AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
La realidad tiene unos labios que besan a muerte
Se deslizó por el largo muelle, dejando que el peso de su cuerpo cayese con cada movimiento de pies, haciendo crujir la madera húmeda y salpicada de manchas de salitre. ¿Cuántas veces había hecho lo mismo; en otra época, en otro país..?. Su memoria no llegaba a alcanzar, cuántas veces había paseado junto al mar, con la mente centrada en la llamarada enrojecida de la venganza. Ésa, que constituía su mayor debilidad. Su mayor virtud. La única hambre que podía competir con su sed de sangre, pues siempre estaban unidas. Podían llorar, correr o suplicar. Al final, la muerte se llevaba a su presa, y esta noche la muerte tenía un rostro; dos brasas azules por ojos, labios rojos de sonrisa cruel, piel pálida y fría como un témpano de hielo, y dos colmillos afilados, brillando en la oscuridad.
Avanzó, paso a paso. Acercándose al bulto, cada vez más definido, de la mujer que mecía sus pies sobre el agua calmada del océano. La tranquilidad del muelle era casi idílica. Una escena digna de la batalla que sucedería a continuación. Una lucha que había sido marcada en el destino de la inquisidora, desde el mismo momento en que se atrevió a agraviar a su pequeña. Nadie tocaba algo que le pertenecía, sin responder por ello. Y en este caso, el castigo debía ser peor a la muerte. ¿Cómo sino, podría seguir portando el nombre de "matareyes"?. ¿Cómo podría continuar su existencia eterna, sabiendo que una simple humana, había amenazado al último descendiente de su linaje?. Sin Ruslana, no habría nadie que llevase su sangre original. Había custodiado su árbol genealógico, protegiendo a sus hijos de todo mal. ¿Iba a dejar que esa estúpida mujer lo estropease todo?. No, no iba a hacerlo. ¡Antes se arrancaría el corazón inerte de su pecho y se estacaría a sí mismo!.
Inhaló la fragancia de la mujer, mecida por la brisa del mar, otorgándole un aroma exótico al agradable aroma de la salitre. Sus pies se detuvieron al lado de la mujer, pasando el peso de su cuerpo, de una pierna a la otra. Sabía que de esta forma, la luz de la luna le daba de lado, dejando que un lado de su rostro se iluminase y el otro no. Sus labios se deslizaron en una sonrisa perezosa, mientras sus ojos brillaban excitados por sus pensamientos.
- He estado buscándote durante mucho tiempo.- Cerró los ojos y relajó los músculos de su cuerpo, librándose de las ansias de tomar su sangre. Una necesidad tan aguda, que le provocaba un dulce dolor en las manos y encías.- Una asesina despiadada. Los cuerpos que has dejado atrás, no son más temibles que tu odio por las....¿criaturas malignas?- Le preguntó con inocencia y curiosidad. Había gastado mucho tiempo en estudiarla. Conocía sus gustos y disgustos, todos sus asesinatos y el método usado en cada uno. Su habilidad con las armas, la increíble flexibilidad de su cuerpo... Toda ella era muerte y destrucción. Un arma perfecta, pero débil en ese frágil cuerpo humano.
Rió con cierta burla, dejando que sus carcajadas acariciasen el cuerpo de la joven aún en la distancia. Una de sus habilidades era el uso de su voz como arma, a veces de seducción y otras de perdición. Era una bestia del inframundo para aquella mujer, nada de lo que hiciese, podría hacerle cambiar de opinión.Así que,¿por qué controlarse con ella?. Sinceramente, después de esta noche, esperaba que su rostro fuese la imagen que llevase cada noche a la cama. Su meta era ser su salvador y destructor. Su ser más odiado. Su parca.- Ahora que te he encontrado, debes saber que no habrá escapatoria.- La miró con seriedad y le dio una pequeña reverencia.- Antes de que el alba se alce de nuevo, serás mía. Mía para destruir, mía para torturar, mía para heredar. Recuerda mi advertencia, Killer Bee.- Se enderezó de nuevo, mientras se movía con la rapidez de su especie y la tomaba en brazos.- Hagas lo que hagas, ya estás muerta.- Y sin más, la tiró al agua, fría y calmada, del muelle.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.”
Efesios 6:11
Efesios 6:11
La inquisidora entre cerró sus ojos ostentando una seguridad tan firme que nadie podía atreverse a insinuar que aquel vampiro le provocara temor, porque no era así. ¿Y cómo era que ella había descifrado tan rápido la naturaleza del presente? Era sencillo, la experiencia de la inquisidora era tan grande que esas criaturas del demonio pocas veces se les escapaban, además, éste claramente no tenía intensiones de ocultarse de ella, sino que, todo lo contrario.
Cuando el vampiro recitaba sus amenazas en el rostro de Cammy se vislumbró una sonrisa maliciosa. ¿Cuántas veces había escuchado palabras similares y sin embargo, que tan poco efectivas eran?, bastantes, mas ni siquiera las contabilizada por que su ego no se lo permitía. Pero ocurrió algo que ella no esperó, en el momento en el que ella le respondería el vampiro a su velocidad sobrenatural se abalanzó sobre ella en un abrazo mortal, hizo una sentencia y la arrojó al mar.
Killer Bee se hundió y nadó por debajo del puente, era un hecho que el vampiro no buscaba otra cosa que matarla y pese a ello, la inquisidora no se sentía halagada como muchos otros inquisidores o cazadores, no, ella tenía la incógnita de saber ¿por qué?, mas nada importaba Killer Bee ahora tenía que enfocarse en algo, matarlo o morir en el intento, no existía ningún otro camino. A penas y se escuchaba como se dirigía a tierra, pero que a los oídos del vampiro no pasaría desapercibido. Fue entonces que ella de su capa sacó un par de objetos muy curiosos, eran una especie de pelota que reproducía los latidos del corazón, una pieza muy sofisticada especial para distraer a los vampiros. Cammy la hizo rodar activándola, sacó un par más y también las activó mientras ella se movía entre las sombras.
No estaba segura se lograría confundirlo pero había cinco pelotas moviéndose por varias partes, latidos como los de ella, nada agitados pero tampoco serenos. Desde las sombras pudo verle como buscaba el latido original, mientras sacó un pequeño frasco de su cinturón, era un poderoso veneno inmovilizador; Cammy era consiente que ese veneno no detendría al vampiro por su habilidad de sanación, sin embargo, era tan potente que lo inmovilizaría un par de minutos suficientes para que ella le clavara una estaca al corazón. De su pierna derecha desenvainó su daga y la barnizó con el veneno, después desenfundó uno de sus revólveres y la cargo con balas venenosas que confundirían al vampiro si lo impactaran... Sí, ya estaba lista.
Volvió a enfundar el revolver pero dejándolo preparado para sacarlo sin problemas, luego salió de su escondite y pegó la carrera hacía el vampiro, con la mano que tenía libre se desprendió de la capa, se frenó y la arrojó hacía adelante para dejar ciego al vampiro hasta que la fina tela cayera, mas Killer Bee aprovechó ese factor para desenfundar su revolver y comenzó a dispararle esperando que acertara, la tela danzó en el aire y totalmente agujerada cayó en el suelo. La inquisidora quedó estupefacta al ver al vampiro frente a ella, pero no perdió tiempo se abalanzó sobre de él con la daga en mano.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
"Nunca me importó morir. Sólo pensar que mi vida terminase sin una buena batalla, hacía que mi cuerpo temblase de terror".
Löwe Von Meer
Rió mientras la veía reptar por la superficie del agua. Todos sus músculos se tensaron con la anticipación, hacía mucho tiempo que él no iniciaba una lucha tan interesante con otra persona. La investigación que había hecho de la chica, le había hecho admitir dos cosas: la Iglesia sabía recoger niños inocentes y atrofiarles la mente convirtiéndolos en meros fanáticos. La segunda, era que la joven era un regalo de los Dioses: peligrosa, letal y hermosa.
Su espalda se curvó en un ángulo inhumano, mientras sus dedos se curvaban en garras improvisadas. De sus labios surgió un gruñido apagado, y sin más, si lanzó hacia ella. Al mismo tiempo que ella llegaba a la orilla, él comenzaba una carrera infernal. Aunque cuando llegó a su destino, unos minutos después, se quedó perplejo al escuchar múltiples corazones. Todos tenían el mismo ritmo, lento y cadencioso. Sus golpeteo lo llamaban, todos a la vez, mareándolo y confundiéndolo. ¿Y sus congéneres decían que ellos estaban en una posición superior a los humanos?. Recogió un objeto redondeado, que temblaba con el golpetea artificial de un corazón. - Muchacha inteligente....- Susurró a la oscuridad.
Una sonrisa se formó en sus labios, y si en ése momento había albergado alguna duda sobre matarla o no, ése juguete disipó sus dudas. Ella sería suya, pagaría con una eternidad su atrevimiento. Su venganza sería eterna y al final, ella lo llevaría siempre en su corazón.
Alzó la vista hacia el borrón que se acercaba a él a toda velocidad. Se quedó inmóvil, contemplando hipnotizado, la belleza de su cuerpo joven deslizarse en la oscuridad, como si supiera que el mundo era suyo. Buscando, con su mano aferrada a una daga, darle muerte. Pero lo más atroz y hermoso en ella, eran sus ojos, dos esferas de odio puro. Su pecho masculino se cargó de aire, elevándose con orgullo. Era una digna contrincante.
