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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Jue Oct 24, 2013 9:03 pm

Había pasado apenas unas horas de que se había despedido de el, no sabia lo que había pasado con el, pero cuando despertó en su habitación, por las sirvientes que ya tenían la tina preparada y un vestido de colores oscuros aun lado de la cama, se dio cuenta de lo peor, irían a la ejecución. Al final se había entregado, la bruja miro con tristeza todo lo que le rodeaba, la habitación había parecido cobrar un extraño color gris y el aire era pesado, hasta a las dos damas que estaban allí para ayudarle a la joven, parecían tener problemas para respirar.

Bañada, vestida y con su cabello limpio, se dirigió con sus padres a un carruaje, que los llevaría a aquel lugar, puesto, que eran las víctimas de la ocasión, debían estar al frente de todo, mirando en primera fila, su madre no le hablaba, su padre, entre las faldas de ellas, entrelazo sus manos, para tratar de darle apoyo moral, pero nada funcionaba, tal vez Anne-Sophie iba a estar allá, mirando encantada, como la vida de su hermana terminaba derrumbándose completamente, gracias a la avaricia contagiosa de su maldito marido.

Su madre no había querido escuchar nada, estaba sorda y mucho más para cuando hablaban de la hermana mayor de Aitziber, su querida instruís, que fue, envenenada por los prejuicios mal puestos de la sociedad y de ella misma. El carruaje se detuvo, había tanta gente, que era difícil moverse ella, pero por suerte lograron hacerse espacio en para estar al frente de aquella gran tarima de madera, en donde estaba colgante, amenazador y peligroso, la soga, que pronto estaría en el cuello de Teng, cuando pensó en eso, sus ojos se pusieron brillosos y solamente pudo buscar refugio en el abrazo de su padre, mientras su madre, se quejaba del show que estaba montando, por un mugroso pirata.

—Padre no quiero ver esto… — le suplico, quería irse, quería desaparecer, pero, su padre la mantuvo firme en ese mismo lugar, era algo duro para él, también ver como su pequeña niña se derrumba, pero sabía que ella era fuerte y terminaría sobreponiéndose. Los soldados aparecieron, encabezándolo Bruno, cuando lo vio, sintió que una furia llegaba a ella, estuvo a punto de mandar a algún ente para que moviera algo y lo hiciera caer en medio del lugar, pero todos sus planes quedaron en la mente cuando vio que al final, amarrado, como si fuera un animal, traían a su amado. No pudo evitar, sentir que su mundo de derrumbaba, mientras lo veía caminar lentamente, hacia su perdidos — Teng — gimoteo, no teniendo fuerzas para gritar su nombre, lo único que pudo hacer fue sentir que se derrumbaba en los brazos de su padre, mientras susurraba el nombre del pirata, una y otra vez, como si fuera algún tipo de conjuro que la salvaría. — Que alguien lo ayude por favor, el no puede morir, no puede — decía desesperada, mientras su cuerpo era sujetado por su padre. Con firmeza, para que no cayera al  suelo mugriento en que estaban parados.
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Mensaje por Bruno Ponte Lemaere Vie Nov 08, 2013 2:37 pm

Sinceramente en esa noche podía olerse el olor a victoria en la ciudad parisina, él estaba vivo, se sentía como su corazón estaba siendo acelerado por la adrenalina, casi podría sentirse dichoso por ser el que se ocupaba de ese asqueroso pirata y el que lo vería colgado finalmente de una soga, obviamente con toques épicos de su más practicado chantaje con otros trapicheos que habían ayudado a elevar la fortuna de los Lemaere, sin más, pero obviamente se lo guardaba para sí. A su mujer, solamente le compraba detalles, caprichos al igual para sus tres príncipes, dueños de su corazón y de su vida. A Bruno, solamente le importaba la comodidad de su familia, la seguridad de esta y poder llevarlos al status social más alto en el que pudieran estar.

Su esposa, acabo enamorándose de ella cuando solamente era una monja de un convento, pero Dios solamente pensó que era buena opción en juntarlos en sagrado matrimonio-….Por una vez el maldito hizo algo bien…-Murmuraba mientras se ataba la corbata de seda verde marina, un color que le encantaba y precisamente fue un regalo de su amada. Las cosas pequeñas hay que disfrutarlas al máximo, pues cuando menos te lo esperas, puedes ser el más desdichado del planeta tierra y quedarte simplemente con las ropas que llevas encima.

Termino de acicalarse, estaba hecho un pincel, la ocasión lo requería, era el final de un capricho amoroso en el que pondría fin entonces, terminaría saliéndose con la suya como siempre, eso si no había ningún contratiempo en el que pudiera ponerle en evidencia – Bien…-murmuro de una vez, a la vez que se ponía la chaqueta, se miró por última vez en el espejo para después mirar a través de él un cuerpo de tez tostada, fino, elegante y sumamente suave; unos cabellos dorados caían por esa espalda, los que acariciaría si volvía con vida.

Termino por mirarla tras haberse girado en el sitio, la observaba dormir en el sitio, escuchaba la respiración tranquila que llevaba a cabo, sus pasos entonces solamente fueron a su lado, hacia donde ella dormía, sintiendo su respiración más de cerca, era pura incluso después de su pase por varios partos, hermosa seria la palabra que la definiría mejor. Ella era su panacea a sus dolores de cabeza, la que daría la vida por ella – Sophie…-murmuro con suavidad antes de posar sus secos labios sobre la frente de su mujer - …Te amo…-susurro solamente para ella, la arropo un poco más y le metió el brazo debajo de la manta ya que se había caído de su lecho, y ya por fin, se puso de camino hacia el gran momento que le esperaba en la horca.

