AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los peligros acechan [Maloney]
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Los peligros acechan [Maloney]
Sus piernas la guiaban entre las calles parisinas a toda velocidad, deteniéndose de vez en cuando simplemente para observar algún escaparate que llamaba su atención, después de todo aquella era la primera salida diurna y en solitario por esa nueva ciudad a la que había sido arrastrada por su protector. En un inicio aquella ciudad no le parecía lo mejor; existían demasiadas malas historias sobre París, los sobrenaturales ahí y claro los inquisidores pero ahora, observando todo cuanto la rodeaba y recordando las palabras del vampiro que le cuidará desde que fuera bebé, sospechaba que realmente no existía nada que temer.
Sagira no era tonta pero no conocía realmente aquel mundo como para desconfiar de todo cuanto le rodeaba.
Es hermoso… - susurró para si mientras observaba un collar que hubiese usado de estar en Egipto. Un mundo de diferencia le separaba de aquella tierra que le viera nacer y crecer, ahora la hechicera se encontraba en una ciudad repleta de desconocidos y obvio, enemigos potenciales, algo de lo que nunca debió temer en su tierra pero que en París era el pan de cada día.
Sagira no era tonta pero no conocía realmente aquel mundo como para desconfiar de todo cuanto le rodeaba.
Es hermoso… - susurró para si mientras observaba un collar que hubiese usado de estar en Egipto. Un mundo de diferencia le separaba de aquella tierra que le viera nacer y crecer, ahora la hechicera se encontraba en una ciudad repleta de desconocidos y obvio, enemigos potenciales, algo de lo que nunca debió temer en su tierra pero que en París era el pan de cada día.
Última edición por Sagira el Lun Feb 22, 2016 10:37 pm, editado 2 veces
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/02/2013
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Re: Los peligros acechan [Maloney]
Un paseo por el centro nunca venia mal. El circo tenía función por la tarde y la noche y siendo invierno era necesario hacer mas promociones que lo acostumbrado. Tenía unos panfletos donde se mencionaban las actividades y la ubicación del mismo y había salido acompañado de algunos mocosos a los que solía entregarles volantes para que lo ayudaran con la repartija.
Eran niños, pero estaban educados por gitanos de la Corte de los Milagros, nada bueno podía salir de allí al menos que conocieran lo que era realmente un trabajo, sus vicios terminarían por llevarlos a una temprana muerte. Aunque también sabía que había salida de allí si eras un joven ambicioso como Maloney lo era. Sus sueños iban mas allá de las carpas del circo y estaba decidido a abandonar esa ocupación apenas se le presentara la posibilidad.
Vio a uno de los grupos de niños salir corriendo, con algo entre las manos, los volantes por el aire caían cual gotas de lluvia. Corrió tras ellos, lo que menos tenía ganas es de ganarse problemas, suficiente con ser gitano.
Lo encontró a la veda de un callejón hurgando en un pequeño bolso, automáticamente se los sacó de las manos y golpeó a uno de los niños reprendiéndolo por tal hecho. Ninguno de los menores quería vérselas con él, siendo el domador de bestias, conocían su fortaleza y esa eran los golpes por la rudeza de sus brazos. Tomó el bolso y se volvió a través de las calles observando a lo lejos una joven de cabellos rubios que se acercaba hacia donde estaba, posiblemente la dueña. Cambio su postura y se acercó a ella lo mas sutil posible por temor a una reprimenda o que ella misma sea quien llame a la policía.
Eran niños, pero estaban educados por gitanos de la Corte de los Milagros, nada bueno podía salir de allí al menos que conocieran lo que era realmente un trabajo, sus vicios terminarían por llevarlos a una temprana muerte. Aunque también sabía que había salida de allí si eras un joven ambicioso como Maloney lo era. Sus sueños iban mas allá de las carpas del circo y estaba decidido a abandonar esa ocupación apenas se le presentara la posibilidad.
Vio a uno de los grupos de niños salir corriendo, con algo entre las manos, los volantes por el aire caían cual gotas de lluvia. Corrió tras ellos, lo que menos tenía ganas es de ganarse problemas, suficiente con ser gitano.
Lo encontró a la veda de un callejón hurgando en un pequeño bolso, automáticamente se los sacó de las manos y golpeó a uno de los niños reprendiéndolo por tal hecho. Ninguno de los menores quería vérselas con él, siendo el domador de bestias, conocían su fortaleza y esa eran los golpes por la rudeza de sus brazos. Tomó el bolso y se volvió a través de las calles observando a lo lejos una joven de cabellos rubios que se acercaba hacia donde estaba, posiblemente la dueña. Cambio su postura y se acercó a ella lo mas sutil posible por temor a una reprimenda o que ella misma sea quien llame a la policía.
Maloney Nicolich- Gitano
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Fecha de inscripción : 17/07/2015
Localización : Paris
Re: Los peligros acechan [Maloney]
Fascinada ante las novedades que sus ojos veían en cada escaparate o en las mismas calles, Sagira caminaba más a ciegas que nada. La hechicera confiaba en que de alguna manera encontraría el camino de regreso a su hogar o de no hacerlo, sabía que sería cuestión de tiempo para que la noche cubriera con su manto a París, cuando eso sucediera solo debería esperar quieta a que Imhotep la buscase y la reprendiera por sus descuidos. Su protector no se cansaba de decirle que era de suma importancia que anduviese con cuidado por la ciudad así como también insistía en que debía aprender a querer su nueva vida.
Así pues, andando y pensando que quizás podía adaptarse realmente a vivir en aquella ciudad, fue que lo inesperado sucedió. Un grupo de chiquillos aparecieron de la nada, todos y cada uno cargaban papeletas que entregaban a los transeúntes, así que pensando que aquello era de lo más inofensivo que podía existir, Sagira sonrió a uno de los niños. El infante aquel le devolvió la sonrisa y estiró una de las papeletas en dirección a la hechicera, quien animada avanzó algunos pasos y al estirar su mano para tomar lo que le ofrecían, dejo al descubierto su pequeño bolso. De una manera sorprendente, tanto la papeleta como el bolso le abandonaron completamente, dejándole perpleja.
De haber estado en Egipto y usando sus ropas, correr tras el chiquillo hubiera sido sencillo, pero con los enormes vestidos que Imhotep le obligaba a usar, Sagira trató de dar alcance ya no solo a un niño, sino a todo el grupo. Pese a sus esfuerzos, la hechicera se vio obligada a detenerse cuando se percató de que le sería imposible alcanzarlos, así que se decidió a dar por perdidas las pocas monedas que cargaba.
Un suspiro salió de los labios de la egipcia y sin prestar atención a las miradas que se mantenían sobre ella, se dispuso a caminar de manera despreocupada. Sin darse cuenta, seguía la dirección que los niños tomaran en su escape y poco más delante, los ojos de la hechicera se toparon con un joven que llevaba su bolso en las mano y con revitalizadas energías levantó ligeramente la falda de su vestido y corrió hasta él.
– Ese es mi bolso, el que se han llevado los niños – los ojos de la bruja se posaron sobre el rostro del joven – ¿Has venido a regresármelo? – preguntó al tiempo que le mostraba una enorme sonrisa. Sagira quizás confiaba demasiado en la bondad de los demás pero vivía precisamente debido a la amabilidad de alguien, así que no podía evitar esperar lo mejor de todos.
