Un error de cálculo [Libre]

por Yuna Rutledge* Jue Oct 10, 2013 1:59 am

6:00 am | Fábrica abandonada | París

Que deliciosa sangre era aquella. Dulce pero con una pizca de picante que rara vez percibía; sabía a gitano, a esos estafadores ruanes que mi mentor tanto detestaba. Él no llegaría a comprobar lo deliciosos que podían ser aquellos curiosos y misteriosos hombres en un futuro cercano. Pero claro, no es que yo fuese a sugerirlo, ya que de ser así tendría que admitir la cantidad preocupante de normas que había roto esa noche. Nada ni nadie me salvaría de su ira si, de mal humor, descubría mis tretas. Salí a cazar más tarde de lo que él solía indicarme, y en vez de rondar el centro de la ciudad o los campos de cultivos, me desvié hacia las afueras, allá donde decían, había un campamento gitano. A Deiran le hubiese dado algo si me viese ahí, saboreando las últimas gotas de sangre de un gitano a primera hora de la mañana.

Un zumbido de alarma me hizo levantar la mirada de mi presa, desvaneciendo el sangriento color rubí de mis ojos, dejando un limpio tono verde jade. Maldición, pronto amanecería. Estuve tan concentrada en la caza masiva de gitanos, y en conocer la fábrica abandonada a las afueras de París, que olvidé por completo la hora. Abandoné por completo el cadaver moreno pálido en el suelo, sobre unos escombros metálicos, y vislumbré por una ventana las primeras pinceladas de luz en el cielo.

Retrocedí, presa del pánico. Estaba demasiado lejos de casa para poder escapar de la luz, incluso si intentaba superar mi propio record para vencer al amanecer. No era tan rápida. Temía quemarme los brazos desnudos. Me arrinconé contra una pared que rescataba la densa oscuridad de la noche, abrazandome a mi misma y maldiciendome a mi misma por desobedecer tan cínicamente. "Es tu naturaleza", me decía mi subconsciente, pero no era muy reconfortante. Si tan solo Deiran estuviera ahí. Si solo...

— Ayudame. —rogué en un murmullo.

por **Lumarie L.R. D' Alembert** Jue Oct 10, 2013 4:11 am

¿Cómo había acabado ahí? Aun me preguntaba, mientras caminaba en compañía de mi viejo amigo Lord Byron mientras cogíamos en la noche unas semillas que solo salían a la luz de la luna llena y la utilizábamos para crear medicinas estériles para las mujeres... y mortal para los hombres. Toda esa noche tenía miedo de llevarme una mordedura de licántropo o ser mordido por algún vampiro que se apartaba de la sociedad. Pobres desgraciados.
Toda una larga noche en compañía de aquel hombre de avanzada en edad, con una larga barba blanca y sonrisa socarrona, con una boca que no dejaba de mover y contar sus historias del pasado. Dios, si de verdad existes como los monjes dicen... ¿por qué me has hecho esto?

Al final llegó el amanecer y los animales se despertaron, apartándose de nuestro camino. Desde mitad de madrugada hasta ahora sin descansar y, encima de todo, el hombre se había perdido. No podía estar más frustrado y enfadado.
Caminaba por aquel bosque con el maletín donde llevaba las semillas y algunas plantas más que utilizaría en mi beneficio. No me gustaba caminar por aquí, a penas venía por estos lares pues mis ropajes siempre acababan manchados de los restos de polvo.

Estaba demasiado silencioso el lugar tras haber caminado durante unos minutos insoportables. Esto no era de lo más gratificante para mí, pero, aun así, debía salir de aquí... aunque una figura humana me lo impidió.
Más adelante parecía agonizar una mujer, por lo que me acerqué lentamente muy alarmado.

