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El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Valentino de Visconti Vie Ago 30, 2013 7:12 pm

El Baile de los Hielos Nacientes

Mantener contentos a los súbditos y a las amistades de los mismos. Eso debía aprender todo monarca que quisiera permanecer y perdurar en el poder. Valentino de Visconti bien lo sabía, y por lo mismo ideó una instancia en la que la diplomacia y los rostros rebosantes del recreo predominaran por sobre las posibles disputas que pudieran tener los poderosos. Un baile, ¿qué mejor? Obtendría con dicho evento el favor de los rusos por revivir sus tradiciones ante el orden mundial, y además el de todos aquellos que por su valiosa sangre influyeran en el poder de sus respectivos países. El Zar haría que los problemas que los acaudalados que pudieran tener previo al baile parecieran demasiado pequeños como para mencionarlos en medio de la celebración, y así, de alguna forma también los borraría él. El Baile de los Hielos Nacientes, así se llamaría, dándole la bienvenida al invierno.

Había invitado Duques, Condes y nobles; incluso aquellos de naturaleza contraria a la suya. Muchos pensaron que el que danzaran seres como inquisidores, vampiros, cazadores y licántropos en un mismo inmenso salón generaría una bomba de tiempo, que no asistirían o que simplemente no interactuarían unos con otros, pero Valentino no pensó así. Él no se sorprendió cuando llegaron las cartas confirmando la asistencia de dichas figuras, ni tampoco los demás miembros de la realeza. La verdad era que todo ellos entendían algo: que personas nobles e ilustres de la realeza se utilizaban entre sí para mantener sus privilegios en lo alto, sin importar qué tan diferentes fueran. Así se constituía el permanente baile de los opulentos.

Los invitados estaban por llegar. Ni con los sirvientes vistiéndolo para la gran noche el Zar se quedaba tranquilo. A pesar de la calidad de la vestimenta, le resultaba excesivamente incómoda y no podía quedarse quieto. La más fiel y antigua de sus criada, Marianne, estaba perdiendo la paciencia.

Majestad, si no cooperáis conmigo el baile habrá terminado para cuando estéis listo. —reclamaba la mujer mientras intentaba acomodar la parte superior del traje. Era ella la única de sus sirvientas que tenía la confianza suficiente para regañarle. Era un privilegio que se había ganado por haberlo cuidado desde su nacimiento.

Lo siento, Marianne. Sé que suelo acudir a bailes y a fiestas, pero eso de ser anfitrión… —tragó saliva Valentino al mismo tiempo que levantaba una de sus manos para que su criada ajustara la manga— …no lo sé. No sé si ajusta conmigo. Es todo.

La mujer de edad alzó una ceja entre la burla y la indignación.

¿Y de qué se supone que vais a estar preocupado? Vos solamente tenéis que mantener bien ajustado vuestro antifaz y demostrar las habilidades de bailarín que os destacan. La comida, la música, eso dejádnoslo a nosotros. —apretó la camisa de Valentino un poco más fuerte de lo normal, causándole un desequilibrio que por poco lo botó del banco sobre el cual estaba de pié. — ¿Veis lo que me hacéis hacer? No creí que llegaría a decir esto, pero vuestra majestad estáis aún más extraño que de costumbre.

Es vuestra imaginación, Marianne —dijo Valentino para disuadir a su servidora de seguir insistiendo. Qué equivocado estaba.

¿No será que entre las invitadas hay una soltera que os quita la calma? —habló con picardía la mujer sin dejar de atender los últimos detalles del atuendo del Zar, como hilos sueltos y cosas así.

De inmediato a Valentino llegó la imagen de Nathaly, aquella joven que había conocido durante el último baile al que había acudido en Francia no precisamente danzando. ¡Qué mujer más necia y negligente! Por poco la había salvado de un vampiro hambriento y a los cinco minutos ya había nacido en ella nuevamente el afán de meterse en problemas, como si se hubiera estado burlando de su intención de mantenerla a salvo. Y si como si hubiera sido poco, lo había encarado para que revelara lo que escondía tras su antifaz, eso que iba mucho más allá de un rostro joven que no concordaba con los años vividos. En resumen, ella se había comportado tan impulsivamente, pero a la vez de una forma tan auténtica, que el licántropo no había conseguido permanecer indiferente.

Valentino sonrió sin retenerse, faltándole poco para reír. Todo aquello era una cruel ironía. Nadie lo sacaba de quicio como ella.

Puede que sí, Marianne, pero no de la manera que imagináis —habló el mancebo sin dar más detalles al respecto. Marianne tampoco se los pidió.

No os conoceré yo —pronunciaba satisfecha la fémina mientras arreglaba el cuello del atuendo— Ya, ahora concentrémonos en terminar esto. Vuestros invitados están llegando, ¿los escucháis? Le sacarán brillo al palacio.

Decidme, Marianne. ¿Está presentable el salón? No tuve la oportunidad de inspeccionarlo yo mismo. Todo lo dejé en manos de los organizadores —preguntó el zar queriendo cerciorarse de que todo saliera bien.

Le faltó poco a la señora para burlarse de ese comentario, pero entendió que aquellos comentarios debían ser propios de la inseguridad del primer baile como Zar. Ella sí había tenido la oportunidad de apreciar el salón al encargarse de los tapices y cortinajes.

Vaya que sí, Señor. Es todo un sueño. —suspiró como quinceañera enamorada— Ya está bien. Coopere conmigo para que luzca como el Zar que es. Verá que cuando vaya a recibir a sus invitados, brillará como un sol.
***

Las puertas del Palacio de Invierno se abren.
Los invitados ingresan.
Las escaleras los reciben.
Pasteles y aperitivos frescos sobre la mesa.
Los músicos entonan sus canciones de vals.
Los sirvientes ofrecen licores rusos en bandejas de plata.
Las luces destellan sobre las cabezas de quienes ingresan.
El frío del invierno parece haber quedado afuera.
Y el Baile de los Hielos Nacientes puede comenzar.


OFF: Desde este momento se da inicio a la etapa de la introducción (31 de Agosto al 7 de Septiembre), en donde cada uno posteará su llegada. El mínimo de post por persona es 1; si no, puede postear después, pero se entenderá que llegó tarde, es decir, el post no tiene efecto retroactivo. Si bien el mínimo es de un post, puedes postear la cantidad que quieran hasta que se termine el plazo de este primera etapa para comenzar con la segunda. Recuerden que todas las etapas y sus temáticas están indicadas aquí.



La música:
Exterior del Palacio de Invierno (Noche):
Interior del Palacio de Invierno:
Salón San Jorge (En donde bailaremos):
Para el deleite de vuestros paladares:
Bebestibles:


Palacio de Invierno | Apertura | Noche
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Mensaje por Danna Dianceht Vie Ago 30, 2013 8:01 pm

Era infinita, impura en su delicia
la noche que dejaste sobre mi alma;
ni más amor, ni límites la herían,
llena de tu silencio y mi amargura.

[...] Y en una soledad que aún me duele
dejé caer tu imagen, y yo era
la sombra de tu olvido, el despertar
sin mí a un vano mundo desolado.


Elegía del regreso
Federico García Lorca


Llegando a Rusia.
( Un día antes del baile)

Danna contemplaba el rudo paisaje invernal por la ventanilla del carruaje, mientras Marie una de sus damas de compañía cosía a su lado en completo silencio, concentrada en su tarea. Suspirando enteló así el cristal, que mientras más se acercaban a Rusia más rápido se entelaba por el frio acontecido en el exterior. Llevaban ya dieciséis días de travesía, habían dejado atrás los parajes naturales de Escocia adentrándose en tierras rusas, donde la gélida brisa helaba las pardas hojas de los arboles.

Se estaba haciendo un viaje largo… muy largo. Entre las cuatro paredes del carruaje en el que viajaba, tenía la sensación que las noches eran infinitas y los días parecían eternos. Suerte, que muchas noches se hospedaban en hostales que encontraban en el camino, pero algunas nefastas noches no hubo más alternativa que dormir en el carruaje, con toda la incomodidad que aquello representaba. Más para Marie, su dama, que no dejó de quejarse todos aquellos días hasta que el sueño la vencía y Danna dando gracias a dios, encontraba el silencio y la paz. Desde un buen principio se negó fervientemente a llevar a nadie, ya que solo le sería una molestia mas con la que acarrear en aquel eterno viaje, pero por su papel de duquesa no podía rechazar llevar a alguna de sus damas, y menos cuando se trataba de la asistencia a un baile real, donde alguien tendría que ayudarla y vestirla, lo que por norma se hacía siempre por damas de compañía, menos la terca de Danna que en su propio castillo se valía por sí misma y se negaba a aquellas atenciones dentro de su círculo más intimo, como lo eran las personas que trabajaban para ella.

El asistir a aquel baile, conocer al nuevo Zar de Rusia, debería de traer buen humor a la duquesa, pero esta al contrario, permanecía callada y ausente a la deriva de sus pensamientos. Hacía ya meses de la desaparición de Adrik, tras la fiesta en su castillo y aquel incidente se largó como perro sin dueño, como un corderito asustado de haberle visto las fauces al feroz lobo, sumiéndola a ella, en un mar de dudas y en un extraño vacío desde que no olía su aroma a la mañana, indicando aquello que se había encontrado velando en su sueño, cuidándola de la reinante oscuridad de sus noches. Oscuridad, que a su partida solo había crecido mas y mas, rodeándola a todas horas, ahogándola en un mar infinito de sombras y lunas llenas. Solo un joven inquisidor podía hacerle olvidar su malestar, pero aquel no era más que otro sueño, él ya tenía dueña.

Recostando la cabeza contra el frio cristal agradeció el contacto de este contra su frente, el alivio de su cabeza al topar contra algo gélido, distrayendo así por segundos sus pensamientos de su corazón extraviado y helado. Observando con fingida curiosidad el exterior desde la ventanilla reparó en los desnudos arboles a causa del invierno y con aquel paraje tan desolado – en comparación con el de Escocia tan vivaz y alegre- como sus pensamientos, penetraron finalmente en tierras rusas.  

Divisando el final de su viaje no pudo más que esbozar una ligera sonrisa en su rostro, el viaje terminaba y en solo una noche mas, llegaría el gran día, habían llegado a tiempo.

Esta misma noche llegarían a la mansión de  los Zarkovzy, un matrimonio afianzado en la riqueza, amigos de la familia de su madre desde generaciones atrás y conocidos de ella. En su residencia dormitarían esta noche y a la siguiente noche, un carruaje vendría a buscarla con su acompañante esperando por ella. El joven William se había comprometido a llevarla y ser su acompañante en la velada, aprovechando su estadía en Rusia. William y ella se conocieron gracias a los contactos militares de su fallecido padre, quien desde un buen principio tenía la esperanza de en un futuro juntarlos a ambos en matrimonio, una duquesa y un militar que pudiera protegerla…aquello era lo mejor para ella, le decía su padre de pequeña. Pero entre los dos jóvenes, al menos por parte de Danna, nunca hubo más que el cariño y la amistad de los años. Y precisamente por la gran amistad que los unía, aceptó que él fuera su acompañante. Anteriormente a emprender el viaje, recibió una misiva avisándole de que él se encontraba sano y salvo en Rusia y esperaría su llegada a la capital, y quedando como anteriormente dijeron, la pasaría a buscar en su carruaje la noche del baile.

Unos golpes y la voz de Víctor, el cochero interrumpió sus pensamientos.- Mi señora, ya llegamos –  Le anunció.

Una sonrisa alzó la comisura de sus labios, en una mezcla de alivio y felicidad. Ya estaban cerca y a lo lejos San Petersburgo ya se divisaba. Y Finalmente ante la sombra cada vez más cercana de la ciudad, la curiosidad que mató al gato resurgió en la duquesa, la que olvidando sus tristezas ya empezó a imaginar el esplendoroso palacio de Invierno y el baile que en él se daría a cabo, iniciando la temporada de vals tan esperada y deseada.


***


Rusia es una adivinanza, envuelta en un misterio, dentro de un enigma.
Wiston Churchill

Mansión de  los Zarkovzy, Rusia. 19:30 horas de la noche.
(Falta media hora para que inicie el baile…)


-Quedara perfecta, mi señora – dijo Marie – En el baile será todo un reclamo y deleite para los asistentes – siguió alabándola tras un breve silencio.

Danna asintió con nerviosismo. Tras ocupar toda la mañana en pasear por la ciudad en compañía de la señora Zarkovzy, la que muy amablemente le enseñó los rincones más bellos que conocía, a la llegada de nuevo a la residencia y darse cuenta que el tiempo se le echaba encima y la fiesta daría su inicio en breves, los nervios y la exaltación por llegar eran muy grandes dentro de ella, que pacientemente aguardaba que terminaran de acicalarla y arreglarla.

-Es usted muy amable querida…- Musitó Danna fingiendo una sonrisa de júbilo. El agudo tono de la joven dama resultaba una molestia para quien amaba el silencio y la calma, pero por más molesta que encontrase en ella, su porte y educación de duquesa  no le dejaba decirle nada grosero o sugerencia alguna de cerrar los labios. Además el trabajo que hacía con ella era muy laborioso y si en algo tenia la razón la habladora de Marie, era en lo hermosa que iría. Ante aquello no podía debatir nada.

- El joven Williams se sentirá orgulloso de que lo eligiera para acudir al baile con usted, duquesa- dijo una voz a sus espaldas.

Danna se giró hacia su visita, importunando a su dama que a baja voz refunfuñaba por lo bajo por lo complicado que era aquel peinado y como sin importarle aquello a Danna, se movía libremente.  

- Señora Zarkovzy - saludó en una gran sonrisa al ver que su visitante era la señora de la casa.  La criada aprovechando la quietud de Danna, agarró su larga cabellera con unas pinzas, coloco una diadema de plata, dándole un toque fino y elegante y terminó con la tarea.

Ya esta lista – Anunció Marie observando orgullosa el resultado de su trabajo.

La señora Zarkovzy asintió acercándose, tomó una mano de Danna y tiró de ella. A danna le avergonzó tantas atenciones y cediendo a la petición de la señora se levantó mostrando el delicado e insinuante vestido, el que se desplegó como una bella mariposa en un día de primavera. Las telas del más puro blanco con toques color champagne, parecido al oro, rodeaban resaltando el cuerpo de la duquesa.

- ¡Perfecta…está perfecta! - exclamó la señora- Me alegro que viniera aquí a hospedarse querida, tenía tanta ganas de veros. ¡Y mírese! Toda una princesa. Escocia puede sentirse orgullosa de tener a una duquesa tan bella en su reino. Y ¿Escucha este ruido? ¿Es un carruaje? - Marie miró por la ventana tras que se escucharan los pasos de unos acelerado caballos llegando a la mansión y asintió  – Vuestro caballero le espera – Anunció con una de sus mas agradables sonrisas.

Vestido y peinado de Danna:

Danna no podía contener su impaciencia por que el joven Williams, la viera, no obstante cuando se encontró bajando las escaleras, un curioso olor la alentó a ir más lenta. Su corazón titubeo, ante aquel nuevo olor ¿Podría ser que fuera él? ¡Imposible! Pero se parecía tanto aquel olor…era él, pero no podia ser. ¿Qué haría él allí?

Un toque a la espalda la hizo volverse a poner en marcha. Con el recogido ondeando a sus pasos y aquel vestido moviéndose al compas de su cuerpo, se despidió de los señores por esa noche y de Marie quien la observaba encandilada. Solo tras la bendición de la señora, salió al exterior, cerrando los criados la puerta principal tras ella, dejándola sola en la noche ante el carruaje que venía a buscarla, de donde el olor a un vampiro era cada vez más fuerte. “¡Adrik.. es él!” Pensó ya mas segura.

Disimulando encontrarse fuerte y decidida, avanzó con la cabeza bien alta y un corazón titubeante en su pecho. Cada vez el olor de él era más fuerte, más impactante. ¿Qué le pasaba? Tenía ganas de llorar, quería hacerlo…pero debía mantener su imagen fresca, así que se contuvo, en nublando sus ojos de una leve capa de nubes tristes. Por suerte el frio que calaba sus huesos, impedía las lagrimas.

Al llegar a la entrada, uno de los cocheros elegantemente vestido con capas de abrigo de bisonte, le ofreció el brazo, ayudándola a subir al carruaje. Danna lo aceptó y subiendo finalmente se sentó en el extremo vacio del inmenso carruaje, esperando oír la puerta cerrarse a sus espaldas. Cuando el clic de la puerta y la voz del cochero alentando a los caballos a ponerse en marcha llegó a sus oídos, solo entonces se atrevió a abrir la boca, aunque su mirada seguía fija en sus manos que reposaban encima de su vestido. – Espero que el señor Williams esté sano y salvo y solo le haya hecho olvidar que esta noche era mi acompañante a la fiesta de los inicios del vals. Si no fuera así me entristecería mucho…. Ya conoce mi amor por las gentes que me rodean. Él no tiene la culpa de nada, no merece ser comido por las sombras de esta ciudad y aún menos cuando esas mismas sombras fueron las causantes de mi abandono. Lo que me hace preguntarme... ¿Qué se os perdió aquí señor? – su voz fluía dulce como siempre, no obstante un tono amargo, daba indicios de su tristeza. Así mismo la negación de hablarle cálidamente, reflejaba el mismo sentimiento.

Hablarle de usted tendría que representar para el vampiro una jarro de agua fría, o ella esperaba que asi fuera, ya que fue él, el mismo que se sentaba frente de ella, quien desapareció dejándola sola. Cansada de juguetear con la tela de su vestido y la mirada gacha, alzó la mirada hacia los oscuros hojiverdes de su inesperado acompañante.

