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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aguste Kleiber Bachmann Vie Oct 18, 2013 6:58 pm

—Amo, ya es tiempo de levantarse—  fueron las primeras palabras de mi tutor para iniciar un nuevo día en París. Siendo honesto, no fue su voz lo que me despertó, lo que lo logró fue su acto imprudente de abrir las cortinas de mi habitación sin mi autorización, dejando entrar la luz del sol directo a mis ojos que, sin ánimo alguno deseaban abrirse.

—Basta Heller, no es necesario que hagas eso— refunfuñé para acomodarme y recibir la bandeja con el desayuno. Sin embargo, él no mostró ningún indicio de retractarse del acto que había cometido pues sabía que, producto de haberme criado desde pequeño, serían las palabras que daría por respuesta.

—Para hoy le he preparado Earl Grey acompañado por un campagne y una tarta de frutilla. Una vez que termine, estará el carruaje esperándolo para gestionar unos inconvenientes que se han producido en las haciendas de Bélgica— Terminó indicando cuando se sentó junto a mí viendo como me alimentaba.

—Me acompañará, ¿verdad?— Le mencioné algo ingenuo,  mientras me bebía un poco del té.

—Lo lamento amo, pero deberá ir solo, yo debo encargarme de los demás preparativos para cubrirlo en su ausencia— Sentenció para acariciar mis cabellos como cuando era niño.

—“Solo” ¿eh? Bueno siempre ha sido así, ¿no?— Bromeé  bajando la mirada.

— Ha sido su decisión permanecer solo mi amo—  Acabó diciendo para luego levantarse y dirigirse a la puerta —Lo esperaré abajo en cuanto termine el desayuno señor—  Terminó para que luego de que, una vez que yo hiciese una señal de aprobación se retirase de la habitación.

La soledad mía era como una muralla que había construido por protección. El tema era de qué me servía la soledad si nunca supe contra qué o quién me estaba protegiendo. Es más, la soledad como acompañante era la que más daño me causaba, pero había aprendido a convivir con ella e incluso a quererla.

Sin pensar más en el asunto me incorporé para tomar la vestimenta escogida por mi tutor y me alisté rápidamente para comprobar por la ventana que ya estaba mi carruaje esperando por mí.

—Demoraré alrededor de unas 6 horas Heller, mantén todo como corresponde hasta que regrese ¿Está claro?— Le dije mirando de reojo cómo hacía una reverencia ante mi orden.

Así me alejé de casa una vez más en dirección al norte, al límite fronterizo para llegar a los Países Bajos con un manto blanco que cubría hectáreas completas. Llanuras rodeadas por nieve y algunas mesetas hacia los costados también cubiertas producto del crudo invierno que vivíamos.

Al llegar, hablé con el jefe a cargo de la zona y me explicó la problemática. Todo era producto del mismo impacto que el invierno había causado producto de las heladas, lo que se tradujo en una pérdida considerable de las cosechas.

—Es natural en esta época del año. Con las cosechas del período anterior reduciremos las pérdidas. Hagan todo lo que puedan y yo me encargaré del resto— Le contesté cuando terminó su intervención.

— Y por esto tuve que viajar hasta acá. En fin no quedará más remedio que reducir los salarios y comunicarme con los asociados a la industria Pensaba a tiempo de que regresaba al carruaje y contemplar cómo caía la nieve.

El viaje de regreso iniciaba a un ritmo acelerado dado que lo único que deseaba era contemplar el anochecer desde París.

—Amo, no esperaba que regresara tan pronto— me dijo alegremente pero con tono respetuoso al salir al recibirme fuera de la mansión, realizó en reverencia y me acompañó un paso atrás de mí.

—Es imperioso comunicarme con Monsieur Leblanc, hace los preparativos para una reunión esta noche en la mansión, todo debe salir perfecto. Heller es una orden—   Indiqué observándolo displicentemente.

—Sí, mi amo—   Respondió ante el tono impositivo de mi voz.

Las horas pasaban y permanecí en mi cuarto mientras Heller realizaba mi mandato. Sin embargo durante la tarde por algún motivo sólo deseaba encerrarme a leer un momento, estudiar unos textos o simplemente dormir, en fin, cualquier cosa que me saque de este mundo aunque sea unas horas más previo a la hora de finalizar el día.

— Heller, he reflexionado un poco más sobre el asunto y ahora más puedo decirte esto de una manera más calmada. Será mejor que vayas a la mansión Le Blanc y le entregues esto personalmente —   Indiqué haciendo entrega de un sobre —    Tendrás que hacerlo antes de que la hora de llegada sea imprudente por lo que te recomiendo partir ahora—   Sentencié sentándome en mi escritorio.

— Sí mi amo—  Me dijo sin cuestionar palabra alguna y partió rumbo al norte.

Ya la noche avecinaba y, finalmente tuve la oportunidad de salir a despejar mi mente unos instantes, yendo en dirección al lago que tanto me gustaba. La brisa pasando por entre las ramas y las hojas me dio la sensación de estar completamente solo. Cambié mi apariencia humana tornándose en un lobo apreciando como mis prendas recaían a mi alrededor. Bebí un poco de agua del lago y después me acosté junto al mismo, para luego contemplar la hermosa noche que me acompañaba.

— No hay mejor compañía que la soledad, después de todo es la única que no te abandona— Pensé a tiempo de que me olvidaba de todo lo que aconteciera junto a mí.

Sin embargo la paz de la cual gozaba no duró mucho tiempo producto que una flecha se clavó repentinamente en mi pata izquierda. Intenté incorporarme pero no pude, dicha flecha me inmovilizó por completo.

— He-lle—   Dije de manera entrecortada y casi instintiva, mientras mis ojos se cerraban y la oscuridad de una sombra frente a mí logré percibir antes de perder el conocimiento.
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Mensaje por Vane Kramm Sáb Oct 19, 2013 2:23 pm

—Mi señora, como dice vuestra madre debéis casaros con quien crea más conveniente para usted. — La estridente voz de mi dama desveló mi sueño recordándome el enfado de la anterior noche con mi familia por venderme a un desconocido. Gruñí en respuesta, mordiéndome la lengua para no contestarle. No acostumbraba a encontrarme de mal humor, no obstante como todo en esta vida, cualquier cosa podía cambiar. Y ante la noticia de que más pronto que tarde conocería a quien sería mi esposo, mi mal genio se intensificó notablemente.

—Dejadme dormir un rato más. — Contesté sin entrar a su juego. Bien me conocía, como para saber que si entraba en su juego, conseguiría despertarme, como si un cubo de agua helada me hubieran aventado en la cara.

— ¿Dormir? —Fruncí el ceño ante su molesta sonrisilla, oyendo como sus pasos se dirigían a la ventana y lentamente abrían las cortinas de mi habitación. —Son más de media tarde mi señora. Debéis de encontraros muy mal para dormir tan tarde. — Contestó ella terminando de dejar entrar el poco sol de la tarde que quedaba por el grande ventanal.

La luz era molesta. Le di la espalda a la ventana y pensé en lo que ella me decía. ¿Media tarde? Fruncí el ceño pensativa. Recordaba la gran discusión con mis padres, terminando por rebelarme contra sus deseos y encerrarme en la habitación. Tras aquello me hundí en la cama, con lágrimas en los ojos, mientras mi cabeza la daba vueltas a como librarme de aquel matrimonio. No deseaba ser apartada de todos mis sueños y aspiraciones, solo para ser una excelente ama de casa. Tras mis pensamientos…¡Ah, sí! Ya recuerdo. Después de asegurarme que todos dormían, me escaqueé como siempre por la ventana y acudí a mi recorrido de siempre, ayudando a toda alma viviente que necesitara mi ayuda. Y fue ayer mismo cuando me encontré con dos cachorros de lobo, y la madre muerta por la bala de un cazador. Últimamente muchos cazadores de bestias acosaban a los verdaderos lobos de las montañas y los mataban. Ya no era el primer caso de lobo común que encontraba muerto. Ante los recuerdos, gruñí, lo que hizo que mi dama riera ligeramente.

—Mi señora vuestro marido huiría de oíros amanecer con ese dulce carácter —
Bromeó, removiendo las brasas del fuego.

—Esa seria demasiada suerte para mí —
Repuse abriendo finalmente los ojos, incorporándome de la cama —Si solo fuera la mitad de malcarado y orgulloso que mi padre, os juro que sería yo quien huiría de su alcance.

No me hacia aún a la idea. Comprometida. En mis adentros gruñí, sintiendo repulsión hacia aquella palabra. Quedar en un segundo lugar, ser no más que una mascota dócil y adorable de la que alardear y tener hijos, muchos hijos. De pequeña aquel había sido mi sueño, tener una familia, que me amaran y tener adorables hijos pequeños corriendo por doquier. Rodeada de amor y ternura, como mis padres. Pero al crecer, todos los cuentos habían sido rotos, en cuando me di cuenta de lo que realmente se esperaba de mí. El caso de mi padre había sido una excepción inesperada, pero hasta mi padre, iba a ser comprometido contra los deseos de la joven. Por suerte conoció a mi madre y ella cayó irremediablemente ante él.

—No digáis eso. Vuestro padre os ama con locura, como vuestra madre. No os desearían ningún mal. Solo desean lo mejor…—


— Lo mejor… ¿Para quién? Para mí o para seguir con la tradición familiar? — Le interrumpí negando con la cabeza, levantándome de la cama. — ¿Están mis padres en casa? —Le pregunté directamente. Ella mirándome negó con la cabeza y se acercó para dejarme el vestido.

