AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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~ 1 año; 365 memorias.
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~ 1 año; 365 memorias.
La última caja cayó de sus manos, justo sobre la pila que ya tenía en aquellas cuatro paredes, pudo ver y respirar el característico olor de una pequeña nube de polvo que se alzaba ante aquel movimiento. El espaldar de su mano diestra se deslizo por su frente con cierta fricción para quitar de allí las cristalinas gotas de sudor que adornaban esa parte del rostro, llevaba unas dos horas subiendo las cosas a cada cuarto, y esa era la última, así que eso le daba cierta paz, terminar para las seis de la tarde fue algo que planeo desde que había entrado a Paris al medio día. Fue un largo viaje, muy largo y silente viaje…
Se sentó sobre la cama lentamente, y sus codos se afincaron en sus rodillas, mientras sus manos soportaban el peso de su cabeza, y aquella mirada de azules tenues, se perdía en el espacio de la habitación, pero ¿Qué era lo que pensaba aquel joven médico? Si alguien pudiese leer su mente lo sabría, si alguien con las habilidades de premonición lo sabría, incluso alguien que pudiese leer su cuerpo, lo podría saber, pero eso no importaba, justamente en ese instante, solo una persona lo sabía sin escucharlo, lo entendía y lo sentía, igual que él.
Su cuerpo se fue hacia atrás en aquella cama, como si la querida gravedad hubiese puesto sus pesadas garras en su espalda y halado hasta allí, estaba algo cansado, por eso se dejo caer, necesitaba un buen sueño reparador para empezar a acomodar todo, en serio lo necesitaba, y hasta ansiaba, más ese día no era de descanso. Los Arcalucci no descansarían en ese día de invierno todos los años, pues justamente ese particular día, o mejor dicho, ese maldito día, se conmemoraba la partida de sus padres hacia el otro mundo.
Hoy se hacía un año.
Y como todos los meses que pasaron antes de esa fecha, se llenaba de juicios tontos en su contra, de culpas, de acusaciones, de “que hubiese hecho si…”, de imágenes nítidas de aquel fatídico recuerdo, y sobre todo de la maldita promesa que hizo, que quizás esa misma fue la que les quito la vida a sus padres. Ya eran las seis y veinte minutos, y aun estaba allí, recostado. Pensó por un instante en que estaría haciendo su hermana menor, seguro estaba en la cocina haciendo la cena, o arreglando sus cosas, igual si no había que comer, no se preocuparía, las ganas eran pocas de hacer cualquier cosa. Ni siquiera tenía ganas de quitarse aquella camisa blanca un tanto ceñida al torso, o esos pantalones holgados que cubrían sus largas piernas, o incluso quitarse los zapatos.
Tenía todo el día vestido así, pero no le importaba, no en ese momento, no en esos minutos.
Se sentó sobre la cama lentamente, y sus codos se afincaron en sus rodillas, mientras sus manos soportaban el peso de su cabeza, y aquella mirada de azules tenues, se perdía en el espacio de la habitación, pero ¿Qué era lo que pensaba aquel joven médico? Si alguien pudiese leer su mente lo sabría, si alguien con las habilidades de premonición lo sabría, incluso alguien que pudiese leer su cuerpo, lo podría saber, pero eso no importaba, justamente en ese instante, solo una persona lo sabía sin escucharlo, lo entendía y lo sentía, igual que él.
Su cuerpo se fue hacia atrás en aquella cama, como si la querida gravedad hubiese puesto sus pesadas garras en su espalda y halado hasta allí, estaba algo cansado, por eso se dejo caer, necesitaba un buen sueño reparador para empezar a acomodar todo, en serio lo necesitaba, y hasta ansiaba, más ese día no era de descanso. Los Arcalucci no descansarían en ese día de invierno todos los años, pues justamente ese particular día, o mejor dicho, ese maldito día, se conmemoraba la partida de sus padres hacia el otro mundo.
Hoy se hacía un año.
Y como todos los meses que pasaron antes de esa fecha, se llenaba de juicios tontos en su contra, de culpas, de acusaciones, de “que hubiese hecho si…”, de imágenes nítidas de aquel fatídico recuerdo, y sobre todo de la maldita promesa que hizo, que quizás esa misma fue la que les quito la vida a sus padres. Ya eran las seis y veinte minutos, y aun estaba allí, recostado. Pensó por un instante en que estaría haciendo su hermana menor, seguro estaba en la cocina haciendo la cena, o arreglando sus cosas, igual si no había que comer, no se preocuparía, las ganas eran pocas de hacer cualquier cosa. Ni siquiera tenía ganas de quitarse aquella camisa blanca un tanto ceñida al torso, o esos pantalones holgados que cubrían sus largas piernas, o incluso quitarse los zapatos.
Tenía todo el día vestido así, pero no le importaba, no en ese momento, no en esos minutos.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Saco el ultimo de sus libros, uno de cuentos que le regalo su padre en su décimo cumpleaños cuando su mundo seguía siendo perfecto. Suspiro con una mezcla de tristeza y cansancio, esforzándose por no derramar esas lagrimas que se asomaban en sus ojos y abrazo el libro antes de colocarlo en la pequeña repisa cercana a la enorme ventana que daba al jardín.
Se sentía extraña por ese lugar, se sentó en la cornisa de su ventana y lo evaluó de nuevo. Era una habitación espaciosa decorada en colores pasteles, con dos pequeñas mesitas de madera rojiza a cada lado de la cama ubicada en el centro, un armario no muy grande del cual tendría que hacer milagros para arreglar sus vestidos y esas horrendas cortinas que cambiaría en la primera oportunidad. Era algo aceptable, pero aun no lo sentía suyo.
Poniéndose nuevamente en pie, arreglo su vestido color crema y pequeños lazos verde aguamarina esparcidos por el corset y las abultadas mangas, era algo sencillo ademas de cómodo para el viaje y buscando entre las cajas un pequeño retrato; lo encontró envuelta en algunos paños y la tomo con la delicadeza con se toman los tesoros sagrados de un reino, lo colgó sobre la mesita de noche del lado derecho.
Un año, todo este tiempo y sigue sintiendo esa horrible opresión en el pecho; observo el retrato de su ultima navidad en familia, se veían tan felices y todo era tan... perfecto. Y ahora estaba aquí solo con su hermano intentando empezar algo nuevo, no puede evitar preguntarse ¿Por que justamente aquí? ¿Por que París?
Saco de una de los gabinetes de la mesita un pañuelo blanco bordado por ella y se limpio el rastro de las lagrimas que en algún momento empezaron a salir y trato de poner su mejor expresión de calma aun consciente de que jamas engañara a Lissander con eso, pero nada perdía intentando.
Dio un ultimo vistazo a la habitación que aun no terminaba de arreglar y aun no sentía suya para buscar a el único que si bien no quitaba esa sensación de opresión de su pecho, al menos le hacia sentir calma real y no tendría que fingirla.
Se sentía extraña por ese lugar, se sentó en la cornisa de su ventana y lo evaluó de nuevo. Era una habitación espaciosa decorada en colores pasteles, con dos pequeñas mesitas de madera rojiza a cada lado de la cama ubicada en el centro, un armario no muy grande del cual tendría que hacer milagros para arreglar sus vestidos y esas horrendas cortinas que cambiaría en la primera oportunidad. Era algo aceptable, pero aun no lo sentía suyo.
Poniéndose nuevamente en pie, arreglo su vestido color crema y pequeños lazos verde aguamarina esparcidos por el corset y las abultadas mangas, era algo sencillo ademas de cómodo para el viaje y buscando entre las cajas un pequeño retrato; lo encontró envuelta en algunos paños y la tomo con la delicadeza con se toman los tesoros sagrados de un reino, lo colgó sobre la mesita de noche del lado derecho.
Un año, todo este tiempo y sigue sintiendo esa horrible opresión en el pecho; observo el retrato de su ultima navidad en familia, se veían tan felices y todo era tan... perfecto. Y ahora estaba aquí solo con su hermano intentando empezar algo nuevo, no puede evitar preguntarse ¿Por que justamente aquí? ¿Por que París?
Saco de una de los gabinetes de la mesita un pañuelo blanco bordado por ella y se limpio el rastro de las lagrimas que en algún momento empezaron a salir y trato de poner su mejor expresión de calma aun consciente de que jamas engañara a Lissander con eso, pero nada perdía intentando.
Dio un ultimo vistazo a la habitación que aun no terminaba de arreglar y aun no sentía suya para buscar a el único que si bien no quitaba esa sensación de opresión de su pecho, al menos le hacia sentir calma real y no tendría que fingirla.
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/09/2013
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Si su hermana llegaba a su cuarto, no lo encontraría acostado en la cama como estaba, ya no estaba pensando o martirizándose por aquel mal recuerdo que ahora le atormentaba en su mente, ya no. Quiso despejarse, y por ello se levanto y se fue a lo que sería la pequeña cocina de la casa, un cómodo lugar que disponía de dos armarios, la propia dicha cocina, una mesa grande central, y una puerta hacia el patio; no tenían muchos alimentos, pero había lo suficiente para la cena de esa noche y el desayuno de la mañana, ya luego se aseguraría de comprar lo correspondiente. Solamente que recién llegados a Paris, tenían la comida que él había previsto y calculado antes de salir de Asís, era precavido aquel joven, aprendió de la mejor madre del mundo, y de su ideal de médico, su padre.
No escucharía los pasos de su hermana por la casa o mucho menos los pasos de cualquier cosa alrededor, porque estaba muy centrado en los mismos pensamientos; despejarse preparando la cena no era muy útil, ¿verdad?
Un cuchillo se deslizaba por el pedazo de pan suavemente, picándolos así en varias rodajas, que iba colocando en un plato, ahora tomaba los tomates, los picó en rodajas y colocaba en otro plato al lado del pan, y así hizo con la lechuga, y el jamón que había comprado al llegar a la ciudad. Cada cosa en su plato correspondiendo, para que su hermana tuviese variedad a la hora de comer el pan, también colocó un plato con mermelada de fresas, y unas manzanas frescas que también picó en varias ruedas. Una dieta sana era lo que buscaba, después de todo, aprendió siempre a comer alimentos frescos.
Se voltearía entonces hacia lo que sería la cocina, y abrió la parte de abajo, donde se colocaba la leña o el carbón, y para su sorpresa, los antiguos dueños le habían dejado un poco allí, bendito Dios entonces que les daba de aquella buena suerte. Sus dos manos tomaron una piedra cada una, y las chocó entre sí para hacer una chispa, al mismo tiempo que pronunciaba: - Feuer… - Y en una pequeña llama se convertiría la chispa que había lanzado del roce de las piedras, comenzando a consumirla y obviamente a iniciar el calor que era necesario para calentar la plancha.
Fue entonces que se levanto y recostó de la mesa donde había preparado la cena, ¿Eris se habría dormido?, meditaba en sus adentros. Llevaba unos diez minutos en la cocina, que obviamente no contó, y que le parecieron una eternidad, pues, no era muy asiduo a las labores del hogar. Por eso, las cosas que hizo no estaban picadas con delicadeza, algunos trozos de tomate se le habían deshecho en la mano, y no le importaba en lo absoluto, no era cocinero, era médico, y era lo más que podía hacer por esa noche.
No escucharía los pasos de su hermana por la casa o mucho menos los pasos de cualquier cosa alrededor, porque estaba muy centrado en los mismos pensamientos; despejarse preparando la cena no era muy útil, ¿verdad?
Un cuchillo se deslizaba por el pedazo de pan suavemente, picándolos así en varias rodajas, que iba colocando en un plato, ahora tomaba los tomates, los picó en rodajas y colocaba en otro plato al lado del pan, y así hizo con la lechuga, y el jamón que había comprado al llegar a la ciudad. Cada cosa en su plato correspondiendo, para que su hermana tuviese variedad a la hora de comer el pan, también colocó un plato con mermelada de fresas, y unas manzanas frescas que también picó en varias ruedas. Una dieta sana era lo que buscaba, después de todo, aprendió siempre a comer alimentos frescos.
Se voltearía entonces hacia lo que sería la cocina, y abrió la parte de abajo, donde se colocaba la leña o el carbón, y para su sorpresa, los antiguos dueños le habían dejado un poco allí, bendito Dios entonces que les daba de aquella buena suerte. Sus dos manos tomaron una piedra cada una, y las chocó entre sí para hacer una chispa, al mismo tiempo que pronunciaba: - Feuer… - Y en una pequeña llama se convertiría la chispa que había lanzado del roce de las piedras, comenzando a consumirla y obviamente a iniciar el calor que era necesario para calentar la plancha.
