AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
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Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
"El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto".
Las notas del primer baile finalizaron con un perfecto acorde, dejando que la vibración de las cuerdas de los violines crearan un susurro de expectación. Podía sentir cómo las risas se elevaban, los corazones acelerados de los bailarines, el jadeo de alguna dama sorprendida. Pero todo desaparecía, enfocándose en la mujer que tenía entre sus brazos. Poco le importó si los bailarines comenzaban a marcharse, buscando la siguiente pareja de baile o un refrigerio. Mientras todos pasaban a su alrededor, esquivándolos al estar parados en el mismo sitio en que habían terminado de dar sus últimos pasos,él sentía que un hilo misterioso lo ataba cada vez más a ella. Uniéndolos en un doloroso lazo, que no sabían qué final tendría.
Dicen que el mundo se detiene cuando encuentras a la persona correcta. El compás del tiempo sólo marca un tic-tac reconocible por los enamorados, de ahí, que a los Rusos le gustase no meterse en parejas ajenas. Nadie quería que la superstición tocase sus puertas, rompiendo el hilo que los mantenía unidos. Todos callaban y rezaban porque el destino no fuera cruel. - Voz'mite nit', Danna . Zapisat'sya v moy- Susurró en ruso, mientras daba un paso hacia detrás, separándose de ella. Se inclinó, galantemente, frente a ella, manteniendo sus ojos siempre unidos con los suyos. La deseaba. Quería tenerla para siempre entre sus brazos, con un anhelo tan primitivo que lo asustaba. El susurro de las telas, el sonido inconfundible de un gemido placentero, el ruido de dos copas chocándose. Todo parecía incitarlo a tomar a Danna, descendiendo sus labios a los suyos, para reclamarla. Pero no debía, su reputación podía romperse con la misma facilidad que el papel mojado.
Sonrió y tomó una de sus pequeñas manos entre las suyas, entrelazándola con su brazo, asegurándose de que su cuerpo fuese a la par del suyo. Caminó despacio, mirando con atención a aquellos que los rodeaban, inclinando su cabeza ante aquellos que conocía. - Debes beber algo, pretendo hacerte bailar hasta la extenuación.- Le murmuró a Danna en el oído, mordiendo su oreja con un roce de sus dientes. Como siempre, un dolor se extendió por sus encías, declarando que sus colmillos querían tomar parte del juego. Era una molestia tener que sufrir siempre que percibía su olor o alguna parte de su cuerpo se exponía más de la cuenta. Sus ojos descendieron hacia el escote de su mujer, haciendo que el dolor de sus encías se acentuase. El hambre no había mejorado al haber pasado tanto tiempo separada de ella. Si acaso, se había arraigado tanto a su ser, que podía sentir el peligro que corrían al estar en un lugar tan público. Quizás fuera buena idea separarse de los demás invitados, nunca sabía cuándo perdería la compostura. Sobretodo ahora, cuando tenía hambre y sus celos se elevaban sin límites, buscando a cualquier desgraciado que quisiera rozar el cuerpo de Danna con sus manos. Esos "accidentes" lo harían enrojecer de furia, si no fuera porque su estado de no muerto no se lo permitiera.
- Tantas personas...- Murmuró molesto, separándose de los demás con habilidad, mientras guiaba a la duquesa hasta los refrigerios. Sería oportuno que tomase algo de comer, para que nadie sospechara de él. Aunque eso sólo haría que su estómago se contrajese de dolor hasta que expulsase el material inservible. Quizás una porción muy pequeña de algo sirviese.
Casi llegando a la mesa de bebidas, un mar de telas de colores brillantes se arrojó sobre él. Por acto reflejo, sus manos tomaron aquello que caía sobre él. Cuando escuchó el gemido entrecortado de una mujer, su cara se contralló en una mueca de pánico. Por favor, que no sea una mujer, pensó con verdadero terror. Odiaba esas situaciones. Sus dedos ya comenzaban a tensarse sobre la tela, apretando los brazos femeninos ajenos, con demasiada fuerza. - spasibo, ser- Balbuceó una muchacha rubia, mientras la ayudaba a incorporarse. Una retahíla de palabras salieron de su boca, captando lo esencial de la conversación para asentir en los momentos necesarios, sonriendo con cara inexpresiva. Algo sobre zapatos demasiado altos y un corsé demasiado apretado por su sirvienta. Sin poderlo evitar, miró con desesperación a su alrededor, coincidiendo con los ojos de Danna en el último lugar, antes de volverse de nuevo a la mujer rubia.
- Ot nechego, zhenshchina. Pero mi acompañante no habla ruso.- Sonrió como si fuera a recibir un premio por la mejor sonrisa de la noche, mientras se inclinaba ante ella y después se erguía para tomar la mano de Danna de nuevo.- Espero que sepa disculparme, pero jamás me perdonaría el robarle más tiempo de su preciada noche.- Sin más, comenzó a andar, ignorando el sonrojo de la mujer. Caminó con rapidez y firmeza, lejos de ella. Su mente sólo quería huir. Marcharse de esa fiesta llena de estúpidas mujeres que lo asustaban. Cuanto más lo mirasen, más se encogía por dentro. Piensa en Danna, se murmuró mentalmente, una y otra vez, como si fuera un mantra. Aunque lo único que provocó, fue que recordase el hambre y su fragancia salvaje. ¿Cuánto podía sufrir un hombre en a penas unas horas?.
Cuando llegó a la mesa de bebidas, se colocó detrás de esta, en la zona con menos personas a su alrededor. Un camarero se acercó a él, preguntándole qué deseaba beber. Sin pensarlo, pidió algo fuerte, deseando que le trajesen una botella bajo la que ahogar su frustración. Tenía hambre, quería estar solo y ahora tenía miedo. Realmente era un hombre estúpido y débil. Afortunadamente, su fobia había ido mitigándose, hasta que sólo volvía a salir a flote cuando era tocado por una mujer desconocida. Si Danna supiese lo que estaba sintiendo, seguramente habría deseado que William estuviese con ella. - Ten, debes beber, ¿recuerdas?- Le dejó una copa de champán, mientras él tomaba la suya y la vaciaba de un trago. Pidió otra y vio cómo el camarero lo miraba sorprendido. Sus ojos se fijaron en los del camarero y tomó el control de su mente.- Trae la maldita botella y no te acerques más, salvo a rellenar la copa de Danna. Después de traerla botella, olvida que te he dicho algo esta noche.- Sonrió con malicia y el sirviente huyó hacia las botellas. Quizás el alcohol aliviase su hambre. O al menos su miedo.
"La experiencia me dice que las cosas que no se aprenden con sangre se olvidan pronto"
- Spoiler:
- *Voz'mite nit', Danna . Zapisat'sya v moy = Toma el hilo, Danna. Únete a mi
*spasibo, ser = Gracias, señor.
*Ot nechego, zhenshchina= De nada, mujer.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse,
sin importar tiempo, lugar o circunstancias.
El hilo se puede estirar o contraer,
pero nunca romper.
El baile terminó demasiado pronto para la duquesa. Los últimos acordes crearon un susurro de expectación que hicieron temblar los corazones ajenos, que a la espera se mantenían esperando para la próxima melodía. Decían que eran los primeros valses los más importantes donde la esencia de la melodía lograba silenciar los palpitantes latidos de los enamorados. Pero por el contrario, era en esos primeros bailes donde los rumores se alzaban en su máxima plenitud. Normalmente en esos bailes, muchas parejas repetian, siendo aquellos jóvenes los que creaban entre sí mas expectación entre el sequito de soltería y casaderas que hastiadas de sus maridos, acudían a los valses en busca de algo nuevo, chismes recién salidos del horno.
Si de algo Danna tenía completa seguridad, era que si el destino no separaba de nuevo su camino del de su oscuro, la oscuridad que ella tanto había anhelado, nunca se cansaría de él. Nunca serian suficientes las noches para amarle y entregarle su corazón en cada una de ellas.
Parados aún cuerpo contra cuerpo, alzó la mirada hacia sus ojos. Apenas unos pocos centímetros impedían que besara aquellos fríos labios, uniéndolos de nuevo en un tierno y necesitado contacto, que juraba ver también en los ojos de su amado. Cuando finalmente se quedaron solos en la pista del baile, sonrió dulcemente, quedándose unos segundos ensimismada sin perder su sonrisa en cuanto las palabras de Adrik llenaron sus sentidos. No entendía ruso, pero fuera lo que fuera sintió una plenitud inmensa en su alma tras aquel susurro. Mas tarde le preguntaría por su significado. Por ahora, con su sonrisa, el dulzor de su voz y aquel contacto, le eran más que suficientes. Aquellas palabras, por eso, se las quedaría grabadas en el alma.
Dejó que tomara sus pequeñas manos y las entrelazara con su brazo, emprendiendo el camino hacia los refrigerios, sin dejar de sonreír a los conocidos con los que se cruzaban. Amplió mucho mas su sonrisa en cuanto sintió los dientes ajenos mordisqueándole el lóbulo de la oreja, provocando por todo su cuerpo un placentero escalofrió. – No serás tú el sediento…y que todo sea una excusa para tu bien?- Rió contra él, girando la cabeza, rozando con sus labios una de sus mejillas en un movimiento apenas perceptible a ojo mortal, anhelando acercarse a sus labios, pero tal como se acercó a la comisura de sus labios con la caricia, se volvió al frente, esbozando una sonrisa traviesa, imaginándose el rostro ajeno anhelante ahora mas que nunca de sus labios, como a ella le ocurría.
Iba a añadir algo, cuando una joven tambaleándose llegó a Adrik, quien la tomó antes de que cayera irremediablemente encima de él. Danna esperó, cuando algo extraño avistó cuando nervioso apretaba los brazos de la joven rusa que sujetaba y se estaba disculpando. – Adrik – Le avisó coincidiendo con su mirada, frunciendo levemente el ceño. Rápidamente Adrik dejó la joven y volvió a tomarle de la mano, volviendo a su lado con una apariencia mas calmada y serena, aún así no le engañaba, en su rigidez sentía su lucha interior. Extrañada, dejó que la llevara hacia donde se encontraban las bebidas, asintiendo sumisa con una dulce sonrisa cuando le entregó la bebida. Tomando la copa entre sus manos, bebió lentamente, remojando sus labios con aquel liquido refrescante y picante.
En ningún momento dejó de mirarle, observar cada uno de sus movimientos. ¿Qué te ocurre Adrik? Se preguntaba sin cesar en sus pensamientos, sin encontrar el porqué de aquella inseguridad y malestar en el que de repente se había sumido. Negando con la cabeza ligeramente cuando el camarero le dejó una botella de champán, terminando su copa, se acercó a él rodeando con una de sus manos la copa ajena quitándosela y dejándola encima la mesa donde reposaba la botella. Girándose de vuelta a él, le sonrió tomando su brazo, recostándose contra él. – Vayamos en busca de un lugar mas privado. Hay demasiado gente y no queremos altercados…verdad, amor? - Le preguntó mirándole dulcemente, acariciando con su mano el brazo por el que la llevaba, dejando que sus labios mormuraran aquella palabra que tantas veces había pronunciado en el vacío de su ausencia.
