AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La alianza de los soñadores cae [Privado]
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La alianza de los soñadores cae [Privado]
La noche estaba presente, el buscaba mantenerse tranquilo, aunque no podía dejar de sentir como sus oídos se tensaba y todo su cuerpo reaccionaba de a la defensiva, al percibir algún movimiento extraño. Le había dejado un mal sabor de boca aquella participación que había tenido en la nueva revolución, llamada la alianza, muy parecida a la de la Idílica, pero con algo más de organización, pues era una mancomunidad muy joven, con muchos huecos. ¿Cómo iba a sobrevivir si Agharta no lo hizo? Una asociación con mas organización y años de preparación, para no decir siglos. No podía evitar hacer comparaciones, pero lo hacía, porque se daba cuenta de las fallas que había tenido en ellas: participar buscando un cambio para ser feliz. Ya no necesitaba nada de eso, estaba pronto a casarse, suficiente tenía con haber tenido que soportar todos los amantes escandalosos de Mar, como para buscar otra batalla sin sentido, que nunca llegaría a nada especial.
Adoraba el silencio, era algo que le encantaba, todo era tranquilidad y paz, nada podría interrumpir aquello o eso él pensaba. Por unos momentos estuvo seguro de que seguiría en paz, había terminado de arreglar los últimos detalles de la boda, tenia los anillos guardados en uno de los bolsillos de la chaqueta, mientras caminaba por las calles parisinas, nocturnas y peligrosas, pero no le importaba, pues, ya con los años que había vivido por aquí, las conocía muy bien. Su olfato percibió algo que se acercaba velozmente, miro hacia los lados, se sintió aliviado de verse solo, sin ningún humano y aun más sin la presencia de su prometida, que le había insistido, casi de forma torturadle, que iba a ir con él, pero gracias a otras ocupaciones, como determinar el vestido final, la ataron. Giro hacia el lado contrario de donde iba, metió las manos en su gruesa chaqueta, para cerciorarse que los anillos estuvieran allí.
Parecía que estaba buscando algo que no encontraba, mantuvo el silencio, aunque solamente su respiración pesada la rompí, ni siquiera se atrevía a mover un musculo, algo se acercaba y ya era tarde para escapar; si lo hacia lo muy probable era que le buscaran. -Eerin…- se escucho una voz a lo lejos de ellos, parecía ser una voz angelical, pero a la vez sobrenatural –te estuvimos buscando desde hace tiempo- de las sombras de los callejones salió una silueta femenina, sus ojos se posaban en los de él con una sonrisa un poco aliviada, de poder volver a ver al lobo, quien era muy conocido por sus aventuras y colaboraciones en diversos conflictos bélicos callejeros. Aparecieron dos hombres y una mujer mas, de las sombras, sonriendo aliviados de volver a ver a aquel hombre que respondía a nombre de Eerin, casi todos eran licanes, excepto dos de ellos.
-No tengo intensión de enfrentarme con ustedes- dijo muy tranquilo mientras le daba la espalda a los demás y fijaba su rumbo, pero ellos no querían enfrentarse a ellos, la mujer rápidamente se aproximo, notando que los pasos comenzaba a alejarlo de ellos, pero mantuvo la prudencia, pues sabía que no era buena idea estar tan cerca de una persona, que aun no defina como aliado o enemigo. Antes de que ella hablara y pudiera expresar sus motivos de estar allí, el lobo ya las sabia y se apresuro a responderles —Busquen a otro para sus deseos de revolución, yo ya no estoy interesado en eso — y así se retiro él, dejando a los hombres deseosos de ayuda, de un cambio, de un futuro, el ya se había trazado uno y estaba dispuesto a seguirlo.
Toco los anillos, para que una leve sonrisa llegara a sus labios, con solamente recordar a su amada, pero esta termino de desaparecer, cuando sintió otro ser cerca de él, había ya dejado claro a los anteriores entrometidos. Miro hacia un lado, en donde se encontraba una silueta, en una esquina, mirándolo detenidamente, con su olfato era fácil detectar quien estaba en ese lugar, por suerte el viento colaboro y pronto llego el aroma del vampiro, que había sido muy entusiasta en la Alianza que había formado el desaparecido Emerick — tuu… ¿Qué quieres?— pregunto frunciendo el ceño, sintiendo que se arrepentiría por ello, bufo suavemente, tratando de adelantarse también a sus intenciones — No tengo intenciones de seguir en la alianza, es historia… ha terminado — se alzo los hombros y siguió caminando, si seguían molestándolo así, comenzaría utilizar la fuerza bruta, para ahuyentar a los indeseables.
