AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
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Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
Había cambiado mi rumbo, quería que París en este caso fuera uno de esos sitios que consiguiera distraerme por unos días. Aquí iba a ver a una vieja amiga, a la cuál hacía mucho que no veía. Y ciertamente de la que pensé que nunca podría llevarme bien con ella. Teníamos carácteres bastante fuertes y siempre había alguna que otra discusión, pero al fin y al cabo, erámos lo mismo y luchábamos por la misma causa. Si alguna vez había sentido algo parecido a amistad, aunque no fuera sana, había sido con ella. Hacía mucho que no nos veíamos, pero estaba segura de que nos reconoceríamos enseguida. Sinceramente, yo intentaba atrasar nuestro encuentro, no por nada especial, pero siempre me había costado seguir algo por alguien, ya fuera el hecho de algo parecido a una simple amistad. Por una parte me gustaba porque podía hablar con alguien que era como yo y eso era un alivio, pero por otra tenía que hacer un esfuerzo y salir de mi escondrijo para dejarme ver.
Mientras caminaba unos niños que iban corriendo se chocaron conmigo y se les cayó al suelo lo que llevaban en las manos. Los miré inocentemente y ví como estaban huyendo de algo o alguien, no pregunté solo me limité a verlos recoger lo que había en el suelo y después salieron corriendo. Me dirigí al punto donde iba a encontrarme con ella, aunque me costara reconocerlo tenía ganas. Me miré en el cristal de uno de los escaparates y me acomodé el pelo mientras miraba en el reflejo a quién tenía detrás.
Mientras caminaba unos niños que iban corriendo se chocaron conmigo y se les cayó al suelo lo que llevaban en las manos. Los miré inocentemente y ví como estaban huyendo de algo o alguien, no pregunté solo me limité a verlos recoger lo que había en el suelo y después salieron corriendo. Me dirigí al punto donde iba a encontrarme con ella, aunque me costara reconocerlo tenía ganas. Me miré en el cristal de uno de los escaparates y me acomodé el pelo mientras miraba en el reflejo a quién tenía detrás.
Ayleen Sheltön- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/08/2013
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Re: Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
De haber sido humana, pensaría que no podía haber encontrado una noche peor para decidir pasear por las angostas calles parisinas. De haber sido humana, se hubiera resguardado bajo gruesas capas de abrigo del frío de aquella noche invernal. De haber sido humana, el vaho que se escaparía de entre sus helados labios, hubiera dibujado figuras inciertas en la oscuridad. Pero aquella silueta que caminaba a paso calmo y despreocupado entre el gentío, que se desplazaba rápidamente hasta el interior de sus cálidos hogares, ni era humana, ni sentía frío. Ataviada con una simple capa de color grisáceo y un vestido demasiado fino y demasiado elegante como para pasar desapercibida. No es que lo buscara, pero siempre lo conseguía. Su figura estilizada, su cuello delgado y largo, su piel tersa y blanca como la nieve... Rozaba el canon de perfección establecida por la sociedad parisina. Muchas veces la habían confundido con un ángel, como si algo en su interior la asemejase a parecerse a uno. Había cometido demasiados crímenes para merecer siquiera tal comparación. No es que sintiese respeto alguno por los iconos religiosos, pero ella bien sabía que en su trasfondo se ocultaba una moralidad, que ella nunca compartió ni profesó.
Sus pasos fueron aumentando en velocidad a medida que los minutos pasaban y el paisaje iba cambiando a su alrededor. Había decidido ir andando al lugar de la cita con Ayleen, puesto que el paisaje nocturno, según ella, estaba para disfrutarlo. Después de todos, eran muchas las horas que había de pasar escondida en su mansión. ¿Cuánto hacía desde su último encuentro? Años, quizá. O puede que solo unos meses... El tiempo era una dimensión incierta cuando abrazas la inmortalidad. Ya ni siquiera tenía muy claro qué edad tenía. Había vivido demasiado. Se imaginó el aspecto de la vampiresa, con aquel rostro hermoso y angelical, su bonita piel y aquellos ojos tan expresivos. Le había llamado la atención desde el principio, aunque el choque de caracteres hiciera todo más que complicado de vez en cuando. O puede que precisamente por eso. Que ambas chocaran en tantos puntos era quizá el motivo de que le gustara y de que aquel vínculo, en principio únicamente de conocimiento mutuo, hubiese dado lugar a una amistad, que si bien tortuosa en ocasiones, era verdadera. Los vínculos existentes entre vampiros siempre eran más fuertes que cualquier vínculo humano.
Llegó a la plaza medio desierta minutos antes de la hora citada, y con una rápida mirada la encontró al otro lado de la misma. Se desplazó hasta allí con rapidez, mientras la mujer se acomodaba el cabello mirando su estilizado reflejo en un escaparate. Se quedó tras ella unos instantes, sonriendo de forma sincera aunque quizá un poco siniestra, y luego posó su mano derecha, desnuda, sobre el hombro de la vampiresa. Sabía que la había visto, pero tenía curiosidad por saber qué sentiría al verla, al tocarla, tras tanto tiempo sin saber de ella. Irónica pregunta viniendo de un vampiro, ya que físicamente no sintió nada ni lo sentiría nunca, pero de haber sido humana, un escalofrío le habría recorrido la espalda. Y la emoción quizá hubiese asomado hasta sus ojos sombríos. Pero, nuevamente, no era humana, y las sensaciones humanas le quedaban demasiado lejos para recordarlas. Cuando mueres y resucitas, ya sólo eres capaz de sentir dolor cuando te hieren, y ni siquiera es de la misma forma. Entreabrió los labios y exhaló el innecesario aire que alojaban sus pulmones.
