AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Panic in the Dark || Privado
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Panic in the Dark || Privado
¡Qué delicioso aroma llegaba a mis fosas nasales! Podía verla, allí, en la oscuridad, sin mucha dificultad, eso era algo que me había agradado mucho desde que me convertí en licántropo, había encontrado una forma diferente de ver el mundo y eso hacía que mis pinturas llegaran a un nivel diferente, mas allá de lo pensado.
Ella era para mí, como mi obra de arte, aunque fue hace tantos años y mi conciencia estaba nublada, encontraba fascinante, como mi “hija” había podido sobrevivir en aquella ruda montaña, era alguien de admirar y saber volver a verla de nuevo. Creo que me emocione ciertamente, cuando volví a saber de ella, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría a mi regreso ¿me tendría miedo? ¿O quizás odio? Era algo que quería explorar, saber hacia dónde llegaban sus emociones hacia mí, si creía que lo que le había dado era una bendición o una terrible maldición.
Y allí estaba ella, mi dulce hija, buscándome sin poder verme claramente, su cuerpo se había paralizado por completo, sus sentidos estaban aturdidos, tanto que logre llegar por detrás y abrazarla por la cintura, sin ningún problema, pero con fuerza y firmeza, para que no intentara hacer algo estúpido, allí mismo le arrancaría la cabeza a esa infeliz si lograba lastimar aquella hermosa cara de adonis, que solamente yo podría poseer — Si, lo sé, es extraño verme por aquí — dije de manera tranquila mientras le besaba la mejilla. Sentí por algún momento, que podría ser mala idea ser tan confianzudo, así que puse más fuerza en mi agarre, girándola para que pudiera ver mi rostro, aunque ella solamente había sido mi lado bestial, mis ojos eran los mismos y la crueldad, también seguía intacta.
— ¡cuánto has crecido! — mire cada parte de su cuerpo sintiéndome orgulloso, sabía que mis elecciones, aunque hubiera sido sin mucha cordura, eran siempre las correctas. Me aleje de ella, soltándola, para que pudiera respirar mejor, pues sentía que la mujer podría desmayarse del shock que estaba teniendo en ese momento, desvié la mirada molesto, comenzaba a molestarme, que no reaccionara de ninguna forma, parecía ser una zorra temblando de miedo, al ver la escopeta tan cerca de ella, pero respire profundo, tratando de ser amable y no gritarle o actuar de manera muy violenta. Era algo inútil, la paciencia no era lo mío y como a como comenzaba a agotarse.
Ella era para mí, como mi obra de arte, aunque fue hace tantos años y mi conciencia estaba nublada, encontraba fascinante, como mi “hija” había podido sobrevivir en aquella ruda montaña, era alguien de admirar y saber volver a verla de nuevo. Creo que me emocione ciertamente, cuando volví a saber de ella, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría a mi regreso ¿me tendría miedo? ¿O quizás odio? Era algo que quería explorar, saber hacia dónde llegaban sus emociones hacia mí, si creía que lo que le había dado era una bendición o una terrible maldición.
Y allí estaba ella, mi dulce hija, buscándome sin poder verme claramente, su cuerpo se había paralizado por completo, sus sentidos estaban aturdidos, tanto que logre llegar por detrás y abrazarla por la cintura, sin ningún problema, pero con fuerza y firmeza, para que no intentara hacer algo estúpido, allí mismo le arrancaría la cabeza a esa infeliz si lograba lastimar aquella hermosa cara de adonis, que solamente yo podría poseer — Si, lo sé, es extraño verme por aquí — dije de manera tranquila mientras le besaba la mejilla. Sentí por algún momento, que podría ser mala idea ser tan confianzudo, así que puse más fuerza en mi agarre, girándola para que pudiera ver mi rostro, aunque ella solamente había sido mi lado bestial, mis ojos eran los mismos y la crueldad, también seguía intacta.
— ¡cuánto has crecido! — mire cada parte de su cuerpo sintiéndome orgulloso, sabía que mis elecciones, aunque hubiera sido sin mucha cordura, eran siempre las correctas. Me aleje de ella, soltándola, para que pudiera respirar mejor, pues sentía que la mujer podría desmayarse del shock que estaba teniendo en ese momento, desvié la mirada molesto, comenzaba a molestarme, que no reaccionara de ninguna forma, parecía ser una zorra temblando de miedo, al ver la escopeta tan cerca de ella, pero respire profundo, tratando de ser amable y no gritarle o actuar de manera muy violenta. Era algo inútil, la paciencia no era lo mío y como a como comenzaba a agotarse.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/10/2013
Re: Panic in the Dark || Privado
A lo único que hay que temer es al propio miedo.
