AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En el altar de la muerte [Privado]
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En el altar de la muerte [Privado]
La cacería comienza cuando la presa es el señuelo y el cazador solo es el casado…
La Santa inquisición tenía entre sus terrenos una gran parte de los campos y sembradíos que ocupábamos para pruebas de tiro, pelea cuerpo a cuerpo, investigación de plantas, lugar de retiros espirituales y otros no tanto, pues por petición mía había mandado a cerrar dos hectáreas que serias única y exclusivamente de la facción a la cual era la líder, el santo Papa, me había dado el permiso para hacer con aquel pedazo de tierra lo que quisiera y me había hasta dado ciertos recursos para mantenerlo oculto de los curioso, claro ni él ni yo queríamos que intrusos vieran las nuevas armas que estábamos probando para la dura cacería que teníamos por las noches, en los campos de batalla que ya no eran simples campos si no toda la ciudad y todo el país era uno de ellos. Tres días se habían demorado en hacer de aquellas dos hectáreas una verdadera fortaleza custodiada día y noche por centinelas, que entre condenados y simples inquisidores aguardaban que todo anduviera en orden para las pruebas que semana a semana hacia yo y mi grupo de trabajo, un mes se habían demorado en hacer los subterráneos y dos semanas en implementar todo como lo había pedido. El lugar estaba rodeado de maíz, pocos sabían su verdadera ubicación pero para los ojos de los simples mortales era solo un campo de sembradío, clara mente era la pantalla que queríamos dar.
Hoy era un gran día o una buena noche, el solo hecho de pensar en aquello me llenaba de cierto jubilo en mi interior, estaba sonriente y cualquiera que me conociera sabría que eso solo llevaba a una cosa, “muerte”. Nadie sabía en realidad como había quedado aquel lugar que había bautizado como “El altar de la muerte” curioso nombre recuerdo que me había dicho Alejandro, el Papa. Pues sin cuestionamientos ya teníamos un nuevo lugar de entrenamiento. La noche se había puesto en la ciudad, había mandado a mis fieles súbditos antes de que oscureciera para tener listo, yo tenía que buscar a la presa para llevarla a su propia trampa, claramente yo era el señuelo perfecto una dama en apuros.
Sobre mi corcel de color Zaino monte hasta los bosques, iba armada, en mi portaligas llevaba mi fiel daga de madera perfectamente tallada a mano, en los pajes de mi vestido tenia colgadas dos armas cargadas que me serian de distracción para los lobos y Vampiros, en mi escote tenía mi fiel crucifijo que me habían regalado mis padres cuando cumplí tres años y en mis muecas ocultas mi nueva arma, la hoja oculta en una mano estaba la de plata y en la otra la de madera. La hoja oculta se activaba con pequeño mecanismo de engranajes que me había costado varios meses fabricar para que con solo el pulso de un dedo salieran de su escondite. A galope firme me interne en el bosque dejando mi caballo pastar libre por ahí, yo oculta como un gato al acecho comencé a caminar en silencio, buscando, sintiendo, oliendo y hasta viendo que podía pasar en ese momento, los búhos ululaban, los ratones chillaban, los gatos silvestres corrían, algo andaba ahí y pronto se haría ver…
Yrina Stalevolova- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 15/10/2011
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Re: En el altar de la muerte [Privado]
Ya habían pasado muchos años desde la última vez que recordaba haberme entretenido tanto en una cazería y la verdad es que aquella noche aparentaba no ser una de esas memorables, aunque no dejaba de rogar a dios porque cambiara la banalidad de aquellos días. No era que fuese alguien que rezase a menudo, pero realmente necesitaba una ´´fiesta´´ a lo grande... Desde que volví de Luxemburgo no había mucho que hacer en Paris salvo más que unas pequeñas peleas, pocas cacerias excitosas, cero contratos y alguna que otra anecdota por ahora sin importancia para contar. ¿Qué me estaba pasando? ¿Me estaba volviendo viejo? ¡Solo tenía treinta y cinco años!
