Don't be afraid of the Dark... I'm Here | Privado

por **Keller T. Fowler** Vie Jul 25, 2014 4:53 pm

Nunca pensé, en mis más de dos mil años de existencia, que nada volvería a alterarme de la manera en que el suceso acaecido hacía unas noches me había logrado alterar. Estaba caminando tranquilamente por los suburbios de la zona sur de París, como hacía cada noche desde mi llegada a aquella ciudad. Mi mente divagaba acerca de mil y un asuntos sin detenerse nunca en ninguno en concreto. Observé las nubes, las estrellas, las casas vacías y medio destruidas, sin que nada me llamase la atención de forma destacable. Hacía esa ruta casi a diario, consciente de que en aquella zona era donde más atracos e injusticias se cometían. Mi alma justiciera, mi conciencia, me lo exigía, hasta el punto de no ser capaz de conciliar el sueño ni estar tranquilo hasta haber realizado la ruta y haberme cerciorado de que nada malo estaba ocurriendo. Todo parecía calmado, y el silencio de aquellas calles angostas se me clavó tan hondo, de forma tan intensa, que por un instante perdí la noción del tiempo. Por un miserable instante, que resultó ser suficiente para un malnacido hiciera de las suyas varios metros más atrás sin que yo me diera cuenta. Cuando aquel breve lapsus llegó a su fin, el olor a sangre fresca me alertó de que algo malo estaba sucediendo. Corrí todo lo deprisa que pude, ignorando todo lo demás, hasta alcanzar a la víctima de tan horrible crimen. Y la vi. Un cuerpecillo demacrado yacía en el suelo, abrazada sobre sí misma en un intento desesperado de conservar el calor que ya hacía rato que había escapado de su cuerpo. Supe que estaba viva porque su respiración, aunque muy débil, era más o menos constante. Pero no le quedaba mucho tiempo.

La cogí en brazos tras convencerla de que todo estaba bien -y me costó bastante, de hecho- y la llevé rápidamente hasta el único lugar en el que sabía que atenderían a alguien de su clase social. Las ropas, además del lugar en que la había encontrado, la delataban. La curandera me miró fijamente, como tratando de hacerme saber que conocía perfectamente cuál era mi naturaleza, pero me creyó cuando le dije que la había rescatado. Quizá viera algo en mi, o puede que ella misma sintiera la muerte acercarse sigilosamente a por la niña, la verdad es que aún no lo sé, pero aceptó tratar de curarla. Su precio, aunque elevado, no me importó. Y en todas las horas que pasé a su lado, vigilando sus latidos y su respiración entrecortada, no pude dejar de recriminarme el no haber estado lo bastante atento para que aquel desastre no tuviera lugar. Me sentía culpable, incapaz de creer que nadie pudiera hacerle daño a un ser tan pequeño, tan puro, sin que sus intenciones alertaran a mis sentidos, siempre despiertos, de sus intenciones. ¿Estaba, acaso, perdiendo facultades? ¿O simplemente me había dejado llevar por una nostalgia que desde hacía varias noches no dejaba de perseguirme? El hecho de que la segunda pareciera la respuesta más probable, provocó que aquella punzada de culpa y resentimiento ascendiera y ascendiera, hasta ocupar todo mi ser. De arriba abajo. Y tuve que actuar. Guiado por la rabia, por la culpabilidad y por las ansias de sangre que con ella habían despertado, busqué al causante de las heridas de la muchacha. Y lo despedacé.

Cuando volví a su lado, la curandera, que por alguna razón que ni siquiera yo puedo comprender, entendió lo que había hecho y me echó de su hogar sin que pudiera hacer nada para evitarlo. No sin antes darme a la niña, asegurándome de que mi presencia no le traería más que desgracias. Y yo me lo creí. Entonces fue cuando la traje hasta aquí, hasta esta oscura y siniestra mansión que es y ha sido testigo de mi locura y angustia, de mis temores y recuerdos... La he cuidado tan bien como sé y como he podido, aunque no voy a negar que su sangre, tan dulce, tan preciada, no hace más que llamarme, incluso cuando la dejé en la habitación más alta y alejada de mi lugar de descanso, a fin de no dejarme guiar por la tentación de probar ese elixir tan atrayente. Pero no ha sido hasta esta madrugada, cuando volví de caza, hasta que su sangre no ha dejado de llamarme. El motivo era tan extraño que se sumó a la larga lista de cosas incomprensibles que me habían ocurrido en las últimas horas. Sus pensamientos resonaron fuertes e intensos en mi cabeza, como si ella, en algún momento de su inconsciencia, hubiera averiguado que yo era su salvador, y que había permanecido a su lado desde que la encontré. Ese “gracias” se ha clavado de forma tan intensa, tan absoluta, en mi mente, que no dejo de pensar en él. Ahora sé que, maldito o no, he cumplido con mi misión en este mundo del que debí desaparecer hace mucho. Y ella también lo sabe.

por **Sága Iðunn** Sáb Sep 13, 2014 12:55 am

Plin. Plin. Plin. Plin.

