AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
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miri
El Baile de los Hielos Nacientes
Mantener contentos a los súbditos y a las amistades de los mismos. Eso debía aprender todo monarca que quisiera permanecer y perdurar en el poder. Valentino de Visconti bien lo sabía, y por lo mismo ideó una instancia en la que la diplomacia y los rostros rebosantes del recreo predominaran por sobre las posibles disputas que pudieran tener los poderosos. Un baile, ¿qué mejor? Obtendría con dicho evento el favor de los rusos por revivir sus tradiciones ante el orden mundial, y además el de todos aquellos que por su valiosa sangre influyeran en el poder de sus respectivos países. El Zar haría que los problemas que los acaudalados que pudieran tener previo al baile parecieran demasiado pequeños como para mencionarlos en medio de la celebración, y así, de alguna forma también los borraría él. El Baile de los Hielos Nacientes, así se llamaría, dándole la bienvenida al invierno.
Había invitado Duques, Condes y nobles; incluso aquellos de naturaleza contraria a la suya. Muchos pensaron que el que danzaran seres como inquisidores, vampiros, cazadores y licántropos en un mismo inmenso salón generaría una bomba de tiempo, que no asistirían o que simplemente no interactuarían unos con otros, pero Valentino no pensó así. Él no se sorprendió cuando llegaron las cartas confirmando la asistencia de dichas figuras, ni tampoco los demás miembros de la realeza. La verdad era que todo ellos entendían algo: que personas nobles e ilustres de la realeza se utilizaban entre sí para mantener sus privilegios en lo alto, sin importar qué tan diferentes fueran. Así se constituía el permanente baile de los opulentos.
Los invitados estaban por llegar. Ni con los sirvientes vistiéndolo para la gran noche el Zar se quedaba tranquilo. A pesar de la calidad de la vestimenta, le resultaba excesivamente incómoda y no podía quedarse quieto. La más fiel y antigua de sus criada, Marianne, estaba perdiendo la paciencia.
—Majestad, si no cooperáis conmigo el baile habrá terminado para cuando estéis listo. —reclamaba la mujer mientras intentaba acomodar la parte superior del traje. Era ella la única de sus sirvientas que tenía la confianza suficiente para regañarle. Era un privilegio que se había ganado por haberlo cuidado desde su nacimiento.
—Lo siento, Marianne. Sé que suelo acudir a bailes y a fiestas, pero eso de ser anfitrión… —tragó saliva Valentino al mismo tiempo que levantaba una de sus manos para que su criada ajustara la manga— …no lo sé. No sé si ajusta conmigo. Es todo.
La mujer de edad alzó una ceja entre la burla y la indignación.
—¿Y de qué se supone que vais a estar preocupado? Vos solamente tenéis que mantener bien ajustado vuestro antifaz y demostrar las habilidades de bailarín que os destacan. La comida, la música, eso dejádnoslo a nosotros. —apretó la camisa de Valentino un poco más fuerte de lo normal, causándole un desequilibrio que por poco lo botó del banco sobre el cual estaba de pié. — ¿Veis lo que me hacéis hacer? No creí que llegaría a decir esto, pero vuestra majestad estáis aún más extraño que de costumbre.
—Es vuestra imaginación, Marianne —dijo Valentino para disuadir a su servidora de seguir insistiendo. Qué equivocado estaba.
—¿No será que entre las invitadas hay una soltera que os quita la calma? —habló con picardía la mujer sin dejar de atender los últimos detalles del atuendo del Zar, como hilos sueltos y cosas así.
De inmediato a Valentino llegó la imagen de Nathaly, aquella joven que había conocido durante el último baile al que había acudido en Francia no precisamente danzando. ¡Qué mujer más necia y negligente! Por poco la había salvado de un vampiro hambriento y a los cinco minutos ya había nacido en ella nuevamente el afán de meterse en problemas, como si se hubiera estado burlando de su intención de mantenerla a salvo. Y si como si hubiera sido poco, lo había encarado para que revelara lo que escondía tras su antifaz, eso que iba mucho más allá de un rostro joven que no concordaba con los años vividos. En resumen, ella se había comportado tan impulsivamente, pero a la vez de una forma tan auténtica, que el licántropo no había conseguido permanecer indiferente.
Valentino sonrió sin retenerse, faltándole poco para reír. Todo aquello era una cruel ironía. Nadie lo sacaba de quicio como ella.
—Puede que sí, Marianne, pero no de la manera que imagináis —habló el mancebo sin dar más detalles al respecto. Marianne tampoco se los pidió.
—No os conoceré yo —pronunciaba satisfecha la fémina mientras arreglaba el cuello del atuendo— Ya, ahora concentrémonos en terminar esto. Vuestros invitados están llegando, ¿los escucháis? Le sacarán brillo al palacio.
—Decidme, Marianne. ¿Está presentable el salón? No tuve la oportunidad de inspeccionarlo yo mismo. Todo lo dejé en manos de los organizadores —preguntó el zar queriendo cerciorarse de que todo saliera bien.
Le faltó poco a la señora para burlarse de ese comentario, pero entendió que aquellos comentarios debían ser propios de la inseguridad del primer baile como Zar. Ella sí había tenido la oportunidad de apreciar el salón al encargarse de los tapices y cortinajes.
—Vaya que sí, Señor. Es todo un sueño. —suspiró como quinceañera enamorada— Ya está bien. Coopere conmigo para que luzca como el Zar que es. Verá que cuando vaya a recibir a sus invitados, brillará como un sol.
Había invitado Duques, Condes y nobles; incluso aquellos de naturaleza contraria a la suya. Muchos pensaron que el que danzaran seres como inquisidores, vampiros, cazadores y licántropos en un mismo inmenso salón generaría una bomba de tiempo, que no asistirían o que simplemente no interactuarían unos con otros, pero Valentino no pensó así. Él no se sorprendió cuando llegaron las cartas confirmando la asistencia de dichas figuras, ni tampoco los demás miembros de la realeza. La verdad era que todo ellos entendían algo: que personas nobles e ilustres de la realeza se utilizaban entre sí para mantener sus privilegios en lo alto, sin importar qué tan diferentes fueran. Así se constituía el permanente baile de los opulentos.
Los invitados estaban por llegar. Ni con los sirvientes vistiéndolo para la gran noche el Zar se quedaba tranquilo. A pesar de la calidad de la vestimenta, le resultaba excesivamente incómoda y no podía quedarse quieto. La más fiel y antigua de sus criada, Marianne, estaba perdiendo la paciencia.
—Majestad, si no cooperáis conmigo el baile habrá terminado para cuando estéis listo. —reclamaba la mujer mientras intentaba acomodar la parte superior del traje. Era ella la única de sus sirvientas que tenía la confianza suficiente para regañarle. Era un privilegio que se había ganado por haberlo cuidado desde su nacimiento.
—Lo siento, Marianne. Sé que suelo acudir a bailes y a fiestas, pero eso de ser anfitrión… —tragó saliva Valentino al mismo tiempo que levantaba una de sus manos para que su criada ajustara la manga— …no lo sé. No sé si ajusta conmigo. Es todo.
La mujer de edad alzó una ceja entre la burla y la indignación.
—¿Y de qué se supone que vais a estar preocupado? Vos solamente tenéis que mantener bien ajustado vuestro antifaz y demostrar las habilidades de bailarín que os destacan. La comida, la música, eso dejádnoslo a nosotros. —apretó la camisa de Valentino un poco más fuerte de lo normal, causándole un desequilibrio que por poco lo botó del banco sobre el cual estaba de pié. — ¿Veis lo que me hacéis hacer? No creí que llegaría a decir esto, pero vuestra majestad estáis aún más extraño que de costumbre.
—Es vuestra imaginación, Marianne —dijo Valentino para disuadir a su servidora de seguir insistiendo. Qué equivocado estaba.
—¿No será que entre las invitadas hay una soltera que os quita la calma? —habló con picardía la mujer sin dejar de atender los últimos detalles del atuendo del Zar, como hilos sueltos y cosas así.
De inmediato a Valentino llegó la imagen de Nathaly, aquella joven que había conocido durante el último baile al que había acudido en Francia no precisamente danzando. ¡Qué mujer más necia y negligente! Por poco la había salvado de un vampiro hambriento y a los cinco minutos ya había nacido en ella nuevamente el afán de meterse en problemas, como si se hubiera estado burlando de su intención de mantenerla a salvo. Y si como si hubiera sido poco, lo había encarado para que revelara lo que escondía tras su antifaz, eso que iba mucho más allá de un rostro joven que no concordaba con los años vividos. En resumen, ella se había comportado tan impulsivamente, pero a la vez de una forma tan auténtica, que el licántropo no había conseguido permanecer indiferente.
Valentino sonrió sin retenerse, faltándole poco para reír. Todo aquello era una cruel ironía. Nadie lo sacaba de quicio como ella.
—Puede que sí, Marianne, pero no de la manera que imagináis —habló el mancebo sin dar más detalles al respecto. Marianne tampoco se los pidió.
—No os conoceré yo —pronunciaba satisfecha la fémina mientras arreglaba el cuello del atuendo— Ya, ahora concentrémonos en terminar esto. Vuestros invitados están llegando, ¿los escucháis? Le sacarán brillo al palacio.
—Decidme, Marianne. ¿Está presentable el salón? No tuve la oportunidad de inspeccionarlo yo mismo. Todo lo dejé en manos de los organizadores —preguntó el zar queriendo cerciorarse de que todo saliera bien.
Le faltó poco a la señora para burlarse de ese comentario, pero entendió que aquellos comentarios debían ser propios de la inseguridad del primer baile como Zar. Ella sí había tenido la oportunidad de apreciar el salón al encargarse de los tapices y cortinajes.
—Vaya que sí, Señor. Es todo un sueño. —suspiró como quinceañera enamorada— Ya está bien. Coopere conmigo para que luzca como el Zar que es. Verá que cuando vaya a recibir a sus invitados, brillará como un sol.
***
Las puertas del Palacio de Invierno se abren.
Los invitados ingresan.
Las escaleras los reciben.
Pasteles y aperitivos frescos sobre la mesa.
Los músicos entonan sus canciones de vals.
Los sirvientes ofrecen licores rusos en bandejas de plata.
Las luces destellan sobre las cabezas de quienes ingresan.
El frío del invierno parece haber quedado afuera.
Y el Baile de los Hielos Nacientes puede comenzar.
OFF: Desde este momento se da inicio a la etapa de la introducción (31 de Agosto al 7 de Septiembre), en donde cada uno posteará su llegada. El mínimo de post por persona es 1; si no, puede postear después, pero se entenderá que llegó tarde, es decir, el post no tiene efecto retroactivo. Si bien el mínimo es de un post, puedes postear la cantidad que quieran hasta que se termine el plazo de este primera etapa para comenzar con la segunda. Recuerden que todas las etapas y sus temáticas están indicadas aquí.
Las puertas del Palacio de Invierno se abren.
Los invitados ingresan.
Las escaleras los reciben.
Pasteles y aperitivos frescos sobre la mesa.
Los músicos entonan sus canciones de vals.
Los sirvientes ofrecen licores rusos en bandejas de plata.
Las luces destellan sobre las cabezas de quienes ingresan.
El frío del invierno parece haber quedado afuera.
Y el Baile de los Hielos Nacientes puede comenzar.
OFF: Desde este momento se da inicio a la etapa de la introducción (31 de Agosto al 7 de Septiembre), en donde cada uno posteará su llegada. El mínimo de post por persona es 1; si no, puede postear después, pero se entenderá que llegó tarde, es decir, el post no tiene efecto retroactivo. Si bien el mínimo es de un post, puedes postear la cantidad que quieran hasta que se termine el plazo de este primera etapa para comenzar con la segunda. Recuerden que todas las etapas y sus temáticas están indicadas aquí.
- La música:
- Exterior del Palacio de Invierno (Noche):
- Interior del Palacio de Invierno:
- Salón San Jorge (En donde bailaremos):
- Para el deleite de vuestros paladares:
- Bebestibles:
Palacio de Invierno | Apertura | Noche
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 208
Fecha de inscripción : 27/02/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
El Baile de los Hielos Nacientes
—Es hora, Majestad —se escuchó decir a uno de los mayordomos del monarca, alentándolo a salir acompañado de un elegante saludo.
Valentino acababa de alistarse gracias a la oportuna intromisión de Marianne en su vestimenta. Todo en él, tanto sus vestimentas tradicionales como su porte real, indicaba que se trataba del rey de Rusia, pero él todavía titubeaba. Titubeaba porque era el primer evento masivo que realizaba en nombre de la nación de los hielos nacientes. Padre santísimo, ¡estaba representando a Rusia! No había nacido allí; ni residido unos días siquiera. Pero ahí estaba, cumpliendo con el deber y responsabilidad de su sangre, de la Casa Visconti. Por eso inhaló una gran cantidad de aire, esperando que el valor y la formalidad germinaran desde su pecho hacia fuera, y se incorporó con solemnidad.
—¿Han llegado todos los invitados sin problemas? —preguntó el Zar esperando contar con más datos antes de recibir a su gente.
—La mayoría se encuentra aquí, Alteza. Mas me temo que el dificultoso invierno entre otros contratiempos ha retrasado el arribo de algunos. ¿Deseáis que retrasemos el inicio del baile? —ofreció amablemente el servidor. Valentino negó con una de sus manos enguantadas.
—No es necesario, Oleg. Mostraríamos poca seriedad haciéndolos esperar más de lo estipulado. —reflexionó un tanto acariciando su barbilla mientras caminaba en círculos por su habitación— Daré inicio a la recepción. Eso sí, encargaos de mantener abiertas las puertas a los rezagados, para que se sientan en casa. Quiero a dos sirvientes listos para asistir por cada carruaje que llegue. Y también que se reparta la champaña. No quiero ver mano alguna desnuda.
—Alteza —fue lo último que dijo el servidor a tiempo que inclinaba su cabeza y se retiraba de la habitación sin dar la espalda.
Volvió a quedarse solo el licántropo con Marianne, siendo observado aprensivamente por ésta. Valentino notó la mirada sobre él y no tardó en preguntarle a su criada.
—Bien, basta ya de miradas misteriosas. Hace tiempo que dejé de intentar descifrarlas ¿Qué ocurre? —suspiró el mandatario.
—Majestad, os conozco desde siempre, y sé que aunque ahora estéis comiéndoos la boca de los nervios, al momento de la verdad os mostraréis tan radiante y compuesto como siempre. —se acercó un par de pasos la sirvienta, adquiriendo su rostro una complicidad mayor— Pero me gustaría daros un empujón. Con el respeto que merecéis, ¿por qué no observáis tras las cortinas antes de salir? Uno se tranquiliza más cuando se sabe lo que espera, ¿verdad?
Había ocasiones en las que Valentino sentía que no se merecía tanta bondad de parte de quienes lo rodeaban, ya fuera por su condición de licántropo o por esa característica introversión suya que no lo hacía el más comunicativo de los conversadores; sin embargo, no por eso de olvidaba de agradecer las buenas intenciones. Le sonrió a su criada sin olvidar asentirle, y sin pronunciar palabra se encaminó a hacia el salón en donde amos e incluso sirvientes aguardaban su presencia para comenzar la celebración, la llegada del invierno. No contaba sus pasos, pero sabía que con cada eco que sus pisadas dejaban en el camino se aproximaba más a su destino. La música se hacía más fuerte, los olores de seres sobrenaturales se hacían más intensos, y las voces también. ¿Se haría más fuerte el Zar al ponerse de pié frente a los poderosos? Pronto lo sabría.
Entonces llegó a las cortinas que lo llevarían escaleras abajo hacia su gente. Lo aguardaban los sirvientes junto a las bordadas telas de las cortinas, esperando sus órdenes para actuar, pero Valentino no iría tan rápido como ellos.
—¿Es vuestro deseo que anunciemos vuestra llegada, Alteza? —inclinaron su cabeza sin lograr ocultar su ansiedad. Había bastante gente en el palacio; claramente no se sentían preparados.
—Todavía no es momento, pero pronto lo será. Estad preparados —fue así como el Zar se hizo paso entre la servidumbre y se posicionó frente a las cortinas para echar un vistazo a lo que ocurría tras ellas.
Afortunadamente todo estaba tan correcto en lo técnico como le había anunciado Marianne, pero había cosas que su criada de mayor confianza no había podido describirle porque no tenía conocimiento de ellas; tampoco tenía por qué tenerlo, a diferencia de Valentino.
Primeramente distinguió a Keith Lanington y a Desari Delay, dos jóvenes de la alta sociedad que a pesar de ser solteros habían tenido la confianza de acudir juntos a un baile como dos prometidos. “Estos chicos de hoy en día” pensó Valentino negando con su cabeza. Seguidamente vislumbró una silueta blanca deslizándose por el salón como un copo de nieve hecho carne; aquella era Sigrid Wolfkang, a quien el Zar había invitado por haber oído de ella únicamente cosas respetables, como que era una dama discreta y de buena familia. Obviamente si no quería ser descubierta por algún cazador debía llamar poco la atención, eso era un hecho, pero su tímida personalidad era cosecha personal. Arrugó su nariz Valentino cuando distinguió un aroma inmortal entre los presentes; se trataba de Clarice Briand, acaudalada vampira y actriz. Le serían útiles sus nociones actorales para esbozar una sonrisa ante los licántropos. En efecto sonreía, pero para sí misma. Luego de la esclava de la sangre, distinguió a la señorita Gabrielle Valois, caracterizada por el egocentrismo propio de su casta, pero también sumamente encantadora; lo demostraba moviéndose con gracia aún bajo ese apretado corsé contrayendo sus pulmones. El más singular de todos los invitados era sin duda Sigfrid Oakenshield, un licántropo condenado y extravagante por su apariencia y gusto por cocinar; probablemente calificaría del uno al diez cada plato y copa de la noche como el chef que era. Podía ser que él llamara la atención, pero de quien sin duda se hablaría al día siguiente sería Galatea Giacometto, una soltera eterna de gran fortuna acompañada por una mujer que nadie conocía y con razón; se trataba de una prostituta, una rubia del bajo mundo llamada Terpsichore, que si bien no era tan costosa ni solicitada como la amante del Rey de Escocia, Psyche, su nivel había alcanzado la simpatía suficiente de su treintañera compañera para que la invitara al gran evento.
Al que no le había costado nada monetariamente hablando llegar hasta San Petersburgo, era a Rikkert Vranken Moos, un vampiro Belga experto en el comercio de telas y joyas, aunque más de la mitad del salón había oído rumores acerca de la ilicitud de sus negocios. Era un sujeto reprochable, desde luego, pero no tanto como la vanidad de quien le siguió detrás, Fiona Di Centa, una pelirroja inmortal de paso intencionalmente lento y poco decoroso, posiblemente para atraer la atención de un humano poco precavido o de alguien de su especie. Fuera como fuera, planeaba sacarle el máximo provecho a su estadía en un lugar plagado de licántropos, humanos y cambiaformas. Se veía tan decidida como Aldebarán Ballester, Conde de España, tan mujeriego y orgulloso que los pliegues de su abrigo no aguantaban su altivo paso, dando giros bruscos en el aire. Supo Valentino que tendría que poner guardias extras para evitar que los amantes que pudieran encontrarse se internaran en una de las miles de habitaciones del palacio, sobre todo teniendo a Lothaire Daciano y a Arkana como invitados, quienes además de ser vampiros, eran el Duque y la Condesa respectivamente del Sacro Imperio Romano Germánico. ¿Morganismo venidero? Con inmortales jamás se sabía; tenían toda una no-vida para hacer lo que quisieran.
El monarca estaba por cerrar la cortina nuevamente para darle la bienvenida a todas las ilustres figuras que habían acudido cuando vio apresurada llegar a una dupla muy singular: Adrik Ivanović, un caballero adinerado con todas sus letras y la Duquesa de Escocia, Danna Dianceht. Si el olfato del Zar no lo engañaba, se trataba de un vampiro y de una licántropa. Sin duda eran curiosos de ver caminando mano con mano, pero a pesar de lo entretenida que debía ser su historia, Valentino no tenía tiempo de imaginar la razón de su cercanía, puesto que tenía un baile al que acudir, uno muy pesado. El destino querría otra cosa antes de que el mandatario se dirigiera a la audiencia.
Allí, a lo lejos, caminando de nube en nube y admirando el acabado de las murallas, el cancerbero vio a la imprudente sonriéndole despreocupadamente a la vida que pasaba danzando frente a sus ojos. Aquella mujer que lo había hecho encolerizarse y enternecerse a la vez había acudido a la boca del lobo sobrepasando todo pronóstico, probando nuevamente que poseía una temeridad que pocos superaban. Maravillosamente vestida había acudido, y por alguna razón sin identificar, el Zar, al confirmar con sus propios ojos la asistencia de Nathaly al baile, se había ocultado más entre las capas de las cortinas y tras su propio antifaz. La contemplaba sin notar que lo estaba haciendo, y fue entonces que con la misma seguridad que tenía sobre que un licántropo como él no tenía salvación, supo que su coraza jamás lo protegería de quedar hipnotizado por ella. Hacía siempre que el comportamiento rebelde de la muchacha era el suspiro de la dama callada que esperaban que fuera, pero Valentino se quedaba pendiente de esta Nathaly irreverente y arriesgada, camuflada tras un alto status y labios delicadamente maquillados. El italiano seguiría en el trono de Rusia, ella se devolvería a su país y su vestido de gala sería reemplazado por uno de diario. No importaba. Dentro de Valentino seguirían generándose confusas sensaciones ante la sola visión de su rostro, de sus movimientos, de su presencia.
—Alteza, todo listo —sobresaltó al rey la voz de un sirviente, forzando a Valentino a volver a la realidad. Era cierto, tenía responsabilidades.
—Es cierto, ya… ya podéis dar el anuncio. —ordenó Valentino a tiempo que intentaba ordenar su propia cabeza. Necesitaba hacerlo por el bien de su nación.
Tal como Valentino lo había ordenado, un elegante mayordomo ruso fue al encuentro de las escaleras, listo para llamar la atención de las importantes figuras invitadas y así darle la entrada al soberano que tras las cortinas se mentalizaba arduamente para ser un buen anfitrión. Poco tiempo tuvo para revisar que sus ropas estuvieran en orden y que su garganta se encontrara en buenas condiciones para hablar en público; se escuchó al servidor pronunciar su nombre más temprano de lo estimado.
—Damas y caballeros. Agradeciendo solemnemente desde ya contar con vuestra presencia, ante ustedes su Alteza real, el Zar de Rusia —y los aplausos opacaron la música.
Era el momento de salir a escena, pero todavía había tiempo para cerrar los ojos unos segundos y pensar…
—Padre, sé que me ayudarás en esta. —añoró el hombre a su progenitor, a aquel que partió antes de verlo nacer.
