AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El silencio de la muerte [Privado]
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El silencio de la muerte [Privado]
¿Resucitan los muertos? Los libros dicen que no, la noche grita que sí.
John Fante
Existían búsquedas infructuosas, de esas que lo mejor eran ser abandonas y dejadas simplemente a la suerte o al destino. La búsqueda de una persona en la que pudiera confiar en aquel lugar que aun poco conocía quedo a un lado en la mente del inmortal, todo debido a que había descubierto algo que no esperaba, un hecho que después de demasiados años le llevaba a cuestionarse sobre su propia existencia y lo que había estado haciendo con ella.
Caminaba por las calles de París, con el mismo traje negro con que fuera al Museo de Louvre. Había salido de su hogar con animo de encontrar socios y personas con las cuales relacionarse y en cambio, había descubierto su pasado. Su pasado poseía el cuerpo de una mujer adulta, los cabellos ya no rojizos sino castaños y una personalidad que distaba mucho de lo que había sido en vida. Tanto Arwel como su hermana habían cambiado tanto que era difícil saber que en la mortalidad fueron hermanos y de hecho, aunque él era fuerte, no se espero un encuentro como aquel así que su andar era lento, manteniéndolo sumergido en ideas que no le dejaban nada bueno, simplemente dudas. No podía decir que huyo del encuentro aquel o de la presencia de su hermana, pero necesitaba tiempo para asimilar todo lo que pasaba. Tanto tiempo creyendo ser el ultimo de los suyos, para terminar descubriendo aquella noche que estaba terriblemente equivocado ¿Y si más de los suyos vivían? ¿Dónde se encontraban? ¿Pensaban ellos que también Arwel estaba muerto? Las posibilidades eran muchas y la presencia de su hermana las abría todas nuevamente, después de que él las había dado por inexistentes.
Iba por las calles pareciendo ser exactamente lo que era, un muerto vuelto a la vida. Una existencia que no debía ser pero que aún así, se encontraba caminando sin rumbo fijo o eso era lo que parecía ser, porque en realidad se encontraba siguiendo el aroma de cuerpos muertos, ese aroma que él debía llevar por dentro pero que nadie percibía. Los humanos eran tan ingenuos que ver a alguien moverse les daba la garantía de que se encontraba vivo, aunque no fuera de esa manera.
Siguió el aroma de la muerte hasta lo que parecía ser una casa común y corriente, de no ser claro por el olor que provenía desde dentro de ella y el movimiento que se detectaba dentro de ella. Sin estar seguro del porque y quizás con la intención de mentir respecto a algo toco la puerta. Sabía que dentro de aquella casa había cadáveres y deseaba verlos, necesitaba verlos aunque debiera mentir o usar sus poderes para ello. Quería ver lo que pudo haber sido, quería saber como es que era realmente, debajo de aquella coraza de perfección que no era más que la mentira de un depredador. Necesitaba aquello.
John Fante
Existían búsquedas infructuosas, de esas que lo mejor eran ser abandonas y dejadas simplemente a la suerte o al destino. La búsqueda de una persona en la que pudiera confiar en aquel lugar que aun poco conocía quedo a un lado en la mente del inmortal, todo debido a que había descubierto algo que no esperaba, un hecho que después de demasiados años le llevaba a cuestionarse sobre su propia existencia y lo que había estado haciendo con ella.
Caminaba por las calles de París, con el mismo traje negro con que fuera al Museo de Louvre. Había salido de su hogar con animo de encontrar socios y personas con las cuales relacionarse y en cambio, había descubierto su pasado. Su pasado poseía el cuerpo de una mujer adulta, los cabellos ya no rojizos sino castaños y una personalidad que distaba mucho de lo que había sido en vida. Tanto Arwel como su hermana habían cambiado tanto que era difícil saber que en la mortalidad fueron hermanos y de hecho, aunque él era fuerte, no se espero un encuentro como aquel así que su andar era lento, manteniéndolo sumergido en ideas que no le dejaban nada bueno, simplemente dudas. No podía decir que huyo del encuentro aquel o de la presencia de su hermana, pero necesitaba tiempo para asimilar todo lo que pasaba. Tanto tiempo creyendo ser el ultimo de los suyos, para terminar descubriendo aquella noche que estaba terriblemente equivocado ¿Y si más de los suyos vivían? ¿Dónde se encontraban? ¿Pensaban ellos que también Arwel estaba muerto? Las posibilidades eran muchas y la presencia de su hermana las abría todas nuevamente, después de que él las había dado por inexistentes.
