AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Marca Escarlata [ Sidney Kylian Gallach]
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La Marca Escarlata [ Sidney Kylian Gallach]
** Y entonces di la bienvenida al silencio. Mis días como mortal habían terminado para siempre y yo era ahora una completa desconocida en París. Cerré las puertas a los recuerdos vacios y grises que aun se mantenían obstinados deambulando en mi mente, aún lastimaban, siendo heridas que me laceraban el alma, si es que un ser como yo aun la puede poseer. Camine entre los callejones estrechos y vacios y el aroma a humedad que los días lluviosos dejaba huella en las paredes desnudas me crispaba los nervios. El sonido de las gotas de agua golpeaba los charcos, eran una sinfonía a mis oídos, todos y cada uno de los ruidos que producía la vida nocturna de la ciudad me contaba una historia.
A paso lento recorrí el boulevard que me llevo a las afueras de la civilización, las altas y esbeltas prostitutas caminaban por ahí, el cielo estaba ennegrecido y no había señal de estrellas o demás brillos que interrumpieran la perfección de las tonalidades oscuras que se veían a lo alto. Me volví una con la noche, deje que me adoptara y cubriera mi vulnerabilidad aun resentida con su manto de terciopelo. Poco a poco las luces de los hogares y comercios se apagaban y me sentí extrañamente débil y sola. Al salir de la ciudad por completo me adentre en terrenos inhóspitos, lugares que jamás me hubiera atrevido a pisar en mi condición humana.
Mis botas se hundieron en la tierra blanda y avance a través de los enormes vigías que crecían a lo ancho y largo de la enorme arboleda que parecía invitarme a su interior. Mis sentidos estaban alertas y sin mucho esfuerzo pude escuchar gritos y voces a unos cuantos metros de ahí, trepé en las ramas y me aproxime utilizando el don de la levitación, pude ver un grupo de hombres llevar a una joven indefensa, de inmediato me sentí en la necesidad de intervenir, sin embargo tenía que ser cautelosa, aguarde oculta en la copa de un árbol. Uno de ellos se quedó apartado mientras los otros dos intentaban despojar de su ropa a la joven.
Oculte mi presencia en las sombras, un par de segundos de su distracción fueron suficientes para ubicarme a sus espaldas y romperle el cuello en un movimiento preciso. El ligero sonido alertó a los otros dos quienes no tardaron en sacar sus armas y disparar a la noche, tan solo eso lograron. La chica utilizo ese momento para salir corriendo. Cuando estos intentaron tomarle de nuevo me paré frente a ellos y con movimientos agiles tome a uno de ellos por el cuello, rompiéndoselo de inmediato, el otro hombre se quedó helado, con el arma en la mano, lance una patada a su pecho para alejarlo de mí, se quedó atónito y me llamo monstruo entre otros adjetivos desagradables. Sonreí al tenerlo bajo mí merced me acerqué a su oído y susurré suavemente:
-Nadie va a extrañarte pequeño bastardo.
Y clave mis colmillos en su cuello, no tenía la intención de alimentarme de una escoria como él, tan solo le desangré para dejarle morir ahí, quizá mi odio y rencor aún no estaba del todo sanado como yo lo había pensado, en ningún momento justifico lo que yo había hecho, pero yo había cambiado. Tomé los cuerpos de aquellos individuos y los arroje entre los arbustos crecidos que cercaban el claro donde me encontraba. Quería disfrutar de ese momento de soledad, ese momento donde me sentía capaz de aplastar a quien osara robar mi nostalgia. Mis sentidos me alertaron de una presencia más en el lugar, los sonidos de un galope estridente hirieron la tranquilidad del bosque, de un salto subí a un árbol, me oculte entre el follaje y observé el movimiento de las ramas, un nuevo visitante se aproximaba. **
A paso lento recorrí el boulevard que me llevo a las afueras de la civilización, las altas y esbeltas prostitutas caminaban por ahí, el cielo estaba ennegrecido y no había señal de estrellas o demás brillos que interrumpieran la perfección de las tonalidades oscuras que se veían a lo alto. Me volví una con la noche, deje que me adoptara y cubriera mi vulnerabilidad aun resentida con su manto de terciopelo. Poco a poco las luces de los hogares y comercios se apagaban y me sentí extrañamente débil y sola. Al salir de la ciudad por completo me adentre en terrenos inhóspitos, lugares que jamás me hubiera atrevido a pisar en mi condición humana.
