AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Alianza en fuego de Moscú | Privado | The World War of the Black Swans
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Alianza en fuego de Moscú | Privado | The World War of the Black Swans
Diciembre de 1802
En algún Hotel de Moscú
En algún Hotel de Moscú
El calor del cuerpo desnudo de Mirella junto al suyo, en un abrazo con las manos enlazadas era algo que nunca creyó que viviría después de lo que había vivido. No solamente por alcanzar el título más alto de la milicia en Prusia; sino también por su fama de mujeriego, nunca creyó estar en una relación estable. Mas ahora con Mirella se daba cuenta de que nada de lo que uno pueda pensar sobre su futuro se realiza tal como se planea. La vida le mostró que existe el destino y por mucho que quieras cambiarlo, éste termina por alcanzarte; en ocasiones abrumándote y en otras bendiciéndote. En el caso de Killian era una bendición. Así, con sus ojos cerrados abrazaba a su duquesa que aún dormía, Killian depositó su cabeza en la espalda desnuda que pertenecía a la mujer que se convertiría en pocos días en su esposa. No eran ya la escolta de a duquesa, el amante traído de Prusia, ahora era su prometido y pronto su esposo. Eran felices, las malas lenguas sobre que él sólo buscaba su título pasaban desapercebidas para ellos. Empero, Killian ocultaba un secreto a Mirella, desconocía si su esposo hablaba con ella de las relaciones comerciales, si lo hacía el apellido White debía conocerlo y contarle que era un Cisne no iba ser sencillo y mucho menos cuando el ducado Arezzo habían sido aliados de los Londinenses casa a la que Killian permaneció y que desató las circunstancias de la muerte del duque porque, o sí. Aquel que ya no se consideraba Cisne sabía por qué el duque había muerto. ¿Sí se los revelaba ella lo amaría? Él no lo sabía y tenía miedo y conforme se acercaba la fecha de la boda un terror lo invadía de que algún invitado lo reconociera como un Cisne.
En un suspiro languido, ocultando el temor observó sobre la cómoda que le pertenecía y vio una carta, desnudo como dormían ambos cada noche que desataban el fuego de sus cuerpos, se puso una bata y se levantó caminando al mueble. Era una carta dirigida a él; con el sello del rey de Prusia, pero más importante aún escrito su nombre, era como si en fuego estuviera presente el título de Cisne. Killian entró en desesperación, por un momento no supo que hacer, se quedó totalmente petrificado. Sólo el terror de que Mirella despertara lo obligó a entrar en razón y abrió la carta.
Killian no se permitió soltar la carta pese a que eso era lo que deseaba hacer, de nuevo precipitado, aterrado. «¿Qué iba hacer?», Brandeburgo lo dejó claro, no tenía otra opción que entrar en esa guerra que, si bien es cierto Killian hubiera querido, orquestaba Brandeburgo para su propio beneficio. No podía detener a tantas naciones, no tiempo para saber que era de los Yorkshires o de los Nottinghams, ni si quiera sabía si era posible unirlos, saber que aliados podrían ayudarle. Tenía que hacer lo que el rey de Prusia le exigía por Mirella, prefería que lo odiaría pero estuviera con vida a que lo amara y terminara muerta porque a Killian lo mantendrían vivo como una tortura por su desobediencia.
