AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Malice {Privado}
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Malice {Privado}
Las comisuras de la fémina estaban estiradas en una sonrisa falsa mientras que Calin, indiferente a su malhumor, ronroneaba y se frotaba con su pierna a la menor oportunidad. Nadie sospecharía que el gato negro que no se le despegaba era también su ayudante y, más importante, su amante. Esa noche, la bruja habría disfrutado enormemente deshacerse de él. ¡Se lo había ganado! Su estúpido y obsesivo comportamiento le había costado un importante trato. El último cliente que había llegado a su local, había resultado ser el sirviente de un vampiro y ella había empezado un seductor juego para obtener toda la información acerca de quién era su amo. Aún no había encontrado un reemplazo para el vampiro que le daba de su sangre para algunas de sus pociones que, aquél caballero, había despertado su interés sin siquiera imaginárselo. Calin, por supuesto, se había enfadado. El cambiaformas había amenazado con arrancarle la cabeza al humano si ella seguía en esa línea. ¿Desde cuándo se creía el dueño de su vida? Su mueca se ensanchó, mientras pensaba la mejor forma de lanzar su venganza sin perderlo en el camino. Aunque le odiara, le necesitaba. Las marionetas que él creaba eran toda una obra de arte. Si bien era consciente de que podría encontrar un ayudante, no sería con sus habilidades. – Necesito a un vampiro, Calin. Tu sangre no me sirve. El gato siseó mientras se alejaba de su lado y saltaba sobre el tejado de una casona. Ésta debía pertenecer a una familia apenas acomodada porque era pequeña, en comparación a las otras. El felino se sentó y le miró. Su lenguaje corporal se lo decía todo. No le gustaba ser partícipe de una conversación cuando no podía hablar. A Krina poco le importaba. No le necesitaba para discutir. Arqueo una de sus elegantes cejas mientras cogía su melena para dejarla sobre uno de sus hombros. Cepilló las puntas con sus dedos y, altanera, le dio la espalda.
La bruja era demasiado segura de sí misma. Se sabía hermosa pero, sobre todo, sabía cuáles eran los sentimientos de su amante hacia ella. Era así como le manipulaba. Calin haría cualquier cosa que le dijera. ¡Si hasta la protegía con su vida! Ella solo tenía que fingir, fingir que lo amaba con la misma fuerza. Eso era fácil. Llevaba haciéndolo desde hacía tres años. El joven no comprendía que su amor propio era excesivo. Al parecer, solo sus muñecas y marionetas eran dignas de su completa atención. El gato saltó para volver a su lado. No hubo ningún roce por su parte. Algo en el aura de su compañera le decía que debía irse con cuidado. Krina sostuvo con más fuerza su muñeca. El fantasma que había unido a ésta, se encontraba deambulando ahora los callejones más solitarios de Paris en busca de vampiros. Si tenía suerte, daría con uno muy poderoso para forjar una alianza que sirviese a ambos. Conocía a esos seres sobrenaturales, eran tan arrogantes y tan ignorantes. Se creían invencibles. Solo unos cuantos eran capaces de ver cuán favorecedor sería tener a una bruja muy poderosa cuidando su lugar de descanso. Para eso, por supuesto, debía existir una confianza de por medio y, lograrla, era sumamente difícil. Ella no era inmortal, no poseía la fuerza que ellos, pero tenía ciertas habilidades que la hacían especial. Además, existía Calin. Sí. Esa era otra de las razones porque era necesario mantenerlo a su lado. Si las cosas se ponían malas, siempre estaba el fenilo dispuesto a enfrentar a sus adversarios. El gato era solo su forma menos peligrosa. Ella había visto a la pantera emerger de entre sus marcados músculos. Habían yacido juntos. – Vamos. Creo que ha encontrado algo. Había sentido el tirón del fantasma. La sensación de peligro. Irina había sido descuartizada por uno de esos seres, ¿era miedo lo que la estaba aterrorizando? ¡Demonios! Esperaba que sí.
La bruja era demasiado segura de sí misma. Se sabía hermosa pero, sobre todo, sabía cuáles eran los sentimientos de su amante hacia ella. Era así como le manipulaba. Calin haría cualquier cosa que le dijera. ¡Si hasta la protegía con su vida! Ella solo tenía que fingir, fingir que lo amaba con la misma fuerza. Eso era fácil. Llevaba haciéndolo desde hacía tres años. El joven no comprendía que su amor propio era excesivo. Al parecer, solo sus muñecas y marionetas eran dignas de su completa atención. El gato saltó para volver a su lado. No hubo ningún roce por su parte. Algo en el aura de su compañera le decía que debía irse con cuidado. Krina sostuvo con más fuerza su muñeca. El fantasma que había unido a ésta, se encontraba deambulando ahora los callejones más solitarios de Paris en busca de vampiros. Si tenía suerte, daría con uno muy poderoso para forjar una alianza que sirviese a ambos. Conocía a esos seres sobrenaturales, eran tan arrogantes y tan ignorantes. Se creían invencibles. Solo unos cuantos eran capaces de ver cuán favorecedor sería tener a una bruja muy poderosa cuidando su lugar de descanso. Para eso, por supuesto, debía existir una confianza de por medio y, lograrla, era sumamente difícil. Ella no era inmortal, no poseía la fuerza que ellos, pero tenía ciertas habilidades que la hacían especial. Además, existía Calin. Sí. Esa era otra de las razones porque era necesario mantenerlo a su lado. Si las cosas se ponían malas, siempre estaba el fenilo dispuesto a enfrentar a sus adversarios. El gato era solo su forma menos peligrosa. Ella había visto a la pantera emerger de entre sus marcados músculos. Habían yacido juntos. – Vamos. Creo que ha encontrado algo. Había sentido el tirón del fantasma. La sensación de peligro. Irina había sido descuartizada por uno de esos seres, ¿era miedo lo que la estaba aterrorizando? ¡Demonios! Esperaba que sí.