Con el rabillo del ojo, vio cómo su mano aferraba su capa, y sólo puso sonreír, mientras sus piernas se doblaban con rapidez. De esa forma, mientras la capa caía frente su figura, él saltaba, mirando sobre ella, cómo disparaba varias balas al lugar en el que debía estar su cuerpo. Incapaz de mantenerse en el aire, ya que él no posee la rara habilidad de elevarse sobre la tierra, cayó frente a ella con una sonrisa. Esquivó con facilidad la daga que se acercó a escasos centímetros de su rostro. Con una mano tomó la mano de ella, doblándola en su espalda en un ángulo doloroso, y con la otra, la tomó de la cintura, apretándola contra él.
- Eres una niña inteligente y traviesa, Cammy.- Rió en su oído, divertido de todos los movimientos desesperados que hacía contra él. Con su espalda femenina sobre su pecho masculino, con el brazo de ella doblado entre ambos como única barrera para tocarse íntimamente, comenzó a palpar su cadera. Cuando encontró el cinturón, se lo arrancó y lo tiró al mar en un movimiento fluido.- No más juguetes entre nosotros, muchacha.- Rozó con sus colmillos su cuello, arañándolo lo suficiente como para hacerle un poco de sangre, y después, como si fuera una muñeca, la lanzó al aire. Aunque antes de ello, se aseguró de fracturarle el brazo con el que aún aferraba la daga.
Ignoró el ruido sordo de su cuerpo humano caer contra la arena, y recogió la daga que había soltado su mano. El asqueroso olor que emitía, le hizo sonreír.- ¿Veneno?. Y yo que pensé que tenía alguien inteligente como contrincante....- Le dijo mientras le daba una sonrisa inocente. - ¿Te importa si guardo esto?.- Le preguntó con galantería mientras la guardaba en su cadera, cerca de la espada que ocultaba tras su espalda. Sabía que tenía un arma con ella, pero no se la había quitado. Aún. ¿Qué diversión podría guardar eso?.
Löwe Von Meer
Rió mientras la veía reptar por la superficie del agua. Todos sus músculos se tensaron con la anticipación, hacía mucho tiempo que él no iniciaba una lucha tan interesante con otra persona. La investigación que había hecho de la chica, le había hecho admitir dos cosas: la Iglesia sabía recoger niños inocentes y atrofiarles la mente convirtiéndolos en meros fanáticos. La segunda, era que la joven era un regalo de los Dioses: peligrosa, letal y hermosa.
Su espalda se curvó en un ángulo inhumano, mientras sus dedos se curvaban en garras improvisadas. De sus labios surgió un gruñido apagado, y sin más, si lanzó hacia ella. Al mismo tiempo que ella llegaba a la orilla, él comenzaba una carrera infernal. Aunque cuando llegó a su destino, unos minutos después, se quedó perplejo al escuchar múltiples corazones. Todos tenían el mismo ritmo, lento y cadencioso. Sus golpeteo lo llamaban, todos a la vez, mareándolo y confundiéndolo. ¿Y sus congéneres decían que ellos estaban en una posición superior a los humanos?. Recogió un objeto redondeado, que temblaba con el golpetea artificial de un corazón. - Muchacha inteligente....- Susurró a la oscuridad.
Una sonrisa se formó en sus labios, y si en ése momento había albergado alguna duda sobre matarla o no, ése juguete disipó sus dudas. Ella sería suya, pagaría con una eternidad su atrevimiento. Su venganza sería eterna y al final, ella lo llevaría siempre en su corazón.
Alzó la vista hacia el borrón que se acercaba a él a toda velocidad. Se quedó inmóvil, contemplando hipnotizado, la belleza de su cuerpo joven deslizarse en la oscuridad, como si supiera que el mundo era suyo. Buscando, con su mano aferrada a una daga, darle muerte. Pero lo más atroz y hermoso en ella, eran sus ojos, dos esferas de odio puro. Su pecho masculino se cargó de aire, elevándose con orgullo. Era una digna contrincante.
Con el rabillo del ojo, vio cómo su mano aferraba su capa, y sólo puso sonreír, mientras sus piernas se doblaban con rapidez. De esa forma, mientras la capa caía frente su figura, él saltaba, mirando sobre ella, cómo disparaba varias balas al lugar en el que debía estar su cuerpo. Incapaz de mantenerse en el aire, ya que él no posee la rara habilidad de elevarse sobre la tierra, cayó frente a ella con una sonrisa. Esquivó con facilidad la daga que se acercó a escasos centímetros de su rostro. Con una mano tomó la mano de ella, doblándola en su espalda en un ángulo doloroso, y con la otra, la tomó de la cintura, apretándola contra él.
- Eres una niña inteligente y traviesa, Cammy.- Rió en su oído, divertido de todos los movimientos desesperados que hacía contra él. Con su espalda femenina sobre su pecho masculino, con el brazo de ella doblado entre ambos como única barrera para tocarse íntimamente, comenzó a palpar su cadera. Cuando encontró el cinturón, se lo arrancó y lo tiró al mar en un movimiento fluido.- No más juguetes entre nosotros, muchacha.- Rozó con sus colmillos su cuello, arañándolo lo suficiente como para hacerle un poco de sangre, y después, como si fuera una muñeca, la lanzó al aire. Aunque antes de ello, se aseguró de fracturarle el brazo con el que aún aferraba la daga.
Ignoró el ruido sordo de su cuerpo humano caer contra la arena, y recogió la daga que había soltado su mano. El asqueroso olor que emitía, le hizo sonreír.- ¿Veneno?. Y yo que pensé que tenía alguien inteligente como contrincante....- Le dijo mientras le daba una sonrisa inocente. - ¿Te importa si guardo esto?.- Le preguntó con galantería mientras la guardaba en su cadera, cerca de la espada que ocultaba tras su espalda. Sabía que tenía un arma con ella, pero no se la había quitado. Aún. ¿Qué diversión podría guardar eso?.
Última edición por Löwe Von Meer el Sáb Ago 03, 2013 10:00 pm, editado 1 vez
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
"Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno"
Efesios 6:16
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Todo sucedía tan rápido que Killer Bee no lo creía, y por un momento ella misma se justificó que perdía por los pensamientos que Viviana ocupaba en su mente. Era verdad que en su cabeza existía un conflicto por el fresco encuentro con Ruggero, mas no era la razón de ir perdiendo en aquel combate. El vampiro frente a ella era un antiguo, no cabía duda, quizás un hijo de los milenios. Cammy no mostró terror al ser que la dominaba con esa llave que ella misma aplicaba. El vampiro la despojó de su cinturón y luego le dislocó el brazo para arrojarla lejos.
La inquisidora no emitió grito alguno mas no pudo silenciar un quejido de dolor ni mucho menos contener las lágrimas de sus ojos azules. Aún podía escuchar los latidos de aquellos artefactos curiosos, pero era consiente de que no funcionaría otra vez, y no era porque no fuera capaz de camuflajearse como lo había hecho antes; debido a su herida su corazón se había acelerado y ella no era capaz de controlarlo, estaba sufriendo un dolor casi insoportable y la impotencia comenzaba a hacerse presente.
Entonces a Killer Bee se le ocurrió una desesperada idea, que de hecho era la única que le había permitido su brazo roto. Usaría el revólver que seguía enfundado en su espalda y mientras disparara caminaría de espaldas hacía el conjunto de marineros que aún trabajaban y se encontraban lejos de escuchar los disparos. Cuando finalmente estuvieran al alcance ella gritaría como una damisela en peligro... ¿funcionaría esa aparentemente ilógica idea? El subconsciente de Cammy sabía que no más el dolor le rogaba hacerlo.
—Puedes quedarte con lo que sea, al menos el tiempo que aún te queda como no muerto— fanfarroneó en un tono cansado, como si sus palabras tuvieran peso, como si no fueran a divertir al vampiro; mas la mente de la inquisidora era un desastre. Con su brazo bueno sacó el arma con dificultad, luego apuntó al vampiro y comenzó a caminar hacia atrás; disparó dos veces y aceleró el paso, volvió a disparar dos balas e intento girar y correr pero el brazo le procuraba un dolor haciéndola que se detuviera. En aquel momento, totalmente cegada llevó el cañón a la cien y estuvo dispuesta a disparar; pero no lo hizo, sabía que era un camino que la conduciría al infierno y aparte abandonaría a Viviana.
Cuando Cammy se repuso vio que el vampiro caminaba a ella, tiró su revólver pues sabía que no le serviría de nada, luego también se despojó de la estaca que llevaba en la otra pierna y corrió hacía él, tragándose su dolor. Lo vio sonreír y cuando estuvo a un metro hizo su clásica barrida, como pudo levantó su cuerpo en vertical a una mano y enredo sus pies en el cuello inmortal, logró impulsarse con esa mano débil y se sentó en sus hombros, él la tomó de las piernas mas fue tarde, la inquisidora gritó a causa del dolor y la adrenalina y se dejó caer a la derecha rompiendo el cuello del inmortal que cayó como un saco.
