Odio amarte [Privado Phenril]

Era el día tan esperado de todos los años para Anothet. "La cena de la vida" se realizaba por quinta vez y todo salía a la perfección. El buffet ya estaba contratado, al igual que los guardias y la banda de música... se podía escuchar el ruido de los instrumentos. El son del violín y el piano formaban una dulce  melodía, que era pocas veces opacada por los gritos de los niños que se encontraban abajo. Una reunión digna de disfrutar, sin necesidad de preocuparse por nada, todo estaba bajo control... excepto por el vestido de la anfitriona.- Señorita, si dejara de moverse ya hubiera bajado hace media hora-. La criada apretaba con mas fuerza las pitas del corsee para que este se amoldara al cuerpo de la pobre chica que aguantaba la respiración. Sentía que cada vez capturaba menos aire y si eso seguía así, lo más probable era que muriese asfixiada al intentar bostezar. Lo único malo de las fiestas era el tener que mostrar toda "la belleza", con vestidos caros y peinados raros, que ante la sociedad eran hermosos y dignos de una mujer de la clase alta. Menuda creencia las que tenían.- ¿Porque debo llevar esta indumentaria de...? -. Antes de que terminara de hablar, sintió el último bocado de aire irse por su boca y seguidamente, los palmasos de la sirvienta en su espalda le dejaba claro que la operación suicida había terminado. Se paró con dificultad para mirarse al espejo. Una chica alta, pálida, con el cabello rubio amarrado en una forma, que se asemejaba mas a un nido de pájaros que a un peinado. Esa era Anothet, o al menos lo que se podía reconocer de ella, porque tenía casi "un kilo de maquillaje" en la cara. La apariencia física es lo de menos, aunque en este tiempo sea al revés.
Meneo la cabeza de lado al lado para terminar frunciendo el ceño.

Que asco...

La criada le abrió la puerta, señal de que debía irme. Camino hacia la puerta ¿Bajar directamente hacia las serpientes? ¿O quedarse un rato más? .. No, ya se hacía tarde y debía saludar a todos los invitados. Dio unos pasos mas hacia le escalera, mirando a la multitud que deambulaba por ahí y suspiro hondo.- Amable, graciosa, coqueta -. Relajo la frente y empezó a bajar las escaleras. Ni había puesto el pie en el tercer escalón cuando empezó a sentir las miradas examinandole todo el atuendo. Entendía muy bien como se sentían las presas antes de ser atacadas. Que tal nivel de concentración.

Cuando por fin bajo las "escaleras al infierno", las personas empezaron a tomarle la mano, a saludarla, a darle regalos. Otros sufrimientos más por los que debes pasar si eres de la clase importante. Toda la noche fue saludar, sonreír, halagar, preguntar por la salud, cosas que a mera verdad, le desagradaban a Anothet, por el simple hecho de que no era su estilo. Horas y horas parada conversando de temas aburridos, hasta que pudo escapar al balcón, un poco de aire para no perder el conocimiento. Un mesero pasó con unas copas de champaña y ella no evito coger una, para luego bebérsela rapidamente, dejando tan solo un poco en la copa.- Al menos algo refrescante -. Sintió que alguien estaba a su costado.- ¿Que desea señor...? -. No supo adivinar quien era, pero eso era más que obvio, tantos nombres por recordar, tantas caras que ver.

