Palabras de una íntima agonía

Bronwen’s Memories

Noche • París • Octubre • 1800

Elizabeth aprendió a leer. Es una niña dulce y encantadora, aún no puedo creer que haya salido de mi vientre una criatura tan etérea. Heredó la personalidad de su padre, que en paz, mucha paz, descanse. Espero que, con el tiempo, se fortalezca y no termine convertida en una pusilánime frustrada como era él. Eso no quiere decir que no lo haya querido, fue un hombre bueno e importante, que sembró en mí lo mejor que he podido traerle al mundo, mi pequeño ángel que está en el Cielo junto a él, y mi dulce hija.

Elizabeth tiene una gracia natural, que me recuerda a mí en mi hermosa infancia. Somos muy parecidas físicamente, lo cual me alegra y me enorgullece, pues eso le abrirá muchas puertas. La belleza es fundamental en ésta sociedad fetichista y repleta de clichés que tanto aburren pero que, terminan otorgando poder a quienes logran enmarcarse en sus cánones de estética y economía. Poseo ambos, y encajo a la perfección en un mundo donde reina la ley de la selva. Sobrevivo porque soy más fuerte que los demás, y eso fue lo que me convirtió en viuda, y en lo que espero termine mutando Lizzy.

William era igual a su padre. Extraño su risa, su ternura, pero tuvo la mala fortuna de presenciar y escuchar lo que no debía. Quizá fue su moral, tan bien inculcada por mi difunto esposo, lo que lo llevó a convertirse en no más que un cuerpo inerte. En ocasiones, suelo preguntarme si pagaré por mi accionar, y sé que sí, tengo la certeza de que así será, pero debía proteger a mi pequeña de su escrupuloso padre, no podía permitirle a él que acaba conmigo y que dejara huérfana de madre a mis niños. Luego, los hechos que se desencadenaron fueron inevitables, y dudo, como pocas veces, de si fue lo correcto.

Esperaré con ansia el día de una sentencia, divina o terrena, pero pagaré por los pecados cometidos. Si existe un Dios, será el encargado de juzgarme, pues la justicia de los hombres es endeble, defectuosa y corruptible, y jamás me sentiría digna de perdón si es uno de mis pares quien me lo otorgase.

Nadie le devolverá la vida a William, ni vivirá todo lo que le quedaba. Sólo espero que no sea Lizzy la que termine lavando mis culpas, la que salde las deudas de sangre que tengo con el mundo terreno, y con el divino también. Sólo espero que ella pueda ser feliz a pesar de la madre que tiene, de los errores que he cometido y de los que seguiré cometiendo. Y espero, anhelo y deseo, que ella logre comprender algún día, pues la verdad, tarde o temprano, siempre sale a la luz, y el único dedo acusador que no podría soportar, sería el de ella.

By Turururu! SC

Bronwen’s Memories

Atardecer • París • Año 1800

Confieso que he pecado. Con esas palabras comencé hoy a hablar con un sacerdote. Fue en vano, pues no confesé absolutamente ninguno de mis pecados. De hecho, pocas veces en mi vida tuve una conversación tan vacía. Lo hice a pedido de la institutriz de Elizabeth. Me comentó que no está muy bien visto que una viuda no concurra a misa junto a su hija todos los domingos. ¡Qué necedad! Esas mujeres que hablan, lo hacen porque no tienen más ocupaciones que organizar fiestas y decidir qué vestido usarán para la cena.

El cura fue amable, algo bastante sorpresivo cuando le dije que hacía más de seis meses que no pisaba una Iglesia. Y que los años anteriores, había sido con intermitencia. No se me ocurría algo mejor para decirle, así que inventé algún que otro accionar non sancto que no manchara mi reputación, pero que fuese lo suficientemente grave para que justificase mi presencia allí.

El papel de viuda dolida enojada con Dios por la partida de un ser amado, ha funcionado desde que la Iglesia católica se hizo del poder. La mujer tiene un rol social que debe cumplir a raja tabla, pero las excepciones han existido siempre, en especial para nosotras. Un dolor de cabeza que sirve como excusa, pues se considera que esa dolencia significa que estamos en el periodo de sangrado. Como fuere, el anciano utilizó sus palabras de consuelo para con la muerte de mi esposo y de mi hijo. La muerte de mi niño es un tema escabroso, y preferí no ahondar en el.