- ¿Madamoaseille? -Susurré con miedo.

por Yuna Rutledge* Jue Oct 10, 2013 9:16 pm

El dulce sabor de la sangre gitana me confería algún tipo de alivio y reconforte en la fría incertidumbre de la madrugada. Pronto, ese denso y oscuro rincón en el que me refugiaba se plagaría de la luz suficiente para poder admirar el miedo de mi reflejo en los cristales rotos del suelo. Me estremecí al escuchar una voz a unos metros, y levanté la mirada sin ningún interés en ser emboscada o atravesada en el corazón por una estaca. Se trataba de una figura elegante y a todas luces hermosa; a pesar de la poca luminosidad que conferían los multiples agujeros del techo de la fábrica, pude apreciar una mirada preocupada e incluso asustada. Agudicé los sentidos, muy poco convencida de una imagen inocente. Me pregunté si Deiran hubiese acabado inmediatamente con la vida de aquel individuo, pero deseché al instante la idea. Debía aferrarme a lo único vivo que rondaba por ahí en ese momento, y a excepción de un viejo desorientado que caminaba a lo lejos, el hombre frente a mi era la única opción.

Disimulando la opresión en mi pecho y desvaneciendo las diminutas lágrimas de terror en mis mejillas, salí de las sombras más profundas. Estaba tensa como las cuerdas del arco de un violín, imaginando la espantosa escena de mi propia muerte en manos de la luz infernal. Pero todos estos temores que rayaban en lo traumático carecían de sentido visto desde el exterior. No mostraba más que un rostro cincelado en una perfecta expresión de inocencia y cortesía. Si, podía notarse un poco de miedo en la comisura de mis labios para aquel que fuera en extremo observador; sin embargo, no era posible. Ahí estaba fuera, pues... arriesgandome más como si el rondar por los caminos de la muerte fuese un juego de lo más entretenido.

— Monsieur. —respondí con más calma de la que sentía realmente, con un centenar de preguntas arremolinandose en mi interior. ¿Quién era? ¿Qué hacía ahí? ¿Qué tan mala suerte tendría para tentar mi sed? ¿Sabría lo que era? En lugar de mencionar alguna de ellas, o al menos, postergandolas de momento, moví los labios.— Un lugar de lo más curioso, ¿no lo cree? —murmuré, observando con más atención el abandonado y oxidado interior de la fábrica. Fruncí el ceño al notar, no muy lejos, el cadaver del desafortunado gitano. Aparté la mirada de inmediato y avancé hacia el pálido desconocido.— Disculpe que lo diga... —dije de pronto con la voz sorprendentemente suave.—... pero me ha dado un susto de muerte.

por **Lumarie L.R. D' Alembert** Vie Oct 11, 2013 12:50 am

Había acabado dentro de una fábrica donde a penas la luz del amanecer rozaba su interior, siendo corrompido por la suciedad y terror que se despegaba por el ambiente. No me atemorizaba demasiadoel lugar, no sacaba más que una impresión de silencio y algo de pánico por los sitios así de... extraños.
¿Qué haría una mujer ahí tumbada con un rostro inocente y como si no pasase nada? ¿Qué era verdaderamente? No tenía un olor caracterísitico de "humano" normal ni la personalidad inocente y buena que mostraría todo mundano. No. Ella tenía algo que me estaba empezando a sospechar y, sobretodo, con ese tono suave y tranquilo, como si no pasase nada. Estaba empezando a coger algo de sospechas de que sería, quizá, algún ser de la noche o un animal de la luna. Y, si era así... ¿Volvería otro ser de esos a intentar herirme?

Rodé mis ojos por el lugar mientras intentaba buscar algún rastro más humano. El lugar estaba realmente horrible, lleno de ramas por las paredes y ventanas que daban la luz a lo lejos, con una gran puerta entreabierta frente a mi y a larga distancia. "Podría usar esa puerta si se vuelve inestable", pensé con certeza, pues sabía perfectamente que ella no era normal.
Volví a mirarla con una leve sonrisa, pero seguía divagando de que es lo que realmente hacía aquí y lo que hacía ella. ¿Habría sido buena idea dejarse llevar por la primera impresión? Nunca lo era, pues nunca acababa bien.

