AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Requiem -- privado
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Requiem -- privado
Milo no tenía una tumba. No la tenía porque no supo que pasó con su cuerpo poco tiempo después de haber sido ahorcado por asesinato. No es que le importara mucho en verdad, pero debía admitir que le daba cierta envidia, que todas aquellas almas deambulantes por el mundo de los vivos, tuvieran al menos un sitio al cual visitar de vez en cuando. Hubiera sido sensacional el descubrir su nombre: Milo Hercovitch, descansa aquí. Y la fecha de nacimiento y muerte. Sin embargo las circunstancias eran muy diferentes. Aún a estas alturas, le daba escalofrío pensar - más bien imaginar- su cuerpo siendo devorado por cuervos y su cuerpo agusanarse a la interperie. Un triste final, si, aunque merecido en estricto rigor, porque no estaba arrepentido. Simplemente pensaba con cierto rencor, que ni aún en muerte, pertenecía a algún sitio. Nunca tuvo uno en el cuál refugiarse; siempre yando de aquí hacia allá, satisfaciendo los caprichos de mentes enfermas y diabólicas, aunque terminó convirtiéndose en aquello que tanto despreció. Más triste aún... El tiempo lo había convertido en una auténtica pesadilla caprichosa, y voluble hasta para sí mismo.
Sintiéndose intocable - porque nadie podía morir dos veces - recorría ciudades enteras diviertiéndose y burlándose de las personas a diestra y siniestra. El miedo, los gritos desgarradores y el llanto de los humanos ante sucesos extraños que no parecían tener una razón lógica, lo revitalizaban, lo llenaban de energía negativa lo suficientemente poderosa como para matarlos de miedo. Había eliminado a tantas personas (utilizando únicamente el método de tirar objetos, mover juguetes y que parecieran estar vivos, etc), que ya había perdido la cuenta.
Sonrió ahí sentado, en aquella lápida perteneciente a una anciana, recordando la noche anterior, cuando el dueño de una casona - al cuál ya tenía harto - había llevado al padre de la iglesia a la cuál pertenecía, para que se encargara de realizar un exorcismo. ¡Menudo par de pelmazos! Basta decir, que terminaron siendo expulsados por la ventana. ¡Había sido tan divertido, que le daban enormes ganas de volver por la madrugada! Pero para eso faltaban alrededor de unas doce horas. Mientras tanto, se dedicaba a perder el tiempo - del cuál tenía de sobra - caminando entre los estrechos pasillos del cementerio, dejándose "ver" como una persona normal. Asustar durante el día no causaba el mismo impacto. A él le gustaba atacar cuando el sol se ocultaba por el horizonte y el viento comenzaba a cantar melodías fúnebres.
Estaba pensando el cómo molestar al sujeto anteriormente dicho, cuando se topó con un vivo, quien al parecer presentaba sus respeto a un familiar fallecido. Estaba delante de una cripta, observando los detalles en ella y de vez en cuando tocando con la llema de los dedos, algunos detalles sobre la superficie. O bien estaba comprobando el deterioro en el cuál se encontraba, o apreciando la magnificencia del mismo. Milo no conocía mucho sobre arte, pero se apreciaba un trabajo fino y costoso, realizado por las manos de algún artista diestro en tal menester.
-¿Familiar suyo, o algún ancestro? - se atrevió a interrumpir el silencio, colocándose a su lado - Lo digo por la inscripción, hace tiempo ya, que esta pobre alma pasó a mejor vida, y usted no aparenta ser lo suficientemente entrado en años como para ser... Usted me entiende. - torció el gesto esperando la reacción de su interlocutor.
Sintiéndose intocable - porque nadie podía morir dos veces - recorría ciudades enteras diviertiéndose y burlándose de las personas a diestra y siniestra. El miedo, los gritos desgarradores y el llanto de los humanos ante sucesos extraños que no parecían tener una razón lógica, lo revitalizaban, lo llenaban de energía negativa lo suficientemente poderosa como para matarlos de miedo. Había eliminado a tantas personas (utilizando únicamente el método de tirar objetos, mover juguetes y que parecieran estar vivos, etc), que ya había perdido la cuenta.
