AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
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El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Ruggero había perdido la noción del tiempo y el lugar, y también parte de su memoria, no tenía nada concreto apenas vagas imágenes. Recordaba a Cammy y a Crystall y acusó a la última de haberlo hechizado. En esos momentos Ruggero seguía confiando en Cammy porque simplemente la batalla que libró contra ella no la recordaba como si la hubieran borrado así como el porqué viajaba a Italia, desconocía la muerte de Hayden y el hecho de que su esposa lo hubiera dejado al morir su hermano. Era por esa razón que la extrañaba con el alma, a sus hijos a penas lograba recordarlos, tan sólo sus nombres porque sus rostros le era imposible de recrear. Extrañaba a Chiara y la extrañaba mucho.
Pese a que deseara regresar algo en él, su subconsciente lo retenía, no solamente por el veneno que aún corría en sus venas, era algo más, era el dolor de que despertara la consciencia sabiendo que su esposa probablemente lo despreciara. Como fuere, Ruggero esperaba curarse, después volvería a buscar el camino ya que desconocía realmente donde estaba, lo último que recordó fue el despertar en aquella cabaña en la que ahora vivía, con el veneno recorriendo su cuerpo, torturándolo y la idea de que Crystall Van Wijs lo había traicionado.
Era una mañana fría de invierno cuando salió monótono a contemplar los campos, con la esperanzadora idea de que Chiara llegaría a él. Sí, esa era la fantasía y cuando no ocurría nada ingresaba fatigado por un veneno que no lo dejaba ir, que lo condicionaba ya que las veces que quiso irse descubrió que su cuerpo no tenía ninguna fuerza, que podría enfermar y morir en pleno camino y más cuando no tenía un medio de transporte y desconocía donde se hallaba.
Entró en desesperación una noche y salió pensando en su amada, pensando en Chiara y cayó derribado a medio kilómetro de distancia, enfermó de sus pulmones y con la fuerza que el veneno le permitió tener regresó a la cabaña y lloró. -Maldita Crystall- pensó un tanto paranoico creyendo que posiblemente Chiara estuviera muerta, quizás ese era el propósito de Crystall, alejarlo de ella para cobrar venganza. La esquizofrenia comenzó a amenazarlo... no cabía duda que el veneno de la abeja era único e incurable.
Pese a que deseara regresar algo en él, su subconsciente lo retenía, no solamente por el veneno que aún corría en sus venas, era algo más, era el dolor de que despertara la consciencia sabiendo que su esposa probablemente lo despreciara. Como fuere, Ruggero esperaba curarse, después volvería a buscar el camino ya que desconocía realmente donde estaba, lo último que recordó fue el despertar en aquella cabaña en la que ahora vivía, con el veneno recorriendo su cuerpo, torturándolo y la idea de que Crystall Van Wijs lo había traicionado.
Era una mañana fría de invierno cuando salió monótono a contemplar los campos, con la esperanzadora idea de que Chiara llegaría a él. Sí, esa era la fantasía y cuando no ocurría nada ingresaba fatigado por un veneno que no lo dejaba ir, que lo condicionaba ya que las veces que quiso irse descubrió que su cuerpo no tenía ninguna fuerza, que podría enfermar y morir en pleno camino y más cuando no tenía un medio de transporte y desconocía donde se hallaba.
Entró en desesperación una noche y salió pensando en su amada, pensando en Chiara y cayó derribado a medio kilómetro de distancia, enfermó de sus pulmones y con la fuerza que el veneno le permitió tener regresó a la cabaña y lloró. -Maldita Crystall- pensó un tanto paranoico creyendo que posiblemente Chiara estuviera muerta, quizás ese era el propósito de Crystall, alejarlo de ella para cobrar venganza. La esquizofrenia comenzó a amenazarlo... no cabía duda que el veneno de la abeja era único e incurable.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/08/2012
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Chiara, había viajado por cuatro largos días, en uno de los coches de Ruggero. Tras la visita que realizara a su amiga Cristall, y las visiones en que contemplara a su amado en un estado tan cercano a la muerte, todo rencor, todo sentimiento de desamor hacia su esposo, había desaparecido dando paso a lo que realmente acunaba en su alma, amor, el amor mas puro y eterno que podía sentir una persona. Ella no podía vivir sin su amado, eso era la única verdad, solo pensar en no verlo más le hacía doler el corazón.
Aun no estaba del todo segura si Ruggero, había ayudado de alguna forma a su antigua alumna, pero aquel relato de la bruja, sobre el vil disparo que la inquisidora diera contra su antiguo maestro demostraban que él siempre le había sido fiel, y que si había quedado enredado, en medio de las circunstancias de la muerte de su hermano, no era por participar sino por buscar al culpable. En la oscuridad del interior del carruaje Chiara lloro, arrepentida de todas las frases duras e injustas que había dicho a sus fieles sirvientes y en los pensamientos injustos contra su amado.
Antes de comenzar ese viaje había vuelto al hogar, con sus pequeños, los había dejado al cuidado de la pareja y tras pedir perdón arrepentida desde el fondo del corazón se dedicó a preparar su partida, no debía perder el tiempo, cada minuto contaba, cada segundo perdido era una posibilidad menos de encontrar a Ruggero con vida. Escoltada por cuatro soldados, cazadores como su hermano y amigos de éste, apenas enterarse del nombre de la verdadera asesina de su amigo, habían decidido ayudarla a dar caza a esa maldita abeja.
En pocas horas el viaje estuvo listo, se despidió de sus pequeños, Ruggero Jr, serio como siempre la miraba algo disgustado. Lo cargó entre sus brazos, se alejó unos metros de los demás para tener privacidad y lo acuno, mientras le hablaba - querido te prometo que pronto volveré con tu padre - dijo dulcemente mientras acariciaba la cabeza y las mejillas del pequeño. El pequeño la contempló a los ojos de maneras inquisitoria, como solía hacer su esposo, sonrió al recordarlo - ¿donde estas amor mio? - se preguntó mentalmente, las lagrimas se le agolparon en el pecho, pero no quería que su hijo viera la angustia que la embargaba. Apretó a su hijo entre sus brazos y volvió a donde estaban los demás.
Tomó a su bella princesa la besó e hizo reír, y le prometió mil cosas, pero la mas importante, que le devolvería a su papá. Subió al carruaje y Juan cerró la portezuela. - Juan - lo detuvo cuando éste se disponía a alejarse del coche – gracias, por salvar la vida de mi esposo - el hombre se sorprendió, en ningún momento le había dicho como se expusiera para salvar a su amo. Él solo inclinó la cabeza en señal de respeto y se alejó hasta quedar al lado de Estella que cargaba a los dos hijos de los esposos Rosso. Estela le entregó a Ruggero quien se movía inquieto y estiraba sus manitas hacia donde su madre se encontraba. El carruaje se puso en marcha y Chiara sacó medio cuerpo afuera de la ventanilla para despedirse de sus amados, el bebé comenzó a llorar desesperado y ella agitaba los brazos saludando y conteniendo las lagrimas. Volvió al interior del coche y dejó que las lagrimas bañaran sus mejillas, el corazón estaba aprisionado por la angustia de no saber donde estaba su amado, ni si lo encontraría vivo o muerto y esa incertidumbre la atormentaban.
Cuando abrió los ojos, tras permanecer en silencio y recordando lo antes vivido, el sol se había ocultado, la noche comenzaba a tomar posesión del paisaje y por seguridad deberían detenerse en algún albergue. Chiara descorrió la cortinilla y contempló el paisaje que cada vez se le hacía mas conocido. Estaban llegando al limite con Italia, mas allá de las colinas se encontraba su Turin natal, la piel se le erizó, recordando un viaje alocado casi un año atrás, huyendo de un ser que había asesinado a toda su familia, esa vez el destino la llevó a París, y a los brazos de su amado, ahora volvía buscándolo, porque estaba segura sin él no podría seguir viviendo, Ruggero una vez la había salvado de la muerte y la tragedia de perder a sus seres queridos y no podía perderle ahora a él.
Llegaron a una pequeña posada, mientras los soldados y el cochero se hacían cargo de los caballos y de conseguir las habitaciones, ella decidió estirar las piernas, pero por las dudas tomó de las riendas a uno de los caballos de recambio que poseía la guardia, - no debería alejarse, espere, yo la puedo acompañar – le dijo uno de los hombres. Ella sonrió pero negó con la cabeza, - no se preocupe no iré lejos y conozco muy bien estos territorios, estamos muy cerca de lo que alguna vez fue mio – dijo con tristeza, - volveré pronto - no esperó respuesta alguna. En un ágil movimiento se trepó al caballo y salió al galope, sus cabellos se soltaron y jugaron con el viento, ella solo deseaba estar sola, llorar su perdida, su angustia.
Cuando logró serenarse, había recorrido unos dos kilómetros a campo traviesa, allá en la lejanía se podía apreciar una desvencijada cabaña, una tenue luz en su interior, desidió arriesgarse, de seguro una humilde familia de leñadores podría darle información sobre un hombre como Ruggero, ademas si tenía suerte le ofrecerían cobijo para pasar la noche ya que en el apuro no había cargado un abrigo y comenzaba a templar de frio, por el roció nocturno que humedecía todo a su paso. Llegó a la construcción y tras descender del caballo lo ató a unas ramas bajas de un árbol cercano. Se dirigió con paso firme a la puerta de la vieja cabaña y llamó a la puerta – buenas noches – dijo al ver que ésta cedía dejando vislumbrar el interior de la construcción.
Al cruzar el umbral lo que vio la dejó sin palabras por un segundo, en una de las esquinas un hogar encendido intentaba dar un exiguo calor, mas allá una mesa y en el otro extremo un camastro, pudo ver a un hombre que se retorcía de dolor y hablaba incoherencias temblando. La poca iluminación no le permitió distinguirlo hasta que le pareció oír su nombre, sus ojos se abrieron desmesuradamente, sus pasos se apresuraron hacia donde el enfermo sufría, cuando se arrodilló al lado del lecho no tuvo dudas, era Ruggero, con el pelo algo mas largo de lo que recordaba, una barba de días descuidada y enredada, pero a ella le pareció el hombre mas hermoso de la faz de la tierra, - Ruggero, amore della Vita Mia – susurró tomando entre sus manos el rostro afiebrado, besando esos labios agrietados.
Aun no estaba del todo segura si Ruggero, había ayudado de alguna forma a su antigua alumna, pero aquel relato de la bruja, sobre el vil disparo que la inquisidora diera contra su antiguo maestro demostraban que él siempre le había sido fiel, y que si había quedado enredado, en medio de las circunstancias de la muerte de su hermano, no era por participar sino por buscar al culpable. En la oscuridad del interior del carruaje Chiara lloro, arrepentida de todas las frases duras e injustas que había dicho a sus fieles sirvientes y en los pensamientos injustos contra su amado.
Antes de comenzar ese viaje había vuelto al hogar, con sus pequeños, los había dejado al cuidado de la pareja y tras pedir perdón arrepentida desde el fondo del corazón se dedicó a preparar su partida, no debía perder el tiempo, cada minuto contaba, cada segundo perdido era una posibilidad menos de encontrar a Ruggero con vida. Escoltada por cuatro soldados, cazadores como su hermano y amigos de éste, apenas enterarse del nombre de la verdadera asesina de su amigo, habían decidido ayudarla a dar caza a esa maldita abeja.
En pocas horas el viaje estuvo listo, se despidió de sus pequeños, Ruggero Jr, serio como siempre la miraba algo disgustado. Lo cargó entre sus brazos, se alejó unos metros de los demás para tener privacidad y lo acuno, mientras le hablaba - querido te prometo que pronto volveré con tu padre - dijo dulcemente mientras acariciaba la cabeza y las mejillas del pequeño. El pequeño la contempló a los ojos de maneras inquisitoria, como solía hacer su esposo, sonrió al recordarlo - ¿donde estas amor mio? - se preguntó mentalmente, las lagrimas se le agolparon en el pecho, pero no quería que su hijo viera la angustia que la embargaba. Apretó a su hijo entre sus brazos y volvió a donde estaban los demás.
Tomó a su bella princesa la besó e hizo reír, y le prometió mil cosas, pero la mas importante, que le devolvería a su papá. Subió al carruaje y Juan cerró la portezuela. - Juan - lo detuvo cuando éste se disponía a alejarse del coche – gracias, por salvar la vida de mi esposo - el hombre se sorprendió, en ningún momento le había dicho como se expusiera para salvar a su amo. Él solo inclinó la cabeza en señal de respeto y se alejó hasta quedar al lado de Estella que cargaba a los dos hijos de los esposos Rosso. Estela le entregó a Ruggero quien se movía inquieto y estiraba sus manitas hacia donde su madre se encontraba. El carruaje se puso en marcha y Chiara sacó medio cuerpo afuera de la ventanilla para despedirse de sus amados, el bebé comenzó a llorar desesperado y ella agitaba los brazos saludando y conteniendo las lagrimas. Volvió al interior del coche y dejó que las lagrimas bañaran sus mejillas, el corazón estaba aprisionado por la angustia de no saber donde estaba su amado, ni si lo encontraría vivo o muerto y esa incertidumbre la atormentaban.