Esa noche decidí salir antes del lugar donde me estaba temporalmente alojando. Las calles de Paris si bien no estaban limpias al menos estaban bastante calmadas para lo que mi corazón clamaba a gritos. Necesitaba acción, burlar a la muerte, una batalla épica. ´´¿Era mucho pedir acaso?´´ Pensé para mi mismo mientras atrás quedaba la ciudad, con la vista hacía el bosque. Lo que para muchos cazadores sería literalmente la boca del lobo.
La luna llena comenzaba a posarse en el cielo para cuando ya me encontraba en la frontera del campo y la ciudad. Muchos campos de maíz había dejado ya atrás y podía comenzar a sentir algo que no hacía hace mucho. Aquel aviso de peligro que solo unos pocos pueden desafiar y salir vivos. Aquel que hacía que me gustase cada vez más mi trabajo. ¿Sería acaso que aquella noche por fin llegaría algo de acción?
Una media sonrisa con cierto deje de malicia se dibujo en mi rostro. Para esa noche había conseguido un equipo de combate especial, nada caro, costoso o inovador, pero si algo inusual en mi. Saque mi pistola de mi bolsillo. Era hora de usar munición más profesionales. Esa noche no usaría balas normales sino que balas de plata, un solo disparo y podría acabar con un licántropo al primer intento. Lo mejor era que tenía veinte disparos, por lo que si contaba con algo de suerte podría sentirme satisfecho si llegase a vaciar no en vano el cargador. Mi espada era mi vieja amiga de siempre, algo vieja pero leal como ninguna, siempre colgando de mi cinto. Las dagas esta vez las había cambiado por unas con aleaciones de plata que las hacía mortales también para los lobos, además de eso unas nuevas adquiciciones se encontraban colgando en mi cinto; cinco estacas de plata prestas para atacar a cualqueir vampiro o licántropo que quisiera hacerme frente.
Tras haberme cerciorado de que todas las cosas se encontrasen en su lugar, cerre los ojos por unos segundos bajando la mirada y luego con la vista al frente entre caminando tranquilo al bosque. Aún no oscurecía por completo, por lo que si me pillaba a un hombre lobo entonces sería en plena transformación sería una presa bastante fácil. Mi objetivo en ese entonces era continuar mi camino por los senderos principales, observar muy bien a mi alrededor y aprenderme cualquier camino que diese hacía los campos de maizes. Ahí era más fácil acabar con cualquier criatura del bosque siendo que no se encontraban en su territorio habitual.
Al cabo de unos minutos, el cielo ya se estaba oscureciendo por completo. No era una noche nublada por lo que la luna a medida que pasaban las horas se dejaba ver más y más. Lo único quizás interesante que sucedió en esos momentos fue el escuchar el sonido de los cascos de un caballo galopando a gran velocidad. Sobre este su ginete se mostraba como a simple vista una bella dama. No pude apreciarla como me habría gustado ya que llevaba mucha prisa y lo único que me dejo fue un mal presentimiento. Probablemente se tratase de una persecución y siendo así prefería no interponerme en el camino de los perseguidores. Al menos si la mujer necesitaba ayuda el factor sorpresa de mi escondida estaría a su favor. Así que después de eso comence a caminar agazapado por detrás de los matorrales mirando de vez en cuanto lo que sucedía en los caminos principales; de momento nada. La calma antes de la tormenta.
Esa noche decidí salir antes del lugar donde me estaba temporalmente alojando. Las calles de Paris si bien no estaban limpias al menos estaban bastante calmadas para lo que mi corazón clamaba a gritos. Necesitaba acción, burlar a la muerte, una batalla épica. ´´¿Era mucho pedir acaso?´´ Pensé para mi mismo mientras atrás quedaba la ciudad, con la vista hacía el bosque. Lo que para muchos cazadores sería literalmente la boca del lobo.