- Demasiado tiempo sin veros, Ayleen... casi había olvidado ese perfume tan peculiar. -Dijo en voz serena, melodiosa, su voz de alegría aunque poco o nada parecido a este sentimiento denotara. Sabía que ella lo entendería: ambas eran lo mismo, eran iguales. Los vampiros no pueden dar abrazos cálidos, simplemente porque no lo son. Aunque, de vez en cuando y en momentos como aquel, fuese lo que más deseara en el mundo. Una sonrisa amplia, clara, dio paso a la anterior. Se alegraba de verla, tanto, que no podría expresarlo con palabras.
Sus pasos fueron aumentando en velocidad a medida que los minutos pasaban y el paisaje iba cambiando a su alrededor. Había decidido ir andando al lugar de la cita con Ayleen, puesto que el paisaje nocturno, según ella, estaba para disfrutarlo. Después de todos, eran muchas las horas que había de pasar escondida en su mansión. ¿Cuánto hacía desde su último encuentro? Años, quizá. O puede que solo unos meses... El tiempo era una dimensión incierta cuando abrazas la inmortalidad. Ya ni siquiera tenía muy claro qué edad tenía. Había vivido demasiado. Se imaginó el aspecto de la vampiresa, con aquel rostro hermoso y angelical, su bonita piel y aquellos ojos tan expresivos. Le había llamado la atención desde el principio, aunque el choque de caracteres hiciera todo más que complicado de vez en cuando. O puede que precisamente por eso. Que ambas chocaran en tantos puntos era quizá el motivo de que le gustara y de que aquel vínculo, en principio únicamente de conocimiento mutuo, hubiese dado lugar a una amistad, que si bien tortuosa en ocasiones, era verdadera. Los vínculos existentes entre vampiros siempre eran más fuertes que cualquier vínculo humano.
Llegó a la plaza medio desierta minutos antes de la hora citada, y con una rápida mirada la encontró al otro lado de la misma. Se desplazó hasta allí con rapidez, mientras la mujer se acomodaba el cabello mirando su estilizado reflejo en un escaparate. Se quedó tras ella unos instantes, sonriendo de forma sincera aunque quizá un poco siniestra, y luego posó su mano derecha, desnuda, sobre el hombro de la vampiresa. Sabía que la había visto, pero tenía curiosidad por saber qué sentiría al verla, al tocarla, tras tanto tiempo sin saber de ella. Irónica pregunta viniendo de un vampiro, ya que físicamente no sintió nada ni lo sentiría nunca, pero de haber sido humana, un escalofrío le habría recorrido la espalda. Y la emoción quizá hubiese asomado hasta sus ojos sombríos. Pero, nuevamente, no era humana, y las sensaciones humanas le quedaban demasiado lejos para recordarlas. Cuando mueres y resucitas, ya sólo eres capaz de sentir dolor cuando te hieren, y ni siquiera es de la misma forma. Entreabrió los labios y exhaló el innecesario aire que alojaban sus pulmones.
- Demasiado tiempo sin veros, Ayleen... casi había olvidado ese perfume tan peculiar. -Dijo en voz serena, melodiosa, su voz de alegría aunque poco o nada parecido a este sentimiento denotara. Sabía que ella lo entendería: ambas eran lo mismo, eran iguales. Los vampiros no pueden dar abrazos cálidos, simplemente porque no lo son. Aunque, de vez en cuando y en momentos como aquel, fuese lo que más deseara en el mundo. Una sonrisa amplia, clara, dio paso a la anterior. Se alegraba de verla, tanto, que no podría expresarlo con palabras.
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Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
Autocontrol. Control. Las palabras se escribían en la mente de Melkhior como un pergamino en blanco. Así había sido durante los últimos siglos, y sus últimos años no estaban siendo distintos, aunque sí más convulsos: sus sentimientos hacia una humana hacían que, en cierto modo, descuidara las tareas que se había autoasignado. Negó en silencio; debía hacerlas. Rasmus había dicho que alguien debía hacerlas, y nadie sabía más que Rasmus. Nadie era tan sabio como él. Después de caminar juntos por los caminos de la muerte, la destrucción y el placer, todas aquellas vilezas productos de los ridículos placeres de la carne se habían vuelto insignificantes en comparación con el verdadero éxtasis que suponía desvelar los misterios de la mente. Y no había mayor misterio que la perfección y el orden, ambos lo sabían.
