AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Réquiem | Privado: Sidney Kylian Gallach
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Réquiem | Privado: Sidney Kylian Gallach
Réquiem
—Ya sabes qué debes hacer con los cadáveres.— El vampiro acomodó su rubia cabellera con tanta lentitud que casi parecía que el mundo se detenía únicamente para contemplar su imponente presencia.
—Deshacerme de ellos, señor. — Respondí rápidamente sin un dejo de vacilación en mi voz.
—Aprendes rápido Robat.— El vampiro descendió los escalones con tanta gracia que parecía flotar en el aire. Tomó mi rostro entre sus manos y me miró fijamente a los ojos. —Realmente quieres ser un vampiro, ¿no, Robat?—
—Es lo que más deseo señor.— Miré hacia un lado incapaz de sostenerle la mirada a tan magnánimo ser.
***
—Es lo que más deseo señor…— Las noche es fría, fría como ninguna otra. No puedo sentirla pero lo veo en las hojas de los árboles que parecen haberse petrificado con los implacables vientos helados. Ninguna criatura se asoma a mi paso, todo está calmado, en total silencio, como si el bosque mismo nos hubiera estado esperando. Camino lentamente, no tengo ningún apuro porque esto no se parece en nada a mi pasado. No debo llegar rápido a casa a frotarle la espalda a nadie mientras toma un baño, no debo apurarme porque tengo que cumplir un horario para así evitar recibir una paliza. No tengo que hacer nada y es precisamente esa sensación de vacío la que últimamente me ha hecho sentir tan… ¿solo?
El terreno se vuelve irregular a medida que vamos adentrándonos al corazón del bosque, la tierra es húmeda y la vegetación mucho más densa. Sigo deslizándome por aquellos lares como un espectro cuando algo detiene mi andar. Mi primera reacción es mirar hacia al frente con expresión cansina y luego mirar hacia atrás, con odio, a la causante de mi demora. Su cráneo se había atorado entre dos ramas y eso me impide seguir arrastrando su cuerpo. —Perdóname. — Me acuclillo rápidamente a su lado y, antes de liberar su cráneo, me dedico a contemplarla por un momento. La muerte aún no ha doblegado su belleza, su piel ha palidecido pero sus facciones siguen intactas. Recorro con la palma de mi mano, y con absoluta delicadeza, sus mejillas y me convenzo nuevamente de que es realmente hermosa.
—Lo siento.— Déjà vu. Mi cuerpo se paraliza y mis ojos se abren como si acabara de tener una epifanía. ¿Cuántas veces he vivido esta escena?, ¿cuántas veces he intentado disculparme de aquellos seres a quienes, sin deseo alguno, les he hecho daño y no he recibido respuesta? Nunca recibo respuesta y esta ocasión no iba a ser diferente. La miro con desprecio y recuerdo las palabras de mi madre mientras me pongo de pie. Ella decía que el camino a la inmortalidad era duro, que sufriría mucho y mi mente sería la más lastimada, pero no debía dejarme vencer. He matado mucha gente, lo sé; y si debo pagar… pagaré. Pero si no he sido castigado aún, es porque aún no es mi hora. Además, yo sólo estaba alimentándome.
Retomo mi andar esta vez arrastrándola sin misericordia, descargando toda la ira que siento por el mundo en ella. Aquel mundo que no ha hecho más que llenar mi cabeza de remordimiento cuando lo único que he pretendido es cumplir los deseos de mi hermosa madre. He sido el mejor de los hijos, la he obedecido hasta el final y nadie tiene el derecho de señalarme y acusarme de ser un monstruo sin sentimientos. Suspiro agotado. Necesitaba tanto hablar con alguien.
Y mis deseos parecieron materializarse. Aquel sonido de flecha rompiendo el viento, fue como una luz en mi camino y levanto la mirada, rápidamente, al joven que ha entrado en escena. En su mente se perfilan pensamientos de desconfianza y pánico y tomo conciencia de que tal vez no tengo la mejor apariencia. No ha sido una buena noche.
—¿Tú también eres cazador?— Suelto el pie de la dama dejando el cadáver encima de una cama de hojas secas mientras me acerco a saludar como corresponde. —No voy a hacerte daño. — Levanto mis manos en señal de paz y mi rostro forma una mueca de desesperación que intento ocultar en una falsa sonrisa. —Sólo quiero hablar. —
Última edición por Robat Buckland el Dom Nov 03, 2013 3:34 pm, editado 1 vez
Robat Buckland- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Localización : París, Francia
Re: Réquiem | Privado: Sidney Kylian Gallach
La semana anterior estuvo cargada de muchas aventuras en la vida de Sidney. Logró salir ileso en aquel plan trazado para matar a un par de licántropos de poca monta a quienes estudió alrededor de dos semanas, y con ello renació la esperanza de encontrar a la asesina de su hermana. Aquel sitió parecía ser el lugar idóneo para la caza, pues al parecer las jaurías, eran más grandes que en cualquier otro sitio conocido. Los licántropos raras veces viajan solos. No son como los vampiros que son más dados a viajar por su cuenta. Ahí radicaba la peligrosidad del enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Sidney no se podía comparar en fuerza, ni remotamente con aquellos ejemplares peludos que le robaban el sueño o quienes eran personajes activos en sus pesadillas.
Siendo un “humano especial” como se autodenomina, de cualquier forma debe recobrar fuerzas llevando algo de alimento a su cuerpo – esto sobre todo – Porque dormir y asearse lo hace sin ninguna dificultad al aire libre, gracias a las comodidades que la naturaleza le ofrece. Es un individuo tranquilo que no extraña las comodidades hogareñas, porque está acostumbrado a la rudeza de la vida. Aquella academia militar a la cuál fue obligado a asistir – en lugar de derrotarlo – lo fortaleció aún más. En cuerpo y en espíritu, sumado a la esperanza de volver a ver algún día a su hermano con la frente en alto y poder decirle a la cara: Misión cumplida. Un subsecuente abrazo y una larga tarde charlando de las aventuras vividas a lo largo de toda la separación.
