AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En la posada Roca de Paso se admite a cualquiera [Priv.Lance]
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En la posada Roca de Paso se admite a cualquiera [Priv.Lance]
Una silueta masculina bastante baja entraba y salía de la cocina a revisar si la comida de los hombres estaba lista o no. Iba con prisas pese a que no las tenía que tener, porque siempre era energético y aunque solo hubiera un par de personas en aquel lugar los trataba como si fuera un público más importante de lo que eran.
Cuando al fin el estofado estuvo en su punto cogió los dos platos y con una elegancia cualquiera de camarero esquivó unas cuantas mesas hasta llegar a la del final, dejándolos frente a los hambrientos hombres que esperaban con impaciencia.
- Perdonad que haya tardado más de la cuenta, pero Abenthy hoy no se encuentra aquí y tengo que hacerme cargo por mí mismo. Les mostró una pequeña sonrisa como disculpa. - A cambio no os cobraré la cerveza ni el pan
Con un asentimiento de cabeza les dio la espalda y se perdió de nuevo por la cocina, cual se encontraba detrás de la barra. Solamente se le veía un poco la cabeza al pasar.
Los dos hombres se miraron, parpadeando. Era normal ver a un niño trabajar en esos tiempos, pero no cualquiera estaba acostumbrado a ello y Zelman por supuesto que lo estaba. No podía ser menos después de vivir allí por lo gratis y encima cobrar por ello. No, tenía que dar poner de su parte como si trabajase allí de toda la vida. Se acostumbró rápidamente, porque observaba a su jefe ir y venir, tratando con igualdad a todos los que pasaban por la puerta de la posada. Le fascinaba lo sabio que podía llegar a ser con tan solo la media de edad. Era como si estuviese hecho para camarero, aunque él lo veía más allá de eso.
Un minuto después volvió a salir de la cocina con una bandeja donde encima de ésta había un par de unas cuantas cosas: cerveza, pan y también añadió queso.
Cuando dejó la bandeja en la mesa, entrecerró los ojos para prestar atención a la conversación de éstos, que parecía que ya no estaban fascinados por el niño. Era de esperar. Él no destacaba en muchas cosas y fácilmente se le olvidaba.
- ... Pero ya te he dicho que eso es normal, Tony, los tiempos que corren no son buenos y no podemos cambiarlo. Que si, que aquel guardia te prohibió volver a esta zona de la ciudad porque tus cosechas no estaban a buen ver de los demás, pero tu te las saltaste y te volvió a pillar con las manos en la masa. Seguro que se aprovechó de habértelas robado para dárselas a su familia o quien sabe, también zampárselas con sus jodidos compañeros.
Frunció el ceño mientras sonreía sarcásticamente. Eso era habitual para ellos los pobres, incluso para sí mismo. Aún se veía en situaciones parecidas y tampoco podían hacer nada para remediarlo. Con un suspiro volvió a la barra, donde se sentó en un taburete algo más alto, lo suficiente para poder ver a través de ésta.
Comenzó a limpiar las botellas una vez más con un trapo algo desgastado pero limpio, como debía ser.
Mientras las limpiaba ojeó la posada con una vista algo aburrida. ''Si Ben estuviera aquí al menos me contaría alguna de sus historias, pero es una pena que se haya tenido que ir de viaje a por unas cosas para este lugar.''
Volvió a resoplar. En realidad ese sitio no era muy especial, porque consistía en una planta baja donde allí se reunía la gente para cenar o beber cuando les llegaba el dinero (o no). Habían sillas y mesas de madera oscura tanto por el centro como al fondo para la gente más reservada. El lugar era lo suficientemente espacioso como, para los días más animados y de fiesta, correr los muebles y dejar el centro algo más libre para actuar. Sí, de vez en cuando lo divertido era tocar para otras personas y que estas se animaran a bailar en el centro con sus pasos torpes y sus voces desafinadas.
Sonrió. Vale, quizá no era del todo malo, solo que simplemente se aburría y ya está...