Desde su llegada a París, su principal objetivo había sido localizar a los vampiros más ancianos que pudieran encontrar y encargarse de que se dejaran de producir los atropellos que, en mayor o menor medida, los vampiros parisinos cometían: matanzas por diversión, muertes más allá de toda lógica más por gula que por verdadera necesidad. Melkhior apretó la mandíbula de sólo pensarlo: Rasmus y él tardaban el mayor tiempo posible en probar la sangre. ¿Qué creerían aquellos chiquillos que les capacitaba para sesgar algo tan ajeno a ellos mismos como era la vida?
Aquella noche, sin embargo, Melkhior dirigía sus pasos a un punto donde sentía dos almas conocidas. Dos vampiras bastante ancianas (por supuesto, no tanto como él) que le podrían ser útiles a la hora de presentarse a los demás vampiros de París. Sus últimos encuentros no habían sido ciertamente amistosos, sino pura cortesía, mucha teatralidad, pero... Melkhior no era el vampiro más cariñoso de cuantos poblaran la tierra, sino correcto.. e irónico. Siguió caminando por las calles de París, ya esquivando transeúntes, ya mirando fríamente a algún maleante, mientras sus pasos alcanzaban una velocidad endiablada con tal de llegar a su objetivo; no quería resultar molesto, pero necesitaba una entrada que les impactase, que les hiciera recordar quien era Melkhior, su poder. No era alguien que le gustase demostrar sus capacidades; simplemente, como anciano, había un estatus que mantener: una imagen distante, atrayente y que inspirara respeto.
Allá estaban, a apenas unos metros de distancia: Ophelia y Ayleen. Melkhior sonrió de medio lado y no pudo evitar morderse el labio: siempre era interesante reencontrarse con viejos conocidos vampíricos, y más si recordaban las tradiciones y respetaban el orden y a los mayores. Se plantó en mitad de la callejuela, a unos metros de ellas, con su blusa blanca medio abierta por el pecho y sus pantalones y gabardina negra ondeando levemente al viento; como una sombra, que proyectaba su propia sombra por el efecto de la tenua luz de luna que alumbraba París de noche
Desde su llegada a París, su principal objetivo había sido localizar a los vampiros más ancianos que pudieran encontrar y encargarse de que se dejaran de producir los atropellos que, en mayor o menor medida, los vampiros parisinos cometían: matanzas por diversión, muertes más allá de toda lógica más por gula que por verdadera necesidad. Melkhior apretó la mandíbula de sólo pensarlo: Rasmus y él tardaban el mayor tiempo posible en probar la sangre. ¿Qué creerían aquellos chiquillos que les capacitaba para sesgar algo tan ajeno a ellos mismos como era la vida?
Aquella noche, sin embargo, Melkhior dirigía sus pasos a un punto donde sentía dos almas conocidas. Dos vampiras bastante ancianas (por supuesto, no tanto como él) que le podrían ser útiles a la hora de presentarse a los demás vampiros de París. Sus últimos encuentros no habían sido ciertamente amistosos, sino pura cortesía, mucha teatralidad, pero... Melkhior no era el vampiro más cariñoso de cuantos poblaran la tierra, sino correcto.. e irónico. Siguió caminando por las calles de París, ya esquivando transeúntes, ya mirando fríamente a algún maleante, mientras sus pasos alcanzaban una velocidad endiablada con tal de llegar a su objetivo; no quería resultar molesto, pero necesitaba una entrada que les impactase, que les hiciera recordar quien era Melkhior, su poder. No era alguien que le gustase demostrar sus capacidades; simplemente, como anciano, había un estatus que mantener: una imagen distante, atrayente y que inspirara respeto.
Allá estaban, a apenas unos metros de distancia: Ophelia y Ayleen. Melkhior sonrió de medio lado y no pudo evitar morderse el labio: siempre era interesante reencontrarse con viejos conocidos vampíricos, y más si recordaban las tradiciones y respetaban el orden y a los mayores. Se plantó en mitad de la callejuela, a unos metros de ellas, con su blusa blanca medio abierta por el pecho y sus pantalones y gabardina negra ondeando levemente al viento; como una sombra, que proyectaba su propia sombra por el efecto de la tenua luz de luna que alumbraba París de noche
Melkhior- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/09/2013
Re: Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
Noté la presencia de mi gran amiga y una sonrisa asomó en mis labios. Cierto es que nuestra amistad era a veces algo dura y difícil de llevar, pero era verdadera y siempre nos había ayudado cuando lo necesitábamos. Me encantaba saber de ella, porque era como yo, entendía perfectamente como podía sentirme a veces y dejando a un lado nuestras discusiones, había un vínculo especial que había salido sin más y me encantaba. Su mano acarició mi hombro y con la mía cogí su mano con suavidad mientras me giraba y después de años sin verla al fin nos reencontrábamos. Solo podía demostrárselo de esa manera, la miré a los ojos y me devolvió la mirada, sabía que entendía que la había echado de menos, aunque no pudiera demostrárselo. Me conocía bien y sabía que los abrazos y demás gestos humanos era algo que me costaba mucho demostrar, pero tenía siglos por delante para practicar. La miré y sonreí ante sus palabras.