Killer Bee respiraba agitada, las lágrimas continuaban saliendo y aterrada veía su brazo colgando con la palma hacia afuera. Ella bien sabía que el vampiro no estaba muerto, que su regeneración lo traería de regreso y si eso sucedía sería lo último que ella haría. Así que buscó su cinturón, allí poseía botellas de un alcohol innovado por la inquisición que hacía arder a los vampiros rápidamente, y es que se alimentaba de la piel muerta para tomar más fuerza. Afortunadamente el cinturón estaba cerca pero los dolores la hicieron arrastrarse, y a Killer Bee no le pareció verlo tan cerca.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
Su cuerpo comenzó a regenerarse desde el mismo instante en que había sido fracturado su cuello, siempre había sido así. Cada año que pasaba, podía curarse más rápido. Su sangre era fuerte, descendía de una raza de vampiros muy antigua. Una anterior a los espartanos. No sabía quién había sido su abuelo de conversión, pero a jurar por los poderes de él y Leónidas, debía ser una fuerza a tener en cuenta.
En cuanto se recuperó, su cuerpo se levantó como un muñeco de trapo, moviendo sus extremidades hacia arriba en un movimiento tirante y forzado. Se tambaleó un poco, en lo que su cuerpo restablecía el equilibrio, pero aún así, siguió avanzando hacia Cammy. Caminó con rapidez, viendo cómo la mujer se arrastraba por el suelo como un pez fuera del agua. Sus manos intentaban aferrar el cinturón que había lanzado antes lejos de ella. Una sonrisa se formó en sus labios cuando llegó a su lado. Se inclinó sobre ella y la animó- Vamos, Cammy. Sólo un poco más. Unos centímetros y el cinturón es tuyo.- Le dijo, burlándose en su oído.
Nunca se cansaba de esa imagen. La escena en la que el humano lo miraba con esperanza en los ojos, pensando todo lo que le haría en cuanto consiguiese el arma. Pero era una ilusión, una en la que la víctima creía que no sería cazada. Esta noche no, muchacha. Esta noche te unirás a los Cainitas, pensó el vampiro mientras se levantaba con fluidez y pisaba la mano que había conseguido rozar el cinturón.-Non, non, non, Cammy. - Canturreó en francés, ejerciendo la suficiente fuerza con su pie, como para destrozar los huesos de su mano.- ¿Recuerdas lo que dijiste antes de partir mi cuello?- Le preguntó con suma tranquilidad. Su voz tenía un tono amable y frío. Algo peligroso cuando estaba enfurecido.
Se agachó de nuevo, ignorando su gemido de dolor y la tomó por la barbilla, alzando su rostro para mirarla a los ojos.- Dijiste que me quedase con lo que quisiera, y esta noche te quiero a ti.- Inclinó su cabeza, acercándose a los labios de la inquisidora.- Esta noche quedará grabada en ti, peligrosa Killer Bee- Rió y la tomó del pelo. Tiró del cabello hasta conseguir levantarla lo suficiente, como para dejarla de rodillas ente él. Al estar agachado, estaban casi cara a cara. Sólo unos centímetros los separaban por la diferencia de altura entre ambos. Tomó, con la otra mano libre, los ropajes de su corpiño, destrozando la parte frontal para liberar la suficiente piel como para morderla a su antojo.
Con un brazo roto y la mano destrozada, Cammy no era una resistencia a tener en cuenta. Aún así no la subestimaba, sabía que alguien como ella podía tener algún recurso. Alguien acostumbrada a cazar su especie, no podía ser tan fácil de capturar. La miró a los ojos y le sonrió. Dejó que sus colmillos se alargasen en su boca, brillando en la oscuridad de la noche. Sabía que ella entendía qué iba a ocurrir, lo que no sabía era lo que vendría después.
Bajó su cabeza en un movimiento rápido, perforando la piel de su cuello pálido. El primer contacto con su sangre hizo que gimiera de placer. Su cuerpo se pegó al de la inquisidora, dándole un abrazo apretado e íntimo. El agarre de su pelo se intensificó, obligándola a retorcer el cuello para él, intentando abrir el camino que condenaría a la inquisidora. Su lengua se paseó por la piel ajena, gimiendo extasiado, limpiando el camino de la sangre que se derramaba de la herida. Con una mano, le acarició la cintura, subiendo hasta sus pechos para arañar su piel con las uñas y abrir una nueva herida. Sabía que su moral cristiana se revelaría contra lo que estaba por ocurrir.
Se separó de su cuello, bajando su mirada hacia la herida que había abierto encima de los montículos de sus senos.- ¿No es curioso?. Nos has perseguido durante todos estos años, y ahora, que estás a punto de morir, vas a averiguar porqué nuestras víctimas gimen con placer, mientras la vida en su cuerpo se extingue, alargando la nuestra. - Miró sus ojos con intensidad, comenzando a adueñarse de su control mental, para hacer la última de sus taimadas acciones. - Excítate, Cammy. Siente cómo tu sangre llena mi interior. Siente el placer de la muerte.- Le ordenó como la criatura oscura que ella. Bajó su rostro y lamió la sangre que abandonaba su cuerpo. Mordiendo la parte superior de sus senos para aumentar el flujo de su sangre. Bebió de ella hasta que supo que ya no podría sobrevivir más de unos minutos.
La acostó sobre la arena de la playa, mientras se quitaba la camisa ante sus ojos y se sentaba sobre ella. - Esta noche, condenaré tu alma. Uniéndote a mí con mi sangre.- Acarició su rostro pálido y después abrió su pecho masculino. Apretó su mandíbula con fuerza, obligándola a abrir la boca. La incorporó para llevar sus labios hasta sus pecho y forzarla a tomar su sangre. - Bebe, Cammy. - Le ordenó cuando supo que ella no quería tomar su sangre. Apretó más su mandíbula, hasta el punto de oírla crujir bajo su mano.- Bebe y conocerás lo que se siente al enfrentar la muerte. Caminarás bajo las sombras de la noche o el abrazo infernal del sol. -
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
Ni siquiera un Dios puede cambiar en derrota la victoria de quien se ha vencido a sí mismo.
Buda
Buda
Un terror cubrió a la inquisidora cuando escuchó los pasos del vampiro. No podía creerlo, como lo había sospechado era un vampiro viejo, un hijo de los siglos o no comprendía como de otra forma se había regenerado tan rápido, el dolor iba creciendo en su brazo roto y la impotencia de estar tan cercas de su cinturón así como la burla del vampiro por el esfuerzo que la asesina hacía para sobrevivir en un encuentro que era imposible de ganar. La delgada pero fuerte mano de la inquisidora se alargó hasta rozar el cinturón que ya de nada le servía, entonces el vampiro pisó la mano negándole la satisfacción de haberse echo de su cinturón. Escuchó las palabras del vampiro al mismo tiempo que su mano se quebraba, su voluntad decayó y gimió, lloró ante la derrota ya nada podía hacer, ¿acaso este era el final...? Tal parecía que sí.
Fue entonces que una desesperación se apoderó del frágil cuerpo de la inquisidora, el vampiro la acercó peligrosamente a él, como el asesino depredador que era. Killer Bee comprendió las palabras del hijo de las tinieblas y no pudo contener las lágrimas. Sí él creía que ella terminaría doblegándose a él estaba equivocado. Prefería perder, otorgar su orgullo que volverse una bebedora de sangre, una condenada de la oscuridad.
–Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios– susurró luego de que le clavara los colmillos y comenzara a beber de ella. Un placer comenzó a invadirla, sintió la perversa mano del vampiro ultrajar su cuerpo y desgarrar sus pechos, la inquisidora lloró ante tal violación, mas nada podía hacer, su lucha por no entregarse al placer era vana. El vampiro se separó buscando otro punto para beber, le dedicó unas insultantes palabras y se ancló en el pecho de la inquisidora como un amante. Las lágrimas de Killer Bee dejaron de salir, el desgraciado tenía razón el placer era tan intenso que ella se convulsionó, el dolor de su brazo desapareció hasta que noto que le costaba trabajo respirar, los ojos se le cerraban de cansancio... ¿era momento de descansar? Sí.
–Good Bye, my child, my daughter, my dear Viviana, i'm so sorry...– fueron sus últimas palabras que en un susurro se escaparon de sus labios, unos labios que no concedieron ningún gemido del placer que sentía, Cammy se iba sin darle la satisfacción de escucharla gemir, sí, le había ganado. Pero todo era una ilusión, no sintió como él se adueñaba de su mandíbula, sus ojos no veían nada y sus oídos apenas escuchaban la voz del vampiro. Sin embargo, volvió a sentir un dolor y sin saber como fue sus dientes se aferraron a una extraña textura, era como si mordieran la misma piedra y un líquido comenzó a emerger. El sabor metálico y la espesura le hizo entender a Killer Bee que era sangre; hizo un intento en separarse pero una vez que la herida estaba abierta, el vampiro no le permitió alejarse y la obligó a permanecer cerca de la sangre que rodeaba los labios de la inquisidora, pronto se introdujo a la boca medio abierta y en una sensación nueva para ella se aferró de nuevo a la herida y comenzó a beber de ésta.
Cammy convulsionó y gimió de placer, él la sostenía en un abrazo cálido para que no se desvaneciera. En aquel momento de excitación al parecer de ambos ocurrió algo inesperado, el cabello de Killer Bee regresó a su color natural, el teñido negro se desvanecía dejando surgir el rubio que la caracterizó hasta el momento en el que se volvió una soldado, el cabello le creció y su piel se volvió más pálida. Su corazón dejó de latir al igual que todos sus órganos, comenzó a morir y los gemidos se transformaron en quejidos, las uñas le crecieron ligeramente y sus ojos azules se intensificaron arrojando una luz como incandescentes. Los labios tomaron un color rojo y las heridas sanaron, el brazo se recuperó y sanó, los pechos se hicieron firmes y rígidos. Los sentidos se aumentaron, escuchó voces lejanas y sus ojos veían cosas que antes no podía... ahora era una hija de la noche.