Alejándolo de la botella y la copa, caminando lentamente, se encaminaron lejos de la gente, terminando por entrar en la sala Oeste. Una sala llena de salones y balcones, que parecía vacía, salvo por alguna pareja que tímidamente los saludaba. Aún de su brazo, besándole el hombro le llevó hacia uno de los balcones mas alejados de la sala, garantizando al máximo su intimidad. Necesitaba estar con él a solas, hablar, explicaciones y confesiones. Sonrío al ver que una cinta les barraba el paso hacia el balcón. – No creo que nos ocurra nada malo si infringimos por una vez las normas establecidas... ¿No?- Susurró separándose de él y con una sonrisa traviesa se adentró, abriendo las puertas, saliendo al balcón la primera, esperando que Adrik la siguiera.
Sígueme…
Tú siempre has sido el cazador
Entra en el juego…
Yo siempre he sido tu presa.
Tú siempre has sido el cazador
Entra en el juego…
Yo siempre he sido tu presa.
Al salir el frío aire gélido de Rusia impactó sobre su figura, haciendo que su piel se estremeciera ligeramente, aún capaz de soportar aquel frío atroz de las tierras rusas, gracias a su condición de licántropa. Abrazándose con sus brazos, intentó así entrar en calor. Solo una mirada le bastó para darse cuenta de la bonita estampa que lucían ahora los jardines que aquel palacio de invierno presentaba. La media luna, en lo más alto del firmamento lo iluminaba todo con su luz, creando reflejos en las inmensas fuentes que adornaban el jardín junto las estatuas y flores, que en la noche florecían.
Cautivada por aquella belleza, se acercó hacia la barandilla donde se recostó esperando. Esperando por él. El suelo no estaba demasiado lejos de sus pies, con un simple salto podría llegar a los jardines y jugar a perderse por los laberintos. Una ligera llovizna rociaba el ambiente de la festiva noche, cayendo unas pequeñas gotas contra la duquesa, la que sonrió cuando el agua fría dio contacto con su piel. Alzó la mirada y miró al cielo. Empezaba a llover. Sonriendo al aire, preguntándose si vería nevar aquella noche, sintió los pasos entrando en el balcón, encaminándose rápidamente hacia su figura. Cerrando los ojos, río cuando una pequeña gota cayó en su nariz terminando bajando hasta el cuello.
- Tenemos que hablar… Lo sabes, no? –susurró con miedo de empañar aquella bonita noche y escena, con quizás un adiós para siempre entre ellos. ¿No seria mejor disfrutar de esta noche, dejarse llevar y mañana volver a la realidad? Suspiró sintiendo el cuerpo ajeno a sus espaldas. Dejándose caer contra él, sin miedo, con el conocimiento de que Adrik nunca dejaría que le ocurriera nada, terminó recostando su espalda en su pecho. – Pero primero háblame de lo que te pasó antes. Tu nerviosismo, tu malicia…tu pequeña loba no esta acostumbrada a ese comportamiento viniendo de su señoría. – Mormuró bromeando con el termino “tu pequeña loba” y con “señoría” esperando sonsacarle una sonrisa. – Y desde cuando te gusta tomarte una botella entera? Luego te hace daño…pero eso ya lo sabes, no por eso eres diez veces más grande que una servidora.- Sonrío dejando su cabeza en su hombro, de forma que él pudiera verle el rostro y ella alzando la mirada también pudiera contemplarle, bebiendo de su presencia.
Protegidos por el techo a sus cabezas, con la mirada perdida en los jardines y en la llovizna que caía, convirtiéndose lentamente en pequeños copos nevados, sonrío como una pequeña niña que ve nevar por primera vez. Parecía idílica esa noche, creada especialmente para ellos dos. El ambiente llevaba a querer dejarte llevar por el amor, a bailar con el dueño de tu corazón bajo la nieve, como unos jovenzuelos que solo piensan en el momento, sin preocuparse de nada más que disfrutar cada segundo de aquel mágico momento. Y para Danna, aquel inesperado reencuentro era mágico, más que nada en aquel vil pero tan maravilloso mundo.
Nada ocurre por casualidad. Todo lo que pasa tiene un porqué.
Tal vez tu cerebro no lo sepa, puede que jamás lo imagine.
Pero tu corazón lo sabe.
Tu corazón siempre lo sabe.
Tal vez tu cerebro no lo sepa, puede que jamás lo imagine.
Pero tu corazón lo sabe.
Tu corazón siempre lo sabe.
- Voz'mite nit', Danna . Zapisat'sya v moy - Recitó ante un silencio entre ambos, con una dulce voz y una suave sonrisa que se extendió por sus labios, sintiendo de nuevo la magia, el bienestar que aquellas palabras le proporcionaban. – Algún día aprenderé ruso, te lo prometo. Pero hasta que llega ese día….Aquellas palabras… ¿Que me dijiste con ellas?- preguntó dejando los jardines, para alzar la mirada y buscar aquellos oscuros ojos. Aquellos posesivos y dulces ojos.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 592
Fecha de inscripción : 27/05/2013
Edad : 32
Re: Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
"Si tuviera una noche más la querría pasar contigo."
Sonrió a la mujer que tenía el poder de manejarlo a su antojo, haciendo de él lo que deseara con una orden de su pequeña boca. ¿Cómo puede alguien tan pequeño tener tanto liderazgo dentro de ése cuerpo frágil?, se preguntó con un suspiro, siguiendo cada uno de sus pasos con una mirada feroz. Sus ojos enfrentaban a todos aquellos que osaran interponerse en su camino de nuevo. No estaba de humor para aguantar los intensos admiradores de su señora, era demasiado duro aguardar con un rostro serio y ausente.
Pero se sorprendió al notar al lugar al que se dirigían. Él ya había estado en el castillo antes, todos los rusos habían estado alguna que otra vez, invitados por su señor para acudir a las fiestas de aquellos más notables en la alta sociedad rusa. Negocios lo habían llevado al Ala Oeste del Castillo, toando un poco de aire fresco mientras fumaban puros y discutían sobre todo tipo de aburridos temas. - ¿Danna...?- Le susurró en una pregunta sin respuesta, caminando hacia un lugar que sólo ella sabía dónde terminaba.
Saludó a la pareja que se había refugiado en el mismo lugar que ellos, moviendo su cabeza con una pequeña inclinación de cabeza y luego miró a Danna, intentando no reírse al ver la mirada pícara que le dedicaba. - Por supuesto.... Quebrantar las leyes del Zar, sin importar que él esté en la Gran sala. ¿Qué pequeñas repercusiones podría tener?.- Sacudió su cabeza con incredulidad, pero cuando vio que ella no tenía intención de retirarse, simplemente la siguió. Al menos si alguien los reprendía, él siempre podía decir que había sido su culpa, cargando con todos los castigos que de ello pudiera derivarse. Su máxima era proteger a Danna. Sin importar cual fuera el precio. Siempre estaría allí, velando por ella. Se lo debía, tanto a ella, como al amor que sentía dentro de él mismo. Por eso sólo la escuchó en silencio, tocando con su pecho su espalda, llenándose de calor por ese pequeño roce de cuerpos.
- Tenemos que hablar de muchas cosas, Danna. Pero no quiero empezar por la historia que me hace perder las formas ante mi pequeña loba.- Sonrió, besando su cabeza con cuidado. Sus manos se quitaron la chaqueta, colocándola sobre Danna. No le gustaba que su piel quedara desnuda ante el frío y duro beso de la brisa Rusa, él sabía que aquella ligera llovizna se convertiría en una auténtica nevada en la madrugada. Aunque debía admitir que le encantaba tener a su pequeña loba, como ella misma se había llamado, entre sus brazos, mientras el su País los observaba como escenario idílico de su amor. Si sólo ella pudiera aceptar este estúpido hombre, sería aún más magnífico. Su tierra habría visto así su caída y su levantamiento, convertido en un mejor hombre. Quizás ese había sido siempre su destino, desde que aquella noche, siglos atrás, él había sido sepultado dentro de un ataúd. Había pasado mucho dolor y sufrimiento. Tanto que pensó que moriría por él en la oscuridad. Su única salvación había sido alimentarse de las llamas venenosas que sesgaban su corazón, llenándolo de una venganza ciega. Pero hoy, con Danna entre sus brazos, sentía que era capaz de liberarse de su oscuridad. Tomaría la luz de la mujer, usándola como única guía. El resto no le importaba. Que se extinguieran los humanos, que desapareciera la tierra y el agua. Mientras tuviera a Danna, sabía que todo iría bien. Aunque sólo fuera por una pequeña fracción de tiempo.
- Si supieras cuánto dolor llevo dentro de mi.- Susurró en el oído de la mujer. Sus manos la abrazaron, juntando sus cuerpos con un gruñido posesivo. - Quizás deba hablar de cuándo comenzó a extenderse por mi cuerpo este veneno que no me deja respirar- Su voz acarició su cuello mientras sus manos se movieron en lentos círculos sobre sus caderas. - Comenzó aquí- Le dijo tocando su estómago con un lento y perezoso movimiento, mientras sus labios acariciaban su nuca. ¿Entendería ella lo que le estaba relatando, o conseguiría distraerla con cada uno de sus movimientos, de la misma forma en que ella lo torturaba con su aroma y presencia?. La elegancia con la que su cuerpo se erguía junto a él, mientras su vestido se dejaba acariciar por el viento, sólo aumentaba la imagen idílica que tenía dentro de él. Haciendo que se enamorara aún más de aquella mujer.
"Nuestro amor es como el viento, no puedo verlo pero si sentirlo"
- Cuando te vi por primera vez, sentí un ligero dolor, que tiró con fuerza mi corazón. Sólo podía pensar en la sonrisa que me brindabas con inocencia, mientras temblabas por las horribles palabras que te había escrito. Desde entonces, sólo puedo sentir numerosas y hambrientas babochki - Tomó aire, llenando su pecho de la suave insinuación de su aroma, mezclado con la inconfundible esencia de las frías estepas rusas. Llevaría ese aroma dentro de él, sabiendo que esta noche sería marcada en su memoria casi inmortal. Porque al igual que llevaba sus horrores con él, el amor debía ser aún más intenso en la memoria de aquellos que como él estaban condenados a revivir una y otra vez lo pasado.