Fue entonces que se levanto y recostó de la mesa donde había preparado la cena, ¿Eris se habría dormido?, meditaba en sus adentros. Llevaba unos diez minutos en la cocina, que obviamente no contó, y que le parecieron una eternidad, pues, no era muy asiduo a las labores del hogar. Por eso, las cosas que hizo no estaban picadas con delicadeza, algunos trozos de tomate se le habían deshecho en la mano, y no le importaba en lo absoluto, no era cocinero, era médico, y era lo más que podía hacer por esa noche.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Caminaba por el pasillo donde se situaban las habitaciones, observaba a su alrededor y pensaba distraidamente en como hacer de ese lugar su hogar. Se detuvo frente a la habitación de Lissander y se quedo de pie en la puerta mirando el interior de aquella alcoba, viendo todo y nada a la vez antes de percatarse que él no estaba allí.
Se puso de nuevo en marcha tratando de retomar sus ideas anteriores, tal vez podría re decorar un poco y hacer unos cambios en algunas zonas de la casa como el jardín y la sala principal, pensó. Le plantearía a su hermano su idea y rogaba a Dios que el confiara lo suficiente en ella para dejarla, después de todo ahora era la "Señora de la casa", nunca pensó llegar a serlo bajo estas circunstancias. Pero quien era ella para cuestionar al destino.
Llego al nacimiento de las escaleras y ya que su hermano no estaba arriba debía estar en la planta de abajo, por lógica, aunque con lo extraño que es a veces no le sorprendería encontrarlo en el techo, con él no se sabe. Termino de bajar y decidió buscar primero en la cocina, tal vez su hermano tenia hambre.
Entro silenciosamente y se mantuvo agazapada en una esquina no muy iluminada a la espera de que su hermano se diera cuanta de su presencia, parecía tan concentrado en sus pensamiento que no sabia si seria bueno interrumpirlos; al final decidió hablarle e intentar romper la tensión que acompañaba este día -¿Sobreviviré después de comer algo hecho por ti?- Y tomo asiento en la mesa, regalandole una sonrisa inocente, como cuando eran niños.
Se puso de nuevo en marcha tratando de retomar sus ideas anteriores, tal vez podría re decorar un poco y hacer unos cambios en algunas zonas de la casa como el jardín y la sala principal, pensó. Le plantearía a su hermano su idea y rogaba a Dios que el confiara lo suficiente en ella para dejarla, después de todo ahora era la "Señora de la casa", nunca pensó llegar a serlo bajo estas circunstancias. Pero quien era ella para cuestionar al destino.
Llego al nacimiento de las escaleras y ya que su hermano no estaba arriba debía estar en la planta de abajo, por lógica, aunque con lo extraño que es a veces no le sorprendería encontrarlo en el techo, con él no se sabe. Termino de bajar y decidió buscar primero en la cocina, tal vez su hermano tenia hambre.
Entro silenciosamente y se mantuvo agazapada en una esquina no muy iluminada a la espera de que su hermano se diera cuanta de su presencia, parecía tan concentrado en sus pensamiento que no sabia si seria bueno interrumpirlos; al final decidió hablarle e intentar romper la tensión que acompañaba este día -¿Sobreviviré después de comer algo hecho por ti?- Y tomo asiento en la mesa, regalandole una sonrisa inocente, como cuando eran niños.
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2013
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Esa voz. Dulce, tierna, juvenil, y que no había cambiado mucho, en comparación a la de él. Siempre con el mismo entusiasmo y la misma buena vibra, esa era la voz de aquella damisela que apareció en la cocina en ese instante, y que obviamente, era la única que podía aparecer, estaban solos en esa casa. Su comentario hizo que el muchacho produjera un resoplido, pero seguido de ello, una media sonrisa de labios, que voltearía entonces para entregársela, y mirarla fijamente con aquellos azules orbes de color cielo, la poca luz los hacía un poco más intensos que de costumbre.
- Sobrevivirás, de todos modos, de intoxicarte o algo, yo sabría qué hacer, aunque… Quizás no, pues, no tendría a mi hermosa enfermera para asistirme… - Sonreiría con picardía, mientras usaba sus dedos para arrimar los platos hacia ella y que esta pudiera comer libremente. A continuación, sacó una olla negra de un tamaño mediano y la colocó en la estufa, procedió entonces a echar agua en ella. Esperaba que el calor hiciera hervir el agua, iba a hacer un delicioso té para los dos, pues, lo necesitaban.
- Come, no quiero tener a una enfermera flacucha… - Tomaría un trozó de pan y luego de tomate y lo comería en dos bocados, no perdía el tiempo aquel de nombre Lissander, el hambre ya le estaba atacando. - ¿Te gusta esta casa, Eris? - Y dirigiría entonces sus orbes a ella, buscando encontrarse con su mirada, sus manos tomaban un pedazo de pan y rociaban en él mermelada, para luego llevarlo a su boca, sin dejar de verla, quería observar su rostro a la hora de escuchar la respuesta, la conocía perfectamente bien aun con haberse perdido años de su crecimiento.
Se voltearía luego para buscar en una de las cajas que estaban allí en la cocina unos frascos de vidrio, donde estaban a su vez, varias plantas secas, hojas, semillas, ramitos, tallos cortados y así muchas más. Después de ver en varios, encontró el que buscaba, se lo llevo, lo abrió y con su mano esparció varias hojitas en el agua que estaba hirviendo ya para ese instante, viéndolas flotar y ser arropadas por las burbujas de la misma.
Voltearía otra vez a hacia Eris, - Creo que debemos hablar seriamente hermanita… - Y sus brazos se cruzarían, manteniendo una posición erguida y una expresión seria, el tema que tocarían no era fácil, pero era mejor ahora, aunque coincidiera con el aniversario de muerte de sus padres, era lo mejor.
- Sobrevivirás, de todos modos, de intoxicarte o algo, yo sabría qué hacer, aunque… Quizás no, pues, no tendría a mi hermosa enfermera para asistirme… - Sonreiría con picardía, mientras usaba sus dedos para arrimar los platos hacia ella y que esta pudiera comer libremente. A continuación, sacó una olla negra de un tamaño mediano y la colocó en la estufa, procedió entonces a echar agua en ella. Esperaba que el calor hiciera hervir el agua, iba a hacer un delicioso té para los dos, pues, lo necesitaban.
- Come, no quiero tener a una enfermera flacucha… - Tomaría un trozó de pan y luego de tomate y lo comería en dos bocados, no perdía el tiempo aquel de nombre Lissander, el hambre ya le estaba atacando. - ¿Te gusta esta casa, Eris? - Y dirigiría entonces sus orbes a ella, buscando encontrarse con su mirada, sus manos tomaban un pedazo de pan y rociaban en él mermelada, para luego llevarlo a su boca, sin dejar de verla, quería observar su rostro a la hora de escuchar la respuesta, la conocía perfectamente bien aun con haberse perdido años de su crecimiento.
Se voltearía luego para buscar en una de las cajas que estaban allí en la cocina unos frascos de vidrio, donde estaban a su vez, varias plantas secas, hojas, semillas, ramitos, tallos cortados y así muchas más. Después de ver en varios, encontró el que buscaba, se lo llevo, lo abrió y con su mano esparció varias hojitas en el agua que estaba hirviendo ya para ese instante, viéndolas flotar y ser arropadas por las burbujas de la misma.
Voltearía otra vez a hacia Eris, - Creo que debemos hablar seriamente hermanita… - Y sus brazos se cruzarían, manteniendo una posición erguida y una expresión seria, el tema que tocarían no era fácil, pero era mejor ahora, aunque coincidiera con el aniversario de muerte de sus padres, era lo mejor.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2013
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Había logrado en parte su objetivo, cuando lo vio sonreír se sintió satisfecha. Se dejo servir por el observando sus expresiones y relajándose ante su compañía, a pesar de todo no podía negar que siempre se sentía mejor con él, se sentía segura de que aún podía continuar.
Lo dejo a él servir la comida, era algo que no sucedería a menudo y decidió aprovecharlo.
Escucho su graciosa respuesta y no puso evitar imaginarse el rostro desesperado de él si de verdad a ella le llegara a pasar algo por culpa de su comida. -Creo que tus años de estudios te bastaran para solucionarlo aún sin mi asistencia, Liss. Pero comeré después de ti, solo para estar seguros- Era fácil y hasta divertido molestarle con sus bromas, pues aun con el cansancio del reciente viaje y el haber empezado a arreglar las cosas de la mudanza, él sabia como responder y seguir su juego.
Dio uno cuantos bocados a unas rodajas de pan acompañado de lo primero que tomo al extender la mano, que resulto ser jamón, el breve silencio mientras comían lo sintió cómodo, hasta que fue roto por la pregunta de su hermano. Mentir no era opción, el la conocía y se daría cuenta, la verdad tampoco era tan mala pero no le parecía decir que extrañaba su hogar y que no sentiría este sitio como suyo. Pero ya ella venia pensando en eso así que decidió sacar el tema.
Compuso su expresión y hablo con delicadeza, su suave voz con el tono justo que necesitaba para convencerle -Me gusta la casa, es acogedora, pero creo que podríamos mejorarla y hacerla un hogar. Me gustaría hacer cambios, no mucho ni muy grandes, si tu me dejas... -
El caminaba y se ocupaba del té mientras la escuchaba.
Comió y esperó con paciencia su respuesta, fuera positiva o no, la aceptaría. O tal vez insistiría un poco más, pensó con una sonrisa. Pero las palabras de Lissander no eran nada cercano a lo que esperaba, pero realmente no fueron sus palabras si no su expresión severa, su posición frente a ella, que demostraba autoridad y seriedad.
De repente se le hizo un nudo en el estomago y sintió de nuevo esa opresión en el pecho, era increíble como le recordaba a su padre en ese momento, trago saliva, pues había dejado de comer al oír esas palabras -¿He dicho algo malo, hermano? Podemos dejar la casa tal cual está si así te gusta, la verdad no me importa tanto re decorar.- Su voz sonó tenue y su tono era casi de sumisión tratando de excusarse, aunque en el fondo intuía que no era de eso de lo que hablarían. Empezó a jugar un poco con las manos sobre la mesa.
Lo dejo a él servir la comida, era algo que no sucedería a menudo y decidió aprovecharlo.
Escucho su graciosa respuesta y no puso evitar imaginarse el rostro desesperado de él si de verdad a ella le llegara a pasar algo por culpa de su comida. -Creo que tus años de estudios te bastaran para solucionarlo aún sin mi asistencia, Liss. Pero comeré después de ti, solo para estar seguros- Era fácil y hasta divertido molestarle con sus bromas, pues aun con el cansancio del reciente viaje y el haber empezado a arreglar las cosas de la mudanza, él sabia como responder y seguir su juego.
Dio uno cuantos bocados a unas rodajas de pan acompañado de lo primero que tomo al extender la mano, que resulto ser jamón, el breve silencio mientras comían lo sintió cómodo, hasta que fue roto por la pregunta de su hermano. Mentir no era opción, el la conocía y se daría cuenta, la verdad tampoco era tan mala pero no le parecía decir que extrañaba su hogar y que no sentiría este sitio como suyo. Pero ya ella venia pensando en eso así que decidió sacar el tema.
Compuso su expresión y hablo con delicadeza, su suave voz con el tono justo que necesitaba para convencerle -Me gusta la casa, es acogedora, pero creo que podríamos mejorarla y hacerla un hogar. Me gustaría hacer cambios, no mucho ni muy grandes, si tu me dejas... -
El caminaba y se ocupaba del té mientras la escuchaba.
Comió y esperó con paciencia su respuesta, fuera positiva o no, la aceptaría. O tal vez insistiría un poco más, pensó con una sonrisa. Pero las palabras de Lissander no eran nada cercano a lo que esperaba, pero realmente no fueron sus palabras si no su expresión severa, su posición frente a ella, que demostraba autoridad y seriedad.
De repente se le hizo un nudo en el estomago y sintió de nuevo esa opresión en el pecho, era increíble como le recordaba a su padre en ese momento, trago saliva, pues había dejado de comer al oír esas palabras -¿He dicho algo malo, hermano? Podemos dejar la casa tal cual está si así te gusta, la verdad no me importa tanto re decorar.- Su voz sonó tenue y su tono era casi de sumisión tratando de excusarse, aunque en el fondo intuía que no era de eso de lo que hablarían. Empezó a jugar un poco con las manos sobre la mesa.
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Siempre estuvo pendiente de sus gestos y de sus palabras, incluso del tono con el que hablaba, pues, cuando se trataba de su hermana, su atención era total para ella, y esta vez no fue la excepción. Por tanto, después de escuchar todo lo que esta joven dijo, guardo un minuto de silencio para pensar bien lo que diría a continuación, lo típico de él, ser precavido con sus palabras, siempre conciso, directo y coherente, a diferencia de aquella interlocutora, el no era impulsivo. - Esta casa es tan tuya como mía Eris, y ahora eres la señora de este hogar, puedes hacer los cambios que te plazcan. Además de tu trabajo como mi enfermera y asistente, tienes el deber y la responsabilidad de velar por todo lo que suceda aquí… - La madre de aquellos dos había sido una excelente ama de casa, hechicera, y además una excelente maestra enseñándole ese tipo de cosas a los dos, no era fácil mantener y llevar una casa, ni en esa época en la que se encontraban, ni en doscientos años más cuando existiera más tecnología, la responsabilidad siempre iba a seguir siendo muy grande.
