AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tampoco sé como vivir, estoy improvisando. → Privado
2 participantes
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Tampoco sé como vivir, estoy improvisando. → Privado
“Algún día todo tendrá sentido,
así que, por ahora,
ríete ante la confusión,
sonríe a través de las lagrimas
y síguete recordando que todo pasa por una razón”
- Anónimo
así que, por ahora,
ríete ante la confusión,
sonríe a través de las lagrimas
y síguete recordando que todo pasa por una razón”
- Anónimo
— ¡Que bonito cabello tiene! — Aquel era el pensamiento de una madre que observaba a su pequeño dormir. El día había sido largo y agotador no sólo para ellos dos, también para su abuelo.
El itinerario empezó con el despertar de los únicos tres miembros que vivían en aquella casa. El abuelo abrió los ojos a las siete de la mañana, ella por su parte fue a las siete, y por último el pequeño Etienne a las nueve. Cuando dieron las nueve y media, los tres bajaron a probar los alimentos que les habían preparado. Los únicos tres sirvientes de la casa se sentaban a la mesa con ellos. Terminando el desayuno todos tomaron el baño correspondiente, la rubia decidió que debía ir a recoger al atiendo de la familia para aquella tarde, y sólo se tardó una hora, porque su hijo necesitaba sus clases de pronunciación a la una. Comieron, caminaron, cabalgaron, descansaron y terminaron por asistir a la misa del aniversario luctuoso de sus padres.
Apenas se había cumplido un año de su partida.
La misa fue bastante significativa, el obispo que la había efectuado era cercano a ellos, por lo que dedicó palabras hermosas a aquella pareja que se había ido al mismo tiempo; así había sido incluso su amor.
Terminando aquel incomodo evento, sus hermanos, algunas amistades, y otros conocidos los acompañaron en una cena melancólica pero que dio sonrisas a todos los presentes. Etienne había jugado con algunos niños de su edad, por lo que a esa hora, las nueve de la noche en punto, el pequeño ya se encontraba dormido. Su madre admiraba la belleza de un pequeño que guardaba la inocencia de su ser, pero al mismo tiempo se le enseñaba el valor de las cosas. De la vida misma.
Cuando todo aquel ritual de llevar a dormir a su hijo terminó. La mujer dejó encendida una lampara de parafina para que lo acompañara. Aún lado la nana del pequeño dormía en su cama. Aunque ayudaba a Doreen, la dueña de la casa jamás descuidaba sus rutinas o responsabilidades para con su hijo. El pequeño debía ser criado por su madre, por nadie más, sin embargo las actividades del día, o de la noche, le exigían momentos en los que alguien más debía ponerle el empeño de cuidarlo y criarlo.
Aquella noche la mujer dedicó las primeras tres horas en un cuadro de tonos grises, aunque algunos llegando a oscuro. Reflejaba sin duda la tristeza de aquellas grandes perdidas que tuvo un año atrás. Esa era la manera en que ella reflejaba sus emociones, y por supuesto, las dejaba salir. Quizás en un par de días, cuando el luto necesario dejara a un lado, lo pondría a la venta, o quizá sólo lo colgaría en su galería como una muestra de lo que había ocurrido, pero que al mismo tiempo pudo superar.
Sin embargo Doreen necesitaba un respiro. No deseaba ser aquella noche la nieta ejemplar, o la madre excesivamente responsable, tampoco la maestra impecable, o la empresaria exitosa. Necesitaba respirar de lo correcto, de las voces sociales y las etiquetas que conllevaba aquello; necesitaba ser libre.
Por esa razón se cambió de roja. Quitó de su cuerpo aquel vestido negro, de la misma manera despojó de su figura aquel abultado y estorboso corsé. Se colocó con vestido discreto, modesto, pero también humilde. El color verde pastel le ayudaba a curar un poco la tristeza de su alma, necesitaba distracción, por esa razón pidió a su cochero la llevaba a la zona comercial, y la acompañara a tomar una mesa en un restaurante caro pero discreto, en donde pudiera observa el concurrir de las personas, pero que nadie quisiera sentarse a interrumpir su privacidad, o quizás sí, pero nadie conocido, no necesitaba que le recordaran aquella fecha, mucho menos la perdida que su alma necesitaba curar, pero que no dejaba ir.
Pidió un poco de café con un trozo de pan. Dio un sorbo, un par de mordiscos, tragó y entonces dejó que el tiempo y la vida transcurriera.
