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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Giulia Di Moncalieri Dom Sep 01, 2013 9:59 am

Esperó a que todos durmieran, se destapó con cuidado, para no desacomodar tanto la ropa de cama, colocó algunas almohadas de tal forma que pareciera que dormía tranquilamente. En el mayor silencio, se desvistió hasta quedar solo con la ropa interior, con paso firme se acercó descalza al mueble que guardaba, como tesoros invaluables,  la vestimenta de Hayden. Acarició los trajes colgados, recorriendo con sus dedos las diferentes telas, lo recordó vestido con cada uno de aquellos atuendos, su rostro risueño, o enojado, y entonces  el llanto se le anudó en la garganta, las lagrimas como perlas cayeron una tras otra al suelo. En un arrebato abrazó varios trajes y les besó, como si en ese gesto pudiera traer el tiempo atrás y su amado nunca hubiera partido a una redada en París donde según los que no entendían su unión, decían que él había muerto. - si tan solo me hubieras escuchado, si tan solo te hubiera contado que serías padre, tal vez, solo tal vez, habrías decidido quedarte – susurró acunando los trajes, - y estarías aquí junto a mi preguntándome porque lloro -.

Inspiró con dificultad, se impregnó con la huella de su aroma que aun conservaban las camisas y sacando fortalezas de un alma destruida, se irguió, soltó sin ganas los trajes y secándose las lagrimas que aun intentaban morir en las mejillas, eligió uno de los atuendos de su esposo. De todos los que allí había, eligió aquel que llevara puesto la noche en que se conocieron en el bosque, una camisa, una chaqueta y pantalón. Los descolgó y acomodó en la superficie del lecho,  se tiró sobre las prendas y volvió a sollozar desesperadamente, hasta que su corazón le dio un respiro para proseguir. Buscó sus botas de montar y se vistió, aunque Hayden era bastante mas corpulento y ella pequeña, en la parte de la cintura y las caderas, el embarazo comenzaba a marcar redondeces y a pesar que fuera peligroso, ella, saldría a buscar respuestas, buscaría algún espía de la inquisición que le contara la verdad, aunque ésta fuera difícil de entender, - y si debo pelear, lo haré – se dijo, sacando las pistolas de reserva que Hayden tenía en un cofre que estaba cerrado con llave pero que ella se había ingeniado para abrir.

En otro lugar de aquella gran habitación encontró una especie de arnés, donde se anclaban las armas y ya con todo lo necesario se terminó de vestir. Sus cabellos los trenzó, en un complicado pero seguro peinado que no se desanudaría si debía luchar cuerpo a cuerpo, solo esperaba que si había patadas, estas no impactaran en su vientre. Se sorprendió de todos los artilugios que él tenía dispersados y escondidos por la habitación y su despacho, Consiguió un tipo de chaleco o corsé que protegería su estomago y al bebé aunque lo apretaría un poco, fue la única prenda que le costó ponerse pero que tras varios intentos logró colocarla correctamente.

Cuando terminó, bajó por las escaleras y pronto estuvo en el muelle que se encontraba custodiado por la guardia inquisitorial, uno de los soldados que vigilaba  el sector, la detuvo – Quien vive – le dijo con voz potente y apuntándole con un arma a la altura de su rostro, una imagen así vino a su mente, aquella noche en el teatro, cuando su amado Hayden le puso un arma como esa en la mandíbula,y  la miraba con odio y frustración. Giulia no tuvo miedo, se acercó mas al joven, - no se acerque o disparo – le advirtió, - no te conviene Juan, soy Giulia, tu señora – él la miró con extrañeza y asombro. El arma tembló en las manos masculinas, el soldado se acercó hasta quedar muy cerca de ella, la miró con adoración, con unos ojos del color de la miel, - que hace aquí, mi señora – contestó sin poder detener sus ansias de protegerla, cometiendo una acción impropia, la tomo de los brazos y la atrajo a su pecho, en un acto reflejo por defenderla,  todos en esa mansión la adoraban, era dulce y cariñosa con sirvientes, guardaespaldas y no existía una sola alma que no sufriera a su lado la perdida de su señor.

Giulia, con paciencia y cariño hizo presión para alejarse, - Juan, no es propio que me abraces – le reprendió con cariño – no olvides, soy una mujer casada, mi esposo, tu señor, volverá pronto – el soldado la observó a los ojos, - esos hermosos ojos celestes grisáceos, que aun sueñan con un imposible – pensó, bajando luego la vista y asintiendo avergonzado, alejándose de ella. Giulia sonrió con timidez, - Juan, debo pedirte un favor, antes lo hubiera hecho sola, pero en estos momentos debo pedirte que seas mi guardaespaldas personal, voy a salir y quiero que me acompañes, que seas como una sombra, que no te vean pero que allí estés, que a una señal o en cuanto notes que pierdo seguridad aparezcas – lo miraba a los ojos, con firmeza y confianza, lo había estado observando desde hacía días y sabía que era un hombre de principios, que sería fiel a Hayden y que nunca la abandonaría en batalla si ésta se presentaba, - no es que te lo pido por mi, no temo morir, pero el hijo de tu señor debe nacer -  él la miró con asombro, ya que la noticia de su embarazo era un rumor y no había nada confirmado – no hagas esa cara, no voy a esperar meses para tener las respuestas de lo que verdaderamente le pasó a mi esposo – le reprochó, con una mirada que destellaba de ira, - no creas que por mi estado soy una débil paloma -.

Salieron en silencio, tomaron una pequeña embarcación y pronto se dirigieron por el gran canal  hasta la Plaza San Marcos, donde luego de desembarcar y caminar por la zona, ella le hizo una seña para que él se perdiera entre las columnas o las fachadas que rodeaban la plaza. Giulia se dirigió hasta una de las puertas de la catedral y allí esperó a que saliera alguno de los espías que bien conocía, los había visto en la Mansión Vaggö y en otros sitios hablando con Hayden, y les pediría información, no sabía si serían leales a su marido, pero no podía seguir comportándose como una damisela, ella no lo era, - soy solo una mujer que se niega a creer en una mentira -.

Pasada media hora el lugar se volvió mas solitario y lúgubre, nadie salía de la catedral y la Plaza se veía desolada, Giulia se estaba desanimando, entonces le vio, era un joven delgado, de caminar elegante, alguien que era imposible que pasara desapercibido, por sus modales y belleza. Ella, lo había conocido en París, por que ambos habían pertenecido a La Alianza. Se quedó por un segundo sin saber que hacer, - ¿acaso podría preguntar a uno de los aliados sobre el destino de mi amado?  ¿de uno de sus enemigos?- caviló, pero la necesidad de obtener alguna certeza la llevabó a cometer cualquier locura. Apresuró su paso y se dirigió donde el caballero se encontraba, - ¿Hero? - preguntó, cuando se hayaba a corta distancia, - ¿ Hero Jaejoong?... ¿Eres tu...? -
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Mensaje por Invitado Miér Sep 04, 2013 12:56 pm

“Te busco en los lugares más singulares, en los más lejanos, en los más extraños. En ninguno estas, haz desaparecido como un ave fénix cuando su dueño muere, dejando tu canto como única esperanza de regreso. Y ahora me escondo en profundidades lejanas, donde nadie me reconoce, donde solo la luna me acaricia una vez más.” 

