Victorian Vampires
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] 2WJvCGs


Unirse al foro, es rápido y fácil

Victorian Vampires
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] 2WJvCGs
PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



NIGEL QUARTERMANE

ADMINISTRADOR

ENVIAR MP
NICOLÁS D' LENFENT

ADMINISTRADOR

ENVIAR MP
ESTACIÓN


Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24


COPYRIGHT/CRÉDITOS

En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.

Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.

Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.

Licencia de Creative Commons
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org


Últimos temas
» Savage Garden RPG [Afiliación Élite]
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMMiér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones

» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMMar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut

» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMMiér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane

» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMJue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar

» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMMiér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer

» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMSáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour

» orphée et eurydice ― j.
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMJue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour

» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMJue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke

» labyrinth ─ chronologies.
Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] NXLYMSáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour


<

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

2 participantes

Ir abajo

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] Empty Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

Mensaje por Nelissa di Mont Miér Oct 30, 2013 5:15 pm

Volvía. Al fin volvía. No se lo podía creer aún, por más que observaba desde el carruaje en el que se encontraba, el exterior desde la ventanita y como este carro la llevaba lejos de lo que fueron para ella ocho años estancada, encerrada, como en una cárcel, privada de toda libertad en aquel convento que su madre había escogido para ella. Pero ya no importaba, estaba volviendo. A su hogar, y la sonrisa como la felicidad no se alejaban de ella. Sumamente feliz siguió observando el exterior desde la ventana, mientras con su aliento empañaba el frio cristal y con sus dedos dibujaba formas extrañas y escribía los nombres de aquellos que tenían ganas de ver. Su madre, al gruñón de Sebastián, el mayordomo de la casa o mejor bien dicho mansión en donde había sido criada y como una más. La familia a la que servía y por su puesto a su gran protector, Antonio. Aquel, del que le dolió mucho mas irse sin avisar, sin poderse despedir, por la encerrona que su madre le había tendido. Ya que quizás si no hubiera sido por la rapidez de la partida de la joven, ella habría acudido a Antonio, y él habría accedido a la demanda de la pequeña que había visto crecer desde su niñez.

Y ahora tras ocho años sin noticias, sin saber nada de ellos volvía, más grande que nunca y cambiada. Como lo que empieza siendo un pequeño y feo patito, terminando por ser un bello cisne blanco. Así era ella, un cisne del blanco más puro existente.

El carruaje se movía de forma tortuosa, pero veloz al menos. Aún faltaban unos días para llegar, por lo que tras un breve descanso, y solo tras comer, se permitió caer dormida, esperando que al despertar estuviera más cerca de su hogar.



Tras cinco días.
A las 21:00 horas de la noche.



¡MELISSA! — La voz y los brazos de su madre fueron las primeras en rodear su figura, en cuanto emergió del carruaje. Ella sonrió y se dejó abrazar, estrechándola también ella contra sí, llegándole a su nariz aquel perfume de rosas tan característico de ella.

Yo también te eché de menos, madre. —Dijo ella sonriéndole, quitándole las pequeñas lagrimas que recorrían las mejillas de su madre. Su madre, la señora Elisabeth, le devolvió la sonrisa  y asintió, volviéndola a estrechar entre sus brazos, soltándola y tomándola de la mano, guiándola hacia el exterior de la casa. Con una sonrisa en su rostro, que no la dejaba ni un solo instante de hacerla lucir, se encontró por el camino con Sebastián quien s la quedó mirando confundido. Melissa río — Soy yo Sebastián, la misma niña que se fue.

No… usted para nada es esa chiquilla que se fue de aquí hace ocho años. ¡Cambió por completo, jovencita! ¿Quiere que nos pongamos ahora todos locos? Sin duda tendrá muchos interesados. —Alzó las cejas y le miró severamente — Será un total peligro y nuestro señor no podrá traer conocidos con usted a la vista. Sera una distracción considerable…— Gruñó molesto, como cuando era una chiquilla traviesa que jugaba entre las flores y él la perseguía por los jardines renegando de ella y de su poca estimación a su querido jardín.

Melissa sonrío —Yo también le eché de menos Sebastián —Dijo antes de ser arrastrada hasta dentro por su madre. El mayordomo asintió y volviendo al frente fue hacia el carruaje, donde aún permanecían las maletas de la joven para recoger y llevar dentro la mansión. No lo confesaría, porque era superior a él, pero él también había echado de menos a la revoltosa y dulce niña que le ponía la mansión patas arriba, cuando vivía con ellos.

Melissa al entrar en su hogar, río alegre. Al fin en casa, pensó observando todo. —Nada ha cambiado. Solo yo. —Susurro contemplando cómo cada mueble, cada cuadro… todo seguía igual que antes de que se fuera, como si no hubiera pasado el tiempo. Pero si que lo había pasado. — Y cuéntame madre, que ha sucedido en mi ausencia?