- No se preocupe, madamoiselle, es normal que se haya asustado de la manera en la que aparecí. -Sonreí de lado, observando penetrántemente la puerta. Bajé, a los segundos, la mirada hacía la mujer de bello rostro jovial y ojos realente preciosos. Moví mis labios para seguir la conversación, pero estaba pendiente a todo movimiento sospechoso de la chica.- Un lugar curioso, dejamé que le diga, y, sobretodo, para una joven muchacha coo vos. ¿No cree? -Comenté en un tono pillo, intentando saber que es lo que hacía aquí y que es lo que verdaderamente era.

por Yuna Rutledge* Vie Oct 11, 2013 9:31 pm

El vistazo que el hombre echó disimuladamente a la salida fue suficiente para comprender que, independientemente de mi pavor a la luz del sol, él sospechaba de mi. Me atrevía a decir que conocía a otras criaturas como yo, y de haber sobrevivido a una o más, tendría una buena idea de lo que un vampiro con sed podía significar para un humano. Al pensar en ello, lo miré con más interés, caminando a su alrededor examinando cada detalle de su cuerpo. Era demasiado elegante para ser un campesino u obrero de clase media, y el olor que despedía era mucho más exquisito que el de cualquier humano promedio. La sangre que palpitaba con fuerza contra su cuello resultaba más tentadora que la gitana, lo cual me provocó a dar un paso al frente. Reconocí el movimiento de mi cuerpo como el de un depredador, avanzando, rodeando, retrocediendo y luego volviendo a avanzar. Quería descifrar su punto débil.

Me quedé estatica tras su espalda, algo acongojada de mi maldito instinto neófito. Esbocé una lenta sonrisa a su tentativa. Ambos sabíamos que nuestra presencia ahí era todo menos común, pero quizás mis motivos eran mucho más siniestros que los suyos. Después de todo, él no había asistido ahí a degoyar a un hombre, hacerlo padecer dolor hasta el último momento que su alma abandonara su cuerpo. Lo sabía, porque no poseía la fragancia de un asesino reciente.

— Si, debo admitir que a mi edad la orientación es una virtud que pocos poseen. —admití en un suave tono aterciopelado. Técnicamente, no mentía. Era demasiado joven y mi falta de prudencia me llevó ahí, pero no me delataría tan rapidamente. Esa noche mi cabello estaba atado con trenzas en un tirante moño detrás de la cabeza, pero un mechón había escapado de él. Ese hermoso hombre tendría que ser muy ingenuo para confiar en que yo era una criatura inocente. Pero hombres ingenuos y bellos había en abundancia, pensé con esperanza. Le divisé por debajo de las pestañas y me descubrí casi atraída. Tal como Deiran describía la sensación al activar la capacidad de un vampiro para hipnotizar y manipular. ¿Poseería yo esa habilidad? Lo dudaba, pero la experiencia era interesante. Bajé la mirada y observé sin más oxigeno en los pulmones la ligera luz matutina reflejarse en el suelo, a pocos centímetros de mis pies.— Monsieur... ¿por qué no se acerca un poco? A decir verdad, tengo muy mala vista. —moví la mano como si un molesto insecto rondara cerca de mi rostro.— Y eso de usar anteojos hace muy difícil el asistir a reuniones sociales, ya sabrá. Podemos... —volví a levantar la mirada.—... seguir nuestra charla más atrás.

por **Lumarie L.R. D' Alembert** Mar Oct 15, 2013 2:33 pm

No había que ser ingenuo -o quizá si- para saber que lo que pasaba en este lugar con aquella muchacha de aspecto delicado no era normal. Vamos, ¿qué haría en una fábrica abandonada rodeada de un bosque donde decían que habían seres extraños? ¿Estaba de paseo? No podía creer que esa chica estaba aquí solamente por su poca orientación, es que no lo tragaba, pero su aura oscura y densa, la cual delataba su naturaleza siniestra y tenebrosa de la noche y la sangre, así como un olor a líquido rojo carmón, acusaba a la joven. No. Ella no estaba aquí por casualidad y me di cuenta cuando caminé alrededor de la chica mientras esta me intentaba meter una trola sobre su mala visión.
A unos metros alejado, detrás de las espaldas de la muchacha, me fijé que reposaba un cuerpo de una persona la cual su aura seguía aun débil, como si estuviese agonizando. Era obvio que tampoco había llegado de casualidad... y que lo había hecho ella.