Mis botas se hundieron en la tierra blanda y avance a través de los enormes vigías que crecían a lo ancho y largo de la enorme arboleda que parecía invitarme a su interior. Mis sentidos estaban alertas y sin mucho esfuerzo pude escuchar gritos y voces a unos cuantos metros de ahí, trepé en las ramas y me aproxime utilizando el don de la levitación, pude ver un grupo de hombres llevar a una joven indefensa, de inmediato me sentí en la necesidad de intervenir, sin embargo tenía que ser cautelosa, aguarde oculta en la copa de un árbol. Uno de ellos se quedó apartado mientras los otros dos intentaban despojar de su ropa a la joven.
Oculte mi presencia en las sombras, un par de segundos de su distracción fueron suficientes para ubicarme a sus espaldas y romperle el cuello en un movimiento preciso. El ligero sonido alertó a los otros dos quienes no tardaron en sacar sus armas y disparar a la noche, tan solo eso lograron. La chica utilizo ese momento para salir corriendo. Cuando estos intentaron tomarle de nuevo me paré frente a ellos y con movimientos agiles tome a uno de ellos por el cuello, rompiéndoselo de inmediato, el otro hombre se quedó helado, con el arma en la mano, lance una patada a su pecho para alejarlo de mí, se quedó atónito y me llamo monstruo entre otros adjetivos desagradables. Sonreí al tenerlo bajo mí merced me acerqué a su oído y susurré suavemente:
-Nadie va a extrañarte pequeño bastardo.
Y clave mis colmillos en su cuello, no tenía la intención de alimentarme de una escoria como él, tan solo le desangré para dejarle morir ahí, quizá mi odio y rencor aún no estaba del todo sanado como yo lo había pensado, en ningún momento justifico lo que yo había hecho, pero yo había cambiado. Tomé los cuerpos de aquellos individuos y los arroje entre los arbustos crecidos que cercaban el claro donde me encontraba. Quería disfrutar de ese momento de soledad, ese momento donde me sentía capaz de aplastar a quien osara robar mi nostalgia. Mis sentidos me alertaron de una presencia más en el lugar, los sonidos de un galope estridente hirieron la tranquilidad del bosque, de un salto subí a un árbol, me oculte entre el follaje y observé el movimiento de las ramas, un nuevo visitante se aproximaba. **
Anne-Lise Buchanan- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/09/2013
Localización : París
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Re: La Marca Escarlata [ Sidney Kylian Gallach]
Apenas tuvo suerte de montar en su caballo. Aquella bestia nunca estuvo sola y se maldijo mil veces por ser tan distraído. ¿Qué habría pensado su hermano, si le hubiese en tal estado deplorable? Ahora mismo podía sentir como la sangre fluía por un costado, deslizándose por su muslo hasta mezclarse con el negro de la piel de su caballo. Debía alejarse lo más pronto posible de aquella escena o el olor de la misma atraería a las sanguijuelas con quienes no tenía ninguna venganza trazada. Pero… el cansancio le había ganado la batalla, obligándole a dormitar en aquel recóndito paraje. La búsqueda de aquella loba escurridiza minó sus fuerzas a tal grado, que no supo cómo, ni a qué horas ni por qué acabó cerrando los ojos, hasta que sintió el aliento del animal cerca de su rostro y el zarpazo subsecuente.
Fue por pura habilidad que esquivó - a medias - el ataque del inmenso oso negro que vio en él un apetitoso filete nocturno. Fue sólo un ligero roce, pero lo suficientemente certero para herirlo. De no ser por su caballo, quien acudió en su ayuda con aquel silbido característico que era la manera de comunicarse entre ellos, ahora mismo descansaría en el estómago de aquel animal hambriento. De cualquier modo, el daño estaba hecho, y vagando sin un rumbo en particular, se dio cuenta de que salir de manera abrupta y apresurada, sólo hizo que olvidara su valiosa mochila donde cargaba todo su armamento. Pero era demasiado tarde para echar marcha atrás, no tenía el tiempo suficiente para regresar, bajar del caballo, volver a montar y seguir por aquel sendero que había descubierto horas atrás y el cuál parecía una ruta segura para llegar a la ciudad y viceversa.