Las cortinas se abrieron, las palmas insistieron, las luces brillaron y un Zar bajó pausadamente por las escaleras luciendo orgullosamente el atuendo que lo distinguía como responsable de toda la nación Rusa. Los nervios desaparecieron casi como si se hubiese tratado de un instinto apartarlos; demostrarlos hubiera significado un tropiezo mayor que el de caer por las escaleras, cualquier hombre sensato lo sabía. Así que sonrió muy sutilmente, como era protocolarmente debido. Tenía que dar el mensaje adecuado a todos los que habían asistido, que podían ser muy diferentes a él, pero al fin y al cabo estaban unidos por un interés común. No habría nadie quien saliera del baile sin ver sus círculos alterados ya fuera de manera positiva o negativa.
Alzó su mano el Rey ante las figuras, induciéndolas a guardar silencio unos instantes.
—Es un gran agrado y un honor contar con la presencia de cada uno de vosotros en mi palacio para celebrar el inicio de la temporada de Vals. Señoras, señores, señoritas… —asintió saludando antes de tomar una copa de champaña entre dos de sus dedos. Muy satisfecho vio que los sirvientes se habían encargado de que cada invitado tuviera copa en mano— ...espero que sepáis que el Palacio de Invierno hacía tiempo aguardaba albergar eventos como este. Y si bien no he tenido el placer de charlar con cada uno de vosotros, todos son mis invitados. Maestro —se dirigió al director de la orquesta— Entonad una melodía digna de esta reunión que venga como el preludio antes de la primera pieza. —miró nuevamente a la audiencia— Ahora, señores, os invito a beber y a disfrutar. Con el poder que mi título me confiere, doy inicio al Baile de los Hielos Nacientes.
Tras un estruendoso aplauso, las gargantas de los presentes fueron recorridas por la champaña recientemente servida, aunque para muchos, el licor más placentero para probar esa noche sería el de la grandeza.
***
OFF: Damos inicio a la subetapa de la Bienvenida (7 de Septiembre al 14 de Septiembre). Desde este momento los que lleguen al palacio se considerarán como atrasados. Los que no lleguen nunca, se entenderá que nunca asistieron. Aquí el Zar saldrá a recibir a sus invitados para darles la cordial bienvenida y así se desenvuelvan con menor timidez. Es el momento de los invitados para interactuar con otras personas dentro del mismo lugar que no estaban en sus planes, de reencontrarse con ese primer amor, de fingir no sentir rencor por nadie para mantener viva la altivez de la posición social y para los más afortunados, de realizar aquello que no habían tenido el valor de hacer por esperar “el momento”. Buen momento para reunirse de las parejas de baile.
Valentino acababa de alistarse gracias a la oportuna intromisión de Marianne en su vestimenta. Todo en él, tanto sus vestimentas tradicionales como su porte real, indicaba que se trataba del rey de Rusia, pero él todavía titubeaba. Titubeaba porque era el primer evento masivo que realizaba en nombre de la nación de los hielos nacientes. Padre santísimo, ¡estaba representando a Rusia! No había nacido allí; ni residido unos días siquiera. Pero ahí estaba, cumpliendo con el deber y responsabilidad de su sangre, de la Casa Visconti. Por eso inhaló una gran cantidad de aire, esperando que el valor y la formalidad germinaran desde su pecho hacia fuera, y se incorporó con solemnidad.
—¿Han llegado todos los invitados sin problemas? —preguntó el Zar esperando contar con más datos antes de recibir a su gente.
—La mayoría se encuentra aquí, Alteza. Mas me temo que el dificultoso invierno entre otros contratiempos ha retrasado el arribo de algunos. ¿Deseáis que retrasemos el inicio del baile? —ofreció amablemente el servidor. Valentino negó con una de sus manos enguantadas.
—No es necesario, Oleg. Mostraríamos poca seriedad haciéndolos esperar más de lo estipulado. —reflexionó un tanto acariciando su barbilla mientras caminaba en círculos por su habitación— Daré inicio a la recepción. Eso sí, encargaos de mantener abiertas las puertas a los rezagados, para que se sientan en casa. Quiero a dos sirvientes listos para asistir por cada carruaje que llegue. Y también que se reparta la champaña. No quiero ver mano alguna desnuda.
—Alteza —fue lo último que dijo el servidor a tiempo que inclinaba su cabeza y se retiraba de la habitación sin dar la espalda.
Volvió a quedarse solo el licántropo con Marianne, siendo observado aprensivamente por ésta. Valentino notó la mirada sobre él y no tardó en preguntarle a su criada.
—Bien, basta ya de miradas misteriosas. Hace tiempo que dejé de intentar descifrarlas ¿Qué ocurre? —suspiró el mandatario.
—Majestad, os conozco desde siempre, y sé que aunque ahora estéis comiéndoos la boca de los nervios, al momento de la verdad os mostraréis tan radiante y compuesto como siempre. —se acercó un par de pasos la sirvienta, adquiriendo su rostro una complicidad mayor— Pero me gustaría daros un empujón. Con el respeto que merecéis, ¿por qué no observáis tras las cortinas antes de salir? Uno se tranquiliza más cuando se sabe lo que espera, ¿verdad?
Había ocasiones en las que Valentino sentía que no se merecía tanta bondad de parte de quienes lo rodeaban, ya fuera por su condición de licántropo o por esa característica introversión suya que no lo hacía el más comunicativo de los conversadores; sin embargo, no por eso de olvidaba de agradecer las buenas intenciones. Le sonrió a su criada sin olvidar asentirle, y sin pronunciar palabra se encaminó a hacia el salón en donde amos e incluso sirvientes aguardaban su presencia para comenzar la celebración, la llegada del invierno. No contaba sus pasos, pero sabía que con cada eco que sus pisadas dejaban en el camino se aproximaba más a su destino. La música se hacía más fuerte, los olores de seres sobrenaturales se hacían más intensos, y las voces también. ¿Se haría más fuerte el Zar al ponerse de pié frente a los poderosos? Pronto lo sabría.
- Vestimenta de Valentino:
Entonces llegó a las cortinas que lo llevarían escaleras abajo hacia su gente. Lo aguardaban los sirvientes junto a las bordadas telas de las cortinas, esperando sus órdenes para actuar, pero Valentino no iría tan rápido como ellos.
—¿Es vuestro deseo que anunciemos vuestra llegada, Alteza? —inclinaron su cabeza sin lograr ocultar su ansiedad. Había bastante gente en el palacio; claramente no se sentían preparados.
—Todavía no es momento, pero pronto lo será. Estad preparados —fue así como el Zar se hizo paso entre la servidumbre y se posicionó frente a las cortinas para echar un vistazo a lo que ocurría tras ellas.
Afortunadamente todo estaba tan correcto en lo técnico como le había anunciado Marianne, pero había cosas que su criada de mayor confianza no había podido describirle porque no tenía conocimiento de ellas; tampoco tenía por qué tenerlo, a diferencia de Valentino.
Primeramente distinguió a Keith Lanington y a Desari Delay, dos jóvenes de la alta sociedad que a pesar de ser solteros habían tenido la confianza de acudir juntos a un baile como dos prometidos. “Estos chicos de hoy en día” pensó Valentino negando con su cabeza. Seguidamente vislumbró una silueta blanca deslizándose por el salón como un copo de nieve hecho carne; aquella era Sigrid Wolfkang, a quien el Zar había invitado por haber oído de ella únicamente cosas respetables, como que era una dama discreta y de buena familia. Obviamente si no quería ser descubierta por algún cazador debía llamar poco la atención, eso era un hecho, pero su tímida personalidad era cosecha personal. Arrugó su nariz Valentino cuando distinguió un aroma inmortal entre los presentes; se trataba de Clarice Briand, acaudalada vampira y actriz. Le serían útiles sus nociones actorales para esbozar una sonrisa ante los licántropos. En efecto sonreía, pero para sí misma. Luego de la esclava de la sangre, distinguió a la señorita Gabrielle Valois, caracterizada por el egocentrismo propio de su casta, pero también sumamente encantadora; lo demostraba moviéndose con gracia aún bajo ese apretado corsé contrayendo sus pulmones. El más singular de todos los invitados era sin duda Sigfrid Oakenshield, un licántropo condenado y extravagante por su apariencia y gusto por cocinar; probablemente calificaría del uno al diez cada plato y copa de la noche como el chef que era. Podía ser que él llamara la atención, pero de quien sin duda se hablaría al día siguiente sería Galatea Giacometto, una soltera eterna de gran fortuna acompañada por una mujer que nadie conocía y con razón; se trataba de una prostituta, una rubia del bajo mundo llamada Terpsichore, que si bien no era tan costosa ni solicitada como la amante del Rey de Escocia, Psyche, su nivel había alcanzado la simpatía suficiente de su treintañera compañera para que la invitara al gran evento.
Al que no le había costado nada monetariamente hablando llegar hasta San Petersburgo, era a Rikkert Vranken Moos, un vampiro Belga experto en el comercio de telas y joyas, aunque más de la mitad del salón había oído rumores acerca de la ilicitud de sus negocios. Era un sujeto reprochable, desde luego, pero no tanto como la vanidad de quien le siguió detrás, Fiona Di Centa, una pelirroja inmortal de paso intencionalmente lento y poco decoroso, posiblemente para atraer la atención de un humano poco precavido o de alguien de su especie. Fuera como fuera, planeaba sacarle el máximo provecho a su estadía en un lugar plagado de licántropos, humanos y cambiaformas. Se veía tan decidida como Aldebarán Ballester, Conde de España, tan mujeriego y orgulloso que los pliegues de su abrigo no aguantaban su altivo paso, dando giros bruscos en el aire. Supo Valentino que tendría que poner guardias extras para evitar que los amantes que pudieran encontrarse se internaran en una de las miles de habitaciones del palacio, sobre todo teniendo a Lothaire Daciano y a Arkana como invitados, quienes además de ser vampiros, eran el Duque y la Condesa respectivamente del Sacro Imperio Romano Germánico. ¿Morganismo venidero? Con inmortales jamás se sabía; tenían toda una no-vida para hacer lo que quisieran.
El monarca estaba por cerrar la cortina nuevamente para darle la bienvenida a todas las ilustres figuras que habían acudido cuando vio apresurada llegar a una dupla muy singular: Adrik Ivanović, un caballero adinerado con todas sus letras y la Duquesa de Escocia, Danna Dianceht. Si el olfato del Zar no lo engañaba, se trataba de un vampiro y de una licántropa. Sin duda eran curiosos de ver caminando mano con mano, pero a pesar de lo entretenida que debía ser su historia, Valentino no tenía tiempo de imaginar la razón de su cercanía, puesto que tenía un baile al que acudir, uno muy pesado. El destino querría otra cosa antes de que el mandatario se dirigiera a la audiencia.
Allí, a lo lejos, caminando de nube en nube y admirando el acabado de las murallas, el cancerbero vio a la imprudente sonriéndole despreocupadamente a la vida que pasaba danzando frente a sus ojos. Aquella mujer que lo había hecho encolerizarse y enternecerse a la vez había acudido a la boca del lobo sobrepasando todo pronóstico, probando nuevamente que poseía una temeridad que pocos superaban. Maravillosamente vestida había acudido, y por alguna razón sin identificar, el Zar, al confirmar con sus propios ojos la asistencia de Nathaly al baile, se había ocultado más entre las capas de las cortinas y tras su propio antifaz. La contemplaba sin notar que lo estaba haciendo, y fue entonces que con la misma seguridad que tenía sobre que un licántropo como él no tenía salvación, supo que su coraza jamás lo protegería de quedar hipnotizado por ella. Hacía siempre que el comportamiento rebelde de la muchacha era el suspiro de la dama callada que esperaban que fuera, pero Valentino se quedaba pendiente de esta Nathaly irreverente y arriesgada, camuflada tras un alto status y labios delicadamente maquillados. El italiano seguiría en el trono de Rusia, ella se devolvería a su país y su vestido de gala sería reemplazado por uno de diario. No importaba. Dentro de Valentino seguirían generándose confusas sensaciones ante la sola visión de su rostro, de sus movimientos, de su presencia.
—Alteza, todo listo —sobresaltó al rey la voz de un sirviente, forzando a Valentino a volver a la realidad. Era cierto, tenía responsabilidades.
—Es cierto, ya… ya podéis dar el anuncio. —ordenó Valentino a tiempo que intentaba ordenar su propia cabeza. Necesitaba hacerlo por el bien de su nación.
Tal como Valentino lo había ordenado, un elegante mayordomo ruso fue al encuentro de las escaleras, listo para llamar la atención de las importantes figuras invitadas y así darle la entrada al soberano que tras las cortinas se mentalizaba arduamente para ser un buen anfitrión. Poco tiempo tuvo para revisar que sus ropas estuvieran en orden y que su garganta se encontrara en buenas condiciones para hablar en público; se escuchó al servidor pronunciar su nombre más temprano de lo estimado.
—Damas y caballeros. Agradeciendo solemnemente desde ya contar con vuestra presencia, ante ustedes su Alteza real, el Zar de Rusia —y los aplausos opacaron la música.
Era el momento de salir a escena, pero todavía había tiempo para cerrar los ojos unos segundos y pensar…
—Padre, sé que me ayudarás en esta. —añoró el hombre a su progenitor, a aquel que partió antes de verlo nacer.
Las cortinas se abrieron, las palmas insistieron, las luces brillaron y un Zar bajó pausadamente por las escaleras luciendo orgullosamente el atuendo que lo distinguía como responsable de toda la nación Rusa. Los nervios desaparecieron casi como si se hubiese tratado de un instinto apartarlos; demostrarlos hubiera significado un tropiezo mayor que el de caer por las escaleras, cualquier hombre sensato lo sabía. Así que sonrió muy sutilmente, como era protocolarmente debido. Tenía que dar el mensaje adecuado a todos los que habían asistido, que podían ser muy diferentes a él, pero al fin y al cabo estaban unidos por un interés común. No habría nadie quien saliera del baile sin ver sus círculos alterados ya fuera de manera positiva o negativa.
Alzó su mano el Rey ante las figuras, induciéndolas a guardar silencio unos instantes.
—Es un gran agrado y un honor contar con la presencia de cada uno de vosotros en mi palacio para celebrar el inicio de la temporada de Vals. Señoras, señores, señoritas… —asintió saludando antes de tomar una copa de champaña entre dos de sus dedos. Muy satisfecho vio que los sirvientes se habían encargado de que cada invitado tuviera copa en mano— ...espero que sepáis que el Palacio de Invierno hacía tiempo aguardaba albergar eventos como este. Y si bien no he tenido el placer de charlar con cada uno de vosotros, todos son mis invitados. Maestro —se dirigió al director de la orquesta— Entonad una melodía digna de esta reunión que venga como el preludio antes de la primera pieza. —miró nuevamente a la audiencia— Ahora, señores, os invito a beber y a disfrutar. Con el poder que mi título me confiere, doy inicio al Baile de los Hielos Nacientes.
Tras un estruendoso aplauso, las gargantas de los presentes fueron recorridas por la champaña recientemente servida, aunque para muchos, el licor más placentero para probar esa noche sería el de la grandeza.
- La música:
***
OFF: Damos inicio a la subetapa de la Bienvenida (7 de Septiembre al 14 de Septiembre). Desde este momento los que lleguen al palacio se considerarán como atrasados. Los que no lleguen nunca, se entenderá que nunca asistieron. Aquí el Zar saldrá a recibir a sus invitados para darles la cordial bienvenida y así se desenvuelvan con menor timidez. Es el momento de los invitados para interactuar con otras personas dentro del mismo lugar que no estaban en sus planes, de reencontrarse con ese primer amor, de fingir no sentir rencor por nadie para mantener viva la altivez de la posición social y para los más afortunados, de realizar aquello que no habían tenido el valor de hacer por esperar “el momento”. Buen momento para reunirse de las parejas de baile.
Palacio de Invierno | Apertura | Noche
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.
[…]
Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.
Noche del amor insomne
Federico García Lorca
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.
[…]
Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.
Noche del amor insomne
Federico García Lorca
Era muy duro verle ahí y no poder lanzarse a sus brazos, rogar que volviera de nuevo a ella. Se contenía y usando una máscara de excepcional frialdad consiguió mantenerle la mirada y no titubear. Debía disimular, su corazón dependía de ello y también su alma, la que se moría una y mil veces por adentrarse en la sombra de aquellos penetrantes ojos del que él era dueño y señor. No iba a ser fácil, la calidez, ternura y el tono dulce de sus palabras como siempre hablaba y era costumbre en ella, estaban siendo transformados en un pozo oscuro, repleto de dolor y resentimiento, causando un agudo dolor en ella, como si cada palabra que dijera fuera un puñal en su propio cuerpo, en su propia alma.
Cerrando los puños ligeramente a ambos lados de su cuerpo, agradeciendo que el gran vestido le tapara la visión de los mismos le observó quedando por unos instantes cegada por su blanco traje, el cual no podía ir más acorde que con su vestido blanco y dorado. Ellos siempre harían una buena pareja, se recordó con dolor. En el baile del Lobo, que se había celebrado en tierras escocesas justo antes de su marcha precipitada, habían sido cómplices y disfrutado enormemente de los bailes, que solo hicieron que juntar a ambos en un mar de dicha y en miradas, que los asistentes calificaron de estúpidamente enamorados. Tras los bailes, desaparecieron de la vista pública y allí con sus sentimientos a flor de piel fue devorada por la insistencia y hambre de aquellos labios masculinos, los que la saborearon hasta hacerla padecer en una dulce agonía. Fue en ese momento, que de un segundo a otro todo cambió. Tras aquel infortunito, Adrik huyó tras asegurarse su recuperación. A los días siguientes la duquesa salió desgarrándose la voz llamándole, buscándole sin cesar. Durante tres días y sus tres noches, esperando encontrárselo escondido en algún remoto bosque, no cesó en su empeño, deseando, rogando a los dioses nórdicos de Escocia que apareciera. Pero aquella tormenta oscura se lo había llevado y a ella, le había arrebatado la luz de su propia esencia, convirtiéndola en una sombra de lo que fue, humedeciendo sus ojos y sombreando su mirada.
Estar sola, desde pequeña, había sido su cruel destino. No volvería a concebir en su vida algo más que no fuera el amor a Escocia y sus gentes, no quería volver a paliar con su marchito corazón...No obstante, bajo la mirada de Adrik aquella negativa era silenciada. La verdad era que quería amar y ser amada, hasta el último de sus días y vivir plenamente en la dicha. ¿Por que ella no podría? Y por más que un licántropo hubiera conseguido colarse debajo de su piel de cordero y descubrirla, hacerla enloquecer, arder en fiebres por él, aquello había sido un sueño. Ahora solo quería adentrarse en su realidad y esta no era nadie más que Adrik, su oscuro, la oscuridad que la resguardaría en las frías noches. Adrik...Adrik....solo él, siempre.
Por ello, en cuanto Adrik la tomó abrazándola contra él, Danna creyó estar en un sueño. Encontrando aquel hueco en la base del cuello de Adrik, recostó allí su cabeza, aspirando su olor, aquel olor que en pocos días había desaparecido de su vida y ahora volvía a ella, más fuerte que nunca, desmoronando sus defensas.
- Adrik -Susurró sin saber que decir. Quería ser fuerte, fría con él, mostrarle lo resentida que se encontraba, el dolor de su partida, pero su presencia la calmaba y ante aquello no sabía fingir, no más que una mala actriz.
Luego hablarian de Williams, no obstante ahora su mente se centraba en aquel vampiro. Únicamente en él.
“Tus manos me comprenden, me hablan, me tocan, me llevan...
no dejes de abrazarme cada segundo de este reencuentro.
Ya que aún no consigo deliberar si me encuentro en un sueño
o tu eres mi sueño.”
no dejes de abrazarme cada segundo de este reencuentro.
Ya que aún no consigo deliberar si me encuentro en un sueño
o tu eres mi sueño.”
No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Podría albergar esa ilusión más tiempo? O en cuanto ella le creyera, se descubriría despertándose en su cama topándose con que aquello solo lo había soñado. Aquellas manos, aquellos brazos que la cobijaban, protegiéndola, parecían tan reales...que resultaba difícil que su corazón no tartamudeara ante aquellas declaraciones como que el hielo que cubría su mirada, no fuera desapareciendo.
Por el rabillo del ojo fue consciente de cuando Adrik apartó la mirada de ella, de su vestido y abrazo donde la tenia encarcelada, para observar el exterior del carruaje por la ventanilla de cristal. Iba a hablar, cuando una última frase la hizo dudar definitivamente de todo aquello. “Os amo. Tan ardiente y fervorosamente, que apenas concibo la vida sin ti"
Si aquello era un sueño, era lo más cruel que en vida le había sucedido.
Alzó la mirada confundida por las acciones de él, coincidiendo con la ajena, la que la atrapó, como un león atrapa en sus fauces y garras a su preciada presa. Ella se veía como la débil presa, el ansiado festín y él representaba el indómito león, que la perseguía hasta obtenerla para sí.
No podía mentirse, no a sí misma. Le amaba tanto que dolía. Por él podría ir a los confines del infierno si él se lo pedía, seguirle por el mundo, dejar su cargo, posición... Olvidar todo lo que una vez fue y ser de nuevo junto a él. Todo o nada, así amaban los lobos, así amaba ella.
- Dime que no estoy en un sueño... - su voz por primera vez ante él, sonó mas débil, cálida, tierna. Era un ruego silencioso. Atrás había dejado la frialdad de sus palabras y su tono de condescendiente- Y si es un sueño déjame vivir, morir en él. Porque yo también te.... - Y como si el destino no quisiera que terminase lo que iba a confesar, los caballos pararon. Habían llegado al palacio.
Mordiéndose el labio, se quedó callada, cayendo en el error que iba a cometer si se descubría antes de hora. La última vez que ella había intentado entregarle su corazón por completo, él había huido. ¿Quien le decía que no sucedería lo mismo? Por más que sus palabras la hubieran ablandado, no podía caer tan fácilmente. Volviendo a su frialdad, quizás ahora más moderada por lo sucedido y sus palabras. Aceptó el brazo de Adrik al bajar y se encaminaron hacia el castillo.
Llegada al castillo de Invierno, Rusia. Las 19:56 h de la noche.
(Faltan apenas unos minutos para la presentación del Zar de Rusia...)
Notando la mirada de él en ella, intentó no hacerle caso y observar la majestuosidad del castillo, esbozando una sonrisa al verlo en su plenitud, como solo un castillo se presentaba cuando en él se celebraban bailes de suma importancia, como aquel. Girando la mirada observó a Adrik, caminaba con la seguridad de un rey, ella tenía gracia en su caminar, se podría decir que danzaba con lentitud, pero él exudaba fuerza y poder por cada uno de los poros de su piel. Era indiferente la ropa que llevase, ni aún con el color mas chillón o alegre, él no perdería jamás aquella forma de andar. Se irguió rígida en cuanto Adrik la descubrió mirándole y ella se volvió fría mirando hacia adelante. Antes de hacer nada debía de conocer las intenciones de él, no iba a jugarse el corazón de nuevo a una partida que dependía de él otra vez.
“Queriendo ser fría, me derrito en tu sonrisa.
