AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Todo empezó con un café [Franek Bowanksçi]
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Todo empezó con un café [Franek Bowanksçi]
Melancolía, con ese sentimiento incrustado me desperté aquel día. De algún modo, el haber soñado con cosas pasadas me dejó la mente transtornada con recuerdos que me gustaría repetir una y mil veces más. Eso era lo que mi ser ansiaba en ese momento. Aunque, en realidad culpaba a la Navidad, que siempre me hace sacar mi lado más nostálgico. ¿Podía quedarme más tiempo envuelta en las sábanas? El calor que me proporcionaban las suaves mantas era muy agradable, tan agradable que por poco tienen que sacarme a rastras de mi lecho.
Intenté disipar aquellos pensamientos de mi cabeza; era hora de pensar en presente y debía mantener la cabeza despejada para todas las reuniones que me esperaban a lo largo de la larga e ininterminable semana. Reí un poco para mí misma al darme cuenta de que no tenía nada preparado, no sabía qué iba a decir para calmar a esos impacientes acreedores y proveedores. Así es, por una vez hice caso de los consejos de Alphonse, quien me decía que lo mejor para mí era preocuparme por cosas más comunes para una adolescente de dieciséis años, como qué ropa ponerme para la próxima fiesta o gustarle a algún chico, no sobre negocios y el dinero. Pero tampoco podía desmelenarme así, debía cumplir con el papel que se me había encomendado y tenía que continuar con los asuntos de mis difuntos padres. Por ellos.
Como siempre, me aseé correctamente y me vestí un poco más informal que de costumbre, con un vestido blanco adornado con intencionadas flores y para salvarme del áspero frío me coloqué un abrigo semi-largo liso de color púrpura, adornado con algunos botones. Completamente arreglada me dispuse a salir de la gran casa en la que vivo. A pesar del viento congelador el día lucía muy bien, el Sol estaba en lo más alto del cielo, aportando un poco de calor a nuestros cuerpos paliduchos que ya apenas recordaban las caricias de los rayos de Sol. Caminaba con tranquilidad, sonriendo levemente a los conocidos que me encontraba por las calles. Creo que salir afuera y ver rostros conocidos me alegró bastante, sí. Era domingo y por lo tanto día de descanso, así que ¿qué mejor manera de aprovecharlo que saliendo a explorar un poco y disfrutar de mi adorada naturaleza?.
Lo prefería así. Ya había estado mucho tiempo en casa estos años y aunque sé que era por mi bien añoraba deambular a mis anchas, sin tener que estar continuamente vigilada por algún guardaespaldas. Le había dado el día libre a Mikelangelo solamente para poder sentirme más libre al menos por un día. Hacía bien su trabajo y lo considero un amigo, pero en ocasiones quiero ser solamente yo y conocer a nuevas personas por mi cuenta. Así, traspasé la plaza central -la cual estaba abarrotada de gente- y di varios francos a unas humildes personas que vivían cerca de ahí, pero en las calles.
Aunque en realidad me dirigiese al bosque, al final acabé decantándome por descansar un rato cerca del río Sena. No obstante, al observar el hermoso paisaje que se apreciaba desde el puente: río azulado, Sol reflejado, pequeños barcos paseando...decidí quedarme ahí y con sumo cuidado me senté en la baranda que permitía a los que quisieran apreciar el paisaje no caerse. Pero a mí me gustaba más verlo así, desde incluso más arriba. Mantuve mis manos fuertemente sujetas a ésta e inspiré absorbiendo el olor a hierba mojada que inundaba aquel lugar. El Sol, que posaba todos sus rayos sobre mí me proporcionaba el calor que necesitaba en ese momento, al haberme quedado quieta como una estatua.
Intenté disipar aquellos pensamientos de mi cabeza; era hora de pensar en presente y debía mantener la cabeza despejada para todas las reuniones que me esperaban a lo largo de la larga e ininterminable semana. Reí un poco para mí misma al darme cuenta de que no tenía nada preparado, no sabía qué iba a decir para calmar a esos impacientes acreedores y proveedores. Así es, por una vez hice caso de los consejos de Alphonse, quien me decía que lo mejor para mí era preocuparme por cosas más comunes para una adolescente de dieciséis años, como qué ropa ponerme para la próxima fiesta o gustarle a algún chico, no sobre negocios y el dinero. Pero tampoco podía desmelenarme así, debía cumplir con el papel que se me había encomendado y tenía que continuar con los asuntos de mis difuntos padres. Por ellos.