Adoptando su papel de Cisne se quitó el anillo dde su dedo anular, sigilosamente se vistió con ropas adecuadas para el frío y cabalgó en el amanecer, cuando los criados estaban aún dormidos y como bien decía la carta que llevó con él para que Mirella no se enterara del propósito de haberla dejado. El barco estaba listo para zarpar. El viaje a Rusia fue de casi dos meses, la ropa llevó consigo terminó por no servirle y en el puerto de Rusia compró pieles, botas y pantalones que le ayudaran a soportar el frío. Estando en tierra se le entregó un sobre con le nombre del hotel, el carruaje echó andar y por semanas no pensó más que en Mirella «¿qué está haciendo ahora?» en ocasiones a Killian se le salían las lágrimas, le había roto el corazón, más roto del que él mismo tenía. Pero cuando le anunciaron que llegaron a Moscú pensó en Morgan, «¿cómo sería?, ¿qué era lo que tenía en mente Brandeburgo?, ¿por qué él precisamente tenía que hacerlo y no lo delegaba a otra persona?» llegaron, nevaba de una forma tenue que le permitía observar la estética oriental rusa. Era bella, ya había estado en Rusia en una campaña pero no era lo mismo campañas y campamentos a un hotel que se decía era de renombre, lo mejor de lo mejor.
Salió del carruaje y con dos escoltas avanzó entre la nieve totalmente abrigado, el invierno era fuerte y no supo porque se preocupó porque Morgan no pasara por este inconveniente. Uno de los escoltas se adelantó y le abrió la puerta, entró y el frío desapareció, el segundo escolta le quitó el abrigo dejándolo con su traje negro de corte ingles, moño negro y camisa de un blanco inmaculado, desabrocharon sus botas y al dar dos pasos hacia adelante estaba ya con unos zapatos negros bien lustrados que reflejaban la luz de los candelabros. La recepción era amplia, Killian, sin llevar barba y bien perfumado volteó a ver de un lado a otro el lugar, en asientos encontró a hombres y mujeres. «¿Quién era Morgan?», debía de ser joven si era una asesina y bastante hermosa, así eran ese tipo de mujeres. El ya aceptado Cisne suspiró y esperó a que ella fuera a su encuentro en ese momento se le vino a la mente el propósito de porque él la tenía que ver... «Brandeburgo quería usar su encanto sexual para que mediante el sexo se ganara a la alemana». —Será... —se serenó, no esperaba que de pronto llegara Morgan y preguntara ¿será qué o quién?
En un suspiro languido, ocultando el temor observó sobre la cómoda que le pertenecía y vio una carta, desnudo como dormían ambos cada noche que desataban el fuego de sus cuerpos, se puso una bata y se levantó caminando al mueble. Era una carta dirigida a él; con el sello del rey de Prusia, pero más importante aún escrito su nombre, era como si en fuego estuviera presente el título de Cisne. Killian entró en desesperación, por un momento no supo que hacer, se quedó totalmente petrificado. Sólo el terror de que Mirella despertara lo obligó a entrar en razón y abrió la carta.
Killian White Killian, Cisne Londinense: Admito que me llevé una sorpresa grande cuando a tu marcha me enterase de tus progenie. Al principio lo único que pensaba era enviar a mis asesinos para matarte a ti y a la duquesa aprovechando la situación para colonizar las tierras de los Arezzo. Lo sabes por lo que los Londinenses han hecho de nuestro tratado y lo que nos ofrecen los Nottinghams ofende mi orgullo al creerse salvadores de Prusia. Entonces pensé, ¿por qué no utilizar a Killian para recuperar su poder como Londinense y el tratado que teníamos establecido vuelva a ejercerse? Somos pocos, pero yo sé que la administración general pertenece a los Londinenses y que ustedes los ingleses han hecho algo inaceptable, conceder el poder a la mujer sólo por nacer primero cuando es bien sabido que es el hombre quien debe de llevar las riendas de la administración en lo que refiere nuestra situación. Tu hermana se equivocó delegando el poder a la Iglesia afectando a todos los socios que éramos leales a los Londinenses. Por eso, bajo alianzas con Hungría, Rumanía, Rusia y más reinos del Sacro Imperio Romano estamos dispuestos a iniciar una