Plan de fuga (privado)(+18)

Habían transcurrido algunos días desde aquella noche en la que mi camino y el del guerrero se cruzaron para crear un choque de estrellas. Al igual que con Andrómeda y Perseo nuestro encuentro cambió la dirección de nuestros destinos aunque era bastante posible que ni el guerrero ni yo supiésemos hasta qué punto. Acostumbrada como estaba a la piratería me resultaba difícil imaginarme que un hombre estuviese dispuesto a compartir un futuro conmigo. Esa noche la ingesta de alcohol había sido fuerte, era más fácil pensar que las palabras susurradas contra los labios del otro hubiesen sido fruto del mismo y de un desliz compartido bajo el firmamento en un momento en el que nuestros sentidos se dejaron arrastrar.

Con andar tranquilo pero decidido subí a la embarcación, mis pantalones ajustados a mis curvas llamaron la atención de la tripulación, la cual me recibió con múltiples silbidos y más de uno se llevó un manotazo de mi parte al intentar colocar una de sus manos sobre mi cuerpo. Mi mirada encontró a Stelios de pie detrás de un escritorio antiguo y su tono grisáceo se oscureció emulando el del cielo huracanado antes del derroche de una tormenta. Alcé al brazo para dar un puñetazo contra el rostro de uno de los hombres que se acercó demasiado y que con gran estrépito cayó sobre el suelo tras escucharse las palabras de su jefe adivirtiéndoles que era su socia. -Harán bien en recordarlo a menos que alguno quiera probar lo que mi espada es capaz de hacer.- Pasé el filo de la mía sobre el cuerpo del hombre en el suelo antes de detenerla sobre sus partes a modo de advertencia. Había que darse a respetar de una vez y demostrarle a los hombres en que posición me encontraba o se lo tomarían a broma. Un nuevo golpe propinado con mi pie sobre el desdichado fue el cierre de mis palabras.

Los hombres recibieron los francos que su jefe les repartió, ayudaron a levantarse al sujeto y entre vítores producidos por la anticipación de calmar el escozor de sus entrepiernas en los burdeles de la ciudad se marcharon enseguida. Enfundé mi espada observando a Stelios con una sonrisa ladeada. -¿Estabas defendiendo mi honor?- pregunté con humor, sus pardos y mis grises se mezclaron. Sus dedos dibujaron mis labios entreabiertos, dedos ásperos y callosos que hablaban de las guerras en las que había participado toda su vida, se tornaron suaves al recorrer el camino sobre mi piel, desde mi mandíbula hasta mi cuello, deteniéndose sobre mis pechos que se movían al compás de mi respiración.

-Vine a corroborar el tamaño de tu pertenencia.- respondí con un juego de palabras mientras tiraba del borde de su pantalón para acercarlo a mi cuerpo. Mi dedo índice se deslizó hacia abajo sobre la tela, siguiendo el camino de su virilidad que se puso en alza al sentirse cuestionada. Sus manos apretando mis pechos aceleraron mi respiración, tornándose sensibles a su tacto galoparon sobre ella, al igual que lo hizo la suya al sentir la presión de mis dedos.

Me eché a reir cuando tomándome de las nalgas me depositó sobre la mesa. -A lo mejor vine a asegurarme de que mi red mantenga bien sujeta al marinero, o de lo contrario que tipo de sirena sería.- Una sonrisa seductora bailó en mis labios mientras mis ojos apreciaban los suyos, sobre estos se detuvieron antes de desviarse para ver los puntos que señalaba sobre el mapa.

-Pienso que nos vamos a jugar la vida en una empresa que parece un imposible. O estamos locos o la ebriedad de la otra noche aún no se disipa.- Mis piernas rodearon su cintura y con un tirón brusco lo hice colisionar contra mi sexo, capturando así su magnífica erección. -Dime, ¿cómo se que puedo confiar en ti?-

El vaho de mis labios absorbía su aliento, mis manos se deslizaron sobre la tela que marcaba sus amplios pectorales. -Llegado un momento de peligro en el que tuvieras que decidir a quien rescatar eligirías a tu tripulación antes que a la mía ¿no es cierto?- Sin abandonar sus pardos froté mi entrepierna contra la de él, mis besos ascendieron por su cuello, succionando su piel, antes de clavar suavemente los dientes sobre la misma. Mis labios recorrieron el camino de regreso a su boca y me detuve sobre ella, arrastrando mis palabras. -¿Qué piensas tú?-

