AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cautivando a la muerte [Privado]
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Cautivando a la muerte [Privado]
—Como han cambiado las cosas… —musité de repente un pensamiento, crudo como sincero. Rozando, mis dedos sentían quemarse en el fuego que parecía emanar cada lápida; claramente estaba jugando otro truco mental, pero aún así, era lo más acertado. Sonaba ser una idea bastante descarada el que viniera en son de la calma y quietud a visitar a mis fieles ascendientes. Pues, la última vez me había limitado a echar caza sobre este mismo lugar, omitiendo asuntos sentimentales con los cuales tendría que lidiar luego. Ahora tan sólo venía a pasear, a recordar… Creo ahora haber dejado por entendido la desfachatez de mi visita. Aquello, sin embargo, no debía preocuparme teóricamente, puesto a que desconocía la existencia espectral como cierta, sin importar cuando hubiera oído hablar de ello, por lo que debía pensar que ellos no se enterarían de lo ocurrido en sus tierras.
James e Ileana, así se llamaban. Yo, no obstante, prefería llamarlos por lo que eran: Mis abuelos, y a eso exactamente se debía mi cita con tan inhóspito lugar. Mi abuelo era quien poseía nacionalidad francesa, mientras que su esposa poseía la rumana; ambos habían vivido gran parte de tiempo en Bucarest, donde habrían tenido a mi madre, y por consecuencia, a mí. Provenían de lo que se puede decir una familia acomodada, y se habrían conocido mediante unos arreglos que mantenían sus padres. Sus últimos años decidieron pasarla en el hogar de James, he ahí el comienzo de nuestras repetidas visitas a París cuando el ser mortal era una particularidad mía. Ahora quizás lo que venía a visitar eran sus recuerdos, manteniendo una relación cara a cara con un trozo de losa tallado, en donde figuraban sus nombres.
Era medianoche, la luna se encontraba en su cuarto creciente, y el ambiente en general -sin contar el cementerio- se mostraba bastante sereno; tal vez sea hoy cuando aquellas almas que habían abandonado sus ahora descompuestos cuerpos bajo varios metros de tierra, listos para ser degustados en un festín de ciertos insectos, reclamarían una noche del tan famoso silencio sepulcral. Caminaba por entre las tumbas, observando las distintas nombres y obituarios en cada una. Antes, y tan sólo antes, me hubiese preguntado por qué el destino no me había regalado una de esas.
Finalmente, ahí estaban sus ostentosas placas, decoradas con un par de arcángeles en cada una. El costado de mi inocencia y distorsionada esperanza imaginaba que aún allí abajo continuaban tomados de la mano, como veía que lo hacían cuando el brillo de sus ojos todavía titilaba. Y como no es novedad, me preguntaba nuevamente que pensarían de mi no-tan-nueva conversión. Los años, los siglos habrían transcurrido, pero la incógnita seguía intacta; y sin más, me senté de forma seiza, siguiendo un rato con mis deambulaciones de carácter bastante humana.
James e Ileana, así se llamaban. Yo, no obstante, prefería llamarlos por lo que eran: Mis abuelos, y a eso exactamente se debía mi cita con tan inhóspito lugar. Mi abuelo era quien poseía nacionalidad francesa, mientras que su esposa poseía la rumana; ambos habían vivido gran parte de tiempo en Bucarest, donde habrían tenido a mi madre, y por consecuencia, a mí. Provenían de lo que se puede decir una familia acomodada, y se habrían conocido mediante unos arreglos que mantenían sus padres. Sus últimos años decidieron pasarla en el hogar de James, he ahí el comienzo de nuestras repetidas visitas a París cuando el ser mortal era una particularidad mía. Ahora quizás lo que venía a visitar eran sus recuerdos, manteniendo una relación cara a cara con un trozo de losa tallado, en donde figuraban sus nombres.
Era medianoche, la luna se encontraba en su cuarto creciente, y el ambiente en general -sin contar el cementerio- se mostraba bastante sereno; tal vez sea hoy cuando aquellas almas que habían abandonado sus ahora descompuestos cuerpos bajo varios metros de tierra, listos para ser degustados en un festín de ciertos insectos, reclamarían una noche del tan famoso silencio sepulcral. Caminaba por entre las tumbas, observando las distintas nombres y obituarios en cada una. Antes, y tan sólo antes, me hubiese preguntado por qué el destino no me había regalado una de esas.
Finalmente, ahí estaban sus ostentosas placas, decoradas con un par de arcángeles en cada una. El costado de mi inocencia y distorsionada esperanza imaginaba que aún allí abajo continuaban tomados de la mano, como veía que lo hacían cuando el brillo de sus ojos todavía titilaba. Y como no es novedad, me preguntaba nuevamente que pensarían de mi no-tan-nueva conversión. Los años, los siglos habrían transcurrido, pero la incógnita seguía intacta; y sin más, me senté de forma seiza, siguiendo un rato con mis deambulaciones de carácter bastante humana.
Última edición por Jenna Saltzman el Mar Dic 23, 2014 4:41 pm, editado 3 veces
Jenna Saltzman- Vampiro Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
"Polvo eres y en polvo te convertirás"... una frase que resonaba en cada rincón del oscuro y tétrico lugar. Te permitía pensar en que tal vez era en vano nuestro paso por la tierra, plagada de pecados, pues ni la persona mas pura del mundo podía ser ajena al mal que gobernaba. Pero la misma duda se presentaba a la hora de creer en la vida después de la muerte... que no te lleve a ser un vampiro, o cualquier criatura con las que ya me hubiera encontrado. Esa vida celestial que Dios prometía, llena de riquezas y amor... me era difícil creerlo del todo. Por un lado no podía dudar de la existencia de Dios, ya que con el mal que veía, también tenia que estar la contraparte. Por algún motivo las cruces, el agua bendita y las iglesias no eran del agrado de los maldecidos. Pero no me parecía que alguien mereciera aquel premio de la vida eterna inundada de felicidad.
Mi padre había luchado contra todo tipo de maldecidos, pero nunca creyó siquiera en Dios, no veía como podía existir y dejar que el mundo fuera de aquella manera. Se ponía a si mismo en su papel, intentando erradicar el terror, pero terminó teniendo en su corazón el mismo rencor que sus objetivos. Y ahora estaba enterrado en este mismo lugar. Sus dudas ya fueron contestadas, pero jamas podrá confesármelas, una injusta realidad... la incertidumbre eterna. Esperaba que, si en verdad había un paraíso, Dios le hubiera permitido entrar por luchar contra sus enemigos, si bien no lo hacía en su nombre, si lo hacía en nombre de sus hijos, los humanos. Y además me había dado tanto amor como si hubiera sido mi padre biológico, como si fuera su sangre, y así lo sentía en mi corazón.
El cementerio aguardaba siempre la llegada de un espectador para mostrar su lado mas macabro. De repente había más neblina que antes, sonidos de fondo espeluznantes y el frió parecía penetrar los huesos. El hedor característico a flores nuevas y secas mezcladas, a tierra húmeda, a madera podrida y a cuerpos en descomposición en algunos puntos del lugar, atacaban con más fuerza al pasar unos metros de la entrada, un olor que era fácil de distinguir... el hedor de la muerte. Era ya un aroma cotidiano en mi labor, mas bien familiar, y por la noche era mas fuerte, lo que propiciaba el hecho de que estuviera vacío en aquel horario. Cualquier presencia podía levantar sospechas... era un buen lugar para detectar condenados. Después de recorrer la zona delantera por unos minutos, me aventuré a investigar la zona mas profunda, sosteniendo mi estaca como si ésta estuviera pegada a mi carne. Nunca pude evitar que mi pulso se controlara al acercarme al peligro, una habilidad que mi padre había desarrollado con gran talento, y en ocasiones me delataba, pero por extraño que me pareciera aun no se había acelerado lo suficiente como para estar en un cementerio frente al posible ataque de la muerte. Inspeccioné rincones y espacios amplios sin encontrar nada. Pero fue en el último rincón en el cual asomé mis narices, que vi la silueta de una dama, algo pensativa pero no afligida. Un horario poco común para visitar a un amado difunto.
Me acerqué lentamente, tratando de que si me equivocara, y no fuera un vampiro, no pensara que estoy intentando atacarla y que comenzara a gritar a los cuatro vientos, delatando mi posición y arriesgándonos a ambas. - Disculpe - dije con diplomacia aun sosteniendo mi arma con mi mano escondida - no cree que es peligroso rondar sola en el cementerio a estas horas?.
Mi padre había luchado contra todo tipo de maldecidos, pero nunca creyó siquiera en Dios, no veía como podía existir y dejar que el mundo fuera de aquella manera. Se ponía a si mismo en su papel, intentando erradicar el terror, pero terminó teniendo en su corazón el mismo rencor que sus objetivos. Y ahora estaba enterrado en este mismo lugar. Sus dudas ya fueron contestadas, pero jamas podrá confesármelas, una injusta realidad... la incertidumbre eterna. Esperaba que, si en verdad había un paraíso, Dios le hubiera permitido entrar por luchar contra sus enemigos, si bien no lo hacía en su nombre, si lo hacía en nombre de sus hijos, los humanos. Y además me había dado tanto amor como si hubiera sido mi padre biológico, como si fuera su sangre, y así lo sentía en mi corazón.