Cuando abrió los ojos, tras permanecer en silencio y recordando lo antes vivido, el sol se había ocultado, la noche comenzaba a tomar posesión del paisaje y por seguridad deberían detenerse en algún albergue. Chiara descorrió la cortinilla y contempló el paisaje que cada vez se le hacía mas conocido. Estaban llegando al limite con Italia, mas allá de las colinas se encontraba su Turin natal, la piel se le erizó, recordando un viaje alocado casi un año atrás, huyendo de un ser que había asesinado a toda su familia, esa vez el destino la llevó a París, y a los brazos de su amado, ahora volvía buscándolo, porque estaba segura sin él no podría seguir viviendo, Ruggero una vez la había salvado de la muerte y la tragedia de perder a sus seres queridos y no podía perderle ahora a él.
Llegaron a una pequeña posada, mientras los soldados y el cochero se hacían cargo de los caballos y de conseguir las habitaciones, ella decidió estirar las piernas, pero por las dudas tomó de las riendas a uno de los caballos de recambio que poseía la guardia, - no debería alejarse, espere, yo la puedo acompañar – le dijo uno de los hombres. Ella sonrió pero negó con la cabeza, - no se preocupe no iré lejos y conozco muy bien estos territorios, estamos muy cerca de lo que alguna vez fue mio – dijo con tristeza, - volveré pronto - no esperó respuesta alguna. En un ágil movimiento se trepó al caballo y salió al galope, sus cabellos se soltaron y jugaron con el viento, ella solo deseaba estar sola, llorar su perdida, su angustia.
Cuando logró serenarse, había recorrido unos dos kilómetros a campo traviesa, allá en la lejanía se podía apreciar una desvencijada cabaña, una tenue luz en su interior, desidió arriesgarse, de seguro una humilde familia de leñadores podría darle información sobre un hombre como Ruggero, ademas si tenía suerte le ofrecerían cobijo para pasar la noche ya que en el apuro no había cargado un abrigo y comenzaba a templar de frio, por el roció nocturno que humedecía todo a su paso. Llegó a la construcción y tras descender del caballo lo ató a unas ramas bajas de un árbol cercano. Se dirigió con paso firme a la puerta de la vieja cabaña y llamó a la puerta – buenas noches – dijo al ver que ésta cedía dejando vislumbrar el interior de la construcción.
Al cruzar el umbral lo que vio la dejó sin palabras por un segundo, en una de las esquinas un hogar encendido intentaba dar un exiguo calor, mas allá una mesa y en el otro extremo un camastro, pudo ver a un hombre que se retorcía de dolor y hablaba incoherencias temblando. La poca iluminación no le permitió distinguirlo hasta que le pareció oír su nombre, sus ojos se abrieron desmesuradamente, sus pasos se apresuraron hacia donde el enfermo sufría, cuando se arrodilló al lado del lecho no tuvo dudas, era Ruggero, con el pelo algo mas largo de lo que recordaba, una barba de días descuidada y enredada, pero a ella le pareció el hombre mas hermoso de la faz de la tierra, - Ruggero, amore della Vita Mia – susurró tomando entre sus manos el rostro afiebrado, besando esos labios agrietados.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
La alucinaciones se hacían más intensas, pronto, Ruggero olvidó por completo la sonrisa de su Melanie, pero no a Chiara, no a la luz que lo seguía manteniendo vivo. La rutina que seguía decayó de modo que ya no salía, no sabía si era de noche o de día.
Pero al fin se le presentó, primero como una ilusión acompañada de un cántico que recitaba el nombre de su esposa Chiara, Ruggero comenzó a pensar que nunca más volvería a ver a su familia, a besar su esposa, a acariciar su cuerpo y amar su desnudez. Ruggero estaba recostado en eso que apenas podía considerarse cama. Se abrió una puerta y una luz que él no distinguió si era oscura o clara penetró la estancia. Ruggero giró para ver a la intrusa que llamaba, su voz estaba olvidándola pero conforme se acercaba la reconoció. –Chiara has venido a por mí- dijo en un concepto ajeno al que ella entendería, pues él se creía muerto y que su amada también lo estaba. Los ojos de Ruggero ya miraban el mundo de otra forma, sin brillo, sin vida; y como un ángel Chiara resplandecía.
La vio agacharse con los ojos entrecerrados y después besó los labios cortados de Ruggero, la primera sensación era irreconocible, como si besara a alguien por primera vez. Sintió una experiencia que desconocía en esos momentos, pero que anteriormente y de manera consciente llamaría amor. Algunas lágrimas salieron de los ojos irritados de él, ella volvió a besarlo y su llanto cayó sobre el rostro de su esposo. –Lo siento tanto… amada mía, por mí estáis aquí, os he fallado- dijo y cerró sus ojos como si la vida se le fuera. Su cuerpo se enfrió y la piel palideció, la fuerza de sus manos se desvaneció y cayeron motivadas por la gravedad.
La consciencia de Ruggero se apagó y su corazón comenzaba a latir más despacio hasta que se detuvo, de esta forma entró al mundo del sueño eterno donde las sombras y el silencio reinaban. Pero no caminó, el alma de Ruggero se aferró al mundo cuando fuera del cuerpo vio a su esposa llorando y supo que acababa de morir y que ella vivía, el alma recordó la promesa de nunca abandonarla, de no hacerle daño y luchando con la fuerza de la muerte regresó a su cuerpo.
-¿Por qué lloras amada mía?- susurró antes de que su corazón volviera a latir y sus ojos se abrieran, Chiara que descansaba su bello rostro en el torso de su esposo se reincorporó para mirarle, los ojos azules de Ruggero por fin mostraban una expresión más allá del dolor, la miraba con ternura, estaba ahí, con él en una tierra que no conocía, ¿cómo lo había encontrado? Eso no importaba, ella estaba ahí con él. Las manos de Ruggero recobraron sus fuerzas y tomó las de su Chiara y las de ella comenzaron a compartirle el calor que ansiaban. Ruggero quiso reincorporarse pero su amada no se lo permitió, lo volvió a recostar. Fue entonces que recordó su visita a Crystall y la distorsionada idea de que ella lo había envenenado lo hizo experimentar otro sentimiento.
-Crystall me traicionó…- dijo mientras se reincorporaba y se sentaba, -donde están mis hijos, tengo que recuperarme para matarla- dijo en una voz ausente y que seguramente preocuparía a su bella esposa.
Pero al fin se le presentó, primero como una ilusión acompañada de un cántico que recitaba el nombre de su esposa Chiara, Ruggero comenzó a pensar que nunca más volvería a ver a su familia, a besar su esposa, a acariciar su cuerpo y amar su desnudez. Ruggero estaba recostado en eso que apenas podía considerarse cama. Se abrió una puerta y una luz que él no distinguió si era oscura o clara penetró la estancia. Ruggero giró para ver a la intrusa que llamaba, su voz estaba olvidándola pero conforme se acercaba la reconoció. –Chiara has venido a por mí- dijo en un concepto ajeno al que ella entendería, pues él se creía muerto y que su amada también lo estaba. Los ojos de Ruggero ya miraban el mundo de otra forma, sin brillo, sin vida; y como un ángel Chiara resplandecía.
La vio agacharse con los ojos entrecerrados y después besó los labios cortados de Ruggero, la primera sensación era irreconocible, como si besara a alguien por primera vez. Sintió una experiencia que desconocía en esos momentos, pero que anteriormente y de manera consciente llamaría amor. Algunas lágrimas salieron de los ojos irritados de él, ella volvió a besarlo y su llanto cayó sobre el rostro de su esposo. –Lo siento tanto… amada mía, por mí estáis aquí, os he fallado- dijo y cerró sus ojos como si la vida se le fuera. Su cuerpo se enfrió y la piel palideció, la fuerza de sus manos se desvaneció y cayeron motivadas por la gravedad.
La consciencia de Ruggero se apagó y su corazón comenzaba a latir más despacio hasta que se detuvo, de esta forma entró al mundo del sueño eterno donde las sombras y el silencio reinaban. Pero no caminó, el alma de Ruggero se aferró al mundo cuando fuera del cuerpo vio a su esposa llorando y supo que acababa de morir y que ella vivía, el alma recordó la promesa de nunca abandonarla, de no hacerle daño y luchando con la fuerza de la muerte regresó a su cuerpo.
-¿Por qué lloras amada mía?- susurró antes de que su corazón volviera a latir y sus ojos se abrieran, Chiara que descansaba su bello rostro en el torso de su esposo se reincorporó para mirarle, los ojos azules de Ruggero por fin mostraban una expresión más allá del dolor, la miraba con ternura, estaba ahí, con él en una tierra que no conocía, ¿cómo lo había encontrado? Eso no importaba, ella estaba ahí con él. Las manos de Ruggero recobraron sus fuerzas y tomó las de su Chiara y las de ella comenzaron a compartirle el calor que ansiaban. Ruggero quiso reincorporarse pero su amada no se lo permitió, lo volvió a recostar. Fue entonces que recordó su visita a Crystall y la distorsionada idea de que ella lo había envenenado lo hizo experimentar otro sentimiento.
-Crystall me traicionó…- dijo mientras se reincorporaba y se sentaba, -donde están mis hijos, tengo que recuperarme para matarla- dijo en una voz ausente y que seguramente preocuparía a su bella esposa.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Volvió a besar esos labios que tanto amaba y extrañaba, pero no obtenía la respuesta que esperaba, era como si estuvieran demasiado débiles, pudo sentir el dolor, la enorme tristeza que su amado llevaba en su corazón, podía percibir como su aura se apagaba como un débil pabilo que tiembla por la mas leve brisa nocturna. Contempló las lagrimas que mojaban el rostro de Ruggero, la empatía que sentía por ese hombre unida por sus poderes que comenzaban a despertar de un letargo. Todas esas décadas en las cuales se mantuvieron ocultos por la enseñanza estricta de su madre, quien no quiso ni pensar que su pequeña Chiara hubiera heredado los dones del antepasado mas temido de Los Di Moncalieri. Cuando comenzó a descubrí que su hija tenía ciertas inclinaciones se dedicó a corregirla, si era necesario con dolorosos castigos, como hacerla arrodillar sobre granos de arroz hasta que las rodillas se le volvían coloradas o bañarla en agua helada, lo que volvió el pobre cuerpesillo de la niña algo enfermizo y su carácter mas bien solitario. Pero esa Chiara había muerto la noche que descubrió que su amado se había ido de su lado, cuando decidió dejar todo atrás, y en el momento en que su vida mas destruida se encontraba, aquellos dones volvieron a restituirse, pudo descubrir muchos secretos y saber que si algo la unía a su pequeño era que ella le heredaba alguno de esos mismos dones.
Acarició el rostro de su amado, secando esas lagrimas, pero el peso de aquella desolación, la sensación de muerte que el veneno, que aún corría por las venas de Ruggero, le transmitía la hicieron temblar. La mirada apagada, casi sin vida de su amado la asustaron, entonces lo escucho –Lo siento tanto… amada mía, por mí estáis aquí, os he fallado- vio como sus ojos se cerraban y sus manos caían sin fuerza y sin vida a los costados del cuerpo, - no amor, no me puedes dejar – grito desesperada, mientras lo sacudía tomándolo del pecho golpeando en su tórax, - por favor... - sollozo – por favor amado, no me dejes aquí, si te vas llévame contigo – sollozó mientras se abrazaba al cuerpo aun tibio de su esposo. Algo en ella le indicó que debía hacer, se concentró pensando en la primera noche que la hizo su mujer y el calor que la envolvió pasó por ella resplandeciente, introduciéndose en la piel del hombre, era su propia energía vital, le estaba entregando su vida, no le importaba vivir sin él, nada tendría sentido, ni siquiera sus pequeños, sabía bien que los sirvientes de su marido cuidarían de ellos con sus propias vidas.
Sus lagrimas mojaron el pecho de su amado, -¿Por qué lloras amada mía?- lo escuchó pronunciar apenas en un suspiro, mientras su oído sentía el débil latido que cada vez cobraba mas fuerza. Se incorporó hasta poder contemplar esos ojos que por un segundo había creído no volvería a verlos más. Las fuerzas volvían con impetus a su amado, sintió la calidez de las manos masculinas, aun un poco tibias pero que por el contacto se iban calentando. Sonrió al verlo resurgir como el ave fénix, pero ella sabía que lejos estaba de que el veneno, que la maldita inquisidora le había introducido en el cuerpo al momento del disparo, se hubiera disipado por completo, podía sentir el animo de confusión que envolvía a su amado. Cuando éste intentó reincorporarse, ella con amor y paciencia le hizo volver a recostarse, acarició sus cabellos largos y algo descuidados, se inclinó y besó su frente, sus parpados, - descansa amor, recupera fuerzas – le dijo mientras pensaba mentalmente en que debería salir a buscar algo de comida en las alforjas de la montura del caballo al igual que otras mantas que estaban preparadas para acampar a campo traviesa. Pero en ese instante Ruggero se incorporó sentándose con una fuerza y velocidad que la sorprendieron, pero no tanto como las palabras de su amado, - ¿Crystall? - susurró, Chiara había visto con sus propias visiones como la bruja se deshacía lo mejor que podía del veneno que al ex inquisidor le robaba la vida segundo a segundo, se asustó, nunca había conocido al asesino de brujas, al inquisidor temible y sanguinario que se jactara de matar a esos seres que poseían los dones como los que ahora ella y su pequeño hijo tenían.