Irrumpiendo las tranquilidades de la catedral tan conocida por todos. Me levantaba de entre los muertos una noche más. Hacía ya casi un mes que vagaba por Italia en busca de alguna señal del cuervo negro. Pero nada me daba pistas. Sabía que había estado por allí, de alguna forma lo olía, lo rastraba con mi maldito poder que en esos momentos no estaba sirviendo para nada. El rastro se iba al amanecer, cuando no tenía formas de seguirlo. Desaparecía entre las tinieblas de lo impensable y reaparecía luego de meses de recorrer grandes terrenos. Y esa noche no era diferente, había dormido como siempre en un ataúd de la iglesia. Habiendo deshonrado la tumba de un cadáver lo bastante grande como para poder acomodarme de forma fetal en la madera. Olía mal, pero lo había limpiado ya casi siete veces. Sufría mientras intentaba conciliar el sueño. Los cantos de la mañana me molestaban, pero no me movía, cerraba los ojos y solo bostezaba de vez en cuando. Esperando que la iglesia cierre a las ocho en punto, para poder salir de allí y buscar, recorrer y mirar.

Italia era la ciudad más hermosa que había conocida jamás, me había imaginado todas las situaciones con Nicolás a mi lado, viajando a cada parte de la mano, observando las situaciones más románticas. Me daba pena todo aquello que mi mente se inventaba, pero la peor parte era ver la cantidad de parejas que caminaban por aquellas calles. Todas rebosando felicidad y yo.. Y mi corazón, era un simple pedazo deshecho de todo sentimiento vivo que en ese momento se podría crear. Solo tenía desesperación, muerte y dolor. Hacía poco tiempo que habíamos terminado la misión con La Alianza, habían muerto varios de los nuestros y el solo pensar que el próximo podría ser yo me helaba la sangre más de lo que ya estaba, quieta y congelada. Recordar aquellas imágenes me traía malos y buenos recuerdos. ¿Qué sería lo que estaban haciendo ahora? Todas las personas que había dejado de ver por solo encontrar a aquel que tanto daño me había hecho. Me dolía el corazón, la mente y el alma que estaba muerta… Tomé aire antes de levantarme  y me fui en dirección al baño de la catedral, acomodándome, mirándome al espejo. Estaba destruido, mis mejillas estaban chupadas, mis ojos estaban algo saltones y opacos. Mi piel estaba demasiado pálida, las venas se distinguían en mi cuello y mis labios estaban cortejados y resecos. Me cubrí con ambas manos el rostro y dejé que algunas lágrimas empaparan mi rostro. Cubriéndome con una larga capa con capucha, me escondí de mí mismo, solo debía higienizarme, terminar de cambiarme y así me dispondría a salir de ese lugar por unas cuantas largas y horribles horas de soledad.

Así empecé a caminar hacía la salida, doblando en una esquina mientras mis dedos tocaban las columnas tan bien dispuestas que había allí. De alguna forma me causaba gracia… Me estaba escondiendo justo en una de las sedes de lo que yo más odiaba. Yo luchaba por destruir eso que me había acogido en esas noches de desesperación. Me temblaban los labios y cuando vi a alguien cerca de allí, fue aún más la desesperación que me agarró. Ella tenía un olor que yo bien recordaba. Tenía miedo, no sabía bien era y hacía demasiado tiempo que no veía a nadie conocido. Mis ojos se abrieron de par en par, escondiendo mi rostro entre los retazos de tela, tosiendo un poco por la tierra que esta emanaba. No quería que nadie me viera de esa forma! Por qué había alguien como ella en ese lugar? En ese país?! Mis pasos fueron lentamente hacia atrás, sin querer pensar, sin querer siquiera saber de quien se trataba, aunque en el fondo, tenía una idea. Sabía que mi cabello rojo, mis ojos rasgados y mi forma de andar me delatarían ante cualquier que me conociera mínimamente y cuando mi nombre resbaló de sus labios me resigné y aun escondiendo mis labios y nariz en la tela, la miré y asentí.
― G-giulia? Di Arezzo? Sí… Soy yo. ¡No me veáis! ― Exigí girándome, dándole la espalda terriblemente avergonzado. Sentía el corazón latiendo irrealmente y mis ojos se dilataban suavemente. Ella había desaparecido hacía algún tiempo; pocas veces la había visto por la Alianza, pero mi nariz no olvidaba ningún olor y esos ojos tan bellos probablemente tampoco podría olvidar. Me removí y encaminé mis pasos hacía la plaza, sentándome suavemente en una de las bancas que había en los costados, mirando hacía el piso desolado y meticulosamente sospechoso. ― Que hacéis aquí Mademoiselle Giulia? Me… Habéis sorprendido. Y esa ropa? ― La observaba atentamente, abriendo mis ojos de par en par a cada segundo que pasaba. Ella estaba rara y mi cabeza solo podía imaginar cosas malas. Apreté mis cabellos un poco e intenté dispersarme, mirándola fijamente, mis ojos rasgados pero aun así grandes y ovalados la veían esperando alguna explicación válida para todo aquello. Quizá alguna misión secreta de la cual no había sido informado? Y había algo más de lo que no estaba seguro. Ella estaba más… grande? Su barriga parecía haber crecido un poco, antes era tan delgada como un palillo, pero se la veía un poco más ovalada, habría ganado peso? No me creía esa. Aquello último quizá fue demasiado evidente, ya que mis ojos estaban pegados en su barriga asombrosamente. Tragué saliva y miré a otro lado, intentando disimular de algún estúpido modo.


“La vida que llevas dentro es demasiado importante para luchar por algo que ya ha terminado.”
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Mensaje por Giulia Di Moncalieri Sáb Sep 28, 2013 5:39 pm

Giulia, comprendió que cada uno tiene su tiempo para asimilar las acciones y los momentos por los cuales nos toca pasar en ésta vida, por eso, se mantuvo callada observando, a un Hero que le parecía, se encontraba mas delgado, descuidado y taciturno de lo que siempre le había parecído, - ¿Que tristeza estará viviendo? – caviló recorriendo el delicado rostro del vampiro, con sus grande ojos celestes, -¿ojalá que nunca tenga que vivir un dolor tan enorme como el que vivo? - se dijo con tristeza. Conocía mas a ese hombre por los comentarios de su hermana, que por haber participado en misiones cuando pertenecía a la Alianza. Chiara había participado mas tiempo en esa organización junto con su cuñada Maryeva Aude, aunque solo participaban de benefactoras. Todas habían abrazado la causa buscado construir un mundo en donde los seres humanos como ella, pudieran vivir en paz con los sobrenaturales, - pero nada se dio como pretendimos – recordó amargamente.