Krina Bălănescu- Hechicero Clase Media
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Brandon Acklang- Humano Clase Baja
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Re: Malice {Privado}
La bruja se detuvo a escasos metros de Irina. Una rápida observación le dijo lo único que importaba. No estaba en presencia de ningún vampiro. El hombre que se había dirigido a ella tan falto de modales, no solo no irradiaba ni una pizca de poder sino que, además, parecía haber visto a un fantasma. No literalmente, ya que eso era evidente. ¿Porqué el espíritu no había simplemente desaparecido? Las almas no necesitaban recurrir a su forma corpórea. Ella no se los permitía aunque, si era honesta consigo misma, tampoco le había advertido que era necesario actuar con cautela. Los sobrenaturales, simplemente preferían ignorar a las almas errantes porque suponían, de forma errónea, que no representaban ningún problema. Estaba tan obsesionada con ponerle fin a su necesidad de encontrar un suplente para la sangre de vampiro que olvidó que los humanos también podían verse afectados. Suspiró, de forma teatral, como si de verdad se encontrase en un terrible dilema. Algunas veces, olvidaba con facilidad que estaba tratando con muertos y que para la mayoría, les iba difícil aceptar que eran simples marionetas. Su madre siempre se lo había dicho, que si quería que las cosas salieran tal cuál deseaba, tenía que ser clara. Calin, aparentemente, se había olvidado de su aversión porque se posicionó a su lado. Sus hermosos orbes ambarinos se clavaron en el extraño mientras su pelaje se erizaba, listo para el ataque. El cambiaformas era más un predador que otra cosa. Desde que pasaba mucho tiempo en su forma animal, era difícil para él, unificarse con su lado humano. – No va a hacerme nada. Murmuró por lo bajo, amenazándolo. – Quien soy, no importa tanto como lo que soy. Agregó, de forma cortante, en voz más alta. Estaba molesta, el doble, porque ese… ese indigente, había provocado que Irina se olvidase de la importancia de su misión.
Un simple movimiento de mano y unas palabras extrañas murmuradas en el viejo idioma, hicieron desaparecer al fantasma. Como ya era costumbre, el espíritu se disolvió como el humo y entró en la muñeca que llevaba aún en la mano. Habían aprendido a hacer ese truco para entretención de los clientes. Desvió la mirada del desconocido y clavó la mirada en una de sus posesiones más preciadas. Krina las amaba. Las cuidaba como había hecho desde que era pequeña y esas que su madre había hecho, guardaban por mucho, un lugar especial en su corazón. La sonrisa que le dirigió al objeto era auténtica. Desafortunadamente, duró poco cuando volvió a levantar el rostro. – ¿Qué le has hecho? Le cuestionó. – Sentí su miedo y era auténtico. Seguramente Irina, no habría tenido temor de él. ¿O sí? Volvió a observarlo. Nunca se era lo suficientemente cauteloso. No. Su aura no tenía nada de especial. No había magia rodeándolo. Era solo un humano. - ¿Había alguien más contigo? Cogió la cadena que cargaba consigo. El medallón se sintió frío en su palma. Era un pentagrama, la misma marca que dejaba en los humanos que le debían su alma. Cualquiera que lo viera, ni siquiera imaginaría el poder que había en su interior. – Calin, ve a investigar, este humano ni siquiera tiene idea de las criaturas que viven entre nosotros. Dijo humano de manera despectiva. Aunque ella igual era una mortal, prefería pensar en sí misma como una poderosa bruja. - ¿Cuál es tu nombre, extraño? Puedes hablar, sé que sí, te he oído antes. Así que tu lengua no se la han comido los ratones. El gato no hizo ningún amago por alejarse. Esa aversión a su compañía estaba volviendo, con creces.
Un simple movimiento de mano y unas palabras extrañas murmuradas en el viejo idioma, hicieron desaparecer al fantasma. Como ya era costumbre, el espíritu se disolvió como el humo y entró en la muñeca que llevaba aún en la mano. Habían aprendido a hacer ese truco para entretención de los clientes. Desvió la mirada del desconocido y clavó la mirada en una de sus posesiones más preciadas. Krina las amaba. Las cuidaba como había hecho desde que era pequeña y esas que su madre había hecho, guardaban por mucho, un lugar especial en su corazón. La sonrisa que le dirigió al objeto era auténtica. Desafortunadamente, duró poco cuando volvió a levantar el rostro. – ¿Qué le has hecho? Le cuestionó. – Sentí su miedo y era auténtico. Seguramente Irina, no habría tenido temor de él. ¿O sí? Volvió a observarlo. Nunca se era lo suficientemente cauteloso. No. Su aura no tenía nada de especial. No había magia rodeándolo. Era solo un humano. - ¿Había alguien más contigo? Cogió la cadena que cargaba consigo. El medallón se sintió frío en su palma. Era un pentagrama, la misma marca que dejaba en los humanos que le debían su alma. Cualquiera que lo viera, ni siquiera imaginaría el poder que había en su interior. – Calin, ve a investigar, este humano ni siquiera tiene idea de las criaturas que viven entre nosotros. Dijo humano de manera despectiva. Aunque ella igual era una mortal, prefería pensar en sí misma como una poderosa bruja. - ¿Cuál es tu nombre, extraño? Puedes hablar, sé que sí, te he oído antes. Así que tu lengua no se la han comido los ratones. El gato no hizo ningún amago por alejarse. Esa aversión a su compañía estaba volviendo, con creces.
