AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Durante la noche [Privado]
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Durante la noche [Privado]
El cielo estaba tapado por una inmensa capa de densa niebla. No se podía ver ni una sola estrella y, la luna, era apenas una fugaz luz que luchaba por ser vista. Gerrit Nephgerd se quedó quieto unos instantes con la mirada puesta en el cielo como si, al hacerlo, pudiera ver algo más que un punto brillante recubierto de nubes oscuras. Había algo en esas noches que le gustaba. No sabía explicar si era el suave tacto que dejaba la niebla a su paso, el aire húmedo del ambiente o la tristeza que tanto el cielo como la tierra parecían compartir. Un poco de todo, tal vez.
Los escritores sabrían expresar mejor lo que Gerrit sentía al mirar hacia el cielo. No eran pocos los poemas que trataban de la luna y la noche. Recordaba especialmente uno que hablaba de un hombre que se enamoró de la ténue luz de la luna oculta bajo la niebla. La misma luz que Gerrit intentaba visualizar. No lo consiguió. No pudo enamorarse de la luna como el protagonista del viejo poema.
Después de cuatro segundos de reloj, tiempo suficiente para contemplar y disfrutar de la noche (aunque no se enamorase de la luna disfrutaba viendo siniestro paisaje), volvió a emprender su marcha. Gerrit camina sin rumbo entre las oscuras y estrechas calles de Paris. El dónde ir o qué hacer cuando llegase no eran ningún problema. Gerrit pensaba que era mejor no saberlo, se perdería la sorpresa de no saber a dónde se va. Lo divertido de los paseos nocturnos era, por irónico que resultase, desconocer el camino que recorría. Bajo esta simple idea, Gerrit se encontraba con situaciones que eran como pequeños tesoros.
Asesinos, ladrones y prostitutas no escaseaban en aquellas noches. Y, cruzarse con alguno de ellos, siempre resultaba ser de lo más divertido. Todavía no hubo asesino que le intentase matar y no acabase degollado por el filo de la navaja de madera de sándalo, ladrón que se quedase sin dedos después de meter la mano en uno de los bolsillos de la gabardina negra de Gerrit ni puta que no se follase si es que tenía francos suficiente en sus bolsillos.
Por desgracia, en esta noche de densa niebla; ni asesinos, ni ladrones ni prostitutas habían aparecido por el camino que Gerrit recorría sin saber. Eso era extraño, pero no lo suficiente para que llamase su atención ni, tampoco, para dejar de caminar.
Los escritores sabrían expresar mejor lo que Gerrit sentía al mirar hacia el cielo. No eran pocos los poemas que trataban de la luna y la noche. Recordaba especialmente uno que hablaba de un hombre que se enamoró de la ténue luz de la luna oculta bajo la niebla. La misma luz que Gerrit intentaba visualizar. No lo consiguió. No pudo enamorarse de la luna como el protagonista del viejo poema.
Después de cuatro segundos de reloj, tiempo suficiente para contemplar y disfrutar de la noche (aunque no se enamorase de la luna disfrutaba viendo siniestro paisaje), volvió a emprender su marcha. Gerrit camina sin rumbo entre las oscuras y estrechas calles de Paris. El dónde ir o qué hacer cuando llegase no eran ningún problema. Gerrit pensaba que era mejor no saberlo, se perdería la sorpresa de no saber a dónde se va. Lo divertido de los paseos nocturnos era, por irónico que resultase, desconocer el camino que recorría. Bajo esta simple idea, Gerrit se encontraba con situaciones que eran como pequeños tesoros.
Asesinos, ladrones y prostitutas no escaseaban en aquellas noches. Y, cruzarse con alguno de ellos, siempre resultaba ser de lo más divertido. Todavía no hubo asesino que le intentase matar y no acabase degollado por el filo de la navaja de madera de sándalo, ladrón que se quedase sin dedos después de meter la mano en uno de los bolsillos de la gabardina negra de Gerrit ni puta que no se follase si es que tenía francos suficiente en sus bolsillos.
Por desgracia, en esta noche de densa niebla; ni asesinos, ni ladrones ni prostitutas habían aparecido por el camino que Gerrit recorría sin saber. Eso era extraño, pero no lo suficiente para que llamase su atención ni, tampoco, para dejar de caminar.
Re: Durante la noche [Privado]
Hacía apenas unas horas que el barco donde llevaba navegando como polizón desde hacía semanas había atracado en el puerto de París. Unas semanas en las que había pasado el hambre más absoluta, pero que había sido incapaz de moverme por miedo a que me descubriesen. Esperé a que el navío se quedase en el más absoluto silencio antes de salir de mi escondite, antes de encaminarme hacia esa nueva vida que se abría ante mis ojos.
El puerto era un continuo bullicio de gente que iba y venía con sus equipajes, ciudadanos y visitantes que no prestaban atención a una joven solitaria y humilde como yo. No tardé pues en coger mi petate con apenas unas prendas de ropa, y dirigirme hacia el centro de la ciudad donde esperaba encontrar algún lugar donde pasar la noche. No disponía de recursos económicos, al menos no para alojarme en un hostal, y la rapidez con la que había tenido que abandonar mi ciudad natal había sido un problema para conseguir dinero.
Anduve durante horas por las aglomeradas calles de la ciudad, recordando como había sido la última noche en aquel pequeño pueblo de Austria; como el hombre al que mis padres me habían vendido al descubrir mi naturaleza había intentado aprovecharse sexualmente de mí, y como había sido capaz de convertirme en tigresa sin pensarlo, descuartizándolo en cuestión de segundos, marcando desde ese momento mi sino; declarándome fugitiva para el resto de mi larga y felina vida.
Poco a poco las calles se fueron vaciando, señal de que el anochecer se acercaba y que cada uno terminaría sus quehaceres para refugiarse en sus cómodos y cálidos hogares. Era el momento de encontrar un callejón, o quizás un parque donde pasar la noche; esperando que al día siguiente tuviese más suerte y tal vez diese con un trabajo con el que poder comer.
Una densa neblina se apoderó de las calles ahora vacías, una neblina que atravesaba la capa que portaba y me calaba hasta los huesos. Me abracé a mí misma extenuada por el frío, y apreté el paso, indecisa todavía sobre donde pernoctar; con aquella temperatura quizás sería más lógico pedir asilo en algún hospicio, y decidida a intentarlo frené mis pasos de golpe y me di la vuelta para preguntar en una taberna por la que acababa de pasar al doblar la esquina. Quizás allí podrían informarme por la localización exacta del lugar al que quería dirigirme; más sin darme cuenta de la presencia de aquel humano, impacté contra su cuerpo al girar la esquina por la que acababa de pasar. Siseé por el dolor del golpe, dando un paso atrás y observando bien su rostro.