Cuando el joven, envuelto en una capa ajada y polvorienta, preguntó si era Giulia, ella le sonrió y asintió, - si estimado Hero, soy Giulia, aunque no mas Di Arezzo – dijo mientras una melancolía inundaba su rostro, -¿acaso tampoco soy Giulia Vaggö? – pensó con profundo pesar. Lo observó alejarse,  caminar dubitativo hasta sentarse en una de las bancas de la plaza,  entonces ella lo siguió, sujetando su paso y su deseo de preguntar por aquella maldita misión que según su cuñado había llevado a su amado a la muerte. Sus pasos apenas perceptibles parecían el eco distante de los que emitían los del ser de la noche con cada movimiento que hacía.  En silenció, como un fantasma, como un ente que ya no tiene porque vivir y solo espera que un ser misericordioso lo libere de su prisión, así fue siguiendo al vampiro. Pudo ver en la mirada, de ese ser, el dolor de quien ha perdido al ser amado y no logra encontrar una explicación a tanto sufrimiento.

Se quedó parada a su lado, observándolo minuciosamente, como la cazadora que alguna vez debería haber sido, sus ropajes, estaban descuidados, todo en él mostraba a las claras que su actual situación no era la indicada para un hombre de su categoría. Las palabras del vampiro llegaron como la briza helada que comenzaba a correr por el lugar, sus ojos desbordaron el sentimiento que intentaban en vano ocultar.

Con rapidez trató de secar sus lagrimas, respirando profundamente para poder responder. Se sentía frustrada, ella no era así, siempre había sido una mujer fuerte, su débil y romántica hermana era la que desbordaba sus sentimientos por cada uno de sus poros. Giulia debía ser fuerte, como se pedía que fuera un cazador, pero ella al fin de cuentas nunca había sido una y luego de casarse, con su amado, solo quiso ser dulce y paciente como su hermana, - pero nunca pensé que debería sufrir de ésta manera – recapacitó  con tristeza.

La luz de unas farolas encendidas iluminaron su rostro. Se fue acercando lentamente y pidiendo permiso se sentó en el otro extremo de la banca. Inspiró profundamente antes de comenzar a hablar. - Aquí vivo ahora, señor – hizo una pausa, - luego de mi participación en una misión de la Alianza, me di cuenta que no era tan buena como creía para esos menesteres y decidí junto con mi cuñada Maryeva que lo mejor era solo participar de forma económica en la causa – . Sus manos posadas en su regazo, acariciaron la tela de los pantalones de Hayden, - luego la vida quiso que conociera a un ser maravilloso al que decidí amar a mas allá de lo posible y con quien me casé hace unos meses -, silenció los detalles, por ahora no debía decir que se trataba de la esposa de un inquisidor.

Se removió en la banca, acomodándose mejor, - esta vestimenta, es solo un atuendo para practicar las artes de mis ancestros y desbaratar, si es posible algún complot de los inquisidores – mintió, tratando de que su voz sonara creíble. Pudo entender que la mirada del vampiro se posaba en su vientre que apenas imperceptible, para un ser de sentidos agudos como él, no pasaría inadvertido, - En mi vida, querido Hero han sucedido muchos cambios... entre ellos... éste nuevo ser – dijo acariciando su barriga.
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Mensaje por Invitado Dom Oct 06, 2013 8:53 pm

“Los apellidos cambian, me pregunto si las personas que lo llevan también lo hacen. Es como pasar de un polo negativo a uno positivo o al revés. Porque dicen, dicen muchas cosas. Pero me ha llegado el mito, de que el nombre marca nuestro destino.” 

 Sus palabras me tallaron los ojos y me quedé dubitativo, observándola, se había casado? Bueno, me habían llegado rumores, pero no había creído ninguno, no quería siquiera pensar que personas que conformaban la alianza se casaban. Aunque ella ya bien había dejado aquella corporación, como probablemente yo también hiciera en un futuro no demasiado lejano. Había pensado seriamente en infiltrarme, ser un condenado por un tiempo no demasiado prolongado. Encontrar a quienes querían darle caza explícitamente a Nicolás y luego dejar el empleo completamente, meterme en el teatro y el canto en su totalidad y no tener que ver ningún arma nunca más. Pero sabía que las cosas no eran tan fáciles y todo me decía que para Giulia tampoco. Tenía los ojos más oscuros de los que recordaba, con una vida profunda, pero con una cicatriz que se notaba, le tatuaba la conciencia. Que había ocurrido? Que era lo que le pasaba… A todos. La tristeza había embriagado a París de un solo saque y había terminado con más de una relación. De repente muchos de mis conocidos se separaban o se marchaban. El supuesto líder de la Alianza, Emerick, se había vuelto a escocia y la futura esposa estaba prácticamente abandonada. Camila se había peleado con aquel tonto ratón, había habido tantos cambios en general que era difícil recordarlos todos. Pero estaba seguro que al ver el rostro de Giulia, golpearon mi mente muchas más personas. ― Supongo que os felicito… Aunque no parecéis tan contenta con tener otro apellido. Ha ocurrido algo? Sabéis que aunque no pertenezcáis más a la corporación, estoy dispuesto a ayudaros en lo que sea. No seré lo mejor que hay, pero puedo intentarlo… ―

A pesar de todo aquel dolor que sentía, de toda aquella hambruna que había pasado durante largos períodos, yo seguía siendo una persona leal. Mi corazón nunca cambiaba y no pensaba hacerlo aún ahora. Le sonreí con la mayor de las purezas que llevaba en mi interior. Frotando con una mano mi mejilla y la parte de debajo de mi ojo, suspirando, volviendo a sonreír, dejando ver unos colmillos afilados y puntiagudos. ― Oh espero vuestra cuñada también esté bien. Hace tiempo no veo a nadie de la compañía, estoy un poco desactualizado. Fue una buena decisión, aunque actualmente creo que La Alianza debería estar en un proceso de re organización. Con la partida del duque hacía su país, los rangos empiezan a cambiar y no se en que quedará todo. Aunque siendo sincero, no me interesa tanto… ― Bajando la cabeza, puse las manos en mis rodillas y las apreté un poco, casi temblando de la amargura que estaba tragando y luego de un momento subí la cabeza y le sonreí. Sus palabras me daban un pequeño hilo de esperanza. El amor al final era el que siempre ganaba, no? En mis ojos, sentí que se podía notar la sinceridad de mi felicidad por ella. Me preguntaba cómo sería aquel hombre. No me cabía la menor duda de que sería alguien muy fuerte. Ya que ella misma lo era. Aunque sus ropas no olían a ella, Giulia tenía diferente color en el olor. Más el que sentía era de hombre, quizá el de su marido, pero de alguna forma pensaba que lo reconocía. Tener la habilidad del rastreo me hacía, muchas veces, un gran metiche. De todos modos disimulé, me quedé mirando al frente, moviendo los pies de forma suave y temosa, esperando, tal vez que una pequeña luz brille desde sus ojos, hacía mí.