Con una sonrisa reflejada en su rostro y a todo galope, se lanzó a la caza de su próxima cena. Un par de ardillas, conejos o palomas serían un auténtico festín al paladar. Sacó cuidadosamente su ballesta – su premio en un juego de cartas cardíaco – colocó con suma minuciosidad la flecha, la atrancó y prosiguió su camino, alerta ante cualquier movimiento. Ya la noche comenzaba a caer. Los últimos rayos del sol se colaban tímidos entre el follaje de los inmensos árboles, y con esto la llegada inevitable de la noche. Sidney debía darse prisa o se quedaría sin cenar una vez más.
–Calma estómago, calma. Pronto recibirás una deliciosa recompensa.
Una parvada de aves alzó el vuelo muy cerca de su ubicación, alertándolo. Enfocó a un par de ellas en lo alto, pero para su desgracia se perdieron de vista con rapidez. Otro grupo más se posó en un árbol lejano, sobre una rama gruesa, haciéndola panda. Si se arcaba unos metros más sin hacer ruido, el ángulo de disparo sería idóneo y con esto la tan ansiada futura cena. Bilbo avanzó lentamente haciendo equipo con Sidney. Sus pisadas eran discretas, lentas, firmes…
–Así es… Muy bien, ya te tengo en la mira… ¡Te tengo!
Un ruido estridente hizo eco en el bosque, ocasionando que las aves emprendieran el vuelo. La flecha de Sidney – como era de esperarse – no se incrustó en el blanco, sino en medio de un grueso tronco de árbol. El rostro desencajado de Sidney no se hizo esperar, pues había fallado por escasos centímetros. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue el individuo que se encontraba a pocos metros de él. ¿Qué hacía aquél hombre en medio de la nada? Dudó en acercarse, porque si algo sabía en la vida, es que nadie se adentraba en un sitio como ése a menos que fueras una criatura sobrenatural o estés tratando de esconder evidencia. Lo último parecía ser más factible, pues a los pies del hombre, se encontraba el cuerpo de una mujer. Bilbo comenzó a ponerse nervioso, y Sidney dudó en acercarse. También dudó de las palabras de aquel sujeto, que aunque acababa de decirle que no le haría daño, las evidencias refutaban sus aseveraciones.
Lo estudió de arriba abajo en segundos. La experiencia le decía que se trataba de un vampiro que acababa de alimentarse. Él no tenía nada en contra de aquellas criaturas, pero él era un humano y como tal, con litros de sangre preciosa circulando por su cuerpo. Mala suerte la suya interrumpir a un colmilludo alimentándose. Lo mejor sería ser cortés y retirarse se ahí si la suerte estaba de su lado,
–Lamento haberle interrumpido, camarada. Daré la media vuelta y aquí no pasó nada. Buenas noches.- Sujetó con fuerzas las riendas de bilbo para llevarle hacia la dirección contraria.
Siendo un “humano especial” como se autodenomina, de cualquier forma debe recobrar fuerzas llevando algo de alimento a su cuerpo – esto sobre todo – Porque dormir y asearse lo hace sin ninguna dificultad al aire libre, gracias a las comodidades que la naturaleza le ofrece. Es un individuo tranquilo que no extraña las comodidades hogareñas, porque está acostumbrado a la rudeza de la vida. Aquella academia militar a la cuál fue obligado a asistir – en lugar de derrotarlo – lo fortaleció aún más. En cuerpo y en espíritu, sumado a la esperanza de volver a ver algún día a su hermano con la frente en alto y poder decirle a la cara: Misión cumplida. Un subsecuente abrazo y una larga tarde charlando de las aventuras vividas a lo largo de toda la separación.
Con una sonrisa reflejada en su rostro y a todo galope, se lanzó a la caza de su próxima cena. Un par de ardillas, conejos o palomas serían un auténtico festín al paladar. Sacó cuidadosamente su ballesta – su premio en un juego de cartas cardíaco – colocó con suma minuciosidad la flecha, la atrancó y prosiguió su camino, alerta ante cualquier movimiento. Ya la noche comenzaba a caer. Los últimos rayos del sol se colaban tímidos entre el follaje de los inmensos árboles, y con esto la llegada inevitable de la noche. Sidney debía darse prisa o se quedaría sin cenar una vez más.
–Calma estómago, calma. Pronto recibirás una deliciosa recompensa.
Una parvada de aves alzó el vuelo muy cerca de su ubicación, alertándolo. Enfocó a un par de ellas en lo alto, pero para su desgracia se perdieron de vista con rapidez. Otro grupo más se posó en un árbol lejano, sobre una rama gruesa, haciéndola panda. Si se arcaba unos metros más sin hacer ruido, el ángulo de disparo sería idóneo y con esto la tan ansiada futura cena. Bilbo avanzó lentamente haciendo equipo con Sidney. Sus pisadas eran discretas, lentas, firmes…
–Así es… Muy bien, ya te tengo en la mira… ¡Te tengo!
Un ruido estridente hizo eco en el bosque, ocasionando que las aves emprendieran el vuelo. La flecha de Sidney – como era de esperarse – no se incrustó en el blanco, sino en medio de un grueso tronco de árbol. El rostro desencajado de Sidney no se hizo esperar, pues había fallado por escasos centímetros. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue el individuo que se encontraba a pocos metros de él. ¿Qué hacía aquél hombre en medio de la nada? Dudó en acercarse, porque si algo sabía en la vida, es que nadie se adentraba en un sitio como ése a menos que fueras una criatura sobrenatural o estés tratando de esconder evidencia. Lo último parecía ser más factible, pues a los pies del hombre, se encontraba el cuerpo de una mujer. Bilbo comenzó a ponerse nervioso, y Sidney dudó en acercarse. También dudó de las palabras de aquel sujeto, que aunque acababa de decirle que no le haría daño, las evidencias refutaban sus aseveraciones.