Giré mi cabeza hacía la chica, clavando mis ojos azules -aparentemente-, con disimulo cuando estaba mirando el cadáver. Sonreí levemente. ¿Por qué no avanzaba ella? ¿A caso no quería estar en mi territorio, el cual la luz amenazaba ya con intensidad?
Me mantení en mi postura, recto, con mis brazos cruzados y uan pose que apoyaba en mi pie derecho mi peso, mientras no quitaba el contacto visual. Contesté a la chica a los segundos, haciendo una amago de pensamiento con un gesto con mi puño derecho a mi mentón y gestos típicos con mis manos.

— Acerquese vos, madamoasielle, le juro que no le haré nada. Aun no muerdo. Por lo menos, yo no lo hago. — Le dije con un tono un tanto pícaro, así con una indirecta clavaba donde más dolía... pero sin estaca.— Aunque no me gustan las conversaciones con las personas muy arrimadas hasta que no llego a conocer al hablante a fondo, madame. Ya sabe, por si alguien te ataca por la espalda. ¿Me entiende?

por Yuna Rutledge* Lun Oct 21, 2013 4:57 pm

Según Deiran, yo era una persona muy poco perceptiva. Debía admitir que me era difícil descifrar que pensaban las demás personas, o si en realidad mentían o adornaban la verdad con rosas. Por otro lado, ese hombre no me lo estaba poniendo muy difícil. Sospechaba de mi y en sumirada podía verlo. Esa cautela al moverse y mantenerse apartado de la pesada oscuridad que todavía reinaba de mi lado no era ninguna coincidencia. De hecho, no estaba muy segura de que pudiese verme con mucha claridad. Quizás para él yo solo fuera una voz femenina, una sombra de porte recto y unos ojos verdes que brillan en la noche. Eran pocas las posibilidades de que le sonara mi nombre, pero incluso así, prefería protegerme con el anonimato. Cuando oí su respuesta a mi humilde petición, fue difícil reprimir un gruñido amenazante, como en de un animal al cual se le ha golpeado. Si no me daba prisa, el sol saldría y ambos estaríamos en jaque.

— No soy de las que atacan por la espalda. —siseé como el correr de una fina tela de seda, recorriendo una vez más al rededor de la luz. Lo miré, porque mis palabras comenzaron a ser menos indirectas. Ya sabía a que se estaba enfrentando.— Monsieur, no es mi intención ni mi primer deseo acabar con su vida tal como lo hice con el hombre de allá atrás. —murmuré tan tranquila, como si estuviese explicando la trama de una obra recien estrenada. Le eché un rapido vistazo al moribundo gitano, que exhalaba su último aliento.— Sin embargo, si decide correr nada más salga el sol, me temo que tendré que cortar su garganta. Degollarlo, mejor aun. Podría pasarme el resto del día manteniendolo con vida solo para que pudiera sentir dolor, picazón y humillación, y solo cuando cayera la noche lo mataría. —le dediqué una dulce sonrisa.— Pero no lo haré. Porque usted no saldrá corriendo, ¿verdad? Eso sería muy maleducado de su parte, en medio de nuestra joven conversación.

Retrocedí un paso, como si quisiera otorgar un poco de espacio para su precaución, y extendí la mano. Algo que había aprendido rapidamente de mi querido maestro, era a no ofrecer la amenaza como primera opción. Luego de haber bebido del gitano me sentía en plenas facultades para mantener una conversación con un... humano, o lo que fuera ese hombre. Sin embargo, no deseaba arriesgarme. Ahora él sabía lo que ocurriría si pretendía huír.