Hola A...Adriiik. –Saludó con voz temblorosa, acallándose tras aquello, mordiéndose el labio inferior. Maldiciendo mil veces su voz delatora, que de un momento a otro había echado a perder la tensión de su cuerpo, inspiró aire, oliendo el aroma de adrik, volviendo a mirarle tras aquello. Ahora su mirada reflejaba un pozo de tristeza cubierto de hiel – Como ves sigo viva… Si necesitabais saber de mí bien podrías haberme enviado correspondencia sin tener que acudir presencialmente y molestarte.- Balbuceó indiferente, deseando que Adrik no cayera en aquellos pequeños detalles que le delataban…el temblor de sus manos, el de su labio inferior y su rota voz.

- ¿A qué has venido Adrik? -Preguntó tras aquel instante de debilidad, esperando por sus palabras  y respuesta que de seguro le volverían a romper el corazón una vez más.

Mostrándose fría y dolida, resistió en alma y cuerpo a decir lo que más quería en aquel momento. Se Encaró a él con una vacía mirada  y se mantuvo en su asiento, fingiendo indiferencia ante su cercanía y a su envolvente aroma, que la llamaba como la luna llena a su bestia.

Bajo sus pies, el carruaje que los llevaría ante el gran palacio de invierno avanzaba por las frías calles de Rusia en un golpeteo y melódico paso, responsable de los caballos y sus arcenes que coloridos lucían la estampa de la gélida tierra de Rusia.
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Mensaje por Desari Delay Vie Ago 30, 2013 10:15 pm

No es posible entender a Rusia, hay que amarla.
No es posible ver Rusia mirándola sólo con dos ojos.
Rusia no puede ser comprendida con la razón, tienes que vivirla.

Proverbios rusos

[ Antes de salir hacia Rusia.
Francia, Mansión Delay
Quince días antes del baile...]


- Tengo mi bolsa con mis ropas…y creo que eso es todo ¿no? – Reí ante aquello con cierto nerviosismo. Era la primera vez que hacia algo tan absurdo como esto. Me iba a ir de la vigilancia de mi arrogante y egoísta padre, la primera vez que se me ocurría algo así y el culpable no era nadie más que el magnífico Keith. Como me había dejado engañar por sus palabras, cayendo  de lleno en el inocente hechizo de su promesa de libertad absoluta con él, lejos de mi patria.

Sería menos de un mes lo que iba a pasar fuera de mi hogar y pensaba disfrutar de cada minuto y segundos del día, como cuyo pájaro consigue escapar de su jaula y vuelve a sus amados cielos. Mis alas se habían abierto y estaba lista para volar lejos del nido que me vio crecer.

Tomé la bolsa y solo tras observar que mis ropas y mi presencia estuviesen en correcto orden, solo entonces en silencio pasé por la alcoba donde dormía padre y bajé las escaleras de puntillas, simulando ser una bailarina.

Una vez bajé al gran salón, me dirigí donde nuestra ama de llaves y la que yo consideraba mi segunda madre me aguardaba con otra bolsa, pero esta con alimentos para el día de hoy, ya que Keith prefería en todo el día de hoy no descansar a menos de encontrarnos ya muy lejos de Francia… donde la mano de mi padre no pudiera agarrarme. Tomé la bolsa y le sonreí – Volveré que no os habréis dado cuenta de mi ausencia – dije en un intento de reconfortarla, se preocupaba por mí y siempre lo había hecho.

Asintió abrazándome contra ella y yo me dejé envolver por sus brazos maternales, hasta que el ruido de un carruaje delante de la puerta de entrada me hizo alejarme ligeramente de ella. – Acordaros de entregarle la carta donde le anunció mi viaje justo al caer la noche, para no darle tiempo ni opción a buscarme o enviar a sus hombres. – Le recordé tomando las bolsas – Con suerte se interesará por saber que voy a una fiesta de la realeza y de la asistencia de todos los duques y condes de Rusia y demás países – Comenté en una sonrisa de lado. Me encontraba  segura que e cuanto mi padre leyera aquello, se iba a contentar y empezaría a planear mi futuro, como siempre lo estaba haciendo…con la diferencia que esta vez yo estaría lejos de él y su candente mano.

- Debes de irte, pequeña…vamos, vamos!- Me alentó empujándome hacia la puerta de entrada.

Yo me dejé llevar abriendo la puerta y tras una última mirada al interior de mi hogar, sin dudar de ningún paso traspase los primeros metros, llegando al carruaje de cuatro caballos que aguardaba por mí. Detrás de mí oí finalmente la puerta cerrarse y sonreí, con la mirada fija en una de las ventanillas del carruaje, de donde unos traviesos y risueños ojos me observaban.

- ¿No vais a salir a darme los buenos días o simplemente sus saludos? – Pregunté en voz alta, pero no lo suficiente para que alguien de dentro de mi casa se diera cuenta, o aquello esperaba.

Alcé la mirada al cielo, empezaba a aclararse la mañana, por lo que no debían de ser más que las siete de la mañana. El amanecer estaba llegando y debíamos partir, nos esperaban unas semanas y unos días más para llegar a Rusia, nuestro destino. Pasaríamos entre montañas, caminos apenas transitables y lentamente nos acercaríamos al invierno helado de aquellas tierras. Toda una aventura para alguien que como yo, apenas ha salido de su ciudad.

Finalmente Keith bajó del carruaje y tras un cómplice y amistoso abrazo, tomó mis bolsas, depositando la de los alimentos dentro de nuestro compartimiento y la otra con mis ropajes, en el lugar de las bolsas. Tras asegurarlo todo, y ofrecerme su mano para ayudar a subir a nuestro vehículo de transporte, subió tras de mí y los caballos pusieron marcha lejos de allí.

Adiós Francia, Adiós madre…me voy a un baile, pensé sonriendo. Hacía mucho no era sinceramente feliz  y gracias al joven que a mi lado sonreía y reía conmigo, durante un mes lo seria por completo y libre, libre como el viento...como un pajarillo.


[Tras doce días de viaje transcurrido…
A falta de dos días para el baile.]



Los ojos me pesaban, presos del cansancio acumulado de mi cuerpo. El movimiento del carruaje en marcha provocaba leves sacudidas en donde nos encontrábamos Keith y yo. Finalmente abrí los ojos y con lo primero que me topé fueron con sus ojos cerrados y su rostro picarón en una aura angelical soñando. Sonreí tapándome más con la manta que cubría mi cuerpo, a causa del frio mientras le observaba y recordaba los días pasados, y la dicha que cada día había embargado mi ser.

Habíamos pasado unos días inolvidables, entre risas y sonrisas, recuerdos y algún que otro comentario que lograba hacerme enrojecer por completo, causando su risa y una mirada que lograba enloquecer mi corazón. Pero por más que me sonrojara, por sus palabras poco acertadas para jóvenes inocentes como era mi caso, no podía quitarme de la cabeza a Sebastián. El joven que había conocido en París semanas atrás y con el que más de una noche había soñado, invocándole en mis sueños. Y si, tambien debia de admitir que el cariñoso y tierno de Keith me tenia enternecida...seguia con mi pensamiento de que quizas hubiera sido buena idea de que el plan de padre para con él hubiese funcionado, pero así el destino no lo había querido.

La mayoría de días menos el primer día y este mismo, habíamos dormido en hostales por el camino, separados obviamente a petición mía. Y así haciendo camino habíamos llegado a Rusia, país que ahora mismo estábamos recorriendo para llegar a San Petersburgo donde se daría el baile real y nos alojaríamos dos noches en un gran hotel y de los más famosos de Rusia. Pero para llegar a tiempo, nos urgía acelerar el paso y aquello solo se conseguía durmiendo una última noche en el carruaje, siendo más incomodo pero más veloz.

Bostecé y tapada hasta la nariz con la manta, miré por la ventanilla el frío paisaje, hasta que para mi asombro empecé a observar los primeros hogares, la primera señal de vida humana que indicaba la cercanía de la ciudad y en efecto, a los pocos minutos, San Petersburgo se alzaba glorioso ante mi mirada.

- ¡Keith! ¡Keith! – Le llamé – ¡Estamos llegando! Vamos dormilón, despierta. ¿Has visto que bonito es? Venga! !Que te lo pierdes¡ – añadí en voz alta, logrando despertarlo, mientras mi mirada se perdía en algún punto donde el campanario de una iglesia se alzaba.

Ahora una noche en la ciudad, y a la próxima el baile empezaría. Que sonara la música, pues quería que empezara ya. A veces era muy impaciente, debía reconocerlo.

Y con la risa de Keith resonando en el compartimiento tras observar como lo miraba todo por la ventanilla, como cuya niña sale por primera vez de su casa y todo es nuevo para ella, dejé que el tiempo fluyese y fuera finalmente el día treinta y uno a las ocho de la noche, en compañía del joven que me acompañaba, que hacía radiantes mis días.
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El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura Empty Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura

Mensaje por Alexi Wolfkang Sáb Ago 31, 2013 11:08 am


*Tras haber contratado un corsel blanco y percheron para el viaje con el dinero que había ganado en esos días, tras ya haber pasado unos meses de la tragedia en la que le habían roto el corazón y ella recuperaba poco a poco sus formas de ser, la Sigrid que siempre conocio volvia a surguir. Una carta militar le llego de su natal y fría RUSIA con la petición de que viajara de inmediato a estas tierras ya que el nuevo Zar daría un baile y el coronel con quien siempre trataba le exigia la presencia de su mayor orgullo en armas: “SIGRID WOLFKANG”, agarro sus placas las colgó a su cuello y las escondio bajo sus ropas de caseria, tomo también sus botas de piel de conejo y sus abrigos y guantes mas pesados todos estos blancos, para confundirse mejor en el ambiente de invierno en esas regiones altas de Europa. Tras esperar que le llegara su mas reciente adquisición en vehículos estaba en la plaza Tetre esperando a que lo llevaran ya sillado y con todo lo nenesario para realizar un viaje largo se despidió de su nuevo conocido el Joven Claude  Van Munsshenbroek quien le había expresado que estaba preocupado por su seguridad, mas ella sabia cuidarse sola pero le tranquilizo al decirle que le escribiría en caso de que no se sintiera asi, y pues también Sigrid estaba algo insegura en el sentido que no sabia que demonios estaba llendo a un lugar tan lleno de horribles recuerdos, pero no se iba a negar la oportunidad de asisitir a un evento social como era el Baile de Invierno después de todo ese mismo día con horas mas tardes había recibido también la carta del Zar invintandole a la fiesta y no faltaría. Kenner se lo había negado por tanto tiempo que nunca había experimentado tales antenciones.*


*La jovencita de aparentes 14 años se despidió del joven Claude y se subio al Corsel que había comprado para el viaje, coloco sus maletas en el carruaje del Señor Oakenshield quien le había dicho que el se llevaría las maletas ya que el no llevaba tanta prisa como ella, pues sus cosas mas personales junto con el cambio de ropa le cabian perfectamente en su morral con el que siempre viajaba, agarro también su baston/guadaña de plata un instrumento que nunca le hacia falta. Comida dinero y todo para el camino.*

*Arreo al caballo y después pegándole levemente en la parte trasera para que este comenzara la travesia, la capucha que cubria su niveo rostro siempre arriba y con ese abrigo con capucha de lana, que era de color negro, como las bufandas y estolas que le cubrían la cara a especion de los ojos purpúreos, ella bajo la capucha vestia prendas tan blancas como la nieve y todo su grueso ropaje la hacia parecer todo menos una mujer. El cabello lo traía recogido por el momento en dos trensas largas que la hacían de oregeras para cubrirle del frio, las rafagaz del viento eran feroces indicación de que todo mas alla de parís estaba mas congelado mas nunca como su Rusia*

*Pasaron noches y días enteros en que no descansaban hasta encontrar el siguiente poblado donde siempre buscaba las estancias mas lejanas y pobres para pasar la noche, nadie se metia con ella y ella no se metia con nadie, pues sus ojos purpuras siempre estuvieron fijos en llegar a Rusia, comia con desesperación y hambre, el frio no hacia de las suyas ya que iba bien cubierta, y su caballo por las noches lo iba a tapar a los establos para que durmiese caliente asi como también lo alimentaba debidamente siempre, incluso había ocaciones en que preferia aleimentar al corsel que el ella comer, mas no le apauraba nada de eso, su servicio militar de su país natal le había solicitado personalmente asi como también el nuevo Zar.*
……………………………………………………………………………………

*La gente de los poblados cercanos decía que era malo salir en las noches debido a que te podrias encontrar con uno de los cabalgantes de la reina de las nieves, quien te congelaba el corazón y se lo comería. Habian Pasado ya 14 dias y ya estaba en las afueras de Rusia lo cual era bueno y probaba la buena y entera calidad del caballo. Arrebasando Carruajes de todo tipo y de toda clase pero que se tardaban mas por llevar dentro de estos a personas importantes como otros reyes y príncipes. Los cocheros al verle pasar tan rápido a veces ni sabían que era lo que les había arrebasado y en otras ocaiones decían que habían visto pasar a la hija de la reina de las Nieves o que habían visto a Un demonio blanco en su corsel cubierto de sombras. Ella solo se reia ante tales comentarios esa noche había decidido llegar a una posada en las afueras de San Petersburgo por donde estaba su antiguo orfanato ya olvidado y cubierto de nieve, dejo el caballo en el establo bien amarrado y con una trampa para quien intentara robarlo y después de haber cenado en la posada y haber pagado el cuarto de ese lugar para ya a la mañana siguiente diriguirse al castillo y presentarse con los militares faltando tan solo 3 dias para el baile decidio ir a visitar ese lugar lleno de pesadillas, camino con todas las ropas que traía encima y las botas de nieve y se sento en la barda del lugar con su baston en la mano para abrise paso, 2 tipos borrachos la habían seguido pero ella los había ignorado y entro en el Orfanato donde dejo un par de flores que había comprado a una niña de la calle y las dejo ahí, los tipos inteligentemente prefirieron hablarle a los guardias militares que habían visto a esa cosa acercase y entrar en un lugar que era extrictamente militar.*

*No habiendo quien se hiciera responsable habían llamado al Coronel Williams quien le aplicaría justicia pero hasta el dia siguiente ya que ahora tenia asuntos que antender mas importantes como la llegada de una duquesa escosesa, por lo que paso esa noche en la cárcel, lo cual no le incomodo en absoluto*

*pasaron Las horas y el coronel se apareció ya mas tarde con la escucsa de que tenia invitadas importantes, comezo a cuestionarle a lo que ella solo se saco las placas del cuello y se las entrego al coronel quien al leerlas se quedo impactado ya le habían quitado los guardias a petición del coronel la mayoría de la ropa extra de invierno que usaba en ese momento, y ya había descubierto su blanquecina piel y cabello, El coronel inmediatamente al comprobar que efectivamente era ella, le pidió un disculpa y la diriguio con los guardias del palacio, quienes la recibieron bastante bien y le asignaron un cuarto con ducha propia y trageron su corsel al establo donde ellos estaban*

*Ese dia después de ponerse presentable para el Zar, pues como los guardias habían dicho tenia que estar presentable, lo estaba pero parecía mas un niño que una niña por los pantalones que estaban metidos entre las botas y un cambio de su uniforme que traía limpio en el morral, el saco perfectamente planchado y colocado sin arrugas guantes de cuero y las estrellas que adornaban un poco su uniforme, lo único que la delataba era las trensas algo despeinadas que colgaban en sus hombros y hacían de su cabellera blanca, sentada derecha esperando a que le recibieran.*
*Despues ese dia entero se dedico a armar una estrategia perfecta de seguridad para el Zar, quien después de ver lo bien y lo buena que era Sigrid haciendo el trabajo para la edad que tenia ya cerca de la noche, le había mandado hablar para decirle que la quería ver en el baile como una invitada y no como su seguridad personal, ella no estaba muy deacuardo con la idea pero tenia que respetar los deseos del Zar, ser retiro por sus maletas donde se había quedado de ver con Sigfrid para que se las entregara y se dedico a dormir después*

*Al dia Siguiente ya el dia del susodicho baile se encargo de los últimos detalles de seguridad en el palacio que la distrajo parte de la mañana y medio dia pues al parecer el Coronel Williams no había llegado al ultimo destino del que había salido, pero era normal que salieran cosas imprevistas para gente tan metida en lo militar, por eso la alvina chica de 14 años aparentes preferia el rubro mas individual aparte iba mas con la forma de ser que la niña tenia desde pequeña, eso de andarle rindiendo ordenes a alguien mas nomas no era lo de ella, y tampoco era tan fiel al las creencias de la iglesia católica como para unirse a sus filas permanentemente pero eso si, siempre pagaban muy bien los trabajos realizados. *

……………………………………………………………………………………………..
Vestimenta Baile:

*Llego la tarde noche y con esta llego el baile, se comenzó a vestir con la ayuda de algunas de las chicas de los burdeles cercanos, quienes intentaron maquillarla pero la cara que la blanquecina chica ponía al verse al espejo solo sacaba sonrisas y risas nerviosas de las chicas, quienes volvían a intentar cosas nuevas con ella y su piel blanca, pero llego el punto de que Sigrid ya estaba un poco harta y sobretodo se le hacia tarde que decidio no maquillarse mas que un poco de chapas y labios rosas palido que en ella se veía como un rosa aun mas palido, la peinaron con un recogido sencillo que al igual que la etapa del maquillaje le hicieron de todo, para terminar con algo discreto como era ella, aunque había de admitir la chica que su condición de alvina no le ayudaba mucho pero en cuanto a lo demás como vestimenta y peinado era bastante sencilla y elegante no sin antes de que alguna de sus nuevas ayudantes y amigas de los burdeles la roziaran por completo con un perfume de lavanda y rosas silvestres de los caros que algun hombre le habia regalado a lo que ella evito poniendo las manos para que no le hecharan pero la mujer hizo lo que le dio la gana y practicamente la baño con el aroma mientras ella tosia y cerraba los ojos la verdad no se podia quejar aunque quiciese pues le estaban ayudando en horas de trabajo para ellas.*

*Estaba algo nerviosa por lo que en cuanto terminaron de peinarla se coloco al final los botines negros de piel y encaje con tacon algo bajo en comparación con los de las demás mujeres, se coloco el antifaz y la capucha negra que hacia juego con su vestido que era negro con gris azulado muy obscuro al contraste de su piel. Bajo corriendo las escaleras berifico que trajera consigo la invitación y se diriguio en su corsel blanco al palacio de invierno despidiéndose con la mano de sus nuevas amigas.*

*Llego al palacio ya había unas dos carrozas que se habían estacionado ahí en las afueras del palacio, para practicidad en el baile y no cargar con su guadaña cargo con armas mas pequeñas y modernas como un par de revolvers que el Señor Sigfrid le había prestado para que no llamara la atención el carruaje del señor sigfrid todavía no llegaba pero no le sorprendia el era asi. Un criado al llegar a la puerta se quedo sorprendido tras descubrir que lo que manejaba el corsel tan hermoso era una niña de 14 años a lo mucho y aparte que su piel se confundia a la perfeccion con la nieve le ofrecio el que le ayudara a bajarse y esta acepto*

-Señorita Permitidme ayudarle a bajar de su hermoso corsel.

