Su mirada el reflejo de mi alma | Privado

por **Callahan Brooks** Miér Ago 12, 2015 11:59 pm

Tus ojos reflejan quien eres, tu bondad o tu maldad asoma en cada una de tus miradas

Frecuentaba el café todos los jueves y en ocaciones los martes y miércoles; empero, no significaba que la irregularidad de dichos días era por falta de tiempo. Se trataba, en realidad, que prefería tomar algo en la taberna, aunque para entonces ya no tomaba hasta perder el juicio. Se moderaba, así, podía escribir con más soltura; mas no significaba que la creatividad de Callahan nacía a partir del alcohol. Los días que se encontraba en el café era siempre en la noche, le gustaba la luminosidad y el ambiente nocturno; además, para aquellas fechaban taza de café era una delicia para aminorar el frío invernal. Llegaba a las siete en punto, tomaba tres tazas de café y se la pasando escribiendo durante tres horas. Los martes escribía menos, había conocido hacía poco a un colega escritor que se adueñaba de toda una zona. Todos los martes el hombre, que llamaba amigo a Callahan pese a que éste no lo consideraba tal cual, tomaba sólo una taza de café pero se comía dos piezas de tarta de fresa y cuando le ofrecía a Callahan, usualmente no se negaba y comía una pieza. Así que salvo ese día, sólo tomaba café.

Salió de su apartamento en un hermoso crepúsculo, Callahan era extremadamente puntual. La vida lo había obligado más que enseñado. Por eso, aunque no era un compromiso con una persona física, sí lo era para consigo mismo y su escritura. Lo único que conservaba de su vida en los Estados Unidos. Llegó dos minutos antes; sin embargo, no entró. Sacó su reloj de bolsillo comparando la hora, y una vez marcó las siete. Callahan cruzó la puerta.

No lo hicieron esperar, en seguida lo llevaron a su mesa, la del rincón junto a la ventana. El Norteamericano sacó su libreta, la tinta y la pluma. Más tarde llegó la mesera con su café y terrones de azúcar. Como era su rutina, Callahan agradeció, endulzó su café con tres terrones, dejó la cuchara en un plato auxiliar, sopló un poco mientras observaba a cada uno de los presentes en aquella noche. Muchas personas asistían con frecuencia por esa razón pocas veces veía rostros desconocidos. Sin embargo, aquel día había un rostro nuevo, y no sólo eso, distinto. En una mesa paralela a él estaba una mujer de una piel de un blanco inmaculado, con ojos de un azul profundo y cabellos oscuros. Callahan dio un sorbo a su bebida caliente sin apartar su mirada de la ajena, que parecía y no verlo, que parecía verlo superficialmente y más aún, escrutar su alma. Existía algo en ella distinto a las demás, era como si no fuera humana a los ojos del escritor. Quizá un ser celestial o posiblemente un demoniaco si se basaba en una de sus novelas. Se sintió en trance, como hipnotizado y luchó ante esa sensación. El vapor del café humedeció su nariz, ese aroma penetrante parecía complice de la mirada de aquella mujer. Pero entonces, cuando se le acercó la mesera a ofrecerle una pieza de tarta pudo dejar de mirarle y atender, luego de negar el ofrecimiento, lo que siempre hacía. Abrió la libreta, mojó la pluma en la tinta y comenzó a escribir.

«En los senderos del valle el caballero se alzaba entre los cadáveres de sus colegas y las tropas enemigas. Él, el único sobreviviente a esa batalla fruto del capricho de los dioses; no podía rendirse por ningún motivo. A pesar del triunfo, de salvar la humanidad, el destino que los Dioses habían hecho para él, lo conduciría a entrar a su reino divino, mas sólo a él y a nadie más. Arkantos debía dejar atrás a su esposa y formar parte de un nuevo ejército, el de los Dioses… »

Hizo una pausa, tomó su taza y bebió observando una vez más a la mujer y pensando en si era apropiado acercarse. No era humana, se lo decía su instinto, era posiblemente uno de esos seres de la última novela que había escrito.

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por **Saskia Borgano** Vie Ago 14, 2015 6:24 pm

Despertó al caer la tarde, una primera inspiración, como si hubiera estado a punto de ahogarse. No todos sus despertares eran así, pero a veces, cuando la soledad la invadía, y el peso de la eternidad era demasiado, el despertar, era más una condena que una bendición. Dejó el lecho, acariciando las sabanas, frías como su piel, como su vida, o mejor dicho, muerte. Caminó hasta el baño, abrió la puerta y sonrió complacida, su servidumbre, había preparado el baño. Se sumergió suspirando, el agua estaba casi hirviendo, pero a ella eso no le afectaba, su cuerpo era como un tempano que nada lograba quitar el frio. Bien sabía que pronto aquel líquido tendría la misma temperatura de su piel y que ésta no lograría mantener aquel deseado calor.