― Ah! Giulia! Lo estáis diciendo en serio?! ― Me levanté de un salto desde aquel pequeño banco y mis dientes estaban uno más colmilludo que el otro, blancos relucientes, formando una sonrisa completa y llena de una alegría completamente humana. Ella tenía una nueva vida dentro de su vientre. Ella, tenía lo que toda vampiresa deseaba, el poder de conceder a un nuevo humano en su vientre. Me quería tirar a ella, pasar mi mano por allí y sentir los latidos del corazón pequeño de aquel ser. Pero no me animé, solo me quedé mirándola, sintiendo que un mar de emociones trilladas se apuñalaban unas con otras. Pero al final volví a mi asiento, apoyando las manos sobre mis piernas. ― Os felicito muchísimo. Me imagino que el padre debe ser el mejor, tomo buen partido al haberse enamorado de una persona como vos sois. Y como se llamará? Aunque quizá no saben el sexo… Pero algo me perturba, es decir, creo que os perturba más a vos. Que os ha ocurrido, para tener unos ojos tan tristes como probablemente los míos están? ― Fue una pregunta directa, típica de mí. Estaba ahora, más curioso que nunca y más contento de lo que había estado desde hace mucho tiempo. No sabía por qué, pero los ánimos me habían abrazado de una forma excepcional.


“La vida, dentro de una vida, es un gran milagro. Es un tesoro que no cualquier sabe ganar o cuidar.”
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Mensaje por Giulia Di Moncalieri Lun Oct 14, 2013 7:06 pm

Giulia, rió al ver la efusividad que demostraba Hero, moviéndose feliz con la noticia de su embarazo, - estarías tan feliz si supieras que es de un inquisidor – pensó con tristeza. Aquel jovencito, le pareció un ser dulce y cariñoso, - me encantaría que fuera mi invitado mientras se quede en Venecia señor Jaejoong – le dijo sonriéndole – no se preocupe, en mi hogar tendrá un lugar especial para usted, podrá descansar y si me permite, disfrutaré de su compañía – sus ojos por un momento se iluminaron nuevamente, como en los días donde fue feliz en esa gran mansión, la que ahora le parecía un enorme panteón.  

Por un instante el pecho no le dolió, ni sintió el gran peso de la angustia y la soledad. Pero cuando éste  volvió a sentarse a su lado, preguntándole sobre el padre de la criatura, ella tuvo que contener las lagrimas, los ojos le ardieron y sus labios expresaron una mueca de dolor. Calló por un momento mientras seguía escuchando las preguntas que él le formulaba, suspiró antes de intentar formar en su cabeza la respuesta mas acertada y menos comprometedora. Contempló los ojos del vampiro, el mismo dolor que ella cargaba estaban grabados en los ajenos, - ¿acaso has perdido a tu amor,  sufres el mismo dolor, querido Hero? – dijo casi sin pensar, en un leve susurro, tratando que las lagrimas no la embargaran.

Entrecruzó sus dedos como quien estuviera por rezar y tomó aire en sus pulmones, sonrió con tristeza y comenzó su historia. - Como sabrás, después de la misión en Notre Dame, en la que no participasteis pero de seguro algún rumor os ha llegado, quedé muy mal herida, pasé las siguientes dos semanas intentándome recuperar de un zarpazo que recibiera de Riful, en su tan bien logrado papel de agresor – dijo con un tono de ironía -y gracias a la lealtad de mi caballo pude salir de ese lugar -. Volvió a tomar aliento, - algunas semanas antes de esa misión, pocos días despues de entrar a la organización, conocí a un ser maravilloso... lo salvé en el bosque de unos inquisidores condenados y luego lo encontré en el teatro – rió recordando cada uno de esos momentos, dramáticos por un lado, enredados y cargados de la lucha de egos, que los había unido. El rostro de su amado se materializó ante sus ojos y ella extendió su mano para tocarlo con sus dedos, la ilusión se desvaneció y las lagrimas rodaron por sus mejillas. - ¿alguna vez se ha enamorado con el alma y el cuerpo?  - dijo mirando con dolor los orbes del sobrenatural, - ¿de ese ser que cree es el único para usted, el que será el amor de su vida para toda la vida y la muerte? –  las palabras surgieron de su boca cargadas de profundo dolor. Suspiró y se acomodó un mechón de su cabello mientras disimuladamente secaba sus lagrimas, - así fue con … él  - sonrió, tratando de sopesar si Hero entendería, su situación, si le confesaba quien era su esposo, - cuando amas, no te importan las diferencias abismales que puede haber. Si el día anterior era tu enemigo, al siguiente no lo puedes ver así, por que conoces su alma y... - lo observó con detenimiento, las próximas palabras serían definitivas, según  como reaccionara el vampiro tendría que defenderse de un posible ataque llamando a su guarda espalda o podría tener un amigo con quien sobrellevar las penas.

Pero tuvo miedo, bajó la vista y decidió cambiar de tema, - hace bastante tiempo que no veía a mi hermana, ha venido a visitarme pero no charlamos mucho – su u tristeza se ahondo – vino a informarme de la muerte de mi hermano Girolamo y de Maryeva, su esposa – esperó la reacción de del vampiro, - ella no me quiere decir quienes fueron pero me imagino que sería algun inquisidor, o un asesino a sueldo – cruzó sus piernas  y las comenzó a balancear en un ir y venir acompasado – Maryeva – dijo con nostalgia – ¿la conoció?  era muy dulce esa minina – rió con verdadera sinceridad  - la extrañaré tanto – Inclinó la espalda hacia adelante y estiró sus piernas, fijó su vista en las botas de montar – Fuera de eso, Chiara está muy rara, casi no me dice nada, vive entrando y saliendo de la mansión como si fuera un fantasma, a cualquier hora del día y en especial a la noche – dijo algo incomoda – no es que le reproche, pero siempre esta apurada y solo me hace compañía mi doncella, a la que ya he cansado con mis letanías y mi tristeza – sonrió con amargura mientras se acomodaba en el asiento levantando la barbilla y dirigiendo su vista a las columnas de San Marcos y San Torado, - sabes querido Hero, no pude seguir en La Alianza, debí irme – no lo miró tenía miedo de ser juzgada, como toda la vida le había pasado, - pero no podía estar en una organización que pondría en peligro la vida del ser que mas amo – las lagrimas volvieron a bañar sus mejillas –¿alguna vez has sentido que esa persona hizo que la vida tuviera valor? - preguntó, - para mí él, es mi hogar, mi familia, y mi vida... solo a él me debo... nunca pondré en peligro a los de la alianza, pero si debo elegir entre ella y mi amado... no lo dudaré... jamás –. Bajó el rostro, sus manos temblaban, - el padre de mi hijo está perdido y debo encontrarlo a como de lugar - .
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Giulia Di Moncalieri
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Buscando Certeza - (Hero Jaejoong) Empty Re: Buscando Certeza - (Hero Jaejoong)

Mensaje por Invitado Dom Oct 20, 2013 6:30 pm

“El suave hilo de la esperanza que retoma mis sentidos. Es como una pequeña esmeralda que se enreda en mi pequeño, triste y muerto corazón. El pequeño latido de la vida que zumba a la distancia, como la sordera que causa un ruido demasiado agudo a esplendor.” 