Se puso de rodillas entre las piernas de su esposo, tomó con sus manos el rostro masculino y presionó para que él la contemplara, - amor, cielo de mi existencia – le besó en los labios, - amado, los pequeños están seguros, en nuestro hogar, cuidados por Estella y Juan – acarició suavemente la mejilla izquierda de su amante y dejó que sus dedos recorrieran el filo de la mandíbula bajando por su cuello y se posándose en el pecho, - ya volveremos a nuestro hogar, ahora solo descansa mientras yo preparo algo para que comas – dijo sonriendo con timidez, segura que su marido se sorprendería de su habilidad para cocinar.
Acarició el rostro de su amado, secando esas lagrimas, pero el peso de aquella desolación, la sensación de muerte que el veneno, que aún corría por las venas de Ruggero, le transmitía la hicieron temblar. La mirada apagada, casi sin vida de su amado la asustaron, entonces lo escucho –Lo siento tanto… amada mía, por mí estáis aquí, os he fallado- vio como sus ojos se cerraban y sus manos caían sin fuerza y sin vida a los costados del cuerpo, - no amor, no me puedes dejar – grito desesperada, mientras lo sacudía tomándolo del pecho golpeando en su tórax, - por favor... - sollozo – por favor amado, no me dejes aquí, si te vas llévame contigo – sollozó mientras se abrazaba al cuerpo aun tibio de su esposo. Algo en ella le indicó que debía hacer, se concentró pensando en la primera noche que la hizo su mujer y el calor que la envolvió pasó por ella resplandeciente, introduciéndose en la piel del hombre, era su propia energía vital, le estaba entregando su vida, no le importaba vivir sin él, nada tendría sentido, ni siquiera sus pequeños, sabía bien que los sirvientes de su marido cuidarían de ellos con sus propias vidas.
Sus lagrimas mojaron el pecho de su amado, -¿Por qué lloras amada mía?- lo escuchó pronunciar apenas en un suspiro, mientras su oído sentía el débil latido que cada vez cobraba mas fuerza. Se incorporó hasta poder contemplar esos ojos que por un segundo había creído no volvería a verlos más. Las fuerzas volvían con impetus a su amado, sintió la calidez de las manos masculinas, aun un poco tibias pero que por el contacto se iban calentando. Sonrió al verlo resurgir como el ave fénix, pero ella sabía que lejos estaba de que el veneno, que la maldita inquisidora le había introducido en el cuerpo al momento del disparo, se hubiera disipado por completo, podía sentir el animo de confusión que envolvía a su amado. Cuando éste intentó reincorporarse, ella con amor y paciencia le hizo volver a recostarse, acarició sus cabellos largos y algo descuidados, se inclinó y besó su frente, sus parpados, - descansa amor, recupera fuerzas – le dijo mientras pensaba mentalmente en que debería salir a buscar algo de comida en las alforjas de la montura del caballo al igual que otras mantas que estaban preparadas para acampar a campo traviesa. Pero en ese instante Ruggero se incorporó sentándose con una fuerza y velocidad que la sorprendieron, pero no tanto como las palabras de su amado, - ¿Crystall? - susurró, Chiara había visto con sus propias visiones como la bruja se deshacía lo mejor que podía del veneno que al ex inquisidor le robaba la vida segundo a segundo, se asustó, nunca había conocido al asesino de brujas, al inquisidor temible y sanguinario que se jactara de matar a esos seres que poseían los dones como los que ahora ella y su pequeño hijo tenían.
Se puso de rodillas entre las piernas de su esposo, tomó con sus manos el rostro masculino y presionó para que él la contemplara, - amor, cielo de mi existencia – le besó en los labios, - amado, los pequeños están seguros, en nuestro hogar, cuidados por Estella y Juan – acarició suavemente la mejilla izquierda de su amante y dejó que sus dedos recorrieran el filo de la mandíbula bajando por su cuello y se posándose en el pecho, - ya volveremos a nuestro hogar, ahora solo descansa mientras yo preparo algo para que comas – dijo sonriendo con timidez, segura que su marido se sorprendería de su habilidad para cocinar.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Ruggero aceptó sin reprochar nada de lo que Chiara le sugirió y volvió a recostarse. Su esposa se reincorporó y fue a preparar lo que a su amado prometió. Ruggero la vio alejarse y meditó en lo que ocurría, lo tenía la menor duda de que era su esposa, sus besos y su calor eran definitivamente inolvidables, pero él temía que se tratara de una alucinación por lo que no pudo evitar recordar el veneno que corría por su cuerpo y esa sugestión hizo recordar el rostro de Crystall.
Se levantó llevándose una mano a la frente, se tambaleó por un momento pero recobró el equilibrio pronto y luego suspiró largamente. Su esposa no estaba lejos, ya no, estaba ahí con él y le era difícil quedarse ahí. No podía contenerse, ya había estado alejado de su Chiara, no queria separarse de ella nunca más. Atravezó la sala de estar y llegó a la cocina, ella le daba la espalda, ya trabajaba en la cocina y aunque él realmente tenía hambre, no superaba sus deseos de tomarla en sus brazos y besarla.
Fue a ella con sigilo y entonces le sujetó la cintura y acercó su cuerpo al de ella, Chiara no interrumpió lo que hacía y eso a él no le molestó. -Te amo Chiara, te necesito...- le dijo a su espalda, una de sus manos removió el largo cabello para dejar el cuello libre a la boca de Ruggero, éste besó primero la nuca y en tiernos besos fue avanzando a la derecha mientras sus manos abrazaban el torso y bajaban al vientre en una caricia prolongada. Chiara detuvo su hacer en el momento en el que la nariz de su esposo descanso en el hombro de ella, Ruggero respiró la fragancia de su amada y luego besó la piel, -amo el perfume que usais- le susurró en el oido y luego besó el pomulo de éste mordiendolo leve, lo soltó y la giró para verla a los ojos. -Te amo amor- y antes de que ella dijese algo la silenció con un beso.
Los brazos de ella se aferraron al cuello de su amante y el beso se intensifico, Ruggero la cargó subiendola a la mesa, abandonó los labios y besó las mejillas, la barbilla, el cuello en el momento en el que sus manos abrian las piernas de ella y le subía la falda para que tocaran sus piernas enfundadas. Al sentir el tacto sobre las piernas recordó aquella mañana en los jardines y rió en la piel de Chiara. Sus dedos delinearon la ropa interior de su amada y la hizo caer por las piernas. Ruggero levantó su rostro para ver los hermosos ojos de su esposa al mismo tiempo delineo con sus dedos la vulva de su esposa, -te amo- volvió a decir y la besó fugasmente para después ocultarse entre la falda y besar el clitoris de su amada, lo lamió y lo introdujo en su boca, sus dedos acariciaron los labios vaginales mientras él continuaba besando el clitoris, lamiendolo y succionandolo, introdujo un par de dedos en la vagina y cuando comenzó a humedecerse llevó su lengua a la vagina para beber el elixir que su Chiara liberaba como si del antidoto se tratase, Ruggero lamía con intensidad y penetraba arduamente con su lengua la vagina, sediento del elixir de su esposa.
Se levantó llevándose una mano a la frente, se tambaleó por un momento pero recobró el equilibrio pronto y luego suspiró largamente. Su esposa no estaba lejos, ya no, estaba ahí con él y le era difícil quedarse ahí. No podía contenerse, ya había estado alejado de su Chiara, no queria separarse de ella nunca más. Atravezó la sala de estar y llegó a la cocina, ella le daba la espalda, ya trabajaba en la cocina y aunque él realmente tenía hambre, no superaba sus deseos de tomarla en sus brazos y besarla.
Fue a ella con sigilo y entonces le sujetó la cintura y acercó su cuerpo al de ella, Chiara no interrumpió lo que hacía y eso a él no le molestó. -Te amo Chiara, te necesito...- le dijo a su espalda, una de sus manos removió el largo cabello para dejar el cuello libre a la boca de Ruggero, éste besó primero la nuca y en tiernos besos fue avanzando a la derecha mientras sus manos abrazaban el torso y bajaban al vientre en una caricia prolongada. Chiara detuvo su hacer en el momento en el que la nariz de su esposo descanso en el hombro de ella, Ruggero respiró la fragancia de su amada y luego besó la piel, -amo el perfume que usais- le susurró en el oido y luego besó el pomulo de éste mordiendolo leve, lo soltó y la giró para verla a los ojos. -Te amo amor- y antes de que ella dijese algo la silenció con un beso.
Los brazos de ella se aferraron al cuello de su amante y el beso se intensifico, Ruggero la cargó subiendola a la mesa, abandonó los labios y besó las mejillas, la barbilla, el cuello en el momento en el que sus manos abrian las piernas de ella y le subía la falda para que tocaran sus piernas enfundadas. Al sentir el tacto sobre las piernas recordó aquella mañana en los jardines y rió en la piel de Chiara. Sus dedos delinearon la ropa interior de su amada y la hizo caer por las piernas. Ruggero levantó su rostro para ver los hermosos ojos de su esposa al mismo tiempo delineo con sus dedos la vulva de su esposa, -te amo- volvió a decir y la besó fugasmente para después ocultarse entre la falda y besar el clitoris de su amada, lo lamió y lo introdujo en su boca, sus dedos acariciaron los labios vaginales mientras él continuaba besando el clitoris, lamiendolo y succionandolo, introdujo un par de dedos en la vagina y cuando comenzó a humedecerse llevó su lengua a la vagina para beber el elixir que su Chiara liberaba como si del antidoto se tratase, Ruggero lamía con intensidad y penetraba arduamente con su lengua la vagina, sediento del elixir de su esposa.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Chiara, apresuró su paso para entrar nuevamente a la pequeña cabaña, llevaba en sus manos algo de provisiones y una muda de ropa que todo cazador debía tener de repuesto por si ocurría algún percance, pequeños trucos que en las charlas invernales su hermano Girolamo le contara como curiosidades y puedo comprobar que muchos de los amigos del cazador utilizaban el mismo método. La melancolía se quiso apoderar de su corazón, pero entonces comprendió de forma clara como el amanecer al despuntar el sol en el horizonte, que su hermano lo último que hubiera querido era se separarla del amor de su vida. Él sabía mejor que nadie lo que se sufría por mantener un orgullo falso cuando el alma se deshace por la ausencia.
Sonrió al llegar a la puerta y entró con paso firme, dejó las ropas sobre una de las sillas y en la mesa de la cocina distribuyó todo lo necesario, rápidamente concluyó que apenas podía hacer una cena muy frugal y rió al pensar en el enorme hombre que tenía a sus espaldas, - como saciaré su apetito con tan poco – pensó con el corazón colmado de alegría por encontrarlo al fin y saber que minimamente estaba mejor, - pero aquel veneno sigue en su piel, ¿que debería hacer? - cavilaba mientras trozaba las poca verduras para la sopa.
Tan ensimismada estaba que no sintió los pasos de su amado, seguía en su febril tarea cuando unas manos la tomaron por la cintura, las conocía muy bien, las había añorado tanto que su corazón dio un vuelco con solo el contacto, intentó parecer indiferente pero le costaba seguir con su labor, el calor que emanaba sus cuerpos y las palabras que él le decía la encendían, ella también lo necesitaba, habían estado separados tanto tiempo que sus cuerpos clamaban por unirse. Eso era mas urgente que cualquier otra necesidad, ni respirar era importante si no lo hacían el uno sobre el otro.
Chiara cerró sus ojos cuando aquellos dedos acomodaron su cabello, desprendiendo luego los botones de su vestido, dejando expuesto sus hombros y parte del pecho. Los labios de su amado quemaban su piel que ardía por amarse con la pasión que solo los amantes verdaderos podían sentir, un suspiro se escapó de sus labios, cuando las caricias recorrieron su vientre, le fue imposible seguir con lo que estaba haciendo, la respiración en su hombro y las dulces palabras sobre el perfume de su piel la des concentraron y solo podía pensar en besarlo. Sonrió aun con los ojos cerrados y la cabeza tirada levemente hacia atrás, - fue el perfume que me regalaste, de flores y maderas de orientes – llevó sus manos a las caderas de su amado, acercando aun mas sus cuerpos, gimió al sentir el pequeño mordisco en su oreja. Cuando él la hizo girar y lo contempló, supo que aquellos ojos eran los únicos capaces de darle las fuerzas necesarias para seguir viva, - he estado muerta todo este tiempo – pensó con sinceridad sabiendo que si hubiera seguido en la tonta postura de no buscarlo había terminado muriendo de tristeza. Aquellos orbes que desde la noche en la catedral calmaban su alma poseían ahora signos de cansancio y algo de fatiga, pero también un brillo especial el que conocía bien, - no habrá comida – caviló mientras le sonreía con timidez y rodeaba con sus brazos el cuello masculino, hundiendo sus dedos en el cabello de Ruggero y besándolo como hacía mucho tiempo deseaba.
La subió a la mesa, ella corrió como pudo los cuencos que contenía las verduras, algunos cayeron al piso haciéndose trizas pero nada importaba, solo el amor y la pasión que sentían. Con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás disfrutó de cada uno de los besos que le daba en su piel, escuchó la risa de su amado cuando recorriendo con sus manos las piernas enfundadas en las medias, recordaba, seguramente, momentos que los dos atesoraban en sus corazones.