Iba por las calles pareciendo ser exactamente lo que era, un muerto vuelto a la vida. Una existencia que no debía ser pero que aún así, se encontraba caminando sin rumbo fijo o eso era lo que parecía ser, porque en realidad se encontraba siguiendo el aroma de cuerpos muertos, ese aroma que él debía llevar por dentro pero que nadie percibía. Los humanos eran tan ingenuos que ver a alguien moverse les daba la garantía de que se encontraba vivo, aunque no fuera de esa manera.
Siguió el aroma de la muerte hasta lo que parecía ser una casa común y corriente, de no ser claro por el olor que provenía desde dentro de ella y el movimiento que se detectaba dentro de ella. Sin estar seguro del porque y quizás con la intención de mentir respecto a algo toco la puerta. Sabía que dentro de aquella casa había cadáveres y deseaba verlos, necesitaba verlos aunque debiera mentir o usar sus poderes para ello. Quería ver lo que pudo haber sido, quería saber como es que era realmente, debajo de aquella coraza de perfección que no era más que la mentira de un depredador. Necesitaba aquello.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 26/04/2015
Re: El silencio de la muerte [Privado]
"Siempre creyó que la muerte no tenía cara,
hasta que la inmortalidad tocó a su puerta"
hasta que la inmortalidad tocó a su puerta"
El sótano de su casa era el mejor lugar para efectuar los trabajos que requería. Allí no había ninguna ventana para que los curiosos espiaran, estaba apartada del ruido para poder concentrarse y sobre todo, le permitía trabajar en absoluta calma y reproducir con mayor facilidad las fotografías que tomaba durante el día. Sin embargo no siempre trabajaba de noche, aquello era determinado por la cantidad de trabajo que tuviera, el cual últimamente aumentaba sin parar y le restaba tiempo libre mientras le llenaba los bolsillos. De seguir así, en poco tiempo podría comprar aquella casa en la que vivía en alquiler, lo cual facilitaría el poder ampliar un negocio que le agradaba y que seguramente requeriría de ayudantes y aprendices en poco tiempo.
Esa noche, tenía sobre la camilla de acero a un hombre mutilado en uno de sus brazos y con heridas de bala en la zona del torso. Había fallecido hace pocas horas y había llegado a ella con una clara advertencia de confidencialidad sobre su modo de muerte. Y era justamente eso lo que le dejaba en claro a Mina que no se trataba de un ser ordinario; aquél occiso sobre la mesa había sido en vida alguien con alguna habilidad sobrenatural.
La tarea entonces, consistía en retirar las balas del cuerpo, además del proceso de embalsamamiento de rutina en el cual el lavado del cuerpo era lo primero. Por suerte, ella no se impresionaba con facilidad e incluso el hecho de saber que debía arreglárselas para unir la extremidad desprendida le sonaba más a reto que a miedo. Por tanto, retiró las ensangrentadas prendas del sujeto que aparentaba al menos uno cincuenta y cinco años, y las tiró en una cesta metálica en la que se incineraría la evidencia. Acomodó la parte mutilada junto al que fuera su cuerpo, ahora desnudo, y se dispuso a retirar la sangre seca del cuerpo, abatido evidentemente en una lucha de no muchas horas atrás.
Aunque por lo general Mina le hablaba a sus muertos, esa noche guardó silencio, como si creyera que algo extraño podría pasar, como en tantas ocasiones en las que los sobrenaturales abrían en cualquier momento los ojos y se retiraban sorprendidos o burlones de la estancia aquella. Pero mientras lavaba el cuerpo, por suerte no sucedió nada. O no al menos con él, porque alguien llamó a la puerta pese a ser ya elevadas horas de la noche. No obstante se lavó las manos y las secó en el delantal blanco que llevara puesto y subió para abrir la puerta.