El decirle que estaba permitiendo que un caballero me cortejara, surtió el efecto esperado. El sacerdote se puso incómodo. A ningún hombre, y mucho menos si es de fe, le gusta que una dama respetable cuente semejantes intimidades, por más que sea en el marco de una confesión. Me despachó diciéndome que rece diez Ave María y cinco Padrenuestro. Claro, me absolvió de mis pecados con una facilidad entrañable. Es tan raro que haya seres con la capacidad de perdonar a personas que ni siquiera le dijeron la verdad…

Mañana debo enviarle una misiva a mi padre, con un relevamiento oficial de lo conseguido aquí en París. La visita a la iglesia fue una excelente estrategia de reunión, allí nadie sospecharía. Generalmente, cuando alguien visita un sitio sagrado, no lo hace con dobles intenciones, o así debería ser. Es en los templos donde se ven los mayores pecados de los humanos.

Mi padre se pondrá contento, además de unir a dos importantes políticos a nuestra causa, llegó al puerto un cargamento que lo hará saltar de alegría, en caso que la gota se lo permitiese. No se cuánto tiempo más van a tardar en descubrir su enfermedad. Los médicos ya no saben cómo hacer para retrasar el proceso, y desde aquí no puedo ayudarlo demasiado.

El Sol se está poniendo. Ésta noche me espera una importante conversación. Guardar mis pensamientos en éste cuaderno es tan peligroso como gratificante. Quien no vive en la línea de fuego, no sabe lo que es estar vivo.

By Turururu! SC

Bronwen’s Memories

Amanecer • París • Octubre • 1800

Un nuevo amanecer. El cielo despertó encapotado, dispersas gotas de lluvia han caído durante las primeras horas de la mañana. La lluvia siempre ha sido de mi agrado, me inspira, me ayuda a pensar. Si bien paso el día cavilando, analizando y observando, es en los días grises cuando puedo conectarme con lo profundo de mis emociones y ver la verdad con más claridad.

Volví a soñar con la extraña joven de cabello oscuro y ojos de mar. Me resulta extraño, nunca he visto a nadie como ella, y al mismo tiempo, me resulta extremadamente familiar. Busqué retratos familiares de mi madre, y no hay ninguno que se parezca en lo más mínimo. Sin embargo, recordé un corboncillo que hay en la galería de cuadros de la residencia de mi padre, de la bisabuela de él, y creo que son la misma. ¿La difunta estará intentado comunicarse conmigo? ¿Hay algo que debo descubrir?

En la madrugada le escribí a papá para pedirle que me lo envíe. Seguramente le resulte extraño, nunca he sido una interesada de la historia de mis antepasados, pero no es tarde para comenzar. Supongo que si hay algún misterio en torno a su figura, podré descubrirlo. Lo que me resulta extraño es que jamás he manifestado habilidades como nigromante.

También he sopesado la posibilidad de que sea una premonición. De que sea alguien que vaya a aparecer en mi vida, o alguien a quien deba buscar; esto último sería lo más difícil, ya que no tengo idea por dónde empezar. He intentado retener ciertos elementos, como el espacio donde aparece, sus vestimentas –éstas últimas no son más que harapos-, pero siempre está envuelta en un extraño halo de misticismo, como si surgiera del interior de una nube. No me habla, no me sonríe, sólo me mira fijo y algunas lágrimas ruedan por sus mejillas cuando le pregunto quién es.

Ahora los sueños duran un poco más, he logrado observarla con mayor detenimiento, pero cuando estiro mi mano para agarrarla, la traspaso, como si se tratase de una visión, una creación. ¿Será simplemente eso? ¿Una creación de mi mente? Lo dudo. Tengo entrenamiento y experiencia suficientes como para saber cuándo algo me pertenece y cuándo no. Y esa muchacha me es tan ajena como íntima. Debería consultarlo con mi padre o con mi maestro, pero prefiero reunir más pruebas antes de aventurarme a compartir la situación.

