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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Serge Auric Dom Dic 20, 2015 10:36 pm


“When sunset, like a crimson throat to hell, is cavernous...”
― George Sterling, A Wine of Wizardry


Maldijo a ese vampiro que noches atrás se había alimentado de él. Aún sentía debilidad en las piernas y más apetito del usual, como si su cuerpo pidiera recuperar toda la energía que perdió en aquella fatídica velada. Al menos, pensó, ya estaba en casa. Y esa tarde, más que nunca, odió pertenecer aún a los humanos, porque de ya ser un inmortal, no estaría padeciendo nada de aquello.

Un sirviente se acercó para decirle que la cena estaba lista y aunque moría de hambre, como era últimamente, lo descartó con un movimiento de mano y en cambio anunció que saldría. Era la primera vez que lo hacía desde que fue atacado y al parecer, no había aprendido la lección.

***

A Serge en verdad le gustaba retar al destino, burlarse de él. ¿No había sido en la ruindad de los alrededores de París que había sido atacado? ¿Es que acaso buscaba de nuevo un encuentro con un vampiro? Quizá era así, quizá era sólo la idea de ello, de ver a un ser como Soren, una vez más, y con un poco de suerte, uno con mayor presencia y autocontrol. A pesar de su imprudencia, en el fondo sabía que no podría resistir un segundo ataque, no tan pronto al menos. Y a diferencia de otras noches en las que primero iba a algún burdel a divertirse y luego recorría los sitios más solitarios de la ciudad, esta ocasión fue directo ahí, como si el bosque lo llamara como una jauría a uno de sus miembros.

Se dijo, entonces, que la oscuridad lo llamaba. Que era parte de esa traílla de sombras, sólo que aún no había dado el paso decisivo. Y se detuvo en su andar, preocupado por una vez en su vida. ¿Y si acaso era él el que no se atrevía? ¿Qué tal si en el fondo, le daba miedo en realidad? Cerró los puños ante la sola idea y escupió a un lado, despreciando la noción de que, dentro de él, aún pudiera habitar algo de humanidad. Debía aniquilar ese remanso que quedaba. Su ponzoña era mucha, pero insuficiente.

Cuando fue a reanudar su marcha, quizá incluso de regreso a casa, escuchó el crujir de la grava bajo el peso de unas pisadas. Sonrió de lado y se quedó muy quieto. Aún no poseía las potestades que los vampiros, como poseer unos sentidos tan agudos que nada les pasaba por desapercibido, pero en medio del silencio reinante de la hora nocturna, era sencillo incluso para un mortal como él.

Se giró y clavó los ojos azules en la negrura del bosque. Una boca que se abría ante él, de una bestia amorfa que trae promesas terribles y amargas verdades. El sentido común decía que huyera, pero quedaba claro que Serge no obraba de ese modo; no hacía lo que la lógica le dictaba. En cambio, avanzó ante las colosales sombras. Cerró los ojos como si se entregara, anatema, a lo que lo desconocido tuviera que ofrecerle.

Serge no conocía el miedo, de lo único que sabía era de saciar sus impulsos y cada vez, cada día que pasaba, éstos se volvía más grandes, más exigentes, más extraños y más crueles. Qué extraña visión la del niño de piel blanca y pulcra figura entregándose tan desinteresadamente a la obscuridad. Ese era pues, un resumen fiel de toda la vida del más joven de los Auric.


Última edición por Serge Auric el Sáb Ene 09, 2016 10:10 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Jaecar Babenberg Mar Dic 29, 2015 11:38 pm

"El que pueda atrapar un demonio
debe trepanar su cordura
rescatar la piedra calcárea
para sanar la demencia y la duda"1

Deambula, recorre el sendero de un bosque felón, ¿Cuantas veces la lobreguez hará de las suyas? Traviesa esconde sus trastadas, solo se escucha el soplido de burlas para quienes la interpreten, busca víctimas para perturbarlas, pues la soledad que se torna es un gran endeblez. Como el color de la insana existencia, lúgubre y malvada de un corazón podrido por la oscuridad es aquel que se materializa ante la soberbia de un ser de sombras recurrentes y hostilidad decadente; en la ataviada y multiforme realidad pútrida y cambiante ante la posibilidad de una existencia perdida entre la agonía y el dolor, locura y perdición, debilidad y derrota. A la perfección lo sabe Jaecar, pues todos a quienes conocía terminaban en ese limbo o salían de aquel abismo. Siendo esta la razón por la que jamás se convertiría en víctima. Ya que es un enemigo sabio de la destrucción por incapacidad.

Sin más, sus pisadas eran plácidas, le incitaban a discurrir, disfrutar del húmedo aroma, quería probar de una delicia, un manjar que cumpla sus expectativas; ni dulce y ni amargo, ni fría y ni caliente, era un festín perfecto aquel que por descontrol retorna, siempre su hambre se enfoca en una presión, un impulso que regale discernimiento y veracidad.

Sonrió, un tentempié conveniente percibió, y miro al cielo, dedicando unas palabras a su difunta esposa: «No me entregues galas que no quiero con facilidad».

Volvió la mirada al horizonte, en la distancia un humano se acercaba, su corazón excitante es el eco del aura, no eran de interés otro sonido producido; como el de las pisadas, ni el respirar intenso, era un extraño corazón que a pesar de reconocer el peligro que corre, sigue provocando, alocado continua y por un instante detuvo su caminar, esperando que ese manjar se sirviera solo.

Captando unas iris azuladas, «¡Que humano tan débil!» Pensó,  tras ver la frialdad que vestía. Negando por la aflicción, la blasfemia, confusión y el caos que se esconden es una absurda osadía y engreimiento. — ¿Por qué es que temor no percibo de tu cuerpo? Más en tus acciones gritas de ello —cuestionó cerca de su oreja, tomando su cuello entre las manos, marcando un estrangulamiento. Fue como la oleada del viento, en el momento que se entregó con los ojos cerrados, causó su peor error cometido.

— Aquel que insiste en perderse entre las sombras, está destinado a ser lo más ínfimo. —Demostraba que ni la intrepidez que portaba, servía para defenderse. — Percibo insania, un demente más entre tantos soberbios ¡Vaya animal en cuerpo de hombre…vaya hombre muerto!

Le interesó su cáscara de personalidad, era el indicado para alimentarse de él. Mostrarle que el bosque es su único oponente, y este era menos que su pensar.

Lo miraba con una determinación, si tanto insistía en el envenenamiento, le daría la pócima para que al menos sufriera y la congoja le haga despertar del trance en el que se sitúa. Y fue que sus colmillos libero, acercándose a su yugular, pero aún no era momento de morder. Quería la sangre en su más refinado sabor, por lo que solo rozo estos, arañando con la uña situada en la presión a un lado de su cuello.

Y lo soltó, quería ver más debilidad para beber de él, que termine retándole porque eso exactamente hacia al igual que el inmortal.

1. ↑Demonios enjaulados...


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Mensaje por Serge Auric Sáb Ene 09, 2016 10:40 pm


“Nothingness lies coiled in the heart of being - like a worm.”
― Jean-Paul Sartre, Being and Nothingness


Cualquiera en su lugar hubiera sentido un profundo y desgarrador miedo. La figura se irguió ante él con piel argenta y la estatura digna de un gigante. De complexión enjuta y rasgos hermosos, este que ahora se erigía frente a él era todo lo que había imaginado alguna vez que era un vampiro. Más parecido a Kuvenko que a Soren. En lugar de dar media vuelta y salir corriendo, Serge esbozó una sonrisa torcida. Sí, cualquiera en su lugar hubiera huido sin mirar atrás, pero qedaba claro que el joven no era cualquiera.

Entornó los ojos azules, del mismo color que el corazón de una llama, pero no dijo nada. En cambio, se llevó una de sus delicadas manos, poseedora de un quinteto de largos dedos, al pecho e hizo una pronunciada reverencia, como si ante él estuviera un rey.

Quizá es porque no dejo ser lo que soy. Un humano. La naturaleza humana es temer a los que son como tú —habló con firmeza a pesar de lo que decía, sin titubear, sin amilanarse ante tan soberbia presencia—. Pero no te preocupes, en realidad es sólo curiosidad —alzó el mentón y relajó la postura.

