AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El sutil arte de la caza {Diodore}
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El sutil arte de la caza {Diodore}
Despertó con la cabeza embotada, y la terrible sensación de que se olvidaba de algo. Abrió los ojos lentamente, topándose de lleno con la más absoluta oscuridad. Como si hubiese despertado de un sueño para meterse en otro diferente. Miró hacia el lado derecho de la cama para luego dibujar una sonrisa satisfecha. Aquel lado era el que siempre había estado vacío. Intacto. Frío. El lado sin usar. Pero ahora, el cuerpo cálido de Emilia le hacía compañía. No podía describir cuan dichoso se sentía por ese hecho. Quitó un par de arrugas de la superficie de la colcha, roja como la sangre, y se volteó para observar el techo, como si la verdad acerca del universo se hallase en aquella lisa y uniforme superficie. Pensar en cuánto habían cambiado las cosas en apenas unos meses siempre le sorprendía en el mejor de los sentidos. Tras perder a su familia, a su progenie, y dejar atrás a su hija a fin de protegerla, jamás se imaginó que sus heridas fueran nunca a llegar a sanar. Pero poco a poco lo estaban haciendo. Era un proceso lento y lleno de obstáculos, pero que lograba hacerle olvidar sus dudas y miedos a ratos.
En cuánto a qué era aquello que se le olvidaba, probablemente se tratara de la necesidad de alimentarse. Y es que dormir junto a la joven hacía que su apetito fuera mucho más incontrolable. Aún así, se esforzaba al máximo por no perder el control y atacarla, aunque eso implicara dar más viajes a la ciudad, algo que, francamente odiaba. Quizá, después de todo, el amor lo estaba convirtiendo en un monstruo aún peor. A fin de proteger a la mujer que amaba, que lo tenía obsesionado, bebía la sangre de otros inocentes mucho más a menudo. Aunque eso no fuera algo que le dijera a ella. Por eso es que esperaba hasta que ella estuviese dormida para salir de caza.
Se incorporó lentamente, sumido en sus pensamientos y teniendo aún las brumas del sueño recorriéndole la cabeza. Prendió una vela con cuidado y acto seguido inspeccionó la habitación de forma pausada, recorriendo cada rincón con la mirada. Los años lo habían vuelto desconfiado, y hacía un par de noches que tenía la extraña sensación de que algo malo iba a suceder. Ahora debía ser extremadamente cuidadoso. Después de todo, había una humana, su compañera, en una casa a la que tenían acceso vampiros. No podía dejar nada al azar. Se vistió con unos pantalones sencillos y una camisa de color negro, para luego resguardarse bajo una larga gabardina también de color negro. Minutos después, tras asegurarse de cerrar la habitación principal, salió al exterior con rostro sereno. La noche lucía oscura pero hermosa. La Luna, llena, plena, se alzaba en mitad del firmamento, gobernando la noche como siempre hacía.
Paseó por las calles repletas del bullicio propio de esas horas. Aún no eran ni las diez de la noche, y la ciudad entera bullía de vida y de gente. Sin embargo, cuando observaba detenidamente, se daba cuenta de lo terrible de la escena. Ninguna de aquellas personas se saludaba entre ellas. Todos eran seres humanos, seres vivos, idénticos. Y se limitaban a ignorarse mutuamente, como si la interacción entre ellos no fuese importante. Eran incapaces de preocuparse por algo ajeno a sus propias vidas. Hacían oídos sordos a las miserias de los demás, como si por no mirar lo evidente, fuera a desaparecer. Entremezclados entre los grupos de personas que charlaban animosamente, habían varios niños pequeños de aspecto triste y hambriento, que alzaban las manos esperando por la bondad de alguien que tal vez nunca llegaría. Las víctimas del sistema, los peor parados de la ciudad, y del mundo. Un par de chiquillos se acercaron a él un tanto temerosos, por su aspecto extraño y su gesto contrariado. Solía causar aquella reacción con bastante frecuencia. Era un hombre alto, de casi dos metros de altura, musculoso y de aspecto salvaje. ¿Acaso era de extrañar la expresión de temor que dibujaban aquellos que se acercaban a él? Dibujó una gentil sonrisa, y se agachó hasta situarse a la altura de los niños, a los que tendió una bolsa llena de monedas de oro. Sus miradas se iluminaron al mismo tiempo, y todos entonaron un "gracias" al que no supo responder. Sonrió nuevamente mientras se alejaban, y continuó su paseo sin prestar atención a nada más. Una figura alta, destacando entre la multitud. Una noche fría de festejos. Felicidad y miserias compartiendo el mismo espacio, sin llegar a tocarse nunca. Él, sin embargo, se movía en el mundo neutro de las tinieblas donde, aunque nada es lo que parece, es fácil identificar la mentira.
A veces, cuando daba aquellos paseos, cuando se alejaba de Emilia, la sed inesperadamente desparecía. Sabía bien el motivo, aunque no era capaz de decirlo en voz alta. El deseo que sentía por ella lo hacía perder el control, y aunque esa reacción fuese normal, y bastante más humana de lo que parecía... la verdad era que odiaba al Rasmus que no era capaz de controlarse a sí mismo. Sumido en aquellos pensamientos, siguió su camino observando cuidadosamente todo cuanto ocurría a su alrededor. Finalmente, y como era usual, acabó en los suburbios. Después de todo, los lugares oscuros realmente eran la guarida perfecta para las criaturas de la noche.
Y aunque la sed se hubiese apaciguado un poco, no volvería a casa sin haberse alimentado. Sólo necesitaba encontrar un aroma, ese aroma que le llamaría desde cierta distancia, que lo hacía recordar sus ansias.
La paciencia siempre había sido una de sus virtudes.
En cuánto a qué era aquello que se le olvidaba, probablemente se tratara de la necesidad de alimentarse. Y es que dormir junto a la joven hacía que su apetito fuera mucho más incontrolable. Aún así, se esforzaba al máximo por no perder el control y atacarla, aunque eso implicara dar más viajes a la ciudad, algo que, francamente odiaba. Quizá, después de todo, el amor lo estaba convirtiendo en un monstruo aún peor. A fin de proteger a la mujer que amaba, que lo tenía obsesionado, bebía la sangre de otros inocentes mucho más a menudo. Aunque eso no fuera algo que le dijera a ella. Por eso es que esperaba hasta que ella estuviese dormida para salir de caza.
Se incorporó lentamente, sumido en sus pensamientos y teniendo aún las brumas del sueño recorriéndole la cabeza. Prendió una vela con cuidado y acto seguido inspeccionó la habitación de forma pausada, recorriendo cada rincón con la mirada. Los años lo habían vuelto desconfiado, y hacía un par de noches que tenía la extraña sensación de que algo malo iba a suceder. Ahora debía ser extremadamente cuidadoso. Después de todo, había una humana, su compañera, en una casa a la que tenían acceso vampiros. No podía dejar nada al azar. Se vistió con unos pantalones sencillos y una camisa de color negro, para luego resguardarse bajo una larga gabardina también de color negro. Minutos después, tras asegurarse de cerrar la habitación principal, salió al exterior con rostro sereno. La noche lucía oscura pero hermosa. La Luna, llena, plena, se alzaba en mitad del firmamento, gobernando la noche como siempre hacía.
Paseó por las calles repletas del bullicio propio de esas horas. Aún no eran ni las diez de la noche, y la ciudad entera bullía de vida y de gente. Sin embargo, cuando observaba detenidamente, se daba cuenta de lo terrible de la escena. Ninguna de aquellas personas se saludaba entre ellas. Todos eran seres humanos, seres vivos, idénticos. Y se limitaban a ignorarse mutuamente, como si la interacción entre ellos no fuese importante. Eran incapaces de preocuparse por algo ajeno a sus propias vidas. Hacían oídos sordos a las miserias de los demás, como si por no mirar lo evidente, fuera a desaparecer. Entremezclados entre los grupos de personas que charlaban animosamente, habían varios niños pequeños de aspecto triste y hambriento, que alzaban las manos esperando por la bondad de alguien que tal vez nunca llegaría. Las víctimas del sistema, los peor parados de la ciudad, y del mundo. Un par de chiquillos se acercaron a él un tanto temerosos, por su aspecto extraño y su gesto contrariado. Solía causar aquella reacción con bastante frecuencia. Era un hombre alto, de casi dos metros de altura, musculoso y de aspecto salvaje. ¿Acaso era de extrañar la expresión de temor que dibujaban aquellos que se acercaban a él? Dibujó una gentil sonrisa, y se agachó hasta situarse a la altura de los niños, a los que tendió una bolsa llena de monedas de oro. Sus miradas se iluminaron al mismo tiempo, y todos entonaron un "gracias" al que no supo responder. Sonrió nuevamente mientras se alejaban, y continuó su paseo sin prestar atención a nada más. Una figura alta, destacando entre la multitud. Una noche fría de festejos. Felicidad y miserias compartiendo el mismo espacio, sin llegar a tocarse nunca. Él, sin embargo, se movía en el mundo neutro de las tinieblas donde, aunque nada es lo que parece, es fácil identificar la mentira.
A veces, cuando daba aquellos paseos, cuando se alejaba de Emilia, la sed inesperadamente desparecía. Sabía bien el motivo, aunque no era capaz de decirlo en voz alta. El deseo que sentía por ella lo hacía perder el control, y aunque esa reacción fuese normal, y bastante más humana de lo que parecía... la verdad era que odiaba al Rasmus que no era capaz de controlarse a sí mismo. Sumido en aquellos pensamientos, siguió su camino observando cuidadosamente todo cuanto ocurría a su alrededor. Finalmente, y como era usual, acabó en los suburbios. Después de todo, los lugares oscuros realmente eran la guarida perfecta para las criaturas de la noche.
Y aunque la sed se hubiese apaciguado un poco, no volvería a casa sin haberse alimentado. Sólo necesitaba encontrar un aroma, ese aroma que le llamaría desde cierta distancia, que lo hacía recordar sus ansias.
La paciencia siempre había sido una de sus virtudes.
Última edición por Rasmus A. Lillmåns el Vie Oct 27, 2017 9:40 pm, editado 1 vez
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2013
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
No solía estar tan tarde de la noche fuera del área del orfanato o la capilla, como Sacerdote debía levantarse muy temprano en la mañana para preparar la capilla antes de la primer eucaristía. A pesar de que no asistían muchas personas (la mayoría eran los mismos niños y las monjas del orfanato) debía mantener el lugar limpio y organizado como Dios mandaba. Así pues que no era para él normal estar divagando por las calles a tales horas. Caminaba apresuradamente cargando un canasto entre sus brazos, había visitado el mercado en la tarde luego de la misa pues la madre superiora había dicho que faltaban ingredientes para la sopa de los niños.
Sabía que no era directamente su responsabilidad hacer ese tipo de mandados, pero sabía también que no habían otros hombres a parte de él en el convento y que las monjas mantenían muy ocupadas con todo el trabajo que daban los niños, por eso no estaba de más echarles una mano con las compras.
Buscando una buena oferta con el queso y el pan, había perdido la noción del tiempo, apenas tenía unos cuantos francos (generalmente donaciones de los feligreses) y debía gastarlos sabiamente para sacarles el mejor provecho. Entre más queso y pan llevara por el mismo precio, mejor podrían alimentar a los niños. Luego en su camino de regreso se había perdido por los callejones a los cuales no estaba acostumbrado. Llevaba poco menos de un mes desde que lo habían transferido para encargarse de la capilla del Orfanato y no estaba muy familiarizado a navegar por la ciudad, mucho menos en la oscuridad, cuando las calles todas lucían tan similares y era tan fácil confundirse.
Se encontró caminando solo por uno de los callejones con la extraña sensación (que le iba subiendo por la espalda y le cosquilleaba en la nuca), de que era observado desde algún punto en la oscuridad.
- Virgen santísima – Murmuró sintiendo un escalofrío por la espalda, apresurando el paso, aunque no estaba muy seguro en que dirección debía caminar para volver a la calle principal.
Sabía que no era directamente su responsabilidad hacer ese tipo de mandados, pero sabía también que no habían otros hombres a parte de él en el convento y que las monjas mantenían muy ocupadas con todo el trabajo que daban los niños, por eso no estaba de más echarles una mano con las compras.
