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El principio de mi error [Vishous&Battler] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ragna Dárkova Vie Nov 08, 2013 3:45 pm

“Andábamos sin buscarnos,
pero sabiendo que andábamos por encontrarnos”

No debía ni de haber salido el sol todavía en el horizonte que yo ya andaba despierta, dando vueltas por mi alcoba. Desde la salida del rey, el castillo había quedado extrañamente solitario, si quería conocer algo mas de mí de familia “Los Blackmelt” este era el momento para entrar en la biblioteca de Stiva, y allí buscar información, o cualquier otra cosa en relación a mi familia, a mis padres. Apenas conocía mas de que habían sido un gran grupo de magos, los que se encargaban de impartir justicia y se unieron finalmente – en concreto mi padre – a una orden secreta, donde resguardaban los grandes secretos de la magia desde inmemorables tiempos atrás. Pero para mi todo aquello me parecía tan lejano, que deseaba conocer más de ellos. Quizás así conseguiría no sentirme tan sola y descubrir que fue de mis padres, los que de muy pequeña me abandonaron en un convento.

Al final tomando la iniciativa me despojé de mi camisón de seda de dormir, y escogí de entre todos mis vestidos, el más sencillo que tenia, el cual me dejaban para andar por palacio siempre que no hubiera visitas. Rápidamente el vestido rojo cayó sobre mi cuerpo, con un ligero corsé, era perfecto para estar por el castillo placidamente recorriendo los rincones de aquella majestuosa biblioteca donde por primera vez desde hacia dos meses me atrevería a entrar. Tras terminar y tomar para alumbrar el camino una vela, salí en silencio de la habitación, y como una sombra me moví por el castillo hasta llegar a aquella biblioteca, dando gracias a dios de que no se encontrara resguardada por los dos guardias que siempre guardan su puerta. Las puertas de un color dorado con grabados rúnicos, lentamente a mi tacto se abrieron revelando ante mí una amplia sala lleno a rebosar de estanterías y más estanterías llena de libros.

Si algo me gustaba y aún más desde que me encontraba bajo la tutela de mi maestro, eran los libros de hechizos, las palabras mágicas. Las pociones especialmente no me gustaban, todo lo demás literalmente me tenía hechizada. Así que no fue nada extraño viniendo de mí, que al entrar y lanzarme a descubrir que hechizos deparaban el primer libro que tomé entre mis manos, me olvidara de mi búsqueda  y empezar a leer, todo lo que mis ojos vieran como importante. Hechizo para atraer cosas, hechizos para controlar los elementos de la naturaleza, Regresión a la memoria…Hechizo de búsqueda. Iba a pasar página, cuando volví a releer lo último.

“Hechizo de búsqueda: Hechizo ideal para buscar sucesos, pistas, personas, elementos, cualquier rastro que te lleve al deseo de tu búsqueda.”. Sonaba bien, admití leyendo las extrañas palabras que había que pronunciar. No parecía demasiado complicado y apareciera donde apareciese siempre podía volver de alguna forma u otra mediante otro hechizo o a pie, en caso de medidas desesperadas. Dejé el libro en el escritorio y tomando aire, pensando en mi apellido, y en mi deseo de querer descubrir más sobre ellos, dejé que mis labios susurraran aquellas palabras. — Ilyag dreuimyt sila dit recort mynd memoriam dryssa myhtredac ishnt di Blackmelt. — Y tras esas palabras, aún no se muy bien como sucedió, una luz me cegó y literalmente desaparecí.


**


Donde he ido a parar? —Pregunté en voz baja, al sentir como mis pies encontraban el suelo bajo ellos y terminaba cayendo al suelo, desestabilizándome, dándome con la cabeza contra lo que parecía un mueble. –Auch!. — Me quejé llevando mi mano a la cabeza, donde me había golpeado. Observé con atención mí alrededor, me encontraba en la penumbra, por lo que no era fácil distinguir el lugar en el que me encontraba tirada, aún así lo poco que llegaba a mi vista, me revelaba un gran cocina. "¿Y aquí sabré algo sobre los Blackmelts?" Pensé escéptica levantándome desorientada, mas preocupada ahora de haber alertado a los dueños de la casa, despertándolos bajo el miedo de que fuera un ladrón, que de otra cosa.

Como era ya costumbre en mí, en aquel momento mi mente no me dejaba concentrarme en hechizos, e intenté volver al castillo mediante uno de los primeros hechizos que aprendí, encontrándome que mi hechizo parecía ser inválido en aquella cocina. Fruncí el ceño, aquello solo podía decir que me encontraba en la casa de algún brujo o alguien que tenía uno a su servicio. “En los líos que te metes” pensé ahora si más decidida de salir de allí como fuera. En silencio rodeé la cocina intentando no provocar más ruidos sospechosos, topándome con algo o alguien en mi huida, justo al salir por la puerta de la cocina.

Volví a caerme al suelo, quejándome de nuevo, alzando la mirada finalmente con cierto miedo, descubriendo la sombra de un hombre que se cernía sobre mí. “ Oh oh… y ahora que preciosa bruja? A ver como sales de esta, esta vez” Tragué saliva y le miré aún sin distinguir su rostro. — No sé como llegué hasta aquí. Le pido perdón por irrumpir así en su hogar. No era mi intención molestarle, tampoco despertarle… — Quizás si me disculpaba, no empezaríamos con tan mal pie.


Última edición por Giselle Blackmelt el Dom Abr 27, 2014 12:52 pm, editado 1 vez



"¿Quién puede bajar los ojos como una mujer? ¿Y quién sabe alzarlos como ella?"

—Soren Kieerkergard.—
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Mensaje por Vishous Lun Nov 18, 2013 8:58 pm

Aquí está todo el mundo invisible, atrapado, definido y calculado. En estos libros está el Diablo desnudado de todos sus torpes disfraces


La noche había sido una locura. Su hermano había desaparecido mucho antes de que comenzara a oscurecer. Aunque él creía que no se daba cuenta, sabía lo que había detrás de cada desaparición. Sus almas pululaban dentro de su cuerpo, acariciándolo en el interior de su piel. Ellas también sabían lo  que ocurría, Battler estaba en medio de una lucha interna, debía decidir si alimentarse de alguien, dejarlas libres o usar un hechizo que los castigaba durante una semana. En su caso, había jurado alimentarse de quién fuera, pero estar una semana sin poder usar sus ojos, ciego para el resto del mundo, era algo que no volvería a padecer de nuevo.

Esa había sido una de las razones por la que volvía a altas horas de la madrugada a su casa. Su ropa desarreglada colgaba de su cuerpo, demostrando lo poco que le importaba lo que los demás pensasen de él. Con unos sencillos pantalones oscuros, botas hasta la rodilla del mismo color y una camisa blanca mal abrochada, entraba en su casa con los dos toques característicos de los hermanos. Mientras Battler golpeaba la ventana y después entraba, él sólo se limitaba a patear la puerta antes de abrirla. Esta noche se había alimentado de una mujer que no conocía y cuyo nombre no tuvo la amabilidad de aprender. Al fin  y al cabo, ambos no se volverían a ver. No le gustaba repetir demasiadas veces con la misma fuente de alimentación. A veces ocurrían malentendidos, por mucho que él dijera al principio que no terminaría casándose o queriendo a ninguna. –  Meras manzanas mordisqueables….- Susurró con una sonrisa cínica, pensando en ellas. Eso era para él. Un alimento que debía tomar para no morir o para ser más sinceros, para que los demás no murieran en sus manos.

Sus dedos palmearon el mueble que estaba al lado de la puerta, buscando la lámpara de gasolina que había dejado allí antes de irse.  Sus almas susurraron bajo su piel, ronroneando satisfechas, aunque no estaban muy contentas con que él se hubiera marchado tan rápido de la cama de aquella mujer. Algunas de ellas lo castigaban con calambres en sus músculos o mordidas que terminarían en morados. Pero él solo las ignoraba, intentando centrarse en lo que debía hacer ahora. Coge la lámpara. Toma las cerillas de tu bolsillo. Enciéndela… Todo era un maldito reto con lo que llevaba en su interior. A sus tres años, había conocido un profundo dolor que jamás desaparecería. Una enfermedad que lo pudría por dentro, sin importar cuán buenos fueran sus esfuerzos por ser bueno. Así que sólo había operado por la opción que mejor le convenía, ser  un completo hijo de perra.