Mis ojos estaban fijos en los de ella, porque me miraba con una contemplación que yo no conocía. Era como si estuviese escondiendo algo, pero al mismo tiempo nada. ¿Una mentira demasiado inocente? Quizá algo que la perturbaba demasiado como para decirlo por los aires como si nada pasara. En realidad no me importa, sabía lo que era guardar un secreto tan penoso, que hasta daba vergüenza pensarlo y por ello, solo sonreí, entusiasmado con sus palabras, que me dejaban sentir una suave calidez en la parte de mi estómago. Aunque sabía que era solo una ilusión, estaba tan frío como un mismísimo bloque de hielo. ―Oh, no creo que sea lo adecuado… La verdad es que estoy aquí porq-… ― Mis palabras no se dejaron relucir, fueron secuestradas, pues los ojos ajenos se compenetraron con los míos. ¿Qué era ese sentimiento en sus ojos y lágrimas que me hacía polvo las entrañas? Era una oscuridad sublime que rasgaba todo sentido inmortal que se pudiese hallar en mi interior. Pensaba que podría contener por siempre mis emociones cuando se trataba de las personas a mi alrededor, pero era mentira, allí estaba yo, sintiendo como una pequeña y lúcida lágrima roja que esparcía por el costado de uno de mis ojos, se derramaba por la mejilla y caía con dulzura por mi mentón, dejando la sombra de su existencia en mi capa oscura. ― L-lo siento, sí, ando buscando a una persona especial para mí. No la encuentro… Y veo que vos tampoco la encontráis… ― Era el silencio nocturno el que hacía eco en las palabras y este mismo fue el que me aplastó cuando sus palabras empezaron a sonar como una melodía por mi oídos.

La escuchaba como en los primeros días que estaba escondido en la iglesia, una mujer iba y leía cuentos a los niños y yo me quedaba escuchándola, siempre era por la mañana o la tarde, así que estaba prácticamente bajo tierra, pero aun así me quedaba encantado por esos cuentos donde siempre termina el príncipe con la princesa. Y por ello asentía a lo que Giulia me preguntaba, la inocencia en mis ojos estaba prácticamente viva. Recordaba todas las misiones de la Alianza y esa no era la excepción, aunque claro solo sabía de los caídos y como ella no estaba en esa lista no había sabido que le había ocurrido. Sus palabras me alteraban los sentidos, me sentía en una encrucijada y al final solo pude responder con monólogos simples, quería escucharla a ella, no quería interrumpirla. Verla tocar el aire me hizo proyectarme completamente, cuando me imaginaba al cuervo negro a mi lado y lo tocaba y él desaparecía. Era la misma forma, pero quizá, yo estaba más traumado.
― Lo sé, los sentimientos son horribles, no os dejan ver o quizá os dejan ver demasiado… Más de lo que los demás pueden. Busco a alguien que me ha dejado más cicatrices de dolor que sentimientos de placer… Así que creo que puedo entenderos… Un poquito, aunque dicen que cada persona es un mundo… ― Al final dejé escapar una pequeña risa melosa, un pequeño deje de entretenimiento para unos sentimientos desquebrajados, le tenía envidia. Ella llevaba en su vientre algo que le recordaría a él para siempre, yo solo cargaba con el recuerdo en mi mente y diario, que se podría borrar en el paso de los años, en un fuego o en un hechizo desmemorizador. 

En mi mirada se encontró un mar de curiosidad, de quien hablaría ella? ¿Y por qué lo hacía ver como algo que “no tendría que haber sido”? El pequeño brillo aún vivo en mis ojos se mostraba como una telaraña, pero no quería forzar sus palabras, no quería sacarle información por solo mi curiosidad. Me sorprendió saber lo de la cambia formas felina y su esposo, pero en realidad había oído rumores de ello.
― Oí aquello, lo siento mucho Mademoiselle Giulia… Hay rumores de quienes han sido los asesinos, pero no me gustaría daros nombres que no se si son certeros, creo que ya cargáis con demasiado temor, odio y nostalgia en vuestro corazón como para pensar en una venganza. Ah! Debo deciros, que ese traje os sienta bien. ― Le sonreí bellamente y subí mis piernas al banco, abrazándolas, apoyando mi cabeza en las rodillas mientras me quedaba mirando su pequeño rostro y ojos azules perlados en brillos de tristeza y desolación. Mi mente estaba fuera de sí, estaba muerto de una curiosidad afilada y promiscua. ― ¿Él es humano?  Perdonadme la pregunta, no es que eso sea malo o bueno, pero os contaré, soy malo en casi todas las artes, ya sabéis no? El conde y los demás estuvieron mucho tiempo entrenándome hasta que pude defenderme un poco, pero soy muy bueno en dos cosas. Huir y rastrear. ― Le comenté con una sonrisa, alzando una mano, pasándola por su mejilla suavemente. Tomando una lágrima, la acerqué a mí y la miré, dejando que se deslizara por mi dedo con un ensamble casi místico. ― ¿Sabéis como se perdió? Me gustaría ayudaros… Yo… Yo sé que quien busco está bien, la verdad es que… Es chupa sangre, como yo. Le busco porque bueno… Ya sabéis! ¡Le quiero mucho! Pero dejadme ayudaros! Sí? ― Titubeaban mis palabras, tenía vergüenza, pero necesitaba apartarme del pensamiento de Nicolás, no podía seguir de esa forma, ya había pasado mucho más de medio año y si seguía de esta forma terminaría por tirarme al sol. ― No importa quien sea, ni como sea. Estoy seguro que podemos encontrarle y sino… Conozco a alguien que sabe mucho, una espía de Paris, se entera de todo…!―


“Espero encontrar en ti, una salvación que me saque de este pozo del que pensaba no podría salir jamás.”
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Mensaje por Giulia Di Moncalieri Miér Oct 30, 2013 5:26 pm

Giulia escuchó cada palabra del vampiro, contemplándolo con suma atención, se sentía íntimamente comprendida, cada uno en el extremo de la vida y del misterio, vivían lo mismo, sufrían por amores que habían decidido por su propia cuenta alejarse de ellos. No podía contener las lagrimas que caían una tras otra como el rosario de tristezas y amarguras que llevaba en su pecho. - ¿Os ha dejado cicatrices y aun así lo amáis con toda el alma? - pensó mientras reprimía la necesidad de abrazarle para consolarlo, ya que no sabía si ese gesto podría molestarlo., - Entiendo – dijo con voz suave y tratando de no interrumpirlo.