Así pues, andando y pensando que quizás podía adaptarse realmente a vivir en aquella ciudad, fue que lo inesperado sucedió. Un grupo de chiquillos aparecieron de la nada, todos y cada uno cargaban papeletas que entregaban a los transeúntes, así que pensando que aquello era de lo más inofensivo que podía existir, Sagira sonrió a uno de los niños. El infante aquel le devolvió la sonrisa y estiró una de las papeletas en dirección a la hechicera, quien animada avanzó algunos pasos y al estirar su mano para tomar lo que le ofrecían, dejo al descubierto su pequeño bolso. De una manera sorprendente, tanto la papeleta como el bolso le abandonaron completamente, dejándole perpleja.
De haber estado en Egipto y usando sus ropas, correr tras el chiquillo hubiera sido sencillo, pero con los enormes vestidos que Imhotep le obligaba a usar, Sagira trató de dar alcance ya no solo a un niño, sino a todo el grupo. Pese a sus esfuerzos, la hechicera se vio obligada a detenerse cuando se percató de que le sería imposible alcanzarlos, así que se decidió a dar por perdidas las pocas monedas que cargaba.
Un suspiro salió de los labios de la egipcia y sin prestar atención a las miradas que se mantenían sobre ella, se dispuso a caminar de manera despreocupada. Sin darse cuenta, seguía la dirección que los niños tomaran en su escape y poco más delante, los ojos de la hechicera se toparon con un joven que llevaba su bolso en las mano y con revitalizadas energías levantó ligeramente la falda de su vestido y corrió hasta él.
– Ese es mi bolso, el que se han llevado los niños – los ojos de la bruja se posaron sobre el rostro del joven – ¿Has venido a regresármelo? – preguntó al tiempo que le mostraba una enorme sonrisa. Sagira quizás confiaba demasiado en la bondad de los demás pero vivía precisamente debido a la amabilidad de alguien, así que no podía evitar esperar lo mejor de todos.
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/02/2013
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Re: Los peligros acechan [Maloney]
Siempre pasaba lo mismo con los mas pequeños, no se los podía dejar solos y además ofrecían una mala imagen de los gitanos, todos terminaban en la misma bolsa cuando se trataba de describirlos y eran considerados de mentirosos y embusteros cuando no todos ellos lo eran, inclusive el gitano conocía varias familias con valores muy profundamente arraigados dentro del campamento.
- Si, discúlpalos, están muy mal aprendidos… - comentó Maloney a medida que se acercaba para entregárselo tal y cual se lo había quitado a los niños.
- Si, espero que esté todo…y que no te hayan hecho nada- informó para asegurarse mientras ella tomaba el bolso nuevamente. El gitano mostraba una imagen plena de disculpas, estaba apenado por ello, no tenía la imagen de una niña rica como para ser dueña de ese tipo de tratos por parte de los patanes. Aun así, pudo notar en ella un claro acento ajeno a estas tierras, debía de venir de otro lado, asi que con cierta confianza se sonrió, cosa que se le daba fácilmente y consultó sin mas preámbulos.
- No eres de por aquí ¿verdad? Mi nombre es Maloney, ten – dijo para entrar en confianza entregándole un panfleto a la joven. Si era una recién llegada le encantaría conocer algo distinto, y eso se encontraba en gran cantidad en el circo, además de los paseos callejeros.
- Acéptame una invitación sin cargo a modo de disculpas ¿sí? – preguntó bajo una atenta mirada mientras volvía a tomar el papel de sus manos y se lo entregaba con una inscripción detrás que acompañó de su firma. El conversar con ella y ver que nada habia pasado lo hizo retomar sus animos habituales, solia ser un chico proactivo, con mucha alegria en su andar diario, todo volvía a la normalidad.
- Si, discúlpalos, están muy mal aprendidos… - comentó Maloney a medida que se acercaba para entregárselo tal y cual se lo había quitado a los niños.
- Si, espero que esté todo…y que no te hayan hecho nada- informó para asegurarse mientras ella tomaba el bolso nuevamente. El gitano mostraba una imagen plena de disculpas, estaba apenado por ello, no tenía la imagen de una niña rica como para ser dueña de ese tipo de tratos por parte de los patanes. Aun así, pudo notar en ella un claro acento ajeno a estas tierras, debía de venir de otro lado, asi que con cierta confianza se sonrió, cosa que se le daba fácilmente y consultó sin mas preámbulos.
- No eres de por aquí ¿verdad? Mi nombre es Maloney, ten – dijo para entrar en confianza entregándole un panfleto a la joven. Si era una recién llegada le encantaría conocer algo distinto, y eso se encontraba en gran cantidad en el circo, además de los paseos callejeros.
- Acéptame una invitación sin cargo a modo de disculpas ¿sí? – preguntó bajo una atenta mirada mientras volvía a tomar el papel de sus manos y se lo entregaba con una inscripción detrás que acompañó de su firma. El conversar con ella y ver que nada habia pasado lo hizo retomar sus animos habituales, solia ser un chico proactivo, con mucha alegria en su andar diario, todo volvía a la normalidad.
Maloney Nicolich- Gitano
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Fecha de inscripción : 17/07/2015
Localización : Paris
Re: Los peligros acechan [Maloney]
París era un lugar en donde vivir sería más complicado de lo que Sagira había creído. La bruja pensó de manera ingenua que el hecho de conocer el idioma y decidirse a salir a conocer la ciudad por ella misma, le ayudarían a adaptarse mucho más rápido al lugar donde su protector había decidido llevarla, sin embargo, robada por unos chiquillos a quienes fue incapaz de alcanzar, la hechicera se sentía un completo fracaso. Ella no estaba hecha para vivir en una ciudad como aquella y mucho menos para usar vestidos tan extravagantes que le impidieran casi por completo la movilidad, la egipcia deseaba estar en su viejo hogar, con las personas que ya conocía y las ropas que le gustaban pero ya había prometido a Imhotep tratar de adaptarse a París, así que eso haría.
Optando entonces por no llorar sobre la leche derramada, Sagira comenzó a andar nuevamente, tratando de que la mala experiencia que acababa de atravesar no le arruinase el resto del día que aún lucía prometedor. Cuando sus ojos se toparon con su bolso en manos de un joven que caminaba en su dirección, la joven hechicera corrió sin detenerse a pensar en las intenciones ajenas, confiando plenamente en que aquel muchacho, planeaba regresarle su bolso.
Conforme se acercaban más uno del otro, el muchacho respondió a las interrogantes de la egipcia, asegurando entonces que aparecía ante ella como su héroe del día.
– No tienes que pedir disculpas – sonrió, estirando su mano para tomar el bolso cuando se lo ofrecían – Seguro a todos les ha pasado al menos una vez el ser robados ¿no? – escuchando las palabras ajenas, abrió su pequeño bolso solo para comprobar que todo estaba ahí – Sí, no se ha perdido nada y yo estoy bien – observo al chico a los ojos – solo me asuste un poco, no me esperaba algo así – y eso era algo obvio, Sagira siempre esperaba lo mejor de las personas, detalle que podía fácilmente a caer en situaciones como la que acababa de experimentar.
Una risita al escuchar con que facilidad se daba él cuenta de que ella no pertenecía del todo a París.
– No, acabó de llegar hace muy poco a la ciudad y aún me cuesta un poco el francés – El acento era algo que seguramente jamás perdería de hecho, era la principal razón por la que la gente le miraba como toda una extraña y en algunos casos de una manera que a ella le parecía sumamente grosera, algo que no pasaba con el muchacho que respondía al nombre de Maloney – Y yo soy Sagira, es todo un honor conocer a alguien tan honrado – le dedico una sonrisa sincera – Los dioses estarán contentos con tu manera de actuar – Le aseguró, tomando al tiempo el panfleto que era idéntico al que antes le ofreciera el pequeño que le robó. Sus ojos recorrieron con atención las letras impresas, sin atreverse a ser demasiado curiosa observando de una la parte de atrás – Muchas gracias, de verdad que eres muy amable, considerando que tú no has hecho nada malo así que, claro que aceptare la invitación siempre que tú me aceptes algo a manera de agradecimiento también por ayudarme – Y es que aquel muchacho no tenía responsabilidad alguna por la manera de actuar de los niños, aún así, fue hasta ella para regresarle el bolso que bien y se pudo quedar para él – ¿Te gustaría que compráramos caramelos? o ¿Qué te gustaría?– preguntó, comenzando a andar y esperando que le siguiera.