..en solo rozar tu piel.”
..en solo rozar tu piel.”
Adentrándose al castillo, los decorados, las luces... todo mantuvo su atención. Completamente sorprendida por la belleza del lugar no fue apenas consciente de cuando los presentaron y menos todavía cuando tras el ofrecimiento de Adrik de bajar a saludar amistades - a lo que ella con solemnidad asintió, deseosa de descubrir que conocidos vería en la fiesta,- tropezara y cayera en brazos del vampiro, quien la bajó por las escaleras con total gracia con una leve sonrisa delatadora.
- Tu provocaste esto...¿Porqué? – preguntó mirándole aún en sus brazos. Mucha gente les miraba y ella prefería no hacer caso alguno o se avergonzaría todavía más, de lo que ya se encontraba ante aquella situación.
Observando con desaire la risa suave de Adrik ante aquello, hizo un mohín molesto con sus labios y en sus ojos brilló una nube de indignación. ¡Soy una duquesa, no una niña!, pensó tentada a decírselo al descarado vampiro. Aún qué pensándolo bien, con aquello solo conseguiría que él sonriera mas, mofándose de ella, por lo que decidió mantenerse callada, mirándole con suma molestia. Al bajarla finalmente y mostrarse inocente ante ella, le miró fijamente al desvergonzado vampiro, alzando una ceja escéptica, soltando una suave risa ante sus palabras.
- ¿Celoso, querido? – Preguntó divertida esbozando una sonrisa provocadora – Y por cierto. No te hagas el inocente, no es tu estilo - replicó mordazmente conteniendo una risa ante aquella mirada en donde era imposible concederle la inocencia de todo aquello.
Tras su entrada “triunfal” ahora solo quedaba esperar los comentarios y rumores que se levantarían entre ellos, en cuanto se descubriese la identidad de Danna y la de él. Una escocesa y un ruso, juntos. Suspiró y tomó el brazo de Adrik de nuevo. - ¿Vamos? – Le preguntó tomando la iniciativa, tomando el primer paso, sonriéndole cortésmente con dulzura, metida ya en su papel de duquesa. No podía engañar a Adrik y de seguro se daría cuenta que aquella dulzura con la que lo había mirado unos segundos y sonreído, por más que intentara esconderse en su papel de la nobleza, le había salido de dentro y dedicada completamente a él.
Refunfuñando por lo bajo, ante su ineptitud para resguardarse los sentimientos, aceptó una de las copas que los criados iban sirviendo a todos los invitados y tras que Adrik agarrara la suya también, alzó la mirada, al escucharse al fin la voz de uno de los mayordomos reales, anunciando al Zar de Rusia.
La presentación del Zar de Rusia. Las 20:01 h de la noche.
(Unos pocos minutos tras su entrada en el baile...)
– Llegamos a tiempo - Le comentó a Adrik con una sonrisa y aplaudiendo con cuidado con la copa que reposaba en una de su mano, siguiendo a los demás en aquella música que creaban las palmas al chocar entre sí. Miró a Adrik sonriendo de nuevo antes de volver la mirada hacia de donde saldría el Zar de Rusia. Tenía toda la noche para hablar con Adrik y aclarar las cosas, por que quedaba mucho de qué hablar y era poco lo hablado hasta ahora. No obstante ahora disfrutaría de su compañía en la fiesta y resguardaría el buen recuerdo de ella, por si sucedía algo inesperado, que lo alejara de nuevo de ella.
Con la vista puesta en la esperada salida del Zar, al verlo como todos los asistentes al baile se quedó sorprendida por el atuendo que llevaba y aún más al sentir que se encontraba ante un licántropo como ella. Con aquel porte y presencia, nadie diría que hacía poco había sido ascendido a rey, se le notaba el temple de uno de ellos, como si hubiera nacido para serlo, como si aquel hubiese sido su destino preedestinado. Y el atuendo que llevaba, completamente ruso, no podía más que atraer las miradas, ya que aquella pieza se aclamaba única.
Sonriendo como la multitud, a su señal guardaron silencio y le escucharon atentamente. La voz clara del Zar se escuchó a la perfección llegando a todos los lugares de aquel salón, incluso al otro extremo, donde Adrik y Danna permanecían todavía, quedando apenas abajo de la escalera de la entrada, donde no habían avanzado más que unos pasos.
En cuanto terminara sus palabras y bajara a rodearse de los invitados, Danna tenía pensado presentarle sus respetos y suerte en su reinado, quizás lo haría después del baile o antes, ya que al escuchar lo del primer baile, nada se le antojaba más que bailarlo con Adrik, si él quería. Quería volver a danzar con él, piel con piel de nuevo tras aquel ultimo baile tan mágico en el que abrieron los bailes, siendo la primera pareja de aquella noche. Nada deseaba más que aquello.
Alzando la copa hacia el Zar, todos los invitados brindaron junto a él, bebiendo de la copa, probando el exquisito champán que se sirvió para la ocasión. Ella dedicó una leve reverencia de reconocimiento en cuanto notó la mirada del Rey en ella. Tras que la mirada del Zar se dirigiera hacia otros rostros, y Danna recorriera también la mirada en los asistentes, reconociendo a Desari , Sigrid y a Lothaire entre otros así como al conde Español al que hacía mucho tiempo ya no tenía noticias de sus andanzas, se volvió hacia Adrik alzando la copa de nuevo pero esta vez convirtiendo aquel gesto en algo privado entre ellos, mas intimo.
- Por volver a bailar junto a ti... - Dijo sin contenerse de la emoción que le hacía de nuevo bailar con él, tenerlo junto a ella.
Con una nerviosa sonrisa esperó su contestación con la copa alzada a él, mirándole fijamente con su verde mirada sin titubear, mientras de nuevo su olor la hipnotizaba. Hasta que solo era consciente de él... De su olor, su mirada, su picara sonrisa, su oscura presencia y de cómo ambos se complementaban entre sí, comiéndose con la mirada y las palabras silenciadas.
Los que anteriormente habían vislumbrado el tierno momento en que el fuerte vampiro tomó en sus brazos a la esbelta licántropa evitando que esta cayera por las escaleras, tacharían aquella escena de “locamente enamorados. El uno para el otro.” Por que indudablemente por más que Danna se negara a ello, era la verdad en su esencia más pura. Desde el primer momento de conocerlo, siempre supo que él tenía su vida y su muerte en sus manos, lo que nunca hubiera esperado era que la muerte que le daría podría ser la de negarla, abandonarla y devolverle la vida, con profesar su amor por ella, aquel irracional y loco amor que tanto a ella como a él, no les dejaba dormir, ni respirar...si no se encontraban el uno junto al otro.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Se encontraba la pelirroja paseando tranquilamente por entre el gentío, sonriendo y coqueteando, cuando un movimiento de la cortina que separaba la planta inferior de la superior, justo en la escalera, llamó su atención. Se detuvo y miró hacia el lugar por algunos segundos sin éxito. Al parecer quien quiera que fuese que estuviera espiando a la multitud desde la elevada posición ya se había retirado. Un criado impecablemente ataviado le ofreció una copa de champaña por lo que ella abandonó, en la misma bandeja que le era ofrecía, la copa de licor antes tomada. La mirada furtiva del criado le indicó que no se encontraba para nada satisfecho pero eso a ella no podía importarle menos. Entonces un emperifollado mayordomo hizo su aparición tras las cortinas que ella había visto moverse. Una pocas palabras, bien pronunciadas y justas para anunciar a su amo. Los aplausos llenaron el espacio y ella, obediente y hasta cierto punto gustosa, les imitó.
El Zar de Rusia apareció, bajando lentamente las escaleras con aire regio y altivo. Para cuando el Rey alzó sus manos solicitando silencio Fiona ya había relajado sus aplausos y se contentaba con mover circularmente la copa entre su mano, ocasionando que el líquido claro y burbujeante en su interior se moviera peligrosamente hacia las orillas, pero sin que una sola gota fuese derramada. Una mujer junto a ella se percató del peligroso movimiento y dando un empujón suave pero firme a su pareja, se alejó lo más que pudo para evitar que aquella imprudente joven salpicara su precioso vestido. Fiona sonrió. Eso no ocurriría de ninguna manera pero resultó sumamente divertido para ella ver la cara de angustia de la mujer.
La voz del joven Zar sonaba firme y decidida y los asistentes no titubearon en vitorearlo una vez más tras el corto pero elocuente discurso. La pelirroja aplaudió, elevó su copa en señal de reconocimiento pero se guardó de beber. No apreciaba el brebaje que tenia entre las manos y nada en este planeta le obligaría a llevarlo a sus labios. La orquesta inició una suave melodía y los presentes retornaron a sus charlas y risas. Algunos pocos se apresuraban por acercarse al Zar en busca de poder entablar alguna corta charla que les confiriera algún tipo de recompensa. Por su parte, la vampiresa reanudó su lenta caminata por el lugar.
– Magnificas palabras ¿no le parece? – una amplia sonrisa siguió a las palabras. Se trataba de un joven poco apuesto pero, a juzgar por sus ropajes, de muy alta posición. Sus pensamientos, sin embargo, no eran para nada “elevados”. Fiona le sonrió. Podría tratarse del titerillo perfecto para hacer su noche interesante, pero antes de que el hombre le hablara había vislumbrado una figura solitaria que le llamó poderosamente la atención. – Oh, Monsieur. Nunca había escuchado a nadie tan firme y amable al mismo tiempo ¿eh de suponer que se encuentra usted solo? – le respondió acentuando el acento francés adquirido. Sondeando un poco las mentes de quienes se le cruzaban había descubierto que las francesas gozaban de una reputación bastante deseable lo cual podía resultar altamente provechoso. – Si lo estoy, y de hecho me estaba preguntado exactamente lo mismo sobre usted – la imagen de una joven de cabellos rubios apareció por un momento en la mente del joven. Fiona rió suavemente – Lo siento, pero creo que Anna no opina lo mismo. Oh, mírala, ahí viene, justo cuando empezábamos a entendernos – la pelirroja alzó su mano haciendo señas a la rubia que se aproximaba con una expresión de sorpresa en el rostro. Luego tomó al hombre por las solapas y le plantó un beso en los labios. No se detuvo a mirar lo que había ocasionado pero los susurros enojados llegaron a sus oídos con toda claridad. Nadie se atrevería a ocasionar un alboroto bajo las narices del Zar, lo cual resultaba ser una verdadera lástima.
Continuó su camino hasta detenerse frente a la inmortal que le había atraído. Era preciosa, por supuesto, y mucho, mucho mayor que ella. No estaba segura de la razón por la cual la había escogido teniendo ante sí una gran variedad de razas, tal vez solo se tratara de su impecable vestido o su cristalina y azul mirada, el todo es que ahora estaba junto a aquella ancestral inmortal con la sonrisa maliciosa que le caracterizaba en el rostro y la copa de champaña sin tocar entre sus dedos.
– Una entrada digna de un gran Zar, y pudo camuflar a la perfección el miedo que supongo le invadía – se escuchó decir en tono burlón. Y no es que criticara al Rey, en realidad no había escuchado que él hubiese presidido un baile de tamaña magnitud, por lo tanto era de suponer que los nervios de hacerlo correctamente le hubiesen atenazado, después de todo era su imagen la que estaba en juego. Pero así era como empezaba por lo regular. El incontrolable movimiento de su lengua, el cual casi siempre se apresuraba a ganarle la carrera a su instinto de supervivencia, tomando la ventaja y haciéndola pasar del anonimato a la simpatía o al rencor, pocas veces encontraba contrapartes que pudiesen tolerarla como un punto intermedio. Una pregunta surgió instantáneamente ¿Qué tanto nivel de tolerancia tendría aquella inmortal? Negó con la cabeza como reprochándose a sí misma. No había intentado entablar una conversación y ya estaba pensando en probar la paciencia de un ser que muy seguramente podría acabar con su corta existencia sin siquiera desarreglar su impecable peinado. Suspiró antes de lanzarle una mirada divertida – Soy Fiona Di Centa – se presentó parcamente prometiéndose que al menos haría un esfuerzo por intentar acercarse a la desconocida antes de hacerle desear arrancar su hermosa y pelirroja cabellara con cráneo y todo.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
*Despues de ver a todos los asistentes al baile reconocio a varios, uno de ellos al señor Sigfrid a quien le dedico una sonrisa y este le dedico una inclinación de cabeza, a su amiga inseparable de fiestas Danna duquesa de Escocia a quien prentendia saludar de beso pero solo le dedico una discreta reverencia al ver que estaba con alguien, un hombre a quien nunca había visto antes. Iba en camino a saludar y felicitar al Zar pero mucha gente y jóvenes mas o menos de su aparente edad estaban rodeándolo, no lo iba a interrumpir para simplemente saludarle mas si le dedico una sonrisa sincera a la hora de que este apareció en el salón. A lo lejos percibio el olor a muerte añeja de muchos presentes, había un buen de vampiros mas no le causaban molestia alguna mientras no se metieran con ella. Sonrio al ver a Terpsicore hecha una princesa por una noche, venia acompañada de una mujer que no conocía, a ella le sonrio alegremente y le hizo una reverencia para hacerla sentir como una princesa. A los demás invitados no les presto mucha atención ya que sus ojos purpura estaban centrados en un punto ciego, pasaba por muchos rostros con mascaras la mayoría y por muchos seres sobrenaturales, su piel tan blanca como la nieve asl igual que su cabello resaltaban el color tan obscuro de sus accesorios como el de su vestido que a esepcion de Terpsicore ella era al única que estaba vestida de las mujeres en colores mas sombríos como el negro y el gris obscuro ya que todas habían optado por colores como el blanco o el beige, el rosa pastel y palido y toda esa paleta que para ella era como andar de diario, pues le ayudaban esos colores a camuflajearse en el entorno del invierno, pero no en una noche tan importante como esa, no llevaría colores en los que se perdiera fácilmente con las paredes y tapices del palacio, por unos instantes se imagino a si misma en la misma escena y concluyo que parecería una estatua del neoclasisismo mas que una invitada. *
*El Haber recordado la posición social de Danna le había hecho recordar al Duque, lo cual hizo que se diriguiera a uno de los balcones para tomar aire, llegando ahí apoyo sus manos en el barandal de piedra para admirar los hermosos jardines que estaban decorados con figuras de hielo, una pareja bailando, una niña en un columpio y muchas otras, suspiro mientras los dolorosos recuerdos llegaban a su cabeza, desde como lo había conociodo hasta el dia en que se alejo de el, El dia en que tuvo que recoger sus cosas, la pelea que había tenido con Kenner que era como su padre. El sentimiento de tristeza al perder a todos los que amaba por diferentes razones, la perdida de LEON y el como ella había matado a todos esos niños que la molestaban por ser diferente, lo que decía la gente a su espaldas, le decían de todas formas, pero la que mas le dolia era la de “fenómeno”, mas siempre las ignoraba, en su nuevo amigo el cazador,etc. Sin darse cuenta de nada perdida en sus pensamientos suspiro y se quedo observando aquel jardín con estatuas de hielo. No podía evitar pensar en su horrendo pasado en el país y el que estaba teniendo en parís tampoco era muy diferente. Suspiro cansinamente sin percatarse del tiempo.*
Alexi Wolfkang- Cambiante Clase Media
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Tal como pensé, la concurrencia comenzó a hacer alarde de su “sociabilidad” y no pude más que esbozar una ligera sonrisa ¡Cuánta hipocresía reunida! Todos estábamos ahí por morbo más que por la reunión en sí. Cada uno tratando de ser el centro de atención: De ser el más galante, la más hermosa, el simpático y el ladrón… Me incluyo en éste último grupo porque mis ojos no han podido despegar la vista de los cuellos de las féminas por dos razones fundamentales: Sangre y Joyas... De cualquier modo yo tengo claro y definido un doble motivo ésta noche: Negocios y Ella. El estuche aterciopelado que yace escondido en la bolsa de mi traje, sigue esperando a su futura dueña.
Si bien no soy el único vampiro invitado, parece que mis congéneres han decidido ser un poco más “humanos” ésta noche. Por el contrario - como ya he dicho - vine a hacer negocios y en dado caso de que mis planes no prosperen como tengo contemplado, pondré en marcha mi plan B: Glamour vampírico en toda la extensión de la palabra. ¿Para qué? Fácil y sencillo: Piedras preciosas, diamantes, zafiros… Todos y cada una de las joyas en mi bolsillos, entregadas por “voluntad propia” Soy un hombre de negocios que no acepta un no como respuesta. Siempre he de salirme con la mía a cualquier coste, aún sea bajo alguna jugarreta sucia.
Sonriendo ante mis planes maquiavélicos, tomo la segunda copa de la noche. ¡Cuánto daría por deleitarme con el sabor de la uva fermentada! Uno de los pocos placeres que extraño en mi actual condición. Fingiendo una vez más, la apuro de un solo trago mientras el anuncio tan esperado no se hizo esperar. El Zar hizo acto de presencia para agradecer la asistencia de la concurrencia, enfundado en un magnífico atuendo, digno de su casta y clase: Altivo, arrogante, pero muy en su papel. Por breves segundos el salón guardó silencio para escuchar con atención las palabras del anfitrión; aunque para un ser de la noche como yo, los sonidos siempre se mantuvieron latentes, nunca dejaron de escucharse. Decenas de corazones latiendo al unísono, pensamientos, e ideas yendo y viniendo… A veces maldigo con todas mis fuerzas éste don otorgado a la fuerza, pues nunca tendré paz en mi mente. De cualquier modo- para bien o para mal – tiene sus ventajas. Si he de vivir toda una eternidad con ésta maldición, sacaré el mayor beneficio posible.
–Salud – dije alzando mi copa de champaña que amablemente me entregó una señorita de no más allá de catorce años. Muy apetitosa, llena de vida, pero que no está catalogada dentro de mis placeres y manjares habituales. Finjo beber por tercera ocasión, sin embargo ésta vez conservo la copa incólume.
Una vez el Zar terminó su breve pero sustancioso discurso, la música de vals renació, haciendo eco en las paredes. Poco a poco las parejas fueron alegrando el salón haciendo alarde de gracia – las mujeres – y caballerosidad – por parte de los hombres. Risas y suspiros por doquier. Aquella noche sin duda sería inolvidable, llena de anécdotas interesantes. La bebida fluía como un río con fuerte caudal, sin duda alguna más de uno terminaría beodo haciendo el papelón. Nada a lo que no estuviera acostumbrado, ésta clase de fiestas se prestan para eso y más. No sería nada extraño encontrar parejitas entregándose a los placeres carnales en algunas de las muchas habitaciones del palacio, detrás de las cortinas e inclusive en los jardines con espacios menos iluminados. Ser parte de la realeza y de la alta sociedad no te exime de ser un simple humano con necesidades humanas. Mi placer por el contrario, es la sangre y todo aquello que deslumbre mi vista, como la belleza que mis ojos están contemplando en éste momento. Una belleza extraña de ojos púrpura, pero no menos atractiva. Si mi mente vampírica no me engaña, su nombre es Sigrid Wolfkang, rusa. Edad: Desconocida. Status: ¿? Qué importa. Joyas: Muchas. Su cuello me va pareciendo de lo más excitante e interesante, debo conocerla inmediatamente (Al parecer nadie le acompaña) antes que otro caballero tome la iniciativa y me niegue el placer de su encantadora y melancólica sonrisa.
Con mucho sigilo, voy abriéndome paso entre los danzantes, siguiéndole los pasos muy de cerca. Para mi fortuna ha ido a refugiarse en uno de los jardines traseros, mismos que están bellamente decorados con figurillas de hielo en diferentes formas y tamaños. Hay poca concurrencia en éste apartado del palacio porque el frío arremete con fuerza en el exterior, por lo que mi mente experta comienza a funcionar. La joven dama debe ser algo más allá de una simple humana, mi instinto me lo dice, sin embargo no es algo que represente dificultades siempre y cuando me maneje con precaución y galantería.
– Buenas noches my lady – digo con cortesía haciendo una reverencia sutil a manera de salutación - Me presento ante usted: Rikkert Vranken Moos. ¿Me permite besar su mano y hacerle compañía por unos minutos? -. El gesto lleva doble intención: Besar su mano como lo dictan los cánones de etiqueta, y observar con mayor claridad y detenimiento, aquellos hermosos anillos que visten sus manos.
Si bien no soy el único vampiro invitado, parece que mis congéneres han decidido ser un poco más “humanos” ésta noche. Por el contrario - como ya he dicho - vine a hacer negocios y en dado caso de que mis planes no prosperen como tengo contemplado, pondré en marcha mi plan B: Glamour vampírico en toda la extensión de la palabra. ¿Para qué? Fácil y sencillo: Piedras preciosas, diamantes, zafiros… Todos y cada una de las joyas en mi bolsillos, entregadas por “voluntad propia” Soy un hombre de negocios que no acepta un no como respuesta. Siempre he de salirme con la mía a cualquier coste, aún sea bajo alguna jugarreta sucia.
Sonriendo ante mis planes maquiavélicos, tomo la segunda copa de la noche. ¡Cuánto daría por deleitarme con el sabor de la uva fermentada! Uno de los pocos placeres que extraño en mi actual condición. Fingiendo una vez más, la apuro de un solo trago mientras el anuncio tan esperado no se hizo esperar. El Zar hizo acto de presencia para agradecer la asistencia de la concurrencia, enfundado en un magnífico atuendo, digno de su casta y clase: Altivo, arrogante, pero muy en su papel. Por breves segundos el salón guardó silencio para escuchar con atención las palabras del anfitrión; aunque para un ser de la noche como yo, los sonidos siempre se mantuvieron latentes, nunca dejaron de escucharse. Decenas de corazones latiendo al unísono, pensamientos, e ideas yendo y viniendo… A veces maldigo con todas mis fuerzas éste don otorgado a la fuerza, pues nunca tendré paz en mi mente. De cualquier modo- para bien o para mal – tiene sus ventajas. Si he de vivir toda una eternidad con ésta maldición, sacaré el mayor beneficio posible.
–Salud – dije alzando mi copa de champaña que amablemente me entregó una señorita de no más allá de catorce años. Muy apetitosa, llena de vida, pero que no está catalogada dentro de mis placeres y manjares habituales. Finjo beber por tercera ocasión, sin embargo ésta vez conservo la copa incólume.
