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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ruslana Del Mar Mar Nov 12, 2013 10:41 pm

" El pico se abrió más y más, la cabeza del Gorrión se acercó a mí y el resplandor sonoro del amarillo avanzó suavemente y me envolvió "
Pulp, Charles Bukowski.

Ser una mujer de clase alta era completamente agotador. Podía parecer simple el estar rodeada de riquezas y no tener nada más que hacer que ser una mujer obediente, hermosa y en algunos casos, una hábil mujer de negocios. Pero cuando guardabas en tu interior un secreto, todo se volvía complejo y peligroso. Ya no se trataba de ser un brujo o no, sino de convivir con un vampiro milenario que había regresado de entre los muertos para manejar su vida. Todas sus acciones eran controladas por sus hombres de confianza, así que hiciera lo que hiciera, su casa se había convertido en un terreno lleno de espías. Además, últimamente no hacía más que mirarla con fijeza, analizando sus ropas y chasqueando la lengua. Aquel hombre había tenido el descaro de ordenar nuevos vestidos con mayor escote, al parecer pensaba que el motivo por el que no estaba casada aún, era porque no mostraba mis encantos con mayor sutileza. Los vestidos habían sido diseñados para que de frente no se vieran diferentes a cualquier otro, pero al inclinarse, la tela se abría, revelando la cubre de sus senos con soltura. Para impedir que sus pechos se vieran por completo, el corsé que llevaba, tenía un escote del mismo tono que el vestido, ajustándose perfectamente a la piel, para que el efecto sólo quedara en una mera insinuación de lo que podrían encontrar si fueran más lejos. Odio a ése hombre, pensó con mortificación. Era un astuto pícaro.

Hoy, con las prisas de llegar al Conservatorio, no se acordó de ponerse el vestido amarillo, sino que tomó uno de aquellos trajes del demonio. Cuando se sentó en el carruaje con los documentos que necesitaba el nuevo director, observó la tela de su traje con horror. El hermoso tono verde azulado que la cubría, hacía que el color castaño de su pelo reluciera más, al igual que mostraba el tono nada blanquecino de su piel. Debía recordar no inclinarse en ningún momento, de lo contrario, volvería a aquella época en la que se encerraba en la Mansión para evitar pretendientes.

Aquellos recuerdos parecían completamente lejanos. Incluso ahora, a pesar de sonrojarse por los intensos intentos que habían hecho algunos, una pequeña sonrisa afloraba en sus labios. Hacía mucho tiempo que no pensaba en un pasado que no estuviera manchado por la presencia de Brett. Aquellos ojos verdes parecían perseguirla en cualquier lugar al que fuera, porque una vez la habían mirado con amor. Pensó tenerlo junto a ella, como el primer hombre que la había querido por lo que era y no por lo que podría ser. Pero esa promesa de felicidad futura se rompió la misma noche en que sus secretos salieron a la luz. Él, era una bestia que respondía al llamado de la luna y ella, una bruja que daba cánticos al rugido de las olas del mar. Todo parecía tan extraño e irreal. Como si alguien la hubiera metido en un cuento de hadas y sacado de él antes de que la historia finalizase. Si algo había aprendido, era que los finales felices no eran para ella.

El carruaje se detuvo en las inmediaciones de la Plaza Tertre. Unos golpes la sacaron de su ensoñación e hizo que carraspease su garganta, antes de permitirle al lacayo que abriera la puerta. – Madame, me temo que ha habido un problema. Un caballo se ha desbocado y es imposible continuar. Si espera aquí dentro, le traeré un refrigerio para que esté cómoda hasta que se resuelva todo.- Su rostro estaba enrojecido, seguramente habría tenido una gran discusión con el dueño del caballo, intentando hacer que el carruaje de su ama llegase al destino acordado.

Una sonrisa se formó en sus labios, mientras que su mano se estiró para tocar la del lacayo. – No te preocupes, Wallace. Daré un pequeño paseo y después iré al Conservatorio.- Levantó una de sus pequeñas manos en señal de advertencia.- Esperadme allí. – Se bajó del carruaje con una brillante sonrisa y antes de comenzar el viaje, se giró hacia el lacayo y le susurró- Y, Wallace. Intenta no matar al que ha causado este incidente. – Se rio con suavidad, dejando atrás al sonrojado hombre.

Sus pasos se movieron con lentitud, disfrutando del aire fresco que llenaba el ambiente. Pero antes de que recorriera una larga distancia, se vio empujada por un cuerpo bastante fuerte. El golpe la dejó sin aliento, ya que el brazo del hombre había impactado en su costado, empujando el corsé mucho más allá de lo que necesitaba para respirar. - Debería tener cuidado por los lugares en los cuales camina señorita- La rudeza de aquella indudable voz masculina, la sorprendió. Fue como una bofetada en pleno rostro, así que con rapidez, se agachó para ayudarle a recoger el libro.

- Lo lamento, Monsieur. A veces soy un poco despistada.- Sus dedos enguantados tocaron los del hombre, haciendo que una oleada de energía la sacudiera. Era como un agradable calambre, que la inundaba en su interior. Sus ojos buscaron los del hombre, sabiendo que aquello sólo podía darse por alguien que tuviera un poder mágico inusualmente penetrante. Podía sentir cómo algo registraba su interior, como si fuera analizada con rapidez. Había sentido esto sólo una vez, aquellos hermanos brujos de la realeza eran poderosos, pero este hombre… - Increíble…- Susurró con admiración, mientras le sonreía con completa inocencia. Un brujo de tal calibre sólo podría ser bueno, pensó con ingenuidad, debe ayudar a mucha gente con semejante fuerza. Estaba tan centrada en sus ojos marrones y la simpleza de sus pensamientos, que olvidó aquello que se había prometido en el carruaje. No inclinarse.  

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Mensaje por Harald Freiss Jue Nov 14, 2013 9:52 pm

No era necesario que aquella mujer hiciera reparos en su torpeza o sus descuidos, el libro que se encontraba en pleno suelo era una prueba de que lo era, más que cualquier otra cosa que pudiera decir. Battler se alegraba ligeramente a pesar de eso de que ella aceptara el hecho de ser despistada, una mujer que aceptaba sus defectos entices decía ser una que valiera la pena, no como las que creían que el mundo entero debía encontrarse a sus pies y todos y cada uno de los hombres se inclinaban ante sus andares.

Algunas veces al pensar en mujeres, los pensamientos de brujo viajaban sin dudas a la única mujer que sentía que su corazón había amado verdaderamente y la cual había valido toda la pena. Su madre.
Recordaba algunas cosas de ella, pero no tanto como hubiese deseado; nada de eso era claramente su culpa, pues la responsabilidad entera de que fuese incapaz de conocer más detalladamente a su madre estaba en el apellido Blackmelt. Sin embargo de lo poco que Battler podía recordad de su madre era que nunca fue como las mujeres que se encontraba; ella era amable, cariñosa y siempre creaba cuentos ilusorios tanto para él como para Vis, las habitaciones estaban siempre repletas de figuras que se movían de un lado a otro siguiendo las instrucciones de la dulce voz de su madre. Aquellos ojos que le decían que todo estaría bien, que las cosas siempre podían ser peores… que hermosa pero que ingenua era su madre en algunos momentos, quizás sencillamente creía demasiado en otros y en los finales felices.

Se había inclinado para recoger el libro, y había permanecido con la mano sobre él unos instantes, apenas los necesarios como para que en sus recuerdos apareciera el rostro de su madre. Aquellos ojos que derramaban lagrimas por sus hijos y esa voz que rogaba que le devolvieran a sus pequeños, que eran apenas unos inocentes que no merecían cargar con todo el peso de una historia llena de sangre y maldiciones… y ese, era el ultimo recuerdo que había en su mente de ella.

La delicada mano enguatada que le toco fue la causante de que sus recuerdos se desvanecieran, justo como las ilusiones de su madre y la realidad llego de golpe nuevamente. La plaza Tertre, los sonidos, la gente y la mujer con quien había chocado; todo había regresado.
Increíble… – aquel susurró le llego claro y por primera vez desde que hubiese sido algo grosero con ella, le miro o al menos eso intento pues sus ojos recorrieron aquella mano, pasaron por el escote de la dama y llegaron a su rostro, solo para regresar entonces y hacer una parada estrategica y de reconocimiento de nuevo en el escote.
Más que increíble… son… maravillosos… – Mencionó con una sonrisa en los labios mientras sus ojos continuaban en aquel escote que revelaba solo lo necesario del cuerpo femenino, estaba maquiavélicamente planeado todo eso para que cuando ella se inclinase diera una buena vista a cualquiera pero no se pasara de lo apropiado.

Era probable que por sus palabras se llevara una buena bofetada, pero sin duda que el golpe bien valía la pena después de aquella vista que le estaba regalando la dama.
Tanto se había sumido primeramente en su madre y después en aquel par de senos que no se dio cuenta hasta sus ojos llegaron nuevamente a los de la mujer que existía en ella un brillo especial, algo que le volvía diferente al resto de las mujeres. De haber tenido la decencia de focalizar su atención se habría percatado de la manera en la que ella fue capaz de leer la energía que existía en él, en cambio debió esperar a aquel contacto ocular para notarlo… la mujer era una bruja, podía notarlo en el aura que le rodeaba y en aquel brillo en sus ojos.

Aquella mirada trasmitía una ingenuidad única, una belleza interna increíble que por un segundo le provoco dolor de estomago. Esa clase de bondades eran las que terminaban por llevar a cualquier brujo a la hoguera y vaya que con una mujer como aquella eso le parecía un desperdicio tremendo de magia y belleza. Igual en esos instantes nada de eso le estaba importando, porque aquel par de ojos, la manera en la que brillaban de esa forma tan especial  le estaban mareando y no tuvo más opción que alejar la vista de ella, terminar de tomar el libro y levantarse.
Su pecho estaba oprimido de una forma diferente a la que los espíritus tenían acostumbrado hacerlo, así que culpo a la mujer por eso, a ella y a esa mirada que tenía.
¿Cuál es tu nombre, bruja? – murmuro para que nadie les escuchara – Dime, ¿Me has hechizado? – tomo aire, lo más profundo que pudo y llevo su mano hasta su pecho pues la opresión en él no cedía ni un ápice.
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Mensaje por Ruslana Del Mar Lun Nov 25, 2013 10:18 pm

Cuando me encuentro con una criatura, encuentro la voluntad del poder


Inclinó la cabeza con confusión, aunque mantenía la sonrisa. Siempre había momentos en los que perdía el hilo de la conversación. Más si el flujo de energía se filtraba dentro de mi cuerpo como un torrente cálido y espeluznante. Había tal fuerza en aquella corriente mágica, que sólo quería cerrar mis ojos y dejarme llevar por ella. Adonde quiera que me arrastrara, sabía que ésta terminaría haciendo lo que quisiera conmigo, porque si de algo era consciente, era de mi propia debilidad.

Ya había sentido algo similar antes, unos brujos de la realeza que convivían juntos en un mismo cuerpo. Pero ni siquiera aquello se podía comparar con el brío que sacudía mis dedos hasta el punto de  querer quitarme los guantes para sentir mejor la calidez de su piel. ¿Qué vería cuando mis dedos rozasen su palma?. – Maravilloso, sin duda alguna. – Repitió con voz ausente, mientras sus ojos miraban aquella mano grande. Sus dedos eran sorprendentemente elegantes, dedos de pianista. Quizás también tuvieran la agilidad de aquellos compositores alocados que llenaban su academia. O, tal vez fueran de ésos que parecían frágiles y después golpeaban las teclas con tanta fiereza, que no sabías si quería asesinar cada nota o grabarla a fuego en la yema de sus dedos.

Fuera como fuese, aquella mano se alejó de la suya. Un movimiento rápido y fluido de su cuerpo masculino que lo ayudó a poner distancia entre ambos, levantándose sólo para erguirse ante ella con su gran altura. No se había dado cuenta de cuán alto era. Su cuerpo creaba una sombra que la cubría por completo al estar aún de cuclillas en el suelo. Por alguna razón no podía dejar de mirar aquellos ojos marrones, parecían estar llenos de sombras del pasado. Ella conocía bien esa mirada. Era la misma que ella poseía cuando se acordaba sus pesadillas, de la bestia que habitaba en los hombres lobo y la muerte que arrastraban con ellos.

Se levantó con tristeza, recordando que en el fondo, todos compartían un miedo. El destino se ocupaba de marcarnos sin clemencia, demostrando que al final la muerte nos tocaba a todos. Hombres y mujeres, ricos y pobres. Todos estaban condenados a sufrir, llorar y velar por nuestros muertos.  