Las apariencias de ambos eran algo diferentes, lo que llamaba la atención de las personas a su alrededor, pero para Sagira, todos eran iguales al final y por eso de manera tan despreocupada, caminaba justo al lado de su salvador.
Optando entonces por no llorar sobre la leche derramada, Sagira comenzó a andar nuevamente, tratando de que la mala experiencia que acababa de atravesar no le arruinase el resto del día que aún lucía prometedor. Cuando sus ojos se toparon con su bolso en manos de un joven que caminaba en su dirección, la joven hechicera corrió sin detenerse a pensar en las intenciones ajenas, confiando plenamente en que aquel muchacho, planeaba regresarle su bolso.
Conforme se acercaban más uno del otro, el muchacho respondió a las interrogantes de la egipcia, asegurando entonces que aparecía ante ella como su héroe del día.
– No tienes que pedir disculpas – sonrió, estirando su mano para tomar el bolso cuando se lo ofrecían – Seguro a todos les ha pasado al menos una vez el ser robados ¿no? – escuchando las palabras ajenas, abrió su pequeño bolso solo para comprobar que todo estaba ahí – Sí, no se ha perdido nada y yo estoy bien – observo al chico a los ojos – solo me asuste un poco, no me esperaba algo así – y eso era algo obvio, Sagira siempre esperaba lo mejor de las personas, detalle que podía fácilmente a caer en situaciones como la que acababa de experimentar.
Una risita al escuchar con que facilidad se daba él cuenta de que ella no pertenecía del todo a París.
– No, acabó de llegar hace muy poco a la ciudad y aún me cuesta un poco el francés – El acento era algo que seguramente jamás perdería de hecho, era la principal razón por la que la gente le miraba como toda una extraña y en algunos casos de una manera que a ella le parecía sumamente grosera, algo que no pasaba con el muchacho que respondía al nombre de Maloney – Y yo soy Sagira, es todo un honor conocer a alguien tan honrado – le dedico una sonrisa sincera – Los dioses estarán contentos con tu manera de actuar – Le aseguró, tomando al tiempo el panfleto que era idéntico al que antes le ofreciera el pequeño que le robó. Sus ojos recorrieron con atención las letras impresas, sin atreverse a ser demasiado curiosa observando de una la parte de atrás – Muchas gracias, de verdad que eres muy amable, considerando que tú no has hecho nada malo así que, claro que aceptare la invitación siempre que tú me aceptes algo a manera de agradecimiento también por ayudarme – Y es que aquel muchacho no tenía responsabilidad alguna por la manera de actuar de los niños, aún así, fue hasta ella para regresarle el bolso que bien y se pudo quedar para él – ¿Te gustaría que compráramos caramelos? o ¿Qué te gustaría?– preguntó, comenzando a andar y esperando que le siguiera.
Las apariencias de ambos eran algo diferentes, lo que llamaba la atención de las personas a su alrededor, pero para Sagira, todos eran iguales al final y por eso de manera tan despreocupada, caminaba justo al lado de su salvador.
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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Re: Los peligros acechan [Maloney]
Manteniendo una sonrisa amable, el gitano se ocupó de quitarle importancia a los hechos, no era algo que se le daba habitual. Lo normal eran los aplausos cuando domaba bestias, pero allí no había mas que niños con malas enseñanzas y Sagira parecía no querer levantar cargos. Maloney estaba seguro que esas malas costumbres se les irían apenas consiguieran algo que hacer o en que trabajar.
Ya pensaría en ello mas adelante.
Había notado el acento extraño, pero conociendo gente de diferentes comunidades en el Circo no tenía la resistencia de los empalagosos parisinos a pesar que ser su lugar de residencia desde hacía varios meses – Sabes que si, no quería sonar atrevido, pero ya que lo mencionas ¿de dónde eres? – consultó con naturalidad. Su nombre le daba un indicio al igual que la mención de “dioses” en vez de Dios, pero no era oportuno dárselas de sabiondo en esas circunstancias – No me malentiendas, de todas formas te haces entender a la perfección, Sagira – alabó mientras cruzaba sus manos por detrás dándole tiempo que observara el panfleto que le había dado.
Sacudió su cabeza varias veces. No quería aceptar regalos de alguien por quien había hecho un acto sincero, pero el trote del día lo tenía algo cansado y anhelaba beber un jugo de naranjas para entonces. Aunque bien sabía que por las tiendas del centro no lo aceptarían solamente por su forma de vestir, era ridículo, pero completamente normal para los clientes de otras clases sociales que consideraban a todos los gitanos iguales.
Su mente se iluminó al pensar que acompañado de ella lo dejarían acceder al menos a beber algo en la vía pública, asi que se animó a preguntar mientras caminaban - ¿Sabes? Estoy sediento de tanta caminata… ¿Seria una molestia para ti acompañarme a esa cafetería por un jugo de naranjas? … si voy solo, es probable que me rechacen… ya sabes…- dijo mientras se miraba las prendas con mirada comprensiva.
Ya pensaría en ello mas adelante.
Había notado el acento extraño, pero conociendo gente de diferentes comunidades en el Circo no tenía la resistencia de los empalagosos parisinos a pesar que ser su lugar de residencia desde hacía varios meses – Sabes que si, no quería sonar atrevido, pero ya que lo mencionas ¿de dónde eres? – consultó con naturalidad. Su nombre le daba un indicio al igual que la mención de “dioses” en vez de Dios, pero no era oportuno dárselas de sabiondo en esas circunstancias – No me malentiendas, de todas formas te haces entender a la perfección, Sagira – alabó mientras cruzaba sus manos por detrás dándole tiempo que observara el panfleto que le había dado.
Sacudió su cabeza varias veces. No quería aceptar regalos de alguien por quien había hecho un acto sincero, pero el trote del día lo tenía algo cansado y anhelaba beber un jugo de naranjas para entonces. Aunque bien sabía que por las tiendas del centro no lo aceptarían solamente por su forma de vestir, era ridículo, pero completamente normal para los clientes de otras clases sociales que consideraban a todos los gitanos iguales.
Su mente se iluminó al pensar que acompañado de ella lo dejarían acceder al menos a beber algo en la vía pública, asi que se animó a preguntar mientras caminaban - ¿Sabes? Estoy sediento de tanta caminata… ¿Seria una molestia para ti acompañarme a esa cafetería por un jugo de naranjas? … si voy solo, es probable que me rechacen… ya sabes…- dijo mientras se miraba las prendas con mirada comprensiva.
Maloney Nicolich- Gitano
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Fecha de inscripción : 17/07/2015
Localización : Paris
Re: Los peligros acechan [Maloney]
¿Qué pensaría Imhotep de verla interactuar con aquel joven? ¿La dejaría estar cerca del chico o la alejaría de él pensando en la seguridad de la hechicera? Su protector le había pedido a la joven que fuera prudente, que anduviera por las calles de París con cuidado y sobre todo, no hiciera demostraciones de sus habilidades, ya que los inquisidores se encontraban en los lugares menos esperado. Aún con todas las advertencias recibidas, la joven bruja confiaba en el aura pura y sincera alrededor del gitano; confianza que se veía recompensada con cada segundo que pasaba ella al lado de Maloney.