- Pero después sólo podía sentir cómo mi garganta parecía arder, me sentía profundamente hambriento.- Sus manos ascendieron mientras hablaba en susurros. Acarició su vestido, deslizando sus dedos entre sus senos, jugando con su sensible cuerpo como si fuera un instrumento. Tocó su cuello, obligándola a mirar sus ojos llenos de hambre. Abrió su boca para que pudiera ver sus colmillos. - Tu voz, tu aroma, tu cuerpo. Sólo podía sentir un hambre insaciable, siempre ansiando más. Lo deseaba todo de ti. Juro que jamás he luchado tanto conmigo mismo, mientras tú... Tú sólo me dabas miradas airadas y palabras frías. Me condenaste a un infierno. Hasta que en aquel baile tomé lo que tanto había querido.- Cerró los ojos, mientras su cuerpo se tensaba como la cuerda de una guitarra que iba a ser tocada. El duro recuerdo volvió a él, mientras volvía a revivir el momento en que la había tenido entre sus brazos viéndola casi morir por su hambre.
Tomó una de sus manos, mientras la otra la obligaba a ver el dolor que se extendía por su rostro con el recuerdo. La llevó hasta sus labios entreabiertos, dejando que su suspiro acariciase los dedos. Trazó sus propios labios con los ajenos, estremeciéndose por el contacto y gimiendo para ella. Con uno de sus colmillos le pellizcó la suave carne de uno de sus dedos, teniendo cuidado de no perforar su piel.- Pero he aprendido a contenerme, Danna. He aprendido con el dolor de tu ausencia, mientras mis ansias por ti sólo aumentaban. Mis colmillos duelen por ti. Sólo desean perforar tu piel de nuevo.- Abrió los ojos y le mostró todo lo que sentía, sin reservas ni barreras por una vez.- Vivo con una sed nunca saciable, sólo por ti. Sólo por ti. - Besó su muñeca y sintió como una lágrima se desprendió de sus ojos, manchando su rostro de sangre. Había sufrido en soledad, sin saber cómo se sentiría ella, sin saber qué haría cada día. ¿Era sólo un recuerdo?. ¿Un monstruo que casi la había asesinado por su estúpida insensatez?. Había querido saciar de golpe su hambre, sin comprender que él jamás tendría suficiente de ella.
"Tenía tantas ganas como miedo ."
- Pero tu ausencia sólo me ha enseñado dolor, Danna.- Soltó su mano y dejó que los dedos que aferraban su cuello se apretasen un poco contra él, dejando que el aire saliera con dificultad de su boca.- Lo sientes?. ¿Ves cómo a penas puedes llenar tus pulmones, cómo tu cuerpo protesta por algo que necesitas para vivir?.- Sonríe y le suelta el cuello, deslizando sus manos hasta su corazón.- Así he vivido yo sin ti. Sin apenas aire con el que respirar, asfixiado sin tu presencia. Privado de cualquier noticia sobre ti. Mientras en mi pecho crecía un dolor, cada vez más profundo dentro de mi cuerpo. Cargaba con la pérdida de algo que ni siquiera yo entendía hasta que te vi hoy en el carruaje.- La lágrima se deslizó de su mejilla a la de Danna, manchándola que la muestra suprema de su dolor.- ¿Sabes cuán duro me golpeaste el corazón al vestirte para otro?.- Rió con crudeza, mientras sus manos la aferraban contra él. Deslizándose una hasta su estómago y la otra hasta su pelo, soltando sus largos cabellos, por su propio capricho. Cuando se deshizo de su elaborado peinado, sólo sonrió y le dio la vuelta para verla a la luz de la luna. Fuera, del balcón, la fina lluvia se había convertido en un torrente de gruesas gotas. Como había predicho, pronto comenzaría a nevar. - Recompénsame con un beso. Uno que se extienda por la eternidad. Porque siento que si te lo doy yo, jamás te dejaría escapar.
"Te perdono porque eres tan maravillosa que un hombre preferiría el infierno al cielo sólo por estar contigo"
- Spoiler:
- * babochki = Mariposas.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
Recibe mi alma, pues ya es tuya,
como tuyo es mi amor.
Eternamente tuyo,
eternamente mío. […]
como tuyo es mi amor.
Eternamente tuyo,
eternamente mío. […]
Cada uno de sus movimientos, susurros, gruñidos la enervaban, la hacía anhelar más de ellos. ¿Y si finalmente esta noche fuera la última en que se vieran? El destino no podía considerarse cuerdo y muchas veces tiende a separar a aquellos amantes que con locura se aman por simple capricho de ver el dolor en sus corazones y almas. Danna temía al destino. El mismo destino que quiso que su padre la convirtiera hacia tantos años de aquella noche. El mismo que permitió la muerte de su madre, y que finalmente le enseñó que era el amor, para luego arrebatárselo y sentirse perdida. Con Adrik no solo le había perdido a él, había perdido su vida entera, su familia, cualquier visión de futuro a su lado. “El dolor aún lo llevo dentro de mí….” Pensó ante aquellas palabras recitadas a su oído en un gruñido posesivo. “¿No lo notas? ¿No lo sientes? Solo ahora que estás conmigo puedo respirar. Si tan solo tú supieras una pequeña parte de lo que te extrañé, de lo que te extraño aún…” Una parte de su mente seguía sus palabras y la otra era torturada por sus sutiles movimientos. Suaves caricias que solo servían al claro propósito de volverse a adueñar de aquella piel, aquellas preciosas curvas que remarcaban el vestido, de distraerla. Mientras sus labios acariciaban su nuca, con ligeros besos como plumas resiguiendo la piel, se irguió contra él, confiando plenamente su cuerpo a Adrik. Hiciera lo que hiciera, ya no podía dolerle más. Confundirla más. Guardaría cada recuerdo de aquel bello momento en las estepas rusas y se los guardaría, para revivirlos siempre que en la más agonizante oscuridad se encontrara atrapada. Él sería su guía, la luz del final del camino. Y mientras, se dejaría a su merced, con los ojos cerrados, completamente volcada en sus palabras y caricias.
Aquellas manos que la distraían parecían querer, buscar al perdón, la redención. ¿Pero de quien? De él… de ella. Ambos habían pecado al amar con aquella fuerza que los consumía.
Las palabras de Adrik, eran flechas que impactaban directa al mismo centro de su corazón. Dicen que la verdad te libera, y aquello sentía que sucedía con Adrik. Finalmente se estaba confesando. Y saber de su dolor, de lo que llegó a desearla, solo la hacía sentir mal. “Yo nunca quise tu dolor, ni esta agonía que te consumía. Yo nunca te deseé el mal, ni como muchas veces mis labios aclamaron en tu ausencia. Ausencia, que me llevó al borde de la extinción de mi luz.” En su mente pidió perdón, por aquel notable dolor que escuchaba en la dulce voz del vampiro y por un momento agradeció al cielo encontrarse de espaldas a él y no verle el rostro, ni él al de ella. Así era mejor. No quería preocuparle con su rostro melancólico, y sus brillantes ojos de repente opacados por el dolor de los recuerdos. Parecía irónico, en esos momentos agradecía no verle los ojos, no ahogarse en ellos, pero hacia poco aquello había sido en lo único que su mente había pensado. Acercarse más a él.
La respiración de Adrik, jugueteaba en su cuello, haciéndola estremecerse en silencio, rodeada por su cuerpo. Aquellos susurros seguían hablándole, y aquellas manos en su recorrido total por su esbelto cuerpo, jugaron con cada rincón, cada trozo de piel resguardado bajo las telas de su vestido. Lo que no quería decir que no sintiera menos, pues el vestido dulcificaba las caricias. Creando un contraste mágico entre su fría piel, la cálida de ella y la brisa rusa que jugueteaba con las volandas del vestido, juntando más sus cuerpos. El uno contra el otro. Gimió suavemente cuando aquellas manos jugaron con la curva de sus pechos, logrando que su cuerpo se arqueara buscando más de aquel calor. Él le respondió jugueteando con sus dedos, recorriendo sus senos. Tocó su cuello, obligándola a mirar sus ojos llenos de hambre. Sobrecogida Danna se quedó absorta mirándole, devolviéndole una mirada llena de dolor, de esperanza por las palabras y de hambre. Aquella hambre que de solo de pensar en él, su cuerpo exigía colmar. “Yo también la siento, el hambre que corroe mi cuerpo. Te deseaba tanto, te deseo tanto… que da miedo.” Sus pensamientos quedaron silenciados en cuando le fueron visibles los colmillos, que sobresalían hambrientos, necesitados del elixir que solo se encontraba en sus venas. Aquel maldito veneno que los había encadenado a ambos.
"El dolor es el alimento esencial del amor;
cualquier amor que no se haya nutrido de un poco de dolor puro, muere."
Maeterlinck, Maurice
cualquier amor que no se haya nutrido de un poco de dolor puro, muere."
Maeterlinck, Maurice
Y con sus últimas palabras, llegaron los recuerdos. Aquella maldita noche, que todo había cambiado, de un momento a otro. Sin retorno. Danna dejó que Adrik le tomara de una de sus manos, acercándosela hacia sus labios entreabiertos, mientras con la otra mano seguía sujetando a Danna, para que en ningún momento perdiese ni el más pequeño gesto en su rostro. ¿Qué decir…cuando sus palabras eran exactamente las propias? Callada y en silencio, mirándole fijamente, de sorprendió por su descarnada mirada, gimiendo, en cuando con sus colmillos le pellizcaba la suave carne de los dedos. Y aquella lagrima. Una lágrima machó su rostro, dejando un rastro sangriento. Le miró con dolor y anhelo, con una gran dulzura. Sus lágrimas solo eran para ella y en aquel instante juró hacerlo llorar de alegría, no un muy lejano día. Se lo merecían, después de todo lo que habían pasado, se merecían un descanso. Un espacio donde poder conocerse realmente. Todo y que para Danna, ya conocía el alma de Adrik. Había visto lo maligno y lo bondadoso, sus dos facetas y aún con la oscuridad reinante de sus sombras, le amaba.
“Y tu ausencia el vacio de mi desesperación, Adrik”. Se mordió los labios conteniéndose a decirlo, cuando sin preverlo empezó a faltarle el aire. Aún de espaldas a él, notó como los dedos de Adrik la ahogaban ligeramente, logrando que jadeara en busca de oxigeno. Por suerte solo fueron unos segundos, cuando volvió a tener el cuello suelto de cualquier impedimento y las manos bajaron del corazón, a volver a agarrarla contra él, mientras con una aprovechaba para deshacerse de su elegante peinado, cayendo los cabellos a su espalda. Liso con las puntas ligeramente onduladas. Danna suspiró y dejó hacer, sintiendo las manos jugueteando con las hebras de su cabello, aprovechando para acariciarla. - ¿Sabes cuándo duro fue imaginar que nunca más te volvería a ver? – Contraatacó. De haber sabido de la asistencia de Adrik al baile, no habría llegado con pareja alguna. Habría venido sola a afrentarlo y a recuperarlo.