- Lo lamento. – Repitió bajando sus ojos hasta el libro que él tenía en sus manos. Parecía que lo había ensuciado al caerse, así que esperaba que el interior se hubiera salvado de la mancha marrón que cubría el lomo. – Puedo limpiarlo….- Su voz se cortó de golpe, cuando el sentimiento de dolor la azotó en su interior. Sus manos temblaron, mientras que sus ojos se elevaron hacia él con  rapidez. No, por favor, no. Se susurró en la mente mientras cerraba los ojos y se concentraba para cortar la sincronización que su poder había construido entre ambos. No era la primera vez que su poder le hacía más mal, que bien. En cuanto creaba cierta conexión con alguien, su poder de empatía fluía entre  ambos. Pero en cuanto intentó calmar el dolor que sentía aquel hombre, notó cómo una barrera se levantaba entre ambos desde su interior, expulsándola con un golpe secó que la hizo tambalear. ¿Qué había sido eso?.

Su rostro se llenó de preocupación cuando el hombre susurró una palabra que le daba más pánico que orgullo. Bruja. Él la había reconocido por lo que era, así que ahora, después de descubrir que tenía la habilidad de sacudirla fuera de él sin ni siquiera mover un músculo, no podía fingir que no sabía de lo que hablaba. – Ruslana Del Mar. Y usted, Monsieur, ¿A qué nombre responde el caballero que habla sobre magia?- Su voz salió más cortante de lo que ella habría deseado. Pero no era la primera vez que se metía en problemas por su naturaleza. Su vida ya era demasiado complicada, como para meterse en un lío el primer día que había salido de su encierro. No pensaba permitirlo.

Miró a su alrededor, deslizando los ojos por el resto de viandantes que paseaban cerca de ambos, asegurándose de que ninguno estuviera mirándolos con demasiada curiosidad. Cuando se cercioró de que nadie lo había escuchado, se limitó a sacar un pañuelo, con sus iniciales bordadas en azul claro, de un bolsillo adicional en su pequeño corpiño. Acarició aquel pequeño detalle que cubría la seda y sonrió con cariño. Había sido un regalo de Zafiro. – Le prometo que no he usado nada contra usted. – Le susurró mientras le quitaba el libro y se limitaba a sacudirle el polvo que lo cubría. Sus ojos siguieron el contorno de unos símbolos extraños en su cubierta, pensando que quizás era un idioma asiático. –Si no dice nada acerca de mí… naturaleza, yo no diré de la suya. – Le tendió el libro de nuevo y lo miró a los ojos. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, mirando cómo su pelo tendía a rizarse con rebeldía. Parecía un niño. Un niño muy grande y poderoso, pero un niño. Incluso su sonrisa lo hacía aún más infantil, como si hubiese una parte traviesa dentro de él que se negase a crecer. – Será… Nuestro secreto.- Sin poderlo remediar, se sonrojó al pensar que quizás estuviera siendo demasiado descarada. Él era un desconocido y ella una loca que lo había hecho tropezar. Parecía que su día sólo mejoraba por momentos.  



Un secreto compartido es una complicidad enlazante.
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Mensaje por Harald Freiss Miér Dic 04, 2013 10:19 pm

Ambos habían estado contemplando lo que deseaban del otro y aunque fueran perspectivas completamente diferentes el flujo de las palabras de ambos no permitio que alguno se diera cuenta realmente de lo que el otro estaba captando del otro. Pero las cosas no habían sido de esa manera mucho tiempo y Battler había preferido huir de ella y de esa manera en la que sus ojos le afectaban.

Durante algunos segundo pudo incluso sentir como las almas luchaban en su interior, lastimando interiormente su cuerpo en un esfuerzo por escapara más desesperado que en el de otras ocasiones, como si ellas quisieran acallar algo que les resultaba amenazante. Miro de nuevo a la bruja, apenas un vistazo y le causo gracia el pensar que ella pudiera ser la causa de tal revuelta en su interior porque algo de ese estilo, generado gracias a una mujer como ella le pareció sencillamente imposible.
Desde la distancia que había esperado tomar seguía afectado por ella, tenía ganas de decirle que dejara de mirarle o más sencillo, alejarse de ella sin más. Caminar como si en ningún momento hubiese chocado con ella de aquella manera, dejando aquello como un dolor normal de los que solía sufrir gracias a aquellas almas ingratas en su interior, pero no hizo nada, se quedo ahí mirándole aunque le dolía.

Mientras ella se erguía sus ojos continuaban en contacto y la tristeza que brillo en ellos le llevo una vez más el rostro de su madre y la manera en la que imploraba a su padre… “Ellos son inocentes”… el impulso de abrazarle surgió en él, junto con la terrible necesidad de decirle que estaba bien, que ellos podían cuidarse solos y que no sufriera más; pero esa bruja frente a él no era su madre y no sabía nada de lo que Battler había enfrentado en su vida y mucho menos de que la perdida era algo clave en la vida tanto de él como de su hermano.
Agradeció aún así que la voz femenina volviera a sacarle de esos pensamientos y negó.
Descuide no le ha sucedido nada… – trato de alejar el libro y su mano de ella pero no lo consiguió y contrarió a lo que esperaba lograr ambas manos se tocaron, apenas en un roce y el dolor azoto de nuevo al brujo – de verdad que todo esta bien – dijo con dificultad pero noto como las manos de ella temblaban ligeramente y le miro, intentando respirar para calmar el dolor, después de todo era algo a lo que ya estaba acostumbrado – ¿Estas bien? – por la expresión que tenía y la mirada lo dudaba. Estaba por estirar su mano cuando las almas lucharon nuevamente en su interior intentando eliminar algo que les molestaba, una amenaza potencial para ellas y luego… de nuevo la calma.

Tal y como lo sospecho desde el inicio, ella era la razón de que las almas se agitaran de aquella manera, alertas… no tenía duda alguna al respecto ya y por eso le había preguntado de manera tan burda sobre si le hizo algo. Para alguien como él, cualquier acercamiento con quien desatara de esa manera su maldición era inaceptable pero aún así, no podía alejarse, era como la gravedad que le mantenía de pie en la tierra… quizás incluso más intenso.
Necesitaba saber que era lo que hacía ella, de que manera le provocaba esas alteraciones y por qué miraba como su madre; reflexiono un poco sobre el segundo punto, no tenía motivos para interrogarle sobre el dolor que atravesaba pero aún así no deseaba ver esa mirada, no porque al igual que cuando le arañaban por dentro, esa forma de mirar le dolía y le llevaba a querer sanar las heridas de otros.

El tono de la fémina camino y le dedico una sonrisa al escuchar su nombre.
Un placer Ruslana… – dijo su nombre como si lo saboreara, lento – Mi nombre es… solo Battler – ella le daba su apellido pero el brujo ya no tenía algo como eso – y no he hablado de magia.. aún no solo hable de brujas… pero todas las mujeres lo son y todas son capaces de hechizar con una mirada – si bien ella no creería lo que decía, solo lo mencionaba a modo de broma; quitarle aquella cara sería y bueno, disminuir la tensión que surgió con sus preguntas pues si quería respuestas necesitaba ser al menos ligeramente cortes con la dama.

Le miro con atención y la forma en la que vigilaba que no les observaran le pareció… tierna…
Pues tengo mis serias dudas, porque me ha dolido estar cerca de usted – no perdía detalle de cada movimiento que efectuaba y solo pudo sonreír juguetón cuando su mano tomaba nuevamente el libro – Igual no creo que le convenga decir nada de mi naturaleza, saldría mal parada de hacerlo así que - se encogió de hombros - que más da… será… – al ver aquel sonrojo no pudo evitar inclinarse un poco hasta quedar cerca del oído ajeno – nuestro secreto… – susurro antes de alejarse y volver a sonreír. Ahora que la tristeza había parecido evaporarse de aquellos ojos, se enfoco en otras cosas (además del escote) como en la sonrisa tan hermosa que poseía y esa figura que le hacía lucir tan frágil.

Respiro profundo y miro de un sitio a otro antes de volver a verla.
Ya que las presentaciones están hechas y bueno, estamos compartiendo secretos… que le parece caminar un rato juntos – su intención además de deleitarse con la compañía femenina era encontrar que le afectaba de ella, más desde que había mencionado no haber hecho nada – No tengo nada que hacer así que, si es que tiene algún pendiente le acompañare y no acepto un no como respuesta, Ruslana – ladeo el rostro sin apartar sus ojos de ella, esperando ser capaz de ver nuevamente aquel sonrojo en sus mejillas.
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Mensaje por Ruslana Del Mar Miér Feb 26, 2014 11:37 pm

¿Quién no se ha sorprendido numerosas veces cometiendo una acción necia, por la única razón de que sabía que no debía cometerla?



Sus ojos se fijaron en los ojos marrones de aquel hombre, intentando decidir si debía confiar en él lo suficiente como para dejar que la acompañara. No era la primera vez que la engañaban y se encontraba en una situación en la que su decisión sería la única culpable si sucedía algo malo después. Pero ya se sabía que ella no era muy dada a desconfiar de los demás. No cuando te sonreían de esa forma dulce y casi inocente, mostrando una faceta que ella creía perdida en casi todo el género masculino.

- Como deseéis señor Battler. - Le ofreció una sonrisa y su propia mano para que él pudiera tomarla y apoyarla en su brazo. Era la forma más sencilla de dejar que él la acompañara. Había podido ver que él era más alto que ella, con unas piernas largas, y podría jurar con demasiado atrevimiento, que serían musculosas y elegantes. - Aunque debo advertirle que mis diligencias son tediosas y carentes de diversión. - Mantuvo su mirada lejos de él, intentando ocultar el rubor de sus mejillas, por aquel pensamiento indecoroso sobre las piernas del brujo, con su propio pelo. Más tarde agradecería a su sirvienta, de que la hubiese convencido de dejarse el pelo suelto, con nada más que su sombrero para decorarlo.


no dejo de pensar en ti
no dejo de respirar
no paro de imaginar
que pasaría si te enteraras



Caminó a su lado por aquel lugar abierto, mirando sin prestar mucho atención realmente a lo que sus ojos le mostraban. Su corazón no paraba de latir apresuradamente en su pecho, como si tan sólo el contacto de sus dedos sobre la áspera tela de su chaqueta fuera suficiente para provocarle un huracán de emociones. Estaba nerviosa. Como si algo en su interior supiese que aquel hombre tenía lo suficiente como para asustarla. No sabía si era por el cómodo silencio que se había instalado entre ambos, o que en realidad eran dos desconocidos que caminaban hacia el mismo lugar, mantenidos por el mero roce de los dedos de ella sobre su antebrazo. Pero se sentía también tranquila. Era como estar ante una fuente de agua y su sonido te asustase y pusiese nerviosa por salpicar gotas de agua sobre tu rostro, pero al mismo tiempo no pudieses evitar relajarte ante la belleza de lo que esa misma fuente provocaba en ti.


-Tengo que entregar unas partituras en el Conservatorio. Es el edificio blanco que se encuentra próximo a esta plaza. - Le reveló con brusquedad. Necesitaba decir algo antes de que sus pensamientos se volviesen más inestables y comenzase a pensar de nuevo en la certeza de que el cuerpo de Battler era perfecto. La forma sencilla que tenía de amoldarse a su paso, en la que su pie izquierdo pisaba el suelo al mismo tiempo que el suyo, la dureza de los músculos que se movían en su brazo cada vez que él se giraba a ver algo. Incluso la sencilla manera que tenía de caminar como si él supiera el lugar exacto al que se dirigían, la ponía aún más alerta de su propia presencia. Y aquel silencio no ayudaba. Ella era despistada, tendente a fantasear despierta. ¡Por amor a Dios, ella creaba historias en su cabeza sobre las personas que la rodeaban, en base a sus sentimientos!. No era normal. Y Battler.... Aquel hombre lo empeoraba todo. ¡¡Todo!!.

-Puedes irte cuando llegue allí. Seguro que tiene cosas más interesantes que ver cómo varios músicos reprenden a su directora por no presentarse durante meses.- Era una escusa más que creíble para hacer que el hombre se plantease marcharse con cordialidad, y librarse del acompañamiento de la mujer torpe que seguramente consideraba que era. Además, ella sabía que en cuanto llegase a su Conservatorio, recibiría no sólo reprimendas, sino miradas tristes por la muerte de su tía. Y ella quería algo que no fuese la lástima o compasión de los demás. Pero sabía que debía hacer aquello. Cuanto antes afrontara su situación, antes podría librarse de la presencia incómoda de esas personas que creían que necesitaba ayuda.