-¿Es que no mira por donde va?- gruñí a sabiendas que había sido yo quien lo había interceptado por ir con prisas. Nuestras miradas se encontraron, y entonces me di cuenta de su aura; era un hechicero, y yo me podía dar por muerta. Tensé todo mi cuerpo, dispuesta a luchar si hacía falta, percatándome de que me sacaba al menos palmo y medio de altura y que era extrañamente atractivo.
El puerto era un continuo bullicio de gente que iba y venía con sus equipajes, ciudadanos y visitantes que no prestaban atención a una joven solitaria y humilde como yo. No tardé pues en coger mi petate con apenas unas prendas de ropa, y dirigirme hacia el centro de la ciudad donde esperaba encontrar algún lugar donde pasar la noche. No disponía de recursos económicos, al menos no para alojarme en un hostal, y la rapidez con la que había tenido que abandonar mi ciudad natal había sido un problema para conseguir dinero.
Anduve durante horas por las aglomeradas calles de la ciudad, recordando como había sido la última noche en aquel pequeño pueblo de Austria; como el hombre al que mis padres me habían vendido al descubrir mi naturaleza había intentado aprovecharse sexualmente de mí, y como había sido capaz de convertirme en tigresa sin pensarlo, descuartizándolo en cuestión de segundos, marcando desde ese momento mi sino; declarándome fugitiva para el resto de mi larga y felina vida.
Poco a poco las calles se fueron vaciando, señal de que el anochecer se acercaba y que cada uno terminaría sus quehaceres para refugiarse en sus cómodos y cálidos hogares. Era el momento de encontrar un callejón, o quizás un parque donde pasar la noche; esperando que al día siguiente tuviese más suerte y tal vez diese con un trabajo con el que poder comer.
Una densa neblina se apoderó de las calles ahora vacías, una neblina que atravesaba la capa que portaba y me calaba hasta los huesos. Me abracé a mí misma extenuada por el frío, y apreté el paso, indecisa todavía sobre donde pernoctar; con aquella temperatura quizás sería más lógico pedir asilo en algún hospicio, y decidida a intentarlo frené mis pasos de golpe y me di la vuelta para preguntar en una taberna por la que acababa de pasar al doblar la esquina. Quizás allí podrían informarme por la localización exacta del lugar al que quería dirigirme; más sin darme cuenta de la presencia de aquel humano, impacté contra su cuerpo al girar la esquina por la que acababa de pasar. Siseé por el dolor del golpe, dando un paso atrás y observando bien su rostro.
-¿Es que no mira por donde va?- gruñí a sabiendas que había sido yo quien lo había interceptado por ir con prisas. Nuestras miradas se encontraron, y entonces me di cuenta de su aura; era un hechicero, y yo me podía dar por muerta. Tensé todo mi cuerpo, dispuesta a luchar si hacía falta, percatándome de que me sacaba al menos palmo y medio de altura y que era extrañamente atractivo.
Larissa- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: Durante la noche [Privado]
No parecía haber anda que le fuera de su agrado. Y, lo peor, es que tampoco de su desagrado. Simplemente, no había nada a parte de las paredes de los diferentes edificios y la densa neblina que reinaba en las calles. En una palabra: Aburrimiento. Eso era lo que sentía Gerrit. Odiaba estar aburrido. Era desesperante; como tener delante un delicioso pastel y no poder comerlo. Si lo pensaba bien, Paris era como un gran pastel. Lo supo nada más llegó. La de cosas con las que uno se podría entretener caminando por las calles parisianas eran innumerables. La ciudad de las luces, la llamaban, y con razón. Cualquiera que supiera hacia donde se dirigía acabaría viendo las hermosas luces de la ciudad. Pero, Gerrit no sabía hacia dónde iba. Solo caminaba esperando encontrarse un tesoro, una luz perdida y única de la ciudad, con el que entretenerse.
El aburrimiento fue la causa por la que se quedó quieto en mitad de la esquina de una de las calles buscando algún letrero que le fuera a decir dónde estaba. Todas las calles parisinas tenían un nombre ridículo: “Rue Lepic, Rue de Lappe, Rue du Faubourg Saint-Honoré…” A Gerrit no le hubiera extrañado leer en un azulejo el nombre de: “Rue de Monsieur Le Croissant”. Hubiera sido gracioso. Lamentablemente, la niebla impedía que pudiera leer nada que no estuviera justo enfrente de sus narices. Allá arriba, tanto podía poner Croissant como cualquier otra cosa.
Despistado, buscando el nombre que le indicase dónde estaba, no vio a la chica que se tropezó delante de él. La cabeza de la chica golpeó directamente el pecho del hechicero y aun tenía el descaro de quejarse. Que maleducada y desagradable. Si no fuera porque aquella chica era lo mejor que le había pasado en toda la noche, la hubiera cogido del pelo y le hubiera dado una magistral clase de educación y buen comportamiento. Falta le hacía a la descarada mujer.
Gerrit bajó la vista para verla mejor. Ya que no la iba a pegar, por lo menos, quería verla y hablarle cara a cada sobre la mala educación que la chica tenía. Sin embargo, cuando la vio, se quedó callado sin poder decir nada. La conocía. Claro que la conocía, y una ligera sonrisa se esbozó en sus labios en cuanto supo de quién se trataba.
-Ah, eres tú.- Saludó a su manera. - Te das cuenta que, si no me hubiera dado quien eras, podías haber acabado muy mal.- Dijo con un fuerte tono de burla. - Me alegro de verte, Larissa.-
Ahí estaba, la luz perdida que con la que esperaba encontrarse había llegado directa a chocarse contra su pecho.
El aburrimiento fue la causa por la que se quedó quieto en mitad de la esquina de una de las calles buscando algún letrero que le fuera a decir dónde estaba. Todas las calles parisinas tenían un nombre ridículo: “Rue Lepic, Rue de Lappe, Rue du Faubourg Saint-Honoré…” A Gerrit no le hubiera extrañado leer en un azulejo el nombre de: “Rue de Monsieur Le Croissant”. Hubiera sido gracioso. Lamentablemente, la niebla impedía que pudiera leer nada que no estuviera justo enfrente de sus narices. Allá arriba, tanto podía poner Croissant como cualquier otra cosa.
Despistado, buscando el nombre que le indicase dónde estaba, no vio a la chica que se tropezó delante de él. La cabeza de la chica golpeó directamente el pecho del hechicero y aun tenía el descaro de quejarse. Que maleducada y desagradable. Si no fuera porque aquella chica era lo mejor que le había pasado en toda la noche, la hubiera cogido del pelo y le hubiera dado una magistral clase de educación y buen comportamiento. Falta le hacía a la descarada mujer.