Lissander obviamente no dejaría caer el peso de todo en ella, tenía diecisiete años, era una jovencita y quería dejarla vivir esa juventud que ella tenía, no iba a reprimirla de todo. - Pero no te angusties, no te dejaré sola con todo… Nos dividiremos el trabajo. - Eso después lo especificarían. Pero obviamente ella tendría las labores del hogar, y él, las labores económicas y el abastecimiento de todo.
- De todas formas, no es de eso que te quería hablar… - Dijo, tan serio como siempre había estado, volteando por un segundo a la estufa y chasqueando con los dedos, apagó el fuego que ardía debajo de ella, total, fue un hechizo el que hizo para conjurarlo, deshacerlo no era la gran cosa. Tomó entonces con un pedazo de tela que había cerca, el mango de la misma y echó el líquido caliente en dos tazas que ya tenía preparadas al lado de la cocina, liberando aun más el dulce olor de la manzanilla. Terminó colocando la olla a un lado, y las tazas con el té en la mesa, una cerca de Eris, y otra de él.
- Es manzanilla, bébelo, te relajara. - Lo había hecho a propósito, sabía que esa noche iba a ser algo larga para ellos, así que al menos podía acortar las horas de espera por el sueño con aquel brebaje.
- Verás… - Empezó, sentándose al frente mientras revolvía el líquido turbio con una cucharilla, muy lentamente, como si buscará allí las palabras que necesitaba. - ¿Recuerdas todas aquellas historias que mamá nos contaba a la hora de dormir? La de seres que cambiaban a la luz de la luna, y de otros que jamás morían, y la de aquellos que tenían la capacidad de cambiar su forma en animales, ¿Lo recuerdas? - Se estaba remontando a cuando tenían catorce años el varón, y seis la damita. Su madre siempre les contaba esas historias antes de dormir, en especial a Eris, para consentirla un poco; y a pesar de que Lissander ya estuviese grande para ello, lo hacía con el deber de poco a poco ir introduciéndoles en aquel mundo tan místico y misterioso en el que vivían.
Cuando tenía quince años, su mamá le contó y le mostro que aquellas historias fantásticas de vampiros, hombres lobo, gitanas, princesas, y cambia formas, eran más reales de lo que podían imaginar, eran escritas con sangre y no precisamente con tinta, o con artísticos dibujos. Esperaba que con su hermana hubiesen hecho lo mismo, sino, quizás afrontar la nueva realidad que tenían iba a ser mucho más difícil de lo que él se imaginaba.
Lissander obviamente no dejaría caer el peso de todo en ella, tenía diecisiete años, era una jovencita y quería dejarla vivir esa juventud que ella tenía, no iba a reprimirla de todo. - Pero no te angusties, no te dejaré sola con todo… Nos dividiremos el trabajo. - Eso después lo especificarían. Pero obviamente ella tendría las labores del hogar, y él, las labores económicas y el abastecimiento de todo.
- De todas formas, no es de eso que te quería hablar… - Dijo, tan serio como siempre había estado, volteando por un segundo a la estufa y chasqueando con los dedos, apagó el fuego que ardía debajo de ella, total, fue un hechizo el que hizo para conjurarlo, deshacerlo no era la gran cosa. Tomó entonces con un pedazo de tela que había cerca, el mango de la misma y echó el líquido caliente en dos tazas que ya tenía preparadas al lado de la cocina, liberando aun más el dulce olor de la manzanilla. Terminó colocando la olla a un lado, y las tazas con el té en la mesa, una cerca de Eris, y otra de él.
- Es manzanilla, bébelo, te relajara. - Lo había hecho a propósito, sabía que esa noche iba a ser algo larga para ellos, así que al menos podía acortar las horas de espera por el sueño con aquel brebaje.
- Verás… - Empezó, sentándose al frente mientras revolvía el líquido turbio con una cucharilla, muy lentamente, como si buscará allí las palabras que necesitaba. - ¿Recuerdas todas aquellas historias que mamá nos contaba a la hora de dormir? La de seres que cambiaban a la luz de la luna, y de otros que jamás morían, y la de aquellos que tenían la capacidad de cambiar su forma en animales, ¿Lo recuerdas? - Se estaba remontando a cuando tenían catorce años el varón, y seis la damita. Su madre siempre les contaba esas historias antes de dormir, en especial a Eris, para consentirla un poco; y a pesar de que Lissander ya estuviese grande para ello, lo hacía con el deber de poco a poco ir introduciéndoles en aquel mundo tan místico y misterioso en el que vivían.
Cuando tenía quince años, su mamá le contó y le mostro que aquellas historias fantásticas de vampiros, hombres lobo, gitanas, princesas, y cambia formas, eran más reales de lo que podían imaginar, eran escritas con sangre y no precisamente con tinta, o con artísticos dibujos. Esperaba que con su hermana hubiesen hecho lo mismo, sino, quizás afrontar la nueva realidad que tenían iba a ser mucho más difícil de lo que él se imaginaba.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Confiaba en ella, su hermano le estaba dando libertad para hacer los cambios que quería y la reafirmaba como la señora de la casa, se hincho un poco de orgullo y a la vez se asusto por lo que eso significaba, no podía defraudarlo.
Volvió a prestar atención a las palabras que emitía con aquella voz gruesa, aun sonaba demasiado serio - No me angustio, sé que puedo con esto, soy mas madura de lo que piensas Liss- O intentaría serlo. Por lo menos cuando lo dijo sonó convencida y él no dio muestras de intentar contradecirla.
Espero a que él continuara mientras servia el té, siguió con la mirada cada uno de sus movimientos, mas porque no se le ocurría que hacer que por otra cosa. Una vez puesta la taza delante de ella la tomo con calma en sus manos pero aun sin intención de beber. Seguía sintiendo la tensión en el ambiente y provenía de él. No tenia idea de que seria tan difícil de decir, tal vez era algo sobre sus padres. Si era eso lo entendía, hablar de sus padres justo hoy no era algo que realmente quisiera hacer, pero prefería que lo dijera de una vez.
-Entonces, ¿de que quieres hablar?- preguntó por fin, tratando de conducir de nuevo el tema y bebiendo el té para complacerlo, se quemo un poco la lengua pero contuvo el gesto para no distraerse mas en tonterías mientras el le hablaba de ¿Los cuentos que contaba su madre?
¿Que tenían que ver esos cuentos? los recordaba, la acompañaron toda su infancia al igual que a él, siempre los escucharon atentos, porque eran mágicos y emocionantes también porque su madre los contaba con aquella emoción que los hacían sentir reales. Gitanas que danzaban y conjuraban a la luz de luna, hombres mitad bestia, eran cuentos fantásticos para despertar la imaginación de un niño. Asintió -Los recuerdo perfectamente. Amaba que mamá nos contara esas historias. ¿A que viene esa pregunta?- Su madre dejo de contárselos una vez estuvo un poco grande y ahora que recordaba mas de una vez le dijo que no dejara de creer en ellos.
Volvió a prestar atención a las palabras que emitía con aquella voz gruesa, aun sonaba demasiado serio - No me angustio, sé que puedo con esto, soy mas madura de lo que piensas Liss- O intentaría serlo. Por lo menos cuando lo dijo sonó convencida y él no dio muestras de intentar contradecirla.
Espero a que él continuara mientras servia el té, siguió con la mirada cada uno de sus movimientos, mas porque no se le ocurría que hacer que por otra cosa. Una vez puesta la taza delante de ella la tomo con calma en sus manos pero aun sin intención de beber. Seguía sintiendo la tensión en el ambiente y provenía de él. No tenia idea de que seria tan difícil de decir, tal vez era algo sobre sus padres. Si era eso lo entendía, hablar de sus padres justo hoy no era algo que realmente quisiera hacer, pero prefería que lo dijera de una vez.
-Entonces, ¿de que quieres hablar?- preguntó por fin, tratando de conducir de nuevo el tema y bebiendo el té para complacerlo, se quemo un poco la lengua pero contuvo el gesto para no distraerse mas en tonterías mientras el le hablaba de ¿Los cuentos que contaba su madre?
¿Que tenían que ver esos cuentos? los recordaba, la acompañaron toda su infancia al igual que a él, siempre los escucharon atentos, porque eran mágicos y emocionantes también porque su madre los contaba con aquella emoción que los hacían sentir reales. Gitanas que danzaban y conjuraban a la luz de luna, hombres mitad bestia, eran cuentos fantásticos para despertar la imaginación de un niño. Asintió -Los recuerdo perfectamente. Amaba que mamá nos contara esas historias. ¿A que viene esa pregunta?- Su madre dejo de contárselos una vez estuvo un poco grande y ahora que recordaba mas de una vez le dijo que no dejara de creer en ellos.
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Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Lanzó un suspiro, uno profundo, seco, serio, y se quedo pensativo unos minutos, incluso cerró los ojos, recordaba aquel preciso instante en el jardín de la casa, la brisa resoplaba, los pajarillos cantaban, y un pequeño joven de catorce años caminaba de la mano de una hermosa mujer, una que le decía con un tono tan suave y amoroso la verdad que él ahora le iba a profesar a su pequeña hermana. Lo siguiente después de ese recuerdo fue el pensamiento que una persona con ese carácter pensaría: - (Mamá, me hubieses hecho el trabajo más fácil…) - Fue un sarcasmo interno, pero totalmente cierto, si su madre se hubiese tomado la delicadeza de hablar con Eris, no estaría en esa circunstancias.
- Somos brujos Eris, somos seres humanos que poseen habilidades especiales entre otros humanos, se puede decir incluso que estamos privilegiados por tener estos dones, son una herramienta, una responsabilidad, y un gran poder… - Esa última frase que uso, su madre siempre se las repetía, una herramienta por los diferentes usos benéficos que podían lograr, una responsabilidad por el gran secreto que llevaban, y un gran poder, porque la magia no es solo trucos, pociones, hechizos y conjuros, la magia es algo grande, algo que te puede absorber, destruir, así como elevar y glorificar.
- Esas historias que nuestra madre nos contaba son reales, así como existimos en este mundo, existen seres diferentes, especiales, únicos, especies que habitan esta tierra como tú y como yo, y no los vemos, porque son tan parecidos a nosotros como lo podría ser cualquiera. Han evolucionado de tal manera sus habilidades que tienen apariencia humana… - Se tomó un momento para observarla, digerir todo de un solo golpe no iba a ser fácil, así que guardaría su espacio, y esperaría cual espectador a su respuesta, sus dudas o algún que otro argumento.
Tomaría la taza de té, y tras un suave soplido, bebería de aquel liquido, sintiendo ese dulce aroma entrar a su organismo, y de lo caliente del mismo bajar por su garganta, lo hizo bastante cargado porque iban a necesitarlo, los dos, fue un largo viaje y debían descansar. Bajaría la taza otra vez, sin quitar aquellos celestes orbes de la cara de Eris, la examinaba, como si fuese un paciente, pero esta vez, solamente con su muy detallista sentido de la vista.
- Somos brujos Eris, somos seres humanos que poseen habilidades especiales entre otros humanos, se puede decir incluso que estamos privilegiados por tener estos dones, son una herramienta, una responsabilidad, y un gran poder… - Esa última frase que uso, su madre siempre se las repetía, una herramienta por los diferentes usos benéficos que podían lograr, una responsabilidad por el gran secreto que llevaban, y un gran poder, porque la magia no es solo trucos, pociones, hechizos y conjuros, la magia es algo grande, algo que te puede absorber, destruir, así como elevar y glorificar.
- Esas historias que nuestra madre nos contaba son reales, así como existimos en este mundo, existen seres diferentes, especiales, únicos, especies que habitan esta tierra como tú y como yo, y no los vemos, porque son tan parecidos a nosotros como lo podría ser cualquiera. Han evolucionado de tal manera sus habilidades que tienen apariencia humana… - Se tomó un momento para observarla, digerir todo de un solo golpe no iba a ser fácil, así que guardaría su espacio, y esperaría cual espectador a su respuesta, sus dudas o algún que otro argumento.
Tomaría la taza de té, y tras un suave soplido, bebería de aquel liquido, sintiendo ese dulce aroma entrar a su organismo, y de lo caliente del mismo bajar por su garganta, lo hizo bastante cargado porque iban a necesitarlo, los dos, fue un largo viaje y debían descansar. Bajaría la taza otra vez, sin quitar aquellos celestes orbes de la cara de Eris, la examinaba, como si fuese un paciente, pero esta vez, solamente con su muy detallista sentido de la vista.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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La paciencia jamas fue su don, de verdad. Y Lissander la estaba desesperando, lo veía pensar, suspirar, tomar aire y hacer muchos gestos antes de volver a mirarla fijamente, su mirada no le incomodaba, nunca lo había hecho y ese día no seria la excepción, sin embargo allí estaba él clavando esa mirada de un azul tan hermoso mientras que en su cabeza parecía elegir sus palabras. -Lissander, habla por favor- dijo casi rogando.