Hundió su cuerpo bajo el agua, si alguien pudiera contemplarla creería que era una representación de la muerte de Ophelia, la mujer que tanto había amado a Hamlet y que decidiera morir. Caviló que ella también había amado, intensamente, a un solo ser, a su sire, pero él jamás la había amado como ella deseaba. Abrió los ojos debajo del agua, contempló como sus cabellos se movían suaves, misteriosos, como las algas en el fondo de un estanque. Las flores flotaban en la superficie del agua, mientras ella continuaba sumergida en la bañera, recordó un fragmento del libro que más le atraía –“… ¿Qué es más digno para el espíritu?, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra océanos de calamidades y, haciéndoles frente, ¿Quizás acabar con ellas? Morir..., dormir; no más…” – cerró los ojos nuevamente mientras continuaba recordando otro parte –“… ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne!...”- se incorporó haciendo que las aguas chocaran en los bordes de la bañera, aferrada a ellos, quiso gritar – más para mí, no hay descanso… mi sueño… mi pesadilla… no concluirá jamás… maldito… me has dado éste don… más me has dejado sola… eternamente desamparada… - su voz se quebró, respetaba a su Sire, pero en momentos así, donde su conciencia cobraba dimensión del tremendo peso de la eternidad, la hacía renegar de aquella decisión tomada por Violante, - ¿no hubiera sido más digno… dejarme morir? – nadie podía contestar esa pregunta, ni siquiera ella.

Unas horas más tarde se encontró caminando por una de las calles más concurridas de Paris, cosa muy extraña en ella, que prefería los callejones, en donde podía alimentarse, pero, luego de aquella noche en que su instinto le hiciera matar a una pareja, había jurado no volver a recorrer esos caminos. Así, observando a los humanos pasear de un lado a otro, llegó hasta un café, al pasar por la vidriera, contempló a un hombre, su rostro cargado de tristeza, le hizo sentir una empatía muy profunda, - sufres por algo… por un pasado que no puedes remediar… - se dijo observándole nuevamente.

Entró al café y se sentó en una mesa, muy próxima a donde el caballero se encontraba, intentó pasar inadvertida, pero su don de seducción, lo quisiera o no, siempre se activaba, tal vez porque al fin de cuentas, deseaba poder descubrir cuál era ese dolor que la había hecho sentir como una igual. Tuvo que desviar su atención cuando la mesera se acercó a tomarle el pedido, sonrió y la joven la miró de cierta forma algo extraña, como si sintiera un sentimiento fuerte hacia ella. Saskia supo que era producto de su seducción, a lo que le pidió que le trajera lo mismo que al caballero de la mesa de enfrente, lo dijo en un susurro, para que nadie escuchara a excepción de la joven. Esta asintió y partió a cumplir su orden. Minutos después volvía con lo pedido, entonces la vampiro utilizó otro de sus dones, la confusión, para que no recordara lo que le había pedido y se alejara de ella.

Cuando consiguió estar nuevamente sola, llevó su mirada a la de aquel hombre, sonrió levemente, tal vez con la boca más que con su mirada que seguía tan cargada de tristeza como al despertar aquella noche.

por **Callahan Brooks** Jue Sep 03, 2015 9:34 pm

«Ya nada era una prueba para él, mientras caminaba, lleno de heridas y profundas amarguras; recordó el desafió que le fue llegar hasta el templo del Olimpo, allá en la más grande montaña entre Atenas y Esparta. Sin embargo, ahora no representaba más que un sendero aburrido. Quizás, pensó, se trataba del cansancio a causa de la batalla y las heridas que aunque ya cicatrizadas no dejaban de causarle molestia pese a ser un semi dios.»

Inquietud, ese era el adjetivo que calificaba a Callahan en ese momento. Ocasionalmente veía los fluorescentes ojos anormales, pero no por eso encantadores y sumamente hermosos, de la mujer frente a él. Releyó lo que había escrito y quiso continuar, mas no pudo, sus ideas le habían abandonado y una nueva historia llegó a él o al menos quería introducirse en su mente. Pensó en iniciar a tramarla, pero antes de hacerlo tenía que saber que iba hacer y la mujer era la clave. De alguna forma esa extraña atracción fue la causante de perder la historia que había iniciado y traía a sus puertas una nueva.