*Sigrid solo sonrio hizo una educada reverencia y poso una de sus blancas y pequeñas manos sobre el hombro del joven para ayudarse a bajar a si misma. Se veía hermosa y enigmática como siempre mas ella estaba de lo mas incomoda, pues nunca había usado tantas crinolinas, ni tantos corsets sobre todo corsets. Bajo porfin del caballo sin darse cuenta que tenia la capucha del abrigo de terciopelo negro puesta sobre la cabeza, su antifaz era bastante peculiar ya que parecía estar hecho de pedazos fundidos de hierro asi como el resto de su jolleria que era hermosa y limpia como ella y de lo que no se percataba ella era de que su piel y su albinismo la hacían lucir hermosa con el vestido en los colores que los llevaba y el resto de los tocados y accesorios en color metalico y flores negras encajadas en el cabello, cortesía de quienes la habían peinado, parecía una muñeca de porcelana viva. Los labios se le veian rosados pero llamaban la atención por la palidez y el antifaz disimulaba un poco los ojos porpureos. El Criado y quien en cuanto se topaba con ella se quedaban impactados*

*Corrio por los pasillos y su corsel lo llevaron al establo para cuando tuviera que marcharse, apresurando el paso lo mas que podía mientras se recogia con sus pequeñas manos el ostentoso y pesado vestido para llegar mas rápido, en eso una de las criadas del Zar la detuvo y le sonrio señalando con los ojos que todavía tenia la capucha arriba, ella se sonrio y le dijo*

-Gracias….

*Dijo sonriente haciendo una reverencia y también le indico que le diera su abrigo, ella hizo caso pues todo era nuevo para ella, le entrego el abrigo a la criada y le volvió a sonreir levemente mientras admiraba la belleza que se había tardado en admirar por las prisas, entrando al salón ya sin el abrigo luciendo el vestido en color gris y negro, guantes de encaje, y admirando viendo hacia arriba la decoración y todo lo que implicaba el cuarto. El nuevo Zar quien le había parecido el otro dia algo tranquilo al respecto pero también estaba ella al pendiente de que todo lo que había planeado para la seguridad del Zar estuviera en orden, se sento y tanto hombres como mujeres se le quedaron viendo extrañados tanto por la tan corta edad que aparentaba y por que alguien como ella fuera sola, sin tutor o sin ningún padre le acompañara, emepezaron las habladurías e hipocrecias por las otras chicas mas o menos de la edad de ella, mas ella ya estaba acostumbrada a ese tipo de reacciones y no le importaba ignorándolas y perdiéndose en la belleza del lugar sin querer estar sentada pues no le apetecia y recorria poco a poco toda la sala admirando la belleza y los alrededores, encontró un balcón solo, abrió la puerta del valcon y se salio a tomar el fresco frio de Rusia, apoyando sus manos en el barandal de piedra que daba a pisos mas abajo con el jardín, y apoyo su rostro blanquecino en sus manos que estaban sobre sus codos, esperando que alguien o algo sucediera, su cabellera blanca y de su peinado se le escapaban algunos mechones que flotaban hacia el frente y se quedo viendo fija al jardín que era lo único que tranquilizaba su nerviosismo todos los ahi llegados la vieron con extrañeza sobre todo las mujeres pues la mayoria vestia vestidos claros era la unica del baile con una aparienza tan unica que no dudo que muchos pensaron que era una vampira debido a la palidez de la piel, el color de los ojos purpuras que disimulaban un poco el antifaz y el cabello tan blanco como la nieve que caia, mas no le importo volviendo a entrar en la sala con el unico vestido negro con gris obscuro, antifaz de un material tan fino en color negro, sin olvidar los accesorios que parecian piezas mecanicas, engranes y de mas en colores como oro, cobre y plata, tambien las flores que adornaban el peinado eran negras al igual que el esmalte de las uñas, entro al salon en silencio y callada admirando la belleza del lugar para despues esperar parada recargada en una de las columnas del salon a que comenzara a tocar el vals observando a todos y toda quien llegaba. *


Última edición por Sigrid Wolfkang el Vie Sep 06, 2013 1:12 am, editado 7 veces
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Mensaje por Clarice Briand Sáb Ago 31, 2013 2:39 pm

Viaje a Rusia

Clarice dejó todos los preparativos en manos de su mayordomo, Claude era con diferencia el humano en el que ella más confiaba y durante quinientos años su familia había servido a Clarice fielmente y por propia voluntad.

Claude preparó el coche de caballos, el carruaje era totalmente de madera y por fuera la única diferencia apreciable era que la longitud era un poco más largo de lo normal y los postigos cerrados que simulaban ocultar ventanas aunque en realidad no se podían abrir ya que estaban tallados en el vehículo; solo se podía entrar en el carruaje por una única puerta que se cerraba con llave por dentro y no dejaba pasar la luz.
La noche anterior , Clarice eligió algunos vestidos, abrigos, zapatos, camisones, objetos de tocador, prendas intimas, perfumes y cosméticos; Claude lo guardó todo cuidadosamente en sus baúles de viaje, los amarró con fuerza en el techo del carruaje y los tapó con una lona para protegerlos del tiempo.

A la noche del día siguiente Clarice se atavió con un vestido ligero y una bata de seda y entró en el carruaje cerrando la puerta tras ella; dentro había un cómodo colchón que cubría todo el interior, estaba lleno de almohadones, sabanas y la pequeña colección de libros antiguos que llevaba en todos sus viajes.
El viaje pasó de forma rápida para Clarice, por el día dormitaba tranquila y cómoda dentro del carruaje y durante la noche mientras Claude descansaba en alguna posada ella se dedicaba a alimentarse, pasear o jugar con los humanos que se iba encontrando en las aldeas y ciudades en las que paraban.

Llegada a San Petersburgo

Llegaron San Petersburgo cuando el sol aun estaba brillando, aunque en realidad el cielo estaba encapotado por una espesa capa de nubes  oscuras. El mayordomo de Clarice aparcó el carruaje en el garaje privado de la casa que había alquilado sin despertar a su ama; era una casa pequeña pero elegante, las dos muchachas rusas a las que había contratado ya se encontraban allí limpiando y adecentando la casa, Claude les había explicado que su joven señora era muy sensible a la luz solar y que por ello bajo ningún concepto debían dejar abrir las ventanas y cortinas cuando ella se encontrara en la habitación. Horas más tarde la noche cayó sobre la ciudad y Clarice entró en la casa que ya habían preparado para ella; ordenó a Claude que se retirara y descansara con una sonrisa y mandó a las doncellas que le prepararan un baño. Tras asearse se vistió con un abrigado vestido al más puro estilo ruso y se dirigió a la calle sola, consciente de los cuchicheos de las dos chicas.

La capital rusa era un lugar hermoso pero no había salido para hacer turismo sino para recoger el vestido que había encargado hace meses a uno de los mejores costureros de la ciudad. El local estaba abierto durante las noches lo que demostraba que aquel hombre tenia otros clientes como ella, Clarice entró con el sonido de las campanillas de la puerta como anunciantes. Rápidamente un hombre de caras ropas y gran bigote la recibió:
-Bienvenida, bienvenida- dijo en ruso- que puedo hacer por una dama tan bella a una hora tan incierta
-Me llamo Clarice Briand tiene usted un vestido de baile para mi- contesto ella también en ruso fluido- lo encargué hace meses, contacte con usted por correspondencia.
-Oh, si, si, si- asintió el costurero al hacer memoria- si, si, esta listo, seguí las medidas que me envió pero como comprenderá no soy más que un simple e imperfecto costurero así que deberá probárselo para comprobar que todo esta correcto, le parece bien?
-Por supuesto-la aduladora forma de hablar de aquel hombre le ponía de los nervios.
Clarice se cambió y se puso el vestido que había encargado, le venia perfecto. Salió a donde el hombre aguarda con una sonrisa complacida y este aplaudió eufórico.
-Habéis hecho un buen trabajo- le felicitó  
-Me honráis-le dijo realizando una reverencia exagerada, Clarice tuvo que reconocer que detrás de aquella fachada de halagador extrovertido debía de esconderse un hombre inteligente-también tengo los zapatos que encargasteis, los hizo el mejor zapatero que conozco, ha seguido mis instrucciones a la perfección
El costurero hizo ademan de ponerle uno de los zapatos a Clarice y esta tomo asiento permitiéndole hacerlo, el zapato también era correcto y le resulto muy cómodo. Volvió a felicitarlo y tras un millar de formalidades le pagó y se marcho con su encargo.

Spoiler vestido



Llegada al palacio

Clarice se preparó para el baile recogiéndose el pelo en un elaborado moño, vistiéndose con el vestido que había recogido algunos días antes y perfumándose con un par de gotas de jazmín, comprobó su aspecto en el espejo de su dormitorio, la ventaja de haber sido convertida a una edad tan temprana es que no necesitaba mucho tiempo para arreglarse; cuando el carruaje que había mandado llamar llegó, bajó y Claude le ofreció la mano para ayudarla a subir.
El viaje fue breve y cuando al fin su carruaje llegó ante la puerta del palacio un hombre abrió la puerta y la ayudó a bajar, Clarice no pasó por alto la forma en que el hombre la miraba pero lo ignoró dirigiendose a la entrada. El palacio de invierno era un edificio magnifico tanto fuera como por dentro, Clarice siguió la dirección de la gente por los amplios pasillos, de lejos pudo oír la música de salón y arrugó mentalmente la nariz ante el olor desagradable de la comida humana.

"Hoy será una noche divertida" pensó para sí misma y sonrió sutilmente para cualquiera que le pueda estar observando.
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Mensaje por Fiona Di Centa Lun Sep 02, 2013 8:37 am

"The Russian roulette is not the same without a gun"


La lustrosa moneda cayó en la pequeña palma abierta. Una generosa recompensa por el sencillo y rápido trabajo de entregar una nota en el lujoso hotel. Acostumbrado a desaparecer por entre los transeúntes, el niño se escabulló velozmente, tal como le había solicitado aquel formal caballero “Entrega la nota y huye, no le hables y no esperes a que ella lo haga”. Las instrucciones fueron fácilmente arrebatas de la joven mente. La vampira sonrió, si hubiese querido cazarlo no habría carrera ni habilidad para el escape que pudiese evitarlo. Eso él lo sabía, entonces ¿Por qué la instrucción? La respuesta era sencilla, quería llamar su atención, hacer que la invitación que ahora era sostenida por una de sus manos resultase irresistible. Había llegado a San Petersburgo la noche pasada pensando que estaría sola en la ciudad hasta el gran baile. No tenía idea de la sorpresa que le estaba esperando. Hacia un poco más de una década que no le veía e ignoraba cómo se había enterado de su inesperado viaje o cómo había conseguido llegar e instalarse antes que ella.

Guardó la delicada nota y solicitó a uno de los botones que le consiguiese un carruaje. En cuestión de minutos arribó a la chica pero extremadamente lujosa mansión donde un hombre de unos 30 años le esperaba en la entrada. Él llevaba un pesado abrigo cerrado para protegerse del inclemente frío. Su cabellera perfectamente peinada y sus manos enfundadas en costosos guantes de cuero que fueron rápidamente retirados al notar su arribo. La puerta del carruaje se abrió y el hombre se apresuró a ofrecerle el soporte de su mano desnuda en caballeroso gesto. – Madame, me causa un inmenso placer el ver que ha aceptado usted mi humilde invitación – los tibios labios del hombre se posaron con suavidad en el dorso de la fría y pálida mano - ¿Tenia acaso alternativa? – preguntó ella juguetona permitiendo que él la sostuviese más de lo necesario para el saludo. Después de pagar y despedir al cochero dieron inicio a la lenta y corta caminata que los llevaría hasta el interior de la mansión – No pensé que volvería a verte – aquella declaración pareció herir profundamente al hombre quien crispó su rosto y cerró y abrió repetidamente la mano libre. Ella iba de gancho observando sus reacciones y sondeando descaradamente en su cerebro. Sabía que le había hecho daño pero eso en realidad no le importaba.

- ¿Cómo supiste que venía a Rusia? – preguntó tras unos segundos de incomodo silencio – No eres la única invitada de París. Tengo mis contactos. Uno de ellos me informó sobre el baile y me facilitó algunos de los nombres de los asistentes… entre ellos el tuyo – se detuvieron en la entrada para no interrumpir la conversación. Él tomó entre sus manos las de ella para luego depositar un casto beso en cada una – Lamento mucho todo esto pero necesitaba verte – la sonrisa de ella no alcanzó los ojos, los cuales le miraban con frialdad – Eso podrías haberlo hecho en París y evitarte tantas incomodidades ¿no lo crees? – el se encogió de hombros pero su expresión denotaba el dolor y la incertidumbre que invadían su mente – Ya te negaste a recibirme allá. Tenía que inventarme algo sorprendente para alcanzarte así que aquí me tienes, en medio de una acción desesperada – y mientras hablaba ella vio con toda claridad el vertiginoso viaje al que se había sometido, día y noche, desde el mismo momento en el que se enteró de su inminente partida, para poder llegar antes a la ciudad.

Para ella el viaje había resultado sumamente entretenido. No podría decir que estaba cansada pues su cuerpo y mente ahora tenía una resistencia indiscutiblemente mayor que antaño. Además se había tomado su tiempo, viajando de noche y en solitario y buscando posada justo antes del amanecer. Al inicio se había planteado la posibilidad de ser acompañada por un sequito de criados. Incluso alcanzó a pedir que prepararan los caballos para el largo viaje. Pero después lo pensó mejor y decidió viajar en la comodidad y libertad de la soledad. Así podría alquilar carruajes cuando lo considerase conveniente y cuando no simplemente correr libre a una velocidad que ningún caballo podría equiparar. De hecho recorrió el camino mucho más rápido que si tuviese que esperar por todas las demoras naturales para los humanos. En cada ciudad, pueblo o aldea en que se detenía probaba el “gusto” del lugar. Se entretenía durante un par de horas, compraba algo de ropa si la que traía puesta llegaba a verse gastada o sucia y luego, al siguiente amanecer, continuaba su camino. A muchas personas se les hizo un tanto extraño que la evidentemente adinerada dama viajase sin compañía y sin equipaje, pero no le costó tampoco mayor esfuerzo inventar excusas mínimamente creíbles que le permitiesen continuar sin mayores inconvenientes. El plan original era hospedarse en algún hotel en San Petersburgo que estuviese, por supuesto, a la altura de su condición social, y tener algunas noches libres para recorrer y disfrutar de la ciudad. De seguro encontraría en alguna boutique un vestido apropiado para el evento, eso no lo dudaba.

Pero ahora las circunstancias habían cambiado. No esperaba que ningún conocido estuviese esperándola en la lejana y fría Rusia, y menos que se tratase de un acaudalado humano que algunos años atrás había sido su mascota y reservorio de sangre preferido.


– ¿Que es lo que pretendes con esto? – peguntó secamente observando aquellos luminosos y hermosos ojos. Se habían conocido en París, él era entonces un joven gallardo y osado que se ufanaba de mujeriego empedernido. Tenía a la mitad de las jóvenes de su círculo social rendidas a sus pies y se había llevado a todas las que había podido a la cama, convencido de que su destino era gozar de la dulzura femenina pero sin doblegarse ante ninguna fémina. El reto perfecto para la pelirroja. Lo había engatusado y seducido, llevándolo a la locura y trayendo de nuevo de regreso. Le había revelado lo que era y se había alimentado y aprovechado de él durante todo un largo año. Luego, cuando se cansó de su mascota, simplemente le dejo. Aún ahora no se explicaba el porqué le había permitido proseguir con vida, más aún cuando pretendía, después, solo negarse a recibirlo e ignorar cualquier intento que él hiciese por contactarla. Ya había perdido la cuenta de la cantidad de cartas que había quemado sin siquiera molestarse en abrirlas. – Solo estar a tu lado, acompañarte y complacerte – contestó él pero las intenciones ocultas fueron demasiado obvias tras las conmovedoras palabras. Lo que pretendía realmente era estar cerca, acompañarla al baile, que le aceptase nuevamente y tal vez conseguir que ella, finalmente, le transformase. Necesitó de todo su autocontrol para no echarse a reír justo donde estaba. ¿Es que no la conocía? ¿Es que no recordaba que ella podía leer hasta sus más íntimos secretos? – Bien, mon ami, si quieres complacerme entonces hazlo – sentenció soltando sus manos del agarre, abriendo los brazos en franca invitación y revelando sus afilados colmillos.
____________________________________

Ella estaba desnuda en la cama, enredando un mecho de cabello en el dedo índice de la mano derecha y tarareando muy bajito una de sus tonadas predilectas. Se había instalado en la mansión alquilada desde hacía un par de días. Conocía las motivaciones de su acompañante pero eso, en lugar de persuadirla, solo consiguió inflamar su deseo de demostrarle una vez más su inferioridad. Él caminaba por la habitación cubierto por un pesado camisón que permanecía abierta el frente, exponiendo al aire sus atributos. Se le veía pálido y demacrado. Salpicaban el musculoso cuerpo dúos de heridas pequeñas y redondas. Tardarían algunos días en cicatrizar y algún tiempo más que él recuperara la totalidad de la sangre perdida. Sin embargo no se quejaba. Una sonrisa ladina se extendió por el rostro de la pelirroja – Ven aquí – ordenó dando un par de palmaditas al colchón sobre el que reposaba. Él la miró con una expresión de ansiedad - ¿Ahora? Pero si acabamos de… es que tengo que responder algunas cartas y… - no alcanzó a terminar la frase para cuando la pelirroja, con un movimiento sobrenaturalmente rápido se levantó de la cama y lo lanzó contra uno de los muros de la habitación.