Adrik dándole la vuelta finalmente hacia él, pudo verla verdaderamente. Su rostro, su mirada, sus temblorosos labios…La luz de la luna incidió en su figura, resaltándola, al tiempo que ella se acercaba de cara a él. Y sin una palabra, sin más dilación, juntó sus labios contra los ajenos, acallando la demanda de él en un necesitado beso. Primero solo fue un roce, como alas de mariposas acariciando sus suaves labios. Se acercó más contra él, apresándolo contra ella, sintiendo el pecho ajeno contra el suyo. Aprovechando la cercanía, profundizó el beso, tomando con sus manos su rostro. Acariciaba una de sus mejillas, mientras la otra mano le sujetaba para mantenerle quieto contra sus labios. Lentamente la respiración de ambos fue en aumento como así el intenso beso que pasó a ser fiero, arrasando el uno al otro en el vórtice del deseo. Danna besó con ímpetu sus labios, jugó con la lengua ajena y mordisqueó posesiva aquellos labios masculinos que le hacían perder la cabeza. Sintiendo las manos ajenas recorrer su cuerpo con posesividad, gimió en su boca, solo para él. Y así como ella empezó el beso dominando, terminó dominando él, arrasándola, apretándola contra él.
– Deja mis labios, los necesito para hablarte – susurró ella contra sus labios, rozándolos con su aliento, en cuanto dejó que tomara aire.
Es imposible ocultar el amor en los ojos de quien ama.
No quería que llegara el momento. Aquí mirándole a los ojos, a aquellos ojos que tanto había soñado y anhelado, le era imposible relatar lo que quería. Su día a día con su ausencia. Él debía saberlo, era importante que viera lo mucho que había significado para ella, el dolor que le había atacado sin remisión durante esos meses. La soledad. La fragilidad… Respiró hondo y dejando que una última vez una de sus manos acariciara la mejilla ajena, empezó. – Yo también lo siento. El hambre…el maldito hambre que envenena mi cuerpo, encontrando el antídoto en ti, en tu presencia…en tus manos. Y me daba miedo sentirlo. Al principio te temí.– Susurró abrazada a él - Mientras yo soltaba frías palabras, tú las cortabas con afirmaciones crudas de que sería tuya. Tu posesión hasta que solo tu dictaras mi muerte. Y tu insistías en demostrar tu fuerza contra mí, tu poder, tu mandato – Le miró a los ojos, recorriendo cada gesto, cada imperceptible movimiento, recogiéndolos para sí misma - Tu también me condenaste en un infierno, en donde no podía mostrarme débil, donde debía de resultar fría y airosa, sacar aquel orgullo que en tu presencia se escondía. Porque la verdad era que cuando no estabas detrás de mí, te extrañaba y te buscaba. Cuando no olía tu olor cerca de mi cojín, en mi habitación, al amanecer, la tristeza me invadía al saber que no habías estado allí, vigilando mis sueños, y quizás acariciando mis cabellos, en la impunidad del sueño que me vencía.- Confesó sin dejar de mirarle a los ojos, ahogándose para siempre en ellos.
- Luego llegó esa noche. Por más que estas palabras te duelan, toqué el cielo en tus brazos. Y entonces, te asustaste y volví a poner los pies al suelo, descubriendo tu abandono. Solo recordaba un momento, en el que llamándote desde mi inconsciencia, me besaste, acallando el nombre que llamaban mis labios. El tuyo.- Sus labios acariciaban la curva del frio cuello de Adrik, en suaves besos. Escondiéndose de cierta forma de su mirada, ya que ahora vendría la peor parte. - Y por el recuerdo de tu voz, de la suavidad de tu beso, al amanecer salí en tu búsqueda. Tres noches recorriendo Escocia. Por la mañana, por la noche. Debía encontrarte y rogarte que volvieras. Que era tuya, que no tuvieras miedo. No apareciste. Y tras aquellos tres días con sus tres noches enteras, me abandoné, resignándome al abandono. ¿Y sabes qué? Fue mucho peor de cuando perdí a mi familia, a mis padres… - Los susurros apenas ya eran audibles, su voz temblaba conteniendo el dolor y las lagrimas que amenazaban derramarse en cualquier momento.
- En verdad desde el principio viniste dispuesto a arrebatarme todo, querías mi familia. La tuviste. Quisiste mi cuerpo y fue tuyo. Mi mente, te la habría dado. Solo era cuestión de tiempo. Y lo único que no quisiste. Lo único que nunca me reclamaste. El amor, el corazón…yo misma te lo entregué, para ser destruido instantes después. Nunca comprenderás hasta que punto me quebré. Con que fuerza la luz de mi alma se ahogo en el llanto y la oscuridad. Hasta volverme ciega, irremediablemente ciega sin tí.
El dolor había arrasado todo sentimiento, toda faceta de sí misma. Las primeras semanas resultaba imposible de tolerar, de soportar. Por las noches se había encerrado en la torre donde él había habitado aquel corto tiempo. Y allí se había quedado, olisqueando y rodeándose de cada objeto que aún tuviera su olor grabado. Hasta que se extinguió todo olor y desolada, dejó de entrar, de acercarse a aquel lugar, que solo le traía el más profundo dolor.
- Si...podía ver la noche,pero esta carecía de estrellas. ¿Qué sentido tenía todo entonces? ¿Qué es la noche, sin las estrellas? ¿Qué era yo, sin ti? – Río suavemente negando con la cabeza, cerrando los ojos, sintiendo las lagrimas acudir a sus ojos -Y las palabras que te dije aquella primera noche en la que nos encontramos, surgieron a mi memoria. “Ellos eran mi gente, mi familia”. Así que seguí eficiente como siempre y me centré en mi papel de duquesa. Pero algo en mí se había quebrado, la luz me había abandonado. Y en las noches dormía en tu torre, negada a dejar escapar tu aroma de mis recuerdos, y a la esperanza de verte al despertar. Al final todos me habíais abandonado. – Finalmente abrió los ojos y alzó la mirada hacia él. Se encontraron sus ojos y sin poderlo evitar, las tímidas lagrimas se derramaron, humedeciendo sus mejillas. Los labios le temblaron, al imaginarse la escena que debían de estar representando. Él magnifico, erguido, sujetando a la dama, rodeándola con sus brazos, mientras esta, llorosa se dejaba llevar por los sentimientos. Temblando, buscando el apoyo del más fuerte en ella. Necesitada de consuelo.
"El amor consuela como el resplandor del sol después de la lluvia."
William Shakespeare
William Shakespeare
- No te puedes imaginar mi desesperación al saber que quizás nunca más te volvería a ver y que otra podría estar en ti. En tus manos, junto tu cuerpo. En tu mente… - Se acercó a sus labios, rozándolos con los propios, suspirando en ellos, tentando al vampiro a tomarlos, a apresarlos. Una de sus manos recorrió su pecho, la tela de su camisa y sonrió dulcemente. -Aún por temer, temo que esto sea un sueño. – susurró mirándole. A cada caricia, segundo que pasaba, más cuenta se daba de lo real que era todo. Parecía todo tan idílico, el reencuentro soñado que no podía pensar con claridad.
Incapaz de seguir mirándole a los ojos apartó un segundo la mirada, siendo suficiente esta única vez para encontrar una distracción, que logró que sonriera emocionada. La llovizna anterior se había convertido en copos de nieve, que caían por doquier, entrando hasta el balcón, cayendo uno de ellos en su propia cabeza.
- ¡Nieva! - Exclamó contenta tomando con la mano el copo que había caído encima de ella. La nieve en su mano se derritió, a lo que simuló bufar molesta. De pequeña solo esperaba los inviernos para la nieve. Poco importaba si nevaba mucho o poco, ella siempre salía a jugar con ella, a tirarse encima del manto blanco que dejaba a su paso. Hacía muchos años ya no nevaba en Escocia y en aquel lugar en el que se encontraban, ya de por sí idílico, solo una nevada podía elevar la magia del momento. Sonrió al sentir más copos de nieve en su cabeza y encima de la chaqueta que le recubría el cuerpo. Volvió la mirada a Adrik y con aquella emocionada y tierna mirada, sin previo aviso, le besó. Sin palabras, solo con su mirada y el lenguaje de sus suaves labios.
Nos encontramos ante el único idioma que puede prescindir de palabras.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
Somos el polvo sobre la lámpara, que se siente luciérnaga elegida cuando alguien prende la luz.
Sus labios continuaron el beso que le había dado Danna, llenando su boca con caricias húmedas. Desearía poder borrar de ella el dolor que le había causado. Pensó, de forma errónea, que la mujer podría olvidarse de él con mayor facilidad. Sólo pensó en sí mismo cuando se marchó, ignorando los sentimientos que ella podría haber albergado durante los pocos días que estuvieron juntos. ¿Pero cómo no hacerlo?. ¿Cómo pensar que ella podría llegar a amarlo de la misma forma que él a ella?. Eran completamente diferentes, ya no sólo por sus razas. Sino por algo más importante, su propia esencia. Ella siempre sería una de esas inocentes muchachas, necesitadas de amor y cariño para crecer y brillar como una flor. Pero él siempre necesitaría la oscuridad. Era oscuridad, toda su vida había forjado su existencia en las sombras. Ahora era muy difícil cambiar eso. Sería casi como perder más de la mitad de uno mismo. Y ni siquiera así, podría asegurar que quedara algo puro en él.
- Perdóname, duquesa. Perdóname.- Le susurró encima de sus labios, para luego volver a besarla. Llevándose consigo toda la amargura de sus palabras.
“Tú también me condenaste en un infierno”, le había dicho con voz quebrada, mientras su rostro se había llenado de un dolor que había intentado ocultar de él, girándose hacia la hermosa vista de las nevadas montañas Rusas. Oh, pequeña, pensó con dolor, Aún no entiendes cuál será mi mayor infierno. Saber que la había herido, condenándola a una existencia llena de dolor, le era tan extremadamente duro, que si ella le pedía una compensación por ello, le daría lo que quisiera. Cualquier cosa, con tal de no volver a ver aquella expresión que él mismo había colocado en ella. ¿Cuántos errores debía cometer, antes de empezar a comprender que ella jamás sería como nadie que hubiera conocido jamás?.
- Te daré lo que desees. El cielo, la luna. Incluso mi vida.- Le dijo con voz llena de dolor, mirándola con ojos brillantes y desvalidos.- Cualquier cosa, con tal de que jamás vuelvas a sufrir. Sólo pídemelo.- El tenue temblor de su voz, no tenía nada que ver con la firmeza interior de aquellas palabras. Dedicaría años, decenios y tal vez siglos, en compensarle cada una de sus sonrisas. Nunca volvería a separarse de ella si eso era lo que le había ocasionado el dolor. Podía apostar su existencia en ello, incluso firmaría uno de sus peligrosos contratos, vendiendo su alma por el perdón de Danna.
