AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Esa Mirada... [Privado]
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Esa Mirada... [Privado]
En la soledad de mi corazón, esta noche fría y lluviosa me ha dado por pensar en ella. A pesar del tiempo trascurrido desde aquella primera vez que la vi, toda llena de misterios. No he logrado olvidarla, ni arrancar su recuerdo.
Cuando entre en aquel lugar, tras de mí se cerraron las puertas. Comencé a pasearme por la sala, no esperaba encontrar nada, me conformaba con ver aquellos faldones imposibles danzar tiñendo de colores aquel salón blanco y dorado. Muchos osados se atrevieron a enfrentar un cruce de palabras sin tener nada que decir, todo en un continuo vaivén de sonrisas forzadas y despliegue de encantos. Con una copa de vino en la mano, subí algunas gradas, y, apoyándome sobre una columna, y medio escondido por ella, fijé los ojos en aquella ola de criaturas humanas que se movían a mis pies.
La noche ardía en su eterno resplandor elevando la lujuria del salón mientras los enmascarados bailaban al ritmo que imponía la orquesta. No sé si culpar a la soledad, a la tristeza o a la alegría, pero mi alma se fue ennegreciendo y apartando poco a poco a las del resto.
Entonces la vi, una mujer hermosa de rica prestancia que camina como diosa por el salón, estoy seguro que esa presencia la conozco. "Oh tú a quien la noche torna tan bella, sé que te conozco." Descanse una de mis manos sobre la baranda y camine lentamente hacía ella. A través de su antifaz, vi como sus ojos se fijaban en los míos; Me miro un instante y la sorpresa se plasmó sutilmente en su rostro, desconozco el motivo. La parte baja de su cara que no ocultaba el antifaz, era fresca y aterciopelada; en sus labios rojos y finos se forjo una sutil mueca que no pude interpretar, pero estaba seguro que al igual que yo, me recordaba.
Le ofrecí una sonrisa tranquila, y en señal de saludo, alce mi mano a la altura de mis ojos cerca del antifaz plateado que cubría parte de mi rostro. En silencio sostuvimos la mirada el uno al otro y por un momento todo signo de dolor y cansancio desapareció. A las fueras la lluvia había cesado pero se podía sentir el frío tan común de París.
¿Recuerda aquella noche? - No sabía que decir, no supe que pensar. – Ha pasado mucho tiempo. – Susurre. Estábamos rodeados de multitud, pero yo sólo la sentía a ella. El salón pareció quedarse vacío para nosotros dos.
Al quedarme frente a Lara y contemplarla, noté que esa noche en la catedral su piel lucia más blanca que ahora, recuerdo también su largo cabello negro, brillante, en parte debido a los débiles rayos de luz de Luna que bañaba su figura. La mirada que me cautivo jamás la olvide, esa mirada a veces fría y opaca que me condenaba, provocaba en cada centímetro de mi ser una terrible sensación hasta aquel momento desconocida para mí. ¿Cuánto durará esta condena? Creo que la eternidad tiene la respuesta.
Cuando entre en aquel lugar, tras de mí se cerraron las puertas. Comencé a pasearme por la sala, no esperaba encontrar nada, me conformaba con ver aquellos faldones imposibles danzar tiñendo de colores aquel salón blanco y dorado. Muchos osados se atrevieron a enfrentar un cruce de palabras sin tener nada que decir, todo en un continuo vaivén de sonrisas forzadas y despliegue de encantos. Con una copa de vino en la mano, subí algunas gradas, y, apoyándome sobre una columna, y medio escondido por ella, fijé los ojos en aquella ola de criaturas humanas que se movían a mis pies.
La noche ardía en su eterno resplandor elevando la lujuria del salón mientras los enmascarados bailaban al ritmo que imponía la orquesta. No sé si culpar a la soledad, a la tristeza o a la alegría, pero mi alma se fue ennegreciendo y apartando poco a poco a las del resto.
Entonces la vi, una mujer hermosa de rica prestancia que camina como diosa por el salón, estoy seguro que esa presencia la conozco. "Oh tú a quien la noche torna tan bella, sé que te conozco." Descanse una de mis manos sobre la baranda y camine lentamente hacía ella. A través de su antifaz, vi como sus ojos se fijaban en los míos; Me miro un instante y la sorpresa se plasmó sutilmente en su rostro, desconozco el motivo. La parte baja de su cara que no ocultaba el antifaz, era fresca y aterciopelada; en sus labios rojos y finos se forjo una sutil mueca que no pude interpretar, pero estaba seguro que al igual que yo, me recordaba.
Le ofrecí una sonrisa tranquila, y en señal de saludo, alce mi mano a la altura de mis ojos cerca del antifaz plateado que cubría parte de mi rostro. En silencio sostuvimos la mirada el uno al otro y por un momento todo signo de dolor y cansancio desapareció. A las fueras la lluvia había cesado pero se podía sentir el frío tan común de París.
¿Recuerda aquella noche? - No sabía que decir, no supe que pensar. – Ha pasado mucho tiempo. – Susurre. Estábamos rodeados de multitud, pero yo sólo la sentía a ella. El salón pareció quedarse vacío para nosotros dos.
Al quedarme frente a Lara y contemplarla, noté que esa noche en la catedral su piel lucia más blanca que ahora, recuerdo también su largo cabello negro, brillante, en parte debido a los débiles rayos de luz de Luna que bañaba su figura. La mirada que me cautivo jamás la olvide, esa mirada a veces fría y opaca que me condenaba, provocaba en cada centímetro de mi ser una terrible sensación hasta aquel momento desconocida para mí. ¿Cuánto durará esta condena? Creo que la eternidad tiene la respuesta.
Última edición por Lestat De Lioncourt el Mar Ene 14, 2014 8:42 am, editado 1 vez
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Esa Mirada... [Privado]
"No estaba dispuesta a saltar, pero continuaba bailando al borde del precipicio."
Con un humor gélido e hiriente que se clavaba en mi corazón como una navaja traidora, tomé el antifaz y luego de haberme arreglado cuidadosamente salí hacia el dichoso baile al que había sido invitada. Debo admitir que decidí asistir por razones no distintas a negocios, a tratos que me convenían con ciertas personas asistentes al lugar. Vestí como siempre ropa oscura pensando en mantener un bajo perfíl a pesar de lo complicado que es para un vampiro. Me recogí el cabello a medias dejando caer algunos mechones de pelo y evité que mi piel quedara descubierta y expuesta a que alguien sintiera el frío que todo mi cuerpo representaba.
Todo el camino fue una lucha en mi mente, una oposición que me gritaba que me devolviera, que no me molestara en asistir por negocios que no necesitaba porque sólo los usaba por la diversión que me generaba esa sensación de poder, aunque leve. Planeaba llegar sobre la media noche, justo cuando ya todos los asistentes han cruzado palabras con algún otro que les corresponde en esa necesidad de compañía. Buscaba por todos los medios sólo ir a observar, hacer acto de presencia e intentar satisfacer ese interés que es la antítesis de la filantropía pero que se mueve en su territorio con mirada calculadora.
Cuando llegué al lugar avancé sin prestar atención a nadie, me dirigí de frente y luego levanté la mirada para buscar un lugar vacío en el que pudiera permanecer tranquila; pero para mi sorpresa alguien había llegado primero, alguien a quién ya había visto antes y en un lugar como el que buscaba: Alto, solitario, frío... Le observé sin gesto alguno pero le miré de tal forma que sabría quién era a pesar de tener medio rostro cubierto; le sostuve aún más tiempo la mirada corroborando que sabía también quién era él.