Me pierdo en las sombras, quizá porque quiero ser una. Dime… no creo que tus amenazas sean huecas, ¿vas a matarme esta noche? Te advierto que uno de los tuyos se te adelantó hace noches y bebió de mí. El muy idiota casi me mata. No te aseguro que mi sabor ahora mismo sea el mejor —se encogió de hombros. Era increíble cómo Serge plantaba cara con tal cinismo a alguien que le llevaba tanta ventaja.

No estás equivocado —alzó el rostro hacia el firmamento. Las ramas de los árboles, torciéndose caprichosas y más allá, las estrellas bailando la misma danza que han ejecutado por milenios—. Un animal en cuerpo de hombre, podría decirse que eso soy. Pero creo que mereces un mejor bocadillo esta noche. No es que yo no sea digno. Lo soy. Pero como ya te dije, me estoy recuperando —en lugar de dar por zanjado el asunto, de irse ahora que todavía podía, Serge avanzó aún más y se plantó frente al otro. Así de cerca parecía más alto aún.

He tenido encuentros con seres de tu misma naturaleza antes, pero ninguno se acerca a lo que veo —sentenció. Era un halago, o lo más parecido que se podía obtener de él. Si acaso Melina Kuvenko exudaba la misma maldad que éste. Pero todo en ella era sensual y todo en el desconocido gritaba oscuridad. Con ella quería enredarse entre las sábanas; de él quería escuchar las historias de zozobra que tuviera por contar—. Eres, por decirlo de algún modo, el perfecto ejemplar de vampiro —concluyó y su sonrisa se acentuó. Había algo burlón en ella, pero no hacia su interlocutor, sino hacia la situación.

Estaba tan obsesionado, tan seguro de que ese debía ser su destino. Que la inmortalidad sólo era la corona que le faltaba y de ese modo gobernar como rey de la penumbra, que le resultaba jodidamente fácil identificarlos. Jamás gritaba a los cuatro vientos: «hey, miren, un vampiro». En cambio, se acercaba con toda la cautela de la que era capaz, que no era mucha en todo caso, y obtenía información.


Última edición por Serge Auric el Miér Feb 03, 2016 11:00 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Jaecar Babenberg Mar Ene 19, 2016 5:25 pm

No existía una presencia más pútrida como la que ahorita se muestra fanfarrón, su descares bien se asemeja a una máscara de vidrio, podría ser duro pero débil para reflejar todo. Ofreciendo aquel una sonrisa, para Jaecar era tétrica, y en esas pupilas era un cielo, síndrome de acontecimientos inesperados y placenteros. En mala hora vino la ortodoncia a querer dictar cátedra de lo bello en cuanto a una sonrisa y una herida. Parece cosa de sadismo, por causa despecha de haber juntado sus incisivos y borrar el espacio de una reverencia, pues solo lo convirtió en un genérico regido por el estándar de perfección que hoy aspira gobernarlo todo, pensando en: “dejas de ser tú, para ser cualquier otro… una sonrisa anónima en la multitud”...

— ¿Humano?... ¿Dónde es que esta ese humano? Porque lo único que veo es la imitación de un vidrio muy frágil, no por cargar un corazón te hace ser humano. Y no porque un humano tema a mi especie, quiere decir que todos temerán. Al contrario, te sorprendería la fortaleza que poseen, por ello es que son muy codiciados.

Desprendía la misma quietud del aire en su voz, fluyendo la energía natural para abrazarse a una nada, era acogedora la sensación, era sublime que no permitiría que aquel aperitivo lo manchara. —La curiosidad te conduce a la muerte.

Observa, define aquella presencia, ¿tanto había sufrido para querer ser de piedra? — ¿Por qué tomar mis palabras como a una amenaza? ¿Crees que matarte es mi deseo? Tan errado, tan perdido, tanto es tu deseo de ser una sombra que sin darte cuenta ya lo has conseguido. —ríe con mordacidad, atrayendo la decepción, aumentando el poder de quererlo. Un querer que nadie comprendería, ese afán por fortalecer lo que es frágil. —No existe tal termino de “casi” Lo hizo o no lo hizo, pero lo último, estás aquí, al fin con una razón aceptable, no eres de mi paladar. Más llegarás a serlo.

Alzó la falange con la que había presionado su cuello, determinando su uña larga en la cual obtuvo una gota de esa sangre, enarcando su ceja, pues el ego ya lo escuchaba — ¿Lo eres? ¡skk! Un animal que parlotea hasta contradecirse. Pero no te equivoques, yo decidiré si eres o no, cuando y donde… ¡Jajaja! ¿Cuándo has visto que un devorador se detenga porque su presa se lo diga? O, ¿Que la muerte llegue y quiera regresar porque alguien lo aclama? —Comenzó a divertirse con la ignorancia, parecía ya cegarlo la penumbra.

No porque haya sido encontrado en medio de la noche, quiere decir que es un ser oscuro. No, oscuridad representa la soledad, y la soledad jacta debilidad. —Entonces, ¿No te has hastiado con los de mi especie? A decir verdad, veo que has aprendido a imitarnos...Pero escucha y recuerda; Que tu único enemigo, eres tú, hablas con un rencor que pregunto: ¿Quién fue el causante de tu desgracia? Tras esa apariencia hay toda una historia…

Tocaba más allá de lo expuesto, un motivo del porque ese joven es peor que la negrura. Y entre más depravada sea la situación, más llama la atención. Nada más delicioso que un individuo resentido…


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Mensaje por Serge Auric Miér Feb 03, 2016 11:52 pm


“Here we are, trapped in the amber of the moment. There is no why.”
― Kurt Vonnegut


Aunque no le estaba gustando el tono, le asustaba e intrigaba a partes iguales la certeza de las palabras que como agujas atravesaban el aire. De todos modos no esperaba algo que él mismo era incapaz de ofrecer: empatía. Jamás, de nadie, mucho menos de este sujeto, confió en recibir consuelo. ¿Acaso existía tal cosa para una ira tan grande? Porque lo suyo ni siquiera era congoja, era sólo enojo sin dirección ni origen.

Tienes en muy alta estima a la raza humana, pero quién soy yo para cuestionar tus motivos, sólo lo encuentro curioso —al fin habló. No podía dejar pasar aquello. Contraponía absolutamente todo en lo que él creía. Tan desapegado, siempre navegando por encima del resto de las personas, incapaz de comprenderlo, y todos le pagaban con la misma moneda. Nadie, nunca había entendido una pizca de lo que era en verdad Serge.

Suspiró y de su aliento una nube de vaho se formó haciendo volutas en el aire frío de la noche. Se cruzó de brazos y por un rato no dijo nada. Desmenuzó las palabras del vampiro y las analizó. Solía ser impulsivo y pendenciero, pero en esta ocasión, aquellas frases, en su aspereza finalmente abrían caminos que hace mucho él mismo quería recorrer. A solas, de preferencia. Sin embargo, comprendió que para no perderse en la inmensidad del laberinto, necesitaba un guía confiable.

Sé que no lo dices precisamente como halago, pero gracias —rompió el silencio en el que se sumergió como en un río helado—. Veamos… quizá estoy mal acostumbrado a sólo recibir amenazas de los de tu estirpe, culpa al juego, no a los jugadores. Tienes razón, las cosas son o no son, sobre todo algo como la muerte, quizá ésta no cumpla caprichos, pero alguien fue capaz, hace muchos años, de burlarse de ella, aquí está la prueba en ti —arqueó una ceja—. Y te sorprenderá saber que mi… desgracia no proviene de ningún sitio. No soy producto de mis circunstancias, ¿qué se puede decir de mí? Un niño rico que siempre lo ha tenido todo, cualquiera estaría revolcándose de felicidad con una vida como la mía… —chasqueó—, cualquiera menos yo. No, no soy producto de mis circunstancias, al contrario, mis circunstancias son producto mío. Me gusta pensar en mí como hombre pragmático y como tal, tener bajo control todo a mi alrededor, aunque es obvio que hay cosas que se salen de las manos, una vez más, tu presencia aquí es una muestra de ello —terminó con un largo suspiro. Su voz sonó en todo momento tan segura como de costumbre pero hubo algo en su semblante que por vez primera, denotó temor.