Sus dedos acariciaron su rostro, mientras la obligaba a retroceder, hasta que notó cómo el cuerpo de Danna chocaba con la barandilla del balcón. Una mirada preocupada, pasó rápidamente por sus ojos, pensando en lo último que ella había dicho. Quería ignorarlo, no pensar que ella realmente creía esa tontería de que sin él no sería nada. Le preocupaba la idea de que su pequeña duquesa, desperdiciara su existencia si algo llegara a ocurrirle. Aunque no se mentía a sí mismo, una parte muy retorcida de él, se alegraba del sufrimiento que ella había pasado. De que su vida hubiera estado tan devastada como la suya propia al estar sin el ser amado. Pero la quería lo suficiente como para saber que las cosas no debían ser así. Siempre habría más mundo, aunque su historia tuviese un final.
Miró cómo los copos de nieve fueron decorando las oscuras ondas de su largo cabello. Haciendo que su presencia angelical se magnificase, dejando todas las obras de los artistas, más pobres que un árbol deshojado. Era una escena magnífica, llena de belleza y cierto misterio. Pues, mientras los copos caían del cielo, meciéndose en el aire como plumas blancas, los sentimientos de ambos florecían.
Una suave sonrisa se formó en su rostro, mientras su mano atrapaba un copo de nieve que le había caído en la nariz a Danna. – Preguntas, ¿qué eres tú sin mí, Danna?.- Deslizó su otra mano alrededor de su cintura, atrayéndola a él. Sus ojos la gravaban para siempre en su memoria. Con esa sonrisa infantil, llena de diversión por la primera nevada que contemplaba. Con un brillo de dolor y miedo en sus ojos, uno que pretendía ocultarle a él. Aunque no había nadie en este mundo, que pudiera comprender mejor que el vampiro, el dolor. No cuando había pasado siglos bajo el yugo de una caprichosa vampiresa, ávida de un cuerpo rebelde que jamás sería suyo.- Tú siempre serás mi vida Danna. Aún si no estoy, yo siempre viviré eternamente en tus recuerdos. – Apoyó su frente contra ella y suspiró con dolor. Sabiendo que las palabras que diría ahora, lo marcarían para siempre. Tanto a ella, como a él.- Si muriese, te prohíbo matarte. Porque entonces, estarías matándonos a ambos. Al Adrik de tus recuerdos, al Adrik que esta noche te suplica perdón y amor. Y sobre todo, a la hermosa mujer que aún tiene mucho por vivir.-
He perdido la noción del tiempo; únicamente sé que ya no estoy sola, que allí donde está él está mi hogar
Su corazón dolía, él había huido de Escocia por eso mismo. La idea de Danna, pálida y sin vida, lo hacía gemir de dolor. Podría enfrentarse a cualquier castigo, menos ese. Si eso llegase a ocurrir, quemaría todas las Iglesias del mundo, maldeciría a todos los dioses existentes y arrancaría la piel de los culpables. ¿Qué Dios sería tan cruel, como para dejar morir a una criatura como ella?. La pregunta en sí misma, era casi una aberración. Cuando conocías a Danna, sabías que no hay nada en ella que no fuera bueno. Ella era igual a un baño de agua tibia, como la caricia de los rayos del sol en verano. Por eso jamás dejaría que su muerte pudiera privar a los demás de alguien como ella. A él le había dado luz, quién sabría lo que podría hacer por otros.
Besó su frente y supo que era un hombre afortunado. Quizás demasiado para ser tan estúpido. Casi de inmediato, reconoció para sí mismo, que si seguían hablando de dolor y pérdida, jamás lograrían disfrutar de la velada. Y él ya se había propuesto el hacerla feliz.
Sus dedos acariciaron su nuca, metiéndose entre sus cabellos, para masajear su cuero cabelludo. Pegó su nariz a un frío copo de nieve que aún no se había derretido y sonrió. Sus pensamientos volvieron a su niñez, cuando se tiraba con el trineo por montañas altísimas de la más fría y dura nevada. Ése era su mayor deporte, antes de que se le permitiera tomar cualquier caballo del Señor de las Tierras. Éste era muy celoso de sus caballos, jamás dejaba a los jóvenes acercarse. Aunque ahora, un completo viejo, comprendía su recelo. Sus ojos miraron la distancia del balcón al suelo y sonrió con esa mueca traviesa que tanto atrás había usado como arma para salirse con la suya ante las mujeres. - Pequeña, ¿qué te parece disfrutar de la nieve de una forma…. poco adecuada?.- Se separó para que ella viera el brillo travieso de sus ojos y después le guiñó un ojo. – Será una aventura digna de una duquesa. ¿Qué me dices, pequeña?.-
La felicidad se puede hallar hasta en los más oscuros momentos si se sabe usar bien la luz
Sus ojos se llenaron con picardía. De nuevo, el Oscuro se convirtió en niño, sacando aquella parte de su humanidad que sólo salía con la licántropa. Quizás ella tuviera razón y fuera su luz. O quizás sólo necesitaba darle nuevos recuerdos entre ambos. Porque si al final de la noche él no conseguía atrapar su corazón de nuevo, al menos tendría otro momento más que rememorar hasta que muriese ella. Él no podría existir sin Danna, así que su muerte como cualquier mortal, sólo haría que él se entregase al Sol. Fundiría su cuerpo con los rayos cálidos, dejándose dominar por última vez por aquella luz que Danna intentaba introducir en él.
- Confía en mi, pequeña. -Le susurró, tirando de sus manos hasta el extremo del balcón. - Por si acaso...- Le robó un beso, rozando sus labios con un beso que se convirtió en algo mucho más intenso. Le demostró con él, todo lo que la amaba, rozando su rostro, mientras el corazón de Danna danzaba alocadamente por los dos. - Te amo.- Su voz acarició la piel de su boca húmeda. Y después, sus brazos se agarraron a la barandilla del balcón y saltó.
Su cuerpo cayó en la nieve con un ruido seco. Cuando levantó su rostro, miró a una Danna asustada. ¿Habría creído que se suicidaría después de declararse?. Rió en voz baja y abrió sus brazos, como una oferta abierta a la locura que le pedía. - Salta amor mío. Deja que mis manos atrapen tu cuerpo y bailen contigo bajo tu primera nevada. - Sus ojos le brindaron una caricia. Era tan hermosa allí de pie, con su pelo cubierto de copos blancos. Sus mejillas sonrosadas del frío que azotaba su cuerpo y aquel brillo juvenil en sus ojos. Tan, tan idílico era el momento, que sólo quiso contemplarla así, por el resto de sus días.
Observó con cuidado cómo se sentaba en el balcón, y lo miraba con preocupación. Más él no cambió su sonrisa confiada. A pesar del miedo que sentía al verla en aquella situación, se obligó a confiar en ella, del mismo modo en que ella confiaba en él. Y cuando saltó, supo que había perdido diez años de su existencia al ver su cuerpo caer en el vacío. Sus brazos la atraparon y la apretaron contra su pecho. La mantuvo allí hasta que una melodía tenue comenzó a tocar. Parecía estar creada para ellos, así que aprovechó lo que el Rey de Rusia y su destino le ofrecían. - Duquesa, ¿Me daría el honor de concederme este baile?.-
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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Re: Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
Quiero desaparecer dentro de tu beso.
Aquella era su maldita debilidad, de entre todas la más fuerte y con nombre propio, Adrik. Y no importaba que él lo supiera, él se había asegurado desde un buen principio a admitir que ella era suya, que de forma u otra fue creada para ser la única que no pudieran matar sus manos, aquella debilidad que no quería en su oscura vida. Pero para Danna una debilidad también era una fortaleza, porque por él era capaz de todo. Enfrentarse a los demonios de su pasado, a vivir la muerte de su familia, si con ello era capaz de atarlo a ella por sus años de vida que aun estaban por venir.
El beso se intensificó. No eran muchas las veces que se habían besado. Los pocos besos que se habían dado en su tiempo juntos, los revivió todos y cada uno esos dos meses entre las paredes de su solitaria y helada alcoba. Aprendiéndoselos de memoria, memorizados cada unos en su mente, hasta que llegó a pensar que quizás todo hubiera sido solo una ilusión, y él jamás hubiera existido. Pero había muchas señales de su presencia y el aroma de la torre a su esencia, era inconfundible. No podía haber sido solo un sueño. Decidida a sacarle más jugo al beso, le rodeó con las manos el cuello, acercándolo más a ella, mientras los labios no dejaban de besarse. La fría piel de Adrik poco le importaba. Su temperatura superior a la normalidad le hacía de protección, hasta creaba en Adrik cierta calidez en su piel y aquello le gustaba, quizás sí que de verdad podía llegar a ser la luz de su oscuridad, la inocencia de su alma.
Dejó que Adrik apartara sus labios del beso y le susurrara encima de sus labios, el perdón que tanto le rogaba, terminando por volver a besarla, a apresar sus labios. Dejó que aquel beso arrasara con su voluntad por completo. No podía pensar en un lugar mejor para encontrarse en ese momento que de aquella forma, reencontrándose con quien ya daba por perdido. Daría todo lo que tenía porque aquel momento fuera eterno y aquel baile no terminara nunca. Si al final de la noche todo terminaba bien, si de aquella fantástica estampa de las montañas rusas a su espalda, salía tomada de la mano de Adrik, le estaría agradecida eternamente al Zar de Rusia, quien muy humildemente la había invitado a su morada.
- No hay nada que pueda pedirte, que no tenga en estos momentos junto a mí. A mi lado. – le contestó mirándole con ojos brillantes y emocionados. - No me abandones, si te alejas de mi de nuevo…no podré soportarlo No me dejes sola en la oscuridad, sé mi luz. Y te perdonaré por siempre. Porque con solo volver a sentirte junto a mí, solo con que regresaras a buscarme, ya me lo distes todo. Lo que yo ya ni soñaba de nuevo encontrar… a ti.- Le sonrío acariciando con sus labios sus mejillas, hasta llegar y darle un suave beso en los labios - Y tú eres todo lo que pido.
Aún le parecía no real, pero ahí estaban de nuevo. El sabor de sus labios en los propios, aquel dulce picante aroma envolviéndola hasta ahogarla en la melancolía, al pensar en perderlo de nuevo. En no volver a verlo, besarle, abrazarlo. – Adrik, no sufras. Estoy aquí. – susurró contra sus labios, al escuchar el temblor de su voz. Le miró con ternura deslizando una de sus manos por su rostro acariciándolo grabando en su tacto su relieve, aquella fría piel de granito que tanto le agradaba besar.
Nadie dijo que el amor no duele.
Obligándola a retroceder de la protección del balcón sus pasos fueron hacia atrás hasta sentir la barandilla del balcón chocando contra su cuerpo. Cerró los ojos sintiendo sus dedos acariciarle el rostro como anteriormente ella había hecho con él y sonrío alegre cuando vio los copos de nieve cayendo alrededor de ellos. Los copos lentamente fueron decorando su cabello así como decoraban el despeinado cabello del joven que tenía ante ella. Sonrío tentada de pasar sus manos por su cabello y jugar con los copos de nieve que se posaban sobre él, cuando la sonrisa de Adrik la tomó por sorpresa. Y ahí se quedó contemplándole dulcemente, sonriendo ella también cuando con su mano le quitaba un copo de nieve que había caído en su nariz.