Agradeció las palabras que éste dijera sobre el deceso de su hermano y cuñada. Se quedo intrigada pensando cuales eran esos rumores de los que hablaba – ¿acaso no fueron los que pensamos con Chiara? - se quedó con la vista perdida, sin verlo aunque tuviera sus pupilas clavadas en aquel rostro hermoso, pálido como una escultura de marfil. - Venganza – dijo como si fuera el eco de las palabras del vampiro, - si... lo he pensado, pero... el dolor de no tener a mi lado a Hayden es aun mas fuerte que el deber que me llevaría a buscar la tan justa venganza – caviló mientras bajaba su mirada a la vestimenta que se había puesto, sonrió mientras se ruborizaba, solo un muchacho dulce como el que tenía a su lado podía verla hermosa en esas fachas, - es que así  lo puedo sentir mas cerca mio – dijo en voz baja.

La pose en que se acomodó, con sus pies sobre el banco y abrazándose, le daba aun mas la apariencia de niño indefenso, - Hero no puedes estar aquí, vivir en vaya a saber donde – le susurró tiernamente, como si se tratase de su sobrino, - hagamos un trato, yo acepto tu ayuda y confiaré en tus manos el tesoro mas importante que tengo en la vida, si tu vienes a mi hogar y te quedas en él hasta que puedas encontrar a tu amado y yo al mio – Giulia sonrió con picardía, lo sabía un caballero y no aceptaría en vano aquel trato.

Tomo aire, llenando sus pulmones y tratando de darse valor con ese gesto, llevó su mirada al centro de la plaza y comenzó su relato, con cada palabra gesto y situación que describía Hayden se iba apareciendo iluminado por los rayos de luna, sonriéndole tiernamente, diciendo en silencio que la amaba.

- Nos conocimos por accidente... o tal vez no... la cuestión que él apareció en medio del bosque, mientras yo practicaba tácticas de ataque. Tras él llegó un hombre lobo, no podía dejar que ese cazador, se llevara toda la diversión. Ademas pensé, en fastidiarle la caza como siempre lo hice con mi querido Girolamo  - rio pensando las veces que las presas se escapaban porque ella las ayudaba malogrando trampas.

Carraspeó antes de seguir,  - pero cuando mató al licantropo supe que era un inquisidor, entonce  no lo pensé mucho decidí meterme en su pelea para intentar salvar a otros  lobos que aparecieron también. Pero cuando  pude darme cuenta que no eran de nuestra sociedad, ni sobrenaturales independientes, ya era un poco tarde. Nos estaban rodeando, eran  inquisidores que enían como única misión, sacarle información y luego asesinarle -.

Quedó en silencio un segundo para luego proseguir, - lo buscaban para caer sobre Ruggero y mi familia. Habían descubierto  la relación de el inquisidor con mi hermana y la de Girolamo con Maryeva,  él fiel a su maestro lo estaba ayudando. Cuando supe eso pues me quedé a su lado toda la noche - Sonrió inclinando la cabeza sonrosada por el beso  que su Hayden imaginario le extendía en el aire, – luego nos encontramos en un teatro, me salvó de las garras de un cambiaformas, que era su misión, el pensó cosas de mi que no eran ciertas y estuvo a punto de matarme, pero luego... - Giulia, no deseaba explicarle a Hero lo que casi había pasado en ese lugar, -bueno... la cuestión es que desde entonces  no pudimos vivir mas separados. Por eso dejé la alianza y viajé hasta la mansión de los padres de mi amado y allí nos casamos – Bajó la mirada y cruzó las manos como si estuviera rezando, - desde entonces soy la señora de Hayden Vaggö – temió mirar al vampiro y antes que éste pudiera decir algo ella continuó – Hero, os juro que le suplique, que no fuera a esa misión, que por favor se quedara conmigo, que abandonara esa maldita organización – sus lagrimas cayeron lenta y continuamente, - pensé en viajar a París, estar en esa redada, volver a cuidar de él como en aquella emboscada en mitad del bosque, pero la noticia de la vida en mis entrañas, el milagroso regalo que nos prodigamos mutuamente... es que no podía ponerlo en peligro... - dijo acariciando su vientre.

Suspiró antes de contemplar por ultima vez la imagen de su amado que se desdibujaba como si de un sueño se tratase. Buscó el valor que toda la vida había tenido pero que desde la desaparición de Hayden le costaba encontrar – querido amigo, puedes juzgarme, enojarte, tratarme de traidora, pero yo no podía hacer algo contra el amor de mi vida, el padre de mi hijo, solo deseo que él vuelva a mi, si dejas que mi niño nazca y su padre esté con él... te prometo que me entregaré a la Sociedad para que me ajusticie por traidora si eso es lo que creen que soy -.
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Mensaje por Invitado Mar Nov 05, 2013 12:04 am

“Cicatrices imborrables, inquebrantables, inolvidables. Más de cinco muertes, fueron las sentidas, pero sigo aquí, esperando que la eternidad cure un pedazo de mi ser, para poder seguir existiendo.” 

Sentía su mirada, pesada sobre mi rostro, mi cuerpo, mis ojos. Me agradaba esa presencia ajena, era extrañamente cómoda, como si fuese lo más normal del mundo para mi entorno, ella no provocaba miedo, inseguridad o discordia. Más bien era una sensación que no solía tener con absolutamente nadie. Estaba esperanzado, sentía la ligera sensación de que ella sacaría mis problemas, los dispersaría, los convertiría en algo llevadero. Quizá era un mero sueño propio, de que alguien al fin me haga entender que la ‘vida’ seguía. Y esperaba que eso suceda, porque de no ser así, viviría atormentado por siempre. Ya que no tenía las suficientes agallas como para dejar de existir. ― No sé quiénes son ellos, pero quizá, seguramente. ― Le respondí a la pregunta que ella había hecho sobre la muerte o más bien el asesinato de sus parientes al aire y le sonreí con discrepancia, cubriendo suavemente mis labios, sin dejar que vea mi sonrisa; aquella que hacía tanto tiempo no salía a la luz y ahora que lo hacía se sentía rara, como adolorida. El músculo había estado por tantos meses en reposo que casi se sentía como una piedra. Pero ella se veía tan hermosa y tan pensativa en ese semblante elegante que había adquirido con el tiempo.

Escuchar aquellas palabras tan dulces, tan especiales para un ser enamorado “Lo siento más cerca”, claro que entendía eso. Era una relación más allá de lo físico, sentir en los objetos ajenos un deje de salvación eso me sucedía cuando el sonido de un violín se colaba por mis oídos y me hacía retorcer en un dolor sobrenatural. Era desgarrar la poca alma que me quedaba, triturarme hasta que solo quede agua de lágrimas de mí. Le sonreí, alcé un dedo y lo puse sobre su pequeña nariz, sonriéndole de lado al tiempo que negaba con dulzura.
― Oh, Giulia, estáis jugando sucio y lo sabéis. Pero, ¿cómo puedo no aceptar vuestras palabras si me las estáis diciendo de una forma tan arreglada? Pero tenéis que prometerme que lo hacéis por mero gusto, ya que vos sabéis bien, que si de dinero se trata este no me falta, pero las pocas ganas de estar en un hotel mil estrellas son más que grandes. ― La asesoré con picardía, acunando mi rostro entre mis rodillas, dejando que mis hebras lacias caigan sobre mis rodillas, suspirando como un pequeño niño al cual le estaba prometiendo una paleta. ― ¿Cuál es ese secreto? ― No pasaron dos segundos, cuando la historia más fantástica que jamás había escuchado pasó por mis orejas.