Gerrit bajó la vista para verla mejor. Ya que no la iba a pegar, por lo menos, quería verla y hablarle cara a cada sobre la mala educación que la chica tenía. Sin embargo, cuando la vio, se quedó callado sin poder decir nada. La conocía. Claro que la conocía, y una ligera sonrisa se esbozó en sus labios en cuanto supo de quién se trataba.
-Ah, eres tú.- Saludó a su manera. - Te das cuenta que, si no me hubiera dado quien eras, podías haber acabado muy mal.- Dijo con un fuerte tono de burla. - Me alegro de verte, Larissa.-
Ahí estaba, la luz perdida que con la que esperaba encontrarse había llegado directa a chocarse contra su pecho.
Re: Durante la noche [Privado]
Sonreí de medio lado al escuchar esa voz tan familiar que lejos como estaba de mi hogar no consiguió otra cosa que reconfortarme, a pesar de sus formas, conocía a Gerrit lo suficiente como para saber que él también se había sorprendido por nuestro fortuito encuentro. Pude enfocar por fin su rostro, que difuminado por aquella espesa niebla me había pasado desapercibido. Un rostro que años antes había encontrado en unas circunstancias muy distintas, y aseguraría de que si no llega a ser por mi presencia, el mago lo hubiese pasado terriblemente mal para salir con vida de una lucha en la que no tenía muy claro quien había sido claro vencedor.
Nuestro encuentro tuvo lugar en nuestro país natal, Austria, habiendo pasado quizás más años de los que creía recordar, pues los días se me hacían eternos siendo la esclava de aquel comerciante al que mis padres me habían vendido. Recuerdo que era una fría noche de otoño en la que yo había escapado de la vigilancia de mi dueño para pasear por la ciudad. Andaba distraída (más o menos como hoy), y prácticamente sentí su presencia por el olor a sangre que inundaba su ropa cuando apenas estaba a unos metros de él. Parecía inconsciente, y lo más racional hubiese sido salir corriendo, pero cuando observé el cuerpo moribundo de aquel hombre que necesitaba mi ayuda, no pude evitar acudir a socorrerlo, y cuidarlo hasta que me aseguré de que su vida no correría peligro.
Así nació una amistad que se fue consolidando con el tiempo, con numerosas escapadas hacia los bosques donde podíamos hablar y divertirnos lejos de las miradas indiscretas que no entendían que entre un hombre y una mujer pudiese haber una simple amistad.
Ambos éramos conscientes de la naturaleza del otro, de sus defectos y sus virtudes, de lo peligrosa que podía ponerse la situación si a alguno se nos descontrolaban nuestras habilidades en algún momento, más entre nosotros nunca hubo reproche alguno, sino una complicidad que crecía con el tiempo.
Le perdí la pista hacía poco más de un año, cuando mi amo decidió trasladarse a vivir a otra parte del país, privándome así de la única amistad verdadera que había tenido, volviendo a sentirme sola desde entonces. Y no fue hasta ese momento en que nuestras miradas volvieron a cruzarse, cuando me percaté de cuanto había echado de menos nuestras conversaciones.
-Tan expresivo como siempre.- bromeé dándole un cálido abrazo, incapaz de demostrarle lo feliz que me hacía con su presencia.- Yo también me alegro de verte, ¿qué haces tú por aquí?
Me retiré un poco para mirarlo a los ojos, sonreí al pensar que él podría hacerme la misma pregunta, y entonces...un sinfin de preguntas agolparon en mi mente. ¿Qué posibilidades había de que con todo lo grande que era el mundo, acabásemos los dos tropezando en una calle de París?
-¿Quién te ha mandado a por mí?- pregunté dando un paso atrás y dudando de aquel hechicero que hasta ahora había considerado mi amigo. No era posible, no podía serlo…pero demasiadas casualidades para ser simple azar. ¿Sería realmente capaz de traicionarme y haber venido en mi búsqueda para entregarme a las autoridades por mi crimen?
Nuestro encuentro tuvo lugar en nuestro país natal, Austria, habiendo pasado quizás más años de los que creía recordar, pues los días se me hacían eternos siendo la esclava de aquel comerciante al que mis padres me habían vendido. Recuerdo que era una fría noche de otoño en la que yo había escapado de la vigilancia de mi dueño para pasear por la ciudad. Andaba distraída (más o menos como hoy), y prácticamente sentí su presencia por el olor a sangre que inundaba su ropa cuando apenas estaba a unos metros de él. Parecía inconsciente, y lo más racional hubiese sido salir corriendo, pero cuando observé el cuerpo moribundo de aquel hombre que necesitaba mi ayuda, no pude evitar acudir a socorrerlo, y cuidarlo hasta que me aseguré de que su vida no correría peligro.
Así nació una amistad que se fue consolidando con el tiempo, con numerosas escapadas hacia los bosques donde podíamos hablar y divertirnos lejos de las miradas indiscretas que no entendían que entre un hombre y una mujer pudiese haber una simple amistad.
Ambos éramos conscientes de la naturaleza del otro, de sus defectos y sus virtudes, de lo peligrosa que podía ponerse la situación si a alguno se nos descontrolaban nuestras habilidades en algún momento, más entre nosotros nunca hubo reproche alguno, sino una complicidad que crecía con el tiempo.
Le perdí la pista hacía poco más de un año, cuando mi amo decidió trasladarse a vivir a otra parte del país, privándome así de la única amistad verdadera que había tenido, volviendo a sentirme sola desde entonces. Y no fue hasta ese momento en que nuestras miradas volvieron a cruzarse, cuando me percaté de cuanto había echado de menos nuestras conversaciones.
-Tan expresivo como siempre.- bromeé dándole un cálido abrazo, incapaz de demostrarle lo feliz que me hacía con su presencia.- Yo también me alegro de verte, ¿qué haces tú por aquí?
Me retiré un poco para mirarlo a los ojos, sonreí al pensar que él podría hacerme la misma pregunta, y entonces...un sinfin de preguntas agolparon en mi mente. ¿Qué posibilidades había de que con todo lo grande que era el mundo, acabásemos los dos tropezando en una calle de París?
-¿Quién te ha mandado a por mí?- pregunté dando un paso atrás y dudando de aquel hechicero que hasta ahora había considerado mi amigo. No era posible, no podía serlo…pero demasiadas casualidades para ser simple azar. ¿Sería realmente capaz de traicionarme y haber venido en mi búsqueda para entregarme a las autoridades por mi crimen?
