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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Mar Jun 02, 2015 4:19 pm

Una vida sin homicidios es para mí como una vida sin alimentos para ustedes…

Nicolás quería provocar el mayor castigo en la comunidad, que reinará con miedo y se desplazara con el viento hacia los rincones de París, recientemente había regresado al teatro de los vampiros, se decía que enloquecido acababa con su violín, pero si tan solo se encontraba en una guerra contra el diablo, ya era un monstruo sediento; no era el licor lo que satisface su vacio, quizas le llene pero la dulzura permanecia en la bestialidad en la que es proporcionada, así que últimamente dejó de ser aquel galán que recitaba versos para la captura de una doncella, o un buen mozo quien cumpliera un capricho siniestro de este caballero, pero, seguido del mismo deseo, un joven de facciones hermosas, semejante a un reflejo de muñequilla le devoró los ojos, aunque estuviese con alguien más esa imagen siempre portaba, fue que se enamoró, ¡Qué tragedia! El amor era la mejor arma para un asesino, exterminar con dulzura a quien le conquistó era el mayor ensueño tomado, aunque algo más se salía de control, es el dolor lo que le incita a dirigirse a un laberinto de sangre derramada, lágrimas ajenas, gritos ahogados, agonía le faltaba y su templo gritaba con locura ser alimentado de ello.

Y como ofrenda, brinda los pasos con lentitud hacia las calles venideras, oscuras y silenciosas, callejones olvidados camuflajeaban su presencia, con aquella túnica negra, sobrepuesta la capucha y arrastrado el largo de esta, cubriendo su pantalón de tirantes y la camisa blanca, al igual que sus zapatos negros de cuero. Recorriendo el sendero en lo que el alma pura se entrega a sus brazos. Dejando de ser conquistador de un solo joven, para ser un burlador de quien la sangre portara. ¡Esto él lo quiso, al haber traicionado su palabra! — a su amante le senteciaba—No iba a esperar a que regresara que su lengua estaba disecada por el ansia, necesitaba ya revolcarse con la congoja...

¡Maldita sean las mujeres! Sus curvas no se apetecen, ni la esencia de sus labios incita a desearlas, desde la más refinada hasta la más descuidada, ni porque comenzaba a adentrarse en la zona de residencias pudo fundirse en un templo, por ende, descubriendo el rostro al dejar que sus cabellos cubrieran el hueco en el ojo derecho. Pero, ¿Qué clase de hechizo era aquel? Ni la belleza de un hombre ansiaba, estaba cayendo en una ruina, ¡Estaba siendo castigado por el vicio! ¡Tener a su magestad cualquier linfa y que ninguna se le apetezca! ¡Vaya blasfemia! Su garganta quemaba, capturando en la distancia llantos, vocecillas alegres y otras entristecidas por un juguete, un jardín repleto de pequeños querubines celebrando alguna festividad.y en su mente capturó a una pequeña, lloraba por alguna travesura de otro que fue su llanto que le enamoró.

Maquiavélico expone una jugada, pasa por las rejillas, tarareando una melodía de cuna, llegando frente a la pequeña que hace que le mire aquel ojo oscurecido, su pupila enjaula a la ajena y le brinda una ilusión, una pesadilla para alterar sus sentidos, que el miedo le domine y le haga correr, y de esa manera fue, asustada por lo que el inmortal le plasmaba, un recuerdo de lo que le haría al atraparla, eso mismo le dibujaba, siguiendo sus pasos en lentitud, previniendo que nadie le siguiera pero algo le detuvo, conocía a la perfección ese camino, ¿Que diablos hacia él? Confuso era, un corazón hermoso le llamaba, la niña quedó en el suelo ida, hecho que le hizo enarcar la ceja y cogerla entre sus brazos, suspendiendo su funeral al caminar hacia la mansión Jaejoong.

¿Preguntando el porque el aroma de un amante perdido le llegó de repente? Como si una orquesta filarmónica resonara, él avanza hacia el encuentro de quien pagaría la vileza de un corazón llorosos, siendo cada órgano compuesto una víctima por cada atrocidad, así sea una estupida rata en los escombros del lugar, la aplastaria sin antes torturarla.

Sin embargo la pequeña al despertar del sopor logró morderle el brazo, soltandole por el simple acto de burlarse de ella, es pateado y por la valentía que empeña, adelanta su muerte, así que una vez adentrándose al interior de la mansión, ladea el rostro y estira su falanges al capturar el cuello ajeno, amoldando la mano a este y lo apretuja, asfixiandola. 
—Tus ojos llorosos destellaron de alegría ante la idea de ser sometida a un calor mucho más intenso, comparado con el que usualmente te quemaba para satisfacerme. Preguntó si estarías consciente en el momento de la muerte, como quisiera que aquel estuviese en tu lugar —Su voz dedicada al calor que producía desmembrar un templo, esa fascinación por la juvenil agonía que fue fácil arrebatarle la vida, de una presión intensa, percibiendo ese latir acercarse poco a poco, ¿Quién demonios era? ¿Porque esa maldita pestilencia a él? Ya no era el placer lo que le hizo cometer tal homicidio, estaba enojado, resulta que el interior del lugar carcomia esencias hasta transformarlas en polvo, en nada.

Y en lo que movia de un lado a otro ese cuerpo caido, el truak le invitaba a ejecutar una melodía, jugar con las notas nuevamente con la vida, con los templos...con los deseos más que nada, ya que el delicioso dolor de morir es el que extrañaba saborear.
 


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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Vie Oct 16, 2015 10:37 pm

“Buscas algo a lo cual llamarle hogar cuando realmente no tienes cabida en este mundo.”