– Vengó de Egipto – respondió rápidamente a la pregunta – y no hay problema, sé que aún me hace falta aprender más del francés, perfeccionarlo – hizo una mueca pensando en que después de todo no sería mala idea insistir a su protector con que le consiguiera una institutriz que le enseñara como era que debía actuar y hablar debidamente en aquellas tierras ajenas – de hecho, aún tengo que aprender mucho de París, es tan diferente de Egipto... ¿Tu has vivido aquí toda tu vida? – cuestiono antes de pensar en todo lo que le tocaba aprender. Idioma, formas de actuar, como evitar ser robada por niños… Sagira necesitaba volverse una habitante más de la ciudad y no simplemente una viajera. Animada pues por haber encontrado alguien con quien hablar, caminar y pasar el rato en general, la hechicera andaba sin preocupaciones, dispuesta además a retribuir al gitano sus buenas acciones.
Una enorme sonrisa apareció en sus labios mientras que escuchaba a Maloney. Para la bruja, no existían diferencias entre las personas, para ella el destino final de todos era el mismo y por lo tanto, no debía juzgarse a otros por eso quizás era que no comprendía del todo el hecho de que le negaran la entrada a los cafés a quien consideraba ya, un nuevo amigo.
– Claro que no es un problema y si quieres un jugo, conseguiremos un jugo – los ojos de la joven fueron de arriba abajo en el cuerpo del joven, todo para después ver sus propias ropas – A mi me gustan más tus ropas – tomó parte de la falda de su vestido, haciendo una mueca de desagrado – preferiría usar algo como lo que llevas tu a este enorme vestido que no me deja moverme y hace que me de calor – suspiro sintiendo una enorme derrota, pues ella sería capaz de cambiar el caro y exuberante vestido que llevaba por las ropas más simples que pudiera encontrar, sin embargo sabía que de hacerlo Imhotep se decepcionaría de ella, y decepcionar a su protector era lo último que deseaba. Caminaba la egipcia sin rumbo fijo, cuando de un momento a otro se detuvo, sujetando la mano de Maloney. Sus manera de actuar era ante sus ojos normal, pero ante los demás, era extraña; ya que con cada segundo, más miradas curiosas se posaban sobre la peculiar pareja, con todo eso, Sagira ignoraba todo y más bien observaba con preocupación al gitano – Yo no sé donde están los cafés – admitió – Cuando vine a uno fui llevada por el cochero y la verdad no preste atención al camino – agacho el rostro, avergonzada al admitir aquello – en realidad, esta es la primera vez que salgo por mi cuenta a conocer la ciudad.
– Vengó de Egipto – respondió rápidamente a la pregunta – y no hay problema, sé que aún me hace falta aprender más del francés, perfeccionarlo – hizo una mueca pensando en que después de todo no sería mala idea insistir a su protector con que le consiguiera una institutriz que le enseñara como era que debía actuar y hablar debidamente en aquellas tierras ajenas – de hecho, aún tengo que aprender mucho de París, es tan diferente de Egipto... ¿Tu has vivido aquí toda tu vida? – cuestiono antes de pensar en todo lo que le tocaba aprender. Idioma, formas de actuar, como evitar ser robada por niños… Sagira necesitaba volverse una habitante más de la ciudad y no simplemente una viajera. Animada pues por haber encontrado alguien con quien hablar, caminar y pasar el rato en general, la hechicera andaba sin preocupaciones, dispuesta además a retribuir al gitano sus buenas acciones.
Una enorme sonrisa apareció en sus labios mientras que escuchaba a Maloney. Para la bruja, no existían diferencias entre las personas, para ella el destino final de todos era el mismo y por lo tanto, no debía juzgarse a otros por eso quizás era que no comprendía del todo el hecho de que le negaran la entrada a los cafés a quien consideraba ya, un nuevo amigo.
– Claro que no es un problema y si quieres un jugo, conseguiremos un jugo – los ojos de la joven fueron de arriba abajo en el cuerpo del joven, todo para después ver sus propias ropas – A mi me gustan más tus ropas – tomó parte de la falda de su vestido, haciendo una mueca de desagrado – preferiría usar algo como lo que llevas tu a este enorme vestido que no me deja moverme y hace que me de calor – suspiro sintiendo una enorme derrota, pues ella sería capaz de cambiar el caro y exuberante vestido que llevaba por las ropas más simples que pudiera encontrar, sin embargo sabía que de hacerlo Imhotep se decepcionaría de ella, y decepcionar a su protector era lo último que deseaba. Caminaba la egipcia sin rumbo fijo, cuando de un momento a otro se detuvo, sujetando la mano de Maloney. Sus manera de actuar era ante sus ojos normal, pero ante los demás, era extraña; ya que con cada segundo, más miradas curiosas se posaban sobre la peculiar pareja, con todo eso, Sagira ignoraba todo y más bien observaba con preocupación al gitano – Yo no sé donde están los cafés – admitió – Cuando vine a uno fui llevada por el cochero y la verdad no preste atención al camino – agacho el rostro, avergonzada al admitir aquello – en realidad, esta es la primera vez que salgo por mi cuenta a conocer la ciudad.
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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Re: Los peligros acechan [Maloney]
¡Egipto! Uno de los lugares que anhelaba conocer por su cultura e historia y que estaba dentro de ese mapa que solía guardar entre sus tesoros personales en su carpa junto a su caja de recuerdos.
- Oh no, en realidad pertenezco a la comunidad gitana, los hijos del viento por asi decirlo ¡ni siquiera sabemos de qué nacionalidad somos! – comentó algo sarcástico y realista a la vez el chico, los gitanos apenas si sabían quiénes eran entre ellos mismos pero si contaban de país de nacimiento, ellos no lo podían precisar. Algunos de ellos fueron paridos en esos caminos de tierra entre medio de una ciudad y otra y pocos datos se sabían porque su cultura era muy básica y lo sigue siendo. Hablaban de acuerdo a los comentarios de los demás y creencias personales de la comunidad.
- Paris es una ciudad extraña. A veces demasiado, pero es bella, tiene un gran atractivo. Algún día me gustaría conocer Egipto, debe ser un país hermoso. Camellos, esfinges, pirámides en vez de palacios, debe ser genial visitar los atractivos… – comentó manteniendo mentalmente la idea que Sagira en sí era un atractivo de su país. Carraspeo y volvió a la realidad. - ¿Y qué te trae por Francia? – consultó con su habitual tono curioso. Preguntaba por demás. A veces no estaba bien visto, pero hasta no tener una negativa no paraba.
Rió cuando emprendieron la marcha y ella después de aceptar acompañarlo por su jugo le comentó de las ropas estilísticas del lugar.
- Ya viste como visten las mujeres de por aquí, créeme, no querrás ser menos que ellas, pueden ser muy crueles ¡Aun mas que los hombres! – confirmó en un susurro lo ultimo el gitano. Si de algo sabia era de chismeríos y siempre encontraba grupos de mujeres que se reunían en pequeños grupos con el afán de criticar la forma de caminar, de vestir o de andar de otra dama de su misma clase, las diferencias parecían pesar en esta ciudad de una forma que antes no había notado en otros países vecinos.
- Oh, tranquila, si quieres puedo hacer de guía y armarte un mapa si tienes tiempo, es muy sencillo si conoces el nombre de las avenidas principales - la tranquilizo Maloney – Por aquí a la vuelta tenemos un café muy bonito, ¡vamos! – dijo y sin pedir permiso la tomó de la mano con delicadeza conduciéndola por las calles entre medio de las damas que lo observaban con desagrado como de costumbre.