-No me malentiendas guerrero, a mi me gustan las empresas difíciles.- Mi mirada danzó con la suya, mi sonrisa se dibujó de medio lado al decirlo. Por supuesto le hablaba de la empresa que nos aguardaba, como pirata nunca retrocedía, el peligro era la adrenalina que buscaba gustosa. Pero al chocar nuestros alientos y tentarle con mis labios no solo le estaba hablando de ello, hablaba de él. Había venido a tirar de mi red para que él no encontrara método de salida y al mismo tiempo venía a corroborar la existencia de mi Perseo. 

Sentía su cuerpo caliente bajo la seducción de mis palmas, su boca ardiente buscaba hacer combustión con la mia, mis piernas se volvían sogas de una red que se friccionaba contra su mástil, lo cual le hizo gruñir. Nuestras bocas se encontraron para devorarse, acogiendo ese gruñido y allí estaba, esa afinidad peligrosa, el deseo salvaje, palpable y febril entre los dos.

Mis manos tiraron de su camisa, desgarrándola de un tirón, los botones saltaron por los aires y de mis labios escapó una risa divertida. Mis manos se deslizaron por su pecho, acariciando cada espacio, apresé sus labios entres mis dientes, regalándoles una mordida. -Todo sea en aras de que puedas pensar con claridad. De un plan bien trazado depende nuestra supervivencia. –

Ni había terminado de decirlo cuando le sentí tirar con un solo movimiento de mis pantalones, en un segundo me había volteado. Mi pecho entró en contacto con la mesa, mi excitación se disparó al sentirle acariciarme las piernas, pasar por mis glúteos y apretarlos con sus manos para enseguida obsequiarlos con un par de azotes, provocando que mi sangre hirviera. Mi mirada se oscureció al encontrarle sobre mi hombro. A ver quien amansa a quien tritón.

Su mano acarició mi entrada que palpitó de excitación a la vez que un sonido entrecortado brotó de mi garganta antes de dejar escapar el aire contra la mesa. Bien sabía él que no estaba así porque me durara ninguna borrachera. -No necesito excusas realmente, necesito que me tomes.- Morí de placer al sentir sus dedos alcanzando mi clítoris, haciéndome gemir. Mis manos alcanzaron su pantalón, lo bajaron y de algún modo logré hacerme con su falo, notándolo duro por el deseo.

Sonreí al notar aquello y los jadeos brotaron de mi garganta cuando sus dedos implacables se sacudieron en mi interior. El movimiento endureció mis pezones que descubiertos se frotaban ahora duros contra la mesa y su tercer dedo elevó la marea, haciéndome  enloquecer.

Ya era el momento de pagarle con la misma moneda. Enderecé mi espalda, pegándome contra él, para frotar mis glúteos contra su miembro. Tomé la mano que tenía en mi interior y la saqué, llevé sus dedos a mi boca, lamiendolos y succionándolos provocadoramente, apretándome contra él, colocando mis manos en sus caderas y comenzando una seductora danza contra las suyas.

El guerrero no tardó nada en aceptar la invitación a mi gruta. Podía sentir su cuerpo musculoso contra mi espalda cuando se decidió a ir por el todo y me penetró de forma violenta. Un gruñido escapó de mi garganta, prolongado y sentido. Su miembro entró como una implosión, llenándome, duro y poderoso causando marejadas en los vaivenes de nuestros cuerpos. Mis manos se apoyaron en la mesa, mis jadeos resonaron en el barco, y mis glúteos le buscaron. El marinero me excitaba de una forma inusual, él gruñía entre embestidas y yo jadeaba anclando mis uñas a la madera de la mesa, el arrebato al que me sometía el movimiento de sus caderas era tan salvaje que me hacía perder el control, logrando que mis uñas crecieran y mis ojos adquirieran una tonalidad que de humana no tenía nada.

-Ambas.- respondí sin resuello al escuchar esa pregunta cargada de gruñidos, sintiéndole morder mi cuello, gimiendo bajo su abordaje, nuestros barcos echados en alta mar se encontraban a la deriva, el placer aumentaba, tanto, que las marejadas se desbordaban.