Y las ansiadas palabras de su hermano no hicieron mas que descolocarla "¿Somos brujos? ¿De verdad dime algo que no sepa, Liss" pensó con burla, mientras su hermano seguía diciendo cosas de las que ella ya era consciente, no veía cual era el punto de mencionar eso. Decidió intervenir, hablando suavemente, intentando que no se notara su tono de fastidio. . -Lo sé, mamá me dijo casi esas misma palabras el día que decidió empezar a enseñarme- sintió una punzada en el pecho al recordar esas tardes que compartió con ella y la lleno de preguntas sobre sus habilidades. - Ella siempre me decía que me iría enseñando más sobre hechicería y demás cosas que necesitaría saber. Insisto, ¿que tiene esto que ver ahora?- Esperaba respuestas claras de una vez.
Podría decirse que las obtuvo y una vez mas, no era lo que esperaba. ¿Existían todos esos seres de cuentos fantástico? Imaginarse un mundo lleno de vampiros, hombres lobo, hasta fantasmas le parecía inverosímil. Eran cuentos para niños.
Pero allí estaba ella, la chica que puede hacer magia, crear barreras protectoras y hacer diferentes pociones, incrédula y cuestionando lo que podía ser posible o no. Seria hipócrita.
Tomo aire, observo como su hermano se llevo la taza de té a sus labios y lo imito. tratando de procesar esto y asumirlo como una verdad absoluta, su hermano no mentía y justo ese día no haría bromas de mal gusto. Así que esto simplemente era real. -Entonces... ¿Las hadas y los dragones también existen? ¿Los vampiros beben sangre humana y todo eso? - Definitivamente este mundo no dejaría de sorprenderla. Así que solo le quedaba dejarse sorprender.
Y las ansiadas palabras de su hermano no hicieron mas que descolocarla "¿Somos brujos? ¿De verdad dime algo que no sepa, Liss" pensó con burla, mientras su hermano seguía diciendo cosas de las que ella ya era consciente, no veía cual era el punto de mencionar eso. Decidió intervenir, hablando suavemente, intentando que no se notara su tono de fastidio. . -Lo sé, mamá me dijo casi esas misma palabras el día que decidió empezar a enseñarme- sintió una punzada en el pecho al recordar esas tardes que compartió con ella y la lleno de preguntas sobre sus habilidades. - Ella siempre me decía que me iría enseñando más sobre hechicería y demás cosas que necesitaría saber. Insisto, ¿que tiene esto que ver ahora?- Esperaba respuestas claras de una vez.
Podría decirse que las obtuvo y una vez mas, no era lo que esperaba. ¿Existían todos esos seres de cuentos fantástico? Imaginarse un mundo lleno de vampiros, hombres lobo, hasta fantasmas le parecía inverosímil. Eran cuentos para niños.
Pero allí estaba ella, la chica que puede hacer magia, crear barreras protectoras y hacer diferentes pociones, incrédula y cuestionando lo que podía ser posible o no. Seria hipócrita.
Tomo aire, observo como su hermano se llevo la taza de té a sus labios y lo imito. tratando de procesar esto y asumirlo como una verdad absoluta, su hermano no mentía y justo ese día no haría bromas de mal gusto. Así que esto simplemente era real. -Entonces... ¿Las hadas y los dragones también existen? ¿Los vampiros beben sangre humana y todo eso? - Definitivamente este mundo no dejaría de sorprenderla. Así que solo le quedaba dejarse sorprender.
Última edición por Eris Arcalucci el Jue Sep 26, 2013 10:38 pm, editado 3 veces
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Su cara hizo un gesto de resignación, más por sus preguntas, que por otra cosa, - No. No. Si. - Esas fueron las respuestas a las preguntas que hizo, si le decía que todo era cierto, pues todo era cierto, a excepción de las hadas y dragones su madre se lo confirmo todo y lo pudo comprobar esos años que paso fuera estudiando medicina, experimento muchas cosas, y una de esas fue ver a aquellos seres con sus propios ojos, y hasta conocer a unos cuantos de ellos. - Eris, no creo que lo recuerdes pero cuando eras una niña, jugábamos en el bosque y encontraste a un niño fantasma que quería cruzar al otro lado, y lo ayudaste, el buscaba flores para su mamá, y tu buscaste las flores y las llevaste hasta donde te dijo, yo te seguía a escondidas… - Le dijo mientras tomaba un trozo de pan y le untaba mermelada para comerlo; recordaba el porque la había seguido esa vez, iban a almorzar, y ella se había internado en el bosque, recordó como veía y hablaba con aquel fantasma, mientras el se escondía tras los arbustos, casualmente poco después su madre empezaría a enseñarles de brujería.
- Podemos ver y percibir a todos esos seres, todos tienen un aura característica, y nosotros podemos avisar esa aura, e una habilidad innata en los brujos, debes enfocar tus ojos y tratar de distinguirlas, las auras te pueden advertir hasta las intenciones de alguien… - Le hablaba en un tono serio, pues aquel tema era importante, sobre todo para lo que estaba a continuación de decir, que era quizás lo peor de todo. - Nos fuimos de Asís porque era peligroso, la inquisición iba a buscarnos y mantenernos investigados constantemente, y tarde o temprano nos iban a encontrar… - Comió el trozo de pan con calma y luego tomaría la taza de té para llevarla a su boca, tras un sutil soplo, bebió de aquel liquido nuevamente.
- Acá en Paris hay muchos de esos seres, como también inquisidores, y estar con gente así nos ayuda a camuflarnos mucho más, principalmente porque los inquisidores quieren presas grandes, no a unos brujos como nosotros… - Eso podía quizás calmarla, esperaba que la calmara, pues sabía por el conocimiento que tenía de ella que actuaría de forma histérica y le reprocharía el hecho de vivir allí y no en otro lugar más calmado. - Pero no podemos bajar la guardia, si tienes que usar tus poderes en tu defensa, úsalos, si tienes que escapar, escapa, no dudes en hacerlo, todo sin que nadie se dé cuenta. - Le dijo con aquella mirada intensa que transportaba al lugar del cual estuviese hablando el joven, pues, era tan serio y a la vez tan sereno, que parecía contar aquello como si fuese algo de lo más normal.
Entonces aquel joven tomaría los trozos de pan que quedaban y los prepararía con varios ingredientes de los que ya estaban en la mesa, y se los pondría en un plato a Eris especialmente para colocárselo allí al frente, - Tu posees una habilidad especial que yo no, y que puede salvarnos de mucho, sobre todo a ti… ¿Lo sabes, no? - Preguntaría a su hermana, mirándola fijamente, tomando de nuevo la taza de té con sus dos manos para llevarla a su boca, ¿Sabría aquella chica de lo que era capaz con sus poderes?
- Podemos ver y percibir a todos esos seres, todos tienen un aura característica, y nosotros podemos avisar esa aura, e una habilidad innata en los brujos, debes enfocar tus ojos y tratar de distinguirlas, las auras te pueden advertir hasta las intenciones de alguien… - Le hablaba en un tono serio, pues aquel tema era importante, sobre todo para lo que estaba a continuación de decir, que era quizás lo peor de todo. - Nos fuimos de Asís porque era peligroso, la inquisición iba a buscarnos y mantenernos investigados constantemente, y tarde o temprano nos iban a encontrar… - Comió el trozo de pan con calma y luego tomaría la taza de té para llevarla a su boca, tras un sutil soplo, bebió de aquel liquido nuevamente.
- Acá en Paris hay muchos de esos seres, como también inquisidores, y estar con gente así nos ayuda a camuflarnos mucho más, principalmente porque los inquisidores quieren presas grandes, no a unos brujos como nosotros… - Eso podía quizás calmarla, esperaba que la calmara, pues sabía por el conocimiento que tenía de ella que actuaría de forma histérica y le reprocharía el hecho de vivir allí y no en otro lugar más calmado. - Pero no podemos bajar la guardia, si tienes que usar tus poderes en tu defensa, úsalos, si tienes que escapar, escapa, no dudes en hacerlo, todo sin que nadie se dé cuenta. - Le dijo con aquella mirada intensa que transportaba al lugar del cual estuviese hablando el joven, pues, era tan serio y a la vez tan sereno, que parecía contar aquello como si fuese algo de lo más normal.
Entonces aquel joven tomaría los trozos de pan que quedaban y los prepararía con varios ingredientes de los que ya estaban en la mesa, y se los pondría en un plato a Eris especialmente para colocárselo allí al frente, - Tu posees una habilidad especial que yo no, y que puede salvarnos de mucho, sobre todo a ti… ¿Lo sabes, no? - Preguntaría a su hermana, mirándola fijamente, tomando de nuevo la taza de té con sus dos manos para llevarla a su boca, ¿Sabría aquella chica de lo que era capaz con sus poderes?
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Esta bien, no era tan difícil asumir la verdad. El mundo no es lo que ella creía ¿Y que? Estaba dispuesta a darse la oportunidad de descubrir todo eso. Seguro su hermano ya ha conoce mucho y ella no se quedara atrás. -¿Por qué yo nunca he conocido a ninguno de esos seres?- Era cierto, los únicos brujos que llego a conocer fueron su hermano y su madre, en Asís o no habían mas o se ocultaban muy bien.
Habían tantas preguntas en ese momento revoloteando en su mente, tanto por saber y todo en su mente se detuvo un momento para procesar lo dicho por quien la acompañaba -¿Que yo jugaba con fantasmas? ¿Como es posible que yo hiciera eso y que me dejaras? ¡Me dejaste jugar con muertos, Lissander!- En algún momento sin darse cuenta se había puesto de pie y gesticulaba exageradamente con sus manos mientras que casi gritaba a su hermano. Si, sentía miedo por los criaturas del mas allá, era algo normal ¿No? -¿Como es que no me di cuenta de que era un fantasma y tu si?, ¿Como se reconocen a esos seres?- Estaba tratando de recobrar la compostura y observaba a su hermano inmutable ante su reacción, tal vez por que se la esperaba o porque estaba tan acostumbrado a ellas que le parecían normales. Él aun con la seriedad con la que había empezado esta "amena" conversación se limito a explicarle que reconocerlos era parte de sus habilidades.
Bien eso era nuevo, tendría que practicar para lograr, pero le incomodaba era que huyeron de Asís por seguridad pero París no sonaba realmente muy seguro. Y de paso tener que aprender a ¿luchar?. Aunque en cierto punto eso no sonaba tan malo, es decir, seria emocionante, algo de las cosas nuevas que quería experimentar y conocer en su nueva vida.
Dio un pequeño sorbo a su té que ya no estaba tan caliente como en el principio, se detuvo por primera vez a sentir el sabor de la manzanilla en su paladar y trato de disfrutarlo. A la vez se dedicaba a entender lo que quería decir Liss. Debía aprender a defenderse. estaba segura de que el sabia mucho mas de lo que su madre les había enseñado, suponía que estando lejos la medicina no fue lo único que estudio.
También era consciente de que él tenia habilidades diferentes a las de ella y que sí las sabia utilizar. El debía enseñarle así como ella se comprometería a aprender lo que pudiera por su cuenta. Observo como servia comida frente a ella, de verdad no ya no tenia ganas de comer. No menciono nada y se limito a prestar atención.
-¿A que habilidad te refieres? Porque no se de cual me estas hablando- Lo gracioso es que Lissander siempre sabia mas de ella que ella misma. Y no era malo, pero en momentos como este le fastidiaba. - Sé que no he hecho mas que preguntas hoy pero hay mucha cosas que no entiendo. ¿Por qué yo tengo esa habilidad que tu no? ¿Y cual es esa de la que hablas? si pueda salvarnos debe ser prioridad aprenderla, así como cualquier hechizo para defenderme. Conozco muy pocos, lo único que podría ayudarme son las barreras, y no se si te has dado cuenta pero, no son resistentes.- Tal vez estaba muy apresurada pero de verdad lo sentía necesario, llego a París sin conocer prácticamente nada del mundo que hay afuera. Sentía la emoción y el fuerte deseo de explorarlo y para ello debía estar preparada. Algunos culparían a su juventud, pero ella no se engañaba, siempre ha sido y sera así de intrépida.
Habían tantas preguntas en ese momento revoloteando en su mente, tanto por saber y todo en su mente se detuvo un momento para procesar lo dicho por quien la acompañaba -¿Que yo jugaba con fantasmas? ¿Como es posible que yo hiciera eso y que me dejaras? ¡Me dejaste jugar con muertos, Lissander!- En algún momento sin darse cuenta se había puesto de pie y gesticulaba exageradamente con sus manos mientras que casi gritaba a su hermano. Si, sentía miedo por los criaturas del mas allá, era algo normal ¿No? -¿Como es que no me di cuenta de que era un fantasma y tu si?, ¿Como se reconocen a esos seres?- Estaba tratando de recobrar la compostura y observaba a su hermano inmutable ante su reacción, tal vez por que se la esperaba o porque estaba tan acostumbrado a ellas que le parecían normales. Él aun con la seriedad con la que había empezado esta "amena" conversación se limito a explicarle que reconocerlos era parte de sus habilidades.