Luego había unas escaleras que daban a la primera planta, que allí se encontraban las habitaciones. Dos de ellas estaban ocupadas por su jefe y él, pero luego estaban otras vacías y pulcramente limpias para los que estaban de paso y decidían pasar allí un par de noches.
En general no estaba del todo mal, simplemente le faltaba un toque de animo que ahora escaseaba bastante. Incluso los viajeros tardaban más en visitar la posada para quedarse esas noches.
Una lástima. Podría robarles a los más ricos y hacerse amigos de los más humildes y simpáticos.
No se dio cuenta de que las botellas que limpiaba ya relucían al brillo del sol del mediodía que entraba por las ventanas, pues estaba asumido en sus pensamientos.
Cuando al fin el estofado estuvo en su punto cogió los dos platos y con una elegancia cualquiera de camarero esquivó unas cuantas mesas hasta llegar a la del final, dejándolos frente a los hambrientos hombres que esperaban con impaciencia.
- Perdonad que haya tardado más de la cuenta, pero Abenthy hoy no se encuentra aquí y tengo que hacerme cargo por mí mismo. Les mostró una pequeña sonrisa como disculpa. - A cambio no os cobraré la cerveza ni el pan
Con un asentimiento de cabeza les dio la espalda y se perdió de nuevo por la cocina, cual se encontraba detrás de la barra. Solamente se le veía un poco la cabeza al pasar.
Los dos hombres se miraron, parpadeando. Era normal ver a un niño trabajar en esos tiempos, pero no cualquiera estaba acostumbrado a ello y Zelman por supuesto que lo estaba. No podía ser menos después de vivir allí por lo gratis y encima cobrar por ello. No, tenía que dar poner de su parte como si trabajase allí de toda la vida. Se acostumbró rápidamente, porque observaba a su jefe ir y venir, tratando con igualdad a todos los que pasaban por la puerta de la posada. Le fascinaba lo sabio que podía llegar a ser con tan solo la media de edad. Era como si estuviese hecho para camarero, aunque él lo veía más allá de eso.
Un minuto después volvió a salir de la cocina con una bandeja donde encima de ésta había un par de unas cuantas cosas: cerveza, pan y también añadió queso.
Cuando dejó la bandeja en la mesa, entrecerró los ojos para prestar atención a la conversación de éstos, que parecía que ya no estaban fascinados por el niño. Era de esperar. Él no destacaba en muchas cosas y fácilmente se le olvidaba.
- ... Pero ya te he dicho que eso es normal, Tony, los tiempos que corren no son buenos y no podemos cambiarlo. Que si, que aquel guardia te prohibió volver a esta zona de la ciudad porque tus cosechas no estaban a buen ver de los demás, pero tu te las saltaste y te volvió a pillar con las manos en la masa. Seguro que se aprovechó de habértelas robado para dárselas a su familia o quien sabe, también zampárselas con sus jodidos compañeros.
Frunció el ceño mientras sonreía sarcásticamente. Eso era habitual para ellos los pobres, incluso para sí mismo. Aún se veía en situaciones parecidas y tampoco podían hacer nada para remediarlo. Con un suspiro volvió a la barra, donde se sentó en un taburete algo más alto, lo suficiente para poder ver a través de ésta.
Comenzó a limpiar las botellas una vez más con un trapo algo desgastado pero limpio, como debía ser.
Mientras las limpiaba ojeó la posada con una vista algo aburrida. ''Si Ben estuviera aquí al menos me contaría alguna de sus historias, pero es una pena que se haya tenido que ir de viaje a por unas cosas para este lugar.''
Volvió a resoplar. En realidad ese sitio no era muy especial, porque consistía en una planta baja donde allí se reunía la gente para cenar o beber cuando les llegaba el dinero (o no). Habían sillas y mesas de madera oscura tanto por el centro como al fondo para la gente más reservada. El lugar era lo suficientemente espacioso como, para los días más animados y de fiesta, correr los muebles y dejar el centro algo más libre para actuar. Sí, de vez en cuando lo divertido era tocar para otras personas y que estas se animaran a bailar en el centro con sus pasos torpes y sus voces desafinadas.