—Por favor señorita —interrumpió a una mesera tomándole del brazo—, hágame el favor de servirme mi café en la mesa de la señorita de aquella mesa —hizo el gesto con la cabeza y después de verla asentir, cerró su cuaderno, guardó la tinta y su pluma; luego, simplemente se levantó y caminó a la mesa de aquella mujer que le causaba tanta inquietud. Posó sus manos sobre la silla y la contempló unos segundos, sus ojos se hicieron uno con los de ella, era como si se acariciaran, como si ella lo acunara o esa fue la sensación que lo hizo estremecerse.

—Disculpe señorita, ¿puedo acompañarle o será acaso que espera alguien? —dijo de forma cortés y pensó en America. En los últimos lugares que visitó antes de partir a Europa, y más allá de su pasado, con su esposa y con su hijo. Y de pronto pensó que esos recuerdos no los evocaba él. Sus ojos no dejaron de mirarse, estaba como hechizado; sin embargo, deseaba estar ahí. Resolver el enigma que la mujer de blanca cabellera y ojos intensos le provocaba.

por **Saskia Borgano** Dom Sep 06, 2015 10:32 am

A pesar de que así hubiera parecido al sonreirle, no había sido intención de la sobrenatural hacer que el hombre se acercara a ella, no era prudente, pues en días no se había alimentado y el elixir que corría en las venas del caballero la podían desquiciar. ¿Que cual era la diferencia entre la sangre de el hombre y la de la joven mesera o la de cualquiera de los allí presentes? pues esa melancolía que se mezclaba, los humores que hacen del cuerpo de los humanos joyas únicas y casi perfectas.

Lo observó hablar con la joven, tomandole del brazo, no le fue necesario leer sus labios, pues la voz masculina y grave del escritor llegaba a sus oídos con claridad, no era esa esencia única, mezcla de tristeza, añoranza y melancolía lo que convertían a ese humano en un ser que colmaba la curiosidad de la vampiro. Ella deseaba descifrar aquellas sensaciones, sin tener que beber de su sangre para poderlas descubrir.

El humano, tomó sus pertenencia, con una parsimonia digna de un noble, lo que provocó en Saskia una suave sonrisa, que murió antes que él pudiera observarla, - ¿acaso podría descubrir que fuí alguna vez una baronesa? no... creo que nadie aquí podría siquiera imaginar todo lo que he perdido... cosas mucho mas importantes que un título nobiliario... - caviló, entristeciéndose aun mas, pensando en que jamás podría convertirse en madre, llevar una vida común y corriente como tantas mujeres que caminaban despreocupadas por las calles de París.

Por un segundo se perdió en su dolor, olvidando que aquel caballero se levantaba de su mesa, seguramente ya dispuesto a marcharse del lugar. pero Saskia, continuaba hundida en su tristeza, en aquellas verdades que solo lograban hacerle mas daño, casi hasta el punto de desear haber muerto en el lecho de ese hotel.

Suspiró, cerrando los ojos y manteniendo sus manos al rededor de la taza de café, a pesar de estar muy caliente, aquella sensación no lograba transmitir el calor a su cuerpos, y menos aún a su alma. Su corazón estaba helado, tan frío como la nieve que pronto comenzaría a caer sobre la ciudad.

No sintió los pasos del extraño, ni su delicioso aroma, mezcla de su sangre y el perfume de la piel masculina, ella seguía sumergida en un mar de tristezas. Fue su voz la que logró atraer de nuevo el alma errante de Saskia. Levantó su mirada hasta unirla a la del caballero, aferrándose a ella, como un naufrago a un trozo de madera. Sus labios se curvaron en un sincero gesto de sonreír, agradecida por que había logrado arrancarla de su infierno interior. Asintió con la cabeza, - no... no espero a nadie... por favor, sería muy agradable tener compañía, aveces la soledad... solo logra atraer a los demonios del pasado... - susurró, mas para ella que para el caballero que se disponía a sentarse.

por **Callahan Brooks** Sáb Sep 26, 2015 11:05 pm

Callahan no desobedeció y tomó asiento. El café llegó en el momento oportuno y el americano lo endulzó tan pronto como pudo. —Como la vida, señorita, la soledad puede dominarse y traer tranquilidad en momentos de desasosiego. Quizás se vive entre demonios, por eso al encontrar la soledad no se puede más que sentir el tormento que pudiere ocasionar —dijo ofreciéndole una sonrisa al tiempo que dio un sorbo a su café. Callahan tenía treinta cuatro años, ya era un hombre maduro y había vivido según su criterio lo suficiente para tener un carácter y una sabiduría capaz de orientar, de ser necesario, a personas como la que se encontraba frente a él.