guerra. Te convocamos Cisne Negro para que seas parte de este movimiento como líder al ser uno de ellos. ¿Tu boda era en unos días? Cuando leas esta carta un coche te estará esperando en las afueras del ducado, un navío rumano te llevará a Rusia, te vas a entrevistar con Morgan Strauss; una mujer tan mortal como su belleza. Las apariencias engañan bien lo sabes tu teniendo a una hermana como asesina. Es posible que no la reconozcas pero ella a ti sí. Morgan puede ser una pieza fundamental para el occidente de Alemania, sus influencias militares no son muchas pero si puede contar con un gran números de asesinos a sueldo. Si la consigues como aliada podrás saber que tanto conviene su partipación y verás que no me equivoco. Killian eres el general de esta guerra que se aproxima. Sabrás la ubicación del hotel cuando estés en el navío rumano. Con afecto, Rey Brandeburgo. | IGNEOUS |
Killian no se permitió soltar la carta pese a que eso era lo que deseaba hacer, de nuevo precipitado, aterrado. «¿Qué iba hacer?», Brandeburgo lo dejó claro, no tenía otra opción que entrar en esa guerra que, si bien es cierto Killian hubiera querido, orquestaba Brandeburgo para su propio beneficio. No podía detener a tantas naciones, no tiempo para saber que era de los Yorkshires o de los Nottinghams, ni si quiera sabía si era posible unirlos, saber que aliados podrían ayudarle. Tenía que hacer lo que el rey de Prusia le exigía por Mirella, prefería que lo odiaría pero estuviera con vida a que lo amara y terminara muerta porque a Killian lo mantendrían vivo como una tortura por su desobediencia.
Adoptando su papel de Cisne se quitó el anillo dde su dedo anular, sigilosamente se vistió con ropas adecuadas para el frío y cabalgó en el amanecer, cuando los criados estaban aún dormidos y como bien decía la carta que llevó con él para que Mirella no se enterara del propósito de haberla dejado. El barco estaba listo para zarpar. El viaje a Rusia fue de casi dos meses, la ropa llevó consigo terminó por no servirle y en el puerto de Rusia compró pieles, botas y pantalones que le ayudaran a soportar el frío. Estando en tierra se le entregó un sobre con le nombre del hotel, el carruaje echó andar y por semanas no pensó más que en Mirella «¿qué está haciendo ahora?» en ocasiones a Killian se le salían las lágrimas, le había roto el corazón, más roto del que él mismo tenía. Pero cuando le anunciaron que llegaron a Moscú pensó en Morgan, «¿cómo sería?, ¿qué era lo que tenía en mente Brandeburgo?, ¿por qué él precisamente tenía que hacerlo y no lo delegaba a otra persona?» llegaron, nevaba de una forma tenue que le permitía observar la estética oriental rusa. Era bella, ya había estado en Rusia en una campaña pero no era lo mismo campañas y campamentos a un hotel que se decía era de renombre, lo mejor de lo mejor.
Salió del carruaje y con dos escoltas avanzó entre la nieve totalmente abrigado, el invierno era fuerte y no supo porque se preocupó porque Morgan no pasara por este inconveniente. Uno de los escoltas se adelantó y le abrió la puerta, entró y el frío desapareció, el segundo escolta le quitó el abrigo dejándolo con su traje negro de corte ingles, moño negro y camisa de un blanco inmaculado, desabrocharon sus botas y al dar dos pasos hacia adelante estaba ya con unos zapatos negros bien lustrados que reflejaban la luz de los candelabros. La recepción era amplia, Killian, sin llevar barba y bien perfumado volteó a ver de un lado a otro el lugar, en asientos encontró a hombres y mujeres. «¿Quién era Morgan?», debía de ser joven si era una asesina y bastante hermosa, así eran ese tipo de mujeres. El ya aceptado Cisne suspiró y esperó a que ella fuera a su encuentro en ese momento se le vino a la mente el propósito de porque él la tenía que ver... «Brandeburgo quería usar su encanto sexual para que mediante el sexo se ganara a la alemana». —Será... —se serenó, no esperaba que de pronto llegara Morgan y preguntara ¿será qué o quién?
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Killian White- Humano Clase Alta
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