El golpe le dejó momentáneamente aturdido. Pestañeó un par de veces mientras la vampira avanzaba lentamente hacia a él. - ¿Te lastime? Oh, no sabes cuánto lo lamento. Pero es que tal vez olvidaste que no me gusta que me lleven la contraria. Si yo te digo que vengas tu vienes, sin chistar – su voz sonaba muy suave, como una madre que reprendiera dulcemente a su retoño. Tomó entonces la barbilla de él entre sus dedos índice y pulgar, obligándolo a mover la cabeza hacia atrás. Los colmillos perforaron dolorosamente la piel y él sintió como se desvanecía. Estaba demasiado débil, si continuaban así le mataría y dado que eso no era lo que deseaba se apresuró a lanzar la ultima defensa que le quedaba – Tengo… tengo algo para ti – balbuceó sintiendo como la distracción surtía efecto. Ella apartó ligeramente el rostro y le miró entre sorprendida y curiosa - ¿Qué tienes algo para mí? – le preguntó divertida mientras un hilo delgado de su propia sangre se escurría lentamente por la pálida barbilla. Entonces ella rió al sonsacar de la mente masculina lo que intentaba decirle – ¡Un vestido, me compraste un vestido nuevo para el baile! – y la imagen de la pelirroja riendo emocionada fue lo último que vio antes de perder la conciencia.

La pelirroja observó el cuerpo desmadejado por algunos segundos. Había estado muy cerca de arrebatarle la vida. No pudo reprimir una sonrisa, debía reconocer la inteligente jugada. Tan solo había podido vislumbrar algo sobre un vestido pero no obtuvo una imagen real del mismo. Tendría que reprimir su curiosidad hasta que él despertada. Eso la enfureció un poco. Resultaba ser un fastidio. Chasqueando la lengua recorrió la habitación en busca de algo que la cubriese. Luego depositó el cuerpo en la cama y llamó a la mucama. La mujer entrada en años ingresó tímidamente en la habitación y colocó una cara de espanto al ver a su señor inconsciente y prácticamente desnudo sobre el lecho. – El señor no se siente bien. Quiero que le atiendas, lo alimentes y le prepares un baño. Pero nada de llamar a ningún médico ¿me has comprendido? – – Si Madame – fue lo único que consiguió responder. La vampira pudo incluso saborear en su boca el sabor del miedo que le inspiraba a la mujer. Afortunadamente era leal a Raoul por lo cual podía confiar en que seguiría sus instrucciones. Ignorando los movimientos temblorosos de la asustada mujer la pelirroja dio inicio al ritual de vestirse y peinarse. Pensaba recorrer la ciudad mientras su anfitrión despertaba y se encontraba en las condiciones mínimas para revelarle su regalo.
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El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura Empty Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura

Mensaje por Gabrielle A. Valois Lun Sep 02, 2013 3:55 pm

París, Francia
15:00 horas
Nublado

Los ojos de Gabrielle se fueron abriendo poco a poco le pesaban en demasía, además de que estaban completamente hinchados y de un color carmín que denotaba la falta de sueño, estaba acostada en la cama, apenas si pasaba la luz por entre las cortinas haciendo que la mano diestra intentara mitigar un poco los efectos de los rayos del Sol, su cabeza giró logrando posar su vista en el reloj que se encontraba en su habitación haciendo que de un brinco se levantara ¡Se le había hecho tarde! Se suponía que ya tendría que estar abordando para ir a Rusia y ella seguía dormida.

Salió de la cama dejando atrás las sábanas logrando soltar su pie del enredijo que se había hecho mientras caminaba descalza hasta el tocador para arreglarse ¿Cómo había pasado eso? De nuevo se había quedado hasta de madrugada observando la noche, no sabía que buscaba, sólo que algo de ella la mantenía en constante insomnio ¿Extrañaba a su familia? Lo más seguro.

Se apresuró todo lo que pudo y una hora después de aquella corretiza ya estaba rumbo a su destino, recargó la cabeza en la ventana dejando que los pocos rayos de sol que aún se colaban entre las nubes pudieran calentar sus mejillas, suspiró tan largo hasta que se quedó completamente dormida de nuevo.

Rusia

Al llegar a su destino encontró la reservación que le habían hecho, sus padres no sabían que había dejado Francia, ¡Cuando se enteraran! Seguro que la querrían matar y pensarían cualquier cosa inimaginable acerca de ella, pero Gabrielle no pretendía hacer nada.

El camino había sido largo, la espalda le dolía, mientras que el cuello era casi imposible de mover, a pesar de haber dormido tanto, aún tenía sueño, se tomó el tiempo necesario para arreglar su cabello, su vestido, todo su atuendo, era como si eso la relajara, no quería vestirse para nadie, sino sólo para ella, eso era lo que la animaba, sentirse a gusto consigo misma, ¿Lograría estar a la altura de un Palacio como aquél? Esperaba con toda el alma que así fuera.

Vestido y Peinado:

Se miró en el espejo, el maquillaje había sido discreto, creía que lo que debía destacar ese día sería su collar, su vestido, quizá algo más que ella, podrían tener mucho mejor suerte que su “figura” o sus ojos, en eso se iba a dedicar, respiró profundo mientras su silueta se movía lentamente de un lado a otro, estaba nerviosa pero no encontraba el motivo, nunca le habían gustado las reuniones pomposas, ese era un hecho.

Después de un tiempo optó por salir, era lo mejor, llegó hasta el carro mientras la parte de sus hombros era cubierta por una caperuza en el mismo tono que el vestido, su cabellera iba cuidadosamente protegida de las inclemencias del tiempo, quería llegar perfectamente peinada a la reunión.

Sus ojos iban perdidos por la ventanilla mientras el galope de los caballos le hacía ir dando pequeños tumbos hasta que logró visualizar  a lo lejos el lugar que la acogería por unas horas.

Esperó hasta que le abrieran la portezuela y descendió con la frente en alto aunque las  manos le iban sudando aún no encontraba el motivo de aquello, dio un par de pasos hasta que se situó cerca del hombre que se encargaba de dar la bienvenida, dejando la prenda que le cubría en su posesión, ahora se sentía un poco extraña, el aire se podía sentir en toda su espalda, ¿Estaba mal que fuera tan descubierta? No lo sabía, pero intentaba mantener la serenidad dejando que sus ojos fueran de un lado a otro buscando una cara conocida, como un náufrago que intenta llegar a la orilla para sentirse protegido.


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Mensaje por Sigfrid Oakenshield Lun Sep 02, 2013 6:31 pm

*Sigrid le había pedido de favor llevar sus maletas y el como Angel Guardian de la pequeña había aceptado mas ella devia partir antes que el exactamente con 2 o 3 dias de anticipo, Mando por uno de sus sirvientes a que recogiera las maletas de la niña. Era como hacerse cargo de su hermana menor, y siempre en los momentos que el Sr. Clapton no se hacia cargo de ella el respondia por el era una especie de acuerdo sin palabras. Pero en el Fondo Sigfrid odiava a Kenner.*

*El dia de hacer el viaje había llegado, y ya tenia todo listo las maletas de Sigrid y las de el, empaco solo pocas cosas, mientras observaba desde su habitación la nieve y el paisaje que le esperaba no solo afuera si no también en Rusia. Incluso sabia que estaría mucho mas frio. Su ayudante entro y le dijo*

-Sr.Oakenshield ya es hora de que partamos.

*El chico cerro la puerta después de que el se perendia un cigarrillo, suspiro algo cansino pero agarro la invitación en sus manos ya con guantes de cuero mientras otro sirviente terminaba de meter las maletas en el carruaje. Y subio a este una caja del mejor vodka que era un regalo para el Zar y se subio el y se puso en marcha pero el carruaje lo manejaría el adentro estaban solo maletas y su sirviente de mas confianza emprendiendo el largo viaje hacia Rusia a lo largo de 14 o 15 dias, tenia que estar ahí al menos el dia del evento para poder ver vestida a Sigrid. Se sentía algo extrañado pues dudaba que Kenner le hubiera enseñado a bailar a la chiquilla, y al menos a el no se lo había pedido últimamente pero desde hace días la veía algo diferente y triste. Era una lastima ver a tan buena jovencita y tan talentosa en el rubro del eliminar “personas” ser afectada por algo tan banal como el amor y el había escuchado la historia después de haberla acogido en su casa por semanas después de encotrarla en un estado critico, sin haber comido por días en un terreno valdio cerca del área residencial y aparte inconciente, manchada de sangre que no era de ella cubriéndole el vestido blanco y sin fuerzas. La había cargado en su espalda para llevarla al hospital pero no fue posible ya que recordó que no era del todo humana. Al despertar ella le había contado todo lo sucedido, pero siempre omitiendo el nombre del infeliz que le había hecho esto. Suspiro respetando el silencio de la niña y también batallaron mucho sus sirvientes para convencerla de que comiera algo. Hasta hace relativamente poco, por lo que tenia que admitir que esto del baile le parecía una perfecta escusa para apoyarla y alentarla a que olvidara todo lo reciente.*

*De eso ya habían sido 1 mes y medio. Recordaba todo esto mientras azotaba las riendas de los caballos para seguir cabalgando hacia el frio destino que era Rusia. Le agradaba la idea de pensar que veria a las criaturas que serian su futura fuente de alimento en el restaurante pues lo hacia bastante interesante el ver como se conportaban asi como también ir conociendo a futuros clientes. Una sonrisa obscuramente siniestra marco el rostro del Inquisidor.*

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

*Pasaron los días y por fin llego a Rusia, Al parecer la pequeña copo de nieve había llegado hace 2 dias, y se veria con ella esa misma tarde para entregarle sus cosas, Visitaria a las cortesanas y les pagaría una buena cantidad para que hicieran que Sigrid se viera tan hermosa como era y que su belleza resaltara en todo el salón.Observaba contento como estas vestían al la pequeña cambiaformas, devia que admitir que tenia un gusto muy bueno para el vestir la pequeña le hacia sentir orgulloso de cierta manera hasta que la vio partir esa noche del burdel el iria mas tarde después de pasarla bien con alguna de las chicas rusas, que eran hermosas y altas como le gustaban. Despues de haber perdonado el pecado de estas mujeres se fue a cambiar de ropa para irse preparando para el baile*

Vestimenta Sigfrid:

*Despues de una hora su carroza diriguida por su sirviente le llevo al palacio, había muchas carruajes ya ahí mas no tantas asi que no era el primero pero tampoco el ultimo, bajo sus armas cortas, agua bendita en caso de que fuera necesario y plata balas de plata. Escondio sus armas entre los bolsillos de su saco y sus botas.  Bajo del Carruaje mientras observaba todo algo impresionado por la inmensa estructura que tenia frente a sus ojos. Se acomodo  los googles y el abrigo, se apoyo sobre su baston y entro en el palacio y la inmesa sala. Y observo discretamente a todas las damas ahí pero no vio a Sigrid hasta que se hacerco a los balcones y vio la silueta de la chica, reconociéndola por el blanco cabello y las rosas negras que adornaban su cabello junto con el liston del mismo color que sostenia su antifaz, sonrio y respeto su espacio. No iba a intervenir al menos que fuera extrictamente necesario. Y se percato de una cosa muchos ojos le observaba lo que le hizo caer en cuenta de que era el primer hombre que aparecia en la sala, el Zar todavía no bajaba*
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Mensaje por Keith Lanington Lun Sep 02, 2013 7:30 pm

Hacía tiempo que no se encontraba tan agusto en París, pero el deber le requería estar en Rusia nuevamente y cierto es-si ha de caber-sus dos compromisos él debe de verlos cumplidos. Uno, visitar a su madre si iba a Rusia, obviamente tendría que ir a verla como el buen hijo que era, también tenía que hacerse una catarsis de energía, recuperarse para estar atento al cien por cien, y segundo, iba al baile en el palacio de Invierno. Iba acompañado de paciencia y su típica calma que siempre le ayudaba a mantenerse calmado ante cualquier ocasión aunque últimamente las cosas más raras estuvieran teniendo ocasión, pero también iría acompañado de una antigua amiga que hacía años que no la veía, la última vez le prometió que la llevaría lejos de su padre, y entonces pensó en el baile…y solo pensó que era buena idea…lo de llevarla al Palacio para que se distrajera un poco.

Y ahí estaba, en la puerta de su mansión a las cinco de la mañana como mucho y demasiado pronto, Keith estaba durmiendo en el carruaje, a pesar de ser un caballero y lo que toda dama diría un ser “perfecto”, era más gandul por las noches que un perro tras correr una maratón. Dormía hasta que escucho levemente el sonido de aquel ruiseñor que salía de su jaula, aquella dama de cabellos dorados que parecía piar con felicidad, se estaba despidiéndose de alguien, entonces ya más despierto y algo distraído intentando meter con cuidado a Desary dentro del carruaje después de meter el equipaje. Y el viaje comenzó para ambos, durando alrededor de varias horas, días y horas llenas de plática que les ayudaron a ambos a recordar viejos rincones de recuerdos que habían dejado escondidos y que en….¿12 días? Finalmente habían sido devueltos entre risas y lágrimas.

****---***---****----***----****---****---****---****---

- ¡Keith! ¡Keith! – Le llamé – ¡Estamos llegando! Vamos dormilón, despierta. ¿Has visto que bonito es? Venga! !Que te lo pierdes¡ – añadí en voz alta, logrando despertarlo, mientras mi mirada se perdía en algún punto donde el campanario de una iglesia se alzaba.


Keith se hacia el dormido obviamente. Tras sentir el campo de fuerza invisible que había ejercido su enemigo, aquella persona de la que se escapó en la frontera antes de pasar a Rusia, por muy pequeña que hubiera sido, sus fuerzas de mago habían disminuido hasta que lo habían dejado bastante pálido, durmiendo estaba, intentando recuperar las energías pero le era imposible, se sentía más mareado que nunca y eso nunca le había pasado-Desary, manda que vaya a la mansión Lanignton, él sabrá ir…-Mando en un murmuro débil desde sus cuerdas vocales, abrigándose con la manta que había disponible en el carruaje.

Las pociones de energía que había hecho para el viaje se habían gastado, ya no le quedaba apenas conservas, tenía que llegar pronto a su hogar y que sus padres lo ayudaran, al menos su padre quien era fuerte con las maniobras de energia, haciendo siempre buenas cosas por el bien de su familia y de su hijo que finalmente decidio hacerle caso y no pasar cada vez que su hijo Keith tuviera una inquietud. Lo que le preocupaba era ahora Desary, necesitaba un dia entero para recuperarse y la iba a dejar sola con la loca de su madre o el pesado de las antiguedades como su padre, dependiendo de quien le tocara hacerle la importacion de energia a Keith.

******************************************************

Al dia siguiente, Keith no le habia durado tanto como se pensaba para recuperarse de su bajon de energías, tan pronto como habia acabado ya recuperado de nuevo, fue hasta Desary que parecia haberse vestido ya con el vestido que iba a llevar- ¿Como? ¿Que hora es? -Fue a un reloj del salon y vio que era casi la hora del baile, maldijo todos los diablos que pudo y solamente corrio a vestirse como era debido, elegantemente, con sus medallas y algun otra conmemoracion pero nada ostentoso. Asi que listo, fue hacia el salon de nuevo para fijarse mas detenidamente en lo bella que estaba su compañera de viaje y su mejor amiga Desary.

-¡Ya estoy listo..!-dijo sonriendo-..¿Nos vamos?

VESTIMENTA (EL HOMBRE XDDDD):
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Mensaje por Nathaly Rilke Lun Sep 02, 2013 9:55 pm


Si obedeces todas las reglas, falta toda la diversión.
Audrey Hepburn
París
3 semanas antes del baile


La carta había aparecido como por por arte de magia o más que como eso, como un acto magnifico y misterioso que tenía a mi madre con una sonrisa de lo más boba en la cara, sosteniendo la susodicha carta en el aire al tiempo que la agitaba de un lado para otro sin decir de que trataba, lo único que era yo capaz de escuchar eran un montón de palabrerías sin sentido alguno - era extraño que yo recibiera correspondencia así que no me sentía atraída por el alboroto - por lo que no preste atención cuando se retiro a caminar emocionada por toda la casa.
Una vez que termino de dar un largo paseo y un tanto más tranquila se acerco hasta mi y estiro la carta en mi dirección.
- Enorgullecenos mi niña, no hagas nada de lo que tu sueles hacer y comportate como la dama de clase que eres. Esto no pasa todos los días Nathaly-
Tome la carta entre mis manos mientras ella se alejaba y yo, me retire a mi cuarto para ver de que iba tanta emoción.

Una vez que estuve en mi habitación me cerciore de que la carta estaba específicamente dirigida a mi, pero no podía reconocer nada de ella solo que lucía como que era sumamente importante y no se parecía a ninguna que hubiese recibido antes.
Aquella carta anunciaba orgullosa que estaba invitada para asistir al baile en honor al recién nombrado Zar de Rusia algo un tanto extraño pero a lo que no podía negarme. Ya habían pasado semanas desde la ultima vez que me había encontrado con Lara y por uno y otro motivo no estaba en la capacidad de verla, así que no tenía nada de malo que asistiera y me divirtiera en un baile tan importante como aquel.