El cementerio aguardaba siempre la llegada de un espectador para mostrar su lado mas macabro. De repente había más neblina que antes, sonidos de fondo espeluznantes y el frió parecía penetrar los huesos. El hedor característico a flores nuevas y secas mezcladas, a tierra húmeda, a madera podrida y a cuerpos en descomposición en algunos puntos del lugar, atacaban con más fuerza al pasar unos metros de la entrada, un olor que era fácil de distinguir... el hedor de la muerte. Era ya un aroma cotidiano en mi labor, mas bien familiar, y por la noche era mas fuerte, lo que propiciaba el hecho de que estuviera vacío en aquel horario. Cualquier presencia podía levantar sospechas... era un buen lugar para detectar condenados. Después de recorrer la zona delantera por unos minutos, me aventuré a investigar la zona mas profunda, sosteniendo mi estaca como si ésta estuviera pegada a mi carne. Nunca pude evitar que mi pulso se controlara al acercarme al peligro, una habilidad que mi padre había desarrollado con gran talento, y en ocasiones me delataba, pero por extraño que me pareciera aun no se había acelerado lo suficiente como para estar en un cementerio frente al posible ataque de la muerte. Inspeccioné rincones y espacios amplios sin encontrar nada. Pero fue en el último rincón en el cual asomé mis narices, que vi la silueta de una dama, algo pensativa pero no afligida. Un horario poco común para visitar a un amado difunto.
Me acerqué lentamente, tratando de que si me equivocara, y no fuera un vampiro, no pensara que estoy intentando atacarla y que comenzara a gritar a los cuatro vientos, delatando mi posición y arriesgándonos a ambas. - Disculpe - dije con diplomacia aun sosteniendo mi arma con mi mano escondida - no cree que es peligroso rondar sola en el cementerio a estas horas?.
Buffy Blanchard- Cazador Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
La neblina comenzaba a levantarse, envolviendo de desconcierto y cierto temor la ciudad que dormitaba con la llegada de las pálidas estrellas, mientras la oscuridad imponía orden sobre sus habitantes. En cuanto la soledad venía a brindar su mano, lo mejor era aferrarse de ella, apreciando la libertad de más cerca. Los inviernos vueltos siglos contraían un doble precio, siendo estos la dependencia y el anonimato; recluirse en la espera de la luna, aguardando una oportunidad, se volvía un tanto tedioso. Aunque a decir verdad, a excepción de otros chupasangres, debía reconocer que la meticulosa a veces era yo.
No tendría porqué negar lo innegable; era un tanto cómico, y en vista de conservadores ridículo, el que un “demonio” se anduviera por los terrenos del cementerio, interrumpiendo la paz con su presencia, tan sólo con el ánimo de sostener aún en sus manos antiquísimas memorias. Era increíble cuánto nos podíamos aferrar a lo tangible, a lo físico, de modo que de no ser así, no seríamos constantes en las visitas al cementerio. El necesitar ese contacto invisible, conversando con seres amados, que en muchos casos no serviría sino como reflexión. El necesitar saber que siguen ahí, que sus restos, el envase descompuesto que alojó por tanto tiempo un alma descansaba eternamente en lo que ahora podía ser mi lecho. Lo material dejaría de ser el enfoque principal, pero el hecho que muchos aún aleguen a ello, nos lo hacía difícil de soltar.
»Más no todo convendría tranquilidad. Presentí la presencia de otra persona en mi cercanía, siendo el aroma de un perfume femenino, y decidí omitir importancia a aquello, pensando que seguiría su camino. Lo justo y necesario para cada velada, ya me había alimentado esa noche, y encontraba innecesario el poder ocasionar más escándalo y muerte de lo ineludible. Sin embargo me adelantaría a afirmar que no podría ser así, no podría serlo de llegar a oírle la voz, pronunciando su pregunta un tanto desconfiada, arremetiendo con sus pasos cada vez más cerca.
¿Otra deudora de condolencias? Por supuesto que no, estaba segura. Una de las cosas más inhóspitas sería encontrar una tímida damisela a tan altas horas, reparando junto al terreno del descanso eterno. No, en este horario solían aflorar los intrépidos inquisidores, o en su defecto cazadores, en busca sorpresa de alguna presa, y no estaba segura cuan acertada se sentía con mi condición. Me levanté con torpeza intencionada, aún de espaldas, deseando parecer asustada bajo el primer estigma que haya tenido sobre mí.
—¡Mademoiselle! —exclamé sobresaltada, colocando la mano derecha sobre mi pecho —Me ha asustado.
»Es tarde, lo sé… Vengo aquí seguido en la medianoche; verá cuan placentera es la tranquilidad. Afortunadamente mi residencia es cerca.
Una excusa un tanto inútil, he de admitir, pero que quizá me ayudaría a preservar más tiempo a favor. Inevitablemente hice chasquear mi lengua por aquello, y me detuve a observar los puntos seguros para alguien como yo a algunos metros de donde me encontraba. Si simplemente me limitaba a desaparecer con la rapidez que me era posible, lo más seguro era que no le otorgaría siquiera segundos a ningún movimiento en mi contra, pero si me aseguraría de un claro descubrimiento, y si a duras penas me podía escurrir por semejantes lugares, menos lo haría ahora. ¿Cómo sabía si no era otro sobrenatural que emprendería carrera una vez con mi huida? Pues de espalda estaba, y sus pensamientos apenas me dejaba en claro su desconfianza ante mi persona, y más allá de eso, no me confirmaba nada de momento. Deseaba convencerme de una posible paranoia mía, pero lo cierto era que mi olfato no sólo había invadido por su perfume, sino que el viento mismo corriendo en mi dirección me ayudaba a fundamentar mis sospechas. Olisqueaba aquellos característicos materiales con los que están hechos sus instrumentos. No me reservaría el seguirle el juego, sólo para agotar la posibilidad de una salida imperturbable.
—¿Y usted? ¿Qué la trajo a tan tétrica andanza?
No tendría porqué negar lo innegable; era un tanto cómico, y en vista de conservadores ridículo, el que un “demonio” se anduviera por los terrenos del cementerio, interrumpiendo la paz con su presencia, tan sólo con el ánimo de sostener aún en sus manos antiquísimas memorias. Era increíble cuánto nos podíamos aferrar a lo tangible, a lo físico, de modo que de no ser así, no seríamos constantes en las visitas al cementerio. El necesitar ese contacto invisible, conversando con seres amados, que en muchos casos no serviría sino como reflexión. El necesitar saber que siguen ahí, que sus restos, el envase descompuesto que alojó por tanto tiempo un alma descansaba eternamente en lo que ahora podía ser mi lecho. Lo material dejaría de ser el enfoque principal, pero el hecho que muchos aún aleguen a ello, nos lo hacía difícil de soltar.
»Más no todo convendría tranquilidad. Presentí la presencia de otra persona en mi cercanía, siendo el aroma de un perfume femenino, y decidí omitir importancia a aquello, pensando que seguiría su camino. Lo justo y necesario para cada velada, ya me había alimentado esa noche, y encontraba innecesario el poder ocasionar más escándalo y muerte de lo ineludible. Sin embargo me adelantaría a afirmar que no podría ser así, no podría serlo de llegar a oírle la voz, pronunciando su pregunta un tanto desconfiada, arremetiendo con sus pasos cada vez más cerca.
¿Otra deudora de condolencias? Por supuesto que no, estaba segura. Una de las cosas más inhóspitas sería encontrar una tímida damisela a tan altas horas, reparando junto al terreno del descanso eterno. No, en este horario solían aflorar los intrépidos inquisidores, o en su defecto cazadores, en busca sorpresa de alguna presa, y no estaba segura cuan acertada se sentía con mi condición. Me levanté con torpeza intencionada, aún de espaldas, deseando parecer asustada bajo el primer estigma que haya tenido sobre mí.
—¡Mademoiselle! —exclamé sobresaltada, colocando la mano derecha sobre mi pecho —Me ha asustado.
»Es tarde, lo sé… Vengo aquí seguido en la medianoche; verá cuan placentera es la tranquilidad. Afortunadamente mi residencia es cerca.
Una excusa un tanto inútil, he de admitir, pero que quizá me ayudaría a preservar más tiempo a favor. Inevitablemente hice chasquear mi lengua por aquello, y me detuve a observar los puntos seguros para alguien como yo a algunos metros de donde me encontraba. Si simplemente me limitaba a desaparecer con la rapidez que me era posible, lo más seguro era que no le otorgaría siquiera segundos a ningún movimiento en mi contra, pero si me aseguraría de un claro descubrimiento, y si a duras penas me podía escurrir por semejantes lugares, menos lo haría ahora. ¿Cómo sabía si no era otro sobrenatural que emprendería carrera una vez con mi huida? Pues de espalda estaba, y sus pensamientos apenas me dejaba en claro su desconfianza ante mi persona, y más allá de eso, no me confirmaba nada de momento. Deseaba convencerme de una posible paranoia mía, pero lo cierto era que mi olfato no sólo había invadido por su perfume, sino que el viento mismo corriendo en mi dirección me ayudaba a fundamentar mis sospechas. Olisqueaba aquellos característicos materiales con los que están hechos sus instrumentos. No me reservaría el seguirle el juego, sólo para agotar la posibilidad de una salida imperturbable.
—¿Y usted? ¿Qué la trajo a tan tétrica andanza?
Última edición por Jenna Saltzman el Mar Dic 23, 2014 4:41 pm, editado 3 veces
Jenna Saltzman- Vampiro Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
- Solo visito a mi difunto padre - dije, sabiendo que no mentía del todo - Lo hago seguido, pero no suelo ver personas a estas horas, por eso mi extrañeza. - Esperaba que asomara en cualquier momento algún signo que me indicara si el peligro no era tal, si solo era una inconsciente visitante al cementerio... o si mi estaca debía atravesar su corazón antes de que sus dientes se incrustaran en mi cuello. Esa incertidumbre estaba presente a toda hora, se cruzara quien se cruzara en mi camino, nunca podías fiarte de quien se sentaba a tu lado, porque podía suceder algo tan simple como saber que un día corría sangre por sus venas y luego de una noche de festín, su corazón habría dejado de latir. La desventaja de todo cazador era tener los sentidos, si bien mas desarrollados que un simple humano, mucho menos intensos que los de un vampiro. Era mas probable que ellos descifraran nuestra condición antes de que nosotros reaccionáramos, lo cual les permitía generar un plan de escape.