Adoraba el silencio, era algo que le encantaba, todo era tranquilidad y paz, nada podría interrumpir aquello o eso él pensaba. Por unos momentos estuvo seguro de que seguiría en paz, había terminado de arreglar los últimos detalles de la boda, tenia los anillos guardados en uno de los bolsillos de la chaqueta, mientras caminaba por las calles parisinas, nocturnas y peligrosas, pero no le importaba, pues, ya con los años que había vivido por aquí, las conocía muy bien. Su olfato percibió algo que se acercaba velozmente, miro hacia los lados, se sintió aliviado de verse solo, sin ningún humano y aun más sin la presencia de su prometida, que le había insistido, casi de forma torturadle, que iba a ir con él, pero gracias a otras ocupaciones, como determinar el vestido final, la ataron. Giro hacia el lado contrario de donde iba, metió las manos en su gruesa chaqueta, para cerciorarse que los anillos estuvieran allí.
Parecía que estaba buscando algo que no encontraba, mantuvo el silencio, aunque solamente su respiración pesada la rompí, ni siquiera se atrevía a mover un musculo, algo se acercaba y ya era tarde para escapar; si lo hacia lo muy probable era que le buscaran. -Eerin…- se escucho una voz a lo lejos de ellos, parecía ser una voz angelical, pero a la vez sobrenatural –te estuvimos buscando desde hace tiempo- de las sombras de los callejones salió una silueta femenina, sus ojos se posaban en los de él con una sonrisa un poco aliviada, de poder volver a ver al lobo, quien era muy conocido por sus aventuras y colaboraciones en diversos conflictos bélicos callejeros. Aparecieron dos hombres y una mujer mas, de las sombras, sonriendo aliviados de volver a ver a aquel hombre que respondía a nombre de Eerin, casi todos eran licanes, excepto dos de ellos.
-No tengo intensión de enfrentarme con ustedes- dijo muy tranquilo mientras le daba la espalda a los demás y fijaba su rumbo, pero ellos no querían enfrentarse a ellos, la mujer rápidamente se aproximo, notando que los pasos comenzaba a alejarlo de ellos, pero mantuvo la prudencia, pues sabía que no era buena idea estar tan cerca de una persona, que aun no defina como aliado o enemigo. Antes de que ella hablara y pudiera expresar sus motivos de estar allí, el lobo ya las sabia y se apresuro a responderles —Busquen a otro para sus deseos de revolución, yo ya no estoy interesado en eso — y así se retiro él, dejando a los hombres deseosos de ayuda, de un cambio, de un futuro, el ya se había trazado uno y estaba dispuesto a seguirlo.
Toco los anillos, para que una leve sonrisa llegara a sus labios, con solamente recordar a su amada, pero esta termino de desaparecer, cuando sintió otro ser cerca de él, había ya dejado claro a los anteriores entrometidos. Miro hacia un lado, en donde se encontraba una silueta, en una esquina, mirándolo detenidamente, con su olfato era fácil detectar quien estaba en ese lugar, por suerte el viento colaboro y pronto llego el aroma del vampiro, que había sido muy entusiasta en la Alianza que había formado el desaparecido Emerick — tuu… ¿Qué quieres?— pregunto frunciendo el ceño, sintiendo que se arrepentiría por ello, bufo suavemente, tratando de adelantarse también a sus intenciones — No tengo intenciones de seguir en la alianza, es historia… ha terminado — se alzo los hombros y siguió caminando, si seguían molestándolo así, comenzaría utilizar la fuerza bruta, para ahuyentar a los indeseables.
