Victorian Vampires
Tu mirada me corta la respiración, me quema el alma y me acelera el corazón, pierdo el control (+18) (Alizée Signoret y Jared Granchester) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jared Granchester Jue Dic 22, 2011 10:42 pm

¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.

Gilbert Keith Chesterton


Los pasos son rápidos, seguros de sí mismo, mientras la luna ilumina precariamente a ojos inexpertos el lugar, los orbes masculinos brillan como los de un felino entre las sombras que le resguardan. No hay nada que le impida llegar hasta las paredes del inmueble que se ha asentado en ese terreno, absolutamente nada que le evite llegar a su objetivo. Aspira profundamente y cierra los ojos, su cerebro analiza cada gota de fragancia que hay, haciendo a un lado los comunes como el pasto, la tierra, los animales.

Durante algunos instantes sus ojos están completamente cerrados, el cuerpo quieto, mientras el viento le atrae los olores de la mansión. Las manos contra los costados, las piernas levemente abiertas, el rostro alzado hacia el cielo... y vuelve a aspirar de nuevo, con mayor profundidad ahora, haciendo a un lado los aromas más frescos y fijos. No pudo haber estado hacía poco, pero hay algo de él que perdura.

Es cuando su lengua sale, rosada y húmeda y lentamente, de una forma sensual, pasa por sus labios, de izquierda a derecha, relamiéndose y gruñe de satisfacción, una animal, sintiendo todo su cuerpo erizarse, estremecerse ante un olor en particular... Sabroso... intenso... de alguien que vive ahí. Sus ojos se abren lentamente, mirando las paredes, acostumbrándose de nuevo a la luz de la luna, oculto su cuerpo entre el follaje de los árboles y ladea poco a poco la cabeza hacia la izquierda, los dientes blancos se encajan en el labio inferior y hacen presión... para succionar de forma instintiva ese pedazo de carne.

Su cabeza regresa a la posición original y sus ojos se tornan lánguidos, anhelantes. Hay alguien dentro que le apetece, una ¿Mujer? Vuelve a cerrar los ojos y a inspirar, hasta que su pecho se llena de aire y se hincha, mostrando aún más los pectorales ocultos tras la tela de la negra camisa, oculta bajo el sobretodo del mismo tono, los pantalones crujen un poco ante el primer paso que da el cambiaformas, pero se detiene.

Los párpados se van abriendo lentamente hasta que la visibilidad es total. Jared ruge de ansiedad, de anhelo por esa carne tan dulce, tan deliciosa... ¿Sabrá igual? ¿Tendrá el mismo regusto que tanto le agrada al contacto de la piel con su lengua, que dejará un húmedo sendero mientras paladea la suavidad y el sudor? Un rugido emerge desde lo profundo de su ser, quizá desde su estómago, desde el diafragma mismo hasta salir por la garganta. Los colmillos se muestran en una actitud francamente agresiva y sus músculos se ponen totalmente en tensión.

No debiera olvidar su misión: seguir el rastro del olor de Jaden, pero ese otro aroma tan dulce y especiado, tan suculento... Sus labios se curvan en una sonrisa al tiempo que el pasto suena por la bota que lo pisa. Da el primer paso y tras él, vienen los demás. Acercándose con expresión tensa, con músculos listos a actuar en caso de que alguien le impida llegar a su presa. Sonríe de lado al pensar en la sangre que podría derramar en caso de que le nieguen el placer de oler esa piel, de paladearla... Mejor que nadie se atreva.

Su mente se olvida durante unos breves instantes de Jaden y se concentra sólo en ella... sí, tiene que ser una mujer... una hermosa y deliciosa hembra, que se arquée entre sus brazos cuando la bese, que gima cuando la acaricie, que grite su nombre cuando la penetre... que se le retuerza con el sabroso olor de su sangre cuando la muerda. Que le golpée, que le pida clemencia, mientras mordida a mordida, él se hace de su sabor y satisface su hambre por ella.

Su estómago gruñe de anticipación por esa simple idea, por el pensamiento de tenerla para sí y cierta parte de su anatomía se endurece sólo ante la idea de que esté bajo él, sintiendo su interior envolverlo y apretarlo compulsivamente en señal de su orgasmo. Sí, le dará los que ella quiera y más, antes de llevarla al cielo mismo, literalmente. Sus ojos se posan en la pesada puerta y duda entre tocar o derrumbarla de una patada. Hacer lo segundo le asegurará que le reciban con violencia y ella podría escapar.

No, así no. Mira la madera que le impide llegar a su destino, así que vuelve a cerrar los ojos y su nariz olfatea intensamente de nuevo. Los abre y mira a su derecha, a una casa aparte, donde está la servidumbre, al menos ahí es donde su hedor -definitivo, lo que no le gusta a su olfato es eso: un mal olor- está más concentrado. Vuelve la cabeza y una sonrisa torcida aparece en su masculino rostro, cuando alarga la mano y tomando la aldaba, da tres golpes intensos, contundentes.

Su fino oído se agudiza y logra escuchar alguien en la parte de arriba, una persona que parece llamar a otra sin respuesta... es una voz femenina que le hace eco en el estómago y la piel se estremece por ello. Dulce, deliciosa al oído... y su sonrisa se ensancha, va por buen camino. La escucha volver a llamar a la persona y, al no tener respuesta, tras un instante, la oye caminar. Gruñe levemente, incitado por la situación. Excitado por la anticipación.

Coloca ambas manos en el marco de la puerta, agazapándose levemente, listo para saltar en cuanto ella abra y oh, por el Demonio, Es Ella... su delicioso aroma va incrementándose conforme la escucha bajar las escaleras. Las fosas nasales se dilatan y absorben todo lo que pueden. Su vientre exige su alimento, pero es más la demanda de su virilidad. Abre los ojos y sonríe, una expresión depredadora en su totalidad es lo que recibe la mujer que le abre la puerta.

Terrible perdición... cabellos negros ala de cuervo, rizos deliciosos y sedosos a la vista, seguramente al tacto más. Piel pálida, blanquísima y sonrosada, levemente afeada por unas enormes ojeras. Jared pasea la vista por las mejillas, los labios entreabiertos, cual terrible tentación... el cuello delicado, frágil, el cuerpo enfundado en una bata oscura y seguramente una más fina bajo ésta, que permitirá ver la silueta femenina a contraluz, pero ahora mismo sólo ve lo que la primera permite. Y no importa... sus labios se curvan en una mueca de satisfacción y sus orbes brillan de aprobación.

Senos firmes, del tamaño que a él le ha encantado, talle delgado, cintura estrecha y sospecha, puede tomarla con sus dos manos y rodearla sin problema alguno. Caderas propias de una hembra saludable, corrompible... fértil... Y unas piernas largas, que le incitan aún más tenerlas alrededor de las caderas o en sus hombros, mientras su virilidad se hunde en un mar de sensaciones placenteras como excitantes.

Sus ojos se fijan en los femeninos que parecen incrédulos... sí, ya ha dado esa imagen muchas veces y agradece que su manada se haya quedado en casa, porque así él podrá tener durante todo el tiempo que su estómago lo permita, a esta dama. Sus orbes demuestran una languidez y un deseo brutal, mientras que parecen devorarla con ansiedad. Sensualidad, sexualidad, lujuria y aún más. Esa lengua vuelve a aparecer y humedece una vez más su labio superior primero y luego, el inferior. Su virilidad lo exige, LA exige.

Dejándose llevar por un impulso, una mano parece correr a tomar el rostro, gruñendo de satisfacción, mostrando los colmillos, al sentir su piel tan suave como cálida contra su manaza callosa. El estremecimiento lo rodea por completo y su estómago siente un vértigo. Impulsivamente, su cuerpo entra a la casa y su boca va directamente a la mejilla femenina...

Da un suave y cálido beso, aspirando su aroma, embriagándose en él, pegándola contra su cuerpo, elevándola un poco con su fuerza, que sienta el firme tórax, el abdomen esculpido, la virilidad inhiesta, anhelante de ella... ronronea satisfecho al sentir que se acoplan a la perfección, el sexo será idílico. Su boca vuelve a besarle la mejilla, antes de que su lengua sea la que roce la suave y... ¡Sí, por Lucifer, sí! -su cuerpo se abalanza y la pega contra la pared cerrando con el pie la puerta- su sabor hace gala de su olor... especiado, dulce, delicioso.

Por fin ha encontrado a la mujer que tanto ha anhelado, la que combatirá su hambre... Y no la dejará escapar.

¡NUNCA!




Última edición por Jared Granchester el Lun Ene 02, 2012 3:44 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Alizée Signoret Vie Dic 23, 2011 5:34 am


Un rostro ensombrecido una mirada perdida, sus oídos ansioso, su olfato sediento de su aroma, todo en ella alerta cualquier señal visible de él, solo necesitaba una señal y perdonaría todo, desde sus falsas promesas, hasta aquel cruel abandono y desesperación en que la dejo. Termino de beber et té, sin si quiera mirar el sobre que su sirviente le entregaba, la invitación de un conde un cliente a quien prometió acompañarle aquella velada a un baile y luego ir a su morada. Pero no, no le interesaba entregarse a las caricias de otro hombre no podría fingir el placer y aun menos otorgarlo, no con aquel rostro tan perfecto atormentando sus noches cada madrugada, y su aroma siempre tan latente, como si él continuase durmiendo en su lecho.

- Mademoiselle Signoret - la llamo sus sirviente, pero ella no le miro sabía lo que esperaba, pero ella no deseaba nada.

Suspiro profundamente dejando que el aire alimentase sus pulmones, que su mente buscase algún atisbo e racionalidad, pero de ello nada quedaba. Solo ella consumida en su dolor por aquella reciente viudez no oficial, y por el diagnostico de su médico al examinarla, y aquellas palabras de aquel sabio hombre de ciencia aun latentes en su mente - Mademoiselle, mis felicitaciones a usted y al padre - cualquier mujer hubiera compartido la alegría del médico e incluso informado a sus amistades, pero ella calló mientras las lagrimas rodaron silenciosas por sus mejillas durante horas, nadie se acerco y nadie se lo permitió.

Cada ápice de su racionalidad le recriminaba su torpeza, le rogaba enmendase el daño, pues sin padre su futuro sería una miseria. Pero una voz silenciosa le rogaba que esperase, que solo debía esperar -¿Qué espero? .. Su regreso … ¿Si no lo hace?... Lo prometió - aparte de aquello no lograba llegar a ninguna respuesta concisa, nada claro ninguna señal, a fin de cuentas ella no fue más que una mujerzuela en su vida, a quien le prometió el cielo.

Subió al cuarto sin cenar, y preparo todo, el agua en su bañera las esencias e incluso las velas, no deseababa a nadie entrometiéndose. Cerró tras de sí la puerta del cuarto, haría un último intento, sino aquel ser de vientre jamás vería la luz. Con desesperación corrió al tapete y dejo al descubierto un septagrama tallado a mano por ella, un símbolo que representaba las generaciones de su familia, en cada punta una vela color obispo y el centro, todo dispuesto, para que la cortesana ocupase su lugar. Se desvistió rumbo a la bañera y dejo que todo su cuerpo se impregnase de aquella fiel esencia que plasmaba su interior. Un fragancia dulce y complaciente ante cualquier hombre, una fragancia cautivadora y seductora, pero por sobre todo única.

Media hora en silencio, invocando a sus ancestros, rogando un poco de orientación y por sobre todo pidiendo a las diosas de la luna le regresasen su más preciado tesoro, e hombre que le robo el alma, que le robo el corazón y que luego la dejo. Como odiaba sentirse vulnerable y ahora estaba merced de sus sentimientos. Repitió en silencio sus peticiones hasta que finalmente, la calma la embargo. Salió del agua y se envolvió en una fina toalla, para ingresar a aquel símbolo de poder y depositar allí, en el centro su deseo, que su amado regresase por ella, por ellos -Destinos forjados, destinos torcidos, destinos olvidados.
Mil nombres tiene este y es solo el que quiero
Destino cumplidos, rezos oidos-
recito en la medida que apagaba las velas en el sentid opuesto a las agujas del reloj, cuando acabo el tapete regreso su lugar y ella se desnudo para ponerse un sugerente y no menos elegante camisón blanco que mostraba apenas un insignificante bulto, no había mayores señas de su embarazo. Se acomodo entre los almohadones pensando en Jaden, en las noches vividas antes de perderle el rastro y las miles de promesas que se hicieron, para acabar así, separados por una razón tan inentendible como la ausencia de rastros de él.

Un pesado sueño le invadió, o al menos eso creía ella, un ruido en la lana baja la urgente necesidad de salir de allí, hasta que finalmente apenas cubierta por un bata oscura se enfrente a la puerta una puerta que la llama. Duda, con la mano en el pómulo, pero finamente abre y está allí, frente a ella con un mirada perturbadora pero excitante, sensual y hermosa, a pesar de lo tosco de algunos de sus rasgos, el se mostraba tan galante que bajo un hechizo, olvidando las recriminaciones, acorto la distancia hasta tomar su rostro.

-Estas aquí- susurró, sin dejar de mirarle mientras él con total seguridad toma el control, un beso delicado sobre la mejilla femenina y un solo deseo la invade, el deseo de la añoranza, de recordar sus cuerpos fundidos en uno solo. Como si leyese al mente de la hembra, el aprisiona sus labios y la besa, una beso cargado de añoranza, la añoranza de dos almas que llevan siglos buscándose -Te esperaba- jadeo entre besos, sin dejar de pegar su cuerpo al de él. Sus senos erizados por aquel beso, y el cuerpo de él ardiendo de antemano, el deseo de él evidente y el propio jadeando por salir.

El golpe seco de la puerta y los labios de él pegados a los carmesí de la cortesana, exigiendo a cada segundo, como si al vida se fuese en cada beso. No, no había resistencia solo deseo y ansiedad. Sin dudarlo rasga su camisa y la deja caer, quedando libre el camino para recorrer el bien torneado cuerpo de él, luego ella misma deja caer su bata oscura y le da espacio para que el recorra su cuerpo delirante de añoranza -Mi lecho…-jadeó -…nos aguarda …querido- insistió, antes de besar sus labios con pasión contenida y la rabia sepultada para aflorar luego de fundir sus cuerpos.

Cuando añoraba la femina él deseo animal del hombre la fiereza con que la llevaba a la cama, como si la vida se le fuese antes de cada beso y ahora la ansiedad era mayor, ambos deseaban fundirse en el desenfreno. Podía perdonarle todo, con tal de jamás perder a aquel h obre delicioso y varonil. Con éxtasis latente en sus cuerpos, en sus caricias, deseaba que la poseyese con la misma fiereza recién demostrada, un frenesís de deseo -toma lo que te pertenece- le insista con el deseo desenfrenado, caricias que no caían en reparos.

Había olvidado todo y se entregaría a él, no le importaba el abandono pues había vuelto a ella… ¿o no?

-Desino azaroso, destino cumplido
Los que hoy te traen hasta mi
Tu mujer, Mi hombre

Aunque el Destino juega con nuestros pasos-



Última edición por Alizée Signoret el Dom Dic 25, 2011 9:57 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Jared Granchester Vie Dic 23, 2011 7:53 am

La creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria. Los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad.

Joseph Conrad

Los labios se unen por fin, su aliento cálido y erótico le estremece el cuerpo desde los mismos pies, como un edificio ante un terremoto se mece dependiendo del movimiento con que le sacude. Su bestia gruñe por más y sus manos se pierden en la espalda femenina, hasta donde ésta deja de llamarse así. La redondez de la carne es tomada con... sí, maldita sea, sí... delicadeza, de una forma que no se creía capaz de sentir. Sus labios suaves responden ante las exigencias de los masculinos, que le obligan a abrir la boca para que sus lenguas se encuentren en una húmeda danza que le hace perder - sí, aún más - la cabeza.

Debe ser el olor, el saber que es la clase de mujer que siempre ha buscado: cabellos negros, ojos azules, tez... ¿A quién quiere engañar? Su cuerpo jamás ha reaccionado así ante una mujer, tenso, listo para la penetración. Su erección es la más firme que jamás ha tenido y eso que apenas van empezando el cortejo sexual. Gruñe y su deseo controlado precariamente es puesto a prueba cuando ella le rompe la camisa. Igual de salvaje que él, quizá aún más, sonríe con entusiasmo y vuelve a besarla, permitiéndole que le acaricie, escuchando palabras que sólo le incitan, le hacen ronronear contento, sabiéndose aceptado, que el acto es consentido y eso le hace sacar un aire que no sabía que contenía.

Tenía miedo de que se opusiera, de lastimar la piel femenina para obligarla a estar así con él, a que le correspondiera a base de intimidación. Esas ocasiones eran demasiado decepcionantes, porque tarde que temprano la sangre manaba y perdía el control en su olor, comiendo sin parar, sin satisfacer el anhelo de su cuerpo, sin obtener un orgasmo que se frustra y lo hace gruñir de desesperación. No, hoy no será así y por ello, besa la mejilla femenina como premio. Acaricia la espalda buscando que se le arquée... ¡Cómo le gusta que hagan eso! Porque sus senos se vislumbran más incitantes y sabrosos, con los pezones inhiestos contra la tela. Y sus cuellos... ya quiere mordisquear el cremoso y blanco de esta fémina que le corresponde con tal emoción.

Acaricia la mejilla contra la suya en un mohín netamente felino al tiempo que la bata oscura cae al piso y sus ojos de inmediato se concentran en observar el cuerpo femenino bajo la delicada tela... le mira a los ojos, los suyos llenos de promesas sexuales que satisfacerá antes de... no, tiene que controlarse, la tensión sexual que se levanta entre ellos debe ser moldeada para el éxtasis de ambos. Se promete no comérsela, no ahora... va todo tan bien... Y si continuara así... querría repetirlo hasta el cansancio, hasta el hastío...

Ríe contra su oído, sintiéndose extraño, liberado por sus palabras... ¿Un lecho? Se apropiaría de él, sería suyo, como ella ahora mismo lo era. Una hembra adecuada para el Regis de Dublín. Excitante, lujuriosa, apasionada, con besos que le robaban el aliento, que le prometían mil placeres. La toma en brazos y va subiendo las escaleras con ella, dejándose guiar por su olfato, hacia las habitaciones femeninas mientras no deja de besarla, de probar su sabor una y otra vez, escuchando sus gemidos y riendo con ellos satisfecho en su ego masculino. No se fija en nada más que no sea la inmensa cama y la deposita con suavidad en ella, antes de quedarse de pie, observando su cuerpo bajo la delgada tela de su bata.