Buscando una buena oferta con el queso y el pan, había perdido la noción del tiempo, apenas tenía unos cuantos francos (generalmente donaciones de los feligreses) y debía gastarlos sabiamente para sacarles el mejor provecho. Entre más queso y pan llevara por el mismo precio, mejor podrían alimentar a los niños. Luego en su camino de regreso se había perdido por los callejones a los cuales no estaba acostumbrado. Llevaba poco menos de un mes desde que lo habían transferido para encargarse de la capilla del Orfanato y no estaba muy familiarizado a navegar por la ciudad, mucho menos en la oscuridad, cuando las calles todas lucían tan similares y era tan fácil confundirse.
Se encontró caminando solo por uno de los callejones con la extraña sensación (que le iba subiendo por la espalda y le cosquilleaba en la nuca), de que era observado desde algún punto en la oscuridad.
- Virgen santísima – Murmuró sintiendo un escalofrío por la espalda, apresurando el paso, aunque no estaba muy seguro en que dirección debía caminar para volver a la calle principal.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
El destino, o más bien, la mala suerte, quiso que en lugar de toparse con el aroma que despertase su apetito, lo hiciera con la esencia de otro no muerto. Uno que, por cierto, arrastraba consigo el olor de varias presas distintas en sus ropajes, como forma de demostrar sus malas intenciones. Nunca había comprendido por qué los seres como él, capaces no sólo de razonar como humanos, sino con el "don" -maldición en su caso- de vivir eternamente hacían cosas como esa. Matar por matar para él no tenía sentido. Podía ser irónico teniendo en cuenta su puesto como militar, y las historias que se contaron sobre el guerrero que fue en el pasado, pero en su vida como luchador jamás había interferido en guerras que no tuvieran un fundamento detrás. El asesinato a sangre fría, debido a la sed, se concentraba solamente en los primeros años de su existencia como vampiro, y su conciencia aún se lo reprochaba de vez en cuando. ¿Cómo lo hacían? ¿Dónde estaba el interruptor que deshacía la culpabilidad y la convertía en sangre fría, para cazar presas una tras otra sin sentir remordimiento alguno? Él usaba sus dones para hacer que aquellos de quienes bebía no sufrieran y olvidaran lo sucedido para seguir con su vida. Aunque necesitaba beber de más gente, al no asesinarlos de algún modo seguía pudiendo decir que era, de algún modo, inocente, o al menos, considerado.
No necesitó mucho para percatarse de que el vampiro al que comenzó a seguir inmediatamente era completamente distinto a él. Lejos de ser neófito, pero mucho más joven que él mismo. Debía ser lo bastante fuerte para controlarse, así que obviamente había decidido no hacerlo. Ahora el problema era cómo proceder. Mantenerse lejos de aquella clase de problemas era lo que le había permitido sobrevivir sin demasiados contratiempos durante todos los años que llevaba en París, pero no podía simplemente ignorar algo que era claramente un peligro para todos. Se mantuvo unos pasos por detrás, esperando ver sus movimientos. Si tenía suerte, su caza ya había terminado, y si iba a su escondite, podría darle caza y enjaularlo con ayuda de sus sirvientes o incluso de los soldados. Pero al verlo torcer entre los distintos callejones se dio cuenta de que estaba siguiendo un rastro. Seguía de caza. Así que el objetivo era completamente distinto. Debía prevenir el próximo ataque...
Justo cuando el otro vampiro estaba a punto de atrapar a la víctima entre sus fauces, Rasmus se abalanzó sobre él, haciendo que tanto el humano como ambos sobrenaturales rodaran por el suelo. - ¡Corra! ¡Márchese de aquí! -Gritó mientras intentaba retener al vampiro, quien no dudó un instante en clavar los colmillos en su brazo derecho, zafándose de su agarre. Su primera intención fue volver a abalanzarse sobre el hombre, pero Rasmus se lo impidió, retorciéndole una de las manos hasta que sus huesos crujieron bajo la fuerza de su agarre. Enfurecido, el vampiro desgarró su estómago antes de escapar, dejándolo boca arriba, con la sangre brotando lentamente desde su abdomen. Un suspiro se escapó de sus labios. Aquello no era bueno. Si perdía sangre su sed se haría más fuerte, y eso era lo último que necesitaba. - ¿Qué hace aquí? ¡Le dije que se marchara! Puede volver a por usted y no creo que pueda ayudarle esta vez. -Su voz sonó más grave que de costumbre, casi como un gruñido, aunque su súplica resonó claramente por el estrecho callejón. - Maldita sea...
No necesitó mucho para percatarse de que el vampiro al que comenzó a seguir inmediatamente era completamente distinto a él. Lejos de ser neófito, pero mucho más joven que él mismo. Debía ser lo bastante fuerte para controlarse, así que obviamente había decidido no hacerlo. Ahora el problema era cómo proceder. Mantenerse lejos de aquella clase de problemas era lo que le había permitido sobrevivir sin demasiados contratiempos durante todos los años que llevaba en París, pero no podía simplemente ignorar algo que era claramente un peligro para todos. Se mantuvo unos pasos por detrás, esperando ver sus movimientos. Si tenía suerte, su caza ya había terminado, y si iba a su escondite, podría darle caza y enjaularlo con ayuda de sus sirvientes o incluso de los soldados. Pero al verlo torcer entre los distintos callejones se dio cuenta de que estaba siguiendo un rastro. Seguía de caza. Así que el objetivo era completamente distinto. Debía prevenir el próximo ataque...
Justo cuando el otro vampiro estaba a punto de atrapar a la víctima entre sus fauces, Rasmus se abalanzó sobre él, haciendo que tanto el humano como ambos sobrenaturales rodaran por el suelo. - ¡Corra! ¡Márchese de aquí! -Gritó mientras intentaba retener al vampiro, quien no dudó un instante en clavar los colmillos en su brazo derecho, zafándose de su agarre. Su primera intención fue volver a abalanzarse sobre el hombre, pero Rasmus se lo impidió, retorciéndole una de las manos hasta que sus huesos crujieron bajo la fuerza de su agarre. Enfurecido, el vampiro desgarró su estómago antes de escapar, dejándolo boca arriba, con la sangre brotando lentamente desde su abdomen. Un suspiro se escapó de sus labios. Aquello no era bueno. Si perdía sangre su sed se haría más fuerte, y eso era lo último que necesitaba. - ¿Qué hace aquí? ¡Le dije que se marchara! Puede volver a por usted y no creo que pueda ayudarle esta vez. -Su voz sonó más grave que de costumbre, casi como un gruñido, aunque su súplica resonó claramente por el estrecho callejón. - Maldita sea...
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2013
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
No lo sintió llegar, sólo sintió el golpe cuando algo le atacó por la espalda, fue tan rápido que no fue consciente de lo que pasó, sino que rodó por el piso y cuando se giró aún en el suelo, vio como dos hombres forcejeában y peleaban entre si. ¿Uno de ellos intentaba morder al otro? ¡Tenía largos colmillos y le había mordido! ¡Oh por Dios bendito! ¡No podía ser tan mala su suerte de toparse con uno demonio de la noche!.
Se quedó atónito observando la pelea, su instinto de conservación le pedía a gritos que saliera corriendo de allí, pero sus piernas estaban paralizadas, el Vampiro se alejó no sin antes herír al pobre hombre de buen corazón que le había salvado, un hombre que tenía una apariencia bastante salvaje para ser el típico ciudadano Parisíno. Temblando Diodore logró ponerse de pie, aquel no era su primer encuentro con un Vampiro, pero si el más desagradable, pues el Vampiro que había conocido tiempo atrás parecía ser una buena persona en el fondo. Este, sin embargo le había ataco sin mediar y de no ser por la ayuda de ese hombre probablemente estaría muerto.
- ¡Me ha salvado la vida! - Exclamó cuando por fin pudo hablar - Dios lo bendiga por tan misericordiosa acción - Se apresuró a decir y de inmediato se acercó al hombre para examinar las herídas - No se ve muy bien... debemos ir a un hospital, esas herídas pueden infectarse - Se apresuró a decir, el hombre no parecía tener intenciones de ir a un hospital, parecía simplemente desesperado para que él escapara - Si usted se queda aquí también correra peligro, debemos escapar los dos - Atinó a decir el sacerdote.
- Era un Vampiro ¿Ve...verdad? - Murmuró mirándo por un lado hacía el callejón oscuro como esperando que en cualquier momento el espéctro apareciera de nuevo - Es... usted muy valiente como para enfrentarse a una criatura sobrenatural - Agregó, aún podía sentir su corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho.
Se quedó atónito observando la pelea, su instinto de conservación le pedía a gritos que saliera corriendo de allí, pero sus piernas estaban paralizadas, el Vampiro se alejó no sin antes herír al pobre hombre de buen corazón que le había salvado, un hombre que tenía una apariencia bastante salvaje para ser el típico ciudadano Parisíno. Temblando Diodore logró ponerse de pie, aquel no era su primer encuentro con un Vampiro, pero si el más desagradable, pues el Vampiro que había conocido tiempo atrás parecía ser una buena persona en el fondo. Este, sin embargo le había ataco sin mediar y de no ser por la ayuda de ese hombre probablemente estaría muerto.
- ¡Me ha salvado la vida! - Exclamó cuando por fin pudo hablar - Dios lo bendiga por tan misericordiosa acción - Se apresuró a decir y de inmediato se acercó al hombre para examinar las herídas - No se ve muy bien... debemos ir a un hospital, esas herídas pueden infectarse - Se apresuró a decir, el hombre no parecía tener intenciones de ir a un hospital, parecía simplemente desesperado para que él escapara - Si usted se queda aquí también correra peligro, debemos escapar los dos - Atinó a decir el sacerdote.
- Era un Vampiro ¿Ve...verdad? - Murmuró mirándo por un lado hacía el callejón oscuro como esperando que en cualquier momento el espéctro apareciera de nuevo - Es... usted muy valiente como para enfrentarse a una criatura sobrenatural - Agregó, aún podía sentir su corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Localización : El orfanato
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Rogó mentalmente que aquella persona fuera lo bastante lista como para salir corriendo a la primera oportunidad. Pero no fue así. Seguramente el miedo, además de la impresión, lo había dejado paralizado. Por suerte había logrado ahuyentar al otro vampiro, pero ahora que lo había enfurecido las posibilidades de que él mismo se convirtiera en objetivo eran bastante altas, así que necesitaba marcharse de allí lo antes posible. Pero no podía. Cuando el humano recuperó la compostura lo bastante como para levantarse, en lugar de correr tal y como él le había instruido, se acercó a él, haciendo que el dolor de sus heridas se hiciera ridículo en comparación con el de su garganta, que comenzó a arder a causa de la intensa sed que le había despertado oler su sangre. La notaba palpitar bajo su piel, rápidamente a causa de la adrenalina, llamándole, invitándole, incitándole... Por un instante estuvo a punto de dejarse llevar por su instinto. por esa salvaje sensación, mas al fijarse más detenidamente en el hombre, y en sus ropajes, su mente se lo impidió.
Aquella era probablemente la peor noche que había tenido en muchos, muchos años. No sólo no era una persona normal y corriente, sino que además de conocer la existencia de los vampiros debido al ataque, se trataba de un sacerdote. Uno de aquellos hombres que supuestamente "Dios" había elegido para juzgar y perdonar a los mortales. - Le he dicho que se marche, ¿acaso no me ha escuchado? -Gruñó el vampiro, que comenzó a arrastrarse para intentar alejarse del hombre tanto como pudiera. A pesar de que su conciencia le decía alto y claro que aquello no era algo que pudiera ni debiera hacer, los instintos eran más fuertes, y necesitaría sangre para recuperarse. Necesitaba salir de allí, o lograr que el hombre se marchara. - ¡No necesito un hospital! ¡Sólo márchese! ¡Él volverá, y lo hará más furioso por haberle atacado! Si no quiere morir, ¡LARGO! -A pesar de la crudeza de sus palabras y de su tono, estaba más suplicando que otra cosa, porque a pesar de no querer, de tratar de calmarse, sus colmillos eran ahora evidentes.