Con un inmenso dolor, y con el constante trotar de “Bilbo” su caballo, se aferraba con escasas fuerzas a la correa para guiarle hacia ninguna parte. El cuadrúpedo decidía de vez en cuando el rumbo a seguir por ser un completo desobediente, y para ser francos, Sidney no tenía las ganas ni las fuerzas para reprenderlo por ser un caballo malo.Mucho menos cuando acababa de arriesgar su vida por salvar la suya. Simplemente se limitó a recargar su cuerpo sobre el lomo del animal, dándole unas palmaditas con la mano en la base del cuello y con las espuelas a un costado para que no se quedara a pastar en algún arbusto frondoso.
Ya la luna estaba en lo alto, lo que quería decir, que estaba entrada la noche, y sabrá Dios cuánto tiempo habría pasado desde su incidente. Erguirse ya representaba toda una hazaña. No tenía fuerzas ya, ni para mantener los ojos abiertos, los párpados le pesaban, obligándole a entrar en un sueño profundo. Lo último que supo fue que Bilbo relinchó, y emprendió una loca carrera por segunda vez en la noche. Seguramente algún otro animal le había asustado y por consiguiente su instinto le hizo correr a galope con el cazador encima, que por más que trataba de sujetarse, varias veces estuvo a nada de resbalar y caer.
– Kylian… Sidney…
La voz de su hermano hablándole desde algún punto. ¿O sería que su subconsciente le estaba jugando una mala pasada? ¿O quizás estuviera muriendo y así era como todo ocurría? Siempre, desde que tuvo uso de razón, Sidney siempre supo – por las charlas que se daban en casa, en reuniones familiares – que cuando una persona estaba ante el umbral de la muerte, toda su vida pasaba de manera vertiginosa ante sus ojos, y una hermosa y resplandeciente luz le abría paso hacia un túnel, el cuál no tenía fondo alguno.
Si, moriría… Moriría sin cumplir su objetivo. Moriría sin honor y sin haber vengando la muerte de su hermana, que era aquel sentimiento funesto que le carcomía las entrañas día con día. Tampoco volvería a ver a su hermano nunca más. Su cuerpo nunca sería encontrado, siendo alimento para las aves carroñeras y… Entonces comenzó a entrar a un remolino, que lo arrastraba a un grado de inconsciencia tal, que opacó el golpe al caer del caballo. Todo se volvió oscuro, denso…negro…
Fue por pura habilidad que esquivó - a medias - el ataque del inmenso oso negro que vio en él un apetitoso filete nocturno. Fue sólo un ligero roce, pero lo suficientemente certero para herirlo. De no ser por su caballo, quien acudió en su ayuda con aquel silbido característico que era la manera de comunicarse entre ellos, ahora mismo descansaría en el estómago de aquel animal hambriento. De cualquier modo, el daño estaba hecho, y vagando sin un rumbo en particular, se dio cuenta de que salir de manera abrupta y apresurada, sólo hizo que olvidara su valiosa mochila donde cargaba todo su armamento. Pero era demasiado tarde para echar marcha atrás, no tenía el tiempo suficiente para regresar, bajar del caballo, volver a montar y seguir por aquel sendero que había descubierto horas atrás y el cuál parecía una ruta segura para llegar a la ciudad y viceversa.
Con un inmenso dolor, y con el constante trotar de “Bilbo” su caballo, se aferraba con escasas fuerzas a la correa para guiarle hacia ninguna parte. El cuadrúpedo decidía de vez en cuando el rumbo a seguir por ser un completo desobediente, y para ser francos, Sidney no tenía las ganas ni las fuerzas para reprenderlo por ser un caballo malo.Mucho menos cuando acababa de arriesgar su vida por salvar la suya. Simplemente se limitó a recargar su cuerpo sobre el lomo del animal, dándole unas palmaditas con la mano en la base del cuello y con las espuelas a un costado para que no se quedara a pastar en algún arbusto frondoso.