Mi corazón se aceleraba, mis ojos se abrían, era el principio lo que ya empezaba a darme miedo y quise detenerla, que deje de contarme. De solo pensar que ella había sido ‘engatusada’ por un inquisidor me ponía los bellos de gallina y mordí mi labio inferior, enmarcando aquellos ojos ahuecados que ahora tenía, esperando saber más, sintiendo como el hielo recorría mi espalda. Sabía que la familia de ella estaba relacionada con cazadores y también con inquisidores, también estaba al tanto de algunos problemas que habían tenido con la mejor de las inquisidoras, pero jamás, jamás se me hubiese ocurrido que ella… Se pudiese enamorar de uno. Y no fue hasta que el nombre de su amado salió al aire que se me paralizó el cuerpo. Tonto sería decir que mi corazón se detuvo, pues siempre está sin vida, pero sentía casi que necesitaba respirar. Siquiera podía opinar, pues sus palabras estaban libres en el aire y yo, simplemente no deseaba detenerla. Pero en mis ojos se veía la preocupación, aquel hombre, yo lo recordaba perfectamente. Gracias a mis habilidades, sabía cada hombre y mujer de la iglesia, los recordaba con odio e ira, junto con su rostro y habilidades. Y estaba seguro de que ese hombre había estado en la misión de aquel lejano lugar. Había luchado y lo había visto caer en manos de Emerick y Eerin, aquel último, era el lycan que nos había salvado tan valerosamente, cuando el duque se dio a la fuga. Recordaba perfectamente como casi se había amputado el brazo y el dolor de tener que decirle a Giulia me amargó la noche.

Sus lágrimas eran tan puras, eran la viva imagen de una mujer completamente enamorada, preocupada y por sobre todo, esperanzada. Pero que posibilidades había para aquel hombre? Sin duda alguna no muchas. Aunque los condenados de aquel grupo podrían haberle sanado, pero quizá, se podría haber convertido en un lycan…
―A-ah…― No pude decir nada, ella me detenía, me imploraba y mis sentimientos se marchitaban, mostrándose con lágrimas ante sus ojos, sintiendo mi rostro arrugado, como el de un niño que estaba a punto de llorar. Quería abrazarla, apoyarla en mi pecho y acurrucarla para que deje salir todo lo que deseaba, que me golpee, que ateste su ira contra mí, pues yo no se lo impediría. ― Ha pasado ya tiempo… D-desde esa misión, yo no os juzgaré, ¿tengo el rostro de alguien que puede juzgar? Estoy maldito, soy un hijo de la noche, estoy contra la iglesia, porque ellos, no me dejan vivir en paz. Pero puedo comprender el amor. Es incoherente, elocuente, mal parado, muy desubicado. Pero, ¿por qué? Sabíais que teníamos a los mejores, que íbamos a matar… Sabéis bien que… bueno, al menos una carta, algo, diciendo que no lo lastimemos. Oh! Giulia― Me tomé el rostro y sentí un peso sobre mi pecho. No había lastimado a aquel hombre, pero lo había visto, tan mal herido que se me carcomían los sesos de poder pensar en algo coherente y no demasiado horrible para decirle. Y por ello tomé silencio y la miré. ― Estoy seguro que está vivo. ― Fue la única prueba que pude sujetar. ¿Por qué? Porque había sido mordido por un licántropo, entonces había dos, tres, posibilidades. Estaba convertido en un ser de la luna llena, estaba siendo curado por la iglesia o estaba muerto. Eran dos de tres y eso me daba esperanzas. ― Pero decidme, ¿cómo puedo hasta yo para ayudaros? Os puedo dar cada nombre, de cada persona que estuvo en esa misión. Pero os debo decir, que nosotros dimos la retirada, estábamos mal heridos, ellos eran demasiados y tuvimos que darnos a la fuga. Tuvimos muchos caídos, gran parte fallecieron. Aún no sé cómo logramos escapar. Supongo que ellos también decidieron socorrer a sus lastimados, entre ellos, vuestro… Esposo… ¡Pero Giulia! ¿Qué os puedo decir, teníamos una misión, los lycanes atacaban, nosotros respaldábamos, fue todo muy rápido. No puedo deciros en qué condiciones estaban. Lo siento… Puedo deciros más, podemos hacer una lista y ver que inquisidores estaban, quienes pueden saber algo de él… Si aún queréis mi ayuda claro está…― Me sentía desolado, triste, méndigamente devastado, no había pensado en que algo como eso me pudiese suceder.


“Es que las esperanzas nunca se pierden, hasta que el cadáver no está en tus manos.”
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Mensaje por Giulia Di Moncalieri Sáb Dic 28, 2013 8:55 am

La garganta de Giulia se fue cerrando con cada frase que Hero lanzaba al aire, puñaladas caían una tras otra en su corazón adolorido por una ausencia que no sabía si sería eterna. La italiana se reprochó por no haber mandado una carta, algo que los ayudara a distinguir cual era su esposo, cual debían proteger, aunque tuvieran que secuestrarlo para que nada malo le pasara, - ...Pero no podía -, conocía por referencias al Duque y había sacado la conclusión que de haberse enterado de su casamiento con un inquisidor, que no había desertado como su cuñado Ruggero, él, no la hubiera perdonado, sería toda la vida una traidora.

Sabia muy bien que no le importaría sus razones de amor, o el sentimiento que albergaba su corazón. - si os mandaba esa carta, Emerick en persona le hubiera buscado y destrozado – dijo bajando su mirada a los pantalones de su amado, que tenia puesto en ese momento. - Si, estoy segura que aunque no querríais hacerlo, soy juzgada por ti también, en éste instante – hizo una pausa y prosiguió – de todos los inquisidores que hay, Hayden estuvo en casi todas las redadas que afectaron a la organización y hubierais pensado que... yo... le daba la información, cuando en verdad, solo vivíamos el uno para el otro – volvió a callar, dudando de su afirmación – bueno, por lo menos yo – corrigió, suspiró antes de seguir con su alegato – desde que él llegó a mi vida, nada fue mas importante que su persona, que su felicidad. Pero aun así yo apoye la revuelta, la causa, porque también quiero vivir en paz, disfrutar de mi esposo y de mi hijo, como lo hace mi hermana Chiara – apretó sus manos, en un gesto inconciente por la angustia que la invadía, por que el solo hecho de pensar en que algo malo le hubiera pasado a su amado era demasiado doloroso.