Sonrió ahí sentado, en aquella lápida perteneciente a una anciana, recordando la noche anterior, cuando el dueño de una casona - al cuál ya tenía harto - había llevado al padre de la iglesia a la cuál pertenecía, para que se encargara de realizar un exorcismo. ¡Menudo par de pelmazos! Basta decir, que terminaron siendo expulsados por la ventana. ¡Había sido tan divertido, que le daban enormes ganas de volver por la madrugada! Pero para eso faltaban alrededor de unas doce horas. Mientras tanto, se dedicaba a perder el tiempo - del cuál tenía de sobra - caminando entre los estrechos pasillos del cementerio, dejándose "ver" como una persona normal. Asustar durante el día no causaba el mismo impacto. A él le gustaba atacar cuando el sol se ocultaba por el horizonte y el viento comenzaba a cantar melodías fúnebres.
Estaba pensando el cómo molestar al sujeto anteriormente dicho, cuando se topó con un vivo, quien al parecer presentaba sus respeto a un familiar fallecido. Estaba delante de una cripta, observando los detalles en ella y de vez en cuando tocando con la llema de los dedos, algunos detalles sobre la superficie. O bien estaba comprobando el deterioro en el cuál se encontraba, o apreciando la magnificencia del mismo. Milo no conocía mucho sobre arte, pero se apreciaba un trabajo fino y costoso, realizado por las manos de algún artista diestro en tal menester.
-¿Familiar suyo, o algún ancestro? - se atrevió a interrumpir el silencio, colocándose a su lado - Lo digo por la inscripción, hace tiempo ya, que esta pobre alma pasó a mejor vida, y usted no aparenta ser lo suficientemente entrado en años como para ser... Usted me entiende. - torció el gesto esperando la reacción de su interlocutor.
Milo Hercovitch- Fantasma
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 25/09/2015
Re: Requiem -- privado
La oscuridad rondaba su semblante a últimas fechas. No se mostraba distraído o nostálgico, simplemente empezaba a ceder ante el pesado ritmo de la rutina y ello acarreaba extraños arranques de euforia. Un par de años atrás, le hubiesen considerado como un joven con algún síntoma de trastorno mental o nervioso, sin embargo la respuesta yacía en aquel ente de naturaleza sobre natural que desde muy pequeño caminaba a su lado. Aquel extraño, quien aprendió a manipular a su antojo al menor de los Blackwood se alimentaba de cada sentimiento del joven.
Fuese una reacción natural en él o no, la mano de aquel ente siempre imperaba en su toma de decisiones volátiles. Jasmine había detectado a tiempo dicha presencia y tomaba cartas en el asunto cada vez que este trataba de comunicarse a través del cuerpo de Quinn. Con el paso del tiempo, incluso la servidumbre se había habituado a sus cambios repentinos de humor.
No obstante, la muerte de su abuela marcó una gran diferencia. El espectro aparentemente pasivo había tomado mayor fuerza orillando al joven a cometer diversos actos que en su sano juicio jamás hubiese pensado llevar a cabo. La soledad ya muy característica en Quinn caía de peso estos últimos días. Por la noches, a medio día. Cualquier hora era perfecta para que cediera a su abrazo cálido. Con la mente en blanco se dispuso a dar una breve caminata por las aceras, cubiertas por el sutil manto níveo que hoy en día era ya una constante en cada rincón de Paris.
Sin rumbo fijo terminó su recorrido en las afueras del centro. Lejos de la algarabía y los policromos tonos que matizaban las calles. Un tono más lánguido y espectral cubría los alrededores de Montmartre, formando una singular simbiosis con el estado de ánimo del pelinegro. Tomó asiento a lado de una tumba olvidada, una de aquellas que tan solo reciben rosas marchitas una vez al año. Su semblante opaco destilaba un desgano imposible de retratar.
Los dedos largos recorrieron con sutileza los bordes de la misma. Suspiró de mala gana llevando las manos hacia los bolsillos de la gabardina. La diestra extrajo uno de tantos camafeos heredados por Jasmie y sumergido en ese lapsus se lamentó el no poder recordar su verdadero propósito. La instrucción ordenada por su abuela había sido clara y precisa en su momento aunque hoy en día cada cavilación le hundía en terrenos incluso más pantanosos que su sentimiento de impotencia al no poder recordar.