Krina Bălănescu- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2013
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Re: Malice {Privado}
Le es inevitable permanecer con el rostro mostrando asombro. En sus cortos años de vida, jamás imaginó que llegaría a toparse con un fantasma, aquello lo relacionaba con historias que tenían que causar terror para poder hacer de dormir a los niños, pero sólo eso. Su sorpresa era tan grande que mil preguntas iban, venían, viajaban y se alojaban en su mente, en su cabeza, y es que aceptar que existían esos seres que no llegaban a “La Luz”, también le hacía cuestionarse si existían los demás. Aquellos que cambian su apariencia física por animal, y algunos que según decían se alimentaban de sangre, eran sanguinarios e inmortales. Debía de procesar demasiadas cosas, encima tenía las ganas de levantar a Raoul para que se asustara con él, ya que sino lo veía con sus propios ojos, su hermano del alma no le creería nada, lo tacharía de loco.
Era muy evidente el notar que Brandon no tenía educación, o al menos, no la que muchas personas con un poco más de monedas se jactaban de tener. No le avergonzaba, porque con todo y la carencia de dinero seguía vivo, sin importar que su porte fuera el correcto o su manera de dirigirse a los demás. El hombre de la sonrisa ausente parpadeó volviendo a la realidad, dejando a un lado sus preguntas estúpidas e incomodas. Sus ojos viajaron desde la mujer de azabache melena hasta el animal que lo observaba a la defensiva. La joven le hablaba a la criatura de cuatro patas. ¿Le entendía acaso? Entonces ¿sus ideas eran correctas? Se estaba comenzando a abrumar de tanta información recolectada.
- ¿Por qué le hablas al animal? - Preguntó con la ceja izquierda arqueada, mostrando que se encontraba analítico, ignoró por completo la pregunta de la fémina, no iba a decir su nombre sin aclarar un poco su remolino de ideas, al menos que lo hicieran hablar o él se calmara; aclaró su garganta, se quejó. Él mismo se estaba haciendo daño hundiendo sus uñas negras por la mugre en sus palmas, el liquido carmín brotó como siempre, escandaloso. Frunció el ceño por saberse tener que lavar más tarde sus prendas con la esperanza de que la mancha no permaneciera. - ¿Es acaso otra criatura extraña? - Pero al animal se erizó y Ketu simplemente echó el cuerpo hacía atrás tropezando de nuevo, aunque está vez no cayendo. Sólo colocó las manos en señal de protección ¡Ja! ¡Cómo si eso sirviera en realidad! - ¿Por qué me dice humano? ¿Usted qué es? ¡Es humana! - Esas últimas palabras las dijo tan fuerte que creyó todo París lo escucharía, no se terminaría de creer tales tonterías. ¡Eran tonterías!
- Bueno, bueno, me comportaré como un hombre - Comentó avergonzado, hasta ese momento se estaba portando como alguien débil. Se avergonzaba de sí mismo ya que de estar su madre no se comportaría como una gallina, sino que sacaría las garras por protegerla. Se aclaró la garganta para poder seguir hablando pero con más tranquilidad, cómo si nada aconteciera - Me llamo Brandon ¿Usted? - Se cruzó de brazos mostrando molestia, que no bajaría la guardia, por más pobre que fuera ella era una mujer, en las calles parisinas dicen que ellas son inferiores, aunque nunca le pareciera aquello correcto, su miedo le estaba jugando una mala pasada, su parte machista salía a relucir sólo intentando salvar su pellejo de lo desconocido.
Era muy evidente el notar que Brandon no tenía educación, o al menos, no la que muchas personas con un poco más de monedas se jactaban de tener. No le avergonzaba, porque con todo y la carencia de dinero seguía vivo, sin importar que su porte fuera el correcto o su manera de dirigirse a los demás. El hombre de la sonrisa ausente parpadeó volviendo a la realidad, dejando a un lado sus preguntas estúpidas e incomodas. Sus ojos viajaron desde la mujer de azabache melena hasta el animal que lo observaba a la defensiva. La joven le hablaba a la criatura de cuatro patas. ¿Le entendía acaso? Entonces ¿sus ideas eran correctas? Se estaba comenzando a abrumar de tanta información recolectada.
- ¿Por qué le hablas al animal? - Preguntó con la ceja izquierda arqueada, mostrando que se encontraba analítico, ignoró por completo la pregunta de la fémina, no iba a decir su nombre sin aclarar un poco su remolino de ideas, al menos que lo hicieran hablar o él se calmara; aclaró su garganta, se quejó. Él mismo se estaba haciendo daño hundiendo sus uñas negras por la mugre en sus palmas, el liquido carmín brotó como siempre, escandaloso. Frunció el ceño por saberse tener que lavar más tarde sus prendas con la esperanza de que la mancha no permaneciera. - ¿Es acaso otra criatura extraña? - Pero al animal se erizó y Ketu simplemente echó el cuerpo hacía atrás tropezando de nuevo, aunque está vez no cayendo. Sólo colocó las manos en señal de protección ¡Ja! ¡Cómo si eso sirviera en realidad! - ¿Por qué me dice humano? ¿Usted qué es? ¡Es humana! - Esas últimas palabras las dijo tan fuerte que creyó todo París lo escucharía, no se terminaría de creer tales tonterías. ¡Eran tonterías!