Tras aquella sonrisa en los ojos de él observó cómo eran cegados por una especie de dolor, y solo le faltó oír su voz para saber que algo malo, algo doloroso le iba a decir. Siendo atraída hacia él, le miró con miedo de lo que fuera a decirle. Sin hacerse esperar demasiado las palabras fluyeron y en cada palabra, su corazón tartamudeaba cegado de dolor y desesperanza. ¿Le estaba pidiendo de verdad aquello? No veía que sin él, ella no podía vivir? Solo unos meses sin él, le había resultado una completa agonía. Como seria pasar con él años y años y de repente que él no existiera? ¿Qué haría ella? Lanzarse sin duda al vacio del abismo e iría a su encuentro, aunque tuviera que llegar al infierno para verle de nuevo.
- Quiero vivir por mí…por una vez en mi vida, quiero seguir a mi corazón, centrarme en mí. Y sin la razón de mi existir…- Lo dejó en el aire, le dolía mucha aquellas palabras. ¿Cómo podía vislumbrar un mundo sin Adrik? Si tras esta noche recuperaba su amor, como iba a prometer que sin él seguiría viviendo, sin traicionar a su propio corazón? – No puedo Adrik. Estas palabras logran que mi corazón agonice de nuevo. No puedo, ni quiero imaginarme un mundo en donde no existas, donde solo seas un recuerdo de unos años mejores. No puedes pedirme que siga viva si tú no estás en este mundo. ¿Tú podrías vivir sin mí? Porque si la respuesta es no, no es justo que me pidas que mi corazón siga latiendo viviendo de recuerdos y ahogándose en la oscuridad al saberte inalcanzable y perdido por siempre.
Las palabras son piedras en mi corazón.
El dolor de sus palabras se clavó en su corazón y sabia de por seguro que también a él le habrían causado cierto dolor. Todo y así ya no era tiempo de recordar el dolor se recordó. Cerró los ojos disfrutando de la caricia que los dedos de Adrik le brindaban al jugar con su cabello y sonrío, abriendo los ojos cuando él se separó de ella y le guiñara un ojo. - ¿Qué planeas Adrik? – Le preguntó sonrojándose ante su sonrisa traviesa. Parecía un niño pícaro e inocente seduciendo a una joven como él. -¿Una aventura? Qué tipo de aventura? – esa mirada no depara nada bueno concluyó mirándole, terminando por asentir a su demanda y a dejarse llevar por él. ¿Por dónde le saldría esta vez su oscuro?
Tras aquel asentimiento de su parte él la tomó de las manos y la llevó tirando de ella hasta el extremo del balcón. Se iba a arrepentir de haberle dicho que si, coincidió cuando le robó un beso rozando sus labios, convirtiéndose en algo mucho más que un simple contacto efímero. Su corazón se aceleró por los dos alentando al vampiro a tomar más de ella, a danzar junto a ella cuando cesó, tartamudeando tras escuchar una revelación que no habría esperado. La amaba, le había dicho contra sus labios para después saltar del balcón cayendo al suelo en un golpe sordo, asustándola de muerte.
El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen.
Le miró con terror, mirándole con una mueca cuando le vio abriendo los brazos llamándola a saltar para unirse a él. ¿Estaba loco? Era la peor licantropa del mundo nunca había saltado tan alto. En verdad nunca había usado sus poderes de licantropa. Solamente su sanación acelerada que era innata en ella y la velocidad a la que podía moverse a veces. Pero la forma en la que la había llamado amor mío, la caricia de sus ojos y aquella confesión que la había tomado por sorpresa, sorprendentemente la hicieron confiar y decidirse a seguirle el juego. - ¿Estas seguro que podrás atraparme? Adrik no soy buena en saltos de altura – Le recordó por si hacía falta recordárselo, ya que alguna vez en sus inicios ya había tenido alguna topada contra el suelo.
Se agarró de la barandilla y se subió como pudo, intentando solo mirar a Adrik y no a la altura que la separaba del suelo. – Una vez me advertiste de que no me cayera accidentalmente por la ventana ¿Recuerdas? Sinceramente esto es una locura. Pero el amor es eso no? – Le sonrío maravillada de la confianza que de él emanaba. Solo verle con los brazos extendidos para ella, esperando a atraparla, la hacían sentirse seguro como nunca antes había estado en su vida. Deseaba tirarse al vacío y sentir aquellos brazos arropándola contra él. Suspiró y le miró decidida – Voy a saltar. Agárrame mi amor – dijo y atrapando sus ojos los ajenos se impulsó y saltó cayendo al vacio. La caída duró poco y en apenas un parpadeo ya se encontraba en los brazos de Adrik que la apretaron contra su pecho.
Estuvieron así hablándose desde el silencio sintiendo su acelerado corazón calmándose al encontrarse a salvo junto a él, siendo interrumpidos por una bella melodía que comenzó a atrapar aquel idílico lugar. Adivinando las intenciones de él, antes de que este las llevara a cabo sonrío y cuando le pidió concederle aquel baile bajo la blanca nieve de la noche, le sonrío. – El honor es mío, Milord –murmuró asintiendo posando su mano sobre la ajena entregándose.
Eres tu el dulce ideal que yo soñé
eres tú, tus ojos me vieron con ternuras de amor
Al mirarte así el fuego encendió mi corazón
y mi ensoñación se hará realidad
y te adorare [...]
eres tú, tus ojos me vieron con ternuras de amor
Al mirarte así el fuego encendió mi corazón
y mi ensoñación se hará realidad
y te adorare [...]
La música empezó a sonar y sin dejar de dedicarle una de sus mejores sonrisas a Adrik, empezó a moverse tras que él la agarrara contra sí, tomándola de la cintura y al ritmo de aquella excepcional pieza empezaron a voltear sobre sí mismos.
La nieve los rodeaba cayendo sin cesar encima de ellos. Parecía que se encontraran alejados del mundo, apenas eran conscientes de nada más que el uno del otro y de cómo sus pies y sus cuerpos se movían al unísono en todo momento. Aquella era la melodía ideal para aquel momento. Para ellos dos. Girando en sus brazos sonrío alegre, feliz, completamente dichosa. En aquel momento solo existía ellos dos y el danzar de sus cuerpos bajo el inolvidable manto nevado de Rusia.
Levantando con sus pasos la nieve que se encontraba bajo sus pies, terminó por reír dulcemente, girando ahora más rápido. La música alternaba sus lentos momentos con otros mas gráciles. Los músicos hacían un buen trabajo, tanto que oían la orquestra como si de verdad estuvieran dentro del palacio junto las demás parejas, danzando en un mar de vestidos y colores. Y por lo contrario se encontraban muy lejos de allí. En el mismo jardín, completamente solos, ahogándose cada uno en la presencia del otro. Y Danna aquel momento idílico no le cambiaba por nada del mundo.
Con sus ojos brillantes y alegres, siguió junto a él, balanceando su cuerpo junto al de él, en perfecta armonía. Mirándole con amor se perdió en su sonrisa jovial, antes de ser alzada como anteriormente dentro el palacio había sido también. Solo que en esta ocasión sonrío dejándose llevar por aquellas manos que la sujetaban y riendo volvió a ser bajada al suelo, tomada enseguida por las frías manos de su amor. Acercándose hasta quedar completamente recostada contra su cuerpo, y dejándose llevar por él y sus pasos, sonrío contra su hombro, soplando la nieve que cubría aquella parte de su vestimenta. – Estoy profundamente y locamente enamorada de ti, Adrik. – Le susurró al oído, separándose para ver sus ojos y sonreírle con ternura. Aquel momento le había parecido más que adecuado para confesarse ella también. Confesar aquello que la quemaba por dentro y deseaban sus labios pronunciar, y así lo había hecho. – Te amo – Añadió cegada por la magia de aquel momento y por la mirada de aquellos oscuros ojos.
Estoy loca, profunda y apasionadamente enamorada de ti.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
No le importaba tenerla entre sus brazos así, sonriente y con una mirada llena de amor sólo para él, por el resto de sus días. Había descubierto hacía muy poco que él tenía un lado romántico y desesperadamente posesivo. Le gustaba tenerla cerca, para que cuando lo necesitase, ella estuviera a su alrededor. Pero había una posibilidad de que no fuera así. Una en la que no quería pensar, pues eso sólo le hería. La amaba, sí. Pero le había hecho daño con su partida. Sólo ella podía decidir si su amor valía la pena para dejar todo atrás.
- Calla- Le susurró con los labios pegados a su frente. El aroma de los copos de nieve le daba un matiz nuevo a su perfume, convirtiéndola en un delicioso bocado andante. Si tan sólo supiera cuantas ganas tenía de morderla, y cuánto dolor le producía saberse subyugado por su hambre, quizás aceptase que ambos no eran compatibles y huyese. Eran tan diferentes. Una licántropa que sonreía feliz como si su naturaleza animal no la hubiera afectado, aunque en el fondo ambos sabían que ella cargaba con un dolor profundo por su condición. ¿Pero un vampiro enamorado de alguien como ella?. Soltó una carcajada y besó sus labios. Le robó un beso fugaz y escueto. Un mero movimiento para que no le preguntase por su carcajada. De lo contrario tendría que explicarle sus funestos pensamientos y aún no estaba preparado para afrontar la realidad. Quería mantener aquel baile todo lo que fuera posible, porque cuando finalizaran las notas ambos debían volver a un mundo que los condenaba a vivir separados.
- No digas nada que me impida dejarte marchar, Danna. – Tomó su cabeza entre sus manos, obligándola a mirarlo a los ojos. Aferró su pelo con el borde de sus dedos, apretándolos contra el suave satén de aquellos mechones castaños. Le dolía tanto tenerla y a la vez no, que no sabía cómo si quiera dejarla marchar si ése fuera el deseo de aquella mujer. – Porque estoy trabajando fuertemente para no cometer el error de considerarte mía -Gimió y descendió su rostro para besarle los labios, sólo que cuando estuvo a punto de hacerlo, se retiró hacia la derecha, besando su mejilla a cambio. Debía recordarse no hacer nada estúpido. Nada como besarla hasta que sus rodillas se aflojasen. Ni besarle el cuello con aquellos besos húmedos y escasos, llegando a su cuello sólo para perforar la piel de su cuello.
Cerró los ojos y tragó con dureza. Apartó sus manos de ella y sonrió al ver que la canción al fin había finalizado. Todo el momento mágico había terminado, ahora sólo quedaba una duquesa que debía volver a la fiesta, antes de que se enterasen de su falta y un hombre estúpido que nunca debió marcharse. – Creo que será mejor que…- Sus palabras se vieron interrumpidas por unos pasos rápidos, seguidos de otros que parecían caminar a trompicones. Como si la nieve hiciese que las piernas de la segunda persona que se acercaba, lo atrapasen contra el suelo, impidiéndole continuar la marcha al buen ritmo del primero. – Ven- Le susurró tomándola de la mano y llevándola con rapidez hasta las sombras de una columna del castillo. Apretó su cuerpo contra el de ella, asegurándose que ambas figuras no se viesen para aquellos que simplemente se acercaban.