- No soy valiente. Tan sólo estúpido. Si lo comprende, márchese de aquí. Esa criatura es peligrosa... Casi tanto como yo. Váyase Padre, por favor. Murmuró cuando su espalda finalmente chocó con una de las paredes. Ahora, dentro de la penumbra, se sentía más seguro. La oscuridad era confortable, estaba hecho a ella, formaba parte de su vida, de su ser. Se llevó una mano al abdomen, aún sentía la sangre brotar, una sangre que, a pesar de ser inútil en su caso, necesitaba para sobrevivir aunque no fluyera. Que irónico. A medida que se sentía más débil, la herida iba cerrándose, y su sed se iba incrementando. No faltaba mucho para que perdiera el control.
Aquella era probablemente la peor noche que había tenido en muchos, muchos años. No sólo no era una persona normal y corriente, sino que además de conocer la existencia de los vampiros debido al ataque, se trataba de un sacerdote. Uno de aquellos hombres que supuestamente "Dios" había elegido para juzgar y perdonar a los mortales. - Le he dicho que se marche, ¿acaso no me ha escuchado? -Gruñó el vampiro, que comenzó a arrastrarse para intentar alejarse del hombre tanto como pudiera. A pesar de que su conciencia le decía alto y claro que aquello no era algo que pudiera ni debiera hacer, los instintos eran más fuertes, y necesitaría sangre para recuperarse. Necesitaba salir de allí, o lograr que el hombre se marchara. - ¡No necesito un hospital! ¡Sólo márchese! ¡Él volverá, y lo hará más furioso por haberle atacado! Si no quiere morir, ¡LARGO! -A pesar de la crudeza de sus palabras y de su tono, estaba más suplicando que otra cosa, porque a pesar de no querer, de tratar de calmarse, sus colmillos eran ahora evidentes.
- No soy valiente. Tan sólo estúpido. Si lo comprende, márchese de aquí. Esa criatura es peligrosa... Casi tanto como yo. Váyase Padre, por favor. Murmuró cuando su espalda finalmente chocó con una de las paredes. Ahora, dentro de la penumbra, se sentía más seguro. La oscuridad era confortable, estaba hecho a ella, formaba parte de su vida, de su ser. Se llevó una mano al abdomen, aún sentía la sangre brotar, una sangre que, a pesar de ser inútil en su caso, necesitaba para sobrevivir aunque no fluyera. Que irónico. A medida que se sentía más débil, la herida iba cerrándose, y su sed se iba incrementando. No faltaba mucho para que perdiera el control.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Se quedó de pie observando al otro, escuchando lo que decía, conforme sus palabras (casi gritos) salían de su boca, Diodore pudo notar los colmillos prominentes del otro, su cabeza daba vueltas para ese momento, intentando comprender lo que estaba presenciado, sin duda alguna, su salvador era otro Vampiro, por eso le pedía que se fuera, porque sabía que el otro volvería a atacar. Diodore era la presa en ese cuadro y aunque esa revelación lo sorprendió, el hecho de ser salvado por otro ser de la noche fue aún más impresionante.
Se tomó unos momentos para recuperar su compostura y ignorando todo lo que le otro decía, se acercó con pasos lentos hacía las sombras en donde su salvador se había ocultado.
-Usted es también un Vampiro – Afirmó cuando estuvo a un metro de él, no podía negar que tenía miedo, su corazón latía inclusive más rápido que momentos atrás, pero además de eso, Diodore tenía una corazonada y su intuición con las personas casi nunca fallaba – Pero así como... todas las criaturas del señor, usted tiene buenas intenciones – Dio un medio paso tanteando su suerte – Me ha salvado de una muerte segura y aunque está herido... aún así intenta alejarse de mi para no atacarme -
Meneó la cabeza suavemente, lo que iba a hacer a continuación era una locura, lo sabía, pero no podía dejar a ese pobre hombre en esas condiciones, no después de lo ocurrido.
- Puede... beber... un poco de mi – Murmuró extendiendo su brazo delgado hacía él, arremangandose la sotana casi hasta el codo – Al menos así podrá recuperar fuerzas ¿Verdad? ¿No es así como funciona? - Preguntó, no era experto en Vampirisimo, pero se hacía a la idea.
Se tomó unos momentos para recuperar su compostura y ignorando todo lo que le otro decía, se acercó con pasos lentos hacía las sombras en donde su salvador se había ocultado.
-Usted es también un Vampiro – Afirmó cuando estuvo a un metro de él, no podía negar que tenía miedo, su corazón latía inclusive más rápido que momentos atrás, pero además de eso, Diodore tenía una corazonada y su intuición con las personas casi nunca fallaba – Pero así como... todas las criaturas del señor, usted tiene buenas intenciones – Dio un medio paso tanteando su suerte – Me ha salvado de una muerte segura y aunque está herido... aún así intenta alejarse de mi para no atacarme -
Meneó la cabeza suavemente, lo que iba a hacer a continuación era una locura, lo sabía, pero no podía dejar a ese pobre hombre en esas condiciones, no después de lo ocurrido.
- Puede... beber... un poco de mi – Murmuró extendiendo su brazo delgado hacía él, arremangandose la sotana casi hasta el codo – Al menos así podrá recuperar fuerzas ¿Verdad? ¿No es así como funciona? - Preguntó, no era experto en Vampirisimo, pero se hacía a la idea.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Aunque lo que quedaban de sus heridas no eran más que rasguños en apariencia, a su alrededor poco a poco se había ido formando un charco de sangre de color oscuro, algo que le indicaba la mucha fuerza de voluntad que, pese a negarlo, todavía le quedaba. En cualquier otra circunstancia la cordura habría abandonado su cuerpo hacía un buen rato. Pero ahí seguía, resistiendo a su monstruo interior y advirtiéndole al mortal que huyera de él antes de que fuera demasiado tarde. Aunque le asaltaba la pregunta de cómo estaba soportando su sed tanto. ¿Era por un condicionado respeto producido por la posición del otro hombre? ¿O acaso en algún rincón de su yerto corazón seguía viviendo la esperanza de que hubiera un Dios allí afuera, que los gobernaba a todos desde más allá? Sea como fuere, de ser visto por cualquier otro sobrenatural de su misma edad, o al menos alguno que hubiera vivido lo suficiente, su existencia se convertiría en un mal chiste. No sólo perdonaba a un humano, sino que además se sentía intimidado por algo tan banal como un sacerdote, un mensajero de un Dios que había vivido menos que él lo había hecho. ¿Cómo si no explicar el hecho de no haberlo visto jamás?
Rasmus gruñó por lo bajo al ver, con los orbes enrojecidos entrecerrados, que el mortal seguía obcecado en acercarse. Ahora estaba acorralado, no tenía escapatoria, y la sed era incluso más acentuada. Necesitaba alimentarse. No sólo porque lo deseaba, sino porque dudaba que en caso de haber un nuevo enfrentamiento pudiera hacer algo para defenderse. Y francamente, no quería morir en un callejón putrefacto, sería mucho más patético que hacerlo de sed: despedazado por un enemigo que en cualquier otro escenario era inferior a él en muchos sentidos. - Discúlpeme, Padre, pero su sentido de la bondad lo hace ser demasiado temerario. ¿Ve toda esta sangre? Es imposible que "un poco" sea capaz de hacer que me recupere. Ya de por sí había salido a cazar esta noche, ya que llevaba unos dos días sin hacerlo. No tiene sangre suficiente, ni yo el control necesario para detenerme antes de que acaba muerto. -Suspiró alzando una de sus manos, ensangrentada con la sangre del otro vampiro, y comenzó a lamerla.
- ¿Qué gana usted, ayudando a un demonio? ¿No somos acaso los enemigos de su Creador? Seres que se alimentan de humanos, ¿no es acaso ese un pecado capital? La bondad que yo pueda demostrarle no es una que la mayoría le mostraría, incluso yo mismo, en unos minutos, puede que cambie completamente. -Los colmillos le dolían, ardían, al hallarse tan cerca de un banco de sangre tan suculento, pero no ser capaz de beber de él. Aquello había alcanzado el punto de la tortura hacía rato. Sus ojos viajaban intermitentemente desde el fondo del callejón, por donde el otro inmortal había huido, y la yugular del hombre que se hallaba frente a él. Sin embargo, no pudo pararse a pensar demasiado rato, ya que en ese momento comenzaron a escucharse a lo lejos los pasos furiosos de alguien que se acercaba... Demasiado rápido para tratarse de un humano. Y por lo visto, no volvía sólo. - Padre, ayúdeme a levantarme. Yo seré el cebo, y así usted podrá escapar.
Rasmus gruñó por lo bajo al ver, con los orbes enrojecidos entrecerrados, que el mortal seguía obcecado en acercarse. Ahora estaba acorralado, no tenía escapatoria, y la sed era incluso más acentuada. Necesitaba alimentarse. No sólo porque lo deseaba, sino porque dudaba que en caso de haber un nuevo enfrentamiento pudiera hacer algo para defenderse. Y francamente, no quería morir en un callejón putrefacto, sería mucho más patético que hacerlo de sed: despedazado por un enemigo que en cualquier otro escenario era inferior a él en muchos sentidos. - Discúlpeme, Padre, pero su sentido de la bondad lo hace ser demasiado temerario. ¿Ve toda esta sangre? Es imposible que "un poco" sea capaz de hacer que me recupere. Ya de por sí había salido a cazar esta noche, ya que llevaba unos dos días sin hacerlo. No tiene sangre suficiente, ni yo el control necesario para detenerme antes de que acaba muerto. -Suspiró alzando una de sus manos, ensangrentada con la sangre del otro vampiro, y comenzó a lamerla.
- ¿Qué gana usted, ayudando a un demonio? ¿No somos acaso los enemigos de su Creador? Seres que se alimentan de humanos, ¿no es acaso ese un pecado capital? La bondad que yo pueda demostrarle no es una que la mayoría le mostraría, incluso yo mismo, en unos minutos, puede que cambie completamente. -Los colmillos le dolían, ardían, al hallarse tan cerca de un banco de sangre tan suculento, pero no ser capaz de beber de él. Aquello había alcanzado el punto de la tortura hacía rato. Sus ojos viajaban intermitentemente desde el fondo del callejón, por donde el otro inmortal había huido, y la yugular del hombre que se hallaba frente a él. Sin embargo, no pudo pararse a pensar demasiado rato, ya que en ese momento comenzaron a escucharse a lo lejos los pasos furiosos de alguien que se acercaba... Demasiado rápido para tratarse de un humano. Y por lo visto, no volvía sólo. - Padre, ayúdeme a levantarme. Yo seré el cebo, y así usted podrá escapar.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
La bondad no lo hacía temerario, lo hacia tonto. Alguna vez le habían dicho y aún así ahí seguía siguiendo sus instintos. La explicación lo sorprendió y arqueó las cejas en asombro, conocía poco sobre los Vampiros, por lo tanto no estaba seguro de que tanta sangre era necesaria para que se sintiera satisfecho, ni siquiera sabía cuantos libros de sangre podría tener su cuerpo, la medicina no era una de sus fuertes. La idea de caer muerto luego de haber sido drenada toda su sangre le aterró. Ese hombre no estaba bromeando cuando le había dicho que corría peligro.
-No es cuestión de ganar nada personalmente – Le respondió ante las preguntas - No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, ese es el verdadero camino de un siervo de Dios – Le explicó, no podía abandonar a alguien que le había salvado la vida – Todos tenemos la capacidad de hacer el bien y el mal... eso lo he aprendido por experiencia, no por las sagradas escrituras – Agregó, cierto era que él era un hijo de la noche, el pecado hacía parte inherente de su ser, pero había mostrado bondad y Diodore no iba a pasarla por alto.
Sin embargo Diodore sabía que la situación no era la idónea para filosofar, entendía el riesgo que corría y lamentablemente su sangre no podía ser de ayuda para ese hombre. ¿Moriría si lo dejaba atrás como cebo para poder escapar?. El conflicto interior que sentía era desgarrador.
- Prométame que sobrevivirá – Dijo al fin, asintiendo con la cabeza – No podré irme a sabiendas de que usted puede morir por mi culpa – Agregó dispuesto a correr por su vida.
-No es cuestión de ganar nada personalmente – Le respondió ante las preguntas - No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, ese es el verdadero camino de un siervo de Dios – Le explicó, no podía abandonar a alguien que le había salvado la vida – Todos tenemos la capacidad de hacer el bien y el mal... eso lo he aprendido por experiencia, no por las sagradas escrituras – Agregó, cierto era que él era un hijo de la noche, el pecado hacía parte inherente de su ser, pero había mostrado bondad y Diodore no iba a pasarla por alto.