Buscó contemplarlo, sus miradas se cruzaron, uniendo sus almas, sus deseos, sus pasiones, él la observaba dulcemente, mientras le acariciaba su vulva, gimió y su amado le robó un beso, antes de perderse bajo las faldas. Los besos en su clítoris la hicieron gemir sin pudores y los dedos que la poseían hacían que ella arqueara mas su cuerpo y llevara sus caderas al borde de la mesa para ayudar a la penetración. Sus pezones se inflamaron y deseó sentir el aliento caliente de esa boca amada. Pronto su cuerpo reaccionó a las caricias, los besos y aquella lengua que la poseía la estaban literalmente volviendo loca de pasión, Chiara gemía, jadeaba. él seguía con sus besos y lamidas, su caricias profunda, el primer orgasmo llegó, haciendo que ella gritara y llorara de felicidad. Se dejó caer en la mesa tratando de encontrar fuerzas para seguir.
Cuando el corazón se sereno y el aliento le permitió respirar con un poco de tranquilidad, se incorporó, tomó por los brazos a su amado para a traerlo y lo beso, el sabor de aquel beso fue salado y dulce al mismo tiempo. Se aferró al cuello de su amado y bajó de la mesa, era su turno y no permitiría que se lo negara. Lo fue empujando hasta volver al camastro. Siguió besando esos labios que tanto amaba, atrapando en su boca la lengua de su amante, succionando de ella como si de su falo se tratase, estaba encendida de pasión, lo miró a los ojos mientras con sus manos intentaba abrir la camisa, pero no lograba desabotonar. Volvió a contemplar el rostro amado, sonrió con malicia antes de oir el desgarrón de la tela, los botones salieron desperdigados para diferentes lugares de la pequeña habitación y con cariño pero imperiosa le hizo sentarse en el lecho.
Su mirada inspeccionó cada centímetro del pecho amado, conocía cada una de las cicatrices que cruzaban el torso masculino, las beso con ternura y adoración, deteniéndose al contemplar la nueva cicatriz. Su mirada se cubrió con un velo de odio, no a su amado, sino al ser que había dañado al hombre que lo era todo para ella. Sus dedos delinearon la marca. Miró a su adorado Ruggero y fue en busca de esos labios, mientras su mano apoyada en la cicatriz emanaba un calor especial, no era que pudiera sanarla pero si podía mitigar las sensaciones y eliminar un poco el veneno.
Sonrió al llegar a la puerta y entró con paso firme, dejó las ropas sobre una de las sillas y en la mesa de la cocina distribuyó todo lo necesario, rápidamente concluyó que apenas podía hacer una cena muy frugal y rió al pensar en el enorme hombre que tenía a sus espaldas, - como saciaré su apetito con tan poco – pensó con el corazón colmado de alegría por encontrarlo al fin y saber que minimamente estaba mejor, - pero aquel veneno sigue en su piel, ¿que debería hacer? - cavilaba mientras trozaba las poca verduras para la sopa.
Tan ensimismada estaba que no sintió los pasos de su amado, seguía en su febril tarea cuando unas manos la tomaron por la cintura, las conocía muy bien, las había añorado tanto que su corazón dio un vuelco con solo el contacto, intentó parecer indiferente pero le costaba seguir con su labor, el calor que emanaba sus cuerpos y las palabras que él le decía la encendían, ella también lo necesitaba, habían estado separados tanto tiempo que sus cuerpos clamaban por unirse. Eso era mas urgente que cualquier otra necesidad, ni respirar era importante si no lo hacían el uno sobre el otro.
Chiara cerró sus ojos cuando aquellos dedos acomodaron su cabello, desprendiendo luego los botones de su vestido, dejando expuesto sus hombros y parte del pecho. Los labios de su amado quemaban su piel que ardía por amarse con la pasión que solo los amantes verdaderos podían sentir, un suspiro se escapó de sus labios, cuando las caricias recorrieron su vientre, le fue imposible seguir con lo que estaba haciendo, la respiración en su hombro y las dulces palabras sobre el perfume de su piel la des concentraron y solo podía pensar en besarlo. Sonrió aun con los ojos cerrados y la cabeza tirada levemente hacia atrás, - fue el perfume que me regalaste, de flores y maderas de orientes – llevó sus manos a las caderas de su amado, acercando aun mas sus cuerpos, gimió al sentir el pequeño mordisco en su oreja. Cuando él la hizo girar y lo contempló, supo que aquellos ojos eran los únicos capaces de darle las fuerzas necesarias para seguir viva, - he estado muerta todo este tiempo – pensó con sinceridad sabiendo que si hubiera seguido en la tonta postura de no buscarlo había terminado muriendo de tristeza. Aquellos orbes que desde la noche en la catedral calmaban su alma poseían ahora signos de cansancio y algo de fatiga, pero también un brillo especial el que conocía bien, - no habrá comida – caviló mientras le sonreía con timidez y rodeaba con sus brazos el cuello masculino, hundiendo sus dedos en el cabello de Ruggero y besándolo como hacía mucho tiempo deseaba.
La subió a la mesa, ella corrió como pudo los cuencos que contenía las verduras, algunos cayeron al piso haciéndose trizas pero nada importaba, solo el amor y la pasión que sentían. Con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás disfrutó de cada uno de los besos que le daba en su piel, escuchó la risa de su amado cuando recorriendo con sus manos las piernas enfundadas en las medias, recordaba, seguramente, momentos que los dos atesoraban en sus corazones.
Buscó contemplarlo, sus miradas se cruzaron, uniendo sus almas, sus deseos, sus pasiones, él la observaba dulcemente, mientras le acariciaba su vulva, gimió y su amado le robó un beso, antes de perderse bajo las faldas. Los besos en su clítoris la hicieron gemir sin pudores y los dedos que la poseían hacían que ella arqueara mas su cuerpo y llevara sus caderas al borde de la mesa para ayudar a la penetración. Sus pezones se inflamaron y deseó sentir el aliento caliente de esa boca amada. Pronto su cuerpo reaccionó a las caricias, los besos y aquella lengua que la poseía la estaban literalmente volviendo loca de pasión, Chiara gemía, jadeaba. él seguía con sus besos y lamidas, su caricias profunda, el primer orgasmo llegó, haciendo que ella gritara y llorara de felicidad. Se dejó caer en la mesa tratando de encontrar fuerzas para seguir.
Cuando el corazón se sereno y el aliento le permitió respirar con un poco de tranquilidad, se incorporó, tomó por los brazos a su amado para a traerlo y lo beso, el sabor de aquel beso fue salado y dulce al mismo tiempo. Se aferró al cuello de su amado y bajó de la mesa, era su turno y no permitiría que se lo negara. Lo fue empujando hasta volver al camastro. Siguió besando esos labios que tanto amaba, atrapando en su boca la lengua de su amante, succionando de ella como si de su falo se tratase, estaba encendida de pasión, lo miró a los ojos mientras con sus manos intentaba abrir la camisa, pero no lograba desabotonar. Volvió a contemplar el rostro amado, sonrió con malicia antes de oir el desgarrón de la tela, los botones salieron desperdigados para diferentes lugares de la pequeña habitación y con cariño pero imperiosa le hizo sentarse en el lecho.
Su mirada inspeccionó cada centímetro del pecho amado, conocía cada una de las cicatrices que cruzaban el torso masculino, las beso con ternura y adoración, deteniéndose al contemplar la nueva cicatriz. Su mirada se cubrió con un velo de odio, no a su amado, sino al ser que había dañado al hombre que lo era todo para ella. Sus dedos delinearon la marca. Miró a su adorado Ruggero y fue en busca de esos labios, mientras su mano apoyada en la cicatriz emanaba un calor especial, no era que pudiera sanarla pero si podía mitigar las sensaciones y eliminar un poco el veneno.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Ruggero se dejó conducir por la mujer que más amaba en la vida, se sentó y disfrutó de las caricias y los besos que depositaba en el torso y los pectorales de Rosso. Entonces sintió la mano de su esposa sobre la nueva herida que tenía cerca del hombro izquierdo y que casi le destroza esa extremidad. Una revelación le llegó a la mente, un recuerdo que el veneno o su subconsciente suprimió; vio a la autora de esa herida, no era otra más que Killer Bee y entonces en la plenitud del beso se entristeció y la retiró. Chiara se desconcertó por la tristeza de su esposa pero ahora Ruggero vio otra cosa, la mano de su esposa que estaba sobre la reciente herida parecía que transmitía una opaca luz, su cuerpo no se sintió sanado pero sí relajado. Su esposa se sintió amenazada o al menos a eso le pareció a Ruggero.
-¿Qué es lo que te sucedió?- pensó en preguntarle pero temía a la respuesta, temía que le hiciera una brujería para sanarla, que Crystall le hubiera enseñado esas artes que él aún reprobaba, así que mejor desvió su atención y le sonrió. –Muchas veces creí que no volvería a verte… me alegra de haberme equivocado- le dijo y la besó nuevamente olvidándose de todo, sólo quería pasar el momento con ella y nada más importaba, así lo veía él.
Con habilidosa mano desabrochó los botones de la espalda del vestido que caracterizaba a su esposa y le desnudo los pechos, el torso y toda la espalda. A diferencia de él la piel de su amada era delicada y suave, comenzó a besarla desde la barbilla, por el cuello, los hombros y los pechos deseados. Beso cada uno de ellos, succionó ambos pezones turnándose para que ambos disfrutaran lo que la boca y la lengua de él se deleitaban.
La abrazó posesivamente y girándola la recostó en el camastro, le sacó el vestido completo y la desnudó por completo, luego él también se quitó los pantalones algo fatigado y liberó su miembro de la cárcel que era su ropa interior. Fue a Chiara y su miembro estimuló la zona erógena de su esposa sin embargo, no la penetró, un cansancio de repente lo invadió y se tendió a un costado casi noqueado.
-¿Qué es lo que te sucedió?- pensó en preguntarle pero temía a la respuesta, temía que le hiciera una brujería para sanarla, que Crystall le hubiera enseñado esas artes que él aún reprobaba, así que mejor desvió su atención y le sonrió. –Muchas veces creí que no volvería a verte… me alegra de haberme equivocado- le dijo y la besó nuevamente olvidándose de todo, sólo quería pasar el momento con ella y nada más importaba, así lo veía él.
Con habilidosa mano desabrochó los botones de la espalda del vestido que caracterizaba a su esposa y le desnudo los pechos, el torso y toda la espalda. A diferencia de él la piel de su amada era delicada y suave, comenzó a besarla desde la barbilla, por el cuello, los hombros y los pechos deseados. Beso cada uno de ellos, succionó ambos pezones turnándose para que ambos disfrutaran lo que la boca y la lengua de él se deleitaban.
La abrazó posesivamente y girándola la recostó en el camastro, le sacó el vestido completo y la desnudó por completo, luego él también se quitó los pantalones algo fatigado y liberó su miembro de la cárcel que era su ropa interior. Fue a Chiara y su miembro estimuló la zona erógena de su esposa sin embargo, no la penetró, un cansancio de repente lo invadió y se tendió a un costado casi noqueado.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Cuando Ruggero la apartó en el momento en que se besaban, Chiara buscó una explicación a esa actitud mirando aquellos orbes que amaba y en los que su alma descansaba segura. Pero la tristeza que vio reflejada, y como la atención de su amado se centró un instante en lo que ella intentaba hacer en la herida del hombro, supo sin que él dijera una sola palabra que le temía, - no, por Dios – pensó, - cualquier cosa menos que me temas, me desprecies o me odies... prefiero desaparecer de tu vida – caviló con el alma desgarrada, mientras retiraba la mano como si el contacto le hubiera quemado.
Intentó no llorar, pero no pudo controlarse, le era imposible no pensar en lo que Estella y Crystall le habían contado, - antes de conocerme, ¿no era vuestro trabajo perseguir y dar muerte a seres como lo que soy ahora? - tembló reclinada junto a él, - Ruggero – susurró, pero no se refería a su esposo sino al pequeño que los esperaba en la mansión Rosso, - ¿que pasará con nuestro hijo?, o por el hecho de poseer un poder que no entendemos, ¿dejaras de amarlo? - abrió sus ojos llenos de estupor, para luego esconder el rostro de la mirada de su amante, al caer en la cuenta que el desprecio que podía llegar a albergarse en el corazón de su amado, sería sobre todo para ella ya que había sido su familia la culpable de que heredaran juntos la maldición – por que para ti eso es ¿verdad? - le preguntó en silencio y sin mirarlo.
Las palabras de Ruggero, su sonrisa, aquel beso que la atrajo nuevamente a él, haciendo olvidar por completo el miedo y la tristeza de tener que enfrentar una separación, si su amado no lograba aceptarlos con su particular naturaleza, - pero, aun lejos de ti, aunque me odies e intentes destruirme … yo te amaré toda mi vida y si hay otra también lo haré – caviló mientras se dejaba acariciar y desvestir por el ser que lo era todo para su corazón y su alma.