Killer Bee bebía con avidez hasta que el vampiro la tomó del cuello y la arrojó lejos de él pues ya había bebido suficiente. la inquisidora pretendió respirar mas no podía, sus pulmones estaban muertos, estaba en cuclillas observando el suelo, miró sus manos aterrada, observó su cabello rubio que le caía rebelde sobre los hombros y finalmente sintió gran repulsión hacía su persona, pero pronto cambió de parecer. —Al menos así podré estar junto a ti mi querida Viviana— sonrió intentando tener un consuelo en la desgracia que le acababa de acontecer, quiso evocar la sonrisa de su hija pero no pudo, el vampiro se acercaba a ella. —¿Por qué me hiciste esto... quién eres?— dijo quizás un tanto ingenua.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
Quiero que te quedes tan quieta que puedas oír el sonido de tu propia sangre corriendo por mis venas.
Cada golpeteo inquieto y desesperado de su corazón humano por sobrevivir, era una música celestial para mí. Podía sentir como mi cuerpo se tensaba, recordando el momento de mi conversión. - Oh Cammy.... Has estado en un mundo tan comedido. Prisionera de una fe estúpida y un cuerpo frágil. Entrégate a la noche, sé mi criatura.- Susurré mientras me incorporaba sobre la arena de la playa. Uno de mis dedos recorrieron mi pecho, recogiendo toda la sangre que se había escapado de la herida, para después lamerlo con tranquilidad. La herida se cerró, mientras el cuerpo de Cammy luchaba, inútilmente contra la muerte. Podía sentir su lucha en cada gruñido dolorido, en cada espasmo que sacudía su cuerpo. Un espectáculo así, con una actriz tan adecuada como ella. Vamos Cammy, prueba el sabor del pecado. Deja que mi sangre recorra tu interior, cambiándote, desgarrando tus ideales y pervirtiéndote.
Mis pensamientos fueron en crescendo, hasta que su corazón dio un último latido y murió. Una risa silenciosa sacudió mi pecho. Lo había conseguido. Killer Bee, era tan mía, como la sangre que fluía por su interior. Estaba unida a mí, de una forma tan especial, que tendría que cargar conmigo hasta el mismísimo infierno. Mis pies llegaron hasta ella, agachándome de nuevo, hasta quedar frente a su rostro. Lamí la sangre que manchaba los extremos de su boca, teniendo cuidado de no apartar mis ojos de los de ella. - Tus ojos.... - Suspiró sobre sus labios con satisfacción. La belleza que había creado era tan peligrosa como un león hambriento. Conocía ése brillo azulado, era el mismo que él poseía en los suyos. Ojos casi gemelos que se enfrentaban en rostros muertos. Desafiándose a ser el primero en retroceder ante la cercanía de sus cuerpos.
Besé sus labios con suavidad. Un mero roce puro y sin mayor trascendencia, que el sello de nuestra unión.- Soy tu creador, Cammy. Tu padre y guía en este mundo nuevo.- Bajó sus ojos hasta una de sus manos, tomándola con las suyas para tomar una pequeña gota de sangre que aún se encontraba sobre su escote. Con cuidado, la levanté hasta que quedó entre nuestros rostros, permitiendo que ambos pudiéramos verla.- Te he dado la fuerza de mi sangre, convirtiéndote en aquello que odias y detestas. He condenado tu alma, para ofrecerte lo que nadie ha podido hasta ahora. - Llevé la gota hasta sus labios, obligándole a mancharlos con ella, hasta que todos estuvieran cubiertos por su anterior sabor. - ¿Lo sientes, pequeña mía?. ¿Escuchas la llamada de la sangre?. - Pegué mi frente a la de ella y gruñí con necesidad. Estaba hambriento. Necesitaba comida. La pérdida de sangre no era una broma para nuestra estirpe. Menos cuando tenías una neófita inquisidora entre tus manos.
Besé su frente y me levanté, cubriendo su cuerpo con la sombra poderosa y oscura de mi figura. Mis ojos se cernieron sobre ella, dedicándole una sonrisa perversa y pícara. Era el momento de llevar mi venganza a su culminen. Sin perder el tiempo, extendí una mano hacia ella, ofreciéndole un mundo.- Ven a mí, Cammy. Prometo que tu cuerpo jamás conocerá la enfermedad ni la vejez. Te entregaré las armas más peligrosas, convirtiéndote en la parca de tus enemigos. Susurraré para ti, los secretos que tus humanos desconocen. Conocimientos sin límites.- Sus ojos brillaron, mostrando en ellos la peligrosa llamada a su sangre. La sangre que tenía en su interior. Él era un guerrero, un vikingo. Su padre, un espartano. Y ella, aquella belleza rubia de ojos intensos y azules, podría llegar a ser la inquisidora más temida de París. Sólo podía extender más su sonrisa ante ello. Era lo que siempre había deseado, alguien fuerte que mantuviese el honor de su linaje vampírico. Quisiera o no, Cammy lo llevaría al poder absoluto. Aunque.... aún podía destruirlo todo. Aún podía rechazar su oferta y esperar el amanecer.- O......- Su voz perdió parte de su encanto y se volvió cada vez más fría- Puedes quedarte ahí, a mis pies, esperando el amanecer. Quema ése cuerpo pecador e impío del que te he dotado. La elección es tuya, Cammy. ¿Serás el ser que desprecias, robando la vida de los demás para ampliar la tuya, o te entregarás al santo calor del sol?.-
Cada golpeteo inquieto y desesperado de su corazón humano por sobrevivir, era una música celestial para mí. Podía sentir como mi cuerpo se tensaba, recordando el momento de mi conversión. - Oh Cammy.... Has estado en un mundo tan comedido. Prisionera de una fe estúpida y un cuerpo frágil. Entrégate a la noche, sé mi criatura.- Susurré mientras me incorporaba sobre la arena de la playa. Uno de mis dedos recorrieron mi pecho, recogiendo toda la sangre que se había escapado de la herida, para después lamerlo con tranquilidad. La herida se cerró, mientras el cuerpo de Cammy luchaba, inútilmente contra la muerte. Podía sentir su lucha en cada gruñido dolorido, en cada espasmo que sacudía su cuerpo. Un espectáculo así, con una actriz tan adecuada como ella. Vamos Cammy, prueba el sabor del pecado. Deja que mi sangre recorra tu interior, cambiándote, desgarrando tus ideales y pervirtiéndote.
Mis pensamientos fueron en crescendo, hasta que su corazón dio un último latido y murió. Una risa silenciosa sacudió mi pecho. Lo había conseguido. Killer Bee, era tan mía, como la sangre que fluía por su interior. Estaba unida a mí, de una forma tan especial, que tendría que cargar conmigo hasta el mismísimo infierno. Mis pies llegaron hasta ella, agachándome de nuevo, hasta quedar frente a su rostro. Lamí la sangre que manchaba los extremos de su boca, teniendo cuidado de no apartar mis ojos de los de ella. - Tus ojos.... - Suspiró sobre sus labios con satisfacción. La belleza que había creado era tan peligrosa como un león hambriento. Conocía ése brillo azulado, era el mismo que él poseía en los suyos. Ojos casi gemelos que se enfrentaban en rostros muertos. Desafiándose a ser el primero en retroceder ante la cercanía de sus cuerpos.
Besé sus labios con suavidad. Un mero roce puro y sin mayor trascendencia, que el sello de nuestra unión.- Soy tu creador, Cammy. Tu padre y guía en este mundo nuevo.- Bajó sus ojos hasta una de sus manos, tomándola con las suyas para tomar una pequeña gota de sangre que aún se encontraba sobre su escote. Con cuidado, la levanté hasta que quedó entre nuestros rostros, permitiendo que ambos pudiéramos verla.- Te he dado la fuerza de mi sangre, convirtiéndote en aquello que odias y detestas. He condenado tu alma, para ofrecerte lo que nadie ha podido hasta ahora. - Llevé la gota hasta sus labios, obligándole a mancharlos con ella, hasta que todos estuvieran cubiertos por su anterior sabor. - ¿Lo sientes, pequeña mía?. ¿Escuchas la llamada de la sangre?. - Pegué mi frente a la de ella y gruñí con necesidad. Estaba hambriento. Necesitaba comida. La pérdida de sangre no era una broma para nuestra estirpe. Menos cuando tenías una neófita inquisidora entre tus manos.