Por un instante se perdió en sus orbes de un brillo anormal pero extremadamente hermosos, pensó en Bécquer y su rima XIV y de pronto exclamó:

"Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,
la imagen de tus ojos se quedó
como la mancha oscura, orlada en fuego,
que flota y ciega si se mira al sol.

Adondequiera que la vista fijo
torno a ver sus pupilas llamear;
mas no te encuentro a ti, que es tu mirada:
unos ojos, los tuyos, nada más.

De mi alcoba en el ángulo los miro
desasidos fantásticos lucir:
cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.

Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer:
yo me siento arrastrado por tus ojos,
pero adónde me arrastran no lo sé"

—Disculpe mi osadía, mas no he podido contenerme. Creo que muchos se lo han dicho pero dudo que alguien lo haga con tal sinceridad como lo hago yo. Es usted una mujer muy hermosa. Y se lo dice un escritor, un artista que aunque no conoce el mundo si la belleza. Mi nombre es Callahan Brookes y desearía que esta se convirtiera en una velada más que en una invitación a un simple café —se expresó bordeando con sus dedos la taza sin dejar de contemplar sus ojos—, es usted magia y no puedo negar que se ha convertido en mi Calíope —Callahan no pudo resistirse, estaba ensimismado, hechizado por ella y ahora con Shakespeare quiso hacérselo saber:

"O viviré para escribir tu losa,
o vives y en la tierra me he podrido.
Qué importa que yo caiga en el olvido
si en mi canto inmortal tu honor reposa.

No morirá por mí tu fama hermosa
aunque yo al mundo moriré ya ido:
tú serás recordado y bendecido,
yo volveré a ser polvo entre la fosa.

Cuando sean los que hoy viven sombra vana
mis estrofas serán tu monumento
que mirará generación lejana.

Remota edad repetirá mi acento;
vivirás por mi pluma soberana
doquier se exhale un amoroso aliento"

—Soy novelista mas que poeta, por eso confieso que no he podido más que auxiliarme a Becker y Shakespeare para expresarle este magistral sentimiento. Por favor, señorita. Dígame. ¿Cuál es su nombre? —confesó tomándole la mano y asombrándose de lo helada que estaba—. Está helada —se sacó sus guantes y se los ofreció—, téngalos, le ayudaran a calentarse —dijo con preocupación a ella.

por **Saskia Borgano** Dom Sep 27, 2015 9:15 am

Lo contempló largamente, posando sus tristes orbes en aquel que sin miedo, sentado frente a ella, le contemplaba, con su mirada cargada de sentimiento. Sabía que no era producto de sus poderes, pero verle así, tan vivo, abriendo su corazón a una extraña, que con la mirada velada lo escuchaba pronunciar odas a sus orbes. Provocó que la mirada de la inmortal brillara níveamente, cuajándose de lágrimas, ella comprendió con suma tristeza, que nadie, en su corta existencia como humana, ni en su reciente vida de sobrenatural, le había dedicado una poesía.

Su café se mantenía intacto, tal cual lo dejara la camarera, aunque estaba helado, como la mujer que lo pidiera. Ni siquiera lo había probado, pues nada lograba llamar su atención. Aquello que antes había sido su solas, como el café de las mañanas, los pimpollos de las flores abriéndose al sol , todo se convertía en recuerdos borrosos que por momentos pensaba, eran de otra mujer y no de ella. En aquel momento, solo era un espectro que deambulaba por las misteriosas calles de Paris, al asecho del único sustento de vida que lograba mantener su mísera existencia, aquel líquido que corriendo por su garganta, lograba por tan solo unos segundos, hacerla sentir viva.

Contempló nuevamente al caballero que seguía recitando bellos poemas, – cuan destruida está su alma, tanto como la mía, la soledad que lo agobia es un aroma que lo envuelve como el más delicado de los perfumes… y siento en él, la certeza de encontrar a un igual – sus labios no hicieron ni un solo movimiento, pero interiormente sonrió con tristeza, - estas vivo, puedes ver el sol cada mañana, el calor no ha abandonado tu cuerpo… y aun así, no logras deshacerte de esa soledad que te asfixia – una suave linea se marcó en su entrecejo, mientras las palabras que él expresaba se clavaron en su muerto corazón.