-Pero si bien vine a eso mi instinto me dice que esperabas que lo hiciera.- Hice cambiar las reglas de nuestro encuentro, hasta aquí el había dominado, pero esta sirena era incapaz de mantenerse en esa situación mucho tiempo. Nuestros muslos entrechocaban al igual que nuestros cuerpos, y yo tomé el timón de su barco, agitando las aguas sobre su estaca, llevando sus manos hasta mis pechos que duros de tanto restregarse contra la mesa disfrutaron de como pellizcaba mis pezones, prolongando los truenos que nos atravesaban. Jugué con mis movimientos ahora alzándome para pegar mi espalda a su pecho, incrementando su placer con los giros de mi cadera, con el roce de mis glúteos, disfrutando de las mordidas que dejaba sobre mi piel.

Nuestro contacto se volvió desenfrenado, los cañones hicieron explosión, olas de placer me recorrieron al desplomarnos sobre la mesa, la tonalidad sobrenatural de mis ojos volvía a la normalidad, más no mi respiración que aún estaba agitada. Su aliento acarició mi oreja, mientras me decía que debía visitarle más a menudo. -Para hacerlo tendría que saber tu paradero…- lo miré sobre mi hombro. -¿Significa que te anclarás más seguido a un solo puerto?- Sonreí ladeadamente, ni él ni yo deseábamos asentarnos de forma permanente en un solo lugar, ambos lo sabíamos. 

Ahora observé el mapa, el lugar exacto por donde decía que entraríamos. Disfraces de soldados, algo de ingenio, pareciera un plan sencillo y sin embargo mucho tenía de descabellado, pero de repente mi interés en ese mapa se tornaba personal. Mi plan no había cambiado, había venido a estas tierras en búsqueda del pirata, mi padre... y ahora necesitaba informarme de algún modo si él también se encontraba en la Bastilla…

Giré y tomé al tritón de los hombros estampándolo sobre la mesa con mi fuerza de cambiante para que su espalda golpeara estruendosamente sobre esta. Mi mirada se volvió envolvente, atrapé la suya y no la dejé ir, el roce de su cuerpo tenía ese efecto extraño sobre el mío por lo que el calor de mi aliento rozaba su piel. Inclinada sobre él coloqué mis rodillas a ambos lados de sus caderas y alargué mi brazo para alcanzar una de mis armas, alcanzando mi revólver pasé la punta del cañón suavemente sobre su cuello. -¿Y qué pasa si la sirena quiere escuchar por qué habría de fiarse de esta sociedad? ¿Cómo saber que no es más conveniente robarte este barco en este preciso instante y convertirme en la única capitana del mismo?- 

Lo miré con una ladeada sonrisa, sin separar el revólver de su cuello un ápice, lo pasé despacio sobre su piel deteniéndolo allí, en el hueco de su garganta, acariciando esa zona que me gustaba de él con el frio metal. Sus palabras resonaban sin demostrar el menor temor a la parca o más bien parecía que le divertía mientras una sonrisa maliciosa coronaba su boca. 

-Las sirenas deben de hacer honor a su reputación, de lo contrario ¿quién nos tomará en serio?- Entorné los ojos observándolo mientras su aspecto debajo de mi cuerpo provocaba que mantuviera entreabiertos mis labios. -¿Sabes cuántas veces he apretado el gatillo?- Me hacia cierta gracia que no me creyera capaz de hacerlo en este momento. -De sobra sabes que con nuestro estilo de vida robar viene incluido en el paquete.-  

Mis ojos bordearon sus labios, la energía sexual que se transpiraba entre nosotros sobre esa mesa aumentaba por momentos animándome a mantener mi rostro cerca del suyo, el escaso espacio incitando a nuestras bocas a encontrarse otra vez. -Me subestimas, ¿crees que no podría fácilmente llevarme el barco, timonearlo, reemplazar a tu tripulación con la mía?- Solté la risa, vaya que ya había tenido que cerrarle la bocaza a algunos por no creérselo, no era capitana de mi barco por no habérmelo ganado a pulso. -Te olvidas de la pirata y te centras en la sirena.-

La realidad era que con anterioridad no me había tocado el corazón dos veces. Mi sonrisa se acentuó cuando habló de que no le gustaría tener que matar a su mejor jugador. Las palabras en las que reparé: no me gustaría. -Hablas mucho guerrero pero yo no te he visto aún en acción… no conozco como te defiendes en batalla. ¿Cómo saber que tal lo harás cuando lleguemos a la bastilla? Mantén en mente que de aceptar el trato me estaría moviendo con fe ciega en ti.- Puse mis cartas sobre la mesa, una noche de pasión podía enturbiar los pensamientos...