Ese horrible repiqueteo otra vez. Se me mete en la cabeza y no soy capaz de deshacerme de él ni de la molestia que me causa. Es la tercera vez que me despierta ya, arruinando el bonito sueño en el que estaba sumergida. Noto la boca seca, como si llevara meses sin beber agua, y una punzada de dolor en el estómago me hace recordar el hambre que tengo desde hace horas. Pero el colchón está tan blandito, y las mantas son tan cálidas, que no deseo por nada del mundo levantarme de aquí. ¿Y si se trata de otro sueño y despierto en medio de la calle, cubierta de harapos, y sin ningún alimento disponible? Si es un sueño, quiero seguir durmiendo... Sí... Mejor seguiré durmiendo... De todas formas, no siento las extremidades y el escozor de las heridas no es del todo agradable... Cerraré los ojos y... me dejaré llevar...

Plin. Plin. Plin. ¡PUM! ¡CRASH! ¡JODER!

Su voz suena alto y claro en mis oídos, haciendo que vuelva a despertarme por enésima vez en toda la noche. ¿Es que nadie duerme en esa casa de aspecto lúgubre y sirvientes extraños? Después del golpe, se hace el silencio, pero lo noto ahí, sentado en el sillón, y no puedo evitar dibujar una sonrisa. Se había pasado sentado horas en la misma posición. Un agradable olor a pollo hace que mis tripas se remuevan con insistencia. ¿Cómo puede saber qué estoy pensando? ¿Me podrá leer la mente? ¿Seré una telepáutica de esas? ¡Sería genial! ¿Hola? ¿Hola? Pues no funciona. ¿Por qué no me contesta? Quizá es que no funciona así. Mis estómago ruge nuevamente, pero esta vez de forma más que audible. De hecho, me sorprende que no haya venido media ciudad a quejarse por el ruido. Abro un ojo y le intento mirar de reojo. Y lo veo ahí, mirándome tan fijamente que casi parece que sabe que estaba despierta. ¡Tengo poderes, seguro! Abro el otro ojo y me levanto de un salto, con la consecuente oleada de dolor azotándome por todo el cuerpo.

- ¡Ay! ¡Cómo duele! ¡Es como si tuviera un millón de agujas clavadas por todo el cuerpo!... - Lo miro de frente, con una sonrisa de oreja a oreja que realmente no enmascara mis muecas de dolor. ¡En verdad que es terrible! Pero estoy contenta. Dormir en una cama de verdad, tapada con mantas de verdad, y encima tomar sopa de pollo para desayunar... ¡Me siento como una reina! Pero... ¿y si es un sueño? Me pellizco la mejilla y doy un brinco del dolor. - Auch... vale, no estoy dormida... Ehm... ¿eso es pollo? Porque huele como a pollo. ¿Sabes cuánto tiempo llevo sin probar el pollo? Sin probar nada en realidad... Hum... ¿puedo comer un poco? -Dado que mis tripas siguen con su particular orquesta, ni el hecho de olvidarme de los modales me hace alejar la vista del cuenco que reposa en una bandeja sobre sus manos. Soy una maleducada con mucho hambre. Supongo que lo entiende. Además, con mis poderes le puedo transmitir sin necesidad de decir ni mu. ¡Ojalá hubiera descubierto mis poderes mucho antes! Me hubieran facilitado mucho las cosas. Le arrebato bruscamente la sopa de entre las manos. Tengo demasiado hambre para pensar en nada más que devorar la sopa, el mendrugo de pan, y la cuchara si estuviera hecha de chocolate... ¡Chocolate...! ¿Qué no haría yo por un trozo de chocolate? - ¡Está deliciosa! ¡Y yo que pensaba que los hombres no sabían cocinar! -Suelto de repente. En realidad la lengua me está ardiendo y tengo que toser un par de veces para no atragantarme. Pero estaba realmente rica.

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