Larissa- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: Durante la noche [Privado]
Se quedó mirando a la chica mientras pensaba en las terribles casualidades. Ella, Larissa, era maestra en aparecer en el momento más casual y preciso. Fuera donde fuere y estuviera donde estuviera, la cambiante aparecía justo en el momento que tenía que aparecer. La primera vez que la vio, apenas la podía distinguir con claridad. La visión de Gerrit, tras el combate contra los líderes de los Ojos Carmesí (hacía tanto tiempo de aquello que no conseguía recordar cuándo fue), era borrosa; solo pudo ver como una mancha rubia le ayudaba a levantarse del suelo. Otras veces, la felina, surgía de la nada con una estúpida aunque graciosa sonrisa en la cara. Esa misma sonrisa había sido la causante de las decenas de riñas y juegos entre los dos. Gerrit, a pesar del tiempo que llevaban siendo amigos, no sabía si le gustaba u odiaba esa sonrisa. Un poco de ambas cosas quizás.
Cómo no, en las calles de parisinas, la chica mostró su sonrisa cuando se encontró con el hechicero. Tan estúpida y graciosa como siempre. Gerrit, al verla, contestó con una media sonrisa a la vez que removía el largo cabello rubio de la chica. Por mucho que la cambiante se bromease o se burlase de Gerrit con su estúpida sonrisa, él se lo permitía. Le podía permitir mucho más de lo que le permitía a la mayoría de las mujeres con las que se acostaba.
Antes de que pudieran hablar sobre la casualidad de su encuentro y compartir las vivencias pasadas en Austria, la chica hizo una preguntó que hizo enarcar la ceja del hechicero. Larissa se separó unos centímetros para hablar, parecía asustada. La conocía lo suficiente para saber que, en verdad, lo estaba.
¿Y tenía razones para estarlo? No. Si alguien, por mucho dinero que tuviera, le hiciera el encargo de matar a Larissa; ese alguien recibiría un puñetazo y nada más. No iba a hacer nada para dañar a su amiga como tampoco dejaría que nadie le hiciera daño.
Gerrit se acercó de nuevo hacia la chica. Antes de hablar, con dos dedos, cogía un mechón rubio de la chica y se lo llevo por detrás de la oreja. Eso la tranquilizaba.
-Nadie.- Fue una respuesta seca y rotunda. Se sentía ofendido por la poca confianza que había demostrado Larissa al hacer esa pregunta. – ¿Es que has dejado de creer en las casualidades?- Dejó unos segundos de silencio para hacer pensar a la chica. -Nadie me ha mandado que haga nada.- Sentenció finalmente.
Cómo no, en las calles de parisinas, la chica mostró su sonrisa cuando se encontró con el hechicero. Tan estúpida y graciosa como siempre. Gerrit, al verla, contestó con una media sonrisa a la vez que removía el largo cabello rubio de la chica. Por mucho que la cambiante se bromease o se burlase de Gerrit con su estúpida sonrisa, él se lo permitía. Le podía permitir mucho más de lo que le permitía a la mayoría de las mujeres con las que se acostaba.
Antes de que pudieran hablar sobre la casualidad de su encuentro y compartir las vivencias pasadas en Austria, la chica hizo una preguntó que hizo enarcar la ceja del hechicero. Larissa se separó unos centímetros para hablar, parecía asustada. La conocía lo suficiente para saber que, en verdad, lo estaba.
¿Y tenía razones para estarlo? No. Si alguien, por mucho dinero que tuviera, le hiciera el encargo de matar a Larissa; ese alguien recibiría un puñetazo y nada más. No iba a hacer nada para dañar a su amiga como tampoco dejaría que nadie le hiciera daño.
Gerrit se acercó de nuevo hacia la chica. Antes de hablar, con dos dedos, cogía un mechón rubio de la chica y se lo llevo por detrás de la oreja. Eso la tranquilizaba.
-Nadie.- Fue una respuesta seca y rotunda. Se sentía ofendido por la poca confianza que había demostrado Larissa al hacer esa pregunta. – ¿Es que has dejado de creer en las casualidades?- Dejó unos segundos de silencio para hacer pensar a la chica. -Nadie me ha mandado que haga nada.- Sentenció finalmente.
Re: Durante la noche [Privado]
El gesto dibujado en el rostro de Gerrit me hizo comprender que no me estaba mintiendo, que era cierto que nuestro encuentro había sido fortuito y producto de la mejor de las casualidades. Lo conocía lo suficientemente bien para reconocer cuando sus palabras eran sinceras y cuando no lo eran; así que cuando recorrió de nuevo la distancia que nos había separado por mi paso hacia atrás, permití que recogiera un mechón de pelo que resbalaba por mi mejilla, y que fue depositado con cuidado detrás de mi oreja.
Esos gestos que sabía que no encubrían maldad ninguna, ni segundas intenciones; roces y caricias que solo era capaz de permitirle a él porque sabía que nuestra amistad estaba por encima de todo. Nosotros éramos esa excepción de que los hombres y las mujeres jamás podían ser solo amigos.
Me mordí el labio al escuchar su pregunta. Era cierto que siempre era yo quien había pensado que los caprichos del destino eran los causantes de que nuestros caminos se hubiese cruzado la noche en que nos conocimos, era yo quien creía en esas casualidades que durante el paso de los años nos hacían encontrarnos una y otra vez; más probablemente todo lo sucedido en los últimos meses había hecho de mi una mujer desconfiada que ya no creía en nada más que en su mala suerte.
-Perdona.- susurré clavando mis ojos en los suyos, haciéndole entender que mi disculpa era sincera.- Quizás ha pasado demasiado tiempo y he dejado de creer en muchas cosas; más no debía de haber desconfiado de ti.- di un paso más hacia a su persona, abrazándolo de nuevo y dejándome llevar por esa sensación de paz que inundaba mi ser al sentirlo cerca.
Me separé buscando su mirada, preguntándome a mí misma que era aquello que lo había arrastrado hasta París. Ambos estábamos muy lejos de casa, y a parte de querer desaparecer sin dejar rastro, pocas más opciones se me ocurrían como razones para encontrarnos allí totalmente solos.
- ¿Quieres que nos tomemos algo y me cuentas que asuntos te traes entre manos?- pregunté con una dulce sonrisa. Hacía frío en la calle, y buscar un lugar donde cobijarnos mientras nos poníamos al día se me antojaba un plan perfecto.
Esos gestos que sabía que no encubrían maldad ninguna, ni segundas intenciones; roces y caricias que solo era capaz de permitirle a él porque sabía que nuestra amistad estaba por encima de todo. Nosotros éramos esa excepción de que los hombres y las mujeres jamás podían ser solo amigos.