Phenril estaba en uno de sus paseos nocturnos, caminando a paso ligero y suspirando cada vez que su animo se lo permitiera. El cielo oscuro y el ambiente pesado hacian que sus penas y desanimos ocuparan su mente. Debía animarse, y como respuesta a su dolor, escucho la música proveniente de una de las mansiones. Con una forzada sonrísa se encamino hacia la puerta de aquella edificación. Era de esperarse el ver a guardias en la entrada, no dejarían pasar a nadie que no perteneciera a su raza, y el era un vampiro. Al llegar, un hombre cercano lo miro de pies y cabeza.- ¿Es un invitado señor? -. Lo único que quería era disfrutar una noche y olvidarse de su infortunio, pero estos querían arruinarle el plan. Antes de que pudiera responder, los calurosos aplausos en el interior le indicaron que la anfitriona estaba bajando y un leve empujón hacia dentro le hizo saber que era bienvenido. Había pensado que sería más dicfícil entrar, pero al parecer, resulto mas facil que quitarle un dulce a un niño. Se acomodo el traje antes de entrar a la sala. Era amplia y muy bien iluminada, lo que le resultaba un verdadero fastidio, se había acostumbrado a ir solo a lugares con poca iluminación.
Recorrió la habitación con la mirada, veía la comida, los músicos, las bebidas, todo muy bien preparado y digno de alguien de la clase alta. Pero el sonido de los tacones de una dama bajando la escalera le llamaron la atención, haciendolo voltear. Aquella joven de cabello rubio y figura delineada era hermosa. Lo primero que sintió fue su aroma... parecía una combinación de frutillas y flores. Un olor suave y atrayente. No le ponía más de 23 años, no con esos rasgos faciales. Su cuerpo le pedía que se le acercara y como un chico obediente, lo hizo, al igual que la gran multitud que estaba alli, quienes lo sobrepasaron. Era como si aquella muchacha fuese el último vaso de agua en el desierto. Y como no tenía lugar para avanzar, desistió en saludarla, por ahora. Empezó a caminar por la sala, mirandola de vez en cuando por el rabillo del ojo. Además no iría a agobiarla más de lo que estaba. La pobre a las justas podía estar en pie viendose rodeada de tantas personas.
Cuando por fin la vio salir victoriosa hacia el balcón, la siguió. Quería hacerle saber lo hermosa que era, cosa que siempre hacía con cada chica. Iba a dar con ella, pero un mozo se interpuso entre los dos, ofreciendoles una copa de champaña, rechazó la idea de tener que beber, idea contraria a aquella chica, que casi se termina el licor de un solo bocado. Cuando el mozo se retiro, se posiciono al costado de la bella dama. Quitandole la copa de las manos.- Una mujer no debería beber así-. Y como todo un galán se tomo lo poco que quedaba para luego depositar la copa en una mesa cercana a ellos. Algo le recorría su cuerpo y no era la bebida que había tomado o el rechazo que tenía al licor, por alguna razón quería morderla.- Soy Phenril Du Coudray-. Respondiendole ante aquella pregunta, y tomandole la mano para plantarle un suave beso. Otra vez se presentaba eso, las frutillas y las flores. No solo era su aroma, tambien sabía de ese modo. Soltó su mano con sumo cuidado, pensando que en cualquier momento se rompería. Pero ella despertaba sus impulsos de beber sangre humana, ella era la causa de que en esos breves instantes se esforzara más por contener su impulso. Necesitaba llevarla a un lugar más abierto ¿El  jardín? ¿La terraza? un lugar donde pudiese escapar si se daba el caso de no poder controlarse más, pero no solo eso, el no era el único que iba tras esta joven, y lo sabía perfectamente bien porque podía leer la mente de todos los hombres, quienes tenían pensamientos indecentes sobre ella. Le daban ganas de ir y golpearlos hasta que entendieran que a una dama se le respeta. Otra vez sumido en sus pensamientos se olvido de lo que tenía en frente.- Le parecería atrevido de mi parte el pedirle que vayamos a otro lugar -. Se le acercó más, dejando solamente unos escazos centímetros entre sus cuerpos, lo hacia a propósito, quería ver como reaccionaba ante sus acciones. Ademas, tenía ganas de adularla y ver en que tan poco tiempo caía ante él. Por supuesto, era otra compañía por una noche, debería irse antes de que el sol lo consumiera y lo despojara de este mundo.
Estaba tan concentrado ideando un plan para enamorarla que olvidó de preguntarle lo mas importante.- ¿Tendría el gusto de escuchar su nombre? -. Lo dijo de una manera tan pícara y con una deleitable voz que cualquier chica pudo haberse enamorado al instante, pero por alguna razón parecía que eso no tenía efecto en ella.

Phenril...

Ese nombre la impresionó, era un tanto raro y llamativo, y el beso en su mano era diferente a todos  los que había recibido. No era tan solo un saludo, parecía tener algo más detrás de este. Pero era uno de los tantos hombres más que quería cortejarla, no se dejaría llevar por nada del mundo, ella no necesitaba compañía. Y al escucharlo decir si podían ir a otro lado, se dio cuenta de lo que buscaba.- ¡Oh! Disculpe usted monsieur Phenril, lamento decirle que la organizadora de la fiesta no debe alejarse del lugar -. Justo cuando había terminado de hablar él se le acerco mucho más, el espacio entre ellos era muy incómodo para ella y si no fuera porqué era un invitado, lo habría golpeado en el abdomen. Ya que en realidad ella no era una persona cordial o amistosa, solo estaba actuando de ese modo para poder caerle bien a los de la alta sociedad y no desprestigiar su apellido. Era muy difícil en algunos casos querer hacer algo y no poder hacerlo.- Anothet Coalcaver, señor.- Puso su mano en el pecho de Phenril, empujándolo un poco hacia atrás. Este joven era apuesto, no lo iba a negar, pero no había nadie que la comprendiera. Era una cazadora y eso no se veía bien en los de su clase. Debía ocultarlo como sea.

Pasó otro mozo con una bandeja de copas con vino y cogió una. Se la bebió toda, pero más paulatinamente. No quería verse tan descortés. Vio que él también había agarrado una y sonrió al terminar.- Bueno, ya debo volver -. Cuando pasó por su costado, un raro sentimiento se apoderó de ella. No era desconfianza ni nada por el estilo. Algo en él la intrigaba. Y eso mismo hizo que le cogiera la mano y lo llevará al gran salón. Una pieza de baile sonaba y estaban en medio de la personas, ella le cogió el hombro y agarró una de sus manos, empezando a bailar.

Ella quería investigar sobre él. No le importaba lo que hacía, porque siempre confiaba en su sexto sentido. Era buena recopilando información y eso era lo que iba a hacer. Iba a interrogarlo, hasta saber todo sobre él. Algo la impulsaba a hacerlo. Tal vez el alcohol era el que le hacía alucinar tal interés, pero quien sabe. Uno puede descubrir varias cosas con tal solo preguntar.