—Entonces no necesitaré hoy de ti. Me iré a dar una vuelta, volveré tarde. Tengo que despejar mi mente y correr libremente, mientras todavía pueda. —No esperé a ver su cara, le di la espalda y empecé a desquitarme la ropa de dormir para vestirme con un vestido sencillo, con el que pasar desapercibida por las calles de Paris. Hoy planeaba hacer una redada. Iba a salvar algún lobo costase lo que costase, y después iría a ver a mis lobeznos, que debían de andar hambrientos. Sonreí al pensar en ellos. En mi refugio secreto, cada vez éramos más. Ya éramos los dos lobeznos y tres perros, más un loro que venía a veces a visitarnos.

Aquella era mi gran familia. O al menos donde de verdad me consideraba amada por ser como y quien era. Sin tener en cuenta ni el origen, ni el deber.



[…]



Libre, al fin. Tras vestirme y pasar por la cocina a tomar algo rápido, ante las insistencias de mi dama, finalmente me pude librar de ella y de su mirada reprobatoria. Si, era cierto. Huía de mi destino. Por primera vez deseaba huir y alejarme de todo y todos, porque la verdad era que mi familia lo era todo para mí. Y me dolía decepcionarles, todo y que ellos me hubieran decepcionado a mí primero. Al salir el aire jugó con mis cabellos, sonsacando alegre sonrisas de mis labios. Mi instinto me exigía transformarme y poder sentir el suelo contra mis suaves patas, poder ver el mundo desde mis caninos ojos. Pero hoy no era el día para ello. Mis pies me llevaban hacia el bosque, donde esperaba poder rastrear o encontrarme con los cazadores y seguirlos. Liberando todos los animales que cayeran ante ellos.

Dejé las calles de París y me adentré en el bosque, llegando donde había encontrado los lobeznos, muy cerca de un riachuelo. Lugar donde se reunían la mayoría de animales del bosque, dato que conocían los cazadores a la perfección. Me moví sigilosa entre los árboles, buscando y esperando alguna señal. La luz solar fue menguando, hasta que llegó la noche, oscureciéndose el bosque. Aún unos pequeños rayos de luz salían de entre los árboles, cuando finalmente le avisté. Demasiado tarde por eso, que tras oír el disparo de uno de sus dardos, oí el ruido de un cuerpo caerse al suelo. Alertada, temiendo que fuera un veneno potente, me acerqué a las espaldas del cazador, quien concentrado en la presa no se dio cuenta ni de mi presencia.

Fue muy sencillo hacerle caer, inconsciente al suelo. Conocía bien los puntos que apretar en el cuello, para que el sujeto cayera inconsciente un buen rato. Tiempo que me alcanzaría con huir, llevándome al lobo herido a mi refugio. Dejando el hombre en el suelo, rápidamente me fui hacia la orilla del rio donde un cuerpo de un lobo me esperaba. “Maldición”, susurré. Aquella victima si había sido un cambiaformas, le sentía el aura. Algo ms tranquila, sabiendo que al ser cambiaformas era más difícil terminar con su vida con solo un dardo venenoso, me tumbé a su lado y acaricié con cuidado su pelaje. Me había encontrado cerca de otros lobos, pero nunca de un cambiaformas como yo.

—Te sacaré de aquí y te pondrás bien. —Le aseguré, sin saber si podría escucharme o no. En forma humana no podía comunicarme, ni usar telepatía con él. Solo en una emergencia lo haría, pero por el momento necesitaba de mi forma humana, para salir de esta, sanos y salvos.

— Bien…Allá vamos—
Dije tomando su cuerpo entre mis brazos con suavidad y cuidado. Vi el dardo venenoso, se lo quité y lo guardé para analizarlo más tarde. Ahora lo importante era salir de allí. Quien sabía si había más cazadores cerca. Acariciándole el pelaje, lo sujeté en mis brazos, buscando su comodidad y me levanté del suelo, con él en mis brazos. — No sé si me oirás o no. Si eres consciente o no de tu alrededor. Pero ahora te moverás un poco y puede causarte cierto dolor. No lo sé. Pero debemos irnos de aquí y te llevaré a un lugar tranquilo donde puedas recuperarte. Pero necesito tu cooperación. No me muerdas ¿si? No deseo hacerte el mal, lo prometo. — Le dije bajando mis labios a sus orejas, donde le susurré mis palabras en un intento de tranquilizarle. Besé su pelaje tiernamente, y empecé a andar. Rogando para que cada paso de los míos, no fuera una agonía para el cambiaformas.
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Mensaje por Aguste Kleiber Bachmann Mar Oct 22, 2013 10:39 pm

Inmerso en la inconsciencia comencé a tener un sueño algo poco común.

El mundo onírico en el cual sumergido estaba, mostraba a mis un escenario donde mis padres aún estaban vivos, pero resultaban ser todo lo contrario a lo que recordaba. En vez de ser poco comunicativos y fríos para con mi persona, en esta ocasión me manifestaban su amor libremente, sin ningún miedo a infringir alguna especie de protocolo.

Mi cuerpo en el sueño, era el de un pequeño; un pequeño que por primera vez sentía una muestra de afecto de su madre; sentía sus besos y una caricia que inundaba mi corazón en un sentimiento conflictivo que se debatía entre el amor y odio hacia ella.

Mi padre, por otra parte, era quién me enseñaba esgrima, piano, dibujo y otras actividades en donde, cada éxito que tenía me llamaba y me recibía con los brazos abiertos donde yo me regocijaba y acariciaba mi pelo.

— Ése es mi hijo, bendito seas de estar con nosotros—  Palabras susurradas a mi oído que, sumido en sus brazos, me hicieron derramar una lágrima de júbilo y tristeza a la vez.

Una tranquilidad nunca antes experimentada. La misma mansión con un ambiente que la tornaba diferente. La alegría inundaba el lugar sin duda y Heller ya no era mi tutor, ahora lo sentía como parte de mí. Tenía conocimiento de él no sé cómo pero sabía que estaba ahí. Estábamos en mi habitación solos, luego de una jornada muy gratificante de actividades con mi padre y, fue entonces cuando  decidí entablar una conversación con él, después de todo, siempre que lo hacía me daba una enseñanza para la vida.

— Quizás tú eres el que me permitía ser tan bueno en las cosas que mi padre me enseñaba— Le hablaba como si a un amigo imaginario se tratase.

—¿Ves? —  Me respondía éste —    —Ellos siempre te amaron, siempre estuvieron para ti, debes aprender apreciar eso para poder conocer el amor—.

— Heller, tú mucho me hablas del amor pero nunca me has dicho si te has enamorado alguna vez— Le señalé con perspicacia.

— El amor sin duda uno debe experimentarlo para poder hablar de él y, aún así jamás podrás decir qué es ni cómo es en su totalidad. Yo hace mucho me enamoré de una cambiaformas como nosotros de oriunda del Estado de Prusia—  Inició con un tono algo lúgubre que pude percibir al ir diciendo sus palabras. —La primera vez que la vi pues…— Hizo una pausa que me permitió sentarme a su lado y poder abrazarlo.

— No tienes que hablar de ello si te hace daño—  Le susurré.

— Descuida, es necesario que tengas una cierta idea de lo que el amor es para que puedas comprenderlo luego, cuando lo vivas tú mismo— Señaló sacando fuerzas de flaqueza para continuar su relato. —Cuando la vi, no me permití ver a nadie más, era la indicada sin duda. Su cabello ondulado y dorado, sus ojos grandes y un color verde-azulado que te hacen víctima de un hechizo real y no de las mentiras que rodean a los gitanos cuando “sacan tu suerte”. —

No pude evitar reír con dicha comparación, dado que conocía la farsa que constituían esos seres prediciendo la fortuna de otros mientras viven su infortunio a diario.

—Sin embargo, esa mujer no me amaba y he ahí lo más importante que debe saber desde este momento: no siempre el amor es correspondido. Es por ello, que el amor es un arma de doble filo; puedes ser muy feliz, pero también te puede hacer sufrir siendo éste la mayor tortura—.

Bajé la mirada un tanto reflexivo ante esas últimas palabras.

—¿Es mejor entonces no amar? —

—No Aguste, debes buscar el amor y que éste sea correspondido. No hay mejor sentir que el desear estar junto a esa persona que ves tan frágil,  querer protegerla, cuidarla y que, ésta a su vez te complemente y crezcan juntos—.



[…]


Deseaba responder ante esas palabras con más preguntas para poder aclarar las interrogantes que surgía en mi mente, pero todo se tornaba borroso y la imágenes de mi sueño se tornaban cada vez más oscuras y sentía al mismo tiempo vaivén a un ritmo particularmente acelerado.

—¿Cuánto tiempo habrá pasado? — Pensé de inmediato, sin abrir los ojos aún y sentí de inmediato el dolor en mi pata trasera que de un remesón me hizo caer al suelo. Me incorporé inmediatamente pero no podía, el dolor aún prevalecía de manera considerable. Fue entonces que miré con algo de odio e ira, a la mujer que, al parecer me llevaba a un lugar que desconocía.

Un aullido de dolor escapó inmediatamente de mi hocico mientras ella intentaba venir a mí, pero le mostraba los dientes cada vez que se acercaba. Sin embargo, cuando estaba algo más lúcido, mi percepción del aura me hizo inferir que era un cambiaformas  como yo, por lo que,  con resignación desvié la mirada y dejé de oponer resistencia. No estaba en condición de hacer nada aún.