Besé su frente y me levanté, cubriendo su cuerpo con la sombra poderosa y oscura de mi figura. Mis ojos se cernieron sobre ella, dedicándole una sonrisa perversa y pícara. Era el momento de llevar mi venganza a su culminen. Sin perder el tiempo, extendí una mano hacia ella, ofreciéndole un mundo.- Ven a mí, Cammy. Prometo que tu cuerpo jamás conocerá la enfermedad ni la vejez. Te entregaré las armas más peligrosas, convirtiéndote en la parca de tus enemigos. Susurraré para ti, los secretos que tus humanos desconocen. Conocimientos sin límites.- Sus ojos brillaron, mostrando en ellos la peligrosa llamada a su sangre. La sangre que tenía en su interior. Él era un guerrero, un vikingo. Su padre, un espartano. Y ella, aquella belleza rubia de ojos intensos y azules, podría llegar a ser la inquisidora más temida de París. Sólo podía extender más su sonrisa ante ello. Era lo que siempre había deseado, alguien fuerte que mantuviese el honor de su linaje vampírico. Quisiera o no, Cammy lo llevaría al poder absoluto. Aunque.... aún podía destruirlo todo. Aún podía rechazar su oferta y esperar el amanecer.- O......- Su voz perdió parte de su encanto y se volvió cada vez más fría- Puedes quedarte ahí, a mis pies, esperando el amanecer. Quema ése cuerpo pecador e impío del que te he dotado. La elección es tuya, Cammy. ¿Serás el ser que desprecias, robando la vida de los demás para ampliar la tuya, o te entregarás al santo calor del sol?.-
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé
Josué 1:5
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El vampiro ignoró las palabras de Killer Bee e inclinándose a ella lamió la sangre que se había derramado de su boca. Los ojos de la inquisidora no perdieron los del vampiro, no se sentía intimidada por él y de hecho lo retaba, pero no paso nada más que un encuentro de miradas. Fue entonces que él la besó, un simple contacto que la hizo sentirse sucia, sintió que él estaba dentro de su intimidad y sus ojos se humedecieron cual si fuera a echarse a llorar. después vinieron las palabras de él –¿mi creador... mi padre?– pensó algo ofendida pero estaba totalmente confundida y sobre todo consternada. Sintió los dedos de él sobre la piel ya fría de ella, se levantaron y delineó los labios femeninos que esa simple gota y que sin embargo, despertó unas ansias abrumadoras sobre la inquisidora, tan grandes que se estremeció en los brazos del vampiro.
—Lo único que me has dado es una maldición y te equivocas si piensas que odio a las criaturas del demonio, mas no siento simpatía por ellas yo sólo hago la voluntad de Dios. Aunque sí has condenado mi alma a una vida esclavizada al torrente de la vida que es la sangre...— la inquisidora pensó entonces en el versículo que hablaba de los bebedores de sangre y sintió repulsión por ella misma, era una pecadora y eso nadie podía cambiarlo, no mientras permaneciera en ese cuerpo infernal.
Cammy tomó la mano ofrecida con el ceño fruncido, sus ojos le reprochaban a su creador lo que le había hecho, escuchó las palabras con atención y quiso rebatirlas mas el "o" pronunciado por el vampiro la hizo detenerse. –¿entregarme al sol?– el terror volvió a posesionar ese cuerpo fuerte y delgado y que ahora era casi indestructible a las manos de un mortal... La inquisidora dio dos pasos hacía atrás sin dejar de ver a su asesino y a vez su creador. Era claro que había entrado en conflicto y eso le divertía al vampiro que obviamente tenía planes para Cammy, ella era inteligente y sabía que lo que él había hecho iba más allá a una simple venganza. Pero eso lo le era de interés a Killer Bee en esos momentos. Lo que haya le preocupaba era su futuro... ¿se volvería una asesina para sobrevivir o se suicidaría para acabar con un tormento que tarde o temprano la desquiciaría? Estaba prácticamente bloqueada, el suicidio era un pase directo al infierno pero la cuestión es que como bebedora de sangre ya viviría un infierno.
Frustrada llevó sus manos y comenzó a llorar desconsolada, espesas lágrimas corrieron por sus mejillas y mancharon sus manos. Ella contempló esas gotas y se horrorizó... ERA SANGRE, lloraba sangre y un grito desesperado se liberó de su boca atormentada... —¿Qué es esto... por qué lloro sangre?— gritó y se dio cuenta que estaba levitando. El llanto cesó y comenzó a mover las manos en un exasperado intento de bajar a tierra, cuando lo consiguió se reincorporó y furiosa contempló la figura divertida del vampiro. La sangre ya enjugada sobre el rostro como dos surcos de varias vertientes daban a la rostro de la inquisidora un aspecto intimidante, como un ángel caído, un demonio perturbado... Aún le quedaba una estaca resguardada en una parte de su bota derecha, la sacó y corrió hasta el vampiro con la clara intensión de clavarla en ese corazón malvado.
—¡No consideraste la idea de que ahora tengo probabilidades de matarte!— dijo cuando se acercaba a él, mas no pudo terminar el golpe. Ella misma se detuvo y dejó caer la estaca, los ojos vencidos descansaron perdidos en un suelo oscuro. ¿Qué podía hacer ahora?, se puso a pensar y a sus mente llegó Viviana, Cammy ya no era la misma, su pequeña hija la había cambiado fue entonces que comprendió que su maldición había iniciado la noche que matara a Maryeva... desde ese momento su vida dejó de ser la misma... Pero ahora que ya sabía en que momento todo había cambiado ¿se permitiría que el destino la moldeara o ella volvería a poner los pies en la tierra trazando su propio camino? —No te daré el gusto de entregarme a lo que a partir de ahora es mi enemigo... el Sol... ¿Qué es lo que quieres de mí, no me has hecho esto para fastidiarme o vengarte... esto va más allá?— decidida a ser la mujer que era antes, sí, podía ser madre e inquisidora soldado al mismo tiempo, Ruggero se equivocaba y ahora ella tenía que descubrir las intenciones del vampiro así como aprender como sobrevivir al menos esa noche.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
"Ella me abrió su alma, y era precisamente su alma lo que yo quería. Me hice cada vez más fuerte alimentándome de sus temores y de sus profundos secretos. Me hice más poderoso, mucho más lo bastante poderoso para empezar a alimentarla a ella con algunos de mis propios secretos, para empezar a darle un poco de mi alma..."
Como había sospechado, sería un gran vampiro. Fuerte, inteligente y letal. Pero la maldita muchacha seguía encerrada en las ideas cristianas. ¿Cuántos años deberían pasar, cuántas muertes debería dejar atrás, para que cambiase de opinión?. Cuando tenías una existencia tan alargada en el tiempo, próxima a la eternidad, no podías atarte a una religión. Porque el tiempo y el conocimiento, te hacían ver los errores de cada una. El motivo era simple, eran frutos de mentes humanas. Esos seres limitados y débiles, aunque siempre habían excepciones, nunca podrían dar con una respuesta verdadera y perfecta. Los únicos seres cercanos a la divinidad, eran ellos, los vampiros. ¿Quién podría verlos, con una belleza excepcional, fuertes, casi indestructibles, y pensar que no podían ser Dioses?. Ellos tenían la opción de mejorar a los humanos, de darle el beso oscuro. El don de la noche. Y ella, ahora uno de los suyos, insistía en hablar de Dios.
- ¿Criaturas del demonio?- Su risa se extendió en la noche, haciéndola más escalofriante con sus carcajadas. Miró su rostro manchado, con una expresión cercana a la locura. Ahí estaba el porqué no podía seguir las creencias del cristianismo. Quería seguir siendo lo que antes era, cuando, por mucho que lo intentase, no podría volver a ser. Las ideas limitadas, la harían débil. Y él odiaba la maldita debilidad. Era su criatura, su hija. Sus descendientes no podían ser meras muñecas de acciones controladas. ¡Prefería matarla él mismo!. Era una deshonra.
Se agachó con rapidez, tomando la estaca que ella había soltado, irguiéndose con una mirada tan llena de fiereza, que su rostro bien podía parecer el demonio que ella nombraba. Lanzándose contra ella, dejó que su cuerpo la tirase al suelo, rondando con ella por la arena. Sin perder un segundo del factor sorpresa, le clavó la estaca debajo de su corazón, apretándola contra las costillas para impedir que pudiera quitársela con facilidad.- ¡¡Vamos Cammy!!. Reza a tu maldito Dios, muchacha necia e insolente.- Le gruñó mientras sus pies la bloqueaban en el suelo y su otra mano bloqueaba las suyas detrás de la delgada espalda.- Puedes intentar matarme, pero antes de que la idea pase por tu limitada cabeza, estarás muerta. Aprende esto rápido. Yo no tolero la debilidad, así que si quieres llorar por ser un vampiro, permíteme que te ayude a morir.- Hundió más la estaca en el cuerpo de la mujer, apoyando su pecho contra el borde de la estaca. Apretó tanto, que la madera comenzó a clavarse en su propio pecho, creando una unión de sangre y dolor. Liberó una de sus manos, obligándola a tocar la carne cercenada de ambos pechos, así como la misma estaca que les provocaba el dolor.- Te he dado un don. Te he hecho casi invencible, una guerrera mortal para sus enemigos. ¿Y tú, mi ahora descendiente, me deshonras queriendo ser una muñeca de la Iglesia?. - Acercó su rostro al suyo, apretando la mano que aún sostenía entre sus pechos.- Crea tu propio camino Cammy. Sigue tus normas, no las de un hombre que jura ser el guía de Dios. ¿Vas a conformarte con ser una oveja, pudiendo ser el pastor?- Le preguntó usando una de sus estúpidos metáforas. Odiaba a los fanáticos. A los débiles de mente y corazón.
