Campo de batalla entre una copa de vino y el milagro de la vida | Privado | The World War of the Black Swans

junio de 1803

Scott no conocía la ansiedad, ni siquiera cuando estuvo con Danna, y en aquel momento no era la excepción. La carta de Chelsea no revelaba mucho y aunque Scott quisiera darle vueltas al motivo de las pocas palabras no las arguyó a la discusión por el compromiso con la duquesa, o el que quisiera ocultar al comerciante. Simplemente ella era así.

Llegó al restaurante quince minutos antes, siempre lo hacía. El Nottinghams tenía que estudiar el lugar, saber quien estaba presente para anticipar el hecho de ser interrumpidos o preparar una intervención sí el camino del negocio lo ameritaba; conocer a los meseros era fundamental, observarlos, ver quien era torpe y quien era hábil, hacerlos complices, involucrarlos en lo que se convertiría en un juego sí su cliente era un bufón. La alianza para ahora no significaría mucho si se trataba de una mujer «es importante este cliente» decían unas líneas de Chelsea y si tenía que ser seductor lo haría, siempre y cuando no violara la integridad del compromiso y ofendiera a su prometida. Por el momento todo parecía normal, no había nadie conocido por lo que Scott tuvo tiempo para ver su anillo de compromiso y sonreír.

Entonces escuchó un taconeo, una forma particular de caminar sobre el mármol. Scott alzó la vista, desde donde estaba no veía la puerta, era necesario girar pero no lo hizo, miró al frente, a las mesas que estaban por lo menos a dos metros de distancia la una de la otra. El lugar era un espacio muy grande, de gala y colores rojos. columnas doradas y todo mundo bien trajeado y la mujer fina con hermosas joyas y elegantes peinados. Los pasos eran más comprometedores sobre su espacio, iban hacía él y sabía de quién se trataba la pregunta era ¿por qué?, o tal vez ¿cuándo?, o quizá Scott no tenía una pregunta para formular, la correcta. Annalise le rodeó por la espalda hasta estar frente a él, a un costado de la silla que le correspondería.

Pero la sorpresa para Scott no era Annalise, al menos no ahora, su presencia que creyó sería lo que lo anonadoría no resultó ser eso. Ella estaba en estado y seguramente era suyo. El cuerpo de Scott se estremeció, una gota de sudor apareció cerca de su oreja derecha pero no se dejó petrificar, no permitió que ella con su carácter le tuviese que decir lo que nunca hubo ordenado... acercarle la silla. El Cisne Negro guardó dentro de sí su asombro y se levantó, no con prisa, fingió estar sereno, ser el de antes o al menos el Nottinghams de Annalise, el descarado seductor que comparten carácter a lo que refiere la lucha de poder y la negación a la atadura del matrimonio. Llegó hasta ella y le hizo una caravana sosteniendo su diestra y depositando un seductor beso, luego sacó la silla de la mesa y se la acercó para que sentara, una vez hecho el protocolo regresó a su asiento totalmente aterrorizado por sentir esa piel que llevaba consigo dos vidas y una de ellas, la que seguramente era hijo suyo.

Si bien era cierto que a ella nadie la ataba, que podía hacer lo que quería, tener a cuantos amantes quisiera no era mentira cuando ella aseguraba que era el mejor y no podía reemplazarlo. Annalise era muy posesiva con él y si su argullo alguna vez se doblegaba entregaría su corazón a Scott, porque a pesar de todo lo amaba, él lo sabía porque los ojos detrás de la máscara de Annalise eran los mismos que los de Chelsea. Hubo un silencio que nunca se formaba entre ellos, la mirada de Scott se perdió en los ojos de la que era su amante una de las mejores ahora que Chelsea dejaba de ser el amor de su vida y pasaba a segundo término.

En esos breves instantes reflexionó en Chelsea, ¿hermana o amante?

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