- Bueno, bueno, me comportaré como un hombre - Comentó avergonzado, hasta ese momento se estaba portando como alguien débil. Se avergonzaba de sí mismo ya que de estar su madre no se comportaría como una gallina, sino que sacaría las garras por protegerla. Se aclaró la garganta para poder seguir hablando pero con más tranquilidad, cómo si nada aconteciera - Me llamo Brandon ¿Usted? - Se cruzó de brazos mostrando molestia, que no bajaría la guardia, por más pobre que fuera ella era una mujer, en las calles parisinas dicen que ellas son inferiores, aunque nunca le pareciera aquello correcto, su miedo le estaba jugando una mala pasada, su parte machista salía a relucir sólo intentando salvar su pellejo de lo desconocido.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Malice {Privado}
Las brujas, eran famosas por sus trueques. Nunca daban algo, sin obtener nada a cambio y Krina, lejos de diferenciarse de ellas, con su obsesión por las almas había llevado a un completo y nuevo nivel dichos intercambios. En cuanto su capacidad para percibir las auras de los demás actuaba, se sentía como aquélla niña que había codiciado a Nix, la primera muñeca embrujada que su madre le había obsequiado como regalo de cumpleaños. Ninguna aura era exactamente igual, incluso entre las razas. Con una infancia dedicada a simplemente observar, nadie le ganaba, no cuando se trataba de elegir las almas. ¿Podía el humano ante ella, serle útil cuando la vida se le extinguiera? Le dedicó otra evaluadora mirada. Esta vez, casi logró esbozar una amable sonrisa. No era fácil. Le molestaba que hiciera tantas preguntas y no respondiese a las suyas. ¡Por supuesto! Tenía que recordar que trataba con uno de los sin techo y ellos, no tenían ni la mínima educación que Doina le había inculcado. Si bien ella no pertenecía a la clase pudiente, había tratado lo suficiente con ellos como para aprender sobre su preceder. Algo que, al extraño, evidentemente no le importaba hacer. Calin siseó ante su comentario y se paseó entre ellos. ¡¿No la iba a obedecer?! Molesta, sin saber si la creciente y burbujeante ira iba dirigida hacia el cambiaformas o al humano, soltó el colgante, que no tardó en hacer contacto – una vez más – con su piel. – No creo que estés haciendo puntos, humano. No deberías llamarlo “criatura extraña”. En cualquier momento salta sobre ti y te convierte en su alimento. No mentía, no mucho, al menos. Su amante estaba últimamente tenso y ella el doble que él. Cuando había aceptado llevar lo profesional a otro rubro, nunca creyó que terminaría atada.
De pronto, como una maniática, soltó un chasquido, seguido de una ofensiva carcajada. – Tú y yo, querido, afortunadamente no somos iguales. No hay nada de magia en ti, buena o mala. A estas alturas, ni siquiera estoy segura que tu sangre llame la atención de un vampiro. Como si tuviese todo el derecho sobre el hombre, se acercó hasta él tanto como el gato negro le permitió. Su mano se hizo rápidamente con el mentón de Brandon. Lo giró a un lado, luego a otro. No había ninguna señal de que había sido el aperitivo de los seres que buscaba. Sus uñas dejaron marcas de media luna cuando finalmente le soltó. - ¿Cómo has sobrevivido todo este tiempo? Horrorizada. Así es como se sentía la bruja. Los cambios de humor, era el pan de cada día de ella para con los que le rodeaban. – No. No me lo digas. Se quedó pensativa, ausente, como si de pronto le asaltase alguna premonición. Algo que no sucedió. - No quiero escuchar tu historia. Seguro sería aburrido. Para Krina, todo lo que no protagonizara ella, caía en esa categoría. En ese momento, Calin dejó de obstruirle el paso. ¡Le exasperó! ¿Ahora aceptaba que Brandon no era ninguna amenaza? – Vives tras un caparazón, mientras que mi mundo, se ve plagado de criaturas que apenas llegarías a imaginar. – Sigamos buscando. La noche aún los ampara. ¿No querías encontrar un nuevo donante? La voz ronca, provenía de la oscuridad. Su compañero se había escabullido para tomar su forma humana. ¿Tantas molestias para terminar con ese improvisado encuentro? La bruja hizo lo que haría en cualquier otra situación, ignoró aquélla voz. – Me llaman Krina, el Ojo Que Todo Lo Ve. El gato apareció unos minutos después, como había supuesto, él no podía evitarlo. – Pero esa información te costará caro. Los míos, no damos nada gratis. Jamás. Ya has aprendido mucho sobre nosotros. El conocimiento es poder y no comparto el mío a la ligera. A cualquiera podría parecerle injusto ese intercambio de palabras, pero no a ella, quien sacaba ventaja de toda situación en que se encontrara.