Aquella noche llovía desde hace horas y lo único que imaginó la inglesa, dadas las circunstancias, era que quien llamaba a su puerta tenía que ver con el difunto. No así, cuando abrió la puerta y vio con claridad la piel de tono mármol que poseía el sujeto que tenía en frente, entrecerró los ojos y le clavó con firmeza la mirada — ¿Por qué llamaría a mi puerta la muerte cuando sólo le sirvo? —.
Esa noche, tenía sobre la camilla de acero a un hombre mutilado en uno de sus brazos y con heridas de bala en la zona del torso. Había fallecido hace pocas horas y había llegado a ella con una clara advertencia de confidencialidad sobre su modo de muerte. Y era justamente eso lo que le dejaba en claro a Mina que no se trataba de un ser ordinario; aquél occiso sobre la mesa había sido en vida alguien con alguna habilidad sobrenatural.
La tarea entonces, consistía en retirar las balas del cuerpo, además del proceso de embalsamamiento de rutina en el cual el lavado del cuerpo era lo primero. Por suerte, ella no se impresionaba con facilidad e incluso el hecho de saber que debía arreglárselas para unir la extremidad desprendida le sonaba más a reto que a miedo. Por tanto, retiró las ensangrentadas prendas del sujeto que aparentaba al menos uno cincuenta y cinco años, y las tiró en una cesta metálica en la que se incineraría la evidencia. Acomodó la parte mutilada junto al que fuera su cuerpo, ahora desnudo, y se dispuso a retirar la sangre seca del cuerpo, abatido evidentemente en una lucha de no muchas horas atrás.
Aunque por lo general Mina le hablaba a sus muertos, esa noche guardó silencio, como si creyera que algo extraño podría pasar, como en tantas ocasiones en las que los sobrenaturales abrían en cualquier momento los ojos y se retiraban sorprendidos o burlones de la estancia aquella. Pero mientras lavaba el cuerpo, por suerte no sucedió nada. O no al menos con él, porque alguien llamó a la puerta pese a ser ya elevadas horas de la noche. No obstante se lavó las manos y las secó en el delantal blanco que llevara puesto y subió para abrir la puerta.
Aquella noche llovía desde hace horas y lo único que imaginó la inglesa, dadas las circunstancias, era que quien llamaba a su puerta tenía que ver con el difunto. No así, cuando abrió la puerta y vio con claridad la piel de tono mármol que poseía el sujeto que tenía en frente, entrecerró los ojos y le clavó con firmeza la mirada — ¿Por qué llamaría a mi puerta la muerte cuando sólo le sirvo? —.
Mina Valentine- Humano Clase Media
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 31/07/2014
Re: El silencio de la muerte [Privado]
No hay ningún manual que te indique cómo actuar en cada situación concreta de esta vida
R.J. Palacio
Tocaba la puerta de un hogar que olía a muerte, todo por la idea de querer verse en los cuerpos que existieran en aquella casa. Arwel estaba sumamente afectado por el encuentro que ocurriera sorpresivamente con su hermana y la confusión de su mente le guiaba a buscar respuestas entre los que al igual que él estaban muertos. Era algo complicado poder realmente compararse con un cuerpo que ni siquiera era capaz de moverse y quizás de cierta manera él lo hacía para reaccionar y recordarse que aunque compartieran características, no eran ni remotamente lo mismo. Necesitaba encontrar algo que le alejara la confusión, que le diera al menos una respuesta a la razón de su existencia inmortal y esperaba encontrarla en aquella casa.
Las gotas de lluvia no las sintió sobre su cuerpo, llevaba ya mucho tiempo sin sentir realmente nada. Su mirada permanecía fija en la puerta, mientras que sus sentidos le informaban sobre el movimiento dentro de aquel hogar. Escuchó con atención cuando quien fuera que vivía ahí comenzó a caminar en dirección a la puerta; la manera de caminar le indicó que era una mujer la que se acercaba, detalle que fue confirmado en el preciso instante que la puerta se abrió. La humana que atendió la puerta le observó de manera firme y aunque Arwel entre abrió los labios para explicar lo que necesitaba, ella le sorprendió hablando antes. Era algo fuera de lo usual notar como una mortal era capaz de notar la condición de vampiro y encima, hablar de manera tan natural con uno, así que el inmortal, se guardó la sorpresa que aquello le generaba y con amabilidad respondió a la pregunta de la mortal.