Me mordí el labio al escuchar su pregunta. Era cierto que siempre era yo quien había pensado que los caprichos del destino eran los causantes de que nuestros caminos se hubiese cruzado la noche en que nos conocimos, era yo quien creía en esas casualidades que durante el paso de los años nos hacían encontrarnos una y otra vez; más probablemente todo lo sucedido en los últimos meses había hecho de mi una mujer desconfiada que ya no creía en nada más que en su mala suerte.
-Perdona.- susurré clavando mis ojos en los suyos, haciéndole entender que mi disculpa era sincera.- Quizás ha pasado demasiado tiempo y he dejado de creer en muchas cosas; más no debía de haber desconfiado de ti.- di un paso más hacia a su persona, abrazándolo de nuevo y dejándome llevar por esa sensación de paz que inundaba mi ser al sentirlo cerca.
Me separé buscando su mirada, preguntándome a mí misma que era aquello que lo había arrastrado hasta París. Ambos estábamos muy lejos de casa, y a parte de querer desaparecer sin dejar rastro, pocas más opciones se me ocurrían como razones para encontrarnos allí totalmente solos.
- ¿Quieres que nos tomemos algo y me cuentas que asuntos te traes entre manos?- pregunté con una dulce sonrisa. Hacía frío en la calle, y buscar un lugar donde cobijarnos mientras nos poníamos al día se me antojaba un plan perfecto.
Larissa- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: Durante la noche [Privado]
Con dos dedos de su mano derecha, hizo un gesto a la chica cambiante para que dejase de disculparse. No quería ponerla más nerviosa, no más de lo que ya estaba. Si había pensado que Gerrit había podido hacer caso a una orden cualquiera para atraparla es que, de verdad, estaba desesperada. Debería de estar acostumbrada. Larissa se había ganado a pulsos que muchos hombres la persiguieran. Una tercera parte de esos hombres se la querían follar y la otra tercera parte querían matarla y el resto querían follarla para luego matarla. Que alguien la estuviera persiguiendo entre los callejones parisinos no sería nada diferente de lo que ya había vivido en Austria. Nada que no le debiera asustar.
Gerrit miró fijamente a la chica a medida que continuaba hablando. No se le escapó ningún detalle de ella. Sus piernas, sus brazos, su cintura, su pecho… La examinó de arriba abajo buscando alguna marca o una herida o cualquier otra cosa que le pudiera indicar que la chica estaba en peligro. No encontró nada, cosa que resultaba extraño. Si no estaba herida, todavía tenía menos razón para estar asustada.
Estaba tan distraído imaginando qué podría haber sido lo que tuviera a Larissa tan asustada que no se dio cuenta que ella había dado un pequeño salto desde su posición para encontrarse con su abrazo. Aun tras haber notado el pecho de la chica contra el suyo, su calor y el olor de de su piel; tardó unos segundos en reaccionar y envolverla con sus fuertes brazos. No podía quitarse de la cabeza la idea que algo le había hecho dudar de él. ¿Tan asustada estaba? Gerrit le debía la vida a Larissa. Ella era una de las pocas personas, tal vez la única, que le gustaría mantener a su lado. ¿Amiga? Tal vez esa sea la palabra. Larissa era su amiga y Gerrit no le iba a hacer daño a una amiga.
-No tengas miedo,- Dijo a la vez que le removía el pelo. - no demasiado.- Para la segunda parte de la frase utilizó su tono más socarrón. A Gerrit se le daba mejor hablar en broma que hablar en serio.
El abrazo no duró mucho tiempo. La chica se separó tras unos segundos. Miró al hechicero de una forma muy parecida a la que él había usado para buscar alguna clase de heridas en su cuerpo. Luego, hizo la pregunta que Gerrit había estado esperando desde la primera vez que la reconoció en el callejón de Paris.
-No,- Contestó Gerrit con una mueca que no llegaba a ser una sonrisa pero que se le parecía bastante- hay cosas más divertidas que hacer en una noche cómo ésta para pasarla en un bar.- El hechicero señaló con la cabeza un edificio que tenía la ventana abierta y una ligera luz anaranjada salía de él. Era una mezcla siniestra la que resultaba entre la espesa niebla y la luz naranja de ese lugar -¿No hueles eso? Es una perfumería.- La mueca se convirtió en una sonrisa entera. - ¿Sabes que usan los perfumistas franceses para sus experimentos?-
Como hubiera sido obra de Dios, justo cuando terminó la frase, algo fue arrojado desde la ventana de la luz anaranjada. Era un manojo de pelo negro mojado. Estaba tan tratado por los diferentes productos que parecía tanto una rata, un gato o…
-Bingo, personas.- Aunque sonaba como una exclamación, lo dijo en susurro. - ¿Quieres saber que me traigo entre manos o prefieres saber qué hacen allí arriba?-
Gerrit miró fijamente a la chica a medida que continuaba hablando. No se le escapó ningún detalle de ella. Sus piernas, sus brazos, su cintura, su pecho… La examinó de arriba abajo buscando alguna marca o una herida o cualquier otra cosa que le pudiera indicar que la chica estaba en peligro. No encontró nada, cosa que resultaba extraño. Si no estaba herida, todavía tenía menos razón para estar asustada.
Estaba tan distraído imaginando qué podría haber sido lo que tuviera a Larissa tan asustada que no se dio cuenta que ella había dado un pequeño salto desde su posición para encontrarse con su abrazo. Aun tras haber notado el pecho de la chica contra el suyo, su calor y el olor de de su piel; tardó unos segundos en reaccionar y envolverla con sus fuertes brazos. No podía quitarse de la cabeza la idea que algo le había hecho dudar de él. ¿Tan asustada estaba? Gerrit le debía la vida a Larissa. Ella era una de las pocas personas, tal vez la única, que le gustaría mantener a su lado. ¿Amiga? Tal vez esa sea la palabra. Larissa era su amiga y Gerrit no le iba a hacer daño a una amiga.
-No tengas miedo,- Dijo a la vez que le removía el pelo. - no demasiado.- Para la segunda parte de la frase utilizó su tono más socarrón. A Gerrit se le daba mejor hablar en broma que hablar en serio.
El abrazo no duró mucho tiempo. La chica se separó tras unos segundos. Miró al hechicero de una forma muy parecida a la que él había usado para buscar alguna clase de heridas en su cuerpo. Luego, hizo la pregunta que Gerrit había estado esperando desde la primera vez que la reconoció en el callejón de Paris.