El cubretodo cae al piso mientras él sigue dominándola con la mirada; luego de ello, las botas son fácilmente desprendidas, los pantalones y la ropa interior... quedando completamente desnudo, sin armas, sin velos, tal cual la desea a ella, confiado en su físico que ha causado más que una turbación y estremecimiento femenino con sólo estar a la vista. Se acerca a la cama con movimientos felinos, acostumbrado a dominar, a mantener el control en todo momento y su mano acaricia el contorno de la fémina, mientras sus labios buscan de nuevo a sus compañeros.

Un extraño beso dulce le nace dar, mientras toma las mantas que aún mantienen el calor y olor de su hembra y las echa sobre ellos. Sus labios se mueven contra los de ella, mientras su brazo derecho rodea la cabeza femenina y se acomoda, tras acariciar toda su espalda, en la cintura. Haciéndola contra él, su otra mano va al listón que mantiene sujeta la prenda en su lugar, impidiendo la visión y lo jala para desatar la marea de pasión, de anhelo... la cercanía intoxica su nariz con su olor, sus oídos con los gemidos suaves y dulces cuando la prenda se abre y su mano busca el seno derecho, para tomarlo con un doloroso momento de ternura.

¿Por qué su bestia se había apagado de pronto? No lo sabía, sólo el instinto le ordenaba, le gritaba que fuera delicado, como nunca antes, pero que sorprendentemente le nacía. Besó los labios de nuevo, su lengua acarició la suya... su mano sostuvo el peso de su seno hasta que su pulgar se apoderó del pezón y empezó a incitarlo con movimientos circulares. Jared suspiró y con besos que saboreaban la piel, con lamidas cortas que sólo incitaban a su masculinidad, dejó un camino de pasión por su rostro hermoso, su cuello, sus clavículas, mientras la otra mano le rodeaba bien las caderas y la hacían arquear para que sus pechos quedaran a disposición del Regis.

Su lengua volvió a humedecer los labios masculinos, ansiosa, inquieta, mientras el cambiaformas aspiraba su aroma y se embriagaba en él, ocultando la cara en medio del valle de esas dos montañas creadas para ser amadas, para ser besadas. Y él iba a por ello, con un par de besos suaves en medio de sus senos, fue a por la redondez de uno, mientras su mano lo abandonaba y seguía el contorno, hasta llegar a la pierna femenina y abrirla lentamente, colocándola sobre la cadera del macho, que instintivamente pegó las caderas contra las suyas.

Sus labios besaron ese seno descubierto, de forma hambrienta, pero sin hacerle el menor de los daños, prodigándole cariño y un sentimiento de adoración del que no se creía capaz. Sus besos llegaron a la cima y jadeó... aspirando su aroma antes de poseerla con una suave succión, que lo obligó a cerrar los ojos mientras jadeaba de placer ante su sabor, uno que le hacía gruñir guturalmente desde lo más profundo de su ser, alimentando sin creérselo a la bestia, calmándola...

¿Acaso ésto era a lo que su padre se refería con tener a una mujer que satisfaciera toda el hambre de un hombre sin tener siquiera que probar su sangre? Si era así, estaba perdido. Gruñó intenso cuando ella movió las caderas contra su virilidad. Arqueó el cuello un largo instante, concentrándose en eso, sonriendo incitándola a que continuara, jadeando o gimiendo. Su excitación era imposible de controlar, pero he ahí que aún seguía deseando prepararla. Abrió los ojos mirándola por primera vez, realmente admirándola.

¿Así era una mujer única?

¿Esas eran las facciones de una pareja?

¡Por Lucifer, estaba perdido!


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Mensaje por Alizée Signoret Dom Dic 25, 2011 7:43 pm

Y ahora sabes demasiado y eso puede ser peor
Pero no te vayas de mi lado, necesito oír tu voz

Y las cosas no han cambiado, aunque el cielo hoy es de otro color
Que tú delante,delante y yo temblando,este sueño es sólo de los dos


No sabe cómo, no le interesa saber y mucho menos preguntar, están en la recamara ella semidesnuda con un camisola que apenas daba lugar a la imaginación, y él desnudándose con destreza. Le mira en la penumbra, su cuerpo perfecto y delicioso, su aroma embriagante y su mirada ¿animal? … algo había cambiado en él, pero no era momento de preguntas, era tiempo de recordar el pasado, sus desenfrenadas noches de pasión en Roma, pero por sobre todo recordarle que ella era su mujer, que él lo había prometido - Estas por mi Jaden - Se repitió, cuando él se acerco al lecho desde donde ella le miraba ansiosa.

Su mano pesada en apariencia, ahora le acaricia con delicadeza inesperada, haciéndola jadear de antemano, por la sorpresa y el místico momento que se estaba conformando en aquella habitación. Nuevamente labios prisioneros que responden con entusiasmo a la exigencias, alarga una de sus manos y se aferra a su espalda con fiereza, exigiéndole acortar la distancia y acorralarla entre las sabanas y varonil cuerpo - Maldito seas Jaden por doblegarme así - se recrimino, sin saber cuan errada podía estar y cuan certera había sido su invocación, los reglones del destino se escriben torcidos bajo una mano que se divierte jugando con las vidas de los hombres.

Ahora el juego era de dos, donde ella se está dejando vencer por él, lo necesitaba con urgencia, lo deseaba y él la estaba llevando precisamente donde ella quería, a la posesión mutua de dos almas perdidas que se han reencontrado. Lo nota diferente, pasional como nunca antes, como si tuviese hambre de ella y no solo deseo, pero contradictoriamente a aquella hambre esta aquella ternura nunca vista que la lleva a necesitarlo. El modo en que se apropia de la cama y de la situación, en se amolda sobre ella sin dejar de besarla, y ella perdida en esos labios exigentes y dulces por igual, que no pude dejar de besar entre suaves jadeos liberados por esas caricias.

¡Dioses! Que caricias de ensueño, labios, gemidos y caricias acompasadas en un juego erótico, desconocido para la cortesana acostumbra a cumplir las fantasías de los hombres y no las propias. Pero ahora, ambos eran presos de una sola fantasía común, poseerse y ¿amarse? - ¿Acaso era amor lo vivido en Roma? ¿No fue simple lujuria? ¿Por qué aquel cambio?- preguntas que bailaron en su mente hasta el momento en que los labios de él abandonaron los de ella, para contemplarla - ¿Le estaba admirando?- era como estar por primera vez en el lecho con él, como si nunca antes se hubiesen entregado mutuamente. Extendió una mano y acaricio su rosto, delineando sus labios curvados en un sonrisa erótica -Tomame- pidió cuando él se apoderaba nuevamente de sus labios entre gemidos de satisfacción.

Besos de dos amantes que se saborean mutuamente, dos amantes que se controlan entre la brutalidad y la delicadeza. Lamidas que solo la llevan jadear con ansiedad, mientras una nueva caricia le roba un gemido placentero y nuevo suero que brota de su pezón erizado - Ja…- intenta llamarlo, pero otro roce la acalla en su intento de confesarle su estado. Desistió y le dejo hacer marcando aquel camino tantas veces recorridos por otros, pero que ahora y para siempre sería solo de él, del hombre que se estaba llevando su alma al momento más placentero de la lujuria, aun más que el coito, la estaba explorando como quien recorre aquel sendero por vez primera o con añoranza.

Sus labios apoderándose de unos de sus pechos y se arqueo de placer, sintiendo el liquido fluir, aquel suero que solo delataba su estado. Pero no le importaba, se dejo llevar por aquel delirante momento recorrió su espalda, atlética, perfecta y sudorosa ante el anhelo, un aroma embriagante tanto o más que sus caricias, salvaje y dulce a la vez. Recorrió cada detalle de su espalda, reconociéndola y descubriéndola a la vez, cicatrices casi salvajes que delineo con suavidad y curiosidad, mientras sus piernas rodeaban las caderas de él y ella se movía bajo su control con movimientos circulares. Su interior humedecido esperando e momento en que virilidad masculina se apoderase de ella, tan firme como la podía sentir ahora, en aquel juego previo.

Jadeo con urgencia de él en el preciso instante en que él se detenía a mirarla, clavo su mirada en él, que la admiraba con sus perfectas facciones casi felinas, como si fuese un gato al acecho, rió suavemente antes de tomar el rostro de él entre sus manos y atraerlo hacia si - ¿Me harás tuya o pasaras toda la velada reconociéndome?- cuestionó la cortesana sobre los labios de él, sin dejar de provocarlo con sus caderas. Como lo sospechaba en los labios de él aun había rastros del líquido de sus pechos. El gruño y ella respondió con una mordida en su labio inferior, mientras sus mano derecha delineaba el torso masculino, aquellos pectorales perfectos aun más marcados que como los recordaba.

La siniestra actuó con descaro y bajo hasta el muslo de él, pellizcándolo - Vamos, deja de jugar…. Te espero- susurró en su oído, para morder su cuello entre besos y acallar las palabras que se agolpaban en su mente, aun antes que ella misma las comprendiese. Era la primera vez desde que conocía a Jaden que él se tomaba tanto tiempo para contemplarla y guardaba tanto silencio, aquello no dejaba de extrañarle, pero aun así lo ansiaba, luego sería tiempo de preguntas y respuestas, pero por sobre todo de recriminaciones.

- ¿Qué ha cambiado contigo? - se cuestionó, sin detenerse ante aquella pregunta latente.

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Mensaje por Jared Granchester Miér Dic 28, 2011 4:29 pm

Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.

Friedrich Nietzsche



El beso lo saca de su ensimismamiento, le corresponde apasionado, saboreando sus labios, su olor, su tacto, sus lenguas se entrelazan y el macho gruñe cuando le mueve las caderas contra una virilidad más que tensa, lista para perderse en las profundidades de ese cuerpo que ansía y anhela. Sus manos bajan y toman de los glúteos a la mujer, dándole un par de embestidas fuertes sobre la tela, pero no tan brutas, haciéndola consciente de lo que está provocando, rabiando cuando le muerde el labio inferior, esta mujer le vuelve loco.

- Espera - susurra con un ronroneo - aguanta - gruñe más y sus dientes muerden su propio labio inferior - Mujer, me excitas demasiado - está contento por ello, satisfecho y empieza a desprenderle de la prenda por completo, dejándola en simples bragas que admira con posesividad incomprensible, pero en el fondo lo sabía, era suya... SUYA... ríe divertido cuando le pellizca el muslo y toma su mano, sin miramientos, la lleva a su virilidad
- tócala, siéntela... es por tí que está así - sonríe con arrogancia, conocedor del efecto que acciones como esa, tienen en las mujeres al conocerle, al compararle, al pensarle dentro de ellas.

Y esta hembra le ha provocado demasiado y es reconfortante, satisfactorio el juguetear con ella tanto como lo hace con él. Besa su mejilla, muerde su oreja y gruñe feliz, contento mientras que ignora el resto de las preguntas y se concentra en una sola acción: desprenderle de la ropa interior que evita que la conozca completamente. Mirando sin pudores cómo la prenda va cayendo hasta quedar en el piso y entonces sus ojos recorren todo su cuerpo, concentrado sobre todo, en el olor, sin poderlo evitar. Hay una parte del Pistilo de esa Flor que lo llama poderosamente.

Traga saliva con dificultad y baja entre besos, lamidas y mordiscos por su oreja, su mejilla, acariciando su contorno; su cuello dulce y delicioso, donde se permite libar hasta dejar una marca de su pasión por ella. Más abajo hasta el seno que no atendió antes, succionando goloso su pezón, enloquecido por el sabor que tiene, de ese extraño liquido que lo llama a poseerla. Baja por su contorno, evitando su vientre, por su cadera, dejando algunas mordidas que a las horas, quedarán marcadas en su hermosa piel.

Suya, es suya, puede hacer con ella lo que le plazca... su mano se apodera de un glúteo apretándolo; en tanto la otra da rienda suelta a la Bestia que habita en su interior, levantando el muslo y colocándolo sobre su hombro, aspirando una vez sobre la flor femenina que despierta su líbido a niveles insospechados. Sus ojos carnivoros observan el rostro de la mujer y le sonríe con maldad exudada por los poros, antes de observar cada parte de esa hermosa creación que se le ofrece para su deleite y egolatría.

Sabe qué tiene que hacer y cómo hacerlo, no por nada es su juego preliminar favorito, el que más lo excita y estimula... una pequeña pasada por sus sépalos echando un aire frío, antes de sonreír y lamer cada centímetro de éstos, abriéndolos lentamente para dirigirse ahora a los pétalos, dejando que ella gima y se estremezca, permitiendo que el interior femenino, donde se encuentra el pistilo, sea estimulado de forma correcta; para que finas gotas de rocío escapen por el estilo y el estigma asome poco a poco, conforme la lengua inquieta de Jared da sus atenciones en todo el conjunto de partes.

Gruñe y una de sus manos vaga hasta colocarse en la cintura y le impide el movimiento, en tanto su músculo bucal juguetea con el estilo, con esa entrada que le impide llegar de momento, al pistilo, donde en su oportunidad, su virilidad se alojará con determinación. Sonríe y da pequeñas caricias con los dientes en todo el largo de ese estilo, jadeando inquieto al oler su aroma que le embota los sentidos, dando lamiditas a cada gota, probándolas y gruñendo de satisfacción. Esa hembra le volverá loco y sus ojos detectan al tímido estigma, que lentamente va asomándose hasta tener un decente grosor, el suficiente para que Jared, que no se inmuta, lo tome entre sus labios y le dé un par de succiones intensas, jadeando y gimoteando ante el olor, su sabor.

Su virilidad está a punto de estallar, pero no se permite semejante desliz, mira el rostro de su hembra y ríe divertido, las manos femeninas están sujetándose de las sábanas y se arquea cuando él pasa la lengua por toda la superficie de sus pétalos, tras abrir los sépalos que los ocultan con maestría, con una habilidad de años. Empieza a dar succiones dulces y cariñosas en toda la superficie de sus pétalos, sin importarle si le deja marcas, pero haciendo intenso ese momento, esos instantes.

Jadea y su lengua volca todas sus atenciones de nuevo en el estigma, mientras un par de dedos atraviesan el estilo y se hunden en el pistilo, presentando sus respetos al típico estilo del Regis y empiezan un vaivén dulce, pero determinado, buscando con paciencia los puntos más álgidos, más eróticos de esa parte tan íntima, para saber qué tocar cuando esté en su interior, en qué dedicarle mayor tiempo. La siente a punto, muy a punto y sus dedos continúan inquietos su exploración, escuchando sus gemidos, siendo feliz por ello, satisfecha la Bestia con cada sonido que se escapa de la boca femenina.

Un dedo se ocupa de su estigma acariciándolo en movimientos circulares, en tanto él sube para mirar su rostro, esa hermosa faz que le está robando la cordura, la observa y sonríe, besándole los labios, arrebatándole el primer orgasmo de la noche, ronroneando de placer al olerla, su esencia que en manantial moja su mano y que él, sin el menor de los pudores, ansioso, lleva a su boca para hacerse de él, sintiendo su miembro a punto de explotar...

Sí, tenía razón su padre... no hay mejor bebida que la esencia de tu mujer tras un orgasmo.
No, no la hay...
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Mensaje por Alizée Signoret Dom Ene 01, 2012 10:03 am

Veo que separas la prisión
que alberga tu alma de tu cuerpo
corres inmóvil entre mi calor y mi fervor


Perpleja se queda unos segundos cuando le escucha, acaso le estaba pidiendo tiempo, desde cuando le llamaba mujer ¿Dónde había quedado su nombre? Pero apenas se formularon esas preguntas en su mente él al sorprendió con un gesto algo violento, pero no por eso inhibidor para la cortesana, acaricio el sitio que él deseaba, su virilidad eréctil firme y excitante, con exigencia y deseo prosiguió con aquella rutina de caricias, le ansiaba pero al parecer él buscaba jugar. Rio entre las caricias y pellizco su entrepierna varis beses mientras el besaba y mordía la piel femenina, cuantas veces fue deseo de él hasta que le desnudo de todo un nuevo proceso de contemplación.

Gimió de placer cuando él dejo una dolorosa y deliciosa marca en su cuello, araño su espalda con urgencia, ansiándolo cada vez más, el juego se estaba volviendo completamente placentero y tortuoso a la vez, le urgía ser poseída por él, él consciente de aquello jugueteaba con el apetito femenino de tenerlo. Esos labios exigentes bajando por su piel, caricias dóciles pero severas contorneándola hasta llevarla al delirio más dulce que se pudiera llegar a tener. Lo rodeo con sus piernas, en un vano intento por retenerlo y que el cumpliese con su anhelo, pero él dio vuelta al situación en menos de un parpadeo jugaba con ella en el libido del placer.

Movió sus caderas como reacción inmediata, pero él se lo impidió, atormentándola con provocaciones tan intimas e intensas que la mujer está al borde de perder la poca cordura, bufa entre jadeos de placer contenido, aquel hombre conseguiría entre tantas provocaciones, entre tan intimidad que la hembra desbordase de placer con cada lamida, con cada mordida - Ja..ahh - no pudo terminar su nombre, pues apenas lo intento acaricia un punto demasiado sensible al que pocos hombres habían llegado. Se aferra a las sabanas, retorciéndose de placer, el más puro y perfecto deseo descontrolándose, ajeno a la voluntad femenina de esperar a tener aquel hombre del todo en su interior.

Se retuerce y gime, crispando sus piernas sobre su espalda pidiendo más de aquello, más de aquellas caricias que propinaba con tanto esmero con su boca, con su lengua, con su respiración, le llevaría al cielo no con sus manos, no con su virilidad, sino con unos labios amaestrados y conocedores de la intimidad de una mujer. Un caricia más, solo una y ella se desbordaría sin contener nada, cayendo el delirio del placer y así fue, una mordida que le hizo arquearse completamente aferrándose a las sabanas e inclinándose a verle con sus pezones erizados y el sudor delineando sus curvas. No, no espero su interior estaba la limite del orgasmo y se dejo arrastrar por él, con un jadeo provocativo, sensual y erótico, demostrando cuando complacida se encontraba y cuando ansiaba más de él, deseaba provocarle el mismo placer descontrolado.

De espaldas temes algo real
corres inmóvil yo respiro por tu piedad
te diré que hacer
pon tu rostro al sol



Cerró los ojos perdiendo la cordura sintiendo como su interior se humedecía y como él bebía de él, en un acto salvaje pero insinuante, provocativo y erótico. Toda ella se crispo en aquel maravillo orgasmo mientras él la contemplaba con malicia, divertido por las reacciones femeninas, ella gruño entre jadeos, temblando completamente - Ben.. Bendito … pla… cer - gimió con dificultad antes de soltar las sabanas y aferrarse al rostro de él, atrayéndolo hacia si para besarlo con una nueva urgencia, un nuevo placer, ahora ella deseaba más de él, no, no eran más caricias, no era más juegos, deseaba tenerlo en su interior en aquel rítmico juego de complacencia correspondida y caer en el placer compartido.

