Vivir en la muerte[Privado]

El sonido de la música le mantuvo en la tranquilidad dela habitación, había aprendido a encontrar la tranquilidad en la forma de vida que llevaba ahora que incluso había renunciado al nombre con el que sus padres le habían venido al nacer, no le pesaba el pecado ni le pesaba el hereje. No tenía miedo de las consecuencias de su existencia misma sobre su alma, no creía en un mundo después de la muerte y si ese mundo existía, seguramente era en el que él se encontraba en aquellos mismos momentos. Abrió los ojos lentamente y dirigió su mirada al sobre que sostenía en sus manos, era una carta de carácter urgente que habían enviado directamente al colegio para el, uno de sus más viejos amigos había decidido morir por voluntad propia, el hombre había sido transformado por el mismo tiempo en que él lo había sido, ellos habían sido amigos en el pasado y el sujeto había decidido después de poco más de dos siglos de vivir en la oscuridad que era tiempo de partir. Le había enviado una carta para que le acompañara en su última noche. Esa misma mañana Electus había dejado que el sol se llevase por completo su existencia.

Se levantó del cómodo sillón en el que se encontraba contemplando la hermosa luna que iluminaba por completo los jardines del lugar en el que se estaba quedando. Electus había vivido en aquella casa los últimos 50 años, estaba por hacer un nuevo cambio de residencia y de nombre cuando noto que estaba demasiado cansado para continuar. Sus posesiones irían a dar a la caridad en un par de semanas. Con la mirada en el cielo sus dedos tocaron el vidrio del ventanal…no sentía la tristeza de la perdida…posiblemente porque aquella muerta ya la había llorado tiempo atrás, cuando la luz del sol se les había sido negada para siempre. En cambio quedaba la incertidumbre, los deseos encontrados.

Abriendo los ventanas salió al jardín… siguiendo sus pasos salió a la desconocida ciudad… dada su condición siempre había evitado a la gente, había cuidado su privacidad y solo en ocasiones como aquella, en la que la necesidad de sentirse vivió lo aquejaban se atreví a salir a las calles, a buscar el contacto humano y las palabras y costumbres de aquellos que aún tenían calor en el cuerpo. Una prostituta le hablo desde uno de los callejones, los comentarios respecto a su apariencia le hicieron sonreír y hacer un asentimiento respetuoso a la mujer antes de seguir su camino. El había sido un hombre atractivo antes de que aquella cosa le mordiera, había tenido una esposa e incluso para fortuna de su linaje había tenido un hijo. Sabía que su apariencia había quedado estancada en sus mejores años… pero era difícil después de tantos años recordar a ciencia cierta como era su rostro… Parado en medio de la calle miro a su alrededor… en Francia bastaba con visitar alguna de las salas del colegio para ver su antiguo retrato, conservado con los años… pero quizás era tiempo de que buscar que le hicieran uno nuevo… no estaba seguro de lo que los años de vida nocturna podrían haberle hecho a su rostro.