-   Cariño, ya estoy en casa.- Dijo en alto, cuando la luz de la pequeña lámpara hizo que la sala de la cabaña revelase todo lo que había en  su interior. Los viejos muebles se fusionaban con los nuevos, creando una mezcolanza de gustos que sólo coincidían en una cosa: la comodidad. Todo en su hogar estaba pensado para tener una función determinada, si no servía para nada, era desechado.  Aunque con los negocios sucios que hacía de vez en cuando, conseguía el dinero suficiente para reparar aquellas cosas que se iban rompiendo. Los tonos oscuros que rodeaba la cabaña, demostraba que no había nadie femenino viviendo con ellos. Todo gritaba hombría o virilidad. Sin embargo, el profundo silencio que le contestó, hizo que suspirara. Su hermano no había vuelto aún. Esperaba que hubiera conseguido alimentarse, pues aunque no siempre coincidían en su hambre, algunas raras ocasiones, ambos se miraban asustados. Pues sabían que el dolor de Battler, recorrería el cuerpo de Vishous por no satisfacer las extrañas peticiones de sus almas. ¿ Por qué debían pasar por esto?. Oh, él tenía la respuesta. La jodida y maldita razón, era sólo por la existencia de los Blackmelt. Como siempre que pensaba en ellos, sus ojos brillaron con odio, mientras su boca escupía en el suelo como una de esas brujas que echaban maldiciones. Y en el fondo así era. Pues él era un brujo, uno bastante bueno en lo concerniente a la magia oscura. ¿Unos cadáveres pútridos moviéndose para servir el té?, como desee el señor. ¿Una pócima con la que su amante pierda su miembro viril?. Como desee la señora. A veces su trabajo era muy divertido.

Silbó una canción de su niñez, moviéndose por la casa para poner a calentar un poco de comida. Después, encendió la chimenea y delante de esta comenzó a desabrocharse la camisa. Pero antes de que el último botón estuviera fuera y su pecho se revelase por completo debajo de ésta, un golpe sordo llenó la cabaña. Sus almas sisearon debajo de su piel, haciendo que se tambaleara en el sitio. Todas parecían molestas porque alguien no sólo había pronunciado mal un hechizo demasiado sencillo, sino que ése error había abierto una barrera dentro del escudo que ellas mismas construyeron sobre su cabaña. Eso sólo implicaba dos cosas, o el brujo que estaba quejándose en su cocina era muy bueno, o sólo era un espécimen humano más que debía quemarse voluntariamente en una pira.

Con rapidez, se movió en silencio por la sala, tomando la caja de cerillas consigo. –   Maldita sean los insectos molestos que se adentran en la casa de otro.- Susurró mientras sus largas piernas llegaban a la cocina y encendía una de las cerillas para prender una vela. Tomando la larga vara de cera, la alzó en alto para ver, con sorpresa, una mujer morena mirarlo con terror- ¿Qué clase de estúpida broma era esta?, pensó mientras sus ojos se deslizaban por la figura de la mujer. La sencillez de sus ropajes no decía nada acerca de pertenecer a una adinerada familia, ni siquiera las damas más rebeldes se dejarían ver con algo así encima. Pero había algo en su simplicidad, quizás en el tono del vestido, que la hacía ver más hermosa de lo que su larga cabellera lo hacía. –   Vaya, vaya- Le dijo con lentitud, relamiéndose los labios con un descarado movimiento.-   Qué tenemos aquí?- Sus dedos apretaron más la vela, mientras su hombro se apoyaba contra el marco de la puerta, asegurándose de cubrir la única salida que tenía aquella habitación. Aunque la cabaña parecía pequeña desde fuera, en su interior, podía sorprender la gran amplitud de las habitaciones, siendo la cocina, la parte más grande de la casa dada su necesidad para los hermanos.

Lentamente, sus ojos terminaron centrándose en los oscuros de la mujer, ignorando cada palabra que había dicho con su tartamudeo irritante. Como había sospechado, sólo era una estúpida más, aunque por alguna razón había caído en su cocina para variar. Sus ojos se deslizaron hasta la llama de la vela, pensando cuánto tardaría en quemarse su cuerpo. –   Tardaría demasiado, sin contar con el horrible olor….- Susurró con lástima, mientras volvía a mirarla. ¿Cómo podría deshacerse de ella?. Al fin y al cabo, no quería una mujer sin sesera que fuera hablando de unos brujos que vivían en el bosque.   Tantas posibilidades…. ¿Cuál elegiría para desaparecerla?.


¿Te adentrarías en la cueva del oso, sólo para molestarlo?
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Mensaje por Ragna Dárkova Dom Nov 24, 2013 7:04 am

Me causaba pavor aquel hombre. Había algo fiero y alarmante en su presencia que hacia sentirme temblorosa. Allí parado en la puerta, aún bajo el misterio de la oscuridad, su cuerpo se alzaba, interponiéndose en mi única salida de aquella cocina, en la que extrañamente me encontraba ahora atrapada, sin salida. En mi mente conjuré todos los hechizos que me acordaba de las últimas sesiones y de las últimas páginas de libros que había leído, encontrándome en todo momento con un bloqueo muy fuerte alrededor de la casa que impedía que hicieran efecto alguno sobre mí.

Resignándome a que debía de salir por la puerta, que no podría encontrar una salida alternativa más rápida que aquella, volví mi mirada a la sombra del brujo que fue alumbrado por una vela que acercó hacia él. Frunciendo el ceño molesta por la intensa luz de la vela, me quedé mirándole. Inspeccionándole, sentía una magia muy fuerte en él, lo que me hacia preguntarme quien seria aquel brujo, a quien tenía ante mí. Bien podía ser un brujo oscuro, uno bueno, alguien completamente loco o como me parecía tras ver su atrevido movimiento, solo era un descarado brujo que con solo una sonrisa, un fruncimiento de sus labios lograba que cualquier chica suspirase por él.

Seguí el movimiento de sus labios, sonrojándome sin poder evitarlo. Era atractivo, muy atractivo, coincidí recorriendo su cuerpo de arriba abajo, volviendo a su intensa mirada y en su masculino rostro, cayendo de nuevo en que se encontraba recostado en la puerta cubriendo la salida de la cocina, y mi única vía de escape.

Aprovechando que restó unos segundos mirando la llama de la vela que mantenía en su agarre, me levanté, echándome un poco para atrás, apenas solo unos pasos hasta que la voz del hombre nuevamente llegó a mis oídos y volviendo a mirarle, coincidí con su mirada. — Perdón… ¿Qué dijiste?— Hablé finalmente, intuyendo el tono oscuro tras su susurro, el cual no había entendido demasiado bien. Distraída en intentar poner espacio entre nosotros, no había podido estar atenta a sus palabras.

Mirándole sin darme ni cuenta apenas, como siempre hacia de manera inconsciente, mi mente rastreó sus sentimientos…encontrándome con una mezcla de sentimientos que me confundieron y hicieron que ladeara la cabeza alejándome del contacto con su mente, mientras una mano se dirigía a mi cabeza, intentando suavizar el profundo dolor que me había entrado al intentar rastrear algo de él. No había podido averiguar mucho, pero sí que me encontraba ante un brujo muy poderoso, que me podía echar de su cabeza y que en él la Maldad, la perversión y la hostilidad se encontraban presentes en un grado mayor de lo normal.

Tengo que salir de aquí, me dije a mi misma, retrocediendo hasta llegar a chocar contra la encimera de la cocina, en donde a apenas unos pocos centímetros de mí había un cuchillo que siempre podía usar como arma junto a algún hechizo que lograra darme aquellos pocos segundos que necesitaba para salir de aquella casa y desaparecer de las cercanías. — Soy Giselle… —Dije dándome a conocer, en un intento de distraerlo y así poder tramar mi salida de aquel lio en el que me había metido yo solita por andar buscando lo que no debía. El paradero de mis padres.



Soy la miel para el oso. Yo no soy quien molesto, eres tú quien molestas al jugar conmigo. Y los osos no juegan con su comida.



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Mensaje por Vishous Miér Dic 18, 2013 6:37 pm

Todo el mundo es una luna y tiene un lado oscuro que no muestra a nadie. ¿O sí?.



Era tan divertida. Su piel podía verse erizada, como si su voz hubiera rozado aquel cuerpecillo con su maldad. Y quizás así había sido, pues comenzó a temblar mirándolo como si fuera uno de los monstruos que dominaban el inframundo. Una criatura mitológica creada para otorgar los más oscuros deseos.

Con toda intención, acercó la vela a su rostro, dejando que la cicatriz que cubría su cara se acentuase bajo la primitiva iluminación. La llama de la vela bailó delante de su mejilla, creando sombras encima de su rostro que lo hicieron mucho más terrorífico de lo que ya era. Muchos años atrás había recibido esa cicatriz como pago a la liberación de sus almas. Una noche oscura llena de sucesos capaces de crear miles de historias de terror. Porque él era el mal personificado. La maldad vivía en su interior, danzando con miles de almas retorciéndose y susurrándole palabras al oído.


Mátala, amo.   Sesga su vida de este mundo, sólo está tratando de huir como la rata que es.


Las voces de sus almas seguían hablándole, insinuándole miles de posibilidades, mientras él sólo estaba de pie frente a ella. Miraba su cuerpo con atención, como si cada elemento de éste pudiera llegar a significar algo para él. Recorrió sus pequeños pies, aquellos zapatos humildes hablaban de su pobreza. Mientras aquellos retrocedían paso a paso, con deliberada lentitud, buscando una salida que no existía.  La sencillez de sus prendas lo satisfacía, pensó mientras sonreía como un animal satisfecho del pánico de su presa. Eso  que implicaba que no habría molestos padres o hermanos que tuvieran el oro suficiente para emprender una búsqueda si ella desaparecía. Pero primero era mejor aprender algo de ella. Descubrir si realmente estaba sola en el mundo, permitiéndole tener un juguete para el resto del día.