- Espéreme señor.- Uno de los guardias más jóvenes del Castillo se detuvo a tan sólo unos metros de la columna. Sus manos se apoyaron en las rodillas y su agitada respiración creaba un vapor blanquecino suspendido en el aire, demostrando lo frío que estaba el ambiente. Sus latidos se podían comparar al compás acelerado de la canción que había continuado después del Vals que habían bailado Adrik y Danna. Sólo que para un humano, eso sólo quería decir que se había sobre esforzado en su caminata. ¿Por qué habían dos guardias en el jardín de su zar?. ¿Habría algún problema en el castillo?.
- Cállate y camina más rápido. Las órdenes del Zar fueron explícitas; “nada de parejas en los jardines”. Sin embargo una joven parece haber visto unas sombras por aquí. – Escuchó cómo la voz más grave del segundo hombre sonaba irritada. Como si el hecho de que alguien hubiese entrado en el jardín, incumpliendo a su señor, fuera algo más que reprobable. Algo le decía que aquel guardia debía ser un ferviente cumplidor de las normas. Eso sólo hacía que él recordara todo lo que había hecho en su juventud, creando verdaderos quebraderos de cabeza para los hombres que como aquel, querían cumplir las normas sin pararse a pensarlas antes.
Se rio con suavidad y abrazó a Danna, frotando sus brazos para que entrara en calor.- No hagas ruido o nos descubrirán- Le dijo con una coqueta sonrisa en su rostro. Le mostró aquella expresión pícara y juvenil que lo hacía parecer más joven de lo que ya normalmente simulaba tener.
- Deben estar cerca…- Gruñó el guardia de nuevo, mientras tomaba al otro, mucho más joven de su chaqueta y lo arrastraba de nuevo. Podían escucharse las quejas del muchacho, diciendo que hacía suficiente frío como para congelar el mismísimo infierno. Pobre niño, seguramente tendría que aguantar el trato hostil del otro hombre cuando ambos descubrieran un jardín vacío y sin parejas dándose amor.
- Vamos, será mejor que nos movamos.- Le susurró a Danna, guiándola por las arboledas. Tomándola de la mano, siguió un camino al azar, lo suficientemente alejado de los guardias como para que no escuchasen sus risas y pasos apresurados. Forzó una puerta, haciendo que uno de los pomos cayera al suelo con sólo la presión de su mano en él. – Después de ti, duquesa.- Le susurró en el oído a Danna, empujándola al interior para que ambos entrasen de nuevo a la fiesta que habían abandonado.
Con paso ágil, se apresuró a unirse a un grupo y reírse de algún chiste que no había oído. Sin perder el tiempo, le guiñó un ojo a la licántropa y alzó la voz.- Justamente hablaba con la Duquesa de un tema similar. Los tiempos han cambiado, aunque una buena posición y riqueza lo soluciona todo.- Ofreció una sonrisa al grupo de hombres y mujeres que volvían a reírse. Sólo para descubrir que habían estado hablando de la nueva amante de uno de los generales rusos. Agradecía que su boca no hubiera dicho nada más descarado, o quizás hubiera metido a Danna en un apuro del que le gustaría ver cómo saldría sola. A veces pensaba porqué le gustaba tanto molestar a la persona que quería. ¿Sería parte de su naturaleza infantil?.
- Calla- Le susurró con los labios pegados a su frente. El aroma de los copos de nieve le daba un matiz nuevo a su perfume, convirtiéndola en un delicioso bocado andante. Si tan sólo supiera cuantas ganas tenía de morderla, y cuánto dolor le producía saberse subyugado por su hambre, quizás aceptase que ambos no eran compatibles y huyese. Eran tan diferentes. Una licántropa que sonreía feliz como si su naturaleza animal no la hubiera afectado, aunque en el fondo ambos sabían que ella cargaba con un dolor profundo por su condición. ¿Pero un vampiro enamorado de alguien como ella?. Soltó una carcajada y besó sus labios. Le robó un beso fugaz y escueto. Un mero movimiento para que no le preguntase por su carcajada. De lo contrario tendría que explicarle sus funestos pensamientos y aún no estaba preparado para afrontar la realidad. Quería mantener aquel baile todo lo que fuera posible, porque cuando finalizaran las notas ambos debían volver a un mundo que los condenaba a vivir separados.
- No digas nada que me impida dejarte marchar, Danna. – Tomó su cabeza entre sus manos, obligándola a mirarlo a los ojos. Aferró su pelo con el borde de sus dedos, apretándolos contra el suave satén de aquellos mechones castaños. Le dolía tanto tenerla y a la vez no, que no sabía cómo si quiera dejarla marchar si ése fuera el deseo de aquella mujer. – Porque estoy trabajando fuertemente para no cometer el error de considerarte mía -Gimió y descendió su rostro para besarle los labios, sólo que cuando estuvo a punto de hacerlo, se retiró hacia la derecha, besando su mejilla a cambio. Debía recordarse no hacer nada estúpido. Nada como besarla hasta que sus rodillas se aflojasen. Ni besarle el cuello con aquellos besos húmedos y escasos, llegando a su cuello sólo para perforar la piel de su cuello.
Cerró los ojos y tragó con dureza. Apartó sus manos de ella y sonrió al ver que la canción al fin había finalizado. Todo el momento mágico había terminado, ahora sólo quedaba una duquesa que debía volver a la fiesta, antes de que se enterasen de su falta y un hombre estúpido que nunca debió marcharse. – Creo que será mejor que…- Sus palabras se vieron interrumpidas por unos pasos rápidos, seguidos de otros que parecían caminar a trompicones. Como si la nieve hiciese que las piernas de la segunda persona que se acercaba, lo atrapasen contra el suelo, impidiéndole continuar la marcha al buen ritmo del primero. – Ven- Le susurró tomándola de la mano y llevándola con rapidez hasta las sombras de una columna del castillo. Apretó su cuerpo contra el de ella, asegurándose que ambas figuras no se viesen para aquellos que simplemente se acercaban.
- Espéreme señor.- Uno de los guardias más jóvenes del Castillo se detuvo a tan sólo unos metros de la columna. Sus manos se apoyaron en las rodillas y su agitada respiración creaba un vapor blanquecino suspendido en el aire, demostrando lo frío que estaba el ambiente. Sus latidos se podían comparar al compás acelerado de la canción que había continuado después del Vals que habían bailado Adrik y Danna. Sólo que para un humano, eso sólo quería decir que se había sobre esforzado en su caminata. ¿Por qué habían dos guardias en el jardín de su zar?. ¿Habría algún problema en el castillo?.
- Cállate y camina más rápido. Las órdenes del Zar fueron explícitas; “nada de parejas en los jardines”. Sin embargo una joven parece haber visto unas sombras por aquí. – Escuchó cómo la voz más grave del segundo hombre sonaba irritada. Como si el hecho de que alguien hubiese entrado en el jardín, incumpliendo a su señor, fuera algo más que reprobable. Algo le decía que aquel guardia debía ser un ferviente cumplidor de las normas. Eso sólo hacía que él recordara todo lo que había hecho en su juventud, creando verdaderos quebraderos de cabeza para los hombres que como aquel, querían cumplir las normas sin pararse a pensarlas antes.
Se rio con suavidad y abrazó a Danna, frotando sus brazos para que entrara en calor.- No hagas ruido o nos descubrirán- Le dijo con una coqueta sonrisa en su rostro. Le mostró aquella expresión pícara y juvenil que lo hacía parecer más joven de lo que ya normalmente simulaba tener.
- Deben estar cerca…- Gruñó el guardia de nuevo, mientras tomaba al otro, mucho más joven de su chaqueta y lo arrastraba de nuevo. Podían escucharse las quejas del muchacho, diciendo que hacía suficiente frío como para congelar el mismísimo infierno. Pobre niño, seguramente tendría que aguantar el trato hostil del otro hombre cuando ambos descubrieran un jardín vacío y sin parejas dándose amor.
- Vamos, será mejor que nos movamos.- Le susurró a Danna, guiándola por las arboledas. Tomándola de la mano, siguió un camino al azar, lo suficientemente alejado de los guardias como para que no escuchasen sus risas y pasos apresurados. Forzó una puerta, haciendo que uno de los pomos cayera al suelo con sólo la presión de su mano en él. – Después de ti, duquesa.- Le susurró en el oído a Danna, empujándola al interior para que ambos entrasen de nuevo a la fiesta que habían abandonado.
Con paso ágil, se apresuró a unirse a un grupo y reírse de algún chiste que no había oído. Sin perder el tiempo, le guiñó un ojo a la licántropa y alzó la voz.- Justamente hablaba con la Duquesa de un tema similar. Los tiempos han cambiado, aunque una buena posición y riqueza lo soluciona todo.- Ofreció una sonrisa al grupo de hombres y mujeres que volvían a reírse. Sólo para descubrir que habían estado hablando de la nueva amante de uno de los generales rusos. Agradecía que su boca no hubiera dicho nada más descarado, o quizás hubiera metido a Danna en un apuro del que le gustaría ver cómo saldría sola. A veces pensaba porqué le gustaba tanto molestar a la persona que quería. ¿Sería parte de su naturaleza infantil?.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
No cambiaría un minuto de ayer contigo por cien años de vida sin ti.
Estar en sus brazos era el aire que necesitaba para vivir, el fuego que hacia latir intensamente su corazón, como si con cada rojo bombeo en su interior, creara una cuerda, un vinculo mas fuerte alrededor de él, queriendo embrujarlo, que se quedara para siempre con ella. En los bellos cuentos de princesas y princesas, siempre el amor lo puede todo. Superar adversidades, volver de la muerte tras un beso del único amor verdadero, el más fuerte. ¿Podía ser que le sucedería a ella? ¿Merecía la duquesa tener su final perfecto? Todo sueño hecho realidad a su lado. ¿Podría ser posible? Le amaba, como nunca nadie alteró sus sentidos. Era tan profundo lo que sentía, que no encontraba definición posible, al sentimiento que le daba vida y le desgarraba el alma en el mismo instante.
Como un naufrago perdido en la inmensidad del mar, bebió de aquel beso efímero y dulce, sin que su sonrisa se esfumara de sus labios. Feliz, dichosa. Ya nada importaba la nieve, el aire o el baile en el que sus cuerpos se mecían en sincronía, solo su tacto, los verdes orbes de Adrik, tenían cabida en su mente y vida en aquel instante. Instante, que en lo mas hondo de su ser, ansiaba que nunca terminara, y siempre permanecer así, inmortal junto a él.