Cuando, Hero,le relató a grandes rasgos la contienda, supo que había sido una carnicería, podía imaginarse los gritos, desgarros, desmembramientos y los ojos de su amado se presentaron ante ella. Cubrió su rostro con sus manos y lloró amargamente, nada la preparaba para la posibilidad de perderle, de que su adorado esposo hubiera terminado en el suelo humedecido por la sangre y las hojas muertas de los arboles. Su corazón se cerró como una concha marina, sus oídos no deseaban escuchar mas y su garganta estaba a punto de asfixiarla. Entonces como un suave susurro otra frase de aquel vampiro le dio un diminuto rayo de esperanza, -¿y si era verdad y Hayden había sido auxiliado por sus compañeros? ¿si estaba en algún monasterio en Paris o en otro de los tantos lugares convertidos en guarida que tenía la inquisición? - caviló tratando de darse ánimos para no caer en una locura atroz que la podría llevar a pensar en el suicidio, pues ni el hecho de estar esperando un hijo de él, le ayudaba a poder soportar la ausencia definitiva de aquel que había conquistado su corazón.

Buscó los ojos de Hero, le sonrió con timidez, tratando de mostrar un valor que ya no existía en su alma. Se sentía desolada, - si fuera vampiro me quedaría aquí, esperando el amanecer – pensó lúgubremente, aunque su rostro mostrara una sonrisa esperanzadora, sentía que se había puesto una de las mascaras que se usaban en el carnaval, ese festival que permitía ser lo que uno no era, sentir lo que uno no sentía, vivir lo que uno no había experimentado nunca. Ella en esos momentos hubiera deseado que Hero cegara su vida, porque sin Hayden, nada tenía sentido.

disculpas:
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Mensaje por Invitado Sáb Ene 04, 2014 2:45 pm

“No podía decirlo, porque no podía pensar en que alguien pudiese leer mi mente, usar mis pensamientos contra ti y que luego todo se destruyera por mi culpa”

Exponerse a ella, a la eternidad en la que me veía envuelto, no sabía cómo iba a poder enmendar aquellos errores que había cometido, eran tantos y cada uno más profundo socavaba mi corazón. Aún no existía ningún lugar especial para mí en el mundo en el cual habitaba, pero seguía abriéndome a posibilidades. Estaba ella y su nueva vida. ¿Podría eso enmendar una parte de lo había hecho todo ese tiempo? Ir en busca de mi amante, querer matar a quien se acercaba a donde estaba el olor, la pista. Mi diafragma se contraía y con un asentimiento lento la miré. Claro que no podría habernos dicho nada, ella pensaba que éramos tan matones o peores que los de la inquisición. Que no pensábamos en que esas personas tenían familia. Tenía razón, sin embargo, ellos tampoco. Si bien los vampiros no podíamos albergar otra cosa que no fuese muerte, aun así sentíamos. No era una característica solo de los humanos amar. Sus ojos vidriosos carraspeaban desesperación, la entendía, podía comprender que estaba perdidamente enamorada y necesitaba de aquel hombre que con nuestras manos habíamos lastimado. ¿Muerto? No lo creía posible, lastimado, no había duda de ello y me apenaba pensarlo, todo había pasado tan rápido, que siquiera nos habíamos cerciorado de los daños que podíamos estar haciendo. ― Emerick ya no está, nos abandonó como un traidor. Siquiera lo nombréis, no deseo volver a ese pasado. Se rumorea que una bruja lo hechizó y se lo llevó a Escocia… No importa, Giulia. ― Momentos inquietos, mi mirada carraspeó contra la de ella. Sus ojos eran como  el humo del infierno  en un rostro iluminado por la pasión.  Su  voz  se  elevaba  en  el  aire  de  modo  que  las  palabras  resonaban fuertes y claras. Tomé un aire que no necesitaba y proseguí con mi dichosa habladuría. ― No tienes los ojos de una traidora. Y en cualquier caso, se hacen muchas cosas por amor, cariño. ― Alzando la mano, acaricié su mejilla, verme reflejado en ella era vergonzoso.

Me levanté del asiento, acomodé mis cabellos detrás de las orejas, de repente, sentía un poco de fuerzas en mi estómago. Pude observar en mi piel como el amanecer estaba a unas horas de nosotros y decidí que no era el momento de morir, había algo más importante para hacer, que lamentarme por un hombre que necesitaba espacio y tiempo. Nosotros teníamos la eternidad para buscarnos, al contrario de ella, de su hijo y de aquel hombre, que aunque era un maldito, un asesino de nuestra especie, seguía teniendo un valor superior. ― Vamos, hay cosas que hacer. Cuando encontremos a ese esposo tuyo… Lo golpearé, por haceros preocupar. ¿Sí? ¿Cómo se llamará? ― Observaba su vientre, su nueva vida y me pareció escuchar los latidos de aquel corazón diminuto. A pesar de mi molestia hacía los niños pequeños, me sentía atraído a ese en especial. Sencillamente, parecía ser un milagro en medio de la oscuridad. Miré alrededor y entrecerré los ojos, arqueando una ceja con ineptitud. Había una persona a unos metros nuestros, escondida, expectante. No entendía como no lo había notado antes, como si todo lo que sabía o sentía se hubiese nublado durante todo ese tiempo. ― ¿Quién es aquella persona, Giulia? ¿Chiara? ¿Cómo está ella? Hace mucho tiempo no veo a ninguno, desde aquella última misión, he estado vagando por los lugares, aún no encuentro mi camino. Supongo que el destino quiso que me guieis, los humanos siempre me sorprenden… ¿Vamos? ― Alargue una mano a ella, esperando que la tome.

Deseaba levantarla de allí, porque su rostro estaba destrozándome, podía verlo bañado en lágrimas, aclamando que alguien la asesine para no tener que vivir esa vida sin su otra mitad. Había diferentes mitos en el mundo, muchos de ellos, hablaban de que todos éramos solo media alma, que se completaba al encontrar a la pareja perfecta. Me preguntaba si no solo estábamos separados físicamente, sino también en cuestión de tiempos, años. Me quité la capa que cubría mi rostro y cuerpo. La tiré en el basurero que estaba a una distancia prudente de nosotros y la miré. Mi rostro se enmarcaba en las mejillas, estaba desnutrido, hambriento y lleno de deseos por ayudarla. Compraría un cerdo, bebería su sangre y así me compondría para empezar a disuadirla de las personas que podían o no ser. Comenzar un nuevo viaje, para despejarme de todo aquel mal que albergaba. ― ¿Habéis comido? Vuestro hijo tiene que nacer sano. Vamos, en poco tiempo saldrá el amanecer y me volveré una pasa de uva y luego cenizas si me da un rayo. Alguna vez leí en un libro, que la esperanza es lo último que se pierde. Contactaremos a un brujo, ¿habéis pensado en ello…? ― La esperaba, mirando de reojo al hombre que estaba lejano a nosotros, mientras me cruzaba de brazos y suspiraba, preguntándome que era lo que estaba haciendo.

“A veces, solo ayudar a otra persona, es lo que nos ayuda a uno mismo a poder seguir en el camino de la existencia.”
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