Cuando lo tuvo cerca, muy cerca de su rostro, lamió instintivamente la humedad que se anidaba en la comisura de sus labios, jadeando contra los labios masculinos antes de morderlos con insistencia y algo de rabia, haciéndolos sangrar, lamio la herida, una, dos… tres veces antes de besarlo con hambre de él, no era solo él deseo sino la urgencia de saber que estaba allí del todo. Beso hasta quedarse ambos sin aliento y araño su espalda hasta dejar cicatrices, ella se comportaba de un modo curiosamente animal, que desconocía en sí misma, pero que estaba disfrutando tanto como los gruñidos de él le demostraban.

Lo aprisionó con sus piernas acomodando su miembro eréctil en su entrada, le sabia listo y ansioso, aquella mirada se demostraba, sus labios exigentes eran reflejo del fervor que se anidaba en él, la brutalidad controlada era signo que estaba esperando su aceptación. Pero ella le había aceptado desde él momento en que irrumpió en su vida, desde el momento en que la beso con exigencia, que lo acepto en su lecho y por sobre todo le dejo hacer con ella a voluntad. Lo que la cortesana no sabía era que estaba aceptando en su vida no al hombre que la abandono meses atrás, sino que a su perfecto reflejo.

Jugó con suaves movimientos de sus caderas mientras él se acomoda en ella jadeando entre besos totalmente opuestos, exigentes, salvajes y fieros, propinados por ella al hombre que le correspondía con igual pasión. Un juego de placer cargado de contradicciones y opuestos hasta el momento en que un jadeo, el propio rompió aquella contradicción, si solo saberlo cerca la enloquecía, el saberlo ansioso la excitaba, el tenerlo en ella la llevaba un estado de demencia nueva, aun mayor que el placer hace momentos alcanzado - Mmm.. - gimió con fuerza cuando el presiono más y aumento el ritmo con ella, en ella - Ahh! Ah… ha tu vo..voluntad - siseó entre jadeos mientras besaba y mordisqueaba el cuello masculino, dejando marcas, señas de advertencia y posesión, aquel hombre era solo de ella, lo sentía así, lo deseaba así.

La fricción, las embestidas, el modo en que él tomaba las caderas de la hembra para si eran casi brutales pero inusualmente cargadas de un ternura, que en ese momento al mujer no pensaba analizar, no pensaba comprender como ambas contradicciones se unían en un solo vaivén, en una sola magnificencia que rendía a honor la pasión de dos amantes encontrados al fin, que el destino había intentado unir de mil formas, pero que fallo en innumerables ocasiones, hasta que jugó el as bajo la manga… aunque ellos no lo comprenderían aun. Cada movimiento más cerca de la gloria, cada beso más apasionado y exigente, más unidos no solo como amantes, sino como almas que divagaban en busca de la otra - Tuya - Bramó sintiendo que tanta pasión se desbordaría en cualquier momento, en un momento compartido por ambos.

Sus espalda arqueada contra el cuerpo de él, que se empeñaba en besar su cuello, su clavícula y el inicio de sus senos mientras ella jadeaba descontrolada, buscando donde aferrarse, el único puerto seguro, la fibrosa espalda masculina dejando marcas profundas y húmedas, podía estar segura que dejo algunas heridas sangrantes. Pero aquello no le importaba, de hecho no le importaba nada, pues toda razón y lógica de estaban perdiendo en el maravilloso segundo orgasmo de aquella noche un orgasmos cómplice, perfecto y único. En sus años como cortesana ningún hombre la había llevado del infierno al cielo y de regreso al infierno con tal facilidad, no nunca había realizado aquel viaje de manera tan perfecta. Se estremeció cuando todo en ella se libero, gimió erizada - Ah!! Ja.. - intento llamarlo por su nombre, pero él la calló un beso fiero hasta caer sobre ella, abrazado a su cuerpo del mismo modo en que ella buscaba tierra firme, pero ciertamente estaban a la deriva en la más alta marea de pasión.


Haz eclipses perfectos
pon tu rostro al sol
haz eclipses perfecto
sin dolor



Le beso con ternura, si ahora con el frenesís liberado sus besos fueron calmos dulces y delicados. Le sonrió cuando él la miro a los ojos, un escalofrío le recorrió al ver su mirada felina sobre ella, pero no se intimido, acaricio su mejilla y pronuncio dos palabras que en el momento ella no comprendió, pero que más tarde comprendería bajo el yugo de una verdad sobre ambos - Creada para ti - siseó cuando los primero rayos del amanecer se filtraban por las cortinas.
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Mensaje por Jared Granchester Lun Ene 02, 2012 5:20 pm

"La probabilidad de hacer mal se encuentra cien veces al día; la de hacer bien una vez al año.
Refrán"


Una mujer entre sus brazos no es algo fuera de lo ordinario, hacer que gima en un lecho, tampoco. Que las lleve al cielo y logre que sientan placer es más fácil que matar de un garrazo a un conejo. Lo que aún no llega a entender, lo que se le escapa de las manos es por qué tiene que ser tan importante que esta mujer, que esta hembra cuyo olor lo pierde, cuyo sabor lo enloquece y cuyos gemidos le hacen gruñir constantemente con una satisfacción jamás alcanzada, lo haga sentir capaz de todo en el mundo, de derrotar a los líderes más poderosos... No es que antes de conocerla no tuviera la certeza de lograrlo, pero con ella a su lado...

Cómo le gusta lamer a una hembra tras un orgasmo, sobre todo cuando su sabor es tan adictivo como el de ella... se toma su tiempo, degustando, gruñendo de placer, recorriendo con sus manos sus caderas, la piel suave y tersa de su cintura... para volver a bajar manualmente hasta los muslos y tomarlos, apretarlos posesivo. Se relame y gruñe hincándose en la cama, admirando todo su cuerpo, la perfección de éste, de sus senos, de sus clavículas, esos hombros que iba a besar, mientras la dejaba recuperar, pero sólo un poco, que aún no habían terminado, cuando ella le toma el rostro y lo arrastra hasta el suyo, para tomar sus labios en un apasionado beso.

Lo permite, que bese, que lama, extrañamente comprensivo, cuando normalmente él es el que domina en su totalidad a la hembra, sin permitirle hacer nada, pero se tensa al sentirla morderlo y hacerle sangre. En otra mujer la respuesta no se haría esperar: un golpe y luego la transformación a una de sus formas para matarla y comérsela, porque nadie se atreve a sangrar al Regis. Una frase que ya no tiene sentido, porque la toma de la cintura y la hace a su cuerpo, pegándola, dejándola disfrutar de su sangre y al mismo tiempo, él prueba su saliva, su aliento, su calor apasionado. Su bestia inquieta se relame al pensar en la penetración, en sentir sus paredes apretarle.

Sus uñas en la espalda haciendo marcas le obligan a sisear, no puede darle tanto poder, así que le acomoda una buena nalgada que seguramente en unas horas le impedirá sentarse sin recordarle haciéndola gemir de dolor, pero al mismo tiempo, ella le llama a tomarla, acomodándose en la cama, ofreciéndose... su virilidad rozando su estilo lo obliga a apretar los dientes, como una presa al león le incita. Gruñe de nuevo y espera una mejor aceptación de su dominio sobre ella... una mirada sería suficiente, pero ella mueve las caderas y su excitación crece, sonríe con una satisfacción netamente masculina al momento de tomarla por la cintura, cuando su pelvis empieza a empujar lento en un inicio, pues no sabe si es virgen o no, aunque de su garganta sale una risita cínica...

Si es virgen, menuda experiencia ha tenido con otros machos... sin embargo, su falo resbala con rapidez, llenándola completamente, sin ninguna barrera. El macho gime de placer, al sentirse rodeado, llenándola. Los jadeos femeninos no le ayudan a concentrarse para no ser más bruto de lo que ya ha sido. Los besos mandan esas intenciones al infierno; si quiere al Regis de Dublín, lo tendrá. Sus manos en las caderas femeninas la sostienen mientras inicia un vaivén enloquecedor, bebiendo su aliento, robándose sus besos, ansioso de sentir ese placer que tanto prometen sus ojos, rugiendo con las sensaciones de sentir su cuerpo bajo el suyo, sus pezones erectos contra la piel, sus palabras no ayudan a bajar la temperatura de su cuerpo, sus mordidas y besos en su cuello, exigentes y duras, mucho menos.

El sudor recorre la espalda del Regis, quien se arquea llegando a lo más profundo, para dar un golpe contra la almohada y sujetarse del barandal de la cama, por tener un lugar de donde asirse porque empieza a perderse, siente los colmillos crecer de hambre, para morderla y sacude la cabeza con violencia alejando los pensamientos; encajando los dientes, pero en la almohada mientras la toma de las caderas y las acaricia suavemente, cerrando los ojos y concentrándose en ella, en hacer el vaivén un poco más lento, un poco menos hambriento, aunque no exento de la exigencia que siente su cuerpo por derramarse en ella. Aspira el aroma de sus cabellos y jala aire con fuerza al escuchar la única palabra que ella no debía pronunciar jamás...


- Mía - susurra con voz ronca del placer... - mía - repite y besa su mejilla, con hambre de que vuelva a repetirlo, de tener para sí a alguien, de haberla encontrado por fin. Ese sentimiento evita que la muerda, que empiece a arrancar su carne de su cuerpo y lo consuma. Impide que le dé un golpe violento al sentir cómo abre su piel con sus uñas al momento del máximo placer. En cambio, Jared gime y besa su rostro aún más, besa sus labios con vehemencia, con pasión, transformándose durante ese pequeño momento, dejándola arquearse y sin poder separar su boca de su piel, lleva sus besos a sus clavículas, lamiéndolas, succionándolas con cariño; al inicio de sus senos, que se le figuran naranjas jugosas y maduras, capaces de producir en él una dulzura suculenta y apagar la sed que durante tanto tiempo ha sentido.

Su camino lo ha guiado hasta ella, para escuchar sus gemidos que calman a la bestia, para beber el sudor de su piel entre lenguetazos que recorren su paladar y le hacen consciente de que su debilidad se vuelve fortaleza en el momento de tenerla entre sus brazos, de rodear el delgado cuerpo con sus manos... su nariz olfatea su aroma y sabe que ahora no podrá jamás olvidarlo. Los dioses han sido benévolo con él. Le han permitido buscar a su hermano y en el camino, le han puesto a la más hermosa hembra para que sea su consorte y compañera. La que calme sus ímpetus y a quien defender... la madre de sus crías... y es entonces cuando la siente apretarle violentamente, una señal inequívoca del orgasmo que está sintiendo y él mismo, se deja llevar, entre compases al ritmo de la música de sus cuerpos que les envuelven en una melodía de pasión, desenfreno y anhelo. En los sentimientos que nacen con esa unión y que jamás ningún Dios se atreverá a romper, donde la cascada de sensaciones lleva a esos dos cuerpos a una satisfacción digna de las divinidades, permitiéndoles por esta primera vez, vislumbrar la perfección a la que pueden llegar si siguen juntos...

Los acordes terminan tras una pasión satisfecha, donde Jared encuentra su paraíso, el lugar donde su alma puede reposar y es entre los brazos de esta ninfa de cabellos negros y ojos que le pierden. Sostiene su propio cuerpo con las manos contra la cama, aún unido a ella, evitando que ella soporte todo su peso, en un acto extrañamente caballeroso en él cuando el orgasmo remite y jadea profundamente, tragando saliva, lamiéndose los labios, con los ojos cerrados... alza su rostro como si buscara el sol por unos instantes, tras los cuales baja la cabeza y ella le alcanza con un beso que Jared disfruta con un ronroneo muy masculino de satisfacción. Abre los ojos lentamente, como si despertara de un largo sueño y fija su mirada en ella quien parece dubitativa, pero se domina y acaricia con esa mano suave el rostro firme del Regis. Las palabras le hacen sonreír y agacharse para tomar sus labios de nuevo, acariciando la cintura.

No le es suficiente, no ahora, no aún, no nunca. Sus caderas se mueven de nuevo, a pesar de que los rayos del sol iluminan su rostro femenino; le sonríe con la satisfacción de ver a una mujer tan hermosa y saberla suya. Sus pelvis se unen y separan con un vaivén dulce y cariñoso, como jamás Jared ha sido capaz de ofrendar a una mujer... hasta ahora... Baja la cabeza de nuevo y besa sus labios con dulzura, con lentitud al tiempo que sus manos recorren sus muslos y le obligan a rodearle la cadera. Le toma la espalda tras ello y la lleva consigo, elevándola en el aire, con las piernas alrededor de su cintura, los sexos unidos, él hincado en la cama. Sus brazos se tensan al tener entre sus manos la más delicada carga, el cuerpo de la mujer que será su consorte, su pareja, porque ¡Demonios! Claro que no la dejará ir. Besa sus labios y lentamente la hace subir y bajar sobre él en una penetración profunda, que busca marcarla, crear un parteaguas entre lo que ha tenido en su vida y él.

Hacerse sentir, crear una cicatriz en su vida... sus labios se mueven dulces al tiempo que una mano baja hasta sus glúteos sujetándola y la otra, a sus hombros, para rodearlos y llevar él el ritmo, como lo desea, tras la enorme pasión vertida entre ellos. Un coito muy sensual, donde él le sonríe tras terminar el beso y sus ojos brillan de forma extraña. Besa su nariz, sus mejillas con movimientos delicados, la trata como debió hacerlo en un inicio: con delicadeza, como la joya que es para él, en la que se ha transformado. Aspira su aroma y besa su cuello, saboreando con la lengua su piel, llevándose en el camino todas las gotas de sudor femenino que puede, hasta llegar a su oreja y susurrarle con voz ronca:

- Mía... mi mujer... por y para siempre... los Dioses presentes te han entregado a mí, preciosa dama de ojos seductores... sean pues esos mismos Dioses quien te hagan mi consorte, ahora y para siempre... - suspira y besa su mejilla, lentamente baja hasta la comisura de sus labios, mientras que el vaivén empieza a ser más y más intenso en tanto él mira el rostro femenino inicialmente sorprendido y luego, conforme él exige su pasión, transfigurándose hasta demostrar todo el placer que el Regis le proporciona. En estos momentos, Jared no piensa en dominarla, sólo en obtener de ella lo que anhela desde hace mucho tiempo: que le acepte como su pareja.

La besa de nuevo, robándose sus gemidos, ocultando los suyos conforme su misma pasión se incrementa al punto del no retorno. Acariciando su espalda con firmes manos, con la yema de los dedos, creando pequeñas marcas que se borran de inmediato. Sintiendo la opresión de las paredes del pistilo alrededor de él, estrujándolo cuando vuelve a darle otro orgasmo, haciéndolo reír de felicidad y poderío masculino, dejándose entonces llevar. Recostándose con ella encima, obligándola a montarlo y a mecerse conforme a las necesidades femeninas. Llevando un dedo al estigma para estimularlo aún más. Demostrarle que como pareja, Jared es el que ella necesita.

Que no le aleje por ello, mirándola arquearse y disfrutando de la vista magnífica de su cuerpo desnudo, de sus caderas ondulantes, de su cintura pérfida, de sus senos que le apasionan y le obligan a arquear su pelvis en búsqueda de un placer mayor para ambos, conteniéndose a duras penas con cada movimiento de su mujer. De esa hembra que demuestra ser tan pasional como el mismo Regis, que le rasguña el tórax dejando marcas de sangre que no tardaríá en curar, que gime y a cada movimiento de su dedo contra el estigma, jadea a punto del siguiente... uno que Jared no le niega, que al contrario, decide entregarle sentándose y bebiendo sus labios, mordisqueándoselos al tiempo que toma sus caderas y la mueve a su deseo y anhelo.

Sumiéndolos en un orgasmo que jamás el Regis tuvo antes, uno que le hace jadear hasta perder la conciencia de dónde está, quién es y por qué tiene a esta mujer hermosa entre sus brazos. Concentrándolo sólo en sentir y eso es justamente lo que le pierde... los sentimientos. Porque Jared no sólo centra su ser en la pasión física, si no que su corazón empieza a ser perforado por los clavos más afilados y alargados de todos: los de un amor que le está lentamente encajando esta mujer en lo más profundo de su ser... uno que le hace besarla tras el orgasmo con ternura, con dulzura. Que le obliga a envolverla con sus brazos y llevarla con él a la cama, a recargarla aún unidos ambos, contra su pecho. A cubrirla con las mantas y recorrer su espalda con suavidad. Besando sus cabellos, oliendo su aroma, levantarle el rostro con ternura y besarle de nuevo los labios, para llenarle la carita con más besos y sonreírle.

- Tuyo... si tú eres mía... yo soy tan tuyo como jamás lo ha sido nadie, My Lady... Darling... - besa sus labios acariciando su lengua con la suya sosteniéndola de la nuca... mientras su mano contraria toma la cintura femenina y la envuelve en un abrazo único...

El que sólo un esposo y enamorado le entrega a su esposa y objeto de su amor...

Jared Granchester
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Mensaje por Alizée Signoret Dom Ene 08, 2012 7:20 pm




~ Cuéntame el oído,
donde quedan hoy tus miedos,
si aún guardas sus caricias en la caja del recuerdo~


Como cortesana al joven estaba acostumbrada aatender a sus clients hasta saciarlos, dejarlos exhaustos de placer y ella salir de la cama del todo reconfortada, sin signos de abatimiento a beber una copa de vino, con qué fin, borrar el sabor de los labios de ellos en los suyos. Incluso debía reconocerlo, en Roma, en más de una ocasión hizo aquello con Jaden. Pero en ese preciso momento, solo deseaba una cosa, conservar el dulce sabor de él en sus labios, que se mantuviese así, cerca de ella esperando el alba en mutua compañía, despiertos sin si quiera hablar. Sus miradas cómplices brillando de satisfacción, el placer proporcionado el simple hecho de poseerse mutuamente, todo su ser clamaba por él, amándole, no como el hombre que le abandono meses atrás, sino como el hombre que la dominaba y trataba con caballerosidad. Alizeé comprendió que antes simplemente estaba encaprichada, pero ahora estaba rendida en el acompasado ritmo que esa noche había tomado, superando las barreras de la pasión.