Le vi entonces avanzar hacía mí con cierta determinación y fruncí los labios de forma apenas perceptible. Me sonrió, me saludó con la mano y yo a cambio permanecí allí, inmóvil, sin palabras y no precisamente porque no las tuviera, era más bien que no las quería.
-Sí, la recuerdo. Como recuerdo la mayoría de mis noches.- Respondí con sequedad como me era costumbre. No tenía un buen recuerdo de aquél vampiro y por ende no confiaba en él.
Un relámpago... luego sólo noche y el aroma a tierra mojada en el aire. El ambiente continuaba normal, cada quién se dedicaba a lo suyo y me sentí complacida de pasar desapercibida. Desvié un poco la mirada y luego se la retomé a él, al de nombre Lestat si mal no recordaba.
-Disfrute su estadía.- Asentí como por pura cordialidad -Con permiso- dije pasandolo apenas de costado. No me interesaba escucharlo, no quería saber de su ego y de cuán poderoso podía ser a pesar de ser tan jóven porque ya había escuchado demasiadas historias de esas y todas eran mentira. Eso sí, mantuve la educación porque así me apetecía y pretendí mantener tal compostura que no cedería en absoluto por aquella faceta de extrema cordialidad que mostraba él para aquella noche.
Todo el camino fue una lucha en mi mente, una oposición que me gritaba que me devolviera, que no me molestara en asistir por negocios que no necesitaba porque sólo los usaba por la diversión que me generaba esa sensación de poder, aunque leve. Planeaba llegar sobre la media noche, justo cuando ya todos los asistentes han cruzado palabras con algún otro que les corresponde en esa necesidad de compañía. Buscaba por todos los medios sólo ir a observar, hacer acto de presencia e intentar satisfacer ese interés que es la antítesis de la filantropía pero que se mueve en su territorio con mirada calculadora.
Cuando llegué al lugar avancé sin prestar atención a nadie, me dirigí de frente y luego levanté la mirada para buscar un lugar vacío en el que pudiera permanecer tranquila; pero para mi sorpresa alguien había llegado primero, alguien a quién ya había visto antes y en un lugar como el que buscaba: Alto, solitario, frío... Le observé sin gesto alguno pero le miré de tal forma que sabría quién era a pesar de tener medio rostro cubierto; le sostuve aún más tiempo la mirada corroborando que sabía también quién era él.
Le vi entonces avanzar hacía mí con cierta determinación y fruncí los labios de forma apenas perceptible. Me sonrió, me saludó con la mano y yo a cambio permanecí allí, inmóvil, sin palabras y no precisamente porque no las tuviera, era más bien que no las quería.
-Sí, la recuerdo. Como recuerdo la mayoría de mis noches.- Respondí con sequedad como me era costumbre. No tenía un buen recuerdo de aquél vampiro y por ende no confiaba en él.
Un relámpago... luego sólo noche y el aroma a tierra mojada en el aire. El ambiente continuaba normal, cada quién se dedicaba a lo suyo y me sentí complacida de pasar desapercibida. Desvié un poco la mirada y luego se la retomé a él, al de nombre Lestat si mal no recordaba.
-Disfrute su estadía.- Asentí como por pura cordialidad -Con permiso- dije pasandolo apenas de costado. No me interesaba escucharlo, no quería saber de su ego y de cuán poderoso podía ser a pesar de ser tan jóven porque ya había escuchado demasiadas historias de esas y todas eran mentira. Eso sí, mantuve la educación porque así me apetecía y pretendí mantener tal compostura que no cedería en absoluto por aquella faceta de extrema cordialidad que mostraba él para aquella noche.
Lara Karstein- Vampiro Clase Alta
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Re: Esa Mirada... [Privado]
Acepto su distancia porque parece correr de mí.
Mi presencia le molesta, lo noto hasta en el más mínimo gesto en su rostro. Si me fuera por completo indiferente y mis pensamientos estuvieran en su lugar, no soportaría sus ofensas y la manera en la que me ignora. Mis labios forman una línea recta cuando pasa por mi lado como un ser espectral. No encuentro palabras, no sé qué expresar y veo mi pluma sin tinta. Fruncí el ceño ante la sequedad de sus palabras y luego relaje el rostro cuando con arrogancia la invitación fluye de mis labios.
¿Lara es su nombre? – Me quede en silencio, esperando a que me diera una respuesta antes de seguir su camino y volviera a actuar como si yo no estuviera aquí. Luego de oír su voz, respiro profundamente, pues cuando me quedaba en silencio y sin mover un musculo parecía una estatua cincelada en mármol o delicada porcelana. – Guarde el último baile para mí.
¿Aceptará? Quizás no cambie los colores de mi vida, ni me ayude a encontrarle un sentido profundo a este mundo inerte, y ni siquiera estoy seguro de que todo esto valga la hostilidad que destilan sus ojos, pero eso es lo que quiero esta noche. Avance contrario al lugar donde permanecí por varias horas, probablemente ella querría ocupar mi puesto y siendo sincero nuestras miradas jamás se habrían encontrado de no ser porque ella fijo sus ojos en aquella dirección. No me permití esperar la última respuesta, sea cual sea, más tarde la conocería.
Camino a través del salón, algunas damas fijaban su mirada en mí; vestía mi levita negra con puños de encaje y mi camisa de chorreras. Mi cabello caía en cascada sobre mis hombros, rizado, largo y deslumbrante. Sin duda es la imagen que todos tenían de mí, una imagen sacada de una novela romántica, de esas que leen jovencitas creyendo en el príncipe azul que no llegará. Levanto mi copa y de ella bebo hasta la última gota de vino; el dulce licor negro que alegra el corazón del hombre y no mitiga mi pena. Miro alrededor y nada me divierte, lo único bueno de este mundo cambiante es seguir estando consciente. Un día igual al otro y cada vez más vacío.
Un muchacho del servicio se acercó para llenar nuevamente mi copa mientras mi atención se centra nuevamente en esa mujer, solo en esa vampira. Me pregunto, donde estará, con quien y que hace en este baile.
Mi presencia le molesta, lo noto hasta en el más mínimo gesto en su rostro. Si me fuera por completo indiferente y mis pensamientos estuvieran en su lugar, no soportaría sus ofensas y la manera en la que me ignora. Mis labios forman una línea recta cuando pasa por mi lado como un ser espectral. No encuentro palabras, no sé qué expresar y veo mi pluma sin tinta. Fruncí el ceño ante la sequedad de sus palabras y luego relaje el rostro cuando con arrogancia la invitación fluye de mis labios.
¿Lara es su nombre? – Me quede en silencio, esperando a que me diera una respuesta antes de seguir su camino y volviera a actuar como si yo no estuviera aquí. Luego de oír su voz, respiro profundamente, pues cuando me quedaba en silencio y sin mover un musculo parecía una estatua cincelada en mármol o delicada porcelana. – Guarde el último baile para mí.
¿Aceptará? Quizás no cambie los colores de mi vida, ni me ayude a encontrarle un sentido profundo a este mundo inerte, y ni siquiera estoy seguro de que todo esto valga la hostilidad que destilan sus ojos, pero eso es lo que quiero esta noche. Avance contrario al lugar donde permanecí por varias horas, probablemente ella querría ocupar mi puesto y siendo sincero nuestras miradas jamás se habrían encontrado de no ser porque ella fijo sus ojos en aquella dirección. No me permití esperar la última respuesta, sea cual sea, más tarde la conocería.