¿Cuando se había vuelto una criatura nocturna?, Su Maestro peleo incansablemente por quitarle ese mal habito de dormir durante largas horas del día, para así poder rendir en sus materias que eran en la mañana y durante la tarde, sin embargo apenas puso un pie en París volvió a las viejas y malas costumbres, pero ¿Como no hacerlo? Volvió a París por su ángel y si la luna lo traía a casa debía estar despierto hasta el momento en el que se marchara… pero no le visitaba tanto como esperaba, por lo que gastaba noches escribiéndole a su Maestro aguantando sus ganas de invitarle a París por el temor de que subestimara a los cazadores, por otro lado tampoco quería subestimar a su Maestro pero le aterraba la idea de cometer el peor error de su vida poniéndole el alguna clase de peligro. Oh… como extrañaba el dulce aroma que Venance dejaba a su paso,  aquellos dorados cabellos que imaginaba constantemente bajo el imposible sol o simplemente el sonido de su voz que parecía resonar llenando la sala en la cual se encontraba… como si hasta la brisa tomara atención y se calmara, pero volvería en algún momento y esperaba entonces poder quedarse para siempre a su lado.

Para Amadeo todo siempre había sido ver el mundo a través  de un viejo, sucio y agrietado cristal, deseando y preguntándose si en algún momento podría tener su propio pedazo de cielo en la tierra. La noche que fue salvado por Hero pensó haberlo encontrado, pero se equivocaba, su precioso ángel parecía darle más penas que alegrías, más preocupaciones que calma y su mente intranquila no lograba descansar pensando en donde podría estar y al pasar de los días se volvía a alejar, ¿A que le temes ángel?, no puedo creer aun que alguien quiera dañarte en este mundo, pero si lejos estarás a salvo, se libre. Le sentía como las estaciones del año… su querido ángel parecía morir de vez en cuando tal como las flores al pasar la primavera, cual fuera su destino… esperaría paciente que volviera a florecer y regresara.

Pero el partir de la primavera no dejo la mansión con una brisa fría y  ambiente lúgubre. Como si por primera vez llegara a rescatare de su propia mente y soledad la mansión se vio inundada por, lo que Amadeo llamaba.  un dulce perfume de rosas… su Maestro llego a quedarse a París aun luego de todas las cartas pidiéndole que no lo hiciera, aun así no lo mandaría devuelta a la fuerza. Este tenia sus asuntos y tal vez Amadeo también seguía teniendo algunos, la espera no era tan tortuosa con su Maestro allí aun cuando seguía siendo completamente ajeno a su mundo.

Ubicado en la sala despidió por esa noche a su Maestro que saldría a alimentarse, a limpiar las calles de gente con corazones podridos e inmortales que ponían en peligro a su especie, luego de despedirlo solía rezar pidiendo a Dios y a los ángeles que cuidaran de su Maestro, durante largas noches se preguntaba si los cazadores dejarían de perseguirles si conocieran  a Venance, sus intenciones… su forma de vivir la inmortalidad, solo se alimentaba de gente mala, gente que dañaba a otros humanos y a inmortales que no podrían sobrevivir solos… buscaban los mismo, proteger a la especie humana. Ante esa regla debería ser justo que vivieran todos en paz… pero las cosas no eran tan fáciles los humanos no quieren estar bajo alguien en la cadena alimenticia, no quieren ser mandados ni devorados por nadie, no querían sentir como alguien contra quien no tenían oportunidad les arrebataba la vida.

Con su caballete, lienzo, pinturas y pinceles, pasaría la noche en el estudio del segundo piso cerca de la entrada atento a cualquier ser que llegara…  o mejor dicho atento a correr a la entrada cuando el carruaje de su Maestro llegara para así comenzar a apelar a su comprensión para que le permitiera dormir en su compañía. Los trazos finos y cortos comenzaron a formar seres en su lienzo, u rostro conocido comenzó a aparecer a medida que avanzaba la noche, era uno de los chicos con el que tomaba clases en Italia, siempre le llamo la atención su piel algo morena y ojos claros, no era algo común, mucho menos para un chico con cierto estatus social alto, sus pinturas prevalecerían en el tiempo o al menos eso esperaba. Si fallecía siendo un humano era lo único que pedía… para que al pasar los años, décadas o siglos… cuando su ángel o Maestro vieran sus cuadros pensaran dulcemente en su recuerdo.

Su muñeca se movía libremente pero no acabaría su trabajo esa noche, por lo que al tomar un leve descanso se sentó al pie de la ventana pegando su frente en el cristal, no tenia ya 14 años, pero su actitud no parecía haber cambiado mucho, pero entre las sombras que la entrada no alumbraba parecía haber alguien acercándose, una figura desconocida y por alguna razón deseo que fuera Hero, con tanto anhelo, con tanto ímpetu que su mente le ordeno con violencia que corriera a sus brazos, gran error. Bajo las escaleras con tal rapidez que el sonido de sus zapatos al pisar cada escalón parecía ser un solo sonido tendido en la sala, tiro la puerta para luego empujarla hasta atrás pero en el pórtico noto que en realidad quien se movía en las nombras no era su ángel… más bien una parte de él le advertía que corriera lejos de ese demonio. Le observo de pies a cabeza y una vez más cerca de la luz noto a aquel ser que parecía una muñeca inanimada, pero tenia claro que no era una muñeca… quedo petrificado por unos segundos, pero ¿Desde cuando Amadeo le temía a los inmortales?. Ese era el hogar de su ángel… ¿Quien se atrevía a adentrarse sin su autorización?.

No todos los inmortales eran como Venance o Hero… incluso se podría decir que habían pocos como ellos, y aun sintiendo miedo se atrevió a hablar, sus labios temblaron un momento hasta que el calor volvió a su cuerpo, como si si sangre comenzara a fluir nuevamente –
Quien quiera que sea, Monsieur… no tiene permiso ni autoridad para llegar sin aviso previo a la Mansion Jaejoong. Le pido amablemente que se retire… - parecía una broma, estaba frente a un vampiro, titulo que en realidad no usaba con su Maestro o Hero, y le hablaba como si de cualquier hombre de tratara, su mirada firme y desafiante ¿Te olvidas aveces que eres un simple humano? - El dueño de la propiedad no se encuentra aquí, si se presenta puedo mandarle una carta diciéndole que paso a visitarle – dijo intentando calmar un poco el ambiente, ¿Ya se había alimentado no? Si le atacaba… sería solo para acabar con su vida y no podía permitir eso, aunque realmente no tuviera muchas formas de impedirlo.