Ya la luna estaba en lo alto, lo que quería decir, que estaba entrada la noche, y sabrá Dios cuánto tiempo habría pasado desde su incidente. Erguirse ya representaba toda una hazaña. No tenía fuerzas ya, ni para mantener los ojos abiertos, los párpados le pesaban, obligándole a entrar en un sueño profundo. Lo último que supo fue que Bilbo relinchó, y emprendió una loca carrera por segunda vez en la noche. Seguramente algún otro animal le había asustado y por consiguiente su instinto le hizo correr a galope con el cazador encima, que por más que trataba de sujetarse, varias veces estuvo a nada de resbalar y caer.
– Kylian… Sidney…
La voz de su hermano hablándole desde algún punto. ¿O sería que su subconsciente le estaba jugando una mala pasada? ¿O quizás estuviera muriendo y así era como todo ocurría? Siempre, desde que tuvo uso de razón, Sidney siempre supo – por las charlas que se daban en casa, en reuniones familiares – que cuando una persona estaba ante el umbral de la muerte, toda su vida pasaba de manera vertiginosa ante sus ojos, y una hermosa y resplandeciente luz le abría paso hacia un túnel, el cuál no tenía fondo alguno.
Si, moriría… Moriría sin cumplir su objetivo. Moriría sin honor y sin haber vengando la muerte de su hermana, que era aquel sentimiento funesto que le carcomía las entrañas día con día. Tampoco volvería a ver a su hermano nunca más. Su cuerpo nunca sería encontrado, siendo alimento para las aves carroñeras y… Entonces comenzó a entrar a un remolino, que lo arrastraba a un grado de inconsciencia tal, que opacó el golpe al caer del caballo. Todo se volvió oscuro, denso…negro…
Última edición por Sidney Kylian Gallach el Mar Oct 29, 2013 9:50 am, editado 1 vez
Sidney Kylian Gallagher- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/08/2013
Localización : París, Francia.
Re: La Marca Escarlata [ Sidney Kylian Gallach]
**Era el sonido de un galope que se hacía cada vez más fuerte, se abría paso entre la espesura del follaje, un presentimiento espantoso exaltó mis sentidos, que rápidamente me permitieron percibir los aromas y sinfonías que se mezclaban en el aire: la humedad de la tierra fría y suave, el rocío que yacía muerto sobre las hojas de los árboles, el cántico tenebroso de las criaturas que se encontraban refugiadas en la oscuridad, pero sobre todas ellas, había tan solo un aroma que no perdí por un solo instante. Olor a vida, olor fresco de una herida, aún abierta. Aguardé pacientemente.
Me encontraba a salvo bajo la copa de un frondoso árbol, me mantuve oculta, era una sola con la noche, si bien llevaba días sin alimentarme, debía ser precavida. Las cosas no eran como en Italia. Reposé mi peso sobre las piernas colocándome en cuclillas, era tan solo un testigo de esta bienvenida. Entonces la luna avanzaba lentamente por el firmamento y mostró su rostro brillante y plateado, derramando su tibio rayo de luz sobre el claro que formaban los majestuosos árboles que daban contorno al bosque. El sonido del galope provenía de un bello ejemplar que traía consigo a un hombre aparentemente caído.
Entonces descubrí la fuente de tan peculiar olor, noté que no venía del todo consciente puesto que apenas se mantenía sobre el lomo del caballo. Aguardé unos segundos, en otro tiempo me hubiera lanzado sin pensarlo dos veces sobre él. Pero había dejado de ser una neófita hace tiempo. Bajé lentamente del árbol usando mi don de la levitación y mantuve una distancia discreta entre nosotros. Noté que su herida era profunda y caminé hacia el intentando acercarme lo más que pude. Apenas roce al cuadrúpedo tratando tranquilizarle. Su jinete moribundo de tez muy clara y cabellos rubios me recordaron en cierto modo la inocencia que yo había perdido en mis días como mortal.