El itinerario empezó con el despertar de los únicos tres miembros que vivían en aquella casa. El abuelo abrió los ojos a las siete de la mañana, ella por su parte fue a las siete, y por último el pequeño Etienne a las nueve. Cuando dieron las nueve y media, los tres bajaron a probar los alimentos que les habían preparado. Los únicos tres sirvientes de la casa se sentaban a la mesa con ellos. Terminando el desayuno todos tomaron el baño correspondiente, la rubia decidió que debía ir a recoger al atiendo de la familia para aquella tarde, y sólo se tardó una hora, porque su hijo necesitaba sus clases de pronunciación a la una. Comieron, caminaron, cabalgaron, descansaron y terminaron por asistir a la misa del aniversario luctuoso de sus padres.
Apenas se había cumplido un año de su partida.
La misa fue bastante significativa, el obispo que la había efectuado era cercano a ellos, por lo que dedicó palabras hermosas a aquella pareja que se había ido al mismo tiempo; así había sido incluso su amor.
Terminando aquel incomodo evento, sus hermanos, algunas amistades, y otros conocidos los acompañaron en una cena melancólica pero que dio sonrisas a todos los presentes. Etienne había jugado con algunos niños de su edad, por lo que a esa hora, las nueve de la noche en punto, el pequeño ya se encontraba dormido. Su madre admiraba la belleza de un pequeño que guardaba la inocencia de su ser, pero al mismo tiempo se le enseñaba el valor de las cosas. De la vida misma.
Cuando todo aquel ritual de llevar a dormir a su hijo terminó. La mujer dejó encendida una lampara de parafina para que lo acompañara. Aún lado la nana del pequeño dormía en su cama. Aunque ayudaba a Doreen, la dueña de la casa jamás descuidaba sus rutinas o responsabilidades para con su hijo. El pequeño debía ser criado por su madre, por nadie más, sin embargo las actividades del día, o de la noche, le exigían momentos en los que alguien más debía ponerle el empeño de cuidarlo y criarlo.
Aquella noche la mujer dedicó las primeras tres horas en un cuadro de tonos grises, aunque algunos llegando a oscuro. Reflejaba sin duda la tristeza de aquellas grandes perdidas que tuvo un año atrás. Esa era la manera en que ella reflejaba sus emociones, y por supuesto, las dejaba salir. Quizás en un par de días, cuando el luto necesario dejara a un lado, lo pondría a la venta, o quizá sólo lo colgaría en su galería como una muestra de lo que había ocurrido, pero que al mismo tiempo pudo superar.
Sin embargo Doreen necesitaba un respiro. No deseaba ser aquella noche la nieta ejemplar, o la madre excesivamente responsable, tampoco la maestra impecable, o la empresaria exitosa. Necesitaba respirar de lo correcto, de las voces sociales y las etiquetas que conllevaba aquello; necesitaba ser libre.
Por esa razón se cambió de roja. Quitó de su cuerpo aquel vestido negro, de la misma manera despojó de su figura aquel abultado y estorboso corsé. Se colocó con vestido discreto, modesto, pero también humilde. El color verde pastel le ayudaba a curar un poco la tristeza de su alma, necesitaba distracción, por esa razón pidió a su cochero la llevaba a la zona comercial, y la acompañara a tomar una mesa en un restaurante caro pero discreto, en donde pudiera observa el concurrir de las personas, pero que nadie quisiera sentarse a interrumpir su privacidad, o quizás sí, pero nadie conocido, no necesitaba que le recordaran aquella fecha, mucho menos la perdida que su alma necesitaba curar, pero que no dejaba ir.
Pidió un poco de café con un trozo de pan. Dio un sorbo, un par de mordiscos, tragó y entonces dejó que el tiempo y la vida transcurriera.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: Tampoco sé como vivir, estoy improvisando. → Privado
Los ojos de Willow iban a venían entre las personas que pasaban cerca del restaurante al que esa noche decidió ir. Un sitio tranquilo y poco concurrido, perfecto para pasar un momento agradable pese al bullicio de la gente en el exterior del local aquel. Las noches en París definitivamente eran diferentes a las de su hogar. Ahí la gente podía andar a altas horas de la noche en las calles, mientras que en su ciudad natal, la noche era la hora de las personas malditas y lo mejor era evitar toparse con ellas o terribles desgracias podían ocurrir. Una sonrisa cargada de tristeza apareció en sus labios al recordar que ella muchas veces fue llamada una persona maldita y todo por culpa de una antecesora que creyó que los juicios contra las brujas eran simplemente patrañas. Un suspiro fluyó de los labios de la americana y sus ojos fueron a enfocarse a la taza de té de limón frente a ella.
– Ya no tienes que pensar más en el pasado – se dijo a si misma antes de tomar la taza y dar un sorbo a su contenido. Claro que tenía razón en que no debía pensar más en el pasado. Se encontraba ahora en un nuevo continente, un lugar donde podía reinventarse, nadie en París debía conocer su historia de vida, ella podía ser quien quisiera porque nadie iba a juzgarla por ser descendiente de Sarah Osborne por el simple hecho de que nadie debía conocer a la mujer aquella.