La niebla que antes inundaba el cementerio resultó ser humedad que anticipaba lo que acaba de caer en la punta de mi nariz... una gota de lluvia. Pasaron solo milésimas de segundo para que aquella gota se convirtiera en un aguacero helado, que a pesar de ser primavera, con aquella humedad lograba generar un frió que calaba los huesos. Debía buscar la forma de refugiarme, yo y mi posible asesina, que si resultaba ser solo una inocente dama no me perdonaría verla con neumonía. En un simple movimiento visualicé un mausoleo bastante ostentoso que no llevaba candados en sus puertas. Era el lugar perfecto para refugiarnos y para un posible abrazo de la muerte en caso de que se asomaran colmillos en la escena.
La lluvia comenzaba a colocar trampas de barro en el camino hacia el mausoleo, que no serían fáciles de esquivar con este vestido. Debía actuar rápido. - Debemos refugiarnos allí - dije señalando el lugar, esperando su reacción a mi propuesta, siempre sin soltar mi arma.
La niebla que antes inundaba el cementerio resultó ser humedad que anticipaba lo que acaba de caer en la punta de mi nariz... una gota de lluvia. Pasaron solo milésimas de segundo para que aquella gota se convirtiera en un aguacero helado, que a pesar de ser primavera, con aquella humedad lograba generar un frió que calaba los huesos. Debía buscar la forma de refugiarme, yo y mi posible asesina, que si resultaba ser solo una inocente dama no me perdonaría verla con neumonía. En un simple movimiento visualicé un mausoleo bastante ostentoso que no llevaba candados en sus puertas. Era el lugar perfecto para refugiarnos y para un posible abrazo de la muerte en caso de que se asomaran colmillos en la escena.
La lluvia comenzaba a colocar trampas de barro en el camino hacia el mausoleo, que no serían fáciles de esquivar con este vestido. Debía actuar rápido. - Debemos refugiarnos allí - dije señalando el lugar, esperando su reacción a mi propuesta, siempre sin soltar mi arma.
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Diría que su treta no me había convencido del todo, pues sonaba ser tan descabellado como lo eran mis afirmaciones a sus preguntas. Cualquier mortal con un poco de sentido común no se acercaría a este tipo de tierras a medianoche, y quien lo hiciera estaría cubierto con el manto de lo sobrenatural, o bien en su defecto, serían de la clase de mortales con sed de poseer a los mismos como trofeo en su lista de alimañas. Por aquel rastreo con mi olfato, se trataba de la teoría más infortuna, siendo la segunda; más ahora el clima se empecinaría en alertar más del terreno, pues gélidas gotas de lluvia comenzaban a danzar alrededor y por sobre nosotras. Húmeda tierra del difunto, olor a madera podrida, mezcla de aromas florales, todo aumentaba con el venir de la brisa de tormenta, y temía que una supuesta ejecutora me invitara a un posible acorralamiento al mencionar el seguro resguardo de una cripta.
Así como podía ser una sucia trampa para mi muerte, también podría convenir ser la jaula que mantenga a mi favor para deshacerme discretamente de la susodicha. No obstante, creía poco necesario el buscar su sangre, pues no sólo ya me había alimentado, sino que había oído casos acerca de lo que unos astutos verdugos ingerían en caso de que la presa decidiera atacar en busca de líquido carmín. De todas formas a estas instancias otro error sería negarme a su dudable cortesía, ya que sería motivo de algún paso en falso de mi parte, a lo que decidí aceptar aquella oferta.
—Tienes razón, comienzo a congelarme —dije, fingiendo un sutil sacudir de hombros, como si el escalofrío producido por la helada lluvia se alojara en mi cuerpo.
Inicié un torpe trote hacia el lugar, llegando hasta el mismo ya alojándome en su entrada, sosteniendo la puerta para que ella entrara, y manteniendo mi cadavérico rostro oculto en la poca sombra que me proporcionaba el permanecer detrás de la misma. Ahora el aroma que lograba percibirse era el de la cera proveniente de las velas afortunadamente consumidas. De momento no sabría cuál sería su próximo movimiento, ni muchos menos cual sería el mío, por lo que arriesgué todo bajo mi instinto, esperando que cualquier tipo acción por mi parte me cubriera de una tragedia innecesaria.
—Ven, apúrate.
Así como podía ser una sucia trampa para mi muerte, también podría convenir ser la jaula que mantenga a mi favor para deshacerme discretamente de la susodicha. No obstante, creía poco necesario el buscar su sangre, pues no sólo ya me había alimentado, sino que había oído casos acerca de lo que unos astutos verdugos ingerían en caso de que la presa decidiera atacar en busca de líquido carmín. De todas formas a estas instancias otro error sería negarme a su dudable cortesía, ya que sería motivo de algún paso en falso de mi parte, a lo que decidí aceptar aquella oferta.
—Tienes razón, comienzo a congelarme —dije, fingiendo un sutil sacudir de hombros, como si el escalofrío producido por la helada lluvia se alojara en mi cuerpo.
Inicié un torpe trote hacia el lugar, llegando hasta el mismo ya alojándome en su entrada, sosteniendo la puerta para que ella entrara, y manteniendo mi cadavérico rostro oculto en la poca sombra que me proporcionaba el permanecer detrás de la misma. Ahora el aroma que lograba percibirse era el de la cera proveniente de las velas afortunadamente consumidas. De momento no sabría cuál sería su próximo movimiento, ni muchos menos cual sería el mío, por lo que arriesgué todo bajo mi instinto, esperando que cualquier tipo acción por mi parte me cubriera de una tragedia innecesaria.
—Ven, apúrate.
Última edición por Jenna Saltzman el Mar Dic 23, 2014 4:42 pm, editado 3 veces
Jenna Saltzman- Vampiro Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Al pasar el umbral que daba entrada al mausoleo, no pude evitar observar los detalles que conformaban la estructura y que llamaban la atención de cualquier ojo observador. Las paredes eran de una piedra pulida color gris oscuro con detalles ondulantes y finos en los bordes de las mismas. Además, tanto algunos detalles en las paredes como en la totalidad del suelo que pisaba , se conformaba de un mármol de aspecto demasiado costoso, tan solo para una tumba. No había dudas de que era alguien importante quien yacía en aquel cuarto de la muerte. ¿Acaso valía la pena gastar tantas riquezas en alguien que ya no podría admirarlo jamás? Sí compartía el hecho de que el estar en un ambiente algo menos aterrador, hacía mas sencilla la visita de los seres cercanos al difunto. Y aun así era una excusa hipócrita, pues era testigo de que solo un pequeño porcentaje de las familias afectadas, visitaba las tumbas luego del año posterior al hecho mortuorio.
Si bien el ambiente era prácticamente imposible de observar para el ojo humano de manera detallada, debido a la lúgubre oscuridad que bañaba el interior del mausoleo, mis ojos estaban algo mas entrenados y veía todo con la claridad con la que vería un felino. Mi padre me había entrenado para ello. Realizaba prácticas en cuartos oscuros donde debía valerme de mis sentidos poco desarrollados en aquel momento. Toda su enseñanza me había convertido en la guerrera que era hoy en día, y se lo agradecía desde lo mas profundo de mi corazón, aunque no se lo hubiera dicho ni siquiera en su lecho de muerte.
Cuando realicé el quinto paso dentro del lugar, supe que me había equivocado. ¿Como pude dejar que aquella muchacha - de la cual aun dudaba estuviera viva - se posicionara detrás? Para mi suerte al voltearme no había señal de ataque y me hice la promesa mental de nunca mas equivocarme de aquella manera tan novata. Un paso en falso y podría permanecer en ese mismo cementerio por toda la eternidad... o aun peor, convertirme en una condenada.
El interior del lugar estaba mas frió que el exterior lluvioso, señal de que hacía tiempo ya nadie prendía las velas consumidas del lugar, y el aroma de las mismas era fuerte, lo que daba a entender que hacia tiempo no se habrían sus puertas. Pero ¿porque estaría sin candado? Cuando un mausoleo dejaba de ser visitado por mucho tiempo, lo mas probable era que se cerrara hasta la próxima visita de algún nostálgico familiar o amigo, para evitar que fuera saqueado... y allí habían muchas cosas de valor que podrían interesar a cualquier ladrón.
Observé a la muchacha de pies a cabeza para intentar distinguir su aspecto, aun con la reinante oscuridad. Poseía una palidez que haría sospechar a cualquier conocedor del mundo sobrenatural, de ser una posible inmortal, pero podría ser solo de tez blanca, debido a que aun no se asomaba el verano. Sus ropas eran a simple vista costosas, su porte correcto y delicado, y su rostro - aunque no lo veía con total claridad - mostraban una mezcla de inocencia y sensualidad. Estábamos encerradas sin saber quien era la otra, en mi caso- y esperaba que no fuera el suyo - tenía la expectativa de un posible ataque, pero deseaba que solo fuera una simple sospecha. No había demasiado lugar para una batalla, y no estaba cercana a la salida para un rápido escape.
Me aventuré a decir las primeras palabras para matar el ambiente de tensión que en segundos había tomado poder del escondite. - Espero que la lluvia termine pronto. - dije haciendo una mueca a una ventana imaginaria para hacer referencia al exterior - Mi nombre es Buffy.
Si bien el ambiente era prácticamente imposible de observar para el ojo humano de manera detallada, debido a la lúgubre oscuridad que bañaba el interior del mausoleo, mis ojos estaban algo mas entrenados y veía todo con la claridad con la que vería un felino. Mi padre me había entrenado para ello. Realizaba prácticas en cuartos oscuros donde debía valerme de mis sentidos poco desarrollados en aquel momento. Toda su enseñanza me había convertido en la guerrera que era hoy en día, y se lo agradecía desde lo mas profundo de mi corazón, aunque no se lo hubiera dicho ni siquiera en su lecho de muerte.