Cuando me madre se cercioro de que la carta era justamente para lo que ella pensaba que sería - algo importante - comenzó a planear mi viaje a Rusia, mi estancia, pero sobre todo el vestido que llevaría a tal celebración. Era obvio que mi opinión al respecto no contaría para nada así que solo me enfocaría en divertirme en aquella fiesta e ignorar lo más posible todas las indicaciones de mis padres. Al menos saldría de París.

-----------------------------

Subió la Cenicienta a la carroza y su madrina le recomendó
con mucho empeño que saliese del baile antes de medianoche

Charles Perrault
Rusia
1 día antes del baile


Contemplaba el exterior desde una ventana, el frío era demasiado para salir y aquella casa desconocida como para que me diera a la tarea de intentar fugarme, además de que tenía una sensación extraña sobre el baile.

Había llegado a Rusia días atrás con una familia amiga de la nuestra. Irina, la hija de esa familia era una pequeña de 10 años que no me había dejado sola ni un minuto durante mi estancia allá, la niña incluso había visto mi vestido y se había fascinado, yo por el contrario… bueno peor era llevar cualquier cosa; aún así me sentía insegura, como si todo aquel viaje no fuera real y cada cierto tiempo creía que la invitación era falsa, lo que provocaba que me dijera a mi misma que lo mejor era no ir a la fiesta y regresar a casa… pero no podía hacerlo.

Gire a mirar la cama de aquel cuarto que no era mío, estaba perfectamente arreglado y la pequeña Irina dormía en mi cama, por alguna extraña razón que ella estuviera ahí me tranquilizaba y también me mantenía en la casa, aunque yo quisiera culpar únicamente al frío por eso. Mire una ultima vez al exterior pensando en Lara y en lo que estaría haciendo cuando a mi mente vino alguien más… Valentino de Visconti; desde la vez que nos habíamos encontrado en otro baile pensaba continuamente en él y en todo lo que se esforzaba por ocultarme, sus represalias, sus terquedades y esos ojos azules que miraban como nadie. Termine por sacudir la cabeza y caminar decidida hasta la cama, en la cual me recosté al lado de Irina y cerré los ojos, esperando dormir pero aún sin apartar a Valentino de mis pensamientos.

--------------------------
La expresión más auténtica de un pueblo está en sus danzas y su música.
Los cuerpos nunca mienten.

Agnes De Mille
Rusia
Noche del baile


Viajaba en el carruaje con rumbo al Palacio donde se llevaría a cabo el baile, hacía algo de frío pero con aquel abrigo que me habían enviado era más que suficiente.

El día había sido una completa tortura pues ya había estado deseando ir y ver que tal estaba el famoso Palacio y como sería el baile. Las inseguridades y pensamientos de la noche anterior se habían desvanecido como el hielo a la luz del sol y yo, solo había debido distraer mi mente - o al menos intentarlo -jugando con Irina, pero al jugar con ella la niña se notaba igual de ansiosa que yo y solo decía una y otra cosa del Palacio, de mi vestido y de mi; así que cuando fue hora de arreglarme para el baile ella fue la primera en correr a mi lado para ver todo.
Tan rápido como me fue posible me aliste ayudada por las sirvientas de aquella casa y claro, con Irina supervisando todo. Al final de todo ninguna de ellas dijo nada al menos no hasta que la pequeña saltó a mi alrededor diciendo lo bonita que lucía y yo no pude más que reír, todo estaba listo.

Vestido:

Salí de esa casa en cuanto me fue posible y espere que el viaje fuera corto… aunque no lo fue.
Después de un rato viajando y mientras iba perdida en mis pensamientos sobre el baile, la gente y lo que podría encontrar divertido, el carruaje se detuvo, habíamos llegado.
La portezuela del carruaje se abrió y salí de el con ayuda del cochero para después avanzar hasta entrar en aquel Palacio que me dejo sin palabras, era hermoso y todo estaba perfectamente arreglado. La música sonaba suave y muchas personas ya estaban en aquel lugar, esperando que el Zar hiciera su aparición mientras tanto yo, deje el abrigo en el lugar designado para ello, entregando a los encargados de eso y avance por aquel lugar buscando el sitio apropiado para permanecer un rato viendo todo aquel magnifico lugar.
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Mensaje por Galatea Giacometto Miér Sep 04, 2013 1:32 pm

El carruaje permitía a través de las cortinas de muselina que el aire se colara golpeando algo frio el rostro. Sostenía el abanico entre los dedos enguantados de seda oscura, jugando nerviosamente con él para matar el tiempo. Hoy alejaría la imagen de Aurora para siempre, debía amoldarme a la personalidad de la mujer que me invente, necesitaba enredarme en las mareas violentas de la sociedad mordaz, untarme de los escándalos tan cotidianos de las mujeres de dudosa reputación, como la que yo quería construir; La escarlata, se codearía con las mujeres poderosas con doble moral y buscaría el favor del status que los hombres de la sociedad, tan egocéntricos y elevados como su alcurnia y su descendencia, podrían proporcionarme.

Tenía la certeza que mis enemigos se aproximaban a mí con sigilosa peligrosidad, sobre todo el, que podría mezclarse como yo en esta densa sociedad.
Suspire y a mi mente regresaron aquellos recuerdos de la niñez en Florencia, el rostro obtuso que escondía dulzura de mi padre, los sucesos del cumpleaños veintiuno, mi huida y mi muerte. Aurora Montobello había muerto pero Galatea cobraría venganza por ella, reconfortaría un poco los largos años de infelicidad motivadas por el dolor de la traición.

Mire a la joven a mi lado, tan hermosa y escandalosa acompañante, digna para mi intención, me dolía un poco utilizarla, pero ella no parecía incomoda con ello, y sonreí involuntariamente. No dudaba que se acercarían tontos los hombres midiendo sus fuerzas por poseerla y yo aprovecharía para usarlos y defenderme. Debía ser intuitiva y no reaccionaria. Del pequeño bolso saque aquel conocido collar de cobre, donde se veía un centauro en dos patas y una inscripción antigua, un símbolo que yo conocía de más. El símbolo de los Montobello. En el cuello de mi acompañante, aquel collar haría seguramente  que mis escondidos rivales mostraran sus rostros en la penumbra, confundidos.

Mire a Terps un momento, ella merecía cambiar su suerte y salir de la mancebía, ser una mujer digna: Poseía la belleza, inteligencia y dulzura. Yo le daría la posición y el dinero. Le extendí el collar, la única prueba de un posible heredero de los bienes de los Montobello.


- ¿Podrías colocártelo? Sé que no combina con tu atuendo, pero es un favor personal…

El coche se detuvo y un joven chambelán, ataviado al extremo, haciéndolo ver como una especie de elegante bufón, abrió la portezuela y extendió la escalerilla, extendiendo su mano para que pudiéramos bajar. El camino en la entrada iluminada por unas farolas hermosamente decoradas, parecía que nos daba la bienvenida a este baile, con una extraña certeza que cambiaría para siempre nuestras vidas.

Le ofrecí mi brazo a Terps para que hiciéramos nuestra entrada triunfal.

EL VESTIDO
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Mensaje por Fiona Di Centa Miér Sep 04, 2013 2:44 pm


– ¡Oh, por favor! No me digas que no ha despertado aún – la vampiresa colocó los ojos en blanco mientras depositaba con indiferencia un paquete sobre la mesa más cercana. Se podía escuchar en su tono de voz la irritación que la invadía por no obtener lo que deseaba cuando lo deseaba. – Lo lamento Madame. Tal vez si le concediera algunas horas más – – No tengo “algunas” horas más estúpida anciana – replicó paseándose por la habitación como un gato enjaulado. El baile tendría lugar la noche siguiente, el amanecer estaba próximo y ella aún no sabía si el vestido prometido sería o no de su agrado. Eso la sacaba de casillas y se prometió que si resultaba ser una farsa le arrancaría la piel al pelmazo centímetro a centímetro. La mujer agachó la cabeza y se dispuso a abandonar la habitación. Años de servicio le impelían a reclamar respeto, pero aquella pelirroja le generaba un miedo enfermizo que le impedía expresar su descontento por cualquier medio.

Fiona estaba pensando en sacudir al hombre inconsciente hasta que despertase, aunque esto le rompiera el espinazo, cuando él, sin previo aviso, abrió los ojos. El semblante de la vampira viró tan rápido que él ni siquiera notó lo cerca que estuvo de un nuevo y catastrófico ataque. Ahora ella reflejaba la misma emoción que sintió mientras recorría  las frías calles de la ciudad. Su humor había sido bastante bueno hasta que regresó a la mansión. El clima invernal le recordaba su tierra natal y la embargaba de recuerdos, la mayoría positivos. Además estaba la anticipación a lo que prometía ser el baile de la década. Todo era perfecto, lo único que faltaba era poder estar tranquila respecto a su atuendo.   – Vamos, levántate. Quiero verlo ahora mismo – el tiempo corría y su ansiedad aumentaba. Afortunadamente el convaleciente consiguió prever el voluble estado de ánimo de su invitada y, aunque le faltasen las fuerzas, se sentó sin proferir queja alguna. Luego intento pararse pero un mareo repentino le hizo perder el equilibrio y precipitarse hacia el suelo. Unos finos y helados brazos detuvieron la caída y le ayudaron a incorporarse con una suavidad inesperada.

– Dime por donde –
– Llévame contigo al baile –
– No, y te advierto que no estoy de humor para juegos. Quiero ver mi vestido en este momento –
– Pronto amanecerá, mañana es tu reunión y luego te marcharas –
- ¿Y qué esperabas? Por supuesto que me marchare, sin embargo sabes bien a donde voy –
– Llévame contigo al baile –
– No –

Él lanzó un suspiro resignado y dio inicio a la marcha que los llevaría hasta el estudio de la primera planta. Se sentía tan débil que le costaba dar cada paso, sin embargo ella estaba allí para sostenerle y ayudarle y, de vez en cuando, zarandearlo con dureza recordándole lo sencillo que sería hacerle verdadero daño. Su vida estaba arruinada. No conseguía ver un futuro del cual ella no fuese parte… ella y su don. Todo giraba en torno a esa idea. De no ser porque sus padres habían tomado las riendas de los negocios familiares ya habría despilfarrado toda su herencia. Y allí estaba, el que en antaño fuese un hombre orgulloso y arrogante transformado en una piltrafa que rogaba por poder ser el simple acompañante de una dama en un lujoso baile. Iría incluso como su sirviente si con eso podía permanecer a su lado, pero su negativa había sido rotunda y solo un tonto insistiría conociendo la explosiva personalidad de la fémina. Se detuvieron frente a una puerta doble en silencio. Entonces él la invitó a que las abriera y entrara al recinto por medio de un simple pero significativo gesto de su mano. La pelirroja le observó por un momento antes de soltarle y encaminarse hacia las puertas.

Ella permaneció de pie y en silencio observando el interior del estudio con expresión neutra. Él, nervioso y al mismo tiempo entusiasmado, se adelantó intentando acercarse a la estructura que sostenía el vestido pero solo consiguió dar algunos pasos antes de tener que desplomarse en un sillón. No era así como lo había imaginado pero tendría que apañárselas como mejor pudiese. – Como veras está hecho a medida –  inicio con voz entrecortada pero se vio interrumpido antes de poder añadir algo más - ¿Cómo puede estar hecho a la medida en tan poco tiempo? – preguntó la pelirroja recorriendo con la mirada el objeto que tenía en frente – Bueno, eso es porque en realidad lo mande a confeccionar desde hace un par de años, solo que no se había presentado la oportunidad adecuada para mostrártelo – en ese momento ella separó los verdes ojos del vestido y los clavó en él con una expresión de asombro que jamás le había visto. Un escalofrió de satisfacción le recorrió. Pasó saliva y le sonrió antes de continuar.

– Es una fiel reproducción de uno de los trajes de fiesta de Joséphine Beauharnais, la esposa de Napoleón. Me demoré un poco pero por fin pude persuadir al dueño de los talleres Picot-Brocard para que lo confeccionaran – él miraba el traje con un aire de admiración y orgullo. - ¿Qué opinas? – se atrevió finalmente a preguntar tras el prolongado silencio. Ella permaneció inmóvil algunos segundos más para luego acercarse y observar la prenda con mayor detenimiento. Se trataba de un vestido beige de escote cuadrado y mandas de soplo cortas. La falda nacía desde la parte alta del abdomen, según la costumbre de la época, y poseía adornos desiguales desde el borde inferior. El corpiño y las mangas presentaban también delicados adornos bordados – Es hilo de plata y perlas – explicó él aunque no fuese necesario. Fiona observó que los bordados de la falta estaban elaborados de la misma manera. Un tul de seda bordado con hilos de plata y adornado estratégicamente con perlas blancas y cuencas de vidrio.  – Es perfecto – contestó finalmente ofreciéndole una sonrisa de agradecimiento genuina y permitiendo que él, finalmente, inspirara con alivio.

- ¿Me llevaras contigo al baile? – se atrevió a preguntar por tercera vez resguardándose en el buen semblante de la vampira. Ella se acercó al mesón donde reposaban las joyas que harían juego con el vestido así como unos guantes largos y un fino par de zapatillas bordadas a juego. Pasó los dedos sobre las delicadas perlas, acariciándoles. Solo la gargantilla costaría una pequeña fortuna, y ni hablar del bordado del vestido. – No, pero te has ganado el poder retornar con vida a París – contestó finalmente apartándose del mesón y aproximándose al sillón donde él reposaba hasta quedar parada frente a él. Luego se sentó a horcajadas sobre sus piernas y le beso apasionadamente – Me voy a dormir – sentenció finalmente antes de desaparecer de su vista como si nunca hubiese estado allí.

Vestido:

Zapatillas y Accesorios:


Última edición por Fiona Di Centa el Miér Sep 04, 2013 7:38 pm, editado 4 veces
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Mensaje por Desari Delay Miér Sep 04, 2013 3:41 pm

El corazón en paz  ve una fiesta en todas las aldeas.
Proverbio hindú


[Mansión Lanington
El día del gran baile...]


Keith se había enfermado por el camino, precisamente dos días antes del baile. Era obvio que anduviera angustiada, el baile si no podíamos ir… no me pasaría nada, pero andaba preocupada por él y ninguno de sus padres ni personal del servicio me dejaron entrar en todo el día que andó convaleciente. Su madre se había ido a su lado incontables veces desde nuestra llegada, de nuevo le intenté sonsacar algo a su padre, pero este me negó cualquier información, mas si no, lo único que repetía hasta la saciedad no era más que al día del baile ya estaría recuperado y podrían marchar juntos al evento.

- Lo importante es su salud primero – Le repliqué al final, cansada de que la gente solo viera una bonita cara y cuerpo en mí. Me moría de ganas de ver a Keith y asegurarme que estaba bien.

El padre me observó un instante antes de volver su mirada hacia las antigüedades que me enseñaba y relataba. Fruncí el ceño ante aquel gesto, por un momento había sentido como si pudiera ver mi interior. Era algo extraño… pero al tiempo, me hizo olvidar esa sensación a base de enseñarme cual antigüedad más valiosa que la anterior. Y aquello me fascinaba. Madre había sido una experta en antigüedades, y de pequeña los cuentos que me contaba muchas veces hablaban sobre todos aquellos objetos de la historia que conservaba. Pero al morir, padre lo quemó todo…cientos de años de historia perdidos en la ardiente llama del olvido.

A ratos su madre venia y empezaba a mormurar cosas muy extrañas, hasta juré ver ¡como encendía el fuego musitando una palabra! Imposible realmente o quizás no…después de la revelación de oscuros seres entre nosotros ¿Existiría la magia? En la tarde me llevaron a dar una vuelta por unos parques de los alrededores, aún así fue un periodo corto de tiempo, ya que el frío no se hacia esperar y calaba mis huesos, empezando por mis pies, los que desacostumbrados, no resistieron las bajas temperaturas de aquella gélida tierra.. Riendo con la madre de Keith, me subí ya a cambiarme, tras que ella misma me confirmara que en unas horas se despertaría y se encontraría como nuevo.

Me arreglé en un santiamén, al asistir a última hora a muchas fiestas por orden de padre, me había acostumbrado a la rapidez. También influyó que dos jóvenes me ayudaran, sobretodo con el peinado, el que por mi misma no podía arreglármelo como quería. Tras alistarme bajé al salón, donde me coloqué cerca del fuego, esperando que Keith hiciera acto de presencia.  Perdida en el crepitar de las llamas, y de las extrañas palabras que su madre mormuraba yendo de un lado para otro de la casa, me sorprendí cuando finalmente Keith bajó. Apenas me giré que había vuelto a desaparecer. Sonreí mirando al reloj, aún estábamos a tiempo de llegar. Al cabo de unos pocos minutos o más, su voz volvió a hacer acto de presencia en el salón.

Vestido Desari y peinado:

- ¡Ya estoy listo..! -dijo sonriendo- ..¿Nos vamos?

Asentí girándome, con una radiante sonrisa. Le miré de arriba abajo, estaba escandalosamente seductor. Me acerqué hacia él tomando su brazo, el que me tendió. – ¿Vas a cazar alguna que otra princesa en el baile, querido? – le sonreí con cariño, empezando a caminar hacia la salida, donde el carruaje nos esperaba. – Te favorece mucho el traje y resaltan el color de tus ojos como tu intensa y picara mirada que tienes– Añadí lo ultimo con una ligera risa, sonrojándome.

- ¿Te encuentras ya mejor? Anduve preocupada – le comenté por el camino hacia el exterior tras despedirnos de sus padres, acercándonos cada vez mas al carruaje, el que yacía con las compuertas abiertas, para que entráramos en él. – No me vuelvas a dar un susto igual a este – Susurré dulce, esperando una risa de él y quizás unas palabras como “ Soy fuerte como un roble…” o “Tengo siete vidas como las de un gato, mi amada Dissy”

Con aquellos pensamientos que me hicieron reír, y sin dejar mi sonrisa de lado, en cuanto le miraba, acepté su mano para que me ayudara a subir, cerrando detrás de mí la puerta tras subirse él también, quedando frente de mí.