Esperaba que aquel condenado al que le quedaba tan solo unas pocas horas de vida, estuviera rezando a su deidad para que pudiera salvarle el puto culo.
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Mensaje por Teng Jin-Ho Zhen Jue Nov 14, 2013 4:34 am

Había visto lo rápido que se acercaba la hora de su muerte. Tuvo que haber huido cuando se le presento la oportunidad, cuando podría haberlo hecho, pero no, lo habían encerrado contra una pared, dado una paliza y encerrado dentro de un calabozo. En teoría él tendría que estar en mar abierto, en una boda que se celebraría y tomando en posesión de la mano de su amada, pero en lugar de eso, estaba siendo arrastrado por los guardias de aquel capitán de la marina, tenía las manos atadas, con una cuerda alrededor del cuello como si fuera un animal. No tenía fuerzas para poder situarse de pie en aquel estrado en donde le colgarían, no tenía ganas de que su amada le viera, no cualquier cosa menos eso. Pero cuando llegaban a la plaza donde el seria colgado, vio en línea a muchas personas, incluidas su amada, su bruja que no parecía muy alegre de su muerte.

Solamente sonrió, porque al decir verdad, le alegro que ella pudiera estar ahí, no sentiría mal del todo. Estaba confuso y el ataque sorpresa de ayer, cuando llego una manada de lobos hacia las celdas en donde volvió, solamente aquello le hizo estremecerse del miedo, pero inmediatamente Fenrir, su más leal vasallo apareció para protegerle de aquellas bestias. Estaba convencido que habían sido soltadas para que fueran a matarlo, pero al parecer, estaba tan protegido que aquello no iba a pasar. Estaba a salvo ahí en esa celda con Fenrir, pero no fue como esperaba. De repente, el secreto de aquel hombre le fue revelado al fin al príncipe heredero del imperio de Singapur, le había sido revelado la sobrenaturalidad de su vasallo viéndolo convertirse en un hombre lobo, en una bestia que en pocos minutos, no dudo en atacar a Teng de una manera salvaje y cruel.

Teng intento defenderse, pero era demasiado tarde ya que el animal se había acercado a su espalda, completando el “set” de cicatrices a su cuerpo. La marca de su rostro, había cesado con los tratamientos dados en su rostro, pero aún seguía siendo algo horrible de ver. Vendado a medias, él simplemente veía por un ojo, por el otro veía, si, pero estaba aquella marca y solo se la enseño a su bruja la cual estaría viéndole desde abajo como era colgado. La marca de su espalda, estaba ahí. El mordisco que le dio cuando le bloqueo, dejándolo contra el suelo, fue lo más doloroso que pudo sentir. Entonces fue cuando se acordó de cuando su primo sufrió el abuso en lugar de él. Ahora podría comprenderle, ahora comprendía el anhelo que sentía al querer tener a un miembro de su familia cerca.

Iba caminando por la caminata detrás de los caballos de aquel grupo de soldados que lo encabezaba aquel llamado Bruno, el maniatado y del cuello lo arrastraban cual animal. Fue entonces cuando se fijó de nuevo en dirección a aquel atril en donde estaban los Lemoine, miro a aquel gordo y anciano hombre que le había contratado para que irrumpiera en su fiesta, para que buscara a su hija y le diera algo de acción a su vida pues la veía siempre en la misma rutina, para que saliera y conociera a alguien, pero seguramente no pensó que esto pasaría, no a un príncipe heredero del imperio de China mismamente.

Vio cómo todo le estaba dando vueltas, vio como todo se volvía borroso, estaba cansado, necesitaba descansar, temblaba de frio y se sentía el cuerpo arder por dentro. Escucho como aquel capitán decía “¡ALTO!” y los guardias que lo llevaban se pararon en seco, fue cuando entonces, simplemente unos segundos después, Teng jadeo suavemente cayendo  de rodillas, casi de bruces contra el suelo de la explanada de tierra de aquella plaza central. La muerte podría llevárselo antes de lo previsto, sin ni siquiera haberse colgado de aquella soga. La única manera de morir que quería para él, era la de sacrificarse por ella, sacrificarse, ponerse delante de su amada para poder protegerla y no perderla y que él se llevara el pago. Sería justo.

¿Tanto había pasado para que la amara tanto y quisiera dar la vida por ella? La verdad que sí, había surgido algo entre ellos que nadie podría borrar ni si quiera poder separarles.

La espalda le escocia aun y no tardó mucho en caer de lado contra la arena de aquella plaza, agotado, exhausto y con una fiebre muy alta. ¿Qué es lo que le había hecho Fenrir? ¿Qué le había hecho? Sintió entonces como era levantado por uno de aquellos guardias, pero le extraño la manera tan dulce en que lo hizo, con cuidado, con esmero de no hacerle daño. Noto enseguida que se trataba de una mujer por la discreción de disimular el pecho con bandas alrededor de sus senos, aun así los notaba, entonces miro a los ojos de aquella “soldado” y ¡POR SUS MUERTOS! ¡No se lo podía creer quien estaba ahí! Era….No se lo podía creer… ¿Cómo había llegado allí? ¿Cómo se había enterado de su sentencia? Solamente suspiro y termino por avisar a Fenrir, pero este no respondió a su llamada, miro a la “soldado” y enteramente se sorprendió aún más que la primera vez. Era ella. Era ella. No sabía que decir. Vio como ella se tapaba el rostro con un pañuelo, siempre tenía esa costumbre, entonces simplemente pensó en que debería darse cuenta de que alguien más estaba entre la multitud, pero en el estado en el que estaba, no podía pensar.