Con la muerte de su tía, numerosas amistades se habían acercado a darle el pésame, pero también para involucrarse en su vida. Como si ser huérfana, rica y de alta clase, fuese un pecado que debían solucionar con prontitud. Nadie quería el cargo en sus conciencias de una mujer casadera que se quedaba soltera, no cuando habían jurado ser amigos acérrimos de su tía. - No me malinterprete, no es que quiera...- Lo miró a los ojos y sonrió con una mueca perfecta y profesional, como si fuese de verdad lo que iba a decir.- librarme de usted, sólo quiero evitarle mi aburrida presencia. Más cuando está ligada a la mera dirección de un Conservatorio de Música.- Mantuvo su sonrisa, pero sus ojos lo esquivaron, mirando su cuello, justo cuando mintió. Sí que quería librarse de él. Más bien de los extraños pensamientos que le hacía tener y esa absurda y denigrante manía que había adquirido a tan sólo unos minutos de conocerlo, de comparar sus piernas con las esculturas griegas que ella había observado en el Museo de París. ¿Cómo podría continuar mirándolo a la cara, si ella no podía dejar de fantasear despierta sobre su cuerpo?.
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Mensaje por Harald Freiss Vie Abr 18, 2014 11:54 pm

¿En que vida las diligencias son divertidas? Porque a lo que he llevado en este mundo puedo asegurarle que ninguna lo es aunque tampoco es que se me den bien las diligencias ya que por lo general tengo unas compañías bastante peculiares que no me dejan en paz ni un rato – decía aquello mientras que tomaba la mano femenina y se disponía a seguirle los pasos fuera cual fuera el sitio al que se dirigiera. Realmente no tenia nada mejor que hacer que no fuera quebrarse la cabeza tratando de buscar respuestas que por más que tratara de encontrar solo continuaban esquivando al brujo y tampoco era como que un día más o un día menos de investigaciones fueran a hacer mucha diferencia después de tantos años de búsquedas infructuosas – además siempre es mucho más divertido acompañar a una dama a cumplir con sus deberes y sobre todo nada aburrido. Los hombres solemos deleitarnos simplemente con la compañía de una mujer así que ser felices no es realmente complicado y menos cuando la dama es como usted – era probable que aquellas palabras no fueran las más adecuadas pero eran la verdad.

Los pasos de Battler eran más calmados que los de la bruja a su lado, simplemente por el hecho de que con uno de sus pasos parecía abarcar dos de los de ella y eso le produjo una sonrisa, uniendo además el hecho de que las almas se encontraban ahora bastante tranquilas, quizás demasiado para su propio gusto pero era un alivio no tener que lidiar de manera usual con ellas estando al lado de Ruslana, aún así nada aseguraba que de un momento a otro no les diera hambre y terminara deseando tocar aquel delicado cuerpo que notaba moverse debajo de aquel vestido que ella lucia. De pasar algo como eso, seguro que acabaría por buscar algún sitio en el cual comer con tal de apaciguar aquello que pusiera a esa bruja en peligro.
Era curioso porque regularmente no pensaba en nadie que no fuera o él o Vis, pero esa bruja parecía tener algo que le calmaba, que le recordaba una paz que hacia mucho tiempo que no había experimentado ¿Quién sabe? igual las almas dentro de su cuerpo se sentían más tranquilas al lado de ella.

Soltó una risotada cuando revelo a donde era que se dirigían finalmente y le miro aún siguiendo sus pasos.
Se cual es el conservatorio, no soy tan inculto como parezco. De hecho ahora me siento mucho más curioso por acompañarle – su mirada se dirigió a aquel edificio que se encontraba más adelante de ellos – quiero descubrir que es lo que hada usted allí señorita Ruslana – Saber un poco más de ella no iba a hacerle daño a nadie, tal vez solo a si mismo y a su inestabilidad pero de ahí en fuera no existía peligro alguno para ella o al menos eso era lo que él creía.
Más pronto de lo que había esperado descubrió el motivo de la visita de la bruja en aquel lugar. Directora del Conservatorio. Esa mujer no solo era hermosa, una bruja y un encanto en su manera de ser, además de todo era alguien importante que de manera obvia ser vista con un don nadie como él no era buena idea – Bueno pues precisamente parece que quiere liberarse de mi, ya sea diciendo que es aburrido, que es importante para el Conservatorio o que su presencia no tiene nada de interesante. No sé si es la mejor o la peor manera en la que alguien ha expresado el deseo de que me aleje, pero tampoco es que pueda forzarla a aceptar mi compañía pero créame que me siento tentado a hacerlo – su andar seguía siendo firme y sus palabras aunque sonaban como si estuviesen mezcladas con un tanto de humor revelaban realmente sus pensamientos – tal como me lo ha pedido entonces, le acompañare solo hasta la entrada del conservatorio – era definitivo una lastima tener que alejarse de ella, una vez que lo hiciera no habría nada divertido que hacer que no se relacionara con continuar investigando.

No dijo nada más, no volvió a mirarla y camino a su lado como un acompañante que se asegura de que una dama llegara a salvo a su destino. Una sensación extraña le recorría el cuerpo era un escozor diferente que las almas provocaban dentro de él y aunque no era doloroso era algo molesto tener que lidiar con eso cuando quería su atención sobre el cuerpo que se movía a su lado y la manera en que los cabellos de Ruslana se movían con cada paso que daba, a ratos le provocaba por pasar sus dedos sobre esos cabellos pero no haría algo como aquello por el simple y sencillo hecho de que sus recuerdos se lo impedían.
Battler se había prometido muchas cosas al dejar su hogar natal. Que olvidaría el nombre de aquel sitio, que su apellido había desaparecido, matar a los que asesinaron a todos los brujos que llevaban parte de su sangre y una promesa que era la base de su vida; no enamorarse de nadie. Parte de esa promesa estaba basada en el hecho de que sus almas no se saciaban fácilmente y tener a alguien a su lado le resultaba simplemente imposible, además de que debían de viajar bastante; pero la otra parte primordial dentro de esa promesa es que, de la misma manera en auge existían recuerdos dolorosos de sus padres, también estaban otros que calentaban el corazón del brujo como si aún fuese un chiquillo. Entre ellos se encontraba uno en el cual veía a su padre pasando los dedos por los cabellos de su madre como si fuera la cosa más frágil y valiosa que existiera en el mundo; era ese el recuerdo que impedía llevar a cabo aquello que en esos momentos deseaba.

Antes de haberse dado cuenta habían llegado al Conservatorio y suspiro. Nuevamente sus recuerdos habían hecho que algo que deseaba disfrutar se desvaneciera.
Bueno, creo que aquí es donde termina nuestro viaje juntos – tomo la mano femenina para liberarla de su brazo y la sujeto para besarle el dorso de la mano – fue un placer acompañarle al menos unos instantes, Ruslana – su cerebro dio la orden de soltar aquella mano y alejarse de ella pero la sensación dentro de él se incremento y su mano permaneció cerrada, sin dejar en libertad la de la directora de aquel lugar – pero que… – al parecer, aquellas almas aún querían permanecer con ella.
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Mensaje por Ruslana Del Mar Sáb Abr 26, 2014 11:07 pm


A veces llega la lluvia para limpiar las heridas, a veces solo una gota puede vencer la sequía.
Mark Anthony



Su rostro se sonrojó completamente cuando Battler le dijo que no era tan inculto como aparentaba. La mera idea de que él considerase que ella lo había insultado, la hacía temblar de vergüenza. Es cierto que quería librarse de él y por las siguientes palabras que le lanzó, era evidente que no había conseguido ocultar su necesidad, cada vez más acuciante al tenerlo tan cerca de ella, de conseguir que aquel hombre se apartase de su camino.

Mortificada por haber sido descubierta con tal rapidez, se mantuvo callada durante todo el camino. Aunque sabía que debía mirar los hermosos árboles que los rodeaban, sus ojos corrían veloces a saciarse con la visión de aquellos amplios hombros que caminaban junto a ella, meciéndose ligeramente a cada paso que daban. Se sentía como esas mujeres que no podían evitar separar sus ojos de un hombre, meciendo sus abanicos descaradamente para atraer la mirada de aquel que deseaban atrapar con una sonrisa pícara. ¡Mon Dieu!, se gritó mentalmente cuando sus ojos bajaron al suelo para concentrarse en algo que no fueran sus increíblemente largas pestañas, esa mueca de una sonrisa ligera, atrapada entre una sonrisa burlona y tierna o la musculosa complexión que ocultaban sus sencillas ropas y que sus dedos no dudaban en recorrer con cierta sorpresa e inocencia.

Decida a mantener sus ojos en cualquier cosa que no fuera él, se forzó a ignorar su presencia, como si el hecho de que él fuese más alto y grande que ella, fuese sencillo de eliminar de su mente. Contó sus pasos, los árboles que pasaban, los niños y mujeres que paseaban como ellos, con la tranquilidad del que no tiene otra cosa que hacer. ¿ Estaba dando un paso por cada dos de ella?, se preguntó mirando los pies de ambos y comprobando que tenía razón en lo que había notado. Gruñó, irritada con la estupidez de su debilidad femenina ante la presencia de un hombre como él. Maldijo todas aquellas partes en ella que la hacían querer saber más de él, incluso suplicó a Dios porque algún niño consiguiese lanzar alguno de sus juguetes a su cabeza y así pudiera tener algún motivo convincente para huir de Battler. Una conmoción cerebral seguro que se consideraba socialmente aceptada, al menos por una mente desesperada como la de ella, para marcharse e ir al médico. A un terapeuta, un gitano que supiera del arte de la curación, cualquiera lo suficientemente capaz de reconocerla y que estuviese lo suficientemente lejos de él. Digamos, a unas 10,000 millas de distancia. No, viendo la rapidez con la que ella comenzaba a fantasear, sería mejor unas 50,000 millas. Quizás un Estado en medio de ambos. Holanda le parecía adecuada para establecerse.

Cuando llegaron al Conservatorio, un ligero pero persistente dolor de cabeza comenzaba a atormentarla. Gracias al esfuerzo sobrehumano que había hecho para no pensar en nada que fuera Battler, sus ojos brillaban con dolor por la brillantez del sol. La idea de entrar a la sombra reconfortante que le ofrecía el despacho del Conservatorio, la hacía suspirar con placer. Quizás pudiera pedir algo refrescante como una limonada o té helado. Visualizó la jarra de cristal con el líquido amarillento y las rodajas de limón nadando entre los hielos que se aseguraban de mantener el agua fría.

- Lo mismo digo, Monsieur Battler. Ha sido muy amable al acompañarme hasta aquí. Permítame que me disculpe por las palabras que le dirigí antes.- Suspiró y lo miró a los ojos con evidente vergüenza. Mientras él había sido un perfecto caballero, caminando a su lado con educación y sin decirle nada por sus insultantes palabras, ella sólo había intentado pensar múltiples formas de escapar de él. Se sentía tan mal, que apenas era capaz de mantenerle la mirada. Ella jamás había sido tan mezquina con alguien. – Soy consciente de que lo he ofendido. Lo cierto es que no me encuentro cómoda bajo la compañía masculina.- Intentó darle la verdad como ofrenda de paz. Al menos quería que él descubriera que en el fondo era mucho más que una niña malcriada. No quería que se fuera pensando que ella no era una buena mujer, algo en su interior se retorcía con la mera idea de que él pudiera considerarla arrogante.

Miró la mano que repentinamente se había apretado contra su muñeca, aferrándola con firmeza. La diferencia entre la tonalidad de sus pieles, la hizo sonreír. Pues la piel de Battler tenía el tono bronceado del que ama permanecer bajo el beso de los rayos del sol. Ella, tras permanecer encerrada en su Mansión, había perdido el brillo dorado que su piel blanca adquirió cada vez que ella salía a navegar. – No es necesario que diga nada.- Susurró apoyando su otra mano sobre la de Battler. La apretó, sin ser consciente del porqué la apretaba así, y después levantó sus ojos con una sonrisa. – Le ofrezco merendar conmigo y visitar nuestras instalaciones todas las veces que lo desee. Por supuesto, no tendrá que pagar por ello. Su compañía me es suficiente todas las veces que decida acudir. Se ha ganado mis respetos, Monsieur Battler.
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Mensaje por Harald Freiss Dom Jun 29, 2014 10:19 pm

Quizás se sintió algo mal por haber hablado de una manera tan sincera a la mujer que estaba acompañando. Pese a que solía tratar con relativamente varias mujeres pocas eran las que merecían un trato más correcto por su parte, la gran mayoría de las mujeres que solía frecuentar, eran después de todo cortesanas. No existía nada mejor que una cuerpo sin ataduras que alimentara los deseos de aquel grupo de almas que vivían en el interior del brujo. Su falta de tacto no era considerado inadecuado por esas mujeres, sin embargo Ruslana era diferente. Ella era directora del conservatorio, una bruja y por sus ropas y la elegancia de sus pasos, obviamente una mujer de prestigio. Ante la ausencia de palabras ante su comentario, Battler opto, por al igual que ella mantener el silencio entre ambos y no empeorar las cosas con algún otro comentario mal efectuado. Se limito entonces a ser solamente un acompañante para ella.

En su andar al lado de aquella bella dama, existieron momentos en los que creyó ver un sonrojo en sus mejillas y como los ojos femeninos iban de un sitio a otro sin realmente detenerse sobre él, obviamente que Battler esperaba que la mirada de la bruja se posara sobre él pues de esa manera podría dejar de pensar en lo hermosa que era, en lo delicada que lucía y en que quería que sus manos rodearan aquella fina cintura para acercarle más a él. Le resultaba curioso todo de ella, pero con más intensidad los momentos en los que notaba como la mente de la bruja se perdía en algún pensamiento, justo de la misma manera en la que la suya estaba haciendo a ratos. Ese detalle le saco una sonrisa realmente enorme y una curiosidad ridícula, ¿Qué era lo que ella pensaba? dio por sentado que debía tratarse de asuntos relacionados a las diligencias que menciono se veía obligada a hacer y pese a que le hubiera encantado cuestionar respecto a esos detalles, se limito a continuar andando hasta que se detuvieron en la entrada del edificio al que se dirigían.