Eerin Schiffer- Licántropo Clase Media
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Re: La alianza de los soñadores cae [Privado]
“El viento despeina mi cabello, se lleva mi perfume de jazmín, al igual que mis sueños de jardín”
La calle estaba fría, desierta y titubeante, no tenía razón de estar en la calle, aunque en ese estado, simplemente no tenía razón de ser. Las cosas iban en contra picada ese último tiempo, estaba pasando por una de esas etapas de la vida, donde no te hace falta un trago amargo de whisky, porque ya te lo dan en el día a día o más bien “noche, a noche”. El cuervo negro seguía desaparecido y con eso mis sentimientos arruinados. Las cosas iban bien con mi entorno social, en realidad, nunca habían ido mejor. Y el teatro era el único lugar que acogía mis desnutridos sentimientos de amor y los dispersaba de forma muy práctica y liberadora. Así era como seguía con vida. Pero había algo más, aquello, lo único que me había hecho crecer completamente, estaba desapareciendo. La alianza se estaba evaporando tal como el alcohol lo hacía cuando lo dejaba un tiempo sin tapar. Las personas se iban, algunas se despedían, otras no. Y la peor parte era que hasta las personas que nunca creería que se irían lo estaban haciendo. Yo por mi parte, seguía allí, todas las noches preparaba comidas saludables, iba a practicar, buscaba lo que serían nuevas misiones que nunca se creaban. Esperaba ansioso una carta del duque… Pero así… Nada. No llegaban indicaciones de nadie y ya estábamos manteniendo el lugar en pie solo unos cuantos, que apenas se podían contar con una mano. Así es como empezaba a entrar en una tristeza nuevamente. La iglesia estaba ganando, una vez más, la revolución no era más que una utopía que jamás se podría lograr. Un simple desafío a la realidad.
Me iba maquinando mientras mis pasos relucían por la calle hastiosa de piedra, se escuchaba el ruido de mis zapatos importados de madera austríaca, recién ahora empezaba la importación y con mi mal estar, no me había importado siquiera cuanta cantidad de oro gastaba en ropa y joyería sin sentido. Murmuraba para mí mismo, quejándome de la insistente necesidad que tenía de tener un camino a seguir fijo, lo que era un destino o un simple deseo. Algo tan humano que los vampiros que sabían de esto se burlaban, así como lo hacía mi reflejo. — Es todo porque no hicimos las cosas bien… Si lo hubiésemos hecho a la perfección, él no se hubiese marchado… estoy seguro de ello… —Pateando el aire, miraba fijo al frente, a la oscuridad, esperanzado de que Emerick aparezca, que me diga las palabras tan ostentosas de siempre “¿Habéis dudado de mi fidelidad? Venga, sigamos cazando inquisidores, ¿jugamos al que hace más gana?” Simplemente imaginarlo diciendo eso me hacía sentir una brillante esperanza en mi interior. Y en ese instante, en ese claro momento en el que pensaba eso, lo vi. Era la viva imagen de Emerick reflejada a varios metros de distancia. El olor a perro mojado se sentía tanto que penetraba mis sentidos. Mi sonrisa se forjó como hierro sólido y corrí a buscarlo.
Giré en la esquina y di varios pasos a lo que era un callejón sin salida, sin entrar, esperándolo desde afuera. — ¡¡Emer-… — Las palabras se extinguieron de mi garganta, formaron un nudo tan grande que por un momento pensé que me había quedado sin voz o que me largaría a llorar. No era realmente decepción, allí estaba uno de los más grandes lycanes que podría tener el honor de conocer. Un pulgoso que era rabioso y bastante modesto, pero sin embargo un gran luchador. Era uno de los que mantenía a la Alianza en pie. Aunque era en realidad, el nuevo líder. Yo acataba sus órdenes, aunque no con la misma “simpatía” que como lo hacía con Emerick, no podía pensar que él simplemente se había ido a Escocia y nos había dejado abandonados. Hasta había pensado en que Eerin era solo un traidor que se uniría a la iglesia. Pero luego de aquel acontecimiento donde nos salvó a todos, mis dudas habían quedado despejadas. Y aun así, me sentía engañado, a tal punto que tenía ganas de reprocharle por el solo hecho de estar allí, parado en cerca de donde yo estaba, haciéndome las falsas ilusiones de que este cuento inverosímil no había terminado.