Sonrió. Vale, quizá no era del todo malo, solo que simplemente se aburría y ya está...
Luego había unas escaleras que daban a la primera planta, que allí se encontraban las habitaciones. Dos de ellas estaban ocupadas por su jefe y él, pero luego estaban otras vacías y pulcramente limpias para los que estaban de paso y decidían pasar allí un par de noches.
En general no estaba del todo mal, simplemente le faltaba un toque de animo que ahora escaseaba bastante. Incluso los viajeros tardaban más en visitar la posada para quedarse esas noches.
Una lástima. Podría robarles a los más ricos y hacerse amigos de los más humildes y simpáticos.
No se dio cuenta de que las botellas que limpiaba ya relucían al brillo del sol del mediodía que entraba por las ventanas, pues estaba asumido en sus pensamientos.
Zelman Perrin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 28/09/2013
Localización : En cualquier calle de París.
Re: En la posada Roca de Paso se admite a cualquiera [Priv.Lance]
Hacía ya varios meses que había dejado su querida Rouen y tenía que reconocer que haber llegado a esa ciudad no le había sido de mucho beneficio, no hasta entonces, pues el dinero mermaba a una velocidad alarmante a pesar de haber escogido un lugar pequeño en el que dormir y se limitaba a comer dos veces al día, incluso, en ocasiones, tan solo una vez. No es que ya estuviese sin blanca, pero no sabía hasta cuando podría disponer de ese dinero ni si la suerte le iba a sonreír en breve en su búsqueda de trabajo y hogar, ahora mismo, debía pensar en el ahorro y en el salir todos los días en busca de su propia estabilidad.
Añoraba su pequeña ciudad, su tranquilidad y su escasa cantidad de pobreza. Echaba de menos a sus amables vecinos con los que había tenido una buena relación y también a los tenderos y vendedores que acudían a la plaza todas las mañanas a vender sus buenos productos a los transeúntes.
Odiaba aquella ciudad, tanto por su enorme tamaño como por la cantidad de ruido, olores desagradables y suciedad que la inundaba en gran parte de las zonas así como las ratas... Odiaba las ratas más que nada y, a parte de asco, les tenía cierto respeto pues había escuchado barbaridades y procuraba evitarlas.
Bien, en aquel momento el hambre apretaba y, poco decidido a mantener ese estado mucho tiempo, salió de su habitación y bajó hasta la zona donde le servirían algo de comer. Se sentó en una de las mesas y esperó a ser atendido mientras abría el periódico que había conseguido anteriormente y buscaba, en él, la sección inmobiliaria así como la de búsqueda de trabajo. Encontró primero la de trabajos, y comenzó a valorarlos... Ayudante de un doctor, repartidor, chófer... Desde luego había gran variedad, no iba a negarlo, pero en ninguno de esos trabajos se encontraría cómodo. Tenía preferencias, por ello asistiría a las entrevistas que le interesaban más y, si lo rechazaban iría a por segundas opciones, en ese orden.
No duró mucho la búsqueda, abrió el periódico por la primera plana y empezó a leer las noticias que acontecían en la ciudad. Relatos de sociedad, alguien que anunciaba su compromiso, algún robo, algo relacionado con la iglesia... Nada que le llamase especialmente la atención y ya comenzaba a aburrirse pensando en lo poco estimulante que le resultaba aquel lugar. No conocer a nadie era desesperante, siempre había contado con la compañía de alguien y disfrutaba de una buena conversación, algo que no tenía desde hacía meses. Intercambiar dos palabras para comprar un artículo no era precisamente una buena conversación.
Añoraba su pequeña ciudad, su tranquilidad y su escasa cantidad de pobreza. Echaba de menos a sus amables vecinos con los que había tenido una buena relación y también a los tenderos y vendedores que acudían a la plaza todas las mañanas a vender sus buenos productos a los transeúntes.