Una vez el Zar terminó su breve pero sustancioso discurso, la música de vals renació, haciendo eco en las paredes. Poco a poco las parejas fueron alegrando el salón haciendo alarde de gracia – las mujeres – y caballerosidad – por parte de los hombres. Risas y suspiros por doquier. Aquella noche sin duda sería inolvidable, llena de anécdotas interesantes. La bebida fluía como un río con fuerte caudal, sin duda alguna más de uno terminaría beodo haciendo el papelón. Nada a lo que no estuviera acostumbrado, ésta clase de fiestas se prestan para eso y más. No sería nada extraño encontrar parejitas entregándose a los placeres carnales en algunas de las muchas habitaciones del palacio, detrás de las cortinas e inclusive en los jardines con espacios menos iluminados. Ser parte de la realeza y de la alta sociedad no te exime de ser un simple humano con necesidades humanas. Mi placer por el contrario, es la sangre y todo aquello que deslumbre mi vista, como la belleza que mis ojos están contemplando en éste momento. Una belleza extraña de ojos púrpura, pero no menos atractiva. Si mi mente vampírica no me engaña, su nombre es Sigrid Wolfkang, rusa. Edad: Desconocida. Status: ¿? Qué importa. Joyas: Muchas. Su cuello me va pareciendo de lo más excitante e interesante, debo conocerla inmediatamente (Al parecer nadie le acompaña) antes que otro caballero tome la iniciativa y me niegue el placer de su encantadora y melancólica sonrisa.
Con mucho sigilo, voy abriéndome paso entre los danzantes, siguiéndole los pasos muy de cerca. Para mi fortuna ha ido a refugiarse en uno de los jardines traseros, mismos que están bellamente decorados con figurillas de hielo en diferentes formas y tamaños. Hay poca concurrencia en éste apartado del palacio porque el frío arremete con fuerza en el exterior, por lo que mi mente experta comienza a funcionar. La joven dama debe ser algo más allá de una simple humana, mi instinto me lo dice, sin embargo no es algo que represente dificultades siempre y cuando me maneje con precaución y galantería.
– Buenas noches my lady – digo con cortesía haciendo una reverencia sutil a manera de salutación - Me presento ante usted: Rikkert Vranken Moos. ¿Me permite besar su mano y hacerle compañía por unos minutos? -. El gesto lleva doble intención: Besar su mano como lo dictan los cánones de etiqueta, y observar con mayor claridad y detenimiento, aquellos hermosos anillos que visten sus manos.
Benneth Mozes-Kor- Inquisidor Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Clarice paseó por los pasillos siguiendo la corriente de invitados hasta una enorme y magnifica sala, allí algunos sirvientes comenzaron a repartir copas con champan, personalmente siempre había preferido el vino pero no le desagradan el resto de licores.
Cuando todos tuvieron una copa en las manos unas cortinas al final de la sala se abrieron y el joven zar apareció provocando que todos los presentes aplaudieran a su anfitrión. Tras unas cuantas palabras de cortesía agradeciendo la presencia de los invitados y deseando una buena velada todos volvieron a aplaudir y una suave música comenzó a sonar; Clarice se recordó a si misma que debería ir más tarde a saludar a su alteza y agradecerle la invitación. ¿Cuánto tiempo hacia que no acudía a un baile de aquella envergadura? Demasiado, recordó con añoranza los festejos por los esponsales de María Antonieta y Luis XVI (un noble del que ya no recordaba el nombre la había invitado a asistir con él a Versalles creyendo que con aquel gesto se ganaría su favor), las fiestas organizadas por Enrique VIII en sus primeros años de reinado (sonrió recordándolo, Enrique había sido un joven muy apuesto) y las bacanales romanas (toda una liberación tras haber sido una sacerdotisa vestal); sacudió la cabeza levemente para deshacerse de aquellos recuerdos, si comenzaba a hurgar en su memoria acabaría aguándose la noche.
Se preguntó si su anfitrión llegaría a pasar a la historia o su nombre no tendría más importancia del de ser otro rey entre tantos, solo el futuro lo diría y solo dependería de él mismo.
Mientras las presentaciones y charlas comenzaban Clarice se percató de como una vampira besaba descaradamente a un joven en medio de la sala para conmoción de los asistentes más mojigatos, ella al contrario sonrió divertida y poso su atención en el resto de la sala mientras tomaba un sorbo de su copa.
Habían invitado a todo tipo criaturas incluyendo a inquisidores, Clarice revisó con la mirada posibles salidas por si acaso la situación se enturbiase demasiado.
Tras apenas unos instantes la mujer en la que había reparado antes se le acercó, era joven tanto en edad como en apariencia, poseía una melena pelirroja y una sonrisa picara ; "es hermosa" sentenció interiormente.
– Una entrada digna de un gran Zar, por poco puede camuflar a la perfección el miedo que le invadía –dijo en francés y con tono burlón -Soy Fiona Di Centa
Clarice le ofreció una sonrisa cortes.
-Clarice Briand, encantada- respondió y luego miró al licántropo ruso - aun es joven pero a demostrado tener talante, aunque no puedo evitar preguntarme si eran nervios ocasionales o si aun se esconden algunos en su interior
Su mirada volvió a la vampira pelirroja, esa respuesta había sonado un poco a reto pero la noche apenas a comenzado ya habria tiempo para divertirse más adelante.
- ¿Decidme de donde venís? Por vuestro apellido diría que de Italia pero en nuestra especie nunca se sabe -pregunto cortésmente pero con curiosidad, tal vez había encontrado en aquella vampira una buena conversación incluso una compañera con la que divertirse.
Cuando todos tuvieron una copa en las manos unas cortinas al final de la sala se abrieron y el joven zar apareció provocando que todos los presentes aplaudieran a su anfitrión. Tras unas cuantas palabras de cortesía agradeciendo la presencia de los invitados y deseando una buena velada todos volvieron a aplaudir y una suave música comenzó a sonar; Clarice se recordó a si misma que debería ir más tarde a saludar a su alteza y agradecerle la invitación. ¿Cuánto tiempo hacia que no acudía a un baile de aquella envergadura? Demasiado, recordó con añoranza los festejos por los esponsales de María Antonieta y Luis XVI (un noble del que ya no recordaba el nombre la había invitado a asistir con él a Versalles creyendo que con aquel gesto se ganaría su favor), las fiestas organizadas por Enrique VIII en sus primeros años de reinado (sonrió recordándolo, Enrique había sido un joven muy apuesto) y las bacanales romanas (toda una liberación tras haber sido una sacerdotisa vestal); sacudió la cabeza levemente para deshacerse de aquellos recuerdos, si comenzaba a hurgar en su memoria acabaría aguándose la noche.
Se preguntó si su anfitrión llegaría a pasar a la historia o su nombre no tendría más importancia del de ser otro rey entre tantos, solo el futuro lo diría y solo dependería de él mismo.
Mientras las presentaciones y charlas comenzaban Clarice se percató de como una vampira besaba descaradamente a un joven en medio de la sala para conmoción de los asistentes más mojigatos, ella al contrario sonrió divertida y poso su atención en el resto de la sala mientras tomaba un sorbo de su copa.
Habían invitado a todo tipo criaturas incluyendo a inquisidores, Clarice revisó con la mirada posibles salidas por si acaso la situación se enturbiase demasiado.
Tras apenas unos instantes la mujer en la que había reparado antes se le acercó, era joven tanto en edad como en apariencia, poseía una melena pelirroja y una sonrisa picara ; "es hermosa" sentenció interiormente.
– Una entrada digna de un gran Zar, por poco puede camuflar a la perfección el miedo que le invadía –dijo en francés y con tono burlón -Soy Fiona Di Centa
Clarice le ofreció una sonrisa cortes.
-Clarice Briand, encantada- respondió y luego miró al licántropo ruso - aun es joven pero a demostrado tener talante, aunque no puedo evitar preguntarme si eran nervios ocasionales o si aun se esconden algunos en su interior
Su mirada volvió a la vampira pelirroja, esa respuesta había sonado un poco a reto pero la noche apenas a comenzado ya habria tiempo para divertirse más adelante.
- ¿Decidme de donde venís? Por vuestro apellido diría que de Italia pero en nuestra especie nunca se sabe -pregunto cortésmente pero con curiosidad, tal vez había encontrado en aquella vampira una buena conversación incluso una compañera con la que divertirse.
Clarice Briand- Vampiro Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Al escuchar que Valentino salía a dar la bienvenida giró para ver a los demás, se iba a comenzar la revolución mientras intentaban aglomerarse y aprovechó aquella distracción para colocarse el antifaz con el que tenía que haber llegado, pero simplemente se le había pasado por alto, suspiró y sacó aquél artefacto de su bolso, lo miró un par de veces y comenzó a buscar en donde ponérselo sin dañar su cabello, bastante le había costado como para que ahora se deshiciera los rizos que parecían rebelarse cada que aparecían en la castaña cabellera, esperaba que ahora fueran un poco más duraderos.
- antifaz:
Gabrielle A. Valois- Humano Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Fiona miró con malicia a la vampiresa – Bueno, tal vez eso sea algo que podamos averiguar más tarde – propuso utilizando el mismo talante mientras seguía con la mirada al joven Zar. No podía decir que sintiese pena por el joven y su sequito de “asediadores lame-botas”. Tal vez un poco de envidia pudiese ser una definición más apropiada. A ella le encantaba ser el centro de atención, siempre se esforzaba por terminar siéndolo y, la mayoría de las veces lo lograba. No importaba que sus métodos fueran poco ortodoxos o mal vistos, lo único relevante era sentir las miradas sobre sí y escuchar los susurros mencionando a la joven pelirroja. Además, desde su transformación, nunca le habían quedado bien los papeles de reservada, humilde o puritana.
La pregunta que siguió le obligó a mirar a Clarice con autentica sorpresa - Mi nombre y apellidos son italianos, tal como lo era mi Padre. Yo, sin embargo, nací y crecí en Suecia. Es una extraña combinación pero, de hecho, sois la primera que cuestiona mi origen – contestó pensando en lo curioso que era que aquellos con quienes había interactuado hasta ahora les importara tan poco su origen y asumieran, en muchos de los casos, que se trataba de una francesa. – Mi Padre fue obligado a abandonar Italia, afortunadamente su pericia le permitió continuar con una vida de comodidades y lujos en el exilio, de otra manera mi lugar de nacimiento seria, muy posiblemente, coherente con mi nombre – no pudo evitar un dejo de amargura al mencionar a su Padre. Las heridas eran aún recientes y se preguntaba cuanto tiempo debía pasar antes de poder hablar del tema sin sentir el sabor de la ira en su boca. Moviendo nuevamente la copa permitió que su mirada alternara entre los presentes en el salón y la vampiresa con quien conversaba.
Pudo observar como una mujer bastante hermosa y peculiar de piel y cabellos blancos como la nieve, abandonaba el salón en dirección a uno de los balcones – ¿Qué podría desear un caballero que se encamina con paso decidido tras una hermosa dama en un baile? Nada bueno, de seguro – criticó señalando con la cabeza al que sin duda era un vampiro y quien caminaba tras la mujer de blancos cabellos – Esta noche promete ser muy interesante ¿no lo crees? – preguntó sonriendo perversamente y llevándose la copa a los labios en acto reflejo pero tan pronto el líquido espumoso tocó sus labios recordó el porqué no lo había probado hasta ese momento. Enseguida alejó la copa y su rostro dejo escapar, por una fracción de segundo, una expresión de asco que ocultó rápidamente con una sonrisa forzada – Disculpe, mi paladar no soporta este tipo de… bebidas – y diciendo esto abandonó la copa en la bandeja de un mesero que pasaba cerca.
– ¿Y que me dice de usted? Me basta con mirarle a los ojos para saber que tiene usted mucha experiencia ¿puedo preguntarle cuanta y desde donde ha viajado para estar aquí esta noche? – se sorprendió al darse cuenta lo sutil que había sido para preguntar la edad y el lugar de origen de la vampiresa. En otro momento lo hubiese hecho a rajatablas sin importarle si algún humano que estuviese cerca se extrañase por la pregunta. Eso sin mencionar lo imprudente que era el preguntar la edad a una dama. Antes de que la otra contestara recordó algo más - Y por cierto gracias, yo también creo que es usted muy hermosa – comentó descaradamente guiñándole un ojo y haciéndole saber, de esta manera, que podía percibir sus pensamientos. Luego se echo a reír divertida. Definitivamente no se había equivocado al acercarse a la vampiresa. Una mente ágil, unos modales incólumes y una picardía subrepticia que le indicaba la posibilidad de contar con una cómplice y compinche de jugarretas y maldades. Aunque claro, tal vez se equivocara, tendría que darse un poco de tiempo para conocerle y, lo más importante, que la otra le conociera y aceptase. Posicionó su cuerpo más de lado que de frente a su interlocutora con el fin de poder darle la atención que merecía y, al mismo tiempo, poder observar en derredor y permitir que, si algún ingenuo se interesaba en acercárseles a dos hermosas mujeres, pudiese hacerlo a sus anchas.
La pregunta que siguió le obligó a mirar a Clarice con autentica sorpresa - Mi nombre y apellidos son italianos, tal como lo era mi Padre. Yo, sin embargo, nací y crecí en Suecia. Es una extraña combinación pero, de hecho, sois la primera que cuestiona mi origen – contestó pensando en lo curioso que era que aquellos con quienes había interactuado hasta ahora les importara tan poco su origen y asumieran, en muchos de los casos, que se trataba de una francesa. – Mi Padre fue obligado a abandonar Italia, afortunadamente su pericia le permitió continuar con una vida de comodidades y lujos en el exilio, de otra manera mi lugar de nacimiento seria, muy posiblemente, coherente con mi nombre – no pudo evitar un dejo de amargura al mencionar a su Padre. Las heridas eran aún recientes y se preguntaba cuanto tiempo debía pasar antes de poder hablar del tema sin sentir el sabor de la ira en su boca. Moviendo nuevamente la copa permitió que su mirada alternara entre los presentes en el salón y la vampiresa con quien conversaba.
Pudo observar como una mujer bastante hermosa y peculiar de piel y cabellos blancos como la nieve, abandonaba el salón en dirección a uno de los balcones – ¿Qué podría desear un caballero que se encamina con paso decidido tras una hermosa dama en un baile? Nada bueno, de seguro – criticó señalando con la cabeza al que sin duda era un vampiro y quien caminaba tras la mujer de blancos cabellos – Esta noche promete ser muy interesante ¿no lo crees? – preguntó sonriendo perversamente y llevándose la copa a los labios en acto reflejo pero tan pronto el líquido espumoso tocó sus labios recordó el porqué no lo había probado hasta ese momento. Enseguida alejó la copa y su rostro dejo escapar, por una fracción de segundo, una expresión de asco que ocultó rápidamente con una sonrisa forzada – Disculpe, mi paladar no soporta este tipo de… bebidas – y diciendo esto abandonó la copa en la bandeja de un mesero que pasaba cerca.
– ¿Y que me dice de usted? Me basta con mirarle a los ojos para saber que tiene usted mucha experiencia ¿puedo preguntarle cuanta y desde donde ha viajado para estar aquí esta noche? – se sorprendió al darse cuenta lo sutil que había sido para preguntar la edad y el lugar de origen de la vampiresa. En otro momento lo hubiese hecho a rajatablas sin importarle si algún humano que estuviese cerca se extrañase por la pregunta. Eso sin mencionar lo imprudente que era el preguntar la edad a una dama. Antes de que la otra contestara recordó algo más - Y por cierto gracias, yo también creo que es usted muy hermosa – comentó descaradamente guiñándole un ojo y haciéndole saber, de esta manera, que podía percibir sus pensamientos. Luego se echo a reír divertida. Definitivamente no se había equivocado al acercarse a la vampiresa. Una mente ágil, unos modales incólumes y una picardía subrepticia que le indicaba la posibilidad de contar con una cómplice y compinche de jugarretas y maldades. Aunque claro, tal vez se equivocara, tendría que darse un poco de tiempo para conocerle y, lo más importante, que la otra le conociera y aceptase. Posicionó su cuerpo más de lado que de frente a su interlocutora con el fin de poder darle la atención que merecía y, al mismo tiempo, poder observar en derredor y permitir que, si algún ingenuo se interesaba en acercárseles a dos hermosas mujeres, pudiese hacerlo a sus anchas.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
–En algún lugar del Sacro Imperio Romano Germánico.
Deberes, obligaciones, responsabilidades… Al parecer eso era lo único en la vida agitada de Arkana. La condesa pasaba demasiado tiempo centrada en sus objetivos particulares que prácticamente se olvidaba de las pequeñas distracciones de la vida mundana del exterior, cosa que no le afectaba en lo absoluto. Estaba tan sumergida en su propio universo personal que sin notarlo se había sumergido en soledad sin siquiera notarlo a pesar de estar siempre rodeada de personas.
Aquella noche, radiante y serena, la condesa se hallaba en el amplío despacho de la esplendorosa mansión ubicada en alguna parte del Imperio al cual servía. Boris, su fiel ayudante, le acompañaba en ese momento, el hombre hacia algún comentario distante de vez en cuando para irrumpir un tanto con la tensión que se sentía en el ambiente. La vampiresa sólo podía asentir o responder secamente pues su concentración se la llevaba un recuerdo no muy lejano que la acechaba en silencio. Estaba tan tensa que parecía no coordinar sus acciones. Su escritorio estaba lleno por pilas de libros, manuscritos y cartas. Jamás se le había acumulado tanta correspondencia en tan poco tiempo, Boris notaba la tensión de su ama pero prefería guardar silencio en vez de incomodarla con comentarios que no iban al caso. Le ayudaba lo más que podía en ese instante, sabía que la condesa detestaba el desorden y para evitar una futura rabieta organizaba todo mientras guardaba silencio.
Entre las cartas apiladas en una esquina del escritprio, sólo una se robó la atención de la mirada de aquella mujer. Tomó aquel menudo sobre con cautela, poseía un peculiar sello, lo que le haría caer en cuenta de quién podría tratarse. Parecía más bien una invitación a la muerte. Resopló con notable molestia mientras atendía a cada letra que se hallaba impregnada con tinta sobre el papel. La tensión aumentó mucho más, la propuesta descrita en aquellas palabras la sacaron de sí. Era una idea descabellada, ¿cómo se le ocurría a alguien hacerle semejante invitación? Las razones estaban expuestas al final pero aún así para Arkana suponía algo intolerable. Una burla quizás. En todo el tiempo que llevaba como miembro de la realeza no había sido participe de encuentros sociales, ni era personaje de asistir a los eventos organizados por otros miembros notables de la monarquía del continente. Prefería actuar de otras maneras ante su majestad y ante los demás. Aparte, guardaba ciertas obligaciones ajenas al imperio, obligaciones que prefería mantener distante de la mayoría.
Aquel exiguo papel se dejó caer sobre la superficie de madera siendo soltado por el agarre de los delicados dedos de la dama, que aún mantenía su penetrante mirada sobre él como queriendo hallar una respuesta conforme para sí misma. Su rostro fue cubierto por sus propias manos en un notable gesto para evadir el estrés, sus dedos descendieron lentamente hasta sólo dejar a la vista sus orbes hundidos en la oscuridad de la habitación iluminada por tenues flamas de velas. El duque podía sacarla realmente de quicio y sólo le provocaba torcerle el cuello a aquel vampiro que por razones curiosas del destino se había convertido en su compañero. Recibir una invitación a un baile organizado por el representante del reino de Rusia no era algo que realmente esperara de Lothaire ¿se estaba burlando de ella? Claro que no, él dejó reveladas sus más notables razones para que ambos asistieran a semejante evento, internamente, ella las compartía pero su orgullo simplemente no le dejaba negociar con su razón.
— ¿Ocurre algo mi señora? —Preguntó Boris con preocupación, ver a su ama en ese estado era señal de que algo en aquel escrito le había afectado.
— Boris… —Masculló la dama, aguardando unos segundos para continuar — ¿podrías dejarme sola un momento? Por favor —recalcó Arkana con notable autoridad pero sin dejar de sentirse tensa. No quería arrastrar a Boris con sus problemas existenciales y menos ahora. Ella confiaba en él pero esta vez era algo que no deseaba hacerle saber.
El hombre asintió mientras una suave sonrisa permanecía en sus labios. Le profería con aquella mirada confianza y apoyo y luego se retiró con total serenidad de aquel despacho dejando a solas a la dama. La vampiresa repasaría de nuevo aquellas palabras, sus dedos se entrelazaban en frente de sus ojos y su mirada esta vez se posó en un punto ciego mientras pensaba detenidamente en la respuesta que le daría al duque. La movilizaría un interés oculto pero la detenían otras reflexiones. Se apoyó en el respaldo de su silla inhalando el aire que no le era tan necesario pero era una forma de buscar alivio a sus pensamientos.
—Lothaire… —Susurró la dama con cierta amargura en su voz mientras sus ojos permanecían ocultos tras sus parpados. Trataba de evadir de alguna manera el mal recuerdo que rondaba por su mente, ese mal recuerdo que le hacía sentirse extraña. Aún no creía que se había relacionado con aquel vampiro ateniense con más de un milenio de existencia, él realmente lograba sacarla de quicio, cosa que muy pocas personas lograban, ese ser irrumpía con toda su serenidad en cuestiones de segundos y realmente le amargaba pero ambos tenían un interés común después de todo. Eso era lo único que los unía en todo ese caos.
Quizás si su maestro Badr estuviera presente, ella no tendría porque tolerar dicha situación o también si en su momento habría atendido a la suplica de Nathan las cosas podrían haber sido distintas en aquel entonces. Pero no, el destino simplemente se estaba encargando de darle a Arkana otras lecciones, si así podría llamársele a las circunstancias por las que atravesaba en aquella época. Resignada tomó papel y una pluma para empezar a escribir en la superficie del mismo su afirmativa y no muy atractiva respuesta para el duque Daciano. Se suponía que él reposaba en esos momentos en alguna parte de París, aún así le haría llegar a duras penas, la decisión que había tomado a su correspondencia. Ella finalmente había aceptado asistir a aquel baile como su acompañante.
“Los días subsiguientes anunciarían entre señales imaginarias la llegada del invierno… Para la condesa no era una estación agradable, a pesar de que en años anteriores la disfrutaba con plenitud, aquella no sería la más atrayente… Yule, sólo le acercaba más a una fecha que no dejaba de parecerle terrible por más insignificante que ésta pareciera. Ya no había marcha atrás y aunque, le torturaba su decisión, cambiar de parecer podría causarle peores molestias…”
Rusia – Días antes del baile.
Hacía tanto tiempo que no visitaba aquellas lejanas tierras al norte del continente, los recuerdos se hicieron participes en el instante en el que dio su primer paso en tierras rusas luego de tantos años. La noche imperaba en el lugar, podía sentir en su rostro el gélido viento proveniente de los reinos de hielo que se hallaban en las fronteras aledañas. Su mente reproducía una vista del paraje nevado que le rodeaba. Yule, siempre tan elegante, sin duda alguna. El viaje fue largo y en ocasiones sintió el deseo de regresar pero no se podía retractar, era demasiado orgullosa como para echar la partida hacia atrás. Para agregar un poco más de dramatismo a la situación había quedado con el duque en alojarse en el lugar que él dispusiera para ambos. Un mansión en algún lugar, lo suficientemente cómoda cumpliendo las exigencias de aquellos vampiros. Un carruaje la llevaría hasta ese recóndito destino en donde probablemente el duque le esperaba o quién sabe, quizás estaría de cacería como de costumbre. Mientras estaba en marcha a su residencia temporal podía imaginarse a Lothaire con su típica sonrisa burlona, seguro se sentía victorioso por haber obtenido lo que quería, que Arkana accediera a cumplir con uno de sus tantos caprichos.