- Dime ratita, ¿por qué agujero de mi casa te has colado? - Su mano se movió por su pecho masculino, creando una perezosa caricia sobre los pectorales, sólo para después deslizarse más abajo hasta su cadera. Se divirtió como una cobra que danza ante su víctima, hipnotizándola con cada movimiento sólo para hacer que ella lo mirase con mayor atención y se olvidase de que iba a aproximarse a ella. - ¿No se enfadarán papi y mami cuando vean que su pequeña se ha fugado de casa?.- Cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, mientras sus dedos se adentraron en el bolsillo de su pantalón y tomaba un cigarrillo de él. Estaba un poco aplastado por sufrir la presión que se había llevado horas atrás. Horas en las que había tenido sus dedos enredados en la melena de una desconocida pelirroja, gimiendo mientras rotaba sus caderas contra las de ella. Chasqueó la lengua y soltó una pequeña risita mientras se lo llevaba a la boca. Movió sus labios para encenderlo con la luz de la vela y dejó que la llama se apartara de nuevo de su rostro. Analizaba a la muchacha, mientras daba un solo paso hacia ella.


Apesta a bruja. Mátela amo, cómasela entera. Intenta destruir nuestras barreras.


El coro de risas de sus almas se extendió como miles de agujas debajo de su piel. Haciendo que por un segundo una sombra de dolor pasase por sus ojos. Pero rápidamente se esfumó. Era un profesional en ocultar lo que sentía. En ignorar lo que no le interesaba, como el nombre de aquella brujita. Giselle. Él no había comido a ninguna Giselle todavía.

Dejó la vela sobre la mesa. Sus ojos vieron las  curvas de brillante castaño oscuro que nacían en su cabeza, cayendo en bucles naturales hasta sus caderas.  Su pelo era la excusa perfecta para mirarle el trasero, si ella no lo estuviera pegando contra la pared, intentando quizás fundirse con el material de su casa para desaparecer. – Escúchame bien ratita. No me gusta repetir las cosas dos veces.- Le dio una mirada severa mientras se acercaba de nuevo a ella. Pero esta vez hizo que su cuerpo danzase contra las sombras de la oscuridad, cerniéndose sobre ella con lentitud y seguridad. Sus brazos se apoyaron a ambos lados de su cuerpo y sus ojos azules brillaron con diversión cuando sus dedos atraparon la hoja del cuchillo y ésta se convertía en una serpiente negra de rayas naranjas. – No me gustan los intrusos, así que más te vale suplicarme con lágrimas en los ojos. – La serpiente ascendió por sus dedos, avanzando por su brazo hasta llegar a su hombro y mirar a los ojos a la mujer de la misma forma que él. – Suplica por tu inocencia, Giselle. Hazlo y quizás te deje salir por la única puerta de esta habitación.- Le dio un guiño de ojos, sabiendo que no era cierto. No pensaba dejarla escapar. Era demasiado divertida la perspectiva de tener un juguete nuevo, de jugar con ella hasta que se aburriese y la eliminase. Sólo tenía que descubrir si tenía alguien esperándola en casa y qué buscaba con su hechizo. ¿Qué pensaría su hermano cuando llegase y viese a una mujer atada a su cama y desnuda?.  



No es bueno despertar al Oso que está invernando.
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Mensaje por Ragna Dárkova Sáb Feb 01, 2014 3:36 pm

Para nada tranquilizaba sentir su mirada en mi cuerpo, recorriéndomelo como si fuera a ser mi dueño o algo peor. Más la cicatriz de su rostro con las sombras delineadas bailando en ella, solo hacían que la sensación de oscuridad a mi alrededor se acrecentase, y mi piel temblara avisándome de tanta maldad, que sin recurrir a mi magia podía sentir en aquella cocina. Por unos momentos pensé en aquel cuchillo que tenía a mi alcance… ¿Para qué habría sido usado? Parecía uno de cocina, normal y corriente, pero no siempre lo que se ve a simple vista es la esencia del objeto. Y viéndole a él, y tras sentir aquella extraña magia, era consciente de que hasta aquel cuchillo podría haber sesgado la vida de alguna joven, tan incauta o más de lo que yo era.

Con el miedo, casi paralizándome el cuerpo en aquella encimera, clavé mi vista en él y observé sus movimientos. Tragué saliva al verle acariciarse de aquella forma sus pectorales bien formados, los que hicieron que un suspiro saliera de mis labios. Nunca había visto un cuerpo como el suyo, pensé mordiéndome el labio inconsciente de que solo buscaba hipnotizarme como la serpiente que tentó a Eva en el paraíso, y que a cada segundo él se encontraba más cerca de mí. — Aparecí sin saber, yo solo andaba buscando una situación, un lugar y aparecí aquí...—Dije temblorosa incapaz de apartar la mirada de él. Al oír lo de mis padres, por unos segundos en mi rostro fue visible el dolor. En verdad… por que buscaba a aquellos que me habían abandonado en aquel infierno de sitio? Porque me pasaba los días buscando sobre ellos, cuando ellos en ningún momento parecían haberse preocupado por mí? Negué con la cabeza incapaz de contestarle y contestarme a mí misma. —Me buscaran si no me encuentran en casa. —Murmuré al final, pensando en mi familia como con quienes ahora vivía temporalmente. De por seguro que no me buscarían, pero por lo menos con aquella ilusión, mantenía mis esperanzas de salir de aquel lio sin un solo rasguño en mi piel.

Mirándole, sintiéndome todo el rato evaluada, me quedé sorprendida al oírle reír. Su risa, no como su voz y su cuerpo, no parecía terrorífica, lo que me dio una pequeña esperanza. Inconscientemente volví a intentar leerle su estado de ánimo, y de nuevo me encontré con una magia que no me dejaba avanzar.

Siguiendo observándole, fui consciente del dolor que se reflejó en sus ojos unos efímeros segundos, hasta que volvió a la normalidad, encontrándomelo que lo tenía demasiado cerca, cerniéndose sobre mí, arrinconándome aún más contra aquel mármol de cocina. Temblé al sentirle tan cerca. No tenía muchas amistades, por lo que desde el orfanato estaba acostumbrada que pese a ser dulce con los demás, estos no se acercaran a mi demasiado, por lo que sentirle tan cerca de mí me hizo ponerme nerviosa, y sonrojándome sin saber por qué me quedé mirándole, como una oveja ve a su lobo.

Por el rabillo del ojo vi lo que hacía con el cuchillo antes de poder yo hacer algo con él, como clavárselo y aprovechar para huir. Sin nada que pudiese usar en su contra, le miré y me estremecí al oír su voz. Por más que su guiño de ojos sacudiera mis mejillas las que se sonrojaban, en mi corazón causaba temor, habiendo algo en mí que me decía de ser cauta frente a él y no decirle la verdad sobre mí.

No he hecho nada…aparecí aquí buscando por el paradero de unos familiares, y entonces os encontré. Os juro que así es. Debeis de creerme. No quise molestaros. —Dije mirándole con los ojos llorosos, al tiempo que la serpiente saltaba sobre mí y la sentía arrastrarse por mi cuerpo hasta aparecer en mi hombro y quedarse allí con su larga lengua cerca de mi cuello. Cerré los ojos con miedo al sentir la serpiente demasiado cerca de mi frágil y delicado cuello, para abrirlos y atemorizada mirar al hombre. —Por favor, dejadme salir. No quiero morir. —Susurré temiendo que aquel fuera mi destino en mano de aquel ser, mientras de nuevo intenté romper la magia que recubría la casa, las protecciones, encontrándome con que mi magia no surtía efecto.

¿Quién soys? —Le pregunté sin poderme contener, extrañada, ya que nunca antes me había encontrado con alguien como él. De ser mis últimas horas de vida, no deseaba permanecer atemorizada como el inocente conejo que yo representaba en boca el feroz lobo de la cueva, y él representaba todo un misterio que desentrañar, en el que resguardarme por unos segundos del miedo que acogía mi cuerpo ante el desconocimiento de lo que sucedería conmigo.




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Mensaje por Vishous Vie Feb 21, 2014 10:18 pm

Nunca atribuyáis a la malicia lo que puede explicar la estupidez.



Miró las lágrimas que afloraban en los ojos de Giselle. Gotas trasparentes que hacían que sus ojos fueran más hermosos de lo que ya eran. Podía observar, ahora que la tenía a escasos centímetros de distancia, el ligero matiz de la tonalidad de sus iris. No podía definir el color. En la oscuridad que dominaba la habitación, salvo por aquel pequeño espacio iluminado por la vela que resplandecía sobre la mesa de la cocina, parecía que ella tenía unos orbes verdes. Una tonalidad rica y oscura como la hierba de las Highlands. Podría jurar que aquellos ojos brillarían como aguas marinas bajo los rayos del sol. Pero aquello no importaba. Sólo el porqué ella estaba allí.