– La muerte no llama a tu puerta, lo hace simplemente alguien que como tu ha decidido servirle – mantuvo la mirada fija en la mujer – aunque evidentemente ambos lo hacemos de diferente manera – apartó entonces la mirada de ella y observó en el interior de la casa – Permitirías a este… ser de la noche, observar a uno de los suyos. Prometo que mis intenciones no son hacerle daño y aunque mi petición es repentina, es algo que después le agradeceré enormemente y sabré pagar de una manera que no imaginas.
Era obvio que la mujer no iba a confiar de buenas a primeras en él y aunque tenía la capacidad de usar sus habilidades para abrirse paso y entrar en aquel hogar, la verdad es que Arwel prefería hacerlo a las buenas, sobre todo porque ella no era cualquier persona o al menos no se lo parecía. El inmortal trataría de hacer que ella le dejara entrar y únicamente si su plan de convencimiento fracasaba, entonces se abriría camino aunque tuviera que usar los trucos más sucios. Nuevamente observó a la mujer que se mantenía firme y sin temor alguno ante la presencia masculina.
– Soy un descortés, perdone que no me presentará de inmediato. Arwel Reiss; ¿Usted servidora de la muerte, cómo se llama? – la cortesía era algo natural en él y aunque los humanos generalmente le eran indiferentes, esa mujer con aroma a muerte era diferente al resto.
R.J. Palacio
Tocaba la puerta de un hogar que olía a muerte, todo por la idea de querer verse en los cuerpos que existieran en aquella casa. Arwel estaba sumamente afectado por el encuentro que ocurriera sorpresivamente con su hermana y la confusión de su mente le guiaba a buscar respuestas entre los que al igual que él estaban muertos. Era algo complicado poder realmente compararse con un cuerpo que ni siquiera era capaz de moverse y quizás de cierta manera él lo hacía para reaccionar y recordarse que aunque compartieran características, no eran ni remotamente lo mismo. Necesitaba encontrar algo que le alejara la confusión, que le diera al menos una respuesta a la razón de su existencia inmortal y esperaba encontrarla en aquella casa.
Las gotas de lluvia no las sintió sobre su cuerpo, llevaba ya mucho tiempo sin sentir realmente nada. Su mirada permanecía fija en la puerta, mientras que sus sentidos le informaban sobre el movimiento dentro de aquel hogar. Escuchó con atención cuando quien fuera que vivía ahí comenzó a caminar en dirección a la puerta; la manera de caminar le indicó que era una mujer la que se acercaba, detalle que fue confirmado en el preciso instante que la puerta se abrió. La humana que atendió la puerta le observó de manera firme y aunque Arwel entre abrió los labios para explicar lo que necesitaba, ella le sorprendió hablando antes. Era algo fuera de lo usual notar como una mortal era capaz de notar la condición de vampiro y encima, hablar de manera tan natural con uno, así que el inmortal, se guardó la sorpresa que aquello le generaba y con amabilidad respondió a la pregunta de la mortal.
– La muerte no llama a tu puerta, lo hace simplemente alguien que como tu ha decidido servirle – mantuvo la mirada fija en la mujer – aunque evidentemente ambos lo hacemos de diferente manera – apartó entonces la mirada de ella y observó en el interior de la casa – Permitirías a este… ser de la noche, observar a uno de los suyos. Prometo que mis intenciones no son hacerle daño y aunque mi petición es repentina, es algo que después le agradeceré enormemente y sabré pagar de una manera que no imaginas.
Era obvio que la mujer no iba a confiar de buenas a primeras en él y aunque tenía la capacidad de usar sus habilidades para abrirse paso y entrar en aquel hogar, la verdad es que Arwel prefería hacerlo a las buenas, sobre todo porque ella no era cualquier persona o al menos no se lo parecía. El inmortal trataría de hacer que ella le dejara entrar y únicamente si su plan de convencimiento fracasaba, entonces se abriría camino aunque tuviera que usar los trucos más sucios. Nuevamente observó a la mujer que se mantenía firme y sin temor alguno ante la presencia masculina.