En Francia, Willow era libre. La hechicera sabía que la inquisición poseía un ejercito fuerte en aquel país, aún así, ella aprendió por las malas a pasar prácticamente desapercibida, a usar sus hechizos y habilidades de maneras tan discretas que estaba segura de que en un lugar donde no era conocida sería prácticamente imposible que le juzgaran de algo. Una sonrisa más alegre apareció en sus labios, pues al menos algo bueno salió de toda la miseria que le toco vivir en Salem. Un tanto más animada, la hechicera dejo de observar al exterior para concentrarse en las personas que se encontraban a su alrededor y al hacerlo, se percató de que no era la única hechicera en aquel lugar. Dos mesas a la izquierda de donde se encontraba pudo notar la magia emanar de una muchacha de cabellos rubios que usaba un hermoso vestido verde pastel.
– Es una noche muy hermosa – su voz rompió el silencio con el único motivo de iniciar una charla con la rubia – La luna tiene una apariencia sumamente mágica, ¿No lo cree? – preguntó con la mirada fija en la mujer aquella. Willow no solía interactuar mucho, no estaba acostumbrada a las amistades ni sabía mucho de buenas costumbres, pero estaba en un hogar nuevo y quizás cambiar los viejos hábitos no fuera tan malo.
– Ya no tienes que pensar más en el pasado – se dijo a si misma antes de tomar la taza y dar un sorbo a su contenido. Claro que tenía razón en que no debía pensar más en el pasado. Se encontraba ahora en un nuevo continente, un lugar donde podía reinventarse, nadie en París debía conocer su historia de vida, ella podía ser quien quisiera porque nadie iba a juzgarla por ser descendiente de Sarah Osborne por el simple hecho de que nadie debía conocer a la mujer aquella.
En Francia, Willow era libre. La hechicera sabía que la inquisición poseía un ejercito fuerte en aquel país, aún así, ella aprendió por las malas a pasar prácticamente desapercibida, a usar sus hechizos y habilidades de maneras tan discretas que estaba segura de que en un lugar donde no era conocida sería prácticamente imposible que le juzgaran de algo. Una sonrisa más alegre apareció en sus labios, pues al menos algo bueno salió de toda la miseria que le toco vivir en Salem. Un tanto más animada, la hechicera dejo de observar al exterior para concentrarse en las personas que se encontraban a su alrededor y al hacerlo, se percató de que no era la única hechicera en aquel lugar. Dos mesas a la izquierda de donde se encontraba pudo notar la magia emanar de una muchacha de cabellos rubios que usaba un hermoso vestido verde pastel.
– Es una noche muy hermosa – su voz rompió el silencio con el único motivo de iniciar una charla con la rubia – La luna tiene una apariencia sumamente mágica, ¿No lo cree? – preguntó con la mirada fija en la mujer aquella. Willow no solía interactuar mucho, no estaba acostumbrada a las amistades ni sabía mucho de buenas costumbres, pero estaba en un hogar nuevo y quizás cambiar los viejos hábitos no fuera tan malo.
Willow Osborne- Hechicero Clase Media
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Re: Tampoco sé como vivir, estoy improvisando. → Privado
Doreen sonrió, parecía una niña pequeña por aquel tipo de gesto que apareció en su rostro. No es que fuera una mujer vieja, sin embargo muchas veces las preocupaciones y responsabilidades que tuvo que pasar a temprana edad, le ocasionaban un rostro endurecido que simulaba tener muchos más años. Pero no sonrió por restarle importancia a su edad, tampoco por tener la posibilidad de dejar de lado todo dolor, sino porque en medio de su meditación, pudo escuchar la voz de un desconocido queriendo intervenir en aquella paz que llegó a encontrar. Quizá aún existían personas que podían llegar a desear su amistad, eso la puso más de buenas todavía.
No lo hizo con rapidez, se tomó su tiempo para abrir los ojos y poder contemplar el rostro cincelado de una hermosa mujer de rasgos distintos a los que habitualmente veía. Sin duda no era parisina, pero tampoco importaba el lugar de procedencia, a veces ni siquiera era importante el nombre, sino su historia.
Bebió un poco de café caliente, eso para revivir un poco la llama interna, aunque era un pretexto, sólo deseaba poder hidratar su boca antes de entablar una conversación. Doreen no era buena relacionándose, tampoco haciendo grandes amistades. No se quejaba, a veces las criaturas, cualquiera que fuera, resultaban ser demasiado odiosos para soportar. Pensándolo bien, no debía juzgar con tanta cizaña, debía dar oportunidades.