—Espero que no tenga malas intenciones—Me dije con algo de temor en mi interior.
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Mensaje por Vane Kramm Jue Oct 24, 2013 5:31 pm

El cambiaformas, el lobo mas concretamente, parecía absorto en su inconsciencia, por lo que por suerte me fue fácil dar mis primeros pasos y empezar a andar con él entre mis brazos, siempre con cuidado de no moverme demasiado rápido para no empeorar su situación. ¿Qué veneno tendría en su cuerpo? Suspiré, y besé su cabeza oscura, esperaba de todo corazón que fuera alguno de los venenos con los que ya había tratado anteriormente. En silencio fui tras mis pasos, alejándome del bosque. Aún podía haber cazadores por la zona, era mejor apresurarse y con ese pensamiento fue que empecé a sentir como en mis brazos el lobo se movía.

—Shhh..shhh…sigue dormido, nada te dañara mas….shh duerme. —Le susurré de nuevo dulcemente en su oído con una voz melódica.

Dicen que la música calma las bestias no? Y yo sinceramente, si alguien me susurrara así al oído me calmaría y hasta dormiría. No había nada más que de pequeña adorara que mi madre cantándome, susurrándome cosas bellas, para que me durmiera sin miedos. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que mi madre volvió a mostrarse amorosa conmigo. Desde que a mis doce años que fuimos a vivir a la casa familiar, que todo cambió. Mi madre dejó de sonreír, mi padre se volvió más exigente con ella y conmigo, y mis abuelos, solo me miraban de una forma extraña que hasta ahora no podía interpretar. Y más me habría valido no haberlo sabido, pues ahora que entendía aquel comportamiento, sentía pena de mi propia familia. No todo debía de ser la pureza de sangre, no todo era las líneas de sucesión. Yo soñaba con el amor, aquel amor que los perros daban desinteresadamente a los demás sin pedir nada a cambio. Aquella unión de dos, que formaban uno.

Perdida en mis pensamientos, no lo pude prevenir, y el cambiaformas tras despertarse, saltó de mis brazos, aterrizando al suelo en un fuerte golpe.

—No! …no no, no te haré nada, solo te llevaba en brazos. — Me apresuré a decir, acercándome lentamente a él, agachándome, hasta tenerlo nuevamente a mi alcance.  El lobo me gruño al principio. Le miré sin miedo, y todo lo calmada que podía, a pesar de que el tiempo corría y como más tiempo estuviéramos en el bosque, más cerca podían estar los cazadores.

Aulló al ver mi acercamiento y me mostró los dientes. Intentaba levantarse pero no podía. Le sonreí acercándome —Tengo que sacarte de aquí. Pueden haber cazadores por favor, déjame llevarte, prometo sanarte….pero debemos Salir. Es urgente. Luego si quieres grúñeme. —Lo tenía ya a punto de tomarlo en brazos de nuevo.

—Ahora confía en mí. —Con cuidado lo tomé en brazos, intentando inmovilizarle la pata que le dolía.

De nuevo en mis brazos, le besé la cabecita consciente de que no dejaba de observarme fijamente. Le sonreí tranquilizándolo, besándole el hocico. Volvimos a ponernos en marcha, dejando atrás finalmente el bosque entrando a las inmediaciones de París, pero sin llegar al centro de la ciudad. Nuestro destino estaba a las afueras del centro, justo una casa mediana al final de unos callejones.Cuando pasamos los primeros edificios me tranquilicé, hasta aquí los cazadores no llegarían, ya podía respirar con más calma.

—Queda poco. — Le dije acercándolo más contra mi cuerpo, de forma que los demás que lo vieran, pensaran que era un simple perro y no un lobo o mitad de ambos.

Me fui por unos callejones. A estas horas estaban desiertos, por lo que era perfecto para adentrarme con él. Ya quedaba poco para llegar a la casa donde me esperaría mi familia amada, mi segunda familia, tan importante como la primera. — Falta poco para llegar. Te encontraras con algunos animales, así que no te asustes. Solo son perros, tú grúñeles si te molestan y los tendrás a tus pies. A veces hasta yo tengo que gruñirles. — Sonreí al lobo, girando por una calle. Y allí delante estaba nuestro destino. Unos fuertes ladridos me dieron desde lejos la bienvenida y entre unas casas abandonadas, estaba la mía.


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Mensaje por Aguste Kleiber Bachmann Sáb Oct 26, 2013 4:12 pm

— Que mujer más imprudente— Pensé molesto, mientras unos gruñidos leves emitía mi hocico. Aún estaba adormecido por efecto de la flecha que se incrustó en mi pata trasera y mi mirada se tornaba, producto de ello, perdida y distante ante mis intentos infructuosos de concentrar mis vista en la mujer que me cargaba en sus brazos con intenciones aún más desconocidas para mí.

En verdad esperaba que mi aullido hubiese sido escuchado por Heller para que me socorriera pronto, sin embargo tenía un cierto presentimiento de que no sería así y que, tendría que salir de ésta penosa situación por mi cuenta.

Volví a mirarla de reojo y noté como la muchacha, que en un comienzo caminaba silenciosa,  ahora no paraba de mover sus labios. — No te puedo entender estando en esta forma — gruñi para callarla de una vez, pero ésta no dudo en seguir hablándome aún con más entusiasmo lo que me hizo desviar la vista. Debo admitir que, el tono melódico y de su voz, me envolvía a pesar de mis esfuerzos por volver adentrarme en mi mundo.

Me acurruqué en sus brazos de manera inconsciente, y es que la calidez de éstos se fundía con mi cuerpo estremeciéndome poco a poco en un universo nuevo para mí, sin mencionar el hecho de que, en conjunto a la mezcla armoniosa  de su voz, daba la sensación y el deseo de estar ahí, junto a ella, dado que era un lugar acogedor, incluso más que mi hogar.

Pasaba el tiempo y nos adentrábamos en la ciudad; lo cual me inquietaba no por mí, sino esta vez por ella, su seguridad e integridad física estaban siendo puestas en riesgo por mi culpa. Y es que, si bien soy bastante austero con el uso de mis palabras, tiendo a pensar mucho en mis actos y también en los de los otros para meditar sobre las posibles repercusiones que se podían dar producto de éstos. Ésa reflexión la llevaba siempre conmigo y en esta oportunidad me conducía a un pronóstico no muy prometedor sin duda.  

— Mi casa no es por aquí —  gemí en un tono más suplicante que ya no sabía para dónde iba todo esto.

Para el colmo; íbamos y veníamos por callejones que, en mi estado actual no sabía en qué punto de la ciudad estábamos exactamente. El temor nuevamente se hizo partícipe de la situación, haciendo que realizase otro aullido pidiendo auxilio de Heller, pero el tiempo transcurría y ya había perdido toda esperanza de que con el tiempo éste me respondiera.

Mi resignación fue a tal, que sólo opté por buscar cobijo en sus brazos, acomodándome en los mismos. Mi hogar ya pasó a ser ella.

Estando finalmente con mis pensamientos en paz, escuché unos ladridos a la distancia y me percaté a tiempo de cómo mi acompañante se alegraba al escucharlos.

—  Ya es suficiente —  Gruñí ferozmente a tiempo que caía al suelo nuevamente de manera brusca aumentando la lesión que llevaba conmigo y gimiendo luego producto del dolor. Me reincorporé nuevamente esta vez con éxito y gruñí en dirección a la casa donde los pulgosos habitaban, haciéndolos callar al instante y volví a caer producto de que, poco a poco mis fuerzas se reducían considerablemente.

Una vez callados los perros, el silencio nos rodeo una vez más en nuestro camino al parecer en dirección donde  provenían los ladridos de los caninos, antes de que los hiciese callar.

El frío del pavimento hizo que gimiera mirándola a los ojos, estimulado por la  necesidad de querer regresar a sus brazos  de manera inmediata y el calor que éstos me dieron en el transcurso del viaje.
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Mensaje por Vane Kramm Dom Oct 27, 2013 12:49 pm

En estos momentos era de agradecer que el cambiaformas estuviera en su piel animal, aunque esta fuera un oscuro lobo. Fácilmente podía pasar por un perro oscuro a los ojos de lo demás. Si hubiera estado en su forma humana, habría tenido serios problemas. ¿Quien no vería extraño una mujer llevando en brazos a un hombre inconsciente? Y más si el hombre fuera desnudo, sumándole el extra de que podría ser alguien conocido o importante, y bien ambas reputaciones quedarían por los suelos.

Los leves gemidos del cambiaformas solo hacían que quisiera llegar más temprano a la casa para poder sanarle. Debía deshacerme del veneno que circulaba ya por su sangre y debía apresurarme. Oyendo los ladridos de mis perros, alegres de oírme llegar, algo más confiada dejé de hacer fuerza con mi agarre, sin intuir de nuevo lo que iba a pasar, encontrándome que de pronto el lobo saltó de mis brazos tras un leve gruñido cayendo de manera que soltó un alarido de dolor.

Alzando la ceja, ya algo molesta por la terquedad de aquel cambiaformas, me cruce de brazos y le dejé hacer, viendo como su cuerpo temblaba preso del dolor que sentía. Los perros al oír su gruñido siguieron ladrando, hasta que tras levantarse milagrosamente, el lobo les gruño secamente, logrando que los perros se quedaran callados esperando mi visita y acobardados gimoteando por lo bajo, demandando perdón.

—Bueno ya... ya está bien —Me adelante a él, viéndole caer de nuevo al suelo y mirarme suplicante para que volviera a tomarle entre mis brazos. —Escúchame bien, no pienso soportar esto mucho más. ¿Me entiendes? Estas en mi terreno, ahora estarás dentro de mi casa, mi hogar y familia y no pienso volverme loba para imponerte mi mandato por que estas débil y sé que sufres. —Le miré en todo momento fijamente, agachándome a su altura. — Abre tu mente y entiende mis palabras, pues sé que eres como yo y eres listo. Te ayudaré si colaboras —Le tomé en mis brazos, alzándome con él entre el calor de mi abrazo de nuevo.