Después le dio un poco de “liquido” que sabía delicioso, aquello le recompuso un poco y de nuevo tuvo que ponerse en pie, aquella mujer se separaba de él, volviéndolo a dejar a su suerte, pero antes de nada, ella volvió a él para susurrarle en el oído-…Ella está aquí…no te preocupes querido hermano…-murmuro mirándolo con una sonrisa, acariciándole las mejillas para después darle un puñetazo para disimular. Encogió los hombros, sobreactuando –Lo siento…-murmuro suave para Teng mientras que los demás estaban riéndose de aquello. Aquella muchacha que bien conocía a Teng desde su niñez, había vuelto con alguien más a quien Teng echaba demasiado en falta…a pesar de que esa mujer era muy orgullosa.

-…-Miro en dirección a Aitziber, los soldados estaban parados aún mientras Bruno comenzaba a dar su discurso y las múltiples excusas que supuestamente Teng había cometido, ninguna obviamente, era tan solamente conjeturas inventadas. Teng suspiro y lentamente se acercó hasta donde estaba su amada, quería tocarla o besarla, sabía que era imprudente, pero no quería despedirse de ella. La cuerda era malditamente larga, no hubo problemas, él se acercó a ella como pudo y poder abrazarla aun con las manos atadas, acercando su cuerpo, acurrucándose en ella-…amor…-murmuro, susurro dentro de su oído para que ella solamente le escuchara-….Se fuerte…por ambos…-murmuro con una voz que no era la firme y burlona con la que solía vacilar a la bruja, estaba a punto de ser ahorcado y no veía su futuro muy claro. Enseguida cuando iba a besarla aunque fuera en la mejilla, tiraron de la cuerda para alejarla, él se resistió-…¡NO! ¡NO! …-sus rodillas tomaron tierra firme, recibió un latigazo de regalo sobre aquella espalda que en la noche anterior su más fiel vasallo le masacro y segundos después él se resistía a seguir, no quería morir, era demasiado joven y guapo para que el mundo viera su muerte.

Si su hermana había aparecido travestida de soldado tal y como también le gustaba hacer de pequeña, entonces una mujer más debe de estar entre el populacho, pero no la veía aparecer.
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Mar Nov 19, 2013 3:21 pm

“Ahora que puedo amarte, yo voy a amarte de verdad, mientras me quede aire, calor nunca te va a faltar, y jamás volveré a fijarme en la cara de los demás. Esa careta idiota que tira y tira para atrás.”
León Gieco



En primera fila estaba la bruja, apreciando tal blasfemia. ¿Cómo iba a estar feliz de que le dieran muerte a Teng? Solamente de pensarlo, sentía de todo, menos nada bueno, que lograba subir y bajar en su cuerpo, haciendo que sus piernas fallaran, por eso su padre la sostenía de un brazo, discretamente, para no hacer un escándalo, lo menos que la familia Lemoine quería era que la catalogaran de traidora hacia la ley, por estar llorando por un miserable pirata, pero todo su cuerpo le estaba fallando y ella no podía hacer nada, por querer detener tal locura. Sus ojos se abrieron en par en par, al verlo sonreír, estaba loco definitivamente, estarían pensando muchas personas que miraban también, pues la bruja no era la única que estaba en ese lugar. ¿Sonreír en un momento así? El estar cercano de la muerte lo había enloquecido, pero Aitziber solamente pensaba que él era increíble, por el simple hecho de dedicarle su amor hasta en ese momento tan crítico, eso le daba a ella fuerzas, de levantarse y seguir de pie.

La mirada de ella se fue a su madre, se soltó de su padre y se aferro a las vestimentas de su madre, ya se había acostumbrado a las ropas occidentales, siempre vestía elegante, con su cabello ya algo canoso, pero siempre viéndose una mujer fuerte, aun mas que su propio padre, aunque esta era mayor que él. Su madre se exalto un poco, pero no le dirigió la mirada, seguía con su visión fija al mismo lugar, sin inmutarse, ni un centímetro, aunque Aitziber estuviera jalonando su vestido — Madre… escúchame madre — susurro notando que su padre llegaba para sujetarle de los hombres, pero no lo hacía con fuerza, estaba temeroso que la paciencia de Hyuna se agotara y terminara en tragedia — El no es cualquier persona, eomma* [Madre] a lo mejor ella solamente pensaría que iba a salir nuevamente con el cuento ya antes hablado, la jovencita lo amaba y no podía vivir sin él, pero como madre debía mantener el bienestar de sus hijas, ya era suficiente que la señalaran por habérsele metido por los ojos a su jefe cuando este quedo viudo y con una niña, quien era su aprendiz. No quería que su hija pasara por lo mismo y menos que hablaran de ella. — eomma* [Madre] Escúchame — insistió sintiendo que no la estaba escuchando, pero Aitziber se dio cuenta que daba palabra iba a ser grabada en la mente de su madre — In sing-gapoleuui wangja** [Es el príncipe de Singapur] susurro, con una voz quebrantada. Hyuna giro su cabeza, para ver a los ojos a su hija buscando alguna pizca de mentira, los corazones se nublan cuando están enamorados, pensó, pero algo dentro de ella sentía que era verdad, aun así no se movió de su puesto.