Lo estudió de arriba abajo en segundos. La experiencia le decía que se trataba de un vampiro que acababa de alimentarse. Él no tenía nada en contra de aquellas criaturas, pero él era un humano y como tal, con litros de sangre preciosa circulando por su cuerpo. Mala suerte la suya interrumpir a un colmilludo alimentándose. Lo mejor sería ser cortés y retirarse se ahí si la suerte estaba de su lado,
–Lamento haberle interrumpido, camarada. Daré la media vuelta y aquí no pasó nada. Buenas noches.- Sujetó con fuerzas las riendas de bilbo para llevarle hacia la dirección contraria.
Última edición por Sidney Kylian Gallach el Mar Oct 29, 2013 8:15 am, editado 1 vez
Sidney Kylian Gallagher- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/08/2013
Localización : París, Francia.
Re: Réquiem | Privado: Sidney Kylian Gallach
Miedo. Puedo sentir el miedo recorrer el cuerpo de aquel joven que se encuentra ante mis ojos. No debe tener más de veinte años de edad según mis cálculos, aunque en mi estado no confío mucho en mi instinto. Sus ojos claros destellaban como dos luceros en aquella noche llena de penumbras. Sus cejas son pobladas otorgándole un aspecto misterioso, y sus labios gruesos que no dejaba de relamer producto de la tensión del momento. Cierro mis ojos suavemente y disfruto de la sinfonía de su corazón. Late fuerte, más fuerte de lo que un corazón humano debe latir y con cada paso que doy el ritmo se acelera más y más. Es inevitable no recordar los días en que mi corazón latía igual de fuerte. Cuando mataron a mi madre y corrí por el bosque en búsqueda del lugar seguro, teniendo sólo un viejo mapa pintado en tela como guía. Cuando me embarqué rumbo a Europa con la cantidad justo de dinero para sobrevivir no más de una semana. Cuando escuché sobre el clan de vampiros que habitaban en aquel olvidado teatro en el centro de Italia. Cuando… cuando estaba vivo.
Mis ojos se abren de golpe chocando con su mirada. Estoy a escasos metros de él y puedo ver con mayor precisión sus facciones. Aparentemente no me he equivocado en su edad. Observo con deleite su cuello y como su vena palpita sin siquiera él poder controlarla. Lo escucho repetirse en su mente que debe estar tranquilo, lo escucho suplicando para que su caballo conserve la calma porque piensa que su inquietud me está poniendo nervioso. Lo escucho pensar en sus armas, en atravesar mi corazón con su ballesta pero teme que yo sea más rápido y le de muerte antes. Maldice por haber salido esa noche cuando ni siquiera estaba programado, al parecer tuvo un mal día y únicamente buscaba despejar su mente con una buena caza.
Sin embargo yo sólo me limito a observarlo, como si su imagen pudiera de alguna manera devolverme mi mortalidad. Como si pudiera sentirme más humano. —No hagas eso. — Hablo por fin, entorpeciendo un movimiento de su mano que tiene por finalidad agarrar su ballesta. —No hagas eso, no te mentí cuando dije que no pienso hacerte daño. — Siento sus músculos haciendo oposición a mi movimiento, pero termina por darse por vencido al aceptar mi fuerza superior, no sin antes lanzar un par de maldiciones por haber amedrentado su orgullo. —Tú…— Mi mano danza por el aire como si se tratara de un pañuelo que ondea víctima de las ráfagas de viento hasta posarse en la garganta del cazador. Acaricio su piel como quien acaricia un suave vestido de seda y ladeo mi cabeza para embelesarme con la belleza de su mortalidad, la emoción de su existencia efímera y el bombear de su corazón que llevaba sangre a cada rincón de su cuerpo en señal de alerta. —… estás tan vivo. — Lo obligado a inclinar su cabeza hacia atrás y hago que mis dedos caminen por su cuello con paso tortuosamente lento.
—Extraño estar vivo.— Confieso sin miedo a que tal vez el cosmos lleve el mensaje a mi madre y mi progenitora sienta que estoy flaqueando. Pero no pude evitarlo, aquellas palabras abandonaron mi boca y siento como si hubiera acabado de vomitar una podredumbre que hasta ese entonces habitaba en mi interior. Me separo de él de inmediato y ahora en su mente únicamente se puede leer confusión. ¿Qué me está pasando?
Mis ojos se abren de golpe chocando con su mirada. Estoy a escasos metros de él y puedo ver con mayor precisión sus facciones. Aparentemente no me he equivocado en su edad. Observo con deleite su cuello y como su vena palpita sin siquiera él poder controlarla. Lo escucho repetirse en su mente que debe estar tranquilo, lo escucho suplicando para que su caballo conserve la calma porque piensa que su inquietud me está poniendo nervioso. Lo escucho pensar en sus armas, en atravesar mi corazón con su ballesta pero teme que yo sea más rápido y le de muerte antes. Maldice por haber salido esa noche cuando ni siquiera estaba programado, al parecer tuvo un mal día y únicamente buscaba despejar su mente con una buena caza.
Sin embargo yo sólo me limito a observarlo, como si su imagen pudiera de alguna manera devolverme mi mortalidad. Como si pudiera sentirme más humano. —No hagas eso. — Hablo por fin, entorpeciendo un movimiento de su mano que tiene por finalidad agarrar su ballesta. —No hagas eso, no te mentí cuando dije que no pienso hacerte daño. — Siento sus músculos haciendo oposición a mi movimiento, pero termina por darse por vencido al aceptar mi fuerza superior, no sin antes lanzar un par de maldiciones por haber amedrentado su orgullo. —Tú…— Mi mano danza por el aire como si se tratara de un pañuelo que ondea víctima de las ráfagas de viento hasta posarse en la garganta del cazador. Acaricio su piel como quien acaricia un suave vestido de seda y ladeo mi cabeza para embelesarme con la belleza de su mortalidad, la emoción de su existencia efímera y el bombear de su corazón que llevaba sangre a cada rincón de su cuerpo en señal de alerta. —… estás tan vivo. — Lo obligado a inclinar su cabeza hacia atrás y hago que mis dedos caminen por su cuello con paso tortuosamente lento.