— Acerquese, monsieur... de verdad que no podré ni mirarle cuando salga el sol. —insistí, moviendo los dedos de la mano extendida.— Le prometo que no le haré daño, siempre que no salga corriendo. En caso de hacerlo, la maleducada sería yo.

por **Lumarie L.R. D' Alembert** Jue Oct 24, 2013 12:32 am

¿Realmente tenía elección? Tenía que elegir mi destino en este trayecto, pero siempre me quedaba el simple hecho de poder usar mis poderes o mi fuerza para intentar escapar... y no acabar con aquel buen hombre, el cual ya estaría descansando por su eternidad en un largo sueño, en su mundo de paraíso. No quería acabar como él, pero lo haría si no me acercaba a ella.
Esto se me estaba poniendo difícil y, a pesar de que no podía fiarme de esa cara bonita, quizá no haría nada. ¿No se habría quedado satisfecha con el señor? Quizá sí y solo necesitaba hablarme, pues desde el punto de vista donde yo estaba para ella, a penas me vería con claridad y no podría distingir con claridad mi rostro y mi cuerpo.

No tube más remedio que acercarme a esta con paso fuerte, como si no dudase en ningún momento... aunque en verdad desconfiaba. No tenía una pizca de miedo, no quería tenerlo, pues siempre me quedaba la posibilidad de enzarzarme con ella y tirarla a la luz del día que pronto saldría.
Cuando estuve a un casi medio metro de esta, con una sonrisa, hice una pequeña reverencia como saludo. "Mira el lado bueno, Lumarie: así al menos sabrás el comportamiento a cerca de los vampiros y, de paso, es una cica muy atractiva"

— Un placer, my lady. Mi nombre es Lumarie Le Rond D'Alembert. ¿Y cual es el nombre que le concedió su inmortalidad? — Dije, sin dudar dos veces de mis sospechas claras sobre su raza. La miré de arriba a abajo, con ojo crítico, pero es que parecía como una muñeca de porcelana con una cara bonita... y un corazón frío.— Siento haberme comportado así anteriormente, pero me han pasado tantas cosas que no quiero arriesgarme. Ya me entiende, ¿No? A veces hay que ser precabido y desconfiado. — Dije con una risa débil, intentando amainar la situación tan embarazosa que se creó por los nervios anteriores y mi actual y débil desconfianza.— Bueno, madamoiselle, de nuevo, mil disculpas.

Realmente no sabía que era lo que estaba haciendo aquí y que es lo que exactamente hacía parado en este lugar tan terrorífico. Estaba claro que aquí sería un lugar donde correría una aventura de superviviencia o... solamente un lugar de paso donde conocería a alguien curioso. ¿Y si quizá era buena? ¿Y si quizá venía a por mi sangre? Realmente no sabía que me deparaba el futuro, pero no había mucho que pensar y solamente intente no parecer nervioso, concentrándome de que solo era una conversación más en un lugar extraño, nada más.

por Yuna Rutledge* Jue Oct 24, 2013 7:43 am

Y ahí estaba, escapando de la protección de la luz con la cautela del animal más astuto. A mis ojos, parecía un zorro que no apartaba los ojos del inmovil lobo blanco. La mezcla de desconfianza y atracción era interesante, pero no lo suficiente para bajar la guardia. Incluso si yo era ahí quien tenía más ventaja, no podía confiar en que fuera un humano ordinario al que solo tuviera que incarle los colmillos en la yugular. "No debería hacerlo", me dije con cierta pena, cuando se presentó ante mi. Tenía unos modales exquisitos que iban extinguiendo mi pánico inicial. Al menos, no era un asesino demente o un violador sin autocontrol. Sonreí levemente, como el saludo de una reina digna y paciente.

— Un gusto conocerle, monsieur D'Alembert. —susurré en una delicada reverencia. De esas finas e inocentes que había aprendido a fingir años atrás, cuando la mortalidad me obligaba a permanecer en una jaula de oro. Mordí mi labio por la forma tan peculiar de preguntar mi nombre. Era más astuto de lo que pensaba o tenía habilidades especiales para saber mi naturaleza. No dejé que la revelación tuviera mayor impacto sobre mis facciones.— Yuna Rutledge, aunque mi nombre no posea nada de especial. —dije con una ceja en alto.