El carruaje a una orden del cochero, empezó a moverse, acercandonos cada vez más cerca a nuestro destino; Al palacio de invierno.


Última edición por Desari Delay el Sáb Sep 07, 2013 4:10 am, editado 1 vez
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El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura Empty Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura

Mensaje por Benneth Mozes-Kor Jue Sep 05, 2013 11:01 am


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-3° / Neblina
Relámpagos- Posible tormenta


El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura Londres_1899



Rusia, ¿Cuántas veces he estado aquí? Ya he olvidado…

A pesar del mal clima y algunas ventiscas, se puede apreciar el panorama a través de la ventanilla del carruaje, el paisaje que se muestra frío pero que su vez muestra tantas bellezas incomparables. Esta es una de esas pocas ocasiones en las que agradezco ser lo que soy; simple y llanamente porque mis poderes vampíricos me dejan admirar con nitidez,  todo lo que se encuentra a mí alrededor, aun cuando la noche haya caído ya. Debería tener frío con el clima que reina allá afuera. Por obviedad y para fingir ser un humano más me he colocado un sencillo, cómodo y elegante traje abrigador. Sin embargo las bajas temperaturas no hacen mella en mi cuerpo.

Una de mis manos hace a un lado la cortinilla que se interpone en ocasiones para que pueda observar la ciudad con detenimiento: Algunos de los monumentos y construcciones que recuerdo, han dejado de existir, pero tampoco es algo que me haga sentir nostalgia y que por tal motivo me encuentre en este estado de impaciencia. Tal vez sean los malditos nervios. Por muy difícil que parezca, los tengo, mismos que me mantienen inquieto revolviéndome sobre el cómodo asiento. No todos los días se tiene una oportunidad como ésta, donde miembros de la realeza y la alta sociedad, se dan cita para tan magno evento.

Las callejuelas por donde vamos pasando no hacen justicia alguna a la gran ciudad en donde estoy, parece  que el  sujeto que controla el carruaje, está empecinado en mostrarme – de una manera sutil – la pobreza reinante en ésta parte de la ciudad exceptuando claro está, el Palacio del Zar. Actualmente el mundo atraviesa por malos momentos,  siempre y en cualquier sitio, los tiempos no son los mejores para alguien que tiene que arreglárselas para sobrevivir. Levanto una de mis cejas mientras niego con la cabeza.  Una sonrisa se curva sobre mis labios. No sé qué ha motivado el que yo esté pensando en tales circunstancias. Es casi ilógico para mí meditar sobre aquello. Siento que la podredumbre del lugar me ha logrado envolver, obligándome a escuchar sus lamentos. No todos obtienen los que quieren, y desgraciadamente, me tengo que contar en aquella lista de inconformes.

Sacudo la cabeza para regresar a mis propios intereses mientras dejo que mis ojos  se pierdan en la oscuridad de la noche, que se va haciendo cada vez más presente.  La oscuridad nunca ha sido un impedimento, sino más bien una aliada. Entre menos farolas hubiera en las calles más se podían apreciar los grandes ventanales  y las luces que vestían al Palacio, mismo que está esperando mi llegada. Sé de unos cuantos que estarán de invitados, he tenido la oportunidad de conocer y hacer negocios con anterioridad. No es mi primera vez en un evento como este.  

Puedo decir, sin el afán de parecer pretencioso y ególatra, que estoy completamente acostumbrado a ésta clase de acontecimientos, sin embargo siempre hay un "pero" y es  que no me agradan en demasía  las multitudes ni la convivencia ¿Por qué he aceptado venir a un lugar tan concurrido? Aún lo sigo meditando aunque esté a pocos metros de mi arribo. Lo único que tengo claro es que he tomado mis precauciones: Me he alimentado bien antes de poner un pie fuera del hermoso hotel en el cuál me hospedo y dirigirme hacia aquél lugar, donde habría demasiada tentación, muchos cuellos apetitosos qué desear y como resultado: Una mordida letal.

La mano libre la coloco dentro del bolsillo de mi abrigo, un pequeño gesto en mis labios alcanza a levantarse en lo que pretende ser una sonrisa. La caja aterciopelada se encuentra resguardada en aquél sitio, segura. Me he tomado el atrevimiento y aún no sé cómo es que lo tomará, pero "el que no arriesga..."  De cualquier forma, en mí no existe la duda: Yo hago lo que quiero, cuando lo deseo. No tengo porque dar más explicaciones de mis actos.

Mis piernas se estiran dejándome  acomodar  un poco más desgarbado dentro del carruaje, mientras observo como el terreno de las calles ha cambiado. Ya no se percibo todo aquél irremediable golpeteo a causa de los desagradables  baches. Ahora las calles son parejas y transitables. Medito unos minutos más en el hacer y qué no hacer durante la velada, hasta que finalmente el carruaje se detiene finalmente. Estiro los brazos, me acomodo el abrigo por tercera vez. Por último, el corbatín de mi traje y el antifaz para disponerme a bajar al momento en que uno de los criados abría la puerta para ayudarme.

Mis pasos son firmes, haciendo retumbar el sonido del bastón sumado al de mis zapatos. Hay un gran revuelo en los alrededores, varios  invitados ya han hecho acto de presencia en el palacio mientras que yo intento captar la mayor cantidad de detalles posibles, abriéndome paso entre la multitud para llegar - por fin - al radiante y magnífico salón donde se lleva a cabo aquél evento.  De inmediato soy abordado por un par de señoritas y jóvenes que me ofrecen de beber, con una pequeña reverencia. Tomo una copa de una de las charolas regalándole una de mis más enigmáticas sonrisas. Es simple costumbre, al igual que el cigarrillo. Fingir después de tantos años ahora es demasiado fácil. Engañar a los humanos, vampiros, licántropos y cambia formas, es mi especialidad.

Deleitándome con la suave música, las bellas mujeres, los hombres galantes, y el gusto exquisito por la decoración de los interiores, me apresto a deambular por todos los recovecos del recinto. Está arraigado en mi naturaleza ser desconfiado. Los enemigos pueden decidirse a actuar en los momentos menos insospechados, por lo que es necesario, vital, encontrar fuentes de posibles salidas para un escape imprevisto. Si he podido vivir más de cien años, es debido a mi desconfianza. Siempre alerta ante todo, como el buen soldado que alguna vez fui. Dando un sorbo más, acomodando segundos después mi sombrero, me apresto a ubicarme al lado de una cortinilla, desde donde se puede apreciar con exactitud, todo el derroche de glamour. El zar no ha escatimado gastos. Sabe el negocio y sabe también que ésta será una de las fiestas más recordadas en los próximos años.
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Mensaje por Cáel A. Gyldenløve Vie Sep 06, 2013 1:42 am

París, 20 días antes del baile.
La llegada de la invitación al baile del Zar ruso había llegado en el momento justo. Decidido a presentar a la joven Guinevere en sociedad, Cáel consideró tal ocasión como la mejor. Sabía que el evento reuniría a aquellas personas importantes o de clase alta, y tal vez pudiese encontrar ahí un buen marido para Vera. Sin embargo, el simple hecho de pensar en todas las preparaciones pertinentes le generaban cierto dolor de cabeza. Probablemente su hermana se demoraría siglos en decidirse por un vestido, y eso sin contar los zapatos, antifaces y accesorios.

Sentado en su escritorio no dejaba de ver la invitación. La hacía bailar sobre sus manos, haciendo mentalmente el cálculo de las preparaciones que debía costear para este acontecimiento. Debían salir de París a más tardar en los tres días siguientes, para llegar con tiempo a Rusia y prever algún retraso por el invierno. Ahora bien, no sabía cómo Guinevere iba a tomar los 15 días de trayecto en el carruaje. Suspiró, salió de aquel trance pensativo en el que se había sumergido y llamó a sus criados. Aquella misma noche saldría a buscar un traje digno del Palacio de Invierno, y dejaría dinero suficiente para complacer todos los caprichos de su hermanita. Recorrió su escritorio buscando con la mirada el cenicero, y suspiró de nuevo al darse cuenta de que su cigarrillo se había consumido.

La noche antes del baile. Rusia.
El viaje había sido tranquilo, la casona que Gaston, su fiel mayordomo, eligió era perfecta, elegante y bien decorada. Estaba tranquilo disfrutando de un buen vino, un cigarro y admirando la nieve que caía suavemente sobre la cornisa de su ventana. El baile sería al día siguiente, Vera había comprado un vestido exquisito, junto a unas joyas preciosas. La había visto impaciente y entusiasmada. Divagaba en la blancura del invierno cuando se encontró tratando de recordar la última vez que había visitado Rusia.
El vampiro sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos recuerdos. No buscaba la nostalgia pero ella llegaba sola. Cerró la pesada cortina de un tirón, y se volvió molesto hacia la chimenea. No la necesitaba pero el fuego le parecía una agradable compañía. Bogó el vino de un trago, y tomando una calada del cigarro, llamó a Gaston para que le preparara el carruaje. Aquella noche debía alimentarse bastante, la presencia de humanos en el baile podría llegar a tentarlo y, la verdad, no estaba de humor para tener que arreglárselas con un cadáver después. Menos uno de la alta sociedad.
Cuando pasaba frente a la habitación de su hermana, tuvo la ligera impresión de que ella no estaba dormida. Tocó la puerta de madera suavemente, pero no obtuvo respuesta. Estuvo a punto de abrirla para cerciorarse de que todo estuviera en su lugar, vestigio de sus días como tutor, pero el hambre le aruñó el estómago y prefirió calarse su sombrero y salir apurado. Mañana sería un día difícil.

La noche del baile

Era la noche tan esperada. Cáel había despertado temprano, cuando las luces del anochecer todavía acariciaban el cielo invernal. Gaston y los criados habían preparado su traje y un buen baño. En la tina, había meditado sobre la gente que asistiría. Se decía que entre los invitados se contaban brujos, cambiaformas e incluso hombres lobos, y estimaba que habría algún suceso mezclando esa cantidad de ingredientes explosivos. Aún así, esperaba encontrar una compañía agradable con quién pasar la noche y también buscar un buen partido para Vera.
Dejó que una criada le cepillara el cabello mientras se vestía. Al mirarse en el espejo, convino en que debía arreglarse un poco la salvaje barba que gustaba llevar. Al terminar, se acomodó su cravat azul y sonrió para sí.

El ruido de las llantas del carruaje sobre las piedras de la callejuela le llenaba la cabeza. Fumaba mecánicamente mientras admiraba la arquitectura, recordando edificios que ya no estaban ahí. Rusia había cambiado muchísimo desde su última visita y Cáel estaba embelesado por su bello clima frío. Decidió que después del baile pasaría por su nativa Noruega. Vera lo miraba desde el otro lado del carruaje, envuelta en hermosas telas y brillantes.
-Está hermosa esta noche, Mademoiselle Gyldenløve. -Murmuró el vampiro con un tono algo jocoso. Pronto llegarían al Palacio y se sentía algo inquieto por presentar a su bella hermana. El pensamiento de no ser capaz de encontrar alguien digno de ella estaba empezando a hacer nido en su mente. No obstante, sacudió esa idea de su cabeza y siguió observando por la ventanilla.



Última edición por Cáel A. Gyldenløve el Sáb Sep 07, 2013 6:59 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Fiona Di Centa Vie Sep 06, 2013 5:49 pm

La delicada mano enguantada tomó uno de los mechones sueltos del peinado y lo acomodó tras la oreja. Luego procedió a colocarse los aretes de perlas y a observar el resultado final en el espejo de cuerpo completo y marco de bronce que esperaba frente a ella. El talle elevado resaltaba su busto, convirtiéndolo en un punto focal. El cabello recogido exponía la pálida e inmaculada piel del cuello, los hombros, el escote y parte de la espalda. Una sonrisa iluminó su rostro. No podía estar más satisfecha. Podría haber recurrido a la ayuda de alguna de las mucamas para que le ayudase a vestirse y peinarse, pero no quería que una humana descuidada ensuciara su precioso vestido por error, así que prefirió hacerlo por sí misma. Aquella decisión no molestó a nadie pues ninguna de las mujeres que trabajaban en la mansión se habría prestado voluntariamente para ayudarle. Si hubiese traído a sus propias damillas no habría tenido nada que temer. Eran en extremo cuidadosas, prudentes y silenciosas. Dio un último vistazo al conjunto antes de dirigirse a la salida.

El costoso carruaje esperaba en la puerta exterior de la mansión y junto a él Raoul, parado en regia postura. La pelirroja exhaló el aire irritada. Creía haber dejado claro que no la acompañaría, sin embargo él continuaba insistiendo. Caminó lentamente por el caminito empedrado, sostenido con una de sus manos la cola del vestido para que ésta no se arrastrara y mirando con exasperación al humano que la esperaba con una estola de seda del mismo tono del vestido. Al llegar a su lado él se apresuró a colocar la estola sobre sus hombros – Estas preciosa, pero eso no evitará que alguien se pregunte si no sientes el frío de la noche – su vanidad le había impelido a negarse fehacientemente a llevar un abrigo. Quería lucir sin interrupciones los intricados bordados aunque eso significara no llevar nada encima para cubrirse, algo que, por supuesto, ninguna mortal haría, especialmente con el clima actual. Iba a replicar pero prefirió obedecer. Esperaba que no se acostumbrara a ese tipo de conducta, lo hacía solo porque sabía, muy en el fondo, que tenía razón aunque a ella no le gustase.

Él la miraba con admiración y deseo. Cualquiera podría decir que solo contemplaba como lucía pero ella sabía muy bien lo que pasaba por su mente - ¿Has escuchado decir “el que persevera alcanza”? – le preguntó acomodando sus guantes – Por supuesto – contestó con una enorme sonrisa de triunfo en los labios – Pues no hay nada más falso. Ahora, si me permites, tengo un baile al cual asistir – y diciendo esto subió al carruaje con ayuda del cochero, quien lucía indeciso sobre cómo actuar ante el desplante de la dama para con su amo. Una mirada de soslayo le bastó para observar como la sonrisa se desvanecía y una expresión de amargura se instalaba en el apuesto rostro.

Bueno, al parecer finalmente había entendido pero la serenidad le duró poco pues en seguida pudo extraer de la mente del humano lo que se proponía. Apretó los dientes con fuerza mientras él subía también al carruaje. - ¿Me impedirás también que te acompañe hasta las puertas del palacio? – la puertezuela del coche se cerró antes de que ella respondiera. Sus dientes, sin embargo, chirriaron lo suficientemente fuerte como para que cualquier inmortal lo escuchara. Permaneció en silencio mientras el coche se ponía en marcha. – Estas perdiendo tu tiempo – comentó mirando hacia fuera – Sería un buen acompañante. Soy apuesto, voy vestido para la ocasión  y… – ella no le dejo terminar su argumentación – Sabes tan bien como yo que no es el baile a lo que me refiero. Ese punto ya está claro entre los dos y la respuesta para la segunda cuestión es no – esta vez le miró con dureza. Había perdido por completo la razón si verdad creía que ella le transformaría. Él permaneció en silencio un par de segundos. La sorpresa dio paso a la ira y luego a la desilusión. Resultaban tan genuinas las emociones manifestada por aquel conocido rostro que la vampiresa casi sintió aflicción por él.  

- ¿Por qué me haces esto? Has arruinado mi vida entera y ahora simplemente me abandonas. Yo no te habría negado nada, nunca – la amargura imperaba en el tono de voz y ahora era él quien miraba hacia afuera, resistiéndose a caer en el hechizo de la pelirroja quien sonreía divertida ante su elocuencia. – No sé si lo has notado, mon ami, pero no soy precisamente una criatura de “vida”. Me cuestionas por arruinar la tuya y no poseo ninguna respuesta que pueda satisfacerte. ¿Debería haberte matado entonces? – él la miró furioso – Preferiría que nunca te me hubieses cruzado en el camino. Prefería no haberte conocido, no saber nada de ti o de tu maldita raza – estaba desfogando su frustración por no poder obtener eso que tanto deseaba. Ella se limitó a mirarle mientras terminaba su discurso y luego se echó a reír. Esto lo enfureció hasta un punto inimaginable. Levantó la mano y la descargó hacia el delicado rostro. Sin embargo el choque nunca llegó pues una de las manos enguantadas retuvo su antebrazo con una inimaginable fuerza - ¿Crees que puedes golpearme? Que ganarías con ello ¿hinchar tu lastimado orgullo, sentirte más hombre? Estamos aquí porque así lo quise yo, sigues con vida porque yo lo deseo – con cada palabra la presión sobre el antebrazo masculino se incrementaba, obligándolo, finalmente, a ponerse de rodillas en el reducido espacio y retorcer el cuerpo en el sentido del brazo para evitar que éste se partiera – Basta, por favor, lo siento, lo siento mucho – lloriqueó pensando que sus huesos ya no soportaría más pero entonces ella le soltó. Permanecieron en un incómodo silencio el resto del camino. Él temeroso de contrariarla de nuevo y ella tratando de contener el impulso de abrirle la garganta. No podía correr el riesgo de ensuciar el vestido con su sangre.

Finalmente el carruaje se detuvo. Él descendió y le ofreció la mano izquierda para ayudarle a bajar. Normalmente hubiese sido la derecha pero sentía el brazo entumecido y maltratado. Ella aceptó el ofrecimiento con aire victorioso. Entonces elevó los ojos y observó el palacio en toda su magnificencia. La emoción regresó dejando atrás el desastroso incidente del coche y trayéndola a su pequeño mundo de felicidad. Miró a Raoul quien permanecía con la cabeza gacha y buscando en su mente algo adecuado que decir - Emociónate por mi partida querido, así tendrás un gran motivo para alegrarte con mi regreso – estaba tan acongojado que no llegó a captar la amenaza velada en sus palabras. Ella le sonrío perversamente y le dejó atrás sin esperar a que él le respondiese.