Se escabulló a través del interior de la mansión en cuanto llegó a ésta, la atención por parte de los pocos sirvientes que se hallaban en el sitio fue bastante agradable. La condesa siempre mostraba una actitud amena para cualquiera y más si recibía buen trato. El interior de la residencia era acogedora y lo suficientemente oscura para que durante el día el sol no pudiera arremeter en las estancias internas del inmueble. Intercambió algunas palabras con los criados, sus sospechas eran ciertas, Daciano estaba de paseo o mejor dicho de cacería. Tendría que esperarlo, lo que le permitía estar unos minutos en paz antes de iniciar una guerra de miradas con él. Fue llevada a lo que sería su habitación, no pudo evitar sonreír al notar que la pieza había sido especialmente arreglada para ella.
—Es usted increíble duque… Pero, esto no será suficiente —mencionaría la vampiresa a la vez que quedaba sola en el interior de la estancia. Faltaban pocos días para el baile, sinceramente no le emocionaba en lo absoluto, al menos tendría que soportar aquello por una sola noche, una larga noche.
Los minutos pasaron lentos y los pensamientos se hacían más pesados pero aún así, mantenía su serenidad. No quería entrar en desesperación, eso no se vería nada bien. Estaba sentada en un sofá ubicado frente al lecho de la habitación mientras repasaba las líneas algún libro antiguo. La oscuridad no era problema para una criatura para ella, su vista estaba lo suficientemente desarrollada como para poder leer sin ningún impedimento. Al fondo unas pisadas las alertaron, distrayéndola de aquel escrito. Conocía ese andar, no podría tratarse de otro. Su acompañante se había hecho participe en el lugar atravesando el umbral de la puerta. Típico en Lothaire. Ambos cruzaron sus miradas, intensas y penetrantes como de costumbre. Era su peculiar forma de darse la bienvenida. El caballero se dispondría a saludar a lo que la condesa respondería con una sutil sonrisa.
Arkana expuso abiertamente su desagrado por ir a ese evento, Lothaire la convencería de nuevo con razones que le hacían tragarse su orgullo. Su despacho parecía más bien un campo de batalla, ambos tenían un pesado carácter y aunque, habían quedado en ser compañeros por intereses propios, sin embargo, no se la llevaban tan bien como aparentaban en público.
“Finalmente la velada que sería testigo de aquel baile había llegado… Los pocos días en que ambos vampiros convivieron no fueron los mejores. Las noches antes de la esperada en San Petersburgo, no fueron tan mansas. Ellos simplemente no se toleraban pero la ambición al poder y el deseo por mantener su honor era más importante que otra cosa…”
Rusia – Día del baile.
Un par de horas antes.
La noche invernal cayó con serenidad sobre el paraje, alrededor todo permanecía en absoluto silencio, no era una zona ruidosa sino más tranquila y aquello le agradaba a la vampiresa. Algunas jóvenes criadas de su confianza –quiénes la acompañaron desde su estancia hasta Rusia– le ayudarían a alistarse para acudir al evento al que había sido invitada por el duque Daciano. Aunque, no disfrutaría en lo absoluto de la ocasión, pidió a su sastre personal que elaborara un agraciado vestido para aquella noche. Sus sirvientas acompañantes le ayudaron con paciencia, sin perder detalle de nada. Ambas muchachas conocían lo exigente que llegaba a ser Arkana, pero no presentaba ningún problema para ellas que eran personas de mucha paciencia.
Un par de horas habrían pasado mientras la condesa se alistaba. La apariencia de una dama para aquella época demandaba tiempo y más para una representante de la realeza. Podía llegar a ser asfixiante para alguien que había nacido en una civilización en donde la vestimenta no era tan exagerada, pero, todo estaba en adaptarse a los tiempos venideros y a los cambios que éstos traían consigo. Terminaría de colocar sus pendientes cuando la puerta que la resguardaba en su habitación se abriría sin aviso alguno, el duque había hecho presencia en la estancia. Él parecía estar totalmente listo pero no se iría sin su compañera, obviamente. La vampiresa dio un último vistazo al espejo y se encontraba ya preparada para partir. Su rostro permanecía siempre sereno aunque internamente la amargura se la devoraba internamente, al menos tenía la leve esperanza de que aquel baile pudiera intentar despejar sus pensamientos durante esa noche. Sólo debía ser paciente hasta el final.
- Vestimenta, accesorios y peinado:
- Vestido y accesorios
Peinado
Extendió su mano posándola sobre la fría mano del vampiro. Ambos se dispondrían a avanzar hasta la salida de la residencia, Arkana bloqueaba perfectamente sus pensamientos para que aquel no pudiera notar al menos lo incomoda que la hacía sentir la situación, ella continuaba dando su mejor actuación. Afuera, un fino carruaje estaría a la espera de ambos para trasladarlos hasta el famoso Palacio de Invierno en donde daría inicio el baile. El recorrido no fue el más ameno, el silencio se hizo presente un largo rato, de vez en cuando algunas frases cortas eran intercambiadas pero, sólo eso.
Una hora antes.
Ambos se adentraron al gran palacio, ofreciendo su mejor actuación. Ante todos podrían llegar a aparentar a ser una pareja digna pero cuando se encontraban a solas podrían llegar a matarse si les fuera posible. El lugar estaba repleto de invitados, con tantas personas tendría que ahorrarse sus reclamos y discusiones con Lothaire, era realmente molesto. Pero sólo sería por unas horas, resignada debía tratar al menos disfrutar de la ocasión aunque, no fuese de su interés personal.
Aquel lugar estaba decorado con las más finas piezas de arte, y con los arreglos extras para recibir a los invitados de aquella noche, se veía aún más exquisito. En cuanto a los demás participantes del baile, no prestó mucha atención, era de esperarse que en un magno evento como ese, se hicieran participes no sólo humanos sino, otras razas. No perdió detalle de nada. Esperaba que aquello terminara pronto, se estaba empezando a asfixiar entre tanto bullicio. Continuaba al lado de su acompañante, que quizás ya notaría lo tensa que se estaba empezando a poner la vampiresa, pero aún así ella continuaba con su apenas visible sonrisa. Rechazó cualquier bebida que le ofrecían los mesoneros que estaban presentes para atender al público, pues, lo único ajeno a la sangre que soportaba su paladar era el vino, y eso, en raras ocasiones. Los minutos pasaban lentos, era realmente torturador.
—Esta noche promete ser bastante curiosa, condesa… —La voz susurrante de Lothaire sacaría de sí a Arkana. Él la observaba con una típica y ligera curvatura en sus labios.
—Supongo... —Se limitó a responder la vampiresa sin emoción alguna. Realmente no le preocupaba lo que podía pasar durante la festividad, la verdad no quería involucrarse mucho en la situación sino presentarse en los actos necesarios.
El Zar finalmente hace su aparición.
Se alertó levemente al escuchar el anuncio que haría aparecer al Zar tras aquellas elegantes cortinas. Era un muchacho bastante joven y bien parecido, el salón fue ataviado con el resonar de las palmas de todos los presentes dándole por fin la bienvenida al protagonista de dicho evento. Lo notó inexperto, pero más notó su naturaleza, lo que le hizo esbozar una leve sonrisa. La condesa sólo se limitó a dar un breve aplauso, nada más por aparentar, no parecía muy emocionada. Aquel joven rey daría un pequeño discurso de bienvenida, típico en dichos casos. El cierre de aquellas palabras finalmente fueron selladas por el inicio de una magnífica melodía por parte de la orquesta que se hallaba en alguna parte del inmenso salón. Y así, después de tantas horas de espera daría inicio aquel esplendoroso baile.
—Digno de un rey tan joven… ¿No lo cree, duque? —Musitó la vampiresa dirigiéndose a su acompañante mientras sus dedos ejercían cierta presión sobre el brazo de su acompañante. No era por buscar líos sino más bien porque estaba algo tensa. Ni notó su propio agarre. Estaba pensando seriamente en salir a tomar aire fresco pero tampoco quería arruinarle el momento a Lothaire que de seguro estaba encantado con aquella velada.
Arkana- Vampiro Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Un caminar lento, lleno de seguridad que se abre paso entre los cientos de invitados, un rostro que dibuja una sonrisa ladina y un porte totalmente elegante. La noche parece sumirse ante la lluvia de tantas personas de la realeza y alta estirpe social, no era para menos, un baile que se da en el Palacio de Rusia después de tantos años es sin duda todo un evento social e inclusive se puede decir que histórico.
La fisionomía altiva del hijo prodigio de España se posiciona en el centro, su rostro observa a un mesero que se acerca y con amabilidad rechaza la copa de champagne –Mi amigo, le agradezco la atención pero no bebo en lo absoluto- Con nerviosismo, el empleado refuta diciendo que fueron indicaciones claras del Zar, a lo cual, Aldebarán responde –Hagamos algo, tomaré esta copa vacía solamente para poder alzarla y así ni usted tiene que correr peligro por su trabajo, ni yo faltaré a mi disciplina- Una sonrisa calmada es la que contagia al otro caballero, quien se retira con calma y deja al de cabellos largos observante de la bienvenida de Valentino.
Paulatinamente la música se apodera del recinto, transportando a todos los invitados a un ambiente calmado y único donde el pasar de los minutos es claramente un parpadeo entre pláticas, convivencias e inclusive hipocresías. Los pasos del Conde lo llevan cerca de la pista de baile donde sus ojos marrones se clavan en una hermosa mujer, alta, cabello largo y piel morena; sus ojos de matiz azul le roban la atención por completo, tanto que solamente una sonrisa se puede dibujar en su varonil rostro. Con esto, su mano se estira para tocar a un segundo empleado, al cual, con calma y sin dejar de observar a este ejemplo de belleza le comenta –No haré una petición absurda y mucho menos le trataré como la mayoría de estos groseros… Pero si me interesaría su ayuda en algo, ¿podría por favor sostenerme esto?- y al cabo de su diálogo se despoja de su largo abrigo, una verdadera pieza de arte que ante su sencillez el mesero recibe e indica que lo colocará con cuidado donde yacen las prendas amablemente.
Agradeciendo la atención del empleado, el heredero de la corona española se decide a caminar lentamente, dejando su copa vacía con otro mesero para así acomodar su traje y admirar cada vez más de cerca la belleza de esa mujer. Su mirada se vuelve segura, su sonrisa ladina prevalece en su rostro y su porte envuelto en grandeza y elegancia no pueden ser más marcados; así pues, su destino se cumple pues al notar le nerviosismo de la musa este sencillamente comenta –Aun cuando aquí parece ser la boca del lobo, no todos somos así y debo decir que no me gustan mucho los formalismos pero me resulta imposible resistirme a venir hasta aquí para presentarme…- con calma interrumpe sus palabras, haciendo una reverencia sutil que en el acto le hace reincorporarse, anexando –Aldebarán Ballester, Conde de España… Todo un deleite- manteniendo esa educación pero a la vez la calma sencilla que le caracteriza. Su voz grave y profunda, un acento extranjero que trata de llamar la atención de la señorita –Si la música le agrada y el baile le apetece, le invito a que seamos cómplices esta noche- extendiendo su mano como invitación a la siguiente pieza por comenzar.
¿Qué clase de mujer será Gabrielle A. Valois? Definitivamente, la que le roba la atención y el suspiro al ladrón favorito de Europa.
La fisionomía altiva del hijo prodigio de España se posiciona en el centro, su rostro observa a un mesero que se acerca y con amabilidad rechaza la copa de champagne –Mi amigo, le agradezco la atención pero no bebo en lo absoluto- Con nerviosismo, el empleado refuta diciendo que fueron indicaciones claras del Zar, a lo cual, Aldebarán responde –Hagamos algo, tomaré esta copa vacía solamente para poder alzarla y así ni usted tiene que correr peligro por su trabajo, ni yo faltaré a mi disciplina- Una sonrisa calmada es la que contagia al otro caballero, quien se retira con calma y deja al de cabellos largos observante de la bienvenida de Valentino.
Paulatinamente la música se apodera del recinto, transportando a todos los invitados a un ambiente calmado y único donde el pasar de los minutos es claramente un parpadeo entre pláticas, convivencias e inclusive hipocresías. Los pasos del Conde lo llevan cerca de la pista de baile donde sus ojos marrones se clavan en una hermosa mujer, alta, cabello largo y piel morena; sus ojos de matiz azul le roban la atención por completo, tanto que solamente una sonrisa se puede dibujar en su varonil rostro. Con esto, su mano se estira para tocar a un segundo empleado, al cual, con calma y sin dejar de observar a este ejemplo de belleza le comenta –No haré una petición absurda y mucho menos le trataré como la mayoría de estos groseros… Pero si me interesaría su ayuda en algo, ¿podría por favor sostenerme esto?- y al cabo de su diálogo se despoja de su largo abrigo, una verdadera pieza de arte que ante su sencillez el mesero recibe e indica que lo colocará con cuidado donde yacen las prendas amablemente.
Agradeciendo la atención del empleado, el heredero de la corona española se decide a caminar lentamente, dejando su copa vacía con otro mesero para así acomodar su traje y admirar cada vez más de cerca la belleza de esa mujer. Su mirada se vuelve segura, su sonrisa ladina prevalece en su rostro y su porte envuelto en grandeza y elegancia no pueden ser más marcados; así pues, su destino se cumple pues al notar le nerviosismo de la musa este sencillamente comenta –Aun cuando aquí parece ser la boca del lobo, no todos somos así y debo decir que no me gustan mucho los formalismos pero me resulta imposible resistirme a venir hasta aquí para presentarme…- con calma interrumpe sus palabras, haciendo una reverencia sutil que en el acto le hace reincorporarse, anexando –Aldebarán Ballester, Conde de España… Todo un deleite- manteniendo esa educación pero a la vez la calma sencilla que le caracteriza. Su voz grave y profunda, un acento extranjero que trata de llamar la atención de la señorita –Si la música le agrada y el baile le apetece, le invito a que seamos cómplices esta noche- extendiendo su mano como invitación a la siguiente pieza por comenzar.
¿Qué clase de mujer será Gabrielle A. Valois? Definitivamente, la que le roba la atención y el suspiro al ladrón favorito de Europa.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Calmaba a Desari con palabras en las que encontrara ella la paz interior. Las preguntas habían sido sobre aquello que había sucedido nada más bajarse en la tierra de donde estaba situada su casa, después dirigirse hacia las escaleras y poder comenzar la recuperación de energías. Antes de salir, Keith tomó dos anillos idénticos, con el emblema de la familia Lanington y en cuanto pisaran el suelo del palacio, de inmediato protegería a su acompañante.
-Vamos Desari…-Dijo ayudándola a que entrara con cuidado dentro del carruaje acercándolos más hasta las puertas del Palacio. Al llegar vio como varios hombros se acercaban bien vestidos para abrirle las puertas, pero antes de nada, el queridísimo y encariñado amigo de Desari, o sea Keith, tomo la mano con delicadeza contrastando con la rudeza de su rostro, colocó ese suvenir de su familia en el dedo anular de Desari-....Cierto es que tengo que quererte, mas ya que siempre intente olvidarte...ahora quiero que andes protegida durante mis.... seis vidas ya que una la he perdido durante el viaje....-dijo solamente burlón al 50% mostrando que la otra mitad era preocupación y por lo que pudiera trabar la noche con cierto rubor en las mejillas de cada rostro-Ahora...estarás protegida....-le mostro el anillo que él también se había puesto en el mismo dedo, en anular, pero antes corrigió la interpretación que pudo producir en ella-…Solamente esto nos da protección a ambos, cada anillo es un localizador y solamente los zafiros brillaran si alguno de los dos anda en peligro…-susurro cerca de su rostro, acariciándole una mejilla con el dorso de su rostro esperando que aquellas palabras no fueran un puñal para sus ilusiones-…No sé qué es lo que nos depara…adentro…-murmuro para suspirar después-….Ahora podre pasar la velada tranquilo…-finalizo su monólogo de preocupaciones hacia su acompañante para dar paso hacia el frio y congelante ambiente que se profanaba afuera si no se iba bien protegido.
-Querida vamos…-con dulzura era Keith quien ayudaba a Desari, él deseaba hacerlo, al menos aprovechar cada gesto con ella ya que había estado años sin poder tratarla como la princesa que merecía ser y no como su padre la trataba continuamente, a palos, tratándola como el último recurso solamente para poder sacar sus intereses adelante. La tenia cariño y la protegía en su vida y en que sus ilusiones no murieran por meras meteduras de pata que pudiera hacer a lo largo de la noche-….Esta noche…seguramente será inolvidable…-tomando finalmente la mano de Desari, la ayudo a bajar para después dar los dos pase hacia la entrada de aquel palacio.
El palacio esta tal y como lo recordaba hace años, tan solo cuando era un infante en los brazos de su madre llego a visitarlo en una de esas mil y una fiestas que se hacían en palacio, en alguna falto o fue cuando tan solo tendría siete años, ya no recordaba, pero no había perdido elegancia alguna, las escaleras, cuadros, luces a vela, todo seguía igual, decorado con mil y unas florituras, flores *estornudo* de mil y una flores - Aish....vaya...a saber que flores tendrán aquí...-mostró en una queja suave y susurrada a sí mismo, seguramente su acompañante le habría escuchado pero él prefirió recalcarlo como un comentario sin importancia. La música comenzaba a resonar en la amplitud de la sala de baile, se podía escuchar los redobles en que ella misma se hacía notar, en los compases que era acompañada quizás por algún instrumento de más, pero con notas muy sutiles, suaves que hacían caldear el ambiente.
Las 20:01 Hrs de la noche.
(El Zar hizo presencia)
El discurso…muy conmovedor –pensó par a sí mismo- pero solamente con una sonrisa en falso levanto la copa de aquel licor blanquecino al que todos llamaban champagne, vio que su acompañante disfrutaba de varios tragos de champagne, el mismo la paro y le dijo con suaves palabras que normalizara la velocidad de los tragos, beso el dorso de la mano de Desari, con suavidad mirándola a los ojos y poco a poco ya podía sentirse menos nervioso a cuando habian cruzado las puertas de Palacio.
-Esto me recuerda a cuando tenia siete años, entre tantos invitados nos mezclabamos con la gente y yo solo observaba y mis mejillas eran las víctimas de las mujeres de avanzada edad....-dijo como si estuviera recordando viejos tiempos, aunque si fuera poco, a lo lejos de la sala de baile, vio que el Zar se deslizaba con elegancia absoluta, tuvo que sonreir viendo al joven moverse como lo deberia de hacer alguien de tal talante, aquello le enorgulleció, se sintio cómodo de algun modo de la patria que le vio nacer y pensó que estaria en buenas manos el futuro de su nación.
-Dissy...-susurro como le gustaba llamarla-....¿Quieres algún refrigerio mas? o ¿Quizas algun aperitivo? No hemos comido desde que ... ¿Te ofrecieron algo mis padres? -Estuvo esperando alguna respuesta de su acompañante, pero se dio cuenta que la copa de su amiga habia dado su fin al principio de la velada-...Te...-con una ceja alzada tomo la copa de Dissy- Te...llenare la copa...-Sonriendo no sin antes irse dandole un beso en la mejilla, él fue de camino hacia donde habia un mesero estatico en un punto de la sala, dejo la copa vacia sobre la bandeja para tomar una llena, pero sus ojos captaron a una mujer, morena, de ojos claros y de palida tez que estaba cerca de una mujer que se ocultaba tras el cuerpo de la morena a la que habia estado observando segundos antes.
Ahora y de piedra se quedo, al ver a la acompañante de la dama de cabellos oscuros. Era imposible, que de inmediato, sus pies volvieron frente a su acompañante-....¿Tenías una hermana gemela? -¿Sorpresa? Seguramente.
-Vamos Desari…-Dijo ayudándola a que entrara con cuidado dentro del carruaje acercándolos más hasta las puertas del Palacio. Al llegar vio como varios hombros se acercaban bien vestidos para abrirle las puertas, pero antes de nada, el queridísimo y encariñado amigo de Desari, o sea Keith, tomo la mano con delicadeza contrastando con la rudeza de su rostro, colocó ese suvenir de su familia en el dedo anular de Desari-....Cierto es que tengo que quererte, mas ya que siempre intente olvidarte...ahora quiero que andes protegida durante mis.... seis vidas ya que una la he perdido durante el viaje....-dijo solamente burlón al 50% mostrando que la otra mitad era preocupación y por lo que pudiera trabar la noche con cierto rubor en las mejillas de cada rostro-Ahora...estarás protegida....-le mostro el anillo que él también se había puesto en el mismo dedo, en anular, pero antes corrigió la interpretación que pudo producir en ella-…Solamente esto nos da protección a ambos, cada anillo es un localizador y solamente los zafiros brillaran si alguno de los dos anda en peligro…-susurro cerca de su rostro, acariciándole una mejilla con el dorso de su rostro esperando que aquellas palabras no fueran un puñal para sus ilusiones-…No sé qué es lo que nos depara…adentro…-murmuro para suspirar después-….Ahora podre pasar la velada tranquilo…-finalizo su monólogo de preocupaciones hacia su acompañante para dar paso hacia el frio y congelante ambiente que se profanaba afuera si no se iba bien protegido.
-Querida vamos…-con dulzura era Keith quien ayudaba a Desari, él deseaba hacerlo, al menos aprovechar cada gesto con ella ya que había estado años sin poder tratarla como la princesa que merecía ser y no como su padre la trataba continuamente, a palos, tratándola como el último recurso solamente para poder sacar sus intereses adelante. La tenia cariño y la protegía en su vida y en que sus ilusiones no murieran por meras meteduras de pata que pudiera hacer a lo largo de la noche-….Esta noche…seguramente será inolvidable…-tomando finalmente la mano de Desari, la ayudo a bajar para después dar los dos pase hacia la entrada de aquel palacio.
El palacio esta tal y como lo recordaba hace años, tan solo cuando era un infante en los brazos de su madre llego a visitarlo en una de esas mil y una fiestas que se hacían en palacio, en alguna falto o fue cuando tan solo tendría siete años, ya no recordaba, pero no había perdido elegancia alguna, las escaleras, cuadros, luces a vela, todo seguía igual, decorado con mil y unas florituras, flores *estornudo* de mil y una flores - Aish....vaya...a saber que flores tendrán aquí...-mostró en una queja suave y susurrada a sí mismo, seguramente su acompañante le habría escuchado pero él prefirió recalcarlo como un comentario sin importancia. La música comenzaba a resonar en la amplitud de la sala de baile, se podía escuchar los redobles en que ella misma se hacía notar, en los compases que era acompañada quizás por algún instrumento de más, pero con notas muy sutiles, suaves que hacían caldear el ambiente.
Las 20:01 Hrs de la noche.