- Querida es un placer verte de nuevo. Me pregunto que travesuras habrás echo todo este tiempo que no nos hemos visto, tienes muchas cosas que contarme. -
Siempre acabábamos chocando por nuestros carácteres y peleando, pero precisamente por eso, éramos tan amigas. Cerré los ojos y respiré profundamente. Su olor era suave e hipnotizante, lo había olvidado. Metí la mano en el bolsillo de mi abrigo y le tendí un reloj de bolsillo muy elegante.
- No es propio de mí hacer estos detalles, pero cuando lo ví pensé en tí y me gustaría que lo tuvieras, aunque sea para recordarte que aún te queda mucha inmortalidad por delante. -le dije con picardía para molestarla.
Miré de reojo nuestros reflejos en el espejo y me gustó vernos, como siempre, elegantes y grandiosas. Ophelia era a quién recurría cuando sentía que el paso de los días hacía mella en mí. Observé su vestido y le sonreí dándole a entender que había hecho una buena elección. De pronto, alguien mas apareció, aún se encontraba algo lejos de nosotras, pero pude percibirlo inmediatamente, Melkhior. Parecía que ese encuentro iba a ser de vampiros antiguos, cosa que me gustaba. Miré a Ophelia con complicidad y con la mano le hice un gesto al chico para que se acercara a nosotras.
- Parece que tenemos compañía. -
- Querida es un placer verte de nuevo. Me pregunto que travesuras habrás echo todo este tiempo que no nos hemos visto, tienes muchas cosas que contarme. -
Siempre acabábamos chocando por nuestros carácteres y peleando, pero precisamente por eso, éramos tan amigas. Cerré los ojos y respiré profundamente. Su olor era suave e hipnotizante, lo había olvidado. Metí la mano en el bolsillo de mi abrigo y le tendí un reloj de bolsillo muy elegante.
- No es propio de mí hacer estos detalles, pero cuando lo ví pensé en tí y me gustaría que lo tuvieras, aunque sea para recordarte que aún te queda mucha inmortalidad por delante. -le dije con picardía para molestarla.
Miré de reojo nuestros reflejos en el espejo y me gustó vernos, como siempre, elegantes y grandiosas. Ophelia era a quién recurría cuando sentía que el paso de los días hacía mella en mí. Observé su vestido y le sonreí dándole a entender que había hecho una buena elección. De pronto, alguien mas apareció, aún se encontraba algo lejos de nosotras, pero pude percibirlo inmediatamente, Melkhior. Parecía que ese encuentro iba a ser de vampiros antiguos, cosa que me gustaba. Miré a Ophelia con complicidad y con la mano le hice un gesto al chico para que se acercara a nosotras.
- Parece que tenemos compañía. -
Ayleen Sheltön- Vampiro Clase Media
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Re: Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
Una de las cosas buenas que tenía la inmortalidad, era que nunca tenías que decir aquellas palabras típicas de "te veo bien" o "estás genial"... Ellos nunca envejecían, de modo que siempre estaban de la misma forma. Los guapos serían guapos para siempre y los feos serían feos para siempre. Nunca iban a estar mejor o peor que antes: siempre estarían iguales. Nunca sentirían la emoción -o el horror- de descubrir una nueva arruga en su semblante, o notar que sus cabellos se iban volviendo progresivamente más blancos. Su cabellera nunca llegaría a ser plateada, a menos que se tiñera de ese color. Ventajas de estar muerto... Se dijo para sí misma en un instante de ironía. Si bien tenía otras cosas no tan agradables, como el hecho de no poder ver la luz del Sol nunca más, o la necesidad de alimentarse de la fuerza vital, de la sangre de otras criaturas... casi podía reconocer que todo lo que la inmortalidad le había aportado habían sido ventajas, en mayor o menor medida. Nunca se había sentido tan fuerte, ni tan capaz de hacer todo cuanto quisiera. Los vampiros eran criaturas completamente libres, las únicas, quizá, que conocían la verdadera cara de la libertad de que todos hablan y nadie conoce realmente. Y como seres libres podían tomar decisiones respecto a todo, inclusive el hecho de ser benignos o malignos... Ella había elegido el rango intermedio, aunque reconocía hacer más caso al caos que a la bondad. Otra de las ventajas de ser inmortal, por tanto, era que no tenía que darle explicaciones a nadie respecto a sus actos. Aunque lo cierto era que siendo humana, tampoco lo había hecho.
Tras aquel momento de reflexión, que apenas si duró un par de segundos, dibujó una sonrisa leve aunque sincera, ante el simple gesto realizado por Ayleen. Había apretado con cierto cariño la mano que ella había posado sobre el hombro ajeno, en un gesto que a muchos habría parecido frío e incluso distante, pero que para ella significó más que cualquier abrazo que podría haberle dado. Los sentimientos humanos resultaban para ella tan efímeros como incomprensibles. Los había practicado, pero hacía tantos años que apenas si recordaba sus nombres con exactitud. Los vampiros no se abrazan, se repitió a sí misma por enésima vez. No porque deseara abrazarse a su -quizá- única mejor amiga, sino porque no sabía fingir normalidad delante del gentío, no en ese sentido. Su voz sonó fuerte aunque ligeramente aterciopelada, tal y como la recordaba, pese al mucho tiempo que había pasado sin tener noticias de ella. Irónico que siendo capaces de viajar por todo el mundo como les placiese, no solieran hacerlo juntas. Probablemente llevasen viviendo en la misma ciudad durante algún tiempo, y no se habían visto siquiera. Cosa absurda donde las haya. Pero lo importante es que ahora estaban allí, juntas, y la noche les pertenecía.