Le miré un momento y sonreí al verlo relajarse de nuevo y calmado al sentirse protegido — A todos nos gusta ser queridos y protegidos, en algún momento... ¿cierto? —Le sonreí bajando la cabeza hacia su cabecita donde le besé con ternura el oscuro pelaje. Le besé unas cuantas veces más y empecé de nuevo a caminar hacia la silenciosa casa.

Con una mano, abrí la puerta del pequeño jardín, mientras pensaba en cómo actuar en esta ocasión. Debía averiguar el veneno y extraerlo, primero le inmovilizaría la pierna herida, lo que podría resultar que se resistiera por el dolor y me mordiera. Así que primero seria inmovilizarle a él y de alguna forma hacer que confiara en mí, y luego proceder. Una vez en la puerta, solo me tomó un instante recoger las llaves de debajo de una maceta, donde la escondía y abrir la puerta. La abrí lentamente, al tiempo de que daba gracias a dios de haberme dejado las velas cerca de la puerta, por lo que podría encender una vela solo entrar.

—Ya estamos dentro... ahora compórtate. —Besé una última vez al lobo en su cabeza y me adentré en la oscuridad de la casa.

No era un lugar demasiado grande, pero el salón amplio bien compensaba el tamaño pequeño de las habitaciones. Con la puerta abiertas tras de mí para que alumbrara tenuemente el salón y los perros mirándome en una esquina, esperando a abalanzarse a mí en busca de caricias, dejé con sumo cuidado el lobo en uno de los sillones. Una vez acostado, le di la espalda buscando las cerillas. Debían de estar en la mesa bajo las velas, así que fui hacia allí, encontrándome con los cuatro perros que al verme cerca de ellos se me subieron encima y ladraron felices. Reí feliz yo también quitándomelos de encima.

—Ya basta chicos... tenemos un invitado, luego estaré por vosotros. —Dije acariciándolos, llegando finalmente a las velas, tomando las cerillas, encendiendo una de ellas. Al instante el salón se iluminó por la vela, dejando a la vista el espacioso salón y decorado humildemente, ya que tanto yo como mi familia canina, poco necesitábamos para ser felices allá. Tras acariciar de nuevo a los perros, me volví al sillón donde estaba el cambiaformas. Me agache ante él, para que quedara a su altura y le sonreí. — Ya pasará pronto el dolor. Pero dime, te duele mucho mas, es peor el dolor de tu cuerpo? Si la respuesta es sí mueve una de tus patas, si la respuesta es no, mueve la cola — Le sugerí, mientras mi mano acariciaba su pelaje.



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Mensaje por Aguste Kleiber Bachmann Miér Oct 30, 2013 10:07 am

La noche ya estaba al punto de mimetizar completamente la oscuridad de mi pelaje, cuando la muchacha me levantó sin vacilar del lugar de donde estaba. El hedor de los pulgosos que debían de esperarme dentro de donde fuera que la fémina me llevase no me estimulaba mucho para ser honesto, aunque el hecho que se callasen un momento luego de un intento casi extra-humano de mi parte por hacer que guardasen silencio, me había proveído de cierta paz. Una paz que sólo los brazos de ella me otorgaban.

Mi cuestionamiento interno continuaba mientras ella se adentraba en un jardín cuyos detalles no pude vislumbrar con claridad.

—Esto resulta el colmo, cómo es posible que haya terminado en estas condiciones y sin siquiera ser un oponente digno a esa basura que estaba tras de mí y ahora incluso dependo de una mujer para poder sobreviviendo. Si esto se llegase a divulgar en los grupos aristócratas, sin lugar a dudas seré la burla de todos y mis negocios caerán por los suelos. En resumidas cuentas, sería mi fin —  Pensaba algo cabizbajo por lo mediocre que resulté ser ante los últimos acontecimientos.

—Maldito seas en verdad Heller, no cuidas como corresponde de tu amo —  gruñí con desánimo aún estando en los brazos de ella.

Conforme nos fuimos pasando por el jardín, la mujer me sostuvo con una mano frente al pórtico, seguramente con el fin de buscar las llaves de la casa. Su actitud de tanto misterio que había mostrado desde que pude retomar algo de mi consciencia, reflejaba que intenciones ocultas, mas no perjudiciales hacia mi persona, sino más bien como si estuviese de encubierto. No era para menos, después de todo, una doncella en una noche de luna llena que sólo en ocasiones era cubierta por un cúmulo de nubes que proporcionaban cierta oscuridad, permitiendo la eficacia de su escape.

—Muy tenaz sin duda, se ha ganado mi admiración por ello — Admití en mi interior, dado que mi orgullo jamás iba otorgar tal privilegio de que se sintiese elogiada por mis palabras.

Conforme pasaba el tiempo, hice un esfuerzo por recordar lo que había ocurrido antes de despertar en los brazos de la mujer. Cerré mis ojos un momento tratando de vislumbrar en mi mente lo ocurrido.

—Veamos, si más no me equivoco pasé casi todo lo que había transcurrido de jornada en un viaje que no valía la pena hacer y que a mi regreso envíe a Heller para informar de la situación a Moseaur Le Blanc, dudo entonces que haya regresado, aunque mis órdenes estrictas fue que para estas horas ya estuviese de vuelta. Luego me encaminé al lago y me confié, al parecer demasiado y ahora estoy a merced de una mujer, que infortunio más grande—   Repasaba los hechos en mi mente conforme pasaba el tiempo.

Estaba a unos instantes de entrar nuevamente en la pasividad del sueño cuando un calor mayor hizo que mi volviese a mi consciente para darme cuenta de cómo era la habitación en su interior, producto de que la mujer había tenido al fin la idea de iluminar el recinto. Me vi primero en un sofá recostado de lado y ladeé la cabeza  hacia ambos lados para darme cuenta de que me encontraba en un lugar bastante rústico, acogedor sin lugar a dudas; un salón amplío, ventanas que daban la sensación de ser una versión más grande de una casa del árbol.

—¿Esta señorita tiene la osadía de vivir sola? — Comenté algo más extrañado aún dado que su apariencia no daba para pensar que fuese una mujer de clase media o baja.   —Al parecer, la imprudencia de esta mujer carece de todo límite—  Sentencié casi de inmediato bajando mi mirada en señal de decepción.

Lo otro que me perturbó fueron los pulgosos que aguardaban en un rincón del interior del hogar que miraban con cariño a lo que era sin duda su dueña.

—Alguna otra sorpresa que guarde mademoiselle—  Dije irónicamente mediante un gruñido a la mujer que ahora se acercaba a mí dejando a los caninos a un lado del salón.

La mujer movió sus labios estando frente a mí jurando que yo le hablaría de vuelta.

—No te entiendo ni una sola palabra de lo que tratas de balbucear—  Le gruñí con pesar dado que el dolor en la pata trasera pasaba ya a ser insoportable tanto que paralizaba mi cuerpo y la pata afectada tiritaba un poco, lo suficiente para ser perceptible a los ojos de la doncella.
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Mensaje por Vane Kramm Lun Nov 04, 2013 4:05 am

No parecía reaccionar ante mis palabras, solo respondía con leves gruñidos, que nada buena pinta tenían. Suspirando, pasé una mano por su pelaje, ignorando aquel comportamiento huraño, centrada en el calor corporal que despedía la que había disminuido considerablemente. Mierda debo de darme prisa, pensó justo antes de ver la pata en la que le habían disparado como tiritaba. Balbucee algunas groserías para mí misma y empecé a pensar cómo actuar en este caso.

Volviendo a observar al cambiaformas, aquellos gruñidos podían ser leves a causa del dolor y la angustia. Si se le estuviera paralizando ya el organismo sería muy malo para él y muy difícil para mí, llegar a restablecerlo. Acaricié una última vez su cabecita dando gracias  a dios de que no me entendiera ni una sola palabra y tan lentamente como pude lo volví a colocar en mis brazos, sujetándolo bien contra mí de nuevo.

—Ahora vamos a sanarte — Anuncié moviéndome por la sala con él en brazos acurrucado.

Mis perros al verme volver hacia ellos intentaron subirse de nuevo a mis faldas, reclamándome atención. Antes de que el cambiaformas gruñera y fuera peor para él, al hacer un esfuerzo innecesario, los aparté rápidamente de mi camino, preocupada al cien por cien por el lobo que temblaba como un pequeño corderito.

Fui del salón hasta mi habitación, donde casualmente lo hacía servir algunas veces de consultorio, no dejé de besarle la cabecita y el morro, cada vez que sentía como su respiración bajaba de ritmo. Así le impedía dormirse.

—Sé que te sientes mas, pero por favor despiértate, mantente despierto, así podré ayudarte, de lo contrario tendrás que guerrear tu solo amigo —Volví a besarle el hocico dirigiéndome a una camilla con una manta suave.

Poco a poco lo dejé allí tumbado, mirando siempre su pierna y el estado de la misma. Primero debía averiguar que veneno le habían dado. La última vez que hicieron algo así, el lobo terminó muerto, solo que esta vez no era solo un lobo, si no un cambiaformas, con suerte se recuperaría en muy poco , primero debíamos curarle lo que podamos y tras mi intervención dejarle por si sola que se le cure. Siempre y cuando obviamente tomase descanso. Acaricié la cabeza del lobo mientras mis ojos críticos observaban cualquier movimiento de su débil cuerpo. Mis manos tomaron con sumo cuidado su pata e ignorando los leves gruñidos se la examiné.

La sangre que de la herida salía parecía ser sangre normal, no de un color azul como cuando rescaté e intenté salvar al lobo salvaje. No parecía ese veneno, así que respiré hondo y con una sonrisa miré al convaleciente lobo.