Ya todo estaba perdido, agacho su cabeza, dejando en paz las ropas de su madre, solamente quedaba mirar, como terminaban de matarlo, su estado estaba tan decadente, que solamente el verlo de daba ganas de salir corriendo hacia él y hacer alguna locura, pero la mano firme de su padre ayudaba que no saliera corriendo hacia él. Por suerte estaban muy cerca de la escalera y obligatoriamente debían pasar por ese lugar, allí fue en donde pudieron estar cerca y mirarse cara a cara, tal vez por última vez, se mordía los labios para no llorar, pero era imposible ya las lagrimas salían para bañar su rostro, gimoteo un par de veces. Al fin se pudo sentir libre, dio unos pasos hacia adelante, cuando vio que el también lo hacía, no le importaba que su padre la llamara y su madre gritara su segundo nombre, con el cual normalmente se dirigía su familia materna a ella. Sus manos se acercaron a su rostro, sin poder evitar sentir que las lagrimas que salían de su rostro formarían un océano completo. Temblorosamente tocaba su rostro mugriento, mientras era torpemente abrazada por culpa de esas malditas cadenas — Mírate ¿Qué te han hecho? — pregunto en llanto, mientras sus manos recorrían su cuello, tanteándolo desesperada, bajando poco a poco, y mirando con su vista algo obstruida por las lagrimas, tanteo casi todo su pecho, al mismo tiempo que el solamente se acercaba a su pequeño cuerpo, aferrados a ella, como hubiera deseado no tener miedo. ¿Hubiera podido hacer algo? — ¿Cómo? Dime, explícame… ¿Cómo rayos seré fuerte en este momento de derrota? — susurro, sintiendo un extraño nudo en la garganta. Asintió varias veces, con la mirada baja. Esperaba un contacto, un acto de cariño por parte de el, el beso que terminaría de ser la despedida, pero lo habían alejado, abrió sus ojos y también grito — No, No por favor, no se lo lleven — suplico, siento que podría caer de rodillas y besar los pies de cualquiera con tan de que el no fuera lastimado, su madre la sujeto de la muñeca para que no avanzara mas, le dio resguardo en un abrazo, para que la doncella llorara todo lo que quisiera por su príncipe.

La gente se había alborotado, lanzaban comida podrida a cualquier cosa que se moviera, los insultos parecían ser para el pecador, otros por la barbaridad del acto, todo comenzaba a parecer muy confuso, es todo un caos, una pequeña fila de soldados trataba de resguardar a los de más alta clase, que se habían aglomerado en una parte, mientras que los mugrientos y desordenados de clase más baja, se jactaban de decir y tirar porquerías. — esto se está volviendo caótico, mejor nos vamos — había hablado su padre y como si fuera algo inmediato, su madre la jalo para que siguieran a su padre que se iba por un lugar seguro, en donde los soldados había abierto paso. Aitziber fue arrastrada con ellos, mientras Teng seguía siendo azotado, para luego ser levantado y así seguir su camino hacia las escaleras de madera, que finalizarían, dejándolo frente a frente con su cruel destino. — AITZIBER — gritaría su padre, al girar su cuerpo, para cerciorarse de que su familia estuviera siguiéndolos y viera como su hija era arrastrada por una mano hacia la multitud, sin que los soldados pudieran hacer nada, la gente parecía habérsela tragado por completo, los soldados no podían contenerlos, con sus escudos, pues eran como una masa que se movía y los hacía retroceder.

Pataleo un poco, lanzando algunas patadas a algunos desafortunados, estuvo a punto de golpear a uno de ellos que se le puso en frente, parecía que habían hecho cierto circulo, para no ser víctima de la barbarie del montón, la soltaron, dejándole caer al piso de bruces — ¿Qué creen que están haciendo?— pregunto gruñendo, mirando desde el suelo a cada uno de los presentes. ¿Cuántos eran? No podría decirlo con certeza, pues podría haber otros escondidos, aliados con sus agresores.

— ¿Seguro que es ella? — preguntaría la figura que antes iba a golpear, pero no pudo, Aitziber frunció el ceño. Su voz parecía muy tranquila, su cuerpo era cubierto por una extraña ropa, su rostro y hasta su cabeza, parecían estar cubiertas de telas y telas de colores oscuros. Alguien asintió, también con su rostro cubierto.

— Si, es ella, no me equivocaría — respondió al que parecía ser dirigida la pregunta. La bruja conocía esa voz, se levanto rápidamente para abalanzarse hacia él y abrazarlo fuertemente — Señorita Aitziber, cuidado en lastimarse— susurro Fenir encantado de ver como la jovencita lo recibía, este giro su rostro para notar que la otra figura había bufado en desaprobación así que la retiro de su cercanía — Bueno, pronto terminaremos con esta insolencia, manténgase con nosotros y disculpe nuestro malo trato— Ahora todo estaba mejor, porque la esperanza a ella había vuelto, parecía que Fenrir le gustaba ser el ángel guardián de los dos enamorados.
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Mensaje por Teng Jin-Ho Zhen Jue Dic 12, 2013 4:14 pm

No estaba cantarín en ese momento. No lo estaba para cantar su muerte en voz alta. Estaba para hacer honor a la tradición más usada por las piratas que era la de huir…pero no podía hacerlo. No cuando le estaban subiendo por aquella escalera de madera, podrida y maloliente que se le colaba por las fosas nasales. Frunció el ceño, vio cuando había subido varios grupos hechos, a lo lejos, su prometida alejada por Fenrir y este se había reunido cerca de una persona. Seguramente sabría quién era, no había más misterios, y al otro lado la gente deseando su muerte por pirata y corrupto. En cuanto se enterasen de lo que era, de la sangre azul que corría por sus venas, todo el mundo, al menos el esperaba, que todo el mundo le viera con otros ojos, pero no muchos podrían ignorar sus antepasados de la piratería.