— ¡¿C-como que qué quiero?! ¡No seáis grosero! U-ummgh… Pulgoso de pacotilla… No os estaba persiguiendo, caminaba por aquí y-y… Pensé que erais otra persona. — Fue la salida de un susurro entrecortado lo que probablemente daría a conocer mis sentimientos de decepción y nostalgia y sus siguientes palabras fueron como pequeñas astillas de madera clavadas en mi rostro, pues lo deformaron de forma tal que podría hacer llorar a cualquier niño pequeño. — ¡¿Desde cuándo?! S-si no habéis dicho nada en las últimas semanas! ¿Por qué no lo habéis dicho antes? ¿Os he dicho ya que sois el peor? Pensé que vos nos llevaríais a la victoria… ¿No eras el nuevo líder? — Mi mirada sucumbió, mis lagrimales se tornaron brillosos, como un pequeño gato abandonado que esperaba no terminar en la lona nuevamente. Esperando que un pequeño destello de salvación lo logre sacar de esa tempestad. Y cuando el lobo siguió caminando, lo seguí, mancha blanca y negra eran dividas por la sombra de las calles, esperando una señal, algo mínimo. — Ya que estáis aquí, bueno, podríamos charlar de las nuevas misiones. Hay rumores de que quemarán a una bruja pronto, no la salvaremos? Y-yah! Dejad de caminar, amenos miradme cuando os estoy hablando. ¿O seréis como Emerick? ¿Os iréis sin dar más señales? — Le reprochaba mirando por un segundo al piso, contando las piedras que nos distanciaban con el lobo, buscando la posibilidad, mínima aunque sea, de hacer resurgir la caída de la alianza.
“Un castillo se derrumba, un castillo se va con su rey. Pero los de adentro pueden seguir vivos, pueden seguir luchando, reconstruirse y quedar en pie.”
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Re: La alianza de los soñadores cae [Privado]
“Si algo fuerte y divino hay en el hombre, es la voluntad.”
Jacinto Octavio Picón
Jacinto Octavio Picón
Era un niño perdido, asustado, buscando un guía, luego de alejarse tanto de casa, ya había conocido varios de ellos, por alguna razón le recordaba a su Dillono y eso hacía que lo odiara, no porque destostara a su querido hermano menor ¿Cómo podría hacerlo? Pero no podía evitar que su recuerdo fuera acompañado por su doloroso final y la locura, de que Eerin nunca quiso prestar atención, se había vuelto ciego, por el bien de él, de su ser egoísta. El tenia hostilidad con todos, no podía evitarlo, estaba en su naturaleza, la única que lo mantenía en paz total y parecía más un perro faldero, que un lobo, era aquella dama, que debía estar ansiosa por disfrutar la noche de bodas adelantada.
Su mente se distrajo, encontrando paz, en una noche tormentosa y llena de peligros, eso era malo, ya comenzaba a sentir el peso de la vejez, no era el mismo de siempre, mucho había cambiado, aunque no se notara. Había madurado, había crecido y avanzado, como humano y sobrenatural, quien diría que hubiera podido controlar su odio hacia los licántropos, aunque aun odiaba por completo, con deseos de sangre a su creadora, aun extrañaba su humanidad, pero estaba agradecido de poder haber seguido vivo hasta el día que encontró a Mar Santini. ¿Muy contradictorio? Aun seguía siéndolo, por suerte, eso no había cambiado, era más calmado, centrado en sus asuntos, había olvidado ya los deseos de hacer el bien por los demás y se había centrado en buscar la felicidad.
—Hero... — susurro su nombre con tranquilidad. Su cuerpo de detuvo de inmediato, cortante, sin ningún aviso. Entrecerró sus ojos, sintiendo como una oleada de frio atacaba su cuerpo, por unos momentos sintió que comenzaba a temblar, pero la temperatura de su cuerpo era alta y faltaba algunos grados más para que pudiera sentir verdadero frio, aun así, se podría decir que era un cruel invierno, el que estaban viviendo los parisinos — ¿No crees que parís de blanco se ve hermosa? — pregunto girándose, para quedar al frente de él — ¿Cuántos años tienes? Los reales, no quiero saber lo que veo ante mis ojos; mis años me han enseñado a no fiarte de lo que veo — señalo, mirándolo detenidamente de arriba hacia abajo, detallando hasta sus lujosos zapatos, no le impresionaba, los vampiros siempre tendían a ser ostentosos, les encantaba vestir su cuerpo muerto con lo mejor de lo mejor.