Odiaba aquella ciudad, tanto por su enorme tamaño como por la cantidad de ruido, olores desagradables y suciedad que la inundaba en gran parte de las zonas así como las ratas... Odiaba las ratas más que nada y, a parte de asco, les tenía cierto respeto pues había escuchado barbaridades y procuraba evitarlas.
Bien, en aquel momento el hambre apretaba y, poco decidido a mantener ese estado mucho tiempo, salió de su habitación y bajó hasta la zona donde le servirían algo de comer. Se sentó en una de las mesas y esperó a ser atendido mientras abría el periódico que había conseguido anteriormente y buscaba, en él, la sección inmobiliaria así como la de búsqueda de trabajo. Encontró primero la de trabajos, y comenzó a valorarlos... Ayudante de un doctor, repartidor, chófer... Desde luego había gran variedad, no iba a negarlo, pero en ninguno de esos trabajos se encontraría cómodo. Tenía preferencias, por ello asistiría a las entrevistas que le interesaban más y, si lo rechazaban iría a por segundas opciones, en ese orden.
No duró mucho la búsqueda, abrió el periódico por la primera plana y empezó a leer las noticias que acontecían en la ciudad. Relatos de sociedad, alguien que anunciaba su compromiso, algún robo, algo relacionado con la iglesia... Nada que le llamase especialmente la atención y ya comenzaba a aburrirse pensando en lo poco estimulante que le resultaba aquel lugar. No conocer a nadie era desesperante, siempre había contado con la compañía de alguien y disfrutaba de una buena conversación, algo que no tenía desde hacía meses. Intercambiar dos palabras para comprar un artículo no era precisamente una buena conversación.
Lancelot L'Olonnais- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 27/09/2013
Re: En la posada Roca de Paso se admite a cualquiera [Priv.Lance]
Unas sillas corriéndose por el suelo de madera hicieron que saliera de sus pensamientos rápidamente, despertándose como si hubiera estado soñando despierto.
Parpadeó unas cuantas veces, llevando su mirada azulada allá donde los hombres estuvieron sentados. Ya se habían levantado y con sus robustas botas llenas de barro uno se acercaba hasta la barra, sacando una especie de monedero de cuero del barato para rebuscar unos cuantos francos, tirándolos sin cuidado a la barra.
El tintineo de las monedas dejaron al pequeño Zelman un tanto embobado, pero de nuevo trató de despejar su cabeza con una sacudida, para despedirse de ellos con un gesto de manos.
- Hasta luego señores, vuelvan pronto con tanta hambre como puedan.
Oyó a los hombres reír por su comentario y éste sonrió, quedándose mirando hasta que la puerta se cerró y las silietas de ellos ya estaban lo suficientemente lejos como para que éste dejara de mirar, pero siguió haciéndolo unos segundos más.
Una pregunta le rondaba la mente. ''¿Qué seré yo cuando tenga sus edades?''
Se bajó del taburete con un salto algo sonoro, estirando un poco las ropas que llevaba. Por encima de su ropa ya desgastada, tenía puesto una especie de delantal blanco. Siempre se lo ponía para trabajar, ya que así no tenía que mancharse sus escasas ropas.
Cruzó la posada tranquilamente y sin prisas, pues el único cliente que estaba allí todavía dormía en su habitación, por lo que no sabía exactamente cuando bajaría.
Justo lo pensó y justo oyó que bajaba por las escaleras.
Echó un pequeño vistazo de reojo al hombre cual se sentaba en una mesa cualquiera a leer el periódico y se dio prisa a la hora de recoger los platos de los anteriores hombres, cruzando nuevamente el espacio a grandes zancadas y así desaparecer por la cocina.
Al rato volvió a aparecer,con un trozo de pan y queso, como siempre hacía. Se acercó hasta la mesa del nuevo cliente para dejar las cosas en ésta.
Miró algo curioso la parte de atrás del periódico, estirando el cuello para poder ver mejor. Se maldijo por lo bajo al recordar que tampoco sabía mucho leer, por lo que para calmar su molestia carraspeó sonoramente.
- ¿Señor? ¿Qué vas a pedir?