El claro de luna me permitió ver el lugar de su herida, claramente llevaba un par de horas así y sin duda moriría si no hacía algo al respecto. No iba a alimentarme de él, eso siempre lo tuve claro, pero tampoco tenía la necesidad de salvarlo, era un extraño, como si la noche lo hubiera enviado hasta mí. ¿Pero qué sucedía conmigo? ¿Por qué me importaba tanto la suerte de aquel jovencito? Opté por mantenerme de pie y observar, no reaccionaba como era de esperarse, el cansancio y el dolor le habían vencido en su peregrinar por el bosque. De manera inesperada me vi bajando su cuerpo del caballo al que até a un árbol. Llevé al muchacho al lago que se encontraba cercano y le quité parte de su ropaje para hallar la raíz de la herida, recogí mi cabello en una cola y desgarré parte de mi abrigo para tratar de aplicar vendajes en su piel.
Era todo lo que podía hacer por ahora, tampoco le iba a llevar a un lugar seguro, no era responsabilidad mía. Aunque confieso que la tonalidad de sus colores áuricos me decían que mi acción no estaba del todo mal, que había algo en ese cazador perdido que me regresarían las fuerzas que yo hace tiempo había perdido. En mi regreso a Francia desde hace un par de años no había visto a un joven como él. Rocé sus labios con mis dedos, aún estaban tibios. Me senté a su lado a esperar, a vigilar sus sueños ¿Qué deseos o temores aguardaban tras esa fachada? Tan solo me limité a contemplarle, a esperar que despertara de su letargo. **
Me encontraba a salvo bajo la copa de un frondoso árbol, me mantuve oculta, era una sola con la noche, si bien llevaba días sin alimentarme, debía ser precavida. Las cosas no eran como en Italia. Reposé mi peso sobre las piernas colocándome en cuclillas, era tan solo un testigo de esta bienvenida. Entonces la luna avanzaba lentamente por el firmamento y mostró su rostro brillante y plateado, derramando su tibio rayo de luz sobre el claro que formaban los majestuosos árboles que daban contorno al bosque. El sonido del galope provenía de un bello ejemplar que traía consigo a un hombre aparentemente caído.
Entonces descubrí la fuente de tan peculiar olor, noté que no venía del todo consciente puesto que apenas se mantenía sobre el lomo del caballo. Aguardé unos segundos, en otro tiempo me hubiera lanzado sin pensarlo dos veces sobre él. Pero había dejado de ser una neófita hace tiempo. Bajé lentamente del árbol usando mi don de la levitación y mantuve una distancia discreta entre nosotros. Noté que su herida era profunda y caminé hacia el intentando acercarme lo más que pude. Apenas roce al cuadrúpedo tratando tranquilizarle. Su jinete moribundo de tez muy clara y cabellos rubios me recordaron en cierto modo la inocencia que yo había perdido en mis días como mortal.
El claro de luna me permitió ver el lugar de su herida, claramente llevaba un par de horas así y sin duda moriría si no hacía algo al respecto. No iba a alimentarme de él, eso siempre lo tuve claro, pero tampoco tenía la necesidad de salvarlo, era un extraño, como si la noche lo hubiera enviado hasta mí. ¿Pero qué sucedía conmigo? ¿Por qué me importaba tanto la suerte de aquel jovencito? Opté por mantenerme de pie y observar, no reaccionaba como era de esperarse, el cansancio y el dolor le habían vencido en su peregrinar por el bosque. De manera inesperada me vi bajando su cuerpo del caballo al que até a un árbol. Llevé al muchacho al lago que se encontraba cercano y le quité parte de su ropaje para hallar la raíz de la herida, recogí mi cabello en una cola y desgarré parte de mi abrigo para tratar de aplicar vendajes en su piel.