Se separó se ella, sentándose sobre su pecho y sacando la estaca de ambos cuerpos. Su expresión cambió, mutando a una sonrisa cruel y desalmada. Todo su cuerpo rezumaba poder y liderazgo, no había ninguna muestra de debilidad, sólo el hueco de su pecho. Tocó el borde de la herida de su pecho y suspiró con placer, tomando la sangre en sus dedos y chupándola- No me vuelvas a fallar, o esta noche será tu primer y último día como vampiro.- Le guiñó un ojo, dándole pequeños golpecitos con la estaca en su estómago. Si no iba a respetarlo, mejor que lo temiera. No le servía una mujer débil.
Se levantó, dejándola libre para tomar la chaqueta que había dejado abandonada en la arena. Caminó hasta ella, la cual estaba cerca de la orilla de la playa. De ella sacó un pañuelo que mojó en el agua salada, para después volverse e ir hacia la mujer que había dejado herida en el suelo. Se acercó a ella con cuidado, sabiendo que su acción la convertiría en un perro rabioso. No era estúpido, sabía de su carácter explosivo. Eso le gustaba. Al igual que su fortaleza, pero si insistía en ser débil, mejor estaba muerta. - Limpiemos tu rostro. No puedes salir de aquí con ése aspecto. Quién sabe lo que te haría un inquisidor si te encuentras, ¿no crees, Cammy?.- Le preguntó con rostro inocente mientras le pasaba el pañuelo húmedo por el rostro. La limpió hasta que no quedó huellas de sangre, sólo su pálida piel. Tomó su mandíbula entre una de sus manos, alzando su rostro para verla de cerca. Su belleza había aumentado, era sorprendente el cambio que había realizado su cuerpo.- Cúbrete con mi chaqueta. Voy a escoltarte hasta casa, no nos queda mucho tiempo.- Le lanzó su chaqueta, consciente de que dentro de ella se encontraba el emblema de su familia, un león con las garras sobre una calavera. Eso le daría la pista de quién era, y si tenía buenos contactos, le hablarían de su fama como el matareyes. Era el vikingo, el pirata, el rey de sus acciones. Todos los que se le oponían, morían en sus manos, de ahí el porqué había matado tantos reyes en la antigüedad. Quizás su historia la incitase a crearse su propio camino, quizás la hiciese una mujer tan arrogante, posesiva e insolente como él. Eso sería grandioso, pero no tenía mucha fe en que siguiese sus pasos. Con la estaca metida en su pantalón de cuero y su pecho al descubierto, caminó hacia el sonido de dos corazones bombeantes. Con suerte, el sabor sería perfecto. Sólo faltaba que ella comenzara a seguirlo. Sentía que aquella inteligente mujer, con sus preguntas sagaces, iba a ser un gran reto. Pero eso era lo que le gustaba de ella. Sólo esperaba que ignorase la forma en la que había eludido su pregunta. No debía desvelar sus planes con rapidez.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
No quería la inmortalidad porque lo dudaba, sino porque le temía. Ahora digo soy una hija de la noche.
Cammy no había previsto el ataque de su creador, en un principió sintió una punzada y sus ojos se abrieron como platos, sin embargo, aquel dolor que pensó debería experimentar simplemente no se presentó. Era como si tuviera una extrema resistencia al dolor físico. Recordó los informes en la biblioteca del Vaticano sobre los vampiros y existía en algunos una super resistencia al dolor físico y mental, mucho muy superior a la del vampiro promedio... ¿Será acaso que ella poseía ese don?. Escuchó con detalle las palabras de su creador, él tenía razón. Por primera vez en su vida reprochó la existencia de Dios, no hizo lo que su maestro le pidió, no le rezo. Cammy se sumió entonces en una lucha para aceptarse.
Sí, Killer Bee ahora estaba más cerca de ser invencible, sí, ahora sería la asesina perfecta. Gracias a su creador Killer Bee había descubierto dos de sus poderes... la capacidad para levitar y la resistencia al dolor físico... –¿Tendré otro poder?– pensó al tiempo en el que su creador se levantaba y se iba. La ahora hija de la noche se reincorporó sin levantarse totalmente y fascinada vio como sanaba la herida, muchas veces lo había visto cuando luchaba contra lo que ahora ella era y nunca mostró tanta fascinación como hasta el momento, ver desaparecer la herida que estaba a penas debajo de sus pechos generosos casi revelados a la noche la tranquilizó. Pronto su creador regresó y con una palabras que antes no había dicho. Fue entonces que se detuvo a verlo con sus nuevos ojos, era atractivo y si aún fuera mortal su rostro se hubiera ruborizado, mas era un hecho que Cammy lo miraba casi enamorada de él, —causo demasiado respeto que nadie de la orden se atrevería a hacerme algo— aseguró no para responderle sino para que ella misma se distrajera y no lo viera como si lo amara.
Se colocó la chaqueta y lo siguió de cerca, callada, sumisa... —Le temía a la inmortalidad, al hecho de no volver a ver el sol, de no tener una familia, le temía tanto que hacía creer que tan solo era una duda.... Ahora, gracias a ti puedo decir que soy una hija de la noche— dijo mientras mantenía la cabeza agachada, no quería que él se voltease y la mirara, su corazón confundido estaba generando un sentimiento que no previó, no estaba segura si se trataba de una especie de atracción o seducción provocada por un don suyo, o sencillamente, su corazón realmente se abría cual flor en primavera ante el natural encanto de su creador.
Cammy recordó a su maestro de la inquisición, a Ruggero Rosso, a Killer Bee siempre le atrajo la personalidad ruda de Ruggero y ahora con su creador que no se limitaba a nada, que bien podía actuar como un demonio a como un padre, Killer Bee sintió el deseo de saber si lo haría también como un amante. Fue entonces que observó el escudo que poseía la chaqueta y como si se disparara una serie de imágenes automáticas recordó haber visto ese escudo antes, se vio más joven, cuando aún no era inquisidora, cuando era tan sólo una estudiosa. Se le presentó el retrato anónimo de un hombre inmortal que había vagado por Europa matando grandes reyes, lo llamaron el primer inmortal, un hombre que no se alimentaba de sangre, que no era un vampiro; a veces esos textos eran muy fantasiosos pero sin duda, la existencia de alguien que mató a reyes si fue un hecho real y tal parecía aquel que lo había privado de su vida no era otro que el vikingo, pero no sólo eso, si hubiera sido mortal aún no hubiera recordado que vio ese emblema en otra parte, en una mansión, en una noche en la que en compañía de Ruggero y Hayden entraron a la mansión del Mar acusándola de bruja. Todo parecía ponerse en su lugar pero sus informes decían que no existía ningún Del Mar hombre, la única heredera era ella, Ruslana... ¿acaso él era? Killer Bee decidió no preguntar. Sabía que su creador revelaría su nombre sin necesidad de que ella revelara su información, sus hipótesis, ahora ella quería ver hasta donde llegaba el juego de su creador.
Cuando los latidos de los corazones se intensificaron ella apresuró el paso y se ubicó junto a él. Ya no tenía la mirada agachada ni mucho menos sumisa, estaba en una posición recta y con el semblante de la perfecta asesina, sin sonrisa y sin embargo, con un atractivo irresistible a un mortal. Pronto esos latidos provocaron en Killer Bee la necesidad de beber, era el momento de enfrentar a su primera barrera en esta nueva vida. Se detuvo cuando los marineros de percataron de la presencia de Cammy y su creador, —Supongo que ha llegado el momento en el que tengo que alimentarme— sonrió malamente a penas controlando sus ansias de abalanzarse sobre ellos, de ese instinto asesino.
Cammy volteo a ver a su creador y éste a ella, sus miradas permanecieron unidas unos instantes y luego ella se sacó la chaqueta mostrando su ropa desgarrada y esos pechos que amenazaban con mostrarse a la noche, a la luz, a ellos. La chaqueta cayó al suelo y ella caminó hacia los marineros, intentó leer su mente como lo hacían algunos vampiros pero ella no podía o aún no sabía, pero no fue necesario que leyese la mente para saber que aquellos vulgares marineros ya estaban deseos de violar ese cuerpo femenino. Olvidándose del hombre que venía acompañando a la señorita, los marineros comenzaron a mostrar su vulgaridad con cientos de palabras hacia Cammy, uno de ellos le tocó el rostro. —Tan frío... deja calentarte puta— dijo y tomó bruscamente uno de los pechos de Cammy, lo estrujó unos intantes, entonces Killer Bee comenzó su función.
Abrió su boca dejando ver sus colmillos, el hombre aterrado la llamó demonio y retiró su mano mas no pudo escapar, Killer Bee lo golpeó en el pecho dejándolo sin aire, el otro quiso correr pero la velocidad de Killer Bee era superior. Lo alcanzó y con una mayor facilidad a la de antes en un salto sus manos atraparon el brazo del marinero, luego con sus piernas atrapó el cuello y en un movimiento lo hizo caer, totalmente sometido en el suelo Killer Bee bebió de su cuello como la depredadora que era. Lo vacío tan rápido que el hombre palideció más pronto de lo común. Cuando la abeja terminó le quebró el cuello con sus manos. En esos momentos escuchó que el otro hombre se levantaba y antes de que se diera media vuelta para echarse a correr, Killer bee ya había llegado hasta él, lo tomó del hombro y le aplicó una llave haciendolo que se arrodillara, la fuerza de Cammy fue tal que dislocó el brazo; sin perder más tiempo Killer Bee ahogó el grito cuando perforó el cuello con sus largos colmillos, Killer Bee dejó de beber cuando el cuerpo comenzó a convulsionar, en el momento en el que ya estaba muerto.