Como siempre, me aseé correctamente y me vestí un poco más informal que de costumbre, con un vestido blanco adornado con intencionadas flores y para salvarme del áspero frío me coloqué un abrigo semi-largo liso de color púrpura, adornado con algunos botones. Completamente arreglada me dispuse a salir de la gran casa en la que vivo. A pesar del viento congelador el día lucía muy bien, el Sol estaba en lo más alto del cielo, aportando un poco de calor a nuestros cuerpos paliduchos que ya apenas recordaban las caricias de los rayos de Sol. Caminaba con tranquilidad, sonriendo levemente a los conocidos que me encontraba por las calles. Creo que salir afuera y ver rostros conocidos me alegró bastante, sí. Era domingo y por lo tanto día de descanso, así que ¿qué mejor manera de aprovecharlo que saliendo a explorar un poco y disfrutar de mi adorada naturaleza?.
Lo prefería así. Ya había estado mucho tiempo en casa estos años y aunque sé que era por mi bien añoraba deambular a mis anchas, sin tener que estar continuamente vigilada por algún guardaespaldas. Le había dado el día libre a Mikelangelo solamente para poder sentirme más libre al menos por un día. Hacía bien su trabajo y lo considero un amigo, pero en ocasiones quiero ser solamente yo y conocer a nuevas personas por mi cuenta. Así, traspasé la plaza central -la cual estaba abarrotada de gente- y di varios francos a unas humildes personas que vivían cerca de ahí, pero en las calles.
Aunque en realidad me dirigiese al bosque, al final acabé decantándome por descansar un rato cerca del río Sena. No obstante, al observar el hermoso paisaje que se apreciaba desde el puente: río azulado, Sol reflejado, pequeños barcos paseando...decidí quedarme ahí y con sumo cuidado me senté en la baranda que permitía a los que quisieran apreciar el paisaje no caerse. Pero a mí me gustaba más verlo así, desde incluso más arriba. Mantuve mis manos fuertemente sujetas a ésta e inspiré absorbiendo el olor a hierba mojada que inundaba aquel lugar. El Sol, que posaba todos sus rayos sobre mí me proporcionaba el calor que necesitaba en ese momento, al haberme quedado quieta como una estatua.
Amélie Lacroix- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 26/10/2013
Edad : 27
Localización : Recientemente instalada en París
Re: Todo empezó con un café [Franek Bowanksçi]
El día había empezado bien temprano para mi, ya que debía de ir a buscar varias cosas en distintos lugares para ayudar a los niños de la comarca que necesitaban más ayuda que mi familia, despertándome apenas un rayo de sol iluminara mi cara. Habiéndome dado mil vueltas por entre las sabanas, Me desperté por el nuevo amanecer, feliz, y levantándome, me puse mis ropas, hoy iba a ser un buen día, pensé, sonriendo, obviamente, con mi gorro en el sombrero. No podía salir sin él, sino los guardias de la ciudad me reconocerían. “Ji, no soy muy santillo que digamos” me dije para mis adentros.
Agarrando un trozo de pan de la canasta de víveres, salí caminando despacio sin despertar a mis padres. Ya era lo suficientemente mayor como para valerme por mi mismo y no preocuparlos por mis problemas. Lo que hacía era asunto mío, mis padres no tenían porqué enterarse de lo que hacia fuera del pueblo. Mordí por última vez el trozo de pan, y se lo entregue a un niño que andaba correteando por allí. “Lo necesitas más que yo” sonreí.
El día estaba frio, la época navideña se acercaba y todos andaban comprando los famosos presentes para sus familias. A mí no me importaba mucho, la verdad me era indiferente: había aprendido que todo lo que importaba era estar en familia y pasar la navidad juntos. Eso y nada más. Con paso tranquilo y relajado, saludando a quien se me pasara por un lado y me conociera, con una sonrisa en los labios y las manos en los bolsillos, camine un par de calles hasta uno de los restaurantes en los que era conocido por tocar el violín para ganar algo de dinero entre semanas. Siempre dejaba el violín allí pues tenía confianza en el dueño y este me lo cuidaba bien.
Había aprendido a tocar el violín cuando tenía nada más que 10 años, observando como unos maestros en este instrumento daban conciertos públicos en las calles de Polonia, algo que les llamo poderosamente la atención, tomándome como pupilo transitorio, cosa que siempre se los agradecería.