– Soy un descortés, perdone que no me presentará de inmediato. Arwel Reiss; ¿Usted servidora de la muerte, cómo se llama? – la cortesía era algo natural en él y aunque los humanos generalmente le eran indiferentes, esa mujer con aroma a muerte era diferente al resto.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 26/04/2015
Re: El silencio de la muerte [Privado]
Todo llueve, pero nada parece limpiar la sequía de la curiosidad colectiva.
Lo sobrenatural venía tocando a su puerta de modo más frecuente, y eso no le auguraba ningún bien a nadie. Ningún humano podía servir a dos señores, y la guerra no sólo se cernía sobre una especie contra otra, sino también entre ellos mismos. ¿Hasta dónde sabían los trabajos que ella hacía para muchos en absoluto silencio? Quizás algún día apareciera un inconforme, queriendose cobrar lo que llamara traiciones, y ese sería el final de todo. Por eso sentía que debía estar muy atenta.
—Usted quizás es su mano, yo el consuelo de ella— respondió Mina en apenas un susurro. No lo contrariaba, pero a su modo, le decía que él era quien actuaba dando la muerte, y ella reparando sus males. Eran muy distintos, aunque él quisiera compararlos de manera tan apresurada, y también aunque planteara una mínima diferencia que poco cubría el verdadero abismo que representaba la verdad. — ¿Podría negarme si la fuerza de la muerte desea algo? — cuestionó. Como siempre, ella sabía que no podía negarse a un vampiro, porque tenía todas las de perder. Abrió entonces la puerta de par en par, permitiéndole pasar, a pesar de estar empapado a causa de la lluvia de horas. No importaba si él mentía, ella no podía hacer nada si decidía pasar por el motivo que fuera. No había mucho que decir.
—Mina Valentine— contestó mientras cerraba la puerta ¿Qué sentido tenía ocultar su nombre si él sabía bien la labor de ella? Sin mencionar, que había empapelado media ciudad con sus datos, intentando en un principio quitarle un par de clientes a la morgue — Ambos sabemos que no podría negarme a su petición de entrar, pero ¿Podría decirme la verdad acerca de su visita? Es casi la una de la mañana y no parece usted necesitar alguno de mis servicios ¿No es así? — por lo general, Mina no cuestionaba ninguno de los servicios que le pedían, ni tampoco preguntaba porqués o causa alguna. Sin embargo, él no había solicitado ningún arreglo o pintura, estaba allí por algo más, algo que ella necesitaba saber considerando el cuerpo que tenía en su poder en el sótano.
¿Qué pasaría si él quería robar el cuerpo? Las implicaciones que eso traería sobre su vida serían demasiadas ¿En qué momento había terminado metida en líos de especies? jamás imaginó que la policía pudiera buscarla para servirle, y muchos menos esperó que la curiosidad de los vampiros se le presentara de maneras diferentes y con intensiones distintas ¿Sucedería lo mismo con la morgue? Aquellos que la instruyeran sobre el arte post mortem habían olvidado mencionar las advertencias.
—Usted quizás es su mano, yo el consuelo de ella— respondió Mina en apenas un susurro. No lo contrariaba, pero a su modo, le decía que él era quien actuaba dando la muerte, y ella reparando sus males. Eran muy distintos, aunque él quisiera compararlos de manera tan apresurada, y también aunque planteara una mínima diferencia que poco cubría el verdadero abismo que representaba la verdad. — ¿Podría negarme si la fuerza de la muerte desea algo? — cuestionó. Como siempre, ella sabía que no podía negarse a un vampiro, porque tenía todas las de perder. Abrió entonces la puerta de par en par, permitiéndole pasar, a pesar de estar empapado a causa de la lluvia de horas. No importaba si él mentía, ella no podía hacer nada si decidía pasar por el motivo que fuera. No había mucho que decir.