Mi intención jamás fue detenerte, sólo advertirte —culminó mientras observaba la figura refulgente en su blancura con genuina curiosidad. Pareció que iba a callarse por fin, pero tuvo que agregar algo más—: debo admitir que pareces observador. Quizá soy más frágil de lo que me gusta admitir. Culpo a mi mortalidad aunque tú bien puedes ver con exactitud dónde yace tal debilidad. Ahora dime, esto es lo realmente importante, ¿qué puedo hacer yo para deshacerme de ella? ¿Tienes la respuesta o pregunto como un grito a la nada, que ni siquiera regresa eco? ¿Crees en las coincidencias? Desconozco tu edad, pero creo que debido a lo que eres, a lo que te convirtieron (¿lo ves? También eres producto de una sucesión de eventos), no pones fe en algo tan vago. Ya me dirás tú qué tan errado estoy —sacudió la cabeza para quitar un mechón de cabello oscuro de su frente.


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Mensaje por Jaecar Babenberg Sáb Feb 20, 2016 1:00 am

Se imagina conversar con el veneno de una serpiente, ser mordido por ella, pero sin ningún efecto que lo mate, o torture antes del letal acto. Sólo parecía actuar como una barrera, defendiéndose, pero la cuestión era, ¿De qué? ¿Qué es aquello que preserva? No creía que fuera un postín, iba más allá de ello. Por lo que las palabras no fueron negadas, el contenido de esa conversación eran verdades.

—No es en general la estimación, valoro lo que es más fuerte, todos aquellos que no olvidan su humanidad y con humanidad la vida pende de ello. Es sublime deleitar como luchan, se aferran a su propósito aun con el miedo que a veces los abraza, pero que nunca permiten que los domine. Esos humanos, son la auténtica esencia. Que no codician más allá de sus posibilidades —Pauso, reconociendo la manifestación de un interés, de sus distinciones al adorar.

—… ¿Aún sigue siendo curioso? — Interpelo. Viendo como la tormenta se desvanecía, era muy rápido para decir que estaba conociendo a ese joven. Porque al final, era eso lo que quería, su motivo de que algún día fue como él. Surgiendo ese anhelo por pulirlo, hacer una obra maestra con sus evocaciones, detallar lo que podía significar una inmortalidad en una humanidad como la de él.

Más, su befa agradecida le ocasionó un compás a la burla, preguntándose si era consciente de su carácter. Y que su superioridad vista en los inmortales no significaba nada, y por ende era un punto de ebullición para desterrarlo de su pedestal.

— ¿El juego? ¿Qué es el juego sin sus jugadores? Si hablamos de mí, debemos excluir a la muerte, no hay que llamarla, situémonos en la ausencia como la vida. Tienes razón que es un capricho, pero no propio, sino ajeno. Todo nos es ajeno cuando realmente se descubre el resultado de nuestras propias conductas. — No había forma de negarse a lo que en su mente dispone, como una pluma descendiendo del cielo hacia la tierra, en la cual sigue su vuelo en cada paso que la gente da.

Burlar a la muertecito las palabras ajenas, careciendo de significado para él, puesto que eran nada en su comparación. —Observa, debes aprender a criticar en su totalidad lo que te rodea, no te dejes engañar por las ambiciones que causa lo desconocido. ¡Nadie ha logrado burlar a la muerte! más bien, somos producto de su burla, es nuestra titiritera, ella decide cuándo presentarse. Ya que, no tenemos ni la muerte asegurada por la eternidad.

Su hambre aguardaba, traviesa permanece en el deseo que le causa seguir deleitando el correr de su linfa en sus venas; tan vivientes, resaltadas a su vista, mirando un punto fijo, su órgano vital. El corazón.

— Palabras retóricas que solo se concentran en consecuencia, ya sean ajenas o propias, te afectan, eres el centro que une para un simple resultado. — Y el supuesto al fin fue dicho. Controlar, un arte que debía de ser embelesado por todos mas no todos podían ejecutarlo.

—El poder de controlar es una habilidad extraordinaria que si no se maneja con cuidado, puede transformarse en una desventaja absoluta.—La frialdad con la que se dirige, ni un gesto en el rostro desarrolla, era exclusivamente un mármol muy elegante y natural.

— ¿Por qué crees que la vida representa una fragilidad? ¿Solo por la cuestión de que en segundos la puedes perder? Es extraordinario ver como las perspectivas de las cosas cambian conforme el tiempo te va instruyendo.— Admitía su valor en sus réplicas, podía ser impresionante si se moldea a un perfil adecuado, que hasta podría convertirse en alguien vigoroso. Muy poderoso para los orígenes de la mediación para gobernar. —Ya conoces la respuesta de tus incógnitas, no eres un crédulo. Sabes de las alternativas de destruir tu fragilidad. —Hizo un recorrido por sus cabellos al ser agitados, aún las acciones le eran un entretenimiento más.

—Creo en todo y a su vez en nada, como una verdad a una mentira. Así como al tiempo, que ha sido mi fiel compañero hasta la fecha. Y que no goza de quietud, al igual que tu deseosa muerte, el tiempo es un hilo más que se sujeta a un juego.

Desvió el rostro, situándolo en el propio brazo derecho, subiendo un poco la manga de la camisa al desabrochar la muñeca y deja a la vista una cicatriz. ¡Era un privilegio para ese humano mirarla! Porque solo una persona aparte de él, sabían de ello. ¿Por qué? …

… Porque su historia está escrita en ella.


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Mensaje por Serge Auric Mar Mar 15, 2016 10:37 pm


“Nothing happened to me, I happened. You can't reduce me to a set of influences.”
― Thomas Harris, The Silence of the Lambs


Era un alumno ávido, pero rebelde. ¿No eran, después todo, esos los mejores pupilos? Los que tienen mente propia, porque de qué sirve un discípulo que es incapaz de cuestionar nada. Encontró en el vampiro áureo algo que rara vez hallaba. Un contrapunto. Estaba acostumbrado a que todo mundo le dijera que sí y la palabra «no» lo irritaba de sobremanera, sin embargo, en esta ocasión, la encontraba enriquecedora. Sabía que a pesar de todo, por mucha disposición que él tuviera y de toda la sabiduría acumulada por el otro, sus naturalezas eran más fuertes y que su sangre era demasiado llamativa.

Interesante —alcanzó a musitar. Él siempre había visto a la muerte como un enemigo a vencer, pero podía ser un aliado, como el desconocido ahora se lo hacía ver. Tampoco es que fuera a cambiar sus puntos de vista así como si nada, era testarudo, lo suficiente como para aferrarse y patear un caballo muerto, pero era inteligente también. Tomaba lo que le servía y lo que no, lo desestimaba con la facilidad de quien puede tirar oro al río sin sufrir consecuencias.

Se acercó con cautela, no obstante acortó la distancia lo suficiente como para que el inmortal, estirando uno de sus largos brazos, pudiera alcanzarlo. Nuevamente retaba sus propios límites. De todos modos, pensó, si el otro quisiera, lo eliminaría en un santiamén. Claro que temía por su vida, pero no como cualquiera lo haría, sentía más bien una insana fascinación.

Encuentro intrigante que hables del tiempo como un amigo. Tú, de entre todas las criaturas. La mayoría lo ven como el aliado menos fiable. Sin embargo, ya lo has dicho, las perspectivas cambian con el tiempo y has tenido de sobra. No soy un crédulo, pero jamás me voy a comparar con tus capacidades. Tú lo sabes y yo lo sé. No me gusta jugar a ser cosas que no soy. Toda esta arrogancia que me ves, es producto de lo que soy, no de ilusiones —lo miraba hacia arriba causa de la diferencia de estaturas. Eran exageraciones suyas, de alguien completamente trastornado, sin embargo, aunque pareciera inverosímil, tenían sustento en la realidad.

Estamos hablando de términos muy relativos. Muerte, fragilidad y tiempo. Cosas que son completamente distintas para ambos. ¿Crees que esta noche consigamos llegar a un consenso respecto a lo que son? No creo que exista definición correcta, pero me interesa mucho y lo digo sin sarcasmo, conocer tus puntos de vista. Si no es que decides beber de mí antes —sonrió de lado y se llevó una de las blancas manos al cuello, como si quisiera ahorcarse a sí mismo y luego se soltó.