—No será nada, solo te han drogado con algo fuerte que de no haberte encontrado, te habría tumbado inmóvil sobre el pasto en que te recogí. — sonreí y apresurada por sus pequeños gruñidos, me fui a mi armario dejándolo solo encima la camilla mientras y tomaba todo lo necesario para sanarle. Vendas, toallas, agua, una pomada que yo misma hacia y lo más importante unas especies de hierbas que debería comerse si quería ponerse bien.

Un lobo que se vaya a comer hierbas, si no lo veo no me lo creeré, pensé pensativa sobre como poder darle aquellas hierbas sin que se negara a comerlas. Eran importantes para él, serian las que echarían de su organismo toda droga que restase en las próximas horas.

Intentando no pensar más en como lo haría y confiando en que querría colaborar, me volví a la camilla con todo el material dejándolo en la misma camilla del lobo de forma que no le molestase.
—¿Preparado? —Le pregunté tomando las toallas y un poco de agua. Primero sería su pierna herida, luego la pelea de las hierbas.


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Mensaje por Aguste Kleiber Bachmann Lun Nov 11, 2013 1:18 pm

Sumido en mi letargo, tenía breves lapsus donde vislumbraba a la mujer que corría de un lado a otro con una energía y vitalidad que, para ser sincero resultaba envidiable. Vendas, agua, hierbas y controlando a la jauría que se aventuraba a jugar con ella. Todo al mismo tiempo. Yo en cambio, tumbado contra mi voluntad con algunos intervalos de mediana lucidez.

Lo único que deseaba en aquél instante era poder volver a mi sueño. Ver qué significado posible tenía todo lo que recordaba de ese mundo onírico, cuya armonía me envolvía con tan sólo cerrar mis ojos, que esforzados estaban por prestar atención a la imprudente mujer que se paseaba de un lado a otro como si de compras por las calles de París estuviese.

—Esto resulta ser bastante denigrante — Me lamentaba en mi interior, mientras ella ahora se acercaba a mí y colocaba las cosas sobre la mesa. Sentía el roce de su mano, sus caricias y sus labios de manera muy tenue, pues mis sentidos estaban en otro sitio, imagino que por el impacto del sueño que tuve hace unas horas o bien, por alguna sustancia tóxica en mi torrente sanguíneo. De cualquier forma, me era imposible a estas alturas percibir mayormente sus atenciones y más imposible aún,lograr incorporarme y escapar por mi cuenta.

La muchacha procedió a darme algo de agua; con mucho esfuerzo por cierto, abrió mi hocico y me dio de beber, dado que carecía de energía suficiente como para poder ingerir el bebestible por las mías. Bebí como pude un poco y se desparramó otro poco al suelo.

Luego sentí cómo tomaba mi pata herida y la movía con sutileza para luego sacar lo que al parecer era una muestra de sangre. La miró y se quedó pensativa un rato, luego no sé qué hizo porque mis ojos se cerraron nuevamente.

En aquél instante logré recrear una escena en particular: cuando estaba en el lago, inmerso en la soledad y previo al disparo, logré percibir de manera muy tenue un aroma. Un aroma peculiar que se grabó en mi mente. Lo recordaba con claridad: un perfume que mezclaba canela y almizcle que hace recordar aquella etapa en la cual cruzas camino junto a una doncella y aspiras un aroma único e imperceptible para otros pero que para ti resulta ser el más exquisito y preciado aroma que deseas preservar de por vida y que por desgracia disfrutas solamente unos segundos. Segundos efímeros y escasos que te dan motivos para vivir. Sin embargo, era un mero recuerdo dentro de mi mente que se preocupaba por mantenerme dentro de los parámetros conscientes a duras penas por cierto.

Luego de tal episodio, abrí mis ojos y miré y testarudamente ignoré toda instrucción que alguien me hubiese dado para poder levantar mi rostro y mirar a mi alrededor. Deseaba dejar ese lugar también en mis recuerdos, aunque desafortunadamente, no tuve mucho éxito y mi cara cayó bruscamente a donde yacía casi como un bulto.

Ahora la joven se acercó con lo que parecían unas hierbas y paradójicamente se me abrió el apetito.

— No sería mejor un filete o algún pedazo de uno de esos perros, tienes mucho deja que me encargue de uno de ellos ¿sí? — Pensé mientras la miraba con rostro suplicante pero esbozando al mismo tiempo una sádica sonrisa mientras algo de saliva caía al suelo.

Sus pasos siguieron firmes y levantó mi hocico sosteniendo mi mirada; sus labios se movieron una vez más sin poder entender lo que decía e introdujo con esfuerzo las hierbas que no deseaba ingerir bajo ninguna condición. Las escupí una y otra vez gruñéndole luego a ver cómo reaccionaba la mujer que extrañamente mostraba una disposición de auxiliarme y por más que me esforzara, no encontraba el por qué lo realizaba tan problemática tarea cuando pudo haberme dejado morir en el lago sin ningún inconveniente.
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Mensaje por Vane Kramm Miér Nov 13, 2013 1:17 pm


Bien, ahora vendría lo difícil. Y por la mirada que me echaba de “No te me acerques, que muerdo”. Sin duda, se me iba a presentar todo un reto.

Tomando el agua y la toalla, sin hacerle caso alguno a sus miradas o intentos de levantarse, intentos obviamente fallidos, donde volvía a caer con la cabeza en la camilla y gruñía por lo bajo, me dispuse a prepararlo todo para sanarle como pudiese o en este caso, como él me dejase. Oyéndole gruñir, me encogí de hombros ante sus gruñidos. Yo si que no le entendía estando como humana, así que por el momento lo mejor que podía hacer era descansar en la camilla mientras le limpiaba la herida e intentaba desinfectarla de cualquier elemento que hubiera podido acceder a ella. Pero para ello necesitaba tomarle la pierna, limpiarle la herida, y luego vendarle la pata.

Iba a ser complicado, lo reconozco, aún así me terquedad por ayudar a aquel lobo iba mas allá de lo normal. Ya era algo personal. No podía soportar ver morir los lobos en mis manos, y menos cuando intentaba salvarles de los cazadores y esta vez no iba a fallar en mi ideal.

Tomando una toalla seca, se la puse por encima de forma que no pudiera ver que le hacia, y empecé primero por acariciarle la pierna lentamente sin rozar la herida, solo acostumbrándolo a mi tacto suave de la mano y a las caricias. Cuando pude ver como lentamente su respiración se relajaba, empecé a aplicar la toalla mojada por toda su pierna, haciendo más de lo mismo; Acostumbrándolo al húmedo tacto de aquella toalla. Una vez por lo menos que el lobo entendía que solo era una toalla mojada, fue cuando la tomé y lentamente fui limpiando su herida. No era gran cosa la verdad, solo era una pequeña herida, lo que le dolía era el veneno que debía de expulsar de su cuerpo y del que mas tarde me ocuparía.

Aprovechando que el lobo andaba en la inconsciencia por algunos minutos, una vez la herida estuvo limpia, le pasé una especie de crema, creada artesanalmente por mí. Una mezcla de hierbas medicinales y remedios, que se usaba para ayudar a cicatrizar heridas. Una vez la herida quedó completamente tapada bajo el manto de la blanca crema, tomé las vendas y con mucho cuidado de no dañarle o moverle mucho la pata empecé a vendarle suavemente, sin apretar en ningún momento.

El lobo se removió ligeramente, aún así no parecía que demasiado y por suerte para mi, no parecía decidido a girarse y morderme la mano, impidiéndome que siguiera con aquella acción, que quizás aún pese a mis esfuerzos por no dañarlo, le dolía.

—Listo. Ya tenemos algo menos que tratar contigo. — Mormuré algo más calmada, al tener ya una parte de la faena hecha, ahora solo faltaba tomar las hierbas y hacer que se las comiera.

Suspiré y tras retirar los restos de vendas y el agua del lado del lobo, me volví hacia él, acercándome a su rostro mientras mi mano acariciaba con cariño su pelaje. — Bien. Ahora solo queda que te tomes estas hierbas. —Le enseñe las hierbas que guardaba en mi otra mano. — Serán las hierbas que van a quitarte de todo tu sistema circulatorio el veneno que es el causante de tu dolor al moverte y al respirar —Agregué al ver su rostro de dolor. Acercándome más, sin cuidado para con sus colmillos de lobo salvaje, le besé su cabecita con ternura — Vamos. Ahora solo falta esto y podrás dormir un rato tranquilamente, en lo que tardas en sanar por tu propia cuenta, una vez el veneno haya sido bloqueado por las hierbas. — Le dije antes de intentar con suavidad abrir sus fauces y darle las hierbas yo misma.

—¡No! Comételas! Y no me mires con esa cara, no te daré de comer nada más. Ni a un conejo, ni a mis perros a los que antes asustastes — Llevaba unos minutos peleándome para que se tragara por lo menos unas pocas hierbas, pero no había forma de que llegara a aceptarlas, solo hacia que echarlas y gruñirme.

Aún haciendo caso omiso a sus gruñidos, finalmente me cansó aquel numerito de lobo terco y desconfiado, cuando por el momento lo único que había echo era cuidarle. ¿Cómo no podía fiarse de mí? Volviendo a poner los brazos en jarras sobre mi pecho le miré fijamente mientras pensaba en que hacer para lograr que se tomara las medicinas. Llegando a mi mente la idea, minutos después.

— Vale bien. Si así no me entiendes, de esta forma si lo harás. Pero como me muerdas, juro que te morderé. — Le avisé antes de que de un momento a otro yo desapareciera de su vista y bajo la ropa que ahora estaba echada al suelo, saliera un collie dorado.