Siento que debo proteger la conexión con la extraña, lo que me es más confuso. Quizá es esa familiar, que puede haberse llevado algo de gran envergadura a la tumba, aunque siempre he sido informada sobre los secretos que rondan a los Wyn. Lo cual me es más extraño aún, pues difícilmente puedan ocultarme ese tipo de cosas, de hecho, creo que no hay algo que pueda escaparse de mis manos, al menos, dentro del círculo íntimo. He tenido y tengo acceso a toda la documentación confidencial, y soy consultada sobre las tareas, palabras y silencios. No quisiera llevarme una sorpresa.

Debo pasar la mañana con Elizabeth, hubiera preferido descansar tranquila, para estar con mi atención totalmente puesta en mi hija, pero resulta difícil cuando la joven de mis sueños se hace presente en ellos.

By Turururu! SC

Bronwen’s Memories

Madrugada • París • Noviembre • 1800

Estoy perturbada. Puede parecer extraño viniendo de alguien como yo, pero es real. Una tormenta está azotando el exterior de ésta noche gélida y sin luna, una tormenta que se figura como una analogía de lo que está sucediendo dentro de mí. Siento que vivo dos vidas, una la de mis sueños junto a esa extraña y desconocida joven, y otra ésta, la de carne y hueso. Ella sigue siendo casi transparente, su imagen es frágil, débil, triste; verla me llena de congoja, de duda, de pensamientos extraños que me hacen replantearme objetivos que, en un principio, estaban totalmente claros. Me pregunto si es una hermana que no conozco, quizá una bastarda de mi padre, al cual adoro, pero del cual estoy segura jamás le fue fiel a mi madre. Tengo la certeza de que desperdigó su semilla por el vientre de unas cuantas rameras, y quizá ésta joven es fruto de un licencioso como él. No lo juzgo, no soy quien. Pero tiene la manía de mostrar ante el mundo una imagen de perfección y moralidad que, de cierta forma, ya no encaja con mis pensamientos.

Parece triste, realmente muy triste el llegar a ésta altura de mi vida, siendo una adulta, madre y viuda, que siempre me he jactado de conocer a las personas con tan sólo una mirada, no haber tenido la capacidad de ver a mi querido padre tal cual es. También existe la posibilidad de estarlo injuriando, y que esa muchacha que vive en mis sueños, sea sólo una creación; pero no, esa joven existe, es real en algún punto de éste planeta, y estoy decidida a encontrarla, para que la incertidumbre deje de corroerme día y noche. Espero ansiosa el momento del descanso, para poder reencontrarla y preguntarle quién es, pero a cambio recibir su mirada brillosa de dolor, y las lágrimas que emanan de sus ojos como manantiales patéticos. Jamás me ha gustado la gente que llora, por ello es que no comprendo ésta fijación que tengo con ella. Y sé que la única manera  de acabar con esto, es encontrándola. Si tan sólo supiera por dónde empezar…

En los próximos días viajaré al interior junto a Elizabeth, intentaré encontrar serenidad y sosiego para ver todo con mayor claridad. Necesito tiempo con mi pequeña, para Lizzie es menester que su madre la acompañe y comparta horas de juegos y paseos, y si bien su institutriz es una mujer maravillosa, y con la cual estoy completamente agradecida, no es lo mismo que quien la parió. Sólo pido que ella sea feliz, que vea en mi una heroína, un modelo a seguir, una guía, una compañera, que ninguno de mis pecados, de los cuales no estoy arrepentida, recaiga sobre ella, pues no soportaría verla padecer. Elizabeth es lo más valioso que poseo, ella representa el último vestigio de luz en mi corazón, y es algo que deseo preservar de todo lo oscuro y pantanoso del mundo. Mi hija es un oasis, es el agua en el desierto, y mis extraños pensamientos, que dan vueltas en mi cabeza constantemente, me están separando de ella, y no lo voy a permitir.