Entonces el meollo es el juego. Y tanto tú, como yo, y esas palabras, son peones en el tablero. ¿Es eso o me estoy viendo demasiado cínico? Créeme que no sería la primera vez —aguardó.

Por un momento estuvo tentado a extender la petición que quemaba su boca: «transfórmame, regálame la vida eterna» pero varias cosas lo detuvieron a pesar de que su vida entera se había volcado a ese fin. En primera no estuvo seguro que el hombre fuera a aceptar. Parecía demasiado… eminente como para tal acto de modo tan rápido. Y en segunda, en la mira ya tenía a esa mujer de cabello de fuego: Melina.

Si fue a agregar algo más, no pudo hacerlo. Miró con atención lo que el vampiro le mostraba y supo que ante él se estaba develando un secreto milenario. Alternó su atención entre la marca y el rostro dueño de ella, una y otra vez. Tenía muchas incógnitas en ese instante pero ninguna fue capaz de ordenarse en forma de palabras.

Entiendo… —musitó en cambio.


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Mensaje por Jaecar Babenberg Lun Abr 04, 2016 8:56 pm

Revelando, cortando los límites de discrepancia, formulando una unión entre palabras dadas y réplicas ofrecidas. Preguntándose a cada contestación que da, el porqué. Era desusado que aquel joven su aura desprenda una preponderancia, eso es lo que muchos inmortales poseen, ya que es de la muerte y de la inmortalidad; el poder de sentirse eterno. Y ve que aquel se siente eterno, refiriéndose a que vive por entero en el momento que pasa. De modo que sus irises reflejaban la realidad. Sin faltar el patetismo, lo observó, negando, sin producir alguna hilaridad por sus acciones. —Así es, pero ¿Por qué recriminar al tempo? Ya que solo eso están haciendo. Y tú, créeme, que no se nace, se hace uno de la arrogancia. Pero, ¿Qué me vas a decir de ilusiones?... Dime algo, oyes hablar de la muerte, has visto morir a alguien, quizás has asesinado, Pero hasta ahí. Ni haciéndolo o realizándolo, nunca llegarás a comprenderlo, son hipótesis que se van abandonando porque resurgen nuevas, y así sucesivamente. Así es entre tú y yo, puede que las consecuencias en que se dan, sean distintas más a donde se llega es el mismo final, El mismo término.

Y se giró en cuanto su historia reflejo en el brazo, cubriendo esta que decidió emprender una caminata, la quietud no es algo que sea agradable entre una charla. El cual le invitó a que le siguiera sin necesidad de pedirlo. — El filosofar no nos conducirá a una idea concreta, no existe en absoluto una definición, porque todo es cambiante, más es importante que se comprenda desde su nacimiento, para llevar un orden de cómo se dan las cosas.

Jaecar conoce los misterios de la vida y de la muerte que convierten lo falso en auténtico, por eso conoce igual los misterios que guarda la oscuridad porque ahí se escabullen los traidores. Por lo que va en contra de lo falso, las sombras y las mentiras. —Como te darás cuenta, he superado mi propia voluntad, yo decido cuándo beber de ti, y no dejar que mi instinto lo haga por muy deseosa que sea tu sangre. Y el modo en que opere para obtenerla, estoy dotado de ingenio hasta para alimentarme. —Comento, por aquella absurda reacción, si hubiese sido al principio, lo hubiera descorazonado, hasta destrozarlo todo.

—No, continúa, estas en lo correcto.—No prestaba atención a sus provocativas, si es que eso eran, la arrogancia, el cinismo, los malos modales era algo que poseía el inmortal, más sabe con quién y cuándo sacar provecho de ello. Por lo que no era necesario.

— ¿En verdad, lo entiendes?... Es peor quedarse con las dudas que el preguntar. Esperaba algo común, una mente con demasiadas dudas exteriorizadas, como el ¿Que significa esa marca? ¿Que historia? etc... Pero cómo lo has entendido. Vayamos a otra pregunta.

Con la certeza de que puede ser él, el que le haga un favor. sin que estrangule la cuerda e la gratitud, o de que la demencia lo traicione. Aunque no era el momento adecuado.

— ¿Quién eres? Háblame de ti, ¿A qué te dedicas? Porque no eres cualquier humano, tu atuendo, el porte y los modales, dictan que eres adinerado, y por tus pocas capacidades que he descubierto, estas en una buena posición.

Una vez más estaba listo para afilar su arma, pero debía embellecerla pues creen que el débil no puede dañar, más deberían de hacerlo, como creer que una chispa podría incendiar un bosque. Y eso, era lo que veía en él, y lo que reafirmará.


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Mensaje por Serge Auric Sáb Mayo 07, 2016 10:01 pm


“Better to reign in Hell, than serve in Heaven.”
— John Milton, Paradise Lost


A esas alturas, parecía que el que estaba descontrolado, completamente presa de sus instintos, era Serge y no el vampiro. Lo cual no resultaba raro y a veces el propio chico creía que si la suerte no le había sonreído y el destino no había puesto en su camino la posibilidad de tomar la inmortalidad, era porque alguna fuerza superior (Dios, si se le quería poner algún nombre) estaba tratando de proteger a la humanidad del demonio que era él. Sin embargo, era inútil, tarde o temprano, lo conseguiría y esa fría certeza era lo realmente terrible y trágico, porque no había fuerza que pudiera detenerlo. Existía ahí en el oscuro hueco donde se suponía tenía un corazón.

Tras observar la marca con la intensidad digna de una espada afilada, Serge alzó el rostro. No entendía las razones, pero sí la significación. O al menos en términos generales. Tardó un par de segundos en reaccionar y seguir al vampiro. Apresuró el paso para alcanzarlo y ahora que caminaba a su lado, se daba cuenta realmente de lo alto que era. Sonrió al escucharlo, y le admiró ese autocontrol. Lo admiró de ese modo en el que sabes que tú nunca tendrás tal cosa, ni intentarás jamás dominar tal habilidad. Pateó una piedra del camino y guardó las manos blancas en los bolsillos de su pantalón.

Lo soslayó no creyendo que le había dado la razón. Quizá simplemente quería zanjar el asunto para no lidiar más con su arrogancia. Lo cual le disgustó, por la condescendencia, pero más que nada, porque entonces lo iba a dejar en una perpetua duda. Serge no era de los que apreciaran la ignorancia, mucho menos la propia. Exigía, siempre, y sus caprichos eran cumplidos; ahora le era birlado todo y la frustración lo apretaba como espinosas zarzas.  

Lo entiendo. No del todo —admitió, siendo verdad. Prefirió decirlo así—. Es decir, comprendo lo que significa, no comprendo el origen. ¿Importa acaso? Responde a mis preguntas, no están hechas para lacerarpor una vez en la vida, pensó aunque eso no lo aclaró—. Si expongo mis dudas y si te pregunto si estoy errado o en lo correcto, es porque confío en la sabiduría de tus años —Serge poseía una fe casi ciega por los que eran como su acompañante. Un fanatismo tan descarnado que sólo podía compararse por aquellos que alcanzan el éxtasis religioso.

Aguardó y eso provocó que las siguiente preguntas, que como balas a quemarropa se dirigen al fusilado en paredón, lo atacaron sin concesiones. El chico parpadeó e incluso se detuvo en su caminata. Abrió la boca, pero tardó en decir algo.

Serge Auric, el menor de la familia Auric. Condenado a la mediocridad si no hago nada al respecto. Por eso busco a los que son como tú; no quiero ser un hombre gris. No quiero servir en el cielo, prefiero reinar en el infierno. ¿Qué hago? Lo que se me de la gana, básicamente. No exagero, ni alardeo, es la verdad. Algunos dirían que podría sacarle mejor provecho a mi ociosidad (que es madre de todos los vicios) y a mi posición, pero ¿sabes? Me da igual. Tengo una meta muy clara que he de cumplir —dijo todo aquel discurso sin mirar al vampiro. Lo dijo con la soltura de un orador consumado. Y una sinceridad poco usual en él.

¿Y tú? —La pregunta fue sencilla, sin embargo resumía al completo todas las cuestiones que en ese instante atacaban su mente.