Sin embargo Diodore sabía que la situación no era la idónea para filosofar, entendía el riesgo que corría y lamentablemente su sangre no podía ser de ayuda para ese hombre. ¿Moriría si lo dejaba atrás como cebo para poder escapar?. El conflicto interior que sentía era desgarrador.
- Prométame que sobrevivirá – Dijo al fin, asintiendo con la cabeza – No podré irme a sabiendas de que usted puede morir por mi culpa – Agregó dispuesto a correr por su vida.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Localización : El orfanato
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Por un momento envidió la fe de aquel hombre con todo su corazón. Ser capaz de aceptar que todos somos capaces de cosas buenas y malas era algo en lo que él ya había dejado de creer hacía tiempo. Porque cuando las malas superan cierto punto, no le parecía posible que las buenas valieran lo mismo que en el caso de ser realizadas por alguien netamente bondadoso. Él, en su época de neófito, había cometido crímenes atroces, tan terribles que ni los seis mil años de vida que había vivido después le parecían suficientes para ganarse la salvación por ellos. Por más actos de buena voluntad que hiciera, eso no lograba que sus manos estuviesen menos manchadas de la sangre de tantos y tantos inocentes como con los que había acabado. Claro que eso el sacerdote no lo sabía, pero ante el concepto "vampiro", debía suponer que nada bueno iba asociado a las criaturas que existían bajo ese nombre. Rasmus no era una excepción. Haberse reformado no lo exculpaba. Por más humanos que salvara, su alma no regresaría, y ese era un hecho que no podía negar.
- No se preocupe por mi, soy más duro de lo que parezco. Después de todo ya morí una vez, hace muchos años atrás, y aquí sigo ahora... -Farfulló el inmortal, aunque su voz era mucho más grave y adolorida, tal era la agonía que sentía por estar tan cerca de su presa y negarse a sí mismo alimentarse de ella. Pero además, la sensación de peligro inminente no estaba ayudando. - No se culpe por mi muerte, Padre, pero si usted sobrevive, recuerde a mi alma maldita en sus oraciones, eso será suficiente pago por algo tan minúsculo como protegerle. Después de todo, ayudar a quien está en apuros es un deber, ¿no es así? -Dijo para luego levantarse dificultosamente. Los pasos resonaban cada vez más cercanos, y pronto, sombras comenzaron a dejarse entrever en la distancia, recorriendo el callejón que daba al lugar donde ellos se encontraban. Pronto, muy pronto, estarían acorralados.
- Demasiado tarde... -Masculló el egipcio cuando las sombras tomaron forma, dejando ver a cuatro vampiros de aspecto fiero, que seguían al presumiblemente recién "cenado" inmortal con el que antes se habían topado. - Quédese detrás de mi. Siga mis instrucciones y trataré de protegerle tan bien como pueda, pero si en algún momento encuentra la oportunidad de escapar, hágalo sin dudar ni mirar atrás. ¿Entendido? -No esperó oír la respuesta, cuando dando un salto se colocó frente al sacerdote, plantando cara a los atacantes con una mueca salvaje en el rostro. Ahora tenía cinco posibles bancos de sangre más a su disposición, si es que las fuerzas no le flaqueaban ahora.
- Casi totalmente desangrado y sigues con vida... Como pensaba, debes ser viejo. ¿No sabes que es de mala educación robar a otros? Seguro que ese clérigo puede darte una lección al respecto. -Los cuatro vampiros se carcajearon al unísono, dejando claro quién era el líder. - Por interferir, te las verás con nosotros... -En un abrir y cerrar de ojos, las cinco criaturas se lanzaron de cabeza a por el vampiro mayor, que comenzó a repelerlos velozmente, lanzándolos hacia atrás y contra las paredes adyacentes. El sordo estruendo de sus cuerpos al chocar con la piedra recorrieron las calles desiertas. Había empezado.
- No se preocupe por mi, soy más duro de lo que parezco. Después de todo ya morí una vez, hace muchos años atrás, y aquí sigo ahora... -Farfulló el inmortal, aunque su voz era mucho más grave y adolorida, tal era la agonía que sentía por estar tan cerca de su presa y negarse a sí mismo alimentarse de ella. Pero además, la sensación de peligro inminente no estaba ayudando. - No se culpe por mi muerte, Padre, pero si usted sobrevive, recuerde a mi alma maldita en sus oraciones, eso será suficiente pago por algo tan minúsculo como protegerle. Después de todo, ayudar a quien está en apuros es un deber, ¿no es así? -Dijo para luego levantarse dificultosamente. Los pasos resonaban cada vez más cercanos, y pronto, sombras comenzaron a dejarse entrever en la distancia, recorriendo el callejón que daba al lugar donde ellos se encontraban. Pronto, muy pronto, estarían acorralados.
- Demasiado tarde... -Masculló el egipcio cuando las sombras tomaron forma, dejando ver a cuatro vampiros de aspecto fiero, que seguían al presumiblemente recién "cenado" inmortal con el que antes se habían topado. - Quédese detrás de mi. Siga mis instrucciones y trataré de protegerle tan bien como pueda, pero si en algún momento encuentra la oportunidad de escapar, hágalo sin dudar ni mirar atrás. ¿Entendido? -No esperó oír la respuesta, cuando dando un salto se colocó frente al sacerdote, plantando cara a los atacantes con una mueca salvaje en el rostro. Ahora tenía cinco posibles bancos de sangre más a su disposición, si es que las fuerzas no le flaqueaban ahora.
- Casi totalmente desangrado y sigues con vida... Como pensaba, debes ser viejo. ¿No sabes que es de mala educación robar a otros? Seguro que ese clérigo puede darte una lección al respecto. -Los cuatro vampiros se carcajearon al unísono, dejando claro quién era el líder. - Por interferir, te las verás con nosotros... -En un abrir y cerrar de ojos, las cinco criaturas se lanzaron de cabeza a por el vampiro mayor, que comenzó a repelerlos velozmente, lanzándolos hacia atrás y contra las paredes adyacentes. El sordo estruendo de sus cuerpos al chocar con la piedra recorrieron las calles desiertas. Había empezado.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Cierto era que el Vampiro había muerto una vez, aún así había regresado al mundo como un ser maldito, Diodore había leído muchos manuscritos sobre ellos, luego de su primer encuentro con un Vampiro meses atrás, la iglesia los condenaba, su existencia desafiaba todo lo sagrado, sin embargo ¿No había Jesus resucitado también? Jesus era el hijo de Dios, pero así mismo todas las criaturas eran hijos e hijas del altisimo padre. ¿Significaba esto que los Vampiros hacían parte de la creación del padre y sus misterios?.
Estaba dispuesto a huír, ya lo había decidido, pero entonces el Vampiro había dicho que orara por él. Un hombre que reconocía su propio pecado, era un hombre que mostraba arrepentimiento y ante los ojos de Dios, el arrepentimiento y el deseo de enmendar sus pecados era un sinonimo de benevolencia. Había bondad en ese Vampiro, no sólo por salvarlo, sino por tener deseo de encontrar la salvación. Quizás su alma aún tenía chanche de redimirse.
Entonces fue cuando aparecieron no sólo uno sino 4 Vampiros, Diodore se encontraba en las sombras detrás del hombre como se lo había pedido, su mente giraba en todas las direcciones, tenía que controlar el miedo que sentía y hacer algo para ayudarle, de lo contrario no podría perdonarse así mismo. Los Vampiros eran demasiado rápidos para sus ojos, cuando la pelea comenzó lo único que podía ver eran manchas moviéndose entre las paredes del callejón.
En cuestión de segundos tomó la desición, con el cuerpo lleno de adrenalina corrió tan rápido como pudo y agarró uno de las lamparas de aceite que alumbraban el callejón. No eran muy pesadas (afortunadamente para él) así que la pudo tomar con ambas manos sin problemas. Encomendandose a Dios y con el corazón a punto de salirsele del pecho tiró la lámpara contra la masa de Vampiros.
La lampara se quebró con el impacto y el aceite baño las capas de dos de ellos, casi al instante una enorme llama se encendió recorriendo el camino dejado por el aceite y ambos hombres comenzaron a gritar y moverse con frenesí tratando de escapar del fuego. Diodore corrió hacía el Vampiro que le había salvado la vida, aprovechando la distracción, al parecer el enorme fuego era lo suficientemente amenazador para que los demás Vampiros se detuvieran a mirar aterrorizados, enseñando sus colmillos y hiseando como gatos en celo.
Estaba dispuesto a huír, ya lo había decidido, pero entonces el Vampiro había dicho que orara por él. Un hombre que reconocía su propio pecado, era un hombre que mostraba arrepentimiento y ante los ojos de Dios, el arrepentimiento y el deseo de enmendar sus pecados era un sinonimo de benevolencia. Había bondad en ese Vampiro, no sólo por salvarlo, sino por tener deseo de encontrar la salvación. Quizás su alma aún tenía chanche de redimirse.
Entonces fue cuando aparecieron no sólo uno sino 4 Vampiros, Diodore se encontraba en las sombras detrás del hombre como se lo había pedido, su mente giraba en todas las direcciones, tenía que controlar el miedo que sentía y hacer algo para ayudarle, de lo contrario no podría perdonarse así mismo. Los Vampiros eran demasiado rápidos para sus ojos, cuando la pelea comenzó lo único que podía ver eran manchas moviéndose entre las paredes del callejón.
En cuestión de segundos tomó la desición, con el cuerpo lleno de adrenalina corrió tan rápido como pudo y agarró uno de las lamparas de aceite que alumbraban el callejón. No eran muy pesadas (afortunadamente para él) así que la pudo tomar con ambas manos sin problemas. Encomendandose a Dios y con el corazón a punto de salirsele del pecho tiró la lámpara contra la masa de Vampiros.
La lampara se quebró con el impacto y el aceite baño las capas de dos de ellos, casi al instante una enorme llama se encendió recorriendo el camino dejado por el aceite y ambos hombres comenzaron a gritar y moverse con frenesí tratando de escapar del fuego. Diodore corrió hacía el Vampiro que le había salvado la vida, aprovechando la distracción, al parecer el enorme fuego era lo suficientemente amenazador para que los demás Vampiros se detuvieran a mirar aterrorizados, enseñando sus colmillos y hiseando como gatos en celo.
Última edición por Diodore Pomeroy el Miér Sep 20, 2017 8:47 pm, editado 1 vez
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Pese a lo que pudiera parecer, y a pesar de la nostalgia, el tedio, el dolor y la culpabilidad que teñían sus días y sus noches, Rasmus no se había planteado nunca el morir nuevamente, y esta vez, de forma definitiva. No porque, en el caso de los sacerdotes o los creyentes, pensara que el suicidio era un pecado, sino porque consideraba que ceder ante su propia debilidad y regalarse a sí mismo un desenlace rápido e indoloro no era lo que merecía. Si había vivido durante tantos siglos, durante tantos milenios, era para cumplir la sentencia que le había sido impuesta por tantas atrocidades cometidas desde su regreso a la "vida" como criatura de la noche. Fuera cual fuera el castigo, era su deber sufrirlo en silencio, y hacer todo cuanto pudiera para remediar el daño una vez causado. Así que la posibilidad de morir por su propia mano era algo que no consideraba, pero era diferente cuando se trataba a menos de otro. Durante un tiempo, después de que abandonase la Inquisición, había estado esperando por el momento en el que aquellos que una vez consideraran sus compañeros se tornasen en su contra. Porque a pesar de ser y haber sido un soldado que peleaba por el bien, un monstruo no dejaba de ser un monstruo. Pero eso tampoco le había ocurrido, así que había seguido viviendo.
Ahora se le planteaba la última de las opciones que alguna vez había considerado, cuando se trataba de una manera de poner fin a su existencia de una vez y para siempre. Y era morir para proteger una vida. ¿Qué mejor forma de mostrar arrepentimiento? No era algo que buscara, obviamente, pero sí que le alegraría saber, en caso de que ocurriese, que su última acción en este mundo fuera dirigida a salvar a alguien. Claro que eso sólo tenía sentido si, después de él morir, la salvación del inocente estuviese garantizada. Pero aquel no era el caso. Él bien sabía lo mucho que los vampiros son dados a guardar rencor, y a perseguir las presas que se le escaparon alguna vez, especialmente aquellas que los dañaron de algún modo. Precisamente por eso, a pesar de estar al borde de la desesperación, sediento y malherido, estaba peleando con todas sus fuerzas. Lo que tenía en mente no era algo complicado como la necesidad de morir por otro para así salvar su alma, sino la simple convicción de que salvar a aquel hombre era lo correcto.