- Lo mismo os digo, mi buen amiga... Demasiados pecados cometí para tratar de resumirlos en un instante. Supongo que como vos... ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuántas lunas hace desde nuestro último encuentro? Muchas cosas hemos de contarnos querida... Pero decidme, ¿lleváis mucho en París? No nos hemos encontrado... -Musitó colocándose junto a ella para encararla. Su sonrisa permaneció inalterable, la alegría del reencuentro, palpable. Tomó el reloj de bolsillo con cierta curiosidad. Era cierto que ninguna de las dos eran demasiado detallistas. Su amistad tenía varios siglos, y aún así, de vez en cuando se mostraban reticentes de mostrar sus sentimientos, por muy verdaderos que fueran. Agradeció el gesto con un simple apretón de manos y sonrió de forma más amplia. Ella también había traído algo para la vampiresa, pero era demasiado tosca para decir nada al respecto. Le tendió una gargantilla que simulaba ser una lágrima del color de la sangre, envuelta en una pequeña bolsa de terciopelo negro. - Realmente no sé si considerar eso un buen gesto o un recuerdo de nuestra maldición... que me quede mucho por delante solo puede significar una cosa: que aún me quedan bastantes años de soledad...
Notó la presencia a su espalda mucho antes de voltearse. Era inconfundible. La esencia de los más poderosos siempre se hacía notar. Incluso estaba segura de que seres tan diferentes a ellos como eran los humanos, eran capaces de percibir en él una fuerza muy superior a la de cualquiera. Era uno de los vampiros de mayor edad que nunca había conocido, y eso le alegraba. Le hacía sentir que por más tiempo que pasara para ella, nunca sería la más vieja sobre la faz de la tierra. Cualquiera podría pensar que esto era un tanto irónico viniendo de alguien como Ophelia, siempre deseosa de demostrar hasta donde llegaba su poder. Pero que todos pensaran eso de ella la beneficiaba: nunca nadie sabría cuáles eran sus verdaderas intenciones. Ella no quería ser la más poderosa, ni la más vieja... Sólo quería ser quien más conocimiento poseía, y eso sólo lo podía conseguir siendo vieja, pero no la más anciana de todos: aprender implica que hay cosas que desconoces, y cosas que conoces. Para aprender hay que desconocer. En el equilibrio está la perfección. Dirigió a Melkhior una sonrisa felina y esperó junto a Ayleen hasta que se acercara. Siempre era un gusto estar cerca de los más antiguos, su desorbitado poder parecía energizarlas.
Tras aquel momento de reflexión, que apenas si duró un par de segundos, dibujó una sonrisa leve aunque sincera, ante el simple gesto realizado por Ayleen. Había apretado con cierto cariño la mano que ella había posado sobre el hombro ajeno, en un gesto que a muchos habría parecido frío e incluso distante, pero que para ella significó más que cualquier abrazo que podría haberle dado. Los sentimientos humanos resultaban para ella tan efímeros como incomprensibles. Los había practicado, pero hacía tantos años que apenas si recordaba sus nombres con exactitud. Los vampiros no se abrazan, se repitió a sí misma por enésima vez. No porque deseara abrazarse a su -quizá- única mejor amiga, sino porque no sabía fingir normalidad delante del gentío, no en ese sentido. Su voz sonó fuerte aunque ligeramente aterciopelada, tal y como la recordaba, pese al mucho tiempo que había pasado sin tener noticias de ella. Irónico que siendo capaces de viajar por todo el mundo como les placiese, no solieran hacerlo juntas. Probablemente llevasen viviendo en la misma ciudad durante algún tiempo, y no se habían visto siquiera. Cosa absurda donde las haya. Pero lo importante es que ahora estaban allí, juntas, y la noche les pertenecía.
- Lo mismo os digo, mi buen amiga... Demasiados pecados cometí para tratar de resumirlos en un instante. Supongo que como vos... ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuántas lunas hace desde nuestro último encuentro? Muchas cosas hemos de contarnos querida... Pero decidme, ¿lleváis mucho en París? No nos hemos encontrado... -Musitó colocándose junto a ella para encararla. Su sonrisa permaneció inalterable, la alegría del reencuentro, palpable. Tomó el reloj de bolsillo con cierta curiosidad. Era cierto que ninguna de las dos eran demasiado detallistas. Su amistad tenía varios siglos, y aún así, de vez en cuando se mostraban reticentes de mostrar sus sentimientos, por muy verdaderos que fueran. Agradeció el gesto con un simple apretón de manos y sonrió de forma más amplia. Ella también había traído algo para la vampiresa, pero era demasiado tosca para decir nada al respecto. Le tendió una gargantilla que simulaba ser una lágrima del color de la sangre, envuelta en una pequeña bolsa de terciopelo negro. - Realmente no sé si considerar eso un buen gesto o un recuerdo de nuestra maldición... que me quede mucho por delante solo puede significar una cosa: que aún me quedan bastantes años de soledad...