Peinado:


Muchos de los invitados ya se encontraban en el interior del majestuoso y soberbio lugar. El recorrido hacia el salón donde se celebraría el baile resultaba un manjar para los sentidos, incluyendo la enorme y sobrecargada escalera principal. El blanco y el dorado se adueñaban del lugar deleitando, y al mismo tiempo sobrecargando, los sentidos de los asombrados invitados que tenían el placer de ingresar por vez primera. Casi todos iban en parejas o en grupos reducidos. La vampiresa pudo observar que muy pocos de los asistentes se atrevían a ir en solitario, igual que ella. A pesar de esto no se arrepentía por no haber aceptado la propuesta de Raoul. De ninguna manera permitiría que el humano arruinara su noche con pensamientos o acciones que le incomodaran o enojaran, y bien sabía que podría lograrlo. Los platos servidos ridiculizaban cualquier otro baile al cual hubiese asistido y, si aún fuese humana, muy seguramente se habría abalanzado sobre la gran variedad de postres y dulces expuestos. Ahora, sin embargo, podía gozar de una variopinta y diferente degustación entre la gran cantidad de asistentes.

Al recorrer el salón con los ojos logró identificar algunos de su misma especie. Los aromas y pensamientos de los mortales se entremezclaban con otros vampiros y seres de otras razas. La vampiresa se veía obligada a fruncir un poco el ceño cada vez que la esencia licántropa inundaba sus fosas nasales. Incluso había podido identificar un par de brujos y algunos cambiaformas. Hasta donde ella sabía no era muy común tal concentración de criaturas sobrenaturales. Claro que en realidad no era mucho lo que sabía de nada así que en lugar de preocuparse por algo incierto decidió disfrutar del momento.

Tomando una copa de algún licor no identificado, el cual no pretendía probar, se encaminó a recorrer el salón con paso lento y provocativo. Su expresión era abierta y gentil. Hubiera deseado aparentar inocencia pero sus habilidades teatrales no estaban tan desarrolladas. Observaba y escuchaba, atenta a cualquier indicio que llamase su atención lo suficiente como para detenerse y, tal vez, entablar una conversación mientras el noble anfitrión aparecía para dar inicio formal a la celebración.  
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Mensaje por Goldie Vie Sep 06, 2013 8:15 pm

Había una vez una princesa que miraba el paisaje con ojos llenos de anhelo, una mirada cálida inundaba los fríos campos de esa madrugada en París, mayoritariamente a las tres y media de la noche las estrellas estaban en su más alta belleza y resplandecían como nunca lo habían hecho en mucho tiempo, solamente porque alguien las observaba con anhelo. La muchacha de cabellos dorados suspiro trayendo consigo la brisa al vacío, estaba algo nerviosa por lo que le había propuesto “La escarlata” que en realidad-…ay…-Suspiró algo hechizada por el estrés de los nervios que la atacaban. Iba a salir de Francia en 22 años, estaría fuera  del burdel y de aquel que se había obsesionado con ella con una salud deficiente y anormal. La obsesión de ese cliente no era normal para lo que estaba acostumbrada ella a ver.

-Madmoiselle…-Murmuro un anciano que parecía haber llegado en un carruaje bastante hermoso, Terpsichore lo miraba con curiosidad. Estaban ambos en el burdel, en aquel “salón” del burdel en el que se hacía esperar a los clientes para poder dejarles pasar, ella llegó con un vestido blanco y azul marinero, con botones en el pecho y unos graciosos volantes que caían con gracia haciendo la forma de la falda del vestido-…Madmoiselle Giacometto le espera en el interior…-Dijo con voz severa un hombre con cabellos plateados, de ojos azules y con unas lentes de forma circular, que le daban un toque muy pintoresco.

Terpsichore solamente, no supo como pero sus pies no avanzaban, no se sentía poderosa sobre su cuerpo, se sentía que el miedo se apoderaba de ella, sabía que algo iba a pasar si ella misma iba a aquel baile. Decidió echarse atrás pero cuando vio que una mano se sujetaba fuera del carruaje como queriendo salir, Terpsichore inmediatamente estaba siendo arrastrada con cierta calma hacia el interior del carruaje para poder comenzar finalmente el viaje que la llevaría a su destino.


30 De Agosto,
08:45 am, Cerca de los Cárpatos


En esa mañana, abría sus ojos lentamente para después observar más campos en verde y más árboles, después de todas las colinas y montes que había visto a través de la ventana, a través de aquella especie de cuadrado que tenía un cristal y que no dejaba de penetrar el frio si no se dejaba abierta. Había tenido un hermoso sueño, mejores con los que se había cruzado su mente hace poco. Se despertó sintiendo el frio en su nariz pegada al cristal, su cuerpo estaba cubierto de pies a cabeza con una manta gordísima de piel, junto con la compañía de La Escarlata, en la noche del burdel ella le dijo quién era, pero le pidió que no lo desvelara, que todo tenía que ser un “escándalo” al llegar allá, al palacio de invierno.

Eran las doce del mediodía y hicieron una parada para poder estirar las piernas, relajar esa tensión que estaban acumulando durante tantas horas y tantos días de viaje aun así habiendo hecho alguna que otra parada por los hostales y posadas de los pueblecitos por los que pasaban. Terpsichore estaba más distraída que nunca, no sabía dónde estaban pero sí que se daba cuenta de que no estaban en Paris.

-¿Terpsichore, estas bien? –Escucho como una voz que enseguida se disipo en el aire como si nada, pero ella estaba absorta en sus pensamientos  y no hacía caso a nadie ya que sus pensamientos ocupaban el primer lugar ahora. Después de una o dos horas de comer, volvieron a retomar el viaje, estarían como mucho a dos días o uno, tenían que darse prisa si anhelaban ambas entrar por la puerta grande como en realidad quería y según como lo intuía de la Escarlata.

Las horas pasaban, los minutos se hacían horas y las horas días, todo se alargaba cuando su miedo oculto en todo el viaje crecía y crecía. Era una cortesana de élite que prácticamente iba ofreciendo sus servicios a cambio de una enorme suma de dinero, pero ahora iba a presentarse entre nobles, miembros de la clase alta o algún miembro de la realeza, ella estaba de “plan B” espero que no. Sabía en qué consistían los “Plan B” pero no le gustaría que fuera un pañuelo en donde los hombres la usan y la tiran a la basura. También se pensó en que pasaría si alguno de los presentes la reconocía por su trabajo y con unas copas de más, le contaba su secreto consiguiendo miradas que no quería conseguir.


31 De Agosto,
18:45 pm, Afueras de Rusia.

Un entretiempo había convertido lo angustioso en algo que no llego a contemplar. Antes de entrar en las afueras de Rusia, se habían topado con unos zíngaros de un desconocido pueblo. Ella tenía algo de suelto, le dio unas monedas a los zíngaros y rápidamente el carruaje empezó a acelerar, intentando alejarse de esas personas que al parecer no parecían de mucha confianza, aquello les había hecho perder bastante rato perdido ya que estaban algo lejos del Palacio de Invierno, y el baile parecía empezar dentro de ¿dos? ¿Tres horas? Habían parado en un hotel, dejaron el equipaje en las habitaciones y rápidamente comenzaron a vestirse para la ocasión.

vestido:
peinado (Sin flores):
Noche del baile

- ¿Podrías colocártelo? Sé que no combina con tu atuendo, pero es un favor personal…

Camino del baile, el carruaje se dirigía rápidamente hacia donde se celebraría el Baile tan conocido por aquella noche. Estaba elegante, si, como nunca y sus senos parecían que querían salir andando hasta las primeras manos que estuvieran libres pero solamente suspiraba ante aquel pensamiento, tan lo pensaba que acababa haciéndole reír, pero enseguida ya notó que el carruaje aminoraba la velocidad, Terpsichore vio distraída varios carruajes mas que llegaban y de ellos se bajaban gente de la cual ella desconocía. ¿En realidad esto era un buen plan? Un joven de mejillas rosadas, ataviado al extremo, abrió la puerta del carruaje y extendió la escalerilla, extendiendo su mano para que pudieran bajar. Terpsichore se quedo mirando desde dentro del carruaje la extensión de aquella belleza ostentosa que mostraba el palacio. Nunca había visto uno y era la primera vez que veía uno en lo que llevaba de vida.. El camino en la entrada iluminada por unos farolillos, la gente entraba dentro de las puertas de palacio después de mirar a Terpsichore que aun no había salido del carruaje. Sujeto el brazo de "La Escarlata" y lentamente, por detrás suya el carruaje desaparecía, dejándolas solas, dejando a Terpsichore con la sensación de si se había precipitado en decirle que si aquella noche.

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Mensaje por Aldebaran Ballester Sáb Sep 07, 2013 1:32 am

Noche vibrante, realmente única pues parece que el mismo astro lunar está de fiesta; sus rayos que de matiz platinado se proyectan de manera sublime por todo el firmamento oscuro logran realzar el brillo de las miles de estrellas que tejen distintas constelaciones cuyo enfoque principalmente es en el rincón Europeo, aquel donde el frío predomina y sin embargo el místico encanto de sus calles no puede ser ignorado por las personas que saben bien que los humanos no son la única raza en existencia.

Corrientes eólicas con una capa gélida que desprende minúsculos brillos se cuelan entre las calles de la ciudad más grande del extremo Europeo. El frío da la bienvenida a distintos carruajes que pareciesen ser guiados por la luz principal de aquella noche pues todos los senderos aledaños a esta hermosa locación conllevan al gigantesco y precioso Palacio del Invierno.

Majestuosamente la pasarela de grandes personajes en toda la alta estirpe social no puede ser menos llamativa, realmente el anfitrión se luce con cada invitado que camina a través del suelo ruso y el legendario recinto, el cual, resguarda una gigantesca entrada donde una vasta cantidad de sirvientes van cumpliendo con sus labores al encargarse de la comodidad de los aristócratas, quienes contentos van subiendo los escalones forrados de una fina alfombra roja. Conocidos, relaciones, coqueteos, hipocresía, ¡Preciosidad de fiesta! Y aun así pareciese que todos yacen entretenidos ya que se proclaman las 20 horas en el reloj principal y la fiesta da inicio desde ya.

-Maestro Ballester, llegará tarde y eso no le hará bien a su imagen y mucho menos a la de España, no debió perder el tiempo con esas señoritas- La voz madura de un hombre canoso y con cierta edad se roba la atención. Sentado dentro de un carruaje elegante que es conducido por un personaje más al servicio de la corona Española; caballos negros que pareciesen ser sementales puros tiran del transporte más sin embargo, al cabo de los minutos se quedan quietos frente a la entrada del lugar, donde ante la quietud y el evidente comienzo de la velada solo se puede escuchar la respuesta del hijo prodigio de España –Calma Alfredo, las damas necesitaban… Ayuda- un comentario sarcástico que se acompaña de una sonrisa ladina no puede ser más evidente, su voz gruesa y profunda con un acento obviamente extranjero dan paso a la apertura de la puerta del móvil -… A demás, ya sabes lo que opino de estas clases de reuniones, la aristocracia no va mucho conmigo pero sin embargo…- dice antes de que su cuerpo se levante del asiento, tomando la invitación en sus manos para consecuente bajarse ante la atención de los ya presentes quienes le observan fijamente, unos sorprendidos, otros cuantos riendo pues ya conocen la fama de este personaje.

Su estatura llega casi a los dos metros, su vestimenta realmente innovadora y principalmente de negro, un traje que reluce una camisa albina cuya corbata de oscuro tono forjan la imagen del Conde; el detalle principal es el abrigo fino que porta en busca de calor y asimismo su rostro presenta un vello facial solamente en su barbilla de la cual, ante la imagen varonil solo se puede sumar su cabellera meramente larga, suelta a los hombros y la cual se mueve al compás de un aire fresco que le orilla a volver a sonreír ladino, no existe más, la altivez y la grandeza de este Caballero son sus mejores características -.. No sabemos que nos deparará esta fiesta, a la cual, se pueden traer acompañantes- y así, con su vocablo, este suelta una larga carcajada llena de cinismo, adentrándose en el pasillo principal mientras la mayoría de las personas celebran su descaro y su humor negro, el llegar tarde y aun así darse el lujo de sonreír cual cínico ante la sociedad, es un hombre que se le conoce por su forma tan distinta de ser, sin embargo, la clase y el orgullo jamás le abandonan –Que empiece la aventura… ¡Olé!- susurra cuando tras su paso aquel carruaje se retira junto a su mayordomo al hotel, sin embargo, la invitación que con anterioridad cargaba ahora yace en el suelo junto a un detalle único… Una Rosa Negra.


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Mensaje por Adrik Ivanović Sáb Sep 07, 2013 2:27 pm

Acumular dolor sin convertirlo en palabras.
Acumular amor sin convertirlo en abrazos,
acumular las penas sin llorarlas.                                                                        


"El mal se come a si mismo"
Proverbio Ruso


Barrio residencial Ruso
( 26 horas antes del Baile)


La sombra de su cuerpo se proyectaba sobre la blanquecina superficie del suelo en el que había nacido. Deslizándose sobre la nieve, cubriendo a los escasos viandantes con la sombra alargada de su figura. A pesar de su altura, elevada para la mayoría de los demás, de sus ropajes sencillos pero que demostraban a la clase que pertenecía, no sintió ninguna mirada sobre su figura. Los ojos de sus compatriotas lo evitaban, sus cuerpos se encogían ante su proximidad, como si el mero hecho de confrontar a su mirada fuese pecado. Aunque, quizás lo fuera. Quizás su rostro mostraba la profunda rabia y odio con que sus ojos verdes se oscurecían, llenándose con las sombras de su propia alma. Paseaba con el brío poderoso de los hombres que tienen una meta. Aquellos cuyos pasos estaban destinados a dominar la tierra a sus pies. No en vano había sido criado por uno de los señores más crueles, de él había aprendido muchas de las expresiones que usaba para causar terror en los demás. Esta noche, el Oscuro se había alzado. Lejos de su luz, de la humanidad que quedaba en él, sólo era el instrumento de la muerte. Eficaz, veloz. Frío como los témpanos de hielo creados bajo los balcones de hierro que dominaban las Mansiones Rusas.  

Lo que no sabían aquellos que lo evitaban, es que todo era una fachada. Una imagen cuidadosamente construida para no dejarse llevar por el profundo dolor con el que tendría que convivir todos los días de su vida. Había dejado atrás, en las verdes estepas escocesas, el corazón que él mismo se había arrancado al huir de la mujer que lo había atrapado. Había tomado su frágil cuerpo entre sus brazos, destruyendo cada barrera que se interponía entre ambos, sólo para arrastrarla al límite de la muerte. ¿Cómo podría continuar a su lado, si aquello que había jurado proteger casi había sido exterminado en sus torpes manos?. No quería volver a tenerla así, fría entre sus brazos, con su débil corazón luchando por sobrevivir. Era mejor así. Él podía vivir sin corazón, sin luz. Pero la mera idea de su muerte, le era inconcebible. Los hechos habían demostrado lo que él ya sabía, no era digno de ella.

¿Cuántas veces había estado así, siendo una mera sombra en la noche, un alma errante más en el frío mortal de la noche Rusa?. Nada era capaz de distraerlo de sus recuerdos. Acudían a él como agujas, cuchillos afilados que cortaban su piel sólo para introducir las imágenes más dentro de él. Cada día que había pasado había sido suficiente para entenderlo. Necesitaba ser el Oscuro. Quedarse con la parte podrida de su ser, perfeccionando más el aura hostil que siempre lo rodeaba. No deseaba que alguien volviese a acercarse a él, éso sólo traía dolor. La única vez que sus barreras fueron derruidas, había obtenido un castigo que recordaría para siempre. Dejarse envolver por aquello que es puro, amable y bueno, sólo lo destruiría.

Paró sus pasos, agarrándose de la valla elegante que cercaba una de tantas mansiones rusas que lo rodeaban. Cada noche se centraba en revisar sus contratos, hablar con sus informadores y contactos de transacciones. Después, bagaba por las calles, buscando un lugar en el que poder pasar el rato. Todo era mejor que estar en casa, aquella pequeña Mansión construida sobre las ruinas de la casa de sus padres, hundiendo el rostro en los ropajes con los que había vuelto de Escocia. Cuando el impulso dominaba a su sentido común, corría al baúl donde guardaba aquellas prendas, necesitando percibir el aroma de Danna. ¿Se había convertido en un adicto a su aroma, o quizás al ser inocente que era?. Cerró sus ojos, evocando el olor de la mujer, provocándose a sí mismo, un dolor del que no quería desprenderse.

- El señor William está muy nervioso, me ha obligado a almidonarle la camisa más de tres veces. ¿Tan importante es ése evento?.- La voz de una mujer llegó a él. Era un murmullo tenue y asustadizo, de esas  voces que parecían ahogarse bajo los sonidos de la sociedad.

- Ya sabes que sí. La madre del señor me ha informado de la posibilidad de un enlace con la realeza. Hace mucho tiempo que intenta unir al joven amo con la duquesa. - Casi de forma instantánea, el cuerpo de Adrik reaccionó, tensándose, ante la palabra duquesa. ¿Por qué todo tenía que recordarle a ella?. ¿A caso era su castigo por estar pensando en el pecaminoso aroma de su cuerpo?. Si era así, sería mejor que huyera, no deseaba escuchar las quejas de los criados. Aún no había caído tan bajo.

- ¿Re-realmente hay posibilidades?. Yo creía que él, que ...yo...- Un sonido ahogado interrumpió la voz de la muchacha, seguido por la carcajada irónica del hombre que conversaba con ella en el jardín. Poco a poco sus voces se iban haciendo más claras, lo que significaba que se estaban acercando a él. No quería que lo confundieran con un ladrón. Es hora de volver Adrik, se dijo a sí mismo. Una parte de él comprendía a la muchacha. Los amores imposibles eran igual a un cáliz lleno de agua para un hombre muerto de sed. Un agua fría, prístina, con el aroma de la naturaleza aún impregnada en ella. Pero al tomarla, te sorprendías de encontrarla envenenada. Cuando amas a alguien que te ha envenenado así, sólo puedes esperar a que tu muerte sea benevolente. Quizás por empatía se quedó varios segundos más, quizás era más la curiosidad. Lo que jamás había pensado, era encontrar en aquellos criados, el nombre de la mujer que lo había envenenado.