(El Zar hizo presencia)
El discurso…muy conmovedor –pensó par a sí mismo- pero solamente con una sonrisa en falso levanto la copa de aquel licor blanquecino al que todos llamaban champagne, vio que su acompañante disfrutaba de varios tragos de champagne, el mismo la paro y le dijo con suaves palabras que normalizara la velocidad de los tragos, beso el dorso de la mano de Desari, con suavidad mirándola a los ojos y poco a poco ya podía sentirse menos nervioso a cuando habian cruzado las puertas de Palacio.
-Esto me recuerda a cuando tenia siete años, entre tantos invitados nos mezclabamos con la gente y yo solo observaba y mis mejillas eran las víctimas de las mujeres de avanzada edad....-dijo como si estuviera recordando viejos tiempos, aunque si fuera poco, a lo lejos de la sala de baile, vio que el Zar se deslizaba con elegancia absoluta, tuvo que sonreir viendo al joven moverse como lo deberia de hacer alguien de tal talante, aquello le enorgulleció, se sintio cómodo de algun modo de la patria que le vio nacer y pensó que estaria en buenas manos el futuro de su nación.
-Dissy...-susurro como le gustaba llamarla-....¿Quieres algún refrigerio mas? o ¿Quizas algun aperitivo? No hemos comido desde que ... ¿Te ofrecieron algo mis padres? -Estuvo esperando alguna respuesta de su acompañante, pero se dio cuenta que la copa de su amiga habia dado su fin al principio de la velada-...Te...-con una ceja alzada tomo la copa de Dissy- Te...llenare la copa...-Sonriendo no sin antes irse dandole un beso en la mejilla, él fue de camino hacia donde habia un mesero estatico en un punto de la sala, dejo la copa vacia sobre la bandeja para tomar una llena, pero sus ojos captaron a una mujer, morena, de ojos claros y de palida tez que estaba cerca de una mujer que se ocultaba tras el cuerpo de la morena a la que habia estado observando segundos antes.
Ahora y de piedra se quedo, al ver a la acompañante de la dama de cabellos oscuros. Era imposible, que de inmediato, sus pies volvieron frente a su acompañante-....¿Tenías una hermana gemela? -¿Sorpresa? Seguramente.
Keith Lanington- Hechicero Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Ella misma sabia en donde se metía y en lo que había aceptado para ir a esa fiesta como el escándalo que querían montar ambas…o bueno, en realidad lo quería formar su acompañante, ella solo estaba ahí, de decoración mas bien. Cuando entraron por la puerta enorme de roble oscuro, con adornos y grabados estilo gótico o rococó, Terpsichore simplemente había estado observando punto por punto la hermosa arquitectura conforme sus pasos se adentraban dentro del edificio. Iba del brazo de Galatea quien ella era quien ofreció la invitación primero a uno de los hombres que se vestían con pajarita y traje de pingüino, dejándolas paso después para poder encaminarse hacia las escaleras que parecían subir hacia la pista de baile-..Increíble…-Dijo la bella dama de cabellos dorados, ensimismada en la belleza de aquel palacio que por el exterior, ya de por si le había encantado.
Tendría que tranquilizarse, era una noche en la que podría pasar muchísimas cosas, aventuras, ¿un romance a escondidas en alguna habitación? Seguramente lo último no ocurriría, ya que sabiendo por donde se movía, por los círculos de la alta alcurnia incluyendo a nobles, reyes y algún otro cargo de la iglesia, de sobra sabría que habría algún que otro guardia aguardando la seguridad de las habitaciones para no ser “corrompidas” por actos de pasión desenfrenados. Parecían que habían subido ya hacia donde se suponía que era la pista de baile, entraron como si de dos muchachas de la alta alcurnia, muy amigas, cogidas la una de la otra del brazo, comentando los vestidos de las pocas mujeres que habían aun en la pista de baile o solamente las que estarían esperando a ser atendidas por algún mesero o simplemente observando la decoración que en el interior de la Gran sala de baile se expandía con belleza y ostentación.
Bien, más que nada, allí estaba ella. Estaba nerviosa. Seguía sintiendo en ese cuerpo que lo vestía un hermoso vestido rojo con toques dorados, los nervios del principio, pero a pesar de tener que actuar para los demás como un desliz pasajero de la querida bruja que era su acompañante, ella tenía otro cargo importante que hacer. No era lavar los platos a nadie, no era mirar quieta en una esquina quien era el sospechoso de haberse bebido la última gota de la botella de champagne, tampoco era mirarse en el espejito y ladear el objeto para ver a quien se tenía detrás observándola para hacer su ataque. No, ella esperaría el momento, pero intuía que la noche no era como la que había planeado en el viaje hacia el Palacio de invierno.
Conforme esperaban, ella al lado de Galatea, un mesero se había acercado hacia ella y no con malas intenciones, sino para ofrecerla una copa de champagne a la que ella cogió con suma delicadeza-…Спасибо за шампанское…..(Gracias por el champagne)…-Dijo Terpsichore con una voz tranquila, con un acento fluido en sus cuerdas vocales que podría haberse dicho que era nativa de la bella Rusia…pero la copa con el licor estaba intacto, tan solo se mojó los labios para tomar sabor de ello, pero no estaba en condiciones de poder beber algo. Tenía el estómago cerrado y sabía que se había estado curando la herida que tenía en uno de sus costados, la más reciente a su lado izquierdo, dolía, solo que ella no mostró algún gesto de molestia.
En ese momento, se puso a cotillear con Galatea de las ultimas cosas que le habían llamado la atención, como un tocado de alguna mujer de la sala, o la cantidad de medallas que llevaría algún caballero de los presentes, hablaron hasta que finalmente, uno de los meseros, seguramente el mayordomo del Zar quien estaba con él en todo momento, anuncio la llegada del Zar y como Terpsichore era una dama ante todo, la reverencia que forjó ante todos los presentes fue sin ningún tipo de desequilibrio, ni ningún tipo de rudeza.
La presentación finalizó y comienza la obra de nuestras vidas….
Las 20:01 Hrs de la noche.
(El Zar ya hizo presencia de acto y la fiesta comienza…)
Las burbujas del champagne se estaban disipando de todo el rato en que había tenido sujeta la copa entre sus manos enguantadas con guantes de suave seda. Un aroma reconoció en el ambiente, pero tendría que estar soñando o quizás habérselo imaginado. No podría estar ÉL aquí, en el baile, tendría que ser una broma en cualquier caso de que la presencia de R.N estuviera presente en el ambiente del baile y ya con los nervios más a flor de piel, la copa elevo con lentitud volviéndose a mojar los labios con sutileza, pensando en si era aquel hombre con aquellas ropas oscuras, aquel cabello hasta los hombros y suelto al viento conforme su caminar se ayudaba con la aparición de un elegante bastón decorado con algún otro lujo.
¿Era tan invisible para los demás o simplemente para aquel a quien ella quería avisar de su presencia? Se estaba haciendo ilusiones, seguramente estaba imaginándose que en mitad de la noche vendría a sacarla a la pista de baile, que se mirarían y que pudieran compartir unas sonrisas o algunos susurros subidos de tono. Obviamente ese cuento de hadas estaba en su cabeza, y como lo que era, solo se podría esperar entrada la noche, a bailar sobre una cama. Eso le llevo a apretar un poco la copa, obviamente no la rompió, sino que su frustración fue interceptada por el suave y delicado roce de Galatea, su acompañante, en el que le transmitía que se calmara. Terpsichore solamente se quitó la idea de la cabeza de que él pudiera estar ahí y se centró en lo que Galatea le había propuesto-…Oh, si…Ha sido un discurso encantador…-Dijo comentando con su acompañante como el joven y atractivo Zar de Rusia, había transmitido sus palabras a quien lo observaba detenidamente.
Finalmente, Terpsichore intercepto la mirada de un joven, alto y de ojos verdes que parecía observar fijamente a Galatea. Vaya, vaya, vaya….parecía que todo parecía comenzar con buen pie. Al menos para su acompañante-….Galatea, querida….-sonrió con suavidad, mostrando una sonrisa picarona, cerca del oído ajeno de Galatea-….Alguien parece querer cazaros esta noche…-susurró con cuidado de que solo la escuchara ella y nadie más, las palabras susurradas mientras la rubia miraba al joven que se hacía llamar… ¿Lanington? Y que por lo visto, parecía seguir interesado en querer algo con Galatea y no pudo sentir más que ternura en esos momentos-…Anda, corre…busca noches felices para días felices!..-Sintiéndose dichosa por el momento y la ternura de las palabras susurradas, ella misma fue haciéndose a un lado, con la copa en mano y sonriéndola. Supuso que tendría que dar libertades a su “pareja” de la noche.
Ahora ¿Como es que de repente se había esfumado asustado? Los hombres eran tan sencillos que seguramente la belleza abrumante de Galatea era demasiado impactante. Exactamente. Ahora si que se sintio como objeto de decoración, que solo era un adorno mas en aquella lujosa sala de baile.
Tendría que tranquilizarse, era una noche en la que podría pasar muchísimas cosas, aventuras, ¿un romance a escondidas en alguna habitación? Seguramente lo último no ocurriría, ya que sabiendo por donde se movía, por los círculos de la alta alcurnia incluyendo a nobles, reyes y algún otro cargo de la iglesia, de sobra sabría que habría algún que otro guardia aguardando la seguridad de las habitaciones para no ser “corrompidas” por actos de pasión desenfrenados. Parecían que habían subido ya hacia donde se suponía que era la pista de baile, entraron como si de dos muchachas de la alta alcurnia, muy amigas, cogidas la una de la otra del brazo, comentando los vestidos de las pocas mujeres que habían aun en la pista de baile o solamente las que estarían esperando a ser atendidas por algún mesero o simplemente observando la decoración que en el interior de la Gran sala de baile se expandía con belleza y ostentación.
Bien, más que nada, allí estaba ella. Estaba nerviosa. Seguía sintiendo en ese cuerpo que lo vestía un hermoso vestido rojo con toques dorados, los nervios del principio, pero a pesar de tener que actuar para los demás como un desliz pasajero de la querida bruja que era su acompañante, ella tenía otro cargo importante que hacer. No era lavar los platos a nadie, no era mirar quieta en una esquina quien era el sospechoso de haberse bebido la última gota de la botella de champagne, tampoco era mirarse en el espejito y ladear el objeto para ver a quien se tenía detrás observándola para hacer su ataque. No, ella esperaría el momento, pero intuía que la noche no era como la que había planeado en el viaje hacia el Palacio de invierno.
Conforme esperaban, ella al lado de Galatea, un mesero se había acercado hacia ella y no con malas intenciones, sino para ofrecerla una copa de champagne a la que ella cogió con suma delicadeza-…Спасибо за шампанское…..(Gracias por el champagne)…-Dijo Terpsichore con una voz tranquila, con un acento fluido en sus cuerdas vocales que podría haberse dicho que era nativa de la bella Rusia…pero la copa con el licor estaba intacto, tan solo se mojó los labios para tomar sabor de ello, pero no estaba en condiciones de poder beber algo. Tenía el estómago cerrado y sabía que se había estado curando la herida que tenía en uno de sus costados, la más reciente a su lado izquierdo, dolía, solo que ella no mostró algún gesto de molestia.
En ese momento, se puso a cotillear con Galatea de las ultimas cosas que le habían llamado la atención, como un tocado de alguna mujer de la sala, o la cantidad de medallas que llevaría algún caballero de los presentes, hablaron hasta que finalmente, uno de los meseros, seguramente el mayordomo del Zar quien estaba con él en todo momento, anuncio la llegada del Zar y como Terpsichore era una dama ante todo, la reverencia que forjó ante todos los presentes fue sin ningún tipo de desequilibrio, ni ningún tipo de rudeza.
La presentación finalizó y comienza la obra de nuestras vidas….
Las 20:01 Hrs de la noche.
(El Zar ya hizo presencia de acto y la fiesta comienza…)
Las burbujas del champagne se estaban disipando de todo el rato en que había tenido sujeta la copa entre sus manos enguantadas con guantes de suave seda. Un aroma reconoció en el ambiente, pero tendría que estar soñando o quizás habérselo imaginado. No podría estar ÉL aquí, en el baile, tendría que ser una broma en cualquier caso de que la presencia de R.N estuviera presente en el ambiente del baile y ya con los nervios más a flor de piel, la copa elevo con lentitud volviéndose a mojar los labios con sutileza, pensando en si era aquel hombre con aquellas ropas oscuras, aquel cabello hasta los hombros y suelto al viento conforme su caminar se ayudaba con la aparición de un elegante bastón decorado con algún otro lujo.
¿Era tan invisible para los demás o simplemente para aquel a quien ella quería avisar de su presencia? Se estaba haciendo ilusiones, seguramente estaba imaginándose que en mitad de la noche vendría a sacarla a la pista de baile, que se mirarían y que pudieran compartir unas sonrisas o algunos susurros subidos de tono. Obviamente ese cuento de hadas estaba en su cabeza, y como lo que era, solo se podría esperar entrada la noche, a bailar sobre una cama. Eso le llevo a apretar un poco la copa, obviamente no la rompió, sino que su frustración fue interceptada por el suave y delicado roce de Galatea, su acompañante, en el que le transmitía que se calmara. Terpsichore solamente se quitó la idea de la cabeza de que él pudiera estar ahí y se centró en lo que Galatea le había propuesto-…Oh, si…Ha sido un discurso encantador…-Dijo comentando con su acompañante como el joven y atractivo Zar de Rusia, había transmitido sus palabras a quien lo observaba detenidamente.
Finalmente, Terpsichore intercepto la mirada de un joven, alto y de ojos verdes que parecía observar fijamente a Galatea. Vaya, vaya, vaya….parecía que todo parecía comenzar con buen pie. Al menos para su acompañante-….Galatea, querida….-sonrió con suavidad, mostrando una sonrisa picarona, cerca del oído ajeno de Galatea-….Alguien parece querer cazaros esta noche…-susurró con cuidado de que solo la escuchara ella y nadie más, las palabras susurradas mientras la rubia miraba al joven que se hacía llamar… ¿Lanington? Y que por lo visto, parecía seguir interesado en querer algo con Galatea y no pudo sentir más que ternura en esos momentos-…Anda, corre…busca noches felices para días felices!..-Sintiéndose dichosa por el momento y la ternura de las palabras susurradas, ella misma fue haciéndose a un lado, con la copa en mano y sonriéndola. Supuso que tendría que dar libertades a su “pareja” de la noche.
Ahora ¿Como es que de repente se había esfumado asustado? Los hombres eran tan sencillos que seguramente la belleza abrumante de Galatea era demasiado impactante. Exactamente. Ahora si que se sintio como objeto de decoración, que solo era un adorno mas en aquella lujosa sala de baile.
Goldie- Inquisidor Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Todavía creo, que nuestro mejor diálogo ha sido el de las miradas
Mario Benedetti
Un suspiro salió de mis labios, ya imaginaba que sería sumamente complicado encontrar a alguien que conociera en aquel gran palacio; todos los invitados parecían gente realmente importante y yo, bueno quizás hiciera una que otra cosa que según mis padres le avergonzaría pero es que es imposible que estuviera quieta en un sitio tan grande y majestuoso como ese.
Caminaba entre los invitados observando a todos cuantos me era posible, las personas presentes reían, bebían y conversaban… nada fuera de lo común de las fiestas de alta sociedad y en cierto punto me pareció algo más de lo mismo solo añadiendo un Zar, más no tenía opción, solo buscar algo en que perder mi tiempo o más bien dicho entretenerme y estaba segura de que en algún punto encontraría alguien quien pudiera divertirme, solo que yo aún desconocía la realidad de lo que me aguardaba detrás de aquellas cortinas por las que aparecería el famoso y nuevo Zar de Rusia.
Algunos meseros cruzaron el salón ofreciendo champaña para todos los presentes y de manera obvia no pude negarme a tomar una copa y continuar con mi andar por aquel lugar. Hasta esos momentos desconocía que mi andar por aquel salón era observado por alguien a quien conocía.
Apenas había encontrado un lugar en el que me sentía cómoda y estaba felizmente dando un sorbo a la champaña, se efectúo el anuncio de que por fin se llevaría a cabo el momento que todos estábamos esperando; era la hora de conocer quien era el nuevo Zar de Rusia, aquel que sin que yo tuviera un motivo claro me había enviado una invitación a semejante celebración. Yo no sabía obviamente que en el momento en que el Zar hiciera acto de presencia muchas cosas se tornarían claras para mi y otras simplemente serian más confusas de lo que imagine.
Las cortinas le abrieron paso entonces al Zar y mi mirada se enfoco únicamente en aquel antifaz que cubría su rostro, en ese porte y esa figura que yo conocía. Los aplausos que había comenzado a dar se detuvieron casi al instante y mis ojos no podían dejar de contemplar a quien antes fuera el duque misterioso que salvo mi vida de un vampiro, aquel duque que había confundido mi mente y en quien solía pensar de una manera más común de lo que hubiera esperado… aquel duque… Valentino de Visconti era ahora nada más y nada menos que el nuevo Zar de Rusia.
Trague saliva con algo de dificultad y mire la copa en mi mano, dando un sorbo aún más grande al contenido de esta.
Los aplausos cesaron y se hizo el silencio, todos aguardaban que el baile fuera oficializado por el Zar, pero la ausencia de aquel estruendoso sonido de aplausos no me gusto, mi corazón latía desbocado en mi pecho, tanto que creía que todos eran capaces de escucharlo. Su voz floto por todo aquel lugar y por más que intentara decir que no era él, su voz me lo confirmaba.
Había creído que no lo vería nunca más y que sería vampiro pronto, pero las cosas estaban saliendo contrarias a lo que esperaba desde un inicio. Su discurso no poseía sentido alguno, yo simplemente estaba embriagada por su voz, siendo incapaz de prestar atención a las palabras. Bebí lo que restaba de champaña esperando de manera errónea que eso calmara las dudas que en mi mente se formulaban y entonces después de otra oleada de aplausos el baile había dado oficialmente comienzo.
Mientras aquella pieza sonaba mi mirada viajo hasta el Zar y permaneció enfocada en él. Para encontrar la respuesta a las dudas que poseía siempre era mejor viajar a la fuente directa, solo que estaba vez la fuente a la que quería llegar estaba demasiado lejos de mi, incluso así… todo mi ser ansiaba poder contemplar aquellos ojos una vez más y que a su vez, su atención estuviera concentrada en mi y solamente en mi. Reí internamente por ese pensamiento, al parecer siempre que me encontraba con él terminaba pensando algunas tonterías.
Mario Benedetti
Un suspiro salió de mis labios, ya imaginaba que sería sumamente complicado encontrar a alguien que conociera en aquel gran palacio; todos los invitados parecían gente realmente importante y yo, bueno quizás hiciera una que otra cosa que según mis padres le avergonzaría pero es que es imposible que estuviera quieta en un sitio tan grande y majestuoso como ese.
Caminaba entre los invitados observando a todos cuantos me era posible, las personas presentes reían, bebían y conversaban… nada fuera de lo común de las fiestas de alta sociedad y en cierto punto me pareció algo más de lo mismo solo añadiendo un Zar, más no tenía opción, solo buscar algo en que perder mi tiempo o más bien dicho entretenerme y estaba segura de que en algún punto encontraría alguien quien pudiera divertirme, solo que yo aún desconocía la realidad de lo que me aguardaba detrás de aquellas cortinas por las que aparecería el famoso y nuevo Zar de Rusia.
Algunos meseros cruzaron el salón ofreciendo champaña para todos los presentes y de manera obvia no pude negarme a tomar una copa y continuar con mi andar por aquel lugar. Hasta esos momentos desconocía que mi andar por aquel salón era observado por alguien a quien conocía.
Apenas había encontrado un lugar en el que me sentía cómoda y estaba felizmente dando un sorbo a la champaña, se efectúo el anuncio de que por fin se llevaría a cabo el momento que todos estábamos esperando; era la hora de conocer quien era el nuevo Zar de Rusia, aquel que sin que yo tuviera un motivo claro me había enviado una invitación a semejante celebración. Yo no sabía obviamente que en el momento en que el Zar hiciera acto de presencia muchas cosas se tornarían claras para mi y otras simplemente serian más confusas de lo que imagine.
Las cortinas le abrieron paso entonces al Zar y mi mirada se enfoco únicamente en aquel antifaz que cubría su rostro, en ese porte y esa figura que yo conocía. Los aplausos que había comenzado a dar se detuvieron casi al instante y mis ojos no podían dejar de contemplar a quien antes fuera el duque misterioso que salvo mi vida de un vampiro, aquel duque que había confundido mi mente y en quien solía pensar de una manera más común de lo que hubiera esperado… aquel duque… Valentino de Visconti era ahora nada más y nada menos que el nuevo Zar de Rusia.
Trague saliva con algo de dificultad y mire la copa en mi mano, dando un sorbo aún más grande al contenido de esta.
Los aplausos cesaron y se hizo el silencio, todos aguardaban que el baile fuera oficializado por el Zar, pero la ausencia de aquel estruendoso sonido de aplausos no me gusto, mi corazón latía desbocado en mi pecho, tanto que creía que todos eran capaces de escucharlo. Su voz floto por todo aquel lugar y por más que intentara decir que no era él, su voz me lo confirmaba.
Había creído que no lo vería nunca más y que sería vampiro pronto, pero las cosas estaban saliendo contrarias a lo que esperaba desde un inicio. Su discurso no poseía sentido alguno, yo simplemente estaba embriagada por su voz, siendo incapaz de prestar atención a las palabras. Bebí lo que restaba de champaña esperando de manera errónea que eso calmara las dudas que en mi mente se formulaban y entonces después de otra oleada de aplausos el baile había dado oficialmente comienzo.
Mientras aquella pieza sonaba mi mirada viajo hasta el Zar y permaneció enfocada en él. Para encontrar la respuesta a las dudas que poseía siempre era mejor viajar a la fuente directa, solo que estaba vez la fuente a la que quería llegar estaba demasiado lejos de mi, incluso así… todo mi ser ansiaba poder contemplar aquellos ojos una vez más y que a su vez, su atención estuviera concentrada en mi y solamente en mi. Reí internamente por ese pensamiento, al parecer siempre que me encontraba con él terminaba pensando algunas tonterías.
Nathaly Rilke- Humano Clase Alta
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Localización : Yo aqui tu donde??
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
El Baile de los Hielos Nacientes
La corona se sentía pesada aún no usándola; pesaba en sus ojos al absorber las polifacéticas miradas de los presentes, pesaba en su mente al buscarles una intención, y pesaba en su licantropía la cercanía de inmortales. Y como broche de oro a la incomodidad, una pareja parecía haber olvidado que se encontraban en un evento de gran importancia para la realeza y habían osado juntar los labios y de una manera muy poco discreta. Pero si bien Valentino no apoyaba propagar conductas indecorosas como esas, entendía que el peso de dicha acción recaería en ellos, pudiendo perdurar su efecto por años, pero sería elección de ellos. La tarea de un monarca era escuchar y observar el doble y hasta el triple de lo que manifestara.