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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Lun Dic 14, 2015 6:48 pm

La bestia bramaba, evocando la mirada de una fiera provocada, las lágrimas derramadas de la niña no muestran debilidad para el tuerto, ¡mísera alma! Fue un caos que el cuervo descargara su cólera con ella, tan indómito la asesino, dolorosamente la estrujó y se fue recordando el suplicio. Desde ese oscuro recinto, lastima el sonido de los huesos que resultan de mover de un lado para otro ese cadáver. Estaba fastidiado, furioso por haber captado el perfume de ese maldito amante; tan vivido y alocado con un corazón. Quería evaporar la vida de cualquiera que se hallara en la residencia. Y mejor, si era él quien estuviera. De repente desapareció y así su efluvio lo encontró.

Muy pronto, tan pronto venía a él esa fragancia, si la oscuridad en la que se envolvía hubiesen sido sujetos, los habría matado, los sepultaría en el lugar para descargar esa incordio que inunda su templo. Ansiaba prender fuego, hacer cenizas hasta los decorados de ese hogar. En seguida, su rostro se dirigió al sonido de unos pies corriendo, por la fuerza parecían de un pequeño, por el escandaloso corazón, se asemeja a un adolescente enamorado, y tras el empuje de la puerta, fue allí, unos ojos celestes, un jodido cielo que anhelo destruir de inmediato. ¡Lo desdeño porque tenía la misma mirada que él!

La ira se reflejó en sus irises, el rencor le hizo arrojar a la niña que sujetaba del cuello hacia las escaleras. Con fuerza, arrojando la monstruosidad que liberaron.

Su miedo no era nada, aún no debía temer sino hasta el final que se muere de recelo. — ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —Con el tono amenazante cuestionó, y en cuanto el sonido del cadáver se produjo al caer sobre el suelo, este ya se situaba en frente de ese horrendo humano, al cual, su falange se deslizo por su cuello, apretujando al preguntarse: «¿Por qué un insecto como él, poseía la esencia de su pequeño?» —¿Por qué es que llevas su esencia? ¿Quién eres? ¡Responde de una maldita vez! …—Ladeo el rostro, en su faceta resalta el repudio y el deseo de aniquilarlo.

—No hables escoria maldita, ni oses mirarme…Solo responde a lo que demando—

«¿Por qué una maldita carta? Era claro que aquel se comunicaba con él, ¿Dónde es que huiste? ¿Por qué es que este humano está en tu lugar?» Infinidad de interrogativas, apretando un poco de su cuello, impidiendo que pasara el aire, quería asfixiarlo pero debía esperar. Al menos, por ahora.

Por ello, tuvo que soltarlo, su falange se abrió y este cayó, sus ojos se tornaron de un pérfido oro, la sed se presentaba y la pasión de infringir dolor le bañaba cada sensación, como absorber toda su sangre y solo por llevar el mismo sabor de su amante.

—Preguntare por última vez, ¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí? y ¿Qué relación tienes con el joven Jejoong? ¡Habla!

Una de sus manos presiono la madera de la escalera con fuerza, hasta que esta trono. Se acabó la paz, la agonía de un cuervo que se convirtió en solo destrucción para calmar el averno exteriorizado por la venganza. Dolor con dolor se paga, y ahora lo demostró con él.


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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Miér Dic 23, 2015 10:23 pm

"Tan solo se fuerte, un poco más. Ya se detendrán las guerras y podrás dejar de luchar"


Se preguntaba si poseía un instinto animal… se suponía que los humanos aun lo poseían, eran sus instintos básicos pero los suyos jamas parecían servir, vivía con el corazón zumbando en sus oídos a cada paso y a cada acción que realizaba… Oh, pequeño príncipe desafortunado, ¿Cuantas veces ya has parecido querer sellar tu destino?. La voz de aquel ser de oscuridad retumbaba en lada extremidad de su cuerpo, parecía recorrer todo su ser antes de tener algún sentido, su desprecio se volvió temor con tanta facilidad… ni siquiera el severo vampiro del teatro de París le había hecho estremecerse… seguramente porque sabía que en esta situación si habían cosas personales de por medio. Ni siquiera reacciono como el niño arrogante y bravo que podía llegar a ser cuando le llamaban, por ejemplo, “Escoria”.  Dio un pequeño salto hacia atrás al sentir a aquella niña que parecía una muñeca de porcelana retumbar contra la madera de la escalerilla de la entrada, estaba más que muerta y no había nada que él pudiera hacer por ella, pareció romperse por dentro por el violento golpe . El grado de dificultad entre esa niña y él mismo no era muy grande… sobre todo para aquellas criaturas que en su mente se dividían en ángeles y demonios. Entendía la pregunta, la escucho una y otra vez pero estaba pasmado, las palabras se perdían en su garganta, tal vez era bueno…. ¿Su Maestro sabría que estaba en problemas?, él lo sabía todo y aunque no entendía muy bien todas las cualidades de beber la sangre de un inmortal, esperaba que este a la lejanía sintiera lo inquiero de su mente y que sin duda necesitaba ayuda.

Y de un momento a otro sintió que todo se volvió una verdad que supo desde el comienzo, conocía a su ángel… llego a aquel hogar que estaba usando desde que llego de Italia. Pero su majestuoso adorado ser ya no era el mismo que era al momento de su llegada a la mansión y actualmente había desaparecido. ¿Podría ser que se fue sin decir nada a nadie… incluyendo a aquel cuervo al cual envidiaba porque en los ojos de su serafín siempre estaba ese dejo de deseo por estar a su lado? -
Yo se quien eres – logro pronunciar como si forzara la respuesta pero aquellas palabras hubieran salido por cuenta propia. Negó rápidamente desparramando sus risos, de los cuales, algunos cayeron sobre su rostro antes de que los apartara con una mano - ¿Realmente él nunca te hablo de mi? - pregunto con un aire de tristeza ante la idea de haber sido tan irrelevante en la vida de su ángel que ese ser ni se imaginaba quien podría ser.