— No le he puesto demasiada atención a la luna, señorita — Sonrió de medio lado, sus miradas se entrelazaron por unos instantes, mismos que bastaron para que ella supiera había química y comodidad en el ambiente. Giró su rostro para poder prestar más atención a aquel satélite, sin duda aquella noche se encontraba imponente, llamaba demasiado su atención; la detalló, tenía un brillo en especial.
— Estoy segura que bastarán dos noches más para poder sacarle el provecho necesario. ¿No lo cree? — Era tan evidente, las dos hablaban el mismo idioma, corría la magia necesaria para poder hacer a su antojo lo que quisieran con la gente que estaba en aquel establecimiento, y en toda la zona comercial. ¿Acaso lo harían? Ninguna parecía querer desatar una revelación; una guerra entre humanos y criaturas de la noche.
Se puso de pie, tomó su taza de café, y caminó con cuidado hasta sentarse en la mesa de su ahora compañera de tarde. Sus doncellas, quienes se encontraban vigilantes, observaron con extrañeza a la desconocida.
Al ver a Doreen tan animada, hicieron caso omiso y siguieron en su conversación.
— ¿Qué tanto podríamos sacar provecho de esta luna, señorita? — Cuestionó animada. Aunque en realidad amaba crear su hechicería, no lo practicaba muy seguido, su prioridad era su bebé. — Mi nombre es Doreen — Se presentó con animo, pero no mostrando un protocolo absurdo y aburrido. De eso estaba escapando.
No lo hizo con rapidez, se tomó su tiempo para abrir los ojos y poder contemplar el rostro cincelado de una hermosa mujer de rasgos distintos a los que habitualmente veía. Sin duda no era parisina, pero tampoco importaba el lugar de procedencia, a veces ni siquiera era importante el nombre, sino su historia.
Bebió un poco de café caliente, eso para revivir un poco la llama interna, aunque era un pretexto, sólo deseaba poder hidratar su boca antes de entablar una conversación. Doreen no era buena relacionándose, tampoco haciendo grandes amistades. No se quejaba, a veces las criaturas, cualquiera que fuera, resultaban ser demasiado odiosos para soportar. Pensándolo bien, no debía juzgar con tanta cizaña, debía dar oportunidades.
— No le he puesto demasiada atención a la luna, señorita — Sonrió de medio lado, sus miradas se entrelazaron por unos instantes, mismos que bastaron para que ella supiera había química y comodidad en el ambiente. Giró su rostro para poder prestar más atención a aquel satélite, sin duda aquella noche se encontraba imponente, llamaba demasiado su atención; la detalló, tenía un brillo en especial.
— Estoy segura que bastarán dos noches más para poder sacarle el provecho necesario. ¿No lo cree? — Era tan evidente, las dos hablaban el mismo idioma, corría la magia necesaria para poder hacer a su antojo lo que quisieran con la gente que estaba en aquel establecimiento, y en toda la zona comercial. ¿Acaso lo harían? Ninguna parecía querer desatar una revelación; una guerra entre humanos y criaturas de la noche.
Se puso de pie, tomó su taza de café, y caminó con cuidado hasta sentarse en la mesa de su ahora compañera de tarde. Sus doncellas, quienes se encontraban vigilantes, observaron con extrañeza a la desconocida.
Al ver a Doreen tan animada, hicieron caso omiso y siguieron en su conversación.
— ¿Qué tanto podríamos sacar provecho de esta luna, señorita? — Cuestionó animada. Aunque en realidad amaba crear su hechicería, no lo practicaba muy seguido, su prioridad era su bebé. — Mi nombre es Doreen — Se presentó con animo, pero no mostrando un protocolo absurdo y aburrido. De eso estaba escapando.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: Tampoco sé como vivir, estoy improvisando. → Privado
Por primera vez se atrevía a ser la que entablara una conversación. Avalentonada por la idea de que París era un lugar diferente a América y que ahí, nadie le juzgaría de forma severa. Y aunque eso era verdad, también lo era el hecho de que Willow tenía cierto grado de curiosidad, esa que despertó aún más al ver que en aquel lugar donde se hallaba no era la única hechicera. La realidad de Willow es que nunca antes convivio con más brujas que no fueran las de su familia pues hacerlo hubiera significado exponerse a las criticas o peor aún, a ser nuevamente juzgadas y ejecutadas.