El tritón no se amilanaba, en un rápido giro se elevó sobre mi, presionando un cuchillo contra mis costillas. Su mástil continuó ubicado entre mis piernas y estas lo buscaron, me había corrido hace unos minutos y ya mis pensamientos se diluían al friccionarnos, deseándolo de nuevo. -Una, no soy una princesa, no me llames así. Dos, no usarías ese cuchillo en contra mia.- afirmé, mostrándome convencida de ello. 

Nuestras miradas se sostuvieron prolongadamente y finalmente mis dedos soltaron el gatillo, con un largo suspiro retiré el revólver de su cuello y lo dejé caer sobre mi ropa. -Repasemos ese plan tuyo... llegar disfrazados de guardias tal vez... aunque ellos conocerán la vigilancia… podríamos dar con un par de guardias, sacarlos del juego y tomar su lugar o podríamos entrar de una forma más sencilla, como prisioneros.-  

 
Su boca incitaba a mis labios mientras hablaba, lo nuestro era inevitable, perdía el tiempo dándole vueltas al por qué, el deseo no se apagaba. Mis manos sujetaron su rostro, con nuestras respiraciones aún entrecortadas hundí mi mirada en esos iris oscuros que brillaban feroces, retadores. No dudaba que pudiera matar a cualquiera... a otra... pero a mi... no lo haría.

Mis dedos se deslizaron sobre los suyos para que me cediera el cuchillo y con un rápido movimiento lo lancé en dirección de una de las vigas de madera. Él tritón, aunque no lo dijera, había caído en mis redes... y yo, al parecer, caía en mi propia trampa. -Bésame de una vez Stelios.-

Me eché a reír asintiendo cuando me dejó caer sobre el lecho, girando sobre un costado me apoyé en mi codo sobre el colchón, para observarlo con curiosidad y lentitud. -Cuantas cicatrices guerrero.- Ladeé la sonrisa cuando me pasó el vaso con ron, tomé un trago y mis dedos repasaron su piel deteniéndose en el costado de su cadera para admirar precisamente una de ellas. -Me gustan… me confirman de mejor manera con quien estoy haciendo un trato.-

Me incliné para besar la cicatriz más larga y profunda, una que veía sobre su pecho, y luego me dejé caer de nuevo sobre el colchón con mi dorado cabello esparcido sobre la almohada, pensando en lo que iba a revelarle.

-Aún no te he contado porque vine a Paris. Es decir, te dije que vine en busca de alguien. Ese alguien es mi padre, el más buscado pirata de los siete mares, o eso quiere creer él, yo no me quedo atrás.- dije con una semi sonrisa antes de que mis cejas se arquearan pensativas.

-Desapareció hace un par de meses, solía enviarme mensajes por medio de sus aves y ahora no he vuelto a escuchar nada de él. Vine con mi tripulación a buscarle a Francia porque supe que había sido su última localización pero nos encontramos con otro barco, ese que nos emboscó con sus cañones. Vaya, que de ambos lados sufrimos pérdidas. El punto es, que alguien tuvo que haberles pasado el dato sobre nuestro arribo aunque no sé quien puedo haber sido, todos mis hombres me son fieles y desean tanto como yo encontrar a mi padre. Algunos eran de mi tripulación, otros que le conocían se ofrecieron como voluntarios para venir a buscarle. A ninguno he obligado a venir en su búsqueda.-

Lo acaricié despacio con las puntas de mis dedos antes de enterrar los mismos en su pelo para atraerlo, encontrar sus labios y perderme en ellos en un lapso que me pareció quizás más bien breve.