Notó la presencia a su espalda mucho antes de voltearse. Era inconfundible. La esencia de los más poderosos siempre se hacía notar. Incluso estaba segura de que seres tan diferentes a ellos como eran los humanos, eran capaces de percibir en él una fuerza muy superior a la de cualquiera. Era uno de los vampiros de mayor edad que nunca había conocido, y eso le alegraba. Le hacía sentir que por más tiempo que pasara para ella, nunca sería la más vieja sobre la faz de la tierra. Cualquiera podría pensar que esto era un tanto irónico viniendo de alguien como Ophelia, siempre deseosa de demostrar hasta donde llegaba su poder. Pero que todos pensaran eso de ella la beneficiaba: nunca nadie sabría cuáles eran sus verdaderas intenciones. Ella no quería ser la más poderosa, ni la más vieja... Sólo quería ser quien más conocimiento poseía, y eso sólo lo podía conseguir siendo vieja, pero no la más anciana de todos: aprender implica que hay cosas que desconoces, y cosas que conoces. Para aprender hay que desconocer. En el equilibrio está la perfección. Dirigió a Melkhior una sonrisa felina y esperó junto a Ayleen hasta que se acercara. Siempre era un gusto estar cerca de los más antiguos, su desorbitado poder parecía energizarlas.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
Sonrió de medio lado cuando ambas se hubieron girado. Avanzó lentamente, con paso firme, sin que su figura se viera alterada en absoluto, marcando su caminar con los talones sobre el suelo empedrado, de modo que sonaba cada uno de sus acompasados pasos. Se detuvo a algo más de un metro de ellas, observando sus delicados y perfectos rostros, imperecederos, aún con ella media sonrisa tranquila, de superioridad y al mismo tiempo, de tierno afecto, como cuando una persona se cruza con un pequeño niño por la calle.
-Señoritas -dijo, únicamente, con una leve inclinación de cabeza, antes de tomar la mano de una y besar su dorso, para hacer lo mismo con la otra instantes después. Al poco, volvió a observarlas- Celebro volver a encontrarles.. ¿cuánto tiempo ha pasado? -preguntó, simulando curiosidad, como si el tiempo realmente le importara. Ambas sabían que para Melkhior, el tiempo no era siquiera otro dato en la ecuación; el tiempo no era nada. El tiempo no era ni una triste esquirla, ni un inútil guijarro en su eterna vida. El tiempo no era sino lo que pasaba entre el planteamiento de un plan y la consecución del mismo. El tiempo se contaba únicamente para recordar a todos aquellos seres que morían y que, en cierto modo, eran tan importantes- Espero que me hayan echado de menos tanto como yo a sus mercedes, llegué a pensar que no había ninguno de nosotros en París al llegar hace ya algunas noches -agregó. En las frases de Melkhior se mezclaba el dramatismo, la teatralidad y el artificio con la verdadera realidad: ningún anciano quiere llegar a una ciudad nueva y encontrarse con rostros desconocidos únicamente- Espero que se hayan comportado y cumplido las normas establecidas por la noche -susurró, con una mirada algo más tenebrosa y coronando su media sonrisa con su colmillo derecho ligeramente posado sobre el labio. No trataba de resultar amenazador, simplemente lo era. Melkhior y su propio sire, Rasmus, gustaban de actuar como verdaderos jueces, árbitros de las conductas vampíricas, y no solían tolerar las negligencias ni vicios por parte de éstos.
-Señoritas -dijo, únicamente, con una leve inclinación de cabeza, antes de tomar la mano de una y besar su dorso, para hacer lo mismo con la otra instantes después. Al poco, volvió a observarlas- Celebro volver a encontrarles.. ¿cuánto tiempo ha pasado? -preguntó, simulando curiosidad, como si el tiempo realmente le importara. Ambas sabían que para Melkhior, el tiempo no era siquiera otro dato en la ecuación; el tiempo no era nada. El tiempo no era ni una triste esquirla, ni un inútil guijarro en su eterna vida. El tiempo no era sino lo que pasaba entre el planteamiento de un plan y la consecución del mismo. El tiempo se contaba únicamente para recordar a todos aquellos seres que morían y que, en cierto modo, eran tan importantes- Espero que me hayan echado de menos tanto como yo a sus mercedes, llegué a pensar que no había ninguno de nosotros en París al llegar hace ya algunas noches -agregó. En las frases de Melkhior se mezclaba el dramatismo, la teatralidad y el artificio con la verdadera realidad: ningún anciano quiere llegar a una ciudad nueva y encontrarse con rostros desconocidos únicamente- Espero que se hayan comportado y cumplido las normas establecidas por la noche -susurró, con una mirada algo más tenebrosa y coronando su media sonrisa con su colmillo derecho ligeramente posado sobre el labio. No trataba de resultar amenazador, simplemente lo era. Melkhior y su propio sire, Rasmus, gustaban de actuar como verdaderos jueces, árbitros de las conductas vampíricas, y no solían tolerar las negligencias ni vicios por parte de éstos.