Las palabras quizás un tanto bruscas, dirigidas a la mujer rubia sentada cerca de ella salieron de sus labios de manera natural y hasta amable, aunque la amabilidad en su voz no coincidía para nada con su expresión fría. La americana no podía sonreír de la misma manera en que lo hacían los demás, le costaba las relaciones, era grosera, decía lo que pensaba sin temor a dañar a otros y se defendía con uñas y dientes, algo que para muchos no la volvía la mejor compañía. Aún así, poseyendo más defectos que virtudes, se atrevía a intentar cosas nuevas y como pagó por ese atrevimiento, recibió una sonrisa por parte de la rubia antes de que las miradas de ambas se entrelazaran en de una forma que a la americana le sorprendió cuestionándose a si misma, si todas las conexiones con otros hechiceros serían de esa manera.
Sumergida en el poder de la conexión entre ambas, sonrió de manera ligera apenas unos segundos, los suficientes como para que la rubia intuyera que estaba agradecida por no ser ignorada por ella.
– Dos… – susurró antes de llevar sus ojos de la joven rubia al astro que brillaba en el cielo nocturno – Efectivamente – la mirada de Willow se mantenía fija en el luna, tanto que solo fue capaz de apartar su vista de ella cuando la otra hechicera tomaba asiento frente a ella – Pues debido a la fuerza que emana ahora y considerando que no es su día más apto, creo que seremos capaces de lograr cualquier cosa que nos propongamos – sus ojos ahora fijos en los de la mujer que se presentaba como Doreen, resplandecieron de emoción – ¿Quiere enamorar a alguien? ¿Quiere protegerse contra todos? ¿Quiere más poder? – sonrió divertida – Lo que desees, puede lograrlo con el poder de la madre y para eso solo es necesario saber qué quieres – la americana amaba su parte bruja con la misma intensidad que la odiaba. Sus poderes eran tanto una maldición como una bendición para ella y aunque era sumamente habilidosa, la realidad es que sus poderes los mantenía demasiado ocultos, escondidos de aquellos que pudieran verlos y enviarla a una muerte segura, pero ahí en París no debía temer. En dos días podría ir a los bosques, pedir a la madre su consejo y protección, hacer lo que quisiera. – Mi nombre es Willow, un placer encontrar a alguien tan poderosa Doreen – aseguró.
Las palabras quizás un tanto bruscas, dirigidas a la mujer rubia sentada cerca de ella salieron de sus labios de manera natural y hasta amable, aunque la amabilidad en su voz no coincidía para nada con su expresión fría. La americana no podía sonreír de la misma manera en que lo hacían los demás, le costaba las relaciones, era grosera, decía lo que pensaba sin temor a dañar a otros y se defendía con uñas y dientes, algo que para muchos no la volvía la mejor compañía. Aún así, poseyendo más defectos que virtudes, se atrevía a intentar cosas nuevas y como pagó por ese atrevimiento, recibió una sonrisa por parte de la rubia antes de que las miradas de ambas se entrelazaran en de una forma que a la americana le sorprendió cuestionándose a si misma, si todas las conexiones con otros hechiceros serían de esa manera.
Sumergida en el poder de la conexión entre ambas, sonrió de manera ligera apenas unos segundos, los suficientes como para que la rubia intuyera que estaba agradecida por no ser ignorada por ella.
– Dos… – susurró antes de llevar sus ojos de la joven rubia al astro que brillaba en el cielo nocturno – Efectivamente – la mirada de Willow se mantenía fija en el luna, tanto que solo fue capaz de apartar su vista de ella cuando la otra hechicera tomaba asiento frente a ella – Pues debido a la fuerza que emana ahora y considerando que no es su día más apto, creo que seremos capaces de lograr cualquier cosa que nos propongamos – sus ojos ahora fijos en los de la mujer que se presentaba como Doreen, resplandecieron de emoción – ¿Quiere enamorar a alguien? ¿Quiere protegerse contra todos? ¿Quiere más poder? – sonrió divertida – Lo que desees, puede lograrlo con el poder de la madre y para eso solo es necesario saber qué quieres – la americana amaba su parte bruja con la misma intensidad que la odiaba. Sus poderes eran tanto una maldición como una bendición para ella y aunque era sumamente habilidosa, la realidad es que sus poderes los mantenía demasiado ocultos, escondidos de aquellos que pudieran verlos y enviarla a una muerte segura, pero ahí en París no debía temer. En dos días podría ir a los bosques, pedir a la madre su consejo y protección, hacer lo que quisiera. – Mi nombre es Willow, un placer encontrar a alguien tan poderosa Doreen – aseguró.
Willow Osborne- Hechicero Clase Media
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Re: Tampoco sé como vivir, estoy improvisando. → Privado
Doreen disfrutaba de su magia. La abrazaba, la gozaba. Aunque eso tuviera grandes consecuencias. Desde muy pequeña supo diferenciar su yo hechicero, a su yo humano, por eso las sospechas nunca se levantaron. Su vida se resumía a sus aprendizajes, su fortuna (la cual debía administrar y acrecentar con prudencia), y su hijo. Diariamente la lectura acrecentaba su conocimiento de su naturaleza, pero bien dicen que la practica hace al maestro, ella, en definitiva, carecía de la práctica.