Cuando realicé el quinto paso dentro del lugar, supe que me había equivocado. ¿Como pude dejar que aquella muchacha - de la cual aun dudaba estuviera viva - se posicionara detrás? Para mi suerte al voltearme no había señal de ataque y me hice la promesa mental de nunca mas equivocarme de aquella manera tan novata. Un paso en falso y podría permanecer en ese mismo cementerio por toda la eternidad... o aun peor, convertirme en una condenada.
El interior del lugar estaba mas frió que el exterior lluvioso, señal de que hacía tiempo ya nadie prendía las velas consumidas del lugar, y el aroma de las mismas era fuerte, lo que daba a entender que hacia tiempo no se habrían sus puertas. Pero ¿porque estaría sin candado? Cuando un mausoleo dejaba de ser visitado por mucho tiempo, lo mas probable era que se cerrara hasta la próxima visita de algún nostálgico familiar o amigo, para evitar que fuera saqueado... y allí habían muchas cosas de valor que podrían interesar a cualquier ladrón.
Observé a la muchacha de pies a cabeza para intentar distinguir su aspecto, aun con la reinante oscuridad. Poseía una palidez que haría sospechar a cualquier conocedor del mundo sobrenatural, de ser una posible inmortal, pero podría ser solo de tez blanca, debido a que aun no se asomaba el verano. Sus ropas eran a simple vista costosas, su porte correcto y delicado, y su rostro - aunque no lo veía con total claridad - mostraban una mezcla de inocencia y sensualidad. Estábamos encerradas sin saber quien era la otra, en mi caso- y esperaba que no fuera el suyo - tenía la expectativa de un posible ataque, pero deseaba que solo fuera una simple sospecha. No había demasiado lugar para una batalla, y no estaba cercana a la salida para un rápido escape.
Me aventuré a decir las primeras palabras para matar el ambiente de tensión que en segundos había tomado poder del escondite. - Espero que la lluvia termine pronto. - dije haciendo una mueca a una ventana imaginaria para hacer referencia al exterior - Mi nombre es Buffy.
Buffy Blanchard- Cazador Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Nada sucedía al azar, o al menos eso decían. Cada movimiento tenía alguna clase de previsión, seguridad. Desconfianza, eso era lo que había entre ambas; mi obstinamiento -correcto- al optar ocultarme en el anonimato, y ella tan aventurada como cautelosa al mismo tiempo. Si había decidido compartir resguardo con una desconocida y que encima mantenía un bajo perfil, era porque de seguro un frío calculo habría hecho. Me quedé expectante al verla recorrer con la mirada el ambiente que alojaba la cripta. Estaría fascinada con la asombrosa arquitectura y colores lúgubres de éste, o tal vez estaría horrorizada al ver tan de cerca a la muerte. Aunque, irónicamente, no sólo era una buscadora de la misma, sino que esta le tenía sosteniendo la puerta de entrada. Suspiré al momento de recordar qué mejores cosas podría estar haciendo en lugar de buscar la mayor cautela posible para la susodicha señorita. Quién me mandaba a complicarme tanto con mis actos. Lo normal e instintivo sería beber de ella cual trofeo, proclamando otra victoria ante una enemiga. Pero era grácil en sus movimientos, sabía perfectamente como ocultar su desconcierto. Si no fuera por su mente delatora, jamás me podría imaginarlo. O al menos no me sería fácil asociarlo a una sospecha de su parte. Así como serena se veía, en un mínimo descuido podría verme clavaba con un número de objetos a su gusto.
Pero ya no había manera de seguir ocultándose, puesto que esmerada estaba en descubrir mis facciones, y fue cuando intenté verla con más desafío que me llevé una sorpresa.
“¡Buffy!”, un grito femenino golpeó contra mi memoria, contra todas mis dudas. Era ella, sin duda alguna. De pronto un recuerdo específico vino a tomar su debido lugar. Como en un libro viejo, una vaga escritura comenzó a ser relatada.
¿Qué podría decir de mi pasado? Y uno no muy lejano por desgracia. Aún me mantendría como nómada, y aunque mi estilo de vida era independiente, lo cierto era que cada cierto tiempo buscaba la compañía de algún grupo de personas para no terminar por volverle loca, y esta no sería la mejor de las excepciones.
Un grupo de vampiros que había hallado sin esperar toparme realmente con los mismos. Acepté unirme ilusamente un rato a su clan. ¿Mi error? Escoger al típico aquelarre lleno de neófitos que buscaban víctimas a sangre fría; hoy en día reconozco que mi periodo con ellos fue un acto de alguien con poca intuición. Diversión era sinónimo de catástrofes, y no era algo que me sorprendiera. Tal vez, y sólo tal vez se dieran cuenta incluso con los siglos que el asesinato libre perdía sentido y gozo al proferirlo con tanta demasía. Pero no sucedería ese día, uno de los tantos gobernantes de mi ira. Sucedió en la casa de una familia, objetivo comúnmente elegido por estos vampiros. Una mujer, un hombre y una niña; así sus pensamientos, como su habla, delataba a sus depredadores. Sólo dos miembros del grupo, como convenía ser uno de los más antiguos y yo, quienes se retraían a la idea de ingresar, pero esa “sugerencia” sólo había servido como motivo de rechazo y burla.
Sin propiciar ningún atisbo de sigilo entraron en la propiedad tomándola como suya y a los residentes como invasores. El primer blanco sería el padre, quien no tuvo tiempo necesario de reaccionar antes de que quedara como un saco de huesos contra una esquina. Su esposa, horrorizada, comenzó a gritar otro nombre femenino, el cual de seguro sería de la niña todavía oculta a nuestros ojos. Los bastardos, cual hijos de Caín, se tomaron su tiempo con ella a su lujo, reduciéndola posiblemente a un juguete. En ese instante no podría haberlo visualizado, ya que me puse en busca del tercer miembro de la familia.
Estaba casualmente en un rincón de la cocina, y no dudé en tomarla para trasladarla a un lugar más seguro. Al dar un rápido recorrido por la vivienda visualicé un pequeño baúl al toparme con su habitación y no dudé tampoco en colocarla allí, indicándole que se callara con el índice, como si se tratara de un juego… Uno muy macabro lamentablemente. Afortunadamente, sólo yo poseía el don de la telepatía, pero como diferencia poseían la gracia de los sentidos mucho más aumentados, y entonces rogué para que la niña se callara. En cuanto volví a la sala principal, la masacre estaba hecha, y ellos aparentemente satisfechos (a excepción de quien compartía mi opinión), quienes luego de varias insistencias de mi parte abandonaron la hacienda. El rostro de desconcierto de la niña no lo olvidaría nunca, y menos al recordar también como se oían los rumores al poco pasar de días de que un famoso cazador de apellido Blanchard había encontrado a la pequeña, y al parecer su crianza finalmente había dado frutos, y se plantaba el día de hoy enfrente mío.
—¿Blanchard?... ¿Buffy Blanchard?
Mi voz en ese momento era débil, suave, como si dudara de que en verdad quisiera que me oyese decir su nombre, decir que la conocía.
Pero ya no había manera de seguir ocultándose, puesto que esmerada estaba en descubrir mis facciones, y fue cuando intenté verla con más desafío que me llevé una sorpresa.
“¡Buffy!”, un grito femenino golpeó contra mi memoria, contra todas mis dudas. Era ella, sin duda alguna. De pronto un recuerdo específico vino a tomar su debido lugar. Como en un libro viejo, una vaga escritura comenzó a ser relatada.
¿Qué podría decir de mi pasado? Y uno no muy lejano por desgracia. Aún me mantendría como nómada, y aunque mi estilo de vida era independiente, lo cierto era que cada cierto tiempo buscaba la compañía de algún grupo de personas para no terminar por volverle loca, y esta no sería la mejor de las excepciones.
Un grupo de vampiros que había hallado sin esperar toparme realmente con los mismos. Acepté unirme ilusamente un rato a su clan. ¿Mi error? Escoger al típico aquelarre lleno de neófitos que buscaban víctimas a sangre fría; hoy en día reconozco que mi periodo con ellos fue un acto de alguien con poca intuición. Diversión era sinónimo de catástrofes, y no era algo que me sorprendiera. Tal vez, y sólo tal vez se dieran cuenta incluso con los siglos que el asesinato libre perdía sentido y gozo al proferirlo con tanta demasía. Pero no sucedería ese día, uno de los tantos gobernantes de mi ira. Sucedió en la casa de una familia, objetivo comúnmente elegido por estos vampiros. Una mujer, un hombre y una niña; así sus pensamientos, como su habla, delataba a sus depredadores. Sólo dos miembros del grupo, como convenía ser uno de los más antiguos y yo, quienes se retraían a la idea de ingresar, pero esa “sugerencia” sólo había servido como motivo de rechazo y burla.
Sin propiciar ningún atisbo de sigilo entraron en la propiedad tomándola como suya y a los residentes como invasores. El primer blanco sería el padre, quien no tuvo tiempo necesario de reaccionar antes de que quedara como un saco de huesos contra una esquina. Su esposa, horrorizada, comenzó a gritar otro nombre femenino, el cual de seguro sería de la niña todavía oculta a nuestros ojos. Los bastardos, cual hijos de Caín, se tomaron su tiempo con ella a su lujo, reduciéndola posiblemente a un juguete. En ese instante no podría haberlo visualizado, ya que me puse en busca del tercer miembro de la familia.