~Cuéntame al oído,
si es sincero eso que ha dicho
o son frases disfrazadas esperando sólo un guiño~


Definitivamente no era el mismo Jaden que le dejo en Roma, el hombre con quien satisfacían el placer de sus sexos, a quien amaba en Roma, no eran ni sus atenciones, solo esa manera que tenían de liarse entre las sabanas luego de discutir o celarse en los salones de la corte. Como dos niños encaprichados el uno con el otro, persiguiéndose hasta conseguir un beso, una caricia y fundirse en uno sin importar el lugar. Aquella noche todo había sido diferente, si, ella lo esperaba pero para ponerlo en conocimiento de su estado, para decidir qué hacer. Pero él había llegado directo a sus labios con añoranza, como si toda una vida le hubiese buscado y ella respondió como la esposa de un soldado que regresaba de la guerra, sin reclamar, sin preguntar, simplemente acoplándose a él, entregándose de un modo incomprendido dejándolo hacer con ella y ella misma haciendo con él.

Sentía el amor desbordarse a la par con el deseo, pero no se atrevería a pronunciar palabra alguna de sus sentimientos, no aun, les quedaba una charla pendiente de la cual la hechicera tendría plenitud de decidir que hacer. Suspiro largamente en los labios que la acallaban, mientras él se robaba su aliento no solo en aquella unión de sus labios, sino con nuevas caricias que la llevaron a rodearle con sus piernas, pidiendo aun más de él, que no se esfumase con el amanecer. Ahora el ritmo era diferente más calmo, sin siquiera detener aquella unión, ella se acopla a su suave ritmo, jadeando por aquella forma de penetrarle, tal como si hubieran pasado del más intempestivo baile cortejo, ahora se sumían en un baile erótico rítmico y sensual, donde los labios de él recorrían sus labios, su piel, saboreándola.

Las manos femeninas recorrieron su espalda como quien delinea un mapa, que ella misma marco con anterioridad, el vaivén de sus caderas suave como los jadeos de ella y a su vez exigentes como las palabras que el pronunciaba ahora a su oído, pidiéndola solo para sí como su compañera, su esposa, nunca en las veces que estuvieron juntos antes él había sugerido aquello y no es que a ella le importase, pero ahora se sorprendió a si misma ante aquella idea. Podía alegar que antes era solo dos personas encaprichadas la una por la otra, pero ahora le sentía diferente y ella misma se sentía diferente, no, no era su embarazo, era el modo en que el a trataba como si fuese una joya que temiese perder. Pero no tuvo tiempo de responder, pues él la calló con un beso que le robó el aliento.


~ Cuéntame, cuéntame.
El cielo acostado detuvo el tiempo en el beso
y ese beso a mi en el tiempo~


Jadeo conforme el la besaba con insistencia en ese sensual contorneo de las caderas femeninas contra la pelvis de él. Araño sus hombros, en el mismo instante que un nuevo e inesperado orgasmo se apodera de ella, perdiéndola en la lujuria que aquel hombre le proporcionaba. Muerde los labios masculinos justo antes que él con sonrisa se aleja para contemplarla en el climax. Le sonríe mientras sus cabellos negros se deslizan como cascadas por sobre su hombro derecho, cubriendo parcialmente su pezón, arqueándose con cada nuevo movimiento hasta que quedo completamente montada sobre é. Se aferro a su cuerpo, a sus bien formados brazos, pasando sus uñas en su torneado tórax, dejando marcas de la nueva oleada de pasión, las anisas de él que le embriagaban, sus provocaciones la llevaban a un límite desconocido por ella, a la cima más perfecta que pudiese imaginar.

Movimientos circulares marcaban el meneo de su caderas, insaciables de él, exhibiéndose, dejando que le recorriese todo su cuerpo desde el inicio de su pasión para volver a perderse en sus caricias, gemidos que bordeaban los ronroneos en la medida que la acariciaba. - Mmm.. Mí… hom...bre - dijo entre jadeos antes que el regresase a besarla con ahincó, guiando las caderas femeninas. Ella no se resistió, se movió conforme él le pedía, conforme el propio deseo le exigía, riendo entre jadeos, jugando en los labios de él al igual que lo hacia su interior, oprimiendo la virilidad masculina compartiendo su humedad hasta que al fin, ambos perdieron la conciencia del lugar y se entregar a la más fuerte ola de placer que los dejo en la cúspide de lo irracional jadeando entre risas beso sus labios, rendida y definitivamente rendida al sentimiento que desde que le vio entrar a su residencia, se asentó.

Le abrazo dejándose cobijar por el hombre que estaba segura amar, no le importaba nada, ni siquiera el nombre de quien la había llevado desde la más completa desesperación y angustia, hasta la felicidad más completa. Su cuerpo sudoroso temblaba entre los brazos de él, signo de cuan pleno había sido aquel encuentro y lo plena que se sentía. Feliz, tanto que no cabía en sí al recordar todo lo ocurrido desde que la velada empezó, hasta que el alba ilumino la habitación. Disfruto la tela de las sabanas cubriéndolos como dos cómplices que intentan ocultar la evidencia, pero nada malo había hecho, simplemente amarse con urgencia, la urgencia de dos seres que llevan demasiado tiempo sin complementarse y que finalmente se habían encontrado.

Le escucho hablar, pero solo balbuceo dos palabras - Te amo - antes de caer rendida por el cansancio, basto que parpadease para que Morfeo se la llevase a descansar con una sonrisa en sus labios enrojecidos de tanto rozar la piel masculina. No se movió de su lado, se quedo allí pegada a su cuerpo con el temor que fuese solo un sueño. Sus cabello teñían de azabache las almohadas dejando al descubierto su cuello y su marca.

La joven ignorante de aquello se dejo acunar por él, olvidando los rayos del amanecer sobre su rostro, exhausta. Pero su inconsciente fue quien tomo rienda, dormida, tal como lo hacía cada noche tomo el guardapelo que Jaden le regalase la última noche que pasaron juntos. Era una joya de oro blanco, con forma oval y delicados detalles que rodeaban al perfil de algún felino mostrando sus colmillos, jamás pudo abrirlo, pero era lo único a lo cual le quedaba aferrarse tras la desaparición de él.


~ Cuéntame al oído,
muy despacio y muy bajito,
porque tiene tanta luz este día tan sombrío~


Cuando finalmente despertó, le sonrió feliz de verle a su lado, pero en él había una sombra que le hizo dudar si acaso aquella felicidad era compartida - Bonjour chers- saludo antes de besar sus labios con delicadeza, ignorando que entre sus manos el tenia aquella pieza de joyería.



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Mensaje por Jared Granchester Dom Ene 08, 2012 9:32 pm

Como mala persona soy un completo desastre. Hay montones de gente que afirman que no he hecho nada malo en toda mi vida. Por supuesto sólo se atreven a decirlo a mis espaldas.
Oscar Wilde


Sonríe con la satisfacción de saberse de esa forma anhelado, amado, tal como ella lo dice. Besa sus labios, acaricia su espalda dulcemente, mientras la ve acomodarse contra su cuerpo y conciliar el sueño, agotada, saciada, haciéndole notar la felicidad que ha obtenido entre sus brazos. Eso es lo que lo reconforta en su totalidad: saber que dejó una marca en su corazón, en su alma, asegurándose con ello que estará a su lado.

Aspira profundamente aire y lo deja escapar, alza un poco el cuerpo para poner tras su nuca uno de sus brazos, mirando el techo pensativo. Una mujer en su vida implica no sólo una estabilidad que normalmente está buscando, si no también una debilidad. Un eslabón débil en su cadena de mando, donde su manada tendrá que hacer un esfuerzo extra. No es algo que le preocupe del todo, puesto que en ocasiones, por cuestiones de la Institución, hacen cosas parecidas.

Ella suspira al tiempo que su mano busca entre las almohadas para apretar algo jalándolo hacia sí, a su pecho, resguardándolo para la curiosidad de Jared. El hombre es como un gato, muchas veces su instinto le juega malas pasadas como ahora. Sonríe divertido con el juego, con la vista fija en la joya que ella colocó contra su tórax, contra esos senos que tanto le incitan y le llaman a lamer, a succionar. Chasquea la lengua, cierto es que tiene un poco de sueño, constatándolo con un bostezo que ahora mismo se le escapa, pero mayor es su interés.

Lleva ambas manos al cuerpo femenino, una la sujeta de la espalda, para no despegarla de sí. La otra intenta abrir su mano, pero ella aprieta más el puño pareciendo despertar, por lo que Jared de inmediato separa sus extremidades de ella entornando los ojos. ¿Qué es tan importante como para guardarlo tanto contra sí? Lo averigüará tarde que temprano, lo promete. Mientras tanto besa la frente femenina, acomoda una de sus manos contra la cintura de la hembra, abarcándola y regresa a su posición el otro brazo bajo la cabeza masculina cerrando los ojos, buscando dormir un poco en tanto los rayos del sol permitan el descanso.





La noche tiene una neblina que hace difícil el ver el piso donde se está caminando. Jared entorna los ojos en tanto va avanzando por el lugar, un enorme bosque, mucho más denso de lo que está acostumbrado. Podría jurar que los árboles son los que rodean su patria ancestral, pero aún le cuesta trabajo reconocerlos. Hay algo en este lugar que le pone la carne de gallina, erizada y le hace mostrar los dientes de repelus.

El aire es frío, mucho más que aquellos anunciando la venida del invierno o la de la primavera, cuando peores son. Se siente observado y entorna los ojos en tanto va avanzando a paso rápido, ya más listo para atacar en caso de que alguien se le atraviese en el camino. Muestra los colmillos cuando una sombra se mueve a su derecha y se agazapa entre la niebla, aprovechando una de sus formas, la del león.

Está a punto de atacar, cuando oye un ruido a su derecha, lo que obliga a sus instintos a saltar sobre el causante del mismo, cayendo sobre un guepardo de las nieves, que se retuerce y durante unos instantes, el uno contra el otro pelean entre manazos y gruñidos, lanzándose tarascadas y evitándolas, hasta que se separan. Jared ruge envuelto en la rabia, puesto que tiene una herida en una de sus patas. Una mordida que seguramente tardará en sanar un poco.

- Quieto, hermano, no vengo a pelear, vengo en son de paz - dice el guepardo, haciendo que el león gruña, pero le escucha - mi nombre en vida fue Jaden D'Alerian, antes Jaden Granchester... tu gemelo, tu hermano. No vengo a pelearme contigo, vengo a decirte que no me busques más - el león pareció aturdido y dio dos pasos atrás, para sentarse sobre sus cuartos traseros - no, ésto no es un sueño, es un regalo que un viejo amigo me está haciendo, para comunicarme contigo. Para pedirte que en lugar de buscar venganza te concentres en la mujer que fue mi elegida y ahora mismo es tu pareja.

Jared sacudió la cabeza, pero escuchó atento, si eso era cierto, esta clase de viajes eran de corta duración, así que entornó los ojos. Parpadeó y se acercó a su hermano, para acariciar la mejilla con la suya, en un impropio mohín de cariño, pero que de cachorro siempre tuvo con Jaden, su hermanito, a quien debió cuidar y proteger. Sentía la rabia lascerante, saberlo en esta clase de visión significaba solamente dos cosas: Jaden estaba tan herido y al borde de la muerte o bien, acababa de fallecer. Le observó a los ojos y asintió, controlando el dolor, sin permitir extirparlo.

- El hijo que tiene en su vientre es mío, protégelos, tómalos bajo tu señorío, eres el único que puede darles lo que yo no logré estando vivo - así que era lo segundo, su hermano había fallecido ya - toma a ambos para tí, es lo menos que puedo hacer por ella. No la juzgues, fui yo quien no tuvo las agallas para cuidarla y protegerla, para enfrentarme a lo que venía, para cumplir con mi labor de pareja y padre. Sé que tú lo harás mejor que yo, que siempre has sido el más centrado, el que sabía lo que quería. Quiérela a ella, protégela a ella, tómala para tí, házla tu pareja, pues está destinada a serlo. No busques más y no pienses en mí. A donde voy ahora, ella no puede seguirme y en cambio, tiene que proteger a nuestro hijo. A tu cachorro si quieres tenerlo para tí - se acercó y acarició la mejilla de su hermano para mirarlo a los ojos - el guardapelo siempre estuvo conmigo, me indicó quién era mi real familia. Gracias por defender a los nuestros y no me debes nada, lo menos que podía hacer ese día era rescatarte. Eras mi viva imagen, ahora entiendo por qué, pero en ese momento una urgencia ganó a mis sentidos, por lo que te llevé conmigo. Sí, el anillo es mío. Es lo único que pude dejarte y en cambio, me llevé tu guardapelo hermano. Así, pude recordar a nuestros padres, nuestras tierras, nuestra herencia. Regresé a donde los mayores, a aquélla ciudad que una vez nos vio nacer y con ellos, me convertí en uno de sus espías en la Inquisición. No te culpes, que nadie lo haga, puesto que pude salvar a algunas personas. Salva tú a Alizée y dile que sí la amé, pero que no pude rescatar nuestro amor. Sé que tú la harás más feliz. Cuídate, el viento cambia y debo marchar. Cuídate, Jared - con esas palabras, el viento se llevó su figura, dejando a un león rugiendo de rabia, de dolor y desconsuelo.



Cuando despierta, el sol está en lo alto y algunas lágrimas inundan sus ojos. Las seca con ambas manos sin saber si es cierto, pero todo cae por su propio peso cuando la ve... una herida ensangrentada en su mano derecha, tal cual su hermano la lastimó en el sueño; no, en el viaje astral... tantas veces escuchó de ellos y no los creyó, pero ahora... voltea a ver a la mujer que aún duerme entre sus brazos. Alizée, qué bonito nombre. Sonríe levemente y acaricia un mechón de sus negros cabellos, maravillado con su textura, con su olor, con su suavidad.

Jaden dijo que fue suya, lo que hace que Jared trague saliva, porque entonces lo de la noche pasada sólo fue ella correspondiéndole a su hermano. Cierra los ojos y un estremecimiento recorre todo su cuerpo hasta que un brillo que detecta a través de los párpados, hace que los abra y observe algo que perdió hace mucho tiempo: su guardapelo. El que su madre le diera. Lo toma con delicadeza en su mano derecha, suspirando cuando éste se abre al mero contacto con su líquido vital, lo único que permite su abertura: la sangre de los Granchester.

Dentro, sonríe con tristeza y amargura, se encuentra toda su familia pintada en uno de los lados de la joya. Toda ella, su hermano incluído. Del otro lado, una pintura nueva: la de esa hermosa mujer que tiene entre sus brazos: Alizée. Tan bella como lejana... al menos ahora para él. Las palabras de Jaden de que está hecha para el Regis, para ser su pareja, podrían tener cierto sentido. Nunca se ha sentido más completo y feliz con alguien. Es como estar en los brazos de sus seres amados y mucho más. Sin embargo... ¿Ella lo sentirá así?

Su dulce voz lo llama, por lo que voltea a verla. Sus ojos indescifrables la observan, tan hermosa, tan indefensa. Deja el relicario en la cama y su mano baja a acariciar su vientre, donde sus sentidos pueden sentir el latido alocado de una pequeña personita que se hace sentir. Sonríe levemente y besa su frente con delicadeza. Sabe que tiene poco tiempo, que en cuanto ella sepa quién es él realmente, se alejará. Por lo que busca sus labios, besándola dulce y tiernamente, con cariño y seducción, recostándola boca arriba en la cama, siguiendo su cuerpo.

Sus labios recorren el rostro femenino, todo él, bajando por su cuello, las claviculas, sus senos... extasiándose en lo que podría ser quizá, su última unión... anhelándola para sí, para él, pero completamente prohibida. La cuidará, cumplirá con esa promesa, pero no la forzará a estar con él, pero ahora, mientras no tenga la realidad en la mente, se hundirá en esta fantasía donde ella es su mujer y él su hombre, donde es suya y lo ama. A él... a Jared...

Sus manos viajan por su cuerpo, aprehendiéndolo en su mente. Guardándolo en un rincón, donde pueda acceder a él cuando ella no esté a su lado; haciéndola delirar de nuevo, entre caricias lentas, besos bien entregados, pequeñas mordidas incitantes, hasta llegar a la unión de sus muslos y dedicarse a que ella toque el cielo no una, si no varias veces... acariciando su vientre, donde crece un pequeño que agrandará a la familia. Sonriendo por ello, dejándola en paz tras dos o tres orgasmos, para besar y consentir su vientre, acariciando las caderas, mirándola a los ojos.

- Acéptame, Alizée - susurra con posesividad - acéptame como tu par, señora mía - busca sus labios para besarlos apasionado al tiempo que vuelve a unirse a ella, gimiendo su pasión, gruñendo su anhelo, hasta llevar un vaivén que empieza lento, pero conforme pasa el tiempo su ritmo es enloquecedor, que le arranca de la cama, llevándolo con ella hasta las nubes, uniendo sus manos entre jadeos y susurros dulces - mi Alizée... mi adorada Alizée - jadea contra su oído - mi amada Alizée...


¿Serán los dioses benévolos con él y tocarán el corazón de la mujer para que lo acepte?

¿Lo serán?

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Mensaje por Alizée Signoret Lun Ene 23, 2012 9:24 pm


El destino baila sin pies, sin rencor
El destino juega con las almas, se divierte con ellas
Pero si bien es el Destino el que nos traza los caminos,
es la voluntad del hombre la que nos libra de ser títeres del destino



Las miradas de los amantes se cruzaron en unos segundos, los suficientes para que la cortesana descubriese un detalle que en la penumbra de la noche ignorase, pero que bajo la luz de la mañana se hizo latente. Suspiró profundo en un intento de ordenar sus pensamientos y comprender todo, comprender el torbellino de emociones que le envolvían. Esa mirada cargada de ternura, de complicidad y por sobre todo de promesas, promesas que jamás viese antes en Jaden no en aquellos ojos verdes del hombre con paso largas veladas en el imperio. Pero lo ojos de los cuales se había prendado eran de un intenso azul, profundos misteriosos que invitaban a perderse en él.

- Yo..- intento hablar pero se callón al sentir aquella mano en su vientre, el dulce hormigueo que le recorrió, como si finalmente la criatura en su vientre dejase de ser renunciable, ahora la sentía propia de ella y de él, aunque pudo notar cuando diferente era el hombre a su lado, el Jaden q ella conoció le hubiese recriminado que se lo hubiese callado, este lo sabía sin que ella dijese palabra alguna.

Aquel gesto seguido de tiernos besos, calmos y serenos como si fuese el último momento que fuesen a vivir juntos, la cortesana siente una extraña opresión al pensar en aquello, pero que se borra de inmediato con el suave aliento de él mezclándose con el femenino. Recorre su espalda apegándolo a su cuerpo, respondiendo a sus caricias. La noche anterior había sido el desenfreno de la pasión contenida, el amanecer fue el ritual preparado para unirlos en reiteradas ocasiones, pero la mañana parecía ser una promesa escrita en besos y caricias compartidas. Ninguno de los dos se estaba guiando por la pasión, sino por algo aun más profundo, jamás antes sentido por la hechicera, con suavidad él se acomodo en su interior, una penetración delicada, un coito exquisito con vaivenes suaves, jadeos acallados por besos y caricias de reconocimiento, ambos delineando el cuerpo del otro como quien desea memorizar cada recoveco. Alizée estaba radiante como pocas veces se había visto, quizás nunca se sintió tan completa junto a un hombre, aun cuando dudaba si aquel era el hombre del cual esperaba un hijo.