Bien eso era nuevo, tendría que practicar para lograr, pero le incomodaba era que huyeron de Asís por seguridad pero París no sonaba realmente muy seguro. Y de paso tener que aprender a ¿luchar?. Aunque en cierto punto eso no sonaba tan malo, es decir, seria emocionante, algo de las cosas nuevas que quería experimentar y conocer en su nueva vida.
Dio un pequeño sorbo a su té que ya no estaba tan caliente como en el principio, se detuvo por primera vez a sentir el sabor de la manzanilla en su paladar y trato de disfrutarlo. A la vez se dedicaba a entender lo que quería decir Liss. Debía aprender a defenderse. estaba segura de que el sabia mucho mas de lo que su madre les había enseñado, suponía que estando lejos la medicina no fue lo único que estudio.
También era consciente de que él tenia habilidades diferentes a las de ella y que sí las sabia utilizar. El debía enseñarle así como ella se comprometería a aprender lo que pudiera por su cuenta. Observo como servia comida frente a ella, de verdad no ya no tenia ganas de comer. No menciono nada y se limito a prestar atención.
-¿A que habilidad te refieres? Porque no se de cual me estas hablando- Lo gracioso es que Lissander siempre sabia mas de ella que ella misma. Y no era malo, pero en momentos como este le fastidiaba. - Sé que no he hecho mas que preguntas hoy pero hay mucha cosas que no entiendo. ¿Por qué yo tengo esa habilidad que tu no? ¿Y cual es esa de la que hablas? si pueda salvarnos debe ser prioridad aprenderla, así como cualquier hechizo para defenderme. Conozco muy pocos, lo único que podría ayudarme son las barreras, y no se si te has dado cuenta pero, no son resistentes.- Tal vez estaba muy apresurada pero de verdad lo sentía necesario, llego a París sin conocer prácticamente nada del mundo que hay afuera. Sentía la emoción y el fuerte deseo de explorarlo y para ello debía estar preparada. Algunos culparían a su juventud, pero ella no se engañaba, siempre ha sido y sera así de intrépida.
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
- (Gracias mamá, donde quiera que estés, me dejaste el peor trabajo a mí…) -
Su cabeza pensaba eso, mientras sus ojos con esa extendida y seria faz, eran mostradas a Eris. Estaba histérica, y como odiaba cuando se ponía así, ¿No podía tomar las cosas con calma? En instantes como ese, las ganas de callarla no podían ser más grandes, él siempre podía guardar la compostura, no recordaba un momento en que no haya podido controlarse, pero en cambio ella, era casi todo lo contrario, explosiva, volátil, enérgica, totalmente diferente a lo que él era, y a la crianza que había recibido. En momentos así, se notaba que su madre había mimado mucho más a la menor de los hermanos Arcalucci, pues con él, fue más recia en cuestión de control, además, su padre siempre le decía que perder la calma no traería más que cansancio y poca coordinación para pensar.
Escucharía todo el montón de preguntas de la muchacha, y hubo una que hizo que cerrara los ojos, porque en serio le sacó completamente de sus casillas que cometiera tremenda estupidez… ¿Por qué mierda Eris Charlotte Arcalucci no sabía de sus habilidades? De nuevo aquella frase que pensó al comenzar la escena de locura de la joven enfermera, rebotó y rebotó como pelota loca en su mente, para volver a pensar que su mamá no le informó a ella de todo con esa excusa de “guardar su inocencia”. Lissander poso sus codos sobre la madera de aquella mesa, sus dedos se entrelazaron, y él oculto su boca tras sus manos, acostumbraba a hacer aquel gesto, le incitaba a pensar y a hablar con mucha más seriedad de la que estaba habituado.
- Jugabas con fantasmas porque era normal entre nosotros, y es obvio notar uno, podemos verlos, y no tienen aura alguna, porque no son seres vivos… Y te deje porque quería ver que hacías, y lo que hiciste fue lo correcto, ya eso pasó. Supéralo. - Parecía su padre, en esos instantes cuando se tornaba hasta un poco irritado, tomaba el parentesco con aquel difunto hombre en serio, pues, no se iba a lo violento ni verbal, ni emocional, ni físicamente, solamente su tono de voz marcaba la emoción que sentía.
- Primero, te callas. No puedes ponerte histérica, y además, no puedes andar gritando que vimos fantasmas o que podemos hacer barreras, así que cálmate, o me veré forzado a calmarte. - Era una amenaza, sí, pero una amenaza de hermanos, sabía cómo castigarle, y tenía las maneras de hacerlo, solamente con el uso de palabras mágicas. - Segundo, los brujos nacemos con habilidades más detalladas que otros, algunos pueden inducir emociones, otros pueden controlar el clima, otros incluso pueden poseer cuerpos, cada brujo es diferente, eso viene dependiendo de sus antepasados y los poderes que estos lograron dominar, se transmiten de generación en generación, etcétera, eso no viene al caso. - La explicación histórica de los poderes de cada hechicero era muy interesante, pero de nada serviría explicárselo, pues, ella no la entendería bien y no le interesaría, porque solo estaría pendiente de la idea principal de todo ello.
- Tu puedes sanar a la gente, transfiriendo de tus propias energías a otro ser vivo, esto se llama Vígoris, muy pocos brujos saben hacer tal cosa. - A veces con sus pacientes le hubiese gustado mucho ser ese tipo de brujo, quizás salvaría más vidas de las que ya salva, esa habilidad era muy poderosa en manos de un buen hechicero. - Puedes crear barreras, como yo, en nuestra familia todos han podido, y es casi un hechizo familiar. - Las barreras de energía eran hechizos totalmente útiles que dependían totalmente de la voluntad del brujo, y es allí donde se basaba la resistencia de la misma, claro está, comparada también con el enemigo con el que te estés enfrentando. - Y por último, tienes la capacidad de borrar todo rastro de energía mágica, todo lo que este imbuido con ella, pociones, objetos, y hasta hechizos lanzados o que estés lanzando, puedes borrarlos de tal manera que nadie sepa que es un hechizo, pues borrarías su rastro, y en brujos muy buenos, serías capaz de borrar la mente de aquel que es hechizado. A esto se le llama Limpieza, hace muchos años pudiste hacerlo. - Aquella habilidad era la defensa perfecta para los dos, podían practicar magia en su casa, y si hubiese algún testigo, podrían asegurarse de que este no supiera nada, pero en todo caso, ella tendría que llegar a ese nivel, y ahí estaba lo difícil.
Volvería a acercar el plato hacia ella, lo arrimaría con un dedo, y se le quedaría viendo, seguro vendrían más preguntas, la conocía, por ello se quedaría callado unos minutos, esperando ansioso que esta no se volviese histérica de nuevo, o tendría que lanzar un hechizo que ya tenía en la punta de la lengua…
Su cabeza pensaba eso, mientras sus ojos con esa extendida y seria faz, eran mostradas a Eris. Estaba histérica, y como odiaba cuando se ponía así, ¿No podía tomar las cosas con calma? En instantes como ese, las ganas de callarla no podían ser más grandes, él siempre podía guardar la compostura, no recordaba un momento en que no haya podido controlarse, pero en cambio ella, era casi todo lo contrario, explosiva, volátil, enérgica, totalmente diferente a lo que él era, y a la crianza que había recibido. En momentos así, se notaba que su madre había mimado mucho más a la menor de los hermanos Arcalucci, pues con él, fue más recia en cuestión de control, además, su padre siempre le decía que perder la calma no traería más que cansancio y poca coordinación para pensar.
Escucharía todo el montón de preguntas de la muchacha, y hubo una que hizo que cerrara los ojos, porque en serio le sacó completamente de sus casillas que cometiera tremenda estupidez… ¿Por qué mierda Eris Charlotte Arcalucci no sabía de sus habilidades? De nuevo aquella frase que pensó al comenzar la escena de locura de la joven enfermera, rebotó y rebotó como pelota loca en su mente, para volver a pensar que su mamá no le informó a ella de todo con esa excusa de “guardar su inocencia”. Lissander poso sus codos sobre la madera de aquella mesa, sus dedos se entrelazaron, y él oculto su boca tras sus manos, acostumbraba a hacer aquel gesto, le incitaba a pensar y a hablar con mucha más seriedad de la que estaba habituado.
- Jugabas con fantasmas porque era normal entre nosotros, y es obvio notar uno, podemos verlos, y no tienen aura alguna, porque no son seres vivos… Y te deje porque quería ver que hacías, y lo que hiciste fue lo correcto, ya eso pasó. Supéralo. - Parecía su padre, en esos instantes cuando se tornaba hasta un poco irritado, tomaba el parentesco con aquel difunto hombre en serio, pues, no se iba a lo violento ni verbal, ni emocional, ni físicamente, solamente su tono de voz marcaba la emoción que sentía.
- Primero, te callas. No puedes ponerte histérica, y además, no puedes andar gritando que vimos fantasmas o que podemos hacer barreras, así que cálmate, o me veré forzado a calmarte. - Era una amenaza, sí, pero una amenaza de hermanos, sabía cómo castigarle, y tenía las maneras de hacerlo, solamente con el uso de palabras mágicas. - Segundo, los brujos nacemos con habilidades más detalladas que otros, algunos pueden inducir emociones, otros pueden controlar el clima, otros incluso pueden poseer cuerpos, cada brujo es diferente, eso viene dependiendo de sus antepasados y los poderes que estos lograron dominar, se transmiten de generación en generación, etcétera, eso no viene al caso. - La explicación histórica de los poderes de cada hechicero era muy interesante, pero de nada serviría explicárselo, pues, ella no la entendería bien y no le interesaría, porque solo estaría pendiente de la idea principal de todo ello.
- Tu puedes sanar a la gente, transfiriendo de tus propias energías a otro ser vivo, esto se llama Vígoris, muy pocos brujos saben hacer tal cosa. - A veces con sus pacientes le hubiese gustado mucho ser ese tipo de brujo, quizás salvaría más vidas de las que ya salva, esa habilidad era muy poderosa en manos de un buen hechicero. - Puedes crear barreras, como yo, en nuestra familia todos han podido, y es casi un hechizo familiar. - Las barreras de energía eran hechizos totalmente útiles que dependían totalmente de la voluntad del brujo, y es allí donde se basaba la resistencia de la misma, claro está, comparada también con el enemigo con el que te estés enfrentando. - Y por último, tienes la capacidad de borrar todo rastro de energía mágica, todo lo que este imbuido con ella, pociones, objetos, y hasta hechizos lanzados o que estés lanzando, puedes borrarlos de tal manera que nadie sepa que es un hechizo, pues borrarías su rastro, y en brujos muy buenos, serías capaz de borrar la mente de aquel que es hechizado. A esto se le llama Limpieza, hace muchos años pudiste hacerlo. - Aquella habilidad era la defensa perfecta para los dos, podían practicar magia en su casa, y si hubiese algún testigo, podrían asegurarse de que este no supiera nada, pero en todo caso, ella tendría que llegar a ese nivel, y ahí estaba lo difícil.
Volvería a acercar el plato hacia ella, lo arrimaría con un dedo, y se le quedaría viendo, seguro vendrían más preguntas, la conocía, por ello se quedaría callado unos minutos, esperando ansioso que esta no se volviese histérica de nuevo, o tendría que lanzar un hechizo que ya tenía en la punta de la lengua…
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Había ocasiones en las que su hermano simplemente le daba miedo, esta era una de esas; debía calmarse pues él ya había amenazado con calmarla él mismo, sabia que el no amenazaba en vano y su voz cuando lo hizo le heló la sangre y le dio un leve escalofrió. Su manera de calmarla no sería agradable, eso era seguro.
Instintivamente se sentó derecha en la silla y poso sus manos sobre sus rodillas cubiertas por el vestido, fijo su mirada en la cara de su hermano y escuchaba atenta como la niña regañada que era en ese momento. Debía cerrar la boca y seguir escuchando las explicaciones de su hermano sobre sus habilidades. Su voz gruesa y seria destilaba autoridad al igual que lo hacia su padre.
Ella sabia que podía sanar a la gente, conocía esa habilidad, solo que no aun no aprendía a utilizara a su voluntad. La descubrió cuando asistiendo a su padre en el consultorio que tenían en Asís, sano accidentalmente y en varias oportunidades a uno que otro niño recién nacido y alguna señora algo mayor. Recordaba la sensación de mucha energía corriendo dentro de sí, como un torrente en sus venas, para luego sentirla salir hacia la persona que atendía. La única vez que logro hacerla a voluntad fue varios meses antes de la captura y muerte de sus padres, cuando en uno de sus paseos salvo a un ave, luego de eso no lo intento mas, hasta ahora que volvería a intentarlo para poder ayudar a su hermano en el trabajo. Su otra habilidad, la de crear barreras, era algo ya mas conocido y que manejaba mejor, para ese momento ya lograba hacer una cúpula completa a su alrededor, no un simple escudo frente a ella como en el principio, se sentía orgullosa de ello a pesar de que aun no lograba hacerlas muy resistentes.
