquel peso liviano de mis brazos, la sentí desmoronarse como un edificio cayéndose a pedazos. Con el miedo y la pena de quien ha cometido un delito fatal. Pasé las manos por su cuello, dejando que se recargue en mi pecho y miré la pared esperando que eso fuese un sueño y despertar de la pesadilla. Pero en el fondo sabía que no iba a suceder. Era una realidad para la cual ninguno de los dos estaba preparado. Nos había caído como un baño de agua bendita y ahora no quedaba mucho más por hacer. Su madre había muerto de una de las maneras más horribles y dolorosas; no había forma de mitigarlo y era imposible para nosotros realmente meternos en esa situación. Terminaríamos los tres muertos al fin y al cabo. — Te llevaré a donde tú quieras. Ahora tienes que descansar. Te haré uno de esos tés que me salen tan feos. Shhh, llora, grita y desespérate todo lo que quieras. Pero no me pidas perdón, no hay cosa que desee más en el mundo que ser tu piso y tu cielo. ¿Qué otra cosa puedo hacer por ti más que amarte locamente? No tengo nada para darte más que mi alma y mi cuerpo. — Le apreté por los hombros, mirándola como si quisiera penetrar toda su verdad y despacio nos arrastré hacía el colchón, asintiendo y apoyándola. Le quité las ropas de arriba y me agaché para sacar sus zapatos y medias. Besé su piel y desde abajo la observé. — Haremos todo lo que desees. Venderemos todo lo que quieras y nos iremos de aquí. No tienes que temer. Estoy contigo, siempre lo estaré. —
Una sonrisa tímida se formó cuando me paré para besarla una vez más, mis yemas toscas se pasaron por sus mejillas y arrebataron esas lágrimas, lanzándolas al suelo besando el resto que quedaba. Sus delgados labios un momento y luego me separé. Mis orbes estaban algo irritados, el llanto quería ser liberado, pero no me lo permitiría. Y busqué tranquilizarla un poco más. Separándome luego para ir a calentar el agua. Por esas horas y hasta el día siguiente, nos encontraríamos acurrucados entre las sabanas, protegiéndonos de aquel otoño que había llegado. Y en la mañana, empezaríamos una nueva vida. Quizá un poco más triste. Un día de luto y de reconsideración. De alguna forma, la muerte de su madre nos había obligado e impulsado a cambiar las cosas. Nos había formado un nuevo camino que teníamos que elegir para poder vivir felices. Para que la sonrisa gatuna volviera a florecer. Si tenía que viajar hasta el más recóndito rincón del mundo para encontrar sus risas lo haría. Le regalaría todo lo que pudiese, pues había encontrado que la amaba más de lo que creía. El pasar algo tan doloroso y exacto como eso. Era un signo de que nada me iba a acobardar a tenerla a mi lado. Ni los temores más arrasadores ni la crueldad más amenazadora. Y dejé escapar una mueca para mí mismo, de esas que uno se da cuando sabe que encontró el camino que estaba buscando. Siempre había estado frente a mí, pero ahora estaba limpio y claro.
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Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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