Anónimo
Sólo una persona –o criatura, en este caso- era capaz de dejar en un estado de shock tan fuerte a Gianella. Sólo una persona con una importancia colosal en su vida podía dejarle prácticamente petrificada, con los pies clavados en la tierra como atados por raíces, buscando desesperadamente un aire y explicaciones que no iba a encontrar por mucho que buscase en cada rincón de su razonamiento. Su corazón estaba completamente encogido, como si aquel ser que terminó abrazándole después de un rato con una sonrisa llena de retorcido orgullo hubiera penetrado su pecho y lo hubiera cogido con una de esas manos sinónimo de sometimiento absoluto.
Todo había sucedido demasiado rápido. Había salido a tomar aire luego de una enésima discusión con Isabella, y el destino quiso jugarle esa pasada que terminó siendo mucho más que mala, y que causaría muchos más efectos de los que se podían imaginar en un principio. Adentrándose en el bosque apenas a unos cuantos centenares de metros con intenciones de darse un relajante baño nocturno que le permitiera sosiegar su espíritu, éste se vio penetrado y atravesado como quien dispara una flecha que da justo en el centro al dar un enésimo paso que parecía intrascendente. Sus latidos se aceleraron de manera drástica al punto que a un humano se le hubiera diagnosticado una grave taquicardia, y los ojos se abrieron al punto de no querer volver a cerrarse si es que no se le aseguraba que al volver a abrirlos estaría en su residencia, convencida de que era una pesadilla lo que había sucedido.
Pero la pesadilla estaba detrás de ella, tan real como ese beso que le mató y le revivió en unos segundos. Tan real como la cicatriz en su hombro que había cambiado su vida para siempre.
Sus palabras fueron suficientes para romper ese estado de pánico, y avanzó torpemente un par de pasos hacia adelante, terminando por apoyar una rodilla en el piso por la pérdida de equilibrio producto de sus extremidades que temblaban en un constante zamarreo que no podía controlar. Se incorporó con las manos empuñadas para darse el valor que parecía tan esquivo como aguja en pajar y se volteó para mirarle, a quien había sido el responsable de prácticamente toda su vida. Ni siquiera se molestó en analizarlo físicamente: lo que le importaba era esa mueca de impaciencia que antes seguramente había sido una sonrisa del placer más puro a juzgar por cómo hablaba. Quería decirle unas cuantas cosas, pero sus dientes se hundían en su labio inferior con la intensidad de las teclas de una máquina de escribir siendo usada. Gruñió para espabilarse, y por fin le habló con una mezcla de temeraria fiereza, y un miedo tan profundo como la mirada de su objetivo.
- ¡¿Por qué estás aquí?! ¡¿Qué quieres de mí?! – Inquirió, dándose cuenta que quizás ese no era el mejor tono para hablarle, considerando su alteradísimo estado emocional. Sus pies querían escapar igual que su mente y su corazón, pero sus puños y su alma rebatían con la valentía que se reflejó en sus ojos. Sus miradas eran completamente iguales.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: Panic in the Dark || Privado
“Nuestras invenciones reflejan nuestros deseos secretos.”
Lawrence Durrell
Lawrence Durrell
Ven a mi miedo irreversible, que consume el cuerpo, hasta dejarlo hecho cenizas. Había durado tanto en hallarla. ¿Por qué la había buscado? Me movía en el mundo por los caprichos que llegaban a mi vida y había llegado a ese punto en la vida, en donde las preguntas del “que habrá sido de…” llegaban al darme cuenta que los años habían pasado mas rápidos de lo que imaginaba. Ahora estaba allí, al frente mío, luego de jugar al gato y al ratón con ella, cazándola, detallando sus movimientos y sentir, como aquel orgullo de artista, comenzaba a invadirme, al pensar en ella como si fuera alguna de mis pinturas. Pero todo no era perfecto, la idiota, se mantenía con la guardia baja, cuando su ira se le subía a la cabeza, que poco control tenia la lindura, pero eso solamente provocaba en mi que la curiosidad aumentara. Tan valiente se veía, tan invulnerable, pero todo aquello se vino abajo como castillo atacado por una tropa poderosa, cuando yo llegue a salir de la oscuridad y encontrarme con ella, frente a frente, luego de haberme escondido tanto tiempo entre las tinieblas, como demonio, ansioso de maltratar a su víctima.