Finalmente después de un largo silencio, las palabras volvieron a fluir entre ambos y una disculpa que se noto sincera le fue dirigida. Sus ojos se encontraron con los ajenos y negó suavemente a sus palabras.
Quien debería disculparse debería ser yo. Algunas veces olvido como es que se debe tratar a una dama y digo cosas que son completamente inapropiadas aunque tendré el atrevimiento de decir que ha sido su belleza lo que me ha entorpecido – una vez que Ruslana menciono su incomodidad ante su presencia, el brujo no pudo evitar enarcar la ceja para después dejar escapar de sus labios un suspiro – Bueno, entonces debió decirlo antes y de esa manera no le hubiese perturbado con mi presencia – su mano fue hasta su nuca y la paso lentamente por sus cabellos – aunque ahora me siento interesado por saber el motivo de eso, si es que es correcto que se pregunte – le miro con seriedad, tratando de descubrir en aquel par de ojos el motivo por el cual una mujer como ella debía sentirse incomoda con su compañía. Las almas se agitaron en su interior sin aviso alguno, recordándole que él mismo había creído conveniente alejarse de ella antes de que terminara teniendo algún pensamiento o impulso inapropiado – Disculpe mis palabras, eso no es de mi incumbencia – así era y así debía ser. Mantener la distancia sería clave.

Maldijo para sus adentros cuando pese al deseo de distancia, su mano no soltó la ajena sino por el contrario se aferro a ella con fuerza. Una sonrisa nerviosa se apodero de sus labios, ¿Cómo iba a explicar eso a la bruja? ¿Cómo tomaría ella ese gesto en que su mano no le soltaba? Esos eran los momentos menos adecuados para que algo así sucediera. Su mirada se desvió, tratando de encontrar las palabras o la forma de poder liberarla de su agarre e irse de aquel sitio de inmediato pero una mano delicada se poso sobre la suya, provocando que se relajara y disminuyera la fuerza. Regreso la mirada hasta Ruslana, que le miraba fijamente y parecía despreocupada por la reacción que había mostrado. Una vez más las almas se tranquilizaron y le dieron libertad a su cuerpo. Sonrió mientras que su otra mano viajaba al rostro de la bruja y delineaba suavemente su mejilla.
Es usted muy amable por decir eso. Aunque realmente no exista nada en mi que respetar, de hecho es al contrario. Se ha ganado mis respetos Ruslana – Pocas personas tranquilizaban de esa manera su interior y ella era una de esas personas – y respecto a su invitación, me sentiré encantado de poder pasar más tiempo a su lado, es usted una mujer admirable y de quien quisiera conocer más cosas – sin miramientos soltó aquellas palabras, unas que durante mucho tiempo había guardado y tratado de evitar decir a cualquier mujer. Conocer significaba encariñarse y encariñarse podía significar la perdición; solo que, ¿No se había perdido desde que la bruja apareció frente a él?
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Mensaje por Ruslana Del Mar Dom Jul 20, 2014 5:40 pm


A veces, sentir y pensar es lo mismo.


Sus palabras hicieron que un escalofrío descendiera a lo largo de su espina dorsal. Por primera vez sintió miedo de lo que una frase podía hacerle, así que decidió restarle importancia a todo salvo a lo que parecía más inocente de responder.

- ¿Que te parece si por esta vez lo dejamos en una disculpa mutua que nos salve a ambos?- Sonrió y le agarró la mano con la que tocaba su mejilla para apartarla de ella y poder así guiarlo al interior del recinto, dejando que su mano agarrara sólo uno de sus dedos. Su sentido del decoro le decía que más de uno era excesivo para un par de desconocidos, así que una vez hubo subido las escaleras del conservatorio, lo soltó para poder agarrar mejor las carpetas de archivos que llevaba con ella.

- Buenos días, Monsieur Lagovette.- Le dijo al hombre que vigilaba la entrada, recibiendo un buenos días distraído como respuesta, hasta que el hombre calló en que había sido ella quien lo había saludado.  El portero se apresuró a  alcanzarla, disculpándose con ella con varias reverencias, mientras los seguía a ambos para asegurarse de que lo perdonaba por estar distraído con sus deberes. - ¡ No le dé importancia!, sólo diga a los profesores que he regresado y reparta esto a cada uno. Son las nuevas directrices de las escuela. Los horarios y el reparto de alumnos para el próximo año.- Le entregó las carpetas, ganándose una sonrisa del hombre, antes de que partiera a realizar la entrega.

A su alrededor, muchos alumnos se acercaron para dedicarle los pésames correspondientes por la muerte de su tía. Algunos incluso se quejaron sobre el que no les hubiera dejado realizar un concierto honorífico para un familiar, pero ella sólo sonrió a todos ellos encogiéndose de hombros y dándole las gracias.

Miró de reojo a Battler para asegurarse de que él aún la seguía, aunque en el fondo sólo quería evitar los rostros de todas aquellas amables personas que creían que ella realmente no había asistido a la escuela por su tía. En realidad, se sentía profundamente culpable por no sentir absolutamente nada por su muerte, salvo un intenso alivio por su ausencia. Es más, era más feliz sin ella. ¡Qué Dios la perdonara, pero era la más pura verdad!.

- Disculpadme, pero en este momento estoy acompañada. – Señaló a Battler y se disculpó con un gesto de su mano, abriéndose paso hasta su despacho.- Os agradezco vuestros ánimos, los llevaré en el corazón mientras trabajo. Ahora volved a vuestras lecciones y dejad de vaguear. – Los alejó con una mirada de advertencia, haciendo que sus alumnos se rieran de su penoso intento de ponerse seria con ellos. A veces parecía ella la alumna y ellos su profesor. La cuidaban demasiado.

- Perdón por esto, Monsieur Battler. Es uno de los motivos por los que no quería que me acompañara.- Abrió su despacho, para caminar hasta la mesa presidencial, demostrando el interior con muebles elegantes y en tonos crema. Dos de las paredes eran una gran cristalera que dejaba entrever el jardín que había en el medio de la escuela y un limpio cielo azul.

Dejó los papeles restantes sobre su mesa y se quitó el alfiler que aseguraba el sombrero en su cabeza, dejándolo sobre una nota musical que tenía colgando al lado de la mesa para colocar sus sombreros. Suspiró y se acarició la nuca, secando varias gotas de sudor que habían quedado allí de la larga caminata.

- ¿Qué desea tomar?- Levantó sus ojos marrones hacia él, dejándolos sobre los suyos y quedándose involuntariamente muda. Battler ocupaba la mayor parte de la puerta, haciéndola ser consciente de la altura que poseía el hombre en comparación con ella. Tuvo que volver a bajar la mirada para poder volver a recuperar su voz.

- A mi me gusta el té negro con trazas de caramelo.- Se mordió el labio y cogió la lista de alimentos que ofrecía el comedor de la escuela, obligándose a no moverse del escritorio y dejar que él cruzara la distancia entre ambos para coger el papel. – Pero si no le gustan las cosas dulces, puede escoger mi segundo favorito, el té verde con limón. – Sonrió y la hoja salió volando de sus manos cuando uno de los criados tocó la puerta, haciéndola saltar en el lugar y demostrar lo nerviosa que estaba.

- Señorita Del Mar, me han pedido que os pregunte que deseáis tomar de aperitivo.- El hombre miró a Battler y se inclinó hacia él.- Monsieur, ¿desea algo más intenso que el té?. Tenemos una lista escasa de licores si así lo desea.- El lacayo comenzó a recitar la lista de alimentos, licores y tés que ofrecía el comedor, permitiendo que Ruslana pudiera relajarse. No podía entender por qué estaba nerviosa, pero así era.

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Mensaje por Harald Freiss Miér Jul 30, 2014 9:47 pm

Triste puedo estar solo; para estar alegre necesito compañía.
Emily Dickinson


Un empate me parece lo más acertado ante esta situación – su mano fue alejada de aquella suave y delicada mejilla. No podía culparla de hacer aquello cuando no era correcta la manera en la que se estaba comportando frente a ella. Ante las personas que se acaban de conocer hacía poco tiempo, siempre se mantenía una distancia apropiada hasta que se demostrara que eran de fiar y que sus intenciones no eran malvadas. Si bien, Battler no era capaz de asegurar que sus intenciones siempre fueran buenas, en aquellos momentos no tenía ideas en la mente que no fueran lo hermosa que Ruslana era, lo tranquilo que se estaba a su lado y que deseaba no fuera esa, la única vez que la viera.

Uno de sus dedos fue sujetado por la delicada mano de la bruja y de esa manera fue guiado al interior de aquel lugar del cual, ella era la directora. Avanzaron de esa manera unos cuantos pasos, hasta que las escaleras aparecieron y Ruslana debió soltarlo para sujetar mejor todos los papeles que llevaba cargando.
¿Qué tal si ayudo con eso? – se ofreció de manera amable. No le parecía buena idea que siendo él invitado en aquel lugar, dejara que una dama cargara todo cuanto llevaba ella en brazos. Si bien antes fue ella quien los llevo todo el camino, ahora que se encontraban ahí y que definitivamente no le echarían, era su turno de ayudarla. En la puerta del edificio se encontraba un hombre al cual saludo de manera amable y Battler le dedico una sonrisa junto a una inclinación de cabeza. Su idea de ayudarla con las carpetas se desvaneció cuando el hombre las recibió para que fueran entregadas a los profesores, según indicaciones de la bruja.

Reiniciaban la andanza al lado de ella, para pronto ser interrumpidos por un grupo de estudiantes que se acercaban a darle la bienvenida a su directora. Le miro atento, no dijo nada ni se mostró impaciente. Le gustaba la manera en la que lucía rodeada de todos aquellos jóvenes, de hecho, parecía ser una más de ellos. En un instante en que ella se volvió a mirarle, el brujo le sonrío tranquilo, tratando de que con eso se relajara un poco más y no se apurara, él igual iba a esperarla pacientemente, no tenía prisa alguna. Con todo y que trato de que ella se tomara más tiempo al lado de los estudiantes, les indico que estaba acompañada, expreso sus agradecimientos y nuevamente se acerco hasta él.
Debo admitir que es agradable verla interactuar con el alumnado, así que no tiene razón para disculparse. Se nota que es una buena directora, todos parecer apreciarle mucho y preocuparse por usted – él en cambio solo se tenía a si mismo y a su hermano. Nadie que pensara en ellos y se preocupara porque estuvieran a salvo o cualquier cosa; en cierto punto envidiaba a la bruja de eso.

El camino de ambos termino un poco más delante, cuando ingresaron en el despacho de la directora. Permaneció unos segundos en la puerta, observando todo y como además parecía que Ruslana pertenecía completamente a aquel sitio. Se divertía cada vez que sus miradas coincidían y por algunos segundos ambos parecían perderse en el otro, hasta que el contacto visual era roto por alguno de los dos. En esa ocasión, fue la bruja quien aparto la mirada de él.
Me agradaría beber un té verde con limón si no es molestia – respondió, terminando por entrar en aquel despacho y cerrando la puerta tras de si – Este lugar es agradable – encontró con la mirada un sillón y se tomo el atrevimiento de sentarse mientras que ella arreglaba todo.

Cuando la hoja cayo de las manos de Ruslana, rápidamente se levanto de donde se encontraba para levantarla y ofrecérsela.
Menos mal que ha caído aquí y no fuera, donde podría haberse perdido – Iba a decir algo más, pero lo olvido justo cuando tocaron la puerta y un hombre entro a ofrecerles algo de aperitivo – No gracias, el té estada excelente – No era muy adecuado después de todo, darle vino a las almas, que ante la más ligera cantidad se agitaban mucho y parecían desear más, justo como con el contacto físico y la comida. En cuanto el hombre supo que llevarles, abandono el cuarto nuevamente dejándoles a solas. Los ojos de Battler se dirigieron a Ruslana – ¿Qué es lo que una directora hace? – sonrió, pues si quería conocer más de ella, mejor comenzar por cosas que no simbolizaran amenazas.
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Mensaje por Ruslana Del Mar Miér Ago 27, 2014 3:46 am


Si tenemos fe, siempre se abre una puerta ante nosotros; quizás no sea la que imaginamos, pero sí será, finalmente, la que demuestre ser buena para nosotros.


Mientras veía a Battler pedir su té, erguido con una seguridad tan aplastante que la hacía sentir profundamente insegura y pequeña teniéndolo delante, evocó un pasaje de un libro bastante popular en su país natal, España. El libro en cuestión “Don Quijote de la Mancha”, evocaba unas dos páginas a la investidura de caballero que tuvo Don Quijote. Si bien el relato era una mera invención de un hombre enloquecido por la edad, ella comprendió en este instante lo que debió instigar al pobre protagonista de creerse caballero. Porque había instantes en los que un hombre podía convertirse en un ser de gran relevancia, con independencia de su origen y costumbres. Un mero lacayo podía ser príncipe azul ante los ojos de una mujer, sólo bastaba un cruce de miradas, una amplia imaginación y un corazón atravesado por la presencia del que, inconsciente de sus actos, se convertía en el objeto de adoración.