Bajó la mirada prontamente para secar las lágrimas, que pugnaban por salir, recorriendo sus mejillas, pero de hacerlo, dejarían un rastro carmesí, que podría delatarla. Sus movimientos fueron pausados, delicados, tan gráciles que eran una muestra de su esmerada educación. Volvió su mirada a la ajena, una suave curvatura de sus labios, demostró el agrado que causaba en ella, escuchar las poesías. Sus manos se cruzaron sobre la mesa y de estar viva, hubiera suspirado melancólicamente, pero ella hacía meses que había muerto, solo era el eco postrero de una antigua vida.

El contacto de aquellas manos enguantadas, pero cálidas, hizo que su piel reaccionara, como antaño, sintió un escalofrío, jamás en toda su existencia inmortal, había sentido de aquella forma, ni siquiera entre los brazos de su sire. Por eso retrajo sus manos, como si el contacto la hubiera quemado, o disgustado, cuando en realidad hubiera deseado sentir más aquel calor que emanaba ese humano. La preocupación que había puesto Callaham, en el acto de quitarse los guantes y entregárselos para que se los pusiera, hizo que le devolviera el gesto con una sonrisa, - gracias – susurró mientras se colocaba los guantes, disfrutando del calor que había quedado encerrado dentro de ellos, sabía que en unos pocos minutos, el frío de su piel borraría todo rastro de aquel calor, pero mientras tanto, se propuso disfrutarlo.

Suspiró, aquello también la sorprendió, pues en verdad disfrutaba de pequeños placeres que había creído perdidos para siempre, aquella noche en el Hotel Des Arenes. Su mirada volvió a la del caballero, - mi nombre es Saskia… gracias por sus guantes… por su compañía… pero creo que no le conviene que permanezca a mi lado… - su voz se quebró, ella podía soportar muchas cosas, pero cada vez le costaba más vivir en soledad. Su mirada había vuelto a huir de la ajena, - usted, ha logrado hacerme sentir viva, por un breve instante… y por eso lo recordaré toda mi existencia – se sinceró, para luego quitarse los guantes, ahora helados como su piel, - pero no puedo ser su musa… porque… - su mirada clavada en él mostraba su tangible tristeza. Saskia supo que no podría lograr ocultar su aflicción, Callaham había abierto un camino a su alma que creyó cerrado, le había devuelto la esperanza de ser importante para alguien, para él. La joven que cuando era una simple humana, reía de los sentimientos que provocaba en los hombres, ahora, allí, delante al escritor, sintió que no era digna.

Tal vez por ello, o porque no podría soportar un nuevo desprecio, un nuevo desamor, quiso huir, las lágrimas surgieron salvajes, dolorosamente visibles, lagrimas carmesí rodaron por sus mejillas, - jamás podría ser una buena compañía, aunque usted si lo fuera para mí - susurró, mientras se levantaba, para retirarse del café, estaba segura que la despreciaría, le había mostrado que no era una mujer, y si era lo bastante sensato, se alejaría de una asesina como ella.

por **Callahan Brooks** Lun Oct 12, 2015 4:37 pm

Quiso interrumpirla, decirle que se equivocaba que nadie debía sentirse inferior, poca cosa. Mas cuando la voz femenina quebró, no pudo interrumpirla. Se sintió impotente por no detenerla, por dejar que hablara. «Te equivocas, te equivocas» quedó atrapado en su garganta cuando aconteció un hecho que jamás había visto en su vida. Después de regresarle sus guantes y negarse a ser su musa. La hermosa mujer soltó lágrimas de sangre; sí, no cabía duda para él, era sangre. Por supuesto, en su mente nunca cruzó la posibilidad a un hecho sobrenatural, más bien a algo más semejante a una enfermedad. La vio levantarse e irse, pero se desplazaba lentamente hacía la puerta, o esa fue la percepsión de Callahan que recordaba su vida dentro de la guerra de independencia de los Estados Unidos, la perdida de su esposa y su hijo. Callahan no podía dejarla ir, sí la mujer estaba enferma él cuidaría de ella.

Se levantó rápidamente, alcanzándola a pocos pasos de la salida. Le tomó de la mano izquierda, que era como un tempano de hielo. Mas la sujetó con fuerza haciendo que volteara a verlo y sin perder tiempo se apresuró a besar su boca. Los labios eran igual de fríos, al parecer toda su piel lo era. Callahan forzó a esa fuerte boca a abrirse para que los labios se movieran y el beso se hiciera intenso. Mientras, el sacaba un pañuelo de su bolsillo. Cuando abandonó los exquisitos labios, limpió las mejillas de ese hilito de sangre que se liberó y quedó contenido por la acción del beso. —No la dejaré ir, he perdido mucho y algo me dice que usted también. Si usted piensa que puedo ser una buena compañía yo pienso lo mismo sobre ti Saskia. Déjame cuidarte, no te estoy pidiendo una relación sentimental, tan sólo quiero estar junto a ti, porque siento que así debe de ser —le sonrió, juntándole ambas manos y levantándolas a la altura de sus labios liberando un poco de su aliento cálido—, sus manos siguen frías —susurró en un tono dulce y besó la palma de las delgadas y delicadas manos femeninas.