Camino a través del salón, algunas damas fijaban su mirada en mí; vestía mi levita negra con puños de encaje y mi camisa de chorreras. Mi cabello caía en cascada sobre mis hombros, rizado, largo y deslumbrante. Sin duda es la imagen que todos tenían de mí, una imagen sacada de una novela romántica, de esas que leen jovencitas creyendo en el príncipe azul que no llegará. Levanto mi copa y de ella bebo hasta la última gota de vino; el dulce licor negro que alegra el corazón del hombre y no mitiga mi pena. Miro alrededor y nada me divierte, lo único bueno de este mundo cambiante es seguir estando consciente. Un día igual al otro y cada vez más vacío.
Un muchacho del servicio se acercó para llenar nuevamente mi copa mientras mi atención se centra nuevamente en esa mujer, solo en esa vampira. Me pregunto, donde estará, con quien y que hace en este baile.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Esa Mirada... [Privado]
"Prefiero que mi mente se abra movida por la curiosidad
a que se cierre movida por la convicción."
a que se cierre movida por la convicción."
-Ya ha obtenido su respuesta, Ser- Respondí con un tono de voz que carecía de todo ánimo. Debo decir que no era una noche en la que me sintiera particularmente a gusto e incluso al ver los rostros de las jovensitas a lo lejos y dentro del lugar comprendí el porqué.
En la puerta, estaba la esposa de un aristócrata bondadoso y muy hospitalario que había sido el artífice del baile. Su mujer era tan amable como él y recibió a los invitados luciendo una diadema de brillantes y un vestido de terciopelo, que dejaba al descubierto su pecho y sus hombros, blancos y gruesos. El baile parecía magnífico por más que a mí no me importara. La sala había sido decorada con sumo detalle e incluso habia un coro, una célebre orquesta compuesta por los siervos de un propietario aficionado a la música; un buffet exquisito se alcanzaba a divisar a la vez de un mar de champaña y la crema y nata de la sociedad francesa ostentaba por doquier hasta lo que no tenían.
Por mi parte, tenía esa extraña manía de complicarlo todo, de desconfiar hasta de mi sombra y creer que las barreras que yo ponía eran inexpugnables. Anhelaba de todo corazón que el pavoneo de las muchachitas adentro lograra captar toda la atención que yo quería evitar y no por una cuestión de ego sino de características particulares de la raza. Por eso me había puesto un vestido negro con cinturón de color plata opaco y guantes también negros de cabritilla que me llegaban hasta los codos, y escarpines de satín negros. Todo aquello me hacía ver más como una viuda que como alguien que se dirige a un feliz baile.
Mientras observaba al frente, noté que el hombre con quien iba a verme estaba al fondo, mirándome con ansiedad mientras sostenía en las manos un gran sobre de papel de color oscuro. Sin duda, él quería concretar el negocio con prontitud. El mismo, se trataba de la compra de una propiedad ubicada en Lyon, donde estaba pensando mudarme pronto sólo por cambiar de ambiente sin salir de Francia. Algo raro debía temer el hombre, supuse, porque no quiso verme en privado, sino que me pidió casi a súplicas que fuera en un lugar concurrido, a la vista de todos y captando la mayor atención posible. Esa es una de las desventajas de esta ciudad, muchas personas conocen la existencia de los distintos seres que poblamos en demasía el lugar y aquél ambicioso personaje era uno de ellos.
Al avanzar noté que mi respuesta no había obtenido la actitud que creí por parte de Lestat. Su invitación a reservar el último baile logró que le mirara de reojo y casi detuviera mi avanzada hacia el centro del lugar donde me aguardaban. Creí que no me dirigiría más la palabra, que el ego que yo creía encontrar en él se lo llevaría lejos de mí a causa de mis respuestas frías y, al parecer no era así ¿En qué más me había equivocado o qué era lo que buscaba él? No tuve otra opción más que asentir. Mi curiosidad no me permitió otra cosa distinta a aceptar. -Así será. Al final me dirigiré a algún balcón.- Respondí y me retiré sin querer decir nada más. Un negocio me aguardaba, ya después sería el baile que no sería el último sino más bien el único.
En la puerta, estaba la esposa de un aristócrata bondadoso y muy hospitalario que había sido el artífice del baile. Su mujer era tan amable como él y recibió a los invitados luciendo una diadema de brillantes y un vestido de terciopelo, que dejaba al descubierto su pecho y sus hombros, blancos y gruesos. El baile parecía magnífico por más que a mí no me importara. La sala había sido decorada con sumo detalle e incluso habia un coro, una célebre orquesta compuesta por los siervos de un propietario aficionado a la música; un buffet exquisito se alcanzaba a divisar a la vez de un mar de champaña y la crema y nata de la sociedad francesa ostentaba por doquier hasta lo que no tenían.
Por mi parte, tenía esa extraña manía de complicarlo todo, de desconfiar hasta de mi sombra y creer que las barreras que yo ponía eran inexpugnables. Anhelaba de todo corazón que el pavoneo de las muchachitas adentro lograra captar toda la atención que yo quería evitar y no por una cuestión de ego sino de características particulares de la raza. Por eso me había puesto un vestido negro con cinturón de color plata opaco y guantes también negros de cabritilla que me llegaban hasta los codos, y escarpines de satín negros. Todo aquello me hacía ver más como una viuda que como alguien que se dirige a un feliz baile.
Mientras observaba al frente, noté que el hombre con quien iba a verme estaba al fondo, mirándome con ansiedad mientras sostenía en las manos un gran sobre de papel de color oscuro. Sin duda, él quería concretar el negocio con prontitud. El mismo, se trataba de la compra de una propiedad ubicada en Lyon, donde estaba pensando mudarme pronto sólo por cambiar de ambiente sin salir de Francia. Algo raro debía temer el hombre, supuse, porque no quiso verme en privado, sino que me pidió casi a súplicas que fuera en un lugar concurrido, a la vista de todos y captando la mayor atención posible. Esa es una de las desventajas de esta ciudad, muchas personas conocen la existencia de los distintos seres que poblamos en demasía el lugar y aquél ambicioso personaje era uno de ellos.
Al avanzar noté que mi respuesta no había obtenido la actitud que creí por parte de Lestat. Su invitación a reservar el último baile logró que le mirara de reojo y casi detuviera mi avanzada hacia el centro del lugar donde me aguardaban. Creí que no me dirigiría más la palabra, que el ego que yo creía encontrar en él se lo llevaría lejos de mí a causa de mis respuestas frías y, al parecer no era así ¿En qué más me había equivocado o qué era lo que buscaba él? No tuve otra opción más que asentir. Mi curiosidad no me permitió otra cosa distinta a aceptar. -Así será. Al final me dirigiré a algún balcón.- Respondí y me retiré sin querer decir nada más. Un negocio me aguardaba, ya después sería el baile que no sería el último sino más bien el único.
Lara Karstein- Vampiro Clase Alta
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Re: Esa Mirada... [Privado]
Mi mirada se posa sobre la anfitriona del baile, una mujer arrogante de su noble estatura con su pañuelo y sus guantes emana un porte extravagante. Su vestido exagerado se vuelca abundante sobre sus pies oprimidos por unos zapatos adornados, bellos cual una flor y su cabello artísticamente peinado defiende púdicamente los fúnebres encantos que ella sabe ocultar.