La suave brisa gélida trajo consigo un par de oraciones que pudo escuchar con dificultad entre las corrientes de aire. Giró su cuerpo sin ponerse de pie.
–Ninguna de las dos aseveraciones es correcta– se limitó a responder.
De inmediato resguardo el artículo dentro de su bolsillo una vez más. Era cierto, poseía jovialidad pero marchita de algún modo. Esbozó una mueca de desagrado al verse interrumpido.
–Si en mis posibilidades estuviese el cambiar de lugar con el desdichado que yace aquí, lo haría, no lo pensaría dos veces–
Fuese una reacción natural en él o no, la mano de aquel ente siempre imperaba en su toma de decisiones volátiles. Jasmine había detectado a tiempo dicha presencia y tomaba cartas en el asunto cada vez que este trataba de comunicarse a través del cuerpo de Quinn. Con el paso del tiempo, incluso la servidumbre se había habituado a sus cambios repentinos de humor.
No obstante, la muerte de su abuela marcó una gran diferencia. El espectro aparentemente pasivo había tomado mayor fuerza orillando al joven a cometer diversos actos que en su sano juicio jamás hubiese pensado llevar a cabo. La soledad ya muy característica en Quinn caía de peso estos últimos días. Por la noches, a medio día. Cualquier hora era perfecta para que cediera a su abrazo cálido. Con la mente en blanco se dispuso a dar una breve caminata por las aceras, cubiertas por el sutil manto níveo que hoy en día era ya una constante en cada rincón de Paris.
Sin rumbo fijo terminó su recorrido en las afueras del centro. Lejos de la algarabía y los policromos tonos que matizaban las calles. Un tono más lánguido y espectral cubría los alrededores de Montmartre, formando una singular simbiosis con el estado de ánimo del pelinegro. Tomó asiento a lado de una tumba olvidada, una de aquellas que tan solo reciben rosas marchitas una vez al año. Su semblante opaco destilaba un desgano imposible de retratar.
Los dedos largos recorrieron con sutileza los bordes de la misma. Suspiró de mala gana llevando las manos hacia los bolsillos de la gabardina. La diestra extrajo uno de tantos camafeos heredados por Jasmie y sumergido en ese lapsus se lamentó el no poder recordar su verdadero propósito. La instrucción ordenada por su abuela había sido clara y precisa en su momento aunque hoy en día cada cavilación le hundía en terrenos incluso más pantanosos que su sentimiento de impotencia al no poder recordar.
La suave brisa gélida trajo consigo un par de oraciones que pudo escuchar con dificultad entre las corrientes de aire. Giró su cuerpo sin ponerse de pie.
–Ninguna de las dos aseveraciones es correcta– se limitó a responder.
De inmediato resguardo el artículo dentro de su bolsillo una vez más. Era cierto, poseía jovialidad pero marchita de algún modo. Esbozó una mueca de desagrado al verse interrumpido.
–Si en mis posibilidades estuviese el cambiar de lugar con el desdichado que yace aquí, lo haría, no lo pensaría dos veces–
Nnamdi- Esclavo
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: Requiem -- privado
¡Ay los humanos eran tan idiotas en algunas ocasiones! No sabía de lo que estaba hablando. ¿Quién en sano juicio querría estar muerto si la vida te daba grandes oportunidades? Lo que daría por estar parado donde él estaba y poder sentir las cosas como cualquier humano. Pero no... Delante tenía un sujeto melancólico que deseaba con toda el alma, entregar su alma al creador. Idiota, idiota idiota. Repetí varias veces más mentalmente.
No es que me molestara ser un fantasma, por el contrario había sacado ventaja muchas veces a mis atributos en más de una ocasión, pero... siempre ese "pero" no estaba vivo, eso era una cruda realidad. ¡Estaba muerto! Mi piel era fría, casi translucida, y mi corazón... Yo ya no tenía un corazón palpitante. Aunque lograra volverme corpóreo a voluntad, estaba vacío por dentro. Me sentía como un costal de papas inservible.