Podía fingir el resto de la mañana que su identidad no era más que la de un despistado hombrecillo de belleza peculiar que se había perdido por los bosques, tal como intenté hacer yo hacía unos minutos, pero yo también era astuta. Dar su nombre real solo me hacía pensar que de verdad confiaba en una alternativa donde yo no drenara su sangre. Esa confianza me hizo considerar la idea de dejarlo ir con vida, aunque ello solo me diese problemas en el futuro. ¿Qué pasaría si por alguna razón, quisiera empezar una cacería de vampiros? Tendría mi nombre y mi rostro guardados en su memoria. Intenté desechar la idea con un sacudir de cabeza.

— Monsieur... yo entiendo perfectamente su posición. —expliqué con gran seriedad, como una institutriz al narrar la historia de su país. Retrocedí un poco más, haciendole ver que no pretendía lanzarme sobre él, e hice un gesto vago con la mano.— Debe ser aterrador encontrarse con alguien como yo cuando el sol no ha salido del todo. Cálculo que en dos o tres minutos lo hará. ¿Usted sabe de que colores se pinta el cielo cuando amanece? —entrecerré los ojos, mirando al destartalado techo de lata de la fábrica.— Le aseguro que soy casi tan joven como me veo, pero, incluso así... no lo recuerdo. —lentamente, como si quisiera saborear los segundos, bajé la mirada a la suya y sonreí como quien ha ganado una partida de ajedréz.— Dígame, monsieur... ¿qué hace aquí un miembro de la nobleza como usted por aquí?

por **Lumarie L.R. D' Alembert** Jue Oct 24, 2013 4:00 pm

Había judgado demasido mal, pues no parecía tan peligrosa. Su aspecto de muñeca de porcelana con una carmesí hacía que esa máscara que ocultaba de esa raza tan diabólica se quedase atrás, como si ese dato no existiese si no fueses demasiado astuto sobre el mundo "sobrenatural". Nada era lo que parecía. Ni ella, ni yo, ni nadie, por eso no podía fiarme de las apariencias, sino de las auras que mostraban esas personas que habitaban en este mundo, concretamente en Francia.

Intenté ser lo más sosegado posible, sonreír en todo momento. Tenía un nombre hermoso, así como unos modales bastante de clase alta. ¿Y si era una vampiresa trasformada desde hace poco o sería porque se estaba criando en buena casa? Aun así, mantuve mi postura con una hermosa sonrisa, escuchando y observando sus movimientos tímidos, como si ahora estuviésemos hablando tal cual.

— Créame que su nombre es hermoso, madamoaseille Yuna. Me gusta mucho su nombre, es muy bello y peculiar. Nunca lo he escuchado. — Confesé en un tono jugetón mientras hacía un leve gesto con mi dedo índice hacía ella.

Volví a escuchar como esta razonaba sobre mi posición, pero, ¿realmente se podría poner en mi lugar?Ahora yo era el que estaba emanzado bajo sus dientes y no podía hacer nada más que achantarme e intentar no enfadar a la chica, pero tampoco era mi intención, ya que podía conocer a una buena persona.

"Las personas se pueden conocer en cualquier lugar, siempre y cuando haya unas buenas sonrisas de por medio"

Cuando habló del amanecer de esa manera tan anhelada, se me partió el alma y el corazón. Por un momento me introducí en su papel, metiéndome en el cuerpo de un vampiro que no podía salir a la luz ni sentir el calor de una persona viva, así como la alegría de vivir y el miedo a perder tu vida tan éfimera. Esa ilusión de vivir cada segundo de tu corta vida... ellos no tenian de eso.
Puse una mueca y, a pesar de que la chica cambió de tema, intenté discurrir una manera y una posición de oprtar para que la chica pudiese contemplar aquella hermosa salida del sol en aquellas primeras horas de la mañana; no sabía como aun seguía despierto con lo vago que era en algunas ocasiones.