- Oh no, en realidad pertenezco a la comunidad gitana, los hijos del viento por asi decirlo ¡ni siquiera sabemos de qué nacionalidad somos! – comentó algo sarcástico y realista a la vez el chico, los gitanos apenas si sabían quiénes eran entre ellos mismos pero si contaban de país de nacimiento, ellos no lo podían precisar. Algunos de ellos fueron paridos en esos caminos de tierra entre medio de una ciudad y otra y pocos datos se sabían porque su cultura era muy básica y lo sigue siendo. Hablaban de acuerdo a los comentarios de los demás y creencias personales de la comunidad.
- Paris es una ciudad extraña. A veces demasiado, pero es bella, tiene un gran atractivo. Algún día me gustaría conocer Egipto, debe ser un país hermoso. Camellos, esfinges, pirámides en vez de palacios, debe ser genial visitar los atractivos… – comentó manteniendo mentalmente la idea que Sagira en sí era un atractivo de su país. Carraspeo y volvió a la realidad. - ¿Y qué te trae por Francia? – consultó con su habitual tono curioso. Preguntaba por demás. A veces no estaba bien visto, pero hasta no tener una negativa no paraba.
Rió cuando emprendieron la marcha y ella después de aceptar acompañarlo por su jugo le comentó de las ropas estilísticas del lugar.
- Ya viste como visten las mujeres de por aquí, créeme, no querrás ser menos que ellas, pueden ser muy crueles ¡Aun mas que los hombres! – confirmó en un susurro lo ultimo el gitano. Si de algo sabia era de chismeríos y siempre encontraba grupos de mujeres que se reunían en pequeños grupos con el afán de criticar la forma de caminar, de vestir o de andar de otra dama de su misma clase, las diferencias parecían pesar en esta ciudad de una forma que antes no había notado en otros países vecinos.
- Oh, tranquila, si quieres puedo hacer de guía y armarte un mapa si tienes tiempo, es muy sencillo si conoces el nombre de las avenidas principales - la tranquilizo Maloney – Por aquí a la vuelta tenemos un café muy bonito, ¡vamos! – dijo y sin pedir permiso la tomó de la mano con delicadeza conduciéndola por las calles entre medio de las damas que lo observaban con desagrado como de costumbre.
Maloney Nicolich- Gitano
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Localización : Paris
Re: Los peligros acechan [Maloney]
Hijos del viento. Que romántico sonaba aquello para la bruja quien de cierta manera podía decir que también era una hija del viento. Sagira desconocía realmente la nacionalidad de sus padres, no sabía sus nombres, no sabía si tenía más familia sanguínea ni si ellos conocían de su existencia o al menos la sospechaban. La realidad era que Sagira era huérfana, acogida desde que llegó a aquel mundo caótico por Imhotep en Egipto y aparte de eso, no sabía más.
– ¿Y tus padres? – Aquella pregunta salió apenas como un susurró. La hechicera quería sentir que alguien la comprendía al no saber mucho sobre si misma y en Maloney parecía estar encontrando a ese alguien.
Asintió a las palabras del gitano sobre que París era extraña.
– Es demasiado confusa para mi – sonrió – Egipto es mucho más sencillo aunque quizás me parezca de esa manera porque viví toda mi vida ahí – los ojos de la muchacha brillaron de emoción al escuchar al joven expresarse sobre su tierra natal. La sonrisa se ensancho en su rostro – ¡PUEDES IR CONMIGO CUANDO VAYA DE VISITA! – la emoción que experimentaba la llevó a decir aquello prácticamente gritando. Darse cuenta de que se dejó llevar por el momento hizo que sus mejillas se encendieran y agachara la mirada antes de volver a hablar – Es decir, si quieres conocer Egipto puedes acompañarme. Me gustaría enseñarle a los amigos que haga aquí en París como era mi vida antes – Amigos. La palabra podría estarla empleando con demasiada rapidez pero no le importaba, aquel muchacho que le salvó de ser robara y le brindaba una compañía que hasta el momento no había tenido en aquella ciudad. Una vez que el gitano la cuestionó, hizo una mueca que volvía evidente la confusión que experimentaba por dentro. – La verdad es que no sé que nos ha traído aquí – suspiró – Imhotep dijo que era necesario que viniéramos a París, que algo importante tenemos que hacer aquí – se encogió de hombros, sin caer en cuenta que el muchacho no sabía quien era su protector – Fuera de eso, no tengo ni la menos idea.
El estilo de ropa de París no era lo suyo, probablemente nunca lo sería y aún así, soltó su enorme falda y se echo a reír al escuchar el comentario de Maloney.
– No me interesa si es que a ellas les gusta ser más que otras personas, yo solo quiero ropa que pueda usar cómodamente – observó a su alrededor. Todas las personas que pasaban cerca de ellos usaban ropas demasiado extravagantes y lanzaban miradas de reproche en dirección tanto al gitano como a la muchacha, como si ambos estuvieran haciendo algo prohibido – Y más que ser crueles solo por la ropa, creo que la gente aquí es cruel siempre – aquello más que ser una simple creencia, era una realidad que la hechicera aún desconocía de aquella nueva ciudad.
Sujetada de manera firme a la mano del gitano, Sagira avanzaba a su lado, dejándose guiar por aquel que conocía la ciudad.
– Por supuesto que tengo tiempo para un mapa, para pasear y lo que sea – la alegría en su voz era evidente – y muchas gracias – observó a Maloney con sincera gratitud – eres muy bueno conmigo.
Ambos jóvenes giraron en la vuelta que Maloney señaló a Sagira, únicamente para ver como frente a ellos aparecía un café que si bien no era sumamente exuberante, resultaba muy agradable a la vista. Era un negocio pequeño, con pocos comensales que parecían estar más enfocados en sus asuntos que en prestar atención al singular par que miraba en dirección al café.
– Yo pensé que en esta ciudad les gustaba el lujo en exceso – miró de reojo al gitano – Pero ya veo que buscando puedes encontrar lugares que son como tesoros escondidos – la mano que llevaba libre también fue a sujetar la mano de Maloney – Ahora vamos que necesitamos jugo – y emocionada, tiró de él para llevarlo al interior de aquel café.
– ¿Y tus padres? – Aquella pregunta salió apenas como un susurró. La hechicera quería sentir que alguien la comprendía al no saber mucho sobre si misma y en Maloney parecía estar encontrando a ese alguien.
Asintió a las palabras del gitano sobre que París era extraña.
– Es demasiado confusa para mi – sonrió – Egipto es mucho más sencillo aunque quizás me parezca de esa manera porque viví toda mi vida ahí – los ojos de la muchacha brillaron de emoción al escuchar al joven expresarse sobre su tierra natal. La sonrisa se ensancho en su rostro – ¡PUEDES IR CONMIGO CUANDO VAYA DE VISITA! – la emoción que experimentaba la llevó a decir aquello prácticamente gritando. Darse cuenta de que se dejó llevar por el momento hizo que sus mejillas se encendieran y agachara la mirada antes de volver a hablar – Es decir, si quieres conocer Egipto puedes acompañarme. Me gustaría enseñarle a los amigos que haga aquí en París como era mi vida antes – Amigos. La palabra podría estarla empleando con demasiada rapidez pero no le importaba, aquel muchacho que le salvó de ser robara y le brindaba una compañía que hasta el momento no había tenido en aquella ciudad. Una vez que el gitano la cuestionó, hizo una mueca que volvía evidente la confusión que experimentaba por dentro. – La verdad es que no sé que nos ha traído aquí – suspiró – Imhotep dijo que era necesario que viniéramos a París, que algo importante tenemos que hacer aquí – se encogió de hombros, sin caer en cuenta que el muchacho no sabía quien era su protector – Fuera de eso, no tengo ni la menos idea.