A pesar de la lista de consecuencias de su situación, Valentino mantuvo alta su barbilla y recta su espalda al bajar las escaleras. Las figuras se inclinaron ante él al verlo pasar, muchos de ellos refunfuñando por dentro debido a su orgullo doblegado por el contexto, pero al final todos los invitados seguían el protocolo. Y aunque fuera el Zar el de la forzada costumbre del antifaz eterno, de alguna manera todos llevaban máscara esa noche, incluso la servidumbre; les tocaba hacer sentir a los visitantes que habían aguardado por ellos tanto como su soberano, aunque su mente estuviera en el pan que habrían de llevar a la mesa.
—Podéis poneros de pié, invitados míos. Rusia es generosa con sus hermanos así como con sus hijos. Por favor aceptad este pequeño detalle por parte de la corona —un sonoro contacto de palmas de parte del regente hizo aparecer entre las figuras varios servidores llevando una bandeja con elegancia. Llevaban en la superficie una botella de cristal de mediano tamaño y decorada con zafiros alrededor de su tapa— Este perfume fue cuidadosamente elaborado por el perfumista Lantier, impregnando en él una exquisita mezcla de aromas a almizcle, civeto, ámbar y vainilla. Como podrán comprobar, cada uno de estos presentes tiene vuestro nombre y el de este palacio inscrito. Espero así manifestaros mi afán de que memoréis esta velada y que al salir de ésta llevéis con vosotros algo más que los hielos eternos de este lado del mundo.
Se contaba que la noche era traviesa cuando se trataba del destino hilar, y así parecía ser. Si bien no existía persona alguna que no quedara contenta con aromatizar sus ropas y sus cuerpos con finas esencias, pero algo estaba allí, susurrando en los oídos de Valentino. Sucedía que los llamados de la mente por armar eficazmente un círculo sólido de aliados y socios, si bien eran fuertes, eran también mentales, y no lograban hacer sucumbir a los llamados del espíritu. Entre paso y paso, no podía ignorar el cancerbero que la imprudente estaba presente; la autenticidad de ella era la que hacía sentir al Zar que no estaba llevando antifaz alguno, que estaba descubierto y que sin importar las jugadas políticamente correctas que utilizara, ella estaría viendo tras ellas porque simplemente no las había entendido en su vida. Una parte de él le decía que aquello era malo, pésimamente fatal, pero la otra… la otra no lo decía nada y ese era el problema.
Sabía que como licántropo no podía retener esa sensación de incertidumbre por mucho tiempo, por lo que adelantó su salida antes de que estallara hacia fuera, rompiendo con su racionalidad, con la coraza que le ofrecía la mente.
—Damas y caballeros, esperando contar con el acompañamiento de vuestras mercedes en este vals, os invito a pasar con vuestras parejas de baile a la pista para bailar la primera pieza —sonrientemente diplomático anunció el Zar, viendo a los ojos a la mayor cantidad de gente que pudo.
Bajo las capas más densas de su alma, Valentino necesitaba seguir indagando, seguir hacia delante. Y a pesar de todas las trifulcas a las cuales daban lugar las personalidades opuestas de él y de Nathaly, a pesar de las constantes protestas de ella y del peligro y la incertidumbre de lo que la noche pudiera deparar, a pesar de todo aquello, se sentía el Zar en el jardín del Edén, aunque bajo la nieve se encontrara todo árbol y planta. Se trataba de un paraíso cuyo empapado firmamento era del tono indefinido de la neblina cegadora, induciéndole a cometer errores, pero un deleite al fin y al cabo.
Y todo eso porque pese a su actuar igualitario ante la alta sociedad allí presente, había un par de ojos en específico que el Zar anhelaba encontrar, y así lo hizo. Alzó frente a todos su mano hacia aquella mirada que de día era de color verde y de noche marrón. El salón se quedó mudo por la sorpresa, sin palabras ni a favor ni en contra. Al invitarla a ella, a ella, de todas las mujeres casaderas presentes en el salón, hizo algo que detestaba hacer: arriesgarse. Pudo haber invitado a una princesa o por lo menos a una duquesa a abrir el vals; hubiera sido políticamente correcto y no hubieran tenido lugar las corazonadas, pero no fue lo que hizo. Sin querer le había hecho una ofrenda al azar. Valentino no le dijo nada a Nathaly, ni siquiera un “permitidme”, porque temía que fuera a ser él la ventisca de la noche que la midiera y recorriera con su aliento hasta lograr que ella respirara de él. Simplemente avanzó entre la multitud a paso lento sin bajar su mano, como quien reiteraba una propuesta, y se acercó lo suficiente a ella para que tomara su mano, aceptando ser partícipe de un baile cuya conclusión sería tan incierta como un juego a cara o cruz.
De inmediato la gente especuló dentro de sus cabezas que ellos no hacían compañía, y tenían razón, pero solamente eso. El resto no les pertenecía, el resto no era de nadie.
Una vez en medio de la pista, Valentino pudo al fin mirar frente a frente a la joven mientras las demás parejas los seguían, y antes de que ella dijera nada, hizo la señal de silencio en su boca antes de acercar a Nathaly para bailar. Si ella hablaba, estaría un paso más cerca de hacer ceder su antifaz. Ahora el imprudente estaba siendo él.
Fue así que el vals de la primera pieza comenzó a sonar entre trajes y vestidos, más dudas que certezas, más corazón que mente.
A pesar de la lista de consecuencias de su situación, Valentino mantuvo alta su barbilla y recta su espalda al bajar las escaleras. Las figuras se inclinaron ante él al verlo pasar, muchos de ellos refunfuñando por dentro debido a su orgullo doblegado por el contexto, pero al final todos los invitados seguían el protocolo. Y aunque fuera el Zar el de la forzada costumbre del antifaz eterno, de alguna manera todos llevaban máscara esa noche, incluso la servidumbre; les tocaba hacer sentir a los visitantes que habían aguardado por ellos tanto como su soberano, aunque su mente estuviera en el pan que habrían de llevar a la mesa.
—Podéis poneros de pié, invitados míos. Rusia es generosa con sus hermanos así como con sus hijos. Por favor aceptad este pequeño detalle por parte de la corona —un sonoro contacto de palmas de parte del regente hizo aparecer entre las figuras varios servidores llevando una bandeja con elegancia. Llevaban en la superficie una botella de cristal de mediano tamaño y decorada con zafiros alrededor de su tapa— Este perfume fue cuidadosamente elaborado por el perfumista Lantier, impregnando en él una exquisita mezcla de aromas a almizcle, civeto, ámbar y vainilla. Como podrán comprobar, cada uno de estos presentes tiene vuestro nombre y el de este palacio inscrito. Espero así manifestaros mi afán de que memoréis esta velada y que al salir de ésta llevéis con vosotros algo más que los hielos eternos de este lado del mundo.
Se contaba que la noche era traviesa cuando se trataba del destino hilar, y así parecía ser. Si bien no existía persona alguna que no quedara contenta con aromatizar sus ropas y sus cuerpos con finas esencias, pero algo estaba allí, susurrando en los oídos de Valentino. Sucedía que los llamados de la mente por armar eficazmente un círculo sólido de aliados y socios, si bien eran fuertes, eran también mentales, y no lograban hacer sucumbir a los llamados del espíritu. Entre paso y paso, no podía ignorar el cancerbero que la imprudente estaba presente; la autenticidad de ella era la que hacía sentir al Zar que no estaba llevando antifaz alguno, que estaba descubierto y que sin importar las jugadas políticamente correctas que utilizara, ella estaría viendo tras ellas porque simplemente no las había entendido en su vida. Una parte de él le decía que aquello era malo, pésimamente fatal, pero la otra… la otra no lo decía nada y ese era el problema.
Sabía que como licántropo no podía retener esa sensación de incertidumbre por mucho tiempo, por lo que adelantó su salida antes de que estallara hacia fuera, rompiendo con su racionalidad, con la coraza que le ofrecía la mente.
—Damas y caballeros, esperando contar con el acompañamiento de vuestras mercedes en este vals, os invito a pasar con vuestras parejas de baile a la pista para bailar la primera pieza —sonrientemente diplomático anunció el Zar, viendo a los ojos a la mayor cantidad de gente que pudo.
Bajo las capas más densas de su alma, Valentino necesitaba seguir indagando, seguir hacia delante. Y a pesar de todas las trifulcas a las cuales daban lugar las personalidades opuestas de él y de Nathaly, a pesar de las constantes protestas de ella y del peligro y la incertidumbre de lo que la noche pudiera deparar, a pesar de todo aquello, se sentía el Zar en el jardín del Edén, aunque bajo la nieve se encontrara todo árbol y planta. Se trataba de un paraíso cuyo empapado firmamento era del tono indefinido de la neblina cegadora, induciéndole a cometer errores, pero un deleite al fin y al cabo.
Y todo eso porque pese a su actuar igualitario ante la alta sociedad allí presente, había un par de ojos en específico que el Zar anhelaba encontrar, y así lo hizo. Alzó frente a todos su mano hacia aquella mirada que de día era de color verde y de noche marrón. El salón se quedó mudo por la sorpresa, sin palabras ni a favor ni en contra. Al invitarla a ella, a ella, de todas las mujeres casaderas presentes en el salón, hizo algo que detestaba hacer: arriesgarse. Pudo haber invitado a una princesa o por lo menos a una duquesa a abrir el vals; hubiera sido políticamente correcto y no hubieran tenido lugar las corazonadas, pero no fue lo que hizo. Sin querer le había hecho una ofrenda al azar. Valentino no le dijo nada a Nathaly, ni siquiera un “permitidme”, porque temía que fuera a ser él la ventisca de la noche que la midiera y recorriera con su aliento hasta lograr que ella respirara de él. Simplemente avanzó entre la multitud a paso lento sin bajar su mano, como quien reiteraba una propuesta, y se acercó lo suficiente a ella para que tomara su mano, aceptando ser partícipe de un baile cuya conclusión sería tan incierta como un juego a cara o cruz.
De inmediato la gente especuló dentro de sus cabezas que ellos no hacían compañía, y tenían razón, pero solamente eso. El resto no les pertenecía, el resto no era de nadie.
Una vez en medio de la pista, Valentino pudo al fin mirar frente a frente a la joven mientras las demás parejas los seguían, y antes de que ella dijera nada, hizo la señal de silencio en su boca antes de acercar a Nathaly para bailar. Si ella hablaba, estaría un paso más cerca de hacer ceder su antifaz. Ahora el imprudente estaba siendo él.
Fue así que el vals de la primera pieza comenzó a sonar entre trajes y vestidos, más dudas que certezas, más corazón que mente.
***
OFF: Desde este momento se da inicio a la etapa de la Primera Pieza (Hasta el 21 de Septiembre): La primera canción en ser bailada. Si bien esta es la pieza más importante de la noche, perfectamente algunos personajes pueden decidir no bailar. Aunque esto sea un baile, algunos pueden ser más introvertidos y otros pueden preferir charlar. Lo importante es relatar lo que ocurre con el personaje durante esta canción. Al término de este período, se cerrará el tema de inicio para comenzar con la tercera etapa.aquí.
OFF: Desde este momento se da inicio a la etapa de la Primera Pieza (Hasta el 21 de Septiembre): La primera canción en ser bailada. Si bien esta es la pieza más importante de la noche, perfectamente algunos personajes pueden decidir no bailar. Aunque esto sea un baile, algunos pueden ser más introvertidos y otros pueden preferir charlar. Lo importante es relatar lo que ocurre con el personaje durante esta canción. Al término de este período, se cerrará el tema de inicio para comenzar con la tercera etapa.aquí.
- Música de la primera pieza:
Palacio de Invierno | Apertura | Noche
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Sonrió complacida ante el comentario de la vampira, de vez en cuando a Clarice le gustaba montar alguna pequeña escenita que avergonzara a alguien-como aquella vez que había fingido que un hombre la había acosado en medio del teatro, el anciano se había visto expuesto a las miradas y cuchicheos de todos los espectadores, aunque aquel viejo baboso lo había tenido bien merecido-, sin aquellos pequeños momentos los siglos pasarían demasiado despacio.
-Sois muy sincera -admitió sin pasar por alto la primera reacción de sorpresa de Fiona Di Centa y el segundo amago de amargura al hablar de su padre cuando le habló de sus orígenes - creo que podría contar con la mano los vampiros que hablan con tanta facilidad de este tema, pero es admirable, os aconsejo que no abandonéis esa actitud.
Muchos vampiros se volvían ariscos al hablar del pasado y aunque detestaba admitirlo Clarice era una de ellos, era difícil controlar las reacciones cuando te recordaban tiempos que afloraban tantos sentimientos.
-Si, el hecho de que hayan tantas criaturas diferentes en una sola sala lo vuelve encantadoramente impredecibles-miró a la inusual cambiaformas de cabellos blancos y al vampiro que la siguió- tranquila, el champan tampoco es mi bebida humana prefería- bromeó acentuando la palabra "humana"
Clarice se sobresaltó ante el comentario de la vampira, que algunos seres sobrenaturales leyeran los pensamientos la incomodaba, podían acceder a toda la información que deseasen. Intentó serenarse, si no le daba demasiada atención a aquel hecho no llegaría a más.
-No creo que sea necesario agradecerle a alguien que diga la verdad, respecto a vuestra pregunta he viajado desde Francia, de Paris más concretamente- Clarice sonrió pícaramente- y aunque una dama jamás dice su edad hare una excepción con usted , cuento con algo más de milenio y medio de experiencia Dijo sin especificar demasiado su edad.
-Tal vez me equivoque, pero por el beso atrevido de antes yo diría que no pensáis dejar que esta noche se vuelva aburrida ¿habéis pensado en algo en especial? -pregunto curiosa- por cierto podéis tutearme
De pronto unas palmas resonaron en la sala, el zar los obsequio con un perfume como regalo y volvió a hablar invitándoles al fin a pasar a la pista de baile. El joven licántropo sacó a bailar a una joven, no era especialmente hermosa pero tenia cierto encanto, era humana algo que le pareció arriesgado para la pareja de un ser sobrenatural y más si este era un zar.
Clarice miró hacia Fiona Di Centa
- Bueno ahora solo falta que alguien nos saquen a bailar-dijo sin darle mucha importancia, si ningún hombre se le acercaba ella misma se lo pediría-o podríamos bailar entre nosotras-bromeó con una sonrisa.
-Sois muy sincera -admitió sin pasar por alto la primera reacción de sorpresa de Fiona Di Centa y el segundo amago de amargura al hablar de su padre cuando le habló de sus orígenes - creo que podría contar con la mano los vampiros que hablan con tanta facilidad de este tema, pero es admirable, os aconsejo que no abandonéis esa actitud.
Muchos vampiros se volvían ariscos al hablar del pasado y aunque detestaba admitirlo Clarice era una de ellos, era difícil controlar las reacciones cuando te recordaban tiempos que afloraban tantos sentimientos.
-Si, el hecho de que hayan tantas criaturas diferentes en una sola sala lo vuelve encantadoramente impredecibles-miró a la inusual cambiaformas de cabellos blancos y al vampiro que la siguió- tranquila, el champan tampoco es mi bebida humana prefería- bromeó acentuando la palabra "humana"
Clarice se sobresaltó ante el comentario de la vampira, que algunos seres sobrenaturales leyeran los pensamientos la incomodaba, podían acceder a toda la información que deseasen. Intentó serenarse, si no le daba demasiada atención a aquel hecho no llegaría a más.
-No creo que sea necesario agradecerle a alguien que diga la verdad, respecto a vuestra pregunta he viajado desde Francia, de Paris más concretamente- Clarice sonrió pícaramente- y aunque una dama jamás dice su edad hare una excepción con usted , cuento con algo más de milenio y medio de experiencia Dijo sin especificar demasiado su edad.
-Tal vez me equivoque, pero por el beso atrevido de antes yo diría que no pensáis dejar que esta noche se vuelva aburrida ¿habéis pensado en algo en especial? -pregunto curiosa- por cierto podéis tutearme
De pronto unas palmas resonaron en la sala, el zar los obsequio con un perfume como regalo y volvió a hablar invitándoles al fin a pasar a la pista de baile. El joven licántropo sacó a bailar a una joven, no era especialmente hermosa pero tenia cierto encanto, era humana algo que le pareció arriesgado para la pareja de un ser sobrenatural y más si este era un zar.
Clarice miró hacia Fiona Di Centa
- Bueno ahora solo falta que alguien nos saquen a bailar-dijo sin darle mucha importancia, si ningún hombre se le acercaba ella misma se lo pediría-o podríamos bailar entre nosotras-bromeó con una sonrisa.
Clarice Briand- Vampiro Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
*Sigrid mientras observaba desde el valcon las explendidas figuras de hielo en el jardín, suspirando con algo de esperanza de no aburrirse mucho en un evento como ese, Sigfrid de seguro estaría catando las bebidas de esa noche, estaba tan distraída que no se dio cuenta de que alguien le segia de cerca pero no le importaba tampoco ese hecho al contrario quería decir que de alguna manera su belleza extraña había captado la atención de alguien, se voltio para ver de quien se trataba y tras ese antifaz que parecía el de un gato de quien entraba al valcon con ella sonrio levemente y escucho con atención lo que decía el hombre*
-Buenas Noches Joven
*Sonrio ante el saludo del joven ante sus ojos de color purpura y que estaban cubiertos por un anitfas de trabajo muy detallado y fino de color negro como su vestido, sus flores en el peinado y sus guantes de encaje haciendo una reverencia*
*No pudo evitar el sonrojarse un poco al sentir el beso en sus manos pero al mismo tiempo se rio un poco*
-Un placer conocerle Joven Vraken Moos y adelante puede hacerme compañía si es que lo desea….
*Dijo ladeando la cabeza, las piezas de joyería que usaban en realidad eran solo piezas mecánicas, engranes pequeños, tuercas y alambres montados sobre cobre, plata y bronze esmaltado. Tal vez no eran las mejores piezas pero valían la pena por el trabajo que tenían en ellas, los pequeños detalles que las hacían ver de tan buen ver.*
-Pero que grosera no me he presentado con vos…me llamo Sigrid Wolfkang.
*Hizo una leve reverencia quitándole la mano al joven, no estaba muy acostumbrado al contacto con los del sexo opuesto, por lo que preferia evitarlo, mas si quería bailar se tendría que acostumbrar a este, su “hermano mayor” Sigfrid le había enseñado a bailar al menos lo básico, pero los soldados anoche le terminaron de eseñar lo que le faltaba. Sonrio al joven y se reverncio de nuevo como se acostumbraba en asia, costumbre que adquirio por haber sido cuidada un buen tiempo por una mujer china*
-Entremos hace algo de frio aquí…..
*Dijo llevándose una mano a la espalda todavía sonriente ante el joven, pero con la mirada fija en otra parte, en si distraída, mientras abria las puertas en par para salir del valcon*
-Y bueno no se tiene que quedar conmigo si no lo desea…yo entedere...
*Dijo después de entrar de nuevo al salón ya saludaría al Zar en la pista si es que bailaba, vio como las parejas comenzaban a reunirse en la pista la hermosa de Danna y su Amado Adrik ya también ahí estaban, Terpsichore estaba conversando con unos hombres, y el Zar bailaba con una chica que nunca había visto, se rio levemente ante el la alegría que poseía el lugar y la música era bellísima. Suspiro cansinamente de nuevo al recordar al Duque y su música, valla que ese hombre si le había hecho un daño, mas no lo odiaba ni mucho menos simplemente ya no le importaría, bajo la mirada y uno de los sirvientes le ofrecio una copa la cual rechazo dejando la copa en la mesita. Lo normal habría sido que el joven que la seguía se hubiera marchado como era de eseperarse pero no, y lo supo por que sintió su mirada atrás de ella, se volteo para verlo regalándole una sonrisa.*
*Se sonrojo un poco al ver que el joven que la veia con un antifaz felino le extendio la mano para tomarla y besarsela de Nuevo para invitarla a la pista cuando alguien un poco ebrio la empujo hacia delante callendo practicamente en los brazos del vampiro que acababa de besar su mano por segunda vez, se despego de inmediato y le sonrio al joven, quien le tomo la mano y la arastro a la pista de baile.*
-Gracias por determe hace unos momentos...fue muy amable de su parte joven
*Dijo en voz Baja mientras todavia no se daba del todo cuenta en que lugar del salon estaba*
-Buenas Noches Joven
*Sonrio ante el saludo del joven ante sus ojos de color purpura y que estaban cubiertos por un anitfas de trabajo muy detallado y fino de color negro como su vestido, sus flores en el peinado y sus guantes de encaje haciendo una reverencia*
*No pudo evitar el sonrojarse un poco al sentir el beso en sus manos pero al mismo tiempo se rio un poco*
-Un placer conocerle Joven Vraken Moos y adelante puede hacerme compañía si es que lo desea….
*Dijo ladeando la cabeza, las piezas de joyería que usaban en realidad eran solo piezas mecánicas, engranes pequeños, tuercas y alambres montados sobre cobre, plata y bronze esmaltado. Tal vez no eran las mejores piezas pero valían la pena por el trabajo que tenían en ellas, los pequeños detalles que las hacían ver de tan buen ver.*
-Pero que grosera no me he presentado con vos…me llamo Sigrid Wolfkang.
*Hizo una leve reverencia quitándole la mano al joven, no estaba muy acostumbrado al contacto con los del sexo opuesto, por lo que preferia evitarlo, mas si quería bailar se tendría que acostumbrar a este, su “hermano mayor” Sigfrid le había enseñado a bailar al menos lo básico, pero los soldados anoche le terminaron de eseñar lo que le faltaba. Sonrio al joven y se reverncio de nuevo como se acostumbraba en asia, costumbre que adquirio por haber sido cuidada un buen tiempo por una mujer china*
-Entremos hace algo de frio aquí…..
*Dijo llevándose una mano a la espalda todavía sonriente ante el joven, pero con la mirada fija en otra parte, en si distraída, mientras abria las puertas en par para salir del valcon*
-Y bueno no se tiene que quedar conmigo si no lo desea…yo entedere...
*Dijo después de entrar de nuevo al salón ya saludaría al Zar en la pista si es que bailaba, vio como las parejas comenzaban a reunirse en la pista la hermosa de Danna y su Amado Adrik ya también ahí estaban, Terpsichore estaba conversando con unos hombres, y el Zar bailaba con una chica que nunca había visto, se rio levemente ante el la alegría que poseía el lugar y la música era bellísima. Suspiro cansinamente de nuevo al recordar al Duque y su música, valla que ese hombre si le había hecho un daño, mas no lo odiaba ni mucho menos simplemente ya no le importaría, bajo la mirada y uno de los sirvientes le ofrecio una copa la cual rechazo dejando la copa en la mesita. Lo normal habría sido que el joven que la seguía se hubiera marchado como era de eseperarse pero no, y lo supo por que sintió su mirada atrás de ella, se volteo para verlo regalándole una sonrisa.*
*Se sonrojo un poco al ver que el joven que la veia con un antifaz felino le extendio la mano para tomarla y besarsela de Nuevo para invitarla a la pista cuando alguien un poco ebrio la empujo hacia delante callendo practicamente en los brazos del vampiro que acababa de besar su mano por segunda vez, se despego de inmediato y le sonrio al joven, quien le tomo la mano y la arastro a la pista de baile.*
-Gracias por determe hace unos momentos...fue muy amable de su parte joven
*Dijo en voz Baja mientras todavia no se daba del todo cuenta en que lugar del salon estaba*
Última edición por Sigrid Wolfkang el Dom Sep 22, 2013 5:39 pm, editado 1 vez
Alexi Wolfkang- Cambiante Clase Media
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Localización : En la cantina del Budel sirviendo tragos / o en mi casa del bosque cerca de la mansion Morel
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
La expresión más auténtica de un pueblo está en sus danzas y su música.