Quedaron tendidos en el lecho, él le quitó la ropa, beso sus pechos, Chiara, sintió la lengua y los labios de su esposo saboreando sus pezones, gimió con cada caricia que él le prodigaba, acarició los cabellos de Ruggero, su cuello fuerte, su torso. Con ágiles manos, la desnudó y aunque ella intentó ayudarle pronto él también estuvo desnudo, con su masculinidad suavemente apoyada en su vulva, rosando y estimulándola, preparando el cuerpo de su amada para que lo pudiera contener en su interior, Desde la primera noche en que se unieron él había sido muy cuidadoso, sabiendo que aquella mujer solo era suya para toda la vida. Chiara se abrazó a Ruggero, esperando que se unieran, pero él cayo sobre su pecho y luego giró quedando a su lado, como desvanecido.
Se preocupó, el veneno estaba causando esos síntomas y ella aún no sabía como podía ayudarlo, lo que tenía en claro, por la actitud antes demostrada por aquel hombre, era que no le permitiría que usara en él ninguna magia o energia. Se quedó a su lado, con una mano acarició el pecho musculoso de su esposo, se acomodó a su lado pegando su cuerpo al de su amado, clavó su mentón en el hombro masculino acercando sus labios al oído izquierdo, - amore, os amo a mas allá de lo que alguna vez llegaré a hacerlo si os pierdo - sus lagrimas bañaron el hombro mojando la rustica sabana - tanto es así, mi amor por vos, que todo éste tiempo en el que no pude demostraros cuanto os amo, sentí que una parte de mí alma moría día a día por vuestra ausencia – con su nariz acarició el cuello y parte del cuero cabelludo de Ruggero, lo beso tiernamente en el hombro. Con su mano libre peinó los cabellos rubios, continuando con los besos bajando por el hombro, y de allí al pecho. Se detuvo pensando que hacer, Cruzó su pierna izquierda sobre la cadera masculina, acostándose literalmente sobre él, ella sería su cobija, la fuente de calor, aunque afuera comenzara a nevar. Tomando una manta que había a los pies de la cama y cubrió con ella a su amado, hundiendo su rostro en el hueco del hombro, - Soy feliz por haberos encontrado -.
Intentó no llorar, pero no pudo controlarse, le era imposible no pensar en lo que Estella y Crystall le habían contado, - antes de conocerme, ¿no era vuestro trabajo perseguir y dar muerte a seres como lo que soy ahora? - tembló reclinada junto a él, - Ruggero – susurró, pero no se refería a su esposo sino al pequeño que los esperaba en la mansión Rosso, - ¿que pasará con nuestro hijo?, o por el hecho de poseer un poder que no entendemos, ¿dejaras de amarlo? - abrió sus ojos llenos de estupor, para luego esconder el rostro de la mirada de su amante, al caer en la cuenta que el desprecio que podía llegar a albergarse en el corazón de su amado, sería sobre todo para ella ya que había sido su familia la culpable de que heredaran juntos la maldición – por que para ti eso es ¿verdad? - le preguntó en silencio y sin mirarlo.
Las palabras de Ruggero, su sonrisa, aquel beso que la atrajo nuevamente a él, haciendo olvidar por completo el miedo y la tristeza de tener que enfrentar una separación, si su amado no lograba aceptarlos con su particular naturaleza, - pero, aun lejos de ti, aunque me odies e intentes destruirme … yo te amaré toda mi vida y si hay otra también lo haré – caviló mientras se dejaba acariciar y desvestir por el ser que lo era todo para su corazón y su alma.
Quedaron tendidos en el lecho, él le quitó la ropa, beso sus pechos, Chiara, sintió la lengua y los labios de su esposo saboreando sus pezones, gimió con cada caricia que él le prodigaba, acarició los cabellos de Ruggero, su cuello fuerte, su torso. Con ágiles manos, la desnudó y aunque ella intentó ayudarle pronto él también estuvo desnudo, con su masculinidad suavemente apoyada en su vulva, rosando y estimulándola, preparando el cuerpo de su amada para que lo pudiera contener en su interior, Desde la primera noche en que se unieron él había sido muy cuidadoso, sabiendo que aquella mujer solo era suya para toda la vida. Chiara se abrazó a Ruggero, esperando que se unieran, pero él cayo sobre su pecho y luego giró quedando a su lado, como desvanecido.
Se preocupó, el veneno estaba causando esos síntomas y ella aún no sabía como podía ayudarlo, lo que tenía en claro, por la actitud antes demostrada por aquel hombre, era que no le permitiría que usara en él ninguna magia o energia. Se quedó a su lado, con una mano acarició el pecho musculoso de su esposo, se acomodó a su lado pegando su cuerpo al de su amado, clavó su mentón en el hombro masculino acercando sus labios al oído izquierdo, - amore, os amo a mas allá de lo que alguna vez llegaré a hacerlo si os pierdo - sus lagrimas bañaron el hombro mojando la rustica sabana - tanto es así, mi amor por vos, que todo éste tiempo en el que no pude demostraros cuanto os amo, sentí que una parte de mí alma moría día a día por vuestra ausencia – con su nariz acarició el cuello y parte del cuero cabelludo de Ruggero, lo beso tiernamente en el hombro. Con su mano libre peinó los cabellos rubios, continuando con los besos bajando por el hombro, y de allí al pecho. Se detuvo pensando que hacer, Cruzó su pierna izquierda sobre la cadera masculina, acostándose literalmente sobre él, ella sería su cobija, la fuente de calor, aunque afuera comenzara a nevar. Tomando una manta que había a los pies de la cama y cubrió con ella a su amado, hundiendo su rostro en el hueco del hombro, - Soy feliz por haberos encontrado -.
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Ruggero pudo sentir cada movimiento de su amada, escuchó cada palabra y eso le ayudó a resistir el intenso dolor que en su interior se propagaba, un dolor que su boca no transmitía al exterior, y no era porque estaba su esposa sobre de él, sino porque realmente no podía hablar. Poco a poco el dolor cesó y sintió el cuerpo desnudo de su esposa más cálido y su miembro volvió a crecer.
-Chiara, amada mía, he soportado este veneno mortal por el simple deseo de volver a veros, la sonrisa de mi pequeña y hermosa Melanie ya no la puedo evocar, las miradas del pequeño Ruggero me son imposible de recordar; tengo miedo de no volver a verlos, pero ahora contigo tengo miedo a que este veneno me derrote es por eso que quiero amaros, quiero sentiros en todo su esplendor, quiero asegurarme que no sois un delirio que me anuncia la muerte- le dijo y ella se reincorporó levemente, Ruggero le sonrió y evocó todas las energías que reservaba para su supervivencia y la abrazó, sus grandes y ahora débiles manos se deslizaron por la cálida piel hasta tomar con firmeza las nalgas del amor de su vida.
El ex inquisidor logró girarse y quedaron él arriba de ella, las piernas de Chiara se abrieron como dos pétalos de rosa y el miembro de Ruggero cayó sobre la vulva, él buscó besar los labios de su amor y en el momento el glande acarició los labios vaginales y se introdujo a la vagina cuando el beso se inició, la lengua de Ruggero se introdujo en la boca de Chiara y danzó lentamente dentro, en ese momento el miembro la penetró totalmente. Ruggero se trago el gemido de Chiara y se movió despacio y torpe.
Mientras más la embestía, más se daba cuenta de que él no sería capaz de continuar con ese ritmo, que si seguía así caería inconsciente, fue entonces que la penetró una vez más dejando todo su miembro en el interior, sus manos recorrieron la cintura y sujetándola la acercó más a él y se reincorporaron, aún unidos Ruggero se dejó caer para que Chiara fuera la que se encargara de amarlo. Primero la tomó de las caderas y la balanceó de atrás hacía adelante, primero lento y luego con rapidez, Ruggero entrecerró los ojos mientras jadeaba, ahora él se sentía el novato y ella la experta, ahora era el momento en el que Chiara tenía que demostrarle todo lo que aprendieron juntos, él sin decírselo se lo imploraba.
-Chiara, amada mía, he soportado este veneno mortal por el simple deseo de volver a veros, la sonrisa de mi pequeña y hermosa Melanie ya no la puedo evocar, las miradas del pequeño Ruggero me son imposible de recordar; tengo miedo de no volver a verlos, pero ahora contigo tengo miedo a que este veneno me derrote es por eso que quiero amaros, quiero sentiros en todo su esplendor, quiero asegurarme que no sois un delirio que me anuncia la muerte- le dijo y ella se reincorporó levemente, Ruggero le sonrió y evocó todas las energías que reservaba para su supervivencia y la abrazó, sus grandes y ahora débiles manos se deslizaron por la cálida piel hasta tomar con firmeza las nalgas del amor de su vida.
El ex inquisidor logró girarse y quedaron él arriba de ella, las piernas de Chiara se abrieron como dos pétalos de rosa y el miembro de Ruggero cayó sobre la vulva, él buscó besar los labios de su amor y en el momento el glande acarició los labios vaginales y se introdujo a la vagina cuando el beso se inició, la lengua de Ruggero se introdujo en la boca de Chiara y danzó lentamente dentro, en ese momento el miembro la penetró totalmente. Ruggero se trago el gemido de Chiara y se movió despacio y torpe.
Mientras más la embestía, más se daba cuenta de que él no sería capaz de continuar con ese ritmo, que si seguía así caería inconsciente, fue entonces que la penetró una vez más dejando todo su miembro en el interior, sus manos recorrieron la cintura y sujetándola la acercó más a él y se reincorporaron, aún unidos Ruggero se dejó caer para que Chiara fuera la que se encargara de amarlo. Primero la tomó de las caderas y la balanceó de atrás hacía adelante, primero lento y luego con rapidez, Ruggero entrecerró los ojos mientras jadeaba, ahora él se sentía el novato y ella la experta, ahora era el momento en el que Chiara tenía que demostrarle todo lo que aprendieron juntos, él sin decírselo se lo imploraba.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Oírlo decir que no recordaba a sus hijos, le dolió en el alma, temió que ella también se hubiera convertido en un vago recuerdo y se aferró al cuerpo de su amado, lloró porque no podía creer que existiera en el mundo un ser tan despreciable que le hiciera eso a su hombre, borrar de su mente el amor que sentía por sus hijos. Deseó que la responsable de tanto dolor, pagara con el mismo sentimiento, que lo que más amara se le negara, que no pudiera ser feliz, si ellos no lograban superar este doloroso trance. No la odió por la muerte de su hermano, ni la de su amiga Maryeva, pero lo que nunca le perdonaría sería haberlos alejado, y casi asesinado a su amado. No existiría un día en su vida que no aborrecería a esa mujer por herirlos.
Se aferró mas a él, luego se incorporó un poco hasta que su rostro estuvo sobre el de él a pocos milímetros, - amor, no soy un espectro, en verdad estoy aquí... contigo, no es un invento de la muerte que os asecha – acarició con sus dedos el perfil de su amado, - no dejaré que ella os lleve, debéis estar conmigo, jurasteis acompañarme en esta vida – la voz se le quebró, en verdad temía que ésa noche fuera la última de su adorado, no podía permitirlo, algo tenía que encontrar para hacer, no dejaría que la maldita muerte los separara, prefería entregarle toda su energía y morir ella antes que perderle. Así se prometió, esa decisión la hizo sonreír. Una vez, había leído, en el libro de su abuela, que existía una forma de entregar toda la energía de nuestras vidas a otra persona, esa antigua practica, peligrosa y secreta, ella podría inmolarse con tal de salvar la vida a su Ruggero, - es que mi vida sin ti no tienen sentido, vida mía – pensó mientras acariciaba el cabellos de su esposo y besaba sus labios resquebrajados. Estaba tranquila por la decisión tomada, sabía que él se recuperaría, recordaría el amor que alguna vez sintió por sus hijos y los cuidaría bien, ella podría descansar en paz y lo esperaría en el mas allá.
La sonrisa en los labios de su amado, era el mejor regalo que le podía dar. Sentir las fuerzas que él buscaba para amarla la hicieron emocionarse, su amor por él era inmenso, si existía esta sola vida no le importaba perderla con tal de que él estuviera a salvo. Si existía otra, el amor que se profesaban los haría reencontrarse. Su amado, la giró, quedando ella tendida en el estrecho lecho y él cubriéndola, Chiara se abrió para contenerlo, haciendo mas fácil que la penetrara. Lo extrañaba tanto, había pasado tanto tiempo culpándolo por algo de lo que no era culpable, su amiga Crystall le había quitado la venda de los ojos, había estado a punto de perderle para siempre por un error, por no querer enfrentar la realidad y por no defender lo más importante que tenía, el amor de ése hombre.
Perdida estaba en sus cavilaciones cuando el miembro de su amado, la penetró, ella gimió de placer, los besos que le prodigaba la llenaron de ternura y amor, rodeó con sus brazos el torso de Ruggero y arañó suavemente la espalda masculina. Disfrutó cada movimiento que él hacía, cada embestida, le acomodaba un mechón de cabello que de forma empedernida caía una y otra vez ocultando parte del rostro de su marido, sonrió, buscando su mirada, agradeciendo haberlo encontrado, - gracias amor por haberme esperado – le susurró en los labios – ahora no te preocupes, deja que yo te cuide, todo saldrá bien – sus dedos se enterraron en los cabellos masculinos y ella buscó la boca dándole un beso apasionado, mientras gruesas lagrimas descendían por el costado de sus ojos hasta sus orejas y de allí al lecho, no deseaba separarse nunca mas de él, pero si debía dar su vida por su amado lo haría.