Estaba casualmente en un rincón de la cocina, y no dudé en tomarla para trasladarla a un lugar más seguro. Al dar un rápido recorrido por la vivienda visualicé un pequeño baúl al toparme con su habitación y no dudé tampoco en colocarla allí, indicándole que se callara con el índice, como si se tratara de un juego… Uno muy macabro lamentablemente. Afortunadamente, sólo yo poseía el don de la telepatía, pero como diferencia poseían la gracia de los sentidos mucho más aumentados, y entonces rogué para que la niña se callara. En cuanto volví a la sala principal, la masacre estaba hecha, y ellos aparentemente satisfechos (a excepción de quien compartía mi opinión), quienes luego de varias insistencias de mi parte abandonaron la hacienda. El rostro de desconcierto de la niña no lo olvidaría nunca, y menos al recordar también como se oían los rumores al poco pasar de días de que un famoso cazador de apellido Blanchard había encontrado a la pequeña, y al parecer su crianza finalmente había dado frutos, y se plantaba el día de hoy enfrente mío.
—¿Blanchard?... ¿Buffy Blanchard?
Mi voz en ese momento era débil, suave, como si dudara de que en verdad quisiera que me oyese decir su nombre, decir que la conocía.
Última edición por Jenna Saltzman el Mar Dic 23, 2014 4:43 pm, editado 2 veces
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Mis ojos comenzaban a distinguir mas formas entre las sombras que inundaban el lúgubre lugar, haciendo que me impacientara para lograr visualizar con mas detalles el aspecto de aquella persona desconocida con la cual compartía el mismo aire y la misma tensión, la incertidumbre de su condición ponía mi paciencia en el nivel mas inferior de la escala.
Los segundos pasaban como minutos mientras esperaba una respuesta, pero al momento de darla no fue la que esperaba. En lugar de su nombre solo pronunció el mio... pero completo, siendo que solo le había proporcionado la palabra Buffy. Mis músculos estaban algo atontados, ya que no sabía como responder a aquello. ¿La conocía acaso? ¿Me conocía de los bailes de salón? Me preocupaba mas aun que me conociera como la cazadora que soy, pero no sabía como reaccionar a sus palabras. Un simple descuido y podría quedar expuesta a que conociera mi realidad, si aun no era consciente de ella.
En un intento por comenzar una oración logré acercarme lo suficiente para ver sus rasgos, pero no solo vi eso. Una escena de mi pasado mas lejano apareció ante mis ojos como si el recuerdo se hubiera generado apenas el día de ayer. Se respiraba la muerte a solo unos pasos de mi persona, y era la muerte de seres amados la que penetraba mis fosas, cual cuchillos en el corazón. Los gritos aturdían, pero solo los acallaban los gritos que tragaba con el mayor esfuerzo, esos solo ocupaban mi mente y golpeaban para salir de mi cuerpo, delatándome en mi escondite... pero era demasiado fuerte para dejarlos salir. Permanecí muda en toda la matanza, y en una escena de esperanza y salvación un rostro pálido y hermoso se asomó. Un rostro que había creído era una creación de mi imaginación tratando de tergiversar mis recuerdos traumáticos. Pero allí estaba, frente a mi pronunciando mi nombre.
- ¿Quién eres?... - dije con la voz algo temblorosa tratando aun de entender si mi recuerdo era real o simplemente la imaginación jugaba conmigo.
Los segundos pasaban como minutos mientras esperaba una respuesta, pero al momento de darla no fue la que esperaba. En lugar de su nombre solo pronunció el mio... pero completo, siendo que solo le había proporcionado la palabra Buffy. Mis músculos estaban algo atontados, ya que no sabía como responder a aquello. ¿La conocía acaso? ¿Me conocía de los bailes de salón? Me preocupaba mas aun que me conociera como la cazadora que soy, pero no sabía como reaccionar a sus palabras. Un simple descuido y podría quedar expuesta a que conociera mi realidad, si aun no era consciente de ella.
En un intento por comenzar una oración logré acercarme lo suficiente para ver sus rasgos, pero no solo vi eso. Una escena de mi pasado mas lejano apareció ante mis ojos como si el recuerdo se hubiera generado apenas el día de ayer. Se respiraba la muerte a solo unos pasos de mi persona, y era la muerte de seres amados la que penetraba mis fosas, cual cuchillos en el corazón. Los gritos aturdían, pero solo los acallaban los gritos que tragaba con el mayor esfuerzo, esos solo ocupaban mi mente y golpeaban para salir de mi cuerpo, delatándome en mi escondite... pero era demasiado fuerte para dejarlos salir. Permanecí muda en toda la matanza, y en una escena de esperanza y salvación un rostro pálido y hermoso se asomó. Un rostro que había creído era una creación de mi imaginación tratando de tergiversar mis recuerdos traumáticos. Pero allí estaba, frente a mi pronunciando mi nombre.
- ¿Quién eres?... - dije con la voz algo temblorosa tratando aun de entender si mi recuerdo era real o simplemente la imaginación jugaba conmigo.
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Subsistir el momento con la ingenua idea de que reaccionar era quizás demasiado surrealista hasta para mí. No sólo poseía, como muchos otros, seres, una memoria exacta y privilegiada sino que ya contaba con suficiente experiencia recordando turbias imágenes del pasado. Ella, en cambio, era tan sólo una bebé entonces, y aunque de tratase de otra privilegiada, bien conocía que usando la lógica, la esperanza de que la infante recordase sus primeros años de vida eran prácticamente nulas. Sin embargo, los segundos de silencio de su espera mostraban más que asombro. ¿Qué veía en sus ojos? La sorpresa no llegaba a superar la confusión reinante que se le manifestaba en sus facciones, en sus pensamientos.
No tenía la intención de dejar todo a la suerte del descuido, así que terminé por volver a aprovecharme de sus delatoras visiones, dándome cuenta que al final volvía a prejuzgar la capacidad de su memoria infantil. Un trozo insípido de aquellos recuerdos en el que involucraba un rostro, mi rostro; una simple imagen que quizás me salvaría de un innecesario combate.
—Veo que no me has olvidado del todo.
Suspiré al decidir dejar mi escondite en la oscuridad. Por supuesto, me estaba delatando, ¿pero acaso eso no me ayudaría? A estas alturas poco sabía, y poco me importaba. Me tomaría el tiempo justo de explicarle, y aunque primer hipótesis fue la comprensión por su parte, podría ser una realidad el hecho que se empecine en asesinarme, con más razón, por haber pertenecido -en parte- al clan que eliminara a sus padres.
—Un rostro melancólico de trágicas memorias… Eso soy para ti.
»¿En verdad deseas… —me interrumpí. Recordarlo, esa era la palabra, y ahora no tendría más opción que hacerle revivir aquello —Cuando me viste por primera vez eras no más que una bebé, ya claro tienes eso. ¿Recuerdas el incidente de tus padres? A estas circunstancias creo que aquello te da más razones para ser una cazadora, Buffy, y es increíble que hoy te recuerde con tanta claridad. En fin, un cuerpo exámine es lo que tenías solamente, y de no ocultarte ya sabes como sigue la historia. ¿Te suena extraño todo esto? Escalofriante, porque lamentablemente es verdad. Una vez a salvo te dejé en aquel escondite, sabiendo que te encontrarían, por supuesto que también dejando una señal… y vaya que los rumores del viejo cazador Blanchard eran ciertos. Que él te haya encontrado lo deja en una gran ironía.
Había sido un encuentro tal vez propicio para algo de práctica en cuanto se refiere a batallas, pues el sitio escogido al azar se presentaba con una soledad tentadora, pero esta vez sus contrincantes quizás decidirían apuntar sus armas hacia otro lado.
—Debería investigar más acerca de tu comportamiento o comprensión cuando se te declara este tipo de cosas. ¿Aún deseas eliminar a tu “presa”?
No tenía la intención de dejar todo a la suerte del descuido, así que terminé por volver a aprovecharme de sus delatoras visiones, dándome cuenta que al final volvía a prejuzgar la capacidad de su memoria infantil. Un trozo insípido de aquellos recuerdos en el que involucraba un rostro, mi rostro; una simple imagen que quizás me salvaría de un innecesario combate.
—Veo que no me has olvidado del todo.
Suspiré al decidir dejar mi escondite en la oscuridad. Por supuesto, me estaba delatando, ¿pero acaso eso no me ayudaría? A estas alturas poco sabía, y poco me importaba. Me tomaría el tiempo justo de explicarle, y aunque primer hipótesis fue la comprensión por su parte, podría ser una realidad el hecho que se empecine en asesinarme, con más razón, por haber pertenecido -en parte- al clan que eliminara a sus padres.
—Un rostro melancólico de trágicas memorias… Eso soy para ti.
»¿En verdad deseas… —me interrumpí. Recordarlo, esa era la palabra, y ahora no tendría más opción que hacerle revivir aquello —Cuando me viste por primera vez eras no más que una bebé, ya claro tienes eso. ¿Recuerdas el incidente de tus padres? A estas circunstancias creo que aquello te da más razones para ser una cazadora, Buffy, y es increíble que hoy te recuerde con tanta claridad. En fin, un cuerpo exámine es lo que tenías solamente, y de no ocultarte ya sabes como sigue la historia. ¿Te suena extraño todo esto? Escalofriante, porque lamentablemente es verdad. Una vez a salvo te dejé en aquel escondite, sabiendo que te encontrarían, por supuesto que también dejando una señal… y vaya que los rumores del viejo cazador Blanchard eran ciertos. Que él te haya encontrado lo deja en una gran ironía.
Había sido un encuentro tal vez propicio para algo de práctica en cuanto se refiere a batallas, pues el sitio escogido al azar se presentaba con una soledad tentadora, pero esta vez sus contrincantes quizás decidirían apuntar sus armas hacia otro lado.
—Debería investigar más acerca de tu comportamiento o comprensión cuando se te declara este tipo de cosas. ¿Aún deseas eliminar a tu “presa”?