-No,- Contestó Gerrit con una mueca que no llegaba a ser una sonrisa pero que se le parecía bastante- hay cosas más divertidas que hacer en una noche cómo ésta para pasarla en un bar.- El hechicero señaló con la cabeza un edificio que tenía la ventana abierta y una ligera luz anaranjada salía de él. Era una mezcla siniestra la que resultaba entre la espesa niebla y la luz naranja de ese lugar -¿No hueles eso? Es una perfumería.- La mueca se convirtió en una sonrisa entera. - ¿Sabes que usan los perfumistas franceses para sus experimentos?-
Como hubiera sido obra de Dios, justo cuando terminó la frase, algo fue arrojado desde la ventana de la luz anaranjada. Era un manojo de pelo negro mojado. Estaba tan tratado por los diferentes productos que parecía tanto una rata, un gato o…
-Bingo, personas.- Aunque sonaba como una exclamación, lo dijo en susurro. - ¿Quieres saber que me traigo entre manos o prefieres saber qué hacen allí arriba?-
- Spoiler:
- Me pareció aburrido solo un tema de cháchara y se me ocurrió añadir una pequeña referencia a uno de mis libros favoritos: El Perfume. Espero que no te moleste
Re: Durante la noche [Privado]
Tras ser reconfortada por el envolvente abrazo de Gerrit, que implicaba mucho más de lo que parecía, me dispuse a aceptar la propuesta que saliese de sus labios, entusiasmada por el hecho de no tener que vagar sola por las callejuelas de París. No se me habría ocurrido mejor compañía que la suya, pues sabía que a su lado permanecería a salvo fuesen cuales fuesen los problemas que el caprichoso destino pusiese en mi camino.
Eso es lo que habíamos estado haciendo durante años, así es como una amistad surgida de un fortuito encuentro había dado paso a una confianza plena en el otro, a una complicidad que pocos lograban en la vida. Habíamos cuidado en gran medida del otro, lo habíamos apoyado en los momentos más difíciles, y aunque Gerrit no era un hombre muy dispuesto a mostrar ningún tipo de afecto, conmigo era distinto; por eso, cuando me había devuelto el abrazo para juguetear después con mi pelo, su muestra de cariño se veía multiplicada por mil, por el simple hecho de que no fuese así con nadie más.
Arrugué la nariz al percatarme del extraño olor que procedía de uno de los edificios colindantes; un olor un tanto nauseabundo, y que debido a los poderes de los cambiantes yo podía notar de forma superlativa. Asentí ante la pregunta retórica del hechicero, esa que me ponía sobre alerta de que lo que allí sucedía. Desvié la mirada levemente para localizar aquel macabro lugar donde se elaboraban caros y exquisitos perfumes, estremeciéndome nada más que de pensar lo que podría estar ocurriendo allí dentro mientras el resto de la población parisiense paseaba tranquilamente por alrededor.
-Pensaba que eso era una leyenda urbana, chismes para asustar a las muchachas jóvenes de los peligros de vagar solas por las calles.- contesté incrédula a que lo que me quería decir Gerrit estuviese ocurriendo realmente a escasos metros de donde nos hallábamos.- Claro que teniendo en cuenta que los vampiros y licántropos también son folklore histórico, todo me puede resultar verosímil en estos momentos.
Fue entonces cuando una bola de pelo impactó contra el suelo a pocos metros de donde nos encontrábamos, seguramente lanzada por el individuo que en aquel cuarto del horror elaboraba sus perfumes. Una arcada asomó a mi garganta cuando me percaté de lo que en realidad era aquel deshecho aprovechado hasta la saciedad.
-¿Acabamos de encontrarnos y ya me estás metiendo en problemas?- contesté divertida en voz baja cuando su propuesta de acercarnos a fisgonear fue nuestro plan para aquella noche.- Ya me recompensarás esto después con una copa de vino, mientras me cuentas que diantres haces en Paris.
Cogí su mano, y tirando de él como una chiquilla a punto de cometer la mayor de sus locuras, nos acercamos a ese edificio de dos plantas, donde en su piso superior, al parecer, se estaba cometiendo la mayor de las aberraciones jamás imaginadas: usar a doncellas humanas con el fin de conseguir el esencia más pura y embriagadora posible de la naturaleza.
-Recuérdame que si tienes razón, no vuelva a usar perfume.- susurré guiñándole el ojo cuando llegamos a la puerta, esperando que fuese Gerrit quien tomase la iniciativa y entrase en primer lugar a aquel edificio que se había convertido en el fin de muchas inocentes.
Eso es lo que habíamos estado haciendo durante años, así es como una amistad surgida de un fortuito encuentro había dado paso a una confianza plena en el otro, a una complicidad que pocos lograban en la vida. Habíamos cuidado en gran medida del otro, lo habíamos apoyado en los momentos más difíciles, y aunque Gerrit no era un hombre muy dispuesto a mostrar ningún tipo de afecto, conmigo era distinto; por eso, cuando me había devuelto el abrazo para juguetear después con mi pelo, su muestra de cariño se veía multiplicada por mil, por el simple hecho de que no fuese así con nadie más.
Arrugué la nariz al percatarme del extraño olor que procedía de uno de los edificios colindantes; un olor un tanto nauseabundo, y que debido a los poderes de los cambiantes yo podía notar de forma superlativa. Asentí ante la pregunta retórica del hechicero, esa que me ponía sobre alerta de que lo que allí sucedía. Desvié la mirada levemente para localizar aquel macabro lugar donde se elaboraban caros y exquisitos perfumes, estremeciéndome nada más que de pensar lo que podría estar ocurriendo allí dentro mientras el resto de la población parisiense paseaba tranquilamente por alrededor.
-Pensaba que eso era una leyenda urbana, chismes para asustar a las muchachas jóvenes de los peligros de vagar solas por las calles.- contesté incrédula a que lo que me quería decir Gerrit estuviese ocurriendo realmente a escasos metros de donde nos hallábamos.- Claro que teniendo en cuenta que los vampiros y licántropos también son folklore histórico, todo me puede resultar verosímil en estos momentos.
Fue entonces cuando una bola de pelo impactó contra el suelo a pocos metros de donde nos encontrábamos, seguramente lanzada por el individuo que en aquel cuarto del horror elaboraba sus perfumes. Una arcada asomó a mi garganta cuando me percaté de lo que en realidad era aquel deshecho aprovechado hasta la saciedad.
-¿Acabamos de encontrarnos y ya me estás metiendo en problemas?- contesté divertida en voz baja cuando su propuesta de acercarnos a fisgonear fue nuestro plan para aquella noche.- Ya me recompensarás esto después con una copa de vino, mientras me cuentas que diantres haces en Paris.