-Comprenderás por qué es tan importante para mi que tengamos éxito en esta empresa. Necesito encontrar a mi padre, sé que algo tuvo que haberle sucedido, Un barco y el oro que consigamos es exactamente lo que necesito.-
 
Me callé mis ideas acerca de la Bastilla, ya había dicho bastante y no es algo que hiciera a menudo con alguien que acababa de conocer, aunque al guerrero no lo sentía precisamente como a un desconocido. Me sentía inesperadamente vulnerable al abrirme con él, no estaba acostumbrada a tener ese tipo de intimidad con ningún hombre y el problema radicaba en que su presencia me nublaba el juicio.

Permanecí en silencio entonces, al mismo tiempo que mi oído desarrollado se fijaba en los sonidos del exterior, aquellos que solo alguien como yo podía escuchar y que eran completamente imperceptibles para un oído humano. -Mis hombres se encuentran fuera del barco, querían matarte, pero les he convencido de que nos convenía más tenerte como aliado.- 

No todos mis hombres estuvieron de acuerdo conmigo, podríamos haber tomado el barco esa noche, hubiera sido muy sencillo mientras su tripulación se había largado a pasarla feliz liberándose del escozor que les aquejaba la entrepierna. Pero yo era su capitana así que en cuanto puse un pie fuera de la embarcación di la señal para que bajaran sus armas y me siguieran. Stelios dormiría tranquilo y yo me preguntaría una vez más si ese hombre se estaba convirtiendo en una debilidad demasiado grande para mi, una que en todos mis años de pirata no me permití tener.

A la mañana siguiente nos reunimos frente al barco, un pie en este y una sonrisa se expandió en mis labios. Volvía a la mar, y aunque el viaje hacia la Bastilla sería breve, el olor a agua salada y el izamiento de las velas nos puso a todos de buen humor. Pronto nos alejamos de puerto, mar adentro. No tuve aún demasiada oportunidad de hablar con Stelios, él se ocupaba de dar órdenes a su gente y yo me encargaba de agarrar al presunto capitán del barco de las solapas para indicarle que era yo quien se dedicaría a llevar el timón. 

Desde mi posición podía ver muy bien lo que acontecía y no fue hasta más tarde que vi al tritón aproximándose. -¿Qué tal tu noche Stelios? ¿Valió la pena que me enviaras lejos para obtener un sueño gratificante?- Sonreí de medio lado mientras el viento hacía ondear mi rubio cabello, dibujándose en mi sonrisa un velado reproche por la elección que había tomado la noche anterior.

Algunos de sus hombres miraban en mi dirección, nada contentos con el hecho de que una mujer hubiera puesto pie en el barco. -¿Qué tipo de suerte crees que te traeré?- Sonreí y me acerqué a él para hacer que deliberadamente mi pecho rozara el suyo y mi cálido aliento flotara hasta sus labios, cargándose el espacio entre nosotros de chispas de una energía sexual nada disimulada.

Fue entonces cuando con el rabillo del ojo vi como un hombre de mi tripulación tropezaba contra uno de la suya, este le daba un empujón y el otro se acercaba para golpearlo. Con una mirada le indiqué a mi segundo que tomara el timón y ágilmente salté a cubierta dirigiéndome a ellos. El incidente fue apenas la excusa que necesitaban los hombres para encender la mecha de la discordia. Otro hombre acudió en ayuda del agredido y pronto dio inicio una lluvia de puñetazos entre uno y otro grupo.

El asunto se estaba saliendo rápidamente de control por lo que alcé mi revólver para dar un tiro al aire que logró llamar la atención de todos. -¡Más vale que os dejéis de idioteces! ¡Todos estamos en el mismo bando!-

Justo en ese momento el vigía que se encontraba de pie en el cuello del mástil dio la voz de alarma. Otra embarcación se aproximaba a nosotros por lo que tomé rápidamente el catalejo para descubrir a poca distancia la presencia de hombres uniformados de rojo. -¡Soldados franceses!- Grité hacia Stelios. La ley venía por nosotros con ganas de apresarnos, como si de un modo extraordinario se hubiesen enterado de la presencia de piratas en estas coordenadas, decididos a darnos un pase de cortesía hacia nuestro destino, la Bastilla.