Encaró nuevamente sus ojos. —La única alternativa que tienes Saskia para salir de aquí, es conmigo a tu lado —se anticipó por si Saskia quería negarse—; Porque a partir de este momento no me permitiré perderle el rastro si huye de una felicidad que sé puedo brindarle y una compañía que estoy seguro disfrutará —sintió deseos de besarla nuevamente pero se contuvo. Era impulsivo y aunque seguramente un inglés y un francés se hubieran disculpado por haberla detenido de esa forma y besarla. Él no no hizo. Callahan creía que la disculpa a meritaba a que la intención era por protocolo no por el deseo febril de querer hacer las cosas. Él no se arrepentía de besarla y sin disculparse pretendía que ella lo comprendiera—. ¿Podemos volver a sentarnos?, ¿o prefiere ir a otro lugar —propusó.

por **Saskia Borgano** Sáb Oct 24, 2015 8:19 pm

Jamás esperó aquella reacción, Saskia le estaba dando la oportunidad de cuidarle, no deseaba hacerle daño, no quería tener que confesarle que era un monstruo. Había creído que con las lágrimas de sangre, Callaham, se apartaría de su lado, comprendería que era un ser peligroso y que debía huir. Mas por el contrario, apenas hacer unos pasos más allá del establecimiento, casi a las puertas de éste, él la detuvo. Sintió la presión en su brazo, el fuerte agarre que imprimió en el brazo de la inmortal, más para el poder que poseía la no muerta, aquello era casi, el amarre de un niño pequeño. Giró su cabeza, junto con su cuerpo, acercándose al caballero. Le miró con un dejo de tristeza, mezclado con intensa pena, porque intuía que eran dos almas heridas por el destino trágico, - como puede ser que no comprendas, que alejarme, es lo mejor que puedo hacer por ti – caviló al momento en que el hombre se acercaba a su rostro, lo observó entornar sus parpados, para luego besarla, suave al principio, exigente mientras más la acercaba a su cuerpo. Como años atrás, cuando aún era una humana, una joven inocente e ingenua, tembló conmovida por la pasión de aquel gesto.

El retumbar de aquel corazón joven, que se aceleró al contacto con sus fríos labios, la forma en que, el caballero, buscó invadir su boca haciendo el beso más apasionado e íntimo, no le molestaron. Comprobó asombrada, que por el contrario, le agradaba. Hacía demasiado tiempo que se sentía sola, olvidada por todos los que alguna vez le juraron amor, amistad. Nadie le brindaba afecto sincero, sin malicia, todos había deseado algo a cambio, aún su sire, quien se escudaba en que la había convertido por salvarla de la muerte, como si su actual estado no fuera algo mucho peor que descansar en paz bajo una fría lapida. Se aseguró que sus colmillos, mantuvieran una altura natural, a pesar del embriagador aroma de la sangre bombeando en las venas y arterias de Callaham. Aquello la sedujo, con la misma intensidad que sus besos. No supo en que instante, sus ojos se cerraron y dejando paso a los sentidos que tomaron el control. Disfrutó de aquel beso robado, y que aunque, no hubiera sido consentido, al principio, terminó deseando que no terminara. Como si todo lo vivido fuera parte de un sueño, suspiró al volver a la realidad, cuando aquellos labios, cálidos como la hoguera de un hogar, se apartaron de los suyos.

Sintió el suave rose del pañuelo al limpiar sus lágrimas. Con los orbes cargados de sorpresa, escuchó lo que le decía, - ¿no me dejarás… de verdad no lo harías? - le preguntó en silencio. Por un segundo, sintió que el vacío en el estómago, desaparecía, al igual que el dolor en el pecho, allí, donde su corazón se detuviera hacía ya tanto tiempo. Había sufrido durante tanto tiempo que le parecía extraño, onírico, lo que vivía. Sonrió con tristeza, - claro que disfrutaría de vuestra compañía, y aún más de vuestra amistad, la que sería, para mí, como un regalo del cielo… - enmudeció pensando que era ese mismo cielo, del que había sido expulsada, pues el día en que muriera, su alma se evaporaría, como el rocío al llegar la mañana. Le observó tomar sus manos e intentar darles calor con su aliento. Volvió a sonreír, dándose cuenta que en tan poco tiempo había sonreído más que en todos esos años convertida en vampiro.