— Tome, lady Yuna, tápese así. — Le puse mi larga gabardina encima de su cabeza, tapándola como si fuese un paragüas. Me sentí tan identificado y tan mal que haría que la chica viese aquella puesta de sol de alguna manera u otra.— Vamos a pasar por aquí para salir de este lugar y buscar una sombra para que usted pueda ver la salida del sol, ¿quiere? — Le dije, mientras me ponía a su derecha, poniendo ligeramente una mano en su espalda.— Créame que el sol, por donde sale, hace uan sombra en la parte derecha de la fábrica, por lo cual se puede colocar de manera estratégica, calculando la anchura y el alto de la sombra. — Hablé tanto y tan rápido de mi rollo, pensando en esas ecuaciones matemáticas que, cuando me di cuenta, ya lo estaba volviendo ha hacer: aburrir a las personas. Reí levemente y, con las mismas, me coloqué a su lado de nuevo, pues me había colocado en frente suya para señarle las a fueras, e hice un leve gesto con mi cabeza.— Confíe en mi, sé lo que hago. Hoy usted podrá ver esta hermosa puesta de sol como que me llamo Lumarie, pues esto es una de las cosas más hermosas que el sol puede hacer por nosotros. ¿Vamos? ¿Confías? —Dije con suavidad, mientras caminé dos pasos, esperando a que ella me siguiese.

por Yuna Rutledge* Vie Oct 25, 2013 2:44 am

No pude evitar mostrarme un poco avergonzada cuando halabó mi nombre. ¿Qué tenía de especial? Yo no encontraba nada fuera de lo ordinario en él. No tenía la rotunda impresión como un miembro de la nobleza, ni poseía una pronunciación exótica para hacerlo ver como traído de tierras lejanas. Era un nombre breve y un apellido inglés, nada más. Entonces, ¿por qué su mención a la aparente belleza de mi nombre fue suficiente para hacerme dudar de ello? Parpadeé y me llevé una fría mano a mi mejilla. Exhalé con suavidad, advirtiendo que mi aliento se volvía blanco en contacto con el aire. La llegada del invierno hacía que un amanecer a las afueras, en un sitio donde la última chimenea fabricada no era más que una pila de escombros, fuera implacable para un humano. Le eché un vistazo al rostro de rasgos finos del hombre que tenía en frente. Podía ser poco común, pero seguro que tenía frío.

Por ese y otros motivos como la paranoia y el instinto de supervivencia, me removí como un depredador asustado cuando se deshizo de su gavardina para colocarla sobre mi. ¿Qué demonios es lo que tenía planeado ese extraño humano? Levanté las manos con la única intención de quitarme la prenda de encima, hasta que un puñado de sus palabras me hizo detener. Lo miré bajo la suave superficie de la gavardina. Estaba cálida y olía a París en toda su esencia. La simple idea de estar tan cerca de la luz del sol debía haberme puesto como un gato al que se le ha echado un balde de agua helada; en vez de eso, admiraba las expresiones del barón conforme iba explicando desde qué ángulo era más seguro posicionarse.

Su risa me tomó por sorpresa, haciendome olvidar lo que ese demente pretendía.

— No puedo... —quise decir, pero me interrumpí a mi misma. ¿Qué haría Deiran en una situación así? Cerré los ojos para poder meditarlo pero ninguna idea racional me vino a la mente. Era difícil mantener la concentración cuando una punzada de deseo e ilusión comenzaba a machacar mi pecho. Ahí donde había dejado de latir mi corazón. "¿Confías?", preguntaba el humano. Lo miré directo a los ojos, dando dos pasos al frente y resguardandome bien bajo la gavardina oscura, y fui sincera.— No. No confío en ti. —susurré, tan cerca que podía oír como le latía el pulso contra las venas y arterias. Miré hacia donde, de un momento a otro, un rayo de luz pintaría como acuarelas en eterno cielo matutino.— Pero por este momento, podría... fingir que lo hago. —me encogí un poco, apartando la mirada.— Solo un poquito.

Nada de confianza, ni amistad ni puros sentimientos. Esas cosas eran de humanos, de criaturas con sangre caliente y pasiones reales. Yo solo quería cumplir un capricho. No me cambiaría la vida ni haría que sintiera algún aprecio por ese barón. Tomé bajo la gavardina su brazo, como si asistieramos a un baile y no al encuentro con mi némesis.

— Dime donde debo estar... —murmuré con la voz temblorosa.

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