Estaba de mal humor. Si. Este hombre me había arrebatado las ganas de ser travieso y por el contrario, había avivado mis ganas de volverme todo un desgraciado. Revelarme ante él y entrgarle la peor noche de su vida, ya que tanto lo estaba pidiendo. ¡Lo pedía a gritos! Mis manos se convirtieron en un puño y alcé una ceja, pues estaba a punto de cuestionarlo:
-Así que querrías estar en el lugar de éste pobre infeliz. - comencé a caminar hacia él, para reducir aún más las distancias -Dime una buena razón y quizás, si te portas bien, te cumpla tu deseo. Por más arrojado que el humano fuera, no iba a tener las suficientes fuerzas para lidiar conmigo. Si me proponía ser una piedra en el zapato, no habíampoder sobrenatural que me lo impidera.
No es que me molestara ser un fantasma, por el contrario había sacado ventaja muchas veces a mis atributos en más de una ocasión, pero... siempre ese "pero" no estaba vivo, eso era una cruda realidad. ¡Estaba muerto! Mi piel era fría, casi translucida, y mi corazón... Yo ya no tenía un corazón palpitante. Aunque lograra volverme corpóreo a voluntad, estaba vacío por dentro. Me sentía como un costal de papas inservible.
Estaba de mal humor. Si. Este hombre me había arrebatado las ganas de ser travieso y por el contrario, había avivado mis ganas de volverme todo un desgraciado. Revelarme ante él y entrgarle la peor noche de su vida, ya que tanto lo estaba pidiendo. ¡Lo pedía a gritos! Mis manos se convirtieron en un puño y alcé una ceja, pues estaba a punto de cuestionarlo:
-Así que querrías estar en el lugar de éste pobre infeliz. - comencé a caminar hacia él, para reducir aún más las distancias -Dime una buena razón y quizás, si te portas bien, te cumpla tu deseo. Por más arrojado que el humano fuera, no iba a tener las suficientes fuerzas para lidiar conmigo. Si me proponía ser una piedra en el zapato, no habíampoder sobrenatural que me lo impidera.
Milo Hercovitch- Fantasma
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 25/09/2015
Re: Requiem -- privado
Había soltado dichas aseveraciones quizás sin pensarlo, o quizás estaba muy consciente de su realidad por eso a través de sus labios aquel grito iracundo pedía desaparecer de este plano. Su oyente tenía toda la razón en crear un juicio sobre el inglés, cualquiera pensaría que estaba tratando con un muchacho trastornado. Sus dedos largos acariciaron la frialdad de la tumba quitando la espesa capa de polvo, el temor latente que su fobia le producía alejarse de cada símbolo atado a la muerte parecía estar semi dormido, sólo así podía coquetear con ella sin mostrar reparo alguno. La suave brisa apenas rozaba su cuerpo desacomodando un par de mechones de su corona de ébano, así mismo, la hojarasca muerta que alfombraba sus pies flotaba caprichosa arremolinándose de vez en cuando. Miró con detenimiento al joven, desde ese ángulo su perfil era el de un demonio que había aparecido para llevarle consigo y el brillo que la luna argenta derramaba en ambos resaltaba ese lado oscuro en él.
Carraspeó la garganta y mantuvo sus orbes fijos en él. Analizando con detenimiento las palabras que llegaron hasta sus oídos a través de las corrientes. Su petición no la había conferido de dientes hacia afuera, en realidad su rutina y la incertidumbre de saber lo que aquella colección de camafeos representaba le atormentaba a cada segundo. Pesaba cada instante y cada recuerdo solo traía consigo un poco más de dolo y remordimiento. Quinn irguió su anatomía para encarar al joven, cuando este acortó la distancia sintió un escalofrió que recorría como una descarga eléctrica desde su espalda hasta la nuca.
–No habría otra cosa que pudiera desear en este instante– respondió sin reparo alguno.
Sus manos reposaban dentro del costoso abrigo y la mueca inerte de sus labios se curveó apenas pincelando una sonrisa de medio lado. No estaba acostumbrado a dar explicaciones, mucho menos tratándose de desconocidos, pero si eso pedía su semejante lo haría para callarle de una vez.
–No necesito explicarte a detalle, si bien piensas que es una locura lo que estoy pidiendo entonces lárgate no estoy de humor para ceder a tus juegos– pausó sin dejar de mirarle.