—Extraño estar vivo.— Confieso sin miedo a que tal vez el cosmos lleve el mensaje a mi madre y mi progenitora sienta que estoy flaqueando. Pero no pude evitarlo, aquellas palabras abandonaron mi boca y siento como si hubiera acabado de vomitar una podredumbre que hasta ese entonces habitaba en mi interior. Me separo de él de inmediato y ahora en su mente únicamente se puede leer confusión. ¿Qué me está pasando?
Robat Buckland- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Localización : París, Francia
Re: Réquiem | Privado: Sidney Kylian Gallach
Sidney no creyó en las palabras de aquél vampiro. Era bien sabido que por más ancestral que hubiera sido la criatura en cuestión, el deseo de la sangre siempre estaría presente por toda la eternidad. Así que por un mero impulso humano, trató de hacerse con su ballesta – su mejor arma en aquel instante – haciendo un pequeño, pero perceptible movimiento de mano para el vampiro. Fue más por su instinto de supervivencia que por otra cosa, porque bien sabía que estando tan cerca, era casi imposible luchar contra un ser que le triplicaba la fuerza. Al menos tenía que intentarlo y no dejarle las cosas tan fáciles, aunque el hombre con colmillos le dijera que no le pasaría absolutamente nada.
Por un absurdo instante creyó que sus palabras encerrarían algo de razón, y aun cuando estaba molesto consigo mismo por no haber podido darle caza al ave, aflojó el agarre. Sin embargo, inmediatamente después de esto, ocurrió algo que lo sacó de balance: Su cuello fue aprendido por una musculosa mano gélida, que le puso los cabellos de punta. La primera reacción de Sidney fue llevar la propia por encima de la del vampiro, tratando de apartarla, sin tener ninguna clase de resultado. Bilbo, su caballo comenzó a moverse nervioso debajo de él, relinchando y golpeando con fuerza el suelo con sus patas traseras y delanteras. Kylian sólo esperaba que no emprendiera la huida causa del miedo, porque de ser así, terminaría colgando por el cuello, corriendo el grave riesgo de morir al instante, si no es que la sanguijuela hiciera un poco más de presión en la zona para fracturárselo al instante.
Del agarre, pasó a la caricia. Si, su cuello fue tortuosamente acariciado y al mismo tiempo siendo obligado a hacer su cabeza hacia atrás. Sidney no tuvo muchas opciones, más que hacerle caso a su mente, misma que le dijo que se mantuviera sereno, que no intentara otro estúpido movimiento como el anterior. Es así que dejó al vampiro hacer lo que quiso para mantenerlo “contento”, si es que acaso se pudiera utilizar ésta palabra. Fue la primera vez que estuvo tan cerca de un ser sobrenatural, y la adrenalina, - a causa del miedo – aceleró su corazón al máximo. Su instinto de supervivencia le dictó que tratara de conservar la calma. Situación por demás difícil, ya que otro humano cualquiera, hubiera rogando por su vida, meando los pantalones en el proceso.
Al escuchar las palabras del vampiro, muchas interrogantes comenzaron a inundarlo. ¿Acaso aquella criatura estaría teniendo un lapsus de arrepentimiento? ¿Escuchó bien cuando le oyó decir que extrañaba estar vivo? Quiso decir un par de palabras al respecto, pero no podía hablar, por el contrario, el oxígeno se le estaba yendo poco a poco de los pulmones, y comenzó a patalear para tratar de apartarlo por segunda vez. No fue sino hasta que el propio vampiro le soltó, que pudo dar una gran bocanada para captar el valioso oxígeno.
–Casi… ¡Casi me matas! – Carraspeó Sidney sumamente molesto respirando con dificultad, al momento de bajarse de su caballo, recargándose en él para mantener el equilibrio –. Dijiste… Dijiste que no me harías daño alguno. Sin embargo… estuviste a nada de arrancarme la vida… ¿Acaso no sabes cumplir las promesas? – tosió un par de veces más antes de volver a ponerse en guardia. ¿Qué estaba haciendo Sidney reprochándole al vampiro su proceder? ¿Buscando una segunda y última oportunidad para que finalmente el vampiro se decidiera a matarlo de una maldita vez por hablador e irreverente?
–Simplemente… -Masajeó su cuello mientras buscaba un espejo en el interior de la bolsa de viaje que siempre llevaba consigo a cualquier parte – Intenté buscar algo para cenar… más nada. No quise interrumpirte en lo que sea que estuvieras haciendo-. Trató de no pensar demasiado en lo que le había visto hacer. Dejando la mente en blanco le estaría ayudando a no ser catalogado como testigo presencial y futuro cadáver. -¡No puede ser! ¡Tus dedos se han quedado marcados en mi cuello! Espero que estés satisfecho-. Le dolía el cuello. Le dolía muchísimo, inclusive al pasar saliva. Sería un dolor que quizás le duraría días, inclusive semanas, no podría estar muy seguro, ya que nunca antes había estado al borde de la muerte.
Por un absurdo instante creyó que sus palabras encerrarían algo de razón, y aun cuando estaba molesto consigo mismo por no haber podido darle caza al ave, aflojó el agarre. Sin embargo, inmediatamente después de esto, ocurrió algo que lo sacó de balance: Su cuello fue aprendido por una musculosa mano gélida, que le puso los cabellos de punta. La primera reacción de Sidney fue llevar la propia por encima de la del vampiro, tratando de apartarla, sin tener ninguna clase de resultado. Bilbo, su caballo comenzó a moverse nervioso debajo de él, relinchando y golpeando con fuerza el suelo con sus patas traseras y delanteras. Kylian sólo esperaba que no emprendiera la huida causa del miedo, porque de ser así, terminaría colgando por el cuello, corriendo el grave riesgo de morir al instante, si no es que la sanguijuela hiciera un poco más de presión en la zona para fracturárselo al instante.