Cada vez que sus garras se hundían en la carne ajena, y a su vez, las ajenas se hundían en la suya, podía notar como si una alarma en su cabeza sonara a todo volumen. Estaba en el límite, en muchos sentidos... Por eso ni siquiera se lo pensó, y en un instante en que uno de los vampiros enemigos se abalanzó contra él, Rasmus lo sujetó con fuerza por los brazos, quebrándolos por la presión del agarre, y hundió sus colmillos en el cuello, succionando inmediatamente después. La sangre de otros vampiros, a pesar de no ser tan "nutritivas" los cargaban de una fuerza descomunal, fuerza que utilizó para repeler al resto una y otra vez, mientras retrocedían. Pero no parecía ser suficiente. Necesitaba algo, un punto de inflexión, o la pelea se eternizaría. Sorprendentemente el golpe de suerte fue dado por el humano, quien prendió fuego a otras dos criaturas. Sumada a la que él había destruido, sólo quedaban dos: el jefe y otro más, que salió corriendo en cuanto vio cómo Rasmus corría hacia él.
Aprovechando el momento de confusión, tomó al sacerdote por el brazo y comenzó a correr a toda velocidad, dejando atrás rápidamente al vampiro que antes los había atacado, y que ahora había vuelto a ser derrotado, quien ahora gritaba maldiciones a la espalda de ambos. - Quién lo diría, es usted mucho más fuerte y valiente de lo que aparenta, ¿o debería decir temerario? Gracias por su asistencia, Padre, y discúlpeme por arrastrarlo conmigo de esta forma, pero teníamos que salir de allí. -Dijo el vampiro con una media sonrisa, que a pesar de su aspecto fiero, acentuado por el rastro de sangre que goteaba de sus colmillos aún visibles, hicieron que sus facciones se volvieran inmensamente más gentiles. Cuando estuvieron lo bastante lejos, y amparados por la oscuridad de otra callejuela, esta vez mejor iluminada, soltó al hombre y se alejó unos pasos. Pronto la sed regresaría con más fuerza que antes, debido al esfuerzo de la pelea. Pero sorprendentemente, se sentía bien. ¿Era a causa de la adrenalina que la lucha había hecho bombear? ¿O por haber sido "salvado" por un sacerdote? No sabía la respuesta a esas preguntas, pero tampoco importaba. - Mi nombre es Rasmus, Padre, gracias por haberme salvado. -Dijo finalmente y, tras limpiarse la mano bruscamente contra sus ropajes, la extendió para estrechar la ajena.
Ahora se le planteaba la última de las opciones que alguna vez había considerado, cuando se trataba de una manera de poner fin a su existencia de una vez y para siempre. Y era morir para proteger una vida. ¿Qué mejor forma de mostrar arrepentimiento? No era algo que buscara, obviamente, pero sí que le alegraría saber, en caso de que ocurriese, que su última acción en este mundo fuera dirigida a salvar a alguien. Claro que eso sólo tenía sentido si, después de él morir, la salvación del inocente estuviese garantizada. Pero aquel no era el caso. Él bien sabía lo mucho que los vampiros son dados a guardar rencor, y a perseguir las presas que se le escaparon alguna vez, especialmente aquellas que los dañaron de algún modo. Precisamente por eso, a pesar de estar al borde de la desesperación, sediento y malherido, estaba peleando con todas sus fuerzas. Lo que tenía en mente no era algo complicado como la necesidad de morir por otro para así salvar su alma, sino la simple convicción de que salvar a aquel hombre era lo correcto.
Cada vez que sus garras se hundían en la carne ajena, y a su vez, las ajenas se hundían en la suya, podía notar como si una alarma en su cabeza sonara a todo volumen. Estaba en el límite, en muchos sentidos... Por eso ni siquiera se lo pensó, y en un instante en que uno de los vampiros enemigos se abalanzó contra él, Rasmus lo sujetó con fuerza por los brazos, quebrándolos por la presión del agarre, y hundió sus colmillos en el cuello, succionando inmediatamente después. La sangre de otros vampiros, a pesar de no ser tan "nutritivas" los cargaban de una fuerza descomunal, fuerza que utilizó para repeler al resto una y otra vez, mientras retrocedían. Pero no parecía ser suficiente. Necesitaba algo, un punto de inflexión, o la pelea se eternizaría. Sorprendentemente el golpe de suerte fue dado por el humano, quien prendió fuego a otras dos criaturas. Sumada a la que él había destruido, sólo quedaban dos: el jefe y otro más, que salió corriendo en cuanto vio cómo Rasmus corría hacia él.
Aprovechando el momento de confusión, tomó al sacerdote por el brazo y comenzó a correr a toda velocidad, dejando atrás rápidamente al vampiro que antes los había atacado, y que ahora había vuelto a ser derrotado, quien ahora gritaba maldiciones a la espalda de ambos. - Quién lo diría, es usted mucho más fuerte y valiente de lo que aparenta, ¿o debería decir temerario? Gracias por su asistencia, Padre, y discúlpeme por arrastrarlo conmigo de esta forma, pero teníamos que salir de allí. -Dijo el vampiro con una media sonrisa, que a pesar de su aspecto fiero, acentuado por el rastro de sangre que goteaba de sus colmillos aún visibles, hicieron que sus facciones se volvieran inmensamente más gentiles. Cuando estuvieron lo bastante lejos, y amparados por la oscuridad de otra callejuela, esta vez mejor iluminada, soltó al hombre y se alejó unos pasos. Pronto la sed regresaría con más fuerza que antes, debido al esfuerzo de la pelea. Pero sorprendentemente, se sentía bien. ¿Era a causa de la adrenalina que la lucha había hecho bombear? ¿O por haber sido "salvado" por un sacerdote? No sabía la respuesta a esas preguntas, pero tampoco importaba. - Mi nombre es Rasmus, Padre, gracias por haberme salvado. -Dijo finalmente y, tras limpiarse la mano bruscamente contra sus ropajes, la extendió para estrechar la ajena.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Su cabeza daba vueltas y todo sucedía tan rápido que su cerebro parecía no procesar la realidad, de un momento a otro se encontraba a varias calles de distancia, ya ni siquiera podía escuchar el ruido causado por la pelea o ver las llamas de la lampara rota. ¿Habrían muerto? ¿Habrían escapado? Se preguntaba con el pecho subiendo y bajando en una respiración entrecortada. Estaban en otro lugar, sus ojos viajaron de lado a lado buscando reconocer el sitio, no estaba tan familiarizado con Paris como quisiera, especialmente esas áreas de callejones.
Ante los elogios, no pudo más que sonrojarse, no era bueno en ese tipo de situaciones, siempre que alguien le reconocía por algo bueno que él hacía, Diodore sacaba una excusa diciendo que era su deber como siervo de Dios. En realidad le avergonzaba sentir reconocimiento por parte los demás, aún cuando sus intenciones eran puras.
-Temerario... no se, más bien creo que en situaciones desesperadas uno actúa sin pensar demasiado – Se explicó desviando la mirada al suelo – En plena consciencia de mis actos, no le habría tirado nunca una lámpara de aceite a nadie – Se excusó, la violencia no era algo que él aprobara, pero aquello había sido defensa, así que no se sentía tan mal – Pero se sintió bien ¿eh? - Exclamó recuperando un poco su estado de ánimo jovial.
-Diodore Pomeroy – Exclamó cuando Rasmus se presentó, hizo una venia cortés como era la costumbre – Soy el sacerdote de la pequeña parroquia del orfanato – Le explicó y decidió que quizás era prudente agregar – No... no estoy afiliado con la Santa inquisición – Poco sabía de la inquisición más de lo que había leído en libros, pero quería asegurarle que no tenía los mismos prejuicios sobre las criaturas sobrenaturales que otros religiosos – Antes usted me dijo que porqué ayudaba a un... Vampiro – Carraspeó, era extraño llamarlo 'vampiro' así directamente – He conocido a otros como usted antes... inclusive a un licántropo y a un hombre que se convertía en gato – Meneó la cabeza, años atrás lo habrían creído loco si hubiese hablado de esa forma y le había costado aceptar que todas esas criaturas existían en el mundo.
- Es irónico porqué... he visto más pecado y maldad cometida por los humanos, que por estas... criaturas – Le explicó, ya su respiración se había calmado – El licantropo se transformó en frente mio, pero no me atacó, porque le ofrecí agua y medicina, el hombre gato estaba también herido con dos balazos en la pierna y le ofrecí refugio en la parroquia... - Rememoró y dejó escapar un suspiro – Todas esas experiencias, me han enseñado que... juzgamos al prójimo sólo por su apariencia o por su reputación – Se encogió de hombros y una sonrisa se dibujó en sus labios – A la final todos queremos lo mismo ¿no?... sobrevivir en este mundo -
Ante los elogios, no pudo más que sonrojarse, no era bueno en ese tipo de situaciones, siempre que alguien le reconocía por algo bueno que él hacía, Diodore sacaba una excusa diciendo que era su deber como siervo de Dios. En realidad le avergonzaba sentir reconocimiento por parte los demás, aún cuando sus intenciones eran puras.
-Temerario... no se, más bien creo que en situaciones desesperadas uno actúa sin pensar demasiado – Se explicó desviando la mirada al suelo – En plena consciencia de mis actos, no le habría tirado nunca una lámpara de aceite a nadie – Se excusó, la violencia no era algo que él aprobara, pero aquello había sido defensa, así que no se sentía tan mal – Pero se sintió bien ¿eh? - Exclamó recuperando un poco su estado de ánimo jovial.
-Diodore Pomeroy – Exclamó cuando Rasmus se presentó, hizo una venia cortés como era la costumbre – Soy el sacerdote de la pequeña parroquia del orfanato – Le explicó y decidió que quizás era prudente agregar – No... no estoy afiliado con la Santa inquisición – Poco sabía de la inquisición más de lo que había leído en libros, pero quería asegurarle que no tenía los mismos prejuicios sobre las criaturas sobrenaturales que otros religiosos – Antes usted me dijo que porqué ayudaba a un... Vampiro – Carraspeó, era extraño llamarlo 'vampiro' así directamente – He conocido a otros como usted antes... inclusive a un licántropo y a un hombre que se convertía en gato – Meneó la cabeza, años atrás lo habrían creído loco si hubiese hablado de esa forma y le había costado aceptar que todas esas criaturas existían en el mundo.
- Es irónico porqué... he visto más pecado y maldad cometida por los humanos, que por estas... criaturas – Le explicó, ya su respiración se había calmado – El licantropo se transformó en frente mio, pero no me atacó, porque le ofrecí agua y medicina, el hombre gato estaba también herido con dos balazos en la pierna y le ofrecí refugio en la parroquia... - Rememoró y dejó escapar un suspiro – Todas esas experiencias, me han enseñado que... juzgamos al prójimo sólo por su apariencia o por su reputación – Se encogió de hombros y una sonrisa se dibujó en sus labios – A la final todos queremos lo mismo ¿no?... sobrevivir en este mundo -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Las palabras de aquel modesto hombre, que no parecía querer reconocer su propia valía, sirvieron como una especie de bálsamo para los pensamientos negativistas de un vampiro, que tanto como inmortal, como durante su vida, había experimentado lo mejor y lo peor del mundo con creces. Tenía razón, gran parte de la maldad que asolaba el mundo era provocada a manos de los seres humanos. Éstos, llevados por sus efímeras emociones, sentimientos y arrebatos de ira, se enfrentaban los unos a los otros, destruyendo todo a su paso sin detenerse ni por un momento a pensar en las consecuencias. Además, tenían una extrema facilidad para olvidarse de sus pecados, pero jamás olvidaban una afrenta o el daño que otros les habían provocado, a pesar de que fuese culpa de ellos en primer lugar. La guerra, al final, no conocía de bandos. En el momento en que uno sigue un ataque iniciado por otro, también se convierte en culpable. Por eso, precisamente, había abandonado la Inquisición, porque eran culpables de muchos de los males del mundo, y lo excusaban todo diciendo a los cuatro vientos que era la voluntad de Dios. Honestamente, si es que existía, dudaba mucho que Dios quisiera nada de aquello.