Mucho hija, pero mejor ahora ve a comer algo y ya mañana, cuando andes descansada te contare todo lo que ha acontecido en la familia. — dijo llevándola a las cocinas para que probara bocado.

¿Antonio está en casa?— Preguntó mirando a todos lados, buscándole sin encontrarle. El no verlo la desilusionó. ¿No la querría ver? — Antonio anda trabajando cariño, llegara a la noche, muy tarde como acostumbra a regresar. Mañana podrás verlo… y ahora no es Antonio, es nuestro señor.  


¿Señor? ¿Y sus padres? — preguntó confundida. — Mañana te contaré ahora come— Le ordenó a Melissa, acercándole un plato de verduras y un poco de pan. Melissa asintió, decidida a que mañana alguien respondería a sus preguntas, mientras hoy solo pensaba en dormir un buen rato y descansar, tras cinco días de viaje, se encontraba rendida, tanto físicamente como emocionalmente. Tras comer con ímpetu, dejó el plato y fue a su habitación, donde Sebastián le había preparado el cuarto para sí misma, y guardado toda su ropa en el armario.

Sonriendo murmuró un agradecimiento, dejándose caer en la cama, cerrando los ojos, intentando dormir. Pero nada, sin suerte. Suspiró a la media hora de dar vueltas en aquella mullida cama, nada comparable a la del convento y levantándose, decidió cambiarse el vestido. Dejó a un lado el bonito vestido azul marino de tonos grises, poniéndose encima un vestido blanco, que le serviría para dormir, al no llevar corsé.
Pero primero iré a por un libro. A ver si así concilio el sueño… — En silencio fue de su habitación a una de las pequeñas bibliotecas, donde de pequeña solía esconderse y jugar con Antonio o simplemente escucharme contarle un cuento.

Al entrar vio algo cambiada la biblioteca, ahora parecía usarse como un despacho de alguien ya que en medio de la sala, había un escritorio y unos sillones. Sin adivinar a simple vista de quien podía0 tratarse, igualmente entró y tomando uno de los libros que aún quedaban, se sentó en uno de los cómodos sillones, empezando a leer. Poco a poco se la iban cerrando los ojos, cuando sin ser ya consciente, cayó irremediablemente dormida, medio tumbada en aquel oscuro sillón. El dorado cabello le caía por el cuerpo, tapando ligeramente su tez, pero dejando ver aquel apacible y dulce rostro que tenia al dormir, en el que una dulce sonrisa asomaba entre sus labios rosados.


Última edición por Melissa di Mont el Dom Nov 10, 2013 9:44 am, editado 1 vez
Nelissa di Mont
Nelissa di Mont
Humano Clase Media
Humano Clase Media

Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 27/10/2013

Volver arriba Ir abajo

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] Empty Re: Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

Mensaje por Antonio de Carvajal Miér Nov 06, 2013 12:32 pm

Mi fiel criado me recibió en la puerta de entrada como tantas otras veces, ya de madrugada. Bajé de mi montura, le entregué las riendas de mi caballo, y sin decir una sola palabra, penetré a mi hogar. Tomé un candelabro apostado encima de una mesita en el recibidor principal para obtener luz de él, y guiarme por las angostas y oscuras escaleras que bajaban hacia el sótano. Necesitaba con urgencia proveerme de mis tan preciadas pócimas y ungüentos regenerativos. La redada de ésta noche había sido una de las más escalofriantes y sangrientas en la cual había participado. Enfrentarme con una vampiresa y un brujo mermó mis fuerzas a tal grado, que pensé moriría. Afortunadamente Dios se apiadó de mi alma y logré salir avante de la misión. Sin embargo, había daño. Daño en mi mente, y en mi cuerpo. La lucha fue de poder a poder, codo a codo y de no haber sido por otro compañero inquisidor, muy probablemente estaría rindiendo cuentas al creador. Fue una estupidez haberme fiado de aquella manera, fue un error tremendamente estúpido. Un descuido que casi me cuesta la vida. ¿Cómo pude ser tan necio y fiarme únicamente de mis habilidades como hechicero?

Mi mano tambaleante alcanzó un pequeño estante apostado en una de las paredes de mi pequeño laboratorio de experimentos. De ahí saqué dos pequeños frascos: Un brebaje y una pomada. La pomada serviría para mitigar el dolor y escozor que me producía un par de rasguños en la espalda y en el abdomen, que de no ser atendidos con prontitud, indudablemente terminarían por infectarme, ocasionándome fiebres muy altas. La bebida era un poderoso neutralizador del dolor que a su vez haría el efecto de somnífero, sin tumbarme directo a mi tan ansiada cama; simplemente me dejaría adormilado y lo suficientemente tranquilo para  hacer más llevaderas mis heridas. Entre las dos me ayudarían a tranquilizarme, porque me esperaba una noche de muchos sin sabores por delante. Así es la vida de un Inquisidor que trabaja en cubierto. Puedes sentir morir por dentro, pero por fuera debes lucir radiante, fingir que nada pasa y regalar la mejor de tus sonrisas sarcásticas a todo aquel que diga o piense lo contrario.