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Mensaje por Jaecar Babenberg Lun Jun 13, 2016 11:43 pm

El poder corrompe la mente pero la sangre... la sangre llevará el horror de una herencia a una demencia que para muchos puede ser abominable, pero para otros es el paraíso en la tierra. Y ahí estaba el humano, maravillado por un mundo que jamás será visto de la misma forma cuando se situé en este. Y, ¿porque? porque todos se estropeaban

Como así lo eran sus pisadas, las propias eran suplantadas por las ajenas, un caminar silencioso pero marcado en cuanto el humano, ya que jamás le ha gustado a Jaecar dejar huellas de su presencia. Era calmo el aire que trascendía, un silencio profundo donde solo era asesinado por los latidos de ese escandaloso corazón; sus latidos intensos mecían al inmortal.

Llegando a deleitar la oscuridad donde todos empiezan de ese modo, rodeados de ella hasta elegir si ser cubiertos o alejados de esta misma, pues los secretos que se mantienen están siempre listos para atacar, girando como una ruleta, es de nunca acabar, como la vieja historia, pero esta finalizará hasta que se pierda el miedo a superarlo.—Es fácil entenderlo de lo que parece, por ejemplo; el honor, comprendes el significado de esto, de lo que se habla, ¿más cómo es que se llegó a esto? Ese es el origen, y ahora dime tu mismo, ¿Importa saber esto?—objeto, mirando aquel rostro cuando se situó a su lado, volviendo a girarlo en cuanto se enfoca en la distancia, era un hábito observar.

Espero su respuesta, limitándose a darles las réplicas, debía razonar para llegar a la verdad. Ya que, el origen es el dato más importante, pues ahí se encuentra la fórmula para solucionar las cosas. Siendo este el único método del inmortal, era la manera de fortalecerlos, de entregarles la confianza que llegaron a perder.— Agradezco esa creencia, pero no por los años te debes de fiar, he conocido a jóvenes que superan la brillantez de un viejo sabio, como así, de sabios que se llegan a equivocar sin reconocerlo, pero aquí hablamos ya de que perdieron su sabiduría en ese instante.—Aclaró, con una ligera sonrisa, la primera y siendo la única frente a él. Ya que una pequeña logró sorprenderlo.

Serge Auric, se repitió a sí mismo mentalmente ese subdominio, no le era conocido, pero su ambición era extrema, destructiva si no la controla. O terminara como su hermano, el mismo reflejo, la misma traición de sus deseos. —Y esa meta que has de cumplir, aparte de obtener la inmortalidad, ¿cuál es?...—Sus manos se entrelazaron— [...] sabes, lo mismo que me estás diciendo, lo ha realizado alguien de mi linaje.— ¿Por qué no sencillamente decirlo con claridad?, que el hermano actuó como aquel quería hacerlo. — He permanecido en una constante escaramuza, donde todo se origina del odio, la venganza, los celos… Evocaciones que destruyen tu consciencia, y tu vida poco a poco. De los sucesos que nos llevan siempre al inicio —hizo una pausa.

—De que estoy maldecido por amar sobre todas las cosas a una hija de Cordelia, y ese fue mi pecado y el cual me sigue arrastrando...Soy Jaecar Moritz Liebhaber de Babenberg… Quizás con solo el Babenberg entenderás todo. ¿Conoces esa historia?

Remato, no necesitaba dar más explicaciones, ya que era un linaje que nadie conocía, nadie pronunciaba, temblaban de la mano al escribirlo y cuando lo pronunciaban era un sonido lúgubre, donde los libros borraron su registro porque habían asesinado las memorias de esta realeza, hasta que Jaecar cambió todo y por él, es que la historia se murmuraba en toda París. Tal que, se dice que viene el espíritu del inmortal enamorado a vengar a su difunta esposa, persiguiendo a la manda lobuna por esa maldición que su sangre tenía. Y el querer limpiar el linaje para descansar en paz.

Eso era él, y si no sabría de ello, y él lo pediría, le contaría esta verdad.

Pero esto era, solo porque le intereso, y quería ayudar al muchacho.


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Mensaje por Serge Auric Miér Ago 03, 2016 10:13 pm


“What can an eternity of damnation matter to someone who has felt, if only for a second, the infinity of delight?”
― Charles Baudelaire, Paris Spleen


Una nueva, siniestra historia se tejía en la oscuridad. La fábula del inmortal y el pequeño niño que quiere devorarse al mundo, como un dragón que se traga al sol cuando las trompetas del Apocalipsis suenen. Lo soslayó, pero no dijo nada. Comenzaba a tener claridad, pero no la suficiente y no quería dejarse en ridículo. Una de las pocas características que redimían a Serge era el hecho de que sabía que por su juventud y limitantes, aún debía aprender demasiado. Y aunque su ambición constantemente timoneaba sus acciones, era ésta también la que lo convertía en un ser incansable, tenaz hasta que pareciera absurdo. Era una lástima que toda esa energía fuera directo a una causa tan innoble como la que tenía.

Asintió después. Hacía suyo lo que el vampiro le decía. Dejaba que las palabras ajenas llegaran a su interior y reposaran ahí como bestias imposibles de amansar, pero suficientemente cansadas como para no hacer un desastre. Tenía razón, se dijo. Hay sabios que pierden su título no por el error, sino por su incapacidad de aceptarlo. Él no sabía cómo sería su futuro, no tenía cómo saberlo, pero ¿llegaría a ese punto? A pesar de su constante arbitrariedad en pos de alcanzar sus propósitos, era alguien que, a gran escala, daba un paso a la vez.

No respondió, la pregunta golpeaba un punto flaco en su interior. Quería la inmortalidad, pero no tenía idea de qué haría después. Su rictus cambió y esperó que su acompañante lo notara, para evitarse las palabras al respecto. Por fortuna, Serge encontró la vía de escape en su curiosidad. Alzó ambas cejas al escuchar que un hermano del inmortal había sentado precedente. Lo dejó terminar.

Babenberg —repitió quedo como para memorizar el nombre. Cuando era más joven, y conoció a Arrietty, su amiga hechicera, juntos exploraron miles de textos al respecto de seres sobrenaturales. Historias y verdades entrelazadas tan apretadamente que resultaba imposible distinguir. Quiso hacer memoria, regresar a ese pretérito que no visitaba tan a menudo (su amistad con la chica era recordatorio de su humanidad). Sin embargo, no tuvo vestigio de haber leído ese nombre. Apretó los puños muy fuerte.

Me gustaría conocerla —se detuvo y habló con un hálito de misterio. Abrió bien esos ojos azules dementes y enfermos. Ahí, en la oscuridad, brillaron como dos animales hambrientos—. Eso y el destino de tu hermano. Quizá pueda aprender de sus errores —se atrevió a decir. Un segundo después, reanudó la marcha junto al inmortal: Jaecar.

Quizá como tu linaje, me toca iniciar la maldición del mío —comentó. No era algo plagado de su arrogancia usual. Pero tampoco había temor. Era más como una reflexión. Una visión a largo plazo una vez que cumpliera sus planes.

Desde pequeño le interesaron todas las criaturas de la noche, aún cuando las creía sólo un mito. Ahora estaba ahí, con uno de ellos, que le parecía lo mismo un príncipe de oscuridad que un sagrado paladín. Y quería escuchar, cada detalle y cada desgracia. Nunca se sintió más ansioso por algo en su vida. Deseaba escuchar la historia, y deseaba que fuera Jaecar Babenberg quien se la contara.