Era todo lo que podía hacer por ahora, tampoco le iba a llevar a un lugar seguro, no era responsabilidad mía. Aunque confieso que la tonalidad de sus colores áuricos me decían que mi acción no estaba del todo mal, que había algo en ese cazador perdido que me regresarían las fuerzas que yo hace tiempo había perdido. En mi regreso a Francia desde hace un par de años no había visto a un joven como él. Rocé sus labios con mis dedos, aún estaban tibios. Me senté a su lado a esperar, a vigilar sus sueños ¿Qué deseos o temores aguardaban tras esa fachada? Tan solo me limité a contemplarle, a esperar que despertara de su letargo. **
Anne-Lise Buchanan- Humano Clase Alta
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Re: La Marca Escarlata [ Sidney Kylian Gallach]
"El claro del bosque le regaló el mejor de los días soleados que jamás vio en su corta vida. Sidney jugaba con su hermana en el verde pasto recién cortado del jardín de su casa. Un perro ladraba alegremente correteando a su lado y la voz de su madre que les llamaba para comer, a lo lejos. Un día de campo con la familia en donde nada podía salir mal. Sin embargo, de improviso, el cielo azul comenzó a llenarse de nubarrones, el viento sopló con fuerza llevándose a su paso la ropa blanca que se encontraba colgada fuera de la casa y la lluvia arremetiendo con fuerza. Sidney miró a su alrededor tratando de encontrar a su hermana pequeña, pero no la encontró por ningún lado. Ya no había verdes prados, solo oscuridad y una presencia extraña adelante, que lo miraba con ojos ensangrentados. Una bestia descomunal y peluda que tenía atrapada a su hermana en sus grandes fauces. Sidney gritó y trató de correr a salvarla pero aquella criatura aulló ocasionando que su piel se erizara del miedo. Segundos después la cabeza de su hermana rodó hasta sus pies con la mirada perdida hacia ningún punto en particular"
–¡No! – Gritó despertando de aquella terrible pesadilla, llevando su mano a su costado en el acto. Un fuerte dolor comenzó a taladrarle los sentidos, obligándolo a arquearse por el dolor. No podía enfocar la vista porque todo se le presentó borroso, únicamente podía notar el olor a tierra mojada y el viento colarse entre el follaje de los árboles, haciendo ese ruido característico de las hojas chocando unas con otras. Su brazo izquierdo quiso hacer el acto heroico de ayudarle a ponerse de pie pero no lo consiguió. Tuvo que permanecer tirado en la tierra tratando de controlar su respiración, aguantando las fuertes punzadas de la herida. Poco a poco iba recobrando la conciencia y acordándose de todo lo ocurrido: Había sido atacado por un oso. Un maldito oso hambriento que quiso alimentarse con su cuerpo. Pero… ¿No se suponía que debía morir? ¿Dónde se encontraba? ¿Acaso se encontraba en el más allá? ¿Así se sentía? La respuesta era: No. No estaba muerto. El dolor seguía más vivo que nunca… Pero sólo sería cuestión de tiempo entre estar moribundo, y pasar a otro plano existencial: ¿El cielo o el infierno? Había matado a tantas criaturas a su paso, que seguramente ya tenía un boleto al infierno, sin posibilidad de retorno.
Sidney parpadeó un par de veces más antes de volver a tener una visión digna, aunque todo parecía darle vueltas. Se sentía sumamente débil y… ¡Por Dios! ¡Bilbo! ¿Dónde estaba su caballo? Importándole poco aullar de dolor, logró levantar el torso tratando de localizarlo, porque le pareció haberle escuchado relinchar a corta distancia. Pero lo que encontró no fue a su adorado caballo, sino a una hermosa chica que lo veía con curiosidad desde el otro lado. Ésta situación lo sacó de balance, porque la palidez del rostro de la mujer, la manera en cómo lo observaba, le daban la clara idea de que se trataba de una criatura de la noche: Una Vampira. No puedo sentirse más desafortunado. La sangre la habría atraído y por consiguiente se alimentaría de él, arrebatándole lo poco que le quedaba de vida. Volvió a echarse en el suelo. No tenía ya las fuerzas para defenderse. Moriría de cualquier forma.