—Mina Valentine— contestó mientras cerraba la puerta ¿Qué sentido tenía ocultar su nombre si él sabía bien la labor de ella? Sin mencionar, que había empapelado media ciudad con sus datos, intentando en un principio quitarle un par de clientes a la morgue — Ambos sabemos que no podría negarme a su petición de entrar, pero ¿Podría decirme la verdad acerca de su visita? Es casi la una de la mañana y no parece usted necesitar alguno de mis servicios ¿No es así? — por lo general, Mina no cuestionaba ninguno de los servicios que le pedían, ni tampoco preguntaba porqués o causa alguna. Sin embargo, él no había solicitado ningún arreglo o pintura, estaba allí por algo más, algo que ella necesitaba saber considerando el cuerpo que tenía en su poder en el sótano.
¿Qué pasaría si él quería robar el cuerpo? Las implicaciones que eso traería sobre su vida serían demasiadas ¿En qué momento había terminado metida en líos de especies? jamás imaginó que la policía pudiera buscarla para servirle, y muchos menos esperó que la curiosidad de los vampiros se le presentara de maneras diferentes y con intensiones distintas ¿Sucedería lo mismo con la morgue? Aquellos que la instruyeran sobre el arte post mortem habían olvidado mencionar las advertencias.
Mina Valentine- Humano Clase Media
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 31/07/2014
Re: El silencio de la muerte [Privado]
Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.
Miguel Delibes
Aquella mortal hablaba con él y le observaba como si fuera un humano más y pese a esos detalles, ella bien sabía que Arwel era una criatura de la noche. Era por su carencia de miedo y sinceridad al hablar que el inmortal encontró bastante divertidas las palabras de la humana aquella.
– Esta mano que auxilia a la muerte no ha venido a tocarla a usted, como le he dicho he venido simplemente a saludar a uno de los míos, uno de esos a los que usted les da consuelo – y entonces mostro una leve sonrisa – quizás hasta venga a pedirle consuelo para mi mismo – de cierta manera extraña, eso era justamente lo que estaba buscando ahí, consuelo. Otros hubieran buscado el consuelo en un lugar diferente, pero Arwel siempre se había distinguido por ser diferente a los demás. A él le costaban cosas que a otros inmortales no, disfrutaba de cosas diferentes y por supuesto, no se alimentaba al azar de personas, sino de determinadas y eso era lo que hacía darle a la humana aquella la garantía de que no le haría daño alguno – Podría negarse, aunque como es la única que creo que puede ayudarme en estos momentos, me vería en la necesidad de insistir o terminaría entrando aunque no fuera de su agrado. Igual, estoy seguro de que no va a negarse – y después de aquel intercambio de palabras, la puerta se abrió para darle paso al inmortal quien con las ropas mojadas ingreso en la morada de trabajo de aquella mujer.
Dentro de la casa el aroma de la muerte se incrementaba al grado de que cualquiera que no estuviese acostumbrado a aquello podía sentirse mal, sin embargo, para las dos presencias en aquella casa, la muerte era algo conocido y hasta apreciado. Los ojos de Arwel fueron curiosos a recorrer cada uno de los rincones de aquella casa, mientras que a su vez escuchaba la puerta cerrarse y también la respuesta de la joven con respecto a su nombre; antes de que fuera entonces el inmortal capaz de pedirle que le mostrara su sitió de trabajo, ella le cuestiono sobre sus verdaderas intenciones al estar en su hogar y dado que ella se mostraba tan dispuesta, pese a que aseguraba que no podía negarse. Arwel decidió dar una respuesta real.
– Necesito de sus servicios Mina. Es definitivo que no es un servicio común y antes de expresárselo, permítame que le cuente algo – los ojos de Arwel fueron entonces a posarse sobre la figura de la joven – Esta noche me he encontrado con alguien que supuse muerta, y aunque en teoría esta muerta, sigue existiendo al igual que yo; ese encuentro me ha hecho cuestionarme muchas cosas sobre mi presencia en este mundo, Mina. Quiero ver como soy realmente, sin esta sangre que robo de seres vivos no soy más que un cadáver más y necesito verme de verdad – quizás para ella todo lo que le decía no tenía sentido lógico, pero Arwel necesitaba aquello de verdad – ¿Podría ver algún cadáver? ¿Podrías ayudarme a saber como es que sería si hubiese muerto completamente? – sus ojos continuaron fijos en ella. Lo más seguro era que no se negara tampoco a dejarle ver algún cadáver pero eso no era lo único que el inmortal necesitaba, sino que quizás existía una razón más por la que había terminado en aquella puerta, con una mujer sin miedo alguno y con una disposición como la de pocos mortales.