Del agarre, pasó a la caricia. Si, su cuello fue tortuosamente acariciado y al mismo tiempo siendo obligado a hacer su cabeza hacia atrás. Sidney no tuvo muchas opciones, más que hacerle caso a su mente, misma que le dijo que se mantuviera sereno, que no intentara otro estúpido movimiento como el anterior. Es así que dejó al vampiro hacer lo que quiso para mantenerlo “contento”, si es que acaso se pudiera utilizar ésta palabra. Fue la primera vez que estuvo tan cerca de un ser sobrenatural, y la adrenalina, - a causa del miedo – aceleró su corazón al máximo. Su instinto de supervivencia le dictó que tratara de conservar la calma. Situación por demás difícil, ya que otro humano cualquiera, hubiera rogando por su vida, meando los pantalones en el proceso.
Al escuchar las palabras del vampiro, muchas interrogantes comenzaron a inundarlo. ¿Acaso aquella criatura estaría teniendo un lapsus de arrepentimiento? ¿Escuchó bien cuando le oyó decir que extrañaba estar vivo? Quiso decir un par de palabras al respecto, pero no podía hablar, por el contrario, el oxígeno se le estaba yendo poco a poco de los pulmones, y comenzó a patalear para tratar de apartarlo por segunda vez. No fue sino hasta que el propio vampiro le soltó, que pudo dar una gran bocanada para captar el valioso oxígeno.
–Casi… ¡Casi me matas! – Carraspeó Sidney sumamente molesto respirando con dificultad, al momento de bajarse de su caballo, recargándose en él para mantener el equilibrio –. Dijiste… Dijiste que no me harías daño alguno. Sin embargo… estuviste a nada de arrancarme la vida… ¿Acaso no sabes cumplir las promesas? – tosió un par de veces más antes de volver a ponerse en guardia. ¿Qué estaba haciendo Sidney reprochándole al vampiro su proceder? ¿Buscando una segunda y última oportunidad para que finalmente el vampiro se decidiera a matarlo de una maldita vez por hablador e irreverente?
–Simplemente… -Masajeó su cuello mientras buscaba un espejo en el interior de la bolsa de viaje que siempre llevaba consigo a cualquier parte – Intenté buscar algo para cenar… más nada. No quise interrumpirte en lo que sea que estuvieras haciendo-. Trató de no pensar demasiado en lo que le había visto hacer. Dejando la mente en blanco le estaría ayudando a no ser catalogado como testigo presencial y futuro cadáver. -¡No puede ser! ¡Tus dedos se han quedado marcados en mi cuello! Espero que estés satisfecho-. Le dolía el cuello. Le dolía muchísimo, inclusive al pasar saliva. Sería un dolor que quizás le duraría días, inclusive semanas, no podría estar muy seguro, ya que nunca antes había estado al borde de la muerte.
Sidney Kylian Gallagher- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/08/2013
Localización : París, Francia.
Re: Réquiem | Privado: Sidney Kylian Gallach
Lo veo mover sus labios pero no consigo escuchar con exactitud sus palabras, noto el semblante de su cara perturbado pero no entiendo el por qué. ¿Qué ocurre?, ¿qué ha pasado? Acabo de decir que extraño estar vivo y aquello es lo único en lo que puedo pensar. ¿Por qué he dicho tal cosa?, ¿qué clase de fuerza está actuando en mí que últimamente me he sentido tan débil y abatido? Tal vez… tal vez sea Bael, su macabra presencia debilita mi psiquis y no creo poder tenerlo bajo control una eternidad.
Yo solía amar el mal, solía ver al miedo como mi alimento pero luego de tantos años de existencia mi fuerza mental se ha visto diezmada y lo único que necesito es paz. Paz que, ahora que lo pienso, jamás he experimentado. Mi vida ha sido un constante huir y correr por el mundo, perseguir ambiciones que no eran exactamente mías y a enterrar mi dignidad en lo más profundo de mi corazón para conseguirlas. Nunca he sido feliz y siento que me he dañado para siempre. ¿Y todo para qué? Para que mi madre, mi hermosísima madre, vea desde donde quiera que esté a su hijo inmortal.
Poco a poco los elementos que me rodean comienzan a materializarse y a dejar de ser una simple visión. Me doy cuenta que estoy en el bosque, que frente a mí se encuentra un joven al que al parecer he dañado y… Giro mi cabeza en diferentes direcciones hasta encontrar el cadáver de aquella damisela. Y que he dado muerte a una mujer para alimentarme. Pero no es cualquier mujer, sino… una mujer muy parecida a mi madre. Coloco mis manos juntas sobre mis labios y respiro fuertemente en repetidas ocasiones. ¿Qué significa todo esto?
—Lo siento.— Me apresuro en disculparme al ver cómo examinaba su cuello en donde claramente se notaban las marcas de mis dedos. Extrañado analizo mis manos y recuerdo que algunas centurias atrás todo mi cuerpo se ha convertido en una máquina asesina, y que mis contactos con humanos han sido escasos a lo largo de todos estos años por lo que jamás aprendí a modular mi fuerza. —Realmente… realmente no fue mi intención.— Tomo asiento al pie de un árbol y procuro colocarme en un ángulo en el cual no necesite ver a aquel cadáver.
—¿Puede llevársela?— Cubro mi rostro con mis antebrazos e intento enfocar mi mente en los pocos recuerdos alegres que tengo en mi memoria. —Llévesela por favor, no quiero verla.— Recuerdo mi viaje a Europa en aquel barco, recuerdo a aquella familia Canadiense que compartía algunos panes en el desayuno. Mi estómago gruñía porque había pasado ya varios días sin probar bocado alguno e, inconscientemente no dejaba de mirarlos con cierta envidia. En parte, lógicamente, por la comida; pero en parte por la felicidad y unión que emanaban. Su hijo menor me vio y me dedico una sonrisa que me delató con su madre. Ella también me miró, era una mujer hermosa; no tanto como mi madre pero era hermosa. Me sonrío y con un gesto de su mano me invitó a acercarme, pero yo… sólo salí corriendo.