Cogí su mano, y tirando de él como una chiquilla a punto de cometer la mayor de sus locuras, nos acercamos a ese edificio de dos plantas, donde en su piso superior, al parecer, se estaba cometiendo la mayor de las aberraciones jamás imaginadas: usar a doncellas humanas con el fin de conseguir el esencia más pura y embriagadora posible de la naturaleza.
-Recuérdame que si tienes razón, no vuelva a usar perfume.- susurré guiñándole el ojo cuando llegamos a la puerta, esperando que fuese Gerrit quien tomase la iniciativa y entrase en primer lugar a aquel edificio que se había convertido en el fin de muchas inocentes.
Larissa- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: Durante la noche [Privado]
A Gerrit le costó imaginar que Larissa acabase de llegar a la ciudad de las luces. Inclinó ligeramente su cabeza en un gesto de duda cuando la cambiante dijo que había escuchado leyendas urbanas acerca de esa perfumería. El hechicero llevaba una semana y media en Paris y todavía no había escuchado ninguno de los chismes que allí se contaban. Tampoco tenía un hogar fijo ni un trabajo con el cual poderse ganarse la vida. ¿Si Larissa había llegado a conocer las leyendas urbanas, también tendría hogar y oficio? Gerrit Nephgerd sonrió al darse cuenta que sabía la respuesta a todas las preguntas que se hacía. Su amiga y compañera de viaje tenía una gran facilidad para adaptarse; una habilidad por su parte que el hechicero carecía, quizás porque él no tenía un gato encerrado en su interior.
Dejó a la chica hablar sobre lo que pensaba sobre los chismes y las leyendas. Después de haberla visto tan asustada no quería interrumpir su monólogo por si le fuera a ofender. Cuando Larissa se calló, Gerrit preguntó:
-¿Eso es un sí?- curvó sus labios en una sonrisa de complicidad. Volvió a repetir la misma pregunta en un tono afirmativo. -Sí, Eso es un sí-.
Fue hacía la bola de pelo para examinarla con más detenimiento. Se puso de cuclillas en frente de la masa de pelo pringoso y, con un palo de madera que había encontrado en el suelo, lo pinchó repetidas veces para asegurarse que no era una rata muerta. Ya fuera Paris o Viena, hasta en los barrios más ricos estaban infectos de ratas. Para saber eso, no le hizo falta escuchar ningún chismorreo popular. Las ratas eran algo común. Sin embargo, eso no era una rata, era pelo y, después de haberlo pinchado más de quince veces consecutivas, estaba seguro que era humano.
-Tú eres un problema mayor que el de la perfumería- contestó Gerrit sin dejar de observar y pinchar la bola de pelo humano.
Antes de que pudiera añadir algo más, Larissa le había cogido del brazo y le empujaba ansiosa hasta el edificio de dos pisos. Gerrit se levantó del suelo y se dejó guiar por la cambiante. Que luego no protestarse cuando la volviera a llamar problema. Lo era. Nunca le dejaba tiempo para hacer sus observaciones previas antes de pasar a la acción.
-Está bien- contestó sin ganas a la broma de Larissa. Aunque reconocía que le había hecho gracia, lo que esperaba al otro lado de la puerta del edificio de dos plantas era más importante que reír una broma.
Al llegar en frente de la puerta, Gerrit se deshizo del agarre de la chica de un manotazo y golpeó la puerta con una fuerte patada. Se escuchó un fuerte crack y la madera de la puerta se desprendió del cerrojo de metal. Un enorme pasillo que llevaba a una especie de casa con una escalera a la derecha de Gerrit que llevaba hacia la parte superior del edificio, donde suponía que estaría el laboratorio, se hicieron visibles tras destruir la puerta.
-Las damas primero- dijo haciendo un gesto socarrón como si estuviera cediendo el paso a la chica. No le preocupara que allí arriba hubieran personas armadas, conocía lo suficientemente bien a Larissa como para saber que podía hacer frente a cualquier cosa.
Dejó a la chica hablar sobre lo que pensaba sobre los chismes y las leyendas. Después de haberla visto tan asustada no quería interrumpir su monólogo por si le fuera a ofender. Cuando Larissa se calló, Gerrit preguntó:
-¿Eso es un sí?- curvó sus labios en una sonrisa de complicidad. Volvió a repetir la misma pregunta en un tono afirmativo. -Sí, Eso es un sí-.
Fue hacía la bola de pelo para examinarla con más detenimiento. Se puso de cuclillas en frente de la masa de pelo pringoso y, con un palo de madera que había encontrado en el suelo, lo pinchó repetidas veces para asegurarse que no era una rata muerta. Ya fuera Paris o Viena, hasta en los barrios más ricos estaban infectos de ratas. Para saber eso, no le hizo falta escuchar ningún chismorreo popular. Las ratas eran algo común. Sin embargo, eso no era una rata, era pelo y, después de haberlo pinchado más de quince veces consecutivas, estaba seguro que era humano.
-Tú eres un problema mayor que el de la perfumería- contestó Gerrit sin dejar de observar y pinchar la bola de pelo humano.
Antes de que pudiera añadir algo más, Larissa le había cogido del brazo y le empujaba ansiosa hasta el edificio de dos pisos. Gerrit se levantó del suelo y se dejó guiar por la cambiante. Que luego no protestarse cuando la volviera a llamar problema. Lo era. Nunca le dejaba tiempo para hacer sus observaciones previas antes de pasar a la acción.
-Está bien- contestó sin ganas a la broma de Larissa. Aunque reconocía que le había hecho gracia, lo que esperaba al otro lado de la puerta del edificio de dos plantas era más importante que reír una broma.
Al llegar en frente de la puerta, Gerrit se deshizo del agarre de la chica de un manotazo y golpeó la puerta con una fuerte patada. Se escuchó un fuerte crack y la madera de la puerta se desprendió del cerrojo de metal. Un enorme pasillo que llevaba a una especie de casa con una escalera a la derecha de Gerrit que llevaba hacia la parte superior del edificio, donde suponía que estaría el laboratorio, se hicieron visibles tras destruir la puerta.
-Las damas primero- dijo haciendo un gesto socarrón como si estuviera cediendo el paso a la chica. No le preocupara que allí arriba hubieran personas armadas, conocía lo suficientemente bien a Larissa como para saber que podía hacer frente a cualquier cosa.
Re: Durante la noche [Privado]
Gerrit se zafó de mi mano al llegar a la puerta del edificio, utilizando después esa sutileza que lo caracterizada y abriendo la puerta de una patada certera, que hizo saltar la cerradura y golpear ésta contra la pared de atrás. La puerta de madera se quedó hecha trizas, y mi cara pálida como la pared. ¿Y si lanzábamos una traca de petardos para avisar a los psicópatas que estaban arriba que estábamos a punto de entrar? ¿Qué era aquello de no llamar la atención cuando investigábamos? Luego me decía que yo era la fuente de problemas, habrase visto.