- Encantado de conocerle -Dijo al oír el nombre del padre, preguntándose mentalmente de dónde procedería su nombre. Era un poco extraño, aunque suponía que el suyo también le resultaría extraño a él. - Curiosamente yo sí he estado afiliado a la Inquisición, hasta hace relativamente poco, apenas un siglo... Bueno, es poco para mi. -Añadió esto último con una carcajada, dándose cuenta que cien años eran muchos cuando se trataba de mortales. - Pero me marché al darme cuenta de que el único uso que hacían de mi, y de mis habilidades, era con el fin de acabar con otros humanos. No todos a los que me mandaron matar por orden de Dios eran culpables de lo que se los acusaba, ni tampoco eran monstruos. -Dijo, como para evidenciar que sus palabras eran certeras, pero también para explicar un poco más de sí mismo. Después imaginó la cara de sorpresa que habría puesto aquel sacerdote al momento de ver a un hombre convertirse en gato. Él mismo, la primera vez que vio a un cambiante, no daba crédito a lo que veían sus ojos.
- Realmente espero que sus otros encuentros con criaturas sobrenaturales, o con vampiros, hayan sido menos violentas que la de esta noche. Debería tener cuidado. Dicen que nuestra esencia se impregna en aquellos que se acercan a nosotros, y eso los hace más susceptibles a ser abordados por otras criaturas. -Dijo medio en broma, pero tenía parte de cierto. Para él, los vampiros contaminaban aquello que los rodeaba, esa era su propia experiencia, y no podía deshacerse de esa noción, por muy terrible que fuera. Poco a poco, y a medida que se calmaba, su aspecto volvió a ser al de un hombre normal y corriente. Sus heridas también habían mejorado, aunque la apariencia de sus ropajes daba mucho que desear. - Bueno, lo único que puedo decir es que, honestamente, me alegro que usted haya sobrevivido esta noche. No creo que esa criatura vuelva a buscaros, aunque seguramente yo sí me lo encuentre. ¿Sabe volver a su hogar desde aquí, o necesita que le acompañe? Correr tanto debe haberlo desorientado. -Mencionó. Extrañamente, se sentía relajado en la compañía de aquel hombre. Quién lo diría, un ser sin alma junto con uno de los hombres que se dedicaban a limpiar las almas ajenas. Casi parecía un mal chiste. La verdad, querría preguntarle muchas cosas, pero decidió no hacerlo. No quería parecer mal educado.
- Encantado de conocerle -Dijo al oír el nombre del padre, preguntándose mentalmente de dónde procedería su nombre. Era un poco extraño, aunque suponía que el suyo también le resultaría extraño a él. - Curiosamente yo sí he estado afiliado a la Inquisición, hasta hace relativamente poco, apenas un siglo... Bueno, es poco para mi. -Añadió esto último con una carcajada, dándose cuenta que cien años eran muchos cuando se trataba de mortales. - Pero me marché al darme cuenta de que el único uso que hacían de mi, y de mis habilidades, era con el fin de acabar con otros humanos. No todos a los que me mandaron matar por orden de Dios eran culpables de lo que se los acusaba, ni tampoco eran monstruos. -Dijo, como para evidenciar que sus palabras eran certeras, pero también para explicar un poco más de sí mismo. Después imaginó la cara de sorpresa que habría puesto aquel sacerdote al momento de ver a un hombre convertirse en gato. Él mismo, la primera vez que vio a un cambiante, no daba crédito a lo que veían sus ojos.
- Realmente espero que sus otros encuentros con criaturas sobrenaturales, o con vampiros, hayan sido menos violentas que la de esta noche. Debería tener cuidado. Dicen que nuestra esencia se impregna en aquellos que se acercan a nosotros, y eso los hace más susceptibles a ser abordados por otras criaturas. -Dijo medio en broma, pero tenía parte de cierto. Para él, los vampiros contaminaban aquello que los rodeaba, esa era su propia experiencia, y no podía deshacerse de esa noción, por muy terrible que fuera. Poco a poco, y a medida que se calmaba, su aspecto volvió a ser al de un hombre normal y corriente. Sus heridas también habían mejorado, aunque la apariencia de sus ropajes daba mucho que desear. - Bueno, lo único que puedo decir es que, honestamente, me alegro que usted haya sobrevivido esta noche. No creo que esa criatura vuelva a buscaros, aunque seguramente yo sí me lo encuentre. ¿Sabe volver a su hogar desde aquí, o necesita que le acompañe? Correr tanto debe haberlo desorientado. -Mencionó. Extrañamente, se sentía relajado en la compañía de aquel hombre. Quién lo diría, un ser sin alma junto con uno de los hombres que se dedicaban a limpiar las almas ajenas. Casi parecía un mal chiste. La verdad, querría preguntarle muchas cosas, pero decidió no hacerlo. No quería parecer mal educado.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2013
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
La sorpresa ante la revelación de que Rasmus hubiese sido parte de la Santa Inquisición, fue más grande que enterarse de que era un Vampiro. Diodore abrió tanto los ojos que casi se le salen de las cuencas. No tenía idea de que seres sobrenaturales pudiesen trabajar para la Iglesia, de hecho siempre creyó que la iglesia los aniquilaba al instante sin darles pie a explicación. Recordaba haber escuchado sobre la quema de brujas, a esas mujeres no les habían dado el beneficio de la duda, no habían tenido un juicio justo, simplemente eran condenadas, sólo por la superstición y las habladurías de la gente.
¿Cómo era posible que entonces la Santa Inquisición contratase seres sobrenaturales para usar sus habilidades a conveniencia?
-Realmente me ha dejado usted de una sola pieza con lo que acaba de contarme – Exclamó aún en el asombro – No sabía que la Santa Inquisición pudiese contratar criaturas sobrenaturales – Meneó la cabeza – Las razones por las cuales se retiró de ese trabajo son valederas... yo habría hecho lo mismo – Era extraño escucharlo hablar de un siglo como si fuera un par de años, para Diodore seguía siendo una cuestión incomprensible que un Vampiro pudiese vivir por tantos años sin que su cuerpo se descompusiera por causas naturales.
-Me temo que no estoy familiarizado con estas calles – Confesó volviéndo a mirar a su alrededor, no sabía hacía que dirección habían corrido y con la velocidad con la que el Vampiro había tirado de él, no había tenido tiempo de procesar lo que veía - ¿Sabe donde queda el convento? El orfanato queda junto a él, yo vivo en la capilla, en las habitaciones traseras – Le explicó, si ese hombre vivía desde hace tiempo en Paris, seguro que conocía como llegar al convento – Si no es mucha molestia, le agradecería que me indicara el camino -
La idea del vampiro trabajando con la Inquisición seguía en su mente y no podía dejarla de lado, así que se atrevió a preguntar.
- ¿Hay muchos otros como usted en la Inquisición? - Desvió la mirada hacía el suelo mientras caminaban – Yo vengo de un pueblo muy pequeño al norte de Francia... siempre he sido un sacerdote de pueblo... por eso no estoy familiarizado con la Santa Inquisición... que yo sepa en mi pueblo nunca tuvimos problemas con seres... es más, hasta que vine a Paris no tenía idea de su existencia -
¿Cómo era posible que entonces la Santa Inquisición contratase seres sobrenaturales para usar sus habilidades a conveniencia?
-Realmente me ha dejado usted de una sola pieza con lo que acaba de contarme – Exclamó aún en el asombro – No sabía que la Santa Inquisición pudiese contratar criaturas sobrenaturales – Meneó la cabeza – Las razones por las cuales se retiró de ese trabajo son valederas... yo habría hecho lo mismo – Era extraño escucharlo hablar de un siglo como si fuera un par de años, para Diodore seguía siendo una cuestión incomprensible que un Vampiro pudiese vivir por tantos años sin que su cuerpo se descompusiera por causas naturales.
-Me temo que no estoy familiarizado con estas calles – Confesó volviéndo a mirar a su alrededor, no sabía hacía que dirección habían corrido y con la velocidad con la que el Vampiro había tirado de él, no había tenido tiempo de procesar lo que veía - ¿Sabe donde queda el convento? El orfanato queda junto a él, yo vivo en la capilla, en las habitaciones traseras – Le explicó, si ese hombre vivía desde hace tiempo en Paris, seguro que conocía como llegar al convento – Si no es mucha molestia, le agradecería que me indicara el camino -
La idea del vampiro trabajando con la Inquisición seguía en su mente y no podía dejarla de lado, así que se atrevió a preguntar.
- ¿Hay muchos otros como usted en la Inquisición? - Desvió la mirada hacía el suelo mientras caminaban – Yo vengo de un pueblo muy pequeño al norte de Francia... siempre he sido un sacerdote de pueblo... por eso no estoy familiarizado con la Santa Inquisición... que yo sepa en mi pueblo nunca tuvimos problemas con seres... es más, hasta que vine a Paris no tenía idea de su existencia -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
El vampiro se quedó callado un instante, con la mano en el mentón, analizando los alrededores. Si se trataba del convento principal de la ciudad era en una dirección, pero el que estaba pegado al orfanato estaba en otra completamente diferente. De hecho, pegada a los barrios más pobres de París. Eso era una de esas cosas que no había logrado entender nunca. Un sitio como un orfanato era precisamente de lo más necesario. Desgraciadamente había demasiados niños sin un techo sobre sus cabezas, por haberse escapado, o por haber perdido a sus tutores. Siendo así, se preguntaba por qué demonios no estaba mejor ubicado, o por qué recibía tan pocos donativos por parte de la nobleza. Pensó en preguntárselo al padre, pero lo más probable era que, viviendo allí, él mismo se hiciera la misma pregunta. Y la respuesta más plausible era simplemente que así de injusto era el mundo. Como si eso fuera una respuesta válida para tanta miseria como había.
- Hay que dar un buen rodeo para llegar hasta el orfanato, pero sí que me sé el camino. De nuevo me disculpo, no sabía que lo hubiera llevado tan lejos de su casa cuando eché a correr. Culpe a las prisas... -Dijo volviendo a carcajearse levemente, para luego comenzar a andar en la dirección correcta, seguido desde cerca por el hombre. Se fijó en el rostro de éste, y no pudo evitar sentir que tal vez hubiera dicho demasiado. No todas las personas estaban preparadas para aprender que su fe estaba tan llena de personas de dudosa moralidad. Estaba demasiado pensativo, y supo sin llegar a meditarlo demasiado que era por lo que le había dicho de la Inquisición. En efecto, su pregunta lo hizo pararse en seco, y volver a colocarse la mano en el mentón, dubitativo.
- Si os soy sincero, el número de activos sobrenaturales pueden contarse por centenares, quizá más de un par de millares incluso. Algunos incluso ocupan cargos de mando. No sólo hay vampiros, por supuesto, también hay cambiantes, licántropos y hechiceros. -Dijo sin más, encogiéndose de hombros y reemprendiendo la marcha. Era fácil imaginar por qué un humano de fe no podía comprender cómo, la misma institución que se dedicaba a cazar a este tipo de criaturas, las utilizara a su antojo. Desde la perspectiva del vampiro, como general, y como guerrero, le parecía bastante frecuente. Después de todo, la guerra en sí ya suponía una contradicción, ¿buscar la paz mediante la guerra? ¿A quién se le ocurrió semejante tontería? No hay forma de apagar un fuego con más fuego. Los inquisidores lo sabían, por eso necesitan armas del mismo calibre que sus enemigos. Si humanos armados no eran bastantes para acabar con vampiros, o con hombres lobo, usarían gente de aquellas naturalezas para enfrentarlos e igualdad sus fuerzas, o incluso superarlas gracias al armamento. Era una cuestión de lógica militar, y de números.