— Yo no soy Emerick, nunca fui un líder, ustedes me quisieron ver como tal, pero mis intereses están en otra parte y te aseguro que no estoy ansioso de liderar a la muerte a mas sobrenaturales — retrocedía de la muerte, comenzaba a tenerle, se sentía aliviado de ser difícil de matar. Al parecer el amor cambia a las personas, las mujeres tienen una maldita fuerza, que comenzaba a odiar, pero no tanto como la amaba. Ella tenía la habilidad de trasformar, de moldear, pero no, ella no había decidido todo eso, el lo había hecho, aunque estaba seguro que lo sabía, estaba al tanto de que como ella, Eerin habría tenido que dejar tantas cosas para poder estar con ella — ¿acaso no lo vez? Si estoy metido en un conflicto bélico, mis allegados estarán en peligro y yo... y yo no… — giro su rostro hacia un lado, gruñendo por debajo, maldiciendo hacia sus adentros — Yo no quiero eso… — susurro entre dientes y muy bajito, casi como para que no lo oyeran, pues lo menos que quería era mostrarse emotivo, ya lo había hecho con Layla y no estaba de humor como para hacerlo otra vez y menos con un vampiro a quien no debería estar dando explicaciones.
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Re: La alianza de los soñadores cae [Privado]
“No soy un niño indefenso, aunque el desespero se cuela por mi piel, busco la salida. Voy en busca de aquella libertad de la que hemos sido privados desde que nuestro yo actual fue creado. Como puedes pensar que eso es simple infantilismo?”
Su mirada seca me penetraba y provocaba que de mis labios salga un jadeo de miedo inestable. Sentir como el frío calaba por mis dedos que estaban al descubierto, lo hacía todo más extraño. Ceñido ante los tormentos del caminar del lobuno, me acobijaba más con la bufanda, sintiendo como el vapor de mi boca salía y se perdía hacia arriba. No sabía realmente que hacer, estaba enojado, porque aquel hombre no me daba lo que yo deseaba. Mi capricho y egoísmo habían sido clamados desde hacía ya algún tiempo, pero cada tanto, me consumía y tenía arrebatos de locura, algo que no podía controlar. Pero la mirada del lycan me tranquilizó de repente, como se volteó a mirarme, sus leves patas de gallo alrededor de sus ojos me hicieron sentir más pequeño, de repente supe que es lo que diferenciaba a un vampiro de mil años, con un anciano humano. La sabiduría era lo que se colaba por la piel y los ojos. Miré unos segundos al piso y poco a poco me enfrenté a su mirada y a sus preguntas, las cuales me resultaban increíblemente extrañas. Pero miré alrededor y sonreí. — Me gusta mucho como queda de blanco, aunque mi jardín sufre por la nieve y las lluvias. Es lindo cuando la miras desde arriba. — Recalqué subiendo un dedo, dejando que una risa de tonalidad baja y ligera se colara por el aire. No sabía a qué se debía la pregunta, pero extrañamente tampoco pregunté y solo me quedé escuchando sus nuevas consultas.—No sé por qué me preguntáis, pero tengo veintisiete años. Y no me importa que digáis que soy joven o cosas así… Así que no me intentéis convencer con esas cosas de gente grande, porque ya sé que tenéis más años que yo. — Me defendí antes de que atacará y mis mejillas se inflaron como las de un niño molesto, entrecerrando los ojos, provocando que estos se vuelvan un poco más achinados de lo habitual.
¿Qué era lo que veía? La sombra de un hombre enamorado y temeroso de la destrucción de su círculo amoroso fue lo que salió a relucirse, como si su aura cambiase a un color más pastel y me quedé asombrado. En discordia conmigo mismo, yo estaba en esa organización justamente para poder acabar con las personas que perseguían a quien amaba. Y él escapaba de ello por la misma razón. No entendía cómo podía ser aquello, pero luego de unos segundos más o menos lo entendí. Ellos no tenían toda la eternidad para poder estar juntos, ellos buscarían, posiblemente, crear una familia y todas esas cosas semi humanas. Eso me hizo entender, rápidamente, la gran diferencia entre los demás seres sobrenaturales y los vampiros. Vivir eternamente bajo la luna, ese era nuestro motivo de intentar vivir en tranquilidad. Los demás, podían escapar, vivir y morir como un humano normal. Bajé la cabeza una vez más y me acaricié la nuca, dejando que la tristeza invadiera mi pecho. — Y, ¿qué haré si no estáis para guiarnos? No tengo peso de líder, no puedo hacer eso; no hay nadie más en quien pueda confiar para hacer esto… — Cubrí mis labios con mi pálida mano y dejé salir un leve gimoteo, moviendo mis pies en el lugar.