¿Sentía arrepentimiento por lo que había hecho?
No era la primera vez en la que Killer Bee mataba a truhanes, su creador tenía razón, era la asesina perfecta, una asesina sin escrúpulos en lo que hace. Vio los rostros un momento más y volvió a donde su creador, tomó la chaqueta y se la volvió a colocar. —¿dices que me acompañarás a casa?— le dijo con seriedad mientras enfrentaba la mirada de él. —No tengo una casa aquí... te pertenezco Löwe si quieres que tu creación viva tendrás que llevarme a un lugar— debatió exigente y por fin sonrió de manera natural... ya había recordado el nombre del inmortal dueño del emblema del León.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
"Sabemos lo que somos, pero aún no sabemos lo que podemos llegar a ser."
Cuando sus ojos coincidieron, no sabía si ella entendería el significado de su mirada. Pero cuando se deshizo de la chaqueta, luciendo su cuerpo desnudo como una ninfa, supo que ella siempre haría algo mucho más perfecto a lo que cabría esperarse de un recién nacido. Observó la gracia animal con la que avanzaba hacia su primera comida, revolviéndolo por dentro con una mano invisible. Aquel momento la marcaría, la muerte sellaría su destino, creando su nueva personalidad.
Caminó con lentitud, preparado para protegerla si algún tercero se inmiscuía en la cena de la vampiresa. Y cuando uno de esos sucios parásitos la llamó puta, sacó sus dedos y siseó molesto en la oscuridad. Odiaba que fueran tan estúpidos. Por eso él siempre elegía una comida rebelde y más elevada. Los cazadores eran juguetes más divertidos que unos borrachos. Pero todo era mejor que los inocentes. Esos no sabían bien, eran pura bondad e ingenuidad. Como dirían ciertos humanos, ¿por qué comerte un ratón de campo si puedes tomar vaca?.
Observó toda la obra de Cammy, mientras esperaba pacientemente. Cada uno de sus movimientos eran perfectos. Rápidos y eficaces, pensados con la habilidad de su antiguo yo, perfeccionados por la rudeza vampírica. Era casi pornográfico para él. No pudo evitar tragar con fuerza, mientras sus colmillos dolían de necesidad al verla tomar sus vidas con las ansias de un neófito, pero el control de un vampiro más adulto. ¿Sabría ella, que había intentado introducirse en su mente como un voyeur, pero no había podido encontrar nada más que una barrera?.
Había adquirido uno de los poderes de su propio maestro, Leónidas, lo cual no dejaba de ser anecdótico. Era casi como si sus poderes sólo hubiesen aflorado en ella, para hacerla más suya. Más parte de su creador, uniéndose con el que sería ahora su "abuelo". - Ahora te entiendo Leónidas.- Susurró en la noche cuando ella alzó su rostro de su segunda víctima.- Los espíritus de los guerreros son terribles tentaciones- Le dedicó una reverencia a su hija, maravillado ante todo lo que ella constituía. Sabía que debía de tener cuidado, de lo contrario acabaría atrapado en su magnetismo. ¿Sería lo mismo que había ocurrido con su maestro, por eso jamás había podido abandonar a su creación?.
Tomó las solapas de su chaqueta, ahora colocada de nuevo en el cuerpo de Cammy y tiró de ellas, acercándola a él. Una de sus manos se deslizó detrás de su espalda, abrazándola contra él, pegándola a su cuerpo para que no hubiera nada que los separase. - No dejes que los débiles toquen tu cuerpo.- La reprendió con voz ronca, mientras acercaba su rostro al suyo para lamer las últimas gotas de sangre que habían quedado en sus labios femeninos.- Recuerda esto siempre; eres clan, eres familia, eres guerrera.- Le abrió la chaqueta para colocar la mano sobre el seno izquierdo, el lugar sobre el que estaba su muerto corazón- En mi época, los hombres honraban a sus mujeres, prometiéndoles protección, alimento y honor. - La soltó unos instantes, colocando la mano de ella en el lado izquierdo de su pecho.- Por eso ahora te prometo lo mismo. A cambio, sólo pido que jamás seas débil, que no te deshonres por nadie. Como has dicho, eres mía. Te perfeccionaré, hasta convertirte en alguien invencible. Pero recuerda, jamás me traiciones. No querrás saber qué ocurre con aquellos vampiros que se enfrentan a mi.- Su boca se convirtió en una mueca posesiva y arrogante. Tan fría como ña sonrisa que ella dedicó a su comida.
Arañó la dura piel dura de ella y se agachó para lamer la sangre, antes de que ésta cerrara de nuevo. Cuando se levantó sus ojos brillaban con el fuego de los dioses. Era sólo un hombre orgulloso, capaz de todo y sin reglas que lo limitasen, más aquellas que había tomado como suyas. Ésa mirada, llena de orgullo y del magnetismo que siempre había provocado estragos en los corazones de los demás, sólo era producto de su personalidad.- Sellemos esta noche con fuego, dulce Cammy. Celebremos que sabes quién soy, aunque ahora puedes llamarme Löwe Von Meer, general de las Fuerzas Navales francesas.- Le susurró cerrándole la chaqueta y besando su frente con rapidez.
Con la gracia de su especie, se movió con rapidez, tomando la botella de los borrachos. Derramó el contenido en el cuerpo de ambos y lanzó la botella vacía en el medio de ambos, rompiéndola en pedazos. Sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió. - Una obra perfecta..- Le dijo a Cammy, mientras daba una calada del cigarro. Se agachó sobre los hombre y miró las heridas de sus cuellos.- ¿Ves eso?.- Le señaló la herida del primero, meneando el cuello roto del hombre con los dedos.- La herida, aunque no es tan errática como los demás neófitos, está desgarrada. Lo que muestra inexperiencia.- Exhaló el humo del cigarrillo, mientras se levantaba y comenzaba a caminar dejando atrás los cuerpos.- Mañana aprenderás a tomar la sangre correctamente. Nuestra estirpe jamás se comporta como la plaga de mosquitos que pululan por el mundo. Tenemos mucho cuidado con nuestra comida- Se rió y lanzó el cigarrillo hacia atrás, provocando el nacimiento de un fuego que quemaría toda prueba interesante para la iglesia. - Y segundo...- La tomó del brazo y comenzó a caminar por el puerto con tranquilidad.- Nunca dejamos huellas.-
"Recuerda quien eres Cammy. No olvides a quién perteneces"
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
¿Qué sucede después de qué todos tus ideales se vienen abajo?, ¿qué hacer cuando la incertidumbre de vivir en soledad te abraza?
Sentir el abrazo de su creador, de su padre de sangre la hizo ligeramente feliz; se sintió protegida aunque nunca creyó que fuera débil y después, cuando comenzó a reprenderle se sintió sucia y se preguntó ¿por qué me dejé tocar cuando nunca antes lo había permitido?, todo estaba cambiando en ella y Löwe era el causante. Cammy quiso refutar pero no tenía argumentos, quiso bajar la mirada pero la lengua de su padre sobre la comisura de sus labios le hicieron tragarse un suspiro de asombro, luego, agachó su cabeza al no sentirse digna... ¿De qué? No estaba segura. Llegó una nueva sorpresa cuando sintió la poderosa mano sobre su seno, sentir el tacto y no percibir la reacción que haría un corazón, una pulsación la desconcertaron a tal grado que se quedo estupefacta, sin saber como actuar, sin saber si disfrutar lo que para ella era una caricia o verlo como un insulto.
Se dejó llevar por las palabras del vampiro y después lo siguió tomados de la mano, ella se sentía amada y de pronto se detuvo haciendo que Löwe la mirara a los ojos, después se arrojó a sus brazos para que la abrazara como lo había hecho antes, quiso llorar pero no lo hizo, él no quería ver más su debilidad y lo complacería, —Si Löwe, me convertiré en lo que tu quieras, seré tu asesina, seré lo que quieras y el saber que me aceptas com tuya, que me protegerás de ser necesario me llena de alegría...— hizo un pausa y se aferró aún más a él como si temiera que la alejara. —He desarrollado un sentimiento que no tenía antes, no sé si sea tu sangre que ahora fluye por mi cuerpo o quizás un hechizo provocado por algún poder tuyo y aunque lo fuera... Siempre querré estar hechizada, porque siempre quiero estar enamorada de ti, verte con fascinación...— dijo como lo haría una enamorada y se alejó un paso para verlo a los ojos, a esos ojos que después de las palabras la habían conquistado totalmente, luego, Cammy se arrojó a sus labios en un beso que había ansiado cuando él le hablaba, rodeó con sus brazos el cuello masculino afianzándose a él, para que no la rechazara, para que aceptara ese querer que le ofrecía.
Antes de abandonar los labios de su padre liberó el cuello del abrazo y suspiró mientras continuaba perdiéndose en los ojos oscuros. —Te juro lealtad y así como no traicioné ni traicionaré a la Iglesia, así tampoco lo haré contigo. Dejaré la inquisición porque no encuentro fundamentos que me aten a ella, porque ahora con mis nuevos ojos y los pensamientos que se abren a mí no estoy segura de aquella fe que me jactaba era incorruptible y además porque así tu lo querrás; pero por favor Löwe, no me abandones, no me olvides y aunque no me ames quiero verte, quiero frecuentarte porque sé no te quedarás conmigo en la eternidad que tendré que sobre llevar con una hija que crecerá en una mentira, una hija que me llamará madre sin saber que sus padres fallecieron por una de mis cruzadas, por mi agudeza asesina...— se volvió a abrazar a él y sus expresiones se volvieron tristes.