- Claro que hay de todo. Hay muchos que se unieron a la Inquisición por miedo, pero otros tantos que sólo desean la libertad de matar por matar y no ser castigado por ello, cubriendo sus crímenes diciendo que son "órdenes de arriba". También hay muchos que tienen fe, a pesar de que sus dioses sean distintos, y otros que, sin embargo, no creen en nada. Al final, la diferencia entre las razones que tienen humanos y monstruos para ser Inquisidores no difieren tanto como piensa, salvo por las discrepancias propias de sus respectivas naturalezas. Yo quise creer que protegía a los inocentes de seres como yo, pero al darme cuenta de que eso se cumplía bastante poco, deserté. -Explicó con gesto inexpugnable, y la mirada perdida entre las pequeñas nubes que volaban por el cielo. Muchas noches se había lamentado por los años perdidos peleando una lucha sin sentido. Aquella no era la forma de arrepentirse por sus crímenes, de hecho, siempre fue visto desde sus iguales dentro de la orden como un bicho raro. ¿Acaso era tan extraño sentirse culpable por necesitar dañar a otros para sobrevivir? En sus días como humano, en su tribu siempre honraban a los animales que iban a consumir, y éstos no tenían una "conciencia". ¿Cómo era posible que nadie fuera capaz de alimentarse de un ser humano sin sentir nada? No lo entendía.
Aunque a veces deseaba que él tampoco sintiera nada. Todo sería infinitamente más fácil, desde luego. - Bueno, lamento haberme explayado en mis divagaciones. Debo haberos aburrido. Considéreme como un anciano que tiene demasiadas vivencias pero pocas ocasiones para compartirlas. ¿Cómo es la vida trabajando en un orfanato? Imagino que tampoco será fácil mirar por el bienestar de tantas criaturas... -Preguntó el vampiro, mostrando una sonrisa amable.
- Hay que dar un buen rodeo para llegar hasta el orfanato, pero sí que me sé el camino. De nuevo me disculpo, no sabía que lo hubiera llevado tan lejos de su casa cuando eché a correr. Culpe a las prisas... -Dijo volviendo a carcajearse levemente, para luego comenzar a andar en la dirección correcta, seguido desde cerca por el hombre. Se fijó en el rostro de éste, y no pudo evitar sentir que tal vez hubiera dicho demasiado. No todas las personas estaban preparadas para aprender que su fe estaba tan llena de personas de dudosa moralidad. Estaba demasiado pensativo, y supo sin llegar a meditarlo demasiado que era por lo que le había dicho de la Inquisición. En efecto, su pregunta lo hizo pararse en seco, y volver a colocarse la mano en el mentón, dubitativo.
- Si os soy sincero, el número de activos sobrenaturales pueden contarse por centenares, quizá más de un par de millares incluso. Algunos incluso ocupan cargos de mando. No sólo hay vampiros, por supuesto, también hay cambiantes, licántropos y hechiceros. -Dijo sin más, encogiéndose de hombros y reemprendiendo la marcha. Era fácil imaginar por qué un humano de fe no podía comprender cómo, la misma institución que se dedicaba a cazar a este tipo de criaturas, las utilizara a su antojo. Desde la perspectiva del vampiro, como general, y como guerrero, le parecía bastante frecuente. Después de todo, la guerra en sí ya suponía una contradicción, ¿buscar la paz mediante la guerra? ¿A quién se le ocurrió semejante tontería? No hay forma de apagar un fuego con más fuego. Los inquisidores lo sabían, por eso necesitan armas del mismo calibre que sus enemigos. Si humanos armados no eran bastantes para acabar con vampiros, o con hombres lobo, usarían gente de aquellas naturalezas para enfrentarlos e igualdad sus fuerzas, o incluso superarlas gracias al armamento. Era una cuestión de lógica militar, y de números.
- Claro que hay de todo. Hay muchos que se unieron a la Inquisición por miedo, pero otros tantos que sólo desean la libertad de matar por matar y no ser castigado por ello, cubriendo sus crímenes diciendo que son "órdenes de arriba". También hay muchos que tienen fe, a pesar de que sus dioses sean distintos, y otros que, sin embargo, no creen en nada. Al final, la diferencia entre las razones que tienen humanos y monstruos para ser Inquisidores no difieren tanto como piensa, salvo por las discrepancias propias de sus respectivas naturalezas. Yo quise creer que protegía a los inocentes de seres como yo, pero al darme cuenta de que eso se cumplía bastante poco, deserté. -Explicó con gesto inexpugnable, y la mirada perdida entre las pequeñas nubes que volaban por el cielo. Muchas noches se había lamentado por los años perdidos peleando una lucha sin sentido. Aquella no era la forma de arrepentirse por sus crímenes, de hecho, siempre fue visto desde sus iguales dentro de la orden como un bicho raro. ¿Acaso era tan extraño sentirse culpable por necesitar dañar a otros para sobrevivir? En sus días como humano, en su tribu siempre honraban a los animales que iban a consumir, y éstos no tenían una "conciencia". ¿Cómo era posible que nadie fuera capaz de alimentarse de un ser humano sin sentir nada? No lo entendía.
Aunque a veces deseaba que él tampoco sintiera nada. Todo sería infinitamente más fácil, desde luego. - Bueno, lamento haberme explayado en mis divagaciones. Debo haberos aburrido. Considéreme como un anciano que tiene demasiadas vivencias pero pocas ocasiones para compartirlas. ¿Cómo es la vida trabajando en un orfanato? Imagino que tampoco será fácil mirar por el bienestar de tantas criaturas... -Preguntó el vampiro, mostrando una sonrisa amable.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2013
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Comenzaron a caminar por los callejones y eventualmente salieron a una calle principal, Diodore aún no estaba seguro si estaban al norte o al sur de París, para él todas las casas lucían similares y en la oscuridad de la noche no podía distinguir si había estado en ese lugar antes, por lo que confió plenamente en la guía de Rasmus.
- No hay problema - Respondió y luego le escuchó con atención, abriendo los ojos de par en par sin poder comprender tal revelación, que la Inquisición contratara a seres sobrenaturales iban más allá de su comprensión, en cierta forma cuestionaba muchísimas cosas en las que había creído ciegamente hasta el momento - Es increíble todo lo que cuenta - Comentó esforzándose por asimilar lo que el Vampiro decía, intentando encontrar alguna lógica en ello - Tiene sentido... es decir, puedo comprender las razones por las cuales un Vampiro se uniría al a inquisición... también encuentro la lógica en que, la iglesia haga uso de las habilidades de los seres sobrenaturales pero... - Se detuvo unos segundos meneando la cabeza.
- Lo que no comprendo... es la parte de la moral - Concluyó, quizás su mente no podía ver la imagen completa pues era un simple sacerdote sin la información apropiada, a lo mejor si se afiliaba a la inquisición y recibía un entrenamiento debido podría entender los verdaderos motivos de esta - Creí en una Abadía Católica desde los 10 años, mis padres me llevaron allí porqué... realmente no tenían con que darme de comer y era una mejor opción que ponerme a pedir limosna en las calles como mis hermanas - Le confesó mientras caminaban - Crecí con la idea de que, debía seguir la palabra de Dios y amar al prójimo... pero pensar que la Biblia pueda ser interpretada y ajustada a la conveniencia de quien esté al mando en el momento... - Suspiró - Bueno, al menos usted tenía motivos nobles - Finalizó con una media sonrisa.
A esa hora de la madrugada, ya no habían carruajes ni transeúntes y el silencio de la calle parecía querer tragárselo vivo. Pasaron caminando lo que pareció ser un parque y continuaron ascendiendo por una calle de piedra inclinada y poco a poco las casas se fueron volviendo más humildes.
- No es difícil la verdad - Respondió volviendo su rostro hacía él - En realidad el trabajo duro lo hacen las monjas, ellas cocinan, sirven de maestras y cuidan de los niños en general, mi trabajo realmente es encargarme de las eucaristías y los servicios de la capilla, llegué a París como remplazo al sacerdote que había antes en la capilla, un hombre al parecer ya de mucha edad, sin embargo debido a su salud inestable, he terminado quedando yo como encargado único -
- No hay problema - Respondió y luego le escuchó con atención, abriendo los ojos de par en par sin poder comprender tal revelación, que la Inquisición contratara a seres sobrenaturales iban más allá de su comprensión, en cierta forma cuestionaba muchísimas cosas en las que había creído ciegamente hasta el momento - Es increíble todo lo que cuenta - Comentó esforzándose por asimilar lo que el Vampiro decía, intentando encontrar alguna lógica en ello - Tiene sentido... es decir, puedo comprender las razones por las cuales un Vampiro se uniría al a inquisición... también encuentro la lógica en que, la iglesia haga uso de las habilidades de los seres sobrenaturales pero... - Se detuvo unos segundos meneando la cabeza.
- Lo que no comprendo... es la parte de la moral - Concluyó, quizás su mente no podía ver la imagen completa pues era un simple sacerdote sin la información apropiada, a lo mejor si se afiliaba a la inquisición y recibía un entrenamiento debido podría entender los verdaderos motivos de esta - Creí en una Abadía Católica desde los 10 años, mis padres me llevaron allí porqué... realmente no tenían con que darme de comer y era una mejor opción que ponerme a pedir limosna en las calles como mis hermanas - Le confesó mientras caminaban - Crecí con la idea de que, debía seguir la palabra de Dios y amar al prójimo... pero pensar que la Biblia pueda ser interpretada y ajustada a la conveniencia de quien esté al mando en el momento... - Suspiró - Bueno, al menos usted tenía motivos nobles - Finalizó con una media sonrisa.
A esa hora de la madrugada, ya no habían carruajes ni transeúntes y el silencio de la calle parecía querer tragárselo vivo. Pasaron caminando lo que pareció ser un parque y continuaron ascendiendo por una calle de piedra inclinada y poco a poco las casas se fueron volviendo más humildes.
- No es difícil la verdad - Respondió volviendo su rostro hacía él - En realidad el trabajo duro lo hacen las monjas, ellas cocinan, sirven de maestras y cuidan de los niños en general, mi trabajo realmente es encargarme de las eucaristías y los servicios de la capilla, llegué a París como remplazo al sacerdote que había antes en la capilla, un hombre al parecer ya de mucha edad, sin embargo debido a su salud inestable, he terminado quedando yo como encargado único -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Las palabras del sacerdote que siguieron a sus divagaciones, terminaron por darle la razón del todo. Lo que le había descubierto resultaba demasiado complejo para alguien de quien sospechaba se tomaba la fe muy en serio. Podía verlo en la naturalidad con la que caminaba a su lado, confiando en todo momento que siguiéndolo a él, a pesar de que eran criaturas tan diferentes, llegaría al lugar escogido. A pesar de que ambos sabían que los vampiros eran peligrosos, impredecibles, estaba claro que sólo un hombre creyente podría poner su vida en manos de otro sin temor a lo que pudiera ocurrir. Eso lo hizo sentirse con un ánimo mucho más ligero. Como si de algún modo se hubiera convertido en alguien "normal", alguien hacia el que otros no debían sentir miedo. No sentirse como una amenaza era algo nuevo para él. Probablemente se excedía al pensar que era gracias a aquel hombrecillo, pero a pesar de su edad y de sus vivencias, no podía evitar sentir respeto por los mensajeros de los dioses. Era algo que se le había inculcado desde sus días como humano. Por eso, aunque no se sentía bien al contar aquella clase de secretos, secretos que sabía podían hacer temblar la fe de cualquiera, sospechaba que a pesar de éstos la mentalidad de Diodore no cambiaría. Eso esperaba.
- Sepa que no es mi intención hacerle dudar de la moralidad inscrita en las palabras de su libro sagrado. Muchas de las cosas que se dictan ahí son ciertas, otras no, pero en un primer momento estuvo pensado para guiar a las personas por un buen rumbo. Son los humanos, los individuos, quienes retuercen las enseñanzas inculcadas desde hacía siglos para su propio beneficio. Por avaricia, por miedo, por el deseo de obtener poder. El egoísmo es lo que hace que lo que antes eran puras buenas intenciones ahora queden opacadas por las fallas. Pero crea cuando le digo que también hay otros que respetan lo que usted cree desde el fondo de su ser. Simplemente, los errores son demasiado graves y estos comportamientos nobles quedan anulados. -Dijo el vampiro con simpleza, mostrando una sonrisa comprensiva, que a su vez trataba de resultar tranquilizadora. El mundo está plagado de grises, nada es blanco ni negro. Lo que lo hizo desertar fue el exceso de mal, no la falta de un bien, que en efecto, había. Escondido, pero ahí estaba.