Me quité mi camisa ensangrentada y la arrojé directamente al incinerador. Una evidencia más de la cual deshacerse. Lavé mis heridas con agua limpia, esparcí el viscoso ungüento por las heridas y luego apliqué un par de vendoletes que servirían para ayudar a una mejor cicatrización. Lo hice con mucho cuidado porque las heridas eran profundas y me dolían demasiado. Un simple roce era suficiente para hacerme aullar de dolor. Tomé una de las batas limpias que siempre tengo preparadas para tales menesteres, en otro armario más empotrado en la pared y me abrigué. El frío en el sótano era mucho mayor a la parte de arriba de la casa. Había humedad y agua colándose por algún resquicio, pero no había mejor lugar que aquel para tales fines. Observé mi rostro sudoroso cubierto por tierra en el espejo del pequeño baño. Lucía demacrado, cansado; toda una visión. Lo lavé, lo sequé y de inmediato, las ganas de tomarme una copa de ron no se hicieron esperar y salí de ahí con el candelabro en mano.

Pasando cerca de la capilla me santigüé. No quise entrar para hacer una pequeña oración, porque me sentía sucio por dentro incapaz de mirar a los ojos a aquel cristo redentor. Lo que había hecho aquella noche me hacía sentir más vil, más pecador que otras veces. Encontraría la paz en un confesionario, y que el padre me otorgara el perdón de viva voz, pero era demasiado tarde para ir a buscarle y levantarlo, sólo porque me sentía el ser más miserable y vil sobre la faz de la tierra. Pero todo era en favor del señor y sus designios. ¡Todo debía serme perdonado con justa razón y medida! Únicamente actuaba como espada y llama purificadora en su nombre para eliminar a todas aquellas aberraciones demoníacas que atentaban con envenenar la tierra.

En pocas horas el alba despuntaría y con ello un nuevo día para comenzar desde cero. Un nuevo día para reivindicarse, pero mientras eso sucedía necesitaba el trago con urgencia. Me dirigí hacia mi despacho que a su vez como una pequeña sala que anteriormente había fungido como una pequeña biblioteca, en la cual todavía conservaba algunos libros para goce y disfrute particular. Mi rincón literario, el que me arrancaba  la fatiga y la falta de sueño, donde me sentía yo mismo, sin nada ni nadie que me molestase. Giré la manilla de a puerta, entré y cerré detrás de mí. Dejé con sumo cuidado el candelabro sobre la cubierta de madera de mi fino escritorio y me di la vuelta para servirme el tan ansiado y esperado trago.

Fue en ese preciso momento en el que una visión inundó mis ojos. Sentada en mi sillón predilecto, abrazada a un libro que, seguramente, Morfeo impidió que terminara de leer se encontraba una criatura cuyo rostro y aura yo conocía. –No puede ser.- Repetí en silencio para mis adentros y, creyendo que aquello no era más que una tentación del maligno, salí del estudio rápidamente. Cerré la pesada puerta tras de mí con un poco de esfuerzo que me provocó una mueca de dolor y me santigüé tres veces. El maligno siempre atacaba a las mentes débiles y, aunque me costara aceptarlo, en estos momentos yo era una de esas. –Mi señor, líbrame del influjo del maligno.- Pronuncié mirando hacia arriba en tono de súplica. Lucifer quería tentarme, había invadido mi mente y había recreado ante mis ojos a aquella mujer que hace mucho tiempo yo mismo había visto partir. No estaba allí, no era real, era obra del maléfico.

Lleno de fuerza y repitiendo en mi cabeza que mi mansión era morada del señor y ningún demonio entraría en ella, abrí nuevamente la puerta e ingresé al estudio dando cortos pasos. Esta vez me quedé completamente mudo porque aquella dama no había desaparecido a pesar de mis oraciones: era ella, era real. –Melissa.- Pronuncié con prolongadas sílabas, como si hubiese esperado demasiado para decir nuevamente su nombre y no quería que el momento terminase.

Proseguí con aquel lento y pesado caminar hasta ubicarme frente a aquella mujer que dormía apaciblemente y con el rostro tan sereno, que me hacía preguntar cómo lo conseguía en tiempos tan difíciles como los que estábamos viviendo. Ahora que la veía de cerca e iluminada escuetamente por las velas del candelabro, me daba cuenta de que eran muchos años los que habían pasado. Ella se fue cuando apenas era una niña y ahora, el tiempo había hilado sus hilos, y la había convertido en una bella mujer. Pero, ¿por qué no se me había avisado de su venida?, ¿acaso Melissa le había pedido a su madre que mantuviera su llegada en secreto? Si Melissa se acordara de mí, sabría que odiaba las sorpresas desde muy pequeño, y que hubiera preferido saber de su venida para preparar alguna cena especial en honor a la llegada de quien había sido casi como mi hermana.