Los bailes me divierten, sin embargo está noche estoy intranquilo, callado y sin humor. La sangre de mi victima debería hacerme sentir ardiente y vigoroso, sin embargo, el tiempo me devora minuto a minuto como la nieve inmensa al más rígido cuerpo. Baile solo una vez con la anfitriona y otra con su hija, el espacio es espléndido y la música a menudo hace vibrar en mí las completas pasiones de un viejo artista. Pase el resto de la noche deambulando por el salón y hablando de vez en cuando con algún acompañante. Estaba tan embebido en mis propios pensamientos que llegué a uno de los balcones sosteniendo una copa de vino simplemente para aspirar algo de aire y contemplar el cielo encantado y las estrellas. Me sentía cual el niño ávido del espectáculo aborreciendo el telón.
Desde aquí podía escuchar cuando se reanudó el siguiente baile. Podía ver a las parejas tomarse de las manos para finalmente quedar frente a frente. Era casi imposible para las parejas estar juntas durante media hora sin decir una palabra. ¡Ah! Ya estaba cansado del mundo y de sus vanos discursos.
Estaba aburrido, solo exhalo el olor de una copa de vino. Comencé a hurgar en la mente de todos en el salón, la anfitriona consideraba a la mayoría de sus invitados de esta noche personas aburridas. La fiesta fue idea de una de sus hijas casadas que se había presentado inesperadamente para pasar una temporada con ella y, para empeorar las cosas lo había hecho acompañada de su marido; Un hombre de mejillas rubicundas y patillas canas que, como tantos de su clase, vivía convencido de que una desmedida jovialidad es disculpa suficiente para la absoluta falta de ideas. Junto a él su mejor amigo; un hombre de mediana edad que suele visitar las tabernas y que carece de enemigos pero a quien sus amigos aborrecen cordialmente.
Nuevamente recorrí el salón con la vista, en mi cabeza pasea como en su morada esa voz que brota y se filtra en mi fondo más tenebroso;
Cuando no la veo pasar y lo único que escucho son voces ajenas y el cantar de los instrumentos, me pregunto el significado de esas palabras. Alzo la copa y encuentro un gusto amargo al más dulce vino, el singular aspecto de esta soledad, revela el más completo abandono y una mirada vaga y pálida como el crepúsculo.
Los bailes me divierten, sin embargo está noche estoy intranquilo, callado y sin humor. La sangre de mi victima debería hacerme sentir ardiente y vigoroso, sin embargo, el tiempo me devora minuto a minuto como la nieve inmensa al más rígido cuerpo. Baile solo una vez con la anfitriona y otra con su hija, el espacio es espléndido y la música a menudo hace vibrar en mí las completas pasiones de un viejo artista. Pase el resto de la noche deambulando por el salón y hablando de vez en cuando con algún acompañante. Estaba tan embebido en mis propios pensamientos que llegué a uno de los balcones sosteniendo una copa de vino simplemente para aspirar algo de aire y contemplar el cielo encantado y las estrellas. Me sentía cual el niño ávido del espectáculo aborreciendo el telón.
Desde aquí podía escuchar cuando se reanudó el siguiente baile. Podía ver a las parejas tomarse de las manos para finalmente quedar frente a frente. Era casi imposible para las parejas estar juntas durante media hora sin decir una palabra. ¡Ah! Ya estaba cansado del mundo y de sus vanos discursos.
Estaba aburrido, solo exhalo el olor de una copa de vino. Comencé a hurgar en la mente de todos en el salón, la anfitriona consideraba a la mayoría de sus invitados de esta noche personas aburridas. La fiesta fue idea de una de sus hijas casadas que se había presentado inesperadamente para pasar una temporada con ella y, para empeorar las cosas lo había hecho acompañada de su marido; Un hombre de mejillas rubicundas y patillas canas que, como tantos de su clase, vivía convencido de que una desmedida jovialidad es disculpa suficiente para la absoluta falta de ideas. Junto a él su mejor amigo; un hombre de mediana edad que suele visitar las tabernas y que carece de enemigos pero a quien sus amigos aborrecen cordialmente.
Nuevamente recorrí el salón con la vista, en mi cabeza pasea como en su morada esa voz que brota y se filtra en mi fondo más tenebroso;
Así será. Al final me dirigiré a algún balcón.
Cuando no la veo pasar y lo único que escucho son voces ajenas y el cantar de los instrumentos, me pregunto el significado de esas palabras. Alzo la copa y encuentro un gusto amargo al más dulce vino, el singular aspecto de esta soledad, revela el más completo abandono y una mirada vaga y pálida como el crepúsculo.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Esa Mirada... [Privado]
"Muchas veces la curiosidad es incluso más fuerte que el orgullo"
La gente en demasía es algo que jamás va a gustarme y a lo que continuaré huyendo en la medida de lo posible. Recuerdo con claridad que este defecto mío viene de siempre, detesto enfrentarme a las miradas que creen que lo saben todo y verme luego presionada a responder conversaciones indeseadas que suceden a lo primero. Ese mar que era mi belleza inmortal estaba lleno de pirañas y las pocas sonrisas que dibujaban mis labios sólo podían ser representadas como trampas.
Pero no puedo evitar a la gente para siempre porque mi garganta en poco está de acuerdo con mi mente; mi sed difiere de mi antipatía y mis ganas de irme se quedan atadas a sus cuellos por una fuerza a la que debo llamar vital. Algo similar me sucede con la curiosidad, es como si de algún modo me empujara al abismo de las dudas para intentar sumergirme y forzarme a irlas aclarando una por una hasta que no quede nada, hasta que me las beba todas y entonces desaparezcan.
Pensar en eso me hizo recordarlo. Aquél inmortal de nombre Lestat debía de estar aún en aquella desdichada reunión si las cosas eran como yo creía. Por mi parte, había prometido el último baile y con ello me refería al último en el que estaría yo y no en el último de la noche. Ya quería irme, mi compra había finalizado con éxito y en teoría nada debería mantenerme por más tiempo allí. Caminé sin más por los largos pasillos que daban a balcones separados. Las enormes e inmaculadas puertas estaban de par en par y las cortinas a los costados eran ondeadas por el pasar del viento. Desde arriba, podía observar el baile en la sala principal y mientras deslizaba los dedos por la baranda que permitía tan vista, supe que él no estaba allí ¿Por qué habría ido entonces? en algún momento pensé que él había asistido por gusto pero ¿Me había equivocado también en esto? Las figuras abajo continuaban girando entre sonrisas y disimuladas caricias y cuando retiré la vista de aquella peculiar escena le vi.
A diferencia de lo que creía, su única compañía era una copa de vino. Sus cabellos también eran mecidos por el viento y un rostro apacible y casi melancólico parecía cavilar en medio de la noche. -¿Interrumpo?- pregunté para romper el silencio y como forma de anunciarme por más que él hubiese podido sentir mi llegada. Me acerqué a la parte externa del balcón y quedando junto a él me dediqué por unos minutos a vislumbrar la tranquilidad que había afuera. Sentí como si quisiera respirar ese aire, esa paz que sólo podía dar la noche cuando faltaban las voces. -Pensé que estaría bailando, disfrutando de la noche o en compañía- musité dejando salir las dudas que tenía hasta hace un rato en mente. Lo que vendría a continuación era incierto, pero con tantos supuestos fallos en mis teorías con respecto al desconocido, decidí bajar un poco la guardia, apenas lo necesario como para poder aclarar realmente quien era Lestat de Lioncourt.