- Comprendo que ellas tienen su misión, pero usted tiene la suya, y es mantener ese sitio a flote. No tuve la suerte de conocer al anterior sacerdote, pero sí soy consciente de que las donaciones se redujeron muchísimo en el momento en que él comenzó a enfermar. -A pesar de que él nunca había pisado una iglesia para rezar, en el pasado había tenido la oportunidad de supervisar el funcionamiento de muchas, al ser Inquisidor y tener que ocultarse en éstas durante sus misiones. Si bien era cierto que las monjas eran trabajadoras confiables, la autoridad, por suerte o por desgracia, recaía sobre el sacerdote. Y si en una simple iglesia era así como funcionaban las cosas, imaginaba que en un orfanato ocurriría lo mismo. - ¿Sabe cuántos niños tienen ahora en su recinto? La última vez que le pregunté a alguien se quejaban de problemas de espacio. Supongo que eso no habrá mejorado... -Le dolía saber que tantas criaturas estuviesen malviviendo sin que nadie hiciera nada al respecto.
Ambos giraron en una esquina, y a lo lejos, al final de la calle, pudo verse la fachada de la iglesia anexa al orfanato. - Ya estamos cerca. -El aire era fresco, y venía cargado del aroma inherente de las partes más pobres de París. Olor a suciedad, a humanidad, a miedo, a enfermedad. La sensación lo hizo estremecerse violentamente. En muchos aspectos podía decir que él había tenido suerte de vivir como vivía, a pesar de todo. Se sentía culpable por tener mejores medios que aquellos inocentes. Irónicamente, aunque creía que su humanidad peligraba, su conciencia estaba más despierta y agresiva que nunca. El silencio se instaló entre ambos por un momento, y sólo el aire silbaba por el callejón, en un leve y agudo quejido.
- Sepa que no es mi intención hacerle dudar de la moralidad inscrita en las palabras de su libro sagrado. Muchas de las cosas que se dictan ahí son ciertas, otras no, pero en un primer momento estuvo pensado para guiar a las personas por un buen rumbo. Son los humanos, los individuos, quienes retuercen las enseñanzas inculcadas desde hacía siglos para su propio beneficio. Por avaricia, por miedo, por el deseo de obtener poder. El egoísmo es lo que hace que lo que antes eran puras buenas intenciones ahora queden opacadas por las fallas. Pero crea cuando le digo que también hay otros que respetan lo que usted cree desde el fondo de su ser. Simplemente, los errores son demasiado graves y estos comportamientos nobles quedan anulados. -Dijo el vampiro con simpleza, mostrando una sonrisa comprensiva, que a su vez trataba de resultar tranquilizadora. El mundo está plagado de grises, nada es blanco ni negro. Lo que lo hizo desertar fue el exceso de mal, no la falta de un bien, que en efecto, había. Escondido, pero ahí estaba.
- Comprendo que ellas tienen su misión, pero usted tiene la suya, y es mantener ese sitio a flote. No tuve la suerte de conocer al anterior sacerdote, pero sí soy consciente de que las donaciones se redujeron muchísimo en el momento en que él comenzó a enfermar. -A pesar de que él nunca había pisado una iglesia para rezar, en el pasado había tenido la oportunidad de supervisar el funcionamiento de muchas, al ser Inquisidor y tener que ocultarse en éstas durante sus misiones. Si bien era cierto que las monjas eran trabajadoras confiables, la autoridad, por suerte o por desgracia, recaía sobre el sacerdote. Y si en una simple iglesia era así como funcionaban las cosas, imaginaba que en un orfanato ocurriría lo mismo. - ¿Sabe cuántos niños tienen ahora en su recinto? La última vez que le pregunté a alguien se quejaban de problemas de espacio. Supongo que eso no habrá mejorado... -Le dolía saber que tantas criaturas estuviesen malviviendo sin que nadie hiciera nada al respecto.
Ambos giraron en una esquina, y a lo lejos, al final de la calle, pudo verse la fachada de la iglesia anexa al orfanato. - Ya estamos cerca. -El aire era fresco, y venía cargado del aroma inherente de las partes más pobres de París. Olor a suciedad, a humanidad, a miedo, a enfermedad. La sensación lo hizo estremecerse violentamente. En muchos aspectos podía decir que él había tenido suerte de vivir como vivía, a pesar de todo. Se sentía culpable por tener mejores medios que aquellos inocentes. Irónicamente, aunque creía que su humanidad peligraba, su conciencia estaba más despierta y agresiva que nunca. El silencio se instaló entre ambos por un momento, y sólo el aire silbaba por el callejón, en un leve y agudo quejido.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2013
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Asintió mientras escuchaba al Vampiro hablar sobre las razones por las cuales la gente tergiversaba el mensaje de la biblia, Diodore había crecido en un pueblo pequeño al que no llegaban extranjeros ni había forma de aprender sobre otras culturas, no habían universidades ni mucho menos, la mayoría de la gente se dedicaba a las labores artesanales y a cultivar la tierra, era una vida simple que permitía que la gente creyera ciegamente en todo lo que se les decía si esto venía desde la iglesia o el gobierno.
Paris era completamente diferente en ese aspecto y había descubierto con el tiempo que la gente era menos dada a creer ciegamente en las escrituras, quizás por miedo a perder devotos, algunos modificaban las escrituras a su antojo para mantener ese poder.
-Es lamentable – Meneó la cabeza – Se supone que nuestros sentimientos y deseos personales no deberían inmiscuirse en nuestra fe – Comentó con gesto cansado – Como sacerdotes, tenemos una gran responsabilidad para con la sociedad ¿Si nosotros no somos correctos modelos de la palabra de Cristo, como vamos a esperar que los ciudadanos confíen en nuestras palabras? -
Rasmus le preguntó por el orfanato y una mueca de tristeza se dibujó en su rostro soñoliento, a pesar de estar relativamente joven, toda la adrenalina que había sentido durante el inesperado combate y escape, lo habían dejado exhausto y deseaba más que nada tumbarse en su cama apenas llegaran a la capilla.
-Infortunadamente, con el invierno que pasamos, cinco niños murieron de fiebre y gripe – Le explicó, había sido trágico perder a esas almas inocentes – Por lo que ahora hay más espacio y comida para los otros niños... una verdadera ironía –
La capilla se podía divisar en la cima de la colina y el orfanato se alzaba como una sombra unos cuantos metros más atrás, la luna media iluminaba el camino y el viento cálido de verano jugueteaba con las faldas de su sotana.
- Ya estamos aquí – Anunció volviendo a sonreír – Puedo continuar desde aquí, así que no se preocupe Monsieur – Le indicó, luego hizo una inclinación – Es un gusto haberle conocido, me alegra saber que a pesar de nuestras diferencias, podemos encontrar un punto común en nuestra humanidad, si alguna vez desea hablar de nuevo, puede buscarme en la capilla – Finalizó.
Paris era completamente diferente en ese aspecto y había descubierto con el tiempo que la gente era menos dada a creer ciegamente en las escrituras, quizás por miedo a perder devotos, algunos modificaban las escrituras a su antojo para mantener ese poder.
-Es lamentable – Meneó la cabeza – Se supone que nuestros sentimientos y deseos personales no deberían inmiscuirse en nuestra fe – Comentó con gesto cansado – Como sacerdotes, tenemos una gran responsabilidad para con la sociedad ¿Si nosotros no somos correctos modelos de la palabra de Cristo, como vamos a esperar que los ciudadanos confíen en nuestras palabras? -
Rasmus le preguntó por el orfanato y una mueca de tristeza se dibujó en su rostro soñoliento, a pesar de estar relativamente joven, toda la adrenalina que había sentido durante el inesperado combate y escape, lo habían dejado exhausto y deseaba más que nada tumbarse en su cama apenas llegaran a la capilla.
-Infortunadamente, con el invierno que pasamos, cinco niños murieron de fiebre y gripe – Le explicó, había sido trágico perder a esas almas inocentes – Por lo que ahora hay más espacio y comida para los otros niños... una verdadera ironía –
La capilla se podía divisar en la cima de la colina y el orfanato se alzaba como una sombra unos cuantos metros más atrás, la luna media iluminaba el camino y el viento cálido de verano jugueteaba con las faldas de su sotana.
- Ya estamos aquí – Anunció volviendo a sonreír – Puedo continuar desde aquí, así que no se preocupe Monsieur – Le indicó, luego hizo una inclinación – Es un gusto haberle conocido, me alegra saber que a pesar de nuestras diferencias, podemos encontrar un punto común en nuestra humanidad, si alguna vez desea hablar de nuevo, puede buscarme en la capilla – Finalizó.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Localización : El orfanato
Re: El sutil arte de la caza {Diodore}
Saber que vidas inocentes se habían perdido siempre le resultaba doloroso, especialmente si éstas se trataban de niños, quienes apenas si habían comenzado a vivir. Por eso le entristeció enormemente saber que aquellos infantes habían perecido sin siquiera haber conocido las cosas buenas que el mundo aún tenía por ofrecer. Era lamentable, y en efecto, irónico. Mientras algunos nobles se calentaban en sus palacios otros pobres infelices yacían por no poder tener un techo estable sobre sus cabezas. Las riquezas de algunos estaban construidas bajo las desgracias de aquellos más abajo en los escalones de la sociedad. Lamentable, pero cierto. Era un mal que la humanidad llevaba arrastrando desde sus días como humano, donde ya por aquel entonces el poder se concentraba en las manos de unos pocos mientras el resto eran tratados como peones. Era injusto. Pero también le resultaba sorprendente que a pesar de haber visto semejantes desgracias, aquel sacerdote, aquel mensajero de la palabra de ese Dios -que para él era un desconocido-, aún no perdiera su fe. Era admirable, y esperaba que rezase también en su nombre por el alma de aquellos niños.
- Me apena saber eso. Le aseguro que haré lo que esté en mi mano por lograr que algunos de mis conocidos de mayor confianza luchen por incrementar el presupuesto que ustedes tienen, para que algo así no ocurra de nuevo. De hecho, si tiene algún problema siempre puede encontrarme en el cuartel, o preguntando en alguna comisaría. Aunque no lo crea, soy el general del ejército de Francia, así que me gustaría poder ayudar a proteger a los ciudadanos tanto como pueda. -No lo hacía por lograr nada a cambio, ni siquiera para responder a sus pecados, sino porque realmente creía que los inocentes necesitaban un lugar mejor del que tenían en la actualidad.
Una vez delante de la fachada de la capilla, ambos se detuvieron y Rasmus asintió, sonriendo, a las últimas palabras del mortal. - En efecto, es un honor haberle conocido, y de igual forma, si tiene algún problema, no dude en contactarme. Los vampiros tenemos buena memoria, así que me aseguraré en recibirle en cualquier momento si así lo necesita. Que pase buena noche. -Tras inclinar la cabeza en forma de saludo, el vampiro se volteó y se perdió en el oscuro callejón por el que habían llegado, sintiéndose un poco más optimista que otras noches. Al final, aún quedaban personas en el mundo que merecían la pena.
- Me apena saber eso. Le aseguro que haré lo que esté en mi mano por lograr que algunos de mis conocidos de mayor confianza luchen por incrementar el presupuesto que ustedes tienen, para que algo así no ocurra de nuevo. De hecho, si tiene algún problema siempre puede encontrarme en el cuartel, o preguntando en alguna comisaría. Aunque no lo crea, soy el general del ejército de Francia, así que me gustaría poder ayudar a proteger a los ciudadanos tanto como pueda. -No lo hacía por lograr nada a cambio, ni siquiera para responder a sus pecados, sino porque realmente creía que los inocentes necesitaban un lugar mejor del que tenían en la actualidad.
Una vez delante de la fachada de la capilla, ambos se detuvieron y Rasmus asintió, sonriendo, a las últimas palabras del mortal. - En efecto, es un honor haberle conocido, y de igual forma, si tiene algún problema, no dude en contactarme. Los vampiros tenemos buena memoria, así que me aseguraré en recibirle en cualquier momento si así lo necesita. Que pase buena noche. -Tras inclinar la cabeza en forma de saludo, el vampiro se volteó y se perdió en el oscuro callejón por el que habían llegado, sintiéndose un poco más optimista que otras noches. Al final, aún quedaban personas en el mundo que merecían la pena.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 130
Fecha de inscripción : 23/07/2013
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