El lobo no me podía ver ya que la altura de la camilla le impedía ver que había sucedido conmigo, así que tomando impulso con mis patas traseras, me puse de dos patas y así terminé con las patas delanteras recostadas en la camilla, mejor bien dicho con mis blancas patitas delante del lobo oscuro. Lentamente asomé mi cabeza dorada y al coincidir nuestros ojos, ladeé la cabeza y gimoteé por lo bajo, esperando su reacción, que no creía que se hiciera de rogar demasiado.

— Solo quiero ayudarte. De todo corazón, yo solo me ocupo de los animales que encuentro abandonados o heridos en las calles, y de no haber sido por mi ayuda ahora serias trofeo en alguna pared, sin importar que tanto cambiaformas fueras. Así que por favor confía en mí. — Le ladré suavemente, terminando por volver a gimotear, terminando de vuelta al suelo, ya que no terminaba por aguantar mucho de pie. Volviéndome a alzar de nuevo, le miré fijamente a los ojos y acercando mi hocico al suyo, el cual lamí a la que se me presentó la primera oportunidad, apartándome enseguida por si se le ocurría morderme, esperé por sus reacciones y que entablara conversación conmigo.


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Mensaje por Aguste Kleiber Bachmann Jue Nov 14, 2013 10:10 pm

Las sensaciones experimentadas de esos instantes sin duda fueron difusas. Con su energía que, de alguna manera transmitía a mi ser, me hicieron  sentir mejor. Recobraba mis fuerzas poco a poco con cada cuidado que, desinteresadamente proporcionaba a mis heridas.

Ya siendo sincero no sabía que pensar. Su comportamiento era inusual, insensato e inaceptable de a cuerdo a las enseñanzas que había recibido acorde a cómo debía comportarse adecuadamente una doncella para ser aceptada dentro de la sociedad en la cual estábamos inmersos.

— “Callada, disciplinada y siempre atenta a las cosas del hogar, con los estudios necesarios para llevar bien una familia y por supuesto brindar a su esposo tantos hijos como pueda” — resonaban las palabras de Heller en mi mente sin poderlo evitar.

Sin embargo esta mujer resultaba ser todo lo contrario: decidida, intrépida, temeraria y lo más increíble es que no perdía por ello el encanto y la elegancia propias de una dama de alta clase.

Por otro lado, mi mente se debatía en si fue correcto lo que hizo o no. En primer lugar, me cuestionaba  por qué rescatarme de lo que fuese que hubiese pasado hace unas horas, para qué molestarse arriesgando su vida por la mía.  Cómo podría yo poder recompensar tales actos sin que resultase inoportuno para ella. Antes que nada, ¿merecían un premio los actos que había realizado? Siendo ella una doncella no debería estar aquí atendiéndome, resultaría nefasto para ella y para mí ante los ojos de la sociedad. ¿Castigarla o recompensarla por lo que estaba haciendo conmigo?

— ¿Qué pretendes realmente? — Cuestioné de inmediato al ver que se alejaba un momento cuando escupí por enésima vez las hierbas que intentaba darme con esmero.

Sus caricias previas me daban una sensación extraña; normalmente hubiese mordido a todo aquel que tuviese la osadía de tocarme y ella no sería la excepción, pero no podía hacerlo debido a la condición en la que me encontraba. Sin embargo, poco a poco sentía mayor movilidad en mi pata y alcé mi rostro y vi el vendaje queme suministro la muchacha que yacía a unos metros de mí. La miré nuevamente y ésta también sostenía mi mirada con algo de molestia en su expresión.

— Ya creo que puedo levantarme — Me dije para intentar incorporarme pero aún no era tiempo, cayendo nuevamente sobre la camilla. La mujer me miraba algo desconcertada, creo que pensaba que mi testarudez no tenía límite alguno o que simplemente era un idiota.

Cruzada de brazos miraba el penoso espectáculo que brindaba. Con una mirada que entremezclaba emociones diversas: Lástima por mi condición, admiración hasta cierto punto por mi testarudez, e indignación al mismo tiempo por mi actuar desconsiderado para con su persona. Al menos eso pensaba que ella sentía al mirar su mirada pura y transparente que envolvía mi ser.

Sin embargo, al verme caer su expresión cambió considerablemente. Ya denotaba ésta que no mostraría más paciencia ante la agitada noche que le estaba haciendo pasar.

Fue entonces cuando sus prendas comenzaron a desplomarse a tiempo de que cambios se presentaban en su cuerpo. Su altura disminuía, comenzaba aflorar un dorado pelaje que para ser sincero resultaba espectacularmente singular y hermoso, sus ojos mostraban una ternura singular que hipnotizaba y que costaba bastante resistirse a no perderse en ellos. Su hocico se tornó más pronunciado sin perder la fineza. Sin darme cuenta en unos instantes tenía un adorable collie mirándome en dos patas directo a los ojos expectante a mi reacción. Sin dudarlo un instante, bloqueé mi mente para que ningún intruso quisiese inmiscuirse sin mi autorización.

—Mis más sinceras disculpas mademoiselle, pero no puedo dejar que lea mis pensamientos. Agradezco de la manera más humilde su asistencia para poder recobrar en parte mis poderes — Meditaba irónicamente ya seguro en mi cabeza.

Al parecer su rostro se inquieto un poco al no poder saber lo que reflexionaba, y comenzó a ladrar, permitiéndome  poder enterarme de todos sus pensamientos emociones y palabras que, de manera voluntaria transmitía. Su tono resultaba demasiado gentil como para fiarme, por lo que tan sólo la miraba y procuré dirigirme a ella de la manera que Heller había enseñado que resultaba apropiada.

— Mademoiselle, en primera instancia, agradezco sin duda que se haya transformado para hacer la comunicación. —  Inicié mientras me volteaba hacia ella. — Sin duda es menester dirigir un profundo reconocimiento a la hazaña realizada esta noche, la cual por más que me esfuerzo, no logro comprender su actuar desde un inicio. Le aseguro que, llegado el tiempo le daré una compensación adecuada por sus actos heroicos y procuraré que sea de la manera apropiada para no perjudicarnos — Terminé abruptamente con algo de perplejidad ante una lamida que me proporcionó de manera repentina, que cortó de improviso mis palabras.

—¿Qué clase de joven es ésta? — Regresaba el pensamiento de un inicio sabiendo que ella no podría oírme y esperaba ansioso su respuesta para saber cuál sería la manera más adecuada de actuar.
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Mensaje por Vane Kramm Lun Nov 18, 2013 5:27 am

Y allí estaba yo, esperando oír sus pensamientos y el muy ingrato había cerrado su mente a la mía. ¿Qué escondía? Que era un fiero asesino? Resoplé en mis adentros resignada por su comportamiento. Seguí ladrándole, buscando que me contestara o me dejara entrar en aquella oscura mente que escondía con tanto recelo.

—Porque no abres tu mente como todos los cambia formas? —Le pregunté confundida. Por norma general éramos criaturas sociables y más entre nosotros ¿no? Era muy extraño aquel lobo que yacía aún tumbado algo débil en la camilla. Arrugue el hocico y gruñí desesperada, observando como el lobo me miraba. Le miré y le ladré una última vez, antes de que quizás cansado por mi actitud, empezara a hablarme.

Me subí a la camilla y le miré mientras me hablaba. Tenía que ser alguien de clase alta ya que su vocabulario era realmente refinado. Situación en la que sinceramente no pensé verlo a él, ya que aquel lobo oscuro yacía más antipático y gruñón que nada más en el mundo, nadie diría que proviene de clase alta. Supongo que las apariencias engañan, me dije a mi misma, sin darme cuenta de que seguía con la mente abierta a él por completo y todos mis pensamientos podía oírlos como si se tratara de una conversación.

Sin duda había momentos en que me perdía en sus palabras. ¿Compensación? ¿Qué no nos perjudicara? Moví la cabeza confundida y volví al suelo tras lamerle el hocico, intentando así entrever alguna actitud más cercana en aquel lobo, pero este solo se quedó parado, mirándome con sorpresa. Reí en mis adentros y me senté en el suelo de forma que el lobo sin tener que agachar mucho su mirada, pudiese verme.

— Yo no deseo ninguna compensación de ningún tipo milord. Solo lo hice porque me gusta ayudar a quienes lo necesitan y como sé de cuidados y un cierto grado de veterinaria, ofrezco mi ayuda a quienes no puedan ayudarse a sí mismo. Y usted milord, se encontraba muy mal y aún lo sigue estando si no se come aquellas hierbas que neutralizaran el veneno que corre por sus venas. —Le expliqué con las orejas en alto y la mirada fija en sus ojos. No tenía un aspecto demasiado saludable todavía, lo que me hacia rechinar de dientes. Mira que yo podía ser la terquedad en persona, pero parecía que aquel joven superaba mis expectativas. — ¿Qué no nos perjudique a ambos? — Le miré confundida. — Como vera estamos en este sitio y dudo que alguien le reconozco en su piel de lobo. También puede salir de aquí como lobo una vez esté bien como para llegar a su casa sano y salvo. Por lo que no veo necesario que algo de esto nos perjudique a ambos. — Le contesté acercándome de nuevo a la camilla, subiendo las patas. Le ladré suavemente — Si me equivoco corregidme, por favor. —Terminé diciendo bajando de nuevo y subiéndome a un sillón que había al lado de la camilla, de forma que pudiera estar a su altura y más cerca de él.

La pierna seguía temblándole pese a estar ya vendada y sanada. Preocupada salté del sillón a la camilla, sentándome al lado del lobo y sin pensarlo mucho, empecé a lamerle la pierna, intentando hacerla entrar en calor con mi rasposa lengua. Como hacían las madres a sus cachorros para que no tuvieran frio.