Pero su recién descubierta habilidad, esa sería interesante, sería útil, les ayudaría a permanecer seguros y en definitiva sería emocionante aprenderla. ¿Borrar memorias? ¿Hechizos y pociones indetectables? esas solas referencias en cuanto a su poder hicieron que su sonrisa se fuera ensanchando hasta no poder mas. -¿Por que mamá nunca me hablo de esta habilidad? ¿Ella conocía de todas mi habilidades especiales?- pregunto con calma, sin esa ansiedad que marcaban sus preguntas anteriores, solo curiosidad, y por eso no podía reprocharle.
Tomo algo del plato que una vez mas le ofrecía, un pan que mastico con calma premeditada antes de por fin tragar, fue así como una nueva pregunta apareció en su mente, una que hizo aparecer de nuevo esa opresión y vacío dentro de sí -Liss ¿Si yo hubiera aprendido antes a usar esta habilidad... nuestros padres no habrían muerto? ¿Verdad?- Su voz se quebró en mitad de la pregunta, sus ojos de un momento a otro se inundaron y las lagrimas empezaron a correr por su rostro, ni si quiera intento contenerlas ni esconderlas, solo las dejo correr.
Con ese poder en sus manos pudo borrar el rastro de cualquier tipo de hechizo que delatara a su familia, pudo hasta borrar la mente de los hombres de la inquisición que fueron a buscarlos. Si tan solo ella hubiese puesto mas empeño y por iniciativa propia hubiese conocido y desarrollado sus habilidades tal vez sus padres estarían aun vivos, con ellos, si tan solo ella hubiese sido más inteligente -Yo pude salvarlos y no lo hice. ¡No lo hice, Lissander!- Su voz no sonaba histérica como antes, en realidad no fue mas fuerte que un murmullo, solo lo suficientemente alto para que aquel que la acompañaba a la mesa escuchara. Tampoco sollozaba, solo dejaba correr las lagrimas por su rostros hasta que cayeran y mojaran su vestido, y la opresión en su pecho se volvía una fuerte punzada de dolor en él.
Se sentía culpable. ¿De que le servia ser especial y tener todos esos dones de nacimiento, si con ellos no pudo salvar a su familia? ¿Aprendería ahora? Justo cuando ya era demasiado tarde, 365 días tarde.
Instintivamente se sentó derecha en la silla y poso sus manos sobre sus rodillas cubiertas por el vestido, fijo su mirada en la cara de su hermano y escuchaba atenta como la niña regañada que era en ese momento. Debía cerrar la boca y seguir escuchando las explicaciones de su hermano sobre sus habilidades. Su voz gruesa y seria destilaba autoridad al igual que lo hacia su padre.
Ella sabia que podía sanar a la gente, conocía esa habilidad, solo que no aun no aprendía a utilizara a su voluntad. La descubrió cuando asistiendo a su padre en el consultorio que tenían en Asís, sano accidentalmente y en varias oportunidades a uno que otro niño recién nacido y alguna señora algo mayor. Recordaba la sensación de mucha energía corriendo dentro de sí, como un torrente en sus venas, para luego sentirla salir hacia la persona que atendía. La única vez que logro hacerla a voluntad fue varios meses antes de la captura y muerte de sus padres, cuando en uno de sus paseos salvo a un ave, luego de eso no lo intento mas, hasta ahora que volvería a intentarlo para poder ayudar a su hermano en el trabajo. Su otra habilidad, la de crear barreras, era algo ya mas conocido y que manejaba mejor, para ese momento ya lograba hacer una cúpula completa a su alrededor, no un simple escudo frente a ella como en el principio, se sentía orgullosa de ello a pesar de que aun no lograba hacerlas muy resistentes.
Pero su recién descubierta habilidad, esa sería interesante, sería útil, les ayudaría a permanecer seguros y en definitiva sería emocionante aprenderla. ¿Borrar memorias? ¿Hechizos y pociones indetectables? esas solas referencias en cuanto a su poder hicieron que su sonrisa se fuera ensanchando hasta no poder mas. -¿Por que mamá nunca me hablo de esta habilidad? ¿Ella conocía de todas mi habilidades especiales?- pregunto con calma, sin esa ansiedad que marcaban sus preguntas anteriores, solo curiosidad, y por eso no podía reprocharle.
Tomo algo del plato que una vez mas le ofrecía, un pan que mastico con calma premeditada antes de por fin tragar, fue así como una nueva pregunta apareció en su mente, una que hizo aparecer de nuevo esa opresión y vacío dentro de sí -Liss ¿Si yo hubiera aprendido antes a usar esta habilidad... nuestros padres no habrían muerto? ¿Verdad?- Su voz se quebró en mitad de la pregunta, sus ojos de un momento a otro se inundaron y las lagrimas empezaron a correr por su rostro, ni si quiera intento contenerlas ni esconderlas, solo las dejo correr.
Con ese poder en sus manos pudo borrar el rastro de cualquier tipo de hechizo que delatara a su familia, pudo hasta borrar la mente de los hombres de la inquisición que fueron a buscarlos. Si tan solo ella hubiese puesto mas empeño y por iniciativa propia hubiese conocido y desarrollado sus habilidades tal vez sus padres estarían aun vivos, con ellos, si tan solo ella hubiese sido más inteligente -Yo pude salvarlos y no lo hice. ¡No lo hice, Lissander!- Su voz no sonaba histérica como antes, en realidad no fue mas fuerte que un murmullo, solo lo suficientemente alto para que aquel que la acompañaba a la mesa escuchara. Tampoco sollozaba, solo dejaba correr las lagrimas por su rostros hasta que cayeran y mojaran su vestido, y la opresión en su pecho se volvía una fuerte punzada de dolor en él.
Se sentía culpable. ¿De que le servia ser especial y tener todos esos dones de nacimiento, si con ellos no pudo salvar a su familia? ¿Aprendería ahora? Justo cuando ya era demasiado tarde, 365 días tarde.
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
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El poder, es algo indescriptible, indefinible, y sobre todo, incontrolable. El poder se manejaba en los seres humanos desde tiempos antiguos, desde Jesucristo hasta los tiempos actuales; aquellos habitantes de la tierra no eran más que seres que buscaban tener poder. ¿Pero que era el poder? ¡Lo que sea! El poder para un ser humano era cualquier cosa que le ayudase a someter a otros, controlarlos, usarlos a cabalidad, eso era el poder. Claro está, que algunas almas buenas, como ese al que llamaban El Mesías, prefirieron hacer otras cosas con su “poder”, prefirieron ser buenos. Más, para la otra cantidad de mortales de ese globo terráqueo, tener poder lo era casi todo. Algunos, nacían con la inteligencia de tenerlo, otros, con la perspicacia de hallarlo, y otros, muy pocos, nacían con esa capacidad dentro.
Pero ¿De qué serviría el poder si nadie era capaz de hacer todo con él? No podrías enamorar a la persona que amas con poder, no podrías tener todas las riquezas del mundo con poder, no podrías revivir a un ser querido con poder... ¡Maldita sea entonces! El poder es inútil, no servía de nada tener dones especiales, poder sanar a las personas, crear barreras de energía, pociones mágicas, fuegos controlados, borrar memorias, si no se podía usar ese maldito poder para resucitar a alguien que acababa de partir a un reino inalcanzable. Y aun sabiendo todo esta teoría inútil, la humanidad seguía sumergida en la idea de buscar más y más poder…
Y justo allí, en esa noche invernal en Paris, sentado en aquella silla en su nueva casa, hablando con su hermana, vería en las lágrimas de ella que no había nada de útil en ser brujos, si no podían hacer lo que un corazón humano e inocente quería.
La vería llorar aquel de ojos azules, la escucharía preguntar sobre porque su madre no le había dicho sobre su tercera habilidad, la escucharía preguntarle de nuevo sobre que hubiese pasado si ella hubiese usado esa habilidad, la escucharía culparse, y es allí, cuando se detendría por un segundo su ya anudado corazón y tragaría saliva en seco. La culpa, ese peso constante, no era de ninguno de los dos, ni siquiera de su padre, el inocente que no sabía nada, o de su madre, la que con una sonrisa sabía que iba a morir en manos de la inquisición. La culpa tenía nombre, y no tenía el apellido Arcalucci.
Se alzaría entonces de aquella silla y a cortos pasos llegaría a donde estaba Eris, su cuerpo reposaría al lado de ella y sus manos, delicadas se deslizaría entre su cabello y con suavidad harían la fuerza necesaria para que esta al final recayese en su abdomen, si así ella lo permitía, sus dedos entonces entrarían a sus rizos castaños, entrelazados con estos, buscando hacer una caricia, buscando ser un consuelo. - No soy mamá Eris, no sé porque no te lo dijo, supongo porque ella no sabía cómo enseñarte… - Su madre fue una bruja que veía el futuro, creaba barreras mágicas, y sabía de ilusionismo, pero no supo nunca como enseñarle a Eris a usar su habilidad de Limpieza. - No ibas a poder salvarlos Eris, el destino de nuestros padres estaba escrito. Así hubieses dominado a nivel experto esa habilidad, no ibas a poder hacerlo… - Guardó silencio de nuevo, mientras trataba de buscar las palabras adecuadas para decir lo que él ya sabía desde hacía mucho, después de investigar durante un año, averiguar culpables, evidencias, y hasta entrevistarse con informantes del mercado negro descubrió que...
- Nuestra madre fue denunciada como bruja a la inquisición, la delataron Eris… -
Pero ¿De qué serviría el poder si nadie era capaz de hacer todo con él? No podrías enamorar a la persona que amas con poder, no podrías tener todas las riquezas del mundo con poder, no podrías revivir a un ser querido con poder... ¡Maldita sea entonces! El poder es inútil, no servía de nada tener dones especiales, poder sanar a las personas, crear barreras de energía, pociones mágicas, fuegos controlados, borrar memorias, si no se podía usar ese maldito poder para resucitar a alguien que acababa de partir a un reino inalcanzable. Y aun sabiendo todo esta teoría inútil, la humanidad seguía sumergida en la idea de buscar más y más poder…
Y justo allí, en esa noche invernal en Paris, sentado en aquella silla en su nueva casa, hablando con su hermana, vería en las lágrimas de ella que no había nada de útil en ser brujos, si no podían hacer lo que un corazón humano e inocente quería.
La vería llorar aquel de ojos azules, la escucharía preguntar sobre porque su madre no le había dicho sobre su tercera habilidad, la escucharía preguntarle de nuevo sobre que hubiese pasado si ella hubiese usado esa habilidad, la escucharía culparse, y es allí, cuando se detendría por un segundo su ya anudado corazón y tragaría saliva en seco. La culpa, ese peso constante, no era de ninguno de los dos, ni siquiera de su padre, el inocente que no sabía nada, o de su madre, la que con una sonrisa sabía que iba a morir en manos de la inquisición. La culpa tenía nombre, y no tenía el apellido Arcalucci.
Se alzaría entonces de aquella silla y a cortos pasos llegaría a donde estaba Eris, su cuerpo reposaría al lado de ella y sus manos, delicadas se deslizaría entre su cabello y con suavidad harían la fuerza necesaria para que esta al final recayese en su abdomen, si así ella lo permitía, sus dedos entonces entrarían a sus rizos castaños, entrelazados con estos, buscando hacer una caricia, buscando ser un consuelo. - No soy mamá Eris, no sé porque no te lo dijo, supongo porque ella no sabía cómo enseñarte… - Su madre fue una bruja que veía el futuro, creaba barreras mágicas, y sabía de ilusionismo, pero no supo nunca como enseñarle a Eris a usar su habilidad de Limpieza. - No ibas a poder salvarlos Eris, el destino de nuestros padres estaba escrito. Así hubieses dominado a nivel experto esa habilidad, no ibas a poder hacerlo… - Guardó silencio de nuevo, mientras trataba de buscar las palabras adecuadas para decir lo que él ya sabía desde hacía mucho, después de investigar durante un año, averiguar culpables, evidencias, y hasta entrevistarse con informantes del mercado negro descubrió que...
- Nuestra madre fue denunciada como bruja a la inquisición, la delataron Eris… -
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Se dejo abrazar y consolar por su hermano, lo necesitaba como nunca, él era lo único que tenia y no quería separarse en este momento, por eso se aferro a él respondiendo el abrazo. Sintió su caricia en sus cabellos, era algo torpe, pero a la vez reconfortante, quería drenar todo su dolor e impotencia llorando, a pesar de que eso no solucionaría nada.