Parpadeó unas cuantas veces, llevando su mirada azulada allá donde los hombres estuvieron sentados. Ya se habían levantado y con sus robustas botas llenas de barro uno se acercaba hasta la barra, sacando una especie de monedero de cuero del barato para rebuscar unos cuantos francos, tirándolos sin cuidado a la barra.
El tintineo de las monedas dejaron al pequeño Zelman un tanto embobado, pero de nuevo trató de despejar su cabeza con una sacudida, para despedirse de ellos con un gesto de manos.
- Hasta luego señores, vuelvan pronto con tanta hambre como puedan.
Oyó a los hombres reír por su comentario y éste sonrió, quedándose mirando hasta que la puerta se cerró y las silietas de ellos ya estaban lo suficientemente lejos como para que éste dejara de mirar, pero siguió haciéndolo unos segundos más.
Una pregunta le rondaba la mente. ''¿Qué seré yo cuando tenga sus edades?''
Se bajó del taburete con un salto algo sonoro, estirando un poco las ropas que llevaba. Por encima de su ropa ya desgastada, tenía puesto una especie de delantal blanco. Siempre se lo ponía para trabajar, ya que así no tenía que mancharse sus escasas ropas.
Cruzó la posada tranquilamente y sin prisas, pues el único cliente que estaba allí todavía dormía en su habitación, por lo que no sabía exactamente cuando bajaría.
Justo lo pensó y justo oyó que bajaba por las escaleras.
Echó un pequeño vistazo de reojo al hombre cual se sentaba en una mesa cualquiera a leer el periódico y se dio prisa a la hora de recoger los platos de los anteriores hombres, cruzando nuevamente el espacio a grandes zancadas y así desaparecer por la cocina.
Al rato volvió a aparecer,con un trozo de pan y queso, como siempre hacía. Se acercó hasta la mesa del nuevo cliente para dejar las cosas en ésta.
Miró algo curioso la parte de atrás del periódico, estirando el cuello para poder ver mejor. Se maldijo por lo bajo al recordar que tampoco sabía mucho leer, por lo que para calmar su molestia carraspeó sonoramente.
- ¿Señor? ¿Qué vas a pedir?
Zelman Perrin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 28/09/2013
Localización : En cualquier calle de París.
Re: En la posada Roca de Paso se admite a cualquiera [Priv.Lance]
Aún contemplaba el periódico sin demasiado interés cuando escuchó que una personita pequeña empezaba a recoger los platos y vasos que había frente a él en su mesa, lo que lo hizo sonreír al ver la eficacia de aquel pequeño, que rápidamente llevó todo a la cocina y volvió con un plato con pan y queso, que agradeció con una ancha sonrisa.
- Muchas gracias. - Pero no apartó el periódico, se había marcado el párrafo por el que se había quedado para seguir leyendo una vez el muchacho tomase nota de su comanda - Ponme algo caliente, lo mejor que se te ocurra - y volvió su vista al periódico para seguir con su pequeño entretenimiento. Poco le duró, antes de que el muchacho se hubiese marchado, ya tenía el periódico sobre la mesa bien doblado. Al ver cómo se marchaba el pequeño reparó en su ropa y en su suciedad; aquello le arrancó una mueca de disgusto, pues en Rouen no destacaban los de aquella clase, no exitía la pobreza que existía en París. En Rouen, al ser una ciudad más pequeña, el más pobre tan solo tenía su hogar y un trabajo en una fábrica, todo el mundo podía permitirse, al menos, una muda mientras su otra ropa estaba lavándose.
Desde luego, cada vez le gustaba menos aquel lugar, era una ciudad fría, demasiado grande, demasiado cruel con sus ciudadanos, y él iba en el camino de encontrarse de cara con la pobreza y, con ello, la enfermedad, algo que lo aterraba casi lo mismo que su condición. Daba gracias por que tan solo fuesen un par de días al mes...
Pasó la mirada por la posada, que parecía, dentro de sus posibilidades, agradable y acogedora, era cálida y reconfortante en cierto modo. Era lo más parecido a un hogar que había podido encontrar y se sentía tan fuera de lugar...