Pero no puedo evitar a la gente para siempre porque mi garganta en poco está de acuerdo con mi mente; mi sed difiere de mi antipatía y mis ganas de irme se quedan atadas a sus cuellos por una fuerza a la que debo llamar vital. Algo similar me sucede con la curiosidad, es como si de algún modo me empujara al abismo de las dudas para intentar sumergirme y forzarme a irlas aclarando una por una hasta que no quede nada, hasta que me las beba todas y entonces desaparezcan.
Pensar en eso me hizo recordarlo. Aquél inmortal de nombre Lestat debía de estar aún en aquella desdichada reunión si las cosas eran como yo creía. Por mi parte, había prometido el último baile y con ello me refería al último en el que estaría yo y no en el último de la noche. Ya quería irme, mi compra había finalizado con éxito y en teoría nada debería mantenerme por más tiempo allí. Caminé sin más por los largos pasillos que daban a balcones separados. Las enormes e inmaculadas puertas estaban de par en par y las cortinas a los costados eran ondeadas por el pasar del viento. Desde arriba, podía observar el baile en la sala principal y mientras deslizaba los dedos por la baranda que permitía tan vista, supe que él no estaba allí ¿Por qué habría ido entonces? en algún momento pensé que él había asistido por gusto pero ¿Me había equivocado también en esto? Las figuras abajo continuaban girando entre sonrisas y disimuladas caricias y cuando retiré la vista de aquella peculiar escena le vi.
A diferencia de lo que creía, su única compañía era una copa de vino. Sus cabellos también eran mecidos por el viento y un rostro apacible y casi melancólico parecía cavilar en medio de la noche. -¿Interrumpo?- pregunté para romper el silencio y como forma de anunciarme por más que él hubiese podido sentir mi llegada. Me acerqué a la parte externa del balcón y quedando junto a él me dediqué por unos minutos a vislumbrar la tranquilidad que había afuera. Sentí como si quisiera respirar ese aire, esa paz que sólo podía dar la noche cuando faltaban las voces. -Pensé que estaría bailando, disfrutando de la noche o en compañía- musité dejando salir las dudas que tenía hasta hace un rato en mente. Lo que vendría a continuación era incierto, pero con tantos supuestos fallos en mis teorías con respecto al desconocido, decidí bajar un poco la guardia, apenas lo necesario como para poder aclarar realmente quien era Lestat de Lioncourt.
Lara Karstein- Vampiro Clase Alta
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Re: Esa Mirada... [Privado]
Entre los suaves acordes de la música, reconocí el palpitar de su corazón y escuche sus pasos acercándose. Esos pasos avanzaban hacia mí, pero no volteé a verla hasta oír nuevamente su voz – Tal parece que sus conjeturas son totalmente equivocadas, mademoiselle – Susurró gentilmente una vez que ella llega al balcón y se detiene junto a mí. Desde allí, la vista era excepcional, los jardines del palacio real eran un refugio tranquilo en pleno corazón de París.
Como aquella noche el aire silencioso nos envuelve y la Luna, hermosa compañera y confidente de millones de locuras, es la única testigo. – No acepte la compañía de otra dama, porque la estaba esperando – Confesé y la miro a los ojos, la miro fijamente intentando descubrir algo que no me demuestran sus gestos. Solo contemplo un brillo fugaz en su mirada que me sabe a hiel y me niega todo lo que hay a mí alrededor dejando solo un vacío. Miré a donde miré solo la veo a ella.
Desvió la mirada hacia el salón. Mi sangre arde, mis deseos se ahogan de furia, impotentes y mudos. A veces siento ganas de arruinar uno a uno todos los recuerdos, borrar todo vestigio de memoria que quede anidada en mi mente. He querido escapar de las emociones que no logro descifrar, he querido olvidarla desde aquella noche. Por momento lo he conseguido, pero luego, más fuerte se arraiga su recuerdo. Me pregunto; ¿Qué fuerza oscura y tumultuosa tendré que vencer hasta que parte de mí mismo logré encontrar el secreto de su encanto y esta confusión que me turba la razón?
La música invita a una sonrisa y consume todo con su deliciosa armonía. – Mademoiselle Karstein – Le extiendo mi mano mientras siento el frio aire nocturno deslizarse entorno a nosotros. Un febril estado de ansiedad se apodera de mí y cuando la orquesta en sus acordes anuncia “A Postcard to Henry Puncell” le ofrezco una cordial sonrisa – Concédame este baile. – susurró y el timbre de mi voz me resulta extrañamente tierno y discreto. Desde mi fondo más tenebroso, esta voz, brota y se filtra, y adormece mi crueldad.
Por un momento y solo por esta noche anhelo que vierta su confianza en mis manos. Majestuosa esperanza la que ostento mientras contemplo el misterio que envuelven sus ojos llenos de experiencia de la vida.
S'il vous plaît – ¿Cómo sonaban mis palabras? ¿Lentas y plenas? Sentí que el hechizo que sostenía mi aliento, se quebraba.
Como aquella noche el aire silencioso nos envuelve y la Luna, hermosa compañera y confidente de millones de locuras, es la única testigo. – No acepte la compañía de otra dama, porque la estaba esperando – Confesé y la miro a los ojos, la miro fijamente intentando descubrir algo que no me demuestran sus gestos. Solo contemplo un brillo fugaz en su mirada que me sabe a hiel y me niega todo lo que hay a mí alrededor dejando solo un vacío. Miré a donde miré solo la veo a ella.
Desvió la mirada hacia el salón. Mi sangre arde, mis deseos se ahogan de furia, impotentes y mudos. A veces siento ganas de arruinar uno a uno todos los recuerdos, borrar todo vestigio de memoria que quede anidada en mi mente. He querido escapar de las emociones que no logro descifrar, he querido olvidarla desde aquella noche. Por momento lo he conseguido, pero luego, más fuerte se arraiga su recuerdo. Me pregunto; ¿Qué fuerza oscura y tumultuosa tendré que vencer hasta que parte de mí mismo logré encontrar el secreto de su encanto y esta confusión que me turba la razón?
La música invita a una sonrisa y consume todo con su deliciosa armonía. – Mademoiselle Karstein – Le extiendo mi mano mientras siento el frio aire nocturno deslizarse entorno a nosotros. Un febril estado de ansiedad se apodera de mí y cuando la orquesta en sus acordes anuncia “A Postcard to Henry Puncell” le ofrezco una cordial sonrisa – Concédame este baile. – susurró y el timbre de mi voz me resulta extrañamente tierno y discreto. Desde mi fondo más tenebroso, esta voz, brota y se filtra, y adormece mi crueldad.
Por un momento y solo por esta noche anhelo que vierta su confianza en mis manos. Majestuosa esperanza la que ostento mientras contemplo el misterio que envuelven sus ojos llenos de experiencia de la vida.
S'il vous plaît – ¿Cómo sonaban mis palabras? ¿Lentas y plenas? Sentí que el hechizo que sostenía mi aliento, se quebraba.
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Re: Esa Mirada... [Privado]
"Es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error."
Que nos hayamos cruzado sin que ninguno haya podido seguir de largo me produce desconfianza. Siento que he mirado a la muerte y que a la vez, él la puede ver en mis ojos, como si fuera un agujero negro que se traga a otro, como si existiesen dos infiernos que no planean comprenderse sino sólo mirarse y contrariarse aunque en cierto modo resulten parecidos. ¿Siempre uno le llevaría la contraria al otro? así lo demostrábamos, pero era como cuando el viento acaricia, o silva, o empuja, u oprime, así de natural como es él y así de molesto o aliviante como puede resultar a veces; así de natural que hasta el escalofrío que produce se disfruta. -¿Está seguro?- cuestioné sin dar más espacio a toda mi pregunta, "No fue una conjetura, fue un cuestionamiento" pensé sin remedio y del mismo modo relajé mis ideas siendo mi mejor alternativa.
