Dejame jugar contigo durante un tiempo -Aemon -

Notaba como aquél miembro golpeaba mi garganta, o bueno, para ser sinceros, como me golpeaba yo mismo la garganta con él. El joven al que atendía era un niño de papá, bastante tímido, que quería comprobar si lo que sentía por los hombres era infundado o no, por lo que se dispuso a ir al burdel para recibir las atenciones de uno de los cortesanos a fin de saber si lo disfrutaba o le desagradaba. El pobre era bastante parado, aparte de porque era su forma de ser, por su nerviosismo. En cuanto llegó y me preguntó si podría ayudarle asentí, aunque me pareció raro que quisiese hacerlo en uno de los sillones del salón accedí, pues no me importaba ser visto y porque así, al ser público, él sabría mejor si se sentía incómodo o a gusto siendo atendido por otro hombre.

No sabía si aquél joven, al que felaba con maestría, sería homosexual o bisexual, pero lo que si sabái era que como amante sería pésimo. Ni un movimiento, ni una caricia. Era peor que un primerizo asustado. Lamí aquél tronco, buscando que se corriese rápido para acabar con él, y mordí su glande. Mi mano le apretaba la base buscando una rápida eyaculación. A pesar de aquello tenía el oido atento. Se podría decir que más que otras veces pues chupar una polla me encendía como nada, pero es que aquél hombre podía bajarle la líbido a un caballo excitado. Vi a un hombre pasar y sentarse cerca, y aunque lo intentase no podía evitar negar que nos estaba mirando. Sonreí y me relamí, tal vez tuviese suerte y si ese nuevo joven buscaba a otro hombre para jugar podría tener mi noche gay al fin. Escuché como unas monedas se movían, pero el dinero no me importaba, tampoco solía cobrar con él. De pronto escuché un gemido ahogado y le pedí el pañuelo al joven al que felaba. Normalmente me lo tragaba pero para eso había que ganárselo, y el pobre se había quedado muy atrás. En cuanto me lo dejó seguí masturbándole hasta que se corrió sobre el pañuelo, dejándome a mí completamente limpio. Cerré el pañuelo, me levanté y se lo metí en el bolsillo. Era un joven raro en ese aspecto, pero ¿quién era yo para decirle nada?

Había estado meneando ligeramente el culo desde mi posición arrodillada en dirección al hombre que había entrado después, buscando calentarlo antes de mi llegada. Tenía algo preparado que le impactaría. Posiblemente lo asustaría pero si no era así ese hombre me habría ganado para lo que quedaba de noche en el lugar que le apeteciera. Me coloqué un poco mejor y me paseé por el salón del burdel como si no hubiese reparado en él, cuando iba a pasar por su lado me paré, mi cadera quedaba a la altura de su rostro, más o menos, y sin mirarle, como si de dos espías intercambiando información se tratase, le susurré.- "He creido escuchar dinero en tu bolsa. Si lo cambias por algo que me pueda interesar..." -Bajé la bragueta del pantalón para que a través de ella saliese mi miembro erecto, tieso por su culpa, quedando a escasos centímetros de su mejilla y a escasos también sobre su hombro.- "...esto será tuyo. Puedes tocarlo y comprobarlo un poco antes de decir nada, guapo." -En ese momento bajé la mirada  hacia su rostro y me relamí. Estaba deseando que aceptase, follarmelo y que me follase. Esta noche necesitaba ser un cortesano guarro, como solían decir a los que hacían de todo con placer, debido a la decepción del primer joven.