De pronto, como una maniática, soltó un chasquido, seguido de una ofensiva carcajada. – Tú y yo, querido, afortunadamente no somos iguales. No hay nada de magia en ti, buena o mala. A estas alturas, ni siquiera estoy segura que tu sangre llame la atención de un vampiro. Como si tuviese todo el derecho sobre el hombre, se acercó hasta él tanto como el gato negro le permitió. Su mano se hizo rápidamente con el mentón de Brandon. Lo giró a un lado, luego a otro. No había ninguna señal de que había sido el aperitivo de los seres que buscaba. Sus uñas dejaron marcas de media luna cuando finalmente le soltó. - ¿Cómo has sobrevivido todo este tiempo? Horrorizada. Así es como se sentía la bruja. Los cambios de humor, era el pan de cada día de ella para con los que le rodeaban. – No. No me lo digas. Se quedó pensativa, ausente, como si de pronto le asaltase alguna premonición. Algo que no sucedió. - No quiero escuchar tu historia. Seguro sería aburrido. Para Krina, todo lo que no protagonizara ella, caía en esa categoría. En ese momento, Calin dejó de obstruirle el paso. ¡Le exasperó! ¿Ahora aceptaba que Brandon no era ninguna amenaza? – Vives tras un caparazón, mientras que mi mundo, se ve plagado de criaturas que apenas llegarías a imaginar. – Sigamos buscando. La noche aún los ampara. ¿No querías encontrar un nuevo donante? La voz ronca, provenía de la oscuridad. Su compañero se había escabullido para tomar su forma humana. ¿Tantas molestias para terminar con ese improvisado encuentro? La bruja hizo lo que haría en cualquier otra situación, ignoró aquélla voz. – Me llaman Krina, el Ojo Que Todo Lo Ve. El gato apareció unos minutos después, como había supuesto, él no podía evitarlo. – Pero esa información te costará caro. Los míos, no damos nada gratis. Jamás. Ya has aprendido mucho sobre nosotros. El conocimiento es poder y no comparto el mío a la ligera. A cualquiera podría parecerle injusto ese intercambio de palabras, pero no a ella, quien sacaba ventaja de toda situación en que se encontrara.
Krina Bălănescu- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2013
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Re: Malice {Privado}
Muchas preguntas seguían dando vueltas constantes en su cabeza. La mayoría de las veces sus pensamientos se resumían a la supervivencia, a poder encontrar algo que comer, al saber que a la mañana siguiente todos los de la pandilla seguirían con vida. Si se ponía a pensar con detalle había sido un descuidado al no observar a su alrededor. ¡La curiosidad era de las mujeres! O quizás no. La curiosidad iba de la mano con todos, más incluso de aquellos que apenas tienen algo en el estomago, y que alucinan buscando poder llenar algunos otros espacios en el mismo para seguir con vida; gran cantidad de señales se le habían presentado, todas ellas indicando que si, aquellos de los que ella habla, o que incluso ella misma es existen. En una ocasión incluso se topó con una mujer que huía de la noche, pero tomando en cuenta su poco conocimiento del mundo, creyó que sólo eran ladrones quien la seguían. ¡Le había advertido de las criaturas de la noche!
¿Para qué mentir? Ni siquiera se ha movido un centímetro desde que vio emerger a la jovencita de entre las sombras. Se encuentra paralizado, aunque la fémina frente a él resulte ser excesivamente bella ante sus ojos, lo cierto es que sabe hay algo malo en ella, nunca a subestimado a las mujeres, de hecho desde siempre, gracias a su madre, la negra, aquella mujer que la adoptó sólo al encontrarlo en medio de la nada, supo que debía tenerles respeto, tolerancia e incluso un poco de miedo por sus reacciones. Si le sumabas la forma en la que ella hablaba, la malicia de su mirada. Bueno, no hay que ser tan listo para saber que se deben tomar muchas reservas.
- Lamentablemente o afortunadamente, dependiendo del enfoque – Ni siquiera entiende como su voz sale firme. Es sorpresivo incluso para él, pero lo disimula para seguir hablando. Su cuerpo no lo traiciona, de esa manera se puede sentir a salvo, porque de mostrar debilidad de nuevo podrían pisotearlo – Yo no tengo dinero, ni nada que se le parezca para ofrecerte, ni siquiera mi sangre, que hace poco he enfermado – No mentía, incluso estuvo a punto de perder la vida, todo por culpa de alimentos casi echados a perder, o quien sabe que otras cosas le pudieron provocar aquello. Una noche incluso tosió sangre, aquello lo atribuyó a que en su estomago no había otra cosa para devolver, incluso la bilis se había ido dos sesiones de vomito antes.
Tragó saliva fuerte observando ahora al hombre, sin embargo sus ojos no se quedaban quietos, viajaban, iban del rostro femenino al masculino. Y así un buen rato hasta que por fin dejó salir todo el aire caliente que se había estado guardado. Se podría decir que de no respirar ya se estaba volviendo morado.
- Veamos, tu me estás diciendo de criaturas como vampiros, él era un animal y ahora es un humano, yo soy humano, tu no lo eres pero pareces una – Demasiado debía de procesar – Entonces ¿eres una diosa? – Fue lo primero que se le vino a la mente, los dioses tenían magia ¿no? O esas habilidades que según él le habían contado que poseían, por algo eran dioses y no humanos. – No sé, ¿cómo te pago? – A Brandon le había gustado mucho salir de esa gran ignorancia en la que vivía, de igual forma no es que fuera ahora el más culto, pero saber de aquellas criaturas le ayudaban para estar más alerta, no sólo debía cuidarse de la falta de alimento, no, sino de aquellos que podrían verlo, ver a su pandilla como tal cosa.