Estaba quieto aun observando hacia donde estaba aquella mujer que tanto amaba, estaba siendo protegida por Fenrir. Teng entonces miro a un lado y se encontraba su hermana quien disimuladamente le ofrecía las llaves de los grilletes a escondidas, procurando que aquel que se llamaba Bruno, no la viera. En verdad, estaba de topo entre los soldados, escondida estaba de incognito. Entonces, su hermana enseguida se esfumo, moviéndose rápidamente entre la gente, soltando jadeos tras los empujones que daba y como iba acercándose a aquel grupo de muchachos que estaban alrededor de Fenrir, Aitziber y la extraña mujer de oscuros ropajes.

-Madre….Todo esta listo….-Mostro calma mientras relataba lo que decía en susurros en el oído de su madre.
-Bien…-Se queda mirando a su hija de reojo, esperando a que se alejara para poder dejarla paso. Su hija se apartó, colocándose al lado de Aitziber y Fenrir, al que le dio una mirada fugaz y después hubo un leve rubor que en poco tiempo se disipo. Estaba quedándose parada. No veía a su madre mover ficha. El golpe tenía que ser fuerte y espectacular. No sabían cómo, pero sabían cómo. La mujer, miraba a la bruja con sus ojos fijos en sus rasgos asiáticos, deberían de estar su familia por aquí, pero no movió su mirada de la bruja que estaba siendo resguardada por Fenrir – Ella es un estorbo…-murmura sin emoción - …Solo podrá arruinar la sorpresa…-la mujer miro hacia arriba donde su hijo estaba siendo preparado, le colocaron la soga mientras aquel oficial estaba en un profundo discurso de despedida.

La mujer y madre de Teng, suspiro lentamente, como si estuviera pensando en que hacer. No podría decir alto y ya está. No, tenía que ser sutil. Volvió a mirar a la muchacha quien supuestamente su hijo amaba - ¿Por qué te ha escogido a ti? –Murmuro con firmeza-… ¿Sabes lo que es al menos? –Preguntaba dolida, aquel muchacho quien era su hijo le importaba en demasía – Eres noble…al menos…-burlo con cierta arrogancia que sabía manejar con cierta elegancia y bastante bien – Fenrir, hay que ser hábiles...y rápidos, en cuanto tiren de la palanca…le quedará segundos de vida….-murmuro estando cerca de Fenrir tras haber caminado hacia delante. Miro a la muchacha -….Si…da la casualidad que morirá por tu culpa y…-Por primera vez, había sido frenada por Fenrir, su más fiel vasallo. El licántropo y fiel servidor, sabia del dolor de la madre, pero también era mutuo en la joven.

-Majestad….Creo que el joven príncipe…tiene un plan…-Dijo al ver la luna llena. Fenrir, se había tomado el antídoto, la poción para no sucumbir al poder del bello astro, pero Teng, era primerizo desde hace unas horas en las que no podría aguantar pese a las pocas nociones de aprendizaje que tenía. No sabía nada de nada, estaba a la merced, pero si algo si sabía, era que esa noche más de una sorpresa iba a ser desveladas. En menos de una quince minutos, el muchacho que iba a ser ahorcado, había sustituido su tostada piel por un pelaje marrón oscuro, con un ojo color ámbar y otro marrón, más que nada el ámbar era donde tenía una gran cicatriz que infundía miedo, sus manos y pies habían sido sustituidos por unas patas con afiladas garras en las extremidades. Estaba listo para protegerse, se había transformado en un hombre lobo en el cual aulló, dándose conocer como un nuevo licano que entraba por la puerta grande.

El terror había sido plantado en pocos segundos, todo el populacho que se encontraba ahí, salieron todos huyendo de lado a lado, Teng transformado en lo que era ahora, miro hacia aquel grupo que se componía de su madre, Fenrir y su amada. Su hermana estaba quitándose el uniforme de soldado para dejar ver su verdadera identidad, la de una asesina veloz y ágil que podía ocuparse con una nación…bueno, casi entera, pero podía luchar, tomo sus armas y su madre era respaldada por Fenrir.

–Señorita Lemoine…-miro a Aitziber-… ¿Sabe luchar? No podremos encontrarnos con el príncipe ahora, pero tendremos que ir al puerto…¡ya! –Las palabras de Fenrir intentaban dejar clara la situación para Aitziber, mientras que la madre de Teng intentaba hacer lo mismo que su hija, ella sacaba su “arte” de los utensilios que llevaba encima, aparte de que llevaba un estoque bajo la oscura capa que llevaba.
-Para poder ayudar a mi hijo…-Salió de su sorpresa al ver lo que le había pasado a su hijo, pero tenía que pensar rápido-…Tú Fenrir, ve con tus hombres y respalda a mi hijo, tengo entendido que te ocupaste de todo la noche de antes…
-Así es mi señora…
-Da igual, ¡Rápido! ¡Ve y ayúdale! Si es su primera luna, debe de estar desconcentrado y perdido por la locura…¡Corre! Yo me llevare a la chica…-Dijo mientras observaba los ojos de Fenrir y al hablar de Aitziber, la abrazo con sus brazos, llevándosela con ella – Muchacha, tienes que colaborar…Tenemos que ir al puerto, allí…no…-suspira-…allí te verás con mi hijo…-Tuvo que insistir en el agarre-…Lo prometo! ¡Confía en mí! –Entonces una vez que podía alejarla de todo aquella masacre que estaba aconteciendo, que Fenrir ya se había separado para ir en ayuda del príncipe, quien era la emperatriz de Singapur pidió a su hija un arma para la muchacha -…Toma…-le dio un estoque bastante elegante, con adornos orientales en el mango y una filigrana de oro en espiral –Cuídala…es mi favorita… ~ -Soltó la Emperatriz  coqueta aun estando en peligro de que la matasen.