- Muchas gracias. - Pero no apartó el periódico, se había marcado el párrafo por el que se había quedado para seguir leyendo una vez el muchacho tomase nota de su comanda - Ponme algo caliente, lo mejor que se te ocurra - y volvió su vista al periódico para seguir con su pequeño entretenimiento. Poco le duró, antes de que el muchacho se hubiese marchado, ya tenía el periódico sobre la mesa bien doblado. Al ver cómo se marchaba el pequeño reparó en su ropa y en su suciedad; aquello le arrancó una mueca de disgusto, pues en Rouen no destacaban los de aquella clase, no exitía la pobreza que existía en París. En Rouen, al ser una ciudad más pequeña, el más pobre tan solo tenía su hogar y un trabajo en una fábrica, todo el mundo podía permitirse, al menos, una muda mientras su otra ropa estaba lavándose.
Desde luego, cada vez le gustaba menos aquel lugar, era una ciudad fría, demasiado grande, demasiado cruel con sus ciudadanos, y él iba en el camino de encontrarse de cara con la pobreza y, con ello, la enfermedad, algo que lo aterraba casi lo mismo que su condición. Daba gracias por que tan solo fuesen un par de días al mes...
Pasó la mirada por la posada, que parecía, dentro de sus posibilidades, agradable y acogedora, era cálida y reconfortante en cierto modo. Era lo más parecido a un hogar que había podido encontrar y se sentía tan fuera de lugar...
Lancelot L'Olonnais- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 27/09/2013
Re: En la posada Roca de Paso se admite a cualquiera [Priv.Lance]
Asintió tras la respuesta de su cliente y antes de que le diera por preguntar algo más volvió a dar esas grandes zancadas anchas y graciosas tan típicas de un niño. Lo hacía cuando se aburría.. pero también cuando no se encontraba Ben por allí. Decía que eso era bastante infantil, pese a que Zelman sabía que a él esos gestos le alegraban los días. Mas de una vez, mirándole de reojo, veía esa pequeña sonrisa vacilar en sus labios.
Se perdió por la cocina y al cabo de cinco minutos salió con otro plato de estofado, el que sobró pero aún se mantenía caliente y delicioso. Lo llevaba con un trapo para no quemarse, porque lo llenó demasiado y casi le ardían los dedos en cuanto el
caldo rozaban éstos, pero no se quejaba. Mantenía la forma firme para que no cayera líquido al suelo, llegando hasta la mesa del hombre triunfante por ello.
Lo dejó con sumo cuidado, llevándose los dedos a los labios soplando con cuidado y así mantenerlos frescos, para después mirar de reojo al hombre.
- No se me da tan bien como al Jefe de esta taberna cocinar.. pero espero que le sea de su agrado, señor. Si no es así, hay más comida, cualquiera que usted quiera. Y bebidas, sobre todo bebidas. Una sonrisa pícara se asomó por sus labios cuando recordó fugazmente la de veces que probó algún licor y cerveza sin que nadie le viera, esas noches de curiosidad donde se hartaba hasta acabar con una resaca que ocultaba al día siguiente.
Se giró un poco, observando el lugar. Si volvía a la barra se aburriría. Si subía arriba y nadie atendía a los clientes, luego le reñirían.
Por lo que se sentó frescamente enfrente de él, cruzando los brazos en la mesa y le miró fijamente, con esos ojos azulados brillantes de inocencia. Solo esperó que ese cliente no fuera como otros y lo tratara fríamente como muchos habían hecho.- Bueno, ¿y tú de donde vienes? ¿cómo te llamas? Preguntó, tratando de entablar una conversación.
Se perdió por la cocina y al cabo de cinco minutos salió con otro plato de estofado, el que sobró pero aún se mantenía caliente y delicioso. Lo llevaba con un trapo para no quemarse, porque lo llenó demasiado y casi le ardían los dedos en cuanto el
caldo rozaban éstos, pero no se quejaba. Mantenía la forma firme para que no cayera líquido al suelo, llegando hasta la mesa del hombre triunfante por ello.