Los cuerpos nunca mienten.
Agnes De Mille
Los cuerpos nunca mienten.
Agnes De Mille
Al llegar aquel palacio me sobrecogí, apenas había viajado hasta el norte de Paris y ya. No conocía mundo y de repente viajar hasta Rusia y ver aquel palacio…me sobrecogía el estomago de expectación reinante. Ayudada por Keith, bajé con una sonrisa en mis labios siempre preparada y únicamente para él. Como dos enamorados caminamos hacia la puerta de palacio en silencio, yo disfrutaba de la vista con curiosidad, como una niña pequeña que quería grabar cada detalle en su mente, mientras Keith me observaba, logrando que se me enrojecieran las mejillas ligeramente adquiriendo el suave color de los melocotones.
- Recordaré tanto esta noche… - Dije en una sonrisa feliz, llegando hacia la puerta y las demás parejas que esperaban para entrar.
Al ver que nos dirigíamos hacia el interior del palacio, nos abrieron las puertas cuando Keith paró nuestro avance, tomando una de mis manos entre las suyas donde para sorpresa mía me coloco un anillo en el dedo anular. Le miré confundida ¿Qué quería decir aquello? Mi corazón no podía acelerarse más cuando me enseñó también el suyo y mis esperanzas e incertezas crecieron. Pero poco duró, ya que al instante me explicó que eran anillos protectores, con los que sabremos por su brillo si alguno de los dos está en peligro. Suspiré tras aquello algo triste, agradeciendo la caricia de Keith que me reconfortó. – Vamos mi príncipe – Murmuré yo en una sonrisa, tomando su brazo de nuevo, emprendiendo finalmente la entrada al palacio, donde me quedé sobrecogida por aquel bello e inmenso lugar.
Todo atraía mi atención, pero lo que más fue cuando mi acompañante tosió. Observé las flores y deduje que sería alergia a alguna de ellas. – Ven…vayamos por allí – dije llevándolo hacia otro lugar donde había menos presencia de flores. Sería tan fácil ser de verdad su dama…ser algo más que una amistad. Suspiré al aire conservando mi actitud alegre. No quería preocuparle.
[Tras el discurso del Zar
...y empieza el primer baile]
Champagne. Aquel divino sabor que envolvía mis sentidos. Me encontraba algo nerviosa, aquel lugar era tan grande… Solo mis ojos se perdían en él con solo de dar un rápido vistazo. Y la solución para superar los nervios? Champagne, copa tras copa, hasta perder un poco los nervios y sonrojarse las mejillas. Aquello había sido la única lección que había recibido de padre, todo y que creo que lo hacía más bien para tenerme sumisa a las gentes con las que me dejaba hablando, que casualidades de la vida todos eran solteros codiciados, diez años más grandes que yo.- Oh, sí! Claro… - murmuré avergonzada en cuanto Keith me avisó de mi ligera rapidez con los tragos. Le sonreí dejando que me quitara la última copa de mi mano.
- A mí también me recuerda esto a los grandes eventos al que iba de pequeña con mi madre. Yo también era víctima de la extraña maneras de saludar a los niños tirando de las mejillas – Coincidí sonriendo – Nunca por eso había venido a un lugar como este…vivir aquí debe de ser como un cuento – Murmuró embobada observando de nuevo todo hasta fijar su mirada en el Zar quien con lentitud y elegancia se movía bajando las escaleras.
-¿Será un buen Zar, no crees? – Pregunté sonriente, alabando la maestría del Zar. A la que pude me tome otra copa, acabándome justamente cuando Keith dio la vuelta hacia mí, llamándome en aquel mote que en sus labios tanto me agradaba. Escuché sus palabras y asentí con la copa vacía en mis manos – Tus padres fueron muy atentos en todo momento, menos en lo de visitarte y asegurarme de que te encontraras bien... en todo lo demás fueron unos excelentes anfitriones – dije tranquila, sonrojándome en cuando él volvía a caer en mi copa vacía. Mirándole, le agradecí que fuera a llenarme la copa, enrojándome aún mas tras su beso, mientras que esperaba su vuelta – Apenas una espera de tres minutos – jugueteaba con el anillo, observando los zafiros y su composición.
Al volver, volvió algo ajetreado y blanco - ¿Qué te ocurrió? – Pregunté preocupada – No… No tengo hermana gemela… ¿Por qué Keith?- Estaba confundida, que le pasaba. Pero y justamente en cuando iba a contestarme, la música cambió de tono y son. ¡El primer baile!
Tras el silencio de Keith me giré hacia donde todos miraban. El Zar y una joven empezaban a bailar. Todas las jóvenes casaderas observaban a aquella joven y la tachaban de la lista en las posibles amigas. Sonreí ante aquello volviendo a centrarme en aquella pareja, junto a la que tras un poco tiempo otras parejas se unieron a ellos. - ¿Qué bonita pareja… no crees?- Le pregunté a Keith sonriéndole -¿Bailamos, querido? – Esperaba que dijera que si y me llevara a la pista a bailar, me moría de ganas de estar junto a él, con solo la música de fondo, creando una burbuja intima entre ambos. Eran amigos, si. Pero si todo hubiera sido diferente, ¿que habría podido pasar?
Desari Delay- Humano Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
La pelirroja escuchó con atención los comentarios realizados, sonriendo según fuese el caso. Por esta razón no se le pasó por alto el sobresalto de su acompañante ante la revelación de que podía leerle los pensamientos, pero el gestó fue rápidamente superado y no comentado por lo que la vampira decidió dejarlo pasar. Debía aprender a no insistir en revelar ese atributo. A casi nadie le hacía gracia saber que podia espiar en su cabeza lo que pensaban pero no se atrevían a decir. Podía usarlo cuando quisiera pero ¿Qué necesidad tenía de andar revelando que podía hacerlo? ¿Otra manifestación de su enorme ego? Bah, ¿y de que servía tener poder si no se utilizaba aunque solo fuese para alardear? Había escuchado decir que la sabiduría iba de la mano de la humildad. Bien, pues ella no era ni sabia ni humilde y esto, por ahora, era algo que no interesaba cambiar. Sin embargo congeniaba con Clarice en cuanto a su sinceridad – Acepto el consejo y tratare de hacerlo aunque no es que me agrade en demasía el rasguñar viejas heridas con lo que solo consigo procurarme un dolor que no necesito – contestó colocándose seria por unos segundos pero cambiando su semblante rápidamente a uno más alegre.
Volvió a mirar el lugar por donde la cambiaformas y el vampiro habían desaparecido – Personalmente consideraba bastante atrevido el pretender contener tal “variedad” en un solo salón y tener la esperanza de que nada salga mal pero me atrevo ahora a adherirme a su definición de “encantadoramente imprecedibles” – comentó pensando nuevamente en la variopinta cantidad de razas presentes. Luego le sonrío a Clarice – Si bueno, en definitiva solo hay una “bebida humana” lo suficientemente buena para las dos. Jum, solo de pensarlo me empiezo a emocionar - ignoraba que tanto podía atormentar la sed a la otra vampiresa pero para ella, dada su juventud, se trataba de un tema que no podía apartar por más de algunas horas de su mente.
Lo que siguió consiguió que Fiona abriera ligeramente los ojos – Bueno, agradezco la cortesía de confiármelo pero… puf, ¿Cuántas cosas no habrás visto? ¿Aún habrá algo que resulte nuevo e interesante? – estaba francamente curiosa por su edad. No porque fuese la primera inmortal tan antigua que conociese, sino porque era la primera con quien mantenía una charla relativamente amena y tranquila durante la cual pudiese atreverse a preguntar algo así sin tener que estar cuidándose de un ataque. Rió con regocijo ante la nueva pregunta y se encontraba a punto de dar una respuesta cuando la voz del Zar resonando en el salón le interrumpió. Sus ojos siguieron los del gentío. Al parecer había pasado todo rastro de nerviosismo del joven Zar. Se le veía galante y sobrio, soberbio y regio mientras anunciaba a los presentes el inesperado obsequio que había preparado para el magno evento. Fiona sonrió al observarlo avanzar entre la muchedumbre y elegir para dar apertura al primer baile de la noche, sin ninguna clase de duda o titubeo, lo que parecía una humana simple y corriente.
La pelirroja esperó hasta que el baile dio inicio para dirigirse a Clarice – Tienes razón, por ningún motivo permitiré que sea una velada aburrida aunque en realidad no había pensado en algo en específico para conseguirlo – dio un par de pasos al frente, alejándose apenas un poco de Clarice mientras observaba en derredor. Muy cerca de allí un grupo de hombres de diferentes edades se reunían en un pequeño grupo selecto que trataba temas de política y dinero. Sus ojos se posaron sobre uno de ellos. No era muy alto pero tenía unos preciosos ojos azules que concordaban a la perfección con una cabellera rubia que colgaba suelta hasta sus hombros. – No soy partidaria de malgastar mi tiempo esperando un príncipe azul, prefiero buscarlo por mis propios medios – comentó obsequiándole una invitadora sonrisa al joven quien ahora la miraba. – ¿Te parece, querida Clarice, si abrimos nuestra propia temporada de caza? – le guiño un ojo a la vampiresa antes de avanzar hacia el grupo de hombres.
No se molestó en preguntar o en presentarse, tan solo tomó la mano del joven que la miraba estupefacto y lo haló con suavidad hasta la pista. Él no tenía la más mínima oportunidad de resistencia. Su mente vagaba entre la osadía de la joven y su suerte porque tal belleza se fijara en él. Con ayuda de su dedo índice, la pelirroja cerró la boca entreabierta del rubio, luego se aferró al estilizado y firme cuerpo – Bien Monsieur, creo que el protocolo dicta que usted guie los movimientos de ahora en más – bromeó sonriéndole y esperando a que él reaccionara. Lanzó una mirada furtiva hacia Clarice, esperando que tomara también las riendas y se uniera al espíritu del baile. Los pies del joven dieron inicio a un movimiento suave y elegante – Me ha tomado por sorpresa. Las damas rusas no suelen tener la iniciativa de la manera en que usted lo ha hecho- comentó con una voz suave y educada – La conclusión más obvia, en este caso, es que no se encuentra usted ante una dama rusa – contestó ella en un ruso no tan impecable como desearía pero lo suficientemente bueno como hacerse entender.
Volvió a mirar el lugar por donde la cambiaformas y el vampiro habían desaparecido – Personalmente consideraba bastante atrevido el pretender contener tal “variedad” en un solo salón y tener la esperanza de que nada salga mal pero me atrevo ahora a adherirme a su definición de “encantadoramente imprecedibles” – comentó pensando nuevamente en la variopinta cantidad de razas presentes. Luego le sonrío a Clarice – Si bueno, en definitiva solo hay una “bebida humana” lo suficientemente buena para las dos. Jum, solo de pensarlo me empiezo a emocionar - ignoraba que tanto podía atormentar la sed a la otra vampiresa pero para ella, dada su juventud, se trataba de un tema que no podía apartar por más de algunas horas de su mente.
Lo que siguió consiguió que Fiona abriera ligeramente los ojos – Bueno, agradezco la cortesía de confiármelo pero… puf, ¿Cuántas cosas no habrás visto? ¿Aún habrá algo que resulte nuevo e interesante? – estaba francamente curiosa por su edad. No porque fuese la primera inmortal tan antigua que conociese, sino porque era la primera con quien mantenía una charla relativamente amena y tranquila durante la cual pudiese atreverse a preguntar algo así sin tener que estar cuidándose de un ataque. Rió con regocijo ante la nueva pregunta y se encontraba a punto de dar una respuesta cuando la voz del Zar resonando en el salón le interrumpió. Sus ojos siguieron los del gentío. Al parecer había pasado todo rastro de nerviosismo del joven Zar. Se le veía galante y sobrio, soberbio y regio mientras anunciaba a los presentes el inesperado obsequio que había preparado para el magno evento. Fiona sonrió al observarlo avanzar entre la muchedumbre y elegir para dar apertura al primer baile de la noche, sin ninguna clase de duda o titubeo, lo que parecía una humana simple y corriente.
La pelirroja esperó hasta que el baile dio inicio para dirigirse a Clarice – Tienes razón, por ningún motivo permitiré que sea una velada aburrida aunque en realidad no había pensado en algo en específico para conseguirlo – dio un par de pasos al frente, alejándose apenas un poco de Clarice mientras observaba en derredor. Muy cerca de allí un grupo de hombres de diferentes edades se reunían en un pequeño grupo selecto que trataba temas de política y dinero. Sus ojos se posaron sobre uno de ellos. No era muy alto pero tenía unos preciosos ojos azules que concordaban a la perfección con una cabellera rubia que colgaba suelta hasta sus hombros. – No soy partidaria de malgastar mi tiempo esperando un príncipe azul, prefiero buscarlo por mis propios medios – comentó obsequiándole una invitadora sonrisa al joven quien ahora la miraba. – ¿Te parece, querida Clarice, si abrimos nuestra propia temporada de caza? – le guiño un ojo a la vampiresa antes de avanzar hacia el grupo de hombres.
No se molestó en preguntar o en presentarse, tan solo tomó la mano del joven que la miraba estupefacto y lo haló con suavidad hasta la pista. Él no tenía la más mínima oportunidad de resistencia. Su mente vagaba entre la osadía de la joven y su suerte porque tal belleza se fijara en él. Con ayuda de su dedo índice, la pelirroja cerró la boca entreabierta del rubio, luego se aferró al estilizado y firme cuerpo – Bien Monsieur, creo que el protocolo dicta que usted guie los movimientos de ahora en más – bromeó sonriéndole y esperando a que él reaccionara. Lanzó una mirada furtiva hacia Clarice, esperando que tomara también las riendas y se uniera al espíritu del baile. Los pies del joven dieron inicio a un movimiento suave y elegante – Me ha tomado por sorpresa. Las damas rusas no suelen tener la iniciativa de la manera en que usted lo ha hecho- comentó con una voz suave y educada – La conclusión más obvia, en este caso, es que no se encuentra usted ante una dama rusa – contestó ella en un ruso no tan impecable como desearía pero lo suficientemente bueno como hacerse entender.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
*Viendo que el vals habia dado comienzo el hombre lobo percivio en el ambiente a varios vampiros, se rio un poco para si mismo mientras les observaba, el Zar tambien era como el un hombre lobo pero por alguna razon el aroma del perfume que el zar les habia regalado esa noche le habia llegado hasta lo mas profundo de su olfato y sonrio haciando una reverncia al Zar para saludarlo de lejos*
*Los ojos del Inquisidor se postraron sobre una de sus protegidas, Sigrid quien habia chocado con alguien y ahora estaba en el piso, penso en intervener pero se dio cuenta de que seria muy ovio y no respetaria los deseos de su "pequeña Hermana". Se retiro al area donde estaban los licores y penso en servirse alguno. Vio a un joven soldado entrar por la puerta del salon y con la Mirada parecia buscar a alguien o algo. Se hacerco amablemente y pregunto*
-Que sucede joven?...
*Dijo mientras le sonreia con amabilidad, pero este lo ignore por completo por lo que el tambien ignore al hombre y servirse una copa de Coñac mientras observaba todo*
*Los ojos del Inquisidor se postraron sobre una de sus protegidas, Sigrid quien habia chocado con alguien y ahora estaba en el piso, penso en intervener pero se dio cuenta de que seria muy ovio y no respetaria los deseos de su "pequeña Hermana". Se retiro al area donde estaban los licores y penso en servirse alguno. Vio a un joven soldado entrar por la puerta del salon y con la Mirada parecia buscar a alguien o algo. Se hacerco amablemente y pregunto*
-Que sucede joven?...
*Dijo mientras le sonreia con amabilidad, pero este lo ignore por completo por lo que el tambien ignore al hombre y servirse una copa de Coñac mientras observaba todo*
Sigfrid Oakenshield- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: El Baile de los Hielos Nacientes - Apertura
Ciertas cosas pueden capturar tu mirada, pero sigue solo a las que puedan capturar tu corazón.
Con cuidado, tomó la copa de champán, chocándola con la de Danna con tal delicadeza, que parecía estar tomando entre sus dedos el delicado cuerpecillo de un ratón. Todo fuera por aparentar normalidad, después del pequeño "traspiés" de Danna, no podía permitirse romper una copa por el simple chocar de ambos cristales. Nunca podías saber cuándo encontrarías a un inquisidor al acecho. Éstos habían ido en aumento, saliendo de las oscuras esquinas de Rusia, como si Roma los expulsase al mundo como la temible plaga que eran.
Sus ojos se centraron en los de su moya dusha. Esferas verdes, capaces de alegrar su alma con sólo un leve parpadeo. ¿Cuándo había caído en su hechizo?. - Por supuesto, querida duquesa mía- Bajó su rostro hasta poder rozar su oído. No quería que las personas que los rodeaban, hablando en voz baja sobre ellos, pudieran añadir más elementos a una historia que sin duda estarían adornando de más. Odiaba eso. Los chismes, siempre eran muchísimo más elaborados, que el simple acontecimiento que se comentaba entre tantas mentiras.- Siempre celo lo que tan costosamente contigo.- Se alejó con una leve sonrisa en su rostro. Hacía todo lo posible por relajar su postura, pero aunque no lo quisiera, su espalda lucía tan recta, que parecía tener un palo en el centro de su cuerpo. Éste pensamiento le hizo soltar una carcajada al aire, llamando la atención de sus compañeros sobre él. Pero con aire solemne, señaló a Danna y se encogió de hombros con elegancia. Varias mujeres soltaron unas risas, a causa de su gesto. Mientras que los hombres se centraron en Danna, imaginando qué podría haber dicho para hacer reír al Oscuro descaradamente.
" La sonrisa es un bien tan preciado, que sólo se la dedicamos a aquellos que son nuestros más allegados".
Ahí estaba, varios hombres lo habían reconocido, llamando la atención el hecho de que estuviera en la corte y encima, acompañado de nada más y nada menos que la Duquesa de Escocia. Pobres ilusos, algunos habían llegado a palidecer, haciendo que sonriera aún más. Quizás Danna no lo supiera, pero le estaba ayudando considerablemente. Tener el apoyo de una duquesa, era algo bastante llamativo para la alta sociedad.
Sus labios se abrieron, intentando contestar a Danna, pero la llegada del Zar acalló su voz. Con una pose perfecta, alzó su rostro hacia su Rey, escuchando con atención, mientras con un brazo rodeaba la pequeña cintura de Danna, dejando claro a cualquiera, que antes de acercarse a ella tendrían que arrancar su brazo de allí.
A la mitad del discurso, deslizó sus ojos al rostro de Danna, encontrándola tan concentrada en el discurso, con una sonrisa brillante en su rostro, que a penas pudo contener su impulso de molestarla. Ella invocaba esa parte casi perdida en él. Era, para él, tan mágica como el aullido del lobo a la luna, como el sonido de los copos de nieve cayendo, moviéndose con las ventiscas, sobre los tejados. Así era ella.
Con cuidado, levantó su mano, haciendo que se moviese de su cintura, por su espalda. Ascendiendo en silencioso movimiento, como si tuviera vida propia, hasta llegar su peinado. Le robó uno de los tantos alfileres que fijaban el pelo en su adecuado lugar y con una cara inocente y seria, siguió mirando al Zar, mientras con el alfiler le pinchaba en la cintura, colocando su mano allí de nuevo.
Casi suelta una carcajada cuando su femenino cuerpo respondió a su juego. - Vamos, duquesa. El rey está hablando- Le murmuró en el oído, cuando una mujer mayor les ordenó callar al escuchar el gemido de Danna. Su cara era seria, aunque sus ojos danzaban con la risa que su boca no podía soltar.
Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas.
(Woody Allen)
(Woody Allen)
"El amor enseña incluso a un cura a bailar"
Proverbio Ruso.
Proverbio Ruso.
[ Primer Baile de la Noche]
Tomó la mano de su amada con suavidad, guiándola entre la multitud, para ocupar su puesto en el baile. Se había librado de una buena discusión gracias a varios conocidos de ella.
Aunque le agradaba haberse librado del regaño, no podía evitar ponerse celoso de todos. Desde el estúpido barrigón que se había acercado a hablar de la exquisita sonrisa que esa noche tenía la duquesa, hasta aquel viejo pervertido que no paraba de mirarle el escote a Danna. Quería matarlos a todos. Su cara se había ido convirtiendo en una máscara oscura, alejando su cara seria para adoptar una mirada de demonio. Quizás por ésa mueca habían conseguido deshacerse del último de sus seguidores. Algo que recordaría siempre, sería el no dejarla sola en otro baile de nuevo. Cualquiera pensaría que los hombres se contendrían frente a su acompañante, pero no. Sólo la mirada seria y llena de odio de Adrik los había vuelto mudos.
- Están muertos todos... es cuestión de tiempo- Susurró mientras se agachaba ante Danna, haciendo una reverencia elegante, perfeccionada de todas aquellas veces que había tenido que realizarla a lo largo del tiempo. Se irguió de nuevo con una evidente expresión de fastidio, suspirando por todo lo que había tenido que esperar para tenerla de nuevo para él solo.
- Con su permiso, duquesa- Le dijo con aire distraído por sus pensamientos, tomándola de la cintura y pegándola a su cuerpo con posesividad. Sus pies se movieron en armonía a las primeras notas, marcando el compás con un gracioso minué.
Nota a nota, su cuerpo se balanceó, alejando su mal humor gracias a los perfectos acordes que creaban los músicos. El Zar había elegido una perfecta pieza. Gracias al reconocimiento de la melodía, podía moverse con el paso correcto, aún si sus ojos fuesen tapados. - ¿Preparada para una sorpresa?- Le murmuró cuando pasaban cerca de otra pareja, rodeándolos con los movimientos de sus pasos. Esperó a que la música hiciera un crescendo, para alzarla. Giró con ella en alto, riendo hasta volverla a soltar en el suelo de nuevo. Con tranquilidad, retomó el ritmo de la melodía, mirándola con aire pícaro.- Qué pareja tan encantadora, murmuró la multitud. ¿Habéis visto cuánto se aman?.- Le dijo con voz aguda, bromeando acerca de los comentarios que escuchaba. Su única finalidad, era hacerle borrar la expresión de susto que aún recorría su rostro al haberla levantado antes en el aire sin avisar. ¿Cuándo se había divertido de aquella forma tan infantil?. Quizás desde el mismo instante en que la conoció.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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