¿Para qué mentir? Ni siquiera se ha movido un centímetro desde que vio emerger a la jovencita de entre las sombras. Se encuentra paralizado, aunque la fémina frente a él resulte ser excesivamente bella ante sus ojos, lo cierto es que sabe hay algo malo en ella, nunca a subestimado a las mujeres, de hecho desde siempre, gracias a su madre, la negra, aquella mujer que la adoptó sólo al encontrarlo en medio de la nada, supo que debía tenerles respeto, tolerancia e incluso un poco de miedo por sus reacciones. Si le sumabas la forma en la que ella hablaba, la malicia de su mirada. Bueno, no hay que ser tan listo para saber que se deben tomar muchas reservas.
- Lamentablemente o afortunadamente, dependiendo del enfoque – Ni siquiera entiende como su voz sale firme. Es sorpresivo incluso para él, pero lo disimula para seguir hablando. Su cuerpo no lo traiciona, de esa manera se puede sentir a salvo, porque de mostrar debilidad de nuevo podrían pisotearlo – Yo no tengo dinero, ni nada que se le parezca para ofrecerte, ni siquiera mi sangre, que hace poco he enfermado – No mentía, incluso estuvo a punto de perder la vida, todo por culpa de alimentos casi echados a perder, o quien sabe que otras cosas le pudieron provocar aquello. Una noche incluso tosió sangre, aquello lo atribuyó a que en su estomago no había otra cosa para devolver, incluso la bilis se había ido dos sesiones de vomito antes.
Tragó saliva fuerte observando ahora al hombre, sin embargo sus ojos no se quedaban quietos, viajaban, iban del rostro femenino al masculino. Y así un buen rato hasta que por fin dejó salir todo el aire caliente que se había estado guardado. Se podría decir que de no respirar ya se estaba volviendo morado.
- Veamos, tu me estás diciendo de criaturas como vampiros, él era un animal y ahora es un humano, yo soy humano, tu no lo eres pero pareces una – Demasiado debía de procesar – Entonces ¿eres una diosa? – Fue lo primero que se le vino a la mente, los dioses tenían magia ¿no? O esas habilidades que según él le habían contado que poseían, por algo eran dioses y no humanos. – No sé, ¿cómo te pago? – A Brandon le había gustado mucho salir de esa gran ignorancia en la que vivía, de igual forma no es que fuera ahora el más culto, pero saber de aquellas criaturas le ayudaban para estar más alerta, no sólo debía cuidarse de la falta de alimento, no, sino de aquellos que podrían verlo, ver a su pandilla como tal cosa.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Malice {Privado}
A Krina le gustó, en demasía, ser puesta a la altura de una Diosa. Aquello fue evidente por la sonrisa descarada y excesivamente coqueta que, lentamente, estiró sus comisuras. No es que tal adulación le hiciese olvidar que estaba en compañía de un humano sin clase. Al contrario, era precisamente por ello, que se sentía tan complacida. Que un ser como Brandon, ignorante de su mundo, viese cuán grandiosa era; ¡decía mucho de ella! Si la muñeca, poseída por el fantasma de su madre, se encontrara cerca; diría a la primera oportunidad que la bruja tenía más de Arpía que de otra cosa. Comparación que, lejos de molestarle, le complacía en determinadas ocasiones. – Sí, humano. Su tono, aún podía escucharse despectivo; pero ahora no estaba siendo conducida por los mismos motivos. Había pasado a sentir indiferencia, a un ligero interés, por el hombre que se encontraba ante ella. Era atractivo, del mismo modo en que lo era Calin. Tal vez, un tanto más. ¿Estaba siendo justa? ¿O era que simplemente su relación con el cambiaformas se había puesto turbia? La bruja, sentía cariño por su mascota. Tras varios años en compañía del felino, era imposible no pensar en él de otra forma. Sea como sea, lo que si sabía que amaba, eran sus manos y la creatividad que lo asaltaba cuando trabajaba la madera. – Para ti, para los tuyos, poseo el poder equivalente al de una Diosa. Hablaba con los muertos, percibía el futuro y, tenía la habilidad para mantener a los fantasmas en ese plano. – ¿Puedes ahora comprender porqué debes de sentirte tan afortunado de que cruce palabras contigo? Estaba en una misión, misma que por tu culpa, se ha visto interrumpida. Lo pasó de largo. Calin ronroneó, aparentemente satisfecho de haberla hecho entrar en razón. O al menos, así fue hasta que le pidió a Brandon que caminase consigo. - ¿Conoces muy bien estos lares, cierto? Hace poco que he llegado a París y aún no me familiarizo con las calles. Si deseo encontrar a quien no quiere ser encontrado, ¿por dónde debería buscar?