Comprendió que él se estaba cansando, utilizando toda su energía y eso no era bueno. Se abrazaron y tras algunos movimientos ella quedó sobre él nuevamente. Aún tenía el miembro de su esposo en su interior y las manos de él en sus nalgas, con suavidad, y sin perder la mirada el uno en el otro Ruggero le fue marcando la intensidad y profundidad del movimiento, ella sonrió, pues le recordó la primera noche, cuando se amaron allá en la mansión Rosso. Inclinó su cuerpo hacia adelante levantando suavemente sus caderas, apoyando sus manos sobre el pecho masculino, sus pechos, que desde el embarazo y luego al amamantar a los pequeños se habían vuelto mas generosos, comenzaron a moverse cadenciosamente cerca del rostro de su esposo. Podía sentir cada centímetro del miembro de su amante como se deslizaba por su vagina, apretó los muslos y las paredes de su vientre se apretaron haciendo mas intensa la caricia. Se dejaba caer sobre el falo para luego acunarlo en su interior, una y otra vez.
Amaba ver la expresión en el rostro de su marido, recordó la noche que concibieron a sus pequeños, había sido una noche de vida y desesperación por una partida, en ese momento también era una noche, pero la muerte estaba presente, rondando, esperando una ofrenda , tal vez. y Chiara sabía que si alguno de los dos debía ir con el espectro, ella no dejaría que fuera su amado, - no te dejaré solo nunca mas – susurró en el oído de su amado, al inclinarse y besar su mandíbula.
Se aferró mas a él, luego se incorporó un poco hasta que su rostro estuvo sobre el de él a pocos milímetros, - amor, no soy un espectro, en verdad estoy aquí... contigo, no es un invento de la muerte que os asecha – acarició con sus dedos el perfil de su amado, - no dejaré que ella os lleve, debéis estar conmigo, jurasteis acompañarme en esta vida – la voz se le quebró, en verdad temía que ésa noche fuera la última de su adorado, no podía permitirlo, algo tenía que encontrar para hacer, no dejaría que la maldita muerte los separara, prefería entregarle toda su energía y morir ella antes que perderle. Así se prometió, esa decisión la hizo sonreír. Una vez, había leído, en el libro de su abuela, que existía una forma de entregar toda la energía de nuestras vidas a otra persona, esa antigua practica, peligrosa y secreta, ella podría inmolarse con tal de salvar la vida a su Ruggero, - es que mi vida sin ti no tienen sentido, vida mía – pensó mientras acariciaba el cabellos de su esposo y besaba sus labios resquebrajados. Estaba tranquila por la decisión tomada, sabía que él se recuperaría, recordaría el amor que alguna vez sintió por sus hijos y los cuidaría bien, ella podría descansar en paz y lo esperaría en el mas allá.
La sonrisa en los labios de su amado, era el mejor regalo que le podía dar. Sentir las fuerzas que él buscaba para amarla la hicieron emocionarse, su amor por él era inmenso, si existía esta sola vida no le importaba perderla con tal de que él estuviera a salvo. Si existía otra, el amor que se profesaban los haría reencontrarse. Su amado, la giró, quedando ella tendida en el estrecho lecho y él cubriéndola, Chiara se abrió para contenerlo, haciendo mas fácil que la penetrara. Lo extrañaba tanto, había pasado tanto tiempo culpándolo por algo de lo que no era culpable, su amiga Crystall le había quitado la venda de los ojos, había estado a punto de perderle para siempre por un error, por no querer enfrentar la realidad y por no defender lo más importante que tenía, el amor de ése hombre.
Perdida estaba en sus cavilaciones cuando el miembro de su amado, la penetró, ella gimió de placer, los besos que le prodigaba la llenaron de ternura y amor, rodeó con sus brazos el torso de Ruggero y arañó suavemente la espalda masculina. Disfrutó cada movimiento que él hacía, cada embestida, le acomodaba un mechón de cabello que de forma empedernida caía una y otra vez ocultando parte del rostro de su marido, sonrió, buscando su mirada, agradeciendo haberlo encontrado, - gracias amor por haberme esperado – le susurró en los labios – ahora no te preocupes, deja que yo te cuide, todo saldrá bien – sus dedos se enterraron en los cabellos masculinos y ella buscó la boca dándole un beso apasionado, mientras gruesas lagrimas descendían por el costado de sus ojos hasta sus orejas y de allí al lecho, no deseaba separarse nunca mas de él, pero si debía dar su vida por su amado lo haría.
Comprendió que él se estaba cansando, utilizando toda su energía y eso no era bueno. Se abrazaron y tras algunos movimientos ella quedó sobre él nuevamente. Aún tenía el miembro de su esposo en su interior y las manos de él en sus nalgas, con suavidad, y sin perder la mirada el uno en el otro Ruggero le fue marcando la intensidad y profundidad del movimiento, ella sonrió, pues le recordó la primera noche, cuando se amaron allá en la mansión Rosso. Inclinó su cuerpo hacia adelante levantando suavemente sus caderas, apoyando sus manos sobre el pecho masculino, sus pechos, que desde el embarazo y luego al amamantar a los pequeños se habían vuelto mas generosos, comenzaron a moverse cadenciosamente cerca del rostro de su esposo. Podía sentir cada centímetro del miembro de su amante como se deslizaba por su vagina, apretó los muslos y las paredes de su vientre se apretaron haciendo mas intensa la caricia. Se dejaba caer sobre el falo para luego acunarlo en su interior, una y otra vez.
Amaba ver la expresión en el rostro de su marido, recordó la noche que concibieron a sus pequeños, había sido una noche de vida y desesperación por una partida, en ese momento también era una noche, pero la muerte estaba presente, rondando, esperando una ofrenda , tal vez. y Chiara sabía que si alguno de los dos debía ir con el espectro, ella no dejaría que fuera su amado, - no te dejaré solo nunca mas – susurró en el oído de su amado, al inclinarse y besar su mandíbula.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Chiara había aprendido mucho, había aprendido de él. Todo el placer que ella le daba no podía compararse con nada, quizás la agonía intensificaba esa incontrolable sensación de gozo. Ruggero tomó los pechos de su amada estrujándolos, apoderándose de ellos como ella se había apoderado de su miembro. Entonces llegó un olor ajeno al sexo, Ruggero se miró los brazos y observó que segregaba un sudor verdoso, la inquietud se apoderó de él y totalmente aterrado apartó a Chiara de él.
Se levantó y contempló todo su cuerpo –el veneno, no te me acerquéis– le dijo aterrado pero con los deseos de tenerla entre sus brazos. Aquella energía que se había incrementado con los movimientos expertos de su amada comenzaban a abandonarlo, sus piernas flaquearon y cayó de rodillas. Aquel sudor se consolidó en él, como una costra que lo envolvía y lo sofocaba.
–Perdonadme Chiara, perdonadme porque habéis venido aquí sólo para vedme morir... aquí en esta misera cabaña– terminó de decir y cayó en sus cuatro extremidades, su visión comenzaba a desvanecerse, su respiración le fallaba y lo único que se mantenía firme era su miembro que parecía ajeno a todo lo que su cuerpo experimentaba. Ruggero fue cerrando sus ojos –no me toquéis, no os acerquéis...– rogó Ruggero y se desplomó finalmente en el suelo.
El cuerpo giró para mantenerse recostado boca arriba, con su cuerpo inutilizado pero el miembro totalmente erecto. La consciencia comenzó a irse y susurró Chiara en un delirio. Y entonces meditó antes de perder el conocimiento, ¿me equivoqué, debí haber continuado hasta que el veneno saliera por los poros de mi piel en ese sudor aterrador? se inquietó pero era tarde, no podía articular palabra, sí expulsar el veneno por el sudor había sido la respuesta, ésta ya no importaba, Ruggero se lo había jugado todo con tal de no contaminar el cuerpo puro de su esposa, no podía llevarla a una muerte joven.
Pensó una última vez en sus hijos y los rostros de sus pequeños aparecieron en su mente, luego aparició la visita que hizo a Crystall y su intento por sanarlo, después llegó el conflicto con Killer Bee, su alumna mortal y que había sido su orgullo, lo máximo que hasta que llegó Chiara era su triunfo. Ser llamado el maestro de la mejor asesina de la orden había sido su meta, pero ya no era inquisidor, era un humano que sólo vivía para amar a su esposa, al amor de su vida, a su bella, dulce e inocente Chiara di Rosso.
-Volveréis a ser una di Moncalieri... lo siento tanto, lo siento tanto amor mío...- fue su último pensamiento.
Se levantó y contempló todo su cuerpo –el veneno, no te me acerquéis– le dijo aterrado pero con los deseos de tenerla entre sus brazos. Aquella energía que se había incrementado con los movimientos expertos de su amada comenzaban a abandonarlo, sus piernas flaquearon y cayó de rodillas. Aquel sudor se consolidó en él, como una costra que lo envolvía y lo sofocaba.
–Perdonadme Chiara, perdonadme porque habéis venido aquí sólo para vedme morir... aquí en esta misera cabaña– terminó de decir y cayó en sus cuatro extremidades, su visión comenzaba a desvanecerse, su respiración le fallaba y lo único que se mantenía firme era su miembro que parecía ajeno a todo lo que su cuerpo experimentaba. Ruggero fue cerrando sus ojos –no me toquéis, no os acerquéis...– rogó Ruggero y se desplomó finalmente en el suelo.
El cuerpo giró para mantenerse recostado boca arriba, con su cuerpo inutilizado pero el miembro totalmente erecto. La consciencia comenzó a irse y susurró Chiara en un delirio. Y entonces meditó antes de perder el conocimiento, ¿me equivoqué, debí haber continuado hasta que el veneno saliera por los poros de mi piel en ese sudor aterrador? se inquietó pero era tarde, no podía articular palabra, sí expulsar el veneno por el sudor había sido la respuesta, ésta ya no importaba, Ruggero se lo había jugado todo con tal de no contaminar el cuerpo puro de su esposa, no podía llevarla a una muerte joven.
Pensó una última vez en sus hijos y los rostros de sus pequeños aparecieron en su mente, luego aparició la visita que hizo a Crystall y su intento por sanarlo, después llegó el conflicto con Killer Bee, su alumna mortal y que había sido su orgullo, lo máximo que hasta que llegó Chiara era su triunfo. Ser llamado el maestro de la mejor asesina de la orden había sido su meta, pero ya no era inquisidor, era un humano que sólo vivía para amar a su esposa, al amor de su vida, a su bella, dulce e inocente Chiara di Rosso.
-Volveréis a ser una di Moncalieri... lo siento tanto, lo siento tanto amor mío...- fue su último pensamiento.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Cuando sintió el empujón que la alejó de su amado, junto con el grito aterrado de éste en el que, Ruggero, expresaba el miedo que le provocaba, aquel sudor viscoso que salía por los poros y aseguraba que era veneno y que debía alejarse de él. Por un momento no pudo reaccionar, lo vio abandonar el lecho para luego caer de rodillas, posteriormente apoyado en sus manos, caer casi inconsciente en el suelo. La italiana escuchaba cada una de las frases que decía su esposo y negaba con la cabeza, - no!!! no!!! como pretendes que me aparte de ti – le habló con suavidad aunque deseaba gritarle en el rostro, zamarrear y tratar de que entrara en razón, - amor mio – susurró mientras se acercaba a él, extendiendo su mano y tocando sus cabello. El había girado sobre su espalda y apenas con los ojos entreabierto, mirando, sin ver, el techo de la humilde cabaña, entonces escuchó - lo que no estaba dispuesta a escuchar y nunca lo estaría - que le pedía perdón por morir. Chiara no entendía nada de lo que estaba pasando, sus ojos se llenaron de tristeza e ira a la vez y sin pensarlo, le dio un sonoro bofetón, todo en su cuerpo temblaba, le dolía la mano, - ni se te ocurra Ruggero Rosso – le gritó – no he venido hasta aquí a verte abandonarme nuevamente – las lagrimas caían por sus mejilla encendidas de ira y resentimiento – eres un hombre fuerte, has luchado contra enemigos poderosos, te has enfrentado mil veces a la muerte y ahora me vienes con que un simple veneno podría ¿separarnos? -.
Mientras le gritaba corría por la habitación, desnuda como una desquiciada, buscando unas alforjas que había traído con ella. Las encontró y las arrastró hasta donde estaba su esposo. Le acarició la mejilla que había golpeado, tomó con sus dos manos el rostro inconsciente de su amado, y lo besó en los labios, - no me hagas irte a buscar al más allá – le susurró en el oído antes de comenzar a limpiar con cariño y cuidado a su esposo. Ella sabía bien, que ese veneno debía salir del cuerpo de su amado y que la única forma era sudando, pero a la vez debía mantener limpio los poros ya que era como si ese sudor viscoso no lo dejara respirar. Con unos paños limpios embebidos en agua con un ingrediente especial, ella rápidamente logró ir sacando todo el sudor extraño. A cada instante se aseguraba que estuviera bien, que su respiración y sus latidos, aunque muy débiles, fueran constantes. Sonrió al sentir que era así, - Vamos amor mio, esta noche, la muerte no nos podrá separar – le volvió a susurrar mientras, con un poco de dificultad lo giraba acomodando la cabeza de costado y limpiando la espalda, brazos y piernas de su marido.