Aquél hombre me merecía las dudas y los minutos que había permanecido en ese lugar que me robaba la paz. Permanecí alejada de todos en pos de un absurdo negocio y ahí estaba él, recordándome en la mente que había prometido algo y que no debería partir hasta cumplir mi palabra. Su imagen en mi memoria hablaba con mis palabras, pero más allá de una cuestión de honor, como lo viera yo, deseaba cumplirla e incluso no me disgustaba. Él hizo lo mismo, lo corroboré cuando le encontré a solas muy en contra de mis predicciones y sus palabras tan firmes como la mirada que me arrojaba eran el punto final a mis emocionales deducciones. -Parece estar muy seguro que yo vendría, Señor de Lioncourt.- el hielo de mis palabras me congelaba los labios. Pero el frío en la garganta sólo lo puede producir un corazón que se encuentra del mismo modo y que se niega a creer en nada en una extraña conexión o complot con la mente. ¿Por qué no compartía con alguien más en tanto yo llegaba? de nuevo permití que ciertas dudas me poblaran la mente y le odie otra vez, por los cuestionamientos que lograba que callara.
Suspiro en el cambio de canción como si eso también me costara. Respiro la noche cual calmante a mi personalidad turbada y culpo al extraño, al desconocido a mi lado que me repele y me atrae al mismo tiempo, que me mantiene cerca aunque mis pies me dicen que me traiciono a mí misma, que debo moverme y escapar como siempre de todo, de todos, de alguien. Y por un instante sentí el silencio que me corroía mientras miraba a la paz que proporcionaban los jardines externos y fue su voz la que quebró todo de nuevo al mencionar mi apellido con esa galantería de la que hacía gala. Volví la mirada a él, su mano extendida llamó la atención de mis ojos. Levanté la vista a su rostro otra vez y en silencio tomé su mano como si se la otorgara en modo automático. Esa sonrisa rara me había comprado para tan magnífica pieza y, se me antojó rara porque hasta hace muy poco él me había resultado gélido. Ese hombre era un total misterio, no cabían dudas, como tampoco las cabían en mi necesidad de saciar mi curiosidad de él.
Un paso adelante y hacia él tras asentir confirmó el sí que no quise pronunciar. Tampoco dejé de mirarlo, de analizar su cambio que me resultaba cómodo. Apoyé con lentitud mi mano libre sobre su hombro y fruncí el ceño ligeramente al sentirme incómoda. No obstante aquella sensación no me la producía él, en absoluto, aquella sensación me la producía yo misma, en mi cambio, en mi perturbadora serenidad en su presencia, en mi demonio encerrado y agitado en una jaula en la que mira al otro como si se desconociera hasta a sí mismo. -¿Por qué me esperaba?- susurré como si fuera un secreto. Quería saberlo, las preguntas me estaban asfixiando aunque me iba limitando en las palabras, finalmente, sentía que casi sobraban.
Lara Karstein- Vampiro Clase Alta
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Re: Esa Mirada... [Privado]
“Tales pensamientos ya salgan de mí, cobran demasiada intensidad”
¿Seguro? Simplemente asiento con la cabeza – como si el silencio pudiese aclarar todo – mientras la mirada mía reposa sobre su rostro, a veces siento que junto a ella desconozco esa palabra y que cada vez que sus ojos se cruzan con los míos un importuno escalofrío recorre mi espalda. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Mis nervios, harto tirantes, no dan más que vibraciones chillonas, dolorosas. No quería aceptarlo, deseaba ignorar el influjo que esa mirada tenía sobre mí, pero no es tan sencillo engañarse a uno mismo. Si algún demonio viniese a decirme: "¿Qué miras con tal cuidado? ¿Qué buscas en los ojos de esa criatura?” Yo, sin vacilar, contestaría: “El dulzor que fascina y el placer que destroza.”
Tal parece que aún puedo pecar de crédulo o solo ser un gran presumido. Yo… – dije, pero me distraigo cuando sus dedos rozan la palma de mi mano y en secreto mi corazón derrama el sabor de una vertiginosa dulzura. – Lo anhelaba. – murmuro y la veo acercarse, apenas un paso pero lo suficiente para embriagarme con su aroma. Encantado me quedo inmóvil al sentir su otra mano sobre mi hombro, mi alma viaja en su perfume como el alma de los demás hombres en la música.
Susurra suave, casi con dulce complicidad, cual si fuera el viento, olas o un tímido arroyo. Y mi corazón ¿A qué lates si ya no alegras a otra alma? Ah, momento. Calma. Calma corazón que por placer y esperanza haz muerto. – Sinceramente, no lo sé – Confieso al tomar firmemente su mano y me digo; “no invoques más allá” mientras el astro de cumbre fría cuyos trémulos rayos de noche resplandecen en su aspecto y en sus ojos, siendo enriquecida así, por esa tierna luz. Sólo sabía que una idea obsesiva y atrevida esperanza me unía a Lara esta noche.
Seguía contemplándola a los ojos y sentí, por un momento, como mi mente está en paz con todo, a pesar que en el fondo de mi alma llevo un tierno secreto solitario y perdido. Lo que sucedía aquí, fuera lo que fuera, escapaba a mi comprensión. No era nada normal. Era una de las situaciones más intensas que había experimentado sin que sucediera nada en lo absoluto. Solo me dedicaba a observarla y ella me devolvía la mirada.
Doy un paso adelante con el pie izquierdo y luego otro hacia el lado con el pie derecho. La guío con delicadeza mientras nos desplazamos en el espacio, solos, en la intimidad de aquel balcón. A veces mi pie entero toca el piso y otras siguiendo el compás de nuestro baile, deslizo la punta del pie como si estuviera barriendo el suelo. Como disfruto contemplar su rostro y su mirada en cada paso. Pienso en el silencio ¿En el silencio no hay dicha? más a veces, tampoco hay valor. Entonces ardiendo en lenta llama, pero oculta, un punto demanda en mí la virtud loca de acabar con las olas del silencio y la nombro, un toque profundo en mi voz – Lara – Escucho, locas, familiares, mis últimas palabras y un estremecimiento viene a mí. – Excusez-moi – Me disculpo – J'ai voulu dire, mademoiselle Karstein. – Susurro, aún con la emoción suave y profunda de su nombre esbozado en mis labios. Palpitando arrogante sientó en mi pecho que mí corazón despierta, ¡Que atrevido, traidor, aborrecible seas! Me reprendo y por escasos segundos cierro los ojos pues no deseo dejar de mirarla.
¿Cree en el destino? – preguntó y sigo sintiendo con pesar ese encanto. El mismo que todavía me arrastra hacía ella y, me hizo esperar con una copa casi vacía en la mano su presencia en el balcón.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Esa Mirada... [Privado]
"El destino es un precipicio en lo cual caemos solo si lo miramos por demasiado tiempo."
Quizás debería ser más valiente y admitir que todavía juego a ver si encuentro alguien que me quiera una noche, a sabiendas que terminaré huyendo por confundir deseos con ambiciones o por la triste necesidad de sentirme esclava de algo. Para no ser de nadie.