Aún no se le había olvidado responder a cómo sería su pago. Por supuesto, Krina no quería su dinero y mucho menos su sangre. La que necesitaba, y con urgencia, era la de un vampiro. Entre más viejo, más poderoso y más beneficioso. - ¿Quieres trabajar para mí, Brandon? El que usara su nombre, era solo el primer indicio de que empezaba a echar mano de la manipulación. ¡Era una experta en ello! – Llevo solo unas semanas en París y aún no he encontrado a quien me muestre ciertos lugares. Un ser de tu condición, podría serme útil. Después de todo, hay ciertas ventajas en ser un don nadie. Y así como la fémina podría actuar con amabilidad un instante, ésta poco tardaba en fragmentarse. No medía sus palabras. No sentía la necesidad de hacerlo. A quien no le gustara, siempre podía tratar con las maldiciones que en su furia, podría lanzar. Desde pequeña, había sido rencorosa y envidiosa. Tanto así, que se empeñó en pulir sus habilidades con la magia, siempre queriendo ser más poderosa que su madre. Y lo logró. Irradiaba un aura tan fuerte. Oscura, venenosa, corrosiva. – A cambio, no solo obtendrás unas buenas monedas; sino te ayudaré a quitarte esa venda de los ojos. Un día, el conocimiento te salvará la vida. A ti o a los tuyos. Agregó, aunque dudaba que el humano tuviese a alguien importante para proteger. ¡Si ni siquiera tenía donde caerse muerto! Sería un estúpido si negaba su apoyo. Krina no poseía las riquezas para ser considerada una más de la clase alta; pero no era por falta. Escalar en la sociedad, nunca había sido su prioridad. – Además, aún me tienes que pagar. Y su alma, era lo que se jugaba. – Esta es la mejor oportunidad que tendrás. Justo en ese momento, un fantasma apareció en medio del callejón. El hombre no reparó en ellos. Parecía perdido, como si desconociese su condición de muerto. Presumida, lo llamó para que se acercara. En ese momento, algo de lucidez llegó a los orbes del espíritu. – Brandon. Dijo éste. - ¿De modo que ustedes se conocen? Cuestionó la bruja, casi en un bostezo. Importándole muy poco, la palidez en el rostro del humano.
Aún no se le había olvidado responder a cómo sería su pago. Por supuesto, Krina no quería su dinero y mucho menos su sangre. La que necesitaba, y con urgencia, era la de un vampiro. Entre más viejo, más poderoso y más beneficioso. - ¿Quieres trabajar para mí, Brandon? El que usara su nombre, era solo el primer indicio de que empezaba a echar mano de la manipulación. ¡Era una experta en ello! – Llevo solo unas semanas en París y aún no he encontrado a quien me muestre ciertos lugares. Un ser de tu condición, podría serme útil. Después de todo, hay ciertas ventajas en ser un don nadie. Y así como la fémina podría actuar con amabilidad un instante, ésta poco tardaba en fragmentarse. No medía sus palabras. No sentía la necesidad de hacerlo. A quien no le gustara, siempre podía tratar con las maldiciones que en su furia, podría lanzar. Desde pequeña, había sido rencorosa y envidiosa. Tanto así, que se empeñó en pulir sus habilidades con la magia, siempre queriendo ser más poderosa que su madre. Y lo logró. Irradiaba un aura tan fuerte. Oscura, venenosa, corrosiva. – A cambio, no solo obtendrás unas buenas monedas; sino te ayudaré a quitarte esa venda de los ojos. Un día, el conocimiento te salvará la vida. A ti o a los tuyos. Agregó, aunque dudaba que el humano tuviese a alguien importante para proteger. ¡Si ni siquiera tenía donde caerse muerto! Sería un estúpido si negaba su apoyo. Krina no poseía las riquezas para ser considerada una más de la clase alta; pero no era por falta. Escalar en la sociedad, nunca había sido su prioridad. – Además, aún me tienes que pagar. Y su alma, era lo que se jugaba. – Esta es la mejor oportunidad que tendrás. Justo en ese momento, un fantasma apareció en medio del callejón. El hombre no reparó en ellos. Parecía perdido, como si desconociese su condición de muerto. Presumida, lo llamó para que se acercara. En ese momento, algo de lucidez llegó a los orbes del espíritu. – Brandon. Dijo éste. - ¿De modo que ustedes se conocen? Cuestionó la bruja, casi en un bostezo. Importándole muy poco, la palidez en el rostro del humano.
Krina Bălănescu- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2013
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Re: Malice {Privado}
Por un momento creyó que estaría muerto en un abrir y cerrar de ojos. Nadie podría engañarlo, aunque esa mujer parecía una hermosa muñeca inofensiva, lo cierto es que con sólo sentir su mirada encima, la cosa resultaba escalofriante. Bastaba con ver cómo incluso se movía su cabello para entender que se trataba de alguien de cuidado. El muerto de hambre no era tonto, sabía que un paso en falso y rompería el hilo que lo mantenía vivo, pero para su buena suerte la cosa se tornó a su favor. Al menos veinticuatro horas más podría sobrevivir. Regresar a su callejón, y dar las indicaciones pertinentes a su pandilla para que siguieran su vida sin él. Incluso al borde de la muerte se preocupara por los suyos, porque aunque la vida de las personas en la calle resultaba estar contada, lo cierto es que él aprendió a alargarla y a desafiar a la muerte por aquellos que se volvieron su familia. ¿Qué de malo tendría preocuparse por ellos incluso en ese momento en vez de pensar sólo en él?
- Si, conozco cada rincón – Asintió con rapidez, también con brusquedad. – Incluso conozco las tuberías – De aquello no se sentía muy orgulloso, sin embargo después de vivir en las calles, y de ser culpado de todo lo malo ocurrido, según los policías, la cosa se volvía tan peligrosa que la mejor forma de escapar era de esa manera. Aunque claro, terminando por apestar todo, y correr el riesgo de enfermarse y morir. – Primero debe de saber de quien o de que se esconde la persona, ya después de saber eso es más fácil encontrarla – Se encogió de hombros empezando a caminar con la mujer, aunque no dejaba de ver de reojo a su acompañante, le daba la impresión de querer arrancarle la cabeza, y le gustaba como la tenía pegada sobre sus hombros. – Si puede decirme eso, yo podría ayudarla a encontrar lo que quiera – Aseguró, aunque parte de sus intensiones también era pasar más tiempo con la bruja, aquel aire mágico lo hacía sentir atraído, curioso. Sobretodo lo último, porque el hambre de aprender de la vida siempre lo llevaría consigo mismo.