By Turururu! SC

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Noche • París • Noviembre • 1800

Nunca sentí tanto miedo como ésta tarde. Elizabeth se cayó de la silla y dio su cabecita contra el piso, perdiendo el conocimiento por varios minutos. Jamás sentí tanta impotencia como en el instante en que entraba a la sala y veía su cuerpito desmoronarse. Hubiera jurado que el tiempo se detuvo y se suspendió en el delgado hilo de sangre que iba de su cráneo a la pata de la mesa. La institutriz se levantó inmediatamente, los empleados llamaron a un médico que acudió con rapidez, y yo me quedé con los pies estaqueados al terror, agonizante. Observaba de lejos las maniobras de la mujer para que despertara, y noté un atisbo de desesperación cuando no lograba que mi niña volviera. Cuando uno de sus deditos se movió, sentí que mi espíritu regresaba, y corrí a su lado. Caí de rodillas y comencé a hablarle, hasta que sus ojitos se abrieron lentamente y me dedicaron una mirada. Creo que en ese momento volví a nacer. Le pedí que no hablara y que estuviera tranquila, ya que estaba junto a ella y nadie me movería de allí. Entró el médico y tras cerciorarse de que no hubiera ningún hueso roto, le ordenó a un criado que la levantara con sumo cuidado y la llevara a su habitación. Allí la arropé yo, a pesar de la insistencia de mis trabajadoras, pero eran mis manos las que sanarían a mi dulce pequeña. La sentí tan frágil en mis brazos que debí hacer un esfuerzo sobrehumano para contener las lágrimas. Lágrimas que no derramo hace muchos años.

Acaricié su frente mientras el doctor le curaba el pequeño corte que se había hecho en la base del cráneo. Mi niña valiente ni siquiera emitió un quejido, y su llanto mudo me partió el corazón. El anciano, evidentemente, tenía experiencia con los infantes, ya que le habló hasta tranquilizarla y quitarle todo el miedo. Lizzie terminó la consulta sonriendo, e invitándolo una tarde a jugar a las muñecas y tomar el té. A mí me invadió la ternura, y tras acompañar al señor hasta la entrada, pues mi agradecimiento para con él será eterno, subí corriendo las escaleras y entré hecha una tromba al cuarto de mi hija. Ella me esperaba sentada entre sus almohadas y almohadones blancos y rosados, con una sonrisa gigante iluminándole el rostro. Esa escena quedará grabada en mi mente y en mi corazón hasta mi último día. Y cuando llegue mi hora de partir, sólo pido, sean las circunstancias que sean, ver esa sonrisa por última vez. Eso bastará para irme en paz, y si debo vagar eternamente en el infierno, no me importaría, pues tendría grabada a fuego la carita de mi pequeña.

Ahora está durmiendo a mis espaldas. Estoy usando el escritorio de su alcoba. No me moveré de aquí en toda la noche. La extraña joven de mis sueños quizá me asalte durante estas horas de descanso, y quizá llore en su regazo, en un arrebato de confianza que aliviará la pena que aún me atosiga. La desesperación aún me hace un nudo en la garganta, y la idea de perderla es lo único que me aterra, me espanta. Estoy inmersa en un mundo de peligros, sin embargo, a lo que le temo es a no ver nunca más a Elizabeth, eso me desgarraría, me mataría por dentro. Yo sé lo que es perder a un hijo, aunque mi niño debió ser sacrificado por cuestiones de mayor envergadura. Él, lamentablemente, fue una víctima inocente de una causa importante, de un motor. Sé que sabrá perdonarme desde el Paraíso, y sé, también, que no permitiré que Lizzie corra con la misma suerte.

By Turururu! SC

Bronwen’s Memories

Atardecer • París • Noviembre • 1800

Un vacío inexplicable me ha invadido el alma, la vida y el corazón. Allí donde siempre hay frialdad, ahora el calor de las lágrimas entibia el sitio; allí donde la libertad pregona sus cuentos de gloria, sólo hay lamentos convertidos en cadenas. La tristeza ha pasado a ocupar los ciento un rincones de mi ser, colocándome en una detestable posición de falsedad y miradas de consuelo dirigidas a los impropios destinarios. Soy yo quien necesita de un abrazo reconfortante, palabras amorosas y deseos de esperanza. Que la mujer que cuidó de mí en mi infancia haya muerto tras una larga e inmerecida agonía, no hace más que delatar lo injusto y maldito que está éste mundo. No salgo del letargo en el que la angustia me ha sometido, y si bien ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi, la noticia atronadora me abofeteó como una ráfaga de púas, rasgando la carne de mis mejillas, provocando que la sangre brote y brote sin cesar, hasta que la inconsciencia sea la única y última solución a tanta pena.