Sin embargo no dejé que aquello opacara la emoción de verla nuevamente en la mansión, y ser testigo de que algunas cosas simplemente no cambian. Melissa seguía siendo una niña amante de las novelas románticas. Tomé con cuidado el libro que reposaba sobre su regazo y lo tiré hacia una pequeña butaca pero, por cosas del destino, el objeto tambaleó en el filo del mueble y cayó al suelo, provocando un pequeño levantamiento de polvo y un ruido seco que despertó a Melissa. Mis ojos se encontraron con sus grandes orbes azules. –Madame.- Fue todo lo que salió de mi boca y, sin saber exactamente cómo actuar o qué más decir, simplemente caminé hacia el libro caído y con un esfuerzo sobrehumano me agaché a recogerlo. –No…-  Dejé la frase en el aire por unos segundos y giré mi rostro para que no se diera cuenta del dolor que de repente me había invadido. ––No sabía que vendría, madame.-  Quizá estaba siendo frío y me odiaba por serlo, pero en mi mente todavía nadaban las imágenes del sangriento encuentro con los sobrenaturales



Última edición por Antonio de Carvajal el Jue Ene 09, 2014 8:03 am, editado 3 veces
Antonio de Carvajal
Antonio de Carvajal
Condenado/Hechicero/Clase Alta
Condenado/Hechicero/Clase Alta

Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 04/07/2011
Localización : París, Francia.

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] Empty Re: Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

Mensaje por Nelissa di Mont Dom Nov 10, 2013 9:39 am

Volvía a soñar de nuevo con él. Yo estaba escondida bajo unos matorrales en lo que parecía ser un jardín, me tapaba la boca con las manos para no reírme y darle pistas de mi posición, cuando oyendo a mis espaldas unas pisadas, de repente me encontraba siendo alzada empezando a girar en el aire riendo. —Me encontraste. —Dije cuando paró y me tomó en sus brazos. Yo como la niña dulce que era le sonreí y me abracé a su cuello rebosante de felicidad —Yo quiero tener un hermano como tu. — le susurraba dándole un beso en la mejilla antes de que me dejara en el suelo y me dejara esconderme de nuevo.

Con estos sueños, no podía más que sonreír apaciblemente. En el convento no había hecho otra cosa más que recordar aquellos momentos de libertad y de risas que había compartido con Antonio de pequeños. Nos separaban nueve años de diferencia, aún así nada le había impedido jugar con la niña de seis años a correr por los jardines o a las escondidas por la mansión. Y hasta cuando se comprometió, el cariño y amistad de ambos no había disminuido en ningún momento.

Seguí soñando, recordando, cuando un ruido me sobresaltó. Me removí en el sillón en el que me encontraba y abrí los ojos asustada, encontrándome con quien menos esperaba encontrarme en aquella bochornosa situación. —Antonio... — Susurré vacilante, sin creerme que estuviera allí. Pero tras unos parpadeos me convencí de que aquello era real. Estaba allí. Había llegado y me había encontrado dormida en el sillón donde me había quedado leyendo.

Sonrojándome me incorporé ligeramente en el sillón. No sabía que decirle, solo podía mirarle. Él parecía estar igual que yo de sorprendido. Y lo entendía, me acordaba de que no le gustaban las sorpresas y debía de haber avisado mi llegada, pero no había sido posible. — No...Deja, ya lo hago yo. No te agaches —Le dije cuando se agachó a recoger el libro que había caído al suelo, tomándolo en sus manos antes de que pudiera levantarme del sillón. Levantándome al escuchar su fría voz bajé la mirada.

Por un momento había pensado en ir y abrazarle, como si fuéramos aquellos niños, como si todo fuera como antes, no obstante habíamos crecido y ahora él era mi señor. Ahora yo pasaría por sus órdenes y si quería seguir viviendo bajo el techo que me protegía actualmente, debía comportarme como correspondía, aunque  me doliera no poder actuar como yo era con él. Yo no tenía ese privilegio, me recordé. — Fue todo muy inesperado milord. Hace cinco días me dejaron salir del convento, dándome apenas tiempo para preparar mis ropajes y otros asuntos, como avisaros de mi inminente llegada. Me fue realmente imposible ponerme en contacto contigo Anton... mi señor — Me corregí a tiempo aún con la mirada gacha. —Hoy os esperé despierta, ya que me dijeron que llegaría tarde. Y como veis me quedé dormida —Le expliqué con una voz dulce — Siento si os sorprendí o entré aquí sin vuestro permiso. Hay tantos recuerdos, tantas noches que me pasé de pequeña en esta biblioteca, que se me hizo irresistible no volver a ella esta noche. — Añadí finalmente alzando la mirada, reparando en la rigidez de su cuerpo. Fruncí el ceño preocupada.  — ¿Te encuentras bien? — Pregunté sin contener mi preocupación, hablándole con total confianza sin darme cuenta. Para mí era difícil después de tanto tiempo actuar fríamente e impersonalmente con él. Solo era la hija de la ama de llaves, lo asumía y todo así se me hacia difícil. — Os eché de menos…  —Le susurre arrepintiéndome al segundo siguiente de que las palabras salieran por mis labios, volviendo a bajar la mirada avergonzada. Era demasiado inocente e impulsiva, y él ahora era mi señor, no podía decirle esas cosas. Ya no éramos aquellos niños que jugaban juntos, cómplices de muchos secretos que entre sonrisas y inocentes besos en la mejilla nos contábamos al oído.
Nelissa di Mont
Nelissa di Mont
Humano Clase Media
Humano Clase Media

Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 27/10/2013

Volver arriba Ir abajo

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] Empty Re: Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

Mensaje por Antonio de Carvajal Miér Nov 27, 2013 2:49 pm

La miré directamente a los ojos y pareció como si el tiempo no había pasado para nosotros o al menos para ella. Su mirada seguía siendo la de aquella niña inocente que encontraba diversión en esconderse debajo de los manteles de la mesa del comedor para que su madre no la obligara a asearse pero que con su infantil risita terminaba delatándose. Por un momento sentí envidia de ella, por cómo había conseguido mantener aquella pureza en tiempos en donde la moral se encontraba tergiversada y era cada vez más difícil ir por el camino del señor. Pero por otro lado, me alegraba por ella, me alegraba porque había tenido la oportunidad de convivir con mujeres que buscaban la santidad y seguramente el tiempo compartido con ellas le había dejado una enorme enseñanza: era una mejor mujer y seguramente sería una excelente esposa.

Cuando me dirigió la palabra, dejé de lado mis pensamientos y me dediqué a escucharla. La joven Melissa intentaba explicarme las razones por las cuales no se me había avisado de su llegada a lo cual no pude más que responder con una ligera mueca de mis labios que bien podía interpretarse como una sonrisa. –No se preocupe señorita Melissa, entiendo los motivos perfectamente, es más…- Estiré mi brazo muy despacio para no lastimar más las heridas que mi abrigo cubría y le devolví el libro que había estado leyendo hasta antes de quedarse dormida. -… le pido disculpas por mi intransigencia. Debí alegrarme porque está de vuelta y no dedicarme a reclamar cosas banales.- Estar de pie me estaba resultando un tanto incómodo por el dolor en mi torso así que, mientras la joven me contaba el porqué estaba allí en mi estudio yo me dediqué a buscar algún asiento cómodo en el cual pudiera reposar. Realmente necesitaba sentarme.

Un comodísimo asiento de madera de roble, recubierto de plumas de ganso y seda era lo mejor que había a mi disposición y hubiese sido perfecto si no fuese por el detalle de que se encontraba demasiado lejos de nuestra actual ubicación. Con una creciente desesperación mis ojos siguieron sopesando opciones, pero mi subconsciente me traicionó haciéndome imposible ocultar más mi dolor. Una mueca de dolor se dibujó en mi rostro, una mueca que Melissa detectó con rapidez puesto que me había estado observando todo el tiempo. –Me encuentro bien, señorita Melissa.- Mentí mientras mi mano buscaba apoyo en el escritorio junto a nosotros el cual se hallaba abarrotado por hojas y más hojas de contenido variado. –Simplemente me he caído del caballo de regreso para acá y creo que necesito tomar asiento por un momento.- Ceñí con fuerza mi abrigo a modo de protección, conocía a Melissa y lo impulsiva que podría ser en ocasiones y temía que quisiera examinar las heridas.

Esperando que me estuviera siguiendo, caminé hacia el asiento de roble con un pesado andar. El silencio reinaba en mi estudio, era casi la medianoche y únicamente se escuchaban mis pasos y los de mi joven compañera en toda la casa. –Aquí también se la ha echado mucho de menos, señorita Melissa.- Contesté sin convertir esa frase en algo más personal aunque, a decir verdad, yo también la había echado mucho de menos. Cada día, cada noche en que ella estuvo fuera de la mansión yo había extrañado su risa, sus ocurrencias e incluso sus lágrimas cuando creía que su madre la castigaba injustamente. Eran muchas memorias las que habíamos compartido juntos, yo conocía sus sueños y sus anhelos, lo que la hacía feliz y lo que la hacía triste.

Con dificultad me acomodé en aquel suave almohadón de seda y relleno de plumas, cerré los ojos y respiré suavemente: esto era precisamente lo que había estado necesitando. Con mi mano derecha señalé un asiento más pequeño pero igual de cómodo para que Melissa se sentara también y pudiéramos seguir platicando, había tantas cosas de las que teníamos que hablar. Deseaba que me contara todo lo que había hecho en el convento, quería distraer mi mente de mis compromisos y problemas y deleitarme con las vivencias de una niña convertida en mujer, a la cual veía casi como una hermana.  

–Y cuénteme, ¿cuánto tiempo piensa quedarse con nosotros?- Lancé la primera pregunta.