-Él si solía hablar de su… “cuervo”, aunque creo que ni siquiera lo notaba – estaba bastante dolido, y era más que claro como era el mecanismo de defensa de Amadeo frente a la tristeza, obviamente atacar, sin importar que quien tuviera enfrente fuera humano o no – Pero siempre imagine que aquel “Ave” de la que hablaba con tanta fascinación… tuviera algo de modales, lanzar un cadáver a la entrada de una vivienda no parece ni siquiera levemente decente - “Detiene tu lengua, recuerda que eres solo un humano” .

-Mi nombre es Amadeo, VanderHoeven Amadeo, no tendría porque dar explicaciones de porque estoy aquí, yo vivo aquí. – acabo por responder mientras soltaba un poco los puños notando que los tenia más que apretados anteriormente, en realidad se sentía aliviado de no haber tenido unos 12 años… sin duda hubiera mojado sus pantalones al ver aquel cadáver caer en la entrada y aunque actualmente no estuviera acostumbrado a la muerte al menos podía controlar su interesa, pero su voz aun estaba algo temblorosa - Soy él heredero del Joven Jaejoong - ¿y lo era no?, él lo había mencionado, ¿Que más podría decir?… dudaba mucho de cualquier lazo afectivo mientras su ángel iba y venia como las estaciones… huía a donde más brillara la luna para sus noches.

-
Él no se encuentra… pero es algo que ya sabías, ¿no? - dijo mientras retrocedía un poco, inconscientemente se preparaba para tener que correr, cerrar la puerta y esperar a esconderse unos minutos hasta que Venance o Dios lo salvaran de la ira que podría fácilmente desatar en aquel ser que en ese momento no le parecía muy razonable – No quiero sonar grosero, pero sería mejor que te retiraras… él ángel no dejo nada para ti aquí y que traigas cadáveres a su residencia me parece una falta de respeto a su ser – acabo por alegar con firmeza, era fácil de intimidar, sin duda, sobretodo por inmortales, pero que lo demostrara a flor de piel era otra cosa. Pero para él sin duda ese lugar era importante, fue donde pudo renacer, donde volvió a ser un humano, antes no tenia un rostro entre la multitud, no era nada y no permitiría que aquel Cuervo ni ningún otro inmortal profanaran aquel lugar que le parecía, por menos, sagrado.


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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Dom Ene 31, 2016 10:24 pm

Así es el tuerto, con dolor paga el daño, mezclando el horror de una lejanía con muerte, la pequeña no debió mostrar su llanto, pobre, si tan solo hubiera callado su congoja, ahorita seguiría viva, más la desgracia se la produjo ese humano, una escoria que no soportaba, un niño que si deseaba degollar y en su lugar, se quebró la niña.

Y no era la primera vez que deseaba una tortura para alguien, tan atroz y humillante, quería dañarlo, no ensuciarse con las manos en una asfixia, motivo por lo que lo soltó, le deseaba lo peor, desmembrarlo era poco, matarlo rápido mucho menos, ansiaba lento; que sufra, que suplique y recuerde lo que es morir en agonía. Eso era lo que esperaba hacer. Ah, incluyendo el coserle esa jodida boca que no comprendía, en balde su maldito cerebro se movía. — ¡Cállate! Nadie ha preguntado si me conoces, o que muestres tu mísera tristeza al saber que ni recordado fuiste en mi presencia.

Destruir todo, primero la madera, desfigurarla en pequeños trozos y arrojarlos, clavarlos a ese para que entendiera lo que estaba requiriendo y las idioteces que decía. Y algo le hizo elevar una risa, se befa de que aun sea llamado cuervo. Que ese despreciable amante tuviera el valor de hablar de él con alguien más. ¿Tanto es su amor? Vaya amor mediocre… vaya patético humano. Y disfruto al sentir su tristeza, ¿Por qué lo hacía? Quizás era este un enamorado de él. Y río, no dejaba de reír de manera reservada, sólo su rostro se maquilla con una media sonrisa. Sufría, lo percibía, su enojo, su ataque… — Un cuervo cortés no existe, no seas tan creído, y no seas tan imbécil, crees conocer al dueño de este lugar, pero ni has conocida una mínima parte de él.

Sus manos agrietadas por la madera, presionaba con fuerzas hasta hacerlos nada. — No hables de mí, no me conoces, y ni lo harás. No eres nadie para mí, puedo traer cuanto cadáver quiera a este lugar, y tú, no debes por qué entrometerte.

Un cuervo…un cuervo, ¿Qué era eso? Elegancia, belleza y arte en destruir a su presa. Entonces, ¿Qué clase de modales eran? Los mejores, una hermosa bestia que aquel olvidaba. — Y tú ¿Qué sabes de modales? Si solo estás causando lastima…

Dio pasos hacia él, uno por uno en cuanto escuchó “vivo aquí, soy heredero…” Maldita sean sus palabras, maldito sea el amor que le tiene a ese, todo se profundiza a un desdén, una rabia que se sitúa en un trozo de madera que mantuvo en su mano, apuntando hacia él, a su rostro. Avanzando más, esos pasos que él retrocedía.

—Amadeo… —murmuró, tan desconocido, tan insignificante. ¿Quién era? ¿Realmente es su protegido? Si ese era el caso, haría algo que jamás olvidaría, que no debe de cuidar de nadie más que de sí mismo. Le demostraría que destruiría todo aquello que no sirve si estaría a su lado cuando el desgraciado regrese. Porque proteger es amor, y eso no se lo permitiría. — un humano que ama a un ángel, un ángel que su deber es mandar lejos a la tentación. Tú, tan insignificante y estás aquí... Ahora entiendo el por qué apestas a él. Por qué su sangre lo percibo en tu cuerpo — Y así como aquel mintió sobre que nadie tenía más que a su cuervo, él iba a destrozar todo entre ellos. Ese lazo que los une, un lazo que ese ángel engendro lo perdería. Pues para él no debía existir algo entre ellos, ya había hecho posesión de él, así que lo quiere y a nadie lo compartiría.