En menos tiempo del que tomaba parpadear los hombres dejaron de pelear entre si para atender al problema más apremiante, la posibilidad de que fuésemos apresados y llevados a la Bastilla. Existían recompensas puestas sobre nuestras cabezas, incluyendo la mía, la más generosa y exorbitante de todas. No podía dejar de preguntarme que haría exactamente la tripulación de Stelios de haberse enterado precisamente de que de haberme entregado podrían hacerse de una cuantiosa fortuna. Si los soldados llegaban a apresarnos no tardarían en llevarnos a la horca.

Maniobré el timón haciendo girar el navío para prepararnos para el ataque. Afortunadamente el vigía había lanzado la voz de alarma con la suficiente anticipación para proveernos la posibilidad de atacar antes de que fuésemos abordados. Logré hacer maniobrar el barco para ganarles el barlovento, deslizándonos sobre las olas con arrojo tal y como lo haría un monstruo marino dispuesto a dar guerra, colocándonos así en la posición necesaria para disparar los cañones.

¿El único problema? Nuestra némesis, la nave antagonista, se presentaba perfectamente armada y si bien Stelios de inmediato reaccionó presto para despabilar a todos los hombres y alistarlos para la batalla naval, los franceses no se quedaron atrás.

El grito del guerrero indicando un ¡ahora! precedió al rugido de nuestros cañones. Fuimos los primeros en atinar al otro barco. Sin hacerse esperar este repelió el ataque disparando sin cesar contra nuestro casco, que por el momento se resistía a ceder, navegando tercamente las aguas océanicas.

Stelios continuaba dando órdenes a diestra y siniestra. Nuestros hombres, armados hasta los dientes con espadas, cuchillos, y pistolas estaban listos para presentar pelea y luchar por el pellejo. Llevé dos dedos a mi boca y mi silbido fue la señal para aquellos de mis hombres que sabiendo utilizar las ballestas dispararon en contra del otro barco lanzando bombas de alquitrán encendido que rodando sobre su cubierta sorprendieron a nuestros adversarios prendiéndolos en llamas.

La lucha encarnizada había comenzado. Los cañones seguían rugiendo mientras ambas embarcaciones se deslizaban en paralelo. -¡Seguid disparándo! ¡Dadles con todo! ¡Esto apenas comienza!- Moviendo el timón giré para remontar las aguas, mi mirada buscó a Stelios, y al verle entre los hombres tomando las riendas de los mismos la decisión brillo en mi mirada. Mis manos convertidas en uno con el timón nos dirigieron en una embestida directa hacia los casacas azules.

Mis manos raudas maniobraban el timón como si se hubieran convertido en una extensión de este, producto de la pericia adquirida tras muchos años de navegación. No era mi intención chocar de frente con el barco enemigo y que nos fuésemos a pique, esta empresa la llevaríamos a cabo hasta el final costase lo que costase, en ello me jugaba demasiado.

Mis manos se fundían con el timón mientras la sonrisa de regocijo se abría paso en mi rostro, estaba hecha para la batalla, llevaba la aventura en mis venas desde incluso mucho antes de presentarme ante la vista de mi padre y anunciarle que era su hija cuando puse por primera vez pie en el Leviatán, en aquellos tiempos cuando aún era una chiquilla.

Antes de conocerle, mis primeros años deambulando como si fuese una completa huérfana y convirtiéndome en una ladrona me enseñaron muchas cosas, entre ellas a sacarle el mayor provecho a una situación peliaguda. En este caso, las ideas ya se iban fraguando en mi mente con velocidad rauda mientras nuestro barco se salvaba de una colisión frontal, aunque no por ello dejaron de golpearse fuertemente los cascos por el costado. El impacto fue lo suficientemente fuerte como para estremecer nuestra embarcación y hacernos tambalear a todos.
  
Más el espíritu de los hombres no habría de irse abajo. Volví a dejar el timón a cargo de mi segundo y corrí con espada en una mano y revólver en el otro, lanzando exhortaciones a mis hombres. -¡Vamos! ¡Levantáos! ¡No os detengáis! ¡Mostrad de qué estáis hechos!-

Los gritos de los piratas se escucharon a mi alrededor en respuesta a mis palabras. -¡Hoy no será el día en que seremos derrotados!-

Un movimiento de mi siniestra con el revólver en alto y una bala atravesó directamente el cráneo de un soldado que pretendía saltar hacia nuestra embarcación. La sonrisa ladeada producida por la excitación y la adrenalina se mantuvo al alcanzar el barco enemigo y saltar junto con más hombres hacia este. En él Stelios se encontraba ya presentando batalla, podía escuchar sus rugidos animando a sus hombres mientras mi sable conocía de frente al acero de un soldado.