—Löwe, ama mi cuerpo, ámalo porque no sé si se puede presentar una oportunidad similar...— susurró siendo consciente de que él la escucharía, luego, volvió a separarse de él. —Me dijiste que quieres sellar la noche con fuego, séllala en mi cuerpo, no sólo te apoderes de mi vida, hazlo de mi cuerpo, quiero sentir todo de ti y sí así lo es, finge que amas— no pudo hablar más, era como si algo se lo impidiese pero era consciente de lo que pedía, era una suplica que nunca había mostrado pero era las palabras más sinceras que había pronunciado y una vez obtuvo control de su cuerpo volvió a besarlo.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: La muerte de la abeja | Privado
"Lo mejor de la existencia está en darse cuenta de los pequeños detalles que pueden cambiar el destino de toda una vida", ibethse
Gimió sorprendido entre los brazos de la mujer que él mismo había creado al liberar su sangre inmortal sobre aquellos labios que lo besaban con fervor. Nunca había creído que ella se abriría tan rápido, como la flor que sabe que su primavera ha llegado, arrasándolo todo por el mero hecho de que podía hacerlo. Era admirable y valiente. Algo tan hechizante, que no dudó en apretar su cuerpo contra el de Cammy, abrazándola con un leve suspiro.
Sus manos se introdujeron debajo de la chaqueta abierta, rozando con la yema de sus dedos aquella parte de su piel que quedaba expuesta gracias a la ausencia de la tela. Fue todo lo delicado que no era con su beso. Pues mientras sus manos se movían con los movimientos ágiles y tenues de una mariposa, sus labios arrasaban la piel enrojecida de su boca. Su lengua se había propuesto recorrerla, dominarla y conquistarla con cada movimiento húmedo. Su propio cuerpo respondía al avance atrevido de Cammy, terminando por cogerla en brazos y arrastrarla a las sombras de un callejón para poder besar su cuello y admirar aquella piel que él había protegido bajo su abrigo.
La belleza que recorrió sus dedos, lo hizo gruñir, presa de un deseo que había iniciado ella. Tiró de su pelo para poder besar el cuello y se rió con suavidad.- No deberías provocarme, Cammy. Soy un hombre. - La miró a los ojos con intensidad y después le ofreció una sonrisa mientras levantaba una de sus manos y le dejaba un beso en su muñeca. - Uno que no dudará en protegerte porque eres mía.- Su nariz recorrió la piel pálida de su brazo, convirtiendo sus palabras en una caricia que le recorriera el cuerpo. Cuando sus labios rozaron su cuello, dejó que sus colmillos rozaran la piel antes de darle la vuelta y pegarla contra la pared. Un movimiento rápido y brusco, tan fugaz como la respiración que ella había dado. Sus manos se deslizaron por sus hombros, delineando ambos lados de su cintura y deteniéndose en su cadera. - Que no se pensará el arrancarte la vida que te he dado, ni siquiera cuando eso me parta el corazón, ni un sólo instante.- Pegó su cuerpo contra la espalda de Cammy, amoldándose a ella mientras le levantaba los brazos y le obligaba a mantenerlos fijos, por encima de la cabeza de ambos , con las palmas contra la pared. - Puedo ser tu sueño o tu infierno. Tu me has pedido que posea tu cuerpo, y créeme, lo haré.- Sonrió y le soltó las manos, acariciando los brazos y tomando su rostro para hacer que lo mirase y dejase de ver la pared contra la que la había empujado.- Pero antes debo advertirte. Mi posesión es abrumadora. Tanto, que puede llegar a pesar como cadenas de plata sobre tu piel.- Gimió al rozar su cuerpo contra el de ella.- No conozco la forma de querer que no lleve aparejado el dolor.- Besó la comisura de sus labios y sonrió.- Pero si lo aceptas, te haré entender por qué tu mesías soportó cada latigazo.-
Su cuerpo se tensó al sentir que la salida del sol estaba tan próxima. Con una neófita recién nacida, tendría que apurarse antes de lo normal, porque su cuerpo sería increíblemente sensible a los rayos del sol. La besó con suavidad, separándola de la pared y la cogió en brazos, como si de una novia se tratase. Caminó con ella hasta el caballo que había usado para llegar a los muelles. La colocó sobre él y la abrazó contra su cuerpo.- Te llevaré a uno de mis escondites secretos. Uno que a partir de ahora será tuyo.- Le besó la frente y sonrió.- Cumpliré mi promesa hecha antes, pero en este instante te haré otra. Quizás no sea el hombre de tus fantasías, ni siquiera sé si estaré en todo instante a tu lado. Pero a partir de ahora, Cammy, jamás conocerás la soledad. - Lanzó una orden al caballo y comenzaron a cabalgar sobre las calles de París. Buscando entre las últimas horas de oscuridad, un escondite donde reposar sus cuerpos. Refugiándose como dos sombras, ante la adversidad de la luz. Porque ahora, ambos eran seres de la noche y no tenían más una estrella que los guiase, sólo a ellos mismos.
Gimió sorprendido entre los brazos de la mujer que él mismo había creado al liberar su sangre inmortal sobre aquellos labios que lo besaban con fervor. Nunca había creído que ella se abriría tan rápido, como la flor que sabe que su primavera ha llegado, arrasándolo todo por el mero hecho de que podía hacerlo. Era admirable y valiente. Algo tan hechizante, que no dudó en apretar su cuerpo contra el de Cammy, abrazándola con un leve suspiro.
Sus manos se introdujeron debajo de la chaqueta abierta, rozando con la yema de sus dedos aquella parte de su piel que quedaba expuesta gracias a la ausencia de la tela. Fue todo lo delicado que no era con su beso. Pues mientras sus manos se movían con los movimientos ágiles y tenues de una mariposa, sus labios arrasaban la piel enrojecida de su boca. Su lengua se había propuesto recorrerla, dominarla y conquistarla con cada movimiento húmedo. Su propio cuerpo respondía al avance atrevido de Cammy, terminando por cogerla en brazos y arrastrarla a las sombras de un callejón para poder besar su cuello y admirar aquella piel que él había protegido bajo su abrigo.
La belleza que recorrió sus dedos, lo hizo gruñir, presa de un deseo que había iniciado ella. Tiró de su pelo para poder besar el cuello y se rió con suavidad.- No deberías provocarme, Cammy. Soy un hombre. - La miró a los ojos con intensidad y después le ofreció una sonrisa mientras levantaba una de sus manos y le dejaba un beso en su muñeca. - Uno que no dudará en protegerte porque eres mía.- Su nariz recorrió la piel pálida de su brazo, convirtiendo sus palabras en una caricia que le recorriera el cuerpo. Cuando sus labios rozaron su cuello, dejó que sus colmillos rozaran la piel antes de darle la vuelta y pegarla contra la pared. Un movimiento rápido y brusco, tan fugaz como la respiración que ella había dado. Sus manos se deslizaron por sus hombros, delineando ambos lados de su cintura y deteniéndose en su cadera. - Que no se pensará el arrancarte la vida que te he dado, ni siquiera cuando eso me parta el corazón, ni un sólo instante.- Pegó su cuerpo contra la espalda de Cammy, amoldándose a ella mientras le levantaba los brazos y le obligaba a mantenerlos fijos, por encima de la cabeza de ambos , con las palmas contra la pared. - Puedo ser tu sueño o tu infierno. Tu me has pedido que posea tu cuerpo, y créeme, lo haré.- Sonrió y le soltó las manos, acariciando los brazos y tomando su rostro para hacer que lo mirase y dejase de ver la pared contra la que la había empujado.- Pero antes debo advertirte. Mi posesión es abrumadora. Tanto, que puede llegar a pesar como cadenas de plata sobre tu piel.- Gimió al rozar su cuerpo contra el de ella.- No conozco la forma de querer que no lleve aparejado el dolor.- Besó la comisura de sus labios y sonrió.- Pero si lo aceptas, te haré entender por qué tu mesías soportó cada latigazo.-
Su cuerpo se tensó al sentir que la salida del sol estaba tan próxima. Con una neófita recién nacida, tendría que apurarse antes de lo normal, porque su cuerpo sería increíblemente sensible a los rayos del sol. La besó con suavidad, separándola de la pared y la cogió en brazos, como si de una novia se tratase. Caminó con ella hasta el caballo que había usado para llegar a los muelles. La colocó sobre él y la abrazó contra su cuerpo.- Te llevaré a uno de mis escondites secretos. Uno que a partir de ahora será tuyo.- Le besó la frente y sonrió.- Cumpliré mi promesa hecha antes, pero en este instante te haré otra. Quizás no sea el hombre de tus fantasías, ni siquiera sé si estaré en todo instante a tu lado. Pero a partir de ahora, Cammy, jamás conocerás la soledad. - Lanzó una orden al caballo y comenzaron a cabalgar sobre las calles de París. Buscando entre las últimas horas de oscuridad, un escondite donde reposar sus cuerpos. Refugiándose como dos sombras, ante la adversidad de la luz. Porque ahora, ambos eran seres de la noche y no tenían más una estrella que los guiase, sólo a ellos mismos.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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