Miguel Delibes
Aquella mortal hablaba con él y le observaba como si fuera un humano más y pese a esos detalles, ella bien sabía que Arwel era una criatura de la noche. Era por su carencia de miedo y sinceridad al hablar que el inmortal encontró bastante divertidas las palabras de la humana aquella.
– Esta mano que auxilia a la muerte no ha venido a tocarla a usted, como le he dicho he venido simplemente a saludar a uno de los míos, uno de esos a los que usted les da consuelo – y entonces mostro una leve sonrisa – quizás hasta venga a pedirle consuelo para mi mismo – de cierta manera extraña, eso era justamente lo que estaba buscando ahí, consuelo. Otros hubieran buscado el consuelo en un lugar diferente, pero Arwel siempre se había distinguido por ser diferente a los demás. A él le costaban cosas que a otros inmortales no, disfrutaba de cosas diferentes y por supuesto, no se alimentaba al azar de personas, sino de determinadas y eso era lo que hacía darle a la humana aquella la garantía de que no le haría daño alguno – Podría negarse, aunque como es la única que creo que puede ayudarme en estos momentos, me vería en la necesidad de insistir o terminaría entrando aunque no fuera de su agrado. Igual, estoy seguro de que no va a negarse – y después de aquel intercambio de palabras, la puerta se abrió para darle paso al inmortal quien con las ropas mojadas ingreso en la morada de trabajo de aquella mujer.
Dentro de la casa el aroma de la muerte se incrementaba al grado de que cualquiera que no estuviese acostumbrado a aquello podía sentirse mal, sin embargo, para las dos presencias en aquella casa, la muerte era algo conocido y hasta apreciado. Los ojos de Arwel fueron curiosos a recorrer cada uno de los rincones de aquella casa, mientras que a su vez escuchaba la puerta cerrarse y también la respuesta de la joven con respecto a su nombre; antes de que fuera entonces el inmortal capaz de pedirle que le mostrara su sitió de trabajo, ella le cuestiono sobre sus verdaderas intenciones al estar en su hogar y dado que ella se mostraba tan dispuesta, pese a que aseguraba que no podía negarse. Arwel decidió dar una respuesta real.
– Necesito de sus servicios Mina. Es definitivo que no es un servicio común y antes de expresárselo, permítame que le cuente algo – los ojos de Arwel fueron entonces a posarse sobre la figura de la joven – Esta noche me he encontrado con alguien que supuse muerta, y aunque en teoría esta muerta, sigue existiendo al igual que yo; ese encuentro me ha hecho cuestionarme muchas cosas sobre mi presencia en este mundo, Mina. Quiero ver como soy realmente, sin esta sangre que robo de seres vivos no soy más que un cadáver más y necesito verme de verdad – quizás para ella todo lo que le decía no tenía sentido lógico, pero Arwel necesitaba aquello de verdad – ¿Podría ver algún cadáver? ¿Podrías ayudarme a saber como es que sería si hubiese muerto completamente? – sus ojos continuaron fijos en ella. Lo más seguro era que no se negara tampoco a dejarle ver algún cadáver pero eso no era lo único que el inmortal necesitaba, sino que quizás existía una razón más por la que había terminado en aquella puerta, con una mujer sin miedo alguno y con una disposición como la de pocos mortales.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2015
Re: El silencio de la muerte [Privado]
Lo que la muerte se llevó, me lo trajo la lluvia
— ¿A quién? — quiso saber Mina de inmediato. Ese asunto del vampiro era sumamente inquietante y si bien Mina tenía un par de cadáveres en el sótano, también tenía uno que requería prudencia. Si bajaban ¿Lo había dejado cubierto o acaso estaba completamente expuesto en ese momento? Ella no lo recordaba, pero antes de suponer nada, debía saber a quién era que el inmortal quería “saludar” si es que se le podía llamar así —Dígame el nombre que tenía aquél que busca y le diré sin mentiras si se encuentra aquí o no— exigió, aunque con tono calmo, haciendo caso omiso del consuelo que pudiese darle a él. No confiaba en su aparición repentina y mucho menos en esa sonrisa que afloraba como si llegara a una visita programada con gusto.