Lo cierto es que había un halo maldito de insensibilidad en el otro que resultaba hasta cierto punto embriagante para el pelinegro. Un frio indescriptible que no era producido por el cambio brusco de temperatura, era una particularidad que había experimentado con anterioridad en la mansión, cuando Jasmine vivía aún.
–Ese complejo de superioridad que presumes quizás haya sido lo que te condujo hasta ese estado ¿O me equivoco?–
Estaba encarando de frente a ese desconocido, desarmado y con muy poca cautela, estaba claro que las consecuencias en este momento poco le importaban.
Carraspeó la garganta y mantuvo sus orbes fijos en él. Analizando con detenimiento las palabras que llegaron hasta sus oídos a través de las corrientes. Su petición no la había conferido de dientes hacia afuera, en realidad su rutina y la incertidumbre de saber lo que aquella colección de camafeos representaba le atormentaba a cada segundo. Pesaba cada instante y cada recuerdo solo traía consigo un poco más de dolo y remordimiento. Quinn irguió su anatomía para encarar al joven, cuando este acortó la distancia sintió un escalofrió que recorría como una descarga eléctrica desde su espalda hasta la nuca.
–No habría otra cosa que pudiera desear en este instante– respondió sin reparo alguno.
Sus manos reposaban dentro del costoso abrigo y la mueca inerte de sus labios se curveó apenas pincelando una sonrisa de medio lado. No estaba acostumbrado a dar explicaciones, mucho menos tratándose de desconocidos, pero si eso pedía su semejante lo haría para callarle de una vez.
–No necesito explicarte a detalle, si bien piensas que es una locura lo que estoy pidiendo entonces lárgate no estoy de humor para ceder a tus juegos– pausó sin dejar de mirarle.
Lo cierto es que había un halo maldito de insensibilidad en el otro que resultaba hasta cierto punto embriagante para el pelinegro. Un frio indescriptible que no era producido por el cambio brusco de temperatura, era una particularidad que había experimentado con anterioridad en la mansión, cuando Jasmine vivía aún.
–Ese complejo de superioridad que presumes quizás haya sido lo que te condujo hasta ese estado ¿O me equivoco?–
Estaba encarando de frente a ese desconocido, desarmado y con muy poca cautela, estaba claro que las consecuencias en este momento poco le importaban.
Nnamdi- Esclavo
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: Requiem -- privado
¡Maldita sea con los humanos! siempre trataba de "portarme" bien con ellos, pero... A veces sacaban a relucir sus verdaderas personalidades y era ahí cuando todos los demonios se desataban en mi interior. Éste individuo, remedo de hombrecillo de alta alcurnia, había tenido la grandiosa idea de portarse altanero conmigo, sólo por el simple hecho de... Bueno, no importaba. No quería ponerme a filosofar el resto de la noche, porque para ello tenía toda una putrefacta eternidad. Cuando éste idiota se hubiera convertido en cenizas, yo seguiría deambulando por el mundo, eso es seguro, pero mientras eso sucedía y dado que quería desbordar el enojo a mi antojo, haría gala de lo que mejor sabía hacer, que era comportarme como el auténtico bastardo que me encantaba caracterizar.
-Muy bien, muy bien, no quieres explicarme a detalle...Tienes razón ¿Para qué perder el tiempo en trivialidades, cuando podemos divertirnos con otra cosa? - alcé una ceja, como si lo estuviera retando. -¿Quieres que me largue? lo haré, pero... No sin antes llevarme algo como recuerdo.
Me desvanecí en el acto, inundando el silencio con una carcajada, que hacía eco por todos los rincones del cementerio. E inmediatamente después, metí descaradamente la mano hacia el bolsillo en el cuál había resguardado el camafeo. Este parecía flotar, balanceándose de un lado a otro.
-Ven por el... Ven si te atreves...
-Muy bien, muy bien, no quieres explicarme a detalle...Tienes razón ¿Para qué perder el tiempo en trivialidades, cuando podemos divertirnos con otra cosa? - alcé una ceja, como si lo estuviera retando. -¿Quieres que me largue? lo haré, pero... No sin antes llevarme algo como recuerdo.
Me desvanecí en el acto, inundando el silencio con una carcajada, que hacía eco por todos los rincones del cementerio. E inmediatamente después, metí descaradamente la mano hacia el bolsillo en el cuál había resguardado el camafeo. Este parecía flotar, balanceándose de un lado a otro.