Al fin la niña pudo hablar, conjugar las palabras junto con el poco valor, que parecía que en ese cuerpo había, la escuche atentamente, pero no respondí, cerré mis ojos, para apreciar la frescura de aquella noche que era testigo de aquel reencuentro entre padre e hija –Si se podría decir así- fruncí el ceño, pero deje pasar el mar de furia que podría estar en mi cuerpo, solamente lo haría porque era ella, pero no se lo permitiría volver a hacerlo otra vez, la acostumbraría a mostrarse valiente, cuando conmigo, debía mantener las orejas y colas bajas, entre las piernas. — Solamente quería ver que tal tu vida — aclare mi garganta. Ella de cierta forma era importante para mí, era parte de mi historia, de mí recorrido por el mundo, aunque Gainella no lo quisiera, ella se había vuelvo parte de mi, cuando nuestros caminos se cruzaron, aquella fría noche, en las montañas. No mentiría, había jurado que había muerto, hasta que a mis oídos llegaron que milagrosamente había sobrevivido.
— Seré sincero contigo, pensé que habías muerto de hipotermia aquel día, te veías tan debilucha, que no pensé que valías la pena — detalle la herida que había en su hombro, ladee un poco mi cabeza, para luego sonreír, como siempre, creaba cosas hermosas, e inimaginables y eso que no estaba en mis cabales, pero me gustaba la herida que tenía en su cuerpo, no era como la mía, que me había destrozado gran parte de mi pecho, algo horrible, por el cual quise destruir a mi creador, pues me había quitado perfección, aun así, viví con él, odiándolo y sintiéndome amargado por tal blasfemia, aun así, la recompensa había sido mayor, que la desgracia o así pensaba yo. — ¿Qué ha llegado a ser para ti mi regalo?— pregunte cruzándome de brazos, con tranquilidad — ¿una maldición o una bendición? —
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: Panic in the Dark || Privado
Veintiséis años de infinidad de sucesos y sentimientos centrados en una sola persona, la que tenía en frente a unos metros, quien con sólo mirarle disparaba todo menos algo positivo. Rabia, odio, desesperación, frustración, temor, pánico, angustia. Todo a la vez, todo ante la viva imagen de quien no esperaba encontrarse nunca, y menos en una circunstancia como esa. No le interesaba saber de quien le había hecho esa marca en el hombro en las montañas, ni por qué lo había hecho; pero una cosa es decirlo, y otra cosa es estar en el momento con el individuo a disposición. La pregunta del por qué se hizo una importancia de tal magnitud como la necesidad de respirar. Y el estrés de la respuesta era peor.
No le creyó. Lo sentía tan falso como la situación misma que aún no terminaba de creer. Tenía la firme convicción –dentro de todo lo que temblaba en ella- de que escondía algo más tal y como el clásico dicho del lobo con piel de oveja, aunque aquel hombre no tuviera precisamente la inocencia del animal lanudo. Sus dientes permanecían juntos, tensos y acechantes, y a pesar del temor no dudaban en enseñarse desafiantes a esa actitud tranquila y al mismo tiempo altanera que veía en él, además de mentirosa.
Sus puños se tensaron más, logrando distinguirse incluso un par de venas, resaltando producto de todo lo que estaba conteniendo. Quería decir tantas cosas, pero un poderoso “algo” le decía que no era una buena idea. Siempre decía lo que pensaba, sin tapujos ni rodeos, y eso era una costumbre desde siempre, sin ser inculcada por sus padres incluso y nunca temió reacciones al respecto, porque veía al destinatario como algo que no podría causarle problemas, incluso mirándole en menos como pasaba con los aristócratas y los vampiros; pero la mirada de ese hombre la hacía sentir tan expuesta que sentía que podía hacerla pedazos sólo con un dedo.
El “riesgo” era demasiado grande, pero si Gianella odiaba algo más que a ese individuo, era el quedarse callada.