—Llévesela, llévesela.— No he dejado de repetir.
Yo solía amar el mal, solía ver al miedo como mi alimento pero luego de tantos años de existencia mi fuerza mental se ha visto diezmada y lo único que necesito es paz. Paz que, ahora que lo pienso, jamás he experimentado. Mi vida ha sido un constante huir y correr por el mundo, perseguir ambiciones que no eran exactamente mías y a enterrar mi dignidad en lo más profundo de mi corazón para conseguirlas. Nunca he sido feliz y siento que me he dañado para siempre. ¿Y todo para qué? Para que mi madre, mi hermosísima madre, vea desde donde quiera que esté a su hijo inmortal.
Poco a poco los elementos que me rodean comienzan a materializarse y a dejar de ser una simple visión. Me doy cuenta que estoy en el bosque, que frente a mí se encuentra un joven al que al parecer he dañado y… Giro mi cabeza en diferentes direcciones hasta encontrar el cadáver de aquella damisela. Y que he dado muerte a una mujer para alimentarme. Pero no es cualquier mujer, sino… una mujer muy parecida a mi madre. Coloco mis manos juntas sobre mis labios y respiro fuertemente en repetidas ocasiones. ¿Qué significa todo esto?
—Lo siento.— Me apresuro en disculparme al ver cómo examinaba su cuello en donde claramente se notaban las marcas de mis dedos. Extrañado analizo mis manos y recuerdo que algunas centurias atrás todo mi cuerpo se ha convertido en una máquina asesina, y que mis contactos con humanos han sido escasos a lo largo de todos estos años por lo que jamás aprendí a modular mi fuerza. —Realmente… realmente no fue mi intención.— Tomo asiento al pie de un árbol y procuro colocarme en un ángulo en el cual no necesite ver a aquel cadáver.
—¿Puede llevársela?— Cubro mi rostro con mis antebrazos e intento enfocar mi mente en los pocos recuerdos alegres que tengo en mi memoria. —Llévesela por favor, no quiero verla.— Recuerdo mi viaje a Europa en aquel barco, recuerdo a aquella familia Canadiense que compartía algunos panes en el desayuno. Mi estómago gruñía porque había pasado ya varios días sin probar bocado alguno e, inconscientemente no dejaba de mirarlos con cierta envidia. En parte, lógicamente, por la comida; pero en parte por la felicidad y unión que emanaban. Su hijo menor me vio y me dedico una sonrisa que me delató con su madre. Ella también me miró, era una mujer hermosa; no tanto como mi madre pero era hermosa. Me sonrío y con un gesto de su mano me invitó a acercarme, pero yo… sólo salí corriendo.
—Llévesela, llévesela.— No he dejado de repetir.
Robat Buckland- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Localización : París, Francia
Re: Réquiem | Privado: Sidney Kylian Gallach
Sidney nunca tuvo la oportunidad de observar a un vampiro tan cerca. Mucho menos encontrarlo en tal estado de ¿abandono? Siempre había pensado que los chupasangres eran seres sin raciocinio sin el poder interactuar de una manera civilizada. No es que aquel sujeto lo fuera del todo, pero sus palabras lo habían sacado de balance: ¿Le había pedido perdón? Quien en sano juicio – hablando de las sanguijuelas - ¿Haría algo como eso? Tendría que estar realmente perturbado, arrepentido o quizás no, y ésta sería la forma de acorralar a su presa fingiendo arrepentimiento y en el momento menos esperado, ¡pam! Directo a la yugular para que la víctima pasara a mejor vida muriendo dolorosamente desangrada. Por eso no se fiaba. Alguien que se jactara de ser un buen cazador, no tendría que tener ningún choque emocional como lo estaba teniendo Sidney en éste momento, el problema radicaba principalmente, en que él no tenía nada en contra de los vampiros. El simplemente quería encontrar a la loba, asesina de su hermana, dar con el paradero de su hermano y retirarse a vivir una vida normal, como cualquier hombre de su edad.
– ¿A quién tengo que llevarme camarada? – Había una persona muerta detrás del vampiro, le había visto apenas se bajó del caballo, pero fue lo suficientemente astuto como para fingir tranquilidad. Una que está muy lejos de poseer, pero siendo un simple humano enfrente de un poderoso competir, no le dejaba otra alternativa más que estar fingiendo todo el tiempo, tratando de no pensar demasiado las cosas. Kylian había escuchado con anterioridad que los vampiros podían leer las mentes humanas y si esto era cierto, ya podía tener muchas cosas por las cuales preocuparse, una de ellas y la principal: Mantenerse con vida.
Bilbo seguía removiéndose intranquilo en su lugar, relinchando y pateando el suelo. Trató de calmarlo un par de veces más, hasta que fue necesario irle a amarrar a un árbol a pocos metros de distancia, eso sí, caminando con mucha cautela tratando de no hacer movimientos sospechosos que pudieran alterar – aún más – al sujeto colmilludo. –Tranquilo Bilbo, tranquilo – le habló a su caballo acariciándole la crin – Voy a dejarte un momento sólo, no vayas a portarte mal o no habrá azúcar y zanahorias extras para ti. – Segundos después volvió a acariciarse el cuello, pues el dolor iba creciendo. Conforme pasaban los minutos, volvió a repetirse mentalmente, de que estaba vivo por puro milagro. Ahora venía la gran interrogante: ¿Debería ayudar al vampiro? ¿Llevarse el cuerpo inerte de aquella desafortunada mujer y darle una cristiana sepultura? Dejó salir un hondo suspiro y finalmente se acercó hasta la desafortunada víctima, sin despegarle la vista ni un segundo al vampiro. Revisó sus signos vitales por mero formulismo, a leguas se notaba de que había fallecido recientemente. Su cuerpo aún se encontraba tibio, pero aquellos ojos tenían las pupilas dilatadas y el corazón dejado de latir.