Se dejo guiar por él, saboreando el sudor compartido, sus labios, aquella piel bronceada… ¡Por Dios! Aquel hombre era un pecado digno de paladear, un pecado que valía probar antes de ser quemada en la hoguera. Parecía hecho a mano, a perfección para ella, se encontraba rendida y hechizada por cada gesto de él - Te amo - susurro en su oído, guiada completamente por esa oleada de nuevos sentimientos que la invadían desde que el llegase a su morada hace ya algunas largas horas. Si no fuera por el enorme parecido físico podría jurar que eran dos hombres diferentes, pero no le importaba si acaso él no era Jaden, simplemente era la rectificación que lo de ellos no fue más que una aventura. Pero quien fuera él hombre que le hacía sentir así, única, amada, protegida… y segura aun en la incertidumbre, era alguien que despertaba el más puro sentimiento que alguien pudiese experimentar, amor.


El amor no tiene rostro, No tiene tiempo ni lugar
Simplemente nace cuando dos almas que se pertenecen se encuentran



Así descubriendo aquel sentimiento sintió el más perfecto placer antes vivido, basto que ambos cayesen en un armónico movimiento, unidos como una solo, para que la joven cortesana experimentase el más delicioso e inolvidables orgasmo, aferrándose a su espalda antes de perder la razón en delirio compartido en que ambos caían, desbordando el placer de aquel encuentro, uno mucho más dulce que los ya experimentados. Las manos de los amantes entrelazadas en una unión que va más allá de lo físico… Los jadeos acompasados y las palabras de él pidiendo la retribución del más puro sentimiento - Yo..Te…te.. a..cepto-jadeo, alcanzando un orgasmo aun más profundo que la eleva hasta el cielo de la mano de él. Cierra los ojos atesorando el momento antes que él se acurruque en su cuello, aspirando su aroma, por su parte la cortesana le abraza en silencio, con una misteriosa sonrisa en los labios, abre levemente los ojos y ve algo que le llama la atención, una marca de aquellas de nacimiento, recordaba que Jaden tenía una similar en su costado, no en su hombro.

Una idea surco su mente una vaga imagen bailo ante ella, burlándose, ¿Acaso sería?

- Querido, ¿me das unos minutos?- pidió rodando junto a él en la cama, para luego depositar un cándido beso en la comisura de sus labios, acariciando su mejilla - Regresaré, solo espérame unos minutos-susurra contras sus labios, como si le fuese a dar un beso inconcluso. Ante las quejas de él sale de la cama, sin pudor de mostrar su desnudez, pero antes regresa a verle bien - Te amo -afirmo con una sonrisa dulce en los labios, se volteo y camino al cuarto de baño, llevándose consigo una camisola. Cuando llego al umbral se giro de medio lado y añadió casi en un hilo de voz - quien quiera que seas.-

Finalmente en la intimidad de su cuarto de baño se examino, algunas marcas en su cuerpo, sutilmente se dejaban ver a contra luz, pero por sobre todo podía verse del todo radiante y feliz, tomo su cabello y se introdujo el baño que sus sirvientes solían mantener dispuesto a media mañana. Agua templada en la que se sumergió, primero para que librarse de las contracciones musculares que seguramente tendría. Segundo para conectarse consigo mismo y descubrir la verdad oculta en su recamara, entre esas sabanas. Cerró los ojos y cayó en un letargo placentero, hasta que Jaden con sus ojos verdes apareció en su mente, duplicado, su reflejo poseía intensos ojos azules, todo rodeado de felinos de diferentes especies. Veinte minutos después la futura madre, salía de la bañera secando su cuerpo, para cubrirse con una camisola translucida que dejaba entrever su vientre de casi tres meses de embarazo.

Con el cabello suelto bailando contra su espalda y hombros, regreso a la recamara, sus movimientos delicados bailando junto a la tela, un danzar que solo algunas mujeres saben usar. Sonrió al verle en el mismo lugar donde lo dejo donde lo encontró. Se acerco a la cama y sentó junto a él, mirándole curiosa por largos segundo - Estoy embarazada de Jaden - poso una mano en su vientre y le miro inquiera - No sé quién eres, pero si se te has robado mi corazón se inclino y acaricio pausadamente sus labios, respirando su aliento.

Un movimiento sensual que demostraba su entrega al hombre, aunque seguramente aquel era el comienzo de una larga lista de preguntas.


Caminamos sobre el cristal,
Solemos confundirnos con los destellos
Pero siempre llegamos a donde la fortuna nos sonríe
¿Le sonreirás?


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Mensaje por Jared Granchester Mar Ene 24, 2012 7:38 pm

No hagáis el mal y no existirá.

Leon Tolstoi





La ilusión se muestra como la más grande de las tiranas, haciendo que el cambiaformas tome a la mujer que siente suya, tanto en pensamiento como sentimiento. Descontrolado, yuxtapuesto, complementario, obsesivo. Estar con ella es el paraíso, alejarse el infierno. ¿Acaso los Dioses le castigarán impidiéndole estar con esta belleza de ojos de zafiro? ¿Por qué Jaden? ¿Por qué él primero? Si son ciertas las palabras de su hermano, esta mujer está destinada para ser suya.

Sus besos se tornan avariciosos, voraces, posesivos conforme ella responde a sus demandas, acoplándose a su ritmo, pero por el mismo embarazo baja el vaivén, cuidándola, protegiéndola. A ella. Al pequeño que se gesta en su hermoso vientre. Una mujer espléndida, fértil, maravillosa. El orgasmo es muy intenso, como jamás con nadie lo ha sentido. ¿Por qué? Traga saliva entre sudores mientras la mantiene entre sus brazos, la arropa con su cuerpo en el enfriar de sus pieles tras la posesión. Una que le ha llegado al alma como con ninguna otra.


Te encontré de madrugada, cuando menos lo esperaba,
cuando no buscaba nada, te encontré.

Pregunté con la mirada, tu sonrisa me invitaba
para qué tantas palabras, ¿Para qué?


Dijo dos palabras que le hacen temblar durante el coito:
"Te amo" y ahora mismo se pregunta si lo ama a él, Jared. O es el fantasma de Jaden. ¡Malditas complicaciones con una hembra que debió ser suya desde el inicio! Besa su cuello, aspira su aroma y lo mantiene en su memoria. No quiere perderla, debe ser para él... ¿Qué debería hacer? ¿Cómo empezar a decirlo? ¿Qué decirle? Teme se aleje de él, que no le acepte a su lado y lo entendería. Jared no es Jaden, pero sobre todo, es mucho más sanguinario y agresivo que su hermano gemelo conforme sus investigaciones. Es un caníbal, un asesino sin control, sin temor, sin emociones.

Y es entonces cuando ella se aleja de él... ¡NO! Alarga las manos para mantenerla consigo, entre sus brazos, para no caer en la realidad, que el sueño dure aún mucho más tiempo, la fantasía. Y más ahora que la ha visto tensarse, sus músculos, su cuerpo hermoso, tentación total para el Regis. Con algunas marcas que indican la posesión total que tuvo. ¿Esperarla unos minutos? Eternos serán entre las dudas y la total desesperación de que entienda, que sepa que no es el mismo, que al paso del tiempo las piezas encajen y descubra su identidad. Sus ojos suplican por primera vez en toda su existencia, sus tantos años de vida.

Y yo que me pasaba noches, días
entre amores de mentira, entre besos de papel.

Y yo que no creía en cuentos de hadas, ni en princesas encantadas
no me pude defender.


El que diga
"Te amo" no es suficiente... no si va dirigido a Jaden...

"No te vayas" parecen decir esos orbes arrebatadores y salvajes. Sin embargo, cuatro palabras iluminan de nuevo la mente del irlandés. Tan sólo un susurro audible para Jared: "quien quiera que seas". Si ella notó las diferencias y a pesar de eso... la ve ocultarse tras la puerta del baño y cerrar después de entrar. Traga saliva, se pone en pie para escuchar atento, una prenda cayendo al piso, delicadamente. Se sumerge un cuerpo en el agua, presumiblemente la tina del baño, una en la que le fascinaría estar dentro, con ella a su lado. Se lame los labios para despejar esa imagen y que su virilidad no vuelva a las andadas al tiempo que mira a su alrededor, recoge la ropa doblándola, no sin antes ponerse los pantalones. Deja todo en perfecto orden, inclusive las prendas que le desprendió a ella, con cierto mimo acomodándolas. Llevando la bata a su olfato y gruñir de anhelo con su perfume.


Y eres tú, sólo tú, la que me lleva a la luna
la que calma mi locura, la que me quema la piel.

Y eres tú, siempre tú, ángel de la madrugada
el tatuaje de mi alma, para siempre te encontré.


Cual gato curioso, avanza por el lugar, observando las finas cortinas que decoran la habitación, el cuidado con que su ropa está colgada en las perchas, robándose unas pantaletas con sus iniciales guardándolas en la gabardina, una prenda apenas de moda que para Jared es de lo más erótica. Curioso, porque Alizée tiene la posición para igualarse a las mujeres de buena cuna, pero desconoce aún su profesión. Aunque realmente no sabe por qué se ha robado esa prenda si aún no han hablado, pero en el fondo teme que ella le rechace y no tenga nada para recordarla en privado, porque a pesar de que le haga a un lado a él como pareja no podrá negarse a que la cuide, la proteja pues en su vientre lleva a un Granchester y es su responsabilidad como Regis el resguardarlos.

Justamente la escucha salir de la tina por lo que regresa a la cama recostándose, quizá en la misma posición, pero sus pantalones puestos y el orden en la habitación denotan que no estuvo de niño bonito sólo esperando. Además, claro que es inquieto, su parte animal le impide estar en un lugar mucho tiempo si no le mantiene el interés. La observa, la escucha, entrecierra los ojos, pero sostiene la nuca femenina cuando le acaricia y busca besarla. Sus labios se unen por unos instantes, demostrándole cuánto siente y cómo... amable, cariñoso, como jamás antes se comportó con una mujer.


Me quedé de tu mirar, me quedé con tu sonrisa;
si te vas, no existe nada si te vas.

Y ahora sé, sólo sé, te cruzaste en mi camino
encontré el paraíso y me quedé...


Cuando el beso termina, la toma por la cintura y debajo de las piernas, llevándola consigo hasta que queda sentada en su regazo, acomodando las almohadas tras su propia espalda para estar erguido, observándola en silencio. No habla demasiado y no es que no pueda, es que no sabe qué decirle. Simplemente se dedica a observar su carita, cada rasgo de ésta, su frente, acariciando sus pómulos con las ojeras marcadas, lo que le hace hacer una mueca de molestia por el sufrimiento que debió pasar. Aspira aire, sonriendo con su aroma, para acercarse y robarle un beso dulce que deposita en su frente. Su mano derecha baja, manteniéndose sobre el vientre femenino, acariciándolo en círculos.

- No lo negaré - dijo por fin, una voz más ronca ahora que no está ansioso por poseerla, que no está cegado por el placer - que tienes razón sobre que no soy Jaden - alarga la mano y toma el guardapelo tanto tiempo cerrado, que ahora está abierto, colocándolo entre sus manos - se abre con nuestra sangre, la de los Granchester... soy Jared Granchester - le deja ver a la familia completa - mi madre, Rosalie... mi padre, Johan, en paz descanse... - observa a los otros dos pequeños de tres años, inconfundibles - mi hermano menor Jaden, aunque algunas sociedades dirán que es el mayor, porque yo nací primero... el por qué estoy aquí es sencillo... venía siguiendo su olor - le observa a los ojos, queriendo descifrarlos, cuando falla continúa - sabes qué somos, sabes que nuestro cuerpo cambia de forma, que él asume la forma de una pantera y un guepardo de las nieves. Dos formas... yo, en contraste, soy un león, un tigre y una pantera. Blancos los dos primeros - acomoda un cabello tras la oreja y un brillo le hace detenerse.


Y eres tú, sólo tú
la que me lleva a la luna, la que calma mi locura, la que me quema la piel.

Y eres tú, siempre tú, ángel de la madrugada
el tatuaje de mi alma, para siempre te encontré.


No es cierto, Jaden... ¿Acaso él? La forma en que ella lo observa no le deja la menor duda. Ahora entiende por qué su hermano le dijo que había fallado, que no hizo... Niega bajando la cabeza, mirando la pintura en el guardapelo en silencio. Toma la mano femenina y la envuelve entre la suya, apretándola con suavidad. Esperando a que ella reaccione o comprenda la realidad. Su hermano jamás tuvo la confianza con ella, la que se debe tener en pareja. Sólo se dignó a ser su amante, pero jamás su compañero.

- Entiendo ahora... no lo juzgues, suficiente tuvo con saber que no pudo darte lo que yo sí te ofrezco - sus ojos se fijan en los femeninos - quiero que seas mi esposa... la madre de este niño, que será mío. Lo tomaré como propio y nadie sabrá la verdad si tú no quieres. Que seas mi señora, por lo que todos en mi manada y en mi hogar te respetarán, cuidarán y darán todo lo que necesites sin dudarlo - acaricia su rostro - sólo es cuestión de que me aceptes.


¿Lo haría?

Y eres tú... siempre tú...

Para siempre...

Y eres tú... sólo tú...

Para siempre... para siempre...
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Mensaje por Alizée Signoret Miér Ene 25, 2012 10:01 pm


- El amor tiene firma de autor en las causas perdidas
El amor siempre empieza soñando y termina en insomnio
Es un acto profundo de fé que huele a mentira
El amor baila al son que le toquen, sea Dios o el demonio...


No pude evitar notar el orden que imperaba ahora en el cuarto, las ropas que antes se encontraban regadas por la habitación, ahora estaban dobladas sobre un taburete a los pies de la cama, y el hombre al que deje desnudo, ahora se encontraba con sus pantalones recostado sobre unas aun desordenadas sabanas. Pero nada de aquello me importaba, solo deseaba aclarar la situación, que el supiese lo antes posible la verdad y comprender quien era él. El porqué y el cómo llego a mi residencia a media noche, invadiendo todo a su paso, incluyéndome a mí y a mis pensamientos.

Lo que pretendía fuese solo una caricia delicada en sus labios, delineándolos con el índice de mis dedos precediendo a mis palabras, se transformo pronto en un nuevo beso, exigente y delicado a la vez, aquel hombre lograba combinar aquello con suma facilidad. Un largo suspiro en sus labios antes que él me diese tiempo de respirar, acunándome en sus brazos como quien toma a un delicado tesoro, quizás sí, quizás finalmente la vida me sonreía, desde muy joven me dedique a este oficio rodeándome de hombres cargados de dinero, ninguno jamás me negó nada. Si ansiaba un diamante, en un abrir y cerrar de ojos tenía para mí no uno, sino conjunto completo con su collar, sus aretes y anillo, hombres capaces de poner el mundo a mis pies, siempre y cuando recibiesen a cambio su respectivo lio de sabanas.

Pero nadie, ni Urian en mis primeros años en el oficio, ni Jaden en aquellos momentos de intimidad en Roma, demostraron hacia mí ni el más minino gesto de comprensión y ternura, siempre, antes de pensar en mí como mujer, se anteponía el titulo de cortesana. No, no me arrepiento de serlo, es parte de mí, pero desde que supe de mi estado comprendí que la cortesana era solo una faceta de mí, no era del todo yo, Alizée, es la cortesana seductora y complaciente, la mujer ambiciosa que siempre busco estabilidad, la joven que debió mantener su hogar, una desencantada de la vida. Precisamente en el momento en que la vida parecía darme la espalda, en Dios, si es que existía, me condenaba por los caminos que elegí, aparece este hombre con no uno sino una serie de gestos de ternura que me desarmaban.


- El amor es una guerra perdida entre el sexo y la risa
Es la llave con que abres el grifo del agua en los ojos
Es el tiempo más lento del mundo cuando va de prisa
El amor se abre paso despacio no importa el cerrojo...

El amor es la arrogancia de aferrarse a lo imposible
Es buscar en otra parte lo que no encuentras en tí...


No fueron sus besos, sino lo que vino después entre caricias apasionadas de dos amantes ansiosos, apareció algo inesperado una ternura y un sentimiento del todo gratificante, la certeza de estar con la persona adecuada sin importar su nombre, su historia o su pasado. Allí acunada por él cual niña pequeña, entregándome a los delicados mimos le escuche, así que él y Jaden son gemelos, -Solo tú causas tanto alboroto… involucrarse con ambos hermanos, preñada de uno de ellos - repetí en mi mente confundida, reprendiéndome, viendo como la luz que hace poco se encendía se apagaba.

- Nunca fue más que un cliente sin pago - aquella idea se labraba con firmeza en mi mente, Jaden fue un desliz, un hombre que creí amar pero de quien jamás supe nada, siquiera menciono a su familia su profesión, su trabajo… nada y ahora… Una lágrima cayó por mi mejilla silenciosa, como el paso de aquel hombre por mi vida, dejando solo una estela en su paso… La voz del hombre que me acunaba dejaba a su paso una estela de sentimientos encontrados, no fui en la vida del quien creí amar, más que una aventura, el padre de mi hijo no confió jamás en mi, aun cuando le di todo. Un profundo suspiro cargado de dolor sale de mis labios al tiempo que Jared, si así se llama, intenta cobijarme

Le miro fijamente, sin dar lugar a las caretas que suelen cubrir mi rostro, y como si él leyese del todo mi alma, me descifra comprendiendo todo lo que ocurriese desde que conocí a Jaden hasta el momento en que nos encontrábamos… Bueno casi todo, pues podría jurar que ningún hombre en su sano juicio pediría en matrimonio a una completa desconocida, de quien solo sabe que espera un hijo de su hermano gemelo. Haciendo gala de toda mi fuerza de voluntad, me aleje de él. Si necesitaba mi espacio, la distancia para poder decirle toda la verdad, o al menos aquella que pudiese hacerle cambiar de opinión.

Acaricie su mejilla y me baje de su regazo, sin decir palabra, sin mirarle, el momento de las confesiones no era mi fuerte, pero era imprescindible… Camine hasta el ventanal que daba hacia la plaza Tertre, ya era casi medio día de un domingo, momento en que las damas de respeto regresan a sus casas luego de la misa y las confesiones. Curioso, yo no me consideraba creyente, no asistía con frecuencia a misa y mucho menos me confesaba ante un hombre de sotana de quien solo podía aspirar a saber su nombre… Pero ahora en mi propio hogar tenía a un desconocido ante el cual estaba dispuesta a sincerarme


- El amor es un ingrato que te eleva por un rato,
y te desploma porque si...
El amor es dos en uno que al final no son ninguno,
y se acostumbran a mentir...
El amor es la belleza que se nutre de tristeza,
y al final siempre se va..