- ¿Buscabas a unos familiares en mi casa?- Le preguntó alzando una de sus cejas con ironía. Había oído escusas mejores. Pero aquella ratita estaba tan asustada y temblorosa, que por muy estúpida que fuera la razón, parecía ser cierto. ¿Cómo podía alguien ser tan estúpido?.

Una de sus manos se separó del mármol al que ella insistía en pegarse, y le acarició los labios. Notó, mientras los acariciaba con aire ausente, que había rastros de magia en ellos. Al parecer ella había hecho un hechizo sencillo y oral. Una forma rudimentaria de conseguir algo, ya que todos los brujos experimentados sabían que era más seguro llegar a realizar magia con el pensamiento y la liberación de energía. Los hechizos orales eran sencillos de rastrear. -  ¿Qué dijiste para llegar aquí?- Susurró cerrando los ojos y liberando su magia sobre los labios de ella. Una pequeña chispa brilló en la punta de sus dedos cuando consiguió atrapar el hechizo que había realizado la mujer. Lo atrapó con dos de sus dedos y lo separó, como si de una luciérnaga se tratase, de la boca de Giselle.

Entre los dedos de Vishous, una pequeña bola brillaba, lanzando destellos en la habitación. La liberó, lanzándola contra la pared y durante dos minutos, el hechizo fue escrito con letras brillantes sobre aquella pared. Sus ojos siguieron las runas marcadas y después se separó de la mujer como si apestase. Incluso la serpiente saltó de ella, cayendo sobre el mármol con un sonido metálico al convertirse de nuevo en un cuchillo.


Es un hechizo de niños amo, y lo ha fallado. Mátala. Metémosla.


- ¿Es una especie de broma?- Gruñó mirándola con desprecio. Había hecho un hechizo de búsqueda, más conocido como uno de localización. A través de lo que había leído, ella buscaba un maldito apellido. ¿Cómo había podido hacer la búsqueda sobre un apellido y no sobre la línea de sangre que compartían?. Era una jodida maldición que hubiera caído una mujer tan estúpida en su casa. Podría haber aparecido en cualquier otra, sólo debían conocer a su familia o, en el caso más benevolente, aparecer en algún hogar en el que alguien se apellidara como el nombre que ella había nombrado en su hechizo. - ¡¡Lo has hecho mal!! ¿Eres una de esas personas con retraso mental?- Le espetó señalando las letras que comenzaban a borrarse de la pared. Sus manos se revolvieron el pelo con frustración, iba a golpearla sólo por fastidiarle sus horas de sueño por un hechizo mal hecho.

Una bruja menos, amo. Sólo salve al mundo de su existencia. Ella miente, nadie la buscará. Es un alma en desgracia que necesita liberación.


- Joder, ahora no.- Gruñó a sus voces para que se callasen. La piel de su pecho ondeó con la rabia de sus almas. Ellas querían actuar. No habían tenido violencia de su amo en mucho tiempo. Y ella era frágil. Frágil y tonta. Alguien fácil de matar. - No- Susurró con rabia como respuesta a las almas. De un sólo golpe, su pecho fue golpeado por una garra invisible. Tanto la tela de su camisa como la piel de su estómago fueron abiertas con tres gruesos surcos. La sangre formaba  tres líneas rojizas sobre la herida. Pero él no mostró ningún tipo de sentimiento en su rostro, sólo se acercó a ella y la agarró del brazo para arrastrarla fuera de la cocina.

-  ¿Cómo demonios se llama tu familia?. Te enviaré de vuelta con un hechizo. - La empujó al sillón más cercano y él se dedicó a quitarse la camisa y revisar la herida con preocupación. Tendría que desinfectarla con alcohol y eso no le iba a gustar. Su malhumor sólo parecía aumentar. - ¿A qué esperas niña tonta?. ¡¡El apellido!! - Gruñó con fuerza mirándola como si fuera un insecto. ¿Es que no entendía lo que le decía?.
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Mensaje por Ragna Dárkova Dom Mar 02, 2014 12:54 am

Sí, eso hacía. —Asentí a sus palabras temblorosa, teniéndole tan cerca de mí que mis ojos lloraban solo de verle y aguantarle la mirada lo que podía antes de bajarla y sentirle acercarse todavía más a mí y a la encima donde me encontraba subida y escondida. Me mordí los labios con fuerza controlando mi miedo. Había algo en él que me erizaba la piel, algo se encontraba en su cabeza que no dejaba que pudiera adentrarme en él. Inconsciente de sus gestos, suspiré al sentir sus dedos en mis labios húmedos y suaves a causa de las lágrimas y le miré frunciendo el ceño, perdiendo a instantes el miedo al ver que no se hacía tan amenazador ahora conmigo.

Un hechizo simple…pero no lo recuerdo… —Dije intentando apaciguarle, antes de que bajo mi sorpresa y ante el roce de sus dedos en mis labios, saliera una luz de ellos, una pequeña chispa que fue a parar entre los dedos de él y después tirada a la pared, donde lentamente la luz disolviéndose fue formando el hechizo que había realizado.

El brujo leyó tras unos segundos las runas mágicas, leyendo en hechizo cuando inesperadamente se apartó de mí y de la encima de la cocina donde me encontraba pegada con una mueca horrorizada y asqueada. El labio inferior me tembló. Me lo mordí intentando apaciguar mis miedos, pero la fuerte voz del brujo hizo que pegara un bote en la encimera con su grito. Le miré y negué con la cabeza. — Perdonadme. Perdonadme por favor… —Susurre con la mirada gacha, sintiendo su fría y oscura mirada en mí. No quería verlo, me daba miedo, era demasiado alto y corpulento y yo tan pequeña, que a su lado solo parecía una muñeca de papel que con un soplo de aire terminaría al suelo irremediablemente. No obstante al escuchar sus susurros, y preguntándome a quien le hablaba, alcé la mirada para coincidir en cuando su estomago fue rasgado.

En un primer momento grité presa del terror, no estaba acostumbrada a ver magia así. ¿Quién le habría dañado? Miré en la cocina y no había nadie más, solo él y yo y lo que fuese que tenía en su cabeza. Al verlo venir, dejé que me arrastrase fuera de la cocina. Intenté resistirme ya que quería marchar lejos de allí. Él era fuerte y en un agarre firme me tenía controlada. Dejamos la cocina atrás y fuimos al salón.

No no… yo no tengo familia. Os mentí. Soy huérfana y vivo con una familia que me cuida…no mis padres. —Dije aterrorizada tras caer en uno de los sillones y quedarme allí sin saber qué hacer ni como escapar, sin saber que todo lo que decía era precisamente lo que no debía de dar a conocer sobre mí. Pensando como podía escaparme de allí teniendo en cuenta que habían tres puertas en el comedor y no sabia cual llevaba al exterior, observé al brujo que empezó a quitarse la camisa. Ahogué un grito tapando mis labios con mis manos, al ver sus heridas. Tres grandes surcos le iban de un lado para otro en el pecho, la sangre goteaba de ellas. Le miré con preocupación, volviendo a encogerme a la que volvía a dirigirse a mí de nuevo, con su mirada y gruñido intenso escapando de sus labios. — Solo déjame salir de aquí, por favor. Ya llegaré yo sola…  —Dije implorando, esperando que aceptara y me dejara libre en lo que iba a sanarse sus heridas. Por mala suerte así no parecía ser, y tras mi respuesta un agudo dolor de jaqueca arrasó con mis defensas, hasta hacerme gritar de dolor y desesperación ante aquello desconocido. Intenté llegar a la mente del brujo y con empatía, calmarle o entenderle, logrando solo que el dolor se hiciera más fuerte.

Dile como te apellidas a nuestro amo. Dilo. ¡Díselo!

Me tapé la cabeza con las manos con el rostro oprimido de dolor. Esas voces se habían desvanecido pero el solo recuerdo de ellas y el dolor hacia que mi cuerpo se tensara nuevamente a la espera de aquel aguijón en mi mente. — No conozco a mis padres y el apellido es lo único que sé de ellos.  —Susurré con voz entrecortada, faltándome aún el aliento tras aquel agudo y severo dolor de jaqueca, aunque parecía otra cosa que no un simple dolor de cabeza. Y de nuevo aquel dolor invadió mi mente, hasta hacerme sacar algunas lágrimas.

Black…Blackmelt —susurré entre lágrimas presa de un intenso dolor hasta que hablé.— Blackmelt son como se apellidaban. Es lo único que sé de ellos. Lo que me dejaron. —Confesé al final asustada con los ojos cerrados con fuerza y protegiéndome con mis brazos, aportándome calor mientras esperaba que el brujo hablara nuevamente y decidiera actuar a favor de ella o en contra y algo en mí me decía que no iría a mi favor. No tras confesarle el apellido de mis padres biológicos.



"¿Quién puede bajar los ojos como una mujer? ¿Y quién sabe alzarlos como ella?"

