La respuesta esta al frente de ti [Privado]

Jean-Pierre tiró el periódico al suelo de la calle con una rabia que parecía no conocer el sentido de la palabra “límite”. Su expresión facial distaba mucho de resultar agradable a la vista y es que, sin hacer nada por ocultarlo, rezumaba un odio tan poderoso que hasta el mismísimo diablo se habría tentado de sentir su abrazo. El policía, que llevaba demasiado tiempo tras las pistas de aquel sujeto mencionado en el artículo, se sentía altamente frustrado ante la idea de no poder atrapar a aquel cabrón que estaba sembrando el pánico en las calles de París… Irónico, ¿verdad? Réveillère se enfadaba con el mundo por no poder atrapar a aquel asesino y violador de mujeres cuando, en realidad, él mismo también era un asesino. Pero él era distinto, ¿cómo alguien podría dudar de ello? Aquel intachable agente de la ley y el orden solo era juez y verdugo de aquellos a los que el pueblo juzgaba como culpables y que, por otro lado, no recibían el peso de su ajusticiamiento. Sus crímenes estaban justificados –aunque en realidad estuviesen vertebrados en una venganza sin fin– mientras que los de aquel asesino de mujeres no. Un suspiro de frustración escapó de entre sus labios mientras se dirigía, a paso lento, a uno de sus cafés preferidos. Mientras caminaba iba repasando, de forma especialmente meticulosa, cada uno de los crímenes que había presenciado. Su memoria eidética le permitía recordar cada detalle, cualquier nimiedad era memorizada hasta el punto de ser un problema. Pero era por eso que aquel francés de cabellos negros era uno de los mejores investigadores de la ciudad: no dejaba escapar ni un solo detalle. Pero aquel asesino era especialmente habilidoso pues nunca dejaba pruebas que lo pudiesen incriminar… Sin huellas ni hábitos que le pudiesen delatar en una sociedad tal como aquella. Frustrante, todo aquello era realmente frustrante.

Fue por eso que no resultó extraño –el duelo del local se había encontrado ya con más de una ocasión con aquellas repentinas entradas del agente de policía– que entrase de, en cierto modo, muy malas formas. Su expresión, que ahora relucía tranquila y neutral, no fue un fiel reflejo de la ira en la cual se estaba consumiendo. Su cuerpo, perpetrado por la imperiosa necesidad de atrapar al criminal, tampoco parecía querer demostrar cuales eran las razones de aquella entrada. Solo aquellos que realmente le conocían, siendo realmente pocos, habrían atinado a pensar que estaba enfadado. No lo parecía, cualquier persona normal habría atinado a pensar que, simplemente, se había pasado de fuerza. – Buenas noches muchacho, ¿qué te sirvo hoy? – dijo a modo de saludo, y pregunta, el hombre que estaba tras el mostrador. Jean-Pierre, con un aire de absoluta caballerosidad, inclinó ligeramente la cabeza a modo de saludo, presentándole sus respetos. – Buenas noches mi querido amigo, ¿me pones un capuccino bien cargado y con muy poca leche? Gracias – respondió, con actitud relajada, mientras le miraba directamente a los ojos. El responsable del local asintió sin decir nada. En poco menos de un minuto ya se pudo observar como el agente de policía sostenía entre sus manos una taza de café. Se sentó, por mero azar, en la mesa que estaba justo al lado de la de un hombre asiático. No sospecho nada de nada, ¿Quién iba a decirle que aquel era el asesino al que tanto buscaba?

- Buenas noches, caballero – dijo, mientras se sentaba, tras dedicarle una breve mirada. Cogió, ya que había tirado el suyo, uno de los periódicos que reposaban sobre una de las mesas del local. Le gustaba mucho leer el periódico mientras tomaba el café, por eso apreciaba tanto dicho establecimiento… Siempre tenían, al menos, un periódico con el cual poder pasar el rato leyendo. Lo abrió, directamente, por la página que era, a la primera. En su mente se había quedado clavada la imagen de la página por la cual había cerrado, y tirado, el diario de la ciudad que él mismo había estado leyendo. Fue un gesto natural y curioso al que, seguramente, cualquiera que lo hubiese visto lo habría tildado como de casualidad, como de suerte, como de azar. No había sido de dicha forma pero tampoco era que fuese importante. Jean-Pierre suspiró brevemente mientras tomaba la taza de café entre sus manos y daba un breve sordo con una nulidad total de sonido, lo hizo de tal forma que nadie le podía haber escuchado beber mas, ¿por qué? Simple, él odiaba a la gente que hacía ruido bebiendo. No iba a ser quien, detestando aquello, lo hiciese el primero. Habría sido ilógico o, al menos, eso pensaba él dentro de su extraña forma de ver el mundo, dentro de su particular excentricidad. Suspiró de nuevo cuando dejó la taza de café sobre la mesa volviendo, entonces, a la lectura. Se veía una imagen de él, junto a uno de sus compañeros, tapando el cuerpo recién encontrado. Se preguntó quién habría tomado aquella foto –pues tendría que tomar cartas en el asunto- pero no le dio importancia en aquel instante, estaba demasiado concentrado pensando…