Y tiro lo madera, con la maldad desnuda sus labios. — No iré a ningún lado, no debiste estar en primer lugar aquí, no es tu casa, olvídate de eso, prefiero que arda en llamas antes de que sea tuya. — furioso, enardecida su voz, se dirige a él, incrustando las uñas en su hombro izquierdo de él— Y si dejamos un cadáver más para él. Que te vea desfigurado, diseco, desmembrado y todo putrefacto cuando llegue, ¿Crees que sería un perfecto obsequio de mi parte? ¿Para enmendar mi falta de respeto? —palabras dichas cerca de su oreja con sarcasmo, soltando el hombro para ir por su costado y hacer la misma presión, mientras con la otra tironeo de sus rizos y ladeo su cabeza, exponiendo su cuello, que muerde con un dolor causante, salvaje, repudiando su carne, succionando su sangre y regresándole el dolor que le causó su amante, el que esté cuidando de alguien, el que se preocupa por esta cosa y que lo mantenía con su asquerosa sangre. Por eso mordió, bebía de él, lo iba a debilitar para después torturar.

Pero, entre más succionaba, más quería dañarlo, tan solo el calor emanando, su escandaloso corazón quería callarlo, pero de un tirón lo soltó, exponiendo la abertura de su cuello, no eran dos simples colmillos, se desfiguró su piel, y lo dejó por un momento, tras haber tocado una madera puntiaguda, poniendo la punta en su muñeca y la clava en esta, deleitando como la sangre se va derramando. Y a él se dirige, posando la muñeca en su boca, obligando a que esta caiga en ella, invitándolo a que vea un horror…pues traumarlo era lo que empezó a hacer en su mente, por eso compartía la sangre misma, para que la ilusión empleada fuera claramente vivida. Siendo un juego donde expone a su ángel a un suicidio, por el simple hecho de que el humano lo orillo a matarse. Un arma que solo ese humano representa para asesinar, y que mejor manera de perturbarlo, que él lo mate sin piedad.


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Mensaje por Venance Carpaccio Vie Feb 26, 2016 7:58 pm

El tic tac de la noche encarcelaba mis sentidos. La noche en Paris no era más que una ilusión de felicidad angustiada. Estar en tales caminos no me agradaba, las pestes, la incertidumbre, los inmortales y sobrenaturales viajaban por las calles como si fuese una ciudad muerta. Y sin embargo podía oler a los cazadores, a los inquisidores buscando asesinar a todo ser anómalo que pasara por su vista. Yo no era uno de ellos, me escabullía con la calma de un faraón y la bestialidad de un guerrero. Dejaba salir los suspiros hasta encontrar a la mente más podrida de la calle. ¡Había sido tan sencillo! Apenas fue media hora la que estuve caminando cuando terminé de alimentarme. Y como de costumbre me dispuse a esconder el cadáver y desearle lo mejor para su sueño eterno, rezándole con delicadeza a Dios, que era quien se haría cargo de la bestia. Una sonrisa a medias se dibujó en mi expresión sucumbida, cruzándome de brazos pensé en el regreso a la casa, sabía que a esas horas Amadeo gustaba de consumir dulces. Pero con las avideces de aparentar madurez había dejado de pedirlos a la ama de llaves que estaba en el recinto. Decidí entonces, por simple instinto irle a comprar una caja monda de chocolates. Quizá eso podría calmar la tristeza del querubín por no tener a aquel “ángel” que supuestamente estaría esperándolo en la residencia. ¿Qué le había pasado o por qué? No tenía idea, sabía que si me lo proponía podía encontrarlo, mas no era algo de me incumbencia. Tampoco me agradaba que Amadeo estuviese idolatrando a alguien y quizá, en lo profundo, que desapareciera me daba un poco más de paz a no ser desplazado hacia la nada. Una especie de celos que recubría con otros miles de sentimientos.

Compré rápidamente el alimento humano y fue la sangre en el aire la que me alertó de que algo estaba sucediendo. Mis ojos, de un celeste profundo, casi grises, saltaron asustados. La sangre recién ingerida provocó un mar de sensaciones que se alzaron en mi espalda como espinas puntiagudas envenenadas. Una respiración entrecortada e innecesaria me hizo mover los pies como si los mismos estuviesen volando. Sentí el viento pasar y con ello eran los pequeños chirridos del joven al cual, en silencio, le había jurado una lealtad. Las hipótesis estaban taladrando mi cerebro, simplemente no era natural que alguien entrara a una casa tan alejada, incluso podía decirse que en el exterior parecía abandonada y Amadeo nunca daba indicios de que realmente estuviera viviendo allí. Decía querer dejar todo tal cual el inmortal había dejado. Empecé a pensar, segundos más tardes, que quizá era aquel propio joven el que había hecho eso, se trataba de un muy pequeño chupasangre y podía ser considerado un peligro para la especie.