París resultaba ser una ciudad bastante ortodoxa, tenía desventajas, y aunque existían cazadores de vampiros, hombres lobos, cambiantes, brujas y demás especies, lo cierto es que el buen comportamiento te exentaba de un desenlace desagradable.
Hablar de hechicería estaba penado, pero las leyes estaban para romperse de vez en cuando, siempre que no se dañara a terceros.
Cuando se podía fluir sin esconder la verdad de un ser, una relación se vuelve más sólida y placentera, sin importar que tuvo de interacción se tuviera.
- No necesito poder, ni riquezas, ni nada por el estilo, mi vida va bastante bien. – No estaba siendo altanera, mucho menos presuntuosa. Se trataba de una mujer sencilla que apreciaba todas las bendiciones que tenía a su alrededor. Aunque los expertos dijeran que Dios aborrecía a los de su especie, Doreen sabía que eso no cierto. Su fe en ocasiones era ciega, quizá, pero prefería vivir con pensamientos positivos, a desperdiciar su existencia en rencores y odios que no existían.
- Pero dime, ¿qué pedirías? ¿Qué es lo que deseas con todas tus fuerzas? – Aunque no lo admitiera, la idea de que su hijo tuviera un padre le hacía flaquear. Cuando su bebé nació, supo que había sido muy egoísta. Pensó en ella, pensó en su estabilidad, en cuidar de su dignidad, pero nunca pensó en como crecería su hijo. ¿Y si al pequeño le afectaban las habladurías? Hizo una mueca, quizá sí tenía que pedirle a la madre.
- Creo que sí, todas necesitamos de algo. El misterio aquí es si esperaremos a que ella nos lo conceda, o tenemos que lograrlo por cuenta propia – No podían esperar hasta el final de sus días.
París resultaba ser una ciudad bastante ortodoxa, tenía desventajas, y aunque existían cazadores de vampiros, hombres lobos, cambiantes, brujas y demás especies, lo cierto es que el buen comportamiento te exentaba de un desenlace desagradable.
Hablar de hechicería estaba penado, pero las leyes estaban para romperse de vez en cuando, siempre que no se dañara a terceros.
Cuando se podía fluir sin esconder la verdad de un ser, una relación se vuelve más sólida y placentera, sin importar que tuvo de interacción se tuviera.
- No necesito poder, ni riquezas, ni nada por el estilo, mi vida va bastante bien. – No estaba siendo altanera, mucho menos presuntuosa. Se trataba de una mujer sencilla que apreciaba todas las bendiciones que tenía a su alrededor. Aunque los expertos dijeran que Dios aborrecía a los de su especie, Doreen sabía que eso no cierto. Su fe en ocasiones era ciega, quizá, pero prefería vivir con pensamientos positivos, a desperdiciar su existencia en rencores y odios que no existían.
- Pero dime, ¿qué pedirías? ¿Qué es lo que deseas con todas tus fuerzas? – Aunque no lo admitiera, la idea de que su hijo tuviera un padre le hacía flaquear. Cuando su bebé nació, supo que había sido muy egoísta. Pensó en ella, pensó en su estabilidad, en cuidar de su dignidad, pero nunca pensó en como crecería su hijo. ¿Y si al pequeño le afectaban las habladurías? Hizo una mueca, quizá sí tenía que pedirle a la madre.
- Creo que sí, todas necesitamos de algo. El misterio aquí es si esperaremos a que ella nos lo conceda, o tenemos que lograrlo por cuenta propia – No podían esperar hasta el final de sus días.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: Tampoco sé como vivir, estoy improvisando. → Privado
Doreen era una hechicera poderosa, su aura se lo revelaba al refulgir hambrienta de algo que Willow no alcanzaba a comprender, por eso era que había mencionado lo de ser capaces de pedir cualquier cosa a la madre luna. Sin embargo, la respuesta que recibió a su pregunta fue la de una mujer prudente, una que sabía mantener un perfil bajo.
En la respuesta de Doreen, la americana vio mucho de si misma. Toda su vida la había pasado cuidándose, tratando de no decir nada que la delatara ante los habitantes de Salem, quienes siempre tenían la mirada puesta sobre ella y su familia. Las Osborne eran marginadas, juzgadas en silencio por todos aquellos que las rodeaban y por supuesto, culpables de cualquier cosa mala que sucedía en el pueblo, aun cuando no tuvieran absolutamente nada que ver en ello. Era de hecho esa manera de ser juzgada lo que la llevaba ahora a expresarse con algo más de libertad.