Última edición por Antonio de Carvajal el Jue Ene 09, 2014 7:18 am, editado 1 vez
Antonio de Carvajal
Antonio de Carvajal
Condenado/Hechicero/Clase Alta
Condenado/Hechicero/Clase Alta

Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 04/07/2011
Localización : París, Francia.

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] Empty Re: Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

Mensaje por Nelissa di Mont Vie Nov 29, 2013 5:18 am

Señorita Melissa…Que fria sonaba aquella palabra en sus labios. Entendía que hubiese cambiado la situación y no fuéramos aquellos pequeños y jóvenes que compartimos demasiados momentos el uno junto al otro, creciendo juntos. Había habido tanto cariño y confianza que el que ahora me hablara de aquella fría, tan impersonal y formal manera me dolía en lo más hondo de mi corazón. ¿Siempre seria así a partir de ahora? Me trataría como otra sirvienta a su servicio? Todo y que nunca fui considerada como tal en su familia, la que tras ver mis capacidades y habilidades, y mí inquieto y dulce carácter, pero tan curiosa mente, me educaron para ser dama de su madre. Una vez fui dama, aprovecharon y me enseñaron a leer, escribir y conocimientos generales, teniendo a mi disposición de los mejores maestros. Yo siempre se lo agradecí ya que me ofrecían una oportunidad de crecer, que lo más seguro de no haber sido por ellos no habría podido realizar, ni descubrir que en mi se escondía una devota y excelente estudiante.

Intentando que mis ojos no delatasen mi tristeza, le miré fijamente cayendo en su mueca dolorida a lo que me aseguró no ser nada, solo una caída de su montura, lo que obviamente no le creí. Parecía dolerle mucho, y a mí no me podía engañar. — Podría sanarle el golpe, aliviar su dolor. — Me presté conteniéndome a no ir tras él y en un acto impulsivo levantarle la camisa como de pequeña hacia para ver sus heridas. Pero en el convento me habían instruido en la paciencia, pudiendo controlar más mi impulsividad. — En el convento me enseñaron a proporcionar cualquier cuidado a los demás, sobre todo en lo referente a la medicina y a la salud, mi señor. — En concreto nos habían instruido para cuando nos encontraran marido y tuviéramos que ser responsables del bienestar ajeno, como una buena ama de casa y esposa. —Puede fiarse de mis manos. Yo nunca le dañaría… — Susurre viéndole ceñirse el abrigo, y dirigirse hacia uno de los cómodos sillones de la sala.

En silencio le seguí, tras de él sin saber que hacer preocupada por su estado. De camino al sillón de nuevo, su voz me entristeció de nuevo. Tanto habían cambiado las cosas, que ni yo me lo creía. Mordiéndome el labio inferior me callé, pero esta vez no fue suficiente y terminé rompiendo el silencio impuesto por mí misma, gracias a mi honestidad e impulsividad, arrepintiéndome tras que las palabras salieran de mis labios. — Mi señor… ¿Por qué me habla así? Tanto han cambiado las cosas entre nosotros? En el pasado nunca fue tan frio conmigo. —Me quejé callándome al segundo siguiente avergonzada por mi comportamiento. — Perdonadme alteza. No debí hablaros así, no soy quién para deciros nada, solo vuestra sierva. Perdonad mi impulsividad que pese al paso de los años sigue en mi persona. —Me disculpé apresuradamente bajando la mirada al suelo. No quería que Antonio fuera a enfadarse conmigo por primera vez y para ello ahora debiera cuidar mis palabras.

Observándolo, obedecí a su mano con la que me dijo de sentarme en uno de los cómodos sillones que tenía más cercanos a él, quien ya había tomado asiento. Me acomodé donde me dijo, y frunciendo el ceño le observé preocupada por el golpe al caerse se había proporcionado. Acomodándome mejor, suspiré al sentir el relleno de las plumas a mi espalda, aportándome calidez que agradecí cuando su pregunta resonó por la sala.

El pensar en irme nuevamente me horrorizaba, me destrozaba el alma. Nunca más me iré de mi hogar, de vosotros, de ti... pensé callando mis pensamientos, devolviéndole una triste sonrisa, mirándole. — Hasta que me dejéis mi señor, o hasta que me busquéis a quien consideréis un buen esposo para mí.—  Si algo no olvidaba era que ya me encontraba en edad de encontrar un esposo y desposarme, y como siempre se había hecho entre las clases medias y altas, y más en la realeza, los matrimonios eran concertados, normalmente movidos por el interés. En mi caso no quería que eso pasara. No quería tener que alejarme definitivamente de allí y estar a merced de un desconocido. Ese era uno de mis mayores miedos, el cuál hasta de pequeña lo tenía en cuando una cierta tarde me lo comentaron, cuando yo soñaba en voz alta en encontrar el amor, a quien poder amar y entregarle todo mi corazón.