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Mensaje por Vishous Lun Mar 24, 2014 9:10 pm

No podría matarte sin antes torturarte hasta la locura. Es que sin tortura no es divertido


Sólo había una palabra en este mundo capaz de convertirlo en un monstruo. Un apellido tan antiguo que podría competir con el inicio de la hora de las brujas. Después del exterminio de su familia, aquella palabra se había convertido en una maldición. Una historia marcada a fuego en el alma de dos jóvenes por el resto de sus existencias. Blackmelt. Los asesinos. Los culpables de todo.

Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me denudó el semblante .


Una sonrisa afloró en su rostro, mientras todo su cuerpo temblaba con anticipación. Recitó un hechizo antiguo, haciendo que uno de los botones de su camisa se convirtiera en un cuervo negro. El graznido del animal llenó la habitación, llenando el silencio mortífero que se había instaurado entre los dos desde que ella había dicho la única palabra que la ataría a él de por vida. – Los Blackmelt han regresado.- Susurró al pájaro antes de liberarlo y hacer que desapareciera como una sombra negra que buscaría a su hermano y le llevaría aquel jugoso mensaje. Pobre niña llorona. Cuando viese a Battler iba a desear no haberse equivocado en aquel hechizo. Pero se lo merecía. Al fin y al cabo era sólo una asquerosa Blackmelt.

- Así que eres huérfana y buscas a tus padres.- Susurró mientras se acercaba a ella y le acariciaba el pelo con una caricia lenta y deliberada. Iba a sacarle toda la información que podía mientras su terror fuera producente. Había aprendido que las jóvenes tenían suficiente imaginación como para torturarse ellas mismas con sus propios pensamientos. – Pero no hay más Blackmelt. Están todos muertos.- Soltó una carcajada y le cogió del pelo sólo para obligarla a mirarlo. Su lengua lamió sus lágrimas, limpiando su rostro al mismo tiempo que se alimentaba de toda su tristeza. Sus almas estaban por primera vez satisfechas, expectantes por lo que su amo haría con aquella mujer ahora que tenía a la última superviviente de un clan que ellos pensaron no encontrar jamás.

Battler y Vishous habían rastreado el nombre de los Blackmelt, pero si bien su hechizo había demostrado que había algo cerca de ellos, su rastro era tan débil que ambos consideraron que fuese un familiar lejano del Clan. El poder que habían avistado en aquel momento era el de un brujo latente. Uno que ni siquiera había comenzado a despertar sus poderes. Y ahora sabía por qué. Aquella mujer era tonta. Seguramente ni siquiera sabía quiénes eran sus familiares. Pero él se ocuparía de contarle todo lo relacionado con ellos. Sería tan divertido que apenas podía contener su entusiasmo mientras le lanzaba una mirada lasciva y peligrosa.

Aumentó la dureza de su agarre, escuchando cómo algunos pelos se partían, separándose del cuero cabelludo de la bruja. Su sonrisa sólo aumentaba mientras su cuerpo se sentaba sobre ella, dominándola, asustándola más de lo que ya estaba.- Pobre Giselle, has venido a visitar a la única familia que te quiere ver muerta. ¿Sabes por qué?.- Sonrió y miró sus ojos verdes llenos de lágrimas. Aquella mueca de pánico estaba comenzando a excitarlo. Era la fantasía perfecta de cualquier sádico. Pero para alguien tan loco como él, uno que no conocía el significado de la palabra “límite”, era un regalo divino. Un premio por todos los años de extremo dolor que había pasado junto a su hermano. Se habían visto obligados a ocultarse de todos. Habían tenido que matar animales en el bosque y comérselos vivos porque no sabían hacer fogatas a su corta edad. Él mismo había tenido que sacrificar a uno de sus perros para realizar un hechizo de protección ante cualquiera que quisiera hacerles daño. Había vivido en el más puro salvajismo por la familia de aquella mujer. Iba a cortar aquel cuerpo trozo a trozo, hasta que él sintiese que todo lo que había pasado hubiese sido saldado.

huraño, atroz,
inexorable, hirsuto,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto


- Eres la hija de unos asesinos, Giselle. Tu familia atacó a todo un Clan de brujos. – Bajó su voz y se acercó a su oído para que pudiese escucharlo mejor.- Quemó sus cuerpos vivos, llenando un valle de gritos de niños que suplicaban por la vida de sus padres. – Usó su poder para crear una visión de lo que él mismo había presenciado con menos de cinco años. Desde la cima de una colina, mientras era arrastrado por su padre, el pequeño Vishous vio cómo los cuerpos de las mujeres gritaban envueltos en llamas. Sus hijos llenaban el valle con sus gritos. Creando una visión terrorífica para un niño que tenía su nariz llena con el olor de la carne quemada.

- ¿Sabes qué vieron esas mujeres mientras se quemaban Giselle?.- La habitación había desaparecido para convertirse en el valle de su infancia. A su alrededor ya no estaban los muebles de diversos estilos y formas, sino que todo estaba lleno de personas indiferentes a los brujos. Unos hombres con espadas que doblegaban a un grupo de niños llorosos y sonreían mientras le rebanaban el cuello ante las madres agonizantes, asegurándose que lo último que viesen fuera la muerte de sus hijos. El cuerpo inerte de un niño calló cerca de ellos, llenando los pies de Giselle con su sangre, mientras la cabeza se separaba del cuerpo en un ángulo extraño y repulsivo. – Voy a asegurarme de que tu existencia sea un infierno, Giselle. Créeme desearás morir cuando yo comience a jugar contigo-


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Mensaje por Ragna Dárkova Sáb Mar 29, 2014 7:14 pm

No pueden estar muertos… — Susurré acorralada, en aquel sillón bajo el cuerpo del brujo. Donde me encontraba dominada y asustada. Temblando como un ángel ante la presencia del mismísimo diablo. Le miré temerosa de que volviera a agarrarme de aquella cruda forma, mientras aún permanecía en mí el recuerdo del cuervo negro, chillando el apellido de mi familia antes de desaparecer y su afirmación de la muerte de mi familia, seguía en mi mente. Negué ante sus palabras, olvidándome del miedo que tenía al no saber donde había ido aquel cuervo y a quien iba a buscar. Pues sin duda alguna, era un llamado a alguien que le interesaba saber de mi familia. No quería saber, presentía que lo que le dijera aquel sádico brujo solo me haría más dolor y en sí, era una jovencita débil, que no aguantaba el dolor en mi mente y tampoco en mi frágil y delicado cuerpo. Y mis padres, no podían estar muertos.

No me digáis... — Supliqué en estado de pánico, sin escapar ya de su mirada, horrorizándome todavía más al ver la sonrisa que lucía el brujo al verme en aquel estado. ¿Por qué se divertía con mi sufrimiento? ¿Tan mal le había hecho? Me pregunté en un intento de razonar todo aquello. Sin embargo, volví a mirar al brujo y de nuevo mi cuerpo tembló de miedo, incapaz de sacármelo de encima o de apartarle la vista, ya que de nuevo me obligaría a verle. Y seguramente me voltearía la mirada, de alguna forma más dolorosa y satisfactoria para él.

No sigas... — Me quejé desesperada en un intento de no escuchar sus palabras, en que me juraba que mis padres eran unos asesinos. Aún así aquellas palabras hicieron que le mirara y sorprendiéndome al principio, me asusté al verme en un lugar desconocido, hasta que entendí que me encontraba en una visión del brujo, y que todavía seguía en aquel sillón, atrapada por el cuerpo ajeno y su sonrisa maligna, que no deparaba nada bueno para mí.

¡No son unos asesinos! — Me negué fervientemente  sin saber por qué decía aquello. Con lágrimas en los ojos, sintiendo el impulso de apartar la oreja de la voz del brujo, que como una serpiente traicionera, me susurraba al oído las culpas de sus padres. Seguí negando, hasta que oyendo unos gritos moribundos y desesperados, alcé la mirada hacia el paisaje, encontrándome con la visión del valle. Las mujeres siendo quemadas y los hijos gritando asustados, suplicando el perdón de sus padres. A mis ojos acudieron de nuevo lágrimas e impotente observé lo que sucedía a mí alrededor. ¿Como podía alguien si quiera hacer eso? No obstante, eso no era lo peor, y al ver como aquellos brujos degollaban a los niños delante de las moribundas madres, mi cuerpo entero tembló.

Ellos jamás harían eso. Ellos no se encuentran aquí. Solo estás jugando conmigo y mi mente. Déjame, sal de aquí. ¡Por favor, termina con esto! No son ellos... ¡no son ellos! No pueden serlo... — Y mi voz tal como fue escuchada, se silenció súbitamente, en lo que entre los brujos reconocí el collar que desde bien pequeña siempre había tenido. El colgante que me regaló mi familia. El único recuerdo que tenía de ellos, de mis padres. De los Blackmelts.  Atónita me quedé sin respirar unos segundos, hasta que Vishous sacudiendo mi cuerpo, me hizo volver de nuevo a la consciencia. Esta vez las lágrimas no acudieron a mis ojos. Era imposible llorar por el profundo dolor de ver que toda mi existencia había sido equivocada. Que todo recuerdo de mis padres, realmente había sido una de sus farsas. ¿Por qué, a mí? El brujo podía estar satisfecho, ya que de una visión, había roto mis esperanzas, mis sueños y anhelos con aquella repulsiva visión.