- Muchacha estúpida, ¿podrías ofrecerle algo que la duquesa de escocia no pueda darle?. Ya sabías lo que ocurriría, vuestra unión no es posible. - La voz del mezquino hombre arañaba sobre la escasa cordura que le quedaba. No sabía si la mujer estaba sintiendo el mismo dolor que a él lo estaba sacudiendo, pero si era así, esperaba que tuviera el valor suficiente para golpear al bastardo.

¿Casarse?. Ella no podría, sólo ha pasado un mes. ¿O eran más?. Ella había actuado como una mujer enamorada, sus ojos no mentían. ¿Verdad?. Ella debía estar pensando en él. Era lo suficiente egoísta como para querer que así fuera. Necesitaba que así fuera. Ella era suya.- No... - Dijo en voz alta contestándose. Ella ya no era suya. ¡Un cuerno si no lo era!, se gritó mentalmente mientras comenzaba a sacudir la verja como si fuera mantequilla. Recordando que era una propiedad privada y que estaba en la calle, soltó la verja, mientras rodeaba la elegante Mansión. Pensaba encontrar al estúpido señor de la casa. Si hacía falta, quemaría la maldita Mansión para que pereciera dentro. ¿Cómo osaba tocar lo suyo?. Nadie podía mancillar la inocencia de Danna. Nadie que no fuera él, tenía el honor de admirarla.

Se adentró en la Mansión como un ladrón, actuando bajo los oscuros sentimientos que dominaban su mente. A penas podía pensar en otra cosa que no fuera encontrarlo. Lo odiaba. Lo odiaba por tener la oportunidad que él mismo había destruido meses atrás. Sin embargo, él no era lo suficiente bueno como para dejar que otro tomara ventaja sobre Danna. Había hecho todo lo posible por no volver a Escocia y obligarla a unirse a él para siempre. No podía condenarla a vivir siempre atada a alguien tan atroz y desequilibrado mentalmente como él. Todos sabían que su peligrosidad se debía a su carácter. Nunca sabía cuándo los recuerdos volverían para destruir su realidad. ¿Quería eso para ella?.

- ¿Quién eres y cómo has entrado aquí?.- La voz de un hombre joven lo sorprendió a su espalda. Se sorprendió de encontrarse dentro de una habitación privada, por el contenido claramente masculina. Al parecer había vuelto a perder la cordura, actuando bajo la rabia del momento. Con lentitud se giró y enfrentó al hombre. Se sorprendió al encontrar a alguien que parecía mayor que él mismo. A pesar de eso, tenía un aspecto elegante. Eran de ésos hombres que capturaban el interés femenino por la belleza de sus rasgos.

- ¿William?- Gruñó el nombre como si fuera un insulto, haciendo que el otro hombre saltara y retrocediera dos pasos. Sus ojos mostraban cautela, pero también cierto orgullo. Captó el movimiento lento y sutil de su mano a la cintura de su pantalón.

- El mismo. ¿Quién me busca?- Con lentitud, Adrik le dedicó una sonrisa, dejando que su expresión mutase a una máscara terrorífica. Lo último que pensó antes de lanzarse sobre él, fue que definitivamente él no tendría a Danna.


Mi único amor nació de mi único odio, pronto le veo y tarde lo conozco.
William Shakespeare
Romeo y Julieta




Exterior de la Mansión Zarkovzy
( A 1 hora del Comienzo del Baile)


La noche anterior sólo le había demostrado cuán cerca había estado de perder a Danna. Hasta ése instante, había estado huyendo en vano de sí mismo. No podía seguir así, no cuando su corazón y acciones estaban todas afectadas por ella. Era peligroso. Había estado tan cerca de matar al hombre que respondía al nombre de William, que a penas se detuvo a tiempo de acabar con su vida. Afortunadamente para todos, ahora debía estar cómodamente atado y amordazado en algún barco, rumbo a América. Le había ordenado, mediante compulsión mental, el no volver a acercarse a Danna ni a Escocia. La segunda orden, fue el no hablar jamás de él y recordar enviarle una carta a su madre diciendo que no deseaba casarse con la única mujer que los había condenado a ambos. A William a un viaje larguísimo en una bodega desconocida, y a él... A él lo había capturado con sus pequeñas manos. Estaba a su merced.

Con sus sentimientos en orden, se sentía capaz de enfrentar al mundo completamente solo. Ya había tomado una decisión, la haría suya. No importaba cuánto tuviera que esperar, pero al final, el siempre estaría allí. Aun si ella le pedía no volverlo a ver, él la perseguiría entre las sombras, colocándose a su espalda por la eternidad.

Hacerse con un carruaje había sido terriblemente complicado. Pero gracias a sus contactos había conseguido que cierto vampiro cediese el suyo. No quería pensar en el favor que le debía con ello, pero para conseguir volver a encontrarse con Danna era suficiente. Pero, cuando el carruaje llegó, quiso devolverlo de inmediato. Era demasiado llamativo, sabía que ella era una Duquesa, pero ¿debía gritar lo rico que era a toda la sociedad?. Esperaba que no sufrieran ningún percance por el camino. Y, por si no fuera poco con el carruaje, su vestimenta no se quedaba atrás. Había pasado un calvario, intentando que su ayudante de cámaras dejase de colocarle sobre el cuerpo prendas blancas. Según él, por una vez debía dejar de vestir de negro a no ser de que quisiera que la muchacha saliera corriendo. Éso fue lo único que hizo que le dejara transformarlo en un maldito copo de nieve andante.

El viaje en el carruaje transcurrió demasiado rápido para su gusto. Había decidido pensar dentro de él, qué seria lo que le diría a  Danna en el momento en que toda esta farsa fuera descubierta. Era consciente de que cuando su cuerpo se adentrase en el carruaje, descubriría que William no asistiría a la fiesta. Sin embargo, cuando la vio adentrarse en él, todas las palabras que había ensayado se esfumaron. No podía pensar en nada que no fuese en su extraordinaria belleza. Su vestido, peinado y el ligero perfume colocado en ella, estaban dispuestos de la forma correcta para volverlo loco. ¿Cómo podía convertirlo en un estúpido tartamudo en cuestión de segundos?.- Danna...- Saboreó su nombre con suavidad, alargando el sonido para deleitarse con cada sílaba. A diferencia de ella, él estaba terriblemente nervioso, aunque por fortuna, la impresión que le había causado, había sido suficiente para dejarlo lo suficientemente embobado como para no balbucear. Más tarde quizás se lo reconocería. Ahora, debía planear cómo convencerla de que lo eligiese a él.

- Tu querido amigo, está a salvo. Al parecer deseaba hacer cierto viaje, yo sólo me he ofrecido a sustituirlo.- Le dedicó una sonrisa dulce, pero sus ojos eran amenazantes. ¿William?. No lo ve en mucho tiempo y sólo puede hablar de otro hombre. Definitivamente, ella era la única que podía herirlo de una forma tan atroz con tan sólo una palabra. ¿Era el único que ansiaba tocar al otro?. Estar rodeado del aroma que tanto había atesorado en su mente, era casi idílico. Se sentía en un sueño. Y quizás lo fuera. La noche los rodeaba, dando vida a su cuerpo muerto, permitiéndole hablar y vivir para poder estar hoy junto a ella. ¿No era de noche cuando los sueños acudían a abrazarnos?. Entonces, qué hacía que esto fuera real y no una mera fantasía.

- Te he extrañado mucho, Danna. - Admitió con suavidad mientras se acercaba a ella para abrazarla con fuerza. No soportaba la forma rígida y fría con la que su voz le hablaba. Ella no era así. Desde el momento en que se habían conocido, siempre había habido calidez en ella. Tanta vida, que le era, a veces, realmente duro mirarla. Era casi como intentar mirar fijamente al sol, cegándolos por propia voluntad.- Si hoy estoy aquí, es porque me he dado cuenta de algo muy importante. Juro, ¡por Dios si lo juro!, que he hecho todo lo que he podido por apartarme de vos. En mi mente me he repetido muchas veces el porqué no debería estar junto a ti. Pero todo ha sido en vano.- Se detuvo, mirando con pánico por la ventanilla, si iba a ser rechazado no deseaba verlo en su rostro.- Os amo. Tan ardiente y fervorosamente, que apenas concibo la vida sin ti. - Sonrió al cristal, antes de girarse y mirarla. - No necesito una respuesta. Sólo permíteme esta noche. Si después deseas darme las palabras con las que me condenarás, las recibiré con anhelo.-. El carruaje se detuvo justo al final de su discurso. No sabía si había tardado mucho tiempo en observarla o si realmente el trayecto era escaso, fuera como fuera. Esta noche era decisiva para su futuro, y, fuese como fuese, el final sería el mismo. Él terminaría quemado bajo la luz.

La ayudó a bajarse del carruaje, apartando las manos del lacayo con rapidez. Odiaba eso, los celos veloces y devoradores que acudían a atormentarlo si otro se atrevía a tocar la cálida piel de su cuerpo. Incluso cuando este toque fuese producido con la inocencia del lacayo. El tiempo que habían transcurrido alejados el uno del otro, sólo lo había hecho más ávido de ser el centro de su atención. De esta forma, la acompañó por el interior del Castillo, a penas tomando conciencia de la belleza del lujoso ambiente. Sus ojos se centraban en ella, en la excesiva rigidez de su cuerpo y en la mueca que hacían sus labios cuando lo miraba de soslayo. Quizás fuera por eso que hizo lo que hizo. Cuando llegaron al inicio de las grandes escaleras, sus nombres fueron anunciados ante los demás. Un grupo numeroso interactuaba ya en el interior del castillo, demostrando lo tarde que habían llegado. Un pequeño tirón de sus ropajes, hizo que se girase de nuevo a Danna, quién inconscientemente, sonreía hacia cierto punto del Castillo. Ver que estaba dedicándole a alguien una sonrisa que debería ser suya, hizo que sonriese con picardía.- Querida, deberíamos descender ya. Estoy seguro de que deseas conversar con tus amigos.- Danna asintió con solemnidad, moviendo un pie para comenzar a descender los escalones. Con rapidez, pisó el borde de su vestido, haciendo que se desequilibrara y se balancease peligrosamente hacia delante.

Con un elegante y lento movimiento, la atrapó ante aquellos que había observado el peligroso descenso que podría haber realizado Danna si no la hubiera tomado entre sus brazos. Rió con suavidad, tomándola en brazos como una niña y bajándola por las escaleras hasta llegar al último escalón.- Recuerda sonreírme sólo a mi.- Le susurró antes de dejarla en el suelo y mirarla con inocencia.



Última edición por Adrik Ivanović el Sáb Sep 07, 2013 8:57 pm, editado 4 veces
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Mensaje por Lothaire Daciano Sáb Sep 07, 2013 5:24 pm

Paris- Francia 30 días antes del baile.

Me encontraba en la mansión parisina que había adquirido para las ocasiones en las cuales me decidiera a pasar allí alguna posible temporada, si bien mis deberes como duque del sacro imperio eran el estar precisamente allí, en el imperio, también era cierto que a mí no me importaba si decían que el duque no estaba muy a menudo en su reino pues ese título lo usaba simplemente a conveniencia así como ya en ocasiones anteriores a esta a lo largo de mi extensa e inmortal vida había utilizado otros títulos de poder e influencia y el perder uno no tenía importancia puesto que a la larga en algunas décadas más conseguiría otro, y más si se trataba de la realeza humana la cual era bastante corta en cuanto a tiempo de duración de sus monarcas. Me encontraba en un amplio estudio el cual tenía las paredes llenas de libros así como una gran chimenea en mármol blanco frente a la cual se encontraban dos sillones bastante cómodos sobre una elegante y elaborada alfombra, poco más allá se encontraba un gran escritorio en madera de roble el cual igualmente poseía pequeños detalles que dejaban ver lo elaborado que era y detrás de este una silla más, eso era el estudio a grandes rasgos pues tenía también un par de pinturas para la decoración y otras pequeñas y lujosas cosas en un sitio u otro y además de eso todo se encontraba en penumbra gracias a una pesadas cortinas situadas en las ventanas las cuales impedían la más mínima entrada de la luz del sol tan mortífera para mí. Me encontraba leyendo uno de los libros cuando uno de los criados entro en la habitación Mi señor, le ha llegado una carta del zar de Rusia dice el joven algo sorprendido de que llegase algo como eso, en cuanto a mi si bien me despierta cierta curiosidad ese hecho también es cierto que no es algo que me deslumbre como lo hace a mi sirviente ¿Qué esperas? Dame la carta y vete me limito a decir mientras que el joven se acerca y me entrega la carta, le hago una señal de que espere por si acaso y de inmediato empiezo a leer, como era de esperarse por el tipo de carta y el sello real en ella se trata de una invitación a un baile pero al leerlo me doy cuenta de que es un nuevo baile, probablemente el nuevo zar trata de ganarse el favor de su pueblo y aquello me provoca una sonrisa burlona, le digo al empleado que me traiga lo necesario para escribir una carta y de inmediato la empiezo a escribir puesto que ya tengo en mente quien será mi compañera en esta velada.

Rusia- Luego de varios días de viaje y a 2 días del baile.

Por fin llegue a Rusia luego de un largo viaje de más de una semana, ya tenía absolutamente todo preparado así como mis ropas y sirvientes que me acompañaron y si bien era cierto que aún no me encontraba con la que sería en este evento mi acompañante sabía que ella llegaría pues teníamos cierto acuerdo y tanto ella como yo sabíamos que era mucho más conveniente el asistir a uno solo de estos grandes eventos que el asistir a muchos otros pequeños eventos, todos mis años practicando el arte de la persuasión no solo mediante mis poderes si no también mediante decir las palabras adecuadas ya fuera sobre un papel o al odio de alguien me habían servido para que pocas veces recibiese un no por respuesta. Ese día me la pase por completo en la mansión que había conseguido para mi estancia pero más claramente en un cuarto de dicha descansando, el cuarto como era obvio estaba muy bien cerrado para evitar la más mínima entrada de la luz del sol. Esa noche salgo a buscar algo de alimento entre los ciudadanos rusos y poco antes del amanecer regreso a la mansión, justamente al llegar me doy cuenta de que mi acompañante ha llegado por fin Encantado de verle condesa Arkana digo a modo de saludo y luego nos dirigimos de nuevo a mi estudio en donde charlamos sobre lo que sucederá en esta noche del baile.

Rusia- Día del baile

Me levante a eso de las 4 de la tarde ese dia y de inmediato llame a mis sirvientes personales para que me trajesen la ropa que usaría, aun no me encontraba con arkana pero seguramente ella dentro de poco estaría igual que yo preparándose para el tan aclamado baile si no es que lo estaba haciendo ya Señor permítanos prepararlo dice una joven sirvienta de no más de 30 años la cual está junto a otros más en la habitación, le lanzo una mirada con la cual le doy a entender que por el momento no necesito su ayuda y asi es como me coloco casi todo el traje en cuanto a ropa interior, pantalones y camisa se refiere, entonces me quedo quieto mirando a los sirvientes los cuales de inmediato saben que deben de traerme la chaqueta, colocarme los zapatos y demás cosas asi como revisar que todo este perfecto antes de que yo le eche un vistazo al atuendo. Cerca de una hora antes del inicio del baile salgo ya completamente arreglado con mi traje y me dirijo hacia los aposentos de la condesa, entro en la habitación sin preocuparme por tocar a la puerta o pedir permiso. Al momento de entrar me doy cuenta de que ella ya se encuentra perfectamente arreglada y lista para el baile ¿Vamos condesa? Pregunto mientras que camino hasta ella y la tomo de la mano, salimos de la mansión y ya afuera nos está esperando un carruaje para llevarnos al palacio y al tan esperado baile.

Una vez nos acercamos por fin me doy cuenta de que había varios carruajes y demás en la entrada al palacio y varias personas con elegantes y variados trajes algunos más conservadores y otros más modernos se reunían allí subiendo las escaleras y adentrándose en el palacio, en cuanto el carruaje se detuvo y nos abrieron la puerta salí primero con el bastón en mano y una vez afuera como todo un galante caballero le ofrecí la mano a arkana, si bien cuando estábamos a solas podríamos terminar casi que matándonos en lo que a esta reunión se refería debíamos de hacer un poco de actuación y a mi siempre me gustaba ser el mejor en todo por lo que porque no llegar a ser el mejor acompañante de la noche.

Al entrar por las imponentes puertas nos dirigimos por los pasillos hasta llegar a el gran salón en donde se celebraría el baile de los hielos nacientes, estaba lleno de comidas y bebias asi como de muchas personas importantes de diferentes partes del mundo pero lo que me parecio verdaderamente curioso fue la mezcla de todas esas auras lo cual me parecía un poco a que estuviese mirando a través de un calidoscopio pues aquí seguramente debían de estar reunidos miembros de todas las razas y si no era asi al menos deberían de estar la mayoría de ellas, en la cabecera del salón se encontraba un trono el cual seguramente pertenecía al zar pero aún se encontraba vacío, voltee a ver a arkana con una leve curvatura en la comisura de mis labios Esta noche promete ser bastante curiosa condesa… me limito a murmurar pues quiero ver si al tener tantos seres reunidos esto no termina en una gran explosión por algún posible enfrentamiento entre los de una raza y otra e inclusive, quizás hasta tuviésemos cazadores o inquisidores entre nosotros, me quede parado junto a arkana divisando y analizando a todos los individuos que tenia a la vista al tiempo que intercambiaba palabras con ella en una vaga conversación.
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