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Mensaje por Jaecar Babenberg Dom Ago 14, 2016 2:20 pm

No había visto a tan hermosa criatura, y peligrosa en el mundo de la inmortalidad, no debía dejarse involucrar por cuestiones de emociones, si era muy cierto que se parecía a su hermano, si, estaba en lo correcto que quiera ayudarlo. Pero si seguía así, terminaría por arrasarlo a un mundo que no todos soportan, estaba actuando egoístamente, y eso, no se lo podía permitir. Es apenas una criatura que con ayuda o sin ayuda iba a realizar varias atrocidades, ya en el futuro se sabrá si fueron bellas u horrorosas. Como el silencio ante el tiempo, estaba consiente de querer ser un inmortal, un hediondo rey de sombras que no sabrá gobernar después de haber obtenido lo que tanto quiere, tantos que han llegado por ser cegados por el poder, sin aspiraciones, sin nada que los motive a mantener su corona sangrienta. Porque, ¿Después de ser un inmortal? ¿Que seguiría? Y la cuestión de que lo depare no era aceptable. Por lo que mantuvo una mirada hacia el horizonte, allá donde los lobos le esperan, donde todo es realidad y no como en el lugar en el que se sitúa. El mismo coraje, la fuerza que presintió de unas manos, Jaecar la poseía en el cuerpo, mente y sobre todo, en su voz, esa fiereza es implacable. Porque podía otorgarle la maldita eternidad a Sergei, encadenarlo a él como muestra de pago, y serlo su vástago, enseñarle las maravillas que podría crear, transformar y extinguir, pero era condenarlo a su propia maldición. Que sea emboscado y al final que su único objetivo no realice por la razón de que lo único que le cedió, fue la muerte en su plena magnitud. Como el tic tac, un reloj que limita su inmortalidad.

—Verás, la historia no es algo que se pueda aprender, porque solo para eso deberás experimentarlo. Solo escucha un relato más, y piensa en tu propia historia, si en verdad no quieres cometer los mismos errores. —Era inesperado que Sergei aun piense en fomentar maldiciones. Por lo que seguiría su rumbo, le interesaba la idea de que cambio trascendería.

—Todo comenzó con la elección de la muerte. lo que los humanos llaman Dios, para en ese entonces, la meretriz de la existencia era la bella Cordelia, escrito estaba que cada descendiente (mujer), debido a la ausencia de herederos hombres, cada vientre proveniente de la Duquesa poseería la elección de la muerte, mujeres valiosas para tomar el imperio de una belleza topológica. (Mujeres que debían ser convertidas en vampiro tras alumbrar a su descendiente). Pero, ¿Qué es la elección de la muerte? Es la libertad del seno materno para descender en generación, tras generación, el cáliz de sangre representa la maldición de una eternidad, el útero debía de ser profanado para ofrecer a la siguiente el dote de prevalecer en lo que denominaron “libertad poderosa” Aquellas mujeres dispuestas estaban en habitar el deseo, arriesgar la vida por el linaje, terminando en una situación de locura, el odio a las fuerzas que las sojuzgan y el temor ligado al “primum vivere” y por último, el coraje, la valentía de perpetrar la libertad trágica de existencia. Asumir el trato de hija a hija con la propia muerte, se trata aquí del verdadero ser para la muerte, la simbólica muerte que representa “Babenberg” Más el hombre de quien se enamoró y dio en alumbramiento a sus hijas, la destruyo por la codicia, violo el trato de proteger a su linaje, los fue destruyendo poco a poco. Este era llamado la bestia de la luna, quien en cada luna llena salía a cazar al linaje hasta asesinar a todas las hijas. Pero solo sobrevivieron dos de todas ellas, en anonimato quedaron. Ya que, en ellas perduraba la maldición, no solo del linaje ante la sucesión, sino, la maldijo lobuna y algo mucho peor, que aquellos hombre quienes se situaran a su lado, serian asesinados hasta despedirse de lo que obtuvieran de esas hijas, y después de alumbrar a su sucesión, debían de ser sacrificadas. Te hablo de Cordelia y Hannah, sus únicas hijas sobrevivientes. Pero no termina aquí, —hablar de su amada, y de la tragedia, le aumentaban los deseos de terminar con todo. Porque esta historia se repetiría una y otra vez, y ahora prevalecía en tan solo una pequeña. —Te preguntaras, ¿Dónde entro yo en este suceso? Bueno, aquí es donde mi hermano y yo entramos, nos enamoramos de Cordelia, vivimos un amorío de tres, pero ella debía elegir a uno, ese quien traería a su herencia. Ese derecho que solo ella podía otorgar a uno. Y fui yo el elegido…Tuvimos una hermosa pequeña, que alguna vez llame Cosette... —alzo la mirada a cielo, su pequeño angelito descansaba en brazos de su madre, esperando de que Jaecar buscara la manera de llegar a ellas. — Mi hermano frente a mis ojos, en espera de destruirme, termino con ellas. Debía de suponer que se uniría con la manada lobuna, esta profecía era la que esperábamos por muchos años, más no todo se ejecutó como era esperado. Yo debí haber muerto hace mucho tiempo, después de haber profanado con Cordelia, pero no fue así, contraje justas nupcias con ella, y la inmortalidad me obsequio para persistir en la eternidad, hasta que nuestra pequeña tuviera la edad suficiente para decidir qué es lo que deseaba por lo que la escondimos, pero fue inútil todo. Recuerdo como los lobos rodeaban a mi difunta esposa, y él, mi hermano, a mi hija mato. Espere morir en sus manos, pero comprendo que su odio sea más poderoso que aquel amor que una vez hubo hacia ella, y hacia mí como familia. Su único fin es destruirme con la tortura, el sufrimiento de solo poder recordar, y estoy seguro que en espera esta, de que termine con mi existencia, pero es algo que jamás llegara si esta en mis manos. Continúe, me apodere de este apellido, cumpliendo la promesa que le hice a ella, de ir en busca de su hermana y protegerla. Jamás creí que fuese la misma tragedia en ella, Hannah estaba embrazada, cuando la vi, creí que era un fantasma, ya que era la misma imagen de Cordelia.—Embozo una media sonrisa, creyó que era un sueño, uno del que no hubiese despertado…—Hice un pacto con ellos, que a la pequeña Cordelia, así sus padres decidieron nombrarla, le ofrecería la inmortalidad cuando se convierta en mujer, o cuando su enfermedad avance de la tuberculosis que arraso. Sin embargo, volvieron a encontrarme los lobos, ellos pronto asesinaron a los padres y a la niña, esa princesa esta en mis manos.

Guardo silencio, no debió confesar la situación de la pequeña, pero el, para él no era amenaza, y no veía maldad alguna para afectarle, aunque había un as bajo la manga, por algo se lo contó.


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Mensaje por Serge Auric Lun Sep 26, 2016 11:15 pm


“But who prays for Satan? Who, in eighteen centuries, has had the common humanity to pray for the one sinner that needed it most?”
— Mark Twain


Alzó el mentón ante la advertencia y aunque sus párpados caídos lo hacían lucir siempre aburrido, sus ojos brillaron con curiosidad que no podía esconderse, y no fue como si Serge intentara hacerlo, de todos modos. Aguardó, impaciente, mordiéndose un labio, pero sin decir nada. Aunque Jaecar había dicho que era imposible aprender lo que estaba a punto de escuchar, el joven quería apoderarse de los datos que llegaran a él. Apreciaba el conocimiento, pues éste le iba a ayudar a conseguir su retorcida meta.

Pronto se vio envuelto en un relato que lo remontó a siglos en el pasado, aunque no sabía a ciencia cierta hace cuánto había pasado todo aquello. Sintió el corazón palpitarle con fuerza a cada palabra. Sentía deseos de saber más… más, pero no presionó, dejó que el vampiro, con su estoicismo, prosiguiera en su relato. Trató de poner imágenes a todo lo que escuchaba, pero sólo conseguía una imagen convulsionada de sangre y garras de lobo. ¡Era eso! Se dijo, la cicatriz que antes Jaecar le ofreció como oblación. Miró el brazo y luego, de nuevo al rostro del hombre aquel, que con la luz de la luna y las estrellas, parecía más blanco, como eucaristía.

Cuando hubo terminado, Serge guardó silencio, no muy seguro de qué debía decir o hacer ahora. Se sintió abrumado. Sentía que debía saber más, pero también que ya no había mucho más por saber. Esa hambre nunca iba a ser saciada. Abrió la boca para hablar, pero se arrepintió y dejó pasar más segundos.

Entonces… —al fin dijo, con voz queda, aunque sin titubear—, ¿esa es la maldición de tu linaje? ¿Repetir una y otra vez los errores? Esa niña… ¿no es tu condena? En su nombre lleva la blasfemia: Cordelia. Es el nombre que siempre ha significado declive para la familia con tu patronímico —soltó con más acorchamiento del que pretendía, pero tampoco se arrepintió. Miró a un lado, y sonrió.