Última edición por Jenna Saltzman el Mar Dic 23, 2014 4:43 pm, editado 2 veces
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
De repente aquellos destellos de recuerdos perdidos en el inconsciente comenzaron a aparecer como chaparrones de verano, con una velocidad avasallante. Escuchaba sus palabras con el intento de encontrarles el sentido mas real posible, pero tener allí a mi "salvadora" décadas después con el mismo rostro que en ese entonces, me estremeció la piel. El simple hecho de saber que aquello que cazaba con tanta pasión era la razón de mi supervivencia, hacía que toda lógica sobre mi forma de vida entrara en dudas, el desconcierto... ¿Por qué era mi salvadora?.
Siempre me enseñaron que los Condenados no tenían alma, por lo tanto no podían actuar ante un humano con piedad o amor, con una intención más noble que alimentarse de su vida latente. Esta situación hacía que me cuestionara el porqué de haberme salvado... acaso era humana en ese entonces? o todo lo que creía real era un engaño?... una realidad errada.
Tal vez mi padre estaba tan engañado como yo, sin la posibilidad de interactuar con uno de ellos sin tener una estaca de por medio. ¿Lo sabía? Mi mente tenía mas preguntas que respuestas, mas dolor por pensar en que mi padre me hubiera enseñado mal. Pero aún no sabía lo primordial... si en este momento era su compañera de escondite o su presa. - No entiendo... ¿Por qué me salvaste? . Respiré hondo antes de proseguir, mi presión estaba por los suelos como nunca... No era normal en mi ese tipo de reacción, siempre tan segura de lo que hacía y ahora no sabía como pronunciar una sílaba sin titubear - ¿Eras un vampiro en ese entonces?
Siempre me enseñaron que los Condenados no tenían alma, por lo tanto no podían actuar ante un humano con piedad o amor, con una intención más noble que alimentarse de su vida latente. Esta situación hacía que me cuestionara el porqué de haberme salvado... acaso era humana en ese entonces? o todo lo que creía real era un engaño?... una realidad errada.
Tal vez mi padre estaba tan engañado como yo, sin la posibilidad de interactuar con uno de ellos sin tener una estaca de por medio. ¿Lo sabía? Mi mente tenía mas preguntas que respuestas, mas dolor por pensar en que mi padre me hubiera enseñado mal. Pero aún no sabía lo primordial... si en este momento era su compañera de escondite o su presa. - No entiendo... ¿Por qué me salvaste? . Respiré hondo antes de proseguir, mi presión estaba por los suelos como nunca... No era normal en mi ese tipo de reacción, siempre tan segura de lo que hacía y ahora no sabía como pronunciar una sílaba sin titubear - ¿Eras un vampiro en ese entonces?
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Había escuchado hablar mucho de su padre, pues los rumores de aquellos represores solían correr a gran velocidad, y al parecer aquel era un gran verdugo. Debía sincerarme al reconocer que la idea de cazadores en lugar de tanto inquisidor era en cierta manera más grata. Muchos condenados inmersos en ella profesaban su poder y ensañamiento con la vil excusa santa, siendo que ellos podían haber pecado muchísimo más. A los cazadores, aunque tampoco eran de mi agrado, les encontraba más sentido o empatía; la mayoría eran humanos -o así había oído entonces- y su deber no era otro que la defensa de la humanidad, puesto que ciertas veces se les tendría que otorgar la razón, aunque no obstante algunos seguían mereciendo la muerte sin duda alguna.
—Porque aún eras como eras… Inocente, sin estragos aún en mente. Aunque tus padres de seguro no lo merecían, la oportunidad de sobrevivir te correspondía más a ti que a nadie. Lo hice contigo como lo hubiese hecho con otra alma pura, aquí no se trata de preferencias, ni por “ser la elegida” bajo mi agrado.
La observaba con debido detenimiento, notando como la incertidumbre empezaba a consumirla. Era extraño encontrarme con quien le había dado esa segunda oportunidad, y a quien ahora misma podía quitársela, reviviendo el dogma vampírico. Pero aquel ahora no era sino una simple tontería, y ya habiendo conseguido mi alimento antes era algo que poco me interesaba.
—Lo era entonces, lo soy ahora —hablaba como si en mis ojos no se encontraba señal de alma, negrura de un ser maldito y automatizado por un instinto siniestro, no existía quizás ahora la dulzura que podía propiciar con mi imagen cuando el color y la vida fluía en mi cuerpo—. De seguro eres una excelente cazadora hoy en día. Aunque no sé que tanto sabes de nuestra raza. ¿Cazas también a los metamorfos y licántropos?
—Porque aún eras como eras… Inocente, sin estragos aún en mente. Aunque tus padres de seguro no lo merecían, la oportunidad de sobrevivir te correspondía más a ti que a nadie. Lo hice contigo como lo hubiese hecho con otra alma pura, aquí no se trata de preferencias, ni por “ser la elegida” bajo mi agrado.
La observaba con debido detenimiento, notando como la incertidumbre empezaba a consumirla. Era extraño encontrarme con quien le había dado esa segunda oportunidad, y a quien ahora misma podía quitársela, reviviendo el dogma vampírico. Pero aquel ahora no era sino una simple tontería, y ya habiendo conseguido mi alimento antes era algo que poco me interesaba.
—Lo era entonces, lo soy ahora —hablaba como si en mis ojos no se encontraba señal de alma, negrura de un ser maldito y automatizado por un instinto siniestro, no existía quizás ahora la dulzura que podía propiciar con mi imagen cuando el color y la vida fluía en mi cuerpo—. De seguro eres una excelente cazadora hoy en día. Aunque no sé que tanto sabes de nuestra raza. ¿Cazas también a los metamorfos y licántropos?
Última edición por Jenna Saltzman el Mar Dic 23, 2014 4:44 pm, editado 1 vez
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Era una ironía de la cual aun no sabía si reír o llorar, ya que había sido salvada por mi presa, por el trabajo que siempre debía limpiar. La única razón por la que estaba allí era por aquella alma asesina que tenía frente a mis ojos, la cual estaba confesando haber realizado un acto bondadoso en su condición de inmortal, y en mi cabeza, esa acción no cuadraba con mis conceptos básicos sobre el comportamiento de aquellas criaturas. Lo peor es que mis recuerdos no me dejaban creer que podría estar engañándome... veía todo demasiado claro.
Me preguntó si además de vampiros había cazado algún otro tipo de criatura peligrosa. Su consulta me inspiraba desconfianza, ella estaba intentando ganar tiempo tal vez... o mi descuido. Comencé a realizar una recopilación de recuerdos sobre mis jornadas de caza y sobre cada víctima de mis manos. Llevaba la carga de cientos de ellos, de entre los cuales resaltaba Christophe. Noches llenas de lujuria y pasión que solo podían terminar en muerte.
Christophe había aparecido en mi vida como un simple pasajero mas en el barco que me llevaba a Egipto. Me aventuraba a descubrir ciertos orígenes, mas bien mitológicos de lo que llamo "condenado". Eran varios días de viaje y llegaba aquel momento en el cual estabas cansada de solo cruzar miradas con la gente y con tu propio espejo. Aquel elegante caballero se percató de mi desgano y se acercó a mi. Se presentó y comenzamos una charla de las mas interesantes que hubiera imaginado. Era de los míos, aventurero y con numerosos viajes en su historial, ademas de que era sumamente guapo, era educado, inteligente y llevaba un porte dotado de misterio. Pero fue cuando llegamos a El Cairo que consumamos aquella atracción que se cultivo en todo el trayecto. Mis pensamientos se habían desviado de mi objetivo, el motivo por el cual viajaba, y al parecer era intencional. Algo me decía que no debía pensar en ello. Pero fue con la luna llena que mi aventura llego a su fin. Christophe era un licántropo y estuvo a punto de despellejar mi carne. Fue solo gracias a mis habilidades que logré salir con vida... pero no sin acabar con él.
Siempre intenté convencerme de que intentaba poner fin a mi vida, pero en el fondo sabia que no era su voluntad.
- He cazado todo tipo de criaturas... he vivido mas de lo que una persona con mis conocimientos debería. - Refiriéndome a que el saber solo lleva a no vivir plenamente en este caso. Nunca se baja la guardia. - Y tu sueles relacionarte con humanos o solo son tu alimento?
Me preguntó si además de vampiros había cazado algún otro tipo de criatura peligrosa. Su consulta me inspiraba desconfianza, ella estaba intentando ganar tiempo tal vez... o mi descuido. Comencé a realizar una recopilación de recuerdos sobre mis jornadas de caza y sobre cada víctima de mis manos. Llevaba la carga de cientos de ellos, de entre los cuales resaltaba Christophe. Noches llenas de lujuria y pasión que solo podían terminar en muerte.
Christophe había aparecido en mi vida como un simple pasajero mas en el barco que me llevaba a Egipto. Me aventuraba a descubrir ciertos orígenes, mas bien mitológicos de lo que llamo "condenado". Eran varios días de viaje y llegaba aquel momento en el cual estabas cansada de solo cruzar miradas con la gente y con tu propio espejo. Aquel elegante caballero se percató de mi desgano y se acercó a mi. Se presentó y comenzamos una charla de las mas interesantes que hubiera imaginado. Era de los míos, aventurero y con numerosos viajes en su historial, ademas de que era sumamente guapo, era educado, inteligente y llevaba un porte dotado de misterio. Pero fue cuando llegamos a El Cairo que consumamos aquella atracción que se cultivo en todo el trayecto. Mis pensamientos se habían desviado de mi objetivo, el motivo por el cual viajaba, y al parecer era intencional. Algo me decía que no debía pensar en ello. Pero fue con la luna llena que mi aventura llego a su fin. Christophe era un licántropo y estuvo a punto de despellejar mi carne. Fue solo gracias a mis habilidades que logré salir con vida... pero no sin acabar con él.