Lo dejó con sumo cuidado, llevándose los dedos a los labios soplando con cuidado y así mantenerlos frescos, para después mirar de reojo al hombre.
- No se me da tan bien como al Jefe de esta taberna cocinar.. pero espero que le sea de su agrado, señor. Si no es así, hay más comida, cualquiera que usted quiera. Y bebidas, sobre todo bebidas. Una sonrisa pícara se asomó por sus labios cuando recordó fugazmente la de veces que probó algún licor y cerveza sin que nadie le viera, esas noches de curiosidad donde se hartaba hasta acabar con una resaca que ocultaba al día siguiente.
Se giró un poco, observando el lugar. Si volvía a la barra se aburriría. Si subía arriba y nadie atendía a los clientes, luego le reñirían.
Por lo que se sentó frescamente enfrente de él, cruzando los brazos en la mesa y le miró fijamente, con esos ojos azulados brillantes de inocencia. Solo esperó que ese cliente no fuera como otros y lo tratara fríamente como muchos habían hecho.- Bueno, ¿y tú de donde vienes? ¿cómo te llamas? Preguntó, tratando de entablar una conversación.
Zelman Perrin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 28/09/2013
Localización : En cualquier calle de París.
Re: En la posada Roca de Paso se admite a cualquiera [Priv.Lance]
La espera no fue demasiado larga, pero sirvió para que sus ojos vagasen por el lugar de nuevo, reparando en detalles que antes no había considerado, como el estado de la madera, la decoración... Nada que le interesase en exceso.
El olor llegó a su nariz antes de que saliese por la puerta el muchacho con su estofado y la boca se le hizo agua al instante, provocándole una sonrisa el momento en que el chiquillo soltó el cuenco crente a él. Un escueto gracias fue lo que salió de sus labios antes de probar aquel delicioso estofado que no podía comer aún porque estaba demasiado caliente. Hizo una mueca tras probarlo, y lo apartó un poco para esperar, escuchando entonces al muchacho, en quien no había reparado demasiado pues... bueno, era un niño.
- Esto está bien, es suficiente, huele de maravilla - Sonrió intentando ser amable y removió la comida dejando que se enfriase demasiado lentamente, quería comer de inmediato, estaba hambriento. Pero el escuchar al niño volver a hablar y preguntar aquello, lo hizo mirarlo fijamente. No es que fuese desagradable porque sí, pero el lobo estaba tan hambriento como él y la combinación de ambos no era buena - De donde vengo no es de tu incumbencia, pequeño. - Carraspeó notando la dureza de sus palabras - Me llamo Lancelot L'Olonnais, puedes llamarme Lance si quieres - Musitó continuando con el jugueteo de la cuchara.
El olor llegó a su nariz antes de que saliese por la puerta el muchacho con su estofado y la boca se le hizo agua al instante, provocándole una sonrisa el momento en que el chiquillo soltó el cuenco crente a él. Un escueto gracias fue lo que salió de sus labios antes de probar aquel delicioso estofado que no podía comer aún porque estaba demasiado caliente. Hizo una mueca tras probarlo, y lo apartó un poco para esperar, escuchando entonces al muchacho, en quien no había reparado demasiado pues... bueno, era un niño.
- Esto está bien, es suficiente, huele de maravilla - Sonrió intentando ser amable y removió la comida dejando que se enfriase demasiado lentamente, quería comer de inmediato, estaba hambriento. Pero el escuchar al niño volver a hablar y preguntar aquello, lo hizo mirarlo fijamente. No es que fuese desagradable porque sí, pero el lobo estaba tan hambriento como él y la combinación de ambos no era buena - De donde vengo no es de tu incumbencia, pequeño. - Carraspeó notando la dureza de sus palabras - Me llamo Lancelot L'Olonnais, puedes llamarme Lance si quieres - Musitó continuando con el jugueteo de la cuchara.
Lancelot L'Olonnais- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/09/2013
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