Cuando concluyó se dio cuenta que le sería imposible volverlo al lecho, él era un hombre musculoso y su peso sobrepasaba la capacidad de Chiara para levantarlo y más inconsciente como estaba. Por eso luego de meditar un segundo, se apresuró a buscar una manta de piel, que ella había traído en el lomo de su caballo, la encontró en el respaldo de una de las silla, en la pequeña cocina y corrió con ella en brazos. Al llegar al lado de su amado, lo giró colocándole de costado, abrió la manta y tras varios intentos, movimientos, empujones y tirones logró acomodarlo correctamente sobre ésta, posteriormente lo cubrió con la manta que los cobijara sen el humilde lecho. Se dirigió a donde estaba el pequeño hogar y colocó mas leña avivando el fuego y caldeando así la habitación.
Se metió en el improvisado camastro y lo abrazó, cruzó su pierna derecha por sobre la cadera masculina, comprobó como el pecho de su amado subía y bajaba de forma acompasada y una sonrisa surcó sus labios. Acarició los cabellos de su amado y colocando su boca pegada al oído de su esposo, pasó un buen rato susurrando palabras tiernas, lo besó y arrulló con las canciones de cuna que había cantado a sus hijos en todos esos meses que él desapareció.
Se quedó en silencio, contemplándolo, - ¿sabes, como intenté odiarte, como lloraba cada maldito segundo en que estuviste lejos de nosotros? - suspiró mientras volvía a acariciarlo y luego se concentraba para pasar su energía al cuerpo inconsciente de su marido. Con los ojos cerrados continuó hablándole, - cuando encontré nuestro hogar vacío, y la carta de Girolamo que supuestamente estaba dirigida a mi y que tu me ocultaste... Dios mio... te juro que desee tenerte enfrente y poder decirte como me sentí traicionada y apartada de todo - se pegó mas a Ruggero, - Estella vio que si no me decía la verdad me dejaría morir, tu no estabas, y simplemente creí que habías vuelto a la inquisición – hundió su nariz en el cuello masculino – lo sé, lo se, es una estupidez pero en verdad no sabía que pensar, Girolamo estaba muerto y tú desapareciste, te esperé en la mansión del Bosque y simplemente no llegaste jamás – Chiara se arrepintió de no buscarlo antes, no haber confiado ciegamente en él, - ¿acaso él no te devolvió la vida? - se reprochó mentalmente – pero estaba ciega amor, el dolor de la muerte de mi hermano y Maryeva, el secuestro de su hija y tu inopinada partida me desbastaron – susurro, sintiéndose la peor de las mujeres.
Se fue acomodando sobre el cuerpo de su marido, apoyando su mejilla en el pecho de Ruggero. Sus piernas sobre las piernas de él, sus caderas unidas, se concentró en hacer que su corazón fuera al mismo ritmo del de su esposo, y aunque le daba toda la energía que tenía, no sentía que ésta disminuyera o que la afectara en algo, era como si el gran amor que le tenía, fuera capaz de salir de su cuerpo e introducirse por cada poro de su marido. Sonrió, mientras se deleitaba escuchando el acompasado corazón que latía en el pecho de su amado.
Mientras le gritaba corría por la habitación, desnuda como una desquiciada, buscando unas alforjas que había traído con ella. Las encontró y las arrastró hasta donde estaba su esposo. Le acarició la mejilla que había golpeado, tomó con sus dos manos el rostro inconsciente de su amado, y lo besó en los labios, - no me hagas irte a buscar al más allá – le susurró en el oído antes de comenzar a limpiar con cariño y cuidado a su esposo. Ella sabía bien, que ese veneno debía salir del cuerpo de su amado y que la única forma era sudando, pero a la vez debía mantener limpio los poros ya que era como si ese sudor viscoso no lo dejara respirar. Con unos paños limpios embebidos en agua con un ingrediente especial, ella rápidamente logró ir sacando todo el sudor extraño. A cada instante se aseguraba que estuviera bien, que su respiración y sus latidos, aunque muy débiles, fueran constantes. Sonrió al sentir que era así, - Vamos amor mio, esta noche, la muerte no nos podrá separar – le volvió a susurrar mientras, con un poco de dificultad lo giraba acomodando la cabeza de costado y limpiando la espalda, brazos y piernas de su marido.
Cuando concluyó se dio cuenta que le sería imposible volverlo al lecho, él era un hombre musculoso y su peso sobrepasaba la capacidad de Chiara para levantarlo y más inconsciente como estaba. Por eso luego de meditar un segundo, se apresuró a buscar una manta de piel, que ella había traído en el lomo de su caballo, la encontró en el respaldo de una de las silla, en la pequeña cocina y corrió con ella en brazos. Al llegar al lado de su amado, lo giró colocándole de costado, abrió la manta y tras varios intentos, movimientos, empujones y tirones logró acomodarlo correctamente sobre ésta, posteriormente lo cubrió con la manta que los cobijara sen el humilde lecho. Se dirigió a donde estaba el pequeño hogar y colocó mas leña avivando el fuego y caldeando así la habitación.
Se metió en el improvisado camastro y lo abrazó, cruzó su pierna derecha por sobre la cadera masculina, comprobó como el pecho de su amado subía y bajaba de forma acompasada y una sonrisa surcó sus labios. Acarició los cabellos de su amado y colocando su boca pegada al oído de su esposo, pasó un buen rato susurrando palabras tiernas, lo besó y arrulló con las canciones de cuna que había cantado a sus hijos en todos esos meses que él desapareció.
Se quedó en silencio, contemplándolo, - ¿sabes, como intenté odiarte, como lloraba cada maldito segundo en que estuviste lejos de nosotros? - suspiró mientras volvía a acariciarlo y luego se concentraba para pasar su energía al cuerpo inconsciente de su marido. Con los ojos cerrados continuó hablándole, - cuando encontré nuestro hogar vacío, y la carta de Girolamo que supuestamente estaba dirigida a mi y que tu me ocultaste... Dios mio... te juro que desee tenerte enfrente y poder decirte como me sentí traicionada y apartada de todo - se pegó mas a Ruggero, - Estella vio que si no me decía la verdad me dejaría morir, tu no estabas, y simplemente creí que habías vuelto a la inquisición – hundió su nariz en el cuello masculino – lo sé, lo se, es una estupidez pero en verdad no sabía que pensar, Girolamo estaba muerto y tú desapareciste, te esperé en la mansión del Bosque y simplemente no llegaste jamás – Chiara se arrepintió de no buscarlo antes, no haber confiado ciegamente en él, - ¿acaso él no te devolvió la vida? - se reprochó mentalmente – pero estaba ciega amor, el dolor de la muerte de mi hermano y Maryeva, el secuestro de su hija y tu inopinada partida me desbastaron – susurro, sintiéndose la peor de las mujeres.
Se fue acomodando sobre el cuerpo de su marido, apoyando su mejilla en el pecho de Ruggero. Sus piernas sobre las piernas de él, sus caderas unidas, se concentró en hacer que su corazón fuera al mismo ritmo del de su esposo, y aunque le daba toda la energía que tenía, no sentía que ésta disminuyera o que la afectara en algo, era como si el gran amor que le tenía, fuera capaz de salir de su cuerpo e introducirse por cada poro de su marido. Sonrió, mientras se deleitaba escuchando el acompasado corazón que latía en el pecho de su amado.
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Se había entregado a la muerte, se había dado por vencido y antes de caer en el estado del limbo soltó un par de lágrimas. El tiempo se detuvo, se creyó estar en la agonía, cruzando la delgada línea entre la vida y la muerte. Sabía que no iría al cielo, que ni siquiera viviría atormentado entre los vivos. No, Ruggero había sido un asesino y nada de lo que hiciera lo remediaría así que estaba preparándose para entrar al infierno cuando sintió una calidez, creyó que el infierno iba a él, pero el ex inquisidor se equivocaba y muy rápido se dio cuenta de ello. El calor no era abrazador, era dulce como una suave caricia de su amada esposa, un viento era acompañado por los susurros de la voz más hermosa que no había escuchado hasta que conoció a su dueña, su esposa y amor de su vida.
El alma de Ruggero cerró sus ojos escuchando las palabras de su amada y soltó varias lágrimas. Tenía razón, no podía dejarlos solos, él lo había prometido, a ella y a sus hijos. Entonces los recordó, a su hijo con ese gran carácter y la coqueta de su hija, se sintió nuevamente con fuerza, escuchaba sus balbuceos y sus risas, veía a su esposa jugando con ellos y a él también. Dios los amaba, amaba a su familia y no podía abandonarlos, por el amor de Dios, no podía dejarlos. Y cuando escuchó a su amada decir que pretendió odiarlo él se sintió culpable. Sí, le había dolido no encontrarla en casa a ella ni a sus hijos, le dolió demasiado, pero más hubiera sido perderlos por eso no podía decirles, por eso tenía que resolver la situación pese a tener en su cuerpo el veneno de Killer Bee.
Ruggero supo que la calidez que sentía era el corazón de Chiara acariciándolo y abrió sus ojos contemplándola a su lado, notó que algo había en ella, un pequeño resplandor que la cubría, el ex inquisidor frunció el ceño pero no dijo nada, nada al respecto. –No quería que sufrieras más, la herida de la muerte de tu hermano era fresca para que descubrieras lo que lo condujo a su fatídico destino, lo sabrías, pero a su tiempo...– le dijo sorprendiéndola y besó su frente. –Amor, el veneno desapareció de mi cuerpo, lo sé porque lo conozco, he adquirido la mayoría de mis fuerzas y sé que es por ti... Chiara algo está resplandeciendo sobre tu cuerpo...– retiró los brazos de su esposa y se levantó aún desnudo. –Esa luz ya la he visto antes– volvió a fruncir el ceño, se encontraba confundido con los sentimientos encontrados.
Tragó saliva perdiéndose en sus pensamientos, en sus recuerdos. No creía que iba a suceder pero nuevamente pensó en Jade y la primera vez que la conoció, igualmente lo habían sanado, era una brujería que Ruggero había aceptado irremediablemente y se prometió nunca recibir una ayuda por medio de la brujería, claro que esa promesa la rompió con Crystall, pero estaba enfocado a un círculo afectuoso, en aquel tiempo con Jade y ahora con Chiara... –Eres una bruja...– dijo agachando la mirada, recordando que Killer Bee tenía la orden de captura a Chiara y llevarla al Vaticano donde se pretendían acusar a Chiara de brujería.
El alma de Ruggero cerró sus ojos escuchando las palabras de su amada y soltó varias lágrimas. Tenía razón, no podía dejarlos solos, él lo había prometido, a ella y a sus hijos. Entonces los recordó, a su hijo con ese gran carácter y la coqueta de su hija, se sintió nuevamente con fuerza, escuchaba sus balbuceos y sus risas, veía a su esposa jugando con ellos y a él también. Dios los amaba, amaba a su familia y no podía abandonarlos, por el amor de Dios, no podía dejarlos. Y cuando escuchó a su amada decir que pretendió odiarlo él se sintió culpable. Sí, le había dolido no encontrarla en casa a ella ni a sus hijos, le dolió demasiado, pero más hubiera sido perderlos por eso no podía decirles, por eso tenía que resolver la situación pese a tener en su cuerpo el veneno de Killer Bee.
Ruggero supo que la calidez que sentía era el corazón de Chiara acariciándolo y abrió sus ojos contemplándola a su lado, notó que algo había en ella, un pequeño resplandor que la cubría, el ex inquisidor frunció el ceño pero no dijo nada, nada al respecto. –No quería que sufrieras más, la herida de la muerte de tu hermano era fresca para que descubrieras lo que lo condujo a su fatídico destino, lo sabrías, pero a su tiempo...– le dijo sorprendiéndola y besó su frente. –Amor, el veneno desapareció de mi cuerpo, lo sé porque lo conozco, he adquirido la mayoría de mis fuerzas y sé que es por ti... Chiara algo está resplandeciendo sobre tu cuerpo...– retiró los brazos de su esposa y se levantó aún desnudo. –Esa luz ya la he visto antes– volvió a fruncir el ceño, se encontraba confundido con los sentimientos encontrados.
Tragó saliva perdiéndose en sus pensamientos, en sus recuerdos. No creía que iba a suceder pero nuevamente pensó en Jade y la primera vez que la conoció, igualmente lo habían sanado, era una brujería que Ruggero había aceptado irremediablemente y se prometió nunca recibir una ayuda por medio de la brujería, claro que esa promesa la rompió con Crystall, pero estaba enfocado a un círculo afectuoso, en aquel tiempo con Jade y ahora con Chiara... –Eres una bruja...– dijo agachando la mirada, recordando que Killer Bee tenía la orden de captura a Chiara y llevarla al Vaticano donde se pretendían acusar a Chiara de brujería.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Chiara no podía con la emoción que le causó escuchar la voz de su amado, lagrimas de alegría corrieron por sus mejillas, humedeciendo el pecho de su amado. La dule melodía ,que para ella era el más bello de los regalos, le decía verdades que aunque le podían doler, el solo hecho de que estuviera vivo, valía cualquier sacrificio que debiera hacer de ahora en más.