– Y soy tuya, Adrik. – Le susurró en una vez apenas perceptible, como una suave brisa de primavera. Cerró los ojos, dejándose llevar por aquellas manos que la sostenían y aquellos fríos labios que acariciaban su mejilla.. Deseaba volver a besarle, sentir su aliento sobre el suyo, llenarse del vil aroma que por poco la destruye en la oscuridad más agónica. Pero por suerte, ahí estaba y la posibilidad de no perderle, de recuperarle, era tal, que entregaría su cuerpo a cualquier mortal con tal de morir si el destino la separaba nuevamente de él.
Inmersa en su aroma, en como su piel se estremecía anhelante de mas caricias, al reconocer la piel de Adrik en ella, no supo de la finalización de la música hasta que él se separó de ella. Le miró y sonrío con cierta melancolía, ya deseaba volver a estar de nuevo en sus brazos. Asintiendo a sus palabras, también ella fue consciente de los pasos rapidos que se acercaban hacia ellos, en lo que tras la invitación de Adrik, le siguió con rapidez.
Tomada por la mano ajena, permaneció en silencio cuando la apretó contra él, escondiéndola entre la sombra de una columna y su cuerpo. Sonrío feliz y aunque su mente podía estar atenta a lo que sucedía en el claro en el que ambos hacia segundos escasos habían permanecido amándose a través de la pieza musical y sus movimientos, como palabras susurradas al viento, pasó una de sus manos por el pecho frío de él, grabando su relieve, su forma, la temperatura tan contraria a la suya. Sonriendo contra él, se dejó mecer en sus brazos en silencio, guardando cada segundo del encuentro en la memoria. — Yo nunca haría ruido, mi amor. — Dijo en un susurro, tras el cual y una sonrisa de él, volvió a ser tomada de la mano y alejada por la arboleda de aquellos dos soldados del Zar que habían ido a buscar la pareja enamorada.
Riendo ante los pasos rápidos en que el vampiro la llevaba, hasta parecer que volaba junto a él, tras forzar una puerta del castillo entraron. Danna al entrar se apresuró a quitar las motas de nieve de su vestido y peinado, girándose a ver a Adrik con un mohín molesto curvando sus suaves labios, nada complacida de haber vuelto dentro el salón. A su lado, sin dejar que escapara de ella, parecía una jovencita caprichosa y deseosa de su atención. Todo el rato le buscaba con la mirada, o sonreía sonrojada. En su brazo, sonrío disculpando el comportamiento de Adrik, y mirándole de reojo fingió no encontrarse divertida ante aquella faceta juvenil y risueña. No obstante el brillo de sus ojos, y la sonrisa que forzaba a no dejar escapar, hablaron por si misma. El grupo de hombres y mujeres al verla, extasiados por la idea de que la duquesa pudiera aportarles las habladurías del pueblo y de la corte Escocesa, rápidamente les hicieron un hueco, haciéndoles participes de todo lo acontecido en las tierras heladas Rusas, como del matrimonio de uno de los generales con una don nadie, de la calle, lo que les llenaba por la forma en que sus rostros eran tomados por muecas de una incesante decepción. Danna apenas participó mas que con unas frases o palabras escuetas, admirando a su acompañante cada vez que las mujeres no la veían y reírse junto a él.
La música de nuevo volvió a sonar, y aprovechando aquel instante de expectación, disculpándose del grupo, se volvió a Adrik con una sonrisa e idea en mente, de la que nadie, tampoco él, podría hacerla desistir. – Se ofrecería a reservarme este baile, mi joven señor? – Le preguntó sin necesidad de su contestación, pues sus pasos ya les dirigían a la pista de baile. Saludando por el camino con leves inclinación de cabeza a sus conocidos, una vez en medio del baile de vestidos que ya danzaban, miró a Adrik y perdida en la sonrisa de él nuevamente, con sus manos sobre las ajenas y los pies preparados nuevamente para seguirle como si fueran una sola alma, en dos cuerpos separados, empezaron a moverse.
El amor verdadero no tiene final feliz.
Porque simplemente no tiene final.
.Porque simplemente no tiene final.
Sin perder la sonrisa, las vueltas no tardaron en aparecer, meciéndola, acompañada por las manos de él que en ningún momento la dejaron sola. En cuanto la intensidad bajó, y el ritmo ralentizaba a las parejas, terminando por recostarse mas cerca de él, suspiró placidamente y sonrío sin motivo alguno. – Adrik… amor, por favor vente conmigo a Escocia. – Le susurró quedando frente a él, mirándole con esperanza y amor pero también con una sombra de temor. – No me dejes sola de nuevo. Regresa a mi lado. – Añadió conocedora de que aquella pieza seria la ultima que bailarían en pareja esa noche. El sol en pocas horas, se presentaría para abrir un nuevo día sobre las tierras heladas en las que se encontraban y su único amor, estaría durmiente hasta nuevamente la noche, en la que ella partiría de nuevo a sus tierras amadas. Y regresar sin él, seria volver con el corazón roto… y ambos merecían más que aquel definitivo final. – Te quiero, te amo… y estas palabras contienen toda mi vida. Escúchame… mi lugar esta contigo, estés donde estés.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 592
Fecha de inscripción : 27/05/2013
Edad : 32
Re: Cuando bailan las almas (Danna) ~ Baile de los Hielos Nacientes~
¡Vida mía!...¿cómo es posible esta suerte después de tantos dolores? En los sueños en los que imagino que vuelvo a tenerte, cuando creo estrecharte contra mi corazón, te beso como ahora, siento que me quieres, que confías en mí, que no me abandonarás...
Su pequeña duquesa era una mujer muy inteligente. Le divertía ver que no era el único que usaba trucos sucios para estar juntos. Aunque dudaba que ella alguna vez hiciese algo tan despreocupado y poco inteligente como pedirle que saltara de un balcón. Saber que ella lo había hecho, con fe ciega en él, lo hacía estremecer. Porque eran esos gestos los que hacía que sintiera a Danna cerca de él. Podría llegar a pensar que todavía le quedaba una oportunidad para volver a lo que podría haber sido. Lo que podrían ser si ella decía que si.
Danzó con ella, cerrando los ojos y moviéndose por la habitación con perfección. En ningún momento sus cuerpos tocaron a los otros danzantes, ni siquiera cuando algún extraño erraba en su paso, porque él se encargaba de que así fuera. Quería a Danna tanto, que inconscientemente su mano iba a la cadera de ella y la alzaba, apartándola del resto de los hombres cada vez que alguno coincidía al girar, cerca de su cuerpo. No quería que nadie estuviese más cerca de ella de lo que él no podía. Y eso lo sorprendía. Porque él jamás había sido celoso. Ni siquiera había sido consciente del género femenino, al menos no como algo agradable que debe ser protegido y amado. Siempre huía de las mujeres. No le gustaban. Incluso ahora, mantenía la manía de estar a cuatro pasos de distancia de cualquier fémina que él no conociera lo suficiente como para relajarse en su presencia.
Pero siempre había algo que puede hacer que el corazón de un ser como él, saltase dentro de su pecho. Las palabras de Danna lo hicieron tropezar, hasta el punto que tuvo que parar en mitad del baile y después retomar el compás empezando de nuevo el paso que le tocaba en ese instante.- No puedes decirme algo como eso de repente.- Le dijo casi sin aliento mirándola con nerviosismo y después a los que lo rodeaban para asegurarse que nadie les prestaba mucho interés. Cerró los ojos y suspiró, llamando a la calma y alejando el grito de júbilo que quería dar. - Te quiero pero necesito que te lo pienses bien. Porque esta vez no te dejaré escapar. Nada me apartará de ti, ni siquiera si tú me lo pides me iré.- Le acarició la mejilla y la miró con intensidad. Al ver que ella sólo lo miraba con cierto temor en sus ojos, él solo le dio una de las sonrisas más brillantes que le había entregado a nadie.
Como el demonio que era, le colocó la zancadilla a un hombre, haciendo que éste cayera al suelo, llamando la atención sobre su figura. Y después la besó con rapidez, mordiéndole el labio con suavidad y susurrándole en el oído un – Te amo. Hasta el final de mi existencia seré tuyo.- Y después se retiró con tanta rapidez que nadie podría haber dicho que había estado inclinado sobre el cuerpo de ella. Miró la escena que había creado, con el hombre rojo por la humillación de haberse caído y él no dio ninguna señal de saber nada del porqué había sido. Sólo miraba en silencio, tomando la mano de ella como si fuese el símbolo de la unión que él le había prometido segundos atrás. Una promesa que se aseguraría de no romper jamás.
Horas después, cuando el Rey dio por finalizada la velada, la acompañó junto a sus amigos y conocidos hasta el carruaje que ambos habían tomado antes. Debido a las horas próximas del amanecer, se aseguró de contratar a un lacayo para que la acompañase a Danna hasta el final del trayecto. Pero para tener más intimidad, se subió al carruaje sólo para besarla de nuevo. Acarició su cuello mientras la besaba y se separó con un gemido de necesidad antes de cometer una locura.
Sus ojos no querían apartarse de los de ellas, ni su mano soltar la más pequeña de la Duquesa. Sólo quería estar así, mirándola, hasta que la muerte se lo llevase. - No puedo irme aún a Escocia. Debo reunir todas mis cosas y terminar los trabajos que tengo encargado. Pero cuando lo haga, me dirigiré a tu tierra. Directo a tu hogar, sólo para volverte a prometer lo que hoy he dicho en mi tierra natal. Dejaré que nuestros Países sean testigos de mi amor por ti. - La abrazó con fuerza y sintió que su corazón volvía a perderse, pero esta vez, se perdía dentro de Danna. No podía ser de otra forma. Pues su corazón sabía a quién pertenecía y con quién deseaba quedarse.- Pero necesito verte antes de que te marches. Quiero que lo pienses bien, pequeña. Y sólo entonces podré ir a ti sin miedo a que me rechaces. -
Apartó su mirada de ella con vergüenza. Al final, el oscuro tenía un lado sensible y también uno temeroso. No quería volver a sufrir aquel dolor que le había ido comiendo el alma poco a poco en su soledad. Si tenía que volver a eso, después de aquella noche, simplemente acabaría con su sufrimiento. Se entregaría al sol con una sonrisa, sabiendo que al menos estaba vivo, en recuerdos, para la única mujer que había amado.
- No quiero sufrir más.- Miró a Danna con una sonrisa triste.- Perdona mi cobardía Danna. Pero alguien de mi edad no puede simplemente esperar a que le arranquen el corazón.- Besó su frente y se levantó con rapidez para salir del carruaje. Se bajó y colocándose el sombrero, se montó en el caballo que había estado manteniendo uno de los lacayos del Rey, esperando por él. - Hasta mañana, querida mía. - Le guiñó un ojo y animó al caballo a comenzar a galopar. Tenía tan solo unas horas para llegar a su casa y refugiarse del sol. Sólo para esperar al momento decisivo que era el anochecer.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 28/07/2013
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