La luna llena comenzaba a posarse en el cielo para cuando ya me encontraba en la frontera del campo y la ciudad. Muchos campos de maíz había dejado ya atrás y podía comenzar a sentir algo que no hacía hace mucho. Aquel aviso de peligro que solo unos pocos pueden desafiar y salir vivos. Aquel que hacía que me gustase cada vez más mi trabajo. ¿Sería acaso que aquella noche por fin llegaría algo de acción?
Una media sonrisa con cierto deje de malicia se dibujo en mi rostro. Para esa noche había conseguido un equipo de combate especial, nada caro, costoso o inovador, pero si algo inusual en mi. Saque mi pistola de mi bolsillo. Era hora de usar munición más profesionales. Esa noche no usaría balas normales sino que balas de plata, un solo disparo y podría acabar con un licántropo al primer intento. Lo mejor era que tenía veinte disparos, por lo que si contaba con algo de suerte podría sentirme satisfecho si llegase a vaciar no en vano el cargador. Mi espada era mi vieja amiga de siempre, algo vieja pero leal como ninguna, siempre colgando de mi cinto. Las dagas esta vez las había cambiado por unas con aleaciones de plata que las hacía mortales también para los lobos, además de eso unas nuevas adquiciciones se encontraban colgando en mi cinto; cinco estacas de plata prestas para atacar a cualqueir vampiro o licántropo que quisiera hacerme frente.
Tras haberme cerciorado de que todas las cosas se encontrasen en su lugar, cerre los ojos por unos segundos bajando la mirada y luego con la vista al frente entre caminando tranquilo al bosque. Aún no oscurecía por completo, por lo que si me pillaba a un hombre lobo entonces sería en plena transformación sería una presa bastante fácil. Mi objetivo en ese entonces era continuar mi camino por los senderos principales, observar muy bien a mi alrededor y aprenderme cualquier camino que diese hacía los campos de maizes. Ahí era más fácil acabar con cualquier criatura del bosque siendo que no se encontraban en su territorio habitual.
Al cabo de unos minutos, el cielo ya se estaba oscureciendo por completo. No era una noche nublada por lo que la luna a medida que pasaban las horas se dejaba ver más y más. Lo único quizás interesante que sucedió en esos momentos fue el escuchar el sonido de los cascos de un caballo galopando a gran velocidad. Sobre este su ginete se mostraba como a simple vista una bella dama. No pude apreciarla como me habría gustado ya que llevaba mucha prisa y lo único que me dejo fue un mal presentimiento. Probablemente se tratase de una persecución y siendo así prefería no interponerme en el camino de los perseguidores. Al menos si la mujer necesitaba ayuda el factor sorpresa de mi escondida estaría a su favor. Así que después de eso comence a caminar agazapado por detrás de los matorrales mirando de vez en cuanto lo que sucedía en los caminos principales; de momento nada. La calma antes de la tormenta.
Abydus Locris- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 27/07/2012
Re: En el altar de la muerte [Privado]
Siempre me habían dicho que era demasiado seria y en realidad no veía el problema seguir simples reglas, yo las seguía me gustaba ser correcta la última vez que hice lo incorrecto me habían capturado para seguir las ordenes de alguien a quien no conocí, me habían reclutado por mi seriedad, por la sangre fría que corría por mis venas ¿Qué de malo había en todo eso? Mis pasos tan silenciosos como los que cualquier cambiaformas, el hecho de ser una tecnóloga me había ayudado a fabricar para mi tanto ropa, calzado y armas especiales y no solo para mí sino que para todo el batallón que había en el gran vaticano. No estaba orgullosa de todo los malos trabajos que hacían así que intentaba siempre preocuparme por el mío, mientras yo hiciera bien mi trabajo nadie entraría a las instalaciones donde yo hacia mi labor. Una de las mejores labores que podía un inquisidor hacer.
Los ruidos de aquellos campos eran muchos ya que había dejado mi caballo andar libre algo que yo no tenía permitido, solo un silbido y este acudiría a mí, lo tenía entrenado así que no me preocupaba de aquello. El silencio se iba por el viento que rosaba cada hoja, cada matorral. Faltaba poco para llegar al Altar, así que no me preocupaba cada, los centinelas estarían alerta a cualquier movimiento extraño en aquel lugar.