- ¡No me vengas con tonterías! – Comenzó, usando inconscientemente la adrenalina para, paradójicamente, tranquilizarse y poder seguir hablando – ¡¡Tu sinceridad es tan falsa como tu mentira, no creo nada de tu supuesta preocupación por mí!! – Se llevó una mano a donde descansaba la marca prueba de aquel desafortunado y repudiado lazo entre los dos, haciendo presión producto del estrés del momento.- Por tu culpa perdí a mis padres, perdí a mis amigos, pusiste a un pueblo entero en contra mía...No sabes cuánto he sufrido por TU culpa…¡¡Y tú vienes y te apareces sonriendo como si fuera lo más normal del mundo!! – Resoplaba de manera muy intensa, aguantando a duras penas las lágrimas acumuladas tal y como la angustia en su pecho y cuello – El despertar con sangre ajena en tu boca una vez al mes, el temor de matar a quienes más amas no puede ser una bendición…y aunque por mucho tiempo pensé en morir, he aprendido a llevar esta carga eterna sin ceder al caos. – Explicó progresivamente más tranquila y seria, con los ojos entrecerrados multiplicando el resentimiento hacia su interlocutor junto con un gruñido feroz, como una auténtica bestia dispuesta a atacar. – Confieso que nunca quise saber o encontrarme con quien me transformó, pero ahora incluso estoy feliz de verte. – Sonrió, aunque más bien se vio como una mueca sarcástica – Porque así puedo decirte en tus propias narices lo que pienso de ti. Y hacerte pagar por lo que me hiciste.
No le creyó. Lo sentía tan falso como la situación misma que aún no terminaba de creer. Tenía la firme convicción –dentro de todo lo que temblaba en ella- de que escondía algo más tal y como el clásico dicho del lobo con piel de oveja, aunque aquel hombre no tuviera precisamente la inocencia del animal lanudo. Sus dientes permanecían juntos, tensos y acechantes, y a pesar del temor no dudaban en enseñarse desafiantes a esa actitud tranquila y al mismo tiempo altanera que veía en él, además de mentirosa.
Sus puños se tensaron más, logrando distinguirse incluso un par de venas, resaltando producto de todo lo que estaba conteniendo. Quería decir tantas cosas, pero un poderoso “algo” le decía que no era una buena idea. Siempre decía lo que pensaba, sin tapujos ni rodeos, y eso era una costumbre desde siempre, sin ser inculcada por sus padres incluso y nunca temió reacciones al respecto, porque veía al destinatario como algo que no podría causarle problemas, incluso mirándole en menos como pasaba con los aristócratas y los vampiros; pero la mirada de ese hombre la hacía sentir tan expuesta que sentía que podía hacerla pedazos sólo con un dedo.
El “riesgo” era demasiado grande, pero si Gianella odiaba algo más que a ese individuo, era el quedarse callada.
- ¡No me vengas con tonterías! – Comenzó, usando inconscientemente la adrenalina para, paradójicamente, tranquilizarse y poder seguir hablando – ¡¡Tu sinceridad es tan falsa como tu mentira, no creo nada de tu supuesta preocupación por mí!! – Se llevó una mano a donde descansaba la marca prueba de aquel desafortunado y repudiado lazo entre los dos, haciendo presión producto del estrés del momento.- Por tu culpa perdí a mis padres, perdí a mis amigos, pusiste a un pueblo entero en contra mía...No sabes cuánto he sufrido por TU culpa…¡¡Y tú vienes y te apareces sonriendo como si fuera lo más normal del mundo!! – Resoplaba de manera muy intensa, aguantando a duras penas las lágrimas acumuladas tal y como la angustia en su pecho y cuello – El despertar con sangre ajena en tu boca una vez al mes, el temor de matar a quienes más amas no puede ser una bendición…y aunque por mucho tiempo pensé en morir, he aprendido a llevar esta carga eterna sin ceder al caos. – Explicó progresivamente más tranquila y seria, con los ojos entrecerrados multiplicando el resentimiento hacia su interlocutor junto con un gruñido feroz, como una auténtica bestia dispuesta a atacar. – Confieso que nunca quise saber o encontrarme con quien me transformó, pero ahora incluso estoy feliz de verte. – Sonrió, aunque más bien se vio como una mueca sarcástica – Porque así puedo decirte en tus propias narices lo que pienso de ti. Y hacerte pagar por lo que me hiciste.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: Panic in the Dark || Privado
“Lo que se puede enseñar no vale gran cosa, lo que vale es lo que tú tienes que aprender.”