El asunto es que soy rebelde como muchos y un poco cínica porque el mundo nos ha hecho así de poetas y de maleducados. Hemos aprendido que tiene que doler porque si no, no es musa, ni poesía. El problema es creer que la inmortalidad es una hoja en blanco que sólo admite versos al estilo de los más malditos y al final a lo único que le tenemos miedo es a dejar de caer en la trampa que por vicio o que por guapa no deja de ser trampa. Mi problema, en particular, es creer que todo es mentira y que los vacíos me claman desde adentro para exteriorizarlos en forma del frío que me mueve y que se cree un escudo anti emociones, anti sentimientos, anti vida... Y es que el invierno mismo parecía haberse adueñado de mí, mi corazón era como el sol en su infierno polar, todo un bloque de color rojo, helado. Y entonces ¿Qué vendría a representar él en esta extraña escena?
-Lo anhelaba…- repetí en un incrédulo susurro y le omití la mirada. Aproveché esa postura de baile que permite ocultar gestos con cautela, que niega miradas y deja al compañero con la idea que más se le antoje al respecto como aliciente al sentimiento que se le venga en gana. Oculté la mirada confusa teniéndolo tan cerca, deslicé con cuidado mi mano al tomar la suya como si acariciara terciopelo en el agarre y posé mi otra mano en su hombro desde atrás, apoyando luego mi mentón sobre la parte superior de mi propia mano. La música seguía sonando, y yo no me podía negar que, sin motivo aparente, este hombre con el que empezaba un baile extraño en el sentido mental, me hacía sentir ligeramente nerviosa como si se me cruzara en invierno la primavera, como si patinaran sobre hielo derretido mis ideas –Tal vez lo suyo sólo sea seguridad. Prefiero pensarlo de esa forma aunque me siga equivocando- confesé con cierta resignación.
Sin más, me dejo guiar sin prisas ni esfuerzos por sus pasos refinados y precisos. Me estremezco al escucharle hablar en tan perfecto francés, levantar mi mano con la suya. Me siento yo misma una torre que cede al embate de arietes incansables y duros. Me importa poco como me llame, si al final me resulta una delicia su acento. –No se disculpe, finalmente ese es mi nombre.- acoté sin molestias y hablando tan bajo que parecería que lo hacía para que no nos escucharan, aunque eso fuera realmente imposible para los distraídos humanos asistentes a tan ostentosa reunión. –No es algo que suela preguntarme, pero cuando lo he hecho me he dicho que sí, que teje todo con manos crueles y firmes como si nada de lo que hiciéramos pudiera cambiarlo. Pero otras veces me digo que no, que lo que tenemos es sólo el resultado de nuestros aciertos y errores, de nuestros temores o ideales. Sinceramente no lo sé. Al final prefiero pensar que, si existe, es él quien baraja las cartas y nosotros quienes las jugamos. Nada más.- suspiré cortamente –Supongo que si me pregunta es porque usted mismo cree en ello ¿Verdad?- inquirí sin mirarlo de nuevo todavía.
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Re: Esa Mirada... [Privado]
"Baila como si nadie estuviera mirando, porque el baile es el lenguaje oculto del alma"
Al compás de la música, con el cuerpo erguido y su rostro en mi hombro, la llevo conmigo hacia atrás y hacia adelante moviendo mis pies con elegancia y aplomo. Que escasos me parecieron los segundos que me perdí en su mirada y que tentadora era la incredulidad en su voz, pude decir algo, pero me vuelvo una página en blanco. Y bailamos, enriquecidos así por aquella tierna luz que se filtra a través de las cortinas mientras en el salón las parejas se separan y vuelven a reunir para girar y girar, dejando que la orquesta guíe sus pasos. – ¿Seguridad? – susurro, girando un poco como si nuestro espacio fuera reducido para desplazarnos levemente hacia la izquierda mientras ella me pedía con una exquisita voz tenue que no me disculpará – Se ve afectada cuando me encuentro a su lado – Le dije, dudando en las últimas palabras que al instante me reproche por ello. Solo ahí agradecí la postura, donde a diferencia de los demás, bailábamos con los cuerpos más cercanos el uno del otro y la expresión en su rostro, si es que existe alguna, me es desconocida.
El ritmo viene decidido por una pulsación fuerte de la música que marca los pasos; Un, dos, tres y todos tienen la misma duración. – Realmente nadie sabe si existe el destino. De lo único que podemos estar seguros es que todos tenemos un final; La muerte. Y eso también nos incluye a nosotros – Respondo finalmente luego de alejar aquel pensamiento que busca habitar en este silencioso y quebrantado corazón. – Para ser sincero le diré, que ni creo en él, ni dejo de creer. No creo en las casualidades, por lo tanto considero que todo pasa por alguna razón. No puedo pensar que nuestra vida, desde el día que nacemos ya está escrita. ¿Qué sentido tiene una vida así? ¿Acaso somos los personajes de una historia escrita por alguien? Quizás no llegaremos a saber las respuestas a estas preguntas, mientras tanto… – Muevo la cabeza y sus cabellos rozan apenas mi mentón – Podemos intentar “vivir nuestras vidas” lo mejor posible.
Sonrió dando un paso hacia adelante con el pie izquierdo y me atrevo a deslizar un poco mi pierna entre las suyas. Luego doy un paso lateral hacia la izquierda con el pie derecho, girando levemente nuestros cuerpos para obligarla a levantar su rostro. Como anhelaba contemplar otra vez esos ojos. – Causa y efecto. Es él quien baraja las cartas y nosotros quienes las jugamos. – Repito con cierta admiración sus mismas palabras mientras sin perder el ritmo, girando, nos desplazamos por el balcón en línea recta.
La melodía desciende y se desvanece, todo termina llevando mi pie izquierdo hacia el pie derecho, pero aún sostengo su mano y mantengo la mía en su espalda. Habrá de ser mi alma en su más amarga oscuridad la que renace vigorosa cuando el viento hace danzar las grandes cortinas junto a nosotros y me recuerda el rojo telón de un teatro, a mi mente llega el espectáculo que di frente a todos al regresar como un vástago sin maestro. – A veces, solo nos queda dejarse llevar.
Merci beaucoup, Lara, vous dansez magnifiquement. – susurré y siento que aquel tiempo que duro nuestro baile, fue demasiado corto porque aún perdura ese misterio que me arrastra hacia ella y demasiado largo como para poder olvidarla.
El ritmo viene decidido por una pulsación fuerte de la música que marca los pasos; Un, dos, tres y todos tienen la misma duración. – Realmente nadie sabe si existe el destino. De lo único que podemos estar seguros es que todos tenemos un final; La muerte. Y eso también nos incluye a nosotros – Respondo finalmente luego de alejar aquel pensamiento que busca habitar en este silencioso y quebrantado corazón. – Para ser sincero le diré, que ni creo en él, ni dejo de creer. No creo en las casualidades, por lo tanto considero que todo pasa por alguna razón. No puedo pensar que nuestra vida, desde el día que nacemos ya está escrita. ¿Qué sentido tiene una vida así? ¿Acaso somos los personajes de una historia escrita por alguien? Quizás no llegaremos a saber las respuestas a estas preguntas, mientras tanto… – Muevo la cabeza y sus cabellos rozan apenas mi mentón – Podemos intentar “vivir nuestras vidas” lo mejor posible.
Sonrió dando un paso hacia adelante con el pie izquierdo y me atrevo a deslizar un poco mi pierna entre las suyas. Luego doy un paso lateral hacia la izquierda con el pie derecho, girando levemente nuestros cuerpos para obligarla a levantar su rostro. Como anhelaba contemplar otra vez esos ojos. – Causa y efecto. Es él quien baraja las cartas y nosotros quienes las jugamos. – Repito con cierta admiración sus mismas palabras mientras sin perder el ritmo, girando, nos desplazamos por el balcón en línea recta.