De repente un puma apareció amenazante frente a mis ojos, parecía llevar una especia de borrego entre sus dientes me rugió como si le fuera a quitar a su presa, en esos momento la duda entro a mi aun me costaba diferenciar a un cambiformas de un simpe humano. – Vete antes de que te acabe ahí mismo – le grite al animal con fuerzas y este se acerco a mi rugiendo con todas las fuerzas – No mato a inocentes – amenaza sí, eso era una. Estaba en clara desventaja yo era una simple humana perfectamente entrenada, tome una de mis armas y dispare al cielo. Los pájaros asustados volaron por los cielos, más de un animal salto y aquel puma tomando su presa corrió.
Una sonrisa se apodero de mí, no le haría daño a un animal a menos que estuviera atacando a un humano, simples reglas que cumplir, pensé mientras con el arma en la mano comencé a caminar, mas de alguien habría escuchado el estruendo de aquel disparo, algún ser de la noche sería perfecto para comenzar una caza primaveral. Volví a sonreír… - Y dicen que soy amargada - hable en voz alta mientras mis pasos seguían, por aquel sendero que oculto se encontraba. Tome aire como si en verdad estuviera en mi día libre, en realidad no tenia ninguno. Arrugue la frente, pensando que se aproximaba una fecha especial, mi cumpleaños lo más probable que lo pasara sola como siempre, o quizás todo podría cambiar. Ya había avanzado lo suficiente, pero tenía un sentido o digamos más bien la intuición de mi lado, aguarde silencio quedándome quieta algo andaba por ahí y no era mi corcel. ¿Entretención? Lo más probable.
Off: Lamento mi tardanza, estuve sin inspiración =) pero no te deje abandonado y no lo hare.
Los ruidos de aquellos campos eran muchos ya que había dejado mi caballo andar libre algo que yo no tenía permitido, solo un silbido y este acudiría a mí, lo tenía entrenado así que no me preocupaba de aquello. El silencio se iba por el viento que rosaba cada hoja, cada matorral. Faltaba poco para llegar al Altar, así que no me preocupaba cada, los centinelas estarían alerta a cualquier movimiento extraño en aquel lugar.
De repente un puma apareció amenazante frente a mis ojos, parecía llevar una especia de borrego entre sus dientes me rugió como si le fuera a quitar a su presa, en esos momento la duda entro a mi aun me costaba diferenciar a un cambiformas de un simpe humano. – Vete antes de que te acabe ahí mismo – le grite al animal con fuerzas y este se acerco a mi rugiendo con todas las fuerzas – No mato a inocentes – amenaza sí, eso era una. Estaba en clara desventaja yo era una simple humana perfectamente entrenada, tome una de mis armas y dispare al cielo. Los pájaros asustados volaron por los cielos, más de un animal salto y aquel puma tomando su presa corrió.
Una sonrisa se apodero de mí, no le haría daño a un animal a menos que estuviera atacando a un humano, simples reglas que cumplir, pensé mientras con el arma en la mano comencé a caminar, mas de alguien habría escuchado el estruendo de aquel disparo, algún ser de la noche sería perfecto para comenzar una caza primaveral. Volví a sonreír… - Y dicen que soy amargada - hable en voz alta mientras mis pasos seguían, por aquel sendero que oculto se encontraba. Tome aire como si en verdad estuviera en mi día libre, en realidad no tenia ninguno. Arrugue la frente, pensando que se aproximaba una fecha especial, mi cumpleaños lo más probable que lo pasara sola como siempre, o quizás todo podría cambiar. Ya había avanzado lo suficiente, pero tenía un sentido o digamos más bien la intuición de mi lado, aguarde silencio quedándome quieta algo andaba por ahí y no era mi corcel. ¿Entretención? Lo más probable.
Off: Lamento mi tardanza, estuve sin inspiración =) pero no te deje abandonado y no lo hare.
Yrina Stalevolova- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 15/10/2011
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