Entre tanto, me vi invadido por la innecesaria cólera y no me atreví a esquivar nada, hice un camino derecho hacia el lugar, arrastrando pedazos de casas y maderas en mi traje que pronto se caían por la intensidad de la corrida. No había nada parecido a agitarme, ni a molestarme en mi rostro. En el viaje de vuelta guardé los chocolates dentro del saco, por lo que al acercarme por completo a la puerta me dejé los brazos cruzados, sobre el pecho. Mis ojos estaban inyectados en sangre y odio, y como el mismo aire atravesé el lugar hasta llegar a donde un hombre de apariencia pelada estaba devorando desde el cuello de mi alumno. Abriendo su propia muñeca, ¡haciendo que su inmunda sangre recorra el cuerpo de Amadeo! Escasas gotas propias eran las que yo le había donado y sin embargo el aroma al ángel seguía existente y ahora, sería reemplazado por un perfume putrefacto. Un ser que mataría si tan solo me lo encontrara en una caminata casual. — Las cenizas quedarán mejor en el jardín del que buscas. — Tardé instantes en leerlo por completo, la manipulación y control de las memorias, la telepatía y todas las habilidades que con el paso de los milenios había aprendido ahora se acumulaban todas en un solo instante, sondeando al hombre que vengativamente estaba poniendo su dolor en el cuerpo del humano. Estiré la mano para agarrarle la muñeca dañada, quitándola, apartándola bruscamente del cuello de Amadeo. El cual arrastré tan rápido como mis pies me daban la tregua y escondí su presencia en la capa gruesa que me cubría. — No eres bienvenido en mi presencia. Si no quieres morir, pega la vuelta. No mataré a quien piensa en amar a aquel que cuidó de él (Amadeo). Pero te lo advierto, impuro. — Las palabras salieron como ácido, él era el amante del ángel del que Amadeo tanto hablaba. No me era de sorprender, los buenos siempre buscan la maldad en algún lugar, así como él había caído en mis brazos. Apreté la mano contra la abertura del vivo, temblando escasamente por el temor a que muriera, las gotas de sangre del hombre habían hecho una especie de efecto. Tal parecía que quería revivirlo lo suficiente para seguirlo torturando, podía leerlo en sus pensamientos superficiales y tan solo observando un poco más, una maldad inexplicable se untó en mi estómago.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Lun Abr 18, 2016 11:23 pm

“Se drenaba su vida con la facilidad que conocía de encuentros con la muerte anteriores”

Se sentía paralizado, sus huesos rígidos bajo la carne no le permitían siquiera hacer el inútil intento de huir. ¿A dónde iría?, conocía los poderes de aquellos seres, era tan simple para ellos aniquilarlos como sería para un humano aplastar una hormiga. Las palabras dolían y eran solo el plato de entrada para esa noche, pensaba que si lo mantenía hablando su Maestro regresaría a tiempo, pero los horarios de este eran tan irregulares que solo podía hacer un intento sin ninguna probabilidad de que funcionara.

Sin embargo, no pudo siquiera intentarlo. Su coraje era más fuerte que su miedo- No profanaras esta casa, tu presencia no es deseada aquí, quiero que te vayas ahora. – alcanzo a decir antes de verle casi encima de su insignificante figura humana. Realmente agradeció que no hubiera prácticamente ningún sirviente… de lo contrario todos estarían en peligro por su culpa. Sentía como aquel cuerpo poseía aroma a muerte como si en algún momento fuera a quitarse aquel disfraz que le hacía parecer humano para mostrar su verdadero aspecto monstruoso digno de un libro de terror, pero también tenía en cuenta que el demonio fue en su momento el ángel más hermoso de los cielos.

-Los ángeles no aman a los humanos, solo se deleitan ante lo básico de nuestra existencia. Jamás podría sentirse tentado por uno. – lo sabía, aun cuando Hero sabía los sentimientos de Amadeo nunca pudo corresponder a ninguno de ellos más que como un padre protector que deseaba lo mejor para su futuro, lejos de la inmortalidad, con los humanos, teniendo una vida normal alejado de la muerte. Pero no era posible alejar a Amadeo de lo único que conocía en el mundo.

Constantemente pensaba en aquella frase que dice “ojos que no ven, corazón que no siente”. Y algo así sucedía en ese momento, hasta que no vio la sangre de su brazo no sintió ningún dolor, su corazón bombeaba adrenalina como desquiciado y aun ante el dolor estaba helado, sin poder apartar la mirada de los ojos profundos y peligrosos de aquel vampiro – Eres un engen- no pudo siquiera responder cuando sintió que se le escapaba el aire al sentir un zarpazo en su costado que, en su mente, le hizo pensar que sus costillas se habían quebrado. Tenía apariencia humana y la bestialidad de un oso, aun sin parecerlo se sentía como estar atrapado en las garras de un ser demasiado grande y grueso.

No podía hablar, solo salían sonidos inentendibles de sus labios y apunto su mirada al cielo pensando que era una linda noche para morir, en el silencio y soledad, en la puerta de lo que conocía como su hogar de alguna manera solo esperaba poder ver a Venance una última vez antes de despedirse de su existencia y subir donde su creador o bajar a pagar por cada uno de sus pecados. Pero una muerte rápida no estaba planeada para él, aunque su mente estaba, por así decirlo, tranquila su corazón estaba descontrolado y aun sin Nicolás mordiéndole con bestialidad la sangre salía sin parar, su cuerpo tiritaba sin querer y aun con la mirada al cielo al no querer provocarse más daños en el cuello sintió como un líquido caía en su boca, lo conocía bastante bien pero en su mente se preguntaba si no se saldría por la piel desgarrada de su garganta, deseaba escupirla pero no tenía fuerzas para seguir luchando, se podía escuchar su respiración entrecortada , entre que subía y bajaba sangre por su garganta no podía hacer otra cosa que intentar tragar mientras de esta salían sonidos extraños.

Estaba tan cansado, su cuerpo lo obligaba a estarlo, que al escuchar la voz de su Maestro pensó que era una alucinación. Una especie de regalo antes de que cerrara los ojos, ¿Cuantas veces le había dado esos problemas a su Maestro?, no buscaba la muerte pero está siempre lograba encontrarlo. Dios no lo quería en la tierra pero Venance obraba de forma muy similar atándolo al mundo mortal donde pertenecía y entre sus brazos dejo de sentir temor. Pudo dejar de luchar con tanta violencia por respirar, aunque dudaba que fuera por la presencia de Venance si no que más bien lo atribuía a la sangre de Nicolás, pero en ese momento solo le agradecía al destino.