Maldita era la necesidad que tenía de estar en un grupo que tenga los mismos intereses que yo. Necesitaba, de alguna forma u otra, encontrar la salida a aquella encrucijada, la inquisición no pararía de perseguirnos y ahora no tenía ayuda que me valiera. Estaba solo y no importaba los guardaespaldas que pudiese contratar, si se trataba de inquisidores nadie más que nosotros mismos les podría hacer frente. Y era imposible ocultarnos, para nosotros los vampiros, seres que no podían viajar en la luz del sol. Era imposible ocultarnos completamente de la sociedad. Quise tirarle con algo, ir y golpearle en el pecho hasta que todo mi odio se termine. Pero no fui lo suficientemente estúpido como para hacer eso. Más bien, metí las manos dentro de mis bolsillos y suspiré. —Sois un buen hombre, vuestros ojos derrochan sentimientos en este momento. No puedo hacer nada cuando se trata de eso. Lo sé, porque conozco la sensación. ¿Cómo podría seguir insistiéndole a alguien que desea proteger a su “familia”? Pero yo no tengo de eso, mi familia son todas las personas que me rodean… Te vimos como un líder por que vos mismo os metiste en ese puesto. No nos puedes culpar…— Insistí y suspirando di un paso hacia atrás. Me mordí el labio inferior y pateé un bollo de papel que había en el suelo, mirándole de reojo con mis ojos que derrochaban decepción.
“No pereceremos en manos de la iglesia. Somos los verdaderos damnificados”
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Re: La alianza de los soñadores cae [Privado]
“¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? -Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar, dijo el Gato. No me importa mucho el sitio, respondió Alicia. Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes, le contestó el Gato.”
Fragmento de “Alicia en el país de las maravillas”
— Lewis Carroll
Escritor ingles
Fragmento de “Alicia en el país de las maravillas”
— Lewis Carroll
Escritor ingles
Eso no llegaba a nada, no iba a ningún lugar, se había estancado en una conversación, que había muerto, antes de comenzar. Con una mente joven no se puede conversar, piensan que tienen todas las respuestas, toda la vitalidad de la juventud al frente de ella, cegándolos completamente. El se defendía, trataba de hacerlo, pero Eerin estaba convencido, a cada segundo que pasaban junto a él, que si no fuera por su condición de vampiro, aquel infantil e imprudente joven, hubiera sido comida de los gusanos desde hace mucho tiempo. entrecerró sus ojos, suspirando largamente, la tristeza de Hero había entrado a su cuerpo, movido su alma, ahora lo veía como un pobre chico, que buscaba un lugar para encajar, un lugar en donde fuera bienvenido, eso era lo que le había dado la alianza, que Emerick había formado, una unión, que Eerin, tal vez nunca entendería.
— ¿No hay mas nadie? — repitió sus palabras, ladeando su cabeza, mientras detenidamente — ¿Por qué no lo intentas? — se quejo. — ¿Por qué yo? ¡Maldita sea! — sin darse cuenta había alzado su voz, dejando salir su cólera contenida. Sacudió su cabeza, moviéndose de un lado a otro, como si fuera un animal acorralado. — Yo no decepcione a nadie, tú lo sabes, pero como no tienes a Emerick cerca, debes echarle la culpa a alguien — gruño, alzando la vista hacia el cielo. Que bella se veía la luna en ese momento, le encantaba verla, sentía que se podía perder y olvidar la presencia del vampiro si no se centraba en la presencia de este.
Bajo la mirada, para encontrarse con su mirada, llena de decepción, eso le molestaba, le estaba poniendo toda la carga a él, eso no era justo — Te diré un secreto, querido amigo — miro hacia el piso, para luego fijarse nuevamente en el — Mientras vivan los problemas, que inquieten a las personas, con corazones rebosantes de cambio, siempre habrá con quien luchar, tal vez mejores que con los que los has hecho — ahora daba media vuelta, decidido a irse definitivamente, el no era el lobo indicado, para escribir ese capítulo en la historia, pues había tomado un camino diferente al que había elegido anteriormente. — Solamente debes buscar a los que tengan ese fuego en el corazón, el mismo que tu también tienes — el en algún tiempo había tenido esa llama en su interior, pero era increíble, como las personas podían cambiar por el paso del tiempo y de las experiencias que estos vivían, también por el amor, ese era y siempre seria el verdadero culpable de todo: El amor. El loco amor que sentia por Mar, que lo llevaba a alejarse de todo, que podria hacerle daño alguna vez.