En París era una desconocida, ahí era una más de tantos sobre naturales y estaba segura de que no corría peligro alguno de ser descubierta por inquisidores o cazadores en esa ciudad, después de todo, había practicado toda su vida para realizar hechizos que pasaban desapercibidos para aquellos que le rodeaban. Willow, había aprendido pues a conjurar mediante sigils.
– Entonces lo que necesita es agradecer por la buena vida y las bendiciones obtenidas, ¿No es así? – A pesar de que sus poderes pertenecieran a la rama más oscura de la magia, Willow fue educada para agradecer. Sus poderes habían sido seleccionados por la madre para ella y no debía juzgarlos sino aprovecharlos por completo, algo que no pudo hacer en América, pero que en Francia, haría.
La pregunta que Doreen formulara era una que todas las noches Willow se hacía a si misma, por eso, la respuesta fluyó rápidamente de sus labios.
– Paz – sonrió – Solo eso necesito que me de, porque las respuestas o todo lo demás que necesito, sé que puedo adquirirlo por mi cuenta una vez que tenga tranquilidad – y paz era precisamente lo que estaba encontrando en París, quizás por eso sus sueños se volvían más proféticos y sus poderes le exigían cosas que antes, formaban solamente parte de los sueños de la hechicera.
Las dudas en la voz de Doreen respecto a los planes de la madre luna la llevaron a suspirar. Willow podía comprenderla perfectamente, pues en algún momento de su vida, también tuvo dudas.
– Ella da medios, indica caminos y esta en nosotros eso – respondió, observando a su alrededor – así que más bien creo que deberías preguntarte, ¿Has ignorado sus señales? ¿Has decidido que no estabas lista para ese camino? Porque si lo que deseas es algo para lo que estas lista, ella hará todo lo posible para que cumples tu deseo – entonces guardo silencio, permitiendo así que Doreen entendiera sus palabras.
En la respuesta de Doreen, la americana vio mucho de si misma. Toda su vida la había pasado cuidándose, tratando de no decir nada que la delatara ante los habitantes de Salem, quienes siempre tenían la mirada puesta sobre ella y su familia. Las Osborne eran marginadas, juzgadas en silencio por todos aquellos que las rodeaban y por supuesto, culpables de cualquier cosa mala que sucedía en el pueblo, aun cuando no tuvieran absolutamente nada que ver en ello. Era de hecho esa manera de ser juzgada lo que la llevaba ahora a expresarse con algo más de libertad.
En París era una desconocida, ahí era una más de tantos sobre naturales y estaba segura de que no corría peligro alguno de ser descubierta por inquisidores o cazadores en esa ciudad, después de todo, había practicado toda su vida para realizar hechizos que pasaban desapercibidos para aquellos que le rodeaban. Willow, había aprendido pues a conjurar mediante sigils.
– Entonces lo que necesita es agradecer por la buena vida y las bendiciones obtenidas, ¿No es así? – A pesar de que sus poderes pertenecieran a la rama más oscura de la magia, Willow fue educada para agradecer. Sus poderes habían sido seleccionados por la madre para ella y no debía juzgarlos sino aprovecharlos por completo, algo que no pudo hacer en América, pero que en Francia, haría.
La pregunta que Doreen formulara era una que todas las noches Willow se hacía a si misma, por eso, la respuesta fluyó rápidamente de sus labios.
– Paz – sonrió – Solo eso necesito que me de, porque las respuestas o todo lo demás que necesito, sé que puedo adquirirlo por mi cuenta una vez que tenga tranquilidad – y paz era precisamente lo que estaba encontrando en París, quizás por eso sus sueños se volvían más proféticos y sus poderes le exigían cosas que antes, formaban solamente parte de los sueños de la hechicera.
Las dudas en la voz de Doreen respecto a los planes de la madre luna la llevaron a suspirar. Willow podía comprenderla perfectamente, pues en algún momento de su vida, también tuvo dudas.
– Ella da medios, indica caminos y esta en nosotros eso – respondió, observando a su alrededor – así que más bien creo que deberías preguntarte, ¿Has ignorado sus señales? ¿Has decidido que no estabas lista para ese camino? Porque si lo que deseas es algo para lo que estas lista, ella hará todo lo posible para que cumples tu deseo – entonces guardo silencio, permitiendo así que Doreen entendiera sus palabras.
Willow Osborne- Hechicero Clase Media
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Re: Tampoco sé como vivir, estoy improvisando. → Privado
La cercanía de las hechiceras se volvió casi palpable. Apenas tenían unos cuantos minutos de conocerse y parecía que dura te toda su vida se permitieron crecer la una con la otra. El destino era así, jugaba para bien o para mal, pero por alguna razón terminaba de juntar a dos almas que quizá nunca pretendieron cruzarse en el camino ajeno.