Siempre intenté convencerme de que intentaba poner fin a mi vida, pero en el fondo sabia que no era su voluntad.
- He cazado todo tipo de criaturas... he vivido mas de lo que una persona con mis conocimientos debería. - Refiriéndome a que el saber solo lleva a no vivir plenamente en este caso. Nunca se baja la guardia. - Y tu sueles relacionarte con humanos o solo son tu alimento?
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Si finalmente accedía a descubrirme de esa forma, era porque algo me daba la seguridad de que aquella cazadora en particular no me haría daño, no al menos como yo imaginaba, y es decir, ¿qué criatura en su “sano” juicio se arriesgaría de esa manera con su posible muerte? Su objetivo de rastreo perdía sentido en este momento, pues era como si me entregara en bandeja de plata, pero aún así únicamente podía arriesgarme de esa manera con ella como mi posible verdugo, a excepción además de Lauren. A simple podía deducirse como una vuelta de favor, aunque no supiera que tan válido podría llegar a ser.
Respeté aquel tiempo en que permaneció en silencio, ya que hasta en la fría indiferencia de sus ojos denotaba aquel espanto que se genera cuando se es consciente de una realidad comúnmente ilógica, y supuse, sin siquiera tener el ánimo de seguir husmeando en su mente, que trataría de acomodar piezas inconclusas de su memoria a prematura edad. Ahora la encontraba incluso demasiada insumida en sus propios cabales, más no alegaría del todo aún la relajación ante su presencia, pues fuera la exclusión que fuera, poseía aquel instinto de ejecuta impregnado bajo su piel. Suponíamos bajar la guardia, pero dicho metafóricamente nuestras armas seguían enfrentándose aún.
De repente no pude evitar ocultar una carcajada a su pregunta.
—¿Qué clase de pregunta absurda es esa? ¿En serio? Me agradas… Vaya interrogación planteas a el depredador. Es como si el ciervo le preguntara al león si lo planea devorar o si debería huir de él —alegó —O claro, quizás buscas una manera estrafalaria de ganar tiempo conmigo, Buffy.
¿En dónde terminaría esto? Una típica despedida sonaba tan descabellado como irracional, pero si estaba segura que ni tanto ella como yo sabía la respuesta todavía. Me preguntaba si realmente tendría aquella consideración por su parte. ¡Esto era tan pretencioso! Mientras tanto, los estruendos no dejaban de hacerse notar en el exterior, y bufé por lo bajo.
—Pff… Vaya refugio. Aunque ahora sabiendo de mi condición podría relajarme bajo la lluvia, puesto que no percibo lo suficiente como para resfriarme. Algo bueno tenía que sacar de esto, ¿no?
Respeté aquel tiempo en que permaneció en silencio, ya que hasta en la fría indiferencia de sus ojos denotaba aquel espanto que se genera cuando se es consciente de una realidad comúnmente ilógica, y supuse, sin siquiera tener el ánimo de seguir husmeando en su mente, que trataría de acomodar piezas inconclusas de su memoria a prematura edad. Ahora la encontraba incluso demasiada insumida en sus propios cabales, más no alegaría del todo aún la relajación ante su presencia, pues fuera la exclusión que fuera, poseía aquel instinto de ejecuta impregnado bajo su piel. Suponíamos bajar la guardia, pero dicho metafóricamente nuestras armas seguían enfrentándose aún.
De repente no pude evitar ocultar una carcajada a su pregunta.
—¿Qué clase de pregunta absurda es esa? ¿En serio? Me agradas… Vaya interrogación planteas a el depredador. Es como si el ciervo le preguntara al león si lo planea devorar o si debería huir de él —alegó —O claro, quizás buscas una manera estrafalaria de ganar tiempo conmigo, Buffy.
¿En dónde terminaría esto? Una típica despedida sonaba tan descabellado como irracional, pero si estaba segura que ni tanto ella como yo sabía la respuesta todavía. Me preguntaba si realmente tendría aquella consideración por su parte. ¡Esto era tan pretencioso! Mientras tanto, los estruendos no dejaban de hacerse notar en el exterior, y bufé por lo bajo.
—Pff… Vaya refugio. Aunque ahora sabiendo de mi condición podría relajarme bajo la lluvia, puesto que no percibo lo suficiente como para resfriarme. Algo bueno tenía que sacar de esto, ¿no?
Última edición por Jenna Saltzman el Mar Dic 23, 2014 4:44 pm, editado 1 vez
Jenna Saltzman- Vampiro Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
En el momento en el cual comenzó a hablar de estar bajo la lluvia sabía que debía demostrarle que a menos que yo lo indicara, ella no iría a ningún lado. Tomé la estaca que cargaba desde el principio de la cacería, visualicé unos veinte centímetros mas allá de su corazón, donde la línea de su cuerpo acababa, y lancé la misma hacia aquel punto, sin fallar.
Rara vez en mis jornadas de cacería había fallado un tiro, solo cuando el viento no favorecía la trayectoria del tiro, podía variar varios milímetros, lo cual no influía en el resultado. Recuerdo las técnicas de entrenamiento empleadas por mi padre, con "objetos" móviles, que casi siempre eran algún vampiro neófito inexperto en sus nuevas habilidades, pero muy veloz. Y en ocasiones me vendaba los ojos para refinar mis demás sentidos. Poco a poco lograba emparejar las posibilidades que poseía un vampiro de escapar, con las mías para eliminarlo.
Exigencias un poco duras para una niña de 8 años que lo único que quería era correr con otros niños por el parque. Pero también era consciente de la importancia de saber que era lo que había allí afuera y de poder sobrevivir a ello. Nunca cuestioné las decisiones de mi padre y menos sus mañas, y en este momento podía decirle gracias, ya que sin mi seguridad ahora de seguro sería la cena de aquella dama frente a mis ojos.
- Creo que has confundido las cosas. Mi pregunta no es nada absurda, solo confirma si debo matarte ahora o dejarte vivir un tiempo mas... pero tienes razón en algo, intento ganar algo de tiempo. Debo decir que soy muy curiosa y quiero saber quien eres. Si debo agradecerte por salvar mi vida o sólo agradecer que te conocí ya con tu sed de sangre saciada y en un día de extraña misericordia. De aquí no se irá nadie hasta que yo lo diga...- Dije, mientras me sentaba sobre la tumba de piedra y mármol que se encontraba en el centro del mausoleo. Tan fría como el hielo... y como ella. - Aún no me has dicho tu nombre.
Rara vez en mis jornadas de cacería había fallado un tiro, solo cuando el viento no favorecía la trayectoria del tiro, podía variar varios milímetros, lo cual no influía en el resultado. Recuerdo las técnicas de entrenamiento empleadas por mi padre, con "objetos" móviles, que casi siempre eran algún vampiro neófito inexperto en sus nuevas habilidades, pero muy veloz. Y en ocasiones me vendaba los ojos para refinar mis demás sentidos. Poco a poco lograba emparejar las posibilidades que poseía un vampiro de escapar, con las mías para eliminarlo.
Exigencias un poco duras para una niña de 8 años que lo único que quería era correr con otros niños por el parque. Pero también era consciente de la importancia de saber que era lo que había allí afuera y de poder sobrevivir a ello. Nunca cuestioné las decisiones de mi padre y menos sus mañas, y en este momento podía decirle gracias, ya que sin mi seguridad ahora de seguro sería la cena de aquella dama frente a mis ojos.
- Creo que has confundido las cosas. Mi pregunta no es nada absurda, solo confirma si debo matarte ahora o dejarte vivir un tiempo mas... pero tienes razón en algo, intento ganar algo de tiempo. Debo decir que soy muy curiosa y quiero saber quien eres. Si debo agradecerte por salvar mi vida o sólo agradecer que te conocí ya con tu sed de sangre saciada y en un día de extraña misericordia. De aquí no se irá nadie hasta que yo lo diga...- Dije, mientras me sentaba sobre la tumba de piedra y mármol que se encontraba en el centro del mausoleo. Tan fría como el hielo... y como ella. - Aún no me has dicho tu nombre.
Buffy Blanchard- Cazador Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Majestuosa la tormenta se encargaba de amparar este encuentro, una sorprendente sincronía luego de tantos años transcurridos. La cripta cada se iba percibiendo como un incómodo cubículo, por la tensión existente, por la sorpresa que terminó de deparar su curiosidad allí afuera.
Si no me hubiese dejado dispersar la mirada, aquel “susto” con el arma posiblemente lo habría percibido, pero al final de cuentas acabé resoplando fastidiada, observando con desprecio a la cazadora mientras oía sus palabras, eligiendo la comodidad que al parecer encontraba en el féretro. Tal vez no le recriminaría a nadie el rechazo ante mi apática forma de ser, dependiendo la noche envuelta, pues a veces podía sorprender con otra distinta. Considerando, igualmente, su reacción un poco excesiva, alcé mi diestra, llevándola a masajear mi sien con molestia.
—Sigue siendo absurda, Blanchard. El que te responda no significa que vaya a ser sincera o no contigo, y no tendrías los medios para averiguarlo. ¿Sabes? Entiendo tu rol como cazadora, pero siendo tú una pequeña te salvé, y fue el instinto que prevaleció en mí entonces. No hay un más allá a ello. Después de todo, ¿cómo crees que llegaste a ser lo que eres hoy? —repliqué, enarcando una ceja —Injusto sería de tu parte.
»Mueve tu pieza, pero sabrás que yo también podría desangrarte antes que hicieras algo. Lo único que decidirás será tu próximo movimiento, pero no el mío.