–Sólo… hazlo rápido… Pero… no lastimes a mi caballo, por favor – Pediría clemencia para Bilbo. Su único amigo fiel, quien le acompañó en todas sus aventuras como cazador, mismo que merecía conservar su vida por lealtad. Lo último que atinó a hacer fue descubrir su cuello con lentitud y girarlo para que lo que aquella vampira fuera a hacer, lo hiciera rápido y terminar con todo de una vez. Sidney era de aquellos hombres que no había nacido para sufrir. La herida le producía mucho sufrimiento y dolor insoportables. Mientras más rápido falleciera mejor.
–¡No! – Gritó despertando de aquella terrible pesadilla, llevando su mano a su costado en el acto. Un fuerte dolor comenzó a taladrarle los sentidos, obligándolo a arquearse por el dolor. No podía enfocar la vista porque todo se le presentó borroso, únicamente podía notar el olor a tierra mojada y el viento colarse entre el follaje de los árboles, haciendo ese ruido característico de las hojas chocando unas con otras. Su brazo izquierdo quiso hacer el acto heroico de ayudarle a ponerse de pie pero no lo consiguió. Tuvo que permanecer tirado en la tierra tratando de controlar su respiración, aguantando las fuertes punzadas de la herida. Poco a poco iba recobrando la conciencia y acordándose de todo lo ocurrido: Había sido atacado por un oso. Un maldito oso hambriento que quiso alimentarse con su cuerpo. Pero… ¿No se suponía que debía morir? ¿Dónde se encontraba? ¿Acaso se encontraba en el más allá? ¿Así se sentía? La respuesta era: No. No estaba muerto. El dolor seguía más vivo que nunca… Pero sólo sería cuestión de tiempo entre estar moribundo, y pasar a otro plano existencial: ¿El cielo o el infierno? Había matado a tantas criaturas a su paso, que seguramente ya tenía un boleto al infierno, sin posibilidad de retorno.
Sidney parpadeó un par de veces más antes de volver a tener una visión digna, aunque todo parecía darle vueltas. Se sentía sumamente débil y… ¡Por Dios! ¡Bilbo! ¿Dónde estaba su caballo? Importándole poco aullar de dolor, logró levantar el torso tratando de localizarlo, porque le pareció haberle escuchado relinchar a corta distancia. Pero lo que encontró no fue a su adorado caballo, sino a una hermosa chica que lo veía con curiosidad desde el otro lado. Ésta situación lo sacó de balance, porque la palidez del rostro de la mujer, la manera en cómo lo observaba, le daban la clara idea de que se trataba de una criatura de la noche: Una Vampira. No puedo sentirse más desafortunado. La sangre la habría atraído y por consiguiente se alimentaría de él, arrebatándole lo poco que le quedaba de vida. Volvió a echarse en el suelo. No tenía ya las fuerzas para defenderse. Moriría de cualquier forma.
–Sólo… hazlo rápido… Pero… no lastimes a mi caballo, por favor – Pediría clemencia para Bilbo. Su único amigo fiel, quien le acompañó en todas sus aventuras como cazador, mismo que merecía conservar su vida por lealtad. Lo último que atinó a hacer fue descubrir su cuello con lentitud y girarlo para que lo que aquella vampira fuera a hacer, lo hiciera rápido y terminar con todo de una vez. Sidney era de aquellos hombres que no había nacido para sufrir. La herida le producía mucho sufrimiento y dolor insoportables. Mientras más rápido falleciera mejor.
Sidney Kylian Gallagher- Cazador Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 11/08/2013
Localización : París, Francia.
Re: La Marca Escarlata [ Sidney Kylian Gallach]
** Tenía la mente en blanco y de un momento a otro los recuerdos de mi pasado tomaron posesión en los pasillos grisáceos de mi atormentada mente. Miré con desgano mis manos cubiertas por los guantes, sentía a la perfección el frío de la piel cubrir mis cicatrices horribles que cortaban mi tacto. Estaban tan lejos de eso ahora, tan segura y orgullosa de mi nueva condición vampírica, el bastardo que me dio don oscuro yacía seguramente en el olvido y yo había muerto para renacer en esta ciudad. Me cercioré que mi acompañante estuviera con vida aún y me levanté a conseguir unas cuantas ramas para producir fuego, una vez más estaba frente a aquel elemento peligroso para los de mi especie. Sonreí apenas y pensé que era un estúpida al creer que podría dañarme como antes. Caminé de regreso a lago y de paso le brinde una caricia al equino que permanecía quieto donde lo había dejado.