Los soldados se lanzaron contra ellas, no importaban si fueran nobles o de la realeza, aquello había comenzado a ser una confusión simplemente por un capricho del destino. Las llamas de la hoguera que ambientaban el lugar brillaban con el deseo de desperdigarse entre los cuerpos ya muertos del combate, todos estaban rebosantes de ira y victorias para después ser derrotas. Nadie paraba, pero un “¡ALTO!” hizo que todo se congelase.

Las peleas cesaron.

Aquella voz había sido la de una mujer, aquellas silabas habían sido suaves pero tajantes. Y la orden fue acatada por todos.

El capitán del ejército, Bruno Ponte leamere, se quedó a medias de meterle un espadazo a Fenrir, pero jadeante miro hacia la mujer encapuchada.

-¿Las apariencias engañan, verdad?…. –Aquella voz había sido aún más elevada. Quien había venido para salvar a Teng y librarle de una muerte, se habían arrodillado frente a aquella mujer que iba de negro, oculta por una capa bien ostentosa, llena de detalles orientales. Parecía de verdad de la realeza.

El licántropo, que se acercaba a esa mujer, era Teng, se acercaba lentamente y miro de refilón a su amada bruja que estaba siendo cuidada por su hermana. Después viro su mirada hacia la mujer encapuchada. Si hubiera podido hablar, la hubiera saludado. Bruno se había encaminado cerca de aquella mujer, cerca de aquella gente aun arrodillada, mostrando respeto a aquella mujer oculta bajo las sombras de esa capa tan bien adornada.

-¿Quién sos? –Mostro respeto ante todo, Bruno no era idiota, pero por si acaso, no mostro su espada manchada de sangre.
-Haríais bien en soltarle…Monsieur…-Mostro la misma calma aquella mujer, pero siguió oculta - ….No creo que queráis mancharos las manos con sangre azul….Monsieur…

Bruno miro al licántropo que estaba cerca de esa mujer, el cual se movía cerca de aquella mujer, mirando desafiante con sus ojos bicolor hacia Bruno, advirtiéndole de que no le tocara o que si osaba ofender a aquella mujer, lo pagaría muy caro. Ambos se miraban, Bruno no entendía de que estaba hablando -¿Sangre Azul? – Por un momento, Bruno pregunto aquello como si se tratara de alguna broma, pero al ver la mujer como se destapaba el rostro de la capa que había llevado puesta, mostro aquellos adornos, aquella corona que era distinguida en aquel continente tan exótico. A Bruno se le congelo la sangre lo suficiente para quedarse en el sitio y no inclinarse como aun lo hacían todos.

-¿Desafiáis a una emperatriz? –Su voz era suave, calmada, mientras que sus ojos eran rasgados y furtivos, como buscando el punto débil de Bruno. Sonrió ampliamente, en una línea horizontal la cual mostro que ya sabía el punto débil – Me pregunto, ¿Qué pasaría si a su esposa le pasara algo? –Bruno no se sorprendió en su rostro, pero en su interior quería recomponerse, mantenerse a una distancia fría la cual no pudiera leerle la mente ni lo que sentía en ese momento – O a sus hijos… -Sonrió la emperatriz con aire débil, pero parecía que se estaba divirtiendo.

-No siga….

La emperatriz no seguiría, pero la fiesta “política”, no había hecho más que comenzar.
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Lun Ene 20, 2014 5:29 pm


“¿Me amarás? Murmuraste. Lenta y grave vibró en mis labios la promesa suave de la dulce, la amable moabita. Y fue como un ¡amén! En ese instante el toque de oración que alzó vibrante la rítmica campana de la ermita.”
— Juana de Ibarbourou


Todo pasaba realmente rápido, pudo escuchar los gritos de su padre y madre, el atardecer estaba cerca, era extraño, pero ya había elegido su lugar y no era con ellos, esperaba que entendieran, algún día entendieran todo lo que ella tuvo que hacer por amor. Una mujer demasiado elegante, por su porte, se le había quedado mirando fijamente, ella solamente se detuvo a mirarla unos minutos, pues Fenrir también lo hacía, gruño suavemente, quiso decirle unas cuantas cosas, pero el amable hombre se interpuso, dándole una pequeña seña, que era mejor callarse que refutar algo, ella le hizo caso, solamente porque era Fenrir, quien se había convertido como un tío para ella, pero se cruzo de brazos, mientras dejaba que esta otra la insultara a su gusto. No respondió a sus interrogantes, pero se dio cuenta que se trataba de la madre de Teng, que bueno que no se había agarrado en una discusión contra ella, ella tal vez no lo sabía, pero todo lo que le decía comenzaba a picarle en la espalda a Aitziber, era cierto ¿Por qué a ella? Ella no sabía si sería lo suficientemente buena como para estar al lado de un príncipe, ¡un príncipe! A ella parecía encantarle ver el dolor fluyendo por sus ojos, dio un paso hacia atrás con la mirada baja, le dio las gracias a Fenrir, con un leve gesto, mientras situaba su puño cerca de su corazón, sintiendo como el miedo invadía el lugar, como lo hacia la oscuridad, que poco a poco comenzaba a hacerse más notable, pues el sol bajaba y la luna subía a su templo vestida de unas ropas diferentes, era una luna mas mágica, Aitziber la percibía, tranquilamente podía sentir su poder y como hija de la luna también, sentía cierto cambio dentro de ella, mágico, mas energía, gracias a ella.