Dicha mi aclaración relajé un poco mi postura, apoyándose simplemente contra el muro, cruzándome de brazos. Una irónica sonrisa se habría trazado en mis labios
—Vaya que carezco de modales. —Suspiré —Supongo que no podía presentarme en el pasado. Mi nombre es Jenna y, por si aún dudas, me he alimentado temprano. ¿Quieres también esos detalles? —agregué, manteniendo atenta la mirada —Espero que contigo no me sea más difícil visitar a mis parientes. Porque por supuesto, no todo se trata de víctima-victimaria en el vampirismo. —Lo quisiera o no estaba en lo cierto. No iba a arruinar los únicos vestigios de normalidad o recuerdos que podía sostener del pasado.
Si no me hubiese dejado dispersar la mirada, aquel “susto” con el arma posiblemente lo habría percibido, pero al final de cuentas acabé resoplando fastidiada, observando con desprecio a la cazadora mientras oía sus palabras, eligiendo la comodidad que al parecer encontraba en el féretro. Tal vez no le recriminaría a nadie el rechazo ante mi apática forma de ser, dependiendo la noche envuelta, pues a veces podía sorprender con otra distinta. Considerando, igualmente, su reacción un poco excesiva, alcé mi diestra, llevándola a masajear mi sien con molestia.
—Sigue siendo absurda, Blanchard. El que te responda no significa que vaya a ser sincera o no contigo, y no tendrías los medios para averiguarlo. ¿Sabes? Entiendo tu rol como cazadora, pero siendo tú una pequeña te salvé, y fue el instinto que prevaleció en mí entonces. No hay un más allá a ello. Después de todo, ¿cómo crees que llegaste a ser lo que eres hoy? —repliqué, enarcando una ceja —Injusto sería de tu parte.
»Mueve tu pieza, pero sabrás que yo también podría desangrarte antes que hicieras algo. Lo único que decidirás será tu próximo movimiento, pero no el mío.
Dicha mi aclaración relajé un poco mi postura, apoyándose simplemente contra el muro, cruzándome de brazos. Una irónica sonrisa se habría trazado en mis labios
—Vaya que carezco de modales. —Suspiré —Supongo que no podía presentarme en el pasado. Mi nombre es Jenna y, por si aún dudas, me he alimentado temprano. ¿Quieres también esos detalles? —agregué, manteniendo atenta la mirada —Espero que contigo no me sea más difícil visitar a mis parientes. Porque por supuesto, no todo se trata de víctima-victimaria en el vampirismo. —Lo quisiera o no estaba en lo cierto. No iba a arruinar los únicos vestigios de normalidad o recuerdos que podía sostener del pasado.
Jenna Saltzman- Vampiro Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
Viendo que poseía la misma soberbia presente en todo inmortal, solo por el hecho de no haberse topado con algo que les estorbara como yo lo hacia en la mayoría de los casos, pensaba dejarlo con ello... su ignorancia. Lo único que quería era información y más muerta de lo que estaba no me servía.
Era algo cotidiano encontrarse con vampiros seguros de poder convertirme en su alimento, y luego solo eran polvo en el viento, en el mismo instante en el cual mi estaca llegaba a su seco corazón. También era fácil encontrar otros a los cuales había llegado mi trabajo, por simples rumores. Pero aún así se cargaban de demasiada seguridad y terminaban como el resto de sus compañeros. Pocos han sido los que escaparon del señalamiento de la parca, la cual susurra a mi oído para reclamar a aquellos que debieron ser suyos más que del mismo diablo que los poseía.
Mi idea ahora era la de calmar las aguas e intentar erradicar la imagen que le había dado en aquel momento. Puede que me haya precipitado un poco, pero no era mi costumbre la de hablar pacíficamente con uno de ellos. Tal vez sea ahora de entrenar mi lado más contemplativo, de lo contrario no lograría nada.
Mientras pensaba, aquel espacio de cuatro paredes que solo habían visto la muerte y su consecuencia, se hacia más pequeño y sofocante. A pesar del lujo, una pequeña gotera se hacía conocer en el silencio sepulcral que solo acompañaba al lejano sonido de la lluvia, que de una u otra forma debía llegar hasta nosotras.
- Debo admitir que de no ser por ti, no estaríamos frente a frente en este momento. Gracias por tal gesto. - dije de manera sincera. No podía ser sarcástica en aquel aspecto - Por otro lado debo saber ademas si eres un peligro para quien me rodea. Veo que aún conservas ciertas costumbres que podrían hacerme pensar, sumado a que me has salvado la vida, que mantienes tu apetito equilibrado. Me equivoco?, espero que no...
Era algo cotidiano encontrarse con vampiros seguros de poder convertirme en su alimento, y luego solo eran polvo en el viento, en el mismo instante en el cual mi estaca llegaba a su seco corazón. También era fácil encontrar otros a los cuales había llegado mi trabajo, por simples rumores. Pero aún así se cargaban de demasiada seguridad y terminaban como el resto de sus compañeros. Pocos han sido los que escaparon del señalamiento de la parca, la cual susurra a mi oído para reclamar a aquellos que debieron ser suyos más que del mismo diablo que los poseía.
Mi idea ahora era la de calmar las aguas e intentar erradicar la imagen que le había dado en aquel momento. Puede que me haya precipitado un poco, pero no era mi costumbre la de hablar pacíficamente con uno de ellos. Tal vez sea ahora de entrenar mi lado más contemplativo, de lo contrario no lograría nada.
Mientras pensaba, aquel espacio de cuatro paredes que solo habían visto la muerte y su consecuencia, se hacia más pequeño y sofocante. A pesar del lujo, una pequeña gotera se hacía conocer en el silencio sepulcral que solo acompañaba al lejano sonido de la lluvia, que de una u otra forma debía llegar hasta nosotras.
- Debo admitir que de no ser por ti, no estaríamos frente a frente en este momento. Gracias por tal gesto. - dije de manera sincera. No podía ser sarcástica en aquel aspecto - Por otro lado debo saber ademas si eres un peligro para quien me rodea. Veo que aún conservas ciertas costumbres que podrían hacerme pensar, sumado a que me has salvado la vida, que mantienes tu apetito equilibrado. Me equivoco?, espero que no...
Buffy Blanchard- Cazador Clase Alta
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Re: Cautivando a la muerte [Privado]
En el escaso tiempo que permanecí como humana, puedo afirmar sin problemas que la empatía era una de mis más fuertes cualidades -misma que a veces llegaba a consumirme-, así también como el miedo que me producían quienes decían ser mis prometidos. Pero ahora todo ello se había volteado. En mi a veces detestable posición, me esforzaba por mantener dichos rasgos más equilibrados. ¿No era esto una paradoja? Buscaba entonces comprender la carga de sus armas, sus misiones, su labor por buscar la susodicha paz dentro de siquiera un área determinado. Suponiendo que continuaban cazando en París, era consciente que su búsqueda imposiblemente se reduciría demasiado, y menos con los neófitos que de seguro continuaban naciendo entre las penumbras de unos pobres desgraciados.
Había oído de sus labios tal vez palabras más justas, aún dentro de su última interrogante, debía aceptarlo. Al fin de cuentas, no importaba si alguna vez existió algún lazo, así fuera efímero. Seguiríamos todavía defendiendo nuestros ideales a base de nuestras vivencias.
—Si en más de seis siglos no logras controlar tu apetito, considérate un fallo como vampiresa. Así como hay quienes eligen matar o no a sus víctimas… —le expliqué brevemente, como un timbre más gélido, impenetrable—. Estoy segura que anteriormente has tenido a otro chupasangre acorralado, y tal vez te haya asegurado que no es un peligro importante, cuando en realidad goza ver como desangra hasta la muerte al desdichado —agregué reteniendo en mi mente imágenes de lo sucedido en los callejones de la ciudad. ¿De qué sirve la impotencia si luego va una a acobardarse?—. Señorita Blanchard, ¿cuál cree que soy?
¿Podría decirse que aún guardaba cariño a quien apenas había visto como infante alguna vez? Sería absurdo de mi parte, y para mi conveniencia, un contratiempo. Deseaba comprender, que al tener intacta en mi retina aquella imagen peligrosa de su pasado, me daba indicio justo para reconocer que era un alivio que aún estuviera viva. Le estimaba, pero ella no tenía porqué saberlo.
—Estoy segura que confías en tus habilidades, tanto como yo lo hago con las mías, y por lo mismo, considera un error creer estar siempre un paso delante de toda criatura que te cruzas.
Había oído de sus labios tal vez palabras más justas, aún dentro de su última interrogante, debía aceptarlo. Al fin de cuentas, no importaba si alguna vez existió algún lazo, así fuera efímero. Seguiríamos todavía defendiendo nuestros ideales a base de nuestras vivencias.
—Si en más de seis siglos no logras controlar tu apetito, considérate un fallo como vampiresa. Así como hay quienes eligen matar o no a sus víctimas… —le expliqué brevemente, como un timbre más gélido, impenetrable—. Estoy segura que anteriormente has tenido a otro chupasangre acorralado, y tal vez te haya asegurado que no es un peligro importante, cuando en realidad goza ver como desangra hasta la muerte al desdichado —agregué reteniendo en mi mente imágenes de lo sucedido en los callejones de la ciudad. ¿De qué sirve la impotencia si luego va una a acobardarse?—. Señorita Blanchard, ¿cuál cree que soy?
¿Podría decirse que aún guardaba cariño a quien apenas había visto como infante alguna vez? Sería absurdo de mi parte, y para mi conveniencia, un contratiempo. Deseaba comprender, que al tener intacta en mi retina aquella imagen peligrosa de su pasado, me daba indicio justo para reconocer que era un alivio que aún estuviera viva. Le estimaba, pero ella no tenía porqué saberlo.
—Estoy segura que confías en tus habilidades, tanto como yo lo hago con las mías, y por lo mismo, considera un error creer estar siempre un paso delante de toda criatura que te cruzas.
Jenna Saltzman- Vampiro Clase Alta
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