Haré lo que desees, pero dejad que me salga de la visión. Llevadme lejos de ella. Quiero volver a la casa...os lo suplico. Por favor, ¡necesito salir de aquí! —Imploré agarrándome a su camisa, colgándome con él, dándome igual si era mi enemigo o me encontraba más en peligro con él, que con aquella visión. Solo pensaba en salir. En intentar olvidar las imágenes que atormentarían mi mente para siempre. El rostro sádico de mi padre, nada comparable con la de Vishous, y aquel odio con el que había cortado las cabezas a inocentes niños, solo para oír los gritos de sus madres en las hogueras. Me encontraba preparada para cualquier cosa, antes que de volver a encarar aquella visión y volver a ver de nuevo a mi padre, de quien tenia efímeros recuerdos de su voz arrullándome tiernamente en sus brazos para conseguir que me durmiera, cometer la barbaridad como la que hizo sin pudor, y además, disfrutando de hacerle daño a un pequeño niño. Que bien podría haber sido su propia hija por edad.

Temblé al oír su amenaza y aún así seguí aferrada a su camisa, a su pecho. Sin soltarme por más que él me obligara y me dañara agarrándome. Yo no cedía pese a sus instintos y llorando mojé su desnudo pecho de lagrimas amargas, tanto como aquella visión y los gritos, que aún seguían resonando en aquel valle.

No quiero ser una Blackmelt. !No quiero¡ — Agregué con voz rota, desconsolada en lo que me tapaba los oídos dejando de sentir los gritos de las madres, las burlas de los brujos y la risa de mi cruel padre. — Porque alguien haría eso? ¿Por qué los niños? Ellos jamás son culpables de nada, solo son inocentes criaturas... — Susurré cerrando los ojos, esperando que el brujo me hiciera caso y hiciera desaparecer la visión, para enfrentarse personalmente conmigo. Si era venganza lo que quería, me dejaría. Ya nada me quedaba. Estaba sola, en aquel mundo cruel. Siendo la hija de unos asesinos y perseguida por brujos que perdieron su familia entera en aquel sádico ataque. ¿Que esperanzas tenia de que me perdonaran la vida? Ninguna. Y aún así allí me encontraba, agarrada a Vishous, como si él fuera mi tabla de salvación. Como si él pudiera otorgarme la paz que ahora necesitaba. — No puede haber un peor infierno del que me mostraste... — Alzó su celeste mirada, encontrandose con aquellos ojos fieros del brujo y allí se dió cuenta de su error. Si que podía haber un peor infierno del que le había mostrado en el valle. Y por su mirada, estaba a punto de descubrirlo.



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El principio de mi error [Vishous&Battler] Empty Re: El principio de mi error [Vishous&Battler]

Mensaje por Vishous Vie Abr 25, 2014 10:27 pm


Dirán que he derramado sangre inocente, ¿pero para qué es la sangre sino para derramarla?



Por un instante su sonrisa se borró, viendo cómo ella no dejaba de aferrarlo como si eso pudiera impedirle ver lo que ocurría a su alrededor. Si seguía con su rostro enterrado en su pecho no conseguiría ver todo lo que su magia había creado para  ella. ¿No lo entendía?. Aquello era sólo una pequeña muestra de lo que era su familia, lo que había hecho que su hermano y él fueran los monstruos que eran. Porque a pesar de que su Clan estaba formado por brujos oscuros, no todos se ganaban la vida haciendo daño a los demás. Simplemente no tenían límites para usar todo su potencial. Era extraño el niño que naciera y no tuviera poderes, por lo que eran ya por eso una sociedad diferente a la del resto. No tenían la culpa de tener poderes capaces de hacer temblar a los “inocentes” Blackmelt.

- Deja de suplicar, ratita.- Le dijo acariciándole el rostro para limpiar sus lágrimas. Pero ella no dejaba de llorar. Aquellas pequeñas gotas recorrían su rostro, haciendo que su nariz se sonrojase y sus ojos comenzasen a hincharse por el llanto. En cierta forma se veía bien. Una sensación de calidez le sorprendió al rozarle su pecho, calentando su corazón de forma extraña. Se dijo que era el regocijo de verla sufrir. Y no era mentira, pues encontraba agradable ver cómo respondía a sus provocaciones. Era igual que una niña. – Si llevas su sangre eres una Blackmelt. Aunque si lo que deseas es dejar de serlo, puedo ayudarte. – Le dio una pequeña sonrisa inocente e hizo desaparecer la horrible visión, haciendo que la habitación volviera a aparecer para dejarlos a ambos en el sillón en el que ella se encontraba sentada antes.

Intentó moverse lejos de ella, pero aquella mujer parecía haber conseguido pegarse a él de la misma molesta forma que sus almas. No podía creerlo, pero se vio levantando el cuerpo de la mujer, tomando sus caderas con las manos y dejando que sus piernas rodeasen su cintura. – Pesas, deberías dejar de comer tantos dulces.- Mintió, mientras lanzaba un gruñido de molestia. Le irritaba tener que cargar con ella como si fuese una niña. Porque en toda su vida, Vishous jamás había cuidado de nadie que no fuera él mismo, e incluso a veces, ni siquiera podía decir que hubiera conseguido cuidarse lo suficientemente bien. Sabía que aún estaba vivo porque su hermano había conseguido traerlo de vuelta cuando sus almas se habían hecho cargo de él. ¿ Podía contarse el cuidar de sus libros?. No, suponía que eso lo podía hacer cualquiera con dos dedos de frente. Aunque por lo que había comprobado en sus salidas forzadas a la ciudad, no había muchas personas inteligentes en el mundo. Todas parecían dispuestas a caer en todo lo que ellos sabían que era malo y destructivo. ¿Cuántos amantes había conseguido sin tener que molestarse mucho en ello?. Siempre había personas dispuestas a probar lo que habían escuchado de él. ¿Placer sin tener que pagar nada por ello?. ¿Sin que él llegase  a penetrarlos?. Sí, las personas siempre estaban dispuestas a probar lo oscuro sólo por curiosidad.

La llevó a la cocina y la sentó encima de la mesa. Le quitó las manos de su cuerpo, teniendo que apretarlas con fuerza para que lo soltara y pudiera liberarse. No le importaba haberle hecho daño, dejó de tener cualquier tipo de remordimiento desde que dijo su apellido. Había prometido a esa niña que probaría el infierno, y él no era una persona que se molestase si quiera en decir mentiras. Las encontraba una pérdida de su tiempo.

Bien, vamos a sacar toda esa sangre sucia Blackmelt.-  Sus ojos le dieron una buena dosis de esa mirada que quería decir todo y a la vez nada. La locura y la maldad manchaban sus hermosos rasgos, otorgándole la visión de un demonio. Un ser del averno creado a la perdección para ser la pesadilla de Giselle. Era gracioso que él pudiera pensar si quiera en que eso fuera posible, pues siempre creyó que su destino sólo estaría ligado a los Blackmelt en su destrucción. Pero su instinto le decía que había más en todo aquello que había ocurrido, en aquel instante en que los ojos de ella se encontraron con los suyos, descubrió lo divertido que era tenerla cerca. Para molestarla, herirla y destruirla de la forma en que quisiera.

El monstruo ha encontrado su presa perfecta.- Susurró para sí mismo mientras cogía un cuchillo de la cubertería que poseía guardada en uno de los muebles. Se dio la vuelta y la miró con tranquilidad, la hoja del cuchillo fue apoyada en su labio inferior, deslizándola por él mientras sentía la mirada de Giselle seguirlo.-  Si rebano tu cuello la sangre saldrá más rápido y así podrás dejar de llevar aquello que te hace una Blackmelt. – Sonrió y separó el cuchillo de su boca para hacerse un pequeño corte en una de sus muñecas.- Aquí es más lento. Pero así podré verte llorar un poco más. ¿Qué opinas?.- Sus ojos brillaron con diversión, provocándola a reaccionar contra él. Miró a la puerta de la cocina y amplió su sonrisa, pensando que si ella quisiera escapar podría dejar que pensase que la dejaría hacerlo. Pero terminaría atrapándola y arrastrándola de nuevo a él. - ¿Quieres mantener tu sangre Blackmelt en el cuerpo y dejar que juegue contigo, o prefieres que te la quitemos y entonces te deje libre?.-



Quédate a jugar con nosotros.