La pelea continuaba con auge y voracidad, la sangre salpicaba mis ropajes. Tras desarmar a uno con un movimiento que lanzó la espada ajena por los aires tomé al soldado por sus solapas, pasando el filo por su gaznate para inducirle a que respondiera a mi pregunta. ¿Quién estaba a cargo?

Las llamas encendían la cubierta, producto del alquitrán derramado. Mis pies corrieron veloces buscando al hombre que presidía a los demás, contar con un as bajo la manga al visitar la Bastilla nunca estaba de más.

Múltiples casacas azules me enfrentaron, interponiéndose en mi camino, a cada uno les fui sajando la carne hasta el instante en el que vi a cierta distancia como un soldado disparaba a Stelios.

Observar aquello me hizo rugir y me distrajo lo suficiente como para sentir como el acero se hundía con saña debajo de mi hombro haciendo brotar la sangre. Gruñí alzando mi revolver para disparar al sujeto antes de ver bañar con sus sesos la cubierta.

-¡Vamos! ¡Dádles con todo! ¡Luchad por la fortuna y el oro!- El tritón estaba herido pero aún se mantenía en pie, lo alcancé justo a mitad del barco. -Que no sea solo la perspectiva del ron la que te mantenga en pie y con ganas de celebrar esta noche.-

Lo miré por encima de mi hombro con la respiración agitada y una sonrisa en la que iba ímplicito a qué me refería. El barco ardía con furia, sus vigas se agitaban con estruendo. Gesticulé hacia un casaca azul que se encontraba luchando a cierta distancia nuestra. -¿Qué te parece añadir un general a nuestro plan? ¿Uno cuya compañía nos haga más creíbles al entrar en la Bastilla?- 

A mi oídos llegó el rugido de la victoria. Mis hombres y los que seguían a Stelios vitorearon una y otra vez tras apoderarnos de la embarcación y apresurarnos a apagar el fuego que aunque calcinó ciertas partes de cubierta no llegó a causar daño irreparable. Sonreí aún con la adrenalina a flor de piel y un brillo salvaje en la mirada. Nada me excitaba más que el choque de aceros y el sonido de los estallidos, en ese sentido mis hombres me conocían como temeraria, era la primera en lanzarme en contra del enemigo si la batalla lo ameritaba, no retrocedía fuese cual fuese la situación por mucho que arriesgara el pellejo.

Aunque quizás debía corregir el convencimiento de que nada me excitaba más. Los labios del tritón se acercaron a los míos para tomarlos de forma ruda, como había demostrado ser él durante todo este encuentro. Succioné su lengua con euforia y mi mano se aventuró a tomar su mástil grande y duro. -No hay mejor momento como el presente, la celebración tras la victoria.- susurré sugestivamente, dejando que mi cálido aliento penetrase en su boca.

Uno de los hombres se acercó para darme la feliz noticia acerca de los numerosos toneles de ron que albergaba el navío. Al parecer los casacas azules no escatimaban en el mismo, por lo que volteé hacia la tripulación para darles el aviso a voz en cuello. No había mejor cura para las heridas ni mejor aliciente para animar la noche, así que muy pronto se olvidaron de que hasta hace poco habían intentado atacarse unos a otros para comenzar a vitorear otra vez, echarse los brazos alrededor de los hombros y andar en busca de jarras como si hubiesen sido amigos de toda la vida.

Por mi parte tiré de las solapas del guerrero. -Tengo un par de heridas en ciertos lugares que quiero que revises.- avisé, con una pícara sonrisa en mis labios. Mi siguiente aventura, secuestrarlo y desaparecer de cubierta con él.