–Me la llevaré, siempre y cuando me dejes marchar en paz, amigo – ¿Sidney negociando con una sanguijuela? Ahora si el mundo estaba llegando a su fin – No quiero tener problemas ¿De acuerdo? Mira no voy a juzgarte, ni nada por el estilo, simplemente puedes marcharte y yo me encargaré del resto – Las piernas le temblaban, estaba sumamente nervioso. Los dos heridas en el cuello de la mujer, de los cuáles aún resbalaba sangre, le recordaron que estar en despoblado al lado de un ser sobrenatural, no era precisamente lo que pudiera considerarse una buena noche.– Le daré cristiana sepultura, si me lo permites. No podría dejar su cuerpo a la intemperie, para que los animales se den un festín – Se arrepintió enseguida de lo que dijo, porque en sus palabras se encontraba explícito el claro deje de reproche y haber mencionado la palabra cristiana pues… Algunos vampiros era muy susceptibles a las “cosas de la iglesia”
–Puedes seguir tu camino, aquí nada pasó, ni tú ni yo estuvimos aquí-. Se levantó e inmediatamente después buscó alguna clase de herramienta que le pusiera ayudar en la labor de cavar una fosa para hacer el entierro en su pequeña mochila de viaje, pero no encontró nada. –Ésto va a ser más difícil de lo que pensé…
– ¿A quién tengo que llevarme camarada? – Había una persona muerta detrás del vampiro, le había visto apenas se bajó del caballo, pero fue lo suficientemente astuto como para fingir tranquilidad. Una que está muy lejos de poseer, pero siendo un simple humano enfrente de un poderoso competir, no le dejaba otra alternativa más que estar fingiendo todo el tiempo, tratando de no pensar demasiado las cosas. Kylian había escuchado con anterioridad que los vampiros podían leer las mentes humanas y si esto era cierto, ya podía tener muchas cosas por las cuales preocuparse, una de ellas y la principal: Mantenerse con vida.
Bilbo seguía removiéndose intranquilo en su lugar, relinchando y pateando el suelo. Trató de calmarlo un par de veces más, hasta que fue necesario irle a amarrar a un árbol a pocos metros de distancia, eso sí, caminando con mucha cautela tratando de no hacer movimientos sospechosos que pudieran alterar – aún más – al sujeto colmilludo. –Tranquilo Bilbo, tranquilo – le habló a su caballo acariciándole la crin – Voy a dejarte un momento sólo, no vayas a portarte mal o no habrá azúcar y zanahorias extras para ti. – Segundos después volvió a acariciarse el cuello, pues el dolor iba creciendo. Conforme pasaban los minutos, volvió a repetirse mentalmente, de que estaba vivo por puro milagro. Ahora venía la gran interrogante: ¿Debería ayudar al vampiro? ¿Llevarse el cuerpo inerte de aquella desafortunada mujer y darle una cristiana sepultura? Dejó salir un hondo suspiro y finalmente se acercó hasta la desafortunada víctima, sin despegarle la vista ni un segundo al vampiro. Revisó sus signos vitales por mero formulismo, a leguas se notaba de que había fallecido recientemente. Su cuerpo aún se encontraba tibio, pero aquellos ojos tenían las pupilas dilatadas y el corazón dejado de latir.
–Me la llevaré, siempre y cuando me dejes marchar en paz, amigo – ¿Sidney negociando con una sanguijuela? Ahora si el mundo estaba llegando a su fin – No quiero tener problemas ¿De acuerdo? Mira no voy a juzgarte, ni nada por el estilo, simplemente puedes marcharte y yo me encargaré del resto – Las piernas le temblaban, estaba sumamente nervioso. Los dos heridas en el cuello de la mujer, de los cuáles aún resbalaba sangre, le recordaron que estar en despoblado al lado de un ser sobrenatural, no era precisamente lo que pudiera considerarse una buena noche.– Le daré cristiana sepultura, si me lo permites. No podría dejar su cuerpo a la intemperie, para que los animales se den un festín – Se arrepintió enseguida de lo que dijo, porque en sus palabras se encontraba explícito el claro deje de reproche y haber mencionado la palabra cristiana pues… Algunos vampiros era muy susceptibles a las “cosas de la iglesia”
–Puedes seguir tu camino, aquí nada pasó, ni tú ni yo estuvimos aquí-. Se levantó e inmediatamente después buscó alguna clase de herramienta que le pusiera ayudar en la labor de cavar una fosa para hacer el entierro en su pequeña mochila de viaje, pero no encontró nada. –Ésto va a ser más difícil de lo que pensé…
Sidney Kylian Gallagher- Cazador Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 11/08/2013
Localización : París, Francia.
Re: Réquiem | Privado: Sidney Kylian Gallach
—¿Sabes una cosa, Robat?— El aliento ferroso del vampiro golpeaba en mi nariz, era un olor a sangre, a muerte. Sus dedos presionaron con más fuerza mi mandíbula, hasta el punto de que sentía que mis muelas iban a salir expulsadas de mi encía.
—¿Q-q-qué?— Pronuncié con los ojos cerrados, concentrándome en no gritar y sucumbir ante el dolor. No podía permitirme ser débil, no podía hacerlo. Escuché al vampiro reírse y una profunda rabia invadió mi corazón, era obvio que él estaba disfrutando de esto más de lo que yo podía imaginar.
—¿Sabes por qué no hemos acabado contigo?— Presionó por última vez mi quijada obligándome a emitir un grito que salió de mi garganta sin poderlo controlar. Al parecer era eso lo que su retorcida mente estaba anhelando, porque luego de reír una vez más, aflojó el agarre y empujándome con fuerza me dejó en el suelo. De inmediato llevé las manos a mi rostro intentando limpiar la sangre que se deslizaba por la comisura de mis labios. Cerré los ojos e intenté calmar mi respiración que, por la adrenalina y los nervios, se había descontrolado.
—“Por qué”, debes preguntar “por qué”, Robat.— Escuché su caminar, venía nuevamente hacía mí. Aquella noche sería larga.
