El Sutil Arte de la ¿Caza? {Privado}

por **Charlie G. Levallois** Lun Oct 08, 2018 10:01 pm

Decir que no encajaba en un sitio como aquel era, definitivamente, quedarse corto. Después de todo, la máscara que me colocaba de cara a la sociedad no tenía tanto que ver con eventos culturales como con codearme con ricos y nobles hipócritas y farsantes, imitándolos, tratando de comportarme como uno más de ellos. Destacando únicamente en los departamentos de la labia y la seducción, y alejándome a toda costa de cualquier tipo de acto medianamente más... subjetivo. Las razones resultaban bastante obvias: mi vida en la calle, mis experiencias a lo largo del mundo, me convertían en alguien especialmente cínico en cuanto a lo que mis verdaderas opiniones acerca de la realidad se referían, así que relacionarme con personas de estatus alto pero mentalidad vacía resultaba mucho más seguro que tratar de encajar con otros que tuvieran un mínimo de cerebro, porque con éstos es bastante más difícil pretender ser quien no eres sin ser descubierto. Y mucho peor, si me topaba con alguien con cuyas ideas coincidiera, me resultaba mucho más complicado llevar a cabo mi misión de acabar con ellos sin sentirme medianamente culpable. No es que tuviera demasiados escrúpulos, eso era evidente, pero tampoco era tan insensible.

Así que el que mi más reciente objetivo resultara ser alguien de este segundo grupo de "no descerebrados", se me presentaba como un reto que estuve tentado durante unas semanas de no tomar entre manos. No porque no me creyera capaz de llevar a cabo mi objetivo, sino más bien precisamente porque sabía que todo terminaría con dicha persona derrotada y desprovista de cualquier posibilidad de confiar en otros una vez se recuperara del golpe. Pero el dinero es el dinero, y un encargo es un encargo, sobre todo cuando parte del discurso que me hizo aceptar tuvo que ver con el hecho de que me llamaran cobarde ante la sugerencia de que se buscasen a otro más apto para la tarea. NADIE me llama cobarde ante mis narices, sin obtener su merecido castigo. Estaba dispuesto a darle en los morros con los resultados de mi trabajo al mismo tiempo en que planeaba cómo devolverle la jugada al malnacido.

Así que, sí, vestido casi de gala, observando los cuadros sin realmente saber a qué prestar atención, mi apariencia de "pez fuera del agua" era tan evidente que a cualquiera le parecería sospechosa, pero eso no me detuvo. Estaba allí por una razón, y es que la autora a la que debía hundir a cambio de dinero y tierras tenía una pequeña exposición en el recinto. Había estudiado lo bastante acerca de sus obras como para no parecer demasiado estúpido en caso de que alguien me cuestionara al respecto, pero no tanto como para enfrentarme a ella cara a cara antes de hacerme una idea acerca de su carácter. Así que me mantuve al margen de las conversaciones, dedicándome a vigilar por el rabillo del ojo la entrada a la habitación.

Ni que decir queda, que la figura delgada y diminuta de mi objetivo no era precisamente lo que había esperando encontrarme. Y simplemente por eso, me sentí doblemente jodido.