Bajó sus ojos a la fila de papeles que esperaban por su atención. Distraídamente abrió una de las carpetas y se obligó a no pensar en su corazón agitado al descubrir que había imaginado al joven Battler dentro de una pesada armadura de hierro, de pie ante un castillo rodeado de un paisaje tan verde que sólo podía pensar en las altas tierras de Escocia, mirándola de la misma forma en la que la observó cuando le entregó la hoja que se le había caído.

Su mano tembló al devolver el folio culpable de echar a volar a su imaginación. Para alguien que vivía viendo el futuro de los demás constantemente, perderse en su mente, en sueños o fantasías propios de una mujer que tiene demasiado tiempo libre, era malditamente sumamente normal .

¡¡ Por Dios Ruslana, ése silencio se debe a que te ha hablado y debes responder!!, se gritó mentalmente cuando sus ojos volvieron a levantarse para encontrarse con la sonrisa de Battler. Todo pensamiento se esfumó de su mente, quedándose completamente en blanco. Su boca se abrió y luchó por disimular su momento de estupidez.

- Sí, té verde con limón.- Asintió con un rostro neutral, moviendo su cabeza suavemente de arriba abajo. Una, dos y hasta tres veces seguidas. Tosió y le dio una amplia sonrisa mientras intentaba recordar qué demonios le había dicho. Pero como sabía que no iba a poder recuperar una frase que ni siquiera había registrado su cerebro, sólo pudo decir lo primero que se le vino a la cabeza. – Ciertamente tiene buen gusto señor Battler. – Movió varios papeles de un lado al otro, sin entender por qué demonios seguía moviéndose.

Con un movimiento elegante, tomó una de las carpetas para evitar seguir metiendo papeles de un lado a otro de la mesa como si fuera eso más interesante que contestar a su visita. La levantó y la abrió, colocándosela delante del rostro para poder relajarse y gesticular un “ Santa Madre de Dios”. ¿Realmente había perdido su cerebro cuando entró en la habitación?.

- Como sospechaba.- Dijo con disimulo mientras bajaba su carpeta y le daba una expresión controlada, dulce y, por toda su fortuna, esperaba que inteligente. Sonrió y cerró la carpeta para dejarla a un lado de la mesa. – Tengo muchas labores pendientes por mi ausencia.- Se movió alrededor de su escritorio, pasando por su lado sin mirarlo para ir a los asientos en los que él se había sentado con anterioridad. Tomó asiento y haciendo acopio de todas las lecciones que había obtenido en su internado sobre buena conducta, levantó su mano con un movimiento grácil y le señaló el sillón que quedaba justo enfrente del suyo.

- Por favor, no hablemos de trabajo y cosas que, como ha podido ver, carecen de interés. Ser la directora de un Conservatorio es una labor que se puede resumir en; dinero, músicos, alumnos y mucho talento que no siempre tiene que ver con el director de éste recinto.- Se rió con suavidad, mirándolo con calidez y sintiendo que había conseguido relajarse de verdad, decidió que debía ser más ella misma o terminaría haciendo demasiadas tonterías ante aquel hombre. Cosa que no deseaba, no quería, por alguna razón, que él pensara que era una descerebrada con mucho dinero.

- Hábleme de usted. – Levantó un dedo y lo miró sabiendo que iba a replicarle. Digamos que estaba haciendo “trampa” y de vez en cuando miraba su aura para saber qué sentía. De acuerdo, no era de vez en cuando, era en todo momento, pero se sentía tan pequeña a su lado, que era sólo un reflejo de supervivencia.

No, no, no.- Dijo meneando el dedo con una sonrisa divertida y pícara. – No me replique. Después podrá preguntar lo que desee de mí. Así iremos alternándolos mientras tomamos el té. – Mantuvo su sonrisa y se atrevió a que el brillo de sus ojos marrones danzara entre un desafío y una broma. – Pero no está permitido mentir, como buena directora, sé cuándo los demás mienten. Y sé muchos castigos para mis alumnos más traviesos.- Rió de nuevo y le señaló el asiento frente a ella con la cabeza para incitarlo a sentarse y tomar su juego.
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Mensaje por Harald Freiss Mar Sep 23, 2014 11:22 pm

Podría levantarme, acercarme a ella y besarla. Podría.
John Green


Ruslana era una mujer encantadora, conforma más tiempo la miraba más irremediablemente atraído por ella se sentía. Las almas en su interior parecían estar de acuerdo con eso, después de todo gracias a ellas es que estaba ahí, contemplando a la bruja en sus actividades como rectora del conservatorio de música. En esos momentos se encontraba seguro de que aquello que llevaba en el interior no le molestaría, de manera interna amenazaba a aquellas almas con que, si hacían algo indebido, terminaría yéndose de aquel sitio y no volvería a ver a la bruja hasta dentro de mucho tiempo después.

Sus ojos buscaban contacto con los ajenos pero termino por pensar que las labores importantes que se veía obligada a cumplir le impedían prestar atención a su persona. No la culpaba por algo como eso, le bastaba con poder observarla trabajar y la manera en que de vez en cuando levantaba la mirada en busca de él. Le fascinaba esa manera en que desviaba sus ojos cual si fuera un mero accidente, cuando lo que él esperaba era que ella lo hiciera a propósito, que de alguna manera Ruslana estuviese tan interesada como él en ella. Sonrió mucho más ampliamente al verla asentir tantas veces al hombre que le ofrecía las bebidas y se encogió de hombros ante el halago que le ofrecía.
Bueno, los vinos no son lo mío deberé admitir – La realidad era por supuesto otra, pero la bruja no tenía necesidad alguna de saber el motivo real por el que estuviera absteniéndose de aquel liquido que solía beber de vez en cuando, en las situaciones donde se encontraba desesperado y con las esperanzas por el suelo.

Un gesto disconforme apareció en el rostro masculino. No le gustaba dejar de verle el rostro a Ruslana ni un instante y aquella carpeta le impedía mirarla como esperaba hacerlo. Durante esos segundos en que ella pareció sumirse realmente en su trabajo, paso la mirada por todo el lugar. Era increíble que una mujer tan amable y al parecer algo despistada y simple fuera la directoria del conservatorio; más aún una mujer hermosa y que pertenecía a la clase privilegiada de París. Si analizaba la situación, eran de mundos muy diferentes, sin hacer mención que la situación en la que se encontraba él era demasiado complicada como para cualquier clase de relación, ya fuera amistosa o romántica. Ante esos pensamientos se detuvo unos instantes ¿Qué demonios pensaba? ¿Relación romántica? Acababa de toparse con ella, no le daba muestra alguna de estar interesada de esa manera y él ya estaba pensando cualquier cosa. Agito la cabeza, lanzando aquella falta de cordura momentánea a las almas en si interior que sin embargo, continuaron calmas.

La voz femenina le hizo dar un respingo, aterrizar nuevamente en el lugar donde se encontraba y no en donde él quería estar. Volvió la mirada una vez más en dirección a la bruja y sonrió.
 Es cuestión únicamente de que se decida a poner todo en orden y seguro que lo hace a gran velocidad. Además a la manera en la que le he visto, es obvio que ama este lugar y que se esfuerza porque todo vaya como debe – de esa manera tan pobre trataba de darle ánimos, aunque seguro que ella no necesitaba algo como eso. Debía ser consciente de sus capacidades para desempeñar el trabajo de directora con eficiencia. Su mirada no se aparto cuando con movimientos gráciles la bruja paso por el escritorio y tan cerca de él; hasta su manera de andar le resultaba atractiva y con cada perfecta curvatura de sus labios en una denominada sonrisa, tenía ganas de besarla pero una vez más se contuvo a si mismo, así como los pensamientos que pudiera tener.

Tal y como ella lo pedía, avanzo hasta tomar asiento frente a la presencia amable y grácil de la bruja. Una vez comido en aquel lugar, abrió los ojos con sorpresa al escuchar lo que ella decía. Abrió los labios para excusarse con que él había preguntado cosas primero y que merecía respuestas, pero fue interrumpido antes de protestar. Viéndola de esa manera tan decida no pudo más que reír.
Muy bien, entonces hablare primero y ya que estoy amenazado con castigos diré toda la verdad de la que sea capaz – le guiño el ojo y suspiro – Veamos… por donde será apropiado comenzar – llevo una mano hasta su mentón, sin despegar la mirada de Ruslana solo porque verla le daba el valor para hablar sin temer a que algo le molestaría y haría que las almas se alborotaran – Bueno, tengo un hermano menor. Es mi única familia y generalmente estamos juntos, porque como hermano mayor, debo cuidar de él. Me gusta leer tantos libros de hechizos como pueda, en parte lo hago en busca de algo – no pensaba decir sobre las almas, no en ese primer momento – Soy escocés, pero no he estado en mi país desde hace mucho y – negó sonriente – no sé ¿Que más desea saber? y será mejor que me pregunte porque después será mi turno y ya tengo varias preguntas en mente. Además lo único que tengo por decir sensato ahora es que creo que eres preciosa y me encanta tu sonrisa – soltó de golpe esperando por ver cual sería la reacción de la directora ante todo lo que había dicho, especialmente a lo referente a su persona.
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Mensaje por Ruslana Del Mar Vie Oct 10, 2014 10:53 pm


“Porque, ¿De qué serviría llorar cuando no había nadie allí para consolarla? Y lo que era peor, ¿Cuándo una no podía siquiera consolarse a sí misma?.”




Mientras Battler reía por su evidente actuación, pícara y algo resuelta, se llevó una de sus manos al rostro, acunándolo con ella para poder descansar su cabeza cómodamente y mirarlo con determinada fijeza.

Debía de admitir para sí misma que él le agradaba. Desde la forma en la que su cuerpo llenaba aquel sillón que había sido instalado en su despacho desde la apertura de su conservatorio, hasta la sencillez de su manera de vestir. Su risa tenía ese tono franco y diáfano que ella tanto amaba en los demás, era casi como ver un cristal refulgir bajo el sol. Ella a veces reía así, cuando no había preocupaciones en su mente y alguien de su cerrado grupo de amistades la provocaba con alguna gesta simpática, aunque ahora, con la muerte de casi todo su grupo de amigos y amados, ya no sentía ganas de reír de nuevo. Al menos no de aquella forma, no había nada diáfano en ella. Era como un cristal tintado para siempre de un tono patéticamente negro.

Durante unos segundos, sus ojos se apartaron de aquel hombre que le había recordado el porqué ella no había estado en el Conservatorio ejerciendo sus obligaciones, atrayendo a ella los recuerdos en los que se ahogaba con palabras de una despedida que jamás podría emitir en voz alta. Era tanto su dolor, causado por cada una de esas letras clavándose en su interior, que aún se sorprendía al verse sonreír y hablar como si nada hubiera ocurrido. ¿Cuánta muerte podía soportar alguien sobrellevar?.

Suspiró, imaginando en su mente que con el aire que expulsaba se iba una parte del dolor que había en su interior. Era estúpido, lo sabía, pero a veces era necesario volver a los trucos infantiles que en la infancia nos salvaba de nuestros propios monstruos. Porque cuando uno se hacía mayor, más ella que dejaba atrás no sólo la infancia, sino una Ruslana que jamás volvería a ser, necesitaba afianzarse a cualquier truco que le devolviera la fe.

La voz de Batller, cual imán, atrajo sus ojos marrones de nuevo a aquel rostro que ahora le comenzaba a ser familiar. No pudo evitar sonreír con cierta tristeza al notar que su cabello dejaba un brillo ambarino por la caricia que dejaba el sol sobre ellos. Era un mar de ondas similares al color del caramelo en las puntas, oscureciéndose a medida que llegaba la raíz, tomando el tono del roble. Marrón contrarrestado con más marrón. Era un hombre cálido, lo mirase por donde lo mirase, de esos que sabes que encajarían en una cabaña junto al calor de una chimenea. Era tan diferente a Brett, que casi dolía compararlos. Sabía que no debía pero allí estaba, analizando cómo su rostro carecía de las leves arrugas que se adueñaban del rostro de Brett. Su cabello no tenía ese tono del oro envejecido, ni siquiera sus ojos eran del mismo color, y aun así, su voz ejercía para ella una atracción tan fuerte como lo había sido la del licántropo ahora fallecido.