Coloqué las ramas a un lado mío para brindar un poco de calor al cuerpo del joven, le miré en la corta distancia que nos separaba y noté que este estaba despertando, los quejidos no se hicieron esperar y apenas podía moverse para notar o recordar lo que había sucedido. Se movía lento pero en su mirada noté el terror o quizá era una forma de rendirse a la situación que lo rodeaba. Me pidió de una manera cortes que terminara con su vida sin hacerle sufrir más de la cuenta. Estaba delirando quizás si pensaba que yo me alimentaria de su sangre o le pondría punto final a su agonía. Nunca fue mi prioridad. De ser así ni siquiera estaría ahí junto a mí. Reí ligeramente y me dispuse a encender una fogata.
-¿De verdad crees que voy a hacerte daño? -Le dije en un tono un poco arrogante quizás y me acerque a él.
-No tienes tanta suerte como para morir en mis manos. – Susurré en su oído mientras le daba una pequeña palmada en la mejilla.
Caminé hacia el lago y terminé por quitarme la gabardina que ahora me resultaba inservible. Mojé la misma en el agua cristalina y regresé a cambiar los vendajes improvisados que había colocado en la herida del joven, más le valía cooperar si deseaba seguir con vida. Le quité sus ropajes ensangrentados y noté que me observaba mientras yo hacía lo propio, había visto a mi nana colocar estos vendajes a mi padre cuando solía caerse del caballo en la mansión. Así que no sería difícil curarle. Recorrí con mis dedos su piel pálida y pensé que le había causado semejante daño. Cuando terminé de cambiar las telas, me senté junto a él con la esperanza de que mi presencia dejara de ser una amenaza.
-Si voy a esperar a que puedas ponerte de pie nuevamente lo justo es que te presentes conmigo. –Mi nombre es Ninon. Pronuncié con una amabilidad que pensé había perdido y sonreí ligeramente. **
Coloqué las ramas a un lado mío para brindar un poco de calor al cuerpo del joven, le miré en la corta distancia que nos separaba y noté que este estaba despertando, los quejidos no se hicieron esperar y apenas podía moverse para notar o recordar lo que había sucedido. Se movía lento pero en su mirada noté el terror o quizá era una forma de rendirse a la situación que lo rodeaba. Me pidió de una manera cortes que terminara con su vida sin hacerle sufrir más de la cuenta. Estaba delirando quizás si pensaba que yo me alimentaria de su sangre o le pondría punto final a su agonía. Nunca fue mi prioridad. De ser así ni siquiera estaría ahí junto a mí. Reí ligeramente y me dispuse a encender una fogata.
-¿De verdad crees que voy a hacerte daño? -Le dije en un tono un poco arrogante quizás y me acerque a él.
-No tienes tanta suerte como para morir en mis manos. – Susurré en su oído mientras le daba una pequeña palmada en la mejilla.
Caminé hacia el lago y terminé por quitarme la gabardina que ahora me resultaba inservible. Mojé la misma en el agua cristalina y regresé a cambiar los vendajes improvisados que había colocado en la herida del joven, más le valía cooperar si deseaba seguir con vida. Le quité sus ropajes ensangrentados y noté que me observaba mientras yo hacía lo propio, había visto a mi nana colocar estos vendajes a mi padre cuando solía caerse del caballo en la mansión. Así que no sería difícil curarle. Recorrí con mis dedos su piel pálida y pensé que le había causado semejante daño. Cuando terminé de cambiar las telas, me senté junto a él con la esperanza de que mi presencia dejara de ser una amenaza.
-Si voy a esperar a que puedas ponerte de pie nuevamente lo justo es que te presentes conmigo. –Mi nombre es Ninon. Pronuncié con una amabilidad que pensé había perdido y sonreí ligeramente. **
Anne-Lise Buchanan- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/09/2013
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