-Ven por el... Ven si te atreves...
Milo Hercovitch- Fantasma
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 25/09/2015
Re: Requiem -- privado
Era solo en ese espacio de poca lucidez por parte del pelinegro que osaba expresarse de dicho modo, pues desde pequeño había mostrado poco interés por sus semejantes, a excepción de su Jasmine, ni siquiera a su madre que poco tiempo había podido compartir con él. Era en compañía del espectro aquel que el entonces niño Blackwood se desplegaba con una naturaleza envidiable. Una seguridad apabullante que sorprendía a la propia Jasmine y la servidumbre. No era común que un pequeño conviviera mucho tiempo con un espectro y sobre todo que empezara a desarrollar una especie de afecto y dependencia hacia él. Pocas cosas en Quinn resultaban normales, incluso en ese mismo instante discutiendo al aire contra aquel fantasma, cualquiera le tacharía de excéntrico, su semejante pudiera mostrarse en su estado material o bien solo jugar con la mentalidad y raciocinio del londinense, cosa que le importaba en lo más mínimo.
– ¿Divertirnos? Por favor te dije que no estoy interesado en lo que hagas o dejes de hacer...–
Su oración quedó interrumpida por la aseveración ajena, aunque no había sido eso lo que le tomó por sorpresa sino el acto que su mirada oscura ahora presenciaba. En cuestión de segundos el perfil del joven de cabello níveo se desvanecía entre las penumbras. Quinn se giró de un lado a otro buscando el origen de dicho truco y como si de un acto reflejo se tratase, un par de imágenes en gris vinieron a su mente. Una vez más ese ente que de niño le acompañaba a todas partes se materializaba en sus recuerdos, la escena no le resultaba ajena del todo. Este espacio de distracción sirvió para que el otro tomara de sus bolsillos el camafeo.
–¡Maldito bastardo! Regrésame eso, no te pertenece ¡Regrésamelo!–
Quinn vociferó al viento con rabia inyectada en los ojos. Se movía de un lado a otro sin dejar de perder la ubicación del objeto que ahora flotaba a unos metros del suelo. La voz siniestra del otro resonaba a lo largo y ancho de Montmartre.
–¿Crees que puedes tomar el control de la situación, cierto? Desdichado facsímil de espectro, no creas que me amedrentaras con ese acto, conozco a los de tu clase y aunque te resulte difícil de creer tampoco estas tratando con un humano común y corriente–
Algo se había removido en el interior de Blackwood, algo que se agitaba con cada palabra que su filosa lengua escupía. Pero ese carácter no era propio ¿Podría ser que quizás algo más en el interior de Quinn le impulsaba a arrojarse contra el espectro de esa forma?
– ¿Divertirnos? Por favor te dije que no estoy interesado en lo que hagas o dejes de hacer...–
Su oración quedó interrumpida por la aseveración ajena, aunque no había sido eso lo que le tomó por sorpresa sino el acto que su mirada oscura ahora presenciaba. En cuestión de segundos el perfil del joven de cabello níveo se desvanecía entre las penumbras. Quinn se giró de un lado a otro buscando el origen de dicho truco y como si de un acto reflejo se tratase, un par de imágenes en gris vinieron a su mente. Una vez más ese ente que de niño le acompañaba a todas partes se materializaba en sus recuerdos, la escena no le resultaba ajena del todo. Este espacio de distracción sirvió para que el otro tomara de sus bolsillos el camafeo.
–¡Maldito bastardo! Regrésame eso, no te pertenece ¡Regrésamelo!–
Quinn vociferó al viento con rabia inyectada en los ojos. Se movía de un lado a otro sin dejar de perder la ubicación del objeto que ahora flotaba a unos metros del suelo. La voz siniestra del otro resonaba a lo largo y ancho de Montmartre.
–¿Crees que puedes tomar el control de la situación, cierto? Desdichado facsímil de espectro, no creas que me amedrentaras con ese acto, conozco a los de tu clase y aunque te resulte difícil de creer tampoco estas tratando con un humano común y corriente–
Algo se había removido en el interior de Blackwood, algo que se agitaba con cada palabra que su filosa lengua escupía. Pero ese carácter no era propio ¿Podría ser que quizás algo más en el interior de Quinn le impulsaba a arrojarse contra el espectro de esa forma?