Era, sin duda, una mala mujer. Intentaba evocar en Battler la imagen de Brett, comparándolos mientras el hombre le respondía con una sonrisa a sus preguntas, como si realmente quisiera que estuviera allí otra persona. Y ahí residía lo más doloroso de todo, que ella no podía imaginar a Brett allí. Había llorado tanto por él, que casi había esperado secarse como una flor mustia que no ha probado el agua para crecer. Pero ahora, cuando intentaba evocarlo, había detalles que se le escapaban. Su memoria comenzaba a borrar algunos rasgos de él, y eso dolía. Quemaba su garganta con un grito de negación, pidiendo a Dios que no le permitiera olvidarle. Pues si su amor había sido tan efímero como la vida de una mariposa, él le había enseñado algo importante. Cuando amabas, le dabas una parte de ti mismo a otra persona, y cuando el ser amado se iba, éste se llevaba con él esa parte de ti que le habías entregado. Por eso ella estaba incompleta, por eso ella no volvería a ser igual.

- Es agradable oírle hablar de su familia, Monsieur Battler. Siempre me han gustado aquellas personas que protegen a sus seres amados, aunque en lo personal, carezco de ningún familiar con el que ejercer el más mínimo gesto de amor.- Le entregó una sincera sonrisa triste, de esas que se habían convertido en el único gesto capaz de reflejar a la niña abandonada y herida que vivía en su interior.

Guardó silencio y lo observó con unos ojos llenos de respeto y admiración. Toda su comparación con Brett finalizó desde el mismo instante en que le había hablado, pues no deseaba recrear de nuevo a su primer amor. Había decidido dejar que su espíritu la siguiera hasta que ella se sintiese preparada para dejarlo marchar, cuando su mente pudiera pensar en él sin sentir dolor.

- Entonces puedo calificarlo como un escocés familiar, protector y amante de las lecturas.- Sus mejillas se sonrojaron por su alabanza hacia su sonrisa, pero sus ojos lo miraron con sorpresa al no esperarse que dijera algo así sobre ella.

- ¡Ah, Monsieur Battler, no tiene el menor conocimiento de dónde se ha metido!. Pues, desde el mismo instante en que inicié este juego, no he tenido el más mínimo interés de hablar de mí misma. – Se encogió ligeramente de hombros como disculpa. – Dígame, ¿qué habilidades posee como brujo?. ¿Qué busca en todos esos libros? Y, ¿ Qué es lo que le hace pensar que soy preciosa?. – Mordió su labio inferior con aire infantil.- ¿Son demasiadas preguntas?.
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Mensaje por Harald Freiss Vie Nov 21, 2014 10:45 pm

Tengo que decir que no soy buena gente. A veces lo intento, pero en general no lo soy.
Por eso, cuando me tocó taparme los ojos y contar hasta cien, hice trampa.

Nathan Filer


Se sintió un idiota de estar ahí y no se daba cuenta del por qué. Había sido apenas unos momentos, de esos instantes efímeros en los que sientes que estas en el lugar equivocado y que deberías salir corriendo a la primera oportunidad que se presentara, pero abandono esa idea porque por motivos que no pensaba indagar en esos momentos le gustaba la presencia de la bruja frente a él. No podía compararla con la compañía que significaban para él las hermanas Vadin, pese a que en su mente se siguiera refiriendo a Freyja como su alma gemela, ella no le provocaba esas ganas de levantarse de donde se encontraba y buscar los labios ajenos en un beso. Las ideas respecto a eso eran lo que continuaban haciendo que se sintiera como un idiota, como un primerizo cuando se trataba de cuestiones de amores cosa que realmente era. Battler usaba el cuerpo de algunas mujeres debido al hambre que provocaban las almas que tenía en su interior, pero realmente nunca había sentido nada por ninguna y tampoco se dio la oportunidad de tratar de conocer a alguna como para que algo de esa índole pudiera crecer en su corazón. ¿Para qué hacerlo? Al final, terminaría dañando a la persona de quien se enamorara y eso, no era algo que realmente buscara.

Enfrascado en sus propios debates internos, no se daba cuenta de que al igual la bruja se encontraba sumida en sus propios problemas. Los pensamientos de ambos les atormentaban, quizás de diferente manera, pero eso no dejaba de ser un tormento para ninguno de ellos y pese a que Battler no se diera cuenta del todo lo que pasaba a Ruslana, era capaz de notar como el brillo de momentos antes parecía extinguirse. No dijo nada respecto a eso, no era algo que le incumbiera en realidad y no buscaba ser una molestia para ella. Ser una molestia implicaba que tarde o temprano Ruslana se enfadara y no verla era algo que ya no se permitiría el brujo.

Alejo las dudas respecto a la manera en que la bruja parecía sufrir. Se dijo a si mismo que en la vida todos sufrían y que ese ligera carencia de brillo no debía ser la gran cosa, tal vez, únicamente fuera un acto de su propia mente o las almas que habitaban en su interior. Ocultar la verdad de lo evidente siempre resultaba provechoso cuando no se encuentra alguien listo para descubrir una verdad que permanece oculta, ahí, donde nadie puede alcanzarla.

Una punzada de culpabilidad fue la que sintió en el pecho ante las palabras ajenas. “Proteger”, “Seres amados”
Bueno yo trato de protegerlo, es lo único que me queda en el mundo y es lo menos que puedo hacer por él después de todo lo que nos ha tocado vivir – Suspiro. Siendo unos chiquillos apenas cuando se encontraron solos, hizo todo lo que estuvo a su alcance para mantener a salvo a Vish; sin embargo, al pensar detenidamente las cosas, nunca había ayudado a nadie que no fuera su hermano. Todos los suyos fueron asesinados y él había sido un inútil incapaz de rescatar por lo menos una persona – y lamento saber que esta sola, es algo complicado, aunque no este yo del todo solitario sé perfectamente como es perder a los que uno ama y piensa que estarán ahí siempre – la mirada se le perdió unos instantes, pensando en todo aquello que tuvo y jamás volvería a sus manos. Sonrió ante las palabras que siguieron por parte de Ruslana y negó – Más bien soy un escocés huérfano que solo cuenta con su hermano, que busca salvar a su hermano y que lee por mero interés – no existía realmente nada de lo que ella creía o eso desde la perspectiva de Battler.

Es una lastima, igual pueden deducirse muchas cosas con el silencio de una mujer – le miro con curiosidad, tratando de indagar un poco más en aquellos ojos – seguro que salgo sabiendo más de usted de lo que espera – Son preguntas suficientes para comenzar – tomo algo de aire pues iniciaría respondiendo sobre sus habilidades, que en parte eran las que habían maldecido a todos los suyos a una muerte trágica – Mis habilidades son sobre todo aquellas que denominarían oscuras como la posesión  o la dominación – se encogió de hombros – esas que a mucho no les agradan para nada y en todos esos libros busco la respuesta a algo que me ha perseguido gran parte de mi vida, pero hasta ahora no he encontrado nada que resulte realmente útil a mis propósitos – le miro fijamente – Y dado que le he dado mis habilidades o al menos la esencia de ellas ¿Me dirá las suyas? creo que es lo justo – después de decir eso hizo una pausa, se re acomodo en el asiento y observo a Ruslana con detenimiento, buscando las palabras correctas para la ultima respuesta que pensaba darle – ¿La verdad? Me parece usted una mujer encantadora. La manera en que sonríe y trata a todos es tan natural que hace que no quiera dejar de mirarla. Me tranquiliza como no se imagina su presencia pero no quiero aburrirla con cosas que quizás le hayan dicho otros hombre antes – rió ligeramente, solo para después seguirla contemplando – ¿De verdad no piensa dejarme preguntar absolutamente nada sobre usted? No quisiera irme sin saber más – ni siquiera había pensado en irse, estaba más en paz que nunca en años.
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Mensaje por Ruslana Del Mar Sáb Dic 06, 2014 2:48 pm

Los ojos de ella se fijaron en él con ese brillo de incomodidad que siempre lucía cuando ocurrían momentos como aquel, silencioso paréntesis en los que su poder le revelaba algo que no buscaba saber. Pero allí estaba, aquel sentimiento brillando alrededor de él como una marca imborrable. Si tuviera que explicarlo de alguna alocada y absurda forma, sería como si una pequeña hada hubiera surgido de la nada, extendiendo sus alas brillantes sobre Battler para que ella supiera exactamente qué sentía en todo momento, luciendo un color diferente cada vez que sus sentimientos fluctuaban de un lado a otro.

Bajó sus ojos a los largos y finos dedos de sus manos, intentando olvidar la culpabilidad que había visto brillar en él con la suficiente fuerza como para que ella pudiera verla con total claridad a pesar de no querer hacerlo.

- Sus palabras son tan tristes, que no puedo evitar preguntarme cómo podemos los seres humanos soportar tanta soledad.- Levantó sus ojos hacia los de Battler, fijándolos en los de él con una indudable intensidad. No supo cuándo sucedió, si todo había ocurrido cuando ambos se habían chocado en aquel parque o, si por el contrario, sólo acababa de comenzar ahora, pero ya no podía decir que él fuera un desconocido. Sus ojos le eran terriblemente familiares después de haber visto el dolor y la tristeza bailar pegado a la soledad y la culpabilidad sobre él. Su cuerpo era un festival en el que, a ojos de ella y gracias al poder de su magia, las hadas ( sentimientos) hacían reverencia una ante las otras para moverse sobre las ondas oscuras de su cabello, llenando el espacio entre ambos, cerrando la distancia para unirlos de una forma demasiado íntima para su comodidad.

Se obligó a apartar su mirada de la de él, con nerviosismo sus dedos juguetearon con una de las cintas que decoraban las mangas de su vestido, tirando de ella entre sus dedos. Ante la presión, el lazo terminó deshaciéndose, saliendo de su vestido para ser retorcido entre sus manos. Parecía una niña nerviosa, intentando no ceder al pánico que comenzaba a llenar su ser. Mordió su labio, mirando con fijeza a la ventana, ordenándose no ceder al impulso de huir de aquella habitación. No quería saber qué sentía él, no quería aquella familiaridad, sencillamente no podía permitirse dejar que alguien se acercara a ella. Todos aquellos que conseguían labrarse un lugar en su corazón morían, él no debía saberlo, pues aún sonreía ingenuo a su condena, a la viuda negra que era ella. ¿ Cómo podría decirle que ella mataba a todos a su alrededor?.

- Mis habilidades son meras maldiciones que me dañan más de lo que me ayudan. – Sonrió con cierto cinismo y se levantó con ligereza de su asiento, sólo lo suficiente para dejar el retorcido trozo de tela sobre la mesa, y volvió a sentarse. Sus dedos colocaron su falda con demasiada lentitud, como si realmente fuera interesante hacer eso y no el mirar a Battler de nuevo. Odiaba hablar de sus poderes, había aprendido que era mejor sólo pretender ser lo que los demás veían en ella y no lo que realmente era. Sólo los brujos sabían lo que era la verdadera magia, el poder que había en las palabras y las acciones, el peso de las maldiciones.


- Me alaga señor Battler, mi tía se sentiría muy orgullosa de saberme objeto de su paz interior.- Su sonrisa se dulcificó un poco, como si alguien hubiese movido una de sus mejillas hacia uno de los lados para borrar aquella horrible mueca tan similar a la que solía lucir el fundador de su familia, Löwe. Quizás fuera cierto y él y ella se parecieran, aunque Ruslana sabía perfectamente las diferencias que habían entre ellos. Mientras él tomaba lo que deseaba y destruía todo aquello que lo separaba de su objetivo, ella sólo se quedaba quieta y extendía sus brazos, como una niña pequeña, hacia los demás pidiendo que alguien la tomara entre sus brazos y deseara simplemente dejarla allí. Era una mujer lamentable.

Su risa fluyó entre sus labios, un eco amargo de sus pensamientos y se llevó una de sus manos a la frente mientras cruzaba sus piernas con un movimiento lento que hizo bailar la tela de su vestido. Podía sentir el roce del borde de su vestido rozarle el tobillo, abriéndose para mostrar los zapatos decorados con un lazo de raso brillante y de color blanco. El grueso tacón contrarrestaba con la fragilidad del diseño, un zapato pensado para dejar que el tobillo desnudo tomara el protagonismo al danzar.

- No deseo hablar de mí, me es más interesante usted. – Su sonrisa se amplió, convirtiéndose completamente en una mueca divertida. - Así que temo advertirle que tendrá que quedarse aquí durante mucho, mucho tiempo.


Como si sus palabras fueran demasiado intensas para ser dirigidas a alguien que sólo acababa de conocer apenas unas horas atrás, el sonido de una mano golpeando la puerta la sobresaltó, llegando a soltar un gemido ahogado cuando su sirviente entró con las bebidas que ambos habían pedido.

Sonrió a su sirviente, riendo con suavidad al mirar cómo él le ofrecía el plato con el pastel que había pedido. Su estómago hizo un vergonzoso sonido hambriento, haciendo que sus mejillas se tornasen del mismo color que dos tomates maduros, llegando a inclinar su cabeza para que su cabello se moviera y ocultase aquel gesto de modestia.

- Creo que no debería olvidar comer.- Su sirviente ocultó su sonrisa, mientras le ofrecía a Battler su bebida antes de marcharse con suma rapidez, dejando evidente su experiencia y eficacia en el trabajo.