Esta vez se dejaría ver tan vulnerable como era. Porque por mucho que intentara negarlo seguía siendo una niña que necesitaba sentirse protegida por otros, lo odiaba, pero era se realidad. Sin sus padres esa calidez que le hacia sentirse protegida y segura solo la brindaba su hermano "-No me dejes tu también. Por favor, nunca lo hagas.-" Rogaba en su mente. No lo diría en voz alta, seria mostrarse mas débil aun y se supone que justo ahora debía ser lo contrario para convencerlo de su madurez, para ella mostrase débil era un reflejo de su inmadurez.
De pronto el dolor dio paso a la ira, una ira que la hizo levantarse y soltarse bruscamente de aquel abrazo que hasta hace segundos le parecía lo mas preciado del mundo. Su cara se torno roja y empezó su paseo por la cocina como fiera enjaulada. Su madre, una mujer intachable, una bruja prudente y cuidadosa de no levantar sospechas; siempre estuvo pendiente de que ni ella ni su hermano tampoco. Oculto su secreto hasta de su marido. No tenia sentido ¿Como una mujer así pudo ser descubierta y acusada? No, la pregunta correcta en este momento salio de su boca -¿Quien?- la diferencia en su voz era palpable, ahora sonaba fría, conteniendo el cumulo de emociones dentro de ella.
No necesitaba preguntar nada mas, él entendería y respondería, tenia que responder, era justo que ella supiera la verdad ya que él también la sabia.
Eso le daba paso a mas preguntas como: ¿Desde cuando lo sabia? ¿Como lo supo? y ¿Por que hasta ahora se lo decía? pero ya no tenia ánimos de preguntar nada mas. Solo quería saber quien fue el mal nacido culpable de que su familia se viera separa por la muerte. Por primera vez en su vida Eris sentía un enorme deseo de venganza.
No quería hablar, no quería gritar ni si quiera quería seguir llorando, a pesar de que ciertas lagrimas rebeldes seguían corriendo por su cara contorsionada en una expresión llena de rabia. Lo único que quería era ver a esa persona culpable de su dolor ardiendo en llamas mientras se retorcía de dolor, podía verlo en su mente, una figura sin rostro gimiendo y gritando, clamando piedad.
Esta vez se dejaría ver tan vulnerable como era. Porque por mucho que intentara negarlo seguía siendo una niña que necesitaba sentirse protegida por otros, lo odiaba, pero era se realidad. Sin sus padres esa calidez que le hacia sentirse protegida y segura solo la brindaba su hermano "-No me dejes tu también. Por favor, nunca lo hagas.-" Rogaba en su mente. No lo diría en voz alta, seria mostrarse mas débil aun y se supone que justo ahora debía ser lo contrario para convencerlo de su madurez, para ella mostrase débil era un reflejo de su inmadurez.
De pronto el dolor dio paso a la ira, una ira que la hizo levantarse y soltarse bruscamente de aquel abrazo que hasta hace segundos le parecía lo mas preciado del mundo. Su cara se torno roja y empezó su paseo por la cocina como fiera enjaulada. Su madre, una mujer intachable, una bruja prudente y cuidadosa de no levantar sospechas; siempre estuvo pendiente de que ni ella ni su hermano tampoco. Oculto su secreto hasta de su marido. No tenia sentido ¿Como una mujer así pudo ser descubierta y acusada? No, la pregunta correcta en este momento salio de su boca -¿Quien?- la diferencia en su voz era palpable, ahora sonaba fría, conteniendo el cumulo de emociones dentro de ella.
No necesitaba preguntar nada mas, él entendería y respondería, tenia que responder, era justo que ella supiera la verdad ya que él también la sabia.
Eso le daba paso a mas preguntas como: ¿Desde cuando lo sabia? ¿Como lo supo? y ¿Por que hasta ahora se lo decía? pero ya no tenia ánimos de preguntar nada mas. Solo quería saber quien fue el mal nacido culpable de que su familia se viera separa por la muerte. Por primera vez en su vida Eris sentía un enorme deseo de venganza.
No quería hablar, no quería gritar ni si quiera quería seguir llorando, a pesar de que ciertas lagrimas rebeldes seguían corriendo por su cara contorsionada en una expresión llena de rabia. Lo único que quería era ver a esa persona culpable de su dolor ardiendo en llamas mientras se retorcía de dolor, podía verlo en su mente, una figura sin rostro gimiendo y gritando, clamando piedad.
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
No podía leer la mente, no podía sentir emociones ajenas, ni siquiera podía poseer el cuerpo de una persona para ver su esencia interna. Pero sabía lo que su hermana estaba pensando, sabía lo que sentía en ese momento, y sabía con precisión las acciones oscuras que quería cometer, su cara era un poema cargado de ira, escrito con magia y sangre. ¿Meterse con su familia? No había cosa que hiciera molestar más a la pequeña Arcalucci que eso, y él lo sabía. Lissander ahora debía contener la fiera que había desatado, porque era capaz de escaparse a Asís a cometer una estupidez. Esas malditas emociones que ella no podía controlar la podrían llevar a eso.
- No, primero te calmas, recuerda que te lo advertí, y aun sigue vigente mi amenaza. - Dijo en primera instancia, clavado su mirada en ella, sentándose en el asiento que ella había dejado solo. Observándola y guardando silencio, para luego, reposar sus codos en la mesa, como siempre lo hacía, y esconder su boca tras sus dedos entrelazados. Pensaba. Las palabras que saldrían de su boca serían la perfecta jaula para aquella bestia a punto de atacar, o sería la perfecta libertad para una venganza idiota y desmedida.
- Mamá era conocida por ayudar a papá con sus consultas, lo sabes, lo sé. Hubo un día en que papá no estaba, y al hijo de la vecina le dio una fuerte fiebre que duró horas, y mamá hizo todo lo médicamente posible, pero el muchacho no respondía a nada. Tú sabes que mamá amaba a esa señora y así que… Ella usó su magia con él, y lo salvó. Eso fue hace muchos años, eras una nena apenas, yo si fui con ella y la asistí como de costumbre. - Contó normal la primera parte, manteniendo la calma, y hasta un poco de suspenso. Tomó un sorbo de su taza de té, y volvió sus azules orbes a ella para mirarla.
- Desde ese día esa señora supo de mamá, pero no de nosotros, y juro guardar el secreto, pero los juramentos se rompen cuando el dinero está de por medio… - Fue lo último que diría, pues lo demás estaba implícito en su última frase. Ahora, solo quedaba observar que haría Eris, pues, no pretendía escuchar otro ataque de histeria, ya él tenía un hechizo preparado por si acaso, y no temblaría su lengua en pronunciarlo, porque una amenaza era una amenaza, y una advertencia por su bien, era por su bien, y debía respetar aquello.
- No, primero te calmas, recuerda que te lo advertí, y aun sigue vigente mi amenaza. - Dijo en primera instancia, clavado su mirada en ella, sentándose en el asiento que ella había dejado solo. Observándola y guardando silencio, para luego, reposar sus codos en la mesa, como siempre lo hacía, y esconder su boca tras sus dedos entrelazados. Pensaba. Las palabras que saldrían de su boca serían la perfecta jaula para aquella bestia a punto de atacar, o sería la perfecta libertad para una venganza idiota y desmedida.
- Mamá era conocida por ayudar a papá con sus consultas, lo sabes, lo sé. Hubo un día en que papá no estaba, y al hijo de la vecina le dio una fuerte fiebre que duró horas, y mamá hizo todo lo médicamente posible, pero el muchacho no respondía a nada. Tú sabes que mamá amaba a esa señora y así que… Ella usó su magia con él, y lo salvó. Eso fue hace muchos años, eras una nena apenas, yo si fui con ella y la asistí como de costumbre. - Contó normal la primera parte, manteniendo la calma, y hasta un poco de suspenso. Tomó un sorbo de su taza de té, y volvió sus azules orbes a ella para mirarla.
- Desde ese día esa señora supo de mamá, pero no de nosotros, y juro guardar el secreto, pero los juramentos se rompen cuando el dinero está de por medio… - Fue lo último que diría, pues lo demás estaba implícito en su última frase. Ahora, solo quedaba observar que haría Eris, pues, no pretendía escuchar otro ataque de histeria, ya él tenía un hechizo preparado por si acaso, y no temblaría su lengua en pronunciarlo, porque una amenaza era una amenaza, y una advertencia por su bien, era por su bien, y debía respetar aquello.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Se quedo quieta, parada frente a él, cruzo sus brazos lo miro fijamente, casi desafiante oyendo por segunda vez su amenaza. Ya no tenia miedo, estaba muy ocupada con emociones mas fuertes que tomaban el control sobre ella, la ira principalmente. ¿Como podía el mantener la calma para hablar de esto? ¿Como Lissander podía siempre mantener a raya sus emociones y fingir ser de hielo? ¿No se cansaba de ser así? En medio de su ira también deseaba tomarlo de los hombros y estremecerlo con fuerza para que dejara ver algo mas que esa maldita serenidad y frialdad que la tenia cansada.
Respiro profundo, solo para fingir que se calmaba y que el continuara hablando, dándole las respuestas que ella ansiaba para empezar a armar en su mente un plan. Quería vengar a sus padres, quería que su fantasía se hiciera realidad y poder ver al culpable de su dolor pidiendo piedad; ahora ya tenia una victima y su rabia se intensifico -¡Maldita traidora!- Gritó sin poder controlarse mas y tirando al suelo la silla mas cercana que encontró.
Eris ya no podía soportarlo mas y sabia que el cumpliría por eso se atrevió a retarlo -Ven a calmarme Lissander, cumple tu amenaza. ¿Pero por cuanto tiempo podrás contenerme? ¿Por esta noche? ¿Por una semana? ¿Por un año, quizás? No puedes mantenerme "calmada" para siempre. No puedes evitar que en el momento que menos lo esperes yo decida largarme a encontrar a esa maldita mujer que nos quito a nuestros padres- Ya no gritaba, desde que empezó a hablar su voz era una suave amenaza, una que al igual que la de su hermano no daba lugar a juegos. -Ella, gracias a mi madre tuvo a su hijo con vida y nosotros gracias a ella ¿Que tenemos, Lissander? Permiteme enumerar: Tenemos unos padres muertos, una familia incompleta, un vacío y un dolor que no podemos sanar, una nueva vida donde debemos escondernos para sobrevivir... ¿Continuo?- Se volvió a quedar de pie frente a él, esta vez con la respiración agitada pero por todo lo que estaba conteniendo y las manos en la cadera con una pose desafiante y la mirada que dignamente le acompañaba.
Se había pasado un poco al hablarle así a su hermano, que solo quería protegerla, lo reconocía, pero no era debía arrepentirse de decir exactamente lo que quería decir. Esperaba a que el diera el siguiente paso, que respondiera sus preguntas, que la calmara a fuerza de hechizos o que explotara de una vez por todas y le demostrara que la entendía, que se sentía tan mal como ella al saber que fueron traicionados. Deseaba que por esta vez Lissander dejara de ser tan malditamente frió y centrado y se dejara llevar por emociones, si quiera que le demostrara que tenia emociones.
Ella no quería un padre que le dijera que hacer, que le recordara lo correcto o incorrecto, eso ya lo tuvo y tristemente lo perdió. Ahora quería a un hermano que la acompañara y la apoyara en ese deseo de hacer justicia por su cuenta. Pero sentía que eso no lo encontraría en él.
Respiro profundo, solo para fingir que se calmaba y que el continuara hablando, dándole las respuestas que ella ansiaba para empezar a armar en su mente un plan. Quería vengar a sus padres, quería que su fantasía se hiciera realidad y poder ver al culpable de su dolor pidiendo piedad; ahora ya tenia una victima y su rabia se intensifico -¡Maldita traidora!- Gritó sin poder controlarse mas y tirando al suelo la silla mas cercana que encontró.
Eris ya no podía soportarlo mas y sabia que el cumpliría por eso se atrevió a retarlo -Ven a calmarme Lissander, cumple tu amenaza. ¿Pero por cuanto tiempo podrás contenerme? ¿Por esta noche? ¿Por una semana? ¿Por un año, quizás? No puedes mantenerme "calmada" para siempre. No puedes evitar que en el momento que menos lo esperes yo decida largarme a encontrar a esa maldita mujer que nos quito a nuestros padres- Ya no gritaba, desde que empezó a hablar su voz era una suave amenaza, una que al igual que la de su hermano no daba lugar a juegos. -Ella, gracias a mi madre tuvo a su hijo con vida y nosotros gracias a ella ¿Que tenemos, Lissander? Permiteme enumerar: Tenemos unos padres muertos, una familia incompleta, un vacío y un dolor que no podemos sanar, una nueva vida donde debemos escondernos para sobrevivir... ¿Continuo?- Se volvió a quedar de pie frente a él, esta vez con la respiración agitada pero por todo lo que estaba conteniendo y las manos en la cadera con una pose desafiante y la mirada que dignamente le acompañaba.