Mi mente regresa nuevamente al presente y escucho un intenso chillar en mis oídos, que me obliga a sacudir mi rostro y cerrar los ojos con una notoria mueca de dolor. De repente comprendo todo al escuchar la frase: “cristiana sepultura”, ¿cómo he sido tan ciego? Aquellos saltos temporales que he sufrido desde hace varias semanas atrás, aquellos recuerdos tan bien escogidos para torturarme, mi extraña y espontánea fascinación por los bosques y lugares apartados. Abro y cierro los puños con detenimiento y noto mi gran vitalidad y fuerza. Me he estado alimentando mucho, he estado matando demasiado.
—Necrófagos…— Pronuncio tan bajo que únicamente yo soy capaz de escucharlo. No puedo decir con exactitud si se trata de uno o de varios, pero lo que sí puedo afirmar es que me han estado usando para sus fines. Han aprovechado mi debilidad mental de estos últimos días y la sintonía que tengo con el mundo de los demonios, para utilizarme a su antojo. Sentado bajo el refugio de aquel árbol, dirijo mis ojos hacia diversos puntos intentando dar con él o con ellos. Me concentro en el suelo pero las marcas de las herraduras del caballo de aquel humano están por todo el suelo lo que hace imposible dar con su paradero. Su refugio es la noche y estando en las profundidades del bosque –su hogar por excelencia- y junto a un cadáver fresco, tenemos todas las de perder.
—¡Cállate!— Le ordeno al humano. He salido por fin de mi letargo y, si algo me caracteriza, es que soy recíproco con las personas que me ayudan. Quizá él no es consciente de lo útil que ha sido su comentario y seguramente nunca lo sería, pero no puedo dejarlo allí siendo alimento de la más nefasta de las criaturas del infierno. La intención de los necrófagos es alimentarse de aquella mujer y luego del mortal, por ello deseaban que él se hiciera cargo del cadáver: la fallecida sería el nexo. Dos huellas de cabra se dibujaron en la húmeda arena, muy cerca de la negra cabellera de la fémina: debemos irnos.
—Debemos irnos.— Me levanto de inmediato y miro por encima de mi hombro a la tierra alrededor del cadáver en donde logro divisar dos huellas más gracias a mi clarividencia. —Debemos irnos antes de que el réquiem termine.— Noto su rostro de desconcierto pero no hay tiempo para dar explicaciones, el réquiem no dura demasiado y una vez que los necrófagos condenen el alma de la muerta se alimentarán de ella y vendrán por el humano.
—¿Q-q-qué?— Pronuncié con los ojos cerrados, concentrándome en no gritar y sucumbir ante el dolor. No podía permitirme ser débil, no podía hacerlo. Escuché al vampiro reírse y una profunda rabia invadió mi corazón, era obvio que él estaba disfrutando de esto más de lo que yo podía imaginar.
—¿Sabes por qué no hemos acabado contigo?— Presionó por última vez mi quijada obligándome a emitir un grito que salió de mi garganta sin poderlo controlar. Al parecer era eso lo que su retorcida mente estaba anhelando, porque luego de reír una vez más, aflojó el agarre y empujándome con fuerza me dejó en el suelo. De inmediato llevé las manos a mi rostro intentando limpiar la sangre que se deslizaba por la comisura de mis labios. Cerré los ojos e intenté calmar mi respiración que, por la adrenalina y los nervios, se había descontrolado.
—“Por qué”, debes preguntar “por qué”, Robat.— Escuché su caminar, venía nuevamente hacía mí. Aquella noche sería larga.
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Mi mente regresa nuevamente al presente y escucho un intenso chillar en mis oídos, que me obliga a sacudir mi rostro y cerrar los ojos con una notoria mueca de dolor. De repente comprendo todo al escuchar la frase: “cristiana sepultura”, ¿cómo he sido tan ciego? Aquellos saltos temporales que he sufrido desde hace varias semanas atrás, aquellos recuerdos tan bien escogidos para torturarme, mi extraña y espontánea fascinación por los bosques y lugares apartados. Abro y cierro los puños con detenimiento y noto mi gran vitalidad y fuerza. Me he estado alimentando mucho, he estado matando demasiado.
—Necrófagos…— Pronuncio tan bajo que únicamente yo soy capaz de escucharlo. No puedo decir con exactitud si se trata de uno o de varios, pero lo que sí puedo afirmar es que me han estado usando para sus fines. Han aprovechado mi debilidad mental de estos últimos días y la sintonía que tengo con el mundo de los demonios, para utilizarme a su antojo. Sentado bajo el refugio de aquel árbol, dirijo mis ojos hacia diversos puntos intentando dar con él o con ellos. Me concentro en el suelo pero las marcas de las herraduras del caballo de aquel humano están por todo el suelo lo que hace imposible dar con su paradero. Su refugio es la noche y estando en las profundidades del bosque –su hogar por excelencia- y junto a un cadáver fresco, tenemos todas las de perder.
—¡Cállate!— Le ordeno al humano. He salido por fin de mi letargo y, si algo me caracteriza, es que soy recíproco con las personas que me ayudan. Quizá él no es consciente de lo útil que ha sido su comentario y seguramente nunca lo sería, pero no puedo dejarlo allí siendo alimento de la más nefasta de las criaturas del infierno. La intención de los necrófagos es alimentarse de aquella mujer y luego del mortal, por ello deseaban que él se hiciera cargo del cadáver: la fallecida sería el nexo. Dos huellas de cabra se dibujaron en la húmeda arena, muy cerca de la negra cabellera de la fémina: debemos irnos.
—Debemos irnos.— Me levanto de inmediato y miro por encima de mi hombro a la tierra alrededor del cadáver en donde logro divisar dos huellas más gracias a mi clarividencia. —Debemos irnos antes de que el réquiem termine.— Noto su rostro de desconcierto pero no hay tiempo para dar explicaciones, el réquiem no dura demasiado y una vez que los necrófagos condenen el alma de la muerta se alimentarán de ella y vendrán por el humano.
Robat Buckland- Vampiro Clase Alta
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