Tenía la mano fría de su Maestro que abarcaba toda la herida de su cuello y le daba cierta calma a su piel que quemaba como si la mordida del vampiro hubiera tenido acido incorporado, no quería que Venance peleara –
Maestro vamos adentro, por favor –Le pidió con un hilo de voz, quería alejarse de Nicolás y de ese aroma a muerte. No podía creer que ese ser en algún momento hubiera sido humano, era un monstruo hasta la medula… y no podía creer que su ángel realmente sufriera por un ser así. Era como un hermoso canario que amaba estar dentro de una jaula, tal vez porque no había conocido nada mejor o simplemente porque temía volar y encontrar cosas peores.
“Que sean las estrellas los testigos sobre ti, nadie más conocería el sacrilegio que se efectuaría aquella noche, su vida era algo sagrado que solo un ser tenía el permiso de tomar.”


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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Jue Ago 11, 2016 8:50 pm

Descares, teatrillo barato donde es mal pagado por las actuaciones; estúpidos gestos, diálogos obsoletos, mismas tragedias, resultados mismos. Sin tomar importancia a su habladuría, ya que, ¿Cómo podría decir, humanos? Cuando, ni es una mínima parte de ellos, porque, este se cree distinto, y con ello, fue sólo un ínfimo insecto. Esperando ya su destrucción, pero no ahora, no merecía una muerte rápida. Y los latidos de ese corazón lo recalcaban. Más, el cuervo le susurra que no es digno de que su pelaje sea manchado. Debía volar, y no abandonar a la noche por ellos.

Eran indiferentes encuentros. Una combinación dispareja para el mundo grotesco al cual está acostumbrado habituar el cuervo. Con el iris maldito, de un negro bestial retoña, fulminando a los presentes, y desterrando cualquier gracia para apuñalar a cada uno. ¡No es pesadilla! ya basta de oscuras noches donde la sangre fluye, basta de ilusiones que se creen dañinas...Era momento de que todo cambiara, que el terror se vistiera en vida, y se alimentará a cada momento de esos dos. ¡Oh, sí! Ya lo veía venir, un inmortal al acecho, sin ser peligro alguno, cuando el propio mal está encarnando entre blasfemias.

Percibiendo el odio, aquel mismo que está padeciendo frente a ese asqueroso humano, era una aberración su linfa, más su cometido era encadenarlo, que la sangre maldita fluyera en ese cuerpo repugnante, romper aquel lazo que se forja entre la sangre; si su querubín se reflejaba en esa esencia, justo en ese momento que ofrecía la propia, carcomía la del amante, no quería una gota más de él en ese bulto animado. Saliéndose con la suya, que ni valía un enfrentamiento por esa escoria en cuanto le liberaron.

Logrando reír de una manera glamorosa, una donde se representa al dirigir la muñeca a la boca propia y dejar que la lengua lamiera la zona afectada, removiendo de un lado a otro, hasta que la abertura comenzaba a ser limpiada y esta cicatrizaba. —Uno más que me dice que no soy bienvenido, pero, otro que se suma a mi insignificancia.

Y su mano se giró, abriendo la palma para dejar que su saliva purificara la herida por la madera. —No me hables de muerte, cuando no sabes el significado de ella… ¿Matarme? ¡Ja! —Hijo de la maldita burla, era imposible divertirse, estaba en su mente reinando el demonio de la tortura, un espectro insaciable que el espíritu se une a su llamado para jugar con esos dos. —De aquí él no se mueve, si no sales por esa puerta, entonces arderás junto a estas ruinas, y no con él. Porque ese, después me encargo yo —Señaló la puerta principal, y después sus brazos se extendieron. Si, estaba demente, pero, ¿Quien no lo estaba? Ambicionaba fuego, y eso querría, llamaría a las llamas del infierno para que se eleven y hagan ceniza las sobras del lugar. Ansiando destruir el lugar donde las remembranzas desaparecieran. Y si una vez pudo arder en fuego, esta ocasión no sería una excepción.

«Venance, Venance, Venance…» Retorcía con la mente del nombrado maestro, iba a mezclar las voces, primero la voz de Nicolás y después la de Luthier, ambos distorsionando la voz…«Observarlo, huélelo, ¿Puedes sentir como nuestra sangre fluye en él? ...Míralo, esta vez fue sangre, pero poco a poco lo consumiré, haré de él un ser distinto, lo arrojaré a las sombras hasta que se muera…» Busca en su mentalidad una desesperación; la total y absoluta destrucción. «Vete, porque si no lo haces, ese destino le depara, pero si te largas, será una muerte rápida. Pero, veamos, hay una opción más, y esa eres tú, arde para mí...» Y si apaciguado se encuentra a la vista del supuesto humano, era de temer, porque ante la calma hay tempestad alguna.

Se detuvo, algo captó en ese instante, en ese aferró, un afecto que le brindo la mejor catástrofe. «Ven al fuego, y lo dejaré en paz… Entonces, ¿Qué eliges? Sabes que la muerte no está anunciada para mí, y si existe posibilidad de que escapes, lo encontraré, es muy fácil de atraparlo. Decídete de una buena vez...» ¿Qué tan maldito podría llegar a ser? Uno que nadie se imaginaba, pues justo el juego, era dañar a ambos, a ese insecto, y sobre todo a ese imbécil amante. Dos pájaros de un solo tiro.

— Entonces, ¿Venance? , habla, antes de que te arrepientas y se me colme la paciencia. — ¿Era acaso ironía?, la mayor de todas. Aunque, apenas era el inicio. Y es que el tiempo se acabó, su maldita pupila tenía hambre de sangre y se encargó de conseguirla al enfocar una inmensa ilusión al inmortal, lo que deseaba se lo plasmó en visiones reales, el fuego consumiendo todo a su paso. Necesitaba generar dolor, un suplicio que sólo en las entrañas lo disfrutaba. Estando a punto de encerrarlo en esa ilusión que pronto el aroma del cuervo que tanto ha buscado percibió, con ese aroma reconocía su naturaleza. Luthier pronto quería salir a su búsqueda, se había perdido en esa presencia que su ojo derramó linfa y su pesadilla terminó.