Ya veo lo que tratabas de decirme. Pero mi codicia no es por venganza. Es por la mera codicia, yo… —volvió a girar el rostro para ver al vampiro—, siento que así hayan sido las cosas —¿lo sentía en verdad? ¿Acaso Serge era capaz de la empatía y las condolencias? Quizá no del modo que el resto del mundo lo hacía, pero en ese momento, así era, a su modo venenoso y ensortijado como las barbas de Lucifer.

¿Y qué piensas hacer tú? ¿Simplemente esperar a vengan a por ti y por Cordelia? ¿Sólo eso? —Habló vehemente, casi como si quisiera que Jaecar le confesara su gran plan maestro, a pesar de que lo que ya le había revelado era más que suficiente. Era obvio que el vampiro no iba por la vida contando todo eso. Como si no quisiera decepcionarse del vampiro. Al fin, Serge alzó los hombros y miró directamente a los ojos ajenos—. ¿Eso hace cuánto fue? La primera vez que tú y tu hermano se enfrentaron —quizá resultaba demasiado personal esa pregunta, pero a esas alturas, no le importó. Quería conocer la magnitud de la disputa. Algo en todo ello le pareció seductor, como si se sumergiera en un libro que hace mucho nadie lee, ni se atreve a abrir.


Última edición por Serge Auric el Mar Ene 31, 2017 10:33 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Jaecar Babenberg Miér Oct 19, 2016 7:20 pm

Apacible, con la mirada al mundo que comienza a vislumbrarse frente a ese sendero, ya la noche adormecía, mece a aquellos que aún no sueñan bajo su morada, deleitando la finura del humano en las revoltosas neblinas abrasantes. Cuán tan magnífica mirada permanece de este, es demasiado atrayente el porvenir que le espera, el ver de qué manera va a salir frente a tanta bestialidad. Encontrándose sumamente ambicioso, aferrado a lo que ni se imagina que lo acabará. Aunque quizás sea diferente esta vez, esperando que no caiga de nuevo lo que Jaecar predilecta, porque las bases lo han hecho descifrar. Y por experiencia dicha, termina de relatar una vieja historia. Aguardando el silencio que se inundó entre ellos dos, parecía que lo había abrumado, invitándole a que tuviera pesadillas que no le permitieran cerrar los ojos. El ir cosiendo terror a su mente, o maquinando está por descubrir más allá de una inmortalidad. Después de todo, ve que ambiciona el poder por sobre todas las cosas.

—Así es, ¿qué befa no crees? —soltó una corta risa, ya que no lo veían como Jaecar todos esos sucesos. — Nunca me he sentido condenado por ella. Aun a pesar de que lleve el nombre de quien engendró a tan infame destrucción. —como desde el principio, no le tomaba importancia al tono en que se dirigiera, nadie podría igualar la arrogancia que emana del rostro; frívolo, y mezquino a las emociones. — El nombre por sí solo no representa nada, más quien lo posee, hace que el valor cambie.

¿Era posible que haya endurecido por completo? El solo tener un rostro sin cambiar algún rasgo de él, el cargarlo siempre dadas las circunstancias. — No hay necesidad de sentirlo. Las cosas suceden por algo, no soy creyente en que si hubiese o no cambiado algo, no hubiera sido de la manera en la que salieron las cosas. No lamento nada, y no tienes por qué hacerlo tú. — La sinceridad en cada contexto, era lo que le hace lucir juicioso. — La codicia no es tan diferente a lo que se entiende en este relato. Y el decir que no todos cometen los mismos errores, sería una analogía, porque no cambian las circunstancias, y sería el mismo resultado. — Por ello es que no acepta él debe, el haberse, hablar de un pasado que se pudo haber cambiado, era una hipocresía.

—No, solo estoy dejando que el tiempo pase por sí solo, el emplearlo mientras tanto en preparar a Cordelia, que no dependa de nadie, y darle las bases para que pueda defenderse y sobrevivir por ella misma. Eso es lo que estoy haciendo, pero eso no quiere decir que la desamparare. La protegeré sin importar que. Convertirla en solo resiliencia. — Negó, hablando de manera general sin revelar nada. Más, en sus irises se nota que hay algo que oculta, ya que, no hablo por hablar, en él veía una jugada más en la que podrían ser los dos beneficiados. Y ante la escaramuza, ante su interrogante que detona el querer sacarle hasta un as que tiene bajo la manga. Pero no veía el grado de peligro que corre con la saturación de la información, bien se dice que el saber tiene sus contras —. Y como ya has escuchado, me gustaría oír tu punto de vista, ¿qué es lo que tu harías si te encontrarás en esta situación? , —todo dependía de esta replica, ahí se daría cuenta si era lo conveniente para él, y para ella. Brindando el tiempo que fuese para que lo meditara, aunque no se interpondrá el contenido en su decisión. Sin embargo, escuchar el tiempo transcurrido de la batalla entre hermanos, comenzó a sentirse en un funeral, donde la orquesta toca en lamento…— Mi primer batalla, no solo fue mi lucha. Porque aquí me demostró que sin importar que, me quiere muerto después de acabar con lo que es mío, —habla para sí mismo muy independiente que su voz resonara. — es en el aniversario de mi difunta esposa, un invierno muy extenso, el noveno día de diciembre, en ese entonces era llamado Genocidio Anjnesmeryra…


Una época muy sangrienta porque hasta las lágrimas se tornaron carmesí y todo pasó a ser un desastre, refiriéndose a los años a.C.


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Mensaje por Serge Auric Mar Ene 31, 2017 11:26 pm


“The paradox of vengefulness is that it makes men dependent upon those who have harmed them, believing that their release from pain will come only when their tormentors suffer.”
— Laura Hillenbrand, Unbroken: A World War II Story of Survival, Resilience, and Redemption


Algo muy extraño comenzó a trepar por sus piernas y hasta su pecho, hasta su boca, hasta sus ojos. Sintió una especie de privilegio que iba agotándose conforme los minutos se consumían en los relojes de la ciudad. Todos al unísono como soldados condicionados a no dejar de marchar. Sonrió, sin responder a la pregunta. Entendió la retórica en ella y no iba a desgraciar la macabra armonía que habían conseguido. Le sentaba bien, se sentía en calma, si tal cosa se podía conseguir considerando que con un movimiento, Jaecar podía matarlo.

En cambio, sólo logró afianzar la imagen que ya tenía del inmortal. No lo lamentaba, y eso sí que podía entenderlo. Serge carecía de sentimientos, al menos, no los experimentaba como el resto de las personas, y era complicado que pudiera conectar a ese nivel con quien fuera. Pero en esas palabras, encontró eso que, aunque no estaba buscando, se daba cuenta que necesitaba. Claro, no era tonto, guardaba las dimensiones, no era un vampiro milenario como su interlocutor. Suspiró y sus hombros subieron y bajaron.

Supo que Jaecar tenía tan clara su misión, como él mismo la suya. Eran diferentes. No coincidían en casi nada, excepto en el hecho de que, por cómo las tenían de evidentes y marcadas, era obvio que se verían cumplidas. Serge no era un hombre de fe, todo lo contario, pero experimentó algo parecido, depositado en el demonio blanco frente a sus ojos: que iba a conseguirlo.

Abrió ligeramente los ojos, dejando de lado por un momento su expresión constante de hastío interminable. No comprendió del todo la magnitud del tiempo, de los años y los siglos, porque era un mortal con los días numerados, todavía. Sin embargo, precisamente por ello, por su incomprensión, llegó a la conclusión de que esto era mucho más antiguo que el tiempo mismo.