- Bien. – dijo atacando el pastel con uno de sus dorados cubiertos.- ¿ A qué se dedica y por qué soporta mi capricho de mantenerse aquí, respondiendo mis preguntas? – Se llevó el pedazo de chocolate a la boca y cerró sus ojos con una mueca de placer. Gimió de forma obscena y después abrió sus ojos con una sonrisa. - Debe probarlo, está delicioso.

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Mensaje por Harald Freiss Jue Ene 01, 2015 9:25 pm

Son solo palabras y nada más que eso, quizás meros delirios de una persona que se ha encontrado en una diversidad de situaciones y que trata de explicar todo lo que le pasa por la mente de la mejor manera posible – sonrió porque no deseaba ser él quien pusiera triste a la bruja. Se daba más importancia de la necesaria pero le era complicado no notar la manera en la que Ruslana le miraba, como si ella sintiera todo cuanto él sentía en esos instantes, como si fuera ella la única persona capaz de comprender por completo en todo el mundo, incluso más que el propio Vish. Esa idea era una completa locura y estaba consciente de eso. ¿Quién podría comprender su dolor, su furia, su sentimientos enteros más que Vishous? Y sin embargo ahí estaba Ruslana, gritando de manera silenciosa con sus ojos fijos en los de Battler que ella entendía lo que le sucedía.

No le desagradaba esa familiaridad que se desarrollaba entre ambos, era curioso igual como un par de desconocidos que acababan de chocar hacía no mucho se encontraban charlando tan cómodamente, como si fueran dos conocidos de hace años que únicamente se están poniendo al día con respecto a lo que le ha ocurrido al otro en el transcurso del tiempo separados. Las almas en su interior también sentían comodidad estando cerca de ella, pues todas se mantenían pacificas. La bruja parecía ser una clase de remedio extraño a las ganas de venganza y sufrimiento que diariamente consumían a Battler y lo dejaban agotado.

Todo era tal vez demasiado perfecto para ser realidad y de hecho, así lo era. El escocés sabía en el fondo que tarde o temprano lo mejor sería alejarse de Rus, la bruja no tenía necesidad alguna de cargar con una carga que no le pertenecía, con un hombre que apenas acababa de conocer y mucho menos con toda una historia llena de destrucción y muerte. Dio sinceras gracias porque los ojos femeninos abandonaran los suyos, ya que ese acto hizo que le realidad de lo que sucedía ahí le golpeara como una baldada de agua helada. Battler la destruiría si decidía quedarse mucho tiempo cerca de ella. Por eso es que mientras que Ruslana miraba a otro lado u jugaba con nerviosismo son su vestido, se decidió a que la vería solo algunas ocasiones más, apenas las necesarias para darse fuerza a si mismo y soportar mucho más tiempo de aquella maldición que cargaba en el cuerpo y que tarde o temprano terminaría por destruirle completamente.

Sin intención alguna de ofenderle o herirle, rió de manera exagerada ante la referencia de las habilidades femeninas y negó con firmeza mientras que su interlocutora tomaba asiento nuevamente en su sitio.
Me permitiré tomar el atrevimiento de asegurar que sus poderes no deben ser ninguna clase de maldición – esperaba que ante ese comentario la bruja reaccionara y dijera que se equivocaba, sin embargo, Battler sabía que no lo hacía. Demasiado tiempo viviendo consigo mismo le garantizaba que no había brujos más peligrosos y malditos que Vishous y él – tal vez sea únicamente algún fallo en la manera en la que lleva a cabo sus habilidades, pero dudo de manera seria sean solo maldiciones – la sonrisa que antes permanecía en sus labios se desvaneció – las maldiciones llevan a la destrucción y no le veo a usted siendo portadora de algo como destrucción – se acaricio a si mismo el brazo – en cambio yo… – entre abrió los labios pero no continuo hablando. Se limito a dejar de acariciarse el brazo por encima de la ropa y volver a una charla diferente a la que ahora mantenían.

Nadie esta más orgulloso de la paz interior que usted es capaz de lograr que yo mismo – y eso era la verdad, no por ofender a la tía de la bruja, sino porque le era tan necesaria aquella paz que ella no podía saber la importancia que tenía para Battler el que alguien consiguiera algo como eso. Incluso podía decir que sus almas en el interior se encontraban agradecidas de tener esa oportunidad sin luchar por poder o hambre, incluso ellas se notaban tranquilas y agradecidas por lo que ahora tenia al lado de Rus, un descanso de todo aquello de lo que jamás podrían escapar completamente. Por eso era que no hizo más que sonreír cuando ella le aseguro que debería quedarse ahí durante mucho tiempo, que era justamente lo que el brujo estaba buscando desde un inicio, permanecer tanto como fuera posible cerca de la bruja que le daba lo que nadie – Pues entonces debería soportarme un buen rato si es que planea saber las cosas que tampoco yo pienso decirle, a menos claro que lleguemos a un acuerdo y pueda saber un poco más de usted – estaba dispuesto a decir cosas de si mismo si eso involucraba saber de ella.

Una risita divertida se le escapo cuando la comida llego y pudo escuchar como era que la bruja realmente tenia hambre, aunque él siempre tenía hambre y esas cosas le pasaban más que a cualquier otra persona.
Alimentarse siempre es de lo más importante en el mundo – dijo mientras recibía lo que había pedido y daba un ligero sorbo a la bebida, sus ojos sin embargo estaban completamente interesados en lo que hacía la bruja y por eso no perdía detalle de sus movimientos. Después de dar otro sorbo a su bebida, dejo la taza sobre la mesa y la observo – Me dedico enteramente a la investigación de maldiciones, quiero encontrar ciertas respuestas – se encogió entonces de hombros – y estoy aquí respondiendo sus preguntas porque me parece usted demasiado interesante y porque me agrada verle – sonrío – además no tenía nada planeado y al encontrarla supe exactamente que es lo que quería hacer ¿Usted, por qué me hace tantas preguntas? – dijo tomando nuevamente la taza y bebiendo un poco más.
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Mensaje por Ruslana Del Mar Miér Ene 07, 2015 12:07 am

Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.

Pablo Neruda


El eco de su carcajada seguía repitiéndose en su mente, mientras ella pinchaba la tarta que había pedido, aquel pobre pedazo de pastel sufrió el aguijoneo de su cubierto por culpa de las palabras de Battler. Como una niña que mantiene su boca cerrada con un mohín y su ceño fruncido, se mantuvo en silencio para no romper aquella norma de educación consistente en no discutir sobre aquello que no merece la pena abrir una brecha en una conversación agradable, al menos hasta ese momento. Pero lo cierto era que no podía callarse, llevaba mucho tiempo escuchando eso de ella, que en realidad no tenía ninguna maldición y estaba todo en aquella pobre, y hueca, cabeza suya. ¿ con qué derecho le discutían aquello que ya había comprobado con la vida de cuatro personas?. Y si contaba a su pobre madre, ya llevaría la indudable lista de cinco muertes a su espalda. Todas relacionadas con ella, por el mero hecho de querer protegerla.

- Señor Battler, sé que parezco una criatura inocente, incapaz de portar algo malo, enfermo e incluso retorcido en mi interior.- Se metió un pedazo de pastel en su boca y levantó la mirada hacia él con esa firmeza obstinada que solía sacar cuando no quería dar su brazo a torcer. Para ser alguien tan benevolente, podría llegar antes a descongelarse el polo norte que algo hacerle cambiar de opinión. Era un defecto propio de su familia, todo culpa de ese vampiro astuto y pícaro que inició una estirpe ahora en peligro de extinguirse con ella. Quizás no se había dado cuenta hasta ahora de que, a pesar de todas las diferencias evidentes entre Löwe y ella, ambos tenían algunos elementos indudablemente idénticos. Alguien debía decirle a aquel hombre que no debería dejar su semilla rondar por la tierra, pero de no ser así, ella no estaría allí, sentada frente a Battler, mirándolo como una profesora a punto de regañar a alguno de sus alumnos.

- Pero, en realidad, usted no me conoce. Y si tuviera una maldición, cosa que afirmo sin duda alguna, usted sólo estaría entrando en mi red y moriría con la firme convicción de hacerlo por mi bien. . – Sonrió con brevedad y miró la taza de té que sostenía entre sus manos, con aire pensativo. – No me conoce, pero le advierto, antes de que me sea totalmente imposible de salvarlo, que debería simplemente alejarse de mí. – Su voz fue disminuyendo mientras hablaba, hasta convertirse en un mero susurro. Incluso su mirada se perdió, como si estuviera ahora en otro lugar, entrando a un recuerdo tan profundo que la arrastraba poderosamente hacia otro momento de su vida, lejos de su despacho.

Cerró sus ojos e inclinó la cabeza hacia un lado, mostrando una mueca leve de dolor antes de abrirlos y centrarse en su pastel, sin atreverse a decir nada más. Y era precisamente porque era uno de esos momentos, tan frágiles como el hilo de una telaraña. Fino e invisible, rodeándolos en una unión extraña. Incluso ella, dentro de la inocencia con la que percibía el mundo, sabía que ellos eran un dueto casi cómico. Él, tan gallardo e indiferente a su propia suerte, una que afianzaba hacia el desastre si seguía a su lado. Porque todos caían en su ingenuidad, en esa sonrisa tímida y discreta que emitía al mundo como si no quisiera rebelar lo que había realmente sucediendo tras ella. Sus pensamientos eran un misterio que querían alcanzar, y cuando lo hacían, no volvían de nuevo. Brett, Zafiro, Ismael, su tía, su madre… Todos habían intentado protegerla, incluso su tía, quien creyó que la mejor forma que tenía de protegerla de sí misma era matándola. Siempre había sentido que su única pariente no la había querido, pero sólo en su muerte, cuando vio que ella realmente estaba convencida de que ser una bruja era algo maligno, comprendió cuán profundamente debió quererla para mantenerla sana, con una educación, dentro de su propia casa.

- De acuerdo, señor Battler, puede preguntar lo que quiera. Satisfaga su curiosidad y después podrá marcharse, le libero de su cuestionario.- Sonrió con ligereza y mantuvo su mirada en el pastel.- Soy una persona muy benevolente, como ve. Aunque podría discutirle su falta de apreciación al considerarme interesante, consideraré que mi aburrida presencia lo ha abrumado lo suficiente como para hacerle creer que soy más de lo que ve– Levantó su mirada y mostró una expresión avergonzada. No solía responder bien a los cumplidos que le hacían porque siempre se consideraba alguien totalmente a todo lo que percibían los demás de ella.

– ¿ Cuál será su primera pregunta?. A menos, por supuesto, que desee hacerme caso y se marche ahora. No se lo reprocharía. – Aunque para ser sincera, había un cierto temor en su interior de que él realmente se marchase. Si eso sucediese, tendría que enfrentare al hecho de que jamás podría huir de lo que era y, mucho menos, de su pasado. No había peor realidad que ver los monstruos de uno mismo, bailando a su alrededor, mientras se hacían más grandes a consta de su propio dolor. Frío, duro y hermoso dolor. Compañero infatigable en su vida aquel miedo atroz. Incurable, insatisfecho. Estaba perdida en él, incapaz de salvarse, aunque Dios sabía que lo intentaba.

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Mensaje por Harald Freiss Lun Feb 02, 2015 4:08 pm

Su risa molesto a la bruja, lo supo en el momento que los ojos de Ruslana se posaron en los suyos. Pero ante los ojos de Battler no existía mal alguno que pudiera cargar ella, no como él, destinado a cargar con todo el peso de sus oscuros antepasados. Aquellas almas no eran cosa de juegos, eran exigentes cuando se trataba de algo que deseaban con intensidad pero también tenían momentos como aquel en que dejaban que el brujo hiciera cuanto creyera mejor, todo porque ellas también se sentían en paz y armonía.
Lo lamento – admitió de manera sincera pero, si ella no pensaba ceder respecto a lo que decía de ella misma. Battler tampoco lo haría – Es solo que conozco verdaderas maldiciones, desgracias capaces de arruinar por completo no solo la vida de una persona sino de aquellos que se atreven a acercarse – por unos segundos se perdió observando su propia mano, donde debajo de su piel sabía que descansaban los antepasados de su familia – Sé mejor que nadie acerca de lo malo, enfermo y retorcido – le sonrió – e insisto en que no me parece que usted sea portadora de algo por el estilo. Desde que nuestro viaje a este sitio inicio solo he visto la amabilidad, el respecto y la devoción con que le tratan las personas que trabajan aquí y los alumnos – suspiro – Dudo mucho que de tener algo oscuro en su interior, tanta gente se preocupe por usted – y de nuevo, estaba su propia vida para demostrarlo. Siempre solo, únicamente con su hermano a un lado para hacerse compañía.