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El principio de mi error [Vishous&Battler] Empty Re: El principio de mi error [Vishous&Battler]

Mensaje por Ragna Dárkova Dom Abr 27, 2014 12:49 pm

Esa visión jamás se me borraría de la mente. Ya podía pasar años que nunca olvidaría aquellas imágenes. El rostro sanguinario de mi padre, los gritos de las mujeres y los inocentes niños siendo degollados sin ninguna consideración me impactaron tanto que ni aquel brujo sediento de ventaja podría haber previsto jamás. Yo siempre había sido considerada con los demás, apenas probaba comida animal por el simple hecho de que odiaba pensar en lo que los pobres animales sufrían para que yo después me los comiera con tanta felicidad. Teniendo en cuenta de que no podía albergar en mí ni un poco de maldad, me era mil veces aún peor el pensar en que mi familia, mi padre pudiera haberse visto envuelto en un asesinato como ese. De seguro habrían tenido una noble intención, sin embargo nada podría para mí cuestionar aquellas muertes. Agarrada a la camisa del mago, seguí escondiéndome de la visión y negada a alejarme de él, cada vez que él me hablaba yo negaba llorosa. No deseaba volver a ver aquello, ya lo había visto suficiente ¡Es que no se daba cuenta!

Finalmente alcé la mirada y le miré. En otro momento le habría replicado y no me habría dejado llamar de aquella manera. Pero hoy no era mi día y se lo dejé pasar, agradeciendo que hiciera desaparecer la visión y me ofreciera una inocente sonrisa, que por unos instantes me hizo creer en una cercana esperanza, la que luego él mismo rompió. Al irse la visión, de nuevo me encontré en aquel sillón. Aún demasiado aterrada seguí agarrándome a su camisa, de forma que no pudiera alejarse de mí, ni dejarme sola. Temía que fuera capaz de dejarme sola y volver a hacer renacer la visión.

No soy tan pesada. Y si lo soy es que eres demasiado flojo. —Contesté contra su cuello encontrándome sonriendo ante su gruñido de molestia. ¿De verdad le parecía pesada? Apenas mi cuerpo podría pesar más de unos cincuenta quilos y por el tamaño de sus brazos, no parecía que fuera demasiado peso para no poder soportar y molestarse de esa manera. —Y dulces no he podido probarlos nunca… —Suspiré al decir aquello que no era más que la verdad dándome cuenta que me llevaba a la cocina de vuelta. Sentí como volvía a dejarme en la encimera y yo de nuevo me agarré a él como si no pudiera así, teniéndome a mí pegada hacer nada de lo que pudiera asustarme. Como parecía hacer siempre desde que me había descubierto.

Jadeé de dolor al sentir sus manos sobre las mías haciendo presión para que lo soltara, sin importarle lo tanto que pudiera dañarme. A regañadientes le solté antes de que me rompiera la mano y automáticamente las lleve contra mi pecho, como si de aquella forma pudiese protegerme las manos de él y su sonrisa, que volvió a provocar que un frío escalofrío bajara por mi espalda, estremeciendo toda mi piel. Seguí sus movimientos con cautela y al verle tomar un cuchillo temí lo peor, no más que cuando se cortó la muñeca frente de mí. — ¿Por qué eres tan cruel…? Yo no… —A medida que le miraba más, se le hacía más difícil hablar. Aquel brujo tanto podía matarme de miedo como tenerme de un segundo a otro abrazada a él, como si pudiera protegerme de él mismo. —Yo jamás haría nada como ellos…y no apruebo lo que hicieron… no os lo merecíais. Y yo tampoco me merezco esto… terminar así. —La voz me temblaba y yo no sabía dónde más meterme, como escapar de él y de la muerte que se me venía encima sin poder hacer nada.

Le vi acercarse y cerré los ojos con miedo, no deseaba ver el brillo de sus ojos, ni la sierra del cuchillo que estaba segura que fácilmente cortaría mi piel. Pensé en mis padres en aquellos segundos, en mi madre… en las explicaciones que deseaba tener y que no tendría de dejarme matar de aquella cruel manera. Como un mero animal o aún mucho peor. Y no deseaba aquello, era demasiado joven para despedirme del mundo. Tomé la valentía del vencido y abriendo los ojos le miré — Jugaré contigo… jugaré al juego que quieras. Seré tu juguete, pero a cambio no me matéis. —Le rogué esperando que mis palabras le tomaran desprevenido. Le había pillado desprevenido y rápidamente me aproveché de ello para salirme de aquel sitio y de él, yéndome de ese lugar para siempre, o aquello era mi deseo.

En uno de mis golpes de suerte, aprovechando que parecía absorto en sus pensamientos tras mis palabras convoque una barrera en torno a él, paralizándolo tomándolo desprevenido igual que antes. Apenas serían unos pocos segundos los que no podría moverse, pero suficientes, o eso esperaba para poder darme fuga de esa casa y salir por la puerta, desapareciendo unos metros más allá. Alejándome así del horror de aquel hombre y su maldad, por más que mi cuerpo pudiera relajarse contra él.

Una vez paralizado, rápidamente sabiendo que apenas tendría unos segundos de margen, salté de la encimera en la que me encontraba, lo voltee y me fui corriendo cual diablo hacia el salón y de allí a la puerta. Tras cada paso sentía que mi poder al no estar concentrada realmente iba disminuyendo su efecto. Aterrorizada de que pudiera volver a atraparme, y que ahora molesto pudiera hacer algo peor, tomé el pomo de la puerta quemándome al instante de poner la mano.

Maldito. —Grité de dolor al sentir en mi piel las cosquillas del calor, quemando ligeramente la palma de mi mano. Debería ponerme algún ungüento o sanármelo, de seguro la mano al paso de las horas se haría más grave de no atenderla como corresponde. Maldije por lo bajo sintiendo el dolor, junto con los segundos que ya había malgastado en ese truco del brujo. Y volví a intentarlo, esta vez junto con un sencillo hechizo de frío que contrarrestó los efectos ardientes del pomo de la puerta en mi palma nuevamente. Tiré de ella hacia el exterior, viéndome al fin libre, cuando me topé con un cuerpo solo poner un pie al exterior. El golpe fue fuerte y me dañe a mí misma la nariz a causa de la adrenalina que corría por mi cuerpo en el intento de escapar finalmente de Vishous. Intimidada por el gran cuerpo que tapaba mi única salida, di unos pasos atrás sintiendo en el nuevo hombre una mayor amenaza que de Vishous e inconscientemente aterrorizada me fui alejando de la puerta, condenándome a seguir con los juegos macabros del brujo, a aquella esperanza mezclada con desolación que a una de cal y otra de arena me iba dando. Sentía en el desconocido, la misma fuerza que Vishous. ¿Odiaría él también a los Blackmelts?

Vishous… — Le llamé con voz temblorosa necesitándole a mi lado ante aquel nuevo individuo, sabiéndole ya fuera de mi hechizo, libre para protegerme o de lo contrario echarme a los leones. Que al lado de aquel hombre que se encontraba en la puerta observándome fijamente, parecían ser una mejor opción que enfrentarle a él.



"¿Quién puede bajar los ojos como una mujer? ¿Y quién sabe alzarlos como ella?"

—Soren Kieerkergard.—
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Mensaje por Harald Freiss Dom Ago 31, 2014 9:38 pm

Las investigaciones nunca paraban para él, siempre estaba en su mente la idea de encontrar la manera de liberar a Vis y a si mismo de aquel destino que cualquiera consideraría tan horrible y que para ambos era el pan de cada día, desde el momento en que los Blackmelt aparecieron y decidieron dejarles huérfanos y sin nadie conocido en el mundo, únicamente los hermanos para hacerse compañía uno al otro. Llevaba un día, quizás dos fuera de su hogar, tratando de descubrir un poco más sobre las almas que les comían lentamente por dentro o encontrar la ubicación de alguno de aquellos brujos que terminaron con la vida como él la conocía.

Suspiro. Estaba ya cerca de aquel lugar que llamaba por el momento hogar, deseaba llegar, comer algo delicioso o más bien cualquier cosa que se le pusiera enfrente y después dormir tanto como le fuera posible. Sus almas se encontraban tranquilas, no le habían molestado y como buscaba mantenerlas de esa manera descansaría hasta no poder más, aunque debiera dormir por días no dejaría que aquellas almas antiguas de sus antepasados hicieran en su cuerpo lo que quisieran. Debajo del brazo llevaba lo que consideraba lectura ligera; dos libros gruesos de hechicería antigua, dos libros que nunca antes leyó y en los cuales tenía la esperanza puesta. Siempre que encontraba libros de hechizos o historia antigua de la brujería se los llevaba, creyendo que en alguno estaría el secreto de su libertad.

No sintió nada extraño cuando comenzó a acercarse cada vez más a su casa y fue hasta el momento en que su mano se estiraba para tomar el pomo de la puerta cuando esta se abrió de golpe un cuerpo se estrello contra el de él. Al choque de lo que era una mujer las almas se agitaron, gritando dentro de si palabras incomprensibles mientras que la fémina se mantenía en el piso y clamaba el nombre de su hermano. La puerta tras de si se cerro y dio un paso en dirección a la joven.
¿Quién eres tu? y... – busco con la mirada a su hermano que no daba acto de presencia – Vishous ¿Qué demonios estas pensando? ¿Qué hace esta mujer en casa? Pensé que dijimos que no nos “alimentaríamos” en casa de personas, solo en el exterior– dio un par de pasos en dirección a ella y se inclino antes de que ella se levantara – ¿Has venido a jugar con mu hermano? – y le dedicó una sonrisa burlona, pues aún no sabía que la mujer frente a él era parte de quienes llevaron la destrucción a su familia y mucho menos que el motivo por el que las almas en su interior se inquietaban era que añoraban la sangre que corría en las venas de la Blackmelt.