El estilo de ropa de París no era lo suyo, probablemente nunca lo sería y aún así, soltó su enorme falda y se echo a reír al escuchar el comentario de Maloney.
– No me interesa si es que a ellas les gusta ser más que otras personas, yo solo quiero ropa que pueda usar cómodamente – observó a su alrededor. Todas las personas que pasaban cerca de ellos usaban ropas demasiado extravagantes y lanzaban miradas de reproche en dirección tanto al gitano como a la muchacha, como si ambos estuvieran haciendo algo prohibido – Y más que ser crueles solo por la ropa, creo que la gente aquí es cruel siempre – aquello más que ser una simple creencia, era una realidad que la hechicera aún desconocía de aquella nueva ciudad.
Sujetada de manera firme a la mano del gitano, Sagira avanzaba a su lado, dejándose guiar por aquel que conocía la ciudad.
– Por supuesto que tengo tiempo para un mapa, para pasear y lo que sea – la alegría en su voz era evidente – y muchas gracias – observó a Maloney con sincera gratitud – eres muy bueno conmigo.
Ambos jóvenes giraron en la vuelta que Maloney señaló a Sagira, únicamente para ver como frente a ellos aparecía un café que si bien no era sumamente exuberante, resultaba muy agradable a la vista. Era un negocio pequeño, con pocos comensales que parecían estar más enfocados en sus asuntos que en prestar atención al singular par que miraba en dirección al café.
– Yo pensé que en esta ciudad les gustaba el lujo en exceso – miró de reojo al gitano – Pero ya veo que buscando puedes encontrar lugares que son como tesoros escondidos – la mano que llevaba libre también fue a sujetar la mano de Maloney – Ahora vamos que necesitamos jugo – y emocionada, tiró de él para llevarlo al interior de aquel café.
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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Re: Los peligros acechan [Maloney]
Sonreía con espontaneidad, Sagira era muy bella, tenía cierto misticismo en la piel, aunque para Maloney todo lo que era desconocido lo tenía, una cosa no restaba importancia la otra. Si no podía aun viajar por todo el mundo que era su sueño, al menos podía descubrirlo por medio de los ojos de los otros que si lo hacían.
- Mis padres… es algo complejo de explicar. Nuestra comunidad tiene muchas reglas, los que mandan mas son nuestros abuelos, mis padre vaya uno a saber dónde quedó. Mi madre murió cuando era pequeño, no hubo forma de salvarla de las pestes me contaron que fue una bendición su muerte – comentó con una sombra en su rostro, no por ello perdía su sensibilidad, era un niño que se crio con sus abuelos, completamente fieles a su tradición por apellido. A veces se ponía a pensar si algo cambiaria en caso que apareciera su padre.
Para su sorpresa las palabras de Sagira lo motivaron y abandonó todo sentimiento susceptible, cualquiera que le hablara de viajes podía sacarle una de esas sonrisas de oreja a oreja - ¿De en serio? – preguntó con algo de incredulidad ante tal invitación y cuando vio un asentimiento – ¡¡SERIA SUPER, quiero conocer el mundo entero!! – gritó y tomó las manos de Sagira entre las suyas cuando esta notó que ambos gritaban en medio de la calle, los transeúntes los miraban con desaprobación, como si fuesen dos niños descarriados sin tutores, pero el gitano imaginaba que contemplaban la belleza natural de la mujer egipcia que lejos de las costumbres francesas captaba la atención de los hombres de las altas clases.
- Ah no te pregunté – comentó al paso mientras se acercaban al café, el nombre Imhotep le sonaba algo histórico - ¿Imhotep es tu padre? – pregunto al notar que no le había devuelta la pregunta. Esperaba que fuera lo que fuese importante para hacer en París le diera el tiempo suficiente de hablar con sus abuelos y preparar el terreno de su partida, iba a intentarlo con la misma pasión que la última vez, aunque ahora el compromiso que tenía en puerta iba a ser un motivo para tener que quedarse. Los gitanos comprometidos debían mantenerse en el lugar hasta el desarrollo de su prometida, allí era cuando los casaban y después venían los hijos, las responsabilidades y todo lo demás. Todo muy lejos de los sueños de libertad del joven gitano. No quería ni remotamente ser padre, ni obligar a su prometida a ser su mujer y madre de sus hijos. Era una buena chica, pero nada tenían en común, las veces que pudo hablar con ella la notó algo problemática. Pero todo tenia solución y esto también lo tendría.
- A veces solo creo que es miedo lo que tienen, lo esconden bajo esas grandes faldas, pero aun asi se nota – dijo Maloney sobre la crueldad de los parisinos en general. Sonrió de oreja a oreja con el cumplido de la egipcia y le tomó la mano fuerte en respuesta, podía ser algo bruto con las muchachas porque era asi normalmente.
- Sí, es muy lujosa, pero a veces al girar la esquina hay gente con cierta libertad para ser ellos mismos también, se conforman con lo simple – y cortó su parlamento porque estaban en la puerta del local y entraron para tomar asiento en una de las mesas, un jugo después de la caminata y la corrida no venía nada mal. Unas impecables sillas blancas con mesas en composé vestía el espacio, en las paredes unas figuras humanas y fotografías en blanco y negro de la estación y parques de la ciudad. Simple pero bonito. Apenas se sentaron llegó una camarera que dejó las cartas para que ambos pidieran.
- Mis padres… es algo complejo de explicar. Nuestra comunidad tiene muchas reglas, los que mandan mas son nuestros abuelos, mis padre vaya uno a saber dónde quedó. Mi madre murió cuando era pequeño, no hubo forma de salvarla de las pestes me contaron que fue una bendición su muerte – comentó con una sombra en su rostro, no por ello perdía su sensibilidad, era un niño que se crio con sus abuelos, completamente fieles a su tradición por apellido. A veces se ponía a pensar si algo cambiaria en caso que apareciera su padre.
Para su sorpresa las palabras de Sagira lo motivaron y abandonó todo sentimiento susceptible, cualquiera que le hablara de viajes podía sacarle una de esas sonrisas de oreja a oreja - ¿De en serio? – preguntó con algo de incredulidad ante tal invitación y cuando vio un asentimiento – ¡¡SERIA SUPER, quiero conocer el mundo entero!! – gritó y tomó las manos de Sagira entre las suyas cuando esta notó que ambos gritaban en medio de la calle, los transeúntes los miraban con desaprobación, como si fuesen dos niños descarriados sin tutores, pero el gitano imaginaba que contemplaban la belleza natural de la mujer egipcia que lejos de las costumbres francesas captaba la atención de los hombres de las altas clases.
- Ah no te pregunté – comentó al paso mientras se acercaban al café, el nombre Imhotep le sonaba algo histórico - ¿Imhotep es tu padre? – pregunto al notar que no le había devuelta la pregunta. Esperaba que fuera lo que fuese importante para hacer en París le diera el tiempo suficiente de hablar con sus abuelos y preparar el terreno de su partida, iba a intentarlo con la misma pasión que la última vez, aunque ahora el compromiso que tenía en puerta iba a ser un motivo para tener que quedarse. Los gitanos comprometidos debían mantenerse en el lugar hasta el desarrollo de su prometida, allí era cuando los casaban y después venían los hijos, las responsabilidades y todo lo demás. Todo muy lejos de los sueños de libertad del joven gitano. No quería ni remotamente ser padre, ni obligar a su prometida a ser su mujer y madre de sus hijos. Era una buena chica, pero nada tenían en común, las veces que pudo hablar con ella la notó algo problemática. Pero todo tenia solución y esto también lo tendría.