Fueron los gritos de las personas la que la hicieron mirar hacia al frente, había mantenido la mirada baja, meditando, titubeando, pero ahora veía con horror lo que estaba pasando, ciertos espasmos de miedo revolvieron su estomago, retrocedió dos pasos, no podía creerlo... Teng estaba transformándose en “eso”. Sintió dolor, al saber que si corría hacia él, la podría matar, sin ninguna duda, entrecerró sus ojos, queriendo llorar, se había convertido en una bestia, pero al menos, estaba libre. La detuvo Fenrir, quien la sostuvo firmemente, obligándola a ver, aunque la miraba de la bruja parecía buscar a la bestia — ¿Luc-char? ¿Contra quienes?— no entendía la gravedad del asunto, aun no había captado todo lo que sucedía. — llevarme… ¿llevarme a donde? — se sentía peor que un fantasma, ellos hacían planes mientras que la pobre bruja parecía no entender sus planes. Sintió un cálido abrazo, quiso oponerse, pero noto que era la emperatriz y suspiro largamente — Yo sé que no puedo hacer gran cosa, pero… pero no puedo dejarlo solo — tenia la voz quebrantada. Negaba enérgicamente, pero fue arrastrada, fácilmente, tocaba confiar en ellos. Sujeto la espada que le daban, asintiendo con energía, noto a varios soldados que se abrían al ataque contra ellas, hábilmente, la bruja se defendía, mientras trataban de huir de allí, ya había unos caballos aguardándole, pero todo se había vuelto un caos.

De pronto todo se detuvo, todos miraban a una persona encapuchada, cuando reveló su identidad, la bruja frunció el ceño para ver a la impostora que tenia al lado, bufando suavemente, pero otra de ellas susurro suavemente que era la hija mayor, la hermana de Teng casi una madre para todos ellos, pues era la que siempre estaba al cuidado de sus hermanos menores, de tal manera, que terminaron llamándola madre, aun así la bruja se disgusto, matándole los ojos y bufando. Era respeto, se arrodillo junto con las hermanas, mientras notaba que el licántropo se acercaba peligrosamente a la emperatriz, por unos momentos sintió miedo, pero pronto comprendió que la emperatriz no era cualquier humano, tal vez tenia lo mismo que ella, ciertos dones especiales, que le ayudaban a controlar al licántropo. Alzo su mirada, odiaba a Bruno, pero la emperatriz estaba hablando de sus sobrinos y de su hermana, media hermana, pero hermana, miro a Bruno, tratando de ver alguna buena reacción del, rogaba a dios que no los vendiera igual que lo hizo con ella, sintió un alivio en el corazón, cuando vio en el, algo de amor por su familia, entrecerró sus ojos satisfecha, al menos no era mal hombre con ellos, podría amarlos, eso le aliviaba. Cuando todo se tranquilizo, pareció que las hermanas de Teng comenzaron a arrastrarla nuevamente hasta donde estaban los caballos, preparados para su huida. Ella no necesitaba estar allí, era un estorbo en esos momentos, haría caso y lo esperaría. — Te esperare… — entrecerró sus ojo, bajando la mirada, mientras ella misma daba impulso, corriendo hasta los caballos que se dirigieron hacia el puerto.

Llegaron a un lugar apartado del puerto, en donde había varios hombres encapullados, que apenas notaron los caballos se pusieron alerta, pero al notar quieres eran bajaron la guardia rápidamente, cierto aire de decepción se mostro en sus rostros, al no ver Teng con ellas, Aitziber también tenia ese rostro, no quiso mirarle mientras se bajaba del caballo, una de ellas, la que se había hecho pasar por emperatriz, comenzó a explicar la situación a los hombres, mientras la bruja se sentaba en un rincón, sumamente preocupada, pronto comenzaron a preparar todo para zarpar, no necesitaban más detallar para saber que apenas llegara Teng se irían de ese lugar por un tiempo más, algunos le agradaba la idea de ir a las islas en donde la prudencia no existía, aun así, habría una señorita abordo — ¿Necesita algo de su casa? — Pregunto uno de los hombres, haciendo una leve reverencia, Aitziber parpadeo unos segundos — Bueno… no se… un par de ropas, sería lo más importante — bajo la mirada nuevamente — También me gustaría tener a Lune, no sé qué va a pasar… — se seco una lagrima de sus ojos, no quería que la vieran llorar. — No se preocupe, nosotros nos encargaremos de todo, mejor arrecieses un rato en el camarote del capitán — sugirió, ella asintió, si estaba cansada, subió con ayuda de otros al barco y se quedo en el camarote en donde Teng debía pasar su mayor parte del tiempo y en donde llegaba a escribir esas cartas que llegaban a su habitación, con cierta astucia, sonrió levemente, encantada de poder estar en un lugar tan intimo como ese, pero todo estaba vacío sin él. Que fácil se le hizo arregostarse entre las sabanas que tenían impregnado su olor, de mar y sal y quedarse dormida entre ellas, mientras el movimiento del barco parecía arrullarla.