Melkhior- Vampiro Clase Alta
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Re: Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
Le sonreí al ver el colgante que me regalaba y me dí la vuelta para que me lo pusiera. Me miré en el escaparate y sonreí de nuevo ladeando un poco mi cabeza. Me veía perfecta. Puse mis ojos rojos por un segundo y me encantó lo bien que quedaban junto a mi collar. Miró a Ophelia.
- Querida, no seas dramática. Toda maldición lleva algo que te lo recordará siempre. Pero siendo quién eres, no tienes muchos motivos para sentirte sola. Aunque entiendo que miles de años es mucho tiempo... -Dijo finalmente.
La noche comenzaba a adornar las calles con su manto y la gente poco a poco se iba marchando a casa. No era seguro caminar por aquí cuando caía el sol y menos solo, era peligroso. Mas de una vez había fingido estar en peligro para que me ayudaran y también sin haber hecho nada habían intentado hacerme algo. A los que mató sin pensar.
Notó la presencia de alguien mas, por supuesto no un humano normal y corriente, y se giró al mismo tiempo que Ophelia para dedicarle un leve asentimiento de cabeza. Sabía que Melkhior no estaba a favor de matar a nadie, por lo que eso siempre se lo había mantenido oculto. Pero le gustara a él o no, los vampiros matábamos y disfrutábamos con ello, estaba en nuestra especie, lo estará siempre y las ansias de sangre finalmente podrán contigo. Yo hace mucho que dejé de luchar contra mi naturaleza. Era inútil y aparte de sola también me sentía débil, no podía sentirme así, no quería sentirme así. Era un blanco fácil. Melkhior besó la mano de Ophelia y después la mía y le miré unos instantes. Ambos teníamos nuestros secretos, no por ser mas viejo iba a controlar eso de mí.
- Ha pasado mucho desde la última vez Melhior, pero ahora estamos aquí, es lo importante. Seguramente llevamos tiempo aquí, pero hasta hoy no se nos había ocurrido la idea de quedar -hice una pausa- Por supuesto querido, cuando he faltado yo a esa norma. -mintió, descaradamente.
Dió un paso atrás y dejó que Ophelia hablara esta vez, Melkhior al fin y al cabo era un mayor, aunque fuera poco, un respeto debía mostrarle. No sabía si confiaba o no en mí. Me parecía perfecto que siguiera como hasta ahora, haciendo sus cosas y no metiéndose en mis asuntos.
- Querida, no seas dramática. Toda maldición lleva algo que te lo recordará siempre. Pero siendo quién eres, no tienes muchos motivos para sentirte sola. Aunque entiendo que miles de años es mucho tiempo... -Dijo finalmente.
La noche comenzaba a adornar las calles con su manto y la gente poco a poco se iba marchando a casa. No era seguro caminar por aquí cuando caía el sol y menos solo, era peligroso. Mas de una vez había fingido estar en peligro para que me ayudaran y también sin haber hecho nada habían intentado hacerme algo. A los que mató sin pensar.
Notó la presencia de alguien mas, por supuesto no un humano normal y corriente, y se giró al mismo tiempo que Ophelia para dedicarle un leve asentimiento de cabeza. Sabía que Melkhior no estaba a favor de matar a nadie, por lo que eso siempre se lo había mantenido oculto. Pero le gustara a él o no, los vampiros matábamos y disfrutábamos con ello, estaba en nuestra especie, lo estará siempre y las ansias de sangre finalmente podrán contigo. Yo hace mucho que dejé de luchar contra mi naturaleza. Era inútil y aparte de sola también me sentía débil, no podía sentirme así, no quería sentirme así. Era un blanco fácil. Melkhior besó la mano de Ophelia y después la mía y le miré unos instantes. Ambos teníamos nuestros secretos, no por ser mas viejo iba a controlar eso de mí.
- Ha pasado mucho desde la última vez Melhior, pero ahora estamos aquí, es lo importante. Seguramente llevamos tiempo aquí, pero hasta hoy no se nos había ocurrido la idea de quedar -hice una pausa- Por supuesto querido, cuando he faltado yo a esa norma. -mintió, descaradamente.
Dió un paso atrás y dejó que Ophelia hablara esta vez, Melkhior al fin y al cabo era un mayor, aunque fuera poco, un respeto debía mostrarle. No sabía si confiaba o no en mí. Me parecía perfecto que siguiera como hasta ahora, haciendo sus cosas y no metiéndose en mis asuntos.