La melodía desciende y se desvanece, todo termina llevando mi pie izquierdo hacia el pie derecho, pero aún sostengo su mano y mantengo la mía en su espalda. Habrá de ser mi alma en su más amarga oscuridad la que renace vigorosa cuando el viento hace danzar las grandes cortinas junto a nosotros y me recuerda el rojo telón de un teatro, a mi mente llega el espectáculo que di frente a todos al regresar como un vástago sin maestro. – A veces, solo nos queda dejarse llevar.
Merci beaucoup, Lara, vous dansez magnifiquement. – susurré y siento que aquel tiempo que duro nuestro baile, fue demasiado corto porque aún perdura ese misterio que me arrastra hacia ella y demasiado largo como para poder olvidarla.
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Re: Esa Mirada... [Privado]
"Me liberaba de mí, esa era la peor de mis confusiones"
Puedo decir que me comportaba como lo hacía por tener siempre una extraña sensación de ausencia. También una extraña. Y una sensación de ausencia. Separado, pero junto. Alojadas a pensión completa bajo la caja de Pandora, que no podía ser otra que mi propia mente. Toda mi ausencia se alimentaba de mí, me arañaba desde adentro. Por eso dejaba la cara oculta y los gestos sinceros bajo la piel, como un ataúd donde enterraron a alguien vivo. Y eso es lo que me recuerda él, mi vivo muriente. Un agujero por el que entra la luz en mi oscuridad. Como una bala amenazándome de vida. –Sólo me siento extraña- respondí como si mintiera aunque en realidad lo que hacía era ocultar información, ocultarme a mí misma.
-La muerte…- suspiré –Ser una de sus manos se ha convertido en el mayor de nuestros intercambios. Más muertes, más años- reflexioné sin darle aún la cara, obligándome a mermar mi curiosidad de ver sus gestos en cada frase y sus labios articulando palabras en un idioma tan perfecto que, por más que permanezca aquí, sé que jamás adquiriré. Bailo con él como ensimismada, como luchando por quedarme y por irme al mismo tiempo. Doy pasos y giro a sus señales mientras me devoro las ideas de salir corriendo, de escapar como siempre de quien me despierta del letargo que me ha durado tantos años. Este hombre tiene buena puntería. Pero ¿Meter el dedo en la herida no es sólo otra forma de cerrarla? –Tampoco creo en las casualidades y prácticamente no creo en nada. Pero no tenemos opción, nos vamos jugando lo que creemos que nos queda. Y vivir es morir matando, a veces.- dije de modo confuso aunque él tenía razón, por más que de mis labios no surgiera una afirmación para ello.
¿Qué tan densa le parecía yo? Mis palabras me resultaban pesadas y mi cuerpo danzaba con él en una contradicción que me cercenaba la lógica. Me obligaba a hablar, a girar con él aun cuando antes había sentido que le detestaba, me obligaba a mirarlo en movimientos tan sutiles que no habría podido notarlos hasta el preciso momento en que de nuevo me encontré con sus ojos claros y profundos. Esos mismos que fueron como la arena sobre mis ojos, sin aviso, como la lluvia que me impedía seguirlo mirando por demasiado tiempo.
Desee terminar aquello, la confrontación a mis vacíos y demonios era demasiado fuerte al punto que no podía hablar casi nada. Tenía que cerrar ese círculo de luz que me delataba toda. –Tengo que irme- dije con prisa cuando se hubo terminado el baile y con delicadeza pero con prontitud me separé de él. No pude agradecer también, no pude parecer menos fría porque estaba demasiado confundida. Nunca he sabido despedirme y además estaba segura que le volvería a ver pronto. –Voy a dejarme llevar- susurré frunciendo el ceño para mí misma y me giré cerrando los ojos, escuchando pensamientos de los humanos presentes para saber cómo podría darme a la huida, sin ser vista, ni cuestionada. Abrí los ojos y giré de nuevo hacia él –No puedo permanecer aquí- dije negando como si no quisiera que me dejara ir. Todo era un absurdo, me odiaba, le odiaba, odiaba al desespero que me embargaba al notar que parte de mí se había ido ya, odiaba querer irme pero odiaba más el querer quedarme. –Es usted el ser más extraño que me haya cruzado en años- mencioné girando de nuevo y avanzando sin más hacia el centro del balcón que daba al pasillo y que sería mi más evidente huída.
¿Entendería lo que realmente sucedía? me destrozaba las máscaras, el hielo, la cordura, la razón.
-La muerte…- suspiré –Ser una de sus manos se ha convertido en el mayor de nuestros intercambios. Más muertes, más años- reflexioné sin darle aún la cara, obligándome a mermar mi curiosidad de ver sus gestos en cada frase y sus labios articulando palabras en un idioma tan perfecto que, por más que permanezca aquí, sé que jamás adquiriré. Bailo con él como ensimismada, como luchando por quedarme y por irme al mismo tiempo. Doy pasos y giro a sus señales mientras me devoro las ideas de salir corriendo, de escapar como siempre de quien me despierta del letargo que me ha durado tantos años. Este hombre tiene buena puntería. Pero ¿Meter el dedo en la herida no es sólo otra forma de cerrarla? –Tampoco creo en las casualidades y prácticamente no creo en nada. Pero no tenemos opción, nos vamos jugando lo que creemos que nos queda. Y vivir es morir matando, a veces.- dije de modo confuso aunque él tenía razón, por más que de mis labios no surgiera una afirmación para ello.
¿Qué tan densa le parecía yo? Mis palabras me resultaban pesadas y mi cuerpo danzaba con él en una contradicción que me cercenaba la lógica. Me obligaba a hablar, a girar con él aun cuando antes había sentido que le detestaba, me obligaba a mirarlo en movimientos tan sutiles que no habría podido notarlos hasta el preciso momento en que de nuevo me encontré con sus ojos claros y profundos. Esos mismos que fueron como la arena sobre mis ojos, sin aviso, como la lluvia que me impedía seguirlo mirando por demasiado tiempo.
Desee terminar aquello, la confrontación a mis vacíos y demonios era demasiado fuerte al punto que no podía hablar casi nada. Tenía que cerrar ese círculo de luz que me delataba toda. –Tengo que irme- dije con prisa cuando se hubo terminado el baile y con delicadeza pero con prontitud me separé de él. No pude agradecer también, no pude parecer menos fría porque estaba demasiado confundida. Nunca he sabido despedirme y además estaba segura que le volvería a ver pronto. –Voy a dejarme llevar- susurré frunciendo el ceño para mí misma y me giré cerrando los ojos, escuchando pensamientos de los humanos presentes para saber cómo podría darme a la huida, sin ser vista, ni cuestionada. Abrí los ojos y giré de nuevo hacia él –No puedo permanecer aquí- dije negando como si no quisiera que me dejara ir. Todo era un absurdo, me odiaba, le odiaba, odiaba al desespero que me embargaba al notar que parte de mí se había ido ya, odiaba querer irme pero odiaba más el querer quedarme. –Es usted el ser más extraño que me haya cruzado en años- mencioné girando de nuevo y avanzando sin más hacia el centro del balcón que daba al pasillo y que sería mi más evidente huída.
¿Entendería lo que realmente sucedía? me destrozaba las máscaras, el hielo, la cordura, la razón.
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