— ¿Te duele? —Le pregunté centrada en la pata, mirándole de reojo. No sabía qué atenerme a él, por lo que más me valía andar con los ojos bien abiertos, no fuera que se girara y molesto porque me tomara tantas confianzas, me mordiera o me atacara.

—Deberíais de tomaros las hierbas… Os lo ruego. —Le rogué con la voz dejando ya su pierna, al verla ya no tan temblorosa y girándome hacia él, mirándole fijamente. — Sé que no confiáis en mí. Pero no os dejé morir... ¿cierto? Y hubiera sido lo más fácil. —Señale, remarcando lo más obvio de todo aquello. — Así que por qué no confiar en mí? Y tampoco veo cadenas, ni nada del estilo. Es más, en todo momento tiene la puerta de la entrada abierta para que salgas cuando considere apropiado. — Terminé tumbándome a su lado. La camilla no era muy pequeña por lo que cabíamos los dos tranquilamente en ella, sin tener que rozar nuestros pelajes. Solo mi cola que inquieta se movía de un lado a otro, rozando sin querer el pelaje del lobo.


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Nuevos peligros {Deva Dovred} Empty Re: Nuevos peligros {Deva Dovred}

Mensaje por Aguste Kleiber Bachmann Vie Nov 29, 2013 1:59 pm

Sus palabras, aunque sonaban convincentes, no resultaron como ella esperaba y mantuve el bloqueo con el mero propósito de meditar unos instantes. No ocultaba nada, sólo lo suficiente para estar tranquilo y es que no había hecho algo que atentase contra la moral y las buenas costumbres. Ella y sólo ella fue la temeraria e imprudente doncella que se dejaba llevar por sus impulsos sin reflexionar antes respecto a los mismos.

—  ¿Alguien que ayuda desinteresadamente?; ¿No desea compensación alguna por su actuar? — Resultaba increíble escuchar dichos ladridos que me comunicaban su mensaje. Y no era que estuviese maravillado con su heroico actuar, sino más bien perplejo.  

Sus lamidas y gestos en realidad me resultaban repulsivas, pero la recuperación debido a mi terquedad estaba siendo bastante demorosa por no decir tardía y, producto de ello tenía que soportar su lengua en mi pelaje.

—  ¿Quién te crees que eres? Acercarte de manera tan imprudente deshonrando a tu persona y de paso a tu familia.  ¿Qué acaso no conoces un límite? — Meditaba tratando de buscar una respuesta satisfactoria a su actuar y al mismo tiempo tratando de mantenerme sereno y distante ante sus gestos impropios.

Sin embargo, otra parte de mí reflexionaba de manera paralela sobre su actuar buscando una respuesta favorable y comprensiva.

—  No desea una recompensa y lo hace con aquellas criaturas que encuentra en su camino para salvarles la vida de ser posible. ¿No es eso algo honorable digno de admirar? ¿Imprudente? Sí, sin lugar a dudas pero digno de un reconocimiento conforme a sus méritos. ¿Pero acaso mi actuar resultaba repudiable también? Después de todo sólo buscaba ayudarme y lo hizo de manera alguna que no afectara la imagen social de ninguno de los involucrados. Y para ello si tuvo que haber pensado algo antes de actuar. Y en contra partida sólo le he mostrado frialdad como compensación. — Bajé la cabeza un momento e ingerí las hierbas y desvié la mirada para acomodarme en un rincón de la camilla.

El conflicto que había suscitado en mi interior me era nuevo y ante ello sentí temor; un miedo hacia ella y la mirada que me brindaba de manera comprensiva.

—  ¿Qué es esto?... Maldito Heller por qué no estás en este momento para auxiliarme con mis pensamientos. — Y es que podría abrirle el paso a mi mente a quién yo quisiera y así podría serme de ayuda. Pero el  bastardo no estaba allí.

El corazón un tanto agitado y una presión en el pecho que al mismo tiempo se tradujeron en una lágrima que dejó su marca en la camilla de la doncella y puse la pata sobre ella inmediatamente, desconociendo si se percató del acto o no.

La cálida sensación aumentaba en mi ser y conforme a ello el terror hacia el sentimiento se incrementaba. Intenté dormir buscando una salida a tal euforia reprimida sin ningún resultado favorable, nada me servía para canalizar de algún modo lo que sentía ni mucho menos identificarlo para describirlo en una palabra. Si le comentaba a Heller el podría decirme qué es… Pero no era la ocasión.

Sentía un deseo hacia ella; una emoción nueva, un anhelo y admiración a su ser que se camuflaba en el temor y se demostraba con la mirada fría e indiferente que le otorgaba y que permitía poder controlar el bloqueo hacia ella dado que si se enteraba, resultaría nefasto.

—  ¿Qué sentirá ella? ¿De algún modo tendrá una sensación similar o sólo cumple con su deber? — Fue inevitable la curiosidad ante dicha interrogante cuya respuesta quedaría en el desconocimiento de las sombras, allí donde la luz del conocimiento y la “razón” no alcanzaba a llegar.

Tras un profundo momento de reflexión finalmente me quedé dormido, imagino que por el efecto calmante de las hierbas.
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Mensaje por Vane Kramm Miér Dic 11, 2013 2:35 pm

Mi cola no dejaba de rozar su pelaje y yo divertida le miraba cayendo en su mirada perpleja y hasta reñida, sintiéndome por unos segundos como cuando padre me reñía por cometer alguna de mis locuras, o lo que él consideraba como tales, ya que no siempre hemos estado de acuerdo en todo.

—No necesito compensación alguna. Tengo todo lo que debería de tener, más solo lo hago porque quiero ayudar a aquellos que no puedan hacerlo. —Mi apacible y dulce voz no se alteró ni un segundo pese a sentirme de cierta forma evaluada por sus ojos, y por su carácter distante intuía de cierta forma que nada le agradaba lo que veía, aún menos mi comportamiento.

Ladeé la cabeza y ladré con cierta molestia. Mientras yo mantenía mi mente abierta a él, él se mantenía aún recluido en la suya, apenas abriéndose a mí unos segundos. Seguí lamiendo su pelaje oscuro del lobo, fingiendo no darme cuenta de la molestia que mi lengua le provocaba y agradeciendo de que por culpa de la droga que todavía corría por su sistema fuera este más lento de reflejos y no me mordiera.


— Soy una joven cambia formas canina que en vez de estar hablando sobre vestidos, riqueza y comiendo desmesuradamente, prefiero sanar y proteger a los desvalidos, o los que como usted mismo, se han encontrado en problemas, de los que sin mí no habrías visto un nuevo amanecer. —Gruñí ligeramente, algo cansada de su terquedad y de sus frías maneras, como de aquel análisis que me hacía. ¿Tan mal me estaba comportando? ¿Tan mal veía mis acciones? — A mi parecer no me estoy deshonrando. Y creo que mi futuro prometido… cuando algún día llegue, debería encontrarse satisfecho y orgulloso de tener a la única dama de su condición, que en vez de ser callada, sin opinión y sin fuerza interior, se ha encontrado con quien defiende sus ideales, inteligente y con el suficiente empeño para expresar sus opiniones, pese a ser una mera mujer. En definitiva, a quien defenderá a sus hijos como la más feroz de las lobas. —Reí con una mueca perruna antes de proseguir nuevamente. —Para mi familia… Bueno, para ellos siempre seré una vergüenza. Nunca han sido capaces de ver el potencial que hay en mí. Solo me ven como quien llevara en su vientre a su linaje puro, a los siguientes descendientes. Me venden de tal forma que a ellos solo les interesa mi pureza y habilidad esperada para dar muchas camadas. — Le miré triste bajando la cabeza a la camilla, entre mis patas delanteras, dejando de incordiarle con mi rasposa lengua. —Siento si hablé así de ellos. Serán algún día mis amados hijos, pero eso no quita que me sienta vendida.

¿Por qué le contaba eso a un desconocido, al cual no debía de importarle nada de mi vida privada? Suspiré resignándome a que siempre seria así de confiada con la gente. Supongo que necesitaba poder hablar con alguien sobre mi inminente matrimonio. Pues si querían prometerme, de seguro se haría hasta las últimas consecuencias. Nada detenía a mi familia cuando se trataba de eso. Solo mi madre había podido escapar de ellos, pero apenas fue los primeros años.

Finalmente el lobo bajó la cabeza y se comió las hierbas, dirigiéndose luego a uno de los extremos de la camilla, dejándome sola. Viéndole de reojo vi que se secaba una lagrima, gimoteé queriendo levantarme y acudir a él, preguntarle que le ocurría, pero preferí mantenerme allí callada y sumida en mi mente. Yo también quería llorar, tan profundamente como el dolor que arrastraba desde aquella mañana en que me habían dicho que en poco tiempo me quedaría sin libertad.

A ratos en silencio coincidían nuestras miradas. Entonces yo levantaba mis orejas y ladeaba mi cabecita intentando que se relajara, que se mostrara más amistoso conmigo, sin éxito alguno. Él seguía mirándome de forma indiferente y fría, lo que provocaba que volviera a bajar mi mirada a mis patas, y con las orejas caídas huyera de su escrutinio, esperando que se durmiera, reprimiendo el fuerte impulso de ir y proporcionarle mi calidez. Solo con acurrucarme a su lado sería diferente… pero él era inalcanzable.