Fue tarde cuando me enteré, en mis manos ya no quedaba nada por hacer, su tiempo había llegado. ¿Qué hacía su familia que no me avisó con mayor anticipación? Mis habilidades no tan ocultas, no eran un secreto para ellos. Sabían del afecto que mi padre y yo sentíamos por ella. Lo único que puedo imaginar es que no querían seguir cargando con una anciana de salud frágil, y que tenía una bonita colección de joyas que fuimos regalándole con el correr de los años. Verla en su ataúd con los bonitos pendientes de oro y el rosario de marfil será una imagen que estará conmigo hasta el último de mis días. Pude sentir a sus hijos y nietos revoloteando alrededor del féretro, esperando el momento de descuido de los presentes, para arrebatar de su cuerpo inerte las escasas posesiones. El egoísmo de esos miserables será cobrado, su basura desperdigada en el velatorio y en el entierro ha sido una bajeza inmerecida para la noble mujer, que no hizo más que criar con amor y devoción hijos propios y ajenos. ¿No es, acaso, esa una tarea admirable? El hecho de cuidar escasamente como hago con Elizabeth, ya me parece una tarea agotadora. Nuevamente, pienso en la división desigual del mundo, y agradezco la parte de la inequidad que me tocó.

Hace días que no sueño con la joven. Tengo miedo de que haya desaparecido, perdí la impaciencia hacia ella y aprendí a contemplarla en sueños. Si no está, me siento sola, aún más sola que con la pérdida de mi institutriz. ¿Se cruzarán en algún momento? ¿Soñaré con la señora Wilson alguna vez, me hablará como la muchacha de cabellos oscuros, sonreirá con sus labios curvos y dulces de la juventud? ¡Oh, dolor! Ruego extirparlo, pues no soy yo misma sintiendo de ésta manera tan carnal. ¿Esto es la vejez? Prefiero el Infierno antes que un valle de lamentos por el resto de mis días.

By Turururu! SC

Bronwen’s Memories

Amanecer • París • Diciembre • 1800

¡Oh, William! Hoy cumplirías once años, mi amor. Once años de que me hiciste madre por primera vez. Recuerdo el parto y la sensación de plenitud instantánea, cuando te tuve en mis brazos por primera vez, cuando te acurruqué contra mi pecho, te amamanté, velé tu sueño. Aún te veo corretear por los rincones, tu risa fresca y alegre inundando mis oídos y recordándome lo feliz que eras, la vida hermosa que llevaste, lo mucho que honraste tu existencia siendo tan inteligente y tan vivaz. Tu paso por éste mundo fue corto, pero intenso. Pocas veces vi un niño tan encantador como tú, tan lleno de sueños, de juegos, de ideas, de invenciones, tan cariñoso, tan buen hijo. Fuiste, realmente, un hijo bueno, un hijo soñado, un hijo dulce y amoroso, pero, por sobre todo, un hijo amado y deseado.

Antes de tenerte, pensé que lo tenía todo, pero tu llegada me completó, me mostró que había cosas más hermosas por encima de las frivolidades, que había cosas más profundas e importantes que todo lo que me rodeaba. Por ello, puedo recordarte hermoso, puedo sentir tus manitos sobre las mías, tus ojitos mirándome con aquella ternura, aún puedo admirar tu paz cuando dormías, y también te veo en tu hermana, a la cual siempre le hablo de ti para que te tenga presente y estés tan vivo para ella como para mí.

Lamento profundamente lo que tuviste que ver, lamento profundamente haber tenido que tomar una decisión que tanto nos afectara a ambos, lamento profundamente no poder darte un abrazo en tu día y decirte que te amo. No puedo pedirte perdón por haber acortado tus días, hice lo que tenía que hacer, mi niño, no tenía más opción que esa, y me dolió más a mí que a ti, porque tú siempre fuiste y siempre serás un ángel bello.

En la gracia de Dios, si es que existe, encontrarás la forma de comprender mi accionar, de entender por qué procedí con tanta frialdad, y espero no me juzgues como una madre desnaturalizada, sino como una hija que hizo todo para proteger la causa de su padre, y como una madre que hizo todo para proteger a sus hijos. Porque también busqué cuidar de ti y de Elizabeth, ¿qué sería de ustedes sin mí? ¿Vivirían con su padre, un hombre aletargado y soso? Se hubieran vuelto igual a él, y yo prefiero la tumba a vivir de esa forma. Por eso, debí optar por terminar con mi esposo, y, tristemente, tú también debiste partir. Es terrible que hayas estado ahí, en el lugar y momento menos indicado, pero así fueron las cosas.