Tan pronto descendimos para llegar a un camarote, lo empujé contra la puerta, tomándolo del pelo, presionando mis labios con ansias contra los suyos, una mano saqueando debajo de su camisa y la otra tirando del borde de su pantalón. -No puedo examinar tu condición con tanta ropa encima.-

Me froté contra su sexo al sentir sus manos atrapar mis glúteos para apretarme contra él, mi lengua arrasó con fuerza en su boca, ávida del húmedo tesoro escondido. Lo empujé hacia adonde mi mirada descubrió el lecho y con rapidez me encontré encima de él. Me acerqué dejando que nuestros pechos se tocaran, el roce del suyo provocó que mis pezones se endurecieran evidenciándose en la tela de mi camisola. Acaricié sus labios con los míos, contoneando mis caderas contra su erección, con los párpados entornados sonreí presionando más mi suavidad húmeda logrando que gruñera contra mi boca. 

Tiré con fuerza de su camisa, desgarrándola sin pensarlo dos veces, sintiendo mi temperatura aumentar al palpar sus poderosos músculos. -Y ahora a tratar esa herida.- anuncié, podía ver efectivamente, adonde había hecho daño el disparo. Me enderecé y alargué la mano para tomar una botella de licor de una mesa adyacente a la cama. -Supongo que no es necesario pedirte que te mantengas quieto y me dejes hacer.- dejé escapar las palabras con doble sentido.

Había que admitir que el guerrero no solo lograba impactar con su destreza en la batalla, su boca sobrevolando mi piel una vez me despojó de mi camisola demostraba similar habilidad al enardecer una explosión de deseo que de inmediato envolvió nuestros cuerpos.

Mi lengua se tornó incasable en la búsqueda de la ajena, peleando con ella como si fuésemos fuego de cañones, disparando sin tregua cada nueva munición en cada húmedo beso que encendía la mecha de la pasión.

A horcajadas sobre él cerré los ojos cuando sus labios alcanzaron mis pechos, sintiendo como los acariciaba con su húmeda lengua antes de meterlos en su boca para succionarlos y lamerlos endureciéndolos como las rocas de los arrecifes, haciéndome jadear y arquearme para ofrecérselos, a la vez que un cosquilleo intenso se concentraba en mi centro induciéndome a frotarme contra su erección endurecida de necesidad.

Con la mirada oscurecida atajé la botella a mi lado y la abrí rápidamente dejando caer el liquido del preciado ron entre sus labios, riendo al ver como se escurría por sus carnosos, por lo que fue mi lengua la que atrapó las gotas. Acuné su rostro entre mis yemas para asegurarme de que no se me escapara ninguna y luego volví a su boca dejando que nuestras lenguas se deslizaran ansiosas sobre la otra una y otra vez, embriagándome de su saliva y del ron.

Luego llegó mi advertencia, le pedía que se estuviera quieto y me dejara hacer. Mi mirada se concentró en su herida, palpando con cuidado, examinando por donde había entrado el dañino proyectil. 

Un nuevo chorro de ron cayó sobre esta, asegurándome de dejarla bien desinfectada. -Has tenido suerte…- Afortunadamente, el tiro entró por debajo del hombro y salió por la espalda, por lo que no tendría que hurgar buscando la bala. En seguida agarré hilo y aguja y procedí a darle múltiples puntadas con bastante concentración. 

-Y más suerte tienes de tenerme para coser porque a los demás les doy una patada y los mando a curarse solos.- Sonreí de medio lado, tocándole suavemente la piel una vez terminé y corté el último trozo de hilo. 

-Tsk, no te muevas.- Advertí cuando me pareció que lo hacía. -Tienes más heridas.- Vertí nuevamente ron sobre él, siguiendo el camino de su cuello con mis labios y succionando con mi lengua húmeda, deteniéndome a disfrutar del hueco de su garganta que tanto me gustaba de él.

-¿Alguna vez alguien se ocupa de ti guerrero?- Alcancé su pantalón para tirar de este, liberando su mástil erguido, y moví mis caderas empujándolo contra la tela que aún guarecía mi intimidad, siguiendo las mareas que impulsaban mi pasión, mientras mis manos iban limpiando meticulosamente sus heridas, depositando besos sobre su piel magullada y sus moretones, acariciando con mis labios el musculoso mapa dibujado con caminos de cicatrices antiguas y heridas nuevas.