- A veces solo creo que es miedo lo que tienen, lo esconden bajo esas grandes faldas, pero aun asi se nota – dijo Maloney sobre la crueldad de los parisinos en general. Sonrió de oreja a oreja con el cumplido de la egipcia y le tomó la mano fuerte en respuesta, podía ser algo bruto con las muchachas porque era asi normalmente.
- Sí, es muy lujosa, pero a veces al girar la esquina hay gente con cierta libertad para ser ellos mismos también, se conforman con lo simple – y cortó su parlamento porque estaban en la puerta del local y entraron para tomar asiento en una de las mesas, un jugo después de la caminata y la corrida no venía nada mal. Unas impecables sillas blancas con mesas en composé vestía el espacio, en las paredes unas figuras humanas y fotografías en blanco y negro de la estación y parques de la ciudad. Simple pero bonito. Apenas se sentaron llegó una camarera que dejó las cartas para que ambos pidieran.
Maloney Nicolich- Gitano
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Re: Los peligros acechan [Maloney]
Escuchar la historia que aquel muchacho tenía para contarle sobre sus padres, provoco que el corazón puro de Sagira se uniera más al de él. La egipcia no sabía nada de su familia y de cierta manera, le hacía feliz saber que al menos Maloney tenía a sus abuelos y quizás recuerdos de su madre.
– Todas las comunidades tienen muchas reglas, aunque algunas son más complicadas de entenderse o aceptarse – decía pensando en todo lo aprendido durante su tiempo viviendo en Egipto. Las palabras de la egipcia fueron seguidas por un suspiro, que salió de los labios de la hechicera supliendo las palabras. Ella no sabía que decirle a su acompañante en esos instantes donde cierta oscuridad parecía querer comerse la felicidad que segundos antes los rodeaba.
Lo bueno de los jóvenes era que todo parecían superarlo con facilidad, siendo el tema de los viajes lo que llevó nuevamente el brillo a los ojos tanto de Maloney como de Sagira.
– Te lo digo en serio – aseguró sonriendo como una chiquilla que prueba por primera vez un dulce – Claro que no sé cuanto tiempo estaremos aquí pero seguramente serán algunos meses y después, iré a visitar Egipto de nuevo – volver al lugar que consideraba su hogar llenaba de ilusión a la bruja pero sobre todo, le emocionaba el pensar en llevar a un amigo con ella. Una risita se le escapo de los labios mientras sujetaba firme las manos del gitano – No sé si puedo ir yo a conocer todo el mundo, pero te invitare a acompañarme si es que voy a otro sitio aparte de Egipto – porque el hecho de llevar a las personas que consideraba importantes le hacía sentirse menos solo, más indispensable en la vida, más completa.
Un nuevo sonrojo invadió por completo las mejillas de la hechicera, quien mencionada a Imhotep sin explicar que era con ella.
– Si… – hizo una pausa – Bueno no… – sonrió – Imhotep es quien me ha cuidado desde que nací. Él me rescato de morir y aunque no es mi padre, es la única familia que conozco – se encogió de hombros, antes de mirar fijamente a los ojos del gitano – Haría cualquier cosa por él y le acompañaría a donde fuera – porque para la bruja no existía nadie como el vampiro. Él era la razón por la que Sagira quería vivir. El amor de la hechicera por el inmortal era tal que el simple hecho de pensar en él agitaba su corazón.
Llena de energía y con una alegría como la que no sentía desde antes de dejar Egipto, Sagira caminaba firme al lado de Maloney, riendo por cosas sin sentido, disfrutando del todo de la compañía ajena y de lo que ello significaba para la muchacha.
– Me gusta la libertad para ser nosotros mismos – admitió con una sonrisa, mientras que sus pies la llevaban dentro del establecimiento.
Rápidamente los jóvenes se hicieron de una mesa a la que pronto llegó una mesera, que dejó un par de cartas a disposición de ambos. La hechicera tomo la carta, colocándola a la altura de su nariz y observando por encima de la misma al gitano frente a ella.
– Hey… – llamó por lo bajito a Maloney – si quieres algo además del jugo eres completamente libre de pedirlo, que debes de tener hambre – y lo decía porque ella pensaba no simplemente pedir un jugo, sino además una rebanada de pastel y cualquier cosa que tuviera en el menú un nombre delicioso.
– Todas las comunidades tienen muchas reglas, aunque algunas son más complicadas de entenderse o aceptarse – decía pensando en todo lo aprendido durante su tiempo viviendo en Egipto. Las palabras de la egipcia fueron seguidas por un suspiro, que salió de los labios de la hechicera supliendo las palabras. Ella no sabía que decirle a su acompañante en esos instantes donde cierta oscuridad parecía querer comerse la felicidad que segundos antes los rodeaba.
Lo bueno de los jóvenes era que todo parecían superarlo con facilidad, siendo el tema de los viajes lo que llevó nuevamente el brillo a los ojos tanto de Maloney como de Sagira.
– Te lo digo en serio – aseguró sonriendo como una chiquilla que prueba por primera vez un dulce – Claro que no sé cuanto tiempo estaremos aquí pero seguramente serán algunos meses y después, iré a visitar Egipto de nuevo – volver al lugar que consideraba su hogar llenaba de ilusión a la bruja pero sobre todo, le emocionaba el pensar en llevar a un amigo con ella. Una risita se le escapo de los labios mientras sujetaba firme las manos del gitano – No sé si puedo ir yo a conocer todo el mundo, pero te invitare a acompañarme si es que voy a otro sitio aparte de Egipto – porque el hecho de llevar a las personas que consideraba importantes le hacía sentirse menos solo, más indispensable en la vida, más completa.
Un nuevo sonrojo invadió por completo las mejillas de la hechicera, quien mencionada a Imhotep sin explicar que era con ella.
– Si… – hizo una pausa – Bueno no… – sonrió – Imhotep es quien me ha cuidado desde que nací. Él me rescato de morir y aunque no es mi padre, es la única familia que conozco – se encogió de hombros, antes de mirar fijamente a los ojos del gitano – Haría cualquier cosa por él y le acompañaría a donde fuera – porque para la bruja no existía nadie como el vampiro. Él era la razón por la que Sagira quería vivir. El amor de la hechicera por el inmortal era tal que el simple hecho de pensar en él agitaba su corazón.
Llena de energía y con una alegría como la que no sentía desde antes de dejar Egipto, Sagira caminaba firme al lado de Maloney, riendo por cosas sin sentido, disfrutando del todo de la compañía ajena y de lo que ello significaba para la muchacha.
– Me gusta la libertad para ser nosotros mismos – admitió con una sonrisa, mientras que sus pies la llevaban dentro del establecimiento.
Rápidamente los jóvenes se hicieron de una mesa a la que pronto llegó una mesera, que dejó un par de cartas a disposición de ambos. La hechicera tomo la carta, colocándola a la altura de su nariz y observando por encima de la misma al gitano frente a ella.
– Hey… – llamó por lo bajito a Maloney – si quieres algo además del jugo eres completamente libre de pedirlo, que debes de tener hambre – y lo decía porque ella pensaba no simplemente pedir un jugo, sino además una rebanada de pastel y cualquier cosa que tuviera en el menú un nombre delicioso.
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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Re: Los peligros acechan [Maloney]
- Estoy seguro que nos divertiremos, si - había comentado mientras caminaban por la vereda adoquinada, antes de ingresar en el lugar. Parecía el destino que siempre se encontraba con gente a la que le gustaba viajar. Él amaba viajar, conocer lugares y gente de diversas nacionalidades y culturas. Pero sobre todo quería preservar su alma libre de ataduras y el compromiso gitano era una de las que mas le pesaba. Sabía que el viajar le iba a traer muchos beneficios propios, pero sería un paria, un desertor para su comunidad. Era una decisión difícil que estaba dispuesto a tomar cuando llegase el momento.