Me gustaría llenarte de regalos, de mimos y poner el mundo a tus pies, así fue en el pasado, y así sería ahora.

Debes saber, Will, que te amo, te amo profundamente y no hay día que no piense en ti. Muy feliz cumpleaños, estés donde estés.

By Turururu! SC

Bronwen’s Memories

Atardecer • París • Enero • 1801

Mañana parto de viaje. Tengo un hondo dolor en el pecho por tener que abandonar a mi dulce Lizzie, éstas dos semanas –que quizá terminen siendo tres- serán eternas al no tenerla conmigo, al saberla tan lejos. Difícilmente pueda recibir noticias suyas, y estaré con el corazón en un puño hasta el momento de mi regreso. Hace cinco días que duerme conmigo, y paso la noche entera observándola en sus sueños, sus casi imperceptibles muecas, memorizando cada una de sus expresiones. A la mañana parezco un cadáver, pero no concibo la idea de quitar mis ojos de ella. Me aterra que algo le suceda y no estar a su lado, pero más me aterra la idea de que me suceda algo y, al ser tan pequeña, que crezca sin mi imagen en su cabeza, me olvidará muy pronto…

Pero me debo esto, se lo debo a la muchacha de mis sueños, que clama por mí, o al menos eso creo. Sé que en más de una ocasión he creído que puede ser una trampa, pero me he encargado de cerciorarme que no lo fuera y, en todo caso, también estaré preparada para lo peor. No será fácil, o al menos eso creo, sin embargo, necesito encontrarle un significado a su imagen atormentadora, que ya no puedo borrar de mi mente ni aun cuando estoy despierta. En más de una ocasión me he descubierto buscándola entre las personas, deseando que aparezca de la nada, y se presente ante mí, aclarándome todas las dudas que me ha planteado desde que comenzó a asaltarme.

Sé que es una idea descabellada, y muy complicada de comprobar, pero presiento que esa joven es la bastarda de mi padre. No logro quitármelo de la cabeza. Quizá ni él sepa de su existencia, y yo me vea en la terrible y penosa situación de tener que informarle que su simiente se dispersó en el vientre de sólo Dios sabe quién, dejando una hija ilegítima que, con muchos años de tardanza, comenzó a irrumpir en la pacífica –o, al menos, intenta serlo- vida de su hija mayor, de su única heredera. Creo que morirá infartado, y espero que así sea. Me parece atroz que haya cometido la cobardía de abandonar a una mujer embarazada. Sé que el prestigio de los Bronwen será lanzado al acantilado, pero no podré guardar un secreto semejante, al menos no sin una negociación en la que esa joven reciba la parte que le corresponda. No podría perdonarle, por más devoción que sienta hacia él, que alguien que lleva nuestra misma sangre, esté pasando por necesidades.

Esto me ha hecho pensar que, al fin y al cabo, algo de moral me queda. Creo que es influencia de mi hija, mi Elizabeth me colma de paz, ella tiene un efecto sanador sobre mi alma, un alma que, en más de una ocasión, me ha hecho dudar de su existencia.

By Turururu! SC

Bronwen’s Memories

Amanecer • Londres • Febrero • 1801

Siempre me ha gustado Londres. Lúgubre, gris, húmeda, lluviosa. A pesar del clima adverso, se respira otro aire, uno distinto: la civilización está aquí. Me gusta observar, desde mi ventana, la batalla entre el Sol y las nubes, que éstas últimas generalmente terminan ganando, y envolviendo a la ciudad en una neblina casi constante. Estoy aquí hace una semana, y me parece maravillosa la soledad que se respira. Si bien extraño demasiado a Elizabeth, sé que está bien cuidada, y que nada le sucederá en mi ausencia. Cada noche, antes de dormir, evoco la imagen de su rostro sonriente, y logro conciliar el sueño con la visión más hermosa.