- Jaden… Él fue una tempestad en mi vida desde que cometió el desagravio de ofenderme, con palabras que aun no sé si eran elogios o burlas-de mis labios brotaron las primeras palabras sin apartar la vista del exterior, no, no era capaz de mirarle.. no aun - Un desagravio que ignoré, pues era un desconocido a quien no esperaba volver a ver. Pero la vida nos sorprende, para bien o para mal- giré a verle, con una amarga sonrisa en mis labios.

- Viaje al Sacro Imperio, por negocios y termine quedándome por placer, me encontré con un gran amigo, Urian Parthenopaeus, para mi sorpresa él y Jaden eran grandes amigos… Fue en un baile de la corte, donde le hirieron, desde esa noche en que me quede cuidándolo, se inicio un juego, la atracción y tensión sexual eran evidentes. Quien no supo de aquello, fue porque no lo quiso ver…- un largo suspiro y otra lagrima acompañaron mis palabras, antes de voltearme de todo a verle aunque no me detuve a analizar sus expresiones - Discutiamos, bueno él discutía yo le evitaba, hasta que finalmente lo solucionábamos en las sabanas… o en lo que hubiese más a mano- sí un detalle innecesario, pero sepa Dios cuan complejo era todo aquello.

- Meses así, hasta que una noche él llego a mi recamara, con un semblante muy diferente. Todo fue como si se despidiese, prometió cuidarme, fue de las pocas veces en se hicieron promesas y que dejo entrever algo más que un aventura- nadie, absolutamente nadie conocía los detalles de esa noche, pero ahora compartía ese secreto con, con el hombre que prometía poner el cielo a mis pies - Jaden se marcho al amanecer, sin decir nada, no se despidió y no llego a saber de mi embarazo… Pues fue esa noche en que esta criatura fue concebida- nadie jamás borraría aquella certeza de mi mente, baje la mano hasta el vientre donde por fin podía sentir que allí había vida.

- Tras semanas de esperarle, regrese a Paris, fue aquí que supe de mi estado. Semanas negándolo, viendo los modos de ocultarlo, de poder seguir con mi vida- lleve ambas manos a mi rostro, borrando la pesadilla de las semanas anteriores - Una carta, alguna mención en el periódico, rumores de la corte. Y tú, apareciste anoche, sacándome de la desesperación en que me encontraba. Lograste que me sintiese viva, en menos de doce horas has puesto todo en otra perspectiva-


- El amor casi siempre es mejor cuando está en otra parte
Luce bien en novelas que venden finales perfectos
No te vayas amor que aunque duelas no quiero dejarte...
Si eres siempre un error, ¿por qué nunca se ven tus defectos?
Puede ser que lo que juzgo sea otra cosa, no lo sé...
Que a mi suerte le ha tocado el impostor, tampoco sé..


En rápidos movimientos me acerque a la cama para volver a tocarle, volver a sentir su presencia tranquilizarme, le miré a los ojos, necesitaba ver en ellos una señal que me invitase a seguir hablando y la vi, en aquellos ojos felinos, reflejo de los míos, comprendí que él esperaba saber más - Jared, todo lo que anoche ocurrió me llevo a una sola conclusión. Me enamore de lo q esperaba de Jaden, pero aquello se esfumo desde que tus labios se apoderaron de los míos. Desde que tu mano en mi vientre me hizo sentir viva… Única y por sobre todo, una mujer plena no solo la dama de compañía o la cortesana- allí lo había dicho sin proponérmelo y temí como nunca a la reacción de un hombre al saber aquello.

Tome nuevamente distancia y me acerque a la puerta, dispuesta a dejarlo marchar - Mi nombre es Alizée, Alizée Signoret, no nací en cuna de oro.. aunque vivo como tal, pero a cambio de favores. Cumplo con las fantasías de hombres de dinero, que me agasajan, fui una más del burdel, una cortesana muy bien pagada.- Que brutal podía ser la verdad, que doloroso resultaba confesarse ante el hombre que si te acepta será tu todo, pero que si te rechaza será tu destrucción.

- Jared, ya sabes quién soy. Eres tu quien debe decidir, yo te acepto. Pero la pregunta es ¿Me aceptas tu con todo y pasado? ¿Con hijo y reputación?-


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Es buscar en otra parte lo que no encuentras en tí...

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Mensaje por Jared Granchester Miér Feb 01, 2012 10:02 pm

Nadie se hizo perverso súbitamente.

Juvenal

Se aleja de él, quizá en búsqueda de las palabras correctas para responderle o con la finalidad de poner en orden sus pensamientos, necesitando un espacio que ahora mismo Jared no está dispuesto a dar, la necesita a su lado, no quiere dejarla ir, alejarse imposible conforme a su necesidad. Observa su cuerpo femenino cubierto por esas prendas y sus manos hormiguean de anhelo por desprenderla de ellas. Ella necesita espacio, él la necesita a ella.

Dos fieros instintos en un pulso del cual nadie sabe quién triunfará. Un hombre acostumbrado a hacer lo que quiere, donde quiere, como quiere, cuando quiere y a matar en caso de ser necesario si cualquier persona se opone a sus determinaciones y deseos. Una mujer hermosa, ambiciosa, capaz de dar su propio cuerpo con tal de obtener la satisfacción a sus caprichos. Algo que Jared puede dar a manos llenas si ella se le entrega como él lo desea: exclusivamente para él, en su lecho, siendo quien la tome para sí por y para siempre, posesivo, obsesivo, increíblemente ansioso por ella.

Las palabras fluyen de esa garganta que Jared estuvo durante la noche besando, tan fogoso mientras sus manos vagaban por su cuerpo... ¿Qué tiene esta hembra que le nubla la mente y le pone una venda en los ojos? Se siente caballo: sólo mirando al frente, a ella, sin ver todo lo que la rodea y francamente importándole un maldito rábano lo que pudiera pasarle a su lado. Puede con todo, se enfrentará a todo. Aunque eso de que hubiera conocido a Urian Par... Para... ¡Fuck! ¡Estúpido apellido de mierda! Sabe que era un vitroler muy respetado, que incluso estaba cada vez más cerca de la "Hechicera de la Estirpe"... así que debe interesarse más por él, aunque no puede ser tan obvio, si no ella capaz y se encela.

Celos... algo así desea, le encanta ver a una mujer con ojos brillantes y ansias de matarlo, el sexo es mucho más satisfactorio así. Sin embargo, por respeto a la cría que tiene en el vientre se contendrá de hacer una estupidez de ese tipo. Quiere que el pequeño nazca fuerte y sano, después... la madre sabrá por qué el Regis de Dublín es el amante más añorado en toda su ciudad. Sonríe con pereza al sentir cómo su miembro se endurece al pensar en las posiciones que puede utilizar con Alizée hasta hacerla gritar su nombre una y otra vez sin descanso, hasta quedar ronca.

Aunque todo se va al garete cuando ella voltea a verlo con lágrimas resbalándole las mejillas, haciendo que un nudo se posicione en la garganta del cambiaformas, negándose a bajar o a subir. Nunca le ha gustado que una mujer llore, mucho menos su madre y... ahora Alizée se suma a esa lista. Se lame los labios e intenta ir a con ella, pero se detiene esperando paciente, aún no termina de hablar, de contarlo todo, por lo que ahora presta mayor atención a sus palabras y no a su miembro que cada vez va exigiéndola.

Gruñe con frustración, la historia sobre su hermano no es algo que quisiera escuchar, no así. No le interesa saber que fue un idiota, que no supo valorarla, porque él mismo en el viaje astral se lo dijo. Sin embargo, ese sufrimiento en Alizée es algo que no puede perdonarle a Jaden. ¿Qué pasó por su cabeza para hacerle eso a una mujer así? Su propósito de levantarse a acunarla entre sus brazos es interrumpido por el mismo movimiento que ella hace, acercándose para acariciarle la mejilla. Siente la ternura, el cariño y un sentimiento más profundo que emerge en ella, la pregunta es ¿Qué desea de él? ¿Aceptará su propuesta?


No siempre las cosas son como debieran ser...

No siempre se puede tener la razón...


Sonríe al escucharle, sí, todo parece perfecto hasta que las últimas palabras taladran su mente... no solo la dama de compañía o la cortesana... parpadea incrédulo, mirándola fijamente a los ojos, esperando que sea una mentira, pero no. La ve tan firme, sus palabras tan crueles, en definitiva sinceras. Por los Dioses. Se pasa la mano por todo el rostro, de norte a sur al tiempo que va tragando y digiriendo las palabras una tras otra, pero si él es un bruto con los hechos, esta mujer es digna de él con las palabras. Cumplo con las fantasías de hombres de dinero, que me agasajan, fui una más del burdel, una cortesana muy bien pagada. No se lo puede creer, ríe con ironía y cinismo, menuda faena está hecha. Se talla los ojos con la mano derecha. Una puta.

¿Con hijo y reputación? ¡Maldita mujer! Reputación, claro, re puta que era. No quiso pensar en cuántos hombres la tocaron, tomaron, a cuántos... pero con razón le tocó el falo sin ponerse tímida. Sonríe con sarcasmo y niega de nuevo. Aspira al tiempo que se levanta con determinación. Cierra la puerta de golpe para tomarla en brazos caminando hacia una habitación. Con paso decidido, llega hasta la tina en donde ella tomó su ducha y se lo piensa dos segundos, antes de depositarla dentro del agua con delicadeza.

- Ni se te ocurra, cariño, moverte de ahí - susurra con furia contenida, un siseo simple al tiempo que se desprende de los pantalones y sin dudarlo, se mete dentro, con las piernas alrededor de su cuerpo, se sumerge apretándola contra él, desgarrando su bata para dejarla desnuda y apoyar su cuerpo contra el suyo - así que cortesana - niega acariciando su cintura, cerrando los ojos - debería matarte, pero no tienes la culpa de que yo sea el idiota en la ecuación, que te hiciera el amor como un poseso. No - besa su frente, pasando las manos por la redondez de sus caderas, buscando más abajo la unión de sus muslos para atormentarla - dímelo ya - susurra contra su oído - ¿Sigues siéndolo? ¿Seguirás siéndolo si te hago mi esposa? - muerde su lóbulo al tiempo que un dedo penetra lentamente su estilo.

Recarga la espalda femenina contra su tórax, acariciando un seno con anhelo, apretando las cimas para seguir atormentándola con el vaivén de su dedo. La muñeca de la mano posicionada al sur, aprieta contra el estigma, buscando que éste responda. Le gruñe al oído, posesivo. Es increíble, pero se siente celoso, quiere marcarla, que no voltée a ver a nadie... unos cuantos movimientos más y ella alcanza el orgasmo para la satisfacción del Regis que la arropa contra sí, entre sus brazos. Besando sus labios apasionado, fogoso, para recargar la cabeza femenina en su tórax.

- Te acepto, pero promete que no volverás a estar con nadie que no sea yo, porque Alizée Signoret - ríe con maldad - la diferencia entre mi hermano y yo es que jamás me verás discutir por una estupidez - le mira con ojos llenos de masoquismo - darling, yo no pelearé por un idiota que te toque, no, porque yo mismo le arrancaré la mano y me la comeré... - se le barren los dientes en un gruñido animal - Alizée, la diferencia entre Jaden y yo, es que yo te daré tu lugar, pero exijo el mío y si no... bueno, darling - se lame los labios - serás mi cena y no es figurativo... te lo aviso de una vez. Te prometo dártelo todo: casa, dinero, joyas, sexo en abundancia, orgasmos incontables, respeto, pasión, pero ni se te ocurra traicionarme Alizée Signoret, porque ese día te juro, te lo juro que no me detendré hasta que tu sangre corra por mi boca y tus órganos sean triturados por mis dientes. Te lo prometo.


Y jamás había roto una promesa así.

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Mensaje por Alizée Signoret Dom Feb 12, 2012 2:27 pm


No sé cómo fue que caí en la red de él tan pronto, como es que sin dudarlo la noche anterior le recibí sin preguntas sin cuestionar nada, menos aun cuando tuve la certeza que no era el hombre que esperaba. ¿Cómo podía confundirlos? Jaden fue muchas cosas en mi vida, un gran amante, pero fue una tormenta que causo grandes disturbios… un desbarajuste total. Ahora, el hombre que apareció era decidido y apasionado, con convicciones e intenciones claras, las diferencias eran palpables, no dudo un segundo en hacerme llegar al séptimo cielo cuantas veces quiso. Quizás fuese que estaba habituada a conocer a un hombre por sus caricias a descifrar su personalidad por el modo en que se desenvuelve en la cama y se apodera de una mujer, cada palmo que Jared recorrió develo ante mi muchas cosas que en Jaden, jamás vi, como pocas veces me sentí protegida y segura ignorando el hecho concreto que no supe su nombre hasta hace pocos minutos.

Ahora, estaba a su merced, sincerándome con él, narrándole mi historia, mi vida y lo acontecido en los últimos meses, todo, excepto el nombre de mis padres ¿Qué sentido tiene? Una amarga sonrisa en mis labios, y una expectante contradicción… Deseaba que me gritase recriminase y se marchase, alejándose de aquella compleja situación. Pero por otro lado esperaba que me hiciese sentir segura y protegida, tal como lo hiciese en aquella maravillosa noche de placer revelador.

Le mire, atenta a su respuesta, a sus reacciones dispuesta a dejarlo marchar como cualquier hombre razonable hubiese hecho, pero una vez más en las pocas horas que llevaba de conocerlo me sorprendió… No, Jared Granchester, no era un hombre racional, pues lo que siguió mi confesión fue todo menos lo que pude haber previsto. Con determinación propia de él me llevo de regreso a la bañera, ahora el sobre mí, desnudos como lo estuvimos hace algunas horas -¿Estás loco? - inquirí antes que sus manos hiciesen aquello que me llevaba a perder la cabeza, acariciarme sin pudores.

¿El cielo? Si existe un Dios, lo desconozco, pero bajo la voluntad de aquellas manos mi cuerpo se entrego con urgencia, entre movimientos desesperados, mi mente clamando una sola cosa perderse. Mis caderas, pidiéndolo a él, no solo sus manos explorando mi interior, el mismo puente que nos uniese horas atrás. Mis labios buscando su piel, su hombro el que bese y marque en el momento en que mi cuerpo se rendía al placer, por ¿quinta o sexta vez desde la madrugada? ¿Qué importa? Tenía pasaje directo del cielo y al infierno, para regresar otra vez al cielo. La locura misma cave en aquella lujuria, en aquel contacto, en esa entrega tan física que ¡Bendito sea Dios! Si fue él quien trajo al regis a mi puerta, si merece un altar, porque me perdí y me encontré en aquella madrugada cuantas veces el Granchester se lo propuso.

Agradecí y rogué a un ser que dudo su existencia, al Dios católico, del que tantas veces renegué. Agradecí que trajese a mi casa, a mi lecho, a mi vida a semejante hombre, pero rogué porque aquella unión en apariencia tan física fuese más allá, una unión del alma. Jadee rendida antes que se apoderase de mis labios acunándome en la tibieza del agua en su cálido y musculoso cuerpo - Eres un idiota Jared - susurré mientras sus palabras opacan las mías, él imponiendo sus condiciones, condiciones que estaban del todo en el borde lo irracional, en el límite de lo animal, al tope de lo que yo hubiese esperado.

Sus condiciones eran lo esperable de cualquier hombre, exclusividad, más que eso fidelidad y lealtad, incondicionalidad y un nuevo comienzo. Le deje hablar, pero sus siguientes palabras me estremecieron por completo, no sé que me molesto más su advertencia ante una posible infidelidad o que amenazase con darme muerte si ello ocurría ¿Debía ofenderme? ¿Debía temerle? No, podía haber actuado como cualquier mujer, sentirme del todo insultada y aterrorizada al imaginar lo que él podría hacer … pero no, busque sus labios para recorrerlos un par de segundos antes de girar nuestros cuerpos y salir de la bañera, dejándolo allí son sus palabras.

Camine hasta un espejo de medio cuerpo, allí inspeccione cada una mis facciones y las marcas que él dejo en mi piel, cardenales por todo mi cuerpo, si él era capaz de eso y más, un largo suspiro emano de mis labios, antes de rodear mi cuerpo con una toalla y voltear a verle - De todo lo que has dicho, tienes razón en una sola cosa. Eres el idiota de la ecuación, el idiota que no escucho mis palabras.. O peor, retuviste solo aquello que impacto a tu ego, si ese que tienes en los pantalones.- mi voz gélida intentaba no quebrarse, bien, no podía estar lejos de aquel hombre pero al menos podía marcar los límites

- Si, me guie por mis ambiciones y mira lo que conseguí, una mejor vida que la que tuve con mi padre- Señale todo a mi alrededor - ¿Hijos? No, no estaba en mis planes… Pero ocurrió.- acaricie mi vientre - ¿Amor? Una utopía, un ideal en el que jamás creí… Pero heme aquí, en menos de medio día me enamore del idiota más grande- afirmé cansada, con la vida dándome golpes y oportunidades por igual.

- Escuche tus palabras y créeme, las entiendo, cualquier en una relación pide lo mismo. Exclusividad. Pero bajo amenazas de mi no conseguirás nada, ¿quieres comerte la mano de aquel que me toque? Entonces, empieza por las tuyas, porque no habrá otras manos de las cuales puedas alimentar tu maldito ego- bufé, marcando la diferencia entre el pasado y el futuro, pues el presente ya estaba sobre nosotros. Pasé mis manos por mi rostro antes de continuar hablando y mirarle con intensidad.

- Si entiendes lo que significa amar, sabrás que es confianza su cimiento. Si confías en mi, entenderás que no habrá otro hombre a quien me desee entregar. No necesitas amenazas bestiales para mantenerme a tu lado.- afirme otra vez, acercándome nuevamente a él, acariciar su mejilla - No me tienes que comprar ni con lujos ni con joyas, porque antes que todo aquello hay una joya mucho más valiosa - Baje mi mano desde su rostro hasta su pecho, en el centro donde curiosamente había una cicatriz - Esa joya esta aquí y aqui- tome su mano y la puse en mi pecho, donde late mi corazón - Se llama amor, y no requiere de advertencias , de prisiones o desconfianzas. Requiere de libertad, fidelidad, confianza … aunque por sobre todo entrega- bese su mejilla con delicadeza, con el mas sincero amor.