Pasaron unos minutos, en los que con aquel silencio me dejé llevar por el sueño, cerrando los ojos, hasta que tras un gimoteo de uno de mis perros,  me desperté girándome hacia él, viéndole dormir gracias a las hojas medicinales que se había tomado. Lentamente me acerqué hacia él, hasta quedar a su lado y lamerle suavemente el hocico reparando en la humedad de este. Un indicio de que no tenía fiebre y se estaba recuperando. Algo más aligerada tras saber eso, me bajé de la camilla, cayendo suavemente contra el suelo y rápidamente fui hacia una de mis habitaciones donde tenía ropa de recambio, con la suerte de que tenia ropa que mi padre había echado a romper de cuando era joven. Mi padre y él parecían tener las mismas midas de ropa, por lo que arrastrando una muda entera para él, se la dejé en el sillón.

Le observé una vez más y en silencio me fui de allí dejándole soñar y dormir cuanto quisiera. Él lo necesitaba.



[…]



Saliendo de aquella estancia, me transformé de nuevo en humana y tomando uno de mis vestidos, me lo puse dirigiéndome hacia el salón donde procedí a alimentar a mis amados perros. Terminé de sanarles a los que aún necesitaran cuidados y tras jugar con ellos en el suelo un buen rato, sin darme cuenta caí rendida en uno de los sillones dormida, con uno de los perros en mi falda acompañándome en el sueño y los demás a mi alrededor, también dormidos pero velando para que nadie me pasara.

Mi último pensamiento fue para aquel lobo que dormía plácidamente, recuperándose en la habitación contigua, preguntándome si cuando despertara se encontraría allí o habría desaparecido, como si nunca nada de aquello hubiera sido real.
No obstante, yo nunca olvidaría su pelaje, ni el tacto de este en mis manos, como sus profundos ojos. Y viendo nuevamente aquellos ojos en mi mente, analizando mis movimientos, me dormí.


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Mensaje por Aguste Kleiber Bachmann Vie Dic 13, 2013 3:39 pm

Al adentrarme nuevamente en el sueño, sentía su suave pelaje rodeando al mío en continuos vaivenes que resultaban más eficaces que cualquier nana interpretada por una persona. Sus caricias me hacían sentirme más y más ausente de la escena que vivíamos en dicho momento. Sin embargo su relato despertó mi consciencia y, discretamente moví las orejas en señal de atención a sus palabras.

Mientras su historia resonaba en mi mente, paralelamente vino la imagen de Heller a mi cabeza, dado que en más de una ocasión me había comentado al respecto: de los matrimonios arreglados y que en un futuro próximo yo iba a privar de libertad a una doncella para poder perpetuar nuestro linaje en el tiempo. Me comentó además de que era nuestro “deber” y que no podíamos rehusarnos a lo que, el destino tenía previsto para nosotros.

[…]

—  Como usted sabrá, joven amo, constituyen prácticas antiquísimas que los distintos grupos sociales, por lo general de más elevado rango, aplicaban para  no perder su importancia social y mantenerla en el tiempo con un fundamento netamente económico —.

— Tiene lógica para ser sincero, después de todo constituye la manera más eficaz de mantener la influencia en las esferas sociales de los distintos contextos históricos. — . Respondí de inmediato ante su intervención aquél día mientras caminábamos por el jardín en nuestras pláticas matutinas.

—  Sin embargo, como podrá ver usted, dichos actos atentan contra los sentimientos de las personas involucradas, dado que éstas no siempre eran correspondidas por mucho que se hubiesen esforzado las familias de crear un vínculo en los primogénitos que en el futuro resultasen ser marido y mujer. — Realizó una pausa para luego proseguir. —  La mujer que le había hablado estaba comprometida con otro hombre y por ello no pude acercarme y, finalmente decidí serviros a usted y vuestra familia— .

— Lo dices como si fuese tu última alternativa y tu tono de resignación lo confirma. No necesito un mayordomo así, eres libre de irte en cualquier momento — . Contesté de inmediato ante su evidente falta de cortesía.

—  No joven amo —  Replicó de inmediato —  El cariño que siento por usted y vuestra honorable familia hace de mi trabajo un privilegio que pocos pueden pavonearse de tener. Jamás me arrepentiré de estar al servicio de ustedes los años que me queden de vida. Sin embargo os deseo de la manera más humilde y sincera, que encuentre el amor que yo no pude encontrar y que éste le sea correspondido para que mi joven amo pueda alcanzar la felicidad  plena— . Sonrió y me miró con el aire paternal que nunca pude encontrar en mi padre.

[…]

Terminado su relato reparé en la determinación de esta muchacha, la cual resultaba impresionante para encausar dicha hazaña noche tras  noche salvando criaturas indefensas sin esperar compensación alguna. Nunca había conocido mujer así. No pude evitar también sentir un dolor en mi pecho por las palabras con referencia a sus padres. No la tomaban en cuenta al igual que a mí. Era un instrumento más que no tenía valor en sí mismo, sino meramente por su función de procrear y mantener el linaje. No era una hija, así como yo tampoco lo era a los ojos de mis progenitores. Sabiendo todo ello y sin ningún porvenir favorable, era capaz de pensar en que su futuro prometido  compensara su actuar de alguna manera, que la viese como algo más que lo que arrojaba su fémina figura. Aún tenía el ingenuo deseo de que ello ocurriera y se refugiaba bajo la esperanza que dicho sueño le proporcionaba.

Sonreí ante sus interrogantes al olvidar ella que tenía acceso a su mente abierta que se cuestionaba el por qué de esta charla, o más bien este monólogo que me proporcionaba y la miré indiferente un instante, evaluando su actuar, mas sus ojos expectantes se tradujeron en una expresión de tristeza que hizo bajar su rostro e inmediatamente hizo que desviase la mirada en señal que no le otorgaba importancia a su actuar. Sin embargo por dentro seguía pensando en cómo compensarla por su actuar.

— Quizás era mejor que hablara con Heller para ello... No, no puedo depender siempre de él, esto debo resolverlo por mi cuenta—

Ahora la canina se marchaba, quizás a una habitación contigua a ésta pero no logré percatarme con qué  objetivo, dado que caí inmerso finalmente en el sueño por efecto de las hierbas.

[…]

Al despertar, noté de inmediato que ella seguía en la habitación adyacente y a un lado de la camilla había unas prendas. Los perros tampoco estaban, imaginé de inmediato que le hacían compañía a la doncella canina que me sanó mis heridas y salvó mi vida.

Sin pensarlo, cambie a mi forma humana y me apresuré a vestirme con lo que ella me asistió, para luego caminar a la habitación donde ella dormía plácidamente. Mis pasos traté de realizarlos lo más sigilosamente posible para no interrumpir su sueño. Contemplé su dorado pelaje y me acerqué con cuidado a depositar un beso en él para luego dirigir mi rumbo camino a casa como si nada hubiese pasado entre nosotros.  Antes de salir, busqué algo para escribir que estuviese cerca y dejé una nota sobre la camilla.
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Mensaje por Vane Kramm Miér Ene 01, 2014 6:35 pm

En mi sueño solo podía correr y correr. Me faltaba el aliento y el corazon en mi pecho latía apresurado, como si me fuera más que mi vida en aquella huida. Paré un momento confundida y entonces los oí. Mi familia me perseguía. ¿Pero porqué? Acaso, no eran ellos los que me iban a imponer un matrimonio, con el propósito de que les diera descendientes en un año? Negué la cabeza decidida. No iba a dejar que nadie me tocara, no iba a ser solo un recipiente donde poder engendrar hijos, me repetía en mi mente intentando no ceder al pánico que producían las pisadas de mi familia y sus aullidos cada vez más cerca. ¿Por qué no me amaban? De pequeña todo era diferente, pero desde que volvimos a estar todos juntos, todos cambiaron su actitud conmigo, hasta hacerme sentir sucia cuando comía con ellos tras una pequeña rebelión de mi parte. Gimotee y rasqué el suelo con mis patas, y corrí de nuevo al oír esta vez el aullido de mi padre demasiado cerca. Salté los troncos que dificultaban el camino, y en uno de estos saltos, sentí unos dientes arremeter contra mí, los que me apresaron tras un fuerte golpe contra el suelo. ¿Padre…Por qué? Alcé la vista llorosa, encontrándome con que aquel lobo no era mi padre. Si no el lobo al que habia recogido.

Tras aquello me removí y conseguí despertarme tras que unos ladridos me hicieron despertar. Desorientada miré a mis perros que estaban todos mirándome. Fruncí el ceño e intenté levantarme, cayendo en la cuenta de que donde antes de dormir estaban mis manos, habían patas. Me habia vuelto a transformar en collie durante mi sueño. Miré a los perros y ladré, preguntándoles por el lobo que habia recogido. Las primeras luces de la mañana ya alumbraban la ventana. Tendría que correr a casa para que nadie se diera cuenta de mi ausencia. Ahora si gimoteé y saltando del sillón me transformé en humana, yendo directa a recoger la ropa que se habia caído de donde me habia dormido y vestirme acariciando siempre que podía a mis pequeños.

—Dejadme.. Dejadme! — Reí ante las insistencias de los perros tras darles de comer, buscando más cariño. —Debo de ir a ver donde esta nuestro invitado…y ofrecerle de comer, si es que todavía está. —Añadí con incertidumbre yendo hacia donde lo habia mantenido, encontrándome con que la ropa ya no se encontraba en la camilla, y justo donde habia dejado el cuerpo oscuro del lobo dormido, se encontraba una nota.




"Gracias por su asistencia madeimoselle"



Bien, pensé. Por lo menos me ha escrito más de tres palabras, reí ante aquello y guardé la nota, esperando que se encontrara bien y a salvo. Asintiendo a mis pensamientos, sabiendo que aquel lobo era más fuerte de lo que parecía y un maldito terco por lo poco que lo habia tratado, por lo que se encontraría bien, arreglé todo para irme de vuelta a casa, esperando que no les hubiera dado por entrar en mi habitación, o por lo menos no aún.





TERMINADO


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