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Mensaje por Teng Jin-Ho Zhen Dom Feb 09, 2014 3:10 pm

musica de fondo:
Teng no llegaría a tiempo para estar con sus más allegados, pero Fenrir, al haberse separado de su majestad y de Aitziber, se había ido en búsqueda de aquel a quien siempre había cuidado bajo su manto protector, a quien había llenado la cabeza de calumnias y aventuras de valerosos piratas. Aquel que era su verdadero hijo.

Jamás nadie habría podido saber que detrás de ese rostro deformado, se encontraba el rostro de aquel pirata al que la emperatriz, princesa que para aquel entonces se había entregado a él, para después hacerse pasar por muerto y que el joven creciera con su madre hasta ahora. Ahora mismo, doblemente por su culpa, así estaba ahora su hijo cuando podría estar reinando por Singapur, con una buena esposa y descendencia en camino, pero en cambio estaba yendo por el camino de la piratería, justamente por el camino que fue su padre.

Fenrir volvió hacia la plaza central en donde le había dejado luchando cuerpo a cuerpo en forma animal contra ese oficial del ejército francés. Ambos estaban transformados y la luna los bañaba en su totalidad. Fenrir no precisaba de tomar cuerpo ahora, la poción que antaño se tomó, aun surgía efecto - ¡NO! –Grito con ganas cuando vio que el soldado de Bruno le clavaba los colmillos con fuerza en el gaznate, pero que este inmediatamente le devolvía el golpe con un zarpazo sobre la oreja recorriéndole su glóbulo ocular izquierdo. Ambas bestias rugían, Fenrir se mantenía al margen pero pensó que era este momento el adecuado para poder terminar con la pelea. Para Bruno, el joven pirata había sido su objetivo de chantaje para que el padre de los Lemoine cediera la herencia a la esposa del soldado y no a la benjamina de los Lemoine, pero solamente habían hecho las cosas desbordarse nada más a que fueran a mucho peor.

Teng era aún el heredero al trono de la corona en Singapur, el soldado sabia de su familia, Fenrir creyó que era adecuado parar la pelea inmediatamente, pero ahora no veía oportunidad alguna cuando ambas personajes comenzaban a cambiar sus formas a formas humanas. Fenrir vio a Teng, Teng vio a Fenrir, Teng comenzó a arrastrarse desnudo con su forma humana intentando alcanzarle. Bruno mientras, cogía vestimenta para poder no sentir el frio de la brisa de aquella noche, tomo una pistola y apunto a la espalda de Teng-….Seas o no un príncipe….llevas la muerte escrita en tu sino…-Aquellas palabras pronunciadas por el soldado Bruno, fueron dichas con desprecio, mezclado con el sabor de una victoria próxima y del saber que podría llegar a matar a otro pirata más.

Teng no podía arrastrarse más por las arenas de aquel recinto, jadeaba, su cuerpo estaba hiperventilando, se miró a si mismo viéndose reflejado en un enorme charco y vio aquella cicatriz sobre su rostro. El parche de su ojo había desaparecido, seguramente al haberse convertido en hombre lobo, pero no le dio miedo lo que vio reflejado en el mar. Se vio reflejado tal y como era ahora. Tendría sangre “real” pero era un pirata también. Podría huir, pero tendría que luchar. Extendió el brazo para alcanzar unos pantalones que lentamente dolorido fue poniéndose, viro su mirada hacia Bruno que aún no le había disparado. Estaba listo para morir. Su amada estaba fuera de peligro ya que seguramente Fenrir la vigilaría.

Se levantó como pudo, termino siendo ayudado por Fenrir que se había acercado a él. Entonces eran dos contra Bruno,  Teng en cambio no tenía más fuerzas. Bruno quito el seguro de su pistola y vio que Fenrir se puso delante de aquel pirata –Quítate…no es contigo el problema…-Murmuro fijamente mientras ahora  Bruno se dirigía hacia Fenrir, pero igualmente no se movió de enfrente.

Si alguien tenía que morir, que fuera el mismo. Fenrir había vivido ya demasiadas aventuras, había aprendido Teng de él lo suficiente, prácticamente, ahora Teng tenía que aprender de sus errores, ser ahora el orgullo de su padre – Vete….-Fenrir murmuro como últimas palabras. Teng se acercó a Fenrir, no se iría sin él, pero con lo fuerte que era Fenrir, tomo a Teng- ¡No! ¡FENRIR! ¡NI SE TE OCURRA! -y lo metió en una carreta que iba en dirección hacia el puerto, allí mismo, Hermer y Filles, sujetaron al joven pirata con todas sus fuerzas- ¡Soltadme dije! ¡BASTA! ¡NO! ¡FENRIR!! -Para que no fuera hacia su mejor amigo, hasta que finalmente era una hormiga en sus vistas.

Fenrir había desaparecido de sus ojos y lo único que escucho, fue un disparo; seco, escueto, rápido.

-¡NOOO!!! ¡FENRIR!!! -
El grito desgarrador del joven principe, se escucho hasta en los confines de la tierra, levantando un escalofrio en aquellos que a pocos les llego un eco en la infinidad de aquellos horizontes.

Él….Había muerto.
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