Nnamdi- Esclavo
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: Requiem -- privado
Con el camafeo colgando de mi mano, sonreía de oreja oreja, escuchando cada uno de los improperios que de la boca del humano salían. ¡Era tan divertido verlo rabiar! por algo tan simple como aquel objeto, al que yo no dejaba de manipular moviéndolo en círculos, corriendo el riesgo de soltarlo en cualquier momento, y romperse en miles de pedazos inservibles.
-Humano, tienes un genio de los mil demonios. También eres demasiado mal educado. -negué -.Podría comprenderte, si tan solo tu mal humor se debiera a una persona por la cual corre sangre, a la cual le palpita el corazón, pero...hacer tanto drama por un simple objeto, me desilusionas. No es bueno aferrarse objetos de esta clase, porque sólo demuestra La soledad en la que vives. -me materialicé arriba del techo de un mausoleo, el cuál pertenecía a una familia pudiente. Yo conocía cada una de las lápidas del cementerio. Vagar por el mundo desde hacía décadas, me daba el tiempo suficiente para ello. Lamentablemente...
-También debo informarte, que nada de lo que me digas me asusta. No hay nada que pueda asustarme y aunque, tal vez pudieras ser un humano diferente, como acabas de mencionar, nada cambiaría el hecho de que... -sonreí de medio lado- Yo tenga el poder sobre ti. -brinqué hacia otro de los grandes y fastuosos mausoleos, que en su cúpula, descansaba una virgen. -Ella parece estar de acuerdo conmigo. ¿Verdad preciosa? - me coloqué tras ella y fingí la voz-:"Claro que sí, estoy completamente de acuerdo contigo. Tú siempre tienes la razón"
Guardé el camafeo en uno de mis bolsillos.
-Entonces, si quieres recuperar tu tan preciada joya, deberás darme algo a cambio. De lo contrario. Ya puedes irte despidiendo de él. -me crucé de brazos, sonriendo con malignidad. -Tú decides... -alcé una ceja, y esperé por su respuesta.
-Humano, tienes un genio de los mil demonios. También eres demasiado mal educado. -negué -.Podría comprenderte, si tan solo tu mal humor se debiera a una persona por la cual corre sangre, a la cual le palpita el corazón, pero...hacer tanto drama por un simple objeto, me desilusionas. No es bueno aferrarse objetos de esta clase, porque sólo demuestra La soledad en la que vives. -me materialicé arriba del techo de un mausoleo, el cuál pertenecía a una familia pudiente. Yo conocía cada una de las lápidas del cementerio. Vagar por el mundo desde hacía décadas, me daba el tiempo suficiente para ello. Lamentablemente...
-También debo informarte, que nada de lo que me digas me asusta. No hay nada que pueda asustarme y aunque, tal vez pudieras ser un humano diferente, como acabas de mencionar, nada cambiaría el hecho de que... -sonreí de medio lado- Yo tenga el poder sobre ti. -brinqué hacia otro de los grandes y fastuosos mausoleos, que en su cúpula, descansaba una virgen. -Ella parece estar de acuerdo conmigo. ¿Verdad preciosa? - me coloqué tras ella y fingí la voz-:"Claro que sí, estoy completamente de acuerdo contigo. Tú siempre tienes la razón"
Guardé el camafeo en uno de mis bolsillos.
-Entonces, si quieres recuperar tu tan preciada joya, deberás darme algo a cambio. De lo contrario. Ya puedes irte despidiendo de él. -me crucé de brazos, sonriendo con malignidad. -Tú decides... -alcé una ceja, y esperé por su respuesta.
Milo Hercovitch- Fantasma
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 25/09/2015
Re: Requiem -- privado
Sólo en una ocasión el espectro había tomado posesión casi completa del cuerpo de Quinn. Él apenas podía recordar esa eventualidad, pues su abuela Sabine había sido testigo del alcance que las habilidades del chico lograban alcanzar si se desataba de dicha forma. Ese había sido el motivo principal por el cual se había dado a la tarea de recolectar la mayor cantidad de envases que sirvieran como trampa para el ente y de este modo sellarle por cierto tiempo nuevamente en un sueño sempiterno, de donde nunca debió haber escapado. El jovencito de clase alta se mantuvo con los ojos puestos en aquel espectáculo que el otro montaba con descaro y entretenido con la respuesta colérica del londinense. Sus facciones se tornaron duras, como si portara una máscara con grietas a punto de estallar por la rabia que corría por sus venas.