Se aferró a su esposo, no deseaba que se incorporaba, porque intuía que el momento mas temido estaba llegando. Pero él hizo presión y sus brazos soltaron resignados la preciosa carga. La frase que de sus labios salió, cambiaron aquellas lagrimas de alegrías por unas de intenso miedo y angustia. Ella, no le había mentido, ni ocultado nada, Chiara nunca había sabido que poseía poder alguno, habían dormido sus dotes desde pequeña, no tenía conciencia de ellos. Hasta que la muerte de su hermano y la abrupta huida de su amado liberaron aquel cerrojo que sus padre bloquearon a cal y canto.
Lo contempló parado ante ella, con el ceño fruncido, - la hora aciaga a llegado – se dijo, mirando con intensa tristeza a quien alguna vez la había amado, pero que en esos momentos, dudaba de que la siguiera amando al descubrir que era justamente lo que en el pasado más había odiado. Se incorporó, quedando sentada, ocultando su desnudez con la manta que hasta hacia un segundo los cobijara.
Se secó con la palma de la mano las lagrimas que descendían por su rostro, tomó fuerzas, pensando en que los momentos difíciles era mejor apresurar – ¿que me puede hacer...? si debo morir por ser lo que no pedí... prefiero que sea en sus manos – inspiró hondo y levantó su mirada buscando la de Ruggero. Una sonrisa dulce se posó en sus labios, su boca se abrió para decir aquella verdad que tanto temía, pero no pudo, sintió que la angustia y el miedo al rechazo la derrotaban. Lo mejor que podía hacer era irse, con suerte él le permitiría salir de su vida, sin hacerle daño, aunque fuera tan solo por un tiempo.
Sus miradas se encontraron y Chiara lo contempló con sumo dolor, - si... me he convertido en lo que mas odias – levantó su mano en un gesto para que le permitiera continuar – solo escuchame una vez, tan solo eso te pido – se incorporó, de pie, lo volvió a contemplar buscando el alma de su amado en esos ojos azules que tanto había venerado. Mordió su labio inferior que temblaba de angustia. Tragó saliva e intento darse valor. Volvió a inspirar profundamente aunque su pecho le dolía – no lo supe, hasta que la angustia y el sentimiento de abandono llegó a mi vida nuevamente, cuando tu te marchaste – no era su intención echarle la culpa, ni mucho menos, pero era la verdad – me dejé morir, pensé que los pequeños estarían bien con Estella y Juan, que si alguna vez volvías, los encontrarías y serían felices... pero... sin ti... mi vida no tenía sentido – le dio la espalda dirigiéndose donde se encontraba su ropa y comenzó a vestirse.
Se quedó en silencio un instante, como buscando un recuerdo en su memoria – sabes, en esos momentos de inconsciencia, cuando lo único que deseaba era morir, en uno de esos sueños se presento Giulia Di Moncalieri – sonrió con tristeza, sabía que él como inquisidor debería conocer la historia de una de las brujas mas poderosas y temidas del siglo XVI – Ella me hablo, insistiendo que no luchara contra mi naturaleza, que no por ser lo que era, debía seguir sus paso, pero que luchara por encontrarte, que hiciera lo que no había podido hacer ella, por orgullo y rencor -.
Volvió a girar, acercándose a donde Ruggero estaba, - se que estarás bien... lo que más deseaba, lo he podido cumplir... verte vivo... nuevamente... Te pido un último favor... deja que me marche … no sabrás nada mas de mi... solo... permite que lleve conmigo a Ruggero... porque... nuestro pequeño es... como... yo... y no quiero que en él veas a lo que más odias – Cuando volvió a contemplarlo, las lagrimas habían desaparecido, ella podía amar a ese hombre con su vida, podía entregarse para que él hiciera con ella lo que quisiera, pero nunca, nunca entregaría a su hijo, jamás dejaría que el odio que su esposo sentía por las brujas hiriera a su propio hijo.
No se atrevió a besarle, para ella todo estaba dicho, - perdoname, nunca te mentí, pero sé que ésta verdad puede pesar demasiado para el amor que nos tuvimos - extendió su mano, para rosar con ella la mejilla de su amado, deseaba tener ese ultimo recuerdo de él - aunque me odies, siempre te amare -. Las lagrimas, volvieron a surgir y ella no estaba dispuesta a que Ruggero contemplara su vulnerabilidad. Faltaba solo correr hacia la puerta, subir al caballo y huir, para siempre de la vida de quien amaba y amaría eternamente, aunque fuera desde esa noche su verdugo.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Ruggero no mudaba de expresión, inclusive cuando la vio devastada y llorando. Sólo la escuchó, reflexionando todas y cada una de sus palabras. Pensó entonces en Jade, había podido estar con ella gracias a la ayuda de una bruja, él comenzó a debatirse la razón por la que se ensañó con las brujas, sabía que amaba a Chiara, con toda su alma la amaba pero no comprendía a que se debía ese dolor que sentía. Jade, en ella debía girar ese odio a la brujeria, ¿que era lo que había sucedido?
Ruggero cerró los ojos al sentir la caricia de Chiara y luego vio como lo rodeaba. -¡No!- exclamó con voz ausente haciendo que Chiara se detuviera, luego caminó hasta la puerta y trabó el cerrojo. -¿Crees que os dejaré ir?- giró a ella bloqueando ahora también con su cuerpo la puerta, después movió la cabeza de un lado a otro como reprochando. -No Chiara... Estáis equivocada si creéis que podréis iros tu y mi hijo... No lo permitiré- su voz tomó forma, no dudaba, era la voz del inquisidor que había desaparecido aquella noche cuando la hizo su mujer y Chiara también debía de saberlo.
-No puedo dejaros ir, porque os amo. Chiara, os amo, nunca podré odiaros, soís mi vida, mi familia. Soís mi esposa y la mujer a la que más amo. No me importa lo que seáis, yo veo a una mujer, a mi esposa, a la mujer que amo. ¡Os amo Chiara! No me dejéis porque no podré vivir si no estáis en mi vida- su voz se volvió dulce y sus expresiones también lo hicieron, lentamente y aun desnudo caminó hacía ella tomándola de las mejillas y limpiando sus lágrimas.
-¡Os amo!- dijo y la besó, la besó porque lo necesitaba, porque quería que ella supiera que decía la verdad, que el beso lo dijera por él. Acercó el cuerpo de ella más a él, su miembro creció escondiéndose entre la falda de su esposa y después del beso la tomó de la cintura y la volvió a besar mientras la iba empujando de nuevo al camastro. Chiara cayó y luego Ruggero sobre ella, el ex inquisidor continuaba besándola, en sus mejillas, su barbilla, su cuello. -Nunca os haré daño, yo juré protegeros y eso es lo que haré amor, os amo Chiara, con todo mi corazón- y volvió a besarla.
Ruggero cerró los ojos al sentir la caricia de Chiara y luego vio como lo rodeaba. -¡No!- exclamó con voz ausente haciendo que Chiara se detuviera, luego caminó hasta la puerta y trabó el cerrojo. -¿Crees que os dejaré ir?- giró a ella bloqueando ahora también con su cuerpo la puerta, después movió la cabeza de un lado a otro como reprochando. -No Chiara... Estáis equivocada si creéis que podréis iros tu y mi hijo... No lo permitiré- su voz tomó forma, no dudaba, era la voz del inquisidor que había desaparecido aquella noche cuando la hizo su mujer y Chiara también debía de saberlo.
-No puedo dejaros ir, porque os amo. Chiara, os amo, nunca podré odiaros, soís mi vida, mi familia. Soís mi esposa y la mujer a la que más amo. No me importa lo que seáis, yo veo a una mujer, a mi esposa, a la mujer que amo. ¡Os amo Chiara! No me dejéis porque no podré vivir si no estáis en mi vida- su voz se volvió dulce y sus expresiones también lo hicieron, lentamente y aun desnudo caminó hacía ella tomándola de las mejillas y limpiando sus lágrimas.
-¡Os amo!- dijo y la besó, la besó porque lo necesitaba, porque quería que ella supiera que decía la verdad, que el beso lo dijera por él. Acercó el cuerpo de ella más a él, su miembro creció escondiéndose entre la falda de su esposa y después del beso la tomó de la cintura y la volvió a besar mientras la iba empujando de nuevo al camastro. Chiara cayó y luego Ruggero sobre ella, el ex inquisidor continuaba besándola, en sus mejillas, su barbilla, su cuello. -Nunca os haré daño, yo juré protegeros y eso es lo que haré amor, os amo Chiara, con todo mi corazón- y volvió a besarla.
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Re: El veneno de la abeja se cura con amor {Privado 18+}
Aquella negativa de Ruggero, sin fuerzas, ni sentimientos, hizo que Chiara se detuviera un instante, aunque pensar que su desamor era tan notorio le dolió, mas que mil latigazos, sabía que él tenía derecho de odiarla, ¿acaso ella conocía que le había sucedido en el pasado a su marido? ¿El porqué de su conversión en inquisidor y en asesino de brujas? No, no lo sabía y si él deseaba echarle en cara ese odio, debía aceptarlo, porque lo amaba, y por él haría cualquier sacrificio . Sus pestañas ya perladas de lagrimas enturbiaron aun mas su visión, la puerta se borroneó, lo contempló sabiendo que el hombre que tenía enfrente, merecía la oportunidad de expresar todo lo que sentía, aunque eso la devastara.
Envaró su cuerpo, tiró levemente sus hombros hacia tras, intentó poner en su rostro una máscara de dignidad, mostrarse como la mujer que debería haber sido, esa a la que educaron para ser una condesa, a la que la vida de los demás no le importaba, pero que ella nunca había logrado ser indiferente a los sentimientos ajenos y menos de los de quien más amaba. Al igual que ella, Ruggero caminó con el porte de un guerrero, pasando a su lado.
El aroma que despedía, mezcla de sudor creado por sus curepos por haberse amado, hizo que dudara de la decisión que estaba tomando, volviéndola débil, añorando sus brazos, extrañando sus besos, su cercanía, aquellos labios que le regalaban el cielo en cada beso. Sus lagrimas no dejaban de bañar las mejillas, llorando en silencio, con la vista arrasada por ellas y el corazón hecho trizas. Oyó el sonido del cerrojo al trabarse, estaba encerrada, él no le permitiría irse. En cada frase que le decía, la voz de Ruggero se volvía mas potente. Era un tono de voz que nunca había usado con ella. No fue necesario que le explicaran nada, Chiara podía darse cuenta que, de seguro, era el que usaba con sus enemigos y por un leve segundo, pensó que le haría daño. Todo su cuerpo tembló, sus lagrimas continuaron su aciago camino descendiendo por sus mejillas. Un frío recorrió su cuerpo, como si el dolor mas profundo se fuera apoderando de éste, palmo a palmo. Escuchó en silencio decirle que no le permitiría escapar ni sola, ni con su hijo. Bajó su cabeza mientras cerraba sus parpados. Estaba cansada, no deseaba seguir escuchando, ella encontraría la forma de salvar a su pequeño niño del odio que pudiera sentir el ex inquisidor, estaba segura que ya lo había perdido, - ¿o acaso él podría aceptarme? Amarme tal cual soy – pensó. Entonces todos sus miedos se esfumaron, el frio glaciar que se estaba apoderando de su cuerpo desapareció, cuando la voz del hombre que adoraba le aseguró que la amaba y que por esa razón no podía dejarla ir.
Lo vio acercarse a ella, tomarla del rostro y limpiar sus mejillas, Chiara lo contemplaba casi sin poder entender, -¿o tal vez esto sea solo un sueño? - pensó algo confundida, pero el calor de las manos masculinas en sus mejillas eran tan reales que no podía serlo, Cerró los ojos e inclinó su cabeza buscando la caricia,e intentar besar esas manos que le devolvían la alegría. Escuchar una y otra vez que la amaba, era un dulce consuelo luego de tanta angustia, porque realmente Chiara no había logrado vivir tranquila desde que descubriera que ella y su hijo eran brujos. Tímidamente deslizó sus brazos por la cintura de su amado, acercándolo, acariciándolo. El beso fue tan dulce y a la vez tan apasionado que la hizo suspirar como si hubieran estado separados años enteros, toda una eternidad. Sintió como la abrazaba acercándola a su cuerpo, haciendo que de alguna manera ella pudiera comprobar cuanto la necesitaba, lo miró a los ojos, sonrojada, porque aunque eran marido y mujer, ya hacía algún tiempo. Para ella cada encuentro era un nuevo comienzo, una demostración única de cuanto se amaban y necesitaban.
La llevó hasta el lecho haciendo que cayeran en el casi juntos. Continuó besándola, cuidando de ella, Chiara sonreía, con sus manos acarició el cabello dorado de su esposo, jugando con él, cerrando sus parpados a cada beso, suspirando en los labios de su amado. Abrió las piernas para permitir que él se acomodara, mientras sus manos recorrían los fuertes hombros, tocando con sumo cuidado el hombro que todavía debía cuidar, hasta que se recuperara del todo. Siguió besando el rostro de Ruggero, entregándose a él, ofreciendo su cuerpo, su alma y su corazón. Por un segundo caviló, como el mundo y el destino podía cambiar cuando el amor entre dos almas es verdadero, volviendo ese instante eterno y maravilloso.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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