Ayleen Sheltön- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/08/2013
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Re: Touché (Ophelia M. Haborym - Melkhior)
Tras ponerle el collar, sonrió de forma complacida. Sin duda, quedaba mejor alrededor de su bonito cuello que tras el escaparate de la tienda donde lo había obtenido. Se observó a sí misma junto a la otra vampiresa, sobre el reflejo del cristal. Hermosas. Pálidas. Tan vivas como muertas. Superaban con creces el criterio de belleza establecido por la sociedad imperante. Esbozó una nueva sonrisa, más siniestra que la anterior. Podrían ser un peligro para cualquiera aún sin pretenderlo. ¿Quién se resistiría a su belleza sobrenatural? Nadie, ciertamente. Luego estaba Melkhior. Antiguo, fuerte, poderoso. ¿Moralista? Protegía a los humanos de los de su propia especie, como hizo que ambas recordaran mencionando aquellas palabras. Ella nunca había entendido su "mística" forma de ver el mundo. Para ella, los humanos eran el eslabón débil, no merecían gobernar el mundo que ellos mismos estaban destruyendo. Merecían un castigo ejemplar. Y tanto ella como Ayleen lo demostraban con sus continuos "asesinatos". Ninguna se reprimía porque no tenían motivo para hacerlo. Aunque cada una tenía sus propias razones. Ophelia, debido a un concepto abstracto, cuanto menos, peculiar. Ayleen por considerar que implícito en su naturaleza venía el hecho de ser criaturas violentas, sanguinarias, que ni querían ni tenían por qué controlarse frente a una especie inferior a la suya, como era la humana. En cierto modo, las acciones de ambas se parecían, en cuanto al trato con los humanos... Pero los fines de Ophelia eran bastante diferentes y encaminados a una meta de justicia, que guardaba de forma recelosa hasta escribir su libro.
- La soledad es algo que viene implícito en lo que somos, Ayleen... ¿No estáis de acuerdo, Melkhior? -Preguntó incluyéndolo en la conversación antes de que terminara su discurso. -Suerte la vuestra que aún conserváis a vuestro creador... La compañía es un bien escaso en nuestro mundo. -Hizo una reverencia al antiguo, sin borrar aquella sonrisa pícara de su rostro. -Coincido con Ayleen... ha sido mucho tiempo... ¿Aunque qué es el tiempo más que una medida humana para tratar de ubicarse en el mundo? -Reflexionó en voz alta, dando una vuelta alrededor del vampiro cuando éste se acercó, sin dejar de examinarle con ojo clínico. Aquello casi parecía una reunión entre criaturas malignas... Y realmente, lo era. -Oh... desde luego que os extrañamos... -Contestó por las dos, soltando una carcajada ante la mentira pronunciada por Ayleen. -Llevo viviendo aquí desde hace algunos años, monsieur Melkhior... y desde que llegué he estado rompiendo todas las normas que existen, sin pensar si son establecidas por la noche o por la humanidad. Las normas me son indiferentes. Sólo existen para romperse. -Observó al mayor con el rostro ligeramente contraído en una mueca que fingía ser de inocencia. ¿Había algo de inocente en aquel cuerpo eterno? Ni siquiera el aspecto invitaba a verla como una criatura bondadosa y agradable. Depositó una mano en su hombro y se acercó a su oído. -¿Vais a castigarme? No dudo que lo merezca, pero deberíais saber que los castigos no me causan ningún temor... -Susurró para luego regresar a su anterior posición junto a la otra vampiresa. Si le tuviera algún miedo a Melkhior, no se hubiera acercado nunca a él. El respeto es una cosa, y el temor otra muy diferente. ¿Qué iba, a matarla? ¿Y debería echarse a llorar? Adoraba aquellas situaciones. Sondeó las expresiones de los dos vampiros con una sonrisa seductora, y la mejor cara de inocencia que se haya visto jamás.
- La soledad es algo que viene implícito en lo que somos, Ayleen... ¿No estáis de acuerdo, Melkhior? -Preguntó incluyéndolo en la conversación antes de que terminara su discurso. -Suerte la vuestra que aún conserváis a vuestro creador... La compañía es un bien escaso en nuestro mundo. -Hizo una reverencia al antiguo, sin borrar aquella sonrisa pícara de su rostro. -Coincido con Ayleen... ha sido mucho tiempo... ¿Aunque qué es el tiempo más que una medida humana para tratar de ubicarse en el mundo? -Reflexionó en voz alta, dando una vuelta alrededor del vampiro cuando éste se acercó, sin dejar de examinarle con ojo clínico. Aquello casi parecía una reunión entre criaturas malignas... Y realmente, lo era. -Oh... desde luego que os extrañamos... -Contestó por las dos, soltando una carcajada ante la mentira pronunciada por Ayleen. -Llevo viviendo aquí desde hace algunos años, monsieur Melkhior... y desde que llegué he estado rompiendo todas las normas que existen, sin pensar si son establecidas por la noche o por la humanidad. Las normas me son indiferentes. Sólo existen para romperse. -Observó al mayor con el rostro ligeramente contraído en una mueca que fingía ser de inocencia. ¿Había algo de inocente en aquel cuerpo eterno? Ni siquiera el aspecto invitaba a verla como una criatura bondadosa y agradable. Depositó una mano en su hombro y se acercó a su oído. -¿Vais a castigarme? No dudo que lo merezca, pero deberíais saber que los castigos no me causan ningún temor... -Susurró para luego regresar a su anterior posición junto a la otra vampiresa. Si le tuviera algún miedo a Melkhior, no se hubiera acercado nunca a él. El respeto es una cosa, y el temor otra muy diferente. ¿Qué iba, a matarla? ¿Y debería echarse a llorar? Adoraba aquellas situaciones. Sondeó las expresiones de los dos vampiros con una sonrisa seductora, y la mejor cara de inocencia que se haya visto jamás.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2013
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