Enarco la ceja, sonrió de medio lado y negó. Aquello se tornaba extraño pero divertido. Ella afirmaba tener una maldición y Battler cargaba con una. ¿Qué posibilidades había de que se hubiesen encontrado ambos en esas condiciones? Muy pocas y sin embargo, sucedió.
No le conozco, eso es cierto. Supongamos entonces que le creo y que usted tiene una terrible maldición que llevara a mi muerte – le sonrió – entonces aquí es donde yo debería advertirle que también poseo una maldición solo que usted no morirá, afortunadamente – tomo la taza y dio bebió antes de continuar – con mi maldición el que muere soy yo y resulta interesante sabe. Morir por su maldición o por la mía – miro la taza – No tengo muchas elecciones.

Si lo que ella decía era verdad, que seguía siendo una duda en la mente de Battler. Debía entonces estar advertida que si la vida del brujo llegaba a su fin, no sería por ella, sino por el mismo, por aquellos poderes oscuros que cargaba en el interior y le exigían alimento, descanso, mujeres y todo cuando pudiera obtener. Volvió a tomar la taza, sin mirar en dirección a la bruja, quien para esos momentos bien podía estar deduciendo que era lo que él buscaba tan incesantemente, como antes había dicho. Tampoco tenía caso que se sumergieran en las miserias de ambos, sobre todo en la de él. Battler ya se iba haciendo a la idea de que sería él quien muriera, pues pensar en que fuera Vish… definitivamente no era una opción. Con prisa, como si no quisiera hablar más de él mismo bebió lo que quedaba en su taza y en una manera que parecía indicar que ella escuchaba las plegarias que no decía, llegó su turno de cuestionarla.

Le miro de nuevo entonces y sonrió complacido por poder ahora ser él quien preguntara de la vida de la bruja.
Es usted muy amable, aunque tal vez mi cuestionamiento no sea tan breve como el suyo porque demostrare que es usted más interesante de lo que piensa aunque diga lo contrario – se aclaro la garganta – Por favor, ya le he dicho que soy yo quien esta maldito. Además quien sabe, quizás muerte con muerte anule las maldiciones y me mantenga con vida – de manera divertida le guiño el ojo a la bruja – pero quiero saber ¿Qué ha pasado en su vida para que diga que esta usted maldita? ¿Una muerte o dos? De ser así lamento informarle que eso es meramente el circulo de la vida. Todos vivimos y todos morimos – guardo silencio unos instantes – así que ¿Esa maldición es real o me lo dice para que me vaya y la deje en paz de una buena vez? – dijo aquello de manera directa, en parte alentado por las voces que le decían que la confrontar porque al igual que él, ellas no querían irse de ahí. Aún a pesar de que sabían que tarde o temprano debería suceder.
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Donde la oscuridad es casi permanente, la luz, da miedo [Ruslana] Empty Re: Donde la oscuridad es casi permanente, la luz, da miedo [Ruslana]

Mensaje por Ruslana Del Mar Sáb Feb 07, 2015 1:10 am

“La terrena esperanza do el alma se encadena
o se torna en cenizas o en el logro se colma:
Por sólo una o dos horas su loco andar serena,
y a volar, cuál del yermo la diluida arena.”

Omar Khayyam


Durante su conversación mantuvo un silencio tal que podría llegar a considerarse que ella había dejado de prestar atención a cada palabra de las que decía Battler, cosa natural y casi innata en ella quién parecía tener una capacidad de concentración casi nula. Pero lo cierto era que jamás había estado más atenta a las palabras de alguien, pues había descubierto que aquel hombre tenía la habilidad de hablar con todo aquello que no terminaba de decir sus labios.

Sabía que aquellos pensamientos no eran más que su orgullo diciéndole que nadie jamás llegaría a comprenderlo mejor que ella aunque quisiera, no por el tiempo o la intimidad compartida, sino por esa conexión mágica que, desde su interior, le decía qué guardaba aquel caballero de cabellos tan oscuros como el suyo propio. ¿Podrían haber dos personas tan idénticas y a la vez diferentes?. Battler cargaba tanto dolor en su interior que el impulso de levantarse e ir hacia él para confortarlo era tan intenso, que apenas podía estar quieta sin que sus dedos hormigueasen con la necesidad de rodear aquella amplia espalda y dejar que su cabeza descansase sobre su hombro. Dejando que solo su gesto alejase todo aquel dolor.

Cerró sus manos, entrecruzándolas una sobre la otra para impedirse ceder ante aquella compulsión insana de estar siempre salvando a los demás. No podía hacerlo, no cuando ya le había advertido a aquel hombre que moriría en caso de pertenecer a su lado de verdad. No podría soportarlo si algo le ocurriese, no podía tener una muerte más sobre su conciencia, ya que, de ser así, finalizaría con la suya propia. Se enfrentaría a aquel infierno reservado a los suicidas del que tanto hablaba la Iglesia, ya que, de todas formas no cabía perdón para una criatura como ella.

- No debería bromear con la muerte señor Battler, Dios sabe que esa criatura no soporta ser retada de ninguna forma.- Sus palabras se parecían al cántico censurador de una madre hacia un hijo que había dicho algo que no era correcto, aunque sus labios tenían una tenue sonrisa triste, disfrazada rápidamente con un gesto contrito que quería llegar a ser serio sin poder lograrlo del todo. Era como si todo su cuerpo se estuviese revelando contra ella, respondiendo ante aquel brujo sin importar todo lo que ella intentase alejarse de él o permanecer impasible ante cada una de sus atenciones. - Sería irónico que mi maldición al contrarrestar la suya, al salvarlo a usted, cobrase a cambio la vida mía.

Suspiró y apoyó su espalda contra el sillón, adoptando así una posición más relajada aunque correcta. Una señorita que había sido educada en numerosos internados europeos nunca podría llegar a encorvarse aunque quisiera. Los castigos que había recibido servían como escarmiento para jamás volver a hacer algo incorrecto. No le deseaba a nadie la suerte de ninguna de aquellas niñas que iban allí para satisfacer la necesidad de sus madres de superar el título que poseían, obtener una mayor riqueza o, simplemente, convertirse en una perfecta descendiente de sus progenitores. No había destino más desdichado que el de una mujer que sabía que iba a ser vendida, porque cuando la noche caía, ni siquiera había un rayo de esperanza con el que huir de la realidad.

- Bueno, si he de contestar con total exactitud a su pregunta señor Battler, me temo que el número de muertes asciende a seis. Aunque sospecho que la desaparición de un conocido no es más que la séptima de ellas. – Tomó la taza de té que tenía entre las manos y bebió de ella como si necesitase del contenido para hallar el valor del que parecía carecer ahora que había comenzado a hablar de sí misma.

- Por lo que respecta a la segunda pregunta, la maldición es algo certero. Cosa que, como veo que insiste en continuar esta conversación, quizás compruebe con el tiempo.- Sonrió y dejó la taza sobre el plato para buscar sus ojos para analizar cada uno de sus comportamientos. Como ya había dicho, Battler hablaba más con sus silencios. Sospechaba que cuando uno se alargaba más que otros, significaba que realmente estaba buscando alguna forma en la que decirle la verdad sin necesidad de tener que mentirle. Lo cual resultaba sospechosamente refrescante, parecía querer agradarla de alguna forma. Quizás fuera algo inconsciente, aunque ella había llegado a percatarse por la forma en la que le sonreía o miraba. Era como si quisiera calmar a un animal herido y asustado, haciendo lo posible para que no huyera.


- Y si me permite decirlo.- Sonrió sin poder evitarlo antes de que completara su frase, sabiendo que solo estaba intentando desviar su atención para que no preguntase más sobre su vida. – Usted tampoco parece portar una maldición. – Cuando dijo la palabra “maldición”, sus ojos bajaron hacia las manos de Battler, unas ausentes de guantes, no como ella, quien llevaba siempre unos que le cubrían la piel hasta el codo. De no ser así, se volvería loca viendo e futuro de todos los que la rodeaban. Cada cosa que hablaba de sus dueños o de las escenas que habían visto. Quería llevar una vida normal, al menos, dentro de lo posible.

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Donde la oscuridad es casi permanente, la luz, da miedo [Ruslana] Empty Re: Donde la oscuridad es casi permanente, la luz, da miedo [Ruslana]

Mensaje por Harald Freiss Dom Mar 08, 2015 8:35 pm

La vida de Battler había estado rodeada de muerte desde su nacimiento. Formar parte de un gran legado de brujos nigromantes había sido el inicio de la maldición que ahora cargaba en el cuerpo de una manera mucho más concreta que en su niñez. No existía forma sencilla de explicar lo que desde el inicio de su vida había comenzad a girar, como los engranes de un reloj, pero aquel reloj marcaba el final de la vida de uno de los hermanos y ante ese detalle, no podían resistirse. Algo dentro del escocés le decía que cuando el tiempo de uno de ellos llegara, las almas tomarían tal posesión del cuerpo que decidiera ocupar, que el alma del morador original sería reducida a nada. En sencillas palabras, fuera él o Vishous el que sobreviviera, la realidad era que unidamente lo haría el cuerpo de alguno ya que sus almas desaparecerían y entonces, no habría nada que hacer.

Era por eso muy bueno por parte de aquella bruja que tratara de protegerle contra la supuesta maldición que ella cargaba, pero la realidad es que con ella o sin ella, el destino de Battler estaba sellado. Su alma viajaría a la oscuridad en algún momento de su vida y por eso era que no veía la necesidad de escapar de ella o salvarse. Tampoco las almas que habitaban su cuerpo parecían desear dejarla y por eso se mantenía observando a Ruslana. En los ojos femeninos podía notar comprensión y no estaba del todo seguro de a que se debía ese detalle; se comenzaba a decir a si mismo que era únicamente la idea de desear que alguien comprendiera como se sentía, pero la realidad que no podía ver era que de verdad Ruslana podía comprender su manera de sentirse. Notarse de cierta manera vulnerable le hizo alejar la mirada de la femenina y buscar consuelo en las cosas que decoraban aquella habitación, como si de esa manera ella no fuera capaz de sentir su pena y su dolor.

Suspiro y volvió a posar su mirada sobre la femenina. Lo ultimo que deseaba era que ella tomara sus palabras como una burla hacia la muerte. No era nada de eso, sino que sus palabras dejaban entrever la realidad a la que se enfrentaba diariamente Battler, quien no sabía si al día siguiente continuaría con vida o se moriría.
No estoy retando a la muerte y mucho menos tratando de hacer burla con ella, pero es la verdad, todo cuanto le digo lo es – no aspiraba a una vida larga, sabía que no tenia derecho a soñar ni siquiera que podía vivir de la manera en la que él esperaba y por eso era que desde que se viera maldito, comenzó a hacerse a la idea de que su vida no estaba del todo en sus manos, sino en la de todos sus antepasados que ocupaban un espacio en su cuerpo. Negó ante las ideas de la bruja aquella y le sonrío – Mi maldición no puede afecta a nadie más que a mi mismo, es algo que esta muy arraigado en mi – se observo una mano, sintiendo como un ligero cosquilleo le recorría las yemas de los dedos – esto puede dañar a otros, eso no voy a negarlo, pero la peor muerte será únicamente mía – su hambre y deseos terminaban por dañar sobre todo a mujeres, pero el dolor de aquellas que servían para satisfacer los deseos de las almas era demasiado momentáneo comprado con el suyo. La colección de cráneos que había reiniciado hacia no hace tanto en Paris estaba creciendo y esa colección le recordaba la cantidad de mujeres asesinadas, en cada uno de los lugares en los que estuvo antes. Su maldición le exigía hacer cosas que no siempre deseaba pero que con el tiempo había aprendido a disfrutar; finalmente todo lo hacía para saciar los deseos de las habitantes de su cuerpo.

Escucho con atención el numero de muertes que la bruja aquella decía cargar y sonrío de manera divertida. Aquel numero jamás se compararía al de él.
 Si le sirve de consuelo, también tendré que decirle que al menos las muertes que ha ocasionado no deben haber sido intencionales, eso en dado caso de que realmente fueran culpa de alguna maldición. En cambio, lo que yo puedo hacer es mucho peor y el daño que he generado de manera más intencional es mucho mayor que lo suyo – admitió con cierto grado de pena, pero sin decir que él había asesinado con sus propias manos.

Hablar de las maldiciones nunca le había resultado tan triste y al mismo tiempo tan reconfortante. Ruslana le hacía pensar que existía quizás una manera de luchar contra sus mismas necesidades, así como ella parecía estar luchando contra el dolor y aquella maldición que le había arrancado a personas queridas. Cuando la bruja aseguro no ver rastro alguno de maldición en él, no pudo mas que sonreírle.
Pues si ambos estaremos más tiempo cerca del otro, llegara el momento en el que irremediablemente vea los efectos que tiene esta maldición que cargo – entonces recordé que cuando se despedían en un inicio, no pudo soltarle y suspiro – de hecho, usted ya ha visto lo que parte de esta maldición puede hacerme, solo que no lo ha notado porque no ha sido nada que pudiera considerarse grave. Lo que yo cargo, la maldición que me seguirá hasta el fin de mis días no solo termina conmigo, sino también acaba por destruir todo aquello que necesita para volverse más fuerte. Yo destruyo todo lo que toco, mi sangre ha estado maldita desde siempre y esa maldición únicamente se ha incrementado conmigo.
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