Mi deseo es quedarme junto a mi familia, si usted me lo permite. — Agregué mirándole fijamente a los ojos sonrojándome. No me acordaba de lo intensos y misteriosos que eran sus ojos hasta ahora que los tenia fijos en mi. Mi corazón todavía hoy en día se aceleraba con su mirada. Definitivamente había pequeñas cosas que parecían no cambiar nunca.
Nelissa di Mont
Nelissa di Mont
Humano Clase Media
Humano Clase Media

Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 27/10/2013

Volver arriba Ir abajo

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] Empty Re: Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

Mensaje por Antonio de Carvajal Jue Ene 09, 2014 8:49 am

Sabía que estaba siendo demasiado frío con ella, que le estaba tratando simplemente como una vieja conocida ¿Qué otra cosa podía hacer? El relacionamiento, la sociabilidad no iban de la mano conmigo, y aunque doliese reconocerlo, la distancia y el tiempo, habían hecho los suyo. No así en ella, que a pesar de todo, seguía siendo la misma. En el fondo me alegraba, pues su corazón seguía intacto: Puro, limpio, inocente. En cambio el mío, cada día iba consumiéndose en un zarzal que quizás ardería por toda una eternidad, metafóricamente hablando. Ahora mismo a su lado, me sentía sucio, incapaz de verle directamente a los ojos, puesto que estaba seguro de que ella encontraría la verdadera respuesta a su pregunta. Melissa no había creído que caí del caballo, simple y sencillamente porque si de algo podía jactarme, era de ser un buen jinete; pero rogaba en mis adentros que dejase pasar éste detalle, puesto que de una mentira, seguiría otra y otra más.

– Puedes quedarte el tiempo que necesites, esta es y será siempre tu casa, Melissa. – Finalmente rompí el “protocolo” y le hablé de tú. Odiaba que me dijese mi señor . Frente ella mi título salía sobrando, dada la confianza que siempre nos tuvimos el uno con el otro. Intenté sonreír una vez más pasando por alto el que dijese que sería el encargado de encontrarle un buen marido, pero lo cierto era  que me estaba derrumbando por dentro. No tenía cabeza para pensar en ése tipo de detalles. Las pociones y los ungüentos tenían el poder de sanar, pero con un alto precio: Un dolor extremadamente insoportable en cada una de mis extremidades. No había parte de mi cuerpo que no me doliese, pero más me dolía el haberles dejado con vida. ¿Cómo había sido posible el haber fallado? ¿En qué me había equivocado? Mis manos se sujetaron con fuerza a la silla, evitando soltar un gemido de coraje y odio contra mí, más que el dolor físico en sí mismo.

– La vida te ha tratado bien, te has convertido en toda una bella dama – Le miré por breves instantes, para cerrar nuevamente los ojos. Me sentía febril e incapaz de moverme por mi propia cuenta, necesitaba con urgencia dirigirme hacia mis aposentos para darle un merecido descanso a mi cuerpo, pero el orgullo me lo impedía. No quería que Melissa me viera derrumbado de tal forma, que ante sus ojos se desvaneciera la figura que siempre fui para ella. Si bien en algunas ocasiones me observó llegar lastimado, con una  sonrisa y un caramelo bastaban para que las cosas se olvidaran y que se considerasen un simple juego, sin embargo ahora el panorama era distinto. Odié que hubiese llegado justo la noche de hoy, lo odié con todas las fuerzas que me quedaban. Ella habría sido la última persona que hubiese querido que me observara - prácticamente derrotado - la noche de hoy.

– Deberías ir a descansar, el viaje debió haber sido muy largo. – Una nueva punzada de inmenso dolor me arrancó un gemido, incapaz de contenerlo por más tiempo. Era el preámbulo a lo que acontecería las próximas horas, mientras mi cuerpo intentaba regenerar la salud y la energía perdida en la reyerta. ¡Nunca antes como ahora, había sentido esto, que era nuevo para mí! Esos malditos infelices, habían logrado lastimarme como ningún otro. – Anda vamos… Ve a tu cuarto y reposa, mañana podremos hablar con tranquilidad. Yo me quedaré un momento más aquí, si no te molesta. – Con mucho dolor, saqué un pañuelo de mi bolsillo, y sequé de mi frente, el sudor. – Mañana, más bien hoy, será otro día… Un nuevo día, gracias a Dios.

Antonio de Carvajal
Antonio de Carvajal
Condenado/Hechicero/Clase Alta
Condenado/Hechicero/Clase Alta

Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 04/07/2011
Localización : París, Francia.

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] Empty Re: Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

Mensaje por Nelissa di Mont Sáb Feb 01, 2014 2:47 pm

Me alegré por cada palabra que salian de los ajenos. Era para mi toda todo un honor poder permanecer en aquella casa, junto a mis padres en el que yo consideraba mi única y calido hogar, aunque en realidad no lo fuera, me había criado entre estas paredes y los tan largos pasillos de la mansión. Por lo que no conocía nada mas que no fuera mi hogar que donde actualmente tras tantos años de anhelar volver, al fin había vuelto. Miré a Antonio y fruncí el ceño, él siempre había sido un buen jinete. Observé un momento sus piernas, y no parecían heridas, ni rotas… no había nada a simple vista que le hiciera ser realmente patoso extrañamente sobre un caballo. Aún podia acordarme como cuando de pequeña me agarraba entre sus brazos y me subi a sus corceles, riéndose de mis gritos miedosos y de cómo me agarraba a sus brazos como si fuera mi única tabla de salvación.