Se había pasado un poco al hablarle así a su hermano, que solo quería protegerla, lo reconocía, pero no era debía arrepentirse de decir exactamente lo que quería decir. Esperaba a que el diera el siguiente paso, que respondiera sus preguntas, que la calmara a fuerza de hechizos o que explotara de una vez por todas y le demostrara que la entendía, que se sentía tan mal como ella al saber que fueron traicionados. Deseaba que por esta vez Lissander dejara de ser tan malditamente frió y centrado y se dejara llevar por emociones, si quiera que le demostrara que tenia emociones.
Ella no quería un padre que le dijera que hacer, que le recordara lo correcto o incorrecto, eso ya lo tuvo y tristemente lo perdió. Ahora quería a un hermano que la acompañara y la apoyara en ese deseo de hacer justicia por su cuenta. Pero sentía que eso no lo encontraría en él.
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Sus dos ojos voltearon hacia otro lado, su cuerpo se giro en aquella silla, y solamente se detendría a escuchar la escena que vendría, su cara se bajaría un poco y escucharía el grito y la silla caerse, luego, sus palabras, una tras otra, insultos, amenazas, retos, venganza, es lo único que saldría de la boca de aquella muchacha, ella no estaba en sus cabales, no estaba pensando con el cerebro, sino con un corazón lastimado y herido que ansiaba poder ver a sus padres de regreso, un corazón a un infantil y ansioso de vivir con los brazos amorosos de una madre, y la fiel mirada de un padre cuidador, él jamás podría sustituir eso, y si, la verdad la entendía, en parte. Pero no lo aceptaría.
Así que de nuevo giraría su cuerpo y se levantaría de la silla, para pararse al frente de ella, y la vería entonces fijamente a los ojos para contestarle todo el montón de idioteces que había dicho.
- ¿Y qué harías, dime? - Le diría con un suave y seco tono grave en su voz, - ¿Qué harías allá en frente de la señora esa? ¿Atacarla con gritos? ¿No lo entiendes, verdad? Eris, no sabes hacer un patético hechizo de defensa, tus barreras no duran, no conoces absolutamente nada del don de limpieza, y mucho menos sabes sanar, ¿Te crees capaz de llevar una venganza? Por Dios… - Su cara se fue hacia otro lado, porque no quería seguir insultándola, no servía de nada provocar más ira, pero de todos modos, él le quería hacer ver una realidad, ella no era una bruja fuerte, y tenía que darse cuenta que si no hacían algo por eso, seguían estando tan en peligro como si vivieran aun en Asís.
- Piensa Eris, piensa con tu cabeza, y deja ese dolor en paz. Mamá no regresara aunque la mates, y papá mucho menos, la venganza no te devolverá nada, y no estoy defendiendo a esa mujer. Ya ella pagó el precio por su acción… - Podría sonar a que la mató, a que fue e hizo lo que seguramente ella se imaginaba de tan retorcida manera debido a su dolor, pero no, Lissander no era capaz de hacer algo tan malo, él, era peor. - Murió como murió mamá, acusada de ser bruja, solo que… me encargué de anunciar a la inquisición, que tenía pruebas, y guarde pergaminos de mamá, que planté en su casa. - Eso quería decirle, eso iba a decirle, pero no, eso no fue lo que él le dijo, no quería dejar en claro que él también podía ser impulsivo, que él podía ser vengativo, ella no merecía saber esa parte de él. Eso solo sucedió en su mente.
Lissander no era como ella, y no quería ser como ella, precisamente porque ella se salía de sí a la hora que más debía pensar, él, planificó su venganza y la llevo a cabo con el mejor de los sigilos, no dejo rastros, y simplemente la vio morir y sintió el gusto frío y asqueroso que solo daba la muerte de aquel que deseas que muera. Y si, sus padres nunca resucitaron, pero había mantenido el honor de su familia.
- Murió de vieja antes de que partiéramos para acá. Un infarto, o algo así, me enteré de eso. - Entonces, abriría sus brazos y la tomaría, la intentaría pegar a su pecho, tenerla cerca, abrazarla, cosa que él poco hacía, pero que veía adecuada en el momento. Ella necesitaba eso, las personas con un gran nivel de tensión necesitaban relajarse, y aunque no fuese un empático, podía ser su hermano esa noche, podía ser su piedra, su hombro.
Y las razones eran muchas, el jamás podría ser así como ella, porque dos colapsados emocionalmente no iban a llevar con bien esa familia. Necesitaban un apoyo, un soporte, una base firme, y aquel muchacho de veinticinco años, había asumido tal responsabilidad.
Así que de nuevo giraría su cuerpo y se levantaría de la silla, para pararse al frente de ella, y la vería entonces fijamente a los ojos para contestarle todo el montón de idioteces que había dicho.
- ¿Y qué harías, dime? - Le diría con un suave y seco tono grave en su voz, - ¿Qué harías allá en frente de la señora esa? ¿Atacarla con gritos? ¿No lo entiendes, verdad? Eris, no sabes hacer un patético hechizo de defensa, tus barreras no duran, no conoces absolutamente nada del don de limpieza, y mucho menos sabes sanar, ¿Te crees capaz de llevar una venganza? Por Dios… - Su cara se fue hacia otro lado, porque no quería seguir insultándola, no servía de nada provocar más ira, pero de todos modos, él le quería hacer ver una realidad, ella no era una bruja fuerte, y tenía que darse cuenta que si no hacían algo por eso, seguían estando tan en peligro como si vivieran aun en Asís.
- Piensa Eris, piensa con tu cabeza, y deja ese dolor en paz. Mamá no regresara aunque la mates, y papá mucho menos, la venganza no te devolverá nada, y no estoy defendiendo a esa mujer. Ya ella pagó el precio por su acción… - Podría sonar a que la mató, a que fue e hizo lo que seguramente ella se imaginaba de tan retorcida manera debido a su dolor, pero no, Lissander no era capaz de hacer algo tan malo, él, era peor. - Murió como murió mamá, acusada de ser bruja, solo que… me encargué de anunciar a la inquisición, que tenía pruebas, y guarde pergaminos de mamá, que planté en su casa. - Eso quería decirle, eso iba a decirle, pero no, eso no fue lo que él le dijo, no quería dejar en claro que él también podía ser impulsivo, que él podía ser vengativo, ella no merecía saber esa parte de él. Eso solo sucedió en su mente.
Lissander no era como ella, y no quería ser como ella, precisamente porque ella se salía de sí a la hora que más debía pensar, él, planificó su venganza y la llevo a cabo con el mejor de los sigilos, no dejo rastros, y simplemente la vio morir y sintió el gusto frío y asqueroso que solo daba la muerte de aquel que deseas que muera. Y si, sus padres nunca resucitaron, pero había mantenido el honor de su familia.
- Murió de vieja antes de que partiéramos para acá. Un infarto, o algo así, me enteré de eso. - Entonces, abriría sus brazos y la tomaría, la intentaría pegar a su pecho, tenerla cerca, abrazarla, cosa que él poco hacía, pero que veía adecuada en el momento. Ella necesitaba eso, las personas con un gran nivel de tensión necesitaban relajarse, y aunque no fuese un empático, podía ser su hermano esa noche, podía ser su piedra, su hombro.
Y las razones eran muchas, el jamás podría ser así como ella, porque dos colapsados emocionalmente no iban a llevar con bien esa familia. Necesitaban un apoyo, un soporte, una base firme, y aquel muchacho de veinticinco años, había asumido tal responsabilidad.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 120
Fecha de inscripción : 12/09/2013
Edad : 33
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Re: ~ 1 año; 365 memorias.
Lo observo mientras se ponía en pie y se detenía frente a ella, aun con su cara seria, su imponente altura y con su actitud fría no la amedrentaba, no la haría retroceder. Se mantendría estoica en su posición devolviendo la mirada con intensidad hasta que el hechizo llegara a ella.
Pero no llego, en cambio llegaron a ella palabras dolorosas, mas dolorosas que un puñal, tanto, que lastimaban su pecho mas que cualquier arma que pudiera pensar. Sin darse cuenta su cara se llenaba en lagrimas de nuevo, esta vez no solo de dolor sino también de rabia y decepción. Para ella la opinión de él sobre sí era algo que le importaba en demasía y saber que lo que el veía en ella no era mas que una niña inútil e inconsciente rompía algo dentro de ella, siempre supo que no era tan buena como su madre o él; pero al parecer por la manera en que se lo dijo era peor bruja de lo que ella pensaba y eso le hirió tanto su corazón como su orgullo.
Ya no quedaba rastro de aquella voz suave y amenazante, ahora solo eran gritos agudos un poco ahogados entre el llanto -No soy una completa inútil Lissander, tal vez sea una vergüenza como bruja pero aun tengo dos manos con las que puedo matar a esa maldita desgraciada. No dependo de la magia. Yo soy mucho mas que eso a diferencia de lo que crees- sus manos ahora cerradas en puños con tanta fuerza que empezaba a lastimarse a sí misma con las uñas.
-No pretendo que regresen, solo quiero que esa mujer pague- Respondió por lo bajo. Había perdido ya las fuerzas para continuar con su gritos, pero seguía hablando con el dolor marcado en su voz, ya no era solo por el dolor de la traición, o por el recuerdo de sus padres que ya no estaban, ahora también se sumaba el dolor intenso de saber que ante lo ojos de su hermano, quien siempre fue su héroe y ejemplo era solo un penoso intento de bruja.
Ese dolor no se iría tan fácilmente y dejaría una marca en ella. A partir de ese momento Eris se juraría a sí misma que aunque fuera lo ultimo que hiciera le demostraría que podía ser una gran bruja, una poderosa y fuerte que no dependería mas de él.
Entonces, a mitad de su juramento escucho como sus planes de venganza eran acabados y de nuevo se lleno de impotencia. Había muerto su objetivo. No quedaba nada por hacer mas que tragarse todo lo que en ese momento quería liberar.
La mente de la joven estaba tan nublada por sus emociones que ni por un momento dudo en las palabras de su hermano, en ese momento creyó en su palabra sin meditar la posibilidad de que solo le contara eso para apaciguar sus deseos de huir y conseguir justicia por su cuenta. Simplemente se dejo abrazar aun rígida, sin decidirse a responder, mientras lloraba con fuerza y sin reservas, lloraba para demostrar su intenso dolor y lloraría hasta llegar a la catarsis. Quería llorar hasta quedar seca y si es posible dejar de ser consciente de todo a su alrededor.
Simplemente ya era demasiado para una noche que aun no terminaba.
Pero no llego, en cambio llegaron a ella palabras dolorosas, mas dolorosas que un puñal, tanto, que lastimaban su pecho mas que cualquier arma que pudiera pensar. Sin darse cuenta su cara se llenaba en lagrimas de nuevo, esta vez no solo de dolor sino también de rabia y decepción. Para ella la opinión de él sobre sí era algo que le importaba en demasía y saber que lo que el veía en ella no era mas que una niña inútil e inconsciente rompía algo dentro de ella, siempre supo que no era tan buena como su madre o él; pero al parecer por la manera en que se lo dijo era peor bruja de lo que ella pensaba y eso le hirió tanto su corazón como su orgullo.
Ya no quedaba rastro de aquella voz suave y amenazante, ahora solo eran gritos agudos un poco ahogados entre el llanto -No soy una completa inútil Lissander, tal vez sea una vergüenza como bruja pero aun tengo dos manos con las que puedo matar a esa maldita desgraciada. No dependo de la magia. Yo soy mucho mas que eso a diferencia de lo que crees- sus manos ahora cerradas en puños con tanta fuerza que empezaba a lastimarse a sí misma con las uñas.
-No pretendo que regresen, solo quiero que esa mujer pague- Respondió por lo bajo. Había perdido ya las fuerzas para continuar con su gritos, pero seguía hablando con el dolor marcado en su voz, ya no era solo por el dolor de la traición, o por el recuerdo de sus padres que ya no estaban, ahora también se sumaba el dolor intenso de saber que ante lo ojos de su hermano, quien siempre fue su héroe y ejemplo era solo un penoso intento de bruja.
Ese dolor no se iría tan fácilmente y dejaría una marca en ella. A partir de ese momento Eris se juraría a sí misma que aunque fuera lo ultimo que hiciera le demostraría que podía ser una gran bruja, una poderosa y fuerte que no dependería mas de él.
Entonces, a mitad de su juramento escucho como sus planes de venganza eran acabados y de nuevo se lleno de impotencia. Había muerto su objetivo. No quedaba nada por hacer mas que tragarse todo lo que en ese momento quería liberar.
La mente de la joven estaba tan nublada por sus emociones que ni por un momento dudo en las palabras de su hermano, en ese momento creyó en su palabra sin meditar la posibilidad de que solo le contara eso para apaciguar sus deseos de huir y conseguir justicia por su cuenta. Simplemente se dejo abrazar aun rígida, sin decidirse a responder, mientras lloraba con fuerza y sin reservas, lloraba para demostrar su intenso dolor y lloraría hasta llegar a la catarsis. Quería llorar hasta quedar seca y si es posible dejar de ser consciente de todo a su alrededor.
Simplemente ya era demasiado para una noche que aun no terminaba.
Eris Arcalucci- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/09/2013
Edad : 30
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