Morir para vivir - Privado - Danna Dianceth

por **Isabelle Campionibusa** Miér Ene 23, 2019 8:48 am

Emelia era, un alma errante, aunque aún se encontrara con vida. Todo su mundo se había desbaratado, Ni siquiera ella, era la misma que un años atrás, y jamás volvería a serlo. Sus odios, sus temores, su esencia había variado, en algo que ni ella misma sabía expresar. Cuando antes el dolor ajeno, no lograba ni rosar su alma. Hoy el simple llanto de un niño, la rosa cuajada de rocío, le provocaban el dolor mas agudo en el centro del pecho. Para la inquisidora, de hacía unos años, eso era signo de una debilidad inaceptable. Ella se había burlado cruelmente de inquisidores que mostraban piedad por sus victimas, que el asesinar a un pecador, provocaba honda tristeza en el corazón de aquel soldado de la iglesia. Emelia, había estado inmune a semejantes sentimientos. Pero desde que se convirtiera en lobo, toda emoción se potenciaba hasta convertirse en insoportable. Bien decían sus superiores que era un problema para la orden y por esa razón, le habían dado vacaciones forzadas. Una clara forma de expresar que ella se encontraba desequilibrada y que en esa situación, era mas seguro perderle que mantenerla entre las filas de la inquisición. Pero, si ésta licencia, se extendía indefinidamente, o si por el contrario, decidían prescindir de ella, entonces ¿que haría?

tantas preguntas e interrogantes, la desconcertaban. ¿debía renunciar ella primero? antes que la echaran, así, poder mantener la vista en alto, en vez de sentirse perdedora. ¿acaso, no preferirían asesinarla, antes que de sus labios, se conocieran atrocidades cometidas en nombre de la madre iglesia? Suspiró con pesar, por segunda vez en su vida, se sintió sola e indefensa, temerosa de aquel porvenir, que se presentaba tan tormentoso, como había sido hasta no hacía mucho su cruel vida. Debía expiar sus pecados, pero los azotes y el cilicio, no alcanzarían. Emelia deseaba morir, -¿si tan solo pudiera renacer como otra mujer, diferente a ésta que hasta ayer vivió del dolor ajeno?- caviló, - desearía poder abandonar éste cuerpo, ésta vida - susurró, mientras una lagrima caía por sus pálidas mejillas.

por **Danna Dianceht** Dom Feb 17, 2019 6:06 pm

La tarde al contrario que aquella misma mañana, no era demasiado calurosa. El sol parecía haberse escondido entre las bajas nubes mientas el viento soplaba con fuerza. Pese al tiempo y las circunstancias en las cuales en unas horas estaría anocheciendo, la duquesa y su hija salieron a cabalgar juntas como acostumbraban. Danna ya lo había dispuesto todo. Tras comprar su ultima adquisición; una mansión a las afueras del centro de París, se había asegurado de comprar las hectarias de bosque de los alrededores, añadiendo esos miles de metros a sus jardines privados. Esos terrenos estaban pensados para su seguridad, más también para cuando su loba tuviese que permanecer en suelo francés tener donde poder patrullar lejos de la civilización. De esa forma todos respiraban tranquilos, sobretodo su hija que desde hacia meses insistía en volver a Escocia tras las ultimas premoniciones que había tenido. En ellas su madre corría peligro y ella terminaba escondiéndose Pese al sabor agrio de aquellas ultimas premoniciones, madre e hija corrían veloces por el bosque olvidándose de todo cuanto pudiera arruinarles la grisácea tarde. Con la suerte de haber podido contar para este viaje con la presencia de sus monturas, sin ningún problema sorteaban entre los arboles los obstáculos, encaminándose sin pausa a la ladera del rio que se internaba en sus ahora kilómetros de terreno llano. Con apenas ocho años, Diana ya era toda una amazona profesional y aunque todavía no superase a su propia madre; poco le quedaba para ello. Danna había tomado la delantera y oyendo las risas de su hija que poco a poco empezaba a atraparla, abruptamente un olor penetró en sus fosas nasales. A continuación frenó en seco su caballo y un gruñido grave amenazó con hacer eco ente la vegetación. Alguien caminaba por su reciente adquisición. Fuera quien fuera no era un amigo y para terminar de agravar la situación, ese olor no solo se le hacía gravemente conocido, sino que se movía inequívocamente hacia su posición. Se encontrarían y apenas harían falta unos segundos para ello. Sus claros y vivaces ojos se oscurecieron y examinando minuciosamente los alrededores, silenció a su hija cuando esta detuvo su montura a su lado. Ahora no podían hablar. Fuese quien fuese no era humano. Era una licantropa y por ende, también las habría olido o sentido.

Oyó respirar siete veces a la desconocida antes de que la figura de esta penetrase entre los arboles y se hiciera visible ante su presencia. Los ojos impertérritos de la duquesa examinaron sin ningún decoro la figura femenina que se presentó ante ellas y antes incluso de que su hija reconociera el aura de la inquisidora y sus ropajes, Danna volvió a gruñir y a sus cabezas dos pájaros volaron asustados. Emelia se llamaba y ella bien la conocía de oídas. Anteriormente había sido humana y ahora ante sus ojos solo veía una licantropa joven y perdida. Aún así, pese a la ilusión de estar desamparada, sus manos estaban manchadas con la vida de decenas de sobrenaturales a sus espaldas. Muchos de ellos; amistades suyas. - ¿Tan rápido te han desechado de las filas? - Preguntó con un silencioso reconocimiento en sus ojos al verla y si ella la hubiese conocido de antaño, habría perjurado que en esa seca voz había destilado veneno en cada una de sus palabras. Ella no se escondería, sabía quien era, años atrás habían estado a punto de encontrarse y batallado. Por aquellos tiempos ella había sido una de las que había apoyado una pequeña revolución contra la inquisición. En aquel tiempo murieron muchos inquisidores, más también muchos sobrenaturales acabaron pereciendo. Muchas de sus amistades no solamente murieron por esa causa, si no que algunos fueron asesinados por la propia Emelia y ahora; irónicamente tenía a la inquisidora ante ella, con la mente completamente destrozada a su merced. La venganza no iba con ella, más esa vez su loba tomó el mando. Ahora que la inquisidora había visto a su propia hija y sabia de la existencia de esta, no solo era un peligro para todo sobrenatural, sino también para su familia. Y nadie viviría para amenazar a su familia. Aquel era el lema que llevaba tatuado bajo su piel. Nadie jamás tocaría a su hija. - Diana, vete... ya sabes lo que tienes que hacer. Por favor, corre. - dijo Danna con una voz en la que definitivamente y pese a intentar sonar como a si misma, no era ella; sino que era una mezcla de ella junto a su loba deseando batallar. Su hija ya conocía a la perfección ese tono y sin más dilación tomó con fuerza las riendas y arrancó al galope sin mirar atrás en ningún momento. La habían entrenado para que en estos casos supiera reaccionar y supiera como proceder. Debía de avisar a los guardias para que estuviesen alerta. A veces donde había un inquisidor; habían mas y que Emelia apareciera en solitario por esos terrenos, no parecía simple coincidencia. La licantropa siguió la figura del caballo en su huida hasta que desapareció y solo entonces, regresó su impenetrable mirada a la inquisidora. - Estás en desventaja. Mide bien tus palabras; podrían ser las ultimas.

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