Una sombra de duda, le oscureció la leve alegría, ¿si un vampiro, no había podido mantener sus promesas, su palabra y permanecer a su lado?, ¿Cómo lo conseguiría un humano, el que al paso del tiempo no quedarían ni un solo recuerdo, a excepción de los que ella atesoraría en su corazón?, suspiró mientras continuaba observándole cuidarla, hablarle, sonreírle, - somos tan opuestos, como el sol y la luna, como la vida y la muerte… más soy egoísta, y deseó creer que permanecerás a mi lado… a pesar de todo lo que os pueda mostrarte. Mas debo imponerte una prueba – le dijo mirándolo a los ojos con la intensidad de su alma. – si logras superarla, permaneceré a tu lado y seré todo lo que me pidas -. Inspiró profundamente antes de continuar, - pero si llegas a no superarla, me iré, y jamás volverás a saber de mi… y no será por maldad… solo por cuidaros -.

por **Callahan Brooks** Vie Oct 30, 2015 11:08 pm

¿Qué era lo que más le encantaba?, ¿su extraordinaria belleza?, ¿el misterio que emana?, o, sus ojos melancólicos que a pesar de querer compañía están esclavizados por un alma que le obliga a no dejar que alguien entre a su corazón. Quizá, era todo, o más bien, no era nada, un sólo absoluto que no puede describirse. Sea como fuere, Saskia había accedido, por menos, a permanecer más tiempo con él lo que para Callahan era bastante valioso y por supuesto no desperdiciaría. —Ofrecida ya está, sólo es cuestión que la tomes —le sonrió—. Entonces estamos atraídos mutuamente, porque la luna no puede vivir sin la luz del sol, la muerte es un camino más de la vida, inevitable, unidos. Se egoísta Saskia y dime que prueba tengo que hacer para que me permitas estar a tu lado. Pues tu encanto no ha hecho más que saber que el vacío de mi corazón sólo lo puedes cubrir tu. Conseguiré aprobar porque así te darás cuenta que no te abandonaré —se expresó con claridad, con el cejo fruncido no en gesto de enojo. Más bien enérgico, serio y decidido.

—Esperando estoy, mi bella dama y no serás lo que yo pida. Porque no veo en ti a una esclava. Veo la libertad y un amor aprisionado. Veo el reflejo de mis ojos en los tuyos. Dices que si no apruebo te irás y no será por maldad. Saskia. Posponer lo que tengo que hacer ya me es un tormento. Dime pues lo que tengo que hacer —confirmó de nuevo sus palabras, esta vez inyectándolas de más ímpetu, más convicción.

En ese momento que le pareció eterno, cerró brevemente los ojos. Y como si el tiempo se hubiera detenido en el presente, comenzó a escuchar los cañones de los casacas rojas, luego, vinieron los americanos en una emboscada que no fue más que una derrota.Se vio tirado entre todos, inconsciente. En aquella ocasión la suerte o un designio divino hizo que los ingleses lo tomasen por muerto y se marcharon. Vinieron después las imágenes de su familia muerta y el dolor profundo de su corazón, la impotencia, la ira… Protestó a Dios, lo maldijo y abandonó la religión. Pero ahora, cuando abría los ojos y contemplaba a Saskia pensaba que tal vez su destino era estar con ella. París nunca fue su destino, pero tuvo que establecerse. Dios no lo había abandonado y su fe regresó justo en ese momento. —Te lo ruego, inicia ya —dijo en voz suave y con los ojos inundados de melancolía, bajo la sombra de la soledad.

por **Saskia Borgano** Miér Dic 23, 2015 8:46 am

El ímpetus que mostraba Callaham, le sorprendió, por un instante, tuvo miedo de cometer una imprudencia. De que valía mostrarse ante él como el monstruo que en verdad era, ¿Qué podría pasar cuando ella se presentara como hija de la noche, un ser que debía alimentarse de otro ser viviente, alguien como el escritor? De pronto se sintió como un demonio, bien sabía que tras su estela podía sembrar muerte y destrucción. Un hombre como Callaham, querría tener una familia, ¿Qué podría ofrecerle entonces? jamás podría dar vida, ni siquiera podría envejecer a su lado. Suspiró con trsteza, aquellas dudas la invadían impidiendo ser feliz, negándole la oportunidad de volver a soñar, a creer que la posibilidad de amar y ser amada no estaba del todo marchita. Cerró los ojos y su sonrisa se convirtió en una suave curvatura en sus seductores labios.