—Por la fuerza, lo sé— respondió sin ganas, dándole la espalda y caminando al baño que tenía cerca de la puerta de acceso. Allí, tardó apenas un segundo, pero regresó a la puerta con una toalla en las manos que entregó al vampiro —Está mojado. Ya sé que no siente frío, pero no sé si tampoco logren sentirse incómodos. Tenga— esperaba que él la tomara y se secara lo suficiente como para no hacer un desastre en aquél lugar. A pesar de lo que hacía Mina, era algo obsesiva con la limpieza del lugar en el que vivía y trabajaba. Esa casa era todo, porque ella apenas salía de allí para realizar las compras que le fueran necesarias.
—Lo escucho— manifestó, cruzándose de brazos mientras se cerraba el abrigo sobre el pijama y se fijaba con detalle en las expresiones que su inesperada visita estaba por manifestar. Cuando se trataba de negocios, Mina era más atenta. Aunque sospechaba que no era algo común lo que él estaba por pedir. —Lamento decirle que no soy la persona indicada. Yo sólo arreglo lo que muchos llaman desastre, busco embellecer lo que para la mayoría significa horror. Pero no puedo decirle nada diferente. Sé que si dejan de beber sangre, morirán, del todo, y eso es lo que sé— respondió, sin entender la clase de ayuda que aquél buscaba. A menos, claro, que se tratara de una broma.
No obstante, había algo que sí podía hacer, aunque, a decir verdad, seguía sin entenderlo —La muerte completa es la misma que ha de otorgarle a sus víctimas. Quizás la diferencia con ellos es que mis muertos están limpios y desnudos, nada más ¿Qué es lo que realmente busca?—. La duda inundaba la mente de Mina, incluso se sentía molesta, no sólo por la hora de llegada y lo inesperado del encuentro, sino que había algo más que ella no era capaz de explicarse. Ella era de humor calmo, tranquila frente a todas las situaciones. Pero aquél, despertaba en Mina algo nuevo, algo que la hacía sentirse irritada e impotente al mismo tiempo.
—Por la fuerza, lo sé— respondió sin ganas, dándole la espalda y caminando al baño que tenía cerca de la puerta de acceso. Allí, tardó apenas un segundo, pero regresó a la puerta con una toalla en las manos que entregó al vampiro —Está mojado. Ya sé que no siente frío, pero no sé si tampoco logren sentirse incómodos. Tenga— esperaba que él la tomara y se secara lo suficiente como para no hacer un desastre en aquél lugar. A pesar de lo que hacía Mina, era algo obsesiva con la limpieza del lugar en el que vivía y trabajaba. Esa casa era todo, porque ella apenas salía de allí para realizar las compras que le fueran necesarias.
—Lo escucho— manifestó, cruzándose de brazos mientras se cerraba el abrigo sobre el pijama y se fijaba con detalle en las expresiones que su inesperada visita estaba por manifestar. Cuando se trataba de negocios, Mina era más atenta. Aunque sospechaba que no era algo común lo que él estaba por pedir. —Lamento decirle que no soy la persona indicada. Yo sólo arreglo lo que muchos llaman desastre, busco embellecer lo que para la mayoría significa horror. Pero no puedo decirle nada diferente. Sé que si dejan de beber sangre, morirán, del todo, y eso es lo que sé— respondió, sin entender la clase de ayuda que aquél buscaba. A menos, claro, que se tratara de una broma.
No obstante, había algo que sí podía hacer, aunque, a decir verdad, seguía sin entenderlo —La muerte completa es la misma que ha de otorgarle a sus víctimas. Quizás la diferencia con ellos es que mis muertos están limpios y desnudos, nada más ¿Qué es lo que realmente busca?—. La duda inundaba la mente de Mina, incluso se sentía molesta, no sólo por la hora de llegada y lo inesperado del encuentro, sino que había algo más que ella no era capaz de explicarse. Ella era de humor calmo, tranquila frente a todas las situaciones. Pero aquél, despertaba en Mina algo nuevo, algo que la hacía sentirse irritada e impotente al mismo tiempo.
Mina Valentine- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/07/2014
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