Notó cuando Sagira se puso roja, tenía una piel delicada por lo que se notaba enseguida. Prefirió no comentar nada allí, había cosas que prefería guardarse – Entonces… ¿no recuerdas nada de tus padres biológicos? – preguntó con cierto tacto, no sabía cuán difícil podía ser para los demás no tener padres. Él los había conocido y los extrañaba aunque eran distintas sociedades la de ellos dos. Notó en sus palabras el cariño que le tenía a su salvador y se hizo una imagen mental de cómo podía ser.
Una vez dentro del local tomó la carta y se puso a revisar lo que vendían allí. Ella lo miraba indiscretamente sobre la carta con sus bonitos ojos, eso le daba gracia al gitano que siguiéndole el juego la imitó mientras respondía – No Sagira, eso sería abusivo, pero agradezco tu hospitalidad – comentó con sinceridad el chico, había aprendido algunas respuestas educadas después de pasear por las calles de París hacia unos años. En los círculos gitanos era posiblemente una ofensa no aceptar ofrecimientos de comida de los demás.
Cerró la carta y la dejó sobre la mesa, pediría su jugo de naranjas después de todo, cuando ella terminó con su carta continuó con el interrogatorio como si quisiera conocerla en un solo día - ¿Y has viajado mucho con Imhotep? -
Notó cuando Sagira se puso roja, tenía una piel delicada por lo que se notaba enseguida. Prefirió no comentar nada allí, había cosas que prefería guardarse – Entonces… ¿no recuerdas nada de tus padres biológicos? – preguntó con cierto tacto, no sabía cuán difícil podía ser para los demás no tener padres. Él los había conocido y los extrañaba aunque eran distintas sociedades la de ellos dos. Notó en sus palabras el cariño que le tenía a su salvador y se hizo una imagen mental de cómo podía ser.
Una vez dentro del local tomó la carta y se puso a revisar lo que vendían allí. Ella lo miraba indiscretamente sobre la carta con sus bonitos ojos, eso le daba gracia al gitano que siguiéndole el juego la imitó mientras respondía – No Sagira, eso sería abusivo, pero agradezco tu hospitalidad – comentó con sinceridad el chico, había aprendido algunas respuestas educadas después de pasear por las calles de París hacia unos años. En los círculos gitanos era posiblemente una ofensa no aceptar ofrecimientos de comida de los demás.
Cerró la carta y la dejó sobre la mesa, pediría su jugo de naranjas después de todo, cuando ella terminó con su carta continuó con el interrogatorio como si quisiera conocerla en un solo día - ¿Y has viajado mucho con Imhotep? -
Maloney Nicolich- Gitano
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Re: Los peligros acechan [Maloney]
Una sonrisa apareció en los labios de la bruja, quien sospechaba que al lado de Maloney harían más cosas que solo divertirse. Cualquier persona prudente pensaría que ese pensamiento era alimentado solo por lo bien que la estaba pasando al lado del muchacho, sin embargo, ella sabía que era por algo más. Su parte mágica le indicaba que aquel muchacho gitano sería un gran amigo suyo y que juntos vivirían más de una aventura, eso era lo que la ponía tan feliz porque nunca imagino hacer un amigo en París, mucho menos uno tan agradable como Maloney.
Pero como siempre, no importaba lo agradable que fuera una situación, siempre existía algo que oscurecía todo aunque fuera por algunos segundos. Sagira pudo sentir perfectamente la manera en que Maloney trataba de no hacerla sentir mal al preguntar por sus padres y ver la bondad en el muchacho la hizo sonreír. Para ella sus padres habían muerto si, pero nunca la habían dejado del todo desamparada pues de alguna manera, la llevaron hasta el vampiro que amaba.
– La verdad es que no recuerdo absolutamente nada de ellos, yo era apenas un bebé. Imhotep me salvó de morir junto a ellos pero él tampoco pudo contarme mucho de ellos ya que no los conocía – se encogió de hombros – Eso es todo lo que sé e Imhotep también dice no saber más – y ella estaba feliz con lo sabía, su imaginación respecto a sus padres era después de todo mejor que la realidad.
Los muchachos llegaron entonces al local donde beberían un jugo, pero cuando la hechicera vio la gran cantidad de comida en la carta que les llevaron, simplemente no pudo contenerse y ofreció a Maloney que pidiera todo cuanto deseara. Al recibir la negativa del gitano frunció el ceño.
– Vamos que no es abusivo – observo de nuevo la carta – y si no pides tú, yo pediré muchas cosas y entonces tendrás que ayudarme a comer todo – y dicho eso, levantó su mano para llamar nuevamente a la mesera.
En lo que la peculiar pareja aguardaba la llegada de la mesera, una nueva duda fue lanzada y Sagira no pudo evitar reír.
– Espero que no vayas a decepcionarte, pero no, no hemos viajado mucho – se recargó un poco más en la mesa – De hecho este es mi primer viaje pero algo me dice que no será el último y menos ahora que hemos quedado contigo de visitar Egipto y otros lugares – nuevamente la sonrisa invadió los labios de la hechicera, quien rápidamente observo a la mesera que llegaba hasta ellos y se ofrecía a tomar la orden – Serán dos jugos de naranja y dos rebanadas del pastel que tenga – y dicho eso observo a Maloney – espero te guste lo dulce porque no nos iremos de aquí hasta acabar con el pastel – sentencio.
Pero como siempre, no importaba lo agradable que fuera una situación, siempre existía algo que oscurecía todo aunque fuera por algunos segundos. Sagira pudo sentir perfectamente la manera en que Maloney trataba de no hacerla sentir mal al preguntar por sus padres y ver la bondad en el muchacho la hizo sonreír. Para ella sus padres habían muerto si, pero nunca la habían dejado del todo desamparada pues de alguna manera, la llevaron hasta el vampiro que amaba.
– La verdad es que no recuerdo absolutamente nada de ellos, yo era apenas un bebé. Imhotep me salvó de morir junto a ellos pero él tampoco pudo contarme mucho de ellos ya que no los conocía – se encogió de hombros – Eso es todo lo que sé e Imhotep también dice no saber más – y ella estaba feliz con lo sabía, su imaginación respecto a sus padres era después de todo mejor que la realidad.
Los muchachos llegaron entonces al local donde beberían un jugo, pero cuando la hechicera vio la gran cantidad de comida en la carta que les llevaron, simplemente no pudo contenerse y ofreció a Maloney que pidiera todo cuanto deseara. Al recibir la negativa del gitano frunció el ceño.
– Vamos que no es abusivo – observo de nuevo la carta – y si no pides tú, yo pediré muchas cosas y entonces tendrás que ayudarme a comer todo – y dicho eso, levantó su mano para llamar nuevamente a la mesera.
En lo que la peculiar pareja aguardaba la llegada de la mesera, una nueva duda fue lanzada y Sagira no pudo evitar reír.
– Espero que no vayas a decepcionarte, pero no, no hemos viajado mucho – se recargó un poco más en la mesa – De hecho este es mi primer viaje pero algo me dice que no será el último y menos ahora que hemos quedado contigo de visitar Egipto y otros lugares – nuevamente la sonrisa invadió los labios de la hechicera, quien rápidamente observo a la mesera que llegaba hasta ellos y se ofrecía a tomar la orden – Serán dos jugos de naranja y dos rebanadas del pastel que tenga – y dicho eso observo a Maloney – espero te guste lo dulce porque no nos iremos de aquí hasta acabar con el pastel – sentencio.
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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