Meneó la cabeza, para luego abrir sus ojos cargados de lágrimas y de un brillo especial, uno que hacía décadas que no poseía, - no, no os pondré ninguna prueba, dejemos que ellas solas lleguen cuando así lo crea conveniente el destino. Ahora solo quisiera acompañaros todo el tiempo posible, escuchar de vuestros labios la historia de cómo la vida os atrajo hasta aquí. Os prometo que os contaré la mía – dijo mirándole a los ojos, con su mano tocó el pecho del americano, sintiendo el corazón latir rítmicamente – Prometo, que jampas permitiré que nada de mi pueda lastimaros – su mano recorrió el camino del pecho hasta su mano izquierda, jaló suavemente de ella llevándola a su rostro, la calidez de aquella piel le devolvía un poco de lo que perdiera hacia tanto tiempo. Recordó sus años en Italia, a orillas del lago Maggiore, las matas de flores, los atardeceres de dorados tonos. Volvió a llorar, mordiéndose el labio inferior, para luego besar suavemente la palma de la mano. Sus lágrimas eran cristalinas, no había sangre en ellas, porque eran de su alma, aquella que se negaba a convertirse en un monstruo, y él se había convertido, sin saberlo, en el antídoto que buscara durante tanto tiempo.

Su mirada se dirigió a la ajena, la que seguramente estaría cargada de perplejidad por aquel arrebato, Saskia sonrió con franqueza, como no lo hiciera desde hacía tanto tiempo, cuando el sol aún bañaba su cuerpo y el corazón palpitaba feliz en mitad de su corazón. Suave como si fuera un movimiento de baile, se acercó a él y le besó la comisura de los labios, la mejilla hasta terminar abrazándolo, refugiándose en ese pecho cálido, en esos brazos fuertes, - deseo estar lejos de aquí, solos, déjame conocerte, eres un misterio para mí, un bello misterio que ha logrado un milagro… desear que jamás termine éste momento, este sentimiento que habéis logrado encender en mitad de mi pecho… - le observó con un dejo de tristeza, - júrame que jamás te iras sin avisar… puedo soportar que decidas alejarte… pero no abandonarme… os suplico… si no sois capaz de jurar lo que os pido, prefiero irme ahora y dejar que esto termine como un hermoso sueño de invierno – sonrió con tristeza, preparada para escuchar de aquellos labios la fatal decisión.

por **Callahan Brooks** Lun Ene 04, 2016 8:50 pm

Se sintió aliviado con las expresiones de ella, escucharle saber que lo aceptaba aunque no con esas palabras, lo hacía feliz o al menos en ese momento. Callahan la miró con ternura y cuando se refugió en sus brazos como una niña la abrazó con cálidez oliendo el perfume de sus cabellos oscuros y percibiendo la frialdad de su piel. No pensó en ello, no quiso hacerlo, no era el momento ya más tarde podría preguntar acerca de su piel helada que no pudieron calentar sus guantes las manos de ella y ahora en sus brazos lo percibió en casi todo su cuerpo, inclusive en sus labios al besarle la comisura de sus labios. Lo que mejor creyó apropiado fue acariciar ese hermoso y brillante cabello, dejar que un silencio los cobijara para que las palabras de Callahan se escucharan sinceras entre el bullicio.

—Lo juro Saskia, juro que no te abandonaré. Sólo la muerte podrá hacerme faltar mi juramento pero es algo que nadie puede evitar, pero no es tema ahora ese. Váyamonos entonces Saskia, dejemos el café y vayamos a otro sitio tú sólo dime a dónde y yo te seguiré —se separó de ella, posó sus manos desnudas en las frias mejillas de ellas y con sus dedos pulgares secó las lágrimas al tiempo en que le sonreía con ternura—. Deja tomar mi abrigo y nos vamos —besó una de sus mejillas y regresó a su mesa, sacó unos francos y los dejó en la mesa intercambiando una mirada con la mesera que lo atendía, ella le asintió con una sonrisa y él le correspondió de la misma manera.

Se colocó su abrigo y sus guantes y regreso con Saskia, —¿A dónde iremos Saskia? —titubeó en ofrecer su casa pero no sabía como debía actuar. —Mi departamento no está lejos de aquí, tengo chimenea ahí podemos estar calientes, oh podemos ir a otro lado no lo sé.

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Su mirada el reflejo de mi alma | Privado

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