Nicolás miró al maestro y después a su protegido, ansiaba destruirlos, pero el cuervo se le escapaba y la realidad es que no importase que fuese devorado, nunca dejaría de ir tras sus plumas. Siendo suplantado por una ola de viento, voló hacia el sendero del cuervo. Y esta vez lo atraparía, pues su daño es exquisito. Mientras al que se cree humano, lo encontraría, arropándolo a los restos de ese inmortal cuando festeje después de que en sus manos se pose ese cuervo que tanto vuela.


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Mensaje por Venance Carpaccio Sáb Ago 13, 2016 6:06 pm

Negué, era inútil seguir molestándose en parar a aquel hombre con las palabras, mis ojos se encendieron en ese hermoso deseo de total destrucción y abaniqué mi capa hasta enrollar a Amadeo con ella, acurrucándolo en un costado, manteniéndolo en mi total ángulo de visión y alcance. No me importaba ver al joven que desperdiciaba sus intentos de salvajismo contra mí. Podía percibirlo todo, había vivido más de cuatro mil años y medio, claramente no era estúpido, no cometía fallas y se debía a que simplemente así me movía, ya no tenía que pensar en todo el teatro, ni estrategias, ni qué me convenía o no hacer, las guerras, la caída de reyes por mi propia mano y así mismo el arte de enseñar y aprender, me daban toda ese sentido, básicamente un instinto animal superior. Y acepté una sonrisa congelada en mi frío rostro de mármol, se notaba la antigüedad en cada rasgo y el odio que cargaba en mi interior por ver como, por alguna maldita razón, Amadeo siempre terminaba al ras de la muerte. Parecía ser un chiste para que lo convirtiera lo antes posible, para que aceptara todo lo que tenía dentro un poco más rápido.

Busqué los ojos del vampiro enloquecido, alcé la mano derecha hacia él y dejé que el poder que había conseguido a cambio de mi humanidad fluyera. El dolor sobre su mente se intensificaba con voraz destreza, solo quería pararlo, que detuviese esa locura que no tenía ni pies ni cabezas. Realmente, no había razones para que ese pobre muchacho actuara así, pero así eran los vampiros enfermos y descarrillados, era mi deber asesinarlos. Hacerlos cenizas y orar por sus almas en pena. — Te sorprendería saber, joven, que poco me interesa saber sobre su insignificancia o no con respecto a mi persona. Lamento sentenciarte a hablar con tu boca, yo no respondo a tus tristes pensamientos. Tu locura te ha llevado hasta a mí. Muy bien, seré franco. No tengo interés en ti, ni en tus palabras desvergonzadas. Matarte sería hacerte un favor. — Alcé los brazos, uno a cada lado y me acerqué al inmortal que mantenía una altura apenas menor a la propia, su alma estaba destrozada, sufría y yo la podía ver fácilmente. Se trataba de un lienzo transparente que me mostraba sus intestinos destrozados. Pero él se estaba confundiendo.

Aunque Amadeo podía importarme más que mi propia existencia, al demente yo no lo podía perdonar solo porque estaba quebrado, iba a tener que pagar. Volví a zumbar una transacción de dolor, buscando mantener uniformidad y quietud en sus movimientos, sin dejarlo descansar, sin darle una sola oportunidad de intentar acercarse a Amadeo. Y hacer sus ridículas acusaciones. Sabía que en un descaro podía acercarse y matarlo. Pero también yo. Su corazón estaba a un solo paso de mis uñas y no dudaba en arrancárselo. Había una sola razón por la cual no hacerlo y era el respeto hacia la persona que lo amaba. Ese único sentimiento era el capaz de frenarme en cualquier situación. Porque nunca había llegado a conocerlo y me gustaba la idea de proteger el dulce amor verdadero que podían tener las personas. — ¿Decidirme? No comprendo la tontería que cargas sobre tus hombros. No hay nada que te pertenezca en éste lugar. Siquiera es tu propia casa para venir a ultrajarla. Ve y condena tus dolores en otro lugar. No me hagas actuar, porque no me voy a controlar. ¿Estás consiente de a quién estás amenazando? — Pensé en romperle el cuello, en realidad sería bastante efectivo, luego se recuperaría y podríamos salirnos de esta situación. Sin embargo, eso lo haría volver a acercarse a la casa y, en efecto no quería que se saliera con la suya. Quizá tenía una especie de egoísmo y capricho con respecto a eso. Simplemente no lograba entender sus intenciones, pero, ¿cómo podría si estaba desquiciado? — ¿Quieres que vaya contigo? Es interesante porque puedo ver en tus memorias, que tu amado niño no sabe lo que estás haciendo en éste momento. ¿Sería descortés no llamarlo para que venga ahora, no? — En ese instante las imágenes de lo que podría pasar golpearon contra mí, no era la primera vez que lanzaban el poder de la ilusión contra mí. Enardecido en cólera intenté ir hacía él, pero sus movimientos habían sido hechos para atrasarme y desviarme de donde realmente estaba. Podía sondearlo, estaba claro que hacerlo no me haría ningún daño a mí. Era evidente que había perdido los estribos, sentía la intensidad de mis orígenes subiendo, salvajemente, descarado y sin ninguna clase de decoro ni remordimientos. Tal cual cuando hacía las cosas para un fin, sin pensar en el camino. Gruñí en seco y cuando la ilusión se quebró, la alimaña huyó despavorida. No era un acto de cobardía, sino de un desquiciado que cambia de parecer como por arte de magia. — Amadeo, respira, te repondrás enseguida. — Volví a mis pies antes de hacer alguna locura, la sangre que corría en el cuerpo del muchacho me había despertado y lo tomé furioso, llevándolo hacia dentro, estampando la puerta como quien acaba de sentir la traición y el dolor en un solo puñal.


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