- Si tu poder quieres mantener, si lo deseas redoblar, es conveniente que comencemos a hacer diversos rituales con la luna de mes con mes. A la madre naturaleza le gustan las atenciones, los tributos, dependemos demasiado de ella, así que te recomendaría lo comenzaras a hacer, tu aura disminuye y se debilita. – La miró, en su familia no había luna llena que no hubieran dado un ritual necesario a la luna, incluso los hombres, con escases de magia, resultaban involucrados para que el hecho tuviera más presencia, fuerza y poder.
Se colocó alado de la chica y miró hacía el suelo. Doreen llevaba siempre consigo una especie de bolso que escondía debajo de su capa de frío, con cuidado y discreción sacó un pequeño libro de bolsillo. La pasta era color rosáceo con letras blancas, cualquiera pensaría que era de tejidos o cocina. Estiró su mano para entregarle aquel hermoso ejemplar.
- Quizá te pueda servir para los rituales mensuales, son instrucciones y actividades muy sencillas, algunas de ellas son sólo palabras para darle salud, inmunidad a ciertas enfermedades, seguimos siendo un poco humanos y torpes; también podrás encontrar fuerza y, de lo más complicado, poder alargar un poco más tu existencia si se trata de morir en esta condición. – Lo depositó en sus manos con cortesía – No te preocupes por mí, ese solo es una copia discreta del original, además, ya me lo sé de memoria – Le sonrió un poco más para darle ánimo y no se sintiera ofendida. Para Doreen era muy importante que las brujas fueran fuertes y valientes, porque les estaban dando casa y muchos grupos se estaban comenzando a extinguir – Es mejor cuidarnos, los tiempos están muy difíciles. – Demasiado difíciles, los cazadores parecían multiplicarse día con día.
- Cuéntame de tu familia. Quizá estemos ligadas de alguna manera, las brujas con linaje antiguo, siempre resultamos ser pariente de los demás, nuestra pureza viene desde la época de la creación, aunque la iglesia así no lo crea. Se dice que la virgen María pudo ser una bruja blanca, por eso pudo aguantar tantas atrocidades – Doreen sin duda estaba muy parlanchina, pero su idea era hacer amigas, establecer lazos, refrendar aliados y no permitir más brujas inocentes caídas.
- Si tu poder quieres mantener, si lo deseas redoblar, es conveniente que comencemos a hacer diversos rituales con la luna de mes con mes. A la madre naturaleza le gustan las atenciones, los tributos, dependemos demasiado de ella, así que te recomendaría lo comenzaras a hacer, tu aura disminuye y se debilita. – La miró, en su familia no había luna llena que no hubieran dado un ritual necesario a la luna, incluso los hombres, con escases de magia, resultaban involucrados para que el hecho tuviera más presencia, fuerza y poder.
Se colocó alado de la chica y miró hacía el suelo. Doreen llevaba siempre consigo una especie de bolso que escondía debajo de su capa de frío, con cuidado y discreción sacó un pequeño libro de bolsillo. La pasta era color rosáceo con letras blancas, cualquiera pensaría que era de tejidos o cocina. Estiró su mano para entregarle aquel hermoso ejemplar.
- Quizá te pueda servir para los rituales mensuales, son instrucciones y actividades muy sencillas, algunas de ellas son sólo palabras para darle salud, inmunidad a ciertas enfermedades, seguimos siendo un poco humanos y torpes; también podrás encontrar fuerza y, de lo más complicado, poder alargar un poco más tu existencia si se trata de morir en esta condición. – Lo depositó en sus manos con cortesía – No te preocupes por mí, ese solo es una copia discreta del original, además, ya me lo sé de memoria – Le sonrió un poco más para darle ánimo y no se sintiera ofendida. Para Doreen era muy importante que las brujas fueran fuertes y valientes, porque les estaban dando casa y muchos grupos se estaban comenzando a extinguir – Es mejor cuidarnos, los tiempos están muy difíciles. – Demasiado difíciles, los cazadores parecían multiplicarse día con día.
- Cuéntame de tu familia. Quizá estemos ligadas de alguna manera, las brujas con linaje antiguo, siempre resultamos ser pariente de los demás, nuestra pureza viene desde la época de la creación, aunque la iglesia así no lo crea. Se dice que la virgen María pudo ser una bruja blanca, por eso pudo aguantar tantas atrocidades – Doreen sin duda estaba muy parlanchina, pero su idea era hacer amigas, establecer lazos, refrendar aliados y no permitir más brujas inocentes caídas.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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