- Podría trabajar para usted, aunque sólo por las noches, y ciertas horas del día – Se confesó un poco apenado, no es que estuviera dando condiciones a las cosas, lo que pasaba es que tenía poco que había sido contratado por una mujer a la que le hacía el jardín de su casa, también conoció a una jovencita pelirroja que le había ofrecido su mano, su única amiga en realidad. Samantha le enseñaría de modales y etiqueta, esas situaciones, esos ingresos y conocimientos no los podía perder. – Yo le enseñaría cada detalle, incluso puedo hacerle mapas de algunas zonas – Ahí era dónde su don, su arte podría salir a la luz. Brandon dibujaba con carbón, sin embargo su escases de dinero no le daba para poder comprarse el material y enseñar de sus habilidades al mundo. Todo lo que hacía a veces sólo quedaba un rato en las calles parisinas, después se borraba.
Brandon se quedó sorprendido ante la nueva presencia. Se le erizó la piel y por poco grita, sin embargo se comportó, ante la pregunta de la joven solamente se encogió de hombros. ¿Lo conocía?
- Ya ni siquiera sé que conozco – Dijo con honestidad, a veces cuando él joven moría de hambre resultaba que alucinaba cosas, a esas alturas, con tantas cosas que estaba viendo últimamente, lo cierto es que ya no sabía si de verdad eran alucinaciones o algo real. - ¿Cómo sabe usted de estás cosas, mi señora? – Preguntó de nuevo inquieto por querer avanzar y dejar atrás su ignorancia. – Claro, si me quiere decir, yo puedo esperar hasta que me diga sea el momento oportuno para que conteste mis preguntas – Bajó un poco la mirada, en señal de sumisión, resultaba que Samantha le había enseñado que algunas personas de clase alta gustaban de tener muchísimo dominio en aquellos que creían inferiores. Si sus clases estaban siendo bien aprovechadas debía comenzar a ponerlos en practica.
- Si, conozco cada rincón – Asintió con rapidez, también con brusquedad. – Incluso conozco las tuberías – De aquello no se sentía muy orgulloso, sin embargo después de vivir en las calles, y de ser culpado de todo lo malo ocurrido, según los policías, la cosa se volvía tan peligrosa que la mejor forma de escapar era de esa manera. Aunque claro, terminando por apestar todo, y correr el riesgo de enfermarse y morir. – Primero debe de saber de quien o de que se esconde la persona, ya después de saber eso es más fácil encontrarla – Se encogió de hombros empezando a caminar con la mujer, aunque no dejaba de ver de reojo a su acompañante, le daba la impresión de querer arrancarle la cabeza, y le gustaba como la tenía pegada sobre sus hombros. – Si puede decirme eso, yo podría ayudarla a encontrar lo que quiera – Aseguró, aunque parte de sus intensiones también era pasar más tiempo con la bruja, aquel aire mágico lo hacía sentir atraído, curioso. Sobretodo lo último, porque el hambre de aprender de la vida siempre lo llevaría consigo mismo.
- Podría trabajar para usted, aunque sólo por las noches, y ciertas horas del día – Se confesó un poco apenado, no es que estuviera dando condiciones a las cosas, lo que pasaba es que tenía poco que había sido contratado por una mujer a la que le hacía el jardín de su casa, también conoció a una jovencita pelirroja que le había ofrecido su mano, su única amiga en realidad. Samantha le enseñaría de modales y etiqueta, esas situaciones, esos ingresos y conocimientos no los podía perder. – Yo le enseñaría cada detalle, incluso puedo hacerle mapas de algunas zonas – Ahí era dónde su don, su arte podría salir a la luz. Brandon dibujaba con carbón, sin embargo su escases de dinero no le daba para poder comprarse el material y enseñar de sus habilidades al mundo. Todo lo que hacía a veces sólo quedaba un rato en las calles parisinas, después se borraba.
Brandon se quedó sorprendido ante la nueva presencia. Se le erizó la piel y por poco grita, sin embargo se comportó, ante la pregunta de la joven solamente se encogió de hombros. ¿Lo conocía?
- Ya ni siquiera sé que conozco – Dijo con honestidad, a veces cuando él joven moría de hambre resultaba que alucinaba cosas, a esas alturas, con tantas cosas que estaba viendo últimamente, lo cierto es que ya no sabía si de verdad eran alucinaciones o algo real. - ¿Cómo sabe usted de estás cosas, mi señora? – Preguntó de nuevo inquieto por querer avanzar y dejar atrás su ignorancia. – Claro, si me quiere decir, yo puedo esperar hasta que me diga sea el momento oportuno para que conteste mis preguntas – Bajó un poco la mirada, en señal de sumisión, resultaba que Samantha le había enseñado que algunas personas de clase alta gustaban de tener muchísimo dominio en aquellos que creían inferiores. Si sus clases estaban siendo bien aprovechadas debía comenzar a ponerlos en practica.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 07/03/2013
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