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Mensaje por Vishous Sáb Oct 25, 2014 6:32 pm



“ Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.”

Gabriel Celaya



Había previsto asustarla, usando su poder para dejarle ver lo que había ocurrido con su familia gracias a los desgraciados que habían asesinado a su Clan. Ya había comprendido que ella era como un ratoncillo asustado, siempre moviendo su nariz donde no debía, olfateando por un lugar seguro o una salida a sus problemas. ¿Entonces por qué le había sorprendido el que huyera de él?.

La miró correr, como si él fuera la misma imagen del demonio, hacia la puerta. Y, sorprendentemente, no la detuvo. Sólo se cruzó de brazos y la siguió con sus ojos azules. Sus almas estaban satisfechas de haberse divertido a su costa, quizás fuera ése el motivo de que él siguiera inmóvil como si el que ella escapara fuera irrelevante. Llevaba buscando durante tanto tiempo a los Blackmelt que casi no podía recordar un momento de su juventud en el que sus pensamientos no estuvieran dirigidos a la venganza. Y, aun así, la dejaba escapar. ¿Qué ocurría con él?.

Había aprendido que la determinación y el esfuerzo constante hacían que las cosas sucedieran como esperaba, quizás no totalmente como querían, pero sí con el resultado esperado. Tener la oportunidad de vengarse siempre había estado allí, y, de repente, ella llegaba a su casa, cuando casi se había rendido, ella había aparecido. Era divertido pensar que por un error de un hechizo, ella había caído directamente en el único lugar en el que, no solo estaba en peligro, sino que iba a ser usada como herramienta para saciar la sed de sangre que corría por sus venas. Casi podía sentir cómo sus almas le quemaban la piel, podría jurar que intentaban arrancársela del cuerpo con tal de salir fuera de él y poder hacer lo que ansiaban, desgarrar a aquella mujer de dentro hacia fuera, hasta que su cuerpo sólo fuera una masa sin forma. Ella despertaba el instinto más animal de él, hasta el punto en que no sabía si quería devorarla o matarla.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando su hermano entró en la casa, su rostro no pudo mostrar una sonrisa divertida con toda aquella situación. Era tan irónica, que, con toda la lentitud que pudo, se acercó al cuerpo de la mujer. Caminó con cierta pereza, escuchando a Battler hablar con la única Blackmelt viva, sus almas deleitándose con el sonido de la voz de su hermano, saludando a la maldad que habitaba en su interior como si supiera que ambos podrían ocasionar las pesadillas de aquella mujer para el resto de sus días.


Díselo, amo. Disfruta de tu venganza, saborea el momento y deja que su sangre bañe el suelo de la cabaña.



El eco de miles de voces hablando en su mente, arrastrándose con un poderoso y doloroso sonido que le cortaba el cerebro, despertándolo como si sus almas no quisieran que se olvidara del porqué estaban ellas dentro de él. Como si realmente fuera posible que él olvidara algo tan doloroso que lo había convertido en un monstruo para siempre. Aunque quisiera, jamás podría borrar lo que los Blackmelt habían hecho con todo un Clan inocente de los pecados de sus antepasados, y aunque pudiera, no lo haría.

Se detuvo cuando la punta de sus zapatos quedó junto al cuerpo de Giselle. Se inclinó sobre ella y metió su mano en aquella larga melena. A penas captó la suavidad de sus dedos o la perfecta forma en que parecía encajar sus dedos sobre su cuero cabelludo, él sólo cerró su puño y tiró de él para que lo mirase y dejase de observar a su hermano. Le dedicó una mirada cargada de odio, quemándola con ella para que no se olvidase de que era su presa.

- Vamos, ratita, no seas tímida y contesta la pregunta de mi hermano.- Le ofreció una de sus amables sonrisas, una mueca que hacía incomodar a los demás por la tirantez que solía poseer. Era como ver a un maníaco mostrar su felicidad antes de cometer una sesión de tortura. Le tocó la mejilla con uno de sus dedos y descendió por ella hasta llegar a su labio, dejándole un golpecito sobre ellos antes de elevar la mirada hacia su hermano con evidente contrariedad.

- ¿ Te parece alguien comestible? – Hizo una mueca de asco con sus labios y después volvió a bajar sus ojos a la mujer para sonreír de nuevo. Tarareó una canción tétrica que hacía de aquel momento, una verdadera escena escalofriante. Sobretodo porque su poder estaba convirtiendo el suelo de la casa en una masa de cadáveres desnudos, sangrantes y descuartizados.

- ¿ No te parece adorable, ratita?. Por fin vas a reunirte con tus padres.- Rió y la soltó, empujándola de nuevo al suelo para dejarla a los pies de ambos brujos. Se apoyó en su hermano, juntando su hombro contra el otro, juntando sus cuerpos para que sintiera el tirón de sus almas sobre la piel. Y mirando a Giselle, acercó sus labios a la oreja de Battler para susurrarle lo mejor que habían encontrado en años.

- Saluda a la última Blackmelt, hermano mío.- Su risa se derramó por el cuello de Battler antes de que se separase de él y se acercara de nuevo a Giselle con una fría determinación. Aquella ratita no iba a escaparse sin llevarse una pequeña degustación de lo que le ocurriría cuando ambos terminasen con ella. La pregunta era, ¿ cuál de todas las torturas que le susurraban sus almas sería la indicada?.


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Mensaje por Ragna Dárkova Lun Dic 15, 2014 7:14 am

Por unos segundos saboree la libertad. Me pensaba a salvo con solo traspasar la puerta y desaparecer de aquel lugar, lejos de las manos de aquel brujo de artes oscuras y de su venganza hacia la sangre que corría por mis venas, sin embargo me equivoqué y topándome de lleno con el hermano del brujo, retrocedí de nuevo, encadenándome y condenándome al alcance de los brujos. Viendo al joven desconocido, retrocedí hasta caer al suelo y observándole fijamente, no pude ni siquiera contestarle. ¿Cómo iría a decirle quién era? De seguro él también me odiaría por ser una Blackmelt y no creía que el que yo se lo dijera, fuera a ayudarme en nada a escapar viva de allí.

Sin dejar de observarle no fui consciente de la cercanía de Vishous, hasta que al sentir su mano tirando de mi cuero cabelludo, hice una mueca de dolor y con lágrimas en los ojos del agarre que mantenía sobre mi cabello, levanté la vista hacia él. Centrándome exclusivamente en sus ojos, incapaz de negarme a sus demandas.

No puedo decirle… —Le repliqué con voz entrecortada. El miedo me tenía paralizada. La respiración quedaba atesorada en mi pecho y debía hacer mil esfuerzos para que mi corazón no cesara en su intento de mantenerme consciente. Me estremecí al verle la sonrisa y jadeé sin saber que quería decirme con aquello hasta que bajo de mi empecé a sentir la formación de cuerpos y esqueletos bajo de mí. Enseguida me llevé las manos a la boca y acallé así mi grito al verme rodeada de aquellos cuerpos. ¿Aquellos eran mi familia? No me lo podía creer y volviendo mi mirada a los dos brujos, podía ver a certeza y la malicia en el rostro de Vishous quien no dejaba de verme, como si disfrutase con aquella escena. ¿Cómo podía ser tan cruel? Lo que quedaba de mi familia se encontraba bajo mi cuerpo, en forma de huesos y putrefacción.

Con una de mis manos apreté un hueso que se rompió y rápidamente aparté la mano enseguida, encontrándome con que habían dos cuerpos indemnes justamente bajo de mí. ¿Mis padres?
No es gracioso ¡Vishous, deja de hacer eso! ¡Deja de jugar! ¡Que desaparezcan! — Le ordené alterada volviéndome con la mirada llena de rabia y odio hacia ellos. — ¡Deja a mi familia! ¡DEJAME! — No sabía de donde había sacado la fuerza, sin embargo el mismo fuego que me hacía verle con aquella mirada intensa, pronto se apagó al sentir que el ambiente cambiaba y que el otro brujo me miraba de una forma sádica, mucho más oscura que la de Vishous que volvía a acercarse a mí.

Me levanté aún bajo la visión de los huesos de mi familia frente a los dos hermanos, e intenté huir, tropezándome con los huesos, volviendo al suelo. — ¿Qué queréis de mí? Tenéis a toda mi familia y yo no sabía nada… jamás supe de sus crímenes. No soy culpable de ello y matarme no hará ninguna diferencia. ¿O a caso creéis que con la venganza todo se arreglara? Mi familia jamás podrá volver, como la vuestra a la vida.



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