Eduardo Chillida
Eduardo Chillida
En sus ojos se podía ver un destello de sentimientos mezclados entre sí, su cuerpo también lograba decirme algo, la tensión de sus músculos estaba presente, se mostraba tan ardida, como si hubiera yo metido el dedo en una herida que aun no se curaba. ¿Aun con tantos años tenía odio hacia mí? En realidad no me esperaba que fuera de otra forma. Abrí mis ojos y mis oídos atentamente prestaban atención a su impulsividad, algo notable en los licántropos, algo que yo también tenía, pero que buscaba controlar, en ocasiones, sin éxito alguno, así que entendía su agresividad momentánea, tal vez estaba siendo muy dócil con ella, pero qué más daba…
Me alce los hombros, entrecerrando los ojos levemente, era su problema, solamente el de ella si veía aquello que le había otorgado como una maldición o como una bendición — ¿Hacerme pagar?— una risa incontrolable se apodero de mi, mi estomago comenzó a dolerme tanto que tuve que inclinarme, aun así seguía riendo con ánimo. — Es problema tuyo, todo es tu problema, yo no tengo nada que ver, la que ha matado y se mortifica por ello eres tú, Gianella — se limpio una lagrimita que salía de su parpado. — Tienes una lengua algo afilada, querida — sentencie con un rostro más sereno, de pocos amigos, demostrando que me disgustaba que utilizara esa lengua contra mí. Retrocedí dos pasos, alzando mis manos, extendiéndolas como alas, mirando a mi alrededor y sonriendo para darle a mi rostro un poco de suavidad.
— Mira a tu alrededor, todos mueren, mientras nosotros prevalecemos… ¿acaso eso no es hermoso? — pregunte. Ladee mi rostro, no sabía como no podía entenderlo, yo lo veía tan claro — ¿Gente que amas? Esa se va, tan fácil como la encontraste, son inútiles, van a morir, encontraras otras a lo mejor, mucho mejores, a lo largo de tu larga vida— desaprobaba todo lo que me decía, cruce los brazos, cerrando las alas, lamentablemente, sentía que sería una pérdida de tiempo tratar de explicarle a un ser tan corto de mente como ella. Que decepcionado me sentía…[
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: Panic in the Dark || Privado
I could be cold
I could be ruthless
You know I´ll could be just like you
Su risa caló hondo cual ácido, irritando algo más que su espíritu, haciendo desaparecer la sonrisa que había logrado construir con esfuerzo. Si ya lo odiaba por ser quien le había transmitido la maldición de la licantropía –pareciendo esto una razón suficiente-, su actitud corrosiva le exasperaba, provocando que la rabia superara al pánico y angustia iniciales. Comenzó a detestar cada palabra y gesto proveniente de él, deseando no verlo nunca más ya fuera vivo, u ojalá muerto a sus pies. – Cállate…- murmuró confundiéndose con sus gruñidos, presionando sus puños para soportar los impulsos de ir directamente contra él y callarlo a su manera; porque sabía que el dirigirse hacia él llevada por los instintos sería letal. Si había tenido tanto miedo estando lejos, no quería imaginar lo que sentiría si los pares de ojos llegaban a acortar distancias hasta un mínimo. Sabía que si aquello llegaba a pasar, iba a ser su verdadero fin.
- Eres despreciable, me repugna tener la marca de tus colmillos en mi piel…- dijo dejando de gruñir por un momento para poder devolverle el ácido verbal con intereses – El egoísmo no es algo hermoso, eso sólo lo cree una mente retorcida y desgraciada como la tuya. – Replicó con fiereza, sintiéndose en la cúspide de su seguridad desde que se había encontrado con él, aunque fuera una seguridad tan falsa que bastaría un soplido para derrumbarla – He vivido bastante tiempo como para darme cuenta de que mientes, y he conocido gente con la que he perdurado a lo largo de los años, y son mucho mejores que algunos que estoy conociendo ahora en mi presente – Continuó disparando, poniendo especial énfasis en la última frase para que aquel hombre se diera por aludido, aunque supuso que no lo tomaría en cuenta al ser tan arrogante y ciego, como ella lo definía en su cabeza. – Ahora es cuando agradezco no haberte conocido antes, o hubiera terminado como tú: loco, patético y detestable.