-Seguro que no se han enterado del estruendo, si están sordos, claro.- apunté con tono sarcástico mirándolo de reojo, observando después cada uno de los detalles de ese tenebroso pasillo que si no fuese porque en el piso superior se veía luz hubiese jurado que estaba abandonado.
La mugre del lugar mostraba que no limpiaban mucho en aquella casa, al menos en la planta inferior. Una silla y una estrecha cómoda al entrar, ambas con tres capas de polvo, eran todo el mobiliario visible, colocados ambos bajo la escalera que nos llevaría hasta nuestro objetivo.
Negué con la cabeza cuando escuché a Gerrit cederme el paso, como si de un gesto cortés se tratase. Cierto que no tenía miedo alguno en enfrentarme a quien fuese, pero eso significaría terminar desnuda cuando volviese a ser humana, y con la humedad que hacía por la noche, solo podría acabar en un fuerte resfriado.
-Por favor, deja mi ropa sobre la silla para que luego vuelva a buscarla. No me he venido con mucho equipaje que digamos, e ir desnuda hasta el hostal donde me alojo no es que me apasione en demasía.- apunté antes de convertirme en una peluda gata negra, que sigilosamente salió de entre mis ropas que se quedaron tendidas en el suelo y se aventuró hacia el interior del inmueble, pensando que después de estar ahí necesitaría un buen baño. Que gente más marrana, pensé., ¿Es que no sabían lo que era una escoba?
Caminé dando saltitos para no mancharme mis impolutas patitas, centrándome en cada uno de los sonidos que nos envolvían, y que en forma felina me eran mucho más fáciles de identificar. Sin duda, allá arriba no solo se estaban fabricando perfumes, pues el olor nauseabundo que llegaba hasta la calle allí era mucho más perceptible, haciéndome tener una arcada en la que por un momento pensé que vomitaría una bola de pelo. Un olor inconfundible que haría vomitar a las cabras, y que se trataba sin duda, de tejidos humanos cocinados, tal vez hervidos.
Giré mi cabeza y observé que Gerrit estaba a mi lado, de modo que me encaminé escaleras arriba tratando de detectar algo más que nos ofreciese una ventaja sobre lo que ocurría allí dentro. Al fondo de la escalera se podía ver una puerta por cuya ranura inferior se detectaba una fuerte luz anaranjada. Percibí entonces unas voces y me quedé petrificada en el escalón tratando de escuchar que decían o al menos poder identificar cuantas personas habían allí. Sin duda eran dos hombres, que discutían sobre un cuerpo del que tenían que deshacerse antes de que llegase el alba. Otra arcada surgió de mi garganta, que fue interrumpida por un crujido en la madera tras de mí provocado por Gerrit que subía las escaleras con menos sigilo que un trol de las cavernas.
Me volví hacia él, entrecerrando mi mirada y tentada a saltarle sobre la cabeza para arañarle toda la cara por descubrirnos de esta forma. Miré de nuevo a la puerta, y me bufé dos veces para indicarle a que nos enfrentábamos. Unos pasos se acercaban a ésta, dejándonos en una complicada posición si la abrían, al menos a él que era incapaz de transformarse en conejo. Cierto que con la oscuridad en la que estamos sumidos tendríamos alguna oportunidad, pero debíamos ser rápidos.
-Seguro que no se han enterado del estruendo, si están sordos, claro.- apunté con tono sarcástico mirándolo de reojo, observando después cada uno de los detalles de ese tenebroso pasillo que si no fuese porque en el piso superior se veía luz hubiese jurado que estaba abandonado.
La mugre del lugar mostraba que no limpiaban mucho en aquella casa, al menos en la planta inferior. Una silla y una estrecha cómoda al entrar, ambas con tres capas de polvo, eran todo el mobiliario visible, colocados ambos bajo la escalera que nos llevaría hasta nuestro objetivo.
Negué con la cabeza cuando escuché a Gerrit cederme el paso, como si de un gesto cortés se tratase. Cierto que no tenía miedo alguno en enfrentarme a quien fuese, pero eso significaría terminar desnuda cuando volviese a ser humana, y con la humedad que hacía por la noche, solo podría acabar en un fuerte resfriado.
-Por favor, deja mi ropa sobre la silla para que luego vuelva a buscarla. No me he venido con mucho equipaje que digamos, e ir desnuda hasta el hostal donde me alojo no es que me apasione en demasía.- apunté antes de convertirme en una peluda gata negra, que sigilosamente salió de entre mis ropas que se quedaron tendidas en el suelo y se aventuró hacia el interior del inmueble, pensando que después de estar ahí necesitaría un buen baño. Que gente más marrana, pensé., ¿Es que no sabían lo que era una escoba?
Caminé dando saltitos para no mancharme mis impolutas patitas, centrándome en cada uno de los sonidos que nos envolvían, y que en forma felina me eran mucho más fáciles de identificar. Sin duda, allá arriba no solo se estaban fabricando perfumes, pues el olor nauseabundo que llegaba hasta la calle allí era mucho más perceptible, haciéndome tener una arcada en la que por un momento pensé que vomitaría una bola de pelo. Un olor inconfundible que haría vomitar a las cabras, y que se trataba sin duda, de tejidos humanos cocinados, tal vez hervidos.
Giré mi cabeza y observé que Gerrit estaba a mi lado, de modo que me encaminé escaleras arriba tratando de detectar algo más que nos ofreciese una ventaja sobre lo que ocurría allí dentro. Al fondo de la escalera se podía ver una puerta por cuya ranura inferior se detectaba una fuerte luz anaranjada. Percibí entonces unas voces y me quedé petrificada en el escalón tratando de escuchar que decían o al menos poder identificar cuantas personas habían allí. Sin duda eran dos hombres, que discutían sobre un cuerpo del que tenían que deshacerse antes de que llegase el alba. Otra arcada surgió de mi garganta, que fue interrumpida por un crujido en la madera tras de mí provocado por Gerrit que subía las escaleras con menos sigilo que un trol de las cavernas.
Me volví hacia él, entrecerrando mi mirada y tentada a saltarle sobre la cabeza para arañarle toda la cara por descubrirnos de esta forma. Miré de nuevo a la puerta, y me bufé dos veces para indicarle a que nos enfrentábamos. Unos pasos se acercaban a ésta, dejándonos en una complicada posición si la abrían, al menos a él que era incapaz de transformarse en conejo. Cierto que con la oscuridad en la que estamos sumidos tendríamos alguna oportunidad, pero debíamos ser rápidos.
Larissa- Cambiante Clase Baja
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