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Re: La alianza de los soñadores cae [Privado]
“¿Y si en vez de escapar intento ir de frente a la realidad? ¿Qué pasaría si en vez de esquivar, ataco? Dime por favor, encuentra la respuesta junto a mí, creo que soy demasiado estúpido para poder encontrarla por mí mismo”
Quería llorarle, rogarle que me ayudara, pero ya era el fin. Quizá sería mejor si me escabullía, si me escapaba con Nicolás de esa ciudad. Ir tan lejos que siquiera la inquisición exista allá a donde vayamos. Me quedaba esa esperanza, el hecho de que él hubiese vuelto a mí. El pequeño halo de luz se hacía presente en las profundidades de mi atormentado vientre. Elevando mi cabeza para encontrarme con unos ojos, quizá demasiado maduros. Pero era algo carente de significado para mí, la inmortalidad hacía que no cambiemos nunca y a pesar de eso, el iris de los ojos se tornaba más opaco a medida que el tiempo pasaba, siendo los ojos más antiguos de un tinte casi de piedra. Y por ello podía distinguirlo, podía sentir su edad pesada en el interior de su alma. Suspirando pasé las manos por alrededor de mi cintura, abrazándome como quien empieza a sentir un mareo.
Aquel grito alzado provocó que mi columna se irguiera, era la primera vez que lo escuchaba en ese tono tan elevado y molesto. Era el miedo lo que corría por mi piel y supe en ese momento que por algo había sido el líder, aunque fuese por un corto período de tiempo. — L-lo siento. Sé que no tienes la culpa, yo soy el del problema, me siento solo en esto… — Pude ver su molestia, la empatía me golpeaba en el rostro, queriéndome moler a palos. Pero me mantenía quieto, mirando su espalda, observando la silueta de quien había decidido tomar otro camino. Ese era el destino… ¿El de todos? Sus palabras se quedaron en mi cabeza, pero no fueron procesadas suficientemente rápido para entender su significado. Era algo tan lúcido, que no podía pasarlo en limpio. Estuve a punto de dar dos pasos hacia delante, para volver a seguirlo pero fue como si algo me agarrara por la espalda, me negara seguir caminando. Mi conciencia estaba jugándome malos tratos, estaba deteniéndome, porque sabía qué era lo correcto.
— ¿Sabes lo extraño que suena que le digas a un vampiro que tiene fuego en el corazón? — Le reproché con una sonrisa dulce, casi aniñada, manteniéndome en la distancia mientras jugaba con un anillo de mi mano, uno en forma de cuervo que me miraba expectante. Ladeé la cabeza y observé como aquel hombre que tanto había hecho por mí, seguía su camino. Le deseé suerte, pero no en voz alta, quizá pensaba que así perdía su significado. Aunque en ese instante pensé que había sido la cobardía y el pequeño resentimiento que seguía en mí. Lo que me había prohibido poder entablar una frase a su favor. Solo fue cuando estuvo lo suficientemente lejos, que miré al piso y repensé sus palabras. Cobraban un poco de sentido, pero aun así, ¿qué tan fácil podría ser crear algo como eso? Era imposible, por ahora, tendría que esconderme, si el tiempo estaba a favor de la vida sobre natural, mejores momentos vendrían.
—Gracias, mantendré el fuego que no quema, en mí, solo para mostrarte que aún somos mejores que ellos… — Fue su espalda lejana, la que me respondió, pero abracé sus ideas, me las llevé conmigo tan adentro como fuese posible. La luna aún me alumbraba como si fuese uno de esos faroles del teatro. Quise cantar y descubrí que mi voz estaba rasposa, carente de energía. Y fue en ese preciso instante cuando las lágrimas en mi rostro me hicieron notar el llanto que estaba teniendo. Sentí vergüenza, ¿podría él ser capaz de oler la sal y el agua a tanta distancia? No lo sabía, pero así como de improviso aparecí, me fundí con la oscuridad, yendo tan rápido, que un humano pensaría que era solo la briza del invierno.
“Es el fin de la Alianza, pero el principio de un nuevo desafío.”
CERRADO
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