Desde que estoy aquí, es extraño, la muchacha no ha vuelto a acudir a mis sueños, lo cual me hace pensar en que estoy cerca de develar un misterio. He buscado entre los diarios íntimos de mi abuela, y no hay referencia alguna a alguna bastarda de mi padre o a alguna infidelidad. Quizá resulte extraño acudir a una mujer, pero la jefa de familia era una dama especial. La estructura familiar es netamente matriarcal, y si bien luego el mando le fue cedido a mi padre, siempre ella se mantuvo atenta a todo lo acontecido. Una verdadera vieja zorra, por lo cual nunca tuve demasiadas esperanzas en encontrar algo que incrimine a su hijo predilecto. Ella se llevaría cualquier secreto a la tumba; cosa que hizo con gran pericia.

Pero no todo ha sido negativo. Sorpresivamente, la gran matriarca dejó cabos sueltos. Encontré, muy bien escondidas, unas cartas de mi padre escritas en código. Ciertamente, es un hombre inteligente, pues no es el mismo silogismo que utiliza para conmigo y la logia, pero hay ciertos parecidos que me darán los indicios para comenzar a descifrarlos. Si ambos se tomaron el trabajo de crear su propio código, es porque éstos papeles ocultan información poderosa, que me darán injerencia sobre él.

Mi padre sabe cuánto lo amo. Se lo he demostrado de mil y un maneras, sacrifiqué lo más amado por él, y volvería a hacerlo todas las veces que fuese necesario; sin embargo, tiene demasiado poder, y ha comenzado a subestimarme, a apartarme de su lado, y tener en mi poder algo que puede perjudicarlo, me devolvería el sitio que me pertenece.

Si fui capaz de matar a mi hijo para protegerlo, seré capaz de acabar con él para cuidar a Elizabeth. Ha llegado la hora de mi revancha.

By Turururu! SC

Bronwen’s Memories

Amanecer • París • Marzo • 1801

Ha comenzado el juego. Ya lancé mis primeras cartas, para dar con mi media hermana. No es fácil, casi no hay certeza de encontrarla, siquiera de que esté viva, pero lo estoy intentando. Estoy buscándola, debo cerrar ésta parte de mi historia, de su historia. Si los sueños nos han conectado, ¿por qué debo ignorarlos? Puedo ver su desgracia a través de sus orbes claras, idénticas a las de mi padre; puedo sentir su dolor, su tristeza. Parece una prisionera. Cada noche estoy más cerca, y ahora sólo nos separan escasos centímetros. Está sucia, huele mal, su rostro hermoso se afea con la mugre y con las lágrimas que le surcan las mejillas. Me genera un profundo dolor, como si ambas fuéramos una sola alma. Jamás experimenté un sentir tan increíble; yo, que soy puro egoísmo, estoy presa de una joven a la que no conozco, mucho menor y que me necesita. ¡Necesita de mí! Eso es impensado; o, lo verdaderamente impensado, es que esté dispuesta a ayudarla, porque lo estoy.

Mi padre me nota extraña, lejos. Ayer recibí una de sus cartas en la que me preguntaba por qué no le informé de mi visita a Londres. “Fue algo fugaz” respondí, dando por terminado el tema. Ésta mañana despaché la epístola, aunque dudo de que se quede sólo con esa contestación. Repreguntará, dudará y sospechará, y no me sorprendería que apareciese en mi puerta, me diera un abrazo, se instalara, jugara con su nieta y, cuando menos lo esperase, aprovecharía a sonsacarme el motivo de mi viaje. Conozco a ese viejo zorro, quizá porque somos demasiado parecidos y es lo que yo haría en su lugar. Iría hasta el meollo de la cuestión hasta saciar mi curiosidad, hasta encontrar una respuesta lógica. Y eso es lo que él hará. Y él sabe que lo sé. Es por ello que debo estar preparada, aunque creo que nací lista para lo que fuera. Fui capaz de todo, con una frialdad que no condice con mi naturaleza femenina, mal etiquetada por la sociedad, que considera a las mujeres débiles e incapaces de pensar con la cabeza y no con el corazón. Mi corazón es de una sola persona, de mi Elizabeth, ella es mi tesoro sagrado, mi cáliz, mi verdad.

He descubierto un gran placer en relatar los acontecimientos. En más de una ocasión me he visto releyendo éstas memorias para buscar detalles que quizá he olvidado, buscando respuesta a posibles preguntas, buscando preguntas a posibles respuestas. Aquí está mi trayecto, aquí está lo que soy.

By Turururu! SC