Tras eso, suspiró con fuerza, sacándose parte de la carga enorme que tenía encima para poder tranquilizarse al menos un poco. Sin embargo, el nerviosismo aquel no se iba. No se iría hasta que esa figura desapareciera de su vista.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: Panic in the Dark || Privado
¿A quién mandaba a callar? La mire de forma seria, ya no había sonrisa en mi rostro, que despreciable era la gente que no sabía cuál era su posición. Como mujer debía mantenerse al margen, como licántropo, debía saber que los mayores y poderosos se respetaba, pero al parecer su temperamento, no sabía lo que significaba, mantenerse detrás de una raya, que comenzaba a pisotear, sin mucho cuidado. Entrecerré mis ojos, escuchándola ladrar, como perro miedoso, mientras una mueca de desaprobación salía de mis labios.
— ¿Qué mierda te ha enseñado la vida? — Inquirí, rugiendo, en mis facciones se podía notar la tensión provocada por su absurdos argumentos, lo único que había logrado era irritarme — una mujer; si mirate bien, debajo entre las piernas y tócate los pechos. Eres mujer, como tal, debes mantener esos pensamientos, tan estúpidos, en tu mente — cruce mis brazos, para reír ampliamente — si sigues así, ningún hombre va a quererte, Gianella, pero aprende a respetar y asumir tu posición, querida — una sonrisa burlona se asomo, en mi rostro, relajando alguno de mis músculos faciales. El acercarme a ella, no era una opción, en esos momentos, era como ver a un animal acorralado, temeroso, lo que me hacia reír en mi interior.
Di unos pasos había adelante, mientras ladeaba mi cabeza, detallando los gruñidos de advertencia de ella — ¿Qué sucede querida? — Pregunte, mientras seguía avanzando y ella notablemente retrocediendo — ¿Me tienes miedo? Ohh… claro que sí, me imagino el horror que debes estar sintiendo — en mi rostro había cierta satisfacción, notable a la vista. Siempre habría alguien más fuerte que tu, alguien que lograría mostrarte lo que realmente valías, dándote a conocer, que tenias mucho por recorrer.
— ¿Qué mierda te ha enseñado la vida? — Inquirí, rugiendo, en mis facciones se podía notar la tensión provocada por su absurdos argumentos, lo único que había logrado era irritarme — una mujer; si mirate bien, debajo entre las piernas y tócate los pechos. Eres mujer, como tal, debes mantener esos pensamientos, tan estúpidos, en tu mente — cruce mis brazos, para reír ampliamente — si sigues así, ningún hombre va a quererte, Gianella, pero aprende a respetar y asumir tu posición, querida — una sonrisa burlona se asomo, en mi rostro, relajando alguno de mis músculos faciales. El acercarme a ella, no era una opción, en esos momentos, era como ver a un animal acorralado, temeroso, lo que me hacia reír en mi interior.
Di unos pasos había adelante, mientras ladeaba mi cabeza, detallando los gruñidos de advertencia de ella — ¿Qué sucede querida? — Pregunte, mientras seguía avanzando y ella notablemente retrocediendo — ¿Me tienes miedo? Ohh… claro que sí, me imagino el horror que debes estar sintiendo — en mi rostro había cierta satisfacción, notable a la vista. Siempre habría alguien más fuerte que tu, alguien que lograría mostrarte lo que realmente valías, dándote a conocer, que tenias mucho por recorrer.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: Panic in the Dark || Privado
El verlo enojarse de esa forma le tensó automáticamente en reacción refleja, denotando el hecho de que bastaba un gesto de él para quitar de un plumazo la calma que había conseguido tras descargarse verbalmente contra quien había definido su vida en un desafortunado –o no- encuentro en Los Alpes. La tensión se transformó en rabia por sus palabras y no tardó en responder de vuelta de forma temeraria, desafiando el nerviosismo que había regresado a ella.
- No querrás saber qué me ha enseñado, ya que seguramente no lo entenderías. Y lamentablemente para ti y tu palabrería barata, el no respetar posiciones es mi especialidad – dijo con orgullo, recordando la épica hazaña de la Hermandad del Dragón Azul -…así como los hombres no lo son – esbozó una sonrisa burlona segura de sus preferencias sexuales que le hacían tan particular.- Ningún hombre me querría, seguramente… ¿Pero qué importa eso si ya perdí la cuenta de las mujeres que han caído a mis pies? – No le gustaba alardear al respecto, pero la impulsividad le motivaba a defenderse de cualquier forma, aunque no quisiera reconocerlo, como gato de espaldas.