Nuevamente el espectro de cabellos platinados hacía gala de sus habilidades arrojando hacia Quinn palabras que llegaban justamente en su talón de Aquiles.
–Tienes mucha razón espectro, mi paciencia no es infinita–
Consciente estaba que de ese modo no iba a ganar mucho pero le sería difícil ocultar su cólera por mucho tiempo.
–Perdería mi tiempo explicándotelo, aunque lo hiciera no lo comprenderías porque esa misma soledad que ha sido mi guía durante mucho tiempo es la misma que te ha acompañado en tu andar desde que este mundo decidió expulsarte a ese plano tuyo. Un exilio del cual nunca volverás–
Sonrió apenas de medio lado.
–Es cierto, un simple humano no podría lograr nada en contra tuya, pero la diferencia es que como te lo mencioné anteriormente, no soy un mortal común y corriente–
El poder de generaciones yacía oculto del único heraldo de los Blackwood, solo hacía falta una chispa, un incentivo que activara nuevamente las habilidades que le habían marcado desde su nacimiento. Aquel fantasma mantuvo la teatralidad en todo momento, mofándose de las esculturas que brindaban un poco más de lobreguez al lugar. Y estaba en lo cierto refiriéndose al vacío que carcomía al pelinegro, a pesar de sus bienes materiales de los cuales podía disponer a voluntad no existía algo que pudiese regresar a cambio para recuperar el artilugio.
–Curioso objeto ¿No es así? Si tanto deseas jugar con él puedes quedártelo–
Rió con un tono distinto del que había empleado en un inicio, pues la máscara del pasivo joven Blackwood se había caído por completo ¿Sería capaz aquella fuerza desconocida despertar nuevamente con el simple hecho de una mínima provocación? Un par de palabras susurradas en otra lengua nacían de los labios de Quinn, extractos de un pequeño salmo que Sabine solía utilizar para encarcelar a los espíritus que de vez en cuando deambulaban a orillas de la mansión.
Nuevamente el espectro de cabellos platinados hacía gala de sus habilidades arrojando hacia Quinn palabras que llegaban justamente en su talón de Aquiles.
–Tienes mucha razón espectro, mi paciencia no es infinita–
Consciente estaba que de ese modo no iba a ganar mucho pero le sería difícil ocultar su cólera por mucho tiempo.
–Perdería mi tiempo explicándotelo, aunque lo hiciera no lo comprenderías porque esa misma soledad que ha sido mi guía durante mucho tiempo es la misma que te ha acompañado en tu andar desde que este mundo decidió expulsarte a ese plano tuyo. Un exilio del cual nunca volverás–
Sonrió apenas de medio lado.
–Es cierto, un simple humano no podría lograr nada en contra tuya, pero la diferencia es que como te lo mencioné anteriormente, no soy un mortal común y corriente–
El poder de generaciones yacía oculto del único heraldo de los Blackwood, solo hacía falta una chispa, un incentivo que activara nuevamente las habilidades que le habían marcado desde su nacimiento. Aquel fantasma mantuvo la teatralidad en todo momento, mofándose de las esculturas que brindaban un poco más de lobreguez al lugar. Y estaba en lo cierto refiriéndose al vacío que carcomía al pelinegro, a pesar de sus bienes materiales de los cuales podía disponer a voluntad no existía algo que pudiese regresar a cambio para recuperar el artilugio.
–Curioso objeto ¿No es así? Si tanto deseas jugar con él puedes quedártelo–
Rió con un tono distinto del que había empleado en un inicio, pues la máscara del pasivo joven Blackwood se había caído por completo ¿Sería capaz aquella fuerza desconocida despertar nuevamente con el simple hecho de una mínima provocación? Un par de palabras susurradas en otra lengua nacían de los labios de Quinn, extractos de un pequeño salmo que Sabine solía utilizar para encarcelar a los espíritus que de vez en cuando deambulaban a orillas de la mansión.
Nnamdi- Esclavo
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