Supongo que lo mismo que tú —respondió al fin. Pero esa no era la respuesta que quería dar, ni la que Babenberg esperaba, seguramente. Se masajeó el tabique nasal, como si lo analizara—. Es diferente. Yo no me uno a las personas como los demás. Como lo has hecho tú con Cordelia. No puedo… —se detuvo y miró a un lado, ¿acaso se avergonzaba de lo que estaba a punto de decir?—, no puedo entender las emociones. Yo no empatizo con las personas. Son objetos para mí. Y esta será la única vez que lo admita en voz alta para ti, o para quien sea. No me apena, es sólo que es mi arma más valiosa. Sin embargo, ¿qué efecto podría tener en ti? Exacto, ninguno, por eso no importa. Como sea y respondiendo a tu pregunta, sí, aguardaría, dejaría que el tiempo acomode las cosas, las piezas de este rompecabezas para poder ver la imagen que pudiera revelar, y actuar en consecuencia —sonrió—, no soy el más paciente, pero si tuviera la eternidad a mis pies, no veo por qué no hacerlo. Es lo más astuto —se acercó un paso y levantó el rostro, para poder ver la perfección del otro. Sus rasgos esculpidos por los rayos de una luna que está a punto de fugarse.

Ya lo dijiste. El resultado es el mismo. Y no sé, no creo que seas de esos que dejan cabos sueltos. Yo tampoco lo soy, aunque me falta la pericia que tu seguramente has ganado con los años —inclinó la cabeza a un lado, como un perro, o un cuervo—. Tu batalla ha sido larga, y si sigues aquí, con las marcas como medallas, quiere decir que eres resistente. Eso haría yo… resistir —finalmente soltó como si hablara del final de los tiempos.


Última edición por Serge Auric el Miér Mar 15, 2017 10:30 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Jaecar Babenberg Vie Feb 24, 2017 12:49 pm

¿Cuán sinceros podrían ser los ojos de los humanos? Ahí, en sus irises, en el billar humano, la certidumbre, la duda, e inconclusiones de lo dicho y de lo recalcado, parecía un ser culto, uno en el que se le habla de reinados y en el proceso de coronación. Está bañado de aquellos antecedentes, no necesariamente se necesita estar presente para conocer, más le aseguraron que no era así, desentendido, su estado le manifestó, preguntándose el porqué, ya que no parecía ser de aquellos que temen a violar las normas, en el estricto sentido del saber, que no es permitido aquello desconocido, más, ¿quién podría esconder los años transcurridos? la historia es parte de la enseñanza a la existencia, y el hombre está destinado a descubrirla tarde que temprano. Siendo preciso el reloj, toca la hora, la manecilla avanzó y el tiempo se asomaba una vez más, había fluido con ligereza, se recreaba por el hecho de que su naturaleza es potente, que si se halla con lo frágil, con las endebles sensaciones, lo quiere moldear, procesar para convertirlo en armas. Es por ello, que con él se detuvo, el que alguien más conozco de uno mismo, a veces aterra, por ser un objeto de control para este. Representándose en pocas palabras en ellos dos, no es porque sea un imán, el joven no comprende la similitud de palabras con la condición. Por más que niegue su humanidad, Jaecar la ve, oh, claro que sí, (La inmortalidad no solo es el poder entre la vida y la muerte, es algo más allá que esto) tanto que no retrocedió, le dio el permiso al humano de que lo observara con entendimiento y sin lejanía alguna, al contrario, se unió a su inspección, cayendo a sus irises, interpretando sus réplicas. Le falta mucho por saber, y mucho de que aprender, se ha inmiscuido en una línea que no se atreve a cruzar, sus propias marcas le están atrofiando lo que puede generar la esfera de las conexiones. Naciéndole ese instinto de exhibir cuán erróneo esta. Pareciendo que lo estaba intimidando, no espero a que con un supongo reacciona, aunque él lo descubrió.

— ¿Supones? ¿No puedo? ¿Por qué se obstaculizan tanto los humanos? Acaso, ¿has intentado hacerlo, por lo menos? Y si es el caso, seguir aspirando hasta lograrlo, Serge, es interesante deducir emociones ajenas, sabes, esa es la única manera para llegar a lo que uno quiere. Más no saques conclusiones apresuradas, nadie, aunque digan lo contrario, puede ser tan desalmado para no llegar a sentir “algo” hasta las peores bestias se obsesionan de sus presas, hasta un loco añora la demencia por ser pura, a lo que voy, es que buscan la manera de negarse quienes son en realidad ya sea por temor o por ventaja. Dices llamarlos objetos, yo los llamo entes, nadie ha visto que el mundo es un tablero, donde cada uno de nosotros somos simplemente piezas que para ganar se verá reflejado en los confines de cada querer.

No abrumó más, le brindó unas palmadas al hombro, la temperatura en el lapso nocturno era fatal para quienes poseen vida, siendo momento de partir, concluyendo con una negación. Él no comprende los motivos de un inmortal ante un humano, no solo por la linfa que los une en una circunstancia de predador y carnaza. Los efectos eran muchos, el único importante, pronto lo descubrirá.

— Si te sigo contradiciendo, verás que tan abrumadora es la realidad, Serge Auric, has depositado en mí, una necesidad de volver a encontrarte, el tiempo se nos ha venido encima, más bien, se me expira mi plazo para la cacería. Que mordacidad que sea así. Te confeso que esperaría por ver tu inmortalidad, hay ambiciones que no se pueden esconder, y créeme has despertado una predilección, no como supones, tu mente es la quiero llegar a dominar sin emplear mis ventajas, más que con tu propia firmeza, lo haré. Nos volveremos a encontrar. Y muy pronto diría yo.

Alejándose, inclinando escasamente la cabeza, viendo el reflejo del tiempo en el clima, en el cielo, y en su aire, estaba disminuyendo la frescura, alertando de que pronto la temperatura cambiaria y si no se alimentaba, iría directamente a su sarcófago hambriento, y es la peor sensación para reposar. Sembrando por supuesto la duda, del porque no se alimentó de él. Por lo que desapareció.


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Mensaje por Serge Auric Miér Mar 15, 2017 10:52 pm


“Unfortunately, the clock is ticking, the hours are going by. The past increases, the future recedes. Possibilities decreasing, regrets mounting.”
― Haruki Murakami, Dance Dance Dance


Las palabras del inmortal lo tomaron totalmente por sorpresa. Le calaron muy hondo. Le hicieron añicos todo en lo que creía. Y aunque Serge era un hombre sumamente temperamental, que en una situación como esa hubiera estallado, en esta ocasión interiorizó cada una de las palabras. Jaecar parecía hablar como si supiera el pasado y el futuro, y probablemente, de algún modo, así era. Serge no podía evitarlo, además, su fascinación por seres como él le ganaba. Lo convertía en un ciego que iba a seguir al vampiro hasta el final de los tiempos. No respondió, ¿qué podía responder? No había nada digno por decir en ese instante y sólo hizo una ligera reverencia.

Dio un respingo y una bocanada de aire, cuando el otro, ser forjado en tiempo y sangre, le dijo que volverían a verse. Algo parecido a la esperanza se instaló en su pecho, ¿era esto a lo que se refería el ser eterno? ¿Estas eran sus emociones? La obsesión y la destrucción. La sed de conocimiento. El desconcierto constante, porque, a quién engañaba, a pesar de todo, casi siempre se sentía perdido en el mundo; ajeno a todo y a todos.

Parpadeó y cuando abrió los ojos de nuevo, la mano blanca del otro ya no estaba en su hombro, y comenzaba a alejarse. Quiso despedirse de algún modo, pero de nuevo, no lo consiguió. Y hasta entonces fue que pudo sentir verdaderamente el frío de la madrugada que comenzaba a cubrir París con su manto, como una madre amorosa.

Sin duda, todo aquel encuentro había traído nuevas ideas y perspectivas a toda su misión (así veía su búsqueda por la inmortalidad, como una misión). Aún así, en ese inconmensurable ego que tenía, atisbó el deseo de Jaecar por seguir sabiendo de él. Algo vio el vampiro en su juvenil estampa, y para seguir en esa incansable búsqueda, quiso creer que lo que había notado era potencial. Soltó aire por la boca y el vaho se elevó a la noche moribunda. Se arrebujó luego en su chaqueta y emprendió el camino en dirección contraria a la que se había ido el vampiro.

Dos veces se había encontrado ya, de manera tan directa, como seres de la noche. Las dos veces habían sido completamente diferentes. En una experimentó el estupor de la mordida, uno que, esperaba, volvería a sentir pronto cuando finalmente fuera convertido. El segundo, este, mucho más ambiguo y críptico. Mucho más durable también en su memoria.

TEMA FINALIZADO.


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