Lo que vino después reafirmó esa metáfora felina, pudiendo haber deformado su espalda de haber podido por la sensación de pavor que le provocaron esos simples pasos. De inmediato empezó a gruñir, pero no sonaba amenazante como quería, sino que en verdad demostraba temor, pidiendo inconscientemente con la mirada que se alejara a la par que retrocedía, queriendo mantener las distancias a toda costa. La rabia se volvió pánico al ver su expresión de gozo por su propia reacción, e impotencia por no poder controlarla para que esa satisfacción se le fuera del rostro. Siguió retrocediendo a la par que él avanzaba hasta ella hasta que la mala suerte le hizo chocar la espalda contra un árbol, incapaz de seguir alejándose de él ya que cuando quiso girar el cuerpo para su propósito, su persecutor estaba demasiado cerca. Enseñó los colmillos como último recurso, preparando su Aullido para aturdirlo lo suficiente y escapar de allí.
- No querrás saber qué me ha enseñado, ya que seguramente no lo entenderías. Y lamentablemente para ti y tu palabrería barata, el no respetar posiciones es mi especialidad – dijo con orgullo, recordando la épica hazaña de la Hermandad del Dragón Azul -…así como los hombres no lo son – esbozó una sonrisa burlona segura de sus preferencias sexuales que le hacían tan particular.- Ningún hombre me querría, seguramente… ¿Pero qué importa eso si ya perdí la cuenta de las mujeres que han caído a mis pies? – No le gustaba alardear al respecto, pero la impulsividad le motivaba a defenderse de cualquier forma, aunque no quisiera reconocerlo, como gato de espaldas.
Lo que vino después reafirmó esa metáfora felina, pudiendo haber deformado su espalda de haber podido por la sensación de pavor que le provocaron esos simples pasos. De inmediato empezó a gruñir, pero no sonaba amenazante como quería, sino que en verdad demostraba temor, pidiendo inconscientemente con la mirada que se alejara a la par que retrocedía, queriendo mantener las distancias a toda costa. La rabia se volvió pánico al ver su expresión de gozo por su propia reacción, e impotencia por no poder controlarla para que esa satisfacción se le fuera del rostro. Siguió retrocediendo a la par que él avanzaba hasta ella hasta que la mala suerte le hizo chocar la espalda contra un árbol, incapaz de seguir alejándose de él ya que cuando quiso girar el cuerpo para su propósito, su persecutor estaba demasiado cerca. Enseñó los colmillos como último recurso, preparando su Aullido para aturdirlo lo suficiente y escapar de allí.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: Panic in the Dark || Privado
No me extrañaba su altanería, hasta un estúpido podría darse cuenta que su actitud era de carácter fuerte, como yo también lo era, pero no estaba acostumbrado a sentir que alguien estaba retándome, menos una mujer, que la sentía inferior a mí, era el simple hecho de sentir aquella sensación de predominio que necesitaba sentir para estar bien conmigo mismo, la sensación de que todo estaba controlado, la necesitaba aun más que cualquier cosa, porque si no la tenía, estaba el peligro mismo de perder el control. Ella llegaba a ser intolerante, pero no lo suficiente como para llegar a hacerme perder los cinco sentidos de mi cuerpo, aun la veía como un simple niñita que intentaba jugar a ser ruda, con un viejo como yo.
— No sabía que las mujeres, eran tan compasivas, como para acostarse con cualquiera que diera lastima — mis pasos seguían hacia ella, notaba la sensación de peligro que recorría su cuerpo, con su mirada me pedía que me alejara, que me fuera de su vista, pero ella sabía que no sería asa, tensione un poco mi mandíbula, mientras el noto de mi voz comenzaba a sonar más amenazante y sobrenatural. La deje retroceder, todo lo que quería, de todos modos, si llegaba a echarse a correr, yo estaría detrás de ella, disfrutando aun mas, la caza, de una pequeña asustada, no había cambiado nada, aunque ella quisiera sentir que si lo había hecho, aun era la pequeña jovencita que alguna vez me había encontrado en los Alpes y que por suerte para ella, mi parte humana pudo controlar un poco mi instinto animal, de tal forma que la deje vivir.
Aun me preguntaba si había sido la mejor decisión, a lo mejor la necesidad de tener descendencia era aun más primitiva de lo que se pensaba. Estaba atrapada, entre un árbol y yo, pose con fuerza mi puño en el tronco para acorralarla aun más, parecía que había querido escapar, pero yo se lo impedí, gruñía como fiera asustada, lejos de la comodidad de su espacio personal, a mi eso solamente me acusaba gracia y diversión. Mi mano hasta su hombro y como se tratada de unas grandes fauces caninas, me aferre a su musculatura, enterrando mis uñas sin mucho cuidado y utilizando la mayoría de mi fuerza, para doblegarla hacia el piso. — Vamos a dejar algo en claro — gruño, en un tono bajo, pero mostrando en la vibración de cada palabra lo peligroso que podría llegar a ser — Aun eres una niña, no has cambiado nada Gianella, no eres un ser fuerte, mira como tiemblas ante mi presencia — sonreí ampliamente, mientras que con mi mano libre le sujetaba la mandíbula, para que pudiera mirarme a los ojos.
— Mírate preciosa, ni siquiera te he tocado y ya estas hechas trizas en tu interior — me eche una buena carcajeada, antes de dejarla libre, empujándola al tronco con fuerza — Creo que debería darte más de una lección esta noche — concluí limpiándome las manos con el pantalón, allí mismo deje las manos, en mis caderas, descansando, mientras mi mente aun maquinaba lo siguiente — Creo que debería terminar de marcarte. Si querías olvidarme, te aseguro que después de esta noche no lo podrás hacer — la sujete del cabello, antes de que siquiera pensara en escapar, la desgraciada tenía fuerza, pero gracias a nuestra diferencia de edades, todavía llegaba a ser un poco más fuerte que ella.
— No sabía que las mujeres, eran tan compasivas, como para acostarse con cualquiera que diera lastima — mis pasos seguían hacia ella, notaba la sensación de peligro que recorría su cuerpo, con su mirada me pedía que me alejara, que me fuera de su vista, pero ella sabía que no sería asa, tensione un poco mi mandíbula, mientras el noto de mi voz comenzaba a sonar más amenazante y sobrenatural. La deje retroceder, todo lo que quería, de todos modos, si llegaba a echarse a correr, yo estaría detrás de ella, disfrutando aun mas, la caza, de una pequeña asustada, no había cambiado nada, aunque ella quisiera sentir que si lo había hecho, aun era la pequeña jovencita que alguna vez me había encontrado en los Alpes y que por suerte para ella, mi parte humana pudo controlar un poco mi instinto animal, de tal forma que la deje vivir.
Aun me preguntaba si había sido la mejor decisión, a lo mejor la necesidad de tener descendencia era aun más primitiva de lo que se pensaba. Estaba atrapada, entre un árbol y yo, pose con fuerza mi puño en el tronco para acorralarla aun más, parecía que había querido escapar, pero yo se lo impedí, gruñía como fiera asustada, lejos de la comodidad de su espacio personal, a mi eso solamente me acusaba gracia y diversión. Mi mano hasta su hombro y como se tratada de unas grandes fauces caninas, me aferre a su musculatura, enterrando mis uñas sin mucho cuidado y utilizando la mayoría de mi fuerza, para doblegarla hacia el piso. — Vamos a dejar algo en claro — gruño, en un tono bajo, pero mostrando en la vibración de cada palabra lo peligroso que podría llegar a ser — Aun eres una niña, no has cambiado nada Gianella, no eres un ser fuerte, mira como tiemblas ante mi presencia — sonreí ampliamente, mientras que con mi mano libre le sujetaba la mandíbula, para que pudiera mirarme a los ojos.
— Mírate preciosa, ni siquiera te he tocado y ya estas hechas trizas en tu interior — me eche una buena carcajeada, antes de dejarla libre, empujándola al tronco con fuerza — Creo que debería darte más de una lección esta noche — concluí limpiándome las manos con el pantalón, allí mismo deje las manos, en mis caderas, descansando, mientras mi mente aun maquinaba lo siguiente — Creo que debería terminar de marcarte. Si querías olvidarme, te aseguro que después de esta noche no lo podrás hacer — la sujete del cabello, antes de que siquiera pensara en escapar, la desgraciada tenía fuerza, pero gracias a nuestra diferencia de edades, todavía llegaba a ser un poco más fuerte que ella.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/10/2013
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