Entré. La atmosfera italiana se notaba al toque: el salón iluminado con velas, telas rojas hacían de manteles y el sabor a la comida italiana era palpable. Aspire. Delicioso. Pase hasta el fondo del local para saludar al dueño y recoger mi instrumento, saludando a todos los cocineros y meseros del lugar con una sonrisa y algún apretón de manos, junto con algunos besos para las damas.
-Bon gia, signiore- saludé con cortesía al dueño.
-Buenos días Franek, bienvenido.-me saludó, tras lo cual le dedique una sonrisa amable- vienes a buscar tu violín ¿no?
-Así es, señor- me encogí de hombros. Todavía me daba vergüenza venir a pedírselo, pero era mejor eso que tenerlo conmigo todo el día y arriesgarme a que cualquiera me lo robase con lo descuidado que era.
Tras otras charlas con los empleados, salí del local con el violín en mano, dirigiéndome hacia alguna de las plazas principales para ganarme algún dinero para donarlo luego.
Tras avanzar unas calles, me di cuenta de que unos pilluelos de entre 10 y 14 años me seguían la pista, por lo que empecé a correr en dirección al puente del río Sena, con intención de perderles la pista. “Seguro quieren mi violín para venderlo luego”
Me escondí en uno de los callejones y me puse la gorra para despistarlos un poco, me cargue el violín al hombro y volví a correr por las calles de París, tratando de perderlos, cuando de repente, pasando por el puente, pude sentir el grito de una niña no muy lejos de mi.
Ese grito me heló la sangre… Había caído del puente.
Agarrando un trozo de pan de la canasta de víveres, salí caminando despacio sin despertar a mis padres. Ya era lo suficientemente mayor como para valerme por mi mismo y no preocuparlos por mis problemas. Lo que hacía era asunto mío, mis padres no tenían porqué enterarse de lo que hacia fuera del pueblo. Mordí por última vez el trozo de pan, y se lo entregue a un niño que andaba correteando por allí. “Lo necesitas más que yo” sonreí.
El día estaba frio, la época navideña se acercaba y todos andaban comprando los famosos presentes para sus familias. A mí no me importaba mucho, la verdad me era indiferente: había aprendido que todo lo que importaba era estar en familia y pasar la navidad juntos. Eso y nada más. Con paso tranquilo y relajado, saludando a quien se me pasara por un lado y me conociera, con una sonrisa en los labios y las manos en los bolsillos, camine un par de calles hasta uno de los restaurantes en los que era conocido por tocar el violín para ganar algo de dinero entre semanas. Siempre dejaba el violín allí pues tenía confianza en el dueño y este me lo cuidaba bien.
Había aprendido a tocar el violín cuando tenía nada más que 10 años, observando como unos maestros en este instrumento daban conciertos públicos en las calles de Polonia, algo que les llamo poderosamente la atención, tomándome como pupilo transitorio, cosa que siempre se los agradecería.
Entré. La atmosfera italiana se notaba al toque: el salón iluminado con velas, telas rojas hacían de manteles y el sabor a la comida italiana era palpable. Aspire. Delicioso. Pase hasta el fondo del local para saludar al dueño y recoger mi instrumento, saludando a todos los cocineros y meseros del lugar con una sonrisa y algún apretón de manos, junto con algunos besos para las damas.
-Bon gia, signiore- saludé con cortesía al dueño.
-Buenos días Franek, bienvenido.-me saludó, tras lo cual le dedique una sonrisa amable- vienes a buscar tu violín ¿no?
-Así es, señor- me encogí de hombros. Todavía me daba vergüenza venir a pedírselo, pero era mejor eso que tenerlo conmigo todo el día y arriesgarme a que cualquiera me lo robase con lo descuidado que era.
Tras otras charlas con los empleados, salí del local con el violín en mano, dirigiéndome hacia alguna de las plazas principales para ganarme algún dinero para donarlo luego.
Tras avanzar unas calles, me di cuenta de que unos pilluelos de entre 10 y 14 años me seguían la pista, por lo que empecé a correr en dirección al puente del río Sena, con intención de perderles la pista. “Seguro quieren mi violín para venderlo luego”
Me escondí en uno de los callejones y me puse la gorra para despistarlos un poco, me cargue el violín al hombro y volví a correr por las calles de París, tratando de perderlos, cuando de repente, pasando por el puente, pude sentir el grito de una niña no muy lejos de mi.
Ese grito me heló la sangre… Había caído del puente.
Franek Bowanksçi- Gitano
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 12/07/2013
Edad : 27
Localización : Paris, Francia
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