Ante aquel recuerdo no pude mas que sonreir levemente, se extrañaban mucho esos tiempos en lo que todo que había era la felicidad en su estado mas puro y risas seguidas entre ambos. Suspiré y olvidándome de lo del caballo por unos instantes le sonreí y le miré agradecida. —Gracias Antonio… no sabes cuan aligerada me dejaste con tus palabras. Te lo agradezco. —Susurré con una sonrisa encontrándome con su mirada unos instantes. Sonrojada nuevamente me vi por apartar la mirada de la de él, no deseaba que viera cuan poder tenia sobre mi, y tampoco debería de molestarle con mis mejillas ruborizadas. —Todos hemos cambiado, tu tampoco eres aquel joven que deje cuando partí muy lejos de aquí. —Me mordí el labio y negué con la cabeza a sus palabras. — Una dama es considerada cuando es recatada y de buenos modales. Y en mi caso, sobra decir que por más que sepa de comportamiento, sabeis que mi lengua es muy larga cuando no debe. Cualquier joven en busca de desposarse, se horrizaria en tener a su lado a una joven sumamente habladora. —Sonreí a medias, sin añadir que también sabia de leer y otras cualidades, que muchas decían de ser inecesarias para una mujer.

No le hice ver que estaba preocupada, pero caí en todos los gestos de dolor, aflicción y leves temblores de su cuerpo. Fuera lo que fuera que se hubiera hecho, ya fuera una caída a caballo o una herida, como con las que de pequeña alguna vez le había visto llegar, parecia dolerle mucho, hasta creer al ver sus mejillas un poco sonrojadas, que podría estar padeciendo de fiebres. Preocupada no supe que hacer al oírle mandarme a descansar, así que opte por hacerle caso ya que era mi señor y lo ultimo que quería era resultar ser una molestia para él. Seguramente él querría estar solo y descansar para recuperarse de las heridas, pero el gemido lastimero que oí tras sus palabras, me hizo titubear al tiempo que terminaba de levantarme e incorporarme. — ¿Estais seguro..?—Mormuré preocupada viéndole secarse el sudor de su frente. Debia de estar peor de lo que aparentaba, debía de hacer algo, y conociéndolo no me dejaría ayudarle.

Lo maldije en mi mente, por ser tan terco y finalmente asentí y tras un buenas noches, me fui del salón dejándole solo, tras besarle la mejilla suavemente casi tímidamente, dándome cuenta de la elevada temperatura de su piel contra mis labios. Y sin decir nada, me fui como él me decía, lo único que no me fui a mi habitación como él pensaría, si no que fui apresurada a las cocinas. Una vez allí tomé un trapo que mojé con agua y un recipiente que llené también, y como pude me lo cargue y volví al salón, esperando que todavía se encontrase allí. Y por suerte así fue.

Viendole aún en el sillón de espaldas a mí me acerqué en silencio, dejé el recipiente en el suelo y sin poder evitarlo al acercarme por detrás, dejé un beso de mis labios en su cabello mientras una de mis mano colocaba el paño mojado en su frente.

Lo siento… no os puedo dejar así… Tampoco podría dormir sabiendo de tu dolor. —Susurré esperando que el paño mojado le sirviera de alivio por lo menos unos instantes. Voltée el asiento y me fui frente a él, donde le tomé una mano y le miré con uns ojos vidriosos de preocupación. — Antonio… soy yo, dejame ayudarte. Como de pequeña hacia alguna vez. Mañana puede ser otro dia, gracias a Dios, pero necesitas cuidados o por Dios que no verás el nuevo amanecer como sigas así. —Le rogué en una silenciosa suplica, tomando su mano y poniéndomela en mi mejilla, sintiendo el contraste de temperaturas.— Tus manos están tan frias... ¿Que necesitas que te traiga? —Dije dejando su mano en mi mejilla, esperando que mi calor hiciera algo con su piel. Le miré fijamente, dándole a entender que dijera lo que dijera podia ser muy cabezota cuando me lo proponía, y este momento era uno de ellos. Lo había hechado mucho de menos, como para dejar ahora tras mi vuelta que le ocurriera algo, o verle sufrir. Bien de pequeña, él era conocedor que nunca me había gustado verle mal, ni preocupado, ni herido, ni cualquier situación que abnegara la sonrisa que siempre tenia para mi. Y como bien dije antes, hay cosas que nunca cambian, para suerte o no tan suerte para él.
Nelissa di Mont
Nelissa di Mont
Humano Clase Media
Humano Clase Media

Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 27/10/2013

Volver arriba Ir abajo

Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio] Empty Re: Tanto hemos cambiado, que apenas nos reconocemos [Antonio]

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.