-¿Si te amo? Con el alma. ¿Si abandonaría todo por ti? Mil veces. ¿Si dejaría que otro me tocase después de hoy? Ni en sueño cariño, ni en sueños. Solo tú y yo, pero sin amenazas, sin golpes. La única lucha será la de la pasión, aquella de nuestros cuerpos guiados por la lujuria, de esas luchas cuantas quieras, cuando quieras, pero…- ahora bese fugazmente sus labios - Pero, no necesitas marcar mi cuerpo- reí contra sus labios, recordando los hematomas en mi cadera -Procura marcar mi alma, esa no se borrara, las otras se esfumaran en cuestión de días - dichas esas palabras mi sello personal, aquel gravado de nacimiento en mi piel, irradio una calidez única, nueva para mí y del todo placentera.

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Mensaje por Jared Granchester Mar Feb 14, 2012 5:36 pm

El mal no existe, sólo hay acciones que molestan a una mayoría y acciones que molestan menos, estas últimas serían el bien y las otras el mal.



Le brillan los ojos de una forma tan deliciosa que se siente desarmado. Su rabia es una muestra del carácter de la mujer. Sus reproches otra prueba de que merece ser su pareja, la madre de sus hijos, la que lidere a su familia y manada. Una mujer hecha y derecha como alguna vez su madre le pidiera que se consiguiera, no una niña si no alguien que se atreviera a encararlo de la forma adecuada, sin incitar a su bestia. Aunque de vez en vez esta pequeña y deliciosa mujer azuza al tigre que habita en Jared y aún así el animal se mantiene tan tranquilo, hipnotizado por sus curvas.

Esos senos plenos y redondos de pezones deliciosamente adictivos, esa espalda que se arquea tan rico cuando tiene los orgasmos que le proporciona, los hombros cremosos y bien formados para que sean devorados de forma perfecta por su boca. Sus brazos largos y esas piernas que se declara adicto a ellas cuando las tiene alrededor de las caderas. Esas manos que provocan al acariciar y por igual al rasguñar. Suya, toda suya. No hay nada que lo cambie, ni siquiera las palabras que llegan a sus oídos, pero apenas son captadas porque es más interesante el lenguaje corporal.

Tensión en los hombros, eso no es bueno para el cachorro. Una posición completamente defensiva, eso tampoco es recomendable. Sus ojos están entre tristes, exultantes, esperanzadores. Con eso sí puede trabajar. Es preciosa, los Dioses le debían una que le han pagado con tal mujer tan femenina, adorable, encamable, excitable, fornicable... un gruñido sale de su garganta al tiempo que recarga los brazos en el borde de la bañera caliente, antes de echarse agua a la cara.

- ¿Mi ego dices? Darling te has de referir seguramente a mis monedas porque mi pene está aquí adentro de la bañera -"y duro por cierto, preciosa" se lo piensa mientras se relame los labios imaginándose cómo sería si la tuviera en esa bañera sentada sobre su... ego... sonríe depredador. Se echa más agua por la nuca, pero no logra apagar el fuego que siente en todo el cuerpo, sobre todo en su... ego... Mentalmente está botado de la risa, carcajeándose sin el menor pudor, pero es que todo ésto es tan divertido. Es una mujer tan... tan... para él...

Eso lo confirma con el resto de sus palabras, cuando le toca, le acaricia como soporte de oraciones que él no necesita escuchar porque las conoce, amor fue el que vio en sus padres y que jamás terminó ni con la muerte de uno de ellos. Su madre aún sigue mirando con anhelo y cariño el cuadro de su marido que está en lo alto de la chimenea mientras se deleita con un trago de whisky. Sonríe y la lleva consigo, a su regazo para acomodarla contra su pecho en silencio, pensativo en cómo decírselo sin que se sienta burlada, cómo expresarlo en palabras y decide que no ha más que...

- Cada vez que me levanto y veo que a mi lado estás, me siento renovado - susurra recordando las palabras de su padre a su madre- y me siento aniquilado, aniquilado si no estás, tú controlas toda mi verdad y todo lo que está de más - se desprende con cuidado del anillo en su meñique - y es por tí que late mi corazón, es por ti que brillan mis ojos hoy, es por tí que he vuelto a hablar de amor y es por tí que calma mi dolor.

Besa sus labios una sola vez, apasionado, cariñoso, atento... para mirarle a los ojos al tiempo que acaricia su mejilla, sonríe mientras la mira otra vez mojada, pero entre sus brazos, protegida, querida, idolatada. Es la mujer perfecta para él, no ha de encontrar otra mejor que ella. Acaricia su vientre para besarle la frente con solemnidad y respeto, mirándola a los ojos para seguir susurrando:

- Y cada vez que yo te busco y no te puedo volver a hallar, me siento vagabundo, perdido por el mundo, desordenado si no estás, cómo mueves tod mi felicidad y todo lo que está de más, tus ojos me llevan lentamente al sol y tu boca me habla del amor y el corazón, tu piel tiene el color de un rojo atardecer - besa sus labios - cásate conmigo, Alizée Signoret, sé mi esposa, la madre de mis crias, has realidad estas palabras que mi padre siempre le decía a mi madre en su cumpleaños, lo más cercano que tengo al amor sincero y que jamás he conocido hasta hoy. Hoy entiendo las palabras de mi padre, las comprendo en su totalidad y las siento en mi interior. No quiero te alejes de mí, pero no puedo asegurarte no marcar tu cuerpo porque no puedo pensar así como tú tampoco cuando rasguñas mi espalda, darling, dejando surcos de sangre marcados en ella. La pasión me vence, tu cuerpo me mata, tu voz me obsesiona... Acéptame, Alizée - besa sus labios esperando su respuesta.

Rogando porque ahora sí, aún conociendo al otro, puedan tener un futuro común.
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Mensaje por Alizée Signoret Sáb Mar 03, 2012 8:24 pm

Para el común de las mujeres el matrimonio es su objetivo de vida, el mío nunca lo fue y para ser sinceras no lo es, mi única meta es ser feliz día a día. La amargura marco mis primeros años de vida, siempre sintiéndome culpable por la muerte de mi madre y en parte sentir el desprecio de mi padre, no niego que en la medida de su desasosiego por la pérdida el lo intento, intento criarme… pero a decir verdad, fallo, me dejo muchas veces a la suerte. Para mí, amar, era entregarse a una persona, permitir que de esta dependiese mi felicidad, si el ser amado llegase a faltar se puede caer en la locura. Por lo mismo mi meta no era amar, pero si ser amada, divertirme y obtener lujos aquello sobre todo.

Pensamiento errado, por años me deje agasajar por joyas, vestidos, perfumes, dinero y fastuosos fiestas, donde me exhibía cuan joya de la corona del brazo de algún noble. Pero nunca fui feliz, pues al acabar la velada, tras revolver las sabanas entre caricias y placeres fingidos, despertaba en un lecho vacio, sin calidez del varón que la noche anterior me acompañase. Si, la soledad era la única compañera en los días, claro siempre existía alguna otra cortesana del burdel con quien hablar. Las noches hechas días, no falto la ocasión en que el vino se convirtiese en un buen aliado con un cliente a quien rehuía, eso un brebaje para que se durmiese y soñase con los placeres que buscaba le entregase. No falto el cliente agresivo, el obsesionado o aquel que me jurase amor eterno, o ese que lograse desatar la ultima cuerda para perderme en la deriva del placer.

Jaden, quizá fue uno de los que más cerca estuvo de hacerme sentir plena, pero esas discusiones, esa amargura de caminar en terreno pantanoso y desconocer si al día siguiente estaría a mi lado, o saldría con alguna excusa para discutir y enrostrarme mi oficio. Cuanto le puede doler a un hombre saber que la mujer con quien comparte el lecho ha sido ya de otro, un golpe a su orgullo y esa falsa virilidad. La hiel aumento cuando é se marcho y me descubrí embarazada… pero ahora…

Tenía ante mí, un capitulo digno de un novela, tras haber alcanzado el séptimo cielo e ido al infierno en manos del gemelo del hombre que creí amar, tras confesarle mi profesión, mi estado y por sobre todo descubrirme enamorada de él, como si nuestras almas se perteneciesen. Los dos semidesnudos, bueno yo a medio cubrir por la bata, el desnudo, jalándome hasta la bañera de donde acaba de huir para aclarar mis ideas. Hablando de un amor que no esperaba el comprendiese, a fin de cuentas, si era como su hermano, Jared era todo menos delicado y sensible, pero así era como se mostraba ante mí. Recitando palabras que hablan de un amor, perfecto, dependiente al punto de doler, pero así era el amor… una entrega total. Quizás, el amor de mis padres fue así, quizá se amaron tanto que la ausencia de uno llevo a la locura al otro, seguramente fueron felices el tiempo que estuvieron juntos.

Dude unos segundos, lo admito, me di el tiempo de dudar, no por no desear un futuro junto a él, sino porque lo deseaba tanto que me aterraba quedase todo en una ilusión. Acaricio su mejilla entre sus besos sus palabras, esas promesas que solo consiguen inundar mi alma de felicidad, una plenitud tan grande que no concibo guardar dentro de mí. Sonrío hasta que el deja de hablar para besar la comisura de sus labios - Tuya, tu amante, tu confidente… tu compañera… Si, tu consorte, la madre de nuestros hijos -tomo su mano, aquella que acaricia mi vientre en señal que ese es nuestro hijo, sin importar el pasado - Tu mujer y confidente - clavo mis ojos en los de él, se que brillan de felicidad, perdiendo el zafiro, tomando el violáceo. Solo unos segundos se muestra ese color, que solo un ojo experto puede ver. Rio nerviosa, mientras el pone el anillo en mi dedo, tiemblo, no de frio de nerviosismo, la joya se desliza sola por mi dedo, como si ese fuese su lugar, la medida precisa. Curiosas son las jugadas de Dios, pues mueve las piezas tal cual si fuesen piezas de ajedrez.

Me entrego en un abrazo profundo, intimo, previo a abandonar la bañera con un beso tierno, de complicidad y dejarlo allí expectante - Un segundo querido - prometo no tardar, mientras busco otro balde de agua caliente que la mucama dejase para temperar el baño. Me deja hacer, se que su mirada me sigue, mis movimientos sensuales acompañados de la bata de seda que ya mojada, deja entrever mis curvas. Tomo mi tiempo en rellenar la bañera, en prepara un baño para él, me acerco al pequeño buro que está en el mismo cuarto de baño y saco un joyero de madera tallada, observo su contenido, frascos de vidrio con líquidos de diferentes colores, aceites, escojo dos y guardo la caja donde estaba antes con llave.

Regrese a la bañera sonriendo, vierto algunas gotas de cada uno en el agua, pino y lavanda, y beso su hombro. Me alejo nuevamente para dejar las los frascos de donde los saque, para regresar al agua desnudándome en el camino. Es mi turno de agasajar, con aquella sencillez de los aromas, tallando su cuerpo, caricias delicadas que pretendían dejar en claro, que es él mi elegido, que el pasado puede quedar atrás. Pues desde hoy un nuevo comienzo se escribirá, uno junto al otro. Con la yema de mis dedos delineo sus cicatrices, apenas visibles, pero notorias para mí. No busco erotizarlo, solo quiero explorar ese sentimiento tan dulce y cálido que invade mi alma. Lo rodeo por la espalda, con esa intimidad adquirida en pocas horas pero que demuestra el tiempo que nuestras almas se han buscado.

Largos minutos me permití esa calma, mientras las esencias nos relajaban a ambos, bajando en algún modo esa tensión que antes nos invadió, alcanzando un contacto más íntimo y sensual. No se trataba tan solo de satisfacer nuestros cuerpos, sino también nuestras almas. El parecía aun contrariado por los últimos acontecimientos, del mismo modo que yo, solo una noche basto para saberme enamorada.

Abrazada a su espalda me dormí, arrullada por el agua, sintiéndome plena. Un sueño placentero que solo acabo cuando mi cuerpo sintió la falta de alimento, me remuevo entre las sabanas para encontrarlo allí, el debió llevarme hasta la cama y ahora duerme a mi lado. Nada había sido un sueño, observe el anillo y bese su mejilla antes de escurrirme de la cama, contemple a aquel hombre y una sonrisa se dibujo en mis labios, para luego perder la vista en el atardecer. Todo el día juntos, entregándonos el más puro sentimiento, como sería el resto de nuestras vidas. Enfundada en una camisola bajo a la cocina, donde la mucama dejase la merienda lista, con una nota informando que saldría para no interrumpirme. Preparo una bandeja con la cena, y subo hasta el cuarto, con una copa de vino para él y otro zumo para mí, la cena era carne asada con vegetales, dude si acaso le apetecía aquello, una de las tantas cosas que debería aprender de él.

- Buenas noches querido -salude al verlo despierto - Traje la cena -informo antes de dejar la bandeja en la mesa tallada que está cerca del ventanal.

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Mensaje por Jared Granchester Sáb Mar 10, 2012 1:53 pm

La maldad puede esconderse, pero siempre estará ahí

La satisfacción del Regis no es pequeña, todo lo contrario. Mujeres han pasado por su historia como el viento forma las olas del mar, tuvo parejas y éstas le dieron hijos que son el orgullo de Jared, pero ninguna hembra le tocó antes como ésta. No quiso cuidar a una sola como su instinto le provoca hacer con Alizée. No perdonó tanto a las otras como ahora mismo hace con ella. ¿Acaso le hechizó? Imposible saberlo, pero es consciente de que el simple hecho de aceptarlo le da tanta satisfacción como el hacer el amor con ella.

Hacer el amor... ¿Alguna vez se lo hizo realmente a una de sus historias? No, siendo sinceros jamás lo hizo, no deseó provocar los sentimientos de pertenencia y de dependencia que ahora ansiaba que ella tuviera hacia él. Que su relación fuera parecida a la de sus padres. Eso siempre lo marcó, verlos felices en todo momento, amarse, incluso el varón no tenía los tabúes de besar a su madre y llevarla a la recámara solicitando no ser molestado. Sus ojos refulgieron azulinos y luego... ¿Violáceos? Parpadea, pero no tiene duda de ello. Lo vio. Quizá sea un signo de su cansancio y su golpe de conciencia porque no ha buscado a la Heredera de la Estirpe.

Sus pensamientos son interrumpidos cuando ella habla de que lo espere, alarga las manos intentando detenerla sin éxito. Gruñó de molestia porque no está acostumbrado a que las cosas no se hagan como él dice. No está educado para que los demás hagan lo que deseen. Él manda siempre. Él ordena en todo momento. Nadie le desobedece y lo que ansía ahora es tenerla. La mira traer una cubeta de agua y gruñe de nuevo ¿Cómo se atreve a arriesgar su embarazo cargando? No es un hombre enseñado a permitir que una mujer haga esas labores y mucho menos si es su futura esposa. Sin embargo, no puede hacer más cuando resbala en la bañera y cae sin demasiado escándalo, pero perdiendo el tiempo preciso para que ella eche dentro el agua caliente.

Rechina los dientes y la observa ceñudo, pero ella no parece darse cuenta, lo que hace que rumie más. Se aleja, permitiendo que los orbes se deslicen por el cuerpo femenino, esa figura que aún preñada le incita tanto o quizá sea por ese detalle. Hay algo muy erótico y sexy en una mujer embarazada. Aunque la semilla no sea suya, no deja de pensar que es fértil, que dará vida y en lugar de que su cuerpo se "deforme", a Jared nunca le ha excitado tanto que un vientre redondeado y una hembra con senos pesados por la leche de pezones duros y marrones. Gruñe de nuevo ansioso dejando que vierta los aceites para relajarlo. ¿Acaso no sabe que él lo hace cuando su virilidad penetra los pliegues de sus sepalos y se interna en su pistilo que le rodea con vehemencia?

El que se acerque desnudándose no impide que la erección se incremente, todo lo contrario. Jared devora con ansiedad su cuerpo, sus curvas, esas caderas, ese monte de Venus que se le antoja para beber de él, tomarlo para sí y no soltarlo jamás en tanto ella se eriza y arquea gimoteando. Cómo le gustan esos signos femeninos de sumisión y placer. Y ella es mucho más adictiva que ninguna. Sus ojos muestran satisfacción cuando ella se sumerge en la tina, para acariciar el cuerpo masculino. Eso lo hace decepcionarse un tanto, pero acepta disfrutar del momento con ella. Sus caricias tiernas son correspondidas por dedos acostumbrados a la maldad que ahora mismo sólo se conforman con pasar por su superficie, deleitando y relajando como él lento lo hace. (Aunque su miembro tarda un poco más).

Besa su frente acomodándola contra él, ocupándose de dar un masaje aprendido de su madre, uno que le relaja todas las vértebras y que, en otro momento con otra presión, la hubiera tenido gimiendo su nombre y rogando su penetración. No es necesario ahora, aunque no duda en que pronto lo hará. Lento, sus dedos vagan por el vientre hasta que ella duerme. Sus ojos se cierran, pero no es tan ignorante como para no saber que el agua fría podría enfermarla. Con cuidado, se levanta con ella en brazos para llevarla a la cama, ambos dejando un rastro de agua por su camino. La deposita con delicadeza sobre el lecho que huele a ambos, secando su cuerpo con una de las mantas, lento va delineando cada gota, contorneando su piel, deleitándose en su aroma, en sus curvas.

En algún momento, besa con delicadeza la piel expuesta, incluso sus senos son atendidos, sus pezones succionados haciéndola gemir, pero sonriendo porque se aleja evitando que pueda despertar. Le es tan sensual hacer eso, tan erótico... besa su vientre sabiéndose "solo", pudiendo demostrar la ternura y el cariño que le inspira tener un nuevo miembro en la familia. Además, no puede negarlo, le urge que nazca para que esa matriz aloje a su propia sangre, a su camada. Lame el camino de su ombligo al pubis, para sonreír acariciando los vellos ensortijados. Ella abre un poco las piernas aún dormida, permitiendo que Jared baje la cabeza hasta encontrar el estigma, dándole algunas pequeñas lamidas incitantes.

Gruñe bajo mirando todo lo que ansía y al mismo tiempo entiende que debe reposar. La acomoda en la cama para recoger las ropas ordenándolas. Secando el agua que dejaron en su camino del baño al lecho. Luego de ello, se estira mirando hacia afuera, se siente relajado, a gusto, con ganas de hacerle el amor y al mismo tiempo esperando su despertar. Se acaricia mirándola dormir, niega y se mete a la cama, acercándola con cuidado a su cuerpo, pegándola. Ignora su erección besando su frente, para dormir y recuperar fuerzas. Ya cuando ella esté consciente... se relame ansioso.

Esta vez no hay sueños inquietos, sólo vagos recuerdos de una infancia y una pareja que tanto admiró: sus padres. Cuando sus ojos se abren, no la ve por ningún lado. Se sienta en la cama con una expresión disgustada, no le agrada que se aleje. Su oído fino la escucha subir las escaleras y su olfato confirma que se acerca. La puerta se abre con dificultad y la mira con una bandeja de comida. De inmediato se pone en pie para ayudarle, pero llega tarde. Le gruñe un tanto tomándola de la cintura para mirarla a los ojos.

- Vamos a poner algo en claro, estás embarazada y mientras sigas así, yo me haré cargo de llenar la bañera, de traer las bandejas de comida y de hacer todas las cosas pesadas que tú no debes. ¿Es que acaso quieres resbalar o perder a la cría? - le miró con dureza para besarla en los labios - déjame hacerlo, no estoy educado a permitir que una mujer haga esas labores teniendo a mi cría en su seno. No me desoigas Alizée porque te encontrarás que soy más bruto de lo que hasta ahora he sido y no quiero, Darling, tener que atarte a la cama para que no hagas tonterías - sonríe besándole con pasión, desfogando las ansias que tuvo antes de dormir. La toma en brazos llevándola a la cama, dejándola recargarse contra los almohadones para mirar su cuerpo cubierto por la bata - qué sexy eres, Alizée... ahora mismo dudo entre cenar o cenarte, Darling - le miró a los ojos. Estaba duro por ella, siempre fue un hombre sexual, pero con ella era imposible estar alejado de su interior demasiado tiempo, de sus gemidos y suspiros...

De la forma en que lo rodea y aprieta durante la posesión.

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Mensaje por Alizée Signoret Sáb Mar 31, 2012 10:21 pm

Una mujer acostumbrada complacer a los hombres, a satisfacer sus fantasías sexuales con la mayor sensualidad posible, llenando la habitación de las esencias más propicias para estimular sus sentidos y aquellos puntos que dan inicio al más puro placer. Así es mi vida desde que cumplí 14 años, así me rodee de pequeños lujos y aunque al principio no medí las consecuencias de entregarme a aquel noble que me llenase de regalos costosos, con el tiempo y guiada por mi ambición obtuve mis propios clientes, hasta dejar Marcella e instalarme en Paris con apenas 18 años cumplidos. Ya en Paris mi vida fue diferente, no tuve a un padre enfermo al que cuidar y me avoque al trabajo del Burdel, fue fácil mantener a mis antiguos clientes y hacerme de nuevos, pero luego me independice, buscaba mayor libertad para mi, mis clientes y algunas aventuras que nada tenían que ver con negocios.

Con 22 años me instale en esta casa, mi hogar, y aunque amantes y clientes eran recibidos por igual, entre lujos y sensualidad, ninguno fue atendido como hoy me empeñaba en atender al hombre que me observa desde la cama, su nombre Jared Granchester, su profesión además de Regis de Dublín no me interesa, que lo trajo a Paris su hermano, al menos dicen sus palabras. ¿Encontró lo que buscaba? No, que encontró algo diferente, si lo hizo, encontró mi lecho y mi vientre con una criatura fruto de una tortuosa relación con el hermano perdido…. Mi hijo, sonrió ante aquel sentimiento maternal que me envuelve al escuchar su reprimenda sus palabras, pero por sobre todo al saber que me acepta con todo el pasado de por medio. Un dulce y cálido roce en mis labios, tan diferente a la frialdad con que me habla, sonrió de medio lado radiante y complacida, ignorando sus siguientes palabras perdida en ese dulce sentimiento que se anida en mí. No es solo mi corazón el que se siente en las cándidas fauces del amor, sino mi vientre que anida una vida que a pesar de todo es fruto de un amor sincero. Sí, porque si él no me hubiese aceptado a pesar de mi sinceridad, mi hijo, nuestro hijo, no tendría futuro… Pero hay una tercera parte de mi que se engrandece, una que apenas se que existe, que manejo desde siempre pero que se a conciencia poco después de llegar a Paris, tras mi nuca un ardor placentero que pasa asegundo plano cuando esos labios posesivos me roban el aliento mientras me deposita en la cama.

- Shh! Jared- Lleve mi dedo a sus labios cuando el sugirió dejar de lado la cena y su deseo se hizo latente - Deja que te atienda querido- susurro contra sus labios sin apartar el índice de esos labios que me muero por besar - Deja que marque la diferencia entre mi pasado y el hoy-beso la comisura de sus labios - Prometo, que cuando algo se me dificulte te pediré ayuda. Que no pondré en riesgo a nuestro hijo- saco el mi dedo su boca y acaricio su mejilla antes respirar su aliento sin tocar los labios de él - No me pidas que cambie tanto, así como yo no pediré dejes de ser tan… - rio contra sus labios para acariciar su musculo endurecido - … pasional- Si intento decir palabra alguna no tengo idea, pues ahora era yo quien me apoderaba de sus labios entre caricias que buscaban erotizar su piel y provocar su virilidad ya erotizada.

Lo rodeo con mis piernas para que sienta el lento compas de mis caderas, dos maneras de despertar a la bestia, sin contar mi otra mano que se aferra a su hombro, excitado como pocos hombres pueden sentirse, dispuesto a tener un nuevo encuentro pasional, uno que no le negare pero que dominaré. Difícil es ocultar que al igual que él me gusta tener el control, que entre ambos no solo existe deseo, amor y sobreprotección, sino que una guerra de egos tan fuerte como el deseo que nos consume con tan solo mirarnos. Un giro rápido y quedo sobre él, besando no solo sus labios, sino que bajando por su cuello hasta morder su clavícula sin sacar sangre simplemente dejando una marca que se borrara en minutos, pero que es parte de mi rito para demostrarle que también puedo marcarlo, pero mis huellas en el no son físicas, lo sé… Sé que para el cambiaformas soy más que una cortesana, más que una hembra que le satisface, lo he visto quebrarse ante mí, ceder aunque sea un poco, se por el modo en que me trata, que me ve como su compañera tal como lo veo yo a él, mi complemento.

Mis manos ahora en su torso marcan las líneas de sus músculos sellando los puntos donde antes mis labios marcasen el camino que me lleva hasta ese punto donde su deseo se hace tan latente, ese puente que nos une en la pasión que busca anclarse, pero que intencionalmente demoraré. Aun cuando mi complemente está dispuesto a concretar aquella unión que va mas allá de lo físico, yo demoro el momento, con intimas caricias. Es mi manera de demostrar lo evidente, conozco las artes de la seducción tanto o más que él, pero no solo eso quiero que note, sino que quiero complacerlo y dominar, que no es solo él quien gruñe más alto. Si allí abajo en su virilidad. Son mis labios los que toman el control en ese puente, son ellos los que recorren los muslos de él, con besos y mordidas suaves, rozando con mi aliento, me tomo mi tiempo con la calma necesaria para que el sea consciente de cada movimiento… Y así también yo disfrutar de sus reacciones esos gruñidos de placer mezclados con frustración, solo hacen más divertido el momento, alzo la mirada para verle divertida. Sé que mis ojos ríen por mí, con ese tono azul intenso con suaves tonalidades violáceas, arqueo mi espalda cual gato estirándose, mientras mis cabellos caen a los lados, rozando del mismo modo en que lo hiciese antes - ¿Divertido?- pregunto arañando el torso de él donde mis manos se encontraban antes, una provocación más a la bestia.



Toda fiera tiene un domador, aunque hay veces
en que no se sabe quien domina a quien.


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Mensaje por Jared Granchester Miér Abr 04, 2012 6:07 pm


La muerte llega en el instante en que perdemos nuestras esperanzas.



La tranquilidad de un hogar no se compara con los mejores placeres otorgados por una cortesana o una mujer ansiosa de obtener tantos orgasmos como el Regis quiera entregar. El que él pueda darle todo lo que quiera no implica siquiera que se sienta a gusto con la compañera de la noche. Son eso simplemente: mujeres con las cuales satisfacer necesidades fisiológicas, con las cuales desfogar ansias, tensiones, presiones, sin que haya de por medio una satisfacción sentimental, algo que pueda calmar la desesperación de su alma o de sus ansiedades.

Es un hombre fuerte, extramadamente seguro de sí mismo, poderoso, sabedor de todo lo que causa en las almas de sus enemigos, de los que devora, de las mujeres, pero aún así tiene una fibra sensible que pocos pueden verle. Ni siquiera sus hermanos de manada son capaces de entenderlo, de vislumbrarlo de tantas capas que tiene su interior, tan hermético que es imposible que alguien penetre antes de morir entre las púas que lo rodean. Dos personas podían y ahora sólo es una: su madre. La otra falleció llevándose consigo parte del alma del Regis. Una que no ha podido aún conciliar con el resto de su ser, que gruñe llena de rabia y desesperación. De ira y dolor...

¿Hay alguna forma de penetrar la armadura irlandesa? Sí. Y es justamente Alizée quien lo ha logrado de una forma increíble, con sólo aceptarle a su lado, recibirle entre sus brazos, permitirle unirse a ella de una forma que ni el propio Regis es capaz de explicar ni con palabras, ni en su mente, pero sí sentir. Porque es eso lo único que lo impulsa a aceptar a una cortesana como su señora y pareja, compañera de vida. Una puta como muchos podrían llamarla y a los cuales Jared les rompería los huesos. Sí, lo es, pero no más tras que él la tome para sí. Aunque ese es un temor que siempre le quedará al Regis...

¿Y si ella sólo dice que cambiará, pero no lo hace? Es una pregunta que le quema el corazón con trozos ardientes de carbón que llegan hasta la parte más dolorosa y se mantiene ahí, en carne viva. Sin formar la costra de la aceptación. Ahora mismo, las actitudes de Alizée, su forma de tratarlo sólo incentivan ese fuego. ¿A cuántos les trató así? ¿De verdad sólo a él? Y sacude la cabeza con frenesí para alejar esos pensamientos y concentrarse sólo en ella. Sólo en la mujer que tiene en su seno la cría de su hermano que él adoptará como suya.

Acaricia su mejilla permitiendo durante un momento de debilidad que ella domine la situación, que bese su cuerpo, sus labios, que provocan una excitación mayor a la que sentía, traga saliva y mira el techo. ¿Acaso importa cuántos hombres tuvo en el pasado? ¿Acaso no lo que interesa es que ella tenga la disposición de ser sólo de Jared como él de ella? Aspira profundo, gruñendo al sentir la forma en que lo eriza, en que lo satisface y arquea un tanto el cuerpo anhelando más. Su experiencia en las lides amatorias son un recuerdo de su tormento, pero al mismo tiempo una forma de complacerlo, porque él es exigente y sólo una cortesana o una mujer de cascos ligeros podría darle la satisfacción que reclama.

Y sus caricias son maravillosas, causan estremecimientos y endurecimientos conforme ella va avanzando lenta, pero segura... es una mujer ideal, sus ojos azules que tanto le roban el corazón, sus cabellos negros cual seda que se acarician contra su piel arrancando gemidos y anhelos de introducir sus manos en ellos y no despegarlas jamás de su cráneo, hundir su rostro para oler su aroma y que permanezca en un lugar secreto de su corazón para siempre evocarlo cuando ella no esté a su lado. Su cuerpo de pecado, desde su piel que le crea pensamientos lujuriosos sólo con rozarla, con probarla, ansiando siempre marcarla, ver en ella las señales de su posesión, que absolutamente nadie más podría hacerle. Exclusiva para él, creada para el Regis, desde su fino cuello, sus hombros, sus brazos, esas manos que ahora obran delicias, su cuerpo que le pone siempre duro el miembro, sus senos que algún día amamantarán a sus cachorros e incluso al propio Jared, conociendo su obsesión por la leche materna en tiempos que su hembra la produce. Su cintura, su ombligo, las caderas y ese pubis que guarda la flor más deliciosa que el Regis ha probado nunca...

Gruñe de nuevo, siente la tensión en cada músculo mientras ella se dedica a atormentarlo y en un instante decide que es suficiente, que sus dudas necesitan una respuesta y se incorpora sentándose en la cama, con movimientos rápidos la hinca ante él para tomarle la cara con delicadeza, con los ojos llenos de necesidad por escucharlo, por verlo en sus pupilas, la verdad absoluta, la certeza de que no tendrá que preocuparse, de que sus caricias ahora son exclusivas del Regis, de que su cuerpo será el templo del cambiaformas. Sus hijos... serán eso: suyos a excepción de este pequeño que ahora adopta.

- Dímelo Alizée - reclama con vehemencia - dímelo, que soy el único para tí de ahora en adelante como tú serás la única para mí, darling. Dímelo, que nadie probará tus labios, se regodeará con tu piel, con tus caricias en su cuerpo como ahora me haces gemir, dímelo Alizée - pega su frente con la femenina en tanto gruñe - dependo de esa respuesta, no me engañes mujer - le mira a los ojos ansiando con desespero la respuesta - ¡Dímelo! - exige, no le va a pedir una promesa, no es un estúpido romántico - Que si alguna vez un hombre te interesa, me lo dirás... - rechina los dientes con la simple idea, pero quiere eso, la sinceridad brutal, encarnizada...


Aunque ello le mate en el proceso.
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Mensaje por Alizée Signoret Dom Abr 29, 2012 12:44 pm

Clave ms ojos en los de él, en los del cambiaformas que se ha robado demasiado de mi alma en pocas horas, el hombre por el cual me estoy prometiendo a mi misma renunciar a todo lo que hubiese sido, los amantes y la vida de la corte, aun cuando siempre cargaría con el peso de mi pasado. La ventaja es que las apariencias suelen engañar, pocos conocen mi real nombre, un consejo de quien fuese mi primer amante y quien sugiriese usar otro nombre ante mis clientes.

Sonrió y mi mente viaja mente a aquel momento de antaño, cuando no superaba los quince años….




Marselle, Fancia
Siete años atrás

Una joven menuda, con curvas sutiles y elegantes se remueve entre las sabanas, el cuerpo adolorido y cansada aun luego de la intensa actividad del día y la noche anterior, en esa habitación de tupidas cortinas se mueve entre las sabanas en busca del cuerpo masculino, un mohín que demuestra el afecto que existe entre ella y su amante, el que, con el paso del tiempo sería su confidente y amigo, el único que puede decir conoció a la verdadera Alizée Signoret, antes que ella decidiese ser una cortesana de renombre. Entreabrió los ojos para buscarlo con la mirada, decidiendo si salir de la cama o quedarse allí, pero lo encontró sentado en una butaca con un libro en mano, los azules ojos femeninos con una sutil nota violácea sonrieron al verle, siempre tan serio.

- Bonne … journée?- saludo a modo de pregunta, sin interesarle mucho la hora, nadie en casa habría notado su ausencia - ¿Qué lees tan ensimismado? - pregunto incorporándose en cama, mientras su cabello cae al por su hombro derecho y las sabanas color concha-vino cubren su blanquecina piel.

El aparto el libro, sin responder la pregunta, solo con un sonrisa enigmática surcando sus labios y dos finas cajas de terciopelo - Améthyste, así serás conocida desde hoy -afirmo antes de besar su mejilla - Si quieres ser la mejor Cortesana de Paris, no dejes que nadie sepa tu nombre- explico al tiempo que abre una de las cajas y pone en su cuello un fina cadena de un curiosa aleación de metales con un pendiente de amatista - Como tu nombre, llévalo siempre- susurro en su oído antes de besa su hombro

- Améthyste… me agrada -




Desde ese día ningún de los hombres con que compartió mi lecho supo mi real identidad, a excepción de Jaden. En el burdel así siempre fui presentada y buscada, por ese nombre respondí a los deseos de nuevos clientes y de aquellos que se convirtiesen en mis habituales. Todas las carta, los regalos, las flores eran enviados a esa identidad, pues ni siquiera la Madame del burdel puso jamás averiguar quién era la jovencita que con tanta seguridad se posiciono entre las má codiciadas por los aristócratas. La misma que meses atrás se fuese sin entregar su nueva ubicación a nadie, solo a los más distinguidos de sus amantes.

Un brillo violase afloro en ms ojos cuando Jared la abstrajo de ese recuerdo, de aquellas cavilaciones, lejanas sobre como fueses mis comienzos en las artes de la seducción, una lección se aprende en el juego de vivir y de la que uno se gradúa al dejar de jugar para entregarse en cuerpo y alma alguien, en mi caso ahora ante él. Sentada frente a mí ansioso, y yo de rodillas frente a él, subo mis manos hasta tomar su mejilla, un caricia suave e intima mientras sus frentes se unen- Jared Granchester, la cortesana, jamás revelo su nombre a un simple amante o a un cliente mas - exprese con calma, una voz melodiosa, necesaria para apaciguar los celos de él, sus inseguridades - Me presente a ti por ese nombre con que se me conociese desde que nací, no con aquel que adopte al convertirme en cortesana - mis labios tocan los de él delicadamente antes reír con una inmensa felicidad - Tus celos me fascinan, aunque deviesen aterrarme - aseguro sin separarme de él, mientras rodeo su cuello con mis brazos


- Jared Granchester, desde el momento en que cruzaste esa puerta y me aprisionaste en un beso, supe que o eras tú o ninguno.- me confieso poco a poco, ya nuestros cuerpos estaban desnudos, pero nuestras almas poco a poco se van descubriendo, con más pasividad que nuestra pasión desenfrenada - Cuando esta mañana confesé todo sobre mi, fue por lo ya dicho. Te ame sin conocerte, te sigo amando y te amaré - mis palabras son promesas que salen de mis labios sin ser meditadas por mí mente, tal como si una parte poco consciente de mi tomase las riendas de un nuevo futuro.

- No necesito, no quiero, y prefiria la muerte, antes de entregarme a otro hombre después de ti. Hoy estoy dejando atras siete años, para comenzar junto una vida diferente, con mi hijo, nuestro hijo.. Tu hijo - afirmo mientras tomo su mano y la pongo en mi vientre - Es curioso, es aun muy pequeño, pero es como si vibrase al sentirte.- comento radiante, a la espera que mis palabras consiguiesen calmar a la bestia que clamaba por su lugar.

Guardo silencio para luego robar un fugaz beso de sus labios y arrastrarme fuera de la cama, tirando de él - Ven ayúdame- indico guiándolo hasta la habitación contigua donde se encuentran la mayoría de mis vestidos y mis joyas - No puedo borrar el pasado, pero si puedo deshacerme de aquello que lo evoca- afirmo cubriéndome mientras me pongo una bata - Muchos de estos no los usare más- muestro los vestidos - Y de estas joyas… solo me interesa conservar algunas- señalo mientras Jared me mira ceñudo, lo abrazo